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La última lucha de Lenin
Copyright © 1997, 2010 por Pathfinder Press
Contenido
Introducción a la edición de 2010,
por Jack Barnes y Steve Clark
11
Siglas y acrónimos
42
Cronología
43
1. Tareas comunistas en el segundo año
de la Nueva Política Económica
27 de marzo de 1922
Informe político al undécimo congreso del partido
49
2. Comienza la lucha: el problema nacional y la unión
voluntaria de repúblicas soviéticas
24 de septiembre–21 de octubre de 1922
ULLp.indb 5
La resolución de ‘autonomización’:
Sobre las relaciones entre la RSFSR
y las repúblicas independientes, por José Stalin
113
Sobre la formación de la URSS
116
Carta a los miembros del Buró Político, por José Stalin
119
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Resolución modificada sobre las relaciones entre la RSFSR
y las repúblicas independientes, por José Stalin y otros
122
Sobre la lucha contra el chovinismo de gran potencia
125
Sobre el monopolio del comercio exterior
126
Carta a los miembros del Comité Central, por José Stalin
131
Telegrama a K.M. Tsintsadze y S.I. Kavtaradze
132
3. La NEP y la lucha mundial por el socialismo
13 de noviembre–10 de diciembre de 1922
Cinco años de la revolución rusa y las perspectivas
de la revolución mundial
137
Proposición sobre la reducción del ejército
158
A la colonia rusa en Norteamérica
159
Discurso en el pleno del soviet de Moscú
162
Proyecto de resolución sobre la cuestión del programa
de la Internacional Comunista
174
Al congreso del Sindicato de Empleados de los Soviets
176
Memorándum a los miembros del Buró Político
y proyecto de carta a Herbert Hoover
177
A León Trotsky
179
Sobre la reducción del programa de reparación
y construcción de buques de guerra
181
A León Trotsky, Gregorio Zinóviev, Nicolás Bujarin
y Carlos Rádek
183
Sobre la reducción del programa de reparación
y construcción de buques de guerra (continuación)
185
Al camarada Münzenberg
188
A I.I. Jodorovsky
190
Sobre las tareas de nuestra delegación en La Haya
191
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Para el proyecto de resolución sobre el informe
de la Comisión Estatal de Suministros
198
Proposiciones sobre el régimen de trabajo de los vicepresidentes
y del presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo
199
Al Congreso de Toda Ucrania de Soviets
202
4. La defensa del monopolio estatal
sobre el comercio exterior
12–23 de diciembre de 1922
A León Trotsky
207
Carta a Lenin, por León Trotsky
208
A M.I. Frumkin y B.S. Stomoniakov
211
Carta sobre la distribución del trabajo
entre los vicepresidentes del CCP y del CTD
213
A León Trotsky
215
Acerca del monopolio del comercio exterior
217
A V.A. Avaniésov
223
Carta a José Stalin para los miembros del Comité Central
224
A León Trotsky
226
Carta a Lenin, por M.I. Frumkin
228
A León Trotsky
229
A León Trotsky
230
Carta a L.B. Kámenev sobre la conducta de Stalin,
por N.K. Krúpskaya
231
5. Carta de Lenin al congreso del partido
23 de diciembre de 1922–4 de enero de 1923
ULLp.indb 7
Carta al congreso
235
Plan para el trabajo futuro
243
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Carta al congreso (continuación)
244
El problema de las nacionalidades o de la ‘autonomización’
251
Agregado a la carta del 24 de diciembre de 1922
259
6. Fortaleciendo la alianza con el campesinado
2–6 de enero de 1923
Páginas del diario
263
Sobre la cooperación
270
7. La revolución socialista, Rusia y Oriente
16–17 de enero de 1923
Sobre nuestra revolución
283
8. La Inspección Obrera y Campesina
23 de enero de 1923
Cómo debemos reorganizar
la Inspección Obrera y Campesina
291
9. Preparando el duodécimo congreso del partido
2–6 de marzo de 1923
Es preferible menos, pero mejor
303
A León Trotsky
323
A José Stalin
325
A P.G. Mdivani, F.Y. Majaradze y otros
326
Apéndice 1: Lenin sobre la lucha por las repúblicas
soviéticas en Georgia y Transcaucasia (1921, 1923)
Carta a G.K. Ordzhonikidze
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A los comunistas de Azerbaiyán, Georgia, Armenia,
Daguestán y de la República de los Montañeses
331
Sobre la Federación de Repúblicas de Transcaucasia
335
Sobre las conclusiones de la comisión Dzerzhinsky
336
Apéndice 2: La Inspección Obrera
y Campesina (1919–20, 1923)
Nota sobre la reorganización del control estatal
347
Directiva del Buró Político sobre una inspección obrera
348
Observaciones y adición al proyecto
de ‘Estatuto de la Inspección Obrera y Campesina’
349
Plan del artículo ‘¿Qué debemos hacer con la IOC?’
352
¿Qué debemos hacer con
la Inspección Obrera y Campesina? (Primer borrador)
354
Apéndice 3: Hacia el congreso del partido (1923)
ULLp.indb 9
Ideas sobre el partido: La cuestión nacional y la educación
de la juventud del partido, por León Trotsky
365
Carta a L.B. Kámenev acerca del artículo de Lenin
sobre la cuestión nacional para el duodécimo congreso
del partido, por L.A. Fótieva
378
Glosario
381
Indice
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Introducción a la edición de 2010
Entre fines de septiembre de 1922 y principios de marzo de
1923, los últimos meses de su vida activa, Vladímir Lenin
dirigió una batalla política en el seno de la dirección del
Partido Comunista de la Unión Soviética. Lo que estaba en
juego no era nada menos que si el partido seguiría avan­
zando o no por el rumbo político que había llevado a los
trabajadores y campesinos del antiguo imperio zarista, diri­
gidos por los bolcheviques, al poder unos cinco años antes.
Esa victoria había abierto la puerta a la primera revolución
socialista y anunciado una nueva época con perspectivas
de revoluciones populares con dirección proletaria no solo
en Europa sino por toda Asia y más allá.
Esta batalla no tenía nada de hipotético. Lenin luchó para
ganar el apoyo de la dirección de partido a fin de aplicar
propuestas concretas sobre asuntos que afectaban la vida
de decenas de millones de personas: el control sobre los in­
gresos del comercio de importaciones y exportaciones de
la república soviética; cambios estructurales para facilitar
el mejoramiento de la composición de clase de los organis­
mos del estado y del partido; la transformación de la orga­
nización de la producción y el intercambio agropecuarios;
medidas especiales para garantizar la igualdad de derechos
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Introduccion
y la autodeterminación para las naciones y nacionalidades
anteriormente oprimidas por el imperio zarista; una ma­
yor prioridad política y un mayor financiamiento para los
programas de alfabetización y las escuelas como parte de
esfuerzos más amplios para dar acceso a la educación y cul­
tura al pueblo trabajador y a los cuadros del partido que
trabajaban en organismos del gobierno; el trato respetuoso
de miembros del partido y de compañeros de trabajo como
precondición absoluta para la dirección.
La batalla no era primordialmente en torno a políticas
económicas o a métodos de administración. Era una lucha
política en torno a la trayectoria de clase de la república y
del Partido Comunista soviéticos.
• ¿Continuaría el proletariado ejerciendo y fortaleciendo su
dirección de las instituciones estatales, del partido y de
la producción y planificación económica? ¿O acaso esta
proletarización resultaría abrumada por el crecimiento
de capas pequeñoburguesas y nuevas capas emergentes
burguesas, especialmente en el comercio y la agricultura,
y por sus representantes —fuesen o no inconscientes—
en todo el aparato estatal y del partido?
• ¿Cómo se podía reforzar la alianza de los trabajadores y
campesinos, sobre la cual se basaba tanto la dictadura
proletaria como el Partido Comunista y, de hecho, tam­
bién la recién fundada Internacional Comunista?*¿Cómo
* Lenin jamás había tenido duda alguna de que la salud y vitalidad
política de la Internacional Comunista dependía en gran medida de
la de la república y del Partido Comunista soviéticos. En informes
al tercero (1921) y al cuarto (1922) congreso de la Internacional Co­
munista, él presentó la trayectoria política del partido y del gobierno
soviéticos ante los delegados de todo el mundo, solicitando debates
y votos sobre sus criterios. Ver las tesis y el informe de Lenin para
el tercer congreso sobre la táctica del Partido Comunista Ruso, en
V.I. Lenin, Obras completas (Moscú, 1987), tomo 44, págs. 3–12,
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IntroducciOn
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se podía defender esa alianza frente a la devastación
social y económica causada por la guerra civil y la in­
tervención militar imperialista? ¿Frente a las presiones
implacables que resultaban de la mayor productividad
del trabajo en los países imperialistas, según se refle­
jaba a través del mercado capitalista mundial? ¿Cómo
se podía fortalecer la dirección obrera de esa alianza,
así como ampliar y desarrollar la confianza de los cam­
pesinos en el proletariado y su apoyo a la trayectoria
del liderazgo obrero hacia el socialismo?
• ¿Qué pasos tenía que dar la vanguardia obrera de la
revolución y su partido para seguir marchando por el
camino del internacionalismo proletario? ¿Por qué eran
las actitudes y la conducta de los cuadros y dirigentes
de la república soviética —en su mayoría rusos— hacia
las naciones y nacionalidades oprimidas en el antiguo
imperio zarista la prueba de fuego para la trayectoria del
Partido Comunista hacia los trabajadores y campesinos
por todo el mundo? ¿Podían los comunistas anticipar
nuevas revoluciones de trabajadores y campesinos no
solo en Europa sino en otras partes tras la derrota de
la ola revolucionaria de 1918–20?
Durante los meses que se desenvolvió esta lucha política,
Lenin estaba gravemente enfermo, habiendo sufrido un de­
rrame cerebral en mayo de 1922. Para fines del verano había
recuperado un poco su fuerza, según se puede ver en la foto
de la portada de este libro, tomada durante su convalecencia
en Gorki, en una zona rural al sur de Moscú. En octubre y
noviembre Lenin volvió a asumir muchas responsabilidades
estatales y partidistas durante varias semanas, y en tres oca­
siones presentó informes políticos, dos de los cuales —un
33–53 así como el informe al cuarto congreso, con el cual empieza
el tercer capítulo de este libro.
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Introduccion
informe al cuarto congreso de la Internacional­Comunista y
el otro a una sesión del soviet de Moscú— aparecen en este
libro. Sin embargo, durante los seis meses que se libró una
contienda en torno a cuestiones políticas de vida o muerte
que enfrentaba el pueblo trabajador en la república soviética,
Lenin no pudo asistir a la mayoría de las reuniones de los
organismos estatales o de la dirigencia del partido donde se
abordaron estas cuestiones, y después de fines de noviem­
bre no pudo asistir a ninguna. Lenin ya no estaba guiando
el trabajo cotidiano del partido y del estado como lo había
hecho desde el triunfo de la revolución en octubre de 1917.
Después de varios nuevos ataques de apoplejía en diciembre
de 1922, Lenin tuvo que recurrir al dictado para presentar
sus criterios. Los que se oponían a la trayectoria de Lenin
en el Buró Político del partido intentaron aprovechar las
“instrucciones del médico” para limitar severamente su dic­
tado diario e impedir que recibiera visitas. Los dirigentes del
partido Lev Kámenev y Nicolás Bujarin, junto con el recién
electo secretario general del Comité Central, José Stalin, fue­
ron al extremo, a fines de diciembre, de emitir instrucciones
a los familiares y las secretarias de Lenin de que “deberán
abstenerse de darle noticias políticas” a fin de “evitar que
Vladímir Ilich tenga motivos de reflexión e inquietudes”.
A pesar de estos obstáculos, y con la ayuda resuelta de se­
cretarias disciplinadas y trabajadoras, Lenin —de su propio
puño y letra durante el máximo tiempo que pudo, y dictando
cuando resultó necesario— libró la lucha política decisiva
que está documentada en sus cartas, notas, memorandos y
artículos recogidos en este libro.
S
Para fines de 1920 el pueblo trabajador en la joven repú­
blica soviética había salido victorioso de casi tres años de
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IntroducciOn
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una sangrienta guerra civil desatada por las fuerzas com­
binadas de los derrocados latifundistas y capitalistas de
Rusia. Esa guerra civil rugió al mismo tiempo que la resis­
tencia del pueblo trabajador a los ejércitos invasores de 14
potencias imperialistas, desde Londres y París hasta Tokio
y Washington.
La ola revolucionaria que se había propagado por Eu­
ropa de 1918 a 1920, ante el impulso de la victoria de los
trabajadores y campesinos en Rusia, había sufrido derro­
tas en Alemania, Hungría e Italia. No se había establecido
nuevas repúblicas soviéticas en ninguna parte más allá de
las fronteras del antiguo imperio zarista.
La vanguardia proletaria de la revolución con mayor
conciencia de clase, espina dorsal del Ejército Rojo, había
sufrido bajas devastadoras a consecuencia de los ataques
destinados a restaurar el dominio burgués y las viejas rela­
ciones de propiedad en la república soviética. Los cuadros
dirigentes del Partido Comunista en la clase obrera industrial
de Petrogrado, Moscú y otras grandes ciudades se vieron
especialmente afectados. Ejércitos contrarrevolucionarios
asolaron el campo, matando a campesinos, la gran mayo­
ría de los cuales habían respaldado al gobierno soviético
a fin de impedir el retorno de los grandes terratenientes, y
muchos se alistaron como voluntarios en el Ejército Rojo.
Al menos un millón de soldados del Ejército Rojo murieron
en combate o de enfermedades, y millones de campesinos y
trabajadores murieron a causa de hambrunas y epidemias
durante la guerra.
“Vivimos en un país devastado de forma tan severa por la
guerra, apartado de los cauces de vida más o menos normales,
que ha sufrido y soportado tanto, que ahora, nos guste o no,
empezamos todos nuestros cálculos [económicos] tomando
como punto de referencia porcentajes bajísimos” de antes de
la guerra, dijo Lenin a los diputados al soviet de Moscú en
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Introduccion
noviembre de 1922. La producción fabril en 1920 alcanzó
una tercera parte de lo que había sido antes de la guerra, y
la producción de acero en 1921 fue apenas un 5 por ciento
de lo que había sido en 1913. La producción de carbón y el
transporte ferroviario habían bajado al 30 por ciento de los
niveles de antes de la guerra. La producción de granos en
1920 y 1921 promedió en un 50 por ciento del nivel prome­
dio antes de la guerra, causando la muerte de millones de
personas por hambruna solo en 1921. Las potencias impe­
rialistas impusieron a la república obrera y campesina lo que
prácticamente fue un boicot comercial y crediticio.1
Ya para 1921, las condiciones desesperadas que enfrentaba
el pueblo trabajador había creado la crisis “más grave” en
Rusia soviética desde la revolución, dijo Lenin a los delegados
al cuarto congreso de la Internacional Comunista en noviem­
bre de 1922. Esta crisis “reveló descontento entre un sector
considerable del campesinado, e incluso de los obreros”, dijo
Lenin. “Fue la primera vez, y confío que será la última, que
en la historia de la Rusia soviética grandes masas de campe­
sinos mostraban una actitud contraria a nosotros…”
Para alimentar al pueblo trabajador en las ciudades y el
campo y restaurar el acceso de los campesinos a los aperos
agrícolas y a los productos manufacturados ligeros, la di­
rección bolchevique aplicó una serie de medidas económi­
cas después de la guerra, que en su conjunto se denominó
la Nueva Política Económica (NEP). El gobierno soviético
puso fin a la requisa de los excedentes de granos de los
campesinos —medida de emergencia que se había adop­
tado durante la guerra civil para alimentar a los soldados
del Ejército Rojo en el frente y a los trabajadores en las ciu­
dades— y la remplazó con lo que se llamó un impuesto en
especie. A los campesinos se les gravó como impuesto un
Las notas para la introducción aparecen en la página 41
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IntroducciOn
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cierto porcentaje de sus cosechas, con tasas progresivas que
tomaban la menor cantidad de productos de los trabajado­
res rurales que tenían los ingresos más bajos.
El gobierno legalizó los mercados pequeños, primero para
productos agropecuarios y después para otros artículos. Se
permitió establecer empresas privadas en industrias rurales
y en pequeña escala. Se instó a los capitalistas extranjeros
a que invirtieran en “concesiones” de materias primas e in­
dustrias, administradas bajo el control del gobierno, aunque,
como observó Lenin en enero de 1923, estas empresas no
habían “alcanzado en el país un desarrollo importante”.
Lenin y otros dirigentes bolcheviques estaban muy cons­
cientes de que estas medidas, aunque eran necesarias para
reanimar la producción y el comercio, ensanchaban las
desigualdades de clase entre los trabajadores y los campe­
sinos y en el seno de estos, y engendraban nuevas capas de
pequeños capitalistas, especialmente campesinos y comer­
ciantes ricos. “Nepmen” era el nombre que los trabajadores
y los campesinos pobres les dieron desdeñosamente a estos
intermediarios que cobraban precios de usura.
Ante el crecimiento de estas capas por toda la república
soviética, Lenin —en su informe al undécimo congreso del
Partido Comunista en marzo de 1922, con el cual comienza
el libro— les planteó el problema político a los delegados:
“¿Quién vencerá a quién?” ¿Resultarían capaces los traba­
jadores y campesinos de defender y hacer avanzar su poder
estatal? ¿Vencerían no solo a los enemigos de clase de la
revolución en el exterior, sino sobre todo a las capas capi­
talistas que estaban en ascenso entre ellos?
“No nos atacan directamente” de forma militar ahora, dijo
Lenin en el informe, “nadie nos agarra por el cuello… A pesar
de todo, la lucha contra la sociedad capitalista se ha vuelto 100
veces más encarnizada y peligrosa, porque no siempre vemos con
claridad dónde está el enemigo y quién es nuestro amigo”.
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Introduccion
La dirección del gobierno revolucionario, dijo Lenin,
“debe plantear claramente el problema: ¿en qué reside nues­
tra fuerza y qué es lo que nos falta?”
“Tenemos el poder político totalmente suficiente”, respon­
dió Lenin. En efecto, gracias al triunfo de los trabajadores
y campesinos en la insurrección dirigida por los bolchevi­
ques en octubre de 1917, dijo, “se ha realizado la invención
más grande de la historia; se ha creado un Estado de tipo
proletario”. Se había derrocado a la dictadura del capital:
el dominio político por parte de un puñado de acaudalados
dueños de la tierra, las industrias, los bancos y los grandes
comercios mayoristas y minoristas. Su dictadura de clase
había sido remplazada por la dictadura del proletariado,
basada en consejos populares (soviets en el idioma ruso)
de delegados escogidos por millones de trabajadores, cam­
pesinos, soldados y marineros en las ciudades, los pueblos,
las aldeas y los puertos.
“La fuerza económica fundamental está en nuestras ma­
nos”, dijo Lenin. El nuevo gobierno había alentado a los
campesinos para que expropiaran las grandes fincas de los
latifundistas, nacionalizaran y distribuyeran la tierra a los
que la trabajaban, y ofrecido ayuda y préstamos de bajo
costo a los productores rurales. Dirigió a los trabajadores a
tomar más y más control sobre la organización del trabajo
en las fábricas, minas y plantas, y apoyó sus iniciativas para
frenar el sabotaje de la producción por parte de los dueños
de fábricas. Al profundizarse la guerra civil en el transcurso
de 1918, el gobierno soviético movilizó a la clase trabaja­
dora para expropiar a los capitalistas restantes, consolidar
el monopolio estatal del comercio exterior e iniciar la pla­
nificación económica centralizada.
Sin embargo, como dijo Lenin a los delegados al congreso
del partido en marzo de 1922, durante el primer año de la
NEP el estado soviético “no ha cumplido nuestra voluntad…
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La máquina no obedece: como si fuera, no en la dirección
que el conductor desea, sino… [como si el auto lo] condujera
alguna mano misteriosa que no está autorizada a hacerlo,
sabe Dios de quién es, tal vez de un especulador, de un ca­
pitalista privado o de ambos”. Por eso, si bien se precisaba
aún de la NEP —esta seguía siendo “la consigna principal,
inmediata y más completa de este momento”, Lenin subrayó
más de medio año después— él insistió en que ahora el par­
tido debía “decir ¡basta!” a un mayor repliegue.
Si no se toman las medidas necesarias para hacer esto,
dijo Lenin, “el Partido Comunista no conducirá al proleta­
riado, el proletariado no conducirá a las masas, y toda la
máquina se vendrá abajo”.
Fue la resistencia, en el seno de la dirección central del
partido, a la aprobación y aplicación de las medidas nece­
sarias para poner fin al repliegue lo que, medio año más
tarde, estalló en la batalla política de Lenin, sobre múlti­
ples frentes, para reafirmar la trayectoria proletaria de la
revolución.
S
Fortalecer la alianza de trabajadores y campesinos
La república soviética “se basa en la colaboración de dos
clases: los obreros y los campesinos”, recalcó Lenin en lo que
resultó ser su último artículo, “Es preferible menos, pero me­
jor”, dictado durante varios días a principios de febrero de
1923 en preparación para el duodécimo congreso del partido
en abril. Al momento del triunfo de la revolución de octubre
de 1917, un 80 por ciento de la población de la nueva república
soviética eran campesinos, y un 10 por ciento eran trabajado­
res. Para principios de los años 20, después de la devastación
causada por la guerra civil, la clase obrera industrial había
decaído en su tamaño y fuerza política relativos.
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Introduccion
“A fin de cuentas” dijo Lenin, “los destinos de nuestra re­
pública dependerán de que las masas campesinas marchen
unidas con la clase obrera, manteniéndose fieles a la alianza
con ésta, o de que permitan que los ‘nepmen’, es decir, la
nueva burguesía, las desunan, las separen de ella. Cuanto
mayor sea la claridad con que veamos esta alternativa, cuanto
mayor sea la claridad con que la comprendan todos nuestros
obreros y campesinos, mayores serán las posibilidades de
que evitemos una escisión [en la dirección del Partido Co­
munista], que sería funesta para la república soviética”.
Las propuestas de Lenin para fortalecer la alianza de los
trabajadores y campesinos no se limitaron al impuesto en
especie y a la reanimación de la industria ligera para sumi­
nistrar alimentos a las ciudades y aperos agrícolas y otros
artículos básicos que se necesitaban en el campo. También
promovió la organización voluntaria de los campesinos en
cooperativas apoyadas por el estado para comercializar
sus productos, ofrecer créditos estatales de bajo costo a
las cooperativas y vender artículos manufacturados en las
aldeas. Dichas cooperativas, dijo, harían posible el “paso
hacia un nuevo orden”, hacia relaciones socialistas de pro­
ducción, “por el camino más sencillo, fácil y alcanzable
posible para el campesino”. Las cooperativas eran una vía,
dijo, para “construir ese socialismo en la práctica, de tal
forma que cada pequeño campesino pueda participar en
esta construcción”.
Por último, Lenin resaltó las gestiones entrelazadas para
promover la alfabetización y educación entre los trabajadores
y campesinos, impulsar la electrificación (necesaria, entre
otras cosas, para que los que vivían en el campo pudieran
siquiera leer y estudiar después del anochecer) y expandir
la industrialización y, a la vez, el tamaño y peso social de
la clase obrera industrial.
Al mismo tiempo que insistió en la reducción de los gastos
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estatales, incluso para las fuerzas armadas de la revolución,
Lenin propuso aumentar los fondos para el Comisariado
del Pueblo de Instrucción Pública. “Todavía se hace muy
poco, poquísimo, para poner nuestro presupuesto estatal en
condiciones de satisfacer… las necesidades de la instrucción
pública elemental”, dijo.
Como señaló Lenin en el undécimo congreso del partido,
también era esencial prestar más atención a la educación y
capacitación por otra razón: la falta de “cultura en el sector
de comunistas que desempeñan funciones de dirección”. Los
propios latifundistas y capitalistas derrotados eran tremen­
damente deficientes en su cultura, dijo, pero “por deplora­
ble y mísera que sea, es superior a la de nuestros militantes
comunistas que ocupan cargos de responsabilidad…”
Monopolio estatal del comercio exterior
En octubre de 1922, Lenin le escribió a José Stalin, secre­
tario general del Comité Central desde abril, insistiendo en
que el comité revocara una decisión reciente de debilitar el
monopolio estatal del comercio exterior. La propuesta de
aflojar el control estatal de las importaciones y exportacio­
nes la habían planteado por primera vez los dirigentes cen­
trales del partido Nicolás Bujarin, Gregorio Zinóviev, Lev
Kámenev y Stalin unos meses antes. Aunque el Buró Político
aprobó en mayo una moción de Lenin para rechazar ese
curso, el Comité Central revocó esa decisión en su reunión
de octubre, a la cual Lenin no pudo asistir por los efectos
de las apoplejías que había sufrido unos meses antes.
Bujarin y otros argumentaron que los comerciantes indi­
viduales, los “nepmen”, tendrían mucho más éxito que las
agencias estatales en el acopio de productos agropecuarios
de los campesinos para la venta en el exterior, aumentando
así el conjunto de los ingresos y las rentas para la república
soviética. Lenin replicó que Bujarin “no quiere ver que ‘la
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Introduccion
movilización del fondo mercantil de los campesinos’ les va
a llenar los bolsillos entera y exclusivamente a los nepmen.
El problema estriba en si nuestro Comisariado del Pueblo de
Comercio Exterior va a trabajar en provecho de los ­nepmen
o de nuestro Estado proletario”.
Lenin también rechazó el argumento de que la legaliza­
ción del comercio privado de importaciones y exportaciones
propinaría fuertes golpes contra el contrabando ilegal por
parte de un creciente número de especuladores. Al contra­
rio, dijo Lenin. Propinará un golpe contundente contra la
alianza de los trabajadores y campesinos, ya que “en vez
de combatir a los contrabandistas profesionales, tendremos
que combatir a todo el campesinado de la región linera. Casi
con seguridad que seremos derrotados en esta lucha, y de
manera irreparable”.2
A mediados de diciembre, Lenin, incapaz de asistir a la
reunión del Comité Central del 18 de diciembre, le pidió
al dirigente del partido León Trotsky que se encargara “de
defender nuestro punto de vista común sobre la necesidad
absoluta de mantener y consolidar el monopolio del comer­
cio exterior… [y] si sufrimos una derrota en esta cuestión,
deberemos someterla al congreso del partido”. Frente a estas
iniciativas de Lenin, una mayoría del Comité Central en su
reunión de diciembre revocó su decisión de octubre.
Una unión voluntaria de repúblicas soviéticas
El gobierno dirigido por los bolcheviques se propuso,
desde un principio, establecer una unión de Rusia proleta­
ria y los pueblos oprimidos que por mucho tiempo habían
estado encerrados en la antigua prisión de naciones zarista
desde Europa hasta Asia. Pero ese objetivo solo se podía lo­
grar con la acción voluntaria de esos pueblos, cuyo derecho
incondicional a la autodeterminación nacional lo reconocía
el nuevo gobierno.
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IntroducciOn
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El congreso de soviets en enero de 1918 estableció la Re­
pública Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR), “de­
jando a los obreros y campesinos de cada nación decidir
independientemente, en su propio Congreso de Soviets in­
vestido de poderes plenos, si desean, y en qué condiciones,
participar en el gobierno federal”.
A fines de 1922, ya se había establecido 22 repúblicas y
regiones autónomas dentro de la propia RSFSR, y el go­
bierno revolucionario colaboraba con repúblicas soviéticas
en Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia y Ucrania
para formar lo que en diciembre de 1922 sería la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, Le­
nin se opuso al borrador inicial de Stalin para una resolu­
ción del Comité Central, el cual planteaba la “entrada” de
estas otras repúblicas a la federación rusa, contradiciendo
el internacionalismo proletario que los bolcheviques habían
mantenido por mucho tiempo.
“Nos declaramos iguales en derechos con la RSS de Ucra­
nia y con las otras repúblicas”, escribió Lenin en una carta
de septiembre de 1922 al Buró Político del partido, “y jun­
tas, en igualdad con ellas, entramos en una nueva unión,
en una federación, la ‘Unión de Repúblicas Soviéticas de
Europa y Asia’ ”.
En una nota que mandó el día siguiente al Buró Político,
Stalin accedió a una forma enmendada de esta propuesta y
de otras cuantas “enmiendas insignificantes del camarada
Lenin”, según las llamó. En su nota Stalin calificó desdeño­
samente la oposición intransigente de Lenin al chovinismo
gran ruso como el “liberalismo nacionalista del camarada
Lenin”.
Dos meses más tarde, Lenin se indignó al enterarse de
que Grigory Ordzhonikidze, miembro del Comité Central,
en presencia de otro miembro del CC, Aleksei Ríkov, había
golpeado físicamente a un comunista de Georgia durante
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Introduccion
una disputa sobre los derechos nacionales. En su carta a fi­
nes de diciembre dirigido al congreso venidero del partido,
Lenin escribió que el apoyo de los bolcheviques al derecho
de autodeterminación nacional sería “un simple pedacito
de papel” si el partido resultaba “incapaz de defender a los
no rusos de la embestida de ese hombre realmente ruso, del
chovinista gran ruso, en esencia ese canalla, ese opresor que
es el típico burócrata ruso”.
Y Lenin concluyó: “Por eso el internacionalismo por parte
de las naciones opresoras, o así llamadas ‘grandes’ (aunque
sean grandes solo por su violencia, grandes solo como lo es
un matón del barrio), debe consistir, no solo en el respeto a
la igualdad formal de las naciones, sino también en una des­
igualdad que compense, por parte de la nación opresora, de
la gran nación, la desigualdad que en la vida se establece de
hecho. Quien no comprende esto no ha entendido tampoco
la actitud verdaderamente proletaria en relación con el pro­
blema nacional: sigue siendo esencialmente pequeñoburgués
en su punto de vista, y, por consiguiente, no puede dejar de
caer continuamente en el punto de vista burgués”.
A principios de marzo de 1923, Lenin, quien sabía que
estaba demasiado enfermo para asistir a la próxima reunión
del Comité Central ese mes, le escribió a Trotsky pidién­
dole “con insistencia que asuma la defensa de la cuestión
georgiana en el CC del partido. Esta cuestión se encuentra
ahora bajo el ‘asedio’ de Stalin y Félix Dzerzhinsky, de cuya
imparcialidad no me puedo fiar”. Trotsky lo hizo, pero, se­
gún se documenta más adelante en estas páginas, la moción
que presentó ante el Comité Central fue derrotada.
Proletarizar el aparato del partido y del estado
No se podía abordar ninguno de estos desafíos políticos,
insistió Lenin, sin aumentar considerablemente el peso de
trabajadores y campesinos políticamente probados en los
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organismos dirigentes del partido y del estado.
Durante la guerra civil, señaló Lenin: “Concentramos
las mejores fuerzas de nuestro partido en el Ejército Rojo;
movilizamos a nuestros mejores obreros; buscamos nuevas
fuerzas en las raíces más profundas de nuestra dictadura”.
Grandes números de estos cuadros abnegados habían caído
en combate o fallecido a causa de enfermedades. Ahora era
el momento de renovar este esfuerzo bajo las condiciones
que enfrentaba actualmente la república soviética.
La primera propuesta de Lenin, que presentó en las pri­
meras oraciones de su carta en diciembre de 1922 al con­
greso del partido —a la cual, años más tarde, a veces se
ha referido como el “Testamento de Lenin”— era la de au­
mentar el tamaño del Comité Central “a varias decenas, o
incluso a un centenar” de miembros, y de hacerlo eligiendo
a trabajadores. Esto no solo contribuiría a “aumentar la au­
toridad del CC” entre el pueblo trabajador soviético, dijo
Lenin, sino que “ganaría mil veces la estabilidad de nues­
tro partido con esa medida”. (Lenin dejó claro que “en este
pasaje de mi carta el término obreros incluye siempre a los
campesinos”).3
Es más, dijo Lenin, “los obreros que ingresen en el Comité
Central preferentemente deben provenir no de los que han
realizado un prolongado trabajo en los organismos soviéti­
cos”, puesto que “en esos obreros ya se han creado ciertas
tradiciones y prejuicios que precisamente conviene combatir”.
Instó a que procedieran “preferentemente de una capa más
baja que la de los promovidos al trabajo en los organismos
soviéticos en estos cinco años; deben pertenecer más bien
al conjunto de los obreros y campesinos de base”…
Lenin vinculó esta medida para reforzar la alianza de los
trabajadores y campesinos y el carácter proletario del apa­
rato estatal con una evaluación de las cualidades directivas
de los miembros del Comité Central que en ese momento
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Introduccion
ocupaban las mayores responsabilidades políticas. En la di­
rección bolchevique no había nadie que reconociera mejor
que Lenin las fuerzas sociales y relaciones de clase objetivas
que subyacían todos los retos que enfrentaban el partido y
la aún muy joven dictadura proletaria. Sin embargo, por esa
misma razón él también entendía la importancia concreta y
hasta decisiva, en cada coyuntura de la política y de la lucha
de clases, de lo que hacían los dirigentes individuales del
partido: su responsabilidad de cómo se comportaban.
“Pienso, desde este punto de vista, que lo principal en la
cuestión de la estabilidad son tales miembros del Comité
Central como Stalin y Trotsky”, escribió Lenin en la carta
al congreso del partido. “Considero que las relaciones entre
ellos constituyen la mitad de ese peligro de escisión [en el
partido] que se podría evitar, y para lo cual, en mi opinión,
serviría a propósito el aumento del número de miembros
del CC a 50 ó 100”. (En esos momentos el Comité Central
tenía 27 miembros plenos).
Empezando con Stalin, Lenin apuntó que, “convertido
en secretario general, [él] concentró en sus manos un poder
ilimitado, y no estoy seguro de que siempre sea capaz de
utilizar ese poder con suficiente cuidado”.
En cuanto a Trotsky, Lenin dijo, “como ya lo demostró
su lucha contra el CC en el problema del Comisariado del
Pueblo de Vías de Comunicación, se destaca no solo por
sus capacidades sobresalientes. Personalmente tal vez sea el
hombre más capaz del actual CC, pero ha demostrado ser
demasiado presuntuoso y tener preocupación excesiva por
el aspecto puramente administrativo del trabajo”. Lenin se
refería a la decisión del décimo congreso del partido en 1921
de rechazar la propuesta de Trotsky, como comisario de co­
municaciones, para “sacudir” a las oficialidades sindicales
imponiéndoles la disciplina militar y la gestión estatal directa
que se había aplicado temporalmente al sindicato ferroviario
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en las condiciones de emergencia de la guerra civil.4
“Estas dos cualidades de dos líderes sobresalientes del CC
actual pueden conducir inadvertidamente a una escisión”,
escribió Lenin, “y si nuestro partido no toma las medidas
pertinentes para impedirlo, la escisión puede irrumpir ines­
peradamente”.
Lenin, quien había sufrido nuevos derrames cerebrales en
diciembre de 1922, dictó su carta al congreso del partido
unos párrafos a la vez a lo largo de 13 días entre el 23 de
diciembre y el 4 de enero. Cuando la completó, ya había
llegado a la conclusión de que el congreso, además de poner
en práctica sus otras propuestas, tenía que destituir a Stalin
como secretario general del partido. “Stalin es demasiado
rudo”, escribió Lenin el 4 de enero, “y este defecto, aunque
del todo tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre
nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el puesto
de secretario general”. Lenin sugirió “designar en su lugar
a otra persona que en todos los aspectos tenga sobre el
camarada Stalin una sola ventaja: la de ser más tolerante,
más leal, más cortés y más considerado con los camaradas,
menos caprichoso, etcétera”.
“Esta circunstancia podrá parecer un detalle insignificante”,
concluyó Lenin. “Pero creo que desde el punto de vista de
protegernos de la escisión, y desde el punto de vista de lo
que escribí antes sobre las relaciones entre Stalin y Trotsky,
no es un detalle, o es un detalle que puede adquirir una
importancia decisiva”.
‘Un ligero barniz soviético’
Esas fueron las propuestas de Lenin a fines de 1922 para
profundizar la proletarización del Partido Comunista y la
dirección del partido, y fortalecer la alianza de los traba­
jadores y campesinos del cual dependía el avance hacia el
socialismo.
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¿Y qué del aparato administrativo del estado soviético?
Cinco años de experiencia, escribió Lenin en su carta al con­
greso del partido, habían demostrado que los trabajadores
y campesinos lo habían tomado “del zarismo y [lo] recubri­
mos ligeramente con un barniz soviético”. Ahora, dijo, “en
conciencia, debemos admitir lo contrario: el aparato que
denominamos nuestro nos es aún, en los hechos, totalmente
ajeno; es una mezcolanza burguesa y zarista”.
En dos artículos, dictados a fines de enero y principios de
febrero de 1923 después de recuperarse parcialmente de sus
más recientes ataques de apoplejía, Lenin hizo propuestas
que se enfocaron en la reorganización de una institución
del gobierno soviético denominada la Inspección Obrera y
Campesina. Estos artículos, titulados “Cómo debemos re­
organizar la Inspección Obrera y Campesina” y “Es prefe­
rible menos, pero mejor” —los últimos que Lenin escribió
antes de una última apoplejía debilitante el 10 de marzo de
1923 (murió en enero de 1924)— se publicaron en enero y
principios de marzo en Pravda, el diario publicado por el
Comité Central del partido.
La Inspección Obrera y Campesina, organismo estatal
creado a principios de 1920, había sido presidido por Stalin
desde su creación hasta que él fue elegido secretario general
en marzo de 1922. Su historial hasta ese momento había
sido un asunto “desesperado”, dijo Lenin. “No goza en la
actualidad de la menor autoridad”, y “todos saben que no
hay instituciones peor organizadas”. Pero Lenin calificó de
“completamente equivocada” la idea de resolver este problema
simplemente con abolir la Inspección Obrera y Campesina,
la alternativa que había propuesto Trotsky.
Lenin instó, más bien, a que se combinara con la Comisión
de Control del Comité Central, a la cual se le había dado el
mandato, entre otras tareas, de “combatir el burocratismo
y arribismo que han surgido en el partido”. Propuso que el
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congreso del partido eligiera entre 75 y 100 nuevos miem­
bros a la Comisión de Control. “Estos deberán ser obreros
y campesinos”, dijo, “y deberán ser sometidos a la misma
comprobación por parte del partido que los miembros or­
dinarios del Comité Central, ya que gozarán de todos los
derechos de los miembros del CC” y se reunirán junto con
ellos.
Además, Lenin propuso escoger un “grupo unido” de es­
tos nuevos miembros de la Comisión de Control “que deben
participar en número determinado en todas las sesiones del
Buró Político”. Era esencial, recalcó, que este grupo asegu­
rara “que ninguna autoridad, sin excepción alguna, ni la
del secretario general ni la de cualquier otro miembro del
Comité Central, le impida hacer preguntas, verificar docu­
mentos y, en general, estar plenamente informado de todas
las cosas y de ejercer el control más estricto del manejo ade­
cuado de los asuntos”.
En la primera oración de su último artículo, “Es prefe­
rible menos, pero mejor”, Lenin advirtió que la Inspección
Obrera y Campesina no debía “perseguir la cantidad ni apre­
surarse”. La administración estatal, dijo, “es hasta tal grado
deplorable, por no decir detestable, que primero debemos
reflexionar profundamente de qué modo luchar contra sus
deficiencias, recordando que esas deficiencias radican del
pasado, que, a pesar de haber sido radicalmente cambiado,
no ha sido superado…”
Al incorporar a más trabajadores probados en combate
y respetados políticamente a los organismos dirigentes del
partido y del estado, y al brindarles la educación y capaci­
tación necesaria para guiar y vigilar el funcionamiento de
estos organismos, dijo Lenin, “tenemos que convertir a la
Inspección Obrera y Campesina en un instrumento para
mejorar nuestro aparato, en una institución realmente
ejemplar”.
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Este proceso de rejuvenecimiento dentro de la Unión So­
viética, subrayó Lenin, se vería reforzado por los resulta­
dos del aliento que la Revolución de Octubre y la república
soviética les daban a las masas trabajadoras sometidas a
la opresión nacional en “países de Oriente, India, China,
etcétera… En ellos ha comenzado la efervescencia que es
general en Europa. Y para todo el mundo está claro ahora
que han sido involucrados en un desarrollo que conducirá
a una crisis en todo el capitalismo mundial”.
Por último, en los últimos párrafos de “Es preferible me­
nos, pero mejor”, Lenin unió los principales hilos políticos
de la batalla que había estado dirigiendo durante medio año.
“Debemos tratar de construir un Estado en el que los obreros
sigan dirigiendo a los campesinos, conserven la confianza
de los campesinos”, escribió Lenin. “… Debemos lograr el
máximo de economía en nuestro aparato estatal. Debemos
eliminar de él todas las huellas de lo superfluo que here­
damos en gran cantidad de la Rusia zarista, de su aparato
burocrático capitalista.
“¿No será eso el reino de las limitaciones campesinas?”
preguntó Lenin, planteando de manera provocadora la in­
terrogante que sabía que formularían miembros del Comité
Central que se oponían a su perspectiva.
No, contestó Lenin. Solo “mediante estrictas economías
en la vida de nuestro Estado” podrían los dirigentes soviéti­
cos, “hablando en sentido figurado, apearnos de un caballo
para montar otro, pasar del mísero caballo campesino… del
caballo de una economía calculada para un país campesino
arruinado, al caballo que el proletariado está buscando y
debe buscar: el caballo de la gran industria mecanizada, de
la electrificación…”.
“Estas son las elevadas tareas que sueño para nuestra
Inspección Obrera y Campesina”, dijo Lenin. “Por esto
planteo la fusión de la cúpula partidista de mayor autori­
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dad [la Comisión de Control del Comité Central] con un
Comisariado del Pueblo ‘corriente’ [la Inspección Obrera
y Campesina]”.
‘Politizar el ministerio’
En el duodécimo congreso del partido en abril de 1923, la
mayoría dirigida por Stalin del Comité Central sofocó toda
mención de varias propuestas de Lenin, mientras defendió
de boquilla otras propuestas y las vació de todo contenido
proletario revolucionario.
La intervencíon del comunista georgiano P.G. Mdivani,
por ejemplo, fue declarada improcedente en el congreso
cuando intentó leer parte de una carta que Lenin le había
escrito en marzo de 1923, que decía que a Lenin le “llenan
de indignación la rudeza de Ordzhonikidze y la connivencia
de Stalin y Dzerzhinsky” y que iba a preparar “unas notas
y un discurso” sobre los derechos de las naciones oprimidas
que iba a presentar en el encuentro del partido. La carta de
Lenin a Mdivani del 6 de marzo de 1923 se encuentra en el
capítulo 9 de este libro.
Al mismo tiempo, alegando aplicar las propuestas finales
de Lenin al congreso del partido, Stalin presentó el informe
“Sobre la cuestión organizativa”, que se aprobó. El informe
aumentó el tamaño del Comité Central de 27 a 40 miem­
bros plenos; amplió la Comisión de Control y la fusionó con
la Inspección Obrera y Campesina; y llamó a elegir a esos
cargos “principalmente trabajadores locales del partido, y
especialmente a los de la clase trabajadora que tienen los
mejores vínculos con las masas proletarias”.
Sin embargo, lo que Lenin había propuesto en sus últimos
dos artículos no era un recambio administrativo, sino la re­
animación de una trayectoria verdaderamente revolucionaria
—la proletarización, y simultáneamente la politización, del
conjunto de las estructuras estatales y del partido— con el
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objetivo de “crear una república realmente digna de llamarse
soviética, socialista, etcétera, etcétera, etcétera”.
“Confiemos”, dijo Lenin, “en que nuestra nueva Inspección
Obrera y Campesina dejará de lado eso que los franceses lla­
man pruderie y que nosotros llamaríamos afectación ridícula
o petulancia ridícula, y que le hace el juego a toda nuestra
burocracia, tanto de los soviets como del partido. Dicho sea
entre paréntesis”, dijo, “tenemos burócratas, no solo en las
instituciones soviéticas, sino también en las del partido”.
Unas cuatro décadas más tarde, al abordar retos similares
de liderazgo en los primeros años de la Revolución Cubana,
Ernesto Che Guevara —al hablar a los jóvenes comunistas
en el Ministerio del Trabajo cubano, que Guevara mismo
encabezaba— destacó el “cambio cualitativo importante
en nuestro partido” que se produjo “al cambiarse todos los
malos métodos de dirección y establecer la elección de los
trabajadores ejemplares, trabajadores de vanguardia, traba­
jadores que en el frente del trabajo eran los que realmente
podían hablar con autoridad y los que iban en el frente”.
Fue con ese ánimo que Che llamó a los jóvenes a “politi­
zar el ministerio”. Hacer eso, dijo Guevara en su charla de
mayo de 1964, era la única forma de luchar por transfor­
marlo para que dejara de ser un lugar “frío” y “burocrá­
tico, un nido de burócratas meticulosos, y machacones, del
Ministro para abajo”.5
S
La batalla política que Lenin libró en el seno de la direc­
ción del Partido Comunista soviético en 1922–23 no terminó
en victoria. Los estragos de la guerra civil, sobre todo las
muertes y el agotamiento de los cuadros más conscientes y
abnegados en la vanguardia obrera, encima de las derrotas
de las luchas revolucionarias por toda Europa y Asia, pe­
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saban demasiado en la balanza.
En enero de 1923 se perdió una oportunidad para que
la clase trabajadora tomara el poder en Alemania debido a
las vacilaciones de la dirección del Partido Comunista en
ese país y de la mayoría de la dirección de la Internacional
Comunista incluidos Kámenev, Zinóviev, Carlos Rádek y
Stalin. Y en 1927–28 la insistencia de la dirigencia de Stalin,
para entonces más consolidada, de que el Partido Comu­
nista en China se subordinara política y organizativamente
al Kuomintang burgués llevó a la derrota de la segunda re­
volución china y a la masacre de trabajadores y comunistas
en Shanghai, Cantón, Wuhan y otras ciudades.
Después de la Segunda Guerra Mundial, tras la victoria
de los trabajadores y campesinos soviéticos sobre la invasión
por el imperialismo alemán y un nuevo ascenso de luchas de
liberación nacional a través de Asia y Africa, se derrocaron
las relaciones de propiedad capitalistas y se establecieron es­
tados obreros en gran parte de Europa Central y Oriental, así
como en China y la mitad norte de Corea y de Vietnam.
Lo más significativo de todo —de una orden diferente de
importancia política— fue el triunfo de la Revolución Cu­
bana en 1959 y la calidad de su dirección internacionalista
proletaria, que representaron una renovación, por primera
vez en más de tres décadas, del ejemplo de una trayectoria
comunista de gobierno que se había terminado con la de­
rrota de la última lucha de Lenin.
Todas estas experiencias del último siglo han confirmado
que la conquista del poder estatal por el proletariado y su
expropiación de la propiedad capitalista de la tierra y la in­
dustria no tienen una tendencia automática hacia la cons­
trucción del socialismo. La dictadura proletaria inicia la
transición del capitalismo al socialismo. El estado obrero vic­
torioso puede, entonces, avanzar hacia el socialismo —como
parte íntegra de la lucha revolucionaria mundial contra la
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explotación y opresión imperialista— o retroceder hacia un
proceso de sentar las bases para la contrarrevolución capi­
talista. Los avances se hacen posibles con una dirección po­
lítica comunista resuelta, con la politización cada vez más
profunda de una creciente vanguardia obrera —preparada
para la inevitabilidad de lo inesperado y lo imprevisto— y
ante todo con nuevas victorias en la revolución mundial.
En un discurso a cuadros del partido y estudiantes en la
Universidad de La Habana en noviembre de 2005, el enton­
ces presidente cubano Fidel Castro abordó este desafío de
dirección comunista y conciencia política. Destacó no solo
las consecuencias para el pueblo trabajador y la juventud
en Cuba de las amenazas militares y guerra económica que
Washington ha librado durante décadas, sino de las des­
igualdades sociales, las presiones políticas y la corrupción
que son producto de la ineludible inmersión de Cuba en el
mundo capitalista.
“¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista,
puede o no derrumbarse?” preguntó Castro a los presentes
en el encuentro de la Universidad de La Habana de 2005.
Cuando contestaron con un “¡No!” contundente, Castro
respondió: “¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en
profundidad?”
Antes Castro había descrito con detalles la corrosión de
la solidaridad proletaria en Cuba que resultaba del cre­
ciente número de “parásitos que no producen nada y reciben
tanto”: sustrayendo gasolina de los autos en la calle, o de
las gasolineras estatales, o robando de múltiples formas la
riqueza creada por la mano de obra del pueblo trabajador.
Comparó los ingresos de esos individuos con los de cuba­
nos que están “trabajando en fábricas, en industrias”, en
los sistemas eléctricos y de agua potable, o hasta con los de
médicos, ingenieros o catedráticos.
Dicho robo y desvío de materiales y recursos de la socie­
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dad, dijo Castro, no es simplemente un problema “de hoy”.
Ni tampoco es simplemente producto del Período Especial,
el término que se usa en Cuba para describir los años de
profunda crisis económica y escaseces en los años 90 tras el
derrumbe del comercio y de la ayuda que Cuba recibía de la
Unión Soviética y los regímenes por toda Europa Oriental
y Central. Pero el Período Especial “agudizó” la situación,
dijo Castro, porque “creó mucha desigualdad [e] hizo posi­
ble que determinada gente tuviera mucho dinero”.
“¿Conocían todas estas desigualdades de las que estoy ha­
blando?” preguntó Castro a los reunidos en la Universidad
de La Habana. “¿Conocían ciertos hábitos generalizados?”
Unos minutos más tarde, repitió su pregunta: “¿Puede ser
o no irreversible un proceso revolucionario? ¿Cuáles serían
las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la
reversión de un proceso revolucionario?”
Al recordar lo que “ha pasado más de una vez” durante
el último siglo en países donde se había tumbado el domi­
nio burgués, Castro destacó, “Hubo quienes creyeron que
con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es
uno de los grandes errores históricos”, dijo, incluso entre
“quienes se suponían teóricos, que se habían empanfletado
hasta el tuétano de los huesos en los libros de Marx, Engels,
Lenin y todos los demás.
“Fue por eso que dije aquella palabra de que uno de nues­
tros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo
de la revolución, fue creer que alguien sabía cómo se cons­
truía el socialismo”. No, eso solo podía ser descubierto en
la práctica por los propios trabajadores probados en com­
bate y politizados.
Gracias a la conciencia política del pueblo trabajador cu­
bano, y a su disposición de defender sus conquistas históricas
con las armas en las manos, Castro dijo que el peligro de la
destrucción de la revolución no proviene de una agresión o
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invasión por parte del imperialismo norteamericano. La Re­
volución Cubana, dijo, ha alcanzado un “nivel tal que nos
permite afirmar hoy que este país militarmente es invulnerable,
y no en virtud de armas de destrucción masiva”, las cuales el
gobierno cubano no posee ni aspira a desarrollar o desplegar.
“Tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las ar­
mas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee
tal nivel de cultura, conocimiento y conciencia que jamás per­
mitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos”.
Sin embargo, “Esta revolución puede destruirse”, reiteró
Castro. “Los que no pueden destruirla hoy son ellos. Nosotros
sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.6
La conclusión de Fidel fue resaltada y afirmada nueva­
mente en enero de 2009 por el presidente cubano Raúl
Castro, en su discurso por el 50 aniversario del triunfo de
la revolución, al abordar el desafío que sigue siendo parte
central de decisiones directivas y políticas que toma el go­
bierno revolucionario de Cuba.
Perspectivas revolucionarias para el siglo XXI
A medida que el capitalismo en el siglo XXI entra en su
más profunda crisis económica y social desde las décadas
que abarcaron la primera y la segunda guerra imperialista
mundial, cuestiones programáticas y estratégicas que esta­
ban en pugna en el movimiento obrero comunista a prin­
cipios de los años 20 nuevamente cobran peso enorme en
determinar las posibilidades de que la clase trabajadora a
nivel mundial avance por su línea de marcha histórica hacia
la conquista del poder.
“Ha comenzado uno de los infrecuentes inviernos largos
del capitalismo”, señaló un informe politíco aprobado por
el Partido Socialista de los Trabajadores en 2002, un lustro
antes de la implosión financiera de 2007 que anunció la más
reciente crisis global del orden imperialista. Y “acompañado
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de la marcha acelerada del imperialismo hacia la guerra, va
a ser un invierno largo y caliente”.
Lo que es más importante aun, será un invierno que,
de forma lenta pero segura y explosiva, engendrará
una resistencia de un alcance y profundidad no antes
vistos por militantes de disposición revolucionaria por
todo el mundo actual…
Estamos en las primerísimas etapas de lo que serán
décadas de convulsiones económicas, financieras y sociales
y de batallas de clases. [Debemos] interiorizar el hecho
que este mundo —algo que casi ninguno de nosotros ha
conocido antes en nuestra vida política— es no solo el que
hoy día debemos encarar, sino que es el mundo en el que
vamos a vivir y luchar por muchos años.
Al actuar hoy a partir de esta realidad, no se nos
pescará políticamente desprevenidos cuando irrumpan
guerras, estallen crisis sociales más profundas, se
organicen e intenten pogromos, y los conflictos
sindicales se conviertan en batallas de vida o muerte.
El partido proletario que exista mañana solo puede
crecer del partido proletario que preparemos hoy.7
En este esfuerzo, las lecciones políticas de la última lucha
de Lenin, relatadas en sus propias palabras, cobran más y
más importancia para la clase trabajadora, y para los jóvenes
que se ven atraídos al poder del pueblo trabajador de po­
ner fin a las relaciones sociales capitalistas de explotación y
opresión y de transformar el curso de la historia humana.
S
Antes de que la editorial Pathfinder publicara la primera
edición de La última lucha de Lenin, en inglés en 1995 y
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en español en 1997, estos artículos, cartas, resoluciones y
notas de Lenin nunca se habían recogido y presentado en
un solo libro: en ninguna parte y en ningún idioma.
Del 21 de diciembre de 1922 al 6 de marzo de 1923,
cuando Lenin dictó lo que resultó ser su última carta, todo
lo que se sabe que él escribió aparece en estas páginas. Se
presentan cronológicamente, a medida que Lenin dirigía
la defensa de la trayectoria internacionalista proletaria del
bolchevismo en el Comité Central del Partido Comunista
soviético. También se incluye otros escritos y discursos de
Lenin después de fines de septiembre de 1922, cuando se
inició la lucha, así como el informe político de Lenin al
undécimo congreso del Partido Comunista soviético en
marzo de 1922. Además se incluye algunas cartas, notas y
artículos de otros dirigentes bolcheviques que figuraron de
manera prominente en la lucha, cuando resulta necesario
para aclarar cuestiones políticas fundamentales.
José Stalin fue secretario general del Comité Central del
Partido Comunista de la Unión Soviética por más de tres
décadas, y fue jefe de estado en la Unión Soviética durante
gran parte de ese tiempo. Durante esos años, muchos de
los escritos de Lenin que aparecen en estas páginas fueron
suprimidos. Unos años después de la muerte de Stalin en
1953, una sección de sus herederos políticos, entre ellos el
entonces primer ministro soviético Nikita Jruschov, busca­
ron lavarse las manos de algunos de los actos más notorios
del régimen de Stalin. Fue solo entonces que la mayoría de
estos escritos de Lenin fueron reconocidos y, con el tiempo,
publicados en la Unión Soviética. No se había podido tener
acceso a algunos de estos en ninguna parte desde mediados
de los años 20.
Unos cuantos documentos, que por mucho tiempo se
habían ocultado, finalmente fueron traducidos e impresos
en la edición en inglés de las Obras completas de Lenin
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publicadas en Moscú entre 1960 y 1970, y en la edición en
español publicada allá entre 1981 y 1990. Pero estos docu­
mentos de Lenin estaban dispersos en las Obras completas
(en inglés, en los tomos 33, 36, 42 y 45; en español, espe­
cialmente en los tomos 45 y 54), lo cual hacía difícil que los
lectores pudieran seguir la trayectoria política de la lucha
de Lenin en el transcurso de ese semestre. La edición de las
Obras completas publicada en España por la casa editorial
AKAL en los años 70 omitió por completo los principales
documentos que se presentan aquí.
Varias obras de Lenin que aparecen en estas páginas por
primera vez en inglés o español se identifican en las notas
sobre las fuentes para cada documento.
Un documento se publica por primera vez, en cualquier
idioma, en este libro. Se trata del informe de marzo de 1923
que fue preparado, a solicitud de Lenin, por tres de sus se­
cretarias acerca del encubrimiento de abusos chovinistas
gran rusos iniciado por el Buró Político en la república de
Georgia. Mantenida en secreto por Moscú hasta 1991, la
última sección del informe suprimido por tanto tiempo,
“Sobre las conclusiones de la comisión Dzerzhinsky”, apa­
rece en el Apéndice 1.
S
Las divisiones en capítulos, los títulos y las notas al pie
fueron preparados por Pathfinder, junto con una cronología
de sucesos importantes y un glosario de nombres de indivi­
duos, organizaciones y publicaciones. Si bien los títulos de
los capítulos se enfocan en un aspecto fundamental de la
lucha durante un determinado período, esos capítulos tam­
bién contienen en muchos casos materiales de Lenin sobre
otras cuestiones relacionadas a la trayectoria comunista
que él estaba luchando por impulsar. Para cada documento,
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la fuente y datos afines aparecen en la primera nota al pie.
Además se incluye una lista de siglas y acrónimos que se
usaron en el libro.
Las ediciones en inglés y en español, antes mencionadas,
de las Obras completas de Lenin se utilizaron al preparar
este libro. Sin embargo, las traducciones existentes en cada
idioma fueron cotejadas y corregidas contra la quinta edi­
ción en ruso de los escritos de Lenin, publicada a fines de
los años 50 y en los 60.
Merece un reconocimiento especial un equipo de vo­
luntarios de la Universidad de Matanzas en Cuba —Edith
González, Idalmis Izquierdo, Diosmedes Otero y Landelino
Sierra— por su labor colectiva de cotejar y corregir contra
el original en ruso las traducciones publicadas en la edición
en español de La última lucha de Lenin.
Jack Barnes
Steve Clark
Enero de 2010
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Notas
1. Un resumen valioso de los primeros cinco años de la repú­
blica soviética de trabajadores y campesinos se halla en la serie de
dos tomos de Farrell Dobbs, Revolutionary Continuity: The Early
Years (1848–1917) (Continuidad revolucionaria: Los primeros años,
1848–1917; Nueva York, Pathfinder, 1980) y Revolutionary Con­
tinuity: Birth of the Communist Movement (1918–1922) (Conti­
nuidad revolucionaria: Nace el movimiento comunista, 1918–1922;
Nueva York: Pathfinder, 1983).
2. El lino, empleado en la producción industrial de fibras para
telas y del aceite de linaza, era y sigue siendo uno de los principales
productos agropecuarios de exportación de Rusia.
3. La historia de los esfuerzos por José Stalin de suprimir esta
carta, primero al ocultarla de los comités directivos del partido y
de sus congresos, y luego al negar su autenticidad, se explica en las
notas 1 y 3 del capítulo 5, “Carta de Lenin al congreso del partido”,
págs. 236, 239–40.
4. Los criterios que planteó Lenin en esta disputa política —que
se ha llegado a conocer, de manera desequilibrada, como el “debate
sindical”, a pesar de que estaban en juego cuestiones mucho más
amplias de dirección y programa comunista— se pueden encontrar
en el tomo 42 de las Obras completas de Lenin.
5. Ernesto Che Guevara, “La juventud debe marchar en la van­
guardia” (mayo de 1964), en Che Guevara habla a la juventud (Path­
finder, 2000), impresión de 2007, págs. 157, 160.
6. El discurso, publicado en Granma Internacional en diciembre
de 2005, se encuentra en línea en http://www.cuba.cu/gobierno/dis­
cursos/2005/esp/f171105e.html.
7. Jack Barnes, “Ha comenzado el invierno largo y caliente del
capitalismo” (julio de 2002), en Nueva Internacional no. 6 (2005),
impresión de 2009, págs. 207, 164–65. Barnes es secretario nacional
del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos.
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