El triangulo de las Bermudas

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EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS
Le llaman el Triángulo de Bermudas, aunque su forma no es triangular.
Tiene como vértices, o al menos incluye entre sus límites tres puntos
relativamente fijos, en el Atlántico Occidental: el archipiélago de las
Bermudas, por el Noreste. Por el Sur la isla de Puerto Rico, si bien se
considera que el Triángulo llega con su influencia muchos cientos de
millas más al sur. Y, al Noroeste, la península de Florida. Sin embargo,
esos límites parecen ser púlsateles. Se extienden y se encogen
alternativamente.
Hay ocasiones en que las rarezas físicas propias del Triángulo llegan a
afectar hasta las mismas Azores, por el Este. También, a veces extiende
su influencia hacia el Oeste, más allá de Cuba.
Pero, en general, el área del Triángulo aparece delimitada por el
torbellino lento y gigantesco que es la Corriente del Golfo, un río
poderoso que se mueve cruzando el mar a una velocidad de alrededor
de 6 kilómetros por hora. En la latitud 15 norte confluyen las corrientes
del Atlántico Sur con las del Noreste, y avanzan rodeando el Mar de los
Sargazos, hacia el Poniente.
Poco al Sur de Puerto Rico, una gran rama se desvía hacia el Norte,
lame las costas orientales de Cuba y Florida y cobra rumbo noreste
hacia las Bermudas, reuniéndose con el curso principal que llega desde
la olla caliente que es el Golfo de México. Frente a las Bermudas,
nuevamente se desprende un brazo de aquel río, que cobra curso
Suroeste hasta alcanzar la latitud 30 Norte. Allí se desvía al Sureste,
para recomenzar el remolino.
Dentro de esos límites, en un período de 26 años desde el término de la
Segunda Guerra Mundial, en 1945, hasta 1975, han desaparecido más
de mil personas: se han esfumado como si un prestidigitador las hubiese
escamoteado.
Más de un centenar de barcos y aviones han desaparecido en ese lapso
de igual manera, en medio de una atmósfera transparente.
De estas desapariciones no se ha podido recobrar ni un solo cadáver, ni
un despojo, ni siquiera un fragmento de los barcos o de los aviones
desaparecidos.
Por cierto que nos estamos refiriendo únicamente a las desapariciones
real y completamente inexplicables.
Han habido, además, en esa zona centenares de otros naufragios y
pérdidas de aviones que podrían tener una explicación por causas
naturales aunque éstas resulten alambicadas y llenas de una cantidad
excesiva de coincidencias. Y desde luego no se toman en cuenta
tampoco las tragedias más evidentemente naturales por accidentes o
producidas durante borrascas o huracanes. Aquí nos referimos sólo a las
desapariciones que simplemente no tienen explicación posibles Y que en
algunas ocasiones, como en el célebre caso de la escuadrilla de
modernos cazabombarderos Avenger llamado "El Vuelo 19" alcanzó
ribetes alucinantes de horror y desconcierto. Con este escándalo estalló
ante el mundo la celebridad del Triángulo de las Bermudas.
LA RAZÓN Y LO ANTINATURAL
Si nos extendimos bastante ha sido para que usted pueda apreciar lo
extremadamente irracional de la desaparición de 6 aeronaves de guerra
perfectamente equipadas para la supervivencia ante desastres
naturales.
Uno de los portavoces oficiales de la Comisión Investigadora formada
por el Pentágono para examinar este hecho, que fue un escándalo para
la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, hubo de reconocer en
conferencia de prensa:
"Esta pérdida... se presenta como un misterio completo. Es el misterio
más extraño que jamás ha investigado la Aviación Naval".
Otros miembros de la Comisión fueron igualmente cautelosos en sus
declaraciones, aunque debieron admitir el fracaso de las pesquisas:
Capitán W.K, Wingard: "Los miembros de la Comisión no hemos podido
ni siquiera llegar a formular alguna suposición aceptable acerca de lo
ocurrido".
Uno de los participantes, comandante de la Guardia Costera de la
Marina de USA., admitió con lúgubre sinceridad:
¡No tenemos ni la menor idea sobre qué demonios ocurre allí!.
Y no era para menos. Conociendo la ruta a seguir por la escuadrilla, el
área de búsqueda era relativamente limitada. Se la recorrió palmo a
palmo y de hecho no se descuidó ni siquiera recoger fragmentos de
basura tan pequeños como un guante de hule, un envase vacío de
refresco y una camisa de mujer. Y nada de lo encontrado pertenecía a
los seis aviones y diecinueve aviadores desaparecidos. Las playas fueron
revisadas minuciosamente con igual resultado.
En esa región de aguas claras y tibias, entre las islas más lindas del
planeta, había ocurrido lo que un indio piel roja del Norte calificó como
"la medicina mala de Wendigo", refiriéndose al demonio legendario que
se roba seres humanos y trineos, llevándoselos por los aires,
volviéndolos invisibles, aunque los aterrorizados testigos puedan oír
todavía sus voces de espanto que extrañamente se van volviendo
delirantes, como si les embargara una euforia.
Como las últimas transmisiones del Teniente Taylor, captadas en Florida
y guardadas en secreto durante más de veinte años hasta ser reveladas
por el periodista Artie Ford:
"¡No vengan a buscarnos!... ¡No vengan a buscarnos!... Nos están
llevando... exterior...". Y la transmisión se perdió dejando una sensación
desoladora de lejanía.
Como es natural, semejante misterio y el fracaso oficial por encontrar
una explicación, desencadenaron diversas reacciones. Por lo pronto, el
nombre Triángulo de las Bermudas pasó a ser conocido en todo el
mundo. Y sin embargo, un año antes, ya se había producido allí otra
desaparición inexplicable.
Esta desaparición tuvo algunos caracteres especiales, según la refirió el
Comandante Richard Stern, quien gobernaba uno de los siete grandes
bombarderos pesados que el 19 de diciembre de 1944 volaba hacia
Italia. El oficial relató que, a unos quinientos kilómetros al Oeste de las
Azores, durante un vuelo nocturno con tiempo sereno y cielo despejado,
su bombardero fue súbitamente atrapado por una especie de turbulencia
de terrible poder, con tanta violencia que hizo que la enorme aeronave
diera una voltereta, en la que la tripulación salió disparada hacia el
techo. Luego fue succionado hacia abajo, y sólo acelerando al máximo
los cuatro motores, Stern logró estabilizar su bombardero a punto de
estrellarse en el océano. Temiendo tener averías, optó por retornar a su
base en la costa norteamericana, donde se encontró con que sólo su
avión y otro que también regresó por las mismas razones, habían
escapado del inexplicable fenómeno. Los otros cinco bombarderos
desaparecieron sin dejar ni un rastro.
El relato del Comandante Richard Stern señala taxativamente que el
misterioso fenómeno de "turbulencia" se produjo sin transición alguna
del más plácido vuelo a la vorágine incontrolable, como si una mano
invisible se hubiera apoderado del avión. Igualmente, en cuanto
estabilizo el aparato, el fenómeno desapareció, mostrando que se
producía en un área muy pequeña y desconectada del resto del aire
nocturno. Enfatizó que en ningún momento hubo otro signo de mal
tiempo, y que ese tipo de turbulencia no correspondía a ninguna otra
que él hubiera experimentado antes o estuviera descrita en los textos
de meteorología.
Como el hecho sucedió en tiempos de guerra, no se le dio publicidad
alguna. Pero es la primera referencia a fenómenos por completo
anormales. Stern describió a aquella "turbulencia" como "algo
equivalente a lo que debe sentir una mosca atrapada en una
aspiradora", y opinó que a él le había parecido que se trataba de algo
artificial, por completo distinto de las más extrañas corrientes naturales
del viento.
Esta opinión del Comandante Stern ha sido corroborada posteriormente
en forma oficial por la Marina de los Estados Unidos, particularmente
ahora que se dispone de los satélites de observación meteorológica
capaces de detectar hasta las raíces mismas donde la tromba, el
tornado o el huracán se forman a partir de las simples corrientes de aire
de distinta presión y temperatura.
El Capitán S.W. Humphrey expresa:
"No se cree que exista una aberración atmosférica en esta zona, ni que
haya existido en el pasado. Los vuelos de escuadrillas de aviones y los
patrullajes aéreos se realizan con regularidad en esta región sin que se
hayan producido incidentes".
El Cap. Humphrey confirma perfectamente lo detectable: no hay
ninguna razón atmosférica. No hay causa natural alguna. Incluso,
permanentemente, centenares de aviones y embarcaciones grandes y
pequeñas cruzan la zona del Triángulo sin que "ocurran incidentes".
Los "incidentes", cuando ocurren, son por completo antinaturales.
ENFRENTANDO EL ENIGMA
Ante lo antinatural queda el campo abierto para la imaginación y las
fantasías más descabelladas. Con frecuencia, la ignorancia de
observadores aficionados les lleva a sacar conclusiones absurdas y
sostener teorías antojadizas. Incluso hubo quien sostuvo que las algas
del Mar de los Sargazos serían los restos de las florestas de la Atlántida
¡adaptados a la supervivencia en un medio marino!
Necedades semejantes ciertamente provocan el rechazo de los
observadores serios y dejan la sensación de que se ha hecho de un
asunto grave e inquietante una torpe acumulación de supersticiones.
Hay quienes buscan monstruos marinos en el origen de las
desapariciones. Ictiosaurios o plesiosaurios tragándose barcos y
aviones.
Pero donde más confluyen las opiniones es en el campo de la perdida
Atlántida y de los Ovnis, de estas suposiciones podemos decir que al
menos presentan una serie de concordancias con los signos que se ha
logrado recolectar en torno a las desapariciones y el destronamiento de
naves. Es comprensible que se busquen explicaciones aun en lo más
irracional, pues el cerebro humano no ha sido concebido para aceptar
que se violen sus marcos inmemoriales de referencia que llaman "los
preceptores inconscientes". Y también es comprensible por la misma
razón que otros opten por rechazar que allí haya nada anormal y que se
trata solamente de acumulaciones de hechos fortuitos, de
"coincidencias" que a veces pueden ser muy extrañas.
Lo que estas últimas personas ignoran es que la frecuencia con que
suceden estos fenómenos inexplicables es tal que, de tratarse en verdad
de puras coincidencias, estaríamos frente a un misterio todavía peor: el
misterio de que en el Triángulo de las Bermudas las matemáticas
dejarían de funcionar como tales. La repetición, cinco veces seguidas, de
una combinación de factores casuales de sólo mil elementos (algo muy
pequeño cuando se trata de fenómenos como éstos) sólo podría darse
en una proporción de uno en mil billones. En otras palabras, entre una
coincidencia así y la siguiente, deberían pasar unos 7 mil 500 millones
de años. ¡Y la vida en nuestro planeta sólo tiene 3.500 millones de años!
Así, pues, la teoría de que se trata de coincidencias viene a resultar más
irracional y atrabiliaria, más imposible que suponer que son los antiguos
atlantes que sobreviven en el fondo del mar y que están haciendo trucos
sucios con máquinas de tecnología súper avanzada.
Muchos de los observadores más dedicados y mejor preparados
coinciden en señalar que podrían producirse allí aberraciones
ocasionales de tipo magnético suficientemente intensas como para
alterar la conducta de las ondas hertzianas y de la misma luz, sin contar
los efectos en materias mucho más densas como el aire y el agua... o
los objetos sólidos de un aparato:
Lo que estos observadores no explican es la aparente ausencia de
efectos de tales fuerzas magnéticas en el organismo humano. Las aguas
del cuerpo humano deberían alterarse en forma equivalente a las del
océano; si hay variaciones en su tensión superficial, el efecto orgánico
sería muy intenso y seguramente podría provocar la muerte de los
sujetos sometidos a ellas. Lo mismo ocurriría si hay interferencias
eléctricas que alteraran la conductibilidad y la polaridad de la
electricidad dinámica. Un cambio en la conductibilidad de las sinapsis del
sistema nervioso central provocaría parálisis y eventualmente muerte
inmediata. Hasta ahora no ha habido una investigación de los
fenómenos biológicos que pudieran relacionarse con los misterios del
Triángulo de las Bermudas.
Pero debe reconocerse, en apoyo de los atlantes, los ovnis y las
grandes energías electromagnéticas, que hay numerosos antecedentes
que relacionan el Triángulo de las Bermudas con esos temas
novelescos.
El geólogo alemán Otto Mucke, en su obra "La Atlántida" aporta
pruebas científicamente consistentes en el sentido de que la célebre isla
del Timeo platónico habríase situado en torno de las Azores, islas que
corres-ponderían a las más altas cumbres del sector nororiente del
subcontinente perdido. Pero sin importar mucho si aquella inmensa isla
del Atlántico, que se hundió hace unos quince mil años, fue o no la
Atlántida, el hecho mismo de tal catástrofe tuvo enorme importancia
para el futuro de la humanidad.
La teoría de Otto Mucke consiste en que un objeto venido del espacio
exterior golpeó la superficie terrestre con suficiente masa y velocidad
como para atravesar el océano, el fondo marino y los estratos sólidos
inferiores abriendo un cráter que alcanzaba hasta el magma de materia
fundida en el corazón del planeta. Por dicho cráter chisgueteó hacia
afuera un aterrador chorro de lava de gran presión, liberando una
energía superior a la de diez mil bombas de hidrógeno, que levantó una
columna de humo y vapor de agua hasta la estratósfera. Esas aguas
vaporizadas, siguiendo la rotación de la Tierra, habrían originado, al
enfriarse, el Diluvio Universal. Asimismo, la lluvia de cenizas sobre el
Atlántico habría cubierto vastas zonas del océano con masas de piedra
pómez flotante, cuya aglomeración habría dado origen a las misteriosas
"Islas Flotantes" mencionadas en tantas crónicas de navegantes
antiguos. La última Isla Flotante fue descrita en el S. XVI, y
corresponde al término de la lenta restauración de la piedra pómez con
agua de mar y su rehundímíento al cabo de unos quince mil años.
Pero el efecto directo en la geografía fue el abollamiento del subsuelo
oceánico, formando fisuras y grandes hundimientos. La plataforma
continental americana muestra señas claras de hundimiento por la
parte oriental y su correspondiente levantamiento por la parte
occidental. Las altas y recientes cordilleras americanas, los Andes,
muestran evidencias. de haber emergido desde el nivel del mar.
Asimismo, la suave pendiente del fondo marino en el Atlántico indicaría
él hundimiento que seguiría la "abolladura" en la zona comprendida
entre las Bermudas y las Azores.
La desgracia de los Atlantes es que la parte abollada era precisamente
la plataforma en que su Isla reposaba.
Aquel objeto del espació exterior halló la forma de aniquilar la Atlántida,
si es que era ella, sin provocar polución radiactiva.
El Triángulo de las Bermudas, así como la Corriente del Golfo que
entibia las costas de Europa, el Mar de los Sargazos y las misteriosas
ruinas sumergidas, de antigüedad inconmensurable halladas en la zona,
vendrían a ser efectos secundarios del hundimiento de la isla y del
impacto de aquel poderoso objeto llegado del espacio exterior.
TESTIMONIOS DE LOS PROTAGONISTAS
Fuera de los testimonios arrojados por las transmisiones del Vuelo 19 y
por el Comandante Richard Stern, hay otros testimonios que permiten
acumular datos para describir mejor qué es lo que pasa, cómo se
presentan las anormalidades.
El 7 de Julio de 1964, la piloto comercial norteamericana Carolyn Cascio
transportaba a un pasajero desde Nassau hacia la isla Gran Turco. El
vuelo se efectuó sin novedad hasta que llegó el momento de aterrizar.
En la Torre de Control recibieron la llamada de la joven piloto: "No
puedo encontrar la ruta. Algo extraño ha comenzado a ocurrir. Sé que
debo estar ahora mismo sobre Gran Turco, pero me encuentro por
completo desorientada. Estoy dando vueltas por encima de dos islas que
no conozco, y allí debiera estar Gran Turco. No hay nada en esas dos
islas. Ni nada donde poder aterrizar".
La muchacha mostraba gran presencia de ánimo, pero había realmente.
ansiedad en su voz cuando preguntó con cierto dejo de esperanza
infantil: "¿Hay alguna manera de salir de aquí?".
Numerosos observadores de Gran Turco testificaron que en esos
momentos vieron un avión que daba vueltas y más vueltas, vacilante,
por encima de la isla y sus hermosas construcciones. Súbitamente el
avión dejó de verse u oírse. Carolyn Cascio, su pasajero y su avión,
desaparecieron en la nada. Jamás se encontró rastro alguno.
En noviembre del mismo año, Chuck Wakeley, piloto de la Sunline
aiviation, de Miami, tuvo la siguiente experiencia: "Me encontraba a
2.500 metros de altura, a unos 90 kilómetros de Andros, volando rumba
a Nassau. Mientras me acercaba a las Bimini comencé a notar algo
desusado, una especie de resplandor muy débil sobre las alas... las alas
parecían transparentes y de un color verde pálido, azulenco, cuando en
verdad eran blancas. Durante unos cinco minutos el resplandor fue
haciéndose más intenso, tanto que me encandilaba y me costaba ver los
instrumentos. El compás magnético comenzó a dar vueltas. Los
instrumentos todos comenzaron a comportarse en forma absurda. De
pronto el piloto automático pareció dar un brinco haciendo que el avión
diera un violento giro a la derecha. Tuve que desconectarlo...".
El hombre describe en detalle la conducta de sus instrumentos que
parecen "enloquecidos". Agrega: "pronto el avión entero resplandecía
con luz emitida por el mismo avión. Ahora las alas brillaban fuertemente
con su color azul-verdoso y además parecían cubiertas de un vello
resplandeciente".
Según la descripción del piloto, su salvación se debió a que no trató de
maniobrar. Desconectado el piloto automático, se fijó una recta y dejó
que el avión volara. Al cabo de 15 minutos el brillo disminuyó hasta
desaparecer. Entonces todos los instrumentos volvieron a la normalidad
y pudo concluir su viaje sin novedad.
Completa su informe diciendo que son muchos los pilotos que han
tenido experiencias semejantes, pero que nadie quiere hablar de ellas.
"No es fácil hallar un buen trabajo de piloto comercial, ¿sabe? Uno no
quiere arriesgarse a perder el empleo".
Queda para el usted sintetizar los síntomas descritos por aquellas
personas que estuvieron en una u otra etapa del proceso de
"desaparición" o el de "destrucción". Cabe agregar que en el caso de un
CM con 36 personas a bordo, que llegaba a Miami el 27 de diciembre a
las 04.45 horas, se comunicó alegremente con el Aeropuerto de Miami,
anunciando su aterrizaje en diez minutos. Amanecer límpido, por la
radio se oían los villancicos con que los pasajeros saludaban un nuevo
día. El piloto volvió a establecer contacto diciendo que ya se veían las
luces de Miami y se aprestaba a aterrizar. Terminó la alegre
comunicación. El aparato desapareció en la nada, a la vista de cientos
de personas.
Testigos que han participado en los rescates han coincidido en referirse
a "extrañas luces" en el mar, y a "grandes formas oscuras" bajo la
superficie. También ha habido coincidencia en señalar que se suele
escuchar una especie de trueno, a pesar de que el cielo esté por
completo despejado.
Hay cuatro testimonios de "grandes bolas de fuego lejanas".
Es decir, en aquellas ocasiones en que se producen las desapariciones
misteriosas, en toda el área y muchas horas después de producido el
percance, siguen advirtiéndose fenómenos anormales.
¿Será que las súbitas aberraciones, de corta duración, que con
aterradora frecuencia se producen en el Triángulo de las Bermudas
están dando signos de que allí hay un pliegue, una brecha entre nuestro
universo y otro coexistente? Algunos creen eso.
Hace ya tiempo que los físicos modernos están estudiando los conceptos
de "espacio", y no se desdeña en absoluto la posibilidad de que el
nuestro no sea el único "espacio" posible. Que nuestro espacio comparta
una o más dimensiones con otros espacios que contienen sus
respectivos universos. Y al compartir algunos elementos, podrían
producirse aperturas impensadas. Aperturas casuales o provocadas por
la inteligencia de seres tecnológicamente muy avanzados.
Los Ovnis podrían quizás venir por esas brechas y no de otros planetas
de nuestro mismo espacio exterior. O quizás los Ovnis, o muchos de los
fenómenos que consideramos como "ovnis", sean el efecto de
turbulencias y alteraciones de la materia y la energía al traspasar de
uno a otro espacio.
No queremos caer en la tentación de proponer soluciones al Enigma.
Buscar en él, pensar en él, es un desafío a la inteligencia y a la
curiosidad, y a la ciencia.
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