Comentario a la Ponencia “La política Catamarqueña: Cuentos Breves, Historias Largas” de Elsa Ponce. Marilina Aibar (Profesora Ordinaria de Teoría literaria de la Facultad de Humanidades) [email protected] El tema que convocó al Dr. José Yuni, al Mgter. Horacio Machado Aráoz y a la Dra. Elsa Ponce en el marco de las 8vas. Jornadas de Humanidades, UNCA., fue “Pensando la Agenda Pública Catamarqueña”. Debido a las preguntas y repuestas del debate generadas luego de la última intervención, no ha quedado duda alguna acerca del nivel académico de los panelistas pero como sólo pude escuchar en su totalidad “La política catamarqueña: cuentos breves, historias largas”, voy a hacer un breve comentario acerca de ella. Ya en el primer párrafo, la Dra. Elsa Ponce instala el objetivo de su ponencia: “pensar la política a través de la memoria” y “trazar los cuentos que fabulan el acontecimiento”, de modo que “entre la memoria y el cuento sea posible reconstruir una trayectoria política a modo de experimento para pensarnos como conjunto social”. Y en el afán señalado, desde su percepción, dos cuentos van a escenificar la agenda pública de la provincia, uno que dice que después de 1990 todo ha cambiado y otro que proclama que hoy hay más libertad política que en los últimos años. El primero tiene como protagonistas a la intervención federal, el nepotismo, el ensanchamiento de los organismos públicos que resuelven cada vez menos la vida social bajo la trama de una “justicia distributiva y reparatoria inconsistente”. El otro cuento, el de la libertad, sostiene que en ningún otro ciclo las actividades políticas han sido reguladas y observadas bajo una disimulada tolerancia, hecho que es posible ejemplificar con las “normativas sobre el uso del espacio público para movilizaciones y actos colectivos y la detención de dos jóvenes miembros de la asamblea socioambiental”. Con el agregado de que la transparencia y exposición en la prensa no constituye más que una “visión preparada” sea para la opinión pública, las campañas electorales o el sostenimiento del sistema burocrático. Todo lo cual parece exhibir en su opinión “una carta de defunción de la política”. Lo que no quiere decir una visión fatalista sino una idea de “historia larga” a la manera de Claude Lefort, en el sentido de que, hastiado el poder, la ley, el conocimiento, la “revolución democrática” expone un lugar vacío donde adquiere relevancia la indeterminación y los cuentos breves que pueden “escenificar no sólo una aventura inmanejable” sino una variedad de matices que implicaría abrir la trama a otras alteridades: voces, grupos, pueblos, historias. Y como indudablemente, ni las peripecias de los cuentos breves, ni los acontecimientos de la historia larga son creíbles, la reflexión que se desprende, instala la pregunta de “si la agenda local resiste el desenvolvimiento de otros morfemas políticos”, percepciones, espacios, interpretaciones distintas a las que hoy se maneja y que reclaman otros tipos de tolerancia y alternancia. El empezar por reconocer y luego darse cuenta de la función señera de estas narraciones, puede marcar un cambio en la historia estereotipada de la agenda pública, pues al quebrarse “el consentimiento generalizado a los comportamientos institucionales” es posible discernir la ilusión que entreteje la veracidad o mentira de estas fabulaciones. Que los argumentos no abunden en razones demostrables no quiere decir que no parezcan verdaderos, al contrario, el discurso equilibra la opinión y las ideas. Asimismo, la elección de la primera y la tercera persona, mezclada con infinitivos y construcciones impersonales ha sido un acierto, ya que la enunciación ni parece generada de tal manera que la subjetividad tenga que verse involucrada ni los objetos se alejan tanto del foco de análisis. Además, la elección de palabras como “avieso”, “morfema”, “letargosa”, “repujar”, más una prolija construcción sintáctico-semántica, deja entrever que la conferencista intenta mezclar varios elementos: una particular visión político-social, variables ingeniosas como “memoria” e “historia”, conceptos de teoría política, ironía, recursos todos que alimentan los sustratos invisibles del discurso y llegan al pensamiento como torrente de información no digerible en primera instancia. Tal vez sean estas transparencias personales las que descubren qué libreto académico está detrás de cada criterio y las que en segunda instancia, cuando uno piensa lo que otro ve, deja claro el hecho de que los intelectuales, siguen haciendo pensamiento.