1. EN TUS BODAS DE ORO En los rincones ocultos de mi cerebro

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1. EN TUS BODAS DE ORO
En los rincones ocultos de mi cerebro
están adormecidas las ideas.
Esperan el impulso de la palabra
para emerger claras y cristalinas,
posarse en el lecho de tu piedad
y cantarte ¡Oh Míriam! odas y versos.
Miro en tus ojos la aurora de tu alma;
son tus labios fuente de suspiros y risas
que tal saetas certeras se clavan
en el blanco horizonte de mi corazón.
El viento de la tarde, duerme su sueño
sosegado por el suave arrullo del mar.
Aquella tarde de finales de abril
sólo quedaba el resto de luz que el sol
dejaba al morir sobre el horizonte.
La luna comenzaba a dibujarse
sobre el fondo violado del crepúsculo.
Las olas del mar radiaban suaves suspiros.
Tomando entre las mías tus manos,
mis labios, trémulos, con el alma en un hito,
tu nombre pronunciaron tal verso sin fin.
¿Quieres, Míriam, ser mi novia? Pregunté.
Y tú sonriendo respondiste ¡Si!
Hace hoy cincuenta años ¿Te acuerdas?
Las campanas de la iglesia se agitaban al viento
y sus notas sacrosantas entonaban
himnos de amor, de risas y de alegrías.
Allí, al fondo del sagrado templo,
la virgen del Carmen sonreía y nos bendecía.
Cincuenta primaveras, cincuenta abriles,
¿Qué son sino huellas de un pasado
pleno de lágrimas y risas, de penas y glorias?
Hoy, en nuestra eterna Primavera,
bañado por tu risa cristalina
el amor florece en verdeoro valle.
Por tus noche de insomnio
ante la cuna de nuestros hijos;
Por tu mano amiga bálsamo de Arabia;
Por tu palabras de aliento
que en momentos de angustia me prodigas,
¡Yo te doy gracias, Míriam.
Gracias, Míriam, porque contigo aprendí
a ser sensible para tener conciencia
de que en los albos pliegues del orto
nace el principio de la vida;
y en los cobrizos tonos del ocaso
está el principio de la eternidad.
Contigo aprendí a ser sensible
para comprender lo grandioso de la vida.
Aprendí a buscar en la templanza mi camino
y en la fortaleza la brega por la existencia.
Aprendí a mirar en los ojos de nuestros hijos
un universo pleno de soles y estrellas.
Gracias porque junto a ti aprendí a ser fuerte
para luchar en la batalla por la vida.
A vencer cada escollo, cada abismo
con que en cada momento tropezamos.
Gracias por tus palabras de aliento
que son ante la vida mi yelmo y mi adarga.
Cuando mi ánimo caído por la fatiga
torcí el timón y éste giraba si rumbo;
cuando la paz del hogar se veía acechada
envuelta en oleajes furibundos,
tus palabras, preñadas de virtudes,
me daban nuevo aliento y nuevos bríos.
A través de tus ojos vi llegar el amor
y sentí que el alma existe, porque el alma eres tú.
Vi la estela que los pájaros dejan en su vuelo
y vi el rocío de la mañana envuelto en una rosa.
A través de tus ojos vi que Dios existe
y que habita en lo alto de los cielos.
En el tronco de majestuoso árbol
he grabado tu nombre y el mío.
El tronco de ese árbol somos tú y yo
y las ramas nuestros hijos y nietos.
¡Ellos son el continuo de nuestra existencia!
Por nuestras Bodas de Oro ¡Felicidades, Miriam!
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