Marineros borrachos - The Credit Strategist

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EL MUNDO. MARTES 16 DE AGOSTO DE 2011
ECONOMÍA
Marineros borrachos
MICHAEL LEWITT
En las últimas dos semanas, los mercados financieros han actuado como
marineros borrachos, a pesar de que
esto pueda sonar como un insulto a
los marineros borrachos. No cabe
duda de que sobran razones para
que los inversores a escala mundial
rehuyan los riesgos a la vista de cómo se dirigen la política monetaria y
la fiscal en los últimos años. Ahora
resulta evidente que los mercados se
dan cuenta de que no hay prácticamente ninguna posibilidad de que
Europa y EEUU vayan a ser capaces
de pagar los ilimitados compromisos
públicos que han contraído a lo largo de los últimos 40 años.
En Europa, los inversores están
alarmados ante la propagación de la
crisis a países que conforman el
meollo de la Unión Europea, concretamente España, Italia y Francia. La
UE estaba en condiciones de controlar la suspensión de pagos de Grecia, Irlanda y Portugal, pero la quiebra de los tres últimos supondría asimismo la quiebra de la UE.
Hay dirigentes europeos que están pidiendo a la opinión pública que
tenga confianza en su capacidad para hacer frente a esta crisis. Por desgracia, ya no tienen derecho a ella.
Una serie de errores de política monetaria y fiscal han llevado a Europa
a la situación en que se encuentra
hoy. Por más que reconozcan que
Europa ha emprendido una trayectoria económica insostenible, los líderes europeos deben mirar más
allá de la austeridad para mantener
viva la UE. Han de promulgar reformas económicas radicales, comenzando por la revisión de una legislación laboral rígida que hace que para Europa sea cada vez más difícil
no quedarse por detrás de Asia.
Europa sigue confiando en unas
medidas que no dieron resultado en
el pasado y que no van a dar resultado ahora. La decisión del Banco
Central Europeo de monetizar la
deuda italiana y española es el último de una serie de errores graves. Si
bien las compras de estas deudas soberanas han empujado a la baja los
tipos de interés de sus títulos, del orden de un 1%, es poco probable que
mantengan los tipos en esos niveles
tan bajos mientras los mercados sigan con dudas acerca de las políticas
económicas de ambos países.
Es más, estas compras no hacen
más que sumar activos de calidad
dudosa al ya inflado balance del
BCE. En pocas palabras, el Banco
Central Europeo está tratando los
síntomas pero no la enfermedad y,
debido al hecho de que la UE es solo una unión económica y no una
unión política, tiene que depender
de los distintos gobiernos a la hora
de tomar las medidas necesarias para arreglar sus problemas.
La economía de Europa está atravesando serias dificultades. Italia se
ha visto obligada a punta de pistola
niendo en duda la capacidad de los
bancos franceses para cumplir con
sus obligaciones, aunque hasta el
momento parece ser más un rumor
que una realidad.
Por último, la producción industrial en la UE cayó en junio un 0,7%
respecto a mayo, cosa que no se esperaba. Y no se sabe bien por qué, a
pesar de que había indicios evidentes de que las economías de toda la
región estaban de capa caída. Las
ayuda no son capaces de lograr un
crecimiento económico.
La canciller Angela Merkel se encuentra bajo una presión enorme
para que ponga límites a los compromisos de Alemania. Hay evidentemente un límite a la ayuda que
Alemania está en condiciones de
ofrecer, aunque ese límite no se haya alcanzado todavía. Los alemanes
deben responder a dos preguntas
sobre la decisión de continuar con
las ayudas de una forma u otra. La
primera es si una Unión Europea
más saneada proporcionará a Alemania beneficios suficientes como
para justificar el mantenimiento de
Los líderes europeos, con Sarkozy y Merkel en el centro, preparando la foto de familia de la cumbre de junio. / AFP
Cuanto antes se tomen
medidas audaces en el
frente político, antes
volverá la confianza
a anunciar medidas sin precedentes
para controlar su presupuesto. España ha adoptado otras de calado
para refrenar el gasto frente a la severa oposición de los sindicatos, pero aún queda mucho por hacer. España sufre una mezcla tóxica de resaca inmobiliaria y de desempleo
por las nubes, problemas que se alimentan mutuamente.
La semana pasada, los mercados
centraron su atención en Francia, un
país que de hecho ha tomado la decisión, políticamente dolorosa, de
aumentar la edad de jubilación en
dos años. El viernes nos enteramos
de que la economía francesa se había estancado en el segundo trimestre, periodo en el que el crecimiento
económico fue del 0%. Se está po-
perspectivas de crecimiento económico en Europa son extremadamente débiles en el contexto de las medidas de austeridad impuestas a los
países por su pertenencia a la UE.
La UE está funcionando en la actualidad como una central de transferencias. Alemania carga con el peso del rescate de los países más débiles, lo que resulta muy caro y, tarde
o temprano, llegará a ser insostenible, no sólo política, sino también
económicamente. Según el Deutsche Bank, Alemania va a terminar
pagando 144.000 millones de euros
en planes de rescate ya aprobados y
podría tener que responder por otros
100.000 millones más en concepto
de aportación a la ayuda proporcionada por el BCE.
Alemania también responde de
otros 20.000 millones de euros, como mínimo, correspondientes a su
participación en el segundo rescate
de Grecia. Todo eso no será apenas
más que la punta del iceberg si países más grandes, como España o Italia, se meten en una situación problemática o si los que ya reciben
Según el Deutsche
Bank, Alemania va a
pagar unos 144.000
millones en rescates
las ayudas. Y la segunda es si estos
pagos que se transfieren van a contribuir en realidad a una Unión más
saneada o se limitan a mantener a
flote unos países que no van a poder funcionar nunca dentro de un
régimen de este tipo.
Observadores como George Soros
sostienen que Alemania y otros paí-
ses con calificación AAA (por ejemplo, Francia, al menos por ahora) deben llegar al acuerdo de suscribir eurobonos o de lo contrario la UE se
desintegrará. Se estima que si los
países individualmente considerados
pudieran financiarse con bonos emitidos por los estados europeos agrupados, los especuladores no tendrían
ya capacidad para cebarse en la deuda de países aislados.
Puede que sea el caso, pero así no
se resuelve el problema subyacente
de endeudamiento excesivo. Posiblemente esa clase de plan facilite que
pidan dinero prestado los países individualmente considerados, pero se
hace difícil imaginar cómo les va a
ayudar eso a pagar sus deudas. Hay
que preguntarse si la solución consiste en facilitar aún más que unos
estados europeos ya excesivamente
endeudados puedan seguir pidiendo
prestado más dinero.
Eurobonos es una palabra que
suena muy mal en Alemania, en
parte por el temor de que un plan
de ese tipo arrastre al alza los tipos
alemanes de interés. Unos tipos
más altos no serían sino otra forma de transferir pagos, puesto que
Alemania estaría subvencionando
los préstamos a países más débiles. Si bien se trata de una idea ingeniosa, es cuestionable que la
emisión de deuda unificada vaya a
lograr todo lo que sus partidarios
creen que logrará.
En resumen, los mercados están
liquidando posiciones por una profunda falta de confianza, y no sólo
en el liderazgo político y económico.
La confianza es algo misterioso.
Aparece y desaparece en un abrir y
cerrar de ojos. Los movimientos aparentemente inexplicables del mercado en las últimas dos semanas ilustran hasta qué punto puede ser frágil y voluble la confianza. Cuanto
antes se decidan los dirigentes europeos a tomar medidas audaces en el
frente político, antes se recuperará la
confianza. Un barco gobernado por
marineros borrachos es probable
que se vaya a pique.
Michael Lewitt es director de The Credit
Strategist y autor de La muerte del capital.
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