2 de diciembre La consideración de un bien como patrimonio cultural ha evolucionado a lo largo de las últimas décadas, cambiando el concepto tradicional de monumento por el de bien cultural y el de patrimonio histórico por patrimonio cultural. Más allá de la estética de un objeto singular, la monumentalidad de un edificio o la singularidad de un yacimiento arqueológico, la incorporación de nuevos valores ha ampliado el tipo de elementos considerados como patrimoniales. Hoy se considera patrimonio toda expresión y testimonio de la creación humana, y por ello la última incorporación ha sido la del patrimonio inmaterial. En 2003 UNESCO adoptó la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial que incluye tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional. De la Prehistoria han llegado hasta nosotros objetos y restos materiales, pero no conocemos las conversaciones, creencias, ritos o fiestas de las personas de los tiempos de Altamira. Sin embargo, la existencia de flautas, silbatos, bramaderas, sonajeros e incluso litófonos (estalactitas y estalagmitas usadas como xilófonos), y diversas representaciones de danzantes y músicos en las paredes de las cuevas, permiten pensar que ya en el Paleolítico nos expresábamos mediante la música y la danza. No sabemos cómo era esa música, cómo eran los ritmos que sonaron en las cuevas, desconocemos las danzas, e incluso si existían códigos sonoros para comunicarse en la distancia o durante la caza o la recolección, pero sin duda la música está presente desde el principio de nuestra historia.