ESTUDIO DEL DESARROLLO DE HERMANOS DE NIÑOS

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ESTUDIO DEL DESARROLLO DE HERMANOS DE NIÑOS DIAGNOSTICADOS CON AUTISMO Gabriela De Araujo ∗ Rosana Alves Costa ∗∗ Rogério Lerner ∗∗∗ Christhian Hoffmann ∗∗∗∗ Resumen: Este artículo presenta las primeras conclusiones de un estudio realizado con hermanos de niños autistas. El objetivo del estudio es detectar posibles dificultades en el proceso de desarrollo de tales niños. Sabiendo que un sujeto se construye a través de la relación pulsional que establece con el Otro (A) y que en el autismo esta relación no ocurre, se supone que, en la fratría, puedan ocurrir complicaciones para la instalación de este lazo. Palabras Clave: Fratría, Autismo, Desarrollo, Psicoanálisis. Abstract: This paper presents the initial findings of a study carried out with siblings of autistic children. The aim of this study is to identify possible obstacles along the development of these children. Knowing that a subject is constructed through the drive connection that is establish with the Other (A) and that in autism this relationship does not occur, it is assumed that in autistic children’s siblings difficulties may occur for the creation of this bond due to the difficulties parent’s have to face in the link with the
previous child.
Keywords: Siblings, Autism, Development, Psychoanalysis. ∗
Psicóloga, doctora de la UNIVERSITÉ PARIS VII en co‐tutela con el departamento de Psicología escolar y del desenvolvimiento humano del Instituto de Psicología da USP‐ Universidad de São Paulo. [email protected] ∗∗
Doctora en psicología clínica de la UNIVERSITÉ PARIS DESCARTES, Psicóloga y profesora de psicología medica del departamento de psiquiatría de la UNIFESP‐ Universidad Federal de São Paulo. [email protected] ∗∗∗
Psicoanalista, psicólogo. Profesor Libre docente del Instituto de Psicología de la USP ‐ Universidad de São Paulo. ∗∗∗∗
Psicoanalista, director de la Escuela doctoral Recherches en Psychanalyse, UNIVERSITE SORBONNE PARIS CITE, PARIS DIDEROT‐PARIS VII. 1 1
El autismo infantil fue descripto por primera vez en 1943 por Kanner que lo aisló de la esquizofrenia, proponiéndolo como una organización diferente. En su texto inaugural el autor define al autismo como una discapacidad para establecer relaciones con las personas. Sin negar el soporte orgánico, consideramos al autismo como una falla en la constitución subjetiva, como un problema en que tiene lugar en el desarrollo de los elementos fundamentales de la construcción psíquica (Trouvé, 2004). En este sentido, Laznik (2000) afirma que en el autismo hay un defecto en el establecimiento del vínculo pulsional con el Otro sin el cual ningún sujeto puede advenir como tal. Según Ansermet (1999), el estudio del autismo permite cuestionar las condiciones del nacimiento subjetivo más allá de las leyes del organismo. De este modo, el autismo enseña sobre el encuentro ‐o la no realización del encuentro‐ entre la estructura de un cuerpo y la inscripción simbólica realizada a través de la relación con el Otro. A partir de este presupuesto, el presente trabajo no está centrado específicamente en el autismo, sino en la especificidad de la falla que le es propia y que ocurre en el “no proceso” de desarrollo. Con tal objetivo nos interesamos en el estudio clínico de la fratría del niño con autismo. Entre los hermanos de autistas se puede producir un encuentro entre las eventuales fragilidades orgánicas del niño y padres que perdieron, en un segundo tiempo, la capacidad de investir libidinalmente a sus hijos en función de su vivencia traumática con un primer hijo autista. Aunque los datos sobre la ocurrencia del autismo en la fratría muestren una frecuencia entre el 4 y 7%1, los investigadores empiezan a interesarse recientemente por este tema. No teniendo en cuenta sólo los datos estadístico, que señalan una elevada aparición de autismo en este grupo, podemos pensar que hay una dificultad mayor en el proceso de constitución psíquica en este grupo comparándolo con el resto de la población. Tomando en cuenta los índices de ocurrencia del autismo en la fratría, diversas investigaciones (Osborne, McHugh, Saunders & Reed, 2008.; Benson & Karlof, 2008; Gorwood & Ramoz, 2005) consideran a la fratría del niño autista como un grupo de riesgo. Yirmia et al. (2006) realizaron un estudio comparativo entre un grupo de niños con edad de 4 a 14 meses con un hermano autista con otro grupo de niños de la misma edad que no poseían un hermano autista. Los resultados muestran que los niños con un hermano autista tienen menos iniciativa en la interacción con los padres que los niños del otro grupo. Sin embargo, ellos dicen que 1 Según Tardif, C.; Gepner, B. (2007). L’autisme. Paris: Ed. Armand Colin. 2 2
tales resultados se deben probablemente al hecho de que, en el primer grupo, las madres son más activas en la relación con los hijos mostrando una necesidad constante de confirmar si el hijo se desarrolla bien. Goldberg et al. (2005), hicieron un análisis del comportamiento de un grupo de niños autistas, un grupo de niños que tienen un hermano autista y un grupo de niños “normales”. Los resultados indican una disminución en el comportamiento social en los niños con hermanos autistas. El estudio propone también que los niños que tienen un hermano autista realizan actividades similares a las realizadas por los niños autistas en lugar de actividades propias de niños “normales”. En otro estudio ‐dentro de la misma perspectiva (Pilowsky, Yirmiya, Gross‐Tsur & Shalev, 2007)‐ se observa que además del incremento de la tasa de autismo en estas familias, existe en la fratría de un autista un abanico de dificultades en habilidades cognitivas, lingüísticas, sociales y de déficits en el comportamiento semejantes, aunque menos graves, que los observados en el autismo. Nuestra hipótesis se refiere al hecho de que un niño que tiene un hermano autista puede encontrar dificultades para desarrollarse. Con el objetivo de investigar tal hipótesis, estudiaremos seis fragmentos clínicos de niños2 que tienen un hermano autista, cuyos padres estaban preocupados con su desarrollo. Para el presente trabajo, el material clínico (vídeos, observaciones) fue analizado a partir de los siguientes indicadores: los indicadores clínicos de riesgo para el desarrollo infantil (IRDI) y las señales utilizadas en la investigación PREAUT. Tales índices proporcionan una gran ayuda para pensar y evaluar la clínica con niños con dificultades en el desarrollo. Estos dos grupos de indicadores nunca fueron utilizados juntos. La especificidad de la presente investigación ha estado dada por “la fratría de los niños con autismo” (fratría: grupos de niños de una misma generación que pertenecen a una misma familia, referido a hermanos y hermanas). Los indicadores clínicos de riesgo para el desarrollo infantil (IRDI) son una herramienta elaborada por un grupo de investigadores y psicoanalistas brasileños con el apoyo del Ministerio de la Salud en 2 Estos niños fueron escogidos del contexto de observación del trabajo de la psicoanalista Marie Christine Laznik, realizado en un Inter‐sector de psiquiatría infantil en Paris. Agradecemos su acogimiento y su generosidad en la transmisión de su experiencia. 3 3
Brasil. Ellos fueran validados para la detección de riesgos para el desarrollo de niños durante sus 18 primeros meses3. La investigación propone que hay cuatro ejes que definen la formación de la subjetividad: Hacer la suposición de un sujeto (poder suponer que hay un otro, una tercera persona); establecer la demanda del niño; alternar presencia y ausencia; función paterna (alteridad). Conforme la edad, los ejes son identificados a través de diferentes indicadores. Sin embargo, cada indicador no puede ser analizado separadamente. Dichos indicadores adquieren valor cuando se observa un entrecruzamiento con otros indicadores (Kupfer et al, 2008). La investigación PREAUT fue iniciada en 1998 por un grupo de profesionales franceses cuyo objetivo fundamental ha sido el desarrollo de indicadores de trastornos de la comunicación en la relación madre‐bebé. Este presupuesto parte del planteamiento anteriormente citado en que el autismo es considerado una consecuencia del no establecimiento del tercer tiempo del circuito pulsional4. Las señales PREAUT, verificables en el 4° y el 9° mes, son los siguientes: 1) el bebé no logra ser mirado por su madre (o su substituto), hay una ausencia de solicitación por parte de ella. 2) el bebé no busca un intercambio proveedor de júbilo (placer) con su madre (o su substituto), hay ausencia de solicitud por parte de ella. Apoyándose en la práctica e investigación con bebés, se cree que es posible detectar señales precoces que indiquen si la constitución de un sujeto psíquico se está logrando o no, así como si la relación con el Otro está siendo configurada o no. Vamos a los casos. Caso 1: Amelia tiene 9 meses cuando llega a la consulta. Su hermana Eloísa es diagnosticada como autista. La madre, que tiene algunas preocupaciones sobre el desarrollo de Amelia solicita una consulta para ella. En el discurso de la madre se pueden escuchar muchas comparaciones entre las hermanas. Mientras la madre habla, Amelia está de pie, apoyándose sobre una mesa. Inmediatamente da vuelta para ver si la madre la observa. Su madre dice orgullosa “felicitaciones!”. Rápidamente, un juego entre las dos se instala donde la cuestión para Amelia es ver si ella logra generar placer en su madre. 3 Lerner, R.; Kupfer, M.C. (2008). Psicanálise com crianças: clínica e pesquisa. São Paulo: Ed. Fapesp/ Escuta. 4
El objetivo de la pulsión es de lograr la satisfacción. Según Laznik (2007). Ella propone la idea de tres tiempos del circuito pulsional, idea fundamental para comprender el proceso de constitución subjetiva; en un primer tiempo el bebe va en dirección al objeto para satisfacerse. El según tiempo es reflexivo o auto‐erótico, tiempo de la capacidad de calmarse, chupando el dedo. En el tercer tiempo el bebe se hace objeto de un tercer. (LAZNIK, 2006). Este aspecto activo del tercer tiempo del circuito pusional, fue destacado por Lacan, que lo denominó el tiempo de “se faire”. (LAZNIK, 2000, p. 113). Solamente después del tercer tiempo del circuito, se puede hablar en satisfacción pulsional. (LAZNIK,2000b). 4 4
La psicoanalista señala este punto y pregunta a la madre si existieron momentos como éste con su hija mayor. La madre contesta: “Eloísa se divertía con las cosas que nosotros hacíamos, pero no buscaba hacernos reír”. Se puede ver la diferencia entre un niño para quien el tercer tiempo del circuito pulsional está instalado y un niño para quien el deseo del otro no importa. En este contexto, se puede decir que Amelia no presenta las señales indicadoras de riesgo de autismo para la investigación PREAUT, ya que ella logra que se dé “el intercambio jubilo madre‐hijo” así como “la mirada del otro” incluso sin la solicitación externa. Con la ayuda de los indicadores, se puede observar que Amelia funciona bien. Ella y su madre tienen un lenguaje y una forma propia de comunicarse. Ella muestra placer al dar placer a su madre. Caso 2: Augusto es el segundo hijo de la familia. Su hermano mayor, Carlo, es autista. Como Carlo no quería venir a sus consultas, la madre inquieta solicita un horario con la psicoanalista del centro para hablar sobre el tema. Durante este encuentro, Augusto que tenía 7 meses, la acompaña. Es la primera vez que lo vemos, sin embargo esa sesión no había sido prevista para él. La madre habla mucho con Augusto y él responde. Cabe señalar que se muestra muy cariñoso con su madre y encuentra reciprocidad en ella. Las iniciativas tomadas en el nivel de la comunicación y de los intercambios de mirada del bebé, llevan a pensar que el curso de su desarrollo psíquico está siendo logrado. Durante esta sesión, el bebé presenta casi todos los indicadores clínicos de la investigación brasilera y no se observan las señales PREAUT, lo que refuerza la hipótesis optimista acerca de su desarrollo. Al final de la sesión ya cansado, Augusto comienza a llorar y tiene dificultades para calmarse. La madre dice que a menudo él parece no saber cómo solicitar apoyo para calmarse. Lo que constituye un indicador de que la relación con el otro todavía no es suficientemente segura para él. Un año más tarde la madre solicita una entrevista con el psicoanalista, esta vez para Augusto. Ella se encontraba ansiosa porque Augusto ahora con 17 meses le generaba inquietud. A los 17 meses Carlo fue diagnosticado como autista. La madre establece muchas comparaciones entre ambos hijos, sobre todo con el objetivo de enfatizar sus diferencias. Ella dice que Augusto “tiene el privilegio de ser objeto de ciertas halagos que en general son reservados para el hermano mayor”, son referencias que no las hubo con Carlo. Ella agrega: “cuando, por ejemplo, él nos llama ‘mamá!’, ‘papá!’, nos sentimos emocionados!”. Según 5 5
ella, su hijo mayor puede hablar con ellos, sin embargo hasta el momento nunca se ha dirigido a ellos como lo hace Augusto. Observándolo se encuentran indicadores clínicos relacionados a su edad. Augusto y su madre dialogan bien y tienen una forma propia de comunicarse. Más allá, se puede notar que él procura con frecuencia buscar la mirada de aprobación de su madre. Augusto muestra una característica que los hermanos de autistas frecuentemente presentan. El es según comenta su madre “muy independiente” para su edad, en el sentido de que él puede jugar mucho tiempo solo, sin solicitar la presencia de otros. Caso 3: Debido a una situación familiar complicada se concertó una entrevista antes del nacimiento de Samil. La madre tiene 5 hijos, durante el embarazo de Samil recibe el diagnostico de autismo de su segundo hijo, Jamel. Ella cursa el embarazo con el temor de que el bebé también sea autista. Vuelven a solicitar consulta cuando Samil tiene 3 meses. A veces se muestra como un niño sonriente, sin embargo tiene momentos en los que parece cerrarse y dejar de reaccionar. En esos momentos Samil parece ausente. La madre manifiesta estar inquieta por el desarrollo de su hijo. Cuando Samil parece ausente, la madre se pone ansiosa, esto se puede registrar en los gestos presentes en su cara. En un intento de retomar el contacto ella chasquea los dedos y habla más fuerte. En una sesión a los 5 meses, observamos a la madre se muestra inquieta porque Samil aún no cuenta con indicadores de proto‐lenguaje. Comparado con sus hermanos, parece que Samil está retrasado. En efecto, la madre da muestras de experimentar aprensión, expresando que ella no desea “volverse a encontrar con el mismo problema”. En las sesiones, se pueden observar factores de hipersensibilidad5 del niño asociados con el miedo de la madre de tener un segundo hijo autista. Esta combinación representa un factor de riesgo para el desarrollo de Samil. Se observa el efecto de esta conducta materna en Samil: cuando él se cierra, la madre se inquieta; esta inquietud es percibida por Samil, lo que hace que éste se cierre aún más. 5 Diversos autores proponen actualmente la idea de una hipersensibilidad en niños en riesgo de autismo. Haag, G. (2005). Réflexions de psychothérapeutes de formation psychanalytique s’occupant de sujets avec autisme. In : Revue française de psychosomatique, v.1, N°27, pp. 113‐124. Hochmann, J. (2007). À la recherche d’un dialogue entre neurosciences et psychanalyse‐l’exemple de l’autisme infantile. In : Revue Française de Psychanalyse, n.2, vol.71, pp.401‐418. 6 6
Cuando Samil tiene 7 meses, en una sesión donde la psicoanalista juega con él a un juego que podríamos denominar “probar/degustar la jirafa”6. El analista comienza a suponer, con el intuito de establecer un juego con el niño, que la jirafa tiene sabores como chocolate o caramelo. Durante este intercambio con el bebé, la psicoanalista intenta señalar el placer que se puede tener en probar la “jirafa de Samil”. Se espera que la madre muestre el placer que ella siente en degustar, para que el bebé sienta deseos de generar placer en su madre. Este fragmento de la sesión tenía por objetivo un intercambio que puede llamarse de “presente pulsional” (la pulsión del presente). La psicoanalista logra incluir a la madre en el juego y ésta comienza a experimentar placer con la jirafa de Samil. Samil empieza a divertirse al provocar placer en su psicoanalista y en su madre. Como la psicoanalista percibe que los ojos de la madre están un poco tapados por su velo7, ella pide que se lo levante para que su hijo pueda verla mejor. Ella, movilizada por la emoción del momento, se saca el velo y se descubre totalmente. En ese momento ella muestra su placer al hijo. Él, a la vez, disfruta enormemente de este momento que podría ser calificado de erótico‐pulsional entre madre e hijo. Debido al trabajo de “reanimación pulsional”, 8 se observan cambios en Samil y en su madre. Es así como él decide coger un juguete y enseñarlo a los demás para ver el interés que esto provoca en ellos. Caso 4: Nicolás es el hijo más joven de una fratría de tres. El segundo hijo tiene autismo. Su familia está en tratamiento en un servicio en una región/ provincia lejana, a cargo de una psicóloga que está inquieta por los antecedentes familiares. El día en que acuden a la consulta Nicolás tiene 9 meses. Durante la consulta, se puede observar a un bebé que responde bien al llamado de su madre y que parece querer entrar en relación con ella. Su madre inicia intercambios con él, le propone juegos, aunque esto es realizado de una forma un poco intrusiva. Posteriormente, y a continuación abruptamente ella se retira de la relación, como si evitase esperar la respuesta de su bebé, probablemente por miedo a que él no le conteste. La madre habla de las competencias adquiridas por el bebé, de las palabras que él ya conoce y de que él le da besitos. El resto de la consulta la madre no se dirige al hijo. Aunque en la díada madre‐
bebé hay momentos de intercambio, de cariño, estos momentos son fugaces, como si hubiese una distancia entre los dos. 6
(Jirafa Sofía, juguete común en Francia, que los bebes ponen en la boca). 7 Se trata de una mujer árabe que utiliza siempre el velo. 8
juego, también denominado reanimación neonatal, en este caso trayendo la pulsión para la escena para “revivir” este niño. 7 7
Por otro lado, observamos que Nicolás no inicia las relaciones, ni con su madre, ni con otras personas. Si no se busca la interacción con él, se queda solo ensimismado “aislado en un rincón”, sin reclamar atención. En el momento, en que se lo deja solo se muestra molesto pero no solicita que lo cojan en brazos. Es necesario señalar que Nicolás muestra un retraso motor que podría estar ligado a su comportamiento “relativamente pasivo”. La madre parece muy cansada y deprimida debido al autismo de su otro hijo. La psicoanalista le pregunta si ella le ha cantaba a Nicolás. Ella responde que le cantó a Mauricio, el hijo autista, pero que como nunca obtuvo respuestas dejó de cantar y ahora ya no lo hace. Hasta el momento, a través del discurso de la madre, podemos observar que ella no logra experimentar placer al jugar con su hijo. La madre comenta sus dificultades en cuidar de los tres hijos, debido a las demandas y tratamientos que debe realizar Mauricio. Parece que no hubiese espacio suficiente para ocuparse de Nicolás. Con la ayuda de los indicadores, se puede elaborar la hipótesis que se trata de un trastorno de la relación madre‐bebé. Esta parece ser una consecuencia del estado psíquico en que se encuentra la madre. La madre no logra concebir una suposición de sujeto en su hijo, tampoco Nicolás consigue ocupar un lugar de sujeto. Caso 5: La familia de Miguel está compuesta por 3 hijos; Miguel es el tercero y Hélio, el segundo. Este es autista. Miguel tiene 15 meses el día de su primera sesión. Como en el caso de Samil, la madre de Miguel recibió el diagnostico de autismo del mayor durante el embarazo de Miguel. La madre hace referencia a sentir “puñaladas” durante el embarazo mientras ella conseguía ir comprendiendo lo que significaba el diagnostico de Hélio. Comenta sus temores al vivir como una carga al hijo que albergaba en su vientre, se refiere a aquellos momentos como muy difíciles para ella. Algunos profesionales9 que se ocupan de Hélio sugieren a la familia que lleve a Miguel al psicólogo, pues suponen que Miguel puede encontrarse en dificultad. La madre afirma estar demasiado ocupada con los tratamientos de Hélio como para poder atender adecuadamente a Miguel. Durante esa sesión, la madre utiliza gran parte del tiempo para hablar de Hélio, como si se tratara de una cita para él. La psicoanalista dice: “mi hermano, él ocupa todo el espacio”. Movilizada emocionalmente la madre responde que sí, que “nunca tiene espacio para él”. Agrega “desde el final del embarazo hasta hoy, siento que he estado con él físicamente pero no mentalmente”. La madre 9 Se trata de un método denominado “autime espoir vers l’école”, de influencia americana, donde el objetivo es jugar con el niño autista para que él pueda encontrar los medios de comunicarse con el mundo a través del placer. Es un método donde voluntarias juegan con el niño media hora por semana. http://www.autisme‐espoir.org/ 8 8
explica estar un poco inquieta por el desarrollo de Miguel en estas condiciones. Ella habla que a menudo él no responde al llamado como si no escuchase. Durante la sesión, Miguel pasea de un lado al otro de la sala. Él coge algunos juguetes (dos piezas de lego) que lleva una en cada mano todo el tiempo. Él va en dirección a su madre y vuelve varias veces pero sin mirarla ni hablar con ella. Parece ser necesario ir siempre en su dirección para lograr interactuar con él. El regazo de su madre no parece tranquilizarlo. En un momento de la sesión se lastima y llora, sin embargo, no solicita ayuda. Para calmarse él mira hacia la luz. Su madre trata de consolarlo, pero fracasa. Él llega a deslizarse de sus brazos. Con afecto resulta difícil calmarlo, a la vez, se puede observar una dificultad en la disponibilidad psíquica de su madre. Durante las sesiones, se ve que siempre es difícil vincularse a él, sobre todo para poder lograr conectarlo. A veces, él parece participar del juego pero sin intercambio de miradas. Además, él nunca propone juegos. Dos semanas más tarde, él comienza un juego en la sesión. La psicoanalista tuvo la iniciativa de jugar con él “tirar y buscar los juguetes”, es entonces cuando él continúa el juego, llamándola para que juegue con él. Parece que él comienza a experimentar placer en mantener esta relación. En la siguiente sesión, él retoma el juego de la semana anterior. Miguel tiene que enfrentarse a una separación de más de tres meses debido a las vacaciones de verano. A la vuelta de las vacaciones la madre comenta que organizó para Miguel el mismo método10 que para su hermano. Durante esta sesión, ella dice que Miguel hizo diversos progresos, que ella se siente más próxima a él y que él viene con más frecuencia en su dirección. Todavía no le dirige la mirada. Parecería que cuando él se dirige hacia ella la utiliza más como un objeto (él la coge del brazo). Según las señales PREAUT, se puede suponer que Miguel avanza en dirección a un síndrome autístico. Él no logra establecer casi nunca intercambios ni miradas con los otros; menos aún intercambios donde él pueda suscitar placer en el otro. Caso 6: El día de la primera sesión, Lino tiene casi 2 meses. Su madre vino a consulta teniendo ya dos hijos autistas. 10 Se trata de un método comentado en la nota anterior y destinado a niños autistas. 9 9
En los primeros minutos de la consulta, Lino parece mirar activamente en la dirección de su madre, en seguida comienza a llorar, mostrando malestar. Padece acidez y reflujo gástricos que le provocan bastante dolor. Cuando comienza a sentir dolor, él se cierra. Las primeras sesiones pasan del siguiente modo: él logra ‐con dificultad‐ estar en relación con los otros, pero cuando comienza a sentir dolor de tripa se cierra y es invadido por un gran malestar. Vomita, tiene regurgitaciones y llora bastante. Así muestra una solicitud activa para entrar en contacto. Hay una idea generalizada acerca de que los bebés que sufren son con frecuencia bebés con riesgo de presentar dificultades en el desarrollo. En función de este conocimiento se trata de eliminar el dolor, para que los bebés muestren mayor disponibilidad para la comunicación. Su madre tiene dificultades en aceptar la idea de que es importante administrarle medicamentos anti‐reflujo y contra la acidez. En el transcurso de las primeras sesiones, Lino no se muestra como un bebé que va en busca de contacto, no posee la capacidad de iniciar una relación. Esto nos muestra que el tercer tiempo del circuito pulsional aún no está instalado. Por otro lado, durante la sesión la madre se dirige poco a él. Basada en su vivencia con sus otros hijos, parece no tener referencias acerca de los comportamientos habituales esperados en un bebé. Ella siempre mostró dificultades en comunicarse con sus hijos, sobre todo dado los cierres autísticos de sus otros hijos. Seguramente debido a ello cuando Lino se cierra no parece realmente preocuparle. La madre comenta que con frecuencia Lino se despierta a las 5 de la mañana, para “charlar” con ella. Ella se dio cuenta que durante el día está prácticamente todo el tiempo ocupada con sus otros hijos y no tiene tiempo para conversar con él. Podemos presumir que Lino encontró en la madrugada un momento donde la madre puede estar disponible solo para él. Esto nos señala una competencia lograda por el bebé y una voluntad de compartir momentos con su madre. En la época en que tiene lugar esta sesión, el bebé comienza a tener menos dolor de tripa y mayor disponibilidad para los intercambios. No obstante, hay momentos donde él se cierra. Durante la 11ª sesión, la madre comenta que a veces, Lino parece no escuchar y que si hacen ruidos a su lado, él parece no oír. Un médico llegó a sugerir que realicen pruebas auditivas. 10 10
Lino no logra realmente establecer contacto con los otros y con frecuencia no contesta. La madre tampoco interactúa mucho con su hijo. Cuando hay momentos en los que ocurren conversaciones e intercambios de miradas con la ayuda de los IRDI y de los señales PREAUT se puede constatar que este bebé presenta dificultades en su desarrollo. Discusión: De los seis casos clínicos observados durante la investigación, solamente uno de los niños es autista. Hay dos niños de los que aún no podemos presumir la evolución: uno de ellos, en función de su edad en el momento del estudio (7 meses) aún puede ser objeto de gran maleabilidad y otro en función de que no podemos saber el efecto a conseguir con la continuidad del tratamiento no nos permite prever la organización psíquica. Sin embargo, parece que los seis bebés han presentado dificultades en sus procesos de desarrollo. Los niños tenían una personalidad “muy independiente” como han explicado los padres. Ese rasgo común no significa que ellos sabían valerse por sí mismos, sino que ellos no solicitaban ayuda. Esto no significa que no necesitasen ayuda, sino que los niños muestran una dificultad en gestionar demandas que les permitan estar en relación con los demás. Parecería que esos niños muy precozmente tuvieron consciencia de que ellos no eran “his majesty the baby”, como planteo Freud (1914). Ellos se encontraron de modo temprano en una situación donde el lugar de “majestad” no era posible. Esto es explicitado por una madre cuando ella enuncia que “no había más espacio”. Esta expresión está presente ‐de forma más o menos explícita‐ en el discurso de todos los padres encontrados en el contexto de la investigación. Siguiendo la idea de que encontramos una falla en ese encuentro primordial en donde el vínculo pulsional entre el niño y el Otro debiera tener lugar, una característica que hemos hallado en el autismo es la imposibilidad de dicho enlace. Esto se debe a diversas causas. Creemos que en la fratría del niño autista hay condiciones propicias para que algunas de estas causas puedan repetirse. Nuestro objetivo es poder reflexionar a partir de los casos clínicos expuestos. En un primer tiempo, nos concierne investigar el vínculo que va a establecer la madre que se ocupará del niño que acaba de nacer. Crespin (2004) describe estadios de sideración11 en los que observa una especie de suspensión de los investimentos y de las capacidades parentales. Ella afirma que la sideración 11
Estado psicológico de devastación, indefensión y vulnerabilidad, descripto por Freud. 11 11
congela la capacidad del otro de investir, los padres se encuentran incapacitados para utilizar en los intercambios con sus hijos sus competencias habituales. Se supone que en el momento en que un hermano de un niño autista nace, en un après‐coup del hijo autista, los padres se encuentran 12
siderados . A partir del estudio de películas familiares (Laznik; Muratori & Maestro, 2005) se puede ver desde el comienzo padres afectivo, que juegan con sus hijos, que buscan investir la relación y que sin embargo el bebé “muestra desde muy temprano señales de cierre”. Se encuentran frente a un bebé que se halla en su mundo, que parece ausente, se puede pensar que los padres van perdiendo la capacidad de investirlo, entrando en un estadio de sideración. Estos estadios de sideración podrían tener semejanza con estadios depresivos, sin embargo existen características realmente diferentes entre unos estados y otros. En un estado depresivo, o en el denominado “baby blues”, la cuestión no es la misma, ya que en el estado de sideración aunque pueda pensarse como una falla de la madre en realidad ella ha intentado investir a su hijo pero no ha obtenido “respuestas”. Es conmovedor escuchar a la madre de Nicolás cuando ella explica que perdió su capacidad de cantar de “tanto cantarle al primer hijo” y no recibir feedback. Se piensa entonces que los padres perdieron sus capacidades de investir no solo al hijo autista sino también a sus otros hijos. En los seis casos clínicos estudiados, nos parece evidente que los padres no están en “posesión de sus competencias habituales”. Es con este sentido que entendemos el “no había más espacio” declarado por una de las madres. Es interesante la constatación de que todas las investigaciones encontradas que se refieren a los hermanos de autistas, tengan como “objeto de estudio” al hermano más joven. Parece entonces que todos estén de acuerdo con el presupuesto de que la problemática se instala en el encuentro de las dificultades que los padres vivieron con el hijo autista y que posteriormente se reedita con otros hermanos. Se han discutido hasta el momento las dificultades encontradas por los padres y ahora plantearemos las dificultades con las que se encuentra el recién nacido. Como ya fue dicho con antelación, en un estadio inicial de desamparo, un bebé es portador de características que pueden o no facilitar el encuentro primordial. Esa apetencia por lo simbólico necesaria para entrar en relación se espera que esté presente en los bebés. La ausencia de este deseo, tal como la encontramos en niños autistas, 12 sin reacción, la sideración se refiere a una parada de las funciones psíquicas. 12 12
modifica el estado de sideración de la madre. Si el bebé no posee tal apetencia el establecimiento del nudo relacional se hace aún más difícil. Dos bebés de la investigación ‐Amelia y Augusto‐ poseen esa apetencia, ese deseo de entrar en relación. Desde el inicio, ellos inician los intercambios relacionales y buscan suscitar placer en los padres. Ante la ausencia de algunos indicadores clínicos ‐como una dificultad para calmarse como en el caso de Augusto‐ las dificultades que se presentan no representan grandes riesgos, ya que ellos ya cuentan con la capacidad de establecer un vínculo pulsional con el Otro. No obstante, para los otros cuatro casos ‐Samil, Nicolás, Lino y Miguel‐ la cuestión es diferente. Ellos no muestran aún esta apetencia relacional y en paralelo a esta cuestión, sus madres parecen estar en un estado de sideración ante sus hijos. Tales niños muestran un desarrollo de riesgo. Todos presentan dificultad para comenzar los intercambios con los que se genera el placer del otro. Tal actitud es una señal que compromete el desarrollo según el IRDI y la investigación PREAUT. Las investigaciones norteamericanas descriptas anteriormente, afirman que ésta es una característica habitualmente encontrada en la fratría del niño autista. En el caso de Samil, observamos a una madre que insiste en entrar en relación con su hijo, pero que al mismo tiempo, no logra pensar en él como diferente de su hermano con autismo. Por otro lado, parece que hay rasgos de competencias del lado del niño y de la madre, en función de la intervención y del trabajo de “reanimación pulsional” realizado por la psicoanalista. Este vínculo se establece mediado por el placer que el bebé comienza a desear generar en su madre. Se trata de un deseo creciente de hacerse objeto de placer para su madre. En los casos de Nicolás, Lino y Miguel, la situación parece aún más complicada. Miguel con más de dos años ya presenta un cuadro instalado de autismo. En su momento, la díada madre‐niño no logró cerrar los 3 tiempos del circuito pulsional. Ahora con una edad de dos años, las alteraciones configuradas muestran una menor facilidad de intervención. En cuanto a Nicolás parece estar alejado de la relación. Sin embargo, se puede suponer que se trata de una no apetencia simbólica, esto es lo que promueve en los comportamientos y actitudes siderados de la madre. Parece que la madre perdió todas las competencias de las que era poseedora como consecuencia de su experiencia con su hijo autista. Parecería que la experiencia materna con un niño autista aniquila las competencias, así como la “preocupación materna primaria” (Winnicott, 2002) 13 13
En el caso de Lino, en función de su corta edad, tiene apenas 7 meses, aún parece posible que ciertos cambios puedan producirse en el vínculo madre‐bebé. Después de haber visto que los dos primeros hijos de esta madre son autistas, podemos presumir que ella no tiene otras referencias sobre las competencias habituales y la apetencia simbólica que es esperable en un recién nascido. En el momento que dimos cierre a nuestra investigación y gracias al trabajo terapéutico, Lino ya realizaba intercambios de miradas con la psicoanalista, pero no con su madre lo que la dejaba aún más inquieta, ella era capaz de percibir en qué momentos su hijo podía tener momentos de apertura, así como de desconexión. La inquietud que se observa en la mirada de la madre, no favorece la mirada de su hijo, dada su hipersensibilidad a toda percepción de angustia. Se observa que la dificultad de poseer apetito simbólico en el bebé puede estar ligada a alguna incapacidad orgánica. Puede deberse a una hipersensibilidad que hace más dificultoso el establecimiento del vínculo con los otros o a una deficiencia cognitiva o a complicaciones o alteraciones genéticas. El autismo puede ser pensado como multifactorial causado por diversas fallas: la del encuentro del simbólico (lenguaje) con un cuerpo orgánico y la del encuentro pulsional entre la madre y su hijo. (Para Lacan el simbólico es el campo del lenguaje, que antecede a nosotros y que se transmite). Pensar la posible repetición de este no encuentro nos permite ser conscientes de que estos encuentros pulsionales entre madre e hijo pueden en ocasiones no tener lugar. Estos primeros encuentros son determinantes para la estructuración del desarrollo del niño. Esta estructuración del desarrollo está directamente ligada con la forma en que el niño va a integrar su herencia. Entre los hermanos de un niño autista podemos observar que no existe una sola posibilidad de vínculo al Otro. Entre los seis niños, cada uno tuvo una diversidad de encuentros que hizo que su constitución psíquica fuese diferente en cada caso. Sería más acertado hablar de seis parejas entre madre‐bebé lo que hace que la multiplicidad probabilística de los encuentros sea de gran diversidad. Cada niño debe atravesar ciertas etapas no lineales en su desarrollo. Entre los seis casos clínicos presentados las etapas de desarrollo se veían dificultadas. Las primeras fallas en el encuentro primordial perturban la adecuación de las respuestas interactivas del otro, generando un circuito vicioso con un destino que tiende a agravarse (Golse, 2007), bien sea a causa de las dificultades del niño de encontrar un lugar, bien sea por dificultades orgánicas, bien sea por cuestiones de los padres que hacen difícil dar un lugar propio al niño. 14 14
Cuando el vínculo con el Otro no se establece en los primeros meses de vida y el círculo vicioso empieza a agravarse, la atención precoz de estos casos parece esencial. Los postulados de plasticidad y maleabilidad de las estructuras en el recién nacido sustentan la necesidad de precocidad de la intervención (Bernardino, 2004). En la fratría de un niño autista se pueden identificar señales a nivel de los elementos constitutivos del vínculo madre‐bebé de dificultad relacional. Tales índices no están exclusivamente reservados a un pronóstico de trastorno del espectro del autismo. Actualmente sabemos que una dificultad en establecer este vínculo puede generar trastornos en el desarrollo del niño. Tomando en cuenta la singularidad de cada caso clínico presentado, se piensa que cada uno de esos niños han experimentado, de distintas maneras, dificultades para encontrar un lugar en relación con los padres. En una familia con un niño autista existen diversas posibilidades para que no se de este encuentro primordial, se puede ver que las cosas no son inmutables y que cada historia es singular (Clouard, Roux & Seban‐Lefebvre, 2007). Este estudio nos permite reflexionar acerca de la importancia de la atención precoz en la fratría de un niño autista. Esto no significa que sea necesario un diagnóstico sino que lo más indicado sería, sobre todo, tratar de buscar un lugar para que este recién nacido pueda encontrar un destino diferente y pueda aprender a utilizar de otro modo su bagaje genético. Se trata de dar un lugar al niño para que nuevos encuentros constitutivos puedan ser posibles. 15 15
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