ningún “ismo” en el siglo xxi

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NINGÚN “ISMO” EN EL SIGLO XXI
Estamos saturados de un dilema de desarrollo que se basa entre el socialismo
denominado del siglo XXI o un capitalismo que algunos califican de salvaje.
Esta estéril discusión está consumiendo un enorme esfuerzo y generando fricciones,
que nos limitan la posibilidad y disposición de dedicar tiempo, recursos, talento y
esfuerzo en la dirección correcta: diseñar un modelo de desarrollo, en lo social y
económico, que incluya y trascienda las experiencias pasadas y actuales, que ambos
modelos ofrecen.
Mas aún, los que favorecen el capitalismo tienden a menospreciar las ideas socialistas,
y estos últimos, pretenden acabar a como de lugar con aquellos que defienden la libre
empresa. A pesar de los problemas que como humanidad hemos sufrido, todavía en el
siglo XXI, no nos hemos puesto de acuerdo para crear un modelo abarcador que
genere estabilidad y equilibrios.
Se suelen utilizar descalificaciones y agresiones para imponer las creencias y
convicciones propias a los demás, fallando en reconocer que ambos modelos, tanto
capitalismo como socialismo, con sus resultados, nos deben llevar a buscar puntos de
acuerdo que inviten a construir sobre los aciertos de cada modelo y que nos permitan
aprender de sus fallos y carencias.
Los defensores de ambos sistemas, reconocen que tienen fallas, que son perfectibles,
pero pareciera que nos hemos quedado cortos en la búsqueda de las experiencias de
un trabajo conjunto que busque definir y presentar la arquitectura necesaria de un
modelo de desarrollo económico y social que los trascienda. El egoísmo y el interés
propio parecieran ser las cartas favoritas de los líderes, lo cual nubla cualquier
exploración conjunta.
La discusión es ciertamente estéril y los modelos, ambos, están superados: El
socialismo no produce desarrollo y el capitalismo no es sustentable.
El mayor reto de nuestras sociedades tiene menos que ver con la generación y
distribución de riqueza, si entendemos que el camino recorrido nos lleva sin duda a una
calle ciega, para no decir a un inmenso precipicio. Los modelos de desarrollo actual,
tanto el sistema conocido como socialismo, francamente superado o el hoy
prevaleciente en la mayoría de los Países, el capitalismo, nos aleja de los equilibrios, la
equidad y las estabilidades.
Para salir del inmenso hueco político, social y emocional en el que nos encontramos
como individuos, instituciones, empresas y estado, tenemos que comenzar por aceptar
que ninguno de estos modelos ofrece el mínimo necesario para tener individuos plenos,
sociedades desarrolladas, y un planeta en equilibrio.
Desprendiéndonos de los paradigmas prevalecientes
Difícilmente superaremos la situación actual de manera pacífica y en forma evolutiva, si
continuamos aferrados a los modelos mentales que nos han traído hasta acá. Se
requiere de mucha humildad y coraje para desarrollar de ambas visiones un modelo
abarcador y trascendente.
Se trata de repensar el rol de la gente, las empresas, el estado y la naturaleza, y
hacerlo desde otra óptica. Dos mil años de historia, plagados de conflictos y
agresiones, deberían ser suficientes para enseñarnos que las soluciones de fuerza, no
traen paz duradera. Podemos doblar la espalda del “enemigo”, pero terminaremos
fortaleciendo su espíritu. No existe el concepto de vencedor y vencido, no de manera
duradera.
Una simple ojeada al lenguaje utilizado en los regímenes socialistas o comunistas, no
deja lugar a dudas del nivel de represión y coerción que necesitan para soportarse. Y
esto para mencionar sólo el lenguaje y no detallar sus ejecutorias. No valora
capacidades individuales, ni libertades, haciendo que las iniciativas se opaquen y
languidezcan. No ofrecen tampoco un modelo de generación de riqueza, por el
contrario, son mecanismos altamente ineficientes de generación de recursos para una
vida mejor, a pesar de que su prédica es por una mejor vida. El estado empresario no
ha demostrado ser del todo acertado.
Por su lado, el lenguaje del capitalismo, transpira interés propio, competencia y dinero.
Es el concepto de guerra a muerte, en este caso por recursos económicos. Para
conseguir esta meta, se utilizan todos los métodos posibles. El egoísmo, la necesidad
de sobrevivir, el deseo de acumular dinero y poder sin límite, nos alejan de los
equilibrios fundamentales, nos dividen y antagonizan. Nos ha nublado nuestra
capacidad de entender a la riqueza como un medio para un alcanzar un desarrollo
superior y no un fin, para cuya consecución nos estemos llevando por delante la
dignidad de la gente y la biosfera que soporta nuestra propia vida.
El primero necesita atacar y controlar para mantenerse. A falta de generación de
riqueza, sólo la imposición y el control permite sus sostenibilidad. Desea una sociedad
justa e igualitaria, es decir, ante la ineficiencia de la generación de valor económico,
nos igualamos en la pobreza y miseria.
El segundo se sustenta en poder e influencia, para lo cual el dinero y la política son los
caminos primarios. El extraordinario avance material, en manos de pocas empresas y
empresarios, concentra aún más el poder, generando entonces una sociedad binaria,
de ceros y unos, donde cada vez menos tienen más y más tienen menos.
Ambos carecen de lo mas elemental: en su evaluación colectiva, ambos están lejos de
ofrecer un desarrollo armónico, sustentable y que fortalezca los equilibrios y
estabilidades, y que pueda hacerlo sobre la base de bienestar y no de pobreza.
“SOCIAL – ISMO” a la Venezolana
Es difícil no abrazar las ideas del discurso socialista. La base de igualdad, de dignidad
humana, de acceso a los servicios como agua y energía eléctrica, de un nivel mínimo
de vida, que dignifique a todos y que valora las necesidades del humano, en sus
aspectos económicos, mentales, emocionales y espirituales es en esencia una visión
que la gran mayoría tenemos que abrazar.
Cuando reconocemos que cerca de dos terceras partes de la humanidad no tienen
respuesta satisfactoria a estas necesidades, se deberían prender todas las alarmas
con respecto al futuro.
En el otro extremo del espectro, al observar que los avances de la productividad
basada en el desarrollo tecnológico, se han traducido en un aumento sin precedentes
del ingreso de muy pocos, con algunos viviendo en una riqueza difícil de imaginar, no
debemos tener duda que estamos generando un ambiente social tóxico y corrosivo.
El socialismo busca ofrecer respuestas a estas necesidades, que en franco declive con
su muestra tal vez mas visible en la historia reciente con la “caída del muro de Berlín”,
ha tenido un renacer principalmente en Latinoamérica, donde comienzan a ocurrir y a
hacerse evidentes, de manera mas visible y grosera, los enormes desarreglos y
desequilibrios que se hacen presentes como resultado de corrupción, populismo y en
gran medida también de un capitalismo “salvaje”.
El socialismo busca poner en el centro de la gestión al ser humano, pero al denigrar de
la libre empresa y tomar el estado el rol de productor y ya no sólo de ente regulador, se
convierte en juez y parte de un sistema en el cual altera los preceptos básicos que
soportan la productividad. El resultado es una pésima capacidad de producir bienes y
servicios, situando a los países que abrazan dicho sistema en situación de escasa
competitividad externa e interna. El resultado es predecible, cierre gradual de fronteras
y aislamiento de todo tipo, para preservar un empleo cada vez mas improductivo,
motivo por el cual no se hace merecedor de un salario adecuado.
Es una extraordinaria paradoja: atento precisamente contra aquello que predico, el ser
humano en el centro y la necesidad de un ingreso digno.
Al fallar su modelo de generación de riqueza, el sistema es económicamente inviable
en el tiempo.
En el caso Venezolano, el actual Presidente de la República a través de su discurso,
muestra el lado oscuro de la globalización y el modelo de desarrollo basado en el
capitalismo.
Es cierto que la desigualdad en el acceso a los medios para una vida mejor ha crecido
en la mayoría de las sociedades, que estamos agotando recursos valiosos y no
renovables sin contabilización alguna, para beneficio principalmente de unos pocos, es
cierto que cuando el egoísmo es el motor fundamental de la máquina que mueve el
desarrollo es difícil esperar beneficios sustentables y es cierto también, que de manera
creciente estaremos en presencia de mayores conflictos de todo tipo, desde
inmigraciones ilegales hasta cambios climáticos que nos afectarán a todos.
Pero lamentablemente también es muy cierto que la pobreza en Venezuela ha crecido,
que vivimos en una sociedad con unos niveles de inseguridad y crimen nunca vistos,
que se han construido muy pocas viviendas, que la infraestructura ha tenido una
carencia casi absoluta de mantenimiento y que las nuevas obras son casi inexistentes
para el enorme ingreso fiscal del cual se ha dispuesto en los últimos ocho años.
Magros logros para justificar cualquier socialismo posible.
Es evidente entonces que la base para buscar la sostenibilidad en el poder se tiene que
pasar por generar terror, polarizar y buscar toda suerte de enfrentamientos internos y
externos, para lo cual dispone del control de las instituciones fundamentales del estado,
que ya hoy están al servicio de un modelo único de pensamiento. Es decir ya no
podemos continuar llamándolas Instituciones del Estado, cuando están al servicio de
un Gobierno en particular.
Está claro también que esta situación es difícil de sostener, a no ser que sea a través
del cierre de los espacios democráticos, el control absoluto de todas las fuentes de
poder, incluyendo al económico, y sobre una base de terror que limite al extremo toda
manifestación de desaprobación o descontento interno. Aún más, es insostenible en el
mundo de hoy, sin una buena dosis de complicidad o por lo menos inoperancia externa
de otros países e instituciones internacionales, que nace de prebendas y beneficios
obtenidos o por obtener y por la completa inoperancia de estas instituciones que
precisamente estarían llamadas a preservar los fundamentos democráticos y defender
los derechos humanos.
“CAPITAL – ISMO” a la Venezolana
Los preceptos básicos del sistema capitalista son inobjetables. Es un modelo que
valora el esfuerzo y la iniciativa individual, la libertad de asociación y la libre empresa.
De igual forma, dado que la orientación de la concepción del estado es de ser un ente
regulador y no productor, la competencia y por tanto la meritocracia son los elementos
fundamentales para el crecimiento y desarrollo individual.
El extraordinario avance de la tecnología en general y de la tecnología de la
información y comunicaciones en particular, ha generado incrementos de productividad
sin precedentes en los últimos 20 años.
La capacidad de este sistema para producir bienes y servicios de manera competitiva
es extraordinaria. Esta realidad ha motorizado un crecimiento impresionante del
tamaño e influencia de las empresas y corporaciones con fines de lucro a nivel mundial,
hasta el punto en el cual, son hoy estas corporaciones las entidades mas influyentes en
las sociedades.
Es a esta concepción que debemos el salto cuántico que hemos dado como sociedad
en cuanto a los medios disponibles para una mejor vida. El no reconocer la capacidad
de este sistema para esta producción y la importancia de la misma, sería un error de
proporciones gigantescas.
Ahora bien, este extraordinario desarrollo, este foco en hacer mas cosas y hacerlas
además mejor, más rápido y más barato, tiene un costo asociado que de manera
creciente se está haciendo palpable en individuos y sociedades.
El modelo de la libre empresa, ha estado basado principalmente en la generación de
valor para los accionistas, maximizar la participación de mercado y el volumen de
ventas y en continuar ofreciendo y desarrollando productos y servicios para mantener
el crecimiento deseado.
La visón de las empresas como máquinas para hacer dinero, la responsabilidad
limitada de los accionistas sobre los impactos que puedan generar en trabajadores y
ambiente, la externalización a la sociedad de todos aquellos costos que sean posible
traspasar, la manifiesta incapacidad para mantener relaciones duraderas, el ver a la
gente como un recurso a ser utilizado y después desincorporado y la ausencia absoluta
de culpa por la contribución a los desarreglos y desequilibrios, configuran una
personalidad psicópata que está poniendo de manera creciente en jaque las
posibilidades de un desarrollo sustentable.
Cuando los que defienden el sistema capitalista no reconocen esta realidad, se está en
una situación similar a cuando los que favorecen el socialismo no reconocen la
capacidad y eficiencia del capitalismo en la generación de productos y servicios.
Por otro lado, la enorme cantidad de consolidaciones y fusiones empresariales que
están ocurriendo a nivel internacional, tiene causas y efectos que son importantes
revisar. Por un lado, es la primera muestra visible de que el modelo de gestión actual
ya no es suficiente para dar respuesta a las crecientes necesidades e inquietudes de
los accionistas. Cuando en un ecosistema no hay alimento para todas las especies, se
acelera el proceso mediante el cual unas se comen a otras. En el léxico empresarial,
agotadas las fuentes de incrementar la competitividad interna y en los mercados,
comienza el proceso de concentración de productores.
Esto generará presiones crecientes sobre clientes y Gobiernos, que verán perder su
capacidad de influir y de regular el desarrollo de las mismas. Se acelera un proceso de
concentración de poder en una criatura que hemos dado a luz desde el punto de vista
legal, con rasgos psicópatas como hemos comentado.
Si no comenzamos el proceso de revisión del modelo de gestión actual y cuestionamos
los paradigmas prevalecientes para buscar cuestionar los mismos y corregir estos
elementos, las corporaciones serán fuente de manera creciente de ataques por parte
de consumidores, sociedades y gobiernos. Sería natural entonces la creciente crítica al
modelo de desarrollo capitalista, por mucho y que hoy existan países que están
abandonando como lo hace China un modelo francamente socialista por una apertura
al capitalismo.
Es bueno recordar que la esfera de influencia de las corporaciones, nunca había sido
tan poderosa y es conveniente también recordar que en su búsqueda de beneficios,
pocos son los escrúpulos en soportar y proteger gobiernos que las ayuden.
Adolfo Jarrín
www.creating.com.ve
septiembre de 2006
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