1 Inculturación de la Liturgia Prefiero que elijas cuidadosamente lo que tú hayas encontrado en cualquier Iglesia, mientras eso agrada más al Dios omnipotente, y que insertes en la Iglesia de Inglaterra lo que sea nuevo en la fe, esas realidades que tú puedas reunir de muchas Iglesias. (Papa San Gregorio Magno) La vida de la Iglesia, en todas sus realidades, y también en la litúrgica, es la experiencia del encuentro entre diversas culturas y un Evangelio capaz de inherir en ellas, de modo que su fuerza pudiera transformarlas y hacerlas ‘cristianas’. El Concilio Vaticano II despertó más aún esa conciencia, al congregar a Obispos de los más diversos continentes, con sus experiencias particulares y sus modos diversos de vivir y expresar la misma fe. Al mismo tiempo que este Concilio ve a la Liturgia como expresión de la fe común de toda la Iglesia y quiere salvaguardar esa fe con signos claros, dando al Magisterio la responsabilidad mayor en la regulación de la Liturgia para asegurar una manifestación efectiva de la fe objetiva de, reconoce que esa fe puede expresarse de diversas maneras y da a las Iglesias locales esa posibilidad y derecho, que debe ser asumido y ejercido desde las Conferencias episcopales. Y esto no es novedad ni cosa reciente. El primer mensaje cristiano fue predicado a Israel. Pero en poco tiempo tuvo que ser anunciado a los paganos, como responsabilidad desde la vocación misionera de la Iglesia. Se implanta en los ambientes helenístico y romano y en las culturas y civilizaciones nacientes en Europa. Pero la conversión de los pueblos germánicos provoca una nueva transición en orden a una fe propuesta e “implantada” (diríamos hoy “inculturada”, o sea, “cultivada”). Las formas religiosas llevadas a esos pueblos fueron recibidas y parcialmente adaptadas. Y así se asistió al nacimiento de la revolución Carolingia en el s. IX. Desde esos tiempos los desarrollos del culto han tenido lugar en Occidente y han afectado el estilo de vida de la Iglesia Católica. Las misiones, desde el s. XVIII hasta hace poco, tuvieron un especial celo por la conversión de los pueblos misionados. Esto es bueno y denota espíritu apostólico. Lo que no parece ser tan cierto es que haya habido inteligencia pastoral y ojo alerta para descubrir en las culturas locales todo aquello que era intrínsecamente apto para encontrar en ellas instrumentos aptos para ser signos cristianos sacramentales. No digo que esto sea cosa fácil. Podríamos caer en el simplismo de creer que ‘todo’ en las diversas culturas de los pueblos misionados era adaptable. Bien sabemos que esto no es así: en numerosos casos los misioneros se encontraron con la acuciante necesidad de salvar la naturaleza del hombre que encontraban, y costumbres que la fe jamás podría asumir. 2 También vemos que cuando algunas Iglesias orientales separadas de Roma después de las controversias cristológicas del s. V, volvieron a unirse, fueron inducidas a incorporar ritos litúrgicos romanos y costumbres y leyes que no respondían a su tradición. Y esto no fue un enriquecimiento sino una pobreza. Creo que en estos momentos estamos en condiciones de realizar un trabajo serio y desapasionado. El tema de ‘inculturación de la Liturgia’ es muy importante, puesto que la Liturgia es “el lugar” donde la vida de fe de una comunidad cristiana, es expresada de una manera comprensible y significativa. Y para que haya “comprensión” y “signo”, no se puede eludir descubrir con qué signos esa comunidad se hace comprender… ¡también en la fe! 1. Principios antropológicos Daré sólo algunas ‘pistas’ para transitar por ellas y ver si podemos ahondar en este tema crucial. a. Las culturas son formas colectivas de expresión y modos de relacionarse. Estos bienes de la tradición son entregados, de generación en generación, y contribuyen a la identidad y personalidad de los adherentes. b. Sin embargo, ninguna cultura es un sistema cerrado. El contacto con otras culturas provoca una suerte de tensión interna que favorece a los así interrelacionados. c. Cuando los miembros de una cultura entran en relación con los logros de una civilización y cultura más vigorosas, el resultado puede ser una cierta pérdida de identidad. Esto es un hecho, por lo menos durante un cierto período de tiempo. d. Todas las culturas están inmersas en un proceso histórico de cambio. Aceptar la posibilidad de nuevos desarrollos es algo saludable. Pero la apertura no debe ser ingenua, sino que debe buscar un crecimiento orgánico donde no se pierdn los valores básicos de la propia tradición. Una cultura vital requiere fidelidad al pasado y apertura a posibilidades futuras. e. El encuentro entre diferentes culturas y grupos puede ser mutuamente beneficioso si sus interlocutores dialogan. El monólogo es empobrecedor, pero un trabajo responsable de inculturación exige un estudio serio y global del problema. 3 f. La inculturación de valores espirituales no puede ser parcial o limitada a su sola esfera, sin que abarque a los demás valores que hacen al fin integral del hombre. 2. Métodos de inculturación de la Liturgia Son una aplicación específica de los principios que gobiernan el proceso de inculturación de los valores espirituales enumerados antes. Podemos dar cuatro reglas básicas: a. El proceso debería comenzar con un conocimiento adecuado de la peculiariedad de la liturgia cristiana, así como de las reglas y costumbres de la cultura particular. Si así no se lo hiciere, el engarce sería falso, pues se debe constituir una unidad. b. La inculturación de la Liturgia no puede aislarse de la inculturación del Evangelio en otros aspectos de la vida, pues la Liturgia no es un pegote o un postizo, sino la expresión simbólica de toda la vida cristiana en una comunidad, y su acabamiento y perfección (fons et culmen…). Tiene que estar apoyada en una catequesis y reflexión teológica que también tengan en cuenta la cultura desde la cual se impulsa y realiza. c. La inculturación tendría que realizarse teniendo también en cuenta a otros cristianos y no-cristianos, pues hay ‘algo’ en la cultura de un pueblo determinado, que es común a todos los hombres, si en realidad es un valor. Pero es evidente que debe mirar primero a la comunidad católica. d. Al comenzar la tarea de inculturación de la Liturgia, las dimensiones menos comprometedoras en estructura y contenido, deberían ser tratadas en primer término (y aquí creo que entran las celebraciones ligadas a la religiosidad popular y las Liturgias de la Palabra). Después habrá que considerar algunos elementos que no tocan el corazón de los ritos principales (p.ej. himnos y algunos gestos). Después de esta ‘aproximación gradual,, yendo de lo más fácil y menos conflictivo a lo más complejo, se podrá ingresar al nudo principal de los ritos litúrgicos, en orden a que la comunidad cristiana descubra allí a Dios y se vea a sí misma como orante.