Ibn Battuta, el viajero del Islam

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IBN BATTUTA
un bereber conduce un camello en el desierto
del Sahara, Marruecos, país natal de Ibn Battuta.
¿El Marco Po lo de Oriente?
Se le ha descrito así en múltiples ocasiones, pero de hecho el árabe Ibn Battuta
recorrió mucho más que el veneciano y con unos objetivos muy distintos.
Cristina Sáez , periodista
h i sto r ia y v i da 53
IBN BATTUTA
caravana en una ilustración del Atlás catalán,
1375. Biblioteca Nacional Francesa.
L
a historia de Ibn Battuta, el más
conocido e importante de to­
dos los aventureros musulma­
nes de la Edad Media, comien­
za en Tánger, ciudad en la que
nació en 1304 en el seno de una familia
culta y acomodada. Se cuenta que su pa­
dre era un cadí, un magistrado islámico,
por lo que creció rodeado de libros que
probablemente hacían volar su imagina­
ción. Quizá fueron aquellas primeras lec­
turas las que empujaron a aquel mucha­
cho a emprender un vasto periplo que
duraría treinta años y unos 120.000 km.
Se adentró en territorios poco conocidos;
salvó el pellejo en diversas ocasiones hu­
yendo de ataques piratas y tormentas;
compartió lecho con todo tipo de muje­
res exóticas; esquivó el envite de la peste
negra; y contó sus aventuras y desventu­
ras con profusión de detalles en una rih­
lah, o libro de viajes. Ese relato, traduci­
do en Occidente como A través del islam,
constituye el retrato más fiel que existe
sobre la historia y la geografía del ámbito
musulmán durante la Edad Media.
Camino a La Meca
Reza una vieja sentencia de san Agustín
que “el mundo es un libro y aquellos que
no viajan solo leen una página”. Visto así,
Ibn Battuta fue uno de los mejores lecto­
res del mundo. Cuando contaba tan solo
21 años, se despidió de sus padres para
embarcarse en la primera de las aventu­
ras de su vida: la peregrinación a La Me­
54 h i sto r ia y v i da
ca, o el hajj, que constituye uno de los
cinco pilares del islam y precepto religio­
so para todo buen musulmán. Poco po­
día imaginar aquel muchacho, cuando
zarpó de Tánger rumbo a La Meca, que
no volvería a ver a sus padres con vida
y que tardaría más de 20 años en volver
a visitar su país. Surcó el norte africano
sin apenas detenerse hasta llegar a Ale­
jandría, la primera parada de sus viajes.
Egipto cautivó la mirada de Battuta, que
se deshizo en halagos para describir el
Nilo y las vastas y fértiles regiones que
bañaba, aunque en sus crónicas apenas
menciona las piedras del Egipto faróni­
co. Para el islam, aquella época, como las
de la antigua Grecia y Roma, constituía
un período de ignorancia, por lo que no
se le prestaba demasiada atención. De
allí, Battuta se encaminó hacia Palestina
y Siria. Llegó a Jerusalén en 1326, poco
después de la salida de los cristianos. Se
sintió abrumado por la belleza de la ciu­
dad y no reparó en alabanzas al descri­
bir la cúpula dorada de la mezquita de
Omar, donde según la tradición se halla
la mezquita de kadhimain, una de las más
importantes de Bagdad, la capital iraquí.
de cumplió con el ritual de la circunvala­
ción, el de dar siete vueltas al santuario
de la Kaaba, la Piedra Negra, en el senti­
do contrario a las agujas del reloj.
La casualidad quiso que poco después de
llegar a La Meca se cruzara con un grupo
de peregrinos venidos de Persia que se
dirigían a sus hogares. Battuta se fue con
ellos y recorrió múltiples puntos de los
actuales Irak e Irán. Un año más tarde,
apenas menciona el egipto faraónico, que
constituía para él una época de ignorancia
la piedra en que Abraham quiso sacrifi­
car a su hijo. Tras pasar el mes del rama­
dán en Damasco, se dirigió a Medina,
donde está enterrado el profeta Maho­
ma. Y finalmente alcanzó La Meca, don­
en 1327, arribaba a Bagdad, la ciudad
cantada por los poetas, gran capital de la
dinastía abasí, la de los grandes califas
derrocada por los mongoles setenta años
antes. A Battuta, Bagdad le impresionó.
La describió de forma poética en sus re­
latos como una ciudad arrasada por el
azote mongol: “Nada le queda de la glo­
ria pasada, salvo su nombre...”.
En los dominios mongoles
Battuta recorrió el Irak de los persas y se
lamentó del estado en que habían queda­
do las ciudades devastadas por los mon­
goles. En su rihlah, además, describe con
gran disgusto, por primera vez y de for­
ma clara, a los herejes del islam. Battuta
era muy religioso, lo que era de esperar
del hijo de un cadí de la ortodoxia islá­
mica, por lo que le molestaba profunda­
mente todo aquello que se apartara de lo
que marcaba el Corán. En Bagdad cono­
ció al joven Abu Said Bahadur, gober­
nante del iljanato persa. Se ganó su sim­
patía y durante algún tiempo viajó con la
caravana real, aunque luego la abando­
nó para emprender parte de la ruta de la
seda. Tras un corto trayecto retornó a
Bagdad y visitó ciudades como Tabriz,
Ispahan y Chiraz, la antigua Persépolis,
hasta que decidió emprender de nuevo la
peregrinación a La Meca y cumplir por
segunda vez con el rito del hajj. En la ciu­
dad permaneció algún tiempo y se dedi­
có a la vida religiosa, aunque pronto el
espíritu viajero volvió a apoderarse de él.
Optó por embarcarse en una larga trave­
sía por mar en la que recorrió las costas
africanas al sur de la península arábiga.
Le movía la curiosidad por ver en perso­
na qué llevaba a los comerciantes mu­
sulmanes hasta aquellas regiones, en las
que el árabe no era la lengua mayorita­
ria. Visitó Mogadiscio, Mombasa y Zan­
zíbar, ciudades en las que apenas per­
maneció una semana, hasta que llegó,
en 1331, a Kilwa, una pequeña isla fren­
te a la costa de Tanzania que durante los
siglos ix y xvi fue un importante puerto
comercial. En ella se cambiaban el oro
y el hierro de Zimbabue, los esclavos y
el marfil del África oriental por tejidos,
porcelanas, joyas y especias venidas
de Asia. Battuta quedó extasiado por la
“belleza de la gran ciudad, con edificios
construidos en piedra de coral”.
Satisfecha su curiosidad, aprovechó la
temporada del monzón para dirigirse al
golfo Pérsico en barco y alcanzar, de nue­
vo, el sur de Arabia, donde visitó la re­
gión de Omán y Ormuz. Fascinado por la
pesca de perlas que se practicaba en es­
ta ciudad, se dejó impresionar hasta tal
punto que afirma en su relato que los jó­
venes buscadores permanecían bajo el
h i sto r ia y v i da 55
IBN BATTUTA
viaje por tres
continentes
La buscada odisea de Battuta
asombra aún en nuestros días.
Constantinopla
Túnez
Sfax
lo
Malli
Qena
Luxor
Jiddah
Aydhab
Yazd
Chiraz (Persépolis)
Djibuti
A S I A
Delhi
o
Ind
Ganges
Gambay
La Meca
Zafa
MAR
ARÁBIGO
Qalhat
mali. Llama Nilo al
río Níger, error típico
de la época. Descubre
los hipopótamos y se
indigna con los locales
por comer asnos, perros e incluso carroña.
en su ciudad natal, Constantinopla. Se­
ría la primera vez que Battuta abando­
nase los límites del mundo islámico.
La joya de la corona
El viajero visitó la Constantinopla cristia­
na un siglo antes de su caída ante los oto­
manos. Y a pesar de que fue recibido por
el propio emperador Andrónico III con
todas las atenciones, Ibn Battuta se sien­
te descolocado. Cuenta con un guía que
apenas habla árabe, por lo que no com­
prende bien lo que le cuentan ni las cos­
tumbres de aquellas gentes. Eso no le
impide admirar la gran belleza de la igle­
sia de Santa Sofía. Desde la capital bizan­
Mogadiscio
Fuzhou
Quanzhou
Cantón
Chittagong
Daulatabad
Honavar
GOLFO
DE BENGALA
Calicut
Ceilán
Á F R I C A
Hangzhou
Sylhet
INDIA
Gandhar
San’a
Taizz
Adén
Pekín
CHINA
Ormuz
Medina
JO
RO
Mina
Tagada
Gogo
Damasco
Ispahan
Bagdad
Jerusalén
Bassora
R
Walata
Kermasha
MA
56 h i sto r ia y v i da
Alejandría Gaza
egipto. Al hacer referencia a las
pirámides de Giza,
habla de una sola
y “cónica”. Tal vez
no las visitara o lo
hiciese de lejos.
china. Afirma que hay
elefantes por todo el país,
lo cual es falso. Habla del
papel moneda y la abundancia de seda y porcelana. Le desarma la gran
cantidad de “infieles” y le
repugna el consumo de
carne de cerdo y perro.
Kabul
MAR MEDITERRÁNEO
Ni
Taghaza
MAR
CASPIO
Bursa
Konya
Antalya
EGIPTO
Tombuctú
Astracán
MAR NEGRO
Sinope
El Cairo
en constantinopla se siente descolocado, su
guía apenas habla árabe y no entiende nada
hizo el honor de compartir varias de sus
esposas oficiales. El marroquí se unió in­
cluso a su caravana en un trayecto hasta
Astracán, en el río Volga, y se prestó, un
poco más tarde, a acompañar a una de
las esposas del Khan, que quería dar a luz
Denizli
delhi. Entre
otras, le impacta la costumbre
hindú de la cremación de las
viudas.
IMPERIO DE
LA HORDA DE ORO
Jaffa
r
agua ¡una hora! Desde allí cruzó el de­
sierto para efectuar su tercera visita a
La Meca. Tras pasar otro año en ella, em­
prendió viaje de nuevo. Esta vez dejó
atrás la costa siria, atravesó Turquía y el
mar Negro y tomó tierra en Crimea, des­
de donde se adentró en los territorios de
la Horda de Oro, otro de los janatos del
Imperio mongol. El Khan, según el relato
de Battuta, lo recibió con gran lujo y le
E U R O P A
Trípoli
Tafilalt
ge
1 marruecos-egipto
Battuta viaja de Tánger a El Cairo, pasando por ciudades como Trípoli y Túnez.
Cerdeña
Valencia
Granada
Argel
Málaga
Ceuta
Tetuán
Tlemcen
Fez
Ní
tal vez no fuesen los 120.000 km
calculados por los más fieles a su relato,
pero en las previsiones menos optimistas
parece claro que Ibn Battuta recorrió como mínimo 100.000. Impresionante para
un hombre con los medios disponibles en
la Edad Media. En numerosas ocasiones
se ha comparado a Ibn Battuta con Marco Polo, incluso se ha dicho de él que era
el Marco Polo árabe. Obviamente, es una
visión eurocéntrica: Battuta viajó seis
años y miles de kilómetros más que Marco Polo (1254-1324), que recorrió en torno a la mitad. Sus crónicas, por otra
parte, tuvieron objetivos distintos. La del
veneciano pretendía describir rutas comerciales, de modo que reparó en productos e itinerarios y su estilo es más
enumerativo. La de Battuta refleja un
viaje movido por intereses espirituales
(y por sus imparables ganas de explorar),
resulta más descriptiva e incorpora sus
percepciones y sentimientos.
constantinopla. Por
entonces es una “insignificante
provincia griega”. Le asombra
Santa Sofía, pero decide no entrar en la iglesia cristiana.
Is. Nicobar
Male
Islas Maldivas
Qaqula
Samudra
Sumatra
áfrica oriental. Zanzíbar
es el mayor puerto de trata de esclavos del momento, y Kil­wa, con
el monopolio del oro de Zimbabue,
disfruta de un alto nivel de vida.
Mombasa
Zanzíbar
Kilwa
tina regresa a la Horda de Oro por tierras
rusas, unos páramos que ensombrecie­
ron su corazón. Eran dominios apenas
habitados cuyas gentes comerciaban con
poco más que pieles de animales. El ex­
plorador quiso continuar nada menos
que a India, donde había oído que el Sul­
tán buscaba magistrados. Battuta atrave­
só las llanuras asiáticas y comprobó una
vez más la ruina provocada por los mon­
goles. En Kabul se refiere a los afganos
como los “feroces pobladores de las mon­
tañas”. Y, por fin, el subcontinente.
India es la joya de la corona del relato de
Ibn Battuta. De hecho, dedica un tercio
de su libro de viajes a explicar los siete
años que pasa en aquel país. Le fascina su
lujo, magnificiencia y grandiosidad. El
sultanato de Delhi era una adición relati­
vamente reciente a Dar al-Islam, la tierra
del islam, y el Sultán se había propuesto
maldivas. Los locales uti­
lizan conchas como moneda
(son válidas incluso en Mali).
atraer a tantos estudiosos musulmanes
como fuera posible para consolidar su
poder. Ibn Battuta contaba con una bue­
na reputación, por lo que no le resultó
difícil obtener un trabajo como cadí.
Ya entonces Delhi era una ciudad super­
poblada, en su mayoría por hindúes, y
los musulmanes, que eran una minoría,
constituían la elite gobernante. Allí ejer­
ció de juez, lideró misiones diplomáti­
cas, prosperó y alcanzó los más altos ho­
nores bajo el paraguas del Sultán.
En su crónica, Battuta describe sin ro­
deos la crueldad, la política discriminada
y el odio que la elite musulmana aplica a
los hindúes; y es que a los árabes les re­
pugnaba su politeísmo. Pero, además, el
Sultán resulta ser un tirano sanguinario,
y el marroquí, sintiéndose en peligro, ne­
cesita desesperadamente un motivo para
abandonar la corte. El propio sultán le
Viaje realizado por Ibn Battuta
Viaje de retorno
Tramos supuestos del itinerario
dará la solución: viajar como embajador
suyo a China, lo que Battuta acepta en­
cantado. Pero ocupar su cargo tendrá sus
trabas. El aventurero zarpa de India en
dirección a las Maldivas, de donde las
autoridades, interesadas en su conoci­
miento del islam, dificultan su marcha.
Recala allí durante un año y medio y se
casa con varias mujeres isleñas de eleva­
do rango social. Valiéndose de sus dotes
como cadí, incluso intentó hacerse con el
poder, aunque no le salió bien la jugada.
Logró entonces dirigirse a Ceilán, la ac­
tual Sri Lanka, donde escaló la célebre
montaña que, según una leyenda, con­
tiene la huella de Adán. Una tormenta
destrozó las embarcaciones de la peque­
ña expedición de Battuta cuando pre­
tendía continuar viaje. Y otro imprevisto
más lo dificultó: un grupo de piratas hin­
dúes atacó al grupo y los desvalijó por
2 egipto-siria
Llega al mar Rojo, pero regresa para visitar Jerusalén y Damasco.
3 siria-arabia
De allí se dirige a Medina y La Meca.
4 arabia-persia
Bassora, Bagdad, Tabriz, Ispahan o Chiraz son algunos de sus destinos.
5 persia-arabia
Vuelve a La Meca por segunda vez.
6 arabia-áfrica oriental
Viaja de La Meca a Mogadiscio y Zanzíbar antes de regresar a Arabia.
7 arabia-horda de oro
De La Meca vuelve a El Cairo y llega hasta Crimea, desde donde se dirige a Astracán. Allí se le facilita el modo de viajar
a Constantinopla y volver a Astracán.
8 horda de oro-maldivas
Deja la Horda de Oro para desplazarse a
Delhi. Desde el sur parte a las Maldivas.
9 maldivas-china
Pasa por Ceilán en su camino a Chitta­
gong, Cantón, Hangzhou y, tal vez, Pekín.
10 regreso a marruecos
Por el camino hasta Tánger visita Alepo
y también La Meca por cuarta vez.
11 marruecos-al-ándalus
Visita Málaga, Granada, Marbella, Valencia... antes de regresar a Tánger y a Fez.
12 marruecos-mali
Cruza el Atlas hasta Mali, desde donde
visita Tombuctú. Después se dirige a Níger y de allí regresa por fin a Fez. Es momento de dejar sus andanzas por escrito.
completo. Por poco pierde la vida. La mi­
sión estaba siendo un completo fracaso,
y Battuta temía la ira del Sultán si regre­
saba a Delhi, por lo que decidió seguir
avanzando como fuese. Por suerte, en
Sumatra, el príncipe de Samudra le pro­
porcionó lo necesario para continuar. Y
consiguió alcanzar China. Desembarcó
en Quanzhou, en la provincia de Fujian.
Desde allí visitó otros puertos del im­
perio, como el de Cantón. En su rihlah
narra un viaje mucho más al norte, pero
los expertos consideran que es imposi­
ble, puesto que Battuta describe un tra­
yecto de miles de kilómetros que afirma
haber realizado en pocos días. Lo más
seguro es que Battuta no alcazara a ver
Pekín ni la Gran Muralla. De hecho, sus
descripciones en este punto, a diferencia
de otros pasajes del relato, son pobres en
anécdotas e historias personales.
h i sto r ia y v i da 57
IBN BATTUTA
tres decenios de memoria
Battuta dictó a un poeta andalusí los recuerdos que guardaba
de sus casi treinta años de aventuras por el mundo.
el estilo de yuzayy
Ibn Battuta no escribió ni una sola línea
de su rihlah, sino que contó con los ser­
vicios de un secretario, el escritor gra­
nadino Ibn Yuzayy. El marroquí le iba
dictando sus recuerdos y Yuzayy se en­
cargaba de darles forma. Esta práctica
de dictar era muy corriente en la litera­
tura tanto europea como musulmana
del momento, y se reconocía sin proble­
mas. No era en absoluto una deshonra,
más bien todo lo contrario. Sin ir más
lejos, el veneciano Marco Polo segura­
mente dictó sus andanzas a maese
Rustichello de Pisa, tal como hiciera dos
siglos después el descubridor español
Cabeza de Vaca en sus Comentarios,
entre otros muchos ejemplos.
gran mezquita de los omeyas, en Damasco,
una de las ciudades que visitó Ibn Battuta.
Con la muerte en los talones
Hacía mucho que la dinastía Yuan, de
origen mongol, acusaba debilidades, y
los saqueos de los proscritos, junto con
grandes desastres naturales, acabaron
por restarle apoyo popular. Las agitacio­
nes que sacudían China empujaron a
Battuta a emprender el regreso hacia Oc­
cidente en 1347. Tras pasar de nuevo por
Sumatra y el sur de India, decidió no visi­
tar Delhi y continuar su camino hasta Or­
muz, de donde viajó a Alepo y Damasco.
En esta última ciudad se enteró de que su
padre había muerto 15 años atrás, y la
muerte le acechará en cada esquina du­
rante todo el año siguiente, porque la
peste negra había comenzado a exten­
derse. Battuta fue comprobando los es­
tragos que causaba en su periplo por Si­
ria y Palestina. Una vez en Egipto, partió
58 h i sto r ia y v i da
nuevamente hacia La Meca para realizar
otra peregrinación. Cumplido el cuarto
hajj, el aventurero pensó al fin en volver
a casa, a Marruecos, casi un cuarto de si­
glo después de haberla abandonado.
En Alejandría puso rumbo a Túnez a bor­
do de un navío catalán que lo llevó pri­
mero a Cerdeña, que aún pertenecía a la
Corona de Aragón. Y a pesar de haber so­
brevivido a ataques de piratas y a las fu­
ribundas iras de sultanes y príncipes, a
Battuta le pudo el miedo. Los catalanes
retenían a menudo a los sarracenos a
cambio de un rescate, así que, apenas lle­
gado a la isla, volvió a embarcar y partió
a Argelia. Marruecos estaba ya al alcance
de la mano, pero poco antes de poner pie
en su Tánger natal supo que su madre
había sucumbido a la peste negra. En ca­
sa fue recibido como un héroe, y sus his­
durante un año la
muerte le acecha en
cada esquina: la peste
negra se extendía
por todo el planeta
torias llegaron a oídos del mismísimo
sultán de Fez. Corría el año 1350.
Si creyó que iba a disfrutar de una tem­
porada de sosiego, se equivocaba. Sin
tiempo para deleitarse con las mieles
del éxito, el Sultán le encargó un nuevo
viaje, de menor envergadura pero muy
importante: explorar una serie de terri­
torios africanos desconocidos, el semi­
legendario imperio africano de Mali,
donde debería comprobar de dónde
procedían los esclavos, el oro y la sal.
Antes de cumplir con esa misión, no obs­
tante, Battuta decidió hacer una incur­
sión a la península ibérica. Alfonso XI de
Castilla amenazaba con conquistar Gi­
braltar, por lo que el viajero se unió a un
grupo de musulmanes que salían de Tán­
ger con la intención de defender el puer­
to. Sin embargo, para cuando llegó, la
peste negra había matado al rey castella­
no y la amenaza había desaparecido. Se
dedicó entonces a emprender un tour por
Al-Ándalus, del que solo quedaba ya un
reducto. Pasó por Málaga y Granada, y
también por Marbella, de la que dice en
sus crónicas que es una ciudad de gran
belleza, hasta llegar a Valencia.
De nuevo en Marruecos, Battuta partió
para cumplir el encargo del Sultán. Atra­
vesó en caravana el Atlas y finalmente
arribó al imperio de Mali. Lo que vio allí
le disgustó en gran medida. En sus cró­
nicas afirma sin reparos que le desagra­
daban aquellas gentes. No le gustaba
cómo vivían y detestaba su pobreza, que
contrastaba enormemente con el lujo
del sultanato de Delhi, aunque loó su re­
ligiosidad. Tras casi un año en aquel rei­
no, un centro de comercio del oro y la
sal, decidió continuar hasta Tombuctú,
que, aunque dos siglos después se con­
vertiría en la ciudad más importante de
la región, en aquella época era todavía
pequeña y de relativo peso.
Ya en Níger recibió una orden: debía re­
gresar a Marruecos, y esta vez para que­
darse. El Sultán le exhortó a recoger por
escrito todos sus viajes. Lo hizo antes de
morir, en algún momento entre 1368 y
1377, con ayuda de un joven granadino.
Durante siglos, su libro quedaría relega­
do al olvido, incluso en el seno del mun­
do musulmán. Tuvo que llegar el siglo
xix para que se redescubriera y se tradu­
jese a varios idiomas. A través del islam se
considera hoy la cumbre de la literatura
de viajes escrita en árabe en la Edad Me­
dia. Es cierto que antes que Battuta hubo
otros, como viajeros persas del siglo xi
que narran su periplo de Persia a El Cai­
ro, o un libro andalusí que relata viajes
del Magreb a Bagdad. Pero el de Ibn Bat­
El granadino Yuzayy era un notable es­
critor y poeta que dedicó los tres meses
previos a su muerte a completar la cróni­
ca de Battuta. En el libro aparecen rela­
tos a veces sencillos junto a otros, más
elaborados, en los que se aplica para
dejar constancia de su erudición y arte
literario con numerosas florituras estilís­
ticas. En ocasiones Yuzayy reconstruyó
imaginariamente itinerarios del viaje de
Battuta (aunque se desconoce si éste
estaba al corriente de las injerencias) y
los recortó, los agrupó o los estiró con la
intención de dar un orden al relato. Esta
práctica le llevó a cometer algunos erro­
res geográficos y cronológicos, como se
sospecha que pudo ocurrir con las an­
danzas de Battuta por Pekín.
tuta es el más preciado y popular por lo
que explica y cómo lo explica. Su rih­lah,
además de cubrir más de 100.000 kiló­
metros en tres continentes, posee una
gran riqueza de datos históricos, geográ­
ficos, faunísticos, fol­clóricos y etnográ­
ficos del mundo que iba recorriendo. Na­
rró en una crónica amena y a menudo
con minucioso detalle tanto costumbres
cotidianas como sucesos asombrosos, le­
yendas y acontecimientos de los lugares
por los que pasaba, salpicando el relato
incluso de cotilleos. Sus viajes y descrip­
ciones tejen una imagen muy rica y en
primera persona de una civilización ára­
be diversa y cosmopolita, en pleno apo­
geo, que se expandía por el mundo.
Para saber más
clásicos
A través del islam. Madrid:
Alianza, 2005.
ibn battuta.
ensayo
mackintosh-smith, Tim. Viajes con un tangerino. Tras las huellas de Ibn Battuta.
Madrid: Alianza, 2005.
internet
Saudi Aramco World, vol. 51, n. 4. Especial
Ibn Battuta. En inglés. www.saudiaramco
­world.com/issue/200004/default.htm
h i sto r ia y v i da 59
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