Opinión ©2015 Prensa Diaria Aragonesa S.A. Todos los derechos reservados PDF generado el 15/04/2015 9:10:14 para el suscriptor con email [email protected] Esta publicación es para uso exclusivamente personal y se prohíbe su reproducción, distribución, transformación y uso para press-clipping MIÉRCOLES 15 DE ABRIL DEL 2015 Opinión El artículo del día 5 Desde el pupitre ‘Homo viator’ MIGUEL Miranda* Ser como Dios es la tentación de unos y otros, de los ateos dogmáticos y de los creyentes fanáticos JOSÉ Bada* o somos estatuas, ni estamos ahí como las piedras. No tenemos raíces, ni vegetamos aquí como las plantas. No nos movemos de un lugar a otro como los animales en busca de alimento y de pareja para vivir solo como uno de tantos individuos a fin de asegurar la reproducción y la supervivencia de la especie a la que pertenecen. El ser humano más que estar en sí mismo y subsistir como especie en la naturaleza, más que insistir en ello o consistir con otros, se distingue porque existe y coexiste como ser abierto en un mundo abierto. Porque sale y trasciende de sí mismo como persona. Es lo que significa «existencia» en la jerga de los filósofos. Para quienes la vida humana y la historia propiamente dicha es un trance o transito, y el hombre un caminante que trasciende. Una y otra es el camino que recorremos con un pie en el suelo y otro en el cielo –o en el aire– paso a paso, llenando el tiempo y sacando del pasado la experiencia. El pasado que pesa y pasa, y dura en sus consecuencias; el pasado en el presente –o que queda de él– es una carga cuando hay que superar lo que hemos llegado a ser para salvar lo que somos y lo que podemos ser todavía, y la inercia que nos empuja hacia abajo cuando cae por su propio peso y retrocede. El ser humano más que insistir es el que existe, el que sale y camina: es homo viator. O también una pregunta abierta. No una pregunta retórica, la que se hace por demás y se abandona, como aquella que hizo Pilatos a Cristo: «¿Qué es la verdad?» –le dijo– y la dejó caer sin esperar respuesta. Sino una pregunta sería, nece- N saria, inevitable: no un tema de conversación –académico o tertuliano– sino el problema. No lo que pensamos sobre la vida, sino la vida misma o la pregunta que somos y en que nos va la vida. Me refiero a la pregunta en la que nos entendemos incluso cuando nos malentendemos o nos desentendemos de nosotros mismos, que es la peor manera de entenderse... a sabiendas. O con mala conciencia. A la pregunta que no cesa, ya sea reprimida o mantenida. Conocida siempre y consabida, aunque no reconocida. Preguntar esa pregunta responsable- mente es reconocer, de una parte, que nos importa lo que entendemos y sabemos por ella misma: lo suficiente para poder preguntar que el sentido último de la vida no está en nuestras manos y, de otra, la necesidad de mantenerla abierta para llegar a saber lo que ignoramos si es que llega lo que está por ver y por venir: ya sea el silencio o la respuesta. Hay ateos de calidad, no dogmáticos, que mantienen la pregunta abierta. Y creyentes a granel, que la tienen cerrada a cal y canto. Yo llamaría a los primeros creyentes en la práctica, es decir, abiertos y en camino, compañeros de todos los que caminan y buscan, y algo saben: que no son Dios por lo menos, si es que existe como creen los creyentes de verdad. Y a los segundos o creyentes a granel, les llamaría meramente religiosos o ateos en la práctica, pues dicen tener la respuesta y a Dios de su parte sin duda alguna pero se engañan. Ser como Dios es la tentación de unos y otros, de los ateos dogmáticos y de los creyentes fanáticos: unos se endiosan y se cierran en banda, otros tienen a Dios en el bolsillo; aquellos no lo necesitan y estos lo domestican y se lo apropian. Unos son la cara y otros la cruz de la misma moneda. Unos y otros son en la práctica como si fueran dioses; qué digo dioses, como si fueran el mismo Dios. Por eso son incompatibles y no caben en el mismo mundo. Cuando se habla de intolerancia y de guerras de religión hay que pensar en esa moneda, en esa cara y en esa cruz, y no solo en las religiones monoteístas que se disputan el nombre de Dios en vano. Mantener la pregunta abierta en la práctica es caminar con esperanza. ¿Es eso creer? Es creer al menos que no somos Dios y renegar de los ídolos que quieren serlo. Es entrar en relación con todos los compañeros de viaje, compartir el bocadillo o el viático –si se quiere– y en todo caso la palabra, el diálogo, y entrar en comunicación o comunión sobre la base de un consenso mínimo: con un pie en la tierra –en lo que sabemos al preguntar– y otro en el aire o en lo que ignoramos al tener que hacerlo. ¿Fe o no fe? En todo caso imperfecta si esa pregunta que compartimos y nos abarca a todos no se traduce en un abrazo fraterno que no deje a nadie al borde del camino. H *Filósofo Alguacil alguacilado osa Díez está probando su propia medicina. De aquel «siempre estaré con vosotros» o algo parecido, con el que acabó su intervención cuando presentó su candidatura a la secretaría general del PSOE, transitó a la metamorfosis que le hizo montarse su partido mientras disfrutaba del sueldo de eurodiputada socialista. Cambió sin duda de discurso pero no de idea: ella siempre quiso vivir de la política, y en eso sigue. No es la única, es una especie relativamente frecuente entre los candidatos que enturbian actividad tan noble. Conocí a uno que después de ser alcalde por lo menos con tres siglas diferentes, se defendía de los que le acusaban de que cambiaba de chaqueta con excesiva frecuencia, afirmando con contundencia que él siempre había mantenido lo mismo: él quería ser alcalde. Pero al menos él encabezaba la lista y la gente le votaba. Los hay que siguen en lo mismo: hay alguno que sin más bagaje que una agrupación y un verbo florido y su necesidad compulsiva de crear neologismos (y mira que el diccionario castellano es rico y variado, pero a él le viene corto), además de una autoestima patológica que le alivia su demostrada ignorancia en todo, sus amiguetes le animan en su obsesiva y casi única idea: jubilarse en la política y eso sí, si es posible en el puesto mejor remunerado, según proclama reiteradamente. En definitiva, que Rosa Díez no es un caso raro, tiene imitadores por todos lados, en la derecha y en la izquierda. Es lo que hay, pero los tiempos están cambiando. H *Profesor de universidad R Postigo GRUPO ZETA: Fundador: ANTONIO ASENSIO PIZARRO. Presidente: Antonio Asensio Mosbah. Vicepresidente y Presidente de la Comisión Ejecutiva: Juan Llopart. Director General: Conrado Carnal. Director Editorial y de Comunicación: Miguel Ángel Liso. Directores de Área: Enrique Simarro (Prensa Regional y Plantas de Impresión), Marta Bilbao (Comercial Nacional de Prensa), Román de Vicente (Libros), Esther Tapia (Revistas), David Casanovas (Recursos Humanos). PRENSA DIARIA ARAGONESA, S.A.: Gerente: Juan José Espligares. Jefa de promociones: Marta Cagigas. Director Comercial: José Manuel Hernández. Redacción, Administración, Distribución y Publicidad: Calle Hernán Cortés, 37. 50005 Zaragoza. Teléfono centralita: 976 700 400. Fax de redacción: 976 700 458.