Bta. María de la Pasión Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María «Una vida es un camino iluminado por un rostro. Muchos lo sienten y lo viven, pero no se atreven a pensarlo» Jacques de Bourbon Busset (escritor y diplomático francés) E l rostro de Dios iluminó siempre el camino de María de la Pasión, Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María. Desde su más tierna infancia hasta el final de su vida, María de la Pasión – mujer profundamente intuitiva – se dejó conducir por el Espíritu, cada vez más consciente y maravillada de su presencia en ella y en torno a ella. ¿Quién era? ¿Cómo se dejó conducir? Hélène Marie Philippine de Chappotin de Neuville, en religión María de la Pasión, nace el 21 de mayo de 1839, martes de Pentecostés, en Nantes, Francia, de una noble y cristiana familia. Desde la infancia manifiesta eminentes dones naturales y una fe profunda, pero marcada por la rigidez y el pesimismo de una educación de tendencia jansenista. Busca conocer el sentido de lo que le rodea, y al interrogarse descubre en ella la presencia oculta de Dios. Este conocimiento será para ella un camino que le conducirá del Espíritu que habita en ella, al Espíritu presente en todos y en todo el mundo; una brecha hacia mayor luz. Será también un camino de conversión que, ayudada por su madre principalmente, logrará poner poco a poco su naturaleza intrépida, independiente y apasionada al servicio de su apertura innata hacia los demás, especialmente los pobres. Las muertes sucesivas de su prima muy amada y de sus dos hermanas la marcan dolorosamente. En abril de 1856, en unos ejercicios espirituales, hace una primera experiencia de Dios durante la bendición eucarística: “Te amaré siempre más de lo que tu me puedas amar” que la llama a una vida de consagración total. La imprevista muerte de la madre retrasa la realización. Sin embargo en diciembre de 1860, con el consentimiento del obispo de Nantes, entra en las Clarisas, atraída por el ideal de sencillez y pobreza de San Francisco. El 23 de enero de 1861, aún postulante, hace una otra experiencia de Dios que la invita a ofrecerse víctima por la Iglesia y el Papa, según expresión de la época. Esta experiencia marcará toda su vida. Sin embargo poco tiempo después, cae gravemente enferma y tiene que dejar el monasterio. Después de su restablecimiento, su confesor la orienta hacia la Sociedad de María Reparadora, y es admitida en mayo de 1864. El 15 de agosto del mismo año, en Toulouse, recibe el hábito con el nombre de María de la Pasión. En marzo de 1865, aún novicia, es enviada a India, al Vicariato Apostólico del Maduré, confiado a la Compañía de Jesús, donde las Reparadoras tienen como tarea principal la formación de las religiosas de una congregación autóctona, y otras actividades apostólicas. En Maduré, el 3 de mayo de 1866, María de la Pasión pronuncia los votos temporales. Por sus dones y virtudes es designada como superiora local y, seguidamente, en julio de 1867, provincial de los tres conventos de las Reparadoras. Bajo su dirección las obras de apostolado se desarrollan, - la paz turbada por tensiones anteriores - se restablece en las comunidades y el fervor y la regularidad vuelven a florecer. De la misma manera que Francisco de Asís encontró su camino a través de la enfermedad y de la cárcel, María de la Pasión encontrará el suyo atravesando las pruebas que le llegan de aquellos que ama: la congregación a la que pertenece, y más tarde, de los responsables de la Iglesia. Dios sigue actuando en ella… En 1874, funda una nueva casa en Coimbatur asignado a las (M.E.P.). Pero en el Maduré las tal punto de que veinte la Pasión, se ven obligadas, en María Reparadora. Se reunen en del Vicario Apostólico de Coimbatore, Ootacamund, en el Vicariato de Misiones Extranjeras de París disensiones se agravan hasta religiosas, entre ellas María de 1876, a dejar la Sociedad de Ootacamund bajo la jurisdicción Mons. José Bardou, M.E.P. « ¿A dónde me conduces?”» María de la Pasión, en 1903 Se siente responsable de sus hermanas, pero sin saber hacia dónde le conduce Dios, se deja guiar… De esta manera, se va abriendo al imprevisto de Dios que la zarandea, incomoda, sorprende, desinstala. Sin desearlo, María de la Pasión se convierte en fundadora: « He fundado el Instituto azotada como un asno …» En noviembre de 1876, María de la Pasión se dirige a Roma para regularizar la situación de las veinte hermanas separadas, y obtiene de Pío IX, el 6 de enero de 1877, la autorización de fundar un nuevo Instituto, específicamente destinado a la misión Universal, bajo el nombre de Misioneras de María. Siguiendo una sugerencia de la Congregación romana para las misiones (antiguamente Propaganda Fide), María de la Pasión abre en Saint-Brieuc, Francia, un noviciado que acoge rápidamente numerosas vocaciones. En abril de 1880 y en junio de 1882, la Sierva de Dios regresa a Roma para resolver las dificultades que persisten y que amenazan obstaculizar la estabilidad y el crecimiento del joven Instituto. El último viaje, en junio de 1882, marca una etapa importante en su vida: se le autoriza fundar en Roma una casa y por circunstancias providenciales, guiada de la mano del Padre Rafael Delabre, quien será su director espiritual y consejero, encuentra de nuevo la orientación franciscana que Dios le había indicado veinte años antes y se pone en contacto con el Siervo de Dios, Padre Bernardino de Portogruaro, ministro general de la orden de los Frailes Menores, que seguirá apoyándole en sus pruebas con paterna solicitud. El 4 de octubre de 1882, en la iglesia del Aracoeli, es recibida en la Tercera Orden de San Francisco de Asís y el 15 de agosto de 1885, su joven familia será oficialmente el Instituto de las Franciscanas Misioneras de María. Las constituciones serán aprobadas definitivamente once años más tarde, el 11 de mayo de 1896. De acontecimiento en acontecimiento, Dios la conduce y la sostiene… Y su mirada cambia sobre la Historia de las naciones y de la Iglesia, dándole el mundo como horizonte En marzo de 1883, María de la Pasión es destituida en su función de Superiora general del Instituto, a causa de oposiciones del exterior. Pero después de la investigación ordenada a este respecto por León XIII, se reconoce plenamente su inocencia y es reelegida en el Capítulo de julio de 1884. Desde ese momento con una espiritualidad madurada en el sufrimiento, podrá inspirar y apoyar la extensión de la misión del Instituto en la Iglesia. Durante los 27 años que guía el Instituto, María de la Pasión funda 88 comunidades en 24 países y 4 continentes, en los lugares más peligrosos y remotos, allí donde el Evangelio es a la vez “buena noticia” y “promoción humana.” Iluminada por el Espíritu, la ayuda de sus consejeros franciscanos, la experiencia y las vicisitudes de la vida, poco a poco van purificando sus dones de líder y su intrepidez natural. La Fundadora es una mujer abierta que se interesa por todo y en todas partes va irradiando la vida y el candor desbordante de su corazón de madre: inteligencia profunda, comprensión rápida, voluntad firme, creatividad, audacia, prudencia, energía. Su celo misionero no conoce límites para responder a las llamadas de los pobres y de los abandonados. También la promoción de la mujer y la situación social le interesan particularmente; con inteligencia y discreción ofrece a los pioneros que trabajan en este campo una colaboración que ellos aprecian mucho. Su intensa actividad y su dinamismo brotan de la contemplación de los grandes misterios de la fe. Para María de la Pasión todo confluye en la Unidad-Trinidad de Dios, Verdad-Amor, que se da a nosotros a través del misterio pascual de Cristo. Unida a estos misterios vive su vocación de ofrenda en una dimensión eclesial y misionera. Jesús Eucaristía es para ella «el gran misionero» y María, en la disponibilidad de su “Ecce” y de su “Fiat”, traza el camino de donación sin reserva a la obra de Dios. Esta mística – que contempla al “Altísimo” que habita allí donde se siente “Muy Bajo” - abre a su Instituto los horizontes de la misión universal, realizada en el espíritu evangélico de sencillez, pobreza y caridad de Francisco de Asís. Tiene gran cuidado, no solamente de la organización exterior de las obras, sino sobre todo de la formación espiritual de las religiosas. Dotada de una extraordinaria capacidad de trabajo y de colaboración, encuentra tiempo para redactar numerosos escritos de formación, y para mantener una frecuente correspondencia con sus misioneras esparcidas por el mundo, invitándolas con insistencia a una vida de santidad y de unión fraterna más allá de las fronteras. En 1900, el Instituto recibe el sello de sangre con el martirio, en China, de siete Franciscanas Misioneras de María, beatificadas en 1946 y canonizadas en el transcurso del Gran Jubileo del año 2000. Este martirio es para María de la Pasión, junto con un gran dolor, un inmenso gozo, una emoción intensa de ser la madre espiritual de estas misioneras que han sabido vivir el ideal de su vocación hasta la efusión de la sangre. Tres semanas antes de su muerte, María de la Pasión invitaba a sus hermanas a vivir este pensamiento: “Estoy consagrada a Dios: mi fin es el Amor”. Esta declaración revela la orientación fundamental de su vida, y también la fuente donde bebe, se identifica y pertenece. « Dejadme sola con Dios … » María de la Pasión Serenamente, el 15 de noviembre 1904, en Sanremo, Italia, después de una corta enfermedad, María de la Pasión va al encuentro del Dios Amor que había buscado, contemplado y amado toda su vida. Sus restos mortales reposan en el oratorio privado de la casa general de Roma. « Usted irá al Paraiso … » El Papa León XIII, el 19 de diciembre 1902 (al imponer sus manos sobre María de la Pasión) Después de un largo proceso, la curación de una religiosa que padecía “Tuberculosis pulmonar y vertebral, enfermedad de Pott”, es reconocida el 5 de marzo 2002 como un milagro concedido por Dios por intercesión de María de la Pasión, y el 20 de octubre 2002 – Jornada Mundial de las Misiones – finalmente es beatificada por el Papa Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, en Roma.