Anestésico y éteres

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ANASTÉSICOS Y ÉTERES
Anestesia significa insensibilidad al dolor. Las sustancias con
propiedad anestésica inducen generalmente la depresión del sistema
nervioso central. Por ello, al aplicarlas, debe tenerse mucho cuidad
con su concentración pero sobre todo con la cantidad que se
suministra al paciente.
En gran medida, la medicina se dedica al tratamiento de los
síntomas y, de éstos, el dolor tal vez es el más importante. Entender
plenamente las causas y la manera de controlar el dolor sigue siendo
un reto para los científicos. Este camino se inició en 1846, cuando el
dentista bostoniano William Morton utilizó por primera vez el éter
dietílico como anestésico. Antes de este hecho la cirugía no solo
provocaba una cantidad importante de muertes por la ausencia de
desinfectantes sino que, al ser extraordinariamente dolorosa causaba
también decesos pro el trauma resultante.
El éter dietílico es un buen anestésico. Es seguro para el
paciente, ya que el pulso cardiaco y respiratorio, así como la presión
arterial, permanecen normales durante su aplicación, la cual además
es muy sencilla. Sus desventajas estriban en los efectos lateral que
produce, como náuseas e irritación de las vías respiratorias. Otro
inconveniente es su alta volatilidad e inflamabilidad lo que ha dado
lugar a la búsqueda de otras sustancias que mantengas sus ventajas,
pero reduzcan sus inconvenientes. Entre los éteres más utilizados
tenemos al divinil éter, el metil propil éter y el enfluorano. Otros
compuestos que no son éteres pero que tienen ésta propiedad son el
ciclopropano (empleado en las operaciones como anestésico
mezclado con un 30% de helio), el halotano y el dióxido de nitrógeno,
llamado también gas de la risa.
El primer anestésico local efectivo e inyectable, empleado
inicialmente a finales del siglo pasado, fue la cocaína. Después de un
tiempo se descubrió que su uso producía dependencia física (se trata
de una deroga). Del estudio de sus propiedades se sintetizo en 1904
otro poderoso anestésico, la novocaína, y posteriormente la xilocaína
que se usan hasta nuestros días.
Bibliografía:
Garrita, A., Chamizo,
Iberoamericana, 1994.
J.A.
Química.
Estados
Unidos,
Addison
Wesley
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