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Como siento Elen Gruber
Sofia Bauchwitz
“Tal susto me inspirou e tal surpresa do medo de mim,
me fez correr atrás do vento...” Elen Gruber
Desde 2011, sigo los proyectos de fuerza y resistencia de Elen Gruber. Nos comunicamos siempre por Skype y las redes sociales. Nunca nos hemos visto en
persona, compartimos nuestros intereses comunes via Skype y redes sociales. Mi
interés nace porque, en aquel entonces, yo había realizado mi primer proyecto en
que discutía el cansancio de un gesto, Ao Mar o que é do Mar, 2011. Tanto a Elen
como a mí, por esas fechas, trabajábamos directamente de cuestiones de género,
de la violencia cotidiana que sufrimos como cuerpos femeninos. Si yo hablaba de
nudos y experimentaba con el bondage, ella simulaba ser cuerpos asesinados,
revisitando las escenas hechas públicas en periódicos brasileños. Desde entonces,
Elen se ha propuesto situaciones de riesgo que cuestionan la resistencia de un
cuerpo frente a otro cuerpo, frente al tiempo o frente a la naturaleza.
Elen me contó la circunstancia que la llevó a experimentar con su resistencia. Por
prescripción médica tuvo que dejar de hacer determinado tipo de esfuerzo, estuvo un largo periodo en reposo y su cuerpo empezó a debilitarse. Tras su recuperación idealizó el proyecto 12 Trabajos, donde, así como Hércules, vence, una tras
otra, distintas pruebas. Poco a poco fueron ganando simbolismos: pasó de recibir
golpes en el abdomen por 18 min o levantar pesos absurdos, en gestos absurdos,
a perseguir el sol, cazar vientos, perseverar sobre las rocas del mar como Gilliat o
plantar sus palabras en el desierto.
12 Trabajos no es una serie sobre lo que puede una mujer, reflexiona antes sobre
lo que puede un cuerpo humano. Aunque podamos comprobar que en muchas
de sus pruebas está lo tópicamente masculino (luchar, levantar peso), en otras
hay cualidades que pertenecen a los dos mundos, como la espera y la resiliencia.
La mitología de Elen Gruber me señala bellezas del cuerpo con una ingenuidad
confiada que echo de menos en el entorno artístico. Me confirma que los gestos
están ahí para ser repetidos hasta el agotamiento de formas y sentidos – ellos o
nosotros. Elen consigue, incluso, que el mirar en absoluto silencio vuelva a ser
un acto de resistencia, para más allá del boom zen-budista que la sociedad grita
estar de moda.
En el último trabajo de la serie, titulado Vale da Morte, camina por el desierto
californiano con una gran placa de metal negra en la espalda, entallada con textos que nunca leeremos. En Vale da Morte, Elen se hace mística. A esa placa, que
parece una gran ala monstruosa, la llama de O Meu Esplendor. Viendo el vídeo de
la acción, Tão quente que era, que pouco mais era morte, casi desmayamos con
Elen. Un casi de Mário de Sá-Carneiro, “um pouco mais de sol - eu era brasa”. La
oímos gritar y respirar hondo mientras intenta vestir la placa. Sentimos su peso
y vemos el esfuerzo necesario para mantenerla erguida y equilibrada para poder
caminar.
Me parece también que Elen revisita Bas Jan Ader con su idea radical y a la vez tan
ingenua de travesía. Por instantes podemos imaginarla sola en el desierto, intentando mantenerse de pie y fallando. Qué pasaría si se quedara atrapada debajo
del metal, pegada a la arena del desierto? Podría levantarse sola y continuar? Un
desierto sin fin con temperaturas medias de 50 grados, sin sombras - un cielo
que no protege. Yo imagino la posible historia de una Elen Gruber que no vuelve
del desierto, y es que a veces las travesías terminan antes de lo esperado. Pero,
por suerte, Elen sigue camino y no se rinde al cansancio, y consigue enterrar sus
palabras en la arena. Me pregunto si habrá llorado. A diferencia del titán Atlas,
carga con un peso demasiado pesado por decisión propia, como una penitencia
que busca algún resplandor. Exhausta. Un casi otro.
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