HERA, VENUS, PARIS Y LA MANZANA — Tan trágico como el

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HERA, VENUS, PARIS Y LA MANZANA
— Tan trágico como el destino de Icaro, ¿no? Seguro que para él Zeus sólo hizo uso del jarrón de los males.
—Puede que sí. Como, sin duda, ocurrió también con el pobre Paris, uno de los héroes de la guerra de Troya.
Pero en su caso fue más bien la diosa Hera quien marcó su trágico destino.
- ¿La diosa Hera?
- Eso he dicho, la diosa Hera, llamada luego Juno por los romanos. Hera fue una de las esposas de Zeus, la
más importante de todas ellas, la que el propio dios coronó, junto a él, como reina y señora del Olimpo.
Zeus y Hera —Júpiter y Juno en versión romana— son las dos grandes divinidades de la mitología.
Las bodas de ambos fueron esplendorosas, propias de dioses, como podrás suponer. Tuvieron lugar en el
paradisíaco Jardín de las Hespérides, donde fructifican las manzanas de oro y donde las fuentes manan
ambrosía de inmortalidad. Las siete hespérides o ninfas del ocaso prepararon el escenario para una boda de
ensueño. Ellas mismas danzaron día y noche en torno a las mágicas fuentes, y al final de la danza, una a una,
fueron entregando sendas manzanas de oro a la recién desposada Hera.
- Una boda de película, vaya. ¿Pero qué tiene que ver Paris en todo esto?
- No, Paris aparece en escena mucho más tarde, cuando ya Hera reinaba con Zeus en el palacio del Olimpo.
Resulta que un día, el padre de los dioses organizó un soberbio banquete con motivo de las bodas entre Tetis
y Peleo e invitó a casi todos sus compañeros olímpicos, pero excluyó a Eride, diosa de la discordia y madre
de Lete (el olvido), Limos (el hambre), Algos (el dolor) y Ponos (la pena).
La siniestra diosa, como venganza, se presentó inesperadamente a los postres y lanzó sobre la mesa una
lustrosa manzana con un rotulito que decía: «Otórguese a la más hermosa de las diosas aquí presentes».
¿Y sabes quiénes eran las tres diosas presentes? Pues ni más ni menos que Hera, reina del Olimpo y esposa
de Zeus; Atenea (llamada después Minerva por ya sabes quiénes), diosa del poder y de la sabiduría, y Venus
(denominada Afrodita por los griegos), diosa de la belleza y del amor.
- ¿Cómo, cómo, cómo...? Querrás decir Venus, denominada Afrodita por los romanos.
- No, no, he dicho bien, muchacho. Afrodita fue el nombre griego, el auténtico nombre de la diosa. Pero es que
en este caso el apelativo romano se ha impuesto de tal modo, se ha hecho, además, tan famoso, que hasta
yo mismo voy a emplear el nombre de Venus en esta historia.
Te decía, pues, que eran tres las diosas en litigio. ¡Y vaya diosas! Tan altivas las tres, que ninguna aceptó, por
principio, que cualquiera de las otras dos pudiese ser la más hermosa. Cada una arrogaba para sí el privilegio
de llevarse la manzana de la discordia.
Los propios dioses comenzaron a dividirse en bandos y a ponerse del lado de una u otra de las candidatas.
¡La más hermosa es Hera! ¡Ni hablar, Atenea es mucho más bella! ¿Pero es que no tenéis ojos en la cara?
¡Nadie en el Olimpo gana en hermosura a la divina Venus!
- ¡Oye, por lo que me cuentas, aquello fue como un concurso de belleza de los que se celebran ahora! ¡La
elección de Miss Olimpo!
- Algo parecido. Y fue tal el desconcierto a la hora de la elección, que Zeus se vio obligado a poner orden y a
nombrar un juez que dirimiese el asunto. Un juez o árbitro que no tuviese nada que ver con el Olimpo ni con la
familia divina, ya que así no habría intereses o preferencias de ningún orden que determinasen la elección.
Y Zeus pensó en París, un joven, valeroso y apuesto príncipe troyano. ¡Menudo susto se llevó cuando
Hermes, el heraldo del Olimpo, le comunicó la decisión del padre de los dioses!
Pero cuando de veras empezó a temblar de los pies a la cabeza fue cuando se presentó ante él la primera
candidata. Hera apareció en su máximo esplendor y le prometió a París que lo haría reinar sobre toda Asia.
Llegó luego Atenea, diosa de la sabiduría y de la fuerza, y prometió a París dotarlo de ambos carismas,
además de no ser derrotado jamás por sus enemigos, si era a ella a quien le otorgaba la manzana.
¡París estaba hecho un mar de dudas! Hasta ahora la elección no podía ser más complicada: las dos
aspirantes eran hermosas y las dos le ofrecían regalos a cual más tentador.
Pero faltaba Venus (Afrodita). Reflexionaba París mirando al mar, cuando de pronto, surgiendo de una ola,
brillante de espumas, apareció la diosa del amor y de la belleza.
El joven se quedó absorto, embelesado. Diosa de la belleza la llamaban y a fe que respondía con creces a tal
nombre. Jamás París había visto tanta hermosura ni tanta armonía en un cuerpo de mujer. Venus se acercó al
príncipe y le solicitó para ella la manzana.
— ¿Y qué me darás a cambio? —Contestó París—. Las otras diosas me han prometido...
—Sé que amas la belleza por encima de todo, oh gentil príncipe de Troya —lo atajó Venus— Por ello yo no te
prometo ni poder ni riquezas; si me eliges a mí, te otorgaré el amor de la mujer más bella entre las mortales:
Helena de Esparta.
París no dudó ya ni un momento. Se presentó ante el padre de los dioses, se inclinó profundamente ante él y
se expresó así:
—Ya tengo la decisión tomada, oh gran Zeus.
—Que comparezcan, entonces, ante mi presencia las tres diosas candidatas.
Así lo hicieron y nuevamente París, al verlas reunidas, sintió un sudor frío que le corría por la espalda. Pero la
decisión era bien firme. Tomó la manzana, irguió el pecho y caminó con paso decidido. Todos los dioses
olímpicos contuvieron el aliento. El joven príncipe se acercó al trío de diosas, se detuvo un instante frente a
ellas y con un gesto enérgico pero al mismo tiempo lleno de galantería, entregó el fruto a Venus. ¡Ella era la
elegida, ella era la más bella de las divinidades del Olimpo!
—Vuelvo a opinar —con todos mis respetos a la mitología — que parece un concurso de belleza de esos que
abundan en las llamadas «revistas del corazón».
—Lo que ocurre es que en este caso el final no fue color de rosa.
- Ah, ¿no?
— Trágico como pocos en la historia del mundo. La decisión del joven Paris, aparentemente inocente, trajo
como consecuencia una de las guerras más encarnizadas de la antigüedad.
— ¿Una guerra por una manzana?
— Justamente, muchacho. Al entregársela a la diosa Venus, Paris estaba desencadenando la famosa guerra
de Troya, la cantada por mí en los versos de La Ilíada, la guerra entre griegos y troyanos a causa de la belleza
de Helena de Esparta.
EL GATO EN EL ASHRAM
“Había una vez, un gurú que vivía con sus seguidores en ashram en la India.
Una vez por día, al caer el sol, el gurú se reunía con sus discípulos, predicaba y meditaban durante varias
horas.
Un día, apareció en el ashram un hermoso gato que seguía al gurú por dondequiera que él fuera.
Resultó que cada vez que el gurú predicaba, y llegaba el momento de la meditación, el gato se paseaba
permanentemente por entre los discípulos, distrayendo su atención de la charla del maestro e interrumpiendo
su meditación.
Por eso, un día, el maestro tomó la decisión de que cinco minutos antes de empezar cada charla, ataran al
gato para que no interrumpiera.
Pasó el tiempo, hasta que un día el gurú murió.
El discípulo más viejo se transformó en el nuevo guía espiritual del ashram.
Cinco minutos antes de su primera prédica, mandó a atar al gato.
Sus ayudantes tardaron veinte minutos en encontrar al gato, para poder atarlo...
Pasó el tiempo, hasta que un día murió el gato.
El nuevo gurú mandó que consiguieran otro gato para poder atarlo.
Mucho después de haber muerto ese gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato
murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino. Siglos más tarde, los
discípulos del gurú escribieron doctos tratados y extensos cánones acerca de cómo se debía atar al gato, con
qué tipo de cíngulos y hasta los diversos colores, además argumentaron acerca del importante papel que
desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.”
Anthony de Mello
EDIPO REY
Edipo Rey es una obra de Teatro escrita por Sófocles que narra la historia de Edipo, un desventurado príncipe
de Tebas, hijo de Layo y de Yocasta. Poco antes de que Layo y Yocasta se casaran el oráculo de Delfos les
advirtió de que el hijo que tuvieran llegaría a ser asesino de su padre y esposo de su madre. Layo tuvo miedo,
y en cuanto nació Edipo, encargó a uno de sus súbditos que matara al niño, pero dicha persona no cumplió
con la orden de matar a Edipo, solo perforó los pies del bebé y lo colgó con una correa de un árbol situado en
el monte Citerón, faltando a su lealtad al rey Layo y también por el horror que le producía la orden que le
habían dado.
Por ese lugar pasó Forbas, un pastor de los rebaños del rey de Corintio, escuchó los grandes lamentos y
llanto del bebé y lo recogió entregándoselo para su cuidado a Polibio. La esposa de Polibio, Peribea se mostró
encantada con el bebé y lo cuidó con cariño en su casa, dándole por nombre Edipo, que significa "el de los
pies hinchados".
Edipo creció bajo el cuidado de Polibio y Peribea, y al llegar a los catorce años ya era muy ágil en todos los
juegos gimnásticos levantando la admiración de muchos oficiales del ejército que veían en él a un futuro
soldado. Uno de sus compañeros de juegos, con la envidia que le producían las capacidades de Edipo lo
insultó y le dijo que no era más que un hijo adoptivo y que no tenía honra. Ante todo lo que había escuchado y
atormentado por las dudas, Edipo preguntó a su madre si era adoptivo o no, pero Peribea, mintiendo, le dijo a
Edipo que ella era su auténtica madre. Edipo, sin embargo, no estaba contento con las respuestas de Peribea
y acudió al oráculo de Delfos, quien le pronosticó que el mataría a su padre y se casaría con su madre, y
además le aconsejó que nunca volviese Corinto, lugar donde nació. Al oír esas palabras Edipo prometió no
volver jamás a Corinto, y emprendió camino hacia Fócida. En su viaje se encontró a un horrible monstruo, La
Esfinge. La Esfinge tenía cabeza, cara y manos de mujer, voz de hombre, cuerpo de perro, cola de serpiente,
alas de pájaro y garras de león y desde lo alto de una colina detenía a todo aquel que pasara junto a ella y le
hacia una pregunta, y si no se la contestaban, la Esfinge les provocaba la muerte.
Creonte el rey de Tebas tenía una hermana llamada Yocasta. Creonte prometió dar la mano de su hermana y
el trono de Tebas a aquel que consiguiera descifrar el enigma de la Esfinge. Dicho enigma era: ¿cuál es el
animal que por la mañana tiene cuatro pies, dos al mediodía y tres en la tarde?. Edipo que deseaba la gloria
más que nada dio respuesta al misterio de la Esfinge diciendo que era el Hombre, pues en su infancia anda
sobre sus manos y sus pies, cuando crece solamente sobre sus pies y en su vejez ayudándose de un bastón
como si fuera un tercer pie. La Esfinge, enormemente furiosa porque alguien hubiera dado la respuesta
correcta , se suicidó abriéndose la cabeza contra una roca.
Entonces Edipo se casó con Yocasta y vivieron felices durante muchos años teniendo varios hijos cuyos
nombres son: Etéocles, Polinice, Antígona e Irmene. Un día hubo una gran peste que arrasó a toda la región
sin que tuviera remedio alguno, y el oráculo de Delfos informó de que tal calamidad solo desaparecería
cuando el asesino de Layo fuese descubierto y echado de Tebas. Edipo animó concienzudamente las
investigaciones como buen rey que era pero éstas descubrieron lo que realmente había ocurrido: había
matado a Layo, su padre y se había casado con Yocasta, su madre.
Según otras versiones, el asesinato se descubrió porque Edipo le enseñó a Yocasta el cinturón del anciano al
que había matado, y que Edipo robó por su valía. Yocasta, después de este descubrimiento se suicidó y
Edipo, abrumado por la gran tragedia, creyó no merecer más ver la luz del día y se sacó los ojos con su
espada. Sus dos hijos le expulsaron de Tebas y Edipo se fue al Ática donde vivió de la mendicidad y como un
pordiosero, durmiendo en las piedras.
Con él viajaba Antígona que le facilitaba la tarea de encontrar alimento y le daba el cariño que requería. Una
vez, cerca de Atenas, llegaron a Colono, santuario y bosque dedicado a las Erinias, que estaba prohibido a los
profanos. Los habitantes de la zona lo identificaron e intentaron matarlo pero las hermosas palabras de
Antígona pudieron salvar su vida. Edipo pasó el resto de sus días en casa de Teseo, quien le acogió
misericordiosamente. Otra versión afirma que murió en el propio santuario pero antes de expirar Apolo le
prometió que ese lugar sería sagrado y estaría consagrado a él y sería extremadamente provechoso para
todo el pueblo de Atenas.
EJERCICIO CLASE
RECURSOS. FOTOCOPIAS DE TRES TEXTOS
TEMA: EL HOMBRE Y LA RELIGIÓN
SUBTEMAS: MITO Y RELIGIÓN – ESTRUCTURAS HUMANAS Y RELIGIÓN
De acuerdo con los tres textos leídos responda las siguientes cuestiones acorde al texto propuesto, texto 1; la manzana de la
discordia, texto 2; el gato y texto; 3 Edipo rey
Preguntas
Texto 1
A que cuestionamiento responde el mito
Cuál es la comprensión de los dioses para el autor, como se comportan con el hombre.
Que preguntas surgen a partir del relato
Texto 2
Que desea mostrar el autor del relato al lector
A que problemática hace referencia, por qué propone ese relato.
Texto 3
Que problemática antropológica se desarrolla en el mito
Que responde el mito en la sociedad
Que respuestas de vida surgen a partir del relato
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