Ganancia ponderal e insatisfacción corporal en pacientes tratados en un hospital de día de trastornos de conducta alimentaria. (Weight gain and body dissatisfaction in patients treated in a day hospital of eating disorders.) FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2007; 11(4) Jesús Pérez Hornero, Maria José Gastañaduy Tilve, Rafael Portugal Fernández, Maria Inmaculada Sánchez Hernández, Maria Elena Rodríguez Martínez. Unidad de Desórdenes de la Alimentación Hospital de Conxo Rúa Ramón Baltar S/N Santiago de Compostela (A Coruña). España Recibido el 05/12/07 PALABRAS CLAVE: Insatisfacción corporal, Trastornos de la alimentación, Ganancia de peso. KEYWORDS: Body dissatisfaction, Eating disorders, Weight gain.) Resumen Objetivo: El presente artículo pretende valorar el impacto que en la insatisfacción corporal produce el incremento de peso en pacientes ingresadas en un Hospital de Día de trastornos de la alimentación. Método: Se recogieron y compararon los resultados de cuestionarios que valoraban la insatisfacción corporal al ingreso y al alta del Hospital de Día en las pacientes que habían recuperado peso durante la hospitalización. Resultados: como esperábamos, no se produjo un incremento de la insatisfacción corporal en las pacientes que habían recuperado peso, mejoraron sus actitudes hacia la alimentación, su estado de ánimo y disminuyeron sus síntomas. Conclusiones: pensamos que merece la pena ser exigentes con el criterio del peso al alta, ya que ayuda a la recuperación física y no parece incrementar la insatisfacción corporal de las pacientes. Abstract Objective: The purpose of this study is to evaluate the impact of the rise of weight on the body dissatisfaction in patients treated in a Day Hospital of Eating Disorders. Method: Patients completed questionnaires for Body Dissatisfaction before and after treatment. These results were compared in patients who had gained weight . Results: As expected, body dissatisfaction wasn´t increased in patients after weight gain. Patients improved eating attitudes, mood and symptoms during the admission. Discussion: The results suggest that it is worth it to be strict about the weight criterion of discharge, since it helps in physical recovery and doesn´t seem to increase body dissatisfaction. Introducción Concepto de imagen corporal Empezaremos el artículo intentando clarificar y definir varios conceptos que conviene delimitar. Conceptos relacionados pero diferentes como son la insatisfacción corporal, la distorsión de la imagen corporal y la propia imagen corporal. Empezaremos por este último, podemos definir la imagen corporal como la manera en que una persona se percibe, piensa, siente y actúa respecto a su propio cuerpo. Debido a que en los trastornos de la alimentación, una parte importante de su patología es el miedo a subir de peso o a convertirse en obeso, la imagen corporal de estas personas está comprometida y frecuentemente distorsionada. Se trata de un constructo complejo que incluye tanto la percepción que tenemos de todo el cuerpo y de cada una de sus partes, como la experiencia subjetiva de actitudes, pensamientos, sentimientos y valoraciones así como los comportamientos derivados de estas cogniciones y sentimientos (1). Desde esta visión holista de la imagen corporal, podemos analizar el concepto de imagen corporal subdividiéndolo en los siguientes componentes (2 y 3): Componente emocional: las personas con trastornos de la alimentación vivencian su cuerpo con gran disgusto, preocupación e insatisfacción. Pueden sentir hacia su cuerpo en general o hacia determinadas partes en particular rechazo, asco, repulsión, aversión, desprecio, vergüenza, fastidio y envidia del cuerpo de quien ellas perciben como más delgadas. Experimentan un gran miedo ante la posibilidad de aumentar de peso y desean fehacientemente moldear su cuerpo a gusto y manera. Esta gran insatisfacción corporal, frecuentemente desencadena una sintomatología depresiva que varía en su intensidad de unas pacientes a otras. Este componente emocional es vivenciado con una magnitud patológica, mucho mayor que en la mayoría de las chicas sin este tipo de trastornos y con gran implicación, repercusión e intrusión en su repertorio conductual y cognitivo. Provocando un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad de la persona que lo padece. Componente conductual: Este disgusto hacia su propio cuerpo les impulsa a conductas como taparse, vestir ropa inadecuada para la época del año, no utilizar determinado tipo de prendas o en algunas a lucir y exhibir su extrema delgadez. Realizan frecuentes conductas de evitación y rituales. Así con frecuencia “a causa del cuerpo” evitan el contacto físico, dejan de arreglarse, de salir con las amigas, de ir a la playa y evitan frecuentemente situaciones donde su cuerpo pueda quedar expuesto ante los demás. Esto conlleva la triste consecuencia de ir aislándose progresivamente del resto de las personas, aislamiento que actuará como factor mantenedor de la enfermedad. Algunas evitan mirarse al espejo, mientras otras se miran continuamente alguna parte de su cuerpo (generalmente la que más les disgusta). Pueden medir el perímetro de sus caderas, estómago, piernas o pesarse varias veces al día. Esta insatisfacción con el propio cuerpo da lugar también a conductas, conocidas por todos, como realizar dietas, ejercicio excesivo, vomitar o abusar de laxantes y diuréticos. Frecuentemente, realizan conductas compensatorias (vomitar, estar el máximo tiempo posible sin volver a comer, realizar ejercicio) para evitar subir de peso tras los atracones. Conductas todas ellas que comprometen la salud y pueden poner en riesgo la vida de las personas con trastorno de la conducta alimentaria (en adelante TCA). Componente cognitivo: el tratamiento cognitivo conductual se ha mostrado eficaz en el tratamiento de los trastornos de la alimentación en general (4, 5 y 6) y de la insatisfacción corporal en particular (7 y 8). Esto es debido en parte a la gran cantidad de pensamientos y creencias irracionales que las pacientes presentan respecto a su propio cuerpo, la alimentación, la nutrición y los alimentos. Así pueden pensar que su cuerpo no puede gustar a nadie, que la mayoría de la gente está más delgada que ellas, que su cuerpo es deforme, que tiene enormes cantidades de grasa, que su cuerpo es diferente y engordará rápidamente, que un postre dulce puede hacerles engordar tres kilos o que los alimentos se convierten directamente en celulitis. Igualmente tienen pensamientos automáticos a veces poco conscientes, no tan directamente relacionados con la insatisfacción corporal pero que si magnifican las consecuencias negativas que para ellas tendría el subir de peso. Nos estamos refiriendo a ideas tales como que si suben de peso se verán más gordas y se encerrarán en casa, que nadie les aceptará ni les querrá si esto ocurre, que si su peso se incrementa se quedarán solas o que su vida será un fracaso si no siguen perdiendo peso. Además las pacientes focalizan sus pensamientos en los temas relacionados con la alimentación, prestando gran atención a los cambios y a las sensaciones de su propio cuerpo, pudiendo llegar a ser estos pensamientos y preocupaciones obsesivos. Por último, señalar que las personas con TCA atribuyen con frecuencia sus fracasos, desilusiones y frustraciones a la apariencia física. Estos pensamientos fomentan conductas nada saludables, tienen importantes consecuencias en la autoestima y en el estado de ánimo de las pacientes. Componente perceptivo: se refiere a la precisión con que se percibe el tamaño corporal de diferentes segmentos corporales o del cuerpo en su totalidad. Muchas de las pacientes con trastornos de la alimentación sobredimensionan su cuerpo cuando se les pide que valoren el tamaño o la forma del mismo. Si bien esto ocurre en las jóvenes de la población general, en las chicas con TCA, es más acentuado (9). Además esta distorsión de la imagen corporal es mayor en aquellas partes del cuerpo con las cuales las pacientes se muestran más insatisfechas. Sobre esto ha habido gran polémica y discusión acerca de si este fenómeno existe o no (10), así como sobre la idoneidad de incluirlo o no como criterio diagnóstico de la anorexia nerviosa (11). Nosotros, basándonos en nuestra propia experiencia clínica, pensamos que es cierto que este fenómeno de la sobredimensionalización o distorsión de la imagen corporal, se produce en muchas pacientes, si bien no en todas ellas. Aunque esta sobreestimación del tamaño corporal no sea un síntoma “universal” en los TCA, es un asunto de interés en términos de pronóstico e implicaciones terapéuticas (12), aunque a nuestro parecer, de todos los componentes analizados de la imagen corporal, éste no es el más importante. Lo indiscutiblemente cierto es que a las personas con TCA les disgusta su cuerpo en mayor grado que a las personas sin TCA y que esta insatisfacción tiene una gran implicación a nivel conductual, emocional, cognitivo y autovalorativo. La insatisfacción corporal juega un papel importante a la hora de prevenir recaídas, es una importante fuente de disconfort en los pacientes y forma parte esencial de este trastornos mental, negar que existe, no tratarla, u obviarla, no parece lo más acertado en una patología como ésta. Sólo teniendo en cuenta todos los componente de la imagen corporal, podemos acercarnos a como las personas con TCA vivencian, experimentan, sienten, piensan y se comportan con respecto a su propio cuerpo La alteración de la imagen corporal: concepto y evaluación Se entiende como alteración de la imagen corporal la presencia de juicios valorativos sobre el cuerpo que no coinciden con las características reales. A la hora de evaluar esta alteración de la imagen corporal, encontramos en la literatura científica dos formas principales: 1.La precisión en la estimación del tamaño corporal del sujeto. Se trata de juicios perceptivos subjetivos sobre la anchura de determinadas partes del cuerpo (por ejemplo las caderas) que se relacionan con las medidas reales pudiendo obtener de esta manera un índice de la distorsión (tamaño estimado/tamaño real x 100). Estos índices se pueden obtener de un segmento concreto del cuerpo (como las anchura de los muslos) o del cuerpo entero (dibujando la silueta). Esta forma de valoración, evaluaría básicamente el componente perceptivo de la imagen corporal al cual nos referimos anteriormente 2.Las actitudes y sentimientos del sujeto hacia su propio cuerpo. Se realiza mediante cuestionarios que valoran las opiniones, pensamientos y actitudes del sujeto hacia el peso, el cuerpo, la alimentación además de las conductas del sujeto (dietas, atracones, vómitos y purgas). Esta segunda forma de valoración evalúa los componentes emocionales, cognitivos y conductuales. Algunos autoinformes valoran más específicamente la insatisfacción corporal, como es el caso del BSQ de Cooper, Taylor, Cooper y Fairburn (1987), mientas que otros cuestionarios son más genéricos y menos específicos, como el EAT de Garner y Garfinkel (1979), que valora las actitudes hacia el cuerpo y la alimentación relacionadas con los TCA. Un meta-análisis realizado por A. R. Sepúlveda y J. A. León publicado en el 2001 (13) pretendía actualizar y complementar los resultados de otro meta-análisis realizado anteriormente por T. F. Cash y E. A. Deagle en 1997 (14) sobre la imagen corporal en los TCA. Encontraron que, tanto los pacientes con anorexia nerviosa como con bulimia nerviosa distorsionaban o sentían más insatisfacción corporal que los controles. Además la alteración de la imagen corporal era mayor en aquellos con bulimarexia o bulimia nerviosa que en los pacientes con anorexia nerviosa. La alteración de la imagen corporal encontrada, era mayor cuando se utilizaban para valorarla técnicas actitudinales o cognitivas que cuando eran utilizadas medidas perceptivas. Dentro de éstas últimas, cuando se pedía una valoración del cuerpo en partes, el tamaño del efecto era ligeramente mayor que cuando se pedía una valoración del cuerpo entero (aunque este último punto no es consistente en la literatura científica). En las conclusiones del meta-análisis, señalan que sería recomendable modificar el criterio diagnóstico para la anorexia nerviosa que se refiere a la alteración de la percepción del peso o la silueta corporales por otros términos más actitudinales, como ya lo hicieran antes otros autores como L.K. Hsu en 1982 (15). Cambios en los criterios diagnósticos de los TCA en relación con la imagen corporal En los criterios para el diagnóstico de Anorexia Nerviosa y Bulimia Nerviosa en los manuales diagnósticos estadísticos de los trastornos mentales (DSM), existe una clara evolución en el tiempo desde el componente perceptivo al afectivo/emocional. En el DSM-III (1980) se incluye como criterio diagnóstico de AN la “alteración de la imagen corporal (p. ej. sentirse gordo, incluso en estado de emaciación)”, que se modifica en el DSM-III-R (1987), aunque manteniendo el criterio perceptivo: “alteración de la percepción de la talla ó silueta, por ejemplo: se queja de que se encuentra obesa estando emaciada ó cree que alguna parte de su cuerpo resulta desproporcionada”. Existe un salto cualitativo en el DSM-IV (1994) (16) en cuanto a la incorporación del componente afectivo además del perceptivo; así, a la alteración de la percepción del peso ó silueta, se añade la “exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal”. En la última revisión de manual diagnóstico estadístico, el DSM-IV-TR (17), no se modificó este criterio diagnóstico relacionado con la imagen corporal quedando como el anterior. En cuanto a los criterios diagnósticos de la bulimia nerviosa, en el DSM-III no se hace referencia a la imagen corporal, y en el DSM-III-R sólo se menciona la “preocupación persistente” por figura y peso. El DSM-IV señala que la autoevaluación en estos pacientes está exageradamente influida por el peso y la silueta corporales. Al igual que ocurre con la anorexia nerviosa, tampoco se ha modificado este criterio en el caso de la bulimia nerviosa en el DSM-IV-TR. Llama la atención, la menor presencia de la distorsión de la imagen corporal en los criterios diagnósticos de la bulimia nerviosa, cuando algunas investigaciones afirman que en estas pacientes la sobreestimación del tamaño corporal es mayor que en la anorexia. Material y método El objetivo de este estudio es valorar el impacto que sobre la imagen corporal tiene el incremento de peso en pacientes con trastornos de la alimentación ingresadas en un Hospital de Día de una unidad especializada en el tratamiento de TCA. Hemos valorado también la repercusión de este incremento de peso en otras variables psicológicas que consideramos de interés, como son las actitudes hacia la alimentación, la frecuencia de las conductas bulímicas, el estado de ánimo, la autoestima y el ajuste social de las pacientes. Podría parecer lógico pensar, que las pacientes al incrementar su peso, experimentasen un aumento en su insatisfacción corporal al percibirse menos delgadas. A nuestro parecer, la insatisfacción corporal está más relacionada con el propio trastorno de la alimentación que con el peso real que la paciente tenga. Esperamos que si la paciente mejora en su enfermedad la insatisfacción corporal disminuirá (o al menos no se incrementará) aunque el peso aumente Seleccionamos las pacientes que habían sido ingresadas en el Hospital de Día y que durante su estancia en él hubiesen recuperado peso. Se recopilaron datos como el sexo, edad, diagnóstico, días de estancia y peso ganado De la batería protocolaria de autoinformes de evaluación psicológica que se administra a las pacientes tanto al ingreso como al alta, seleccionamos aquellos cuestionarios que nos interesaban para el desarrollo de nuestra investigación. La primera variable que necesitábamos medir era la insatisfacción corporal. Para ello utilizamos la puntuación total del Body Shape Questionnaire (BSQ) de Cooper, Taylor (18), que valora la insatisfacción y el grado de ansiedad que las pacientes experimentan respecto a su propio cuerpo, peso y figura corporal. Está compuesto por 34 ítems y el punto de corte se sitúa en 105 puntos. Seleccionamos del Eating Disorders Inventory (EDI) de Garner , Olmsted y Polivy (19) dos de sus subescalas, concretamente las escalas IC (Insatisfacción Corporal) y MA (Motivación para adelgazar) por ser las que más se adecuaban a los objetivos del presente artículo. Esta última escala ha recibido diferentes nombres al ser traducida del inglés (Drive for Thinness) al castellano, entre otros tendencia a la delgadez e impulso a adelgazar (IA). Con objeto de evaluar la frecuencia y gravedad de los síntomas bulímicos como la frecuencia de atracones, la existencia de vómitos o la presencia de otras conductas purgativas, utilizamos la puntuación total que las pacientes obtuvieron en el Bulimic Investigatory Test Edinburgh (BITE) de Henderson y Freeman (20). Por último, con el fin de poder mostrar unos resultados más generales sobre las actitudes hacia la alimentación de las pacientes, recogimos la información que el Eating Attitude Test (EAT) de Garner y Garfinkel (21) nos ofrecía tanto al ingreso como al alta, cuando las pacientes ya habían experimentado la subida de peso. Consta de 40 ítems, existe una versión reducida de 26 y su punto de corte para diferenciar población patológica de la no patológica se sitúa en 30 puntos. Para valorar el estado de ánimo de las pacientes y su autoestima, utilizamos respectivamente el Beck Depression Inventory (BDI) de Beck, Ward, Mendelson, Mock y Erbaugh, (22) y la Rosenberg Self-Esteem Scales (RSES) (23) por haber sido utilizados frecuentemente en la literatura científica en los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Por último, para valorar los cambios que por el incremento ponderal pudieran producirse en las relaciones sociales de las pacientes, utilizamos la Social Adjustment Scale (SAD) de Watson y Friend (24), que como las anteriores escalas es de contrastada fiabilidad, validez y frecuentemente utilizada también con pacientes con anorexia y bulimia nerviosas. En nuestro Hospital de Día las pacientes reciben un tratamiento multidisciplinar, donde intervenimos endocrinólogos, psiquiatras y psicólogos además del personal de enfermería. Las pacientes acuden de lunes a viernes pasando el fin de semana en sus casas. El horario es de nueve de la mañana a cuatro y media de la tarde. Durante su estancia en él desayunan, comen, guardan los reposos y reciben las terapias psicológicas. El tratamiento psicológico que reciben es de corte cognitivo-conductual y en su mayor parte grupal. Las técnicas más frecuentemente utilizadas son la discusión de pensamientos irracionales y la resolución de problemas además de la relajación. No hay un grupo específico para tratar los problemas de imagen corporal, si para los problemas interpersonales (Entrenamiento en Habilidades Sociales). No recibieron por tanto los pacientes que participaron en este estudio un programa de tratamiento estructurado y específico para la insatisfacción corporal. Con respecto a estos programas, es necesario decir que han sido varios los estudios publicados, con resultados prometedores en el tratamiento de la distorsión de la imagen corporal, utilizando técnicas tan distintas como la exposición al espejo (25) o la realidad virtual (26) y que se han ido desarrollando tras los primeros programas de tratamiento cognitivo conductual dirigidos específicamente al tratamiento de la imagen corporal (27 y 8). Por último, señalar que los criterios de alta de nuestro Hospital de Día son tener un índice de masa corporal (IMC) al menos de 20 y estar dos semanas realizando alimentación completa y sin síntomas bulímicos. Resultados Un total de 18 pacientes formaron parte del estudio al cumplir todos los requisitos necesarios para poder participar: haber estado ingresados en el Hospital de Día, subir de peso durante su estancia en éste y tener cumplimentados todos los cuestionarios que seleccionamos tanto al ingreso como al alta. Todos los pacientes fueron mujeres, excepto un varón. Su edad media fue de 21,3 años (4.1 su desviación típica), con un rango de edad que osciló desde los 16 años del paciente más joven a los 31 del de mayor edad. La estancia media de ingreso en el Hospital fue de 78,8 días (41.2 su desviación típica) variando mucho de unos pacientes a otros, básicamente en función del peso que tenían que recuperar para conseguir los criterios de alta. La estancia más larga fue de 180 días, mientras que la más corta fue de 21 días. Respecto al peso medio ganado por cada paciente fue de 5.8 Kg. con una desviación típica de 3.3. El peso medio de ingreso fue de 51 Kg. (IMC = 18.9) y el de alta de 56.8 (IMC = 21). Habiendo aquí también gran variación de unos pacientes a otros, desde los 12.5 Kg. que hubo de recuperar uno de ellos hasta los 1.5 Kg. que subió el que menos incrementó su peso. De los 18 pacientes que participaron en el estudio, 3 fueron diagnosticados de Anorexia Nerviosa Restrictiva, otros 3 de Anorexia Nerviosa Compulsivo-Purgativa, 8 de Bulimia Nerviosa Purgativa, 1 cumplía los criterios de Bulimia Nerviosa no Purgativa y por último 3 de ellos de Trastorno de la Conducta Alimentaria no Especificado (TCANE), siempre utilizando los criterios diagnósticos del DSM-IV. Presentamos en la Tabla 1 los datos más relevantes en la descripción de la muestra de pacientes que participaron en el estudio; en la Tabla 2 las puntuaciones medias obtenidas por los pacientes en los cuestionarios administrados antes y después de su ganancia de peso señalando las diferencias que se mostraron estadísticamente significativas; y en la Tabla 3 mostramos las correlaciones entre la ganancia de peso y las puntuaciones obtenidas en los cuestionarios sobre imagen corporal. Por último ofrecemos en la Gráfica 1 un diagrama de barras para mostrar el cambio de las puntuaciones. Tabla 1: Descripción de la muestra Tabla 2: Puntuaciones medias antes y despues de la ganancia de peso Tabla 3: Correlaciones entre ganancia de peso e insatisfacción corporal Gráfica 1: Puntuaciones medias antes y después de la ganancia de peso Como esperábamos, no encontramos correlación positiva significativa entre el incremento de peso durante el ingreso y la insatisfacción corporal medida tanto con las subescalas del EDI (MA e IC) como con el BSQ. Por lo tanto, disminuyó la Insatisfacción Corporal y la Motivación para Adelgazar, aunque sólo ésta última se mostró estadísticamente significativa (se utilizó como estadístico de contraste la prueba de Wilcoxon para datos apareados). Respecto a las actitudes hacia la alimentación (valoradas con el EAT), estas se hicieron menos patológicas, aunque las puntuaciones siguen siendo más altas que el punto de corte comúnmente establecido (30 puntos) para diferenciar personas con y sin TCA. No obstante la disminución fue estadísticamente significativa, como también lo fue el decremento en las conductas bulímicos evaluados a través del BITE. Respecto al estado de ánimo, la autoestima y el ajuste social, valorados mediante el BDI, el RSES y el SAD, todas las puntuaciones mejoraron, aunque sólo el resultado del BDI se mostró estadísticamente significativo. Subió por tanto el estado de ánimo de las pacientes, se incrementó su ajuste social y su autoestima, aunque estas dos últimas no de manera estadísticamente significativa. Discusión y conclusiones Como acabamos de señalar, la insatisfacción corporal de los pacientes no aumentó al alta con respecto al ingreso aunque su peso subió en todos ellos (5,8 Kg. de media). Además mejoraron su estado de ánimo, sus actitudes hacia la alimentación, sus conductas bulímicas y disminuyó su motivación para adelgazar. Estos resultados tienen una gran importancia a la hora de decidir los criterios de alta de la hospitalización, en nuestro Hospital de Día exigimos como uno de los criterios de alta un IMC igual o superior a 20. No parece que la decisión de pedir un IMC “exigente” incremente la insatisfacción corporal en los pacientes. A la hora del tratamiento psicológico es conveniente tener en cuenta que en la insatisfacción corporal intervienen otros aspectos como la autoestima, el estado de ánimo, las conductas compensatorias, las conductas de evitación, los comentarios recibidos, etc. Todos estos factores influyen y no sólo el peso, por lo tanto un incremento ponderal, no tiene porqué ir acompañado necesariamente de un incremento en la insatisfacción corporal. Resultados semejantes han obtenido Benninghoven, Jürgens, Mohr, Heberlein, Kunzendorf y Jantschek (28), en un estudio recientemente publicado. Realizaron su investigación con pacientes anoréxicas y bulímicas ingresadas utilizando un programa de ordenador (Somatomorph Matrix) para medir imagen corporal percibida y deseada y un análisis de la bioimpedancia para medir la grasa corporal real. Como medida de autoinforme utilizaron el EDI-2. Ambos grupos mejoraron significativamente en la puntuación total del EDI-2 y en la escala de Insatisfacción Corporal de este mismo test. Además, y a pesar de la ganancia de peso, la discrepancia entre imagen corporal deseada y real, no se incrementó en pacientes con anorexia nerviosa, existiendo una mejoría en la tolerancia a cambios corporales. Respecto a las pacientes con bulimia nerviosa, al final del tratamiento siguen sobrestimando el tamaño de su cuerpo, pero en menor medida que al ingreso. Concluyen los autores argumentando que la imagen corporal percibida al final del tratamiento era más realista. Las investigaciones realizadas hasta el momento, parecen apuntar pues hacia el mismo sentido. La respuesta a la pregunta ¿aumenta la insatisfacción corporal de las pacientes con TCA que recuperan peso? parece ser un no; al menos cuando esta recuperación se produce dentro de un contexto terapéutico como es el Hospital de Día. Bibliografía 1. Raich R.M.. Imagen Corporal, conocer y valorar el propio cuerpo. Ediciones Pirámide. Madrid. 2000. 2. Thompson, J. K. Body image disturbance: assessment and treatment. New York: Pergamon Press. 1990. 3. Cash P.J., Pruzinsky, T. (eds.). Body images: development, deviance and change. New York: The Guillford Pess. 1990. 4. Fairburn C.G. A cognitive behavioural approach to the management of bulimia. Psychological Medicine, 11, 707-711. 1981. 5. Saldaña C. Tratamientos psicológicos eficaces para trastornos del comportamiento alimentario. Psicothema, vol. 13, nº3, 381-392. 2001. 6. Mitchell J.E., Halmi K., Wilson G.T., Agras W.S., Kraemer H. and Crow S. 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