183 BOLETÍN DE LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA caza de cabezas humanas, que es una derivación de aquél. Sabemos que la antropofagia de los primitivos es debida en parte «á ideas metafísicas acerca de las relaciones entre el cuerpo y el alma. T o dos los pueblos llegan á pensar que las cualidades psíquicas están íntimamente ligadas con ciertas porciones del cuerpo y que comiendo de éstas aumenta uno en su mismo cuerpo y en su espíritu estas cualidades» (Cari Vogt).. En la civilización malaya la antropofagia está en relación con el culto del cráneo y con la caza de cabezas. Las víctimas de tan lúgubre costumbre son únicamente hombres, pertenecientes á los enemigos heridos ó muertos en combate. Después de la comida los cráneos y huesos largos se cuelgan en la casa destinada con especialidad para recibir los trofeos. Está comprobada la antropofagia en la época paleolítica por los hallazgos de las cuevas de Krapina y Antelias. Insistiremos sobre una particularidad de este último yacimiento, cual es la de que entre los hallazgos de restos humanos escasean los restos de cráneos. Semejante idea religiosa cae dentro de la caza de cabezas. «¡No, esta costumbre no es horrorosa! Es una antigua costumbre, una bienhechora costumbre, que nos legaron nuestros padres y abuelos.. Nos procura la felicidad, cosechas abundantes y aleja de nosotros la enfermedad y el dolor. Los que antes eran nuestros enemigos se convierten en nuestros guardianes, en nuestros amigos y en nuestros bienhechores.» Así se expresaba un viejo cazador de cabezas, de Borneo, preguntado por esta costumbre por W . H. Furness, 1902. Según Reche (1913), el fin de procurarse cráneos humanos no esotro que el de apropiarse no tan sólo de las almas de los parientes y amigos, sino también de las de los enemigos. Así se explica la costumbre de cazar cabezas y la derivación de esta costumbre del culto al cráneo. Será siempre difícil averiguar si entre los cráneos paleolíticos encontrados aisladamente los hay debidos á la caza de cabezas. Es muy probable que así sea, á propósito de lo cual diremos aquí que Piette ya había hecho constar en sus excavaciones que «jamás se encuentran en los niveles (cuaternarios) más que los cráneos, las mandíbulas y las dos primeras vértebras, el atlas y el axis». Breuil nos dice que Piette veía en estos extraordinarios hallazgos «un vestigio de trofeos de guerra: cabezas de enemigos llevadas á la gruta donde con intención fueron rotas». El mismo Breuil se había fijado también en la sorprendente fre-