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J U L I O
78
20
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Exploración de las
percepciones infantiles
ante desastres naturales
(huracanes): estudio de niños
en Granada
Lorita Joseph
Reconstrucción en
el territorio Arauco,
un desafío con perspectiva
de derechos
Cecilia Pérez
De desastres,
políticas y públicos
Patricio Miranda
Co-autores: Claudia Atala,
Romina Zenteno y Francisco Gatica
Estrés y el burnout como
riesgos en los escenarios
laborales después de la
emergencia:
conceptualizaciones y ejes de
análisis para la gestión preventiva
en las organizaciones
Karin Roa
Los adultos mayores
como un recurso
Escuela de
Trabajo Social
en la reconstrucción
del país
Claudia Reyes
Testimonios y
narraciones
para comprender
y resignificar el
terremoto del 27
de febrero.
Aproximación a las
experiencias autobiográficas
de una generación
de jóvenes chilenos
Gabriela Rubilar
Género y sequía:
experiencias de mujeres
australianas
en la sequía de 1990
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence
e Ian Gray
Facultad de Ciencias Sociales
J U L I O
78
20
10
Exploración de las
percepciones infantiles
ante desastres naturales
(huracanes): estudio de niños
en Granada
Lorita Joseph
Reconstrucción en
el territorio Arauco,
un desafío con perspectiva
de derechos
Cecilia Pérez
De desastres,
políticas y públicos
Patricio Miranda
Co-autores: Claudia Atala,
Romina Zenteno y Francisco Gatica
Estrés y el burnout como
riesgos en los escenarios
laborales después de la
emergencia
conceptualizaciones y ejes de
análisis para la gestión preventiva
en las organizaciones
Karin Roa
Escuela de
Trabajo Social
Los adultos mayores
como un recurso
en la reconstrucción
del país
Claudia Reyes
Testimonios y
narraciones
para comprender
y resignificar el
terremoto del 27
de febrero.
Aproximación a las
experiencias autobiográficas
de una generación
de jóvenes chilenos
Gabriela Rubilar
Género y sequía:
experiencias de mujeres
australianas
en la sequía de 1990
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence
e Ian Gray
Revista Trabajo Social
Julio / No 78 / 2010
FICHA TÉCNICA
La Revista de Trabajo Social es una publicación semestral de la Escuela de Trabajo Social
de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Revista fundada en 1970. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos,
citando la fuente. ISSN 0716-9736 Santiago/Chile.
Director responsable
Mg. Margarita Quezada Venegas
Editora
Ph.D. © Carolina Muñoz Guzmán
Comité Asesor Editorial
Mg. Margarita Quezada
Directora de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Ph.D. © Fabiola Cortez-Monroy
Sub-directora de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Ph.D. Teresa Matus
Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Mg. María Olga Solar Silva
Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Ph.D. Rodrigo Flores
Académico de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Mg. Liliana Guerra
Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected]
Ph.D. Pablo Salvat
Académico del Departamento Ciencias Políticas y Gobierno UAH, [email protected]
Ph.D. Aldo Mascareño
Director del Departamento Sociología Universidad Alberto Hurtado,
[email protected]
Ph.D. Leonardo Onetto
Académico de la Escuela de Trabajo Social Universidad Católica de Valparaíso,
[email protected]
Comité Asesor Internacional
Mg. Maestra Graciela Casas Torres
Escuela de Trabajo Social UNAM, [email protected]
Ph.D. Lena Dominelli
School of Applied Social Science, University of Durham, [email protected]
Ph.D. Edward Lawlor
George Warren Brown School of Social Work, Washington University in St. Louis,
[email protected]
Ph.D. James Midgley
University of California, Berkeley, [email protected]
Ph.D. José Paulo Netto
UFRJ Brasil, [email protected]
Prof. Alberto Parisi
Universidad Nacional de Córdoba, [email protected]
Ph.D. Ana María Quiroga
ISER Río de Janeiro, [email protected]
Ph.D. Margarita Rozas
Universidad de la Plata, [email protected]
Prof. Saúl Karsz
Asociación Prácticas Sociales de París, [email protected]
Ph.D. Luis Zayas
Professor George Warren Brown School of Social Work, Washington University
in St. Louis, [email protected]
Diseño y Diagramación
Diseño Corporativo UC
Impresión
Andros Impresores
Escuela de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales
Universidad Católica, Campus San Joaquín.
Vicuña Mackena 4860, Teléfono: 0056-2-354 4606, Fax: 0056-2-354 4667
www.trabajosocialuc.cl
Escuela de Trabajo Social
Pontificia Universidad
Católica de Chile
Sumario
5Editorial
7
Exploración de las percepciones infantiles
ante desastres naturales (huracanes): estudio
de niños en Granada
Exploring children’s perceptions of natural
disasters (hurricanes): A study of children in
Grenada.
Lorita Joseph
17 Reconstrucción en el territorio Arauco:
un desafío con perspectiva de derechos
Reconstruction in Arauco territory: A rights
perspective challenge
Cecilia Pérez
25 De desastres, políticas y públicos
Disasters, policies and citizens
Patricio Miranda, Claudia Atala,
Romina Zenteno y Francisco Gatica
35 Estrés y el burnout como riesgos en
los escenarios laborales después de la
emergencia: conceptualizaciones y ejes de
análisis para la gestión preventiva en las
organizaciones
Stress and burnout as risks in the labor place
after the emergency: conceptualizations and
axes of analysis for the preventive management
in organizations
Karin Roa
47 Los adultos mayores como un recurso
en la reconstrucción del país
Elderly as a resource in the national
reconstruction
Claudia Reyes
55 Testimonios y narraciones para comprender y
resignificar el terremoto del 27 de febrero.
Aproximación a las experiencias
autobiográficas de una generación de jóvenes
chilenos.
Stories and narratives for understanding and
meaning February 27’s earthquake.
Approach to the autobiographical experiences of
a generation of young Chileans
Gabriela Rubilar
65 Género y sequía: experiencias de mujeres
australianas en la sequía de 1990
Gender and drought: Experiences of Australian
women in the drought of the 1990s
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence
e Ian Gray
Editorial
En la madrugada del 27 de febrero de este año, un
terremoto de magnitud 8,8 grados Ritcher sacudió
a nuestro país, enfrentándolo a uno de los desastres
naturales más grandes de su historia, el segundo
sismo en intensidad, después del experimentado el
año 1969 en Valdivia y el séptimo movimiento telúrico más fuerte en la historia moderna del planeta.
Las zonas más afectadas por el terremoto fueron las
regiones de Valparaíso, Santiago, O’Higgins, Maule,
Bíobío y la Araucanía que acumulan más de 13 millones de habitantes, cerca del 80% de la población
del país. Cerca de 500 mil viviendas resultaron con
daño severo y se estiman un total de 2 millones de
damnificados. Como si esto no fuera suficiente para
devastar estas regiones, aquellas que tienen costa se
vieron afectadas por un fuerte tsunami que destruyó varias localidades.
Un desastre natural de la magnitud del experimentado en Chile trae una estela de consecuencias, de
las que aún no tenemos efectiva y precisa cuenta. Sabemos que no pasarán inadvertidas en el desarrollo
del país, no sólo en su la economía, infraestructura,
salud y educación, sino también que en la experiencia personal de cada chileno y chilena, donde el
sentimiento de caos, impotencia, y pérdida puede
ser más desolador que cualquier otro.
Dentro de esta catástrofe, la desigualdad que tiñe el
desarrollo de Chile más que nunca quedó en evidencia, mostrando quiebres sostenidos en el tejido
social y faltas de inclusión social de diversos grupos
de la población. Ante este escenario, los trabajadores sociales nos hemos sentido particularmente
convocados a participar en la reconstrucción del
país, pero ¿cuánto saber acumulado tenemos en
Chile para implementar acciones especializadas en
esta área?
Al parecer hasta la fecha el enfrentamiento de los
desastres en Chile ha tenido una base precaria
de instrucción académica, y esto se constituye en
un desafío urgente para el Trabajo Social chileno.
Porque en el mundo, la disciplina ha avanzado
en estas materias; es más, enfrentado hoy al cambio climático y sus implicancias, el Trabajo Social
internacional investiga crecientemente sobre estos
temas. De acuerdo a la declaración política NASW*
sobre Desastres, se establece que los trabajadores
sociales son “especialmente adecuados para interpretar el contexto de desastres, para abogar por
servicios efectivos, y proporcionar liderazgo en la
colaboración esencial entre las instituciones y organizaciones” (NASW, 2003).
Situados en el contexto nacional el Trabajo Social
está llamado a anlizar la situación desde una lógica
conceptual integral orientada a generar estrategias
de intervención para el desarrollo de las localidades
afectadas.
El esfuerzo que este número 78 de la Revista Trabajo Social hace, es justamente acumular evidencia y
reflexiones que favorecen el desarrollo incipiente en
nuestro país de la temática Trabajo Social y Desastres, un eje que hace de la emergencia una urgencia
de investigación sobre procesos sociales asociados
a los desastres y sobre intervenciones que aborden
tanto la emergencia como propuestas de desarrollo
que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las
personas y las comunidades.
Margarita Quezada Venegas
Directora
Escuela de Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile
* Asociación Nacional de Trabajo Social de los Estados Unidos de América, la asociación de trabajadores sociales con más miembros en el
mundo.
7
ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 7-16
Exploración de las percepciones infantiles
ante desastres naturales (huracanes):
estudio de niños en Granada
Exploring children’s perceptions of natural disasters
(hurricanes): A study of children in Grenada
Lorita Joseph
Lorita Joseph es alumna de Doctorado en la Unidad de Trabajo Social de la Universidad de las Antillas, San Agustín, Trinidad.
Se desempeña como trabajadora social en el cargo de orientadora en el Ministerio de Educación, en la División de Servicios de
Apoyo Estudiantil. Correo electrónico: [email protected]. Dirección postal: 328, Papourie Road, Diamond Village, San
Fernando, Trinidad.
Resumen
Este artículo se centra en las experiencias relativas a un huracán de dieciocho niños de Granada.
Si bien se ha estudiado de manera extensa el estrés y las maneras en que los adultos enfrentan
este tipo de desastres, poco se sabe acerca de los niños con respecto a este tema, en particular
en la región del Caribe. Utilizando los marcos de Investigación-Acción, Teoría Fundamentada y
Metodologías de Investigación Centradas en el Niño, en este estudio cualitativo se emplearon
los juegos y procesos de Teatro en Educación para ayudar a que los niños utilizaran el “lenguaje”
innato del teatro para revelar, explorar y expandir su conocimiento acerca de sus percepciones y
experiencias relativas a la vivencia de un desastre natural. La información recabada de las perspectivas de los niños resulta importante para comprender cómo viven los desastres naturales y,
más aun, para que dicha información se utilice en el desarrollo de respuestas en políticas y programas que son relevantes considerando las características de los niños y niñas y sus contextos
específicos. En la investigación se descubrió que los niños/as son increíblemente resilientes y que
suelen buscar elementos dentro de su propio ambiente para lidiar con situaciones de esa naturaleza. Existen diversas implicancias para la práctica y la investigación, que incluyen reconocer las
fortalezas de los niños y aceptar sus experiencias como válidas.
Palabras claves. Desastres naturales, niño/niños, resiliencia, normalidad, percepción, preparación.
Abstract
This article focuses on the hurricane experiences of eighteen children from Grenada. While stress
and the ways in which adults cope with it has received much attention, little is known about
children in this area, especially within the Caribbean region. Using the frameworks of Action Research, Grounded Theory and Child Centered Research Methodologies, this qualitative study used
the games and processes of Drama-in-Education to help children to use their innate “language”
of drama and dramatic play to disclose, explore and expand their understanding of their perceptions and experiences around living through a natural disaster. Information from children’s perspectives is important in understanding how they experience natural disasters and further, to use
that information to develop policy and programmatic responses that are relevant to children’s
geographies and specific to their contexts. The study found that children are amazingly resilient
and often draw on elements within their environment in finding ways to cope. There are several
implications for practice and research which include recognizing children’s strengths and understanding their experiences as having validity.
Keywords. Natural disasters, child/children, resilience, normalcy, perception, preparedness.
9
Lorita Joseph
Introducción
Abraham Lincoln dijo una vez: “Un niño es una
persona que continuará lo que tú comenzaste. Se
sentará donde estás sentado tú ahora, y cuando te
marches; se preocupará de aquellas cosas que tú
consideras importantes. Puedes adoptar todas las
políticas que desees pero la manera en que se lleven a cabo depende de él. Él tomará el control de
nuestras ciudades, iglesias, escuelas, universidades
y empresas... El destino de la humanidad está en
sus manos”. Esta declaración del Presidente Lincoln debería ser un argumento convincente para
hacer intervenciones con aquellos niños* que han
sido víctimas o testigos de eventos traumáticos.
Las experiencias traumáticas en la infancia determinan la manera en que los niños ven el mundo,
especialmente en cuanto a seguridad, riesgo, daño,
pérdida, protección e intervención, y pueden tener
una influencia en las expectativas de recurrencia de
amenazas, de una falta de intervenciones protectoras y/o de impotencia, que pueden regir la vida y el
comportamiento de un niño.
Cuando las personas se convierten en víctimas de
desastres naturales, sus vidas pueden volcarse en
diversos niveles. Además del evidente daño físico y
de las consecuencias económicas, las personas pueden quedar con profundas heridas emocionales y
psicológicas que pueden tardar años en sanar. En
septiembre de 2004, el huracán más fuerte que había azotado al Caribe en la última década, dejó a la
isla de Granada totalmente devastada. El Huracán
Iván, de categoría 4, golpeó Granada con vientos
sostenidos de 185 km/hora. Cuando terminó el
desastre, treinta y siete personas habían muerto,
el noventa por ciento de las viviendas de Granada
estaba en ruinas; la gente perdió sus pertenencias
y su sustento. Miles quedaron sin agua, electricidad y servicios telefónicos, y había una escasez de
alimentos. Además, diversos saqueos de locales comerciales y hogares desprotegidos exacerbaron una
situación que ya era dramática.
Ubicada en el Caribe, Granada forma parte del
Archipiélago de las Antillas y es la más sureña de
las Islas de Barlovento. El país consiste en la isla
principal de Granada y dos islas Granadinas, Petite
Martinique y Carriacou. La población estimada de
Granada es de 100.000 personas y el país vive de
la exportación de nuez moscada, plátanos y cacao,
además del turismo. Con un área de 214 kilómetros
cuadrados, Granada se ubica en un cinturón de hu-
racanes y tiene una temporada de huracanes entre
junio y noviembre. A medida que continúa el cambio climático, la vulnerabilidad de Granada ante los
huracanes aumenta y, tal como quedó demostrado
con Iván, en menos de ocho horas la infraestructura
socioeconómica vital del país, incluyendo viviendas, servicios públicos, instalaciones turísticas y la
producción agrícola comercial y de subsistencia sufrieron daños incalculables.
Durante los meses posteriores al desastre, la población de Granada intentó lidiar con los efectos
traumáticos del Huracán Iván. La gente se vio
forzada a alojar con familiares y amigos, algunos
debieron vivir en improvisados refugios de lona y
otros intentaron recuperar su sustento. En ese momento, un porcentaje importante de la población de
Granada eran niños. Los niños son particularmente
vulnerables a las situaciones altamente estresantes y traumáticas relacionadas con desastres y sus
consecuencias. Los traumas pueden abrumar el sentido de control, de conexión y de vida en un niño.
Pueden causarle miedo, impotencia y aislamiento.
Pueden interferir en la habilidad que tiene un niño
para desarrollar un sentido de equilibrio funcional
con el mundo y pueden poner en peligro su sentido
de seguridad y protección.
Discusión conceptual
De acuerdo a Brock, Lazarus y Jimerson (2002:
435-450), los desastres naturales pueden ser particularmente traumáticos para niños y jóvenes.
Pueden resquebrajar el sentido de seguridad y normalidad de un niño, porque usualmente toda su
comunidad ha sufrido el mismo impacto y existe
la necesidad de reubicarlos cuando su hogar y/o su
comunidad han sido destruidos. Estas experiencias
pueden tener como resultado una variedad de temas particulares y problemas para hacer frente a la
situación, lo que puede poner a prueba la capacidad que tiene la familia para disminuir o aumentar
el trauma, las reacciones emocionales y las técnicas
para enfrentar el problema.
Haciendo referencia específica a los huracanes, Brock et al señalan que “por lo general, los huracanes
se predicen con días o incluso semanas de anticipación, dando a las comunidades... y a las familias
tiempo para abastecerse y así estar preparados. Sin
embargo, al mismo tiempo estas actividades pueden
generar temor y ansiedad. Si bien es posible advertir a las comunidades acerca de un posible riesgo,
* En este artículo se usará genéricamente niño o niña, para referirnos tanto a niños como a niñas. N.E.
10
Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada
siempre existe incertidumbre con respecto a la ubicación exacta donde golpeará el huracán. Cuando lo
hace, las víctimas son testigos de intensos truenos,
lluvias, relámpagos y vientos, de modo que pueden
existir reacciones agudas de miedo durante los meses siguientes. Tormentas posteriores pueden gatillar
reacciones de pánico en algunos niños. Entre las reacciones inmediatas a un huracán se encuentra un
agotamiento emocional y físico. En algunos casos, los
niños pueden sufrir de culpabilidad del sobreviviente
(por ejemplo, debido a que ellos no sufrieron daño,
mientras otros resultaron heridos o muertos)”.
El impacto de los desastres naturales va más allá de
los efectos físicos, que suelen derivar en diversos
tipos de estrés, a nivel tanto social como psicológico. De acuerdo a algunos estudios en los que se
analiza el impacto de desastres naturales en niños y
adolescentes, existen consecuencias emocionales y
conductuales negativas en diversos grados. Las investigaciones han demostrado que cuando un niño
se ve expuesto a un evento traumático, sus características individuales, su acceso a asistencia social,
los acontecimientos de su vida y su estilo de enfrentar el problema tienen un impacto en la respuesta al
estrés del niño. La intensidad de sus reacciones dependerá de factores de riesgo como la exposición al
acontecimiento en sí, lesiones propias o la pérdida
de un ser querido, el nivel de apoyo de sus padres
o tutores, la separación de su hogar o comunidad,
el nivel de destrucción física y riesgos preexistentes, como una experiencia traumática previa o una
enfermedad mental (La Greca, Silverman, Vernberg
y Prinstein;1996: 712-723; Brock, Lazarus y Jimerson; 2002: 435-450).
Incluso si no han resultado heridos físicamente
durante un desastre, la respuesta emocional de los
niños puede ser intensa. Pueden irritarse fácilmente,
volverse emocionalmente dependientes y apegados,
o distantes y reservados. Si bien son pequeños y parecen no comprender lo que sucede, los niños se
ven afectados tanto como los adultos. Las reacciones a un trauma pueden surgir inmediatamente tras
el evento traumático o días y semanas más tarde, y
la respuesta al trauma por lo general depende de la
edad del niño. De acuerdo a Henahan (2001), “los
niños en edad escolar tienen la capacidad de comprender la permanencia de una pérdida a partir de
un trauma... ya que su pensamiento es más maduro
[que los preescolares], su comprensión del desastre
es más completa”. Los niños en edad escolar pueden
volverse más retraídos o agresivos, y pueden verse
particularmente afectados por la pérdida de objetos que atesoraban o de sus mascotas. De acuerdo
a las Directrices para la Educación en Situaciones
de Emergencia y Crisis de UNESCO, las reacciones
de los niños a esta edad pueden clasificarse en tres
categorías: Regresivas, Emocionales/Conductuales y
Fisiológicas.
Tabla I
Categorías de Reacciones de Niños a Traumas en Base a las Directrices para la
Educación en Situaciones de Emergencia y Crisis de UNESCO
Reacciones regresivas
•Creciente competencia con
hermanos menores
•Apego excesivo
•Llantos o quejidos
•Deseo de ser alimentados o
vestidos
•Regreso a hábitos que habían
abandonado
Reacciones emocionales/conductuales
•Fobia escolar
•Retraimiento de grupos de juego
y amigos
•Retraimiento de contacto familiar
•Irritabilidad
•Desobediencia
•Temor al viento, lluvia, etc.
•Incapacidad de concentración
y disminución del rendimiento
escolar
•Comportamiento agresivo
•Conversaciones repetitivas acerca
de sus experiencias
•Tristeza por pérdidas
•Sobre-reacción a crisis o cambios
en el ambiente
Reacciones fisiológicas
•
Dolores de cabeza
•
Quejas por problemas visuales o auditivos
•
Picazónyrasquidopersistente
•
Náuseas
•
Alteraciones de sueño,
pesadillas
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Lorita Joseph
Los niños y la resiliencia
Los niños son sorprendentemente flexibles, a pesar
de que pueden verse afectados profundamente por
un trauma. Parecen tener una capacidad innata para
ser resilientes; para resistir o recuperarse de las adversidades. Norman (2003: 3) define la resiliencia
como “la capacidad de recuperarse ante condiciones adversas o adaptarse exitosamente a ellas”.
De acuerdo a la autora, la resiliencia se debe a la
“interacción de dos condiciones: factores de riesgo
–acontecimientos estresantes o condiciones ambientales adversas que aumentan la vulnerabilidad
de los individuos– y la presencia de factores protectores personales, familiares y comunitarios que
moderan las vulnerabilidades y los protegen contra
ellas”. Por tanto, resulta importante estudiar la interacción entre la experiencia que viven los niños
ante un huracán (factor de riesgo) y la presencia
de características/dinámicas personales, familiares
y comunitarias (factores protectores), con el fin de
determinar si esto los ha ayudado a mejorar su resiliencia durante el período de trauma.
Los niños resilientes demuestran una adaptación y
un ajuste positivos en condiciones en las que podría
esperarse que ocurriera un fracaso considerable de
las capacidades para lidiar con la situación, debido
a niveles inusuales de estrés. Los niños resilientes
exhiben de manera consistente una perspectiva
optimista, auto-eficacia, auto-disciplina, habilidades para resolver problemas y relaciones de crianza
sostenidas. De acuerdo a Goldman (2004), entre
las señales de que se está frente a un niño resiliente se encuentran la habilidad para recuperarse, la
capacidad de tener valor, la disposición a conversar acerca de sus sentimientos, el don de la risa,
la motivación para salir adelante y la capacidad de
pedir ayuda.
Es importante señalar que Goldman y otros autores que hacen mención a la resilencia escriben
desde perspectivas occidentales, y que estas señales
o indicadores de resiliencia pueden variar dentro
de una sociedad caribeña, en base a diferencias
culturales, religiosas y sociales. Por ejemplo, Goldman postula que una señal de un niño resiliente
es la disposición a conversar acerca de sus sentimientos. No obstante, esto puede resultar difícil en
sociedades caribeñas, donde el axioma “los niños
deben verse y no escucharse” es un modo de vida
arraigado y es, por lo general, muy difícil para los
niños tener un espacio para conversar o compartir.
En esas sociedades, los niños aprenden a permanecer callados y es posible que no siempre estén
dispuestos a conversar. Es por ello que la falta de
12
disposición a conversar por parte de esos niños
puede no ser una señal de vulnerabilidad o una falta de resiliencia, sino un indicador de socialización
y de conductas aprendidas.
Metodología
En esta investigación cualitativa se utilizaron técnicas de Teatro en Educación para explorar las
percepciones de los niños frente a desastres naturales (huracanes). Los principales objetivos fueron:
1. Investigar las percepciones de desastres naturales
desde la perspectiva de niños.
2. Explorar los significados que los niños dan al
concepto de preparación para desastres.
3. Mejorar la resiliencia en los niños.
4. Dar a los niños una voz.
En el estudio participaron dieciocho niños: 14 niñas y 4 niños de entre nueve (9) y once (11) años,
provenientes de diversos contextos socioeconómicos. La investigación se realizó respetando por
completo los derechos del niño y cumpliendo con
los procedimientos éticos de la Universidad de las
Antillas.
Análisis y hallazgos
Se realizó un análisis temático de la información, estudiando algunos de los temas principales basados
en los objetivos y la bibliografía, además de temas
nuevos que emergieron en el estudio.
Percepciones
Los niños en esta investigación tenían gran claridad
en su comprensión y articulación de un desastre natural y un huracán como algo que causaba daño/era
destructivo. A la hora de definir un desastre natural, solieron dar ejemplos de sus distintos tipos, por
ejemplo, huracanes, tornados, tormentas, volcanes,
salidas de mar e inundaciones. Sin embargo, estos
ejemplos iban acompañados de descripciones de
destrucción que incluían la muerte de personas, la
destrucción de casas y edificios, la destrucción de
aldeas y comunidades, la caída de postes de electricidad y árboles y la caída de techumbres. Además
de describir un huracán mediante las características
de vientos fuertes y lluvia, los niños lo vieron como
un fenómeno causado por Dios y, de hecho, un niño
lo describió como “algo que mata a las personas por
todas las cosas malas”, mientras otro dijo que era
“algo que hace Dios para demostrarle a las personas
que Él nos creó”.
Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada
Experiencias
El 100% de la muestra provino de los dos sectores más fuertemente golpeados durante el Huracán
Iván y, como resultado, vieron y vivieron gran parte
de la destrucción que ocurrió. Cuando se les pidió
que describieran qué los había asustado más acerca
de Iván, al menos un 80% escribió acerca del daño
que habían visto y vivido, además de la pérdida de
familiares, amigos, mascotas y pertenencias (como
juguetes y ropa) o la posibilidad de perderlos. La
intensidad del impacto de esta experiencia; haber
visto la destrucción, haber perdido a seres queridos
y haber vivido en primera persona las dificultades a
la hora de la reconstrucción y la vuelta a la normalidad, parecieron traducirse en una preocupación por
las personas a su alrededor. Cuando llegó el Huracán Emily (9 meses después de el Huracán Iván), la
preocupación de los niños giraba en torno al bienestar de los demás, que incluía ancianos, mujeres
embarazadas, personas sin hogar y otros que aun se
encontraban en el proceso de reconstruir sus casas
y vivían en estructuras no terminadas.
Sentimientos
El miedo fue el sentimiento más mencionado y discutido en este estudio. Los niños expresaron tener
miedo en torno a diversos elementos de su experiencia.
1. La llegada de Iván: Si bien ninguno de ellos había vivido un huracán antes, el haber escuchado
historias del Huracán Janet, que golpeó Granada
en 1955, además de haber visto las emociones
(miedo y ansiedad) de algunos de los adultos en
su ambiente, sirvieron para crear una sensación
de miedo en los niños. Muchos de ellos mencionaron este miedo como pensar en que morirían.
La presencia de vientos fuertes y lluvia abundante antes de la llegada de Iván también exacerbó
este miedo. Para algunos, este miedo se vio realzado con la llegada del Huracán Emily.
2. Falta de conocimiento y lugares seguros: Muchas
familias desconocían la ubicación de albergues u
otros lugares seguros a los que podían acceder
antes, durante o después del Huracán Iván. Había muy pocos albergues designados y muy poca
información acerca de los mismos antes del Huracán Iván. De ese modo, las familias debieron
crear “lugares seguros” durante el Huracán Iván,
como por ejemplo “escondiéndose en el baño,
escondiéndose bajo la cama, escondiéndose bajo
una mesa, yendo a la parte baja/subterráneo de
la casa, quedándose en el pasillo, durmiendo en
el auto”. Además, el “lugar seguro” de algunos
albergues resultó no ser muy seguro, ya que muchos albergues sufrieron la pérdida de sus techos
y se inundaron. Esta situación fue aun más grave
con la llegada del Huracán Emily, ya que no solo
persistía la escasez de información acerca de los
albergues, sino que la mayoría de los edificios designados como albergues no estaban listos para
su uso.
3. Fenómenos climáticos: El viento, los truenos, la
lluvia y los relámpagos sirvieron para aumentar
aun más el miedo durante ambos huracanes. Los
niños mencionaron el sonido del viento mientras
se arremolinaba alrededor de las casas, levantaba los techos y avanzaba rápidamente dentro de
algunos hogares. De hecho, la “realidad” de vivir
el viento, en especial durante el Huracán Iván,
podía sentirse en los relatos de los niños y su
convicción de haber “visto” el viento. El 100%
de los niños que vivieron el Huracán Iván dijeron
haberse sentido aterrados y atemorizados por el
fenómeno.
Normalidad
En el contexto de esta investigación, se definió la
normalidad como la existencia de constantes en la
vida de un niño. Estas constantes incluían la familia
y la presencia de la familia, los espacios familiares
y las rutinas. La normalidad involucraba aquellas
cosas que eran predecibles acerca de la vida de un
niño y que les permitía predecir el mañana en base
al hoy.
Un número considerable de niños vivió una pérdida
de la normalidad en sus vidas por diversos medios:
• Muerte de un familiar o amigo
• Pérdida de una mascota
• Pérdida de pertenencias
• Pérdida de/Daño a su hogar
Cuando se les preguntó qué los entristecía más acerca de sus experiencias, los niños mencionaron en
su mayoría el extenso daño del que fueron testigos,
la pérdida de mascotas, juguetes, seres queridos y
lugares. Algunos niños lo explicaron como “ya nada
parecía normal”. Esta pérdida de normalidad significaba que sus vidas diarias se habían transformado,
muy pocas cosas eran predecibles y la existencia de
constantes como los lugares para vivir, la presencia
de seres queridos/familia, las posesiones más atesoradas y las rutinas parecieron haber sido arrasadas
con un solo acontecimiento.
El regreso a la normalidad fue el indicador de/res13
Lorita Joseph
puesta a lo que hacía más felices a los niños en el
contexto de sus experiencias frente al huracán.
Algunos niños mencionaron su felicidad a nivel
personal, por ejemplo, haber recibido mascotas o
juguetes nuevos, haber visto cómo sus casas se reconstruían y haber podido regresar a sus hogares,
haber obtenido una casa nueva y haber podido estar
con sus familias y sus amigos nuevamente. La pérdida de espacios y, de manera más específica, espacios
de vida, pereció haber tenido un impacto importante en muchos de los niños que debieron abandonar
sus hogares debido a que resultaron dañados o
destruidos. Comentaron con gran tristeza el haber
tenido que dejar a sus familiares cercanos para irse
a vivir con parientes o, muchas veces, el problema
que significó para sus familias el tener que buscar
casas para arrendar o tener que compartir viviendas
con vecinos y amigos. Otros hablaron acerca de su
felicidad a un nivel más amplio, por ejemplo, “Yo
fui más feliz que nunca cuando reconstruyeron Granada. Fui más feliz que nunca cuando todo volvió
a la normalidad y Granada comenzó a surgir nuevamente”.
Resiliencia
La resiliencia de los niños se hizo muy evidente desde dos puntos de vista:
1. Sus respuestas afectivas actuales ante fenómenos
climáticos (viento, lluvia y truenos) y su racionalización de estas respuestas.
2. Su cognición con respecto a qué es lo mejor que
se puede hacer ante un huracán y qué actos cambiarían sobre sus experiencias ante el huracán.
Como se mencionó anteriormente, el 100% de la
muestra y el 74% de la muestra dijeron haberse
sentido aterrados por el viento, la lluvia y los truenos durante el Huracán Iván y el Huracán Emily,
respectivamente. Un 60% de la muestra admitió
aun sentir miedo ante estos fenómenos después de
Iván. Sin embargo, esta cifra descendió a un 40%
de su respuesta actual de miedo (después de Emily). Las explicaciones de la reducción en este factor
de miedo y un aumento correlacionado en sentirse
bien, seguros, y no sentir miedo envuelven la racionalización de los niños de que ya han vivido dos
huracanes, saben cómo suena el viento y la lluvia
en esos momentos en comparación al modo en
que suenan ahora. Es por ello que pueden suponer
que no vendrá otro huracán (la evaluación de los
factores de riesgo y la evaluación realista del medioambiente por parte de los niños) y se embarcan en
un distanciamiento adaptativo de su experiencia.
14
El otro elemento que contribuyó a que sintieran
menos miedo fue el estar con la familia o con un
miembro de la familia, o en sus escuelas, con sus
profesores. Por tanto, la presencia de un ser querido (generalmente un adulto) les otorgó un nivel de
protección y seguridad (factores protectores a través
del ambiente).
Las experiencias que tuvieron los niños en ambos
huracanes han servido para organizar sus percepciones y cogniciones con respecto a qué es lo
mejor que puede hacerse para garantizar su propia
seguridad. En gran medida, las acciones que emprendieron fueron expresadas en la idea/concepto
de preparación. Entre estas estrategias se encontraba la importancia de acudir a un albergue/lugar
seguro, escuchar las noticias, recibir información
adecuada de antemano y animar a sus familias a que
protejan sus pertenencias, empacar, aprovisionarse
de alimentos y agua y tener a mano un equipo de
emergencia. Los niños también mencionaron el permanecer en calma / no dejarse llevar por el pánico,
mantenerse en contacto con la familia y los amigos,
y trabajar en equipo como elementos importantes
que ayudarán a su bienestar en caso de que ocurra
algún desastre.
Preparación
Muchas familias tenían la idea de que “Dios era
Granadino” y los cuidaría. Los niños admitieron
que por lo general sus familias no estuvieron bien
preparadas para ninguno de los dos huracanes.
Sin embargo, hubo un acuerdo generalizado en
el hecho de que las medidas de seguridad tenían
que ver con la preparación, por ejemplo, “entablar o encintar las ventanas, tener un equipo de
emergencia, aprovisionarse de alimentos y agua y
proteger documentos importantes”. Es por ello que
hubo un alto nivel de cognición acerca de cómo
estar preparados se traducía en estar seguros. Los
niños también comprendieron por qué era importante tener un equipo de emergencia y qué tipo de
elementos era necesario tener en dicho equipo. En
un ejercicio en el que debían empacar un equipo
imaginario de emergencia, algunos de los elementos
que se incluyeron fueron vendas, toallitas con alcohol, una linterna, pilas, algodón, bolsas de basura,
clavos, un martillo, alcohol, un cuchillo, folletos
informativos, agua, un abrelatas y una radio, por
mencionar algunos. Un niño incluyó lasaña y otro
agregó chocolate. Durante la discusión, los niños
señalaron que esos alimentos no durarían mucho y
que tal vez deberían comérselos de inmediato. Esto
demostró comprensión acerca de productos pere-
Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada
cibles y no perecibles y se llegó a una conversación
al respecto. Sin embargo, tal vez apunta a algo más
fundamental para los niños y la preparación ante
desastres. Para los adultos, la lasaña y el chocolate pueden parecer inapropiados y absurdos para
incluir en un equipo de emergencia; no obstante,
lo que estos niños probablemente querían decir es
que al prepararse para un desastre es importante
que ellos tengan elementos que los reconforten. Al
explorar esos dos alimentos, se descubrió que eran
la comida [reconfortante] favorita de estos niños y
por tanto, los niños podían estar diciendo que lo
que es absurdo para algunos es necesario para ellos,
porque los reconforta y les otorga un grado de seguridad. Al unir las ideas de consuelo y seguridad con
resiliencia, podemos inferir que este tipo de consuelo/seguridad ayuda a reforzar la resiliencia de un
niño y provee la capacidad de lidiar con una situación difícil si el niño tiene el consuelo/seguridad de
algo que es importante para él.
Esto demuestra que como adultos debemos mover
nuestras perspectivas para conceder espacio a las
perspectivas de los niños, ayudándolos a articular
lo que es importante para ellos. Además, en cuanto
a los niños, la preparación ante desastres y la ayuda
para que se sientan seguros, puede ser importante
permitir que los niños incluyan un elemento a la
lista establecida de preparación ante desastres. Esto
les permite escoger aquel elemento que les es beneficioso en términos de duración, grado de consuelo,
etc.
Seguridad y familia
Un 30% de los niños expresó sentimientos de
seguridad/sentirse más seguros una vez que los huracanes habían terminado. Para al menos un 60%
de la muestra, sentirse seguros y sus experiencias de
seguridad decían relación con permanecer con sus
familias durante las experiencias en los huracanes.
Además, un 13% declaró haberse sentido más seguros cuando estaban escondidos en lugares seguros
(en sus casas o en un albergue). No obstante, en
la discusión grupal acerca del tema, se mencionó
que si bien el estar en un lugar seguro les otorgaba
una sensación de bienestar, el elemento decisivo de
seguridad se dio al estar en estos lugares con sus
familias.
Espiritualidad
Según los relatos de los niños, Dios apareció como
uno de los primeros factores, incluso como una
explicación de la razón por la cual ocurrieron los
huracanes. Un huracán es un fenómeno de la na-
turaleza, pero es Dios quien lo envía. Las razones
por las cuales Él los enviaba variaron, pero definitivamente eran obra de Él. Además, de acuerdo a las
historias de los niños, solían pedirle orientación y
protección a Dios, rezaban y agradecían a Dios por
estar vivos.
Padres, profesores, el gobierno y seguridad
Con respecto a los padres/tutores, el 100% de la
muestra indicó que lo que más necesitaban era
consuelo y confianza. Este deseo por sentirse reconfortados se mencionó como “reconfórtame” o
“abrázame fuertemente” o “dime que estaré seguro/bien” o “abrázame, quédate a mi lado y dime que
me quieres” o “quédate conmigo, quédate cerca y
mantenme abrigado y feliz”. Esta necesidad también se expresó en términos de medidas directas de
seguridad como “me gustaría que me construyeran
un albergue” o “me gustaría que me llevaran a un
lugar seguro”. Las peticiones que los niños hacían a
sus profesores eran similares a las que hacían a sus
padres: consuelo, confianza y traslado a un lugar
seguro. Además, los niños pidieron a los profesores
que les enseñaran acerca de los huracanes y los tipos de estrategias y acciones que podían realizarse
para garantizar la seguridad, por ejemplo, “enséñame acerca de los huracanes”, “dime qué hacer para
estar seguro” y “explícame las cosas para que pueda
sentirme seguro”. Los niños sentían que el gobierno
debía construir casas más sólidas y utilizar mejores
materiales, además de construir albergues y ofrecer
lugares de refugio en tiempos de desastre. Otras peticiones al gobierno incluían ayuda financiera para
la reconstrucción y una garantía de que no habría
escasez de servicios necesarios (como servicios de
salud).
Los niños como investigadores
(entrevistadores)
A los niños por lo general se los subestima en cuanto a la comprensión y articulación de sus propias
experiencias. Escucharlos con atención y darles la
oportunidad de hablar frente a acontecimientos en
sus vidas suele demostrar que esta idea está muy
lejos de la verdad. Fue posible notar una comprensión clara de sus experiencias ante el huracán y una
claridad en sus cogniciones con respecto a estos
acontecimientos en las preguntas que hacían los
niños a sus pares durante el primer ejercicio. Además, fueron capaces de responder a las preguntas y
relatar sus historias en maneras que demostraban
que comprendían lo que había ocurrido, señalando
aquellos aspectos de su experiencia que habían sido
15
Lorita Joseph
importantes para ellos o que habían tenido un mayor impacto en sus vidas. Ya que los niños estaban
entrevistando a otros niños, surgieron elementos en
sus historias que podrían haber sido pasadas por
alto por un entrevistador adulto. Los niños entrevistadores fueron capaces de involucrarse en las
experiencias de los otros de una manera en que un
adulto tal vez podría no haber conseguido.
Conclusión e implicaciones
para la práctica
Los hallazgos de la investigación apuntan a diversos
temas prácticos:
1.El trabajo grupal es un medio eficaz para trabajar con niños que han vivido algún trauma. La
riqueza y los beneficios inherentes del proceso
dialéctico y el poder comprender uno del otro
son inconmensurables.
2.Al trabajar con esta población, resulta importante adoptar una postura en la que se reconozcan
las fortalezas de los niños. Se suele subestimar la
capacidad que tienen los niños para lidiar con estas situaciones y recuperarse de ellas y, por tanto,
es posible que sus capacidades y fortalezas estén
siendo subutilizadas y que no se estén enfocando
durante una terapia.
3.Los niños tienen la capacidad de comprender
sus experiencias y hablar de ellas y, de hecho,
realizan una reestructuración cognitiva relativa
al trauma. Sin embargo, por lo general no se los
percibe como agentes y son vistos como personas que van en camino a la adultez. Por tanto,
debido a su edad y su supuesta inmadurez, se les
niega el derecho a hablar por sí mismos, se los
desestima o se cree que no son testigos confiables
de sus propias experiencias. Esto puede tener repercusiones negativas en el trabajo terapéutico
con niños, lo que evita que los profesionales los
escuchen, evalúen y utilicen el conocimiento que
los niños pueden ofrecer. Por ello, es importante que los profesionales entiendan los puntos de
vista de los niños y la comprensión que tienen
de sus experiencias, y que descubran sus procesos de reestructuración cognitiva, ya que pueden
ofrecer señales claras sobre dónde está el niño
y pueden indicar el trabajo a realizar durante la
terapia. El desafío para los profesionales es reconocer y aceptar la validez de la voz de los niños
y, más aun, encontrar maneras en que los niños
puedan traer su propio conocimiento para las interacciones terapéuticas y de desarrollo.
16
4.El uso del proceso dialéctico en esta investigación ha puesto de manifiesto los beneficios de
los conocimientos y experiencias compartidas,
el aprendizaje resultante y la validez de que los
niños ayuden a otros niños. Por ello, puede ser
útil desarrollar programas de ayuda a pares en
las escuelas y comunidades, como una manera
de ayudar a que los niños puedan lidiar con el
trauma de situaciones de desastre y puedan desarrollar la resiliencia.
5.Deben realizarse acciones proactivas para enseñar a padres, profesores y tutores cómo apoyar
a los niños durante acontecimientos traumáticos
como son los desastres naturales. Ayudar a los
niños a lidiar con ese tipo de traumas es fundamental para los padres caribeños, especialmente
si consideramos que la región tiene una estación
de huracanes entre junio y diciembre, año tras
año. Ya que la resiliencia de los niños se ve realzada por factores en su entorno, incluyendo las
relaciones positivas con sus familias y su comunidad, es importante ayudar a que estas personas
claves desarrollen relaciones positivas de afecto
con los niños y fomentar la creación de entornos
donde los niños sientan que pueden tener una
voz y que esta será escuchada. La resiliencia de
los niños también puede realzarse mediante la
presencia de familia/padres o seres queridos en
tiempos de trauma, y esas personas constituyen
modelos de conducta que los niños utilizan. Es
importante que los profesionales ayuden a que
estas personas encuentren maneras de manejar
sus propias respuestas afectivas de manera eficaz,
y que ayuden a que los padres se conviertan en
líderes emocionales de sus hijos.
6.Al trabajar con esta población, resultan útiles
las metodologías creativas. Una de ellas es ayudar a que los niños creen diarios de vida de los
desastres, donde puedan tener un espacio para
registrar sentimientos y acontecimientos, reescribir sus experiencias traumáticas usando cualquier
medio; es decir, escribiendo, dibujando, pintando, etc. Esta estrategia puede ser sumamente útil
en aquellas sociedades donde se vive bajo el lema
“los niños deben verse pero no escucharse”, ya
que se convierte en un espacio terapéutico de expresividad.
7.Con esta población se pueden utilizar elementos
espirituales/religiosos, ya que la creencia en un
ser superior y en su protección parece realzarse
durante y después de los traumas, y puede tener
un impacto positivo en la resiliencia.
Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada
8.Los trabajadores sociales en las escuelas pueden
promover foros donde los niños puedan expresarse de manera artística/creativa con respecto a
sus experiencias traumáticas, con propósitos terapéuticos y como un modo de celebrar el haber
sobrevivido. Este tipo de expresión puede ayudar
a que los niños reconozcan sus fortalezas y los
mecanismos que han utilizado para lidiar con ese
tipo de situaciones.
Los protocolos para el trabajo con niños que han
vivido desastres naturales pueden incluir:
1.Los niños deberían participar en actividades de
preparación ante desastres. En caso de un desastre natural inminente, los niños deberían estar
incluidos en la preparación que hacen sus familias, por ejemplo, recolectando provisiones,
protegiendo sus pertenencias personales o empacando un equipo de emergencia. La participación
en este tipo de actividades puede ayudarlos a disminuir la ansiedad, ya que el niño puede sentirse
reconfortado por el hecho de que está participando en la toma de medidas para garantizar su
seguridad y bienestar y la de su familia.
2.A la hora de preparar un equipo de emergencia, se debería permitir que los niños escojan un
elemento que los reconforte y les dé seguridad.
Es posible que este elemento no cumpla con las
normas usuales sobre elementos de un equipo de emergencia, pero darle al niño la opción
de hacerlo le otorga una voz en la preparación,
aumentando su capacidad de sentirse seguro y
reconfortado durante el desastre. Los elementos pueden ser un juguete favorito, un libro o
alimentos preenvasados. La preparación de un
equipo de emergencia también puede ser una actividad simbólica, ya que representa una caja en
la que los niños pueden dejar todos sus miedos
y ansiedades, empacándolos y guardándolos. Por
ello, puede representar una contención externa
de sus sentimientos de confusión y miedo y una
llave de acceso al consuelo y la seguridad (mediante algunos de sus elementos escogidos) que
puede servir para algunos de estos miedos.
3.Se debería enseñar a los niños acerca de los
desastres naturales, es decir, qué son, qué los origina, qué esperar antes, durante y después de un
desastre natural y cuáles son las medidas de seguridad que pueden tomarse. El conocimiento es
poder, y entregarles a los niños información acerca de estos fenómenos puede ayudarlos a hacer
elecciones de manera informada y a que disminuyan en parte su ansiedad, si saben qué esperar.
Algunas maneras que sugirieron los niños de esta
investigación para entregarles esta educación
fueron: charlas en las escuelas, programas televisivos en los que los protagonistas sean niños,
distribución de folletos informativos, programas
radiales, anuncios por altoparlantes en las comunidades, folletos y volantes que pueden ponerse
en diarios y revistas, artículos en diarios y teatros
comunitarios. También sugirieron la creación de
un número telefónico para niños, donde podrían
recibir información y respuestas a sus dudas y
preguntas.
Estatutos legislativos como la Convención sobre los
Derechos del Niño de las Naciones Unidas reconocen que los niños no solo necesitan un alto estándar
de vida sino que, al garantizarlo, los niños adquieren
una voz que es escuchada para poder comprender
sus necesidades, derechos y aspiraciones. Los niños
son lo suficientemente competentes como para entender y describir su propio mundo después de un
desastre, y son los mayores expertos en cómo los
niños viven los desastres. Es por ello que se vuelve
imperativo a la hora de trabajar con niños que los
profesionales y científicos sociales los hagan participar directamente con respecto a sus experiencias.
Esta es la única manera en que la experiencia de los
niños en los mundos en los que viven y el conocimiento que dicha experiencia otorga, puedan unirse
al conocimiento formal de profesionales e investigadores, con el fin de obtener un entendimiento
mayor sobre las geografías de los niños. Para poder
ayudarlos de mejor manera, en especial después de
acontecimientos traumáticos, debemos aprender de
ellos y permitir que se obtenga información desde
la perspectivas de los niños, aumentando así la validez de el carácter agente de los niños y teniendo
un impacto en los monopolios discursivos acerca de
ellos, creando posibilidades - “incluso la menor de
las posibilidades, por el momento más corto, de ver
las cosas de una manera distinta” (Jones en Humphries 2000: 44).
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18
ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 17-23
Reconstrucción en el territorio Arauco:
un desafío con perspectiva de derechos
Reconstruction in Arauco territory: A rights perspective
challenge
Cecilia Pérez
Cecilia Pérez Díaz es asistente social de la Universidad de Concepción. Ex-ministra de MIDEPLAN y SERNAM (2002-2006),
directora nacional de Fosis (2006-2007) y ex-gerenta del Plan Territorio Arauco (2008-2010). Consultora de UNICEF en Plan de
Apoyo Humanitario Región del Biobío. Dirección electrónica: [email protected]
Resumen
El presente artículo expone algunas conclusiones-recomendaciones para el proceso de emergencia y reconstrucción que se vive en la provincia de Arauco a partir del terremoto ocurrido en Chile
el 27 de febrero de 2010 que dejó a esta zona como una de las más afectadas por encontrarse
en una de las dos zonas de fractura de las placas implicadas en el sismo. Como antecedente a
estas recomendaciones se presenta la implementación del reciente plan de inversiones públicas
ejecutado por el gobierno de la Presidenta Bachelet en la provincia, conocido como Plan Territorio Arauco, del cual se presentan en el artículo su origen y fundamentación y el resumen de
sus principales resultados. Las recomendaciones planteadas por la autora hacen referencia a la
necesidad de incorporar el enfoque de derechos en el diseño y aplicación de medidas orientadas
a la reconstrucción en la zona.
Palabras clave. Plan inversiones públicas, desastre, enfoque de derechos, reconstrucción.
Abstract
This paper presents some conclusions- recommendations for the process of reconstruction currently carried out by Arauco Territory, to face the impacts of the earthquake occurred in Chile on
February 27, 2010. The disaster left this area as one of the most affected because it was located in
one of the two fracture zones of the plates involved in the quake. As background to these recommendations, it is presented the public investment plan recently implemented by the government
of President Bachelet, known as Arauco Territory Plan, its origin and foundations as well as a
summary of its main results are discussed. The recommendations proposed by the author refer
to the need to incorporate the rights perspective in the design and implementation of measures
aimed to the reconstruction in the area.
Keywords. Public investment plan, disaster, human rights approach, reconstruction.
Introducción
La provincia de Arauco, al sur del Biobío es una
zona del país históricamente caracterizada por niveles de inversión, emprendimiento y desarrollo de
tal precariedad y rezago que podrían permitirnos
afirmar sin ambajes que hablamos de un territorio
en permanente crisis o emergencia.
Un territorio geopolítica y culturalmente escindido por sucesivas intervenciones cartográficas y
político-administrativas que en una de sus últimas
versiones (en la década de los ochenta) la convirtió
en el extremo sur-poniente de la Región del Biobío,
separándola de lo que entonces era el sur-oriente
de la misma región, hoy conocida como provincia
de Malleco al norte de la Región de la Araucanía,
haciendo caso omiso de las implicancias culturales
y territoriales en la dinámica, relaciones y cosmovisión del pueblo mapuche-Lafkenche como factores
de desarrollo e integración.
Un territorio Arauco que ha exhibido por años indicadores de desarrollo humano muy por debajo de las
medias regional y nacional, con cifras de pobreza e
indigencia que, aún siguiendo la tendencia nacional
al descenso, doblan y hasta triplican los umbrales
del país; con persistentes cifras de alto desempleo
y muy modestos estándares de logro educacional,
entre varios otros indicadores.
Al mismo tiempo, y como notable paradoja, el
territorio Arauco posee grandes riquezas y potencialidades. Un despliegue de riquezas naturales y
19
Cecilia Pérez
paisajísticas de gran diversidad, con un litoral privilegiado, una enorme reserva de biodiversidad en
sus humedales, en sus macizos de Nahuelbuta, en
sus cuerpos de agua como Lanalhue y Lleu-Lleu. Un
territorio que luego de largas e intensivas temporadas de explotación de sus bosques, sus minas y su
fauna marina, se proyecta con ilusión pero con mirada estratégica a sus propias fuentes de generación
de energías renovables como la eólica, la motomotriz o la proveniente de la biomasa.
El contraste y la paradoja, el rezago y las nuevas
oportunidades, la riqueza ancestral y la innovación,
la explotación hasta el agotamiento de los recursos
no renovables versus el desarrollo del conocimiento
y nuevo capital humano, son las coordenadas que
han dado el marco para las últimas iniciativas de
inversión pública en Arauco y que, junto al nuevo
contexto post-terremoto condicionan las posibilidades de desarrollo de un “pedazo de Chile” que
vuelve a demandar reconocimiento, prioridad, dignidad y derechos.
El Plan Territorio Arauco como
expresión de no neutralidad del Estado
Frente a desigualdades, iniquidades o discriminaciones ya sea territoriales, socio-económicas, étnicas
o de género el Estado debe inclinar la balanza en
beneficio de quienes las padecen; a través de sus
instrumentos de política, de inversión y de gestión.
El Estado no puede ser neutral, pues la neutralidad
perpetúa las desigualdades.
En virtud de este principio y bajo la administración
de la Presidenta Bachelet, el año 2006 se diseña y el
2007 se comienza a implementar en Arauco un plan
de inversiones públicas denominado Plan Territorio
Arauco.
Los tres principales elementos de soporte
para la intervención
Como pocas veces y como nunca en el caso de esta
provincia, concurrieron a la cristalización de este
modelo de respuesta pública llamado Plan Territorio Arauco algunos elementos de contexto y de
diseño político y fiscal que amerita relevar.
En primer lugar, cabe destacar que durante los 5
años anteriores al 2006, el Gobierno Regional de
Biobío diseñó una peculiar y señera estrategia de
planificación territorial que consistió en dividir el
territorio de la Región (que consta de 4 provincias y
54 comunas) en 9 territorios de planificación bajo el
principal supuesto de que la división político-administrativa que rige la Región no da suficiente cuenta
20
de las particularidades de los territorios internos y
de las relaciones sociales, culturales y económicas
que fluyen entre las comunas a partir de historias,
recursos, costumbres y vocaciones comunes. Entonces todo el instrumental público (proyectos,
inversiones, subsidios, fondos concursables, estrategias de desarrollo, entre otros) se ordena a partir
de dichos territorios, con el fin de lograr una respuesta pública de mayor integralidad, pertinencia
y equidad.
Uno de esos territorios es el territorio Arauco, único caso en que la división territorial coincide con la
político-administrativa, es decir el territorio Arauco
es igual a la provincia de Arauco con sus siete comunas: Arauco, Curanilahue, Los Alamos, Cañete,
Contulmo, Tirúa y Lebu su capital. A partir de este
modelo de gestión territorial se buscaba articular a
los actores públicos y privados del territorio para
pensar y llevar adelante un plan de desarrollo territorial con mayor incumbencia de la sociedad del
territorio.
Un segundo elemento, está dado por la prioridad
política con que se enfrenta la realidad de territorios (comunas o agrupaciones de ellas) afectadas
estructuralmente por problemas de productividad,
competitividad y empleo durante los primeros años
de la administración Bachelet. Surgen los Planes
Especiales al alero institucional de la Subsecretaria
de Desarrollo Regional (SUBDERE) del Ministerio
del Interior, destinado a comunas con altos índices
de desempleo. Ya que la realidad del empleo en la
provincia de Arauco se presentaba como un déficit
transversal del territorio, se establece la prioridad
de generar un plan especial para la zona.
Finalmente, las decisiones de política fiscal de la última década en Chile permitieron, entre otras cosas,
establecer una lógica de equilibrio macroeconómico contracíclica que proveía de mayores recursos
de gasto público para situaciones de crisis, de ahorro y de mayor generación de ingresos derivados
del precio del cobre en el último quinquenio. En
consecuencia, había un mayor stock de fuentes de
financiamiento para la inversión pública que se requería en territorios como Arauco o Chiloé.
En síntesis, prioridad política para la inversión en
territorios rezagados, ordenamiento estratégico para
la intervención en el territorio en alianzas públicoprivadas y financiamiento para inyectar nuevos
recursos al territorio.
Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos
El Plan Territorio Arauco como
disyuntiva de intervención pública
El Plan podía ser una cartera de proyectos de inversión y programas públicos para administrar por
agencia gubernamental en un plazo determinado (3
a 5 años), o se convertía en una plataforma para la
gestión territorial con procesos y resultados de corto, mediano y largo plazo y participación de actores
públicos, privados y ciudadanía. Esta nunca es una
disyuntiva unívoca, ni mucho menos una opción
fácil; y así fue en el caso de Arauco.
El Plan consistió en una cartera de más de 500 proyectos y programas de distinta naturaleza, origen
y financiamiento que en conjunto implicaba una
inversión cercana a los U$800 millones (ochocientos millones de dólares), agrupados en las áreas de
Desarrollo Social, Calidad de Vida y Desarrollo Productivo.
Los fines del Plan:
1.Generar una nueva plataforma para el desarrollo
del territorio (infraestructura)
2.Mejorar la calidad de vida de los habitantes del
territorio.
Los objetivos:
1. Mejorar la conectividad y la integración territorial
2. Dotar de nueva infraestructura para la competitividad
3. Ampliar la cobertura de servicios públicos en
educación y salud
4. Reforzar la infraestructura de servicios públicos
5. Disminuir la brecha de servicios básicos urbano-rural
6. Aumentar la cobertura y calidad de la vivienda
7. Abrir y ampliar oferta de educación superior en
el territorio
8. Impulsar el emprendimiento y el encadenamiento productivo en matriz de desarrollo
endógeno
9. Contribuir a la puesta en valor del patrimonio
cultural indígena para el desarrollo.
10.Reducir la brecha de distribución intrarregional
de la inversión pública para Arauco.
Planteada entonces la disyuntiva de intervención
frente a estos fines y objetivos, es decir, “o administramos los proyectos o gestionamos el territorio”,
sólo cabe una conclusión: Es una falsa disyuntiva. Al
menos para quienes creen en el desarrollo endógeno y la autonomía de los territorios subnacionales.
Y así se constató en la práctica. Mientras se gestionaba la recomendación técnica (RS) de un proyecto
de cámaras de frío para la Federación de Pescadores
Artesanales del Puerto de Lebu ante MIDEPLAN, al
mismo tiempo se gestionaban recursos adicionales
para explorar las opciones acuícolas del litoral del
Golfo de Arauco para la diversificación productiva
de los pescadores artesanales (gestión de cartera/gestión de territorio). Cuando se concurría a sesiones
del Consejo Regional (CORE) a justificar la solicitud
de fondos regionales para construir el primer relleno sanitario de la provincia, se hacían gestiones con
SUBDERE para captar recursos de la provisión de
residuos sólidos para capacitar a las organizaciones
sociales comunitarias en manejo medioambiental sustentable del territorio (cartera/territorio).
Asimismo, mientras se trabaja con CORFO para
adaptar su instrumental de apoyo empresarial a la
realidad de los empresarios y emprendedores de
la zona, logrando triplicar la inversión histórica de
esta corporación en activos fijos para la mipyme de
la provincia, de igual modo se gestionan recursos de
donación del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) para financiar en conjunto con el Estado un
plan de fortalecimiento de la red pública y privada
para el fomento productivo de Arauco (U$2,5 millones entre aportes del BID y contraparte nacional).
En otros ámbitos de intervención, también es posible formular y presentar un proyecto de fomento
productivo para empresarios indígenas urbanos a
fondos regionales, al mismo tiempo que se trabaja
con las comunidades indígenas, sus lonkos y sabios
para diseñar el nuevo Museo Mapuche en Cañete o
el nuevo Hospital Intercultural en la misma comuna
integrando la cosmovisión mapuche al diseño de los
edificios y a los modelos de gestión de los mismos.
El Plan Territorio Arauco como espacio
y desafío de gobernanza
El despliegue de un equipo multidisciplinario de
trabajo organizado adhocráticamente para el manejo de la cartera de proyectos del Plan, y su propia
dinámica de relaciones con los actores del territorio
y exógenos a él, permitió fortalecer y abrir espacios
funcionales y estratégicos de conversaciones nuevas
para el desarrollo del territorio.
En las instancias formales de participación
• Consejos locales de promoción de la salud
• Mesas productivas temáticas (Turismo, agroalimentaria, de la miel, de la pesca, de la hortalizas)
21
Cecilia Pérez
• Mesas Territoriales Indígenas
En los nuevos espacios de diálogo y propuestas
• El Consejo Público-Privado para el Desarrollo
Productivo del territorio Arauco, conformado
por una variada gama de actores locales, regionales, académicos, productivos de diversa escala,
municipales1.
• Alianza y Convenio Tripartito de Desarrollo del territorio Arauco entre el Gobierno Regional, la
Asociación de Municipalidades Arauco 7 y la
Empresa Arauco, entre quienes se generó una
agenda de trabajo en las áreas de Desarrollo Económico Local, Desarrollo Educacional y Cultural
y Mejoramiento de la Vivienda Social con uso intensivo en la madera.
En estos espacios de negociación y construcción colectiva de desarrollo para el territorio se embrionaba
una especie de “nuevo pacto” entre actores históricamente confrontados en sus visiones de desarrollo
y de caminos a recorrer para lograr ese desarrollo.
Desde las agencias públicas (Estado) que habían
avanzado en ampliar coberturas y expandir su acción estandarizada por el territorio pero que estaban
en deuda, entre otras cosas, con intervenciones más
pertinentes y sensibles a la realidad territorial y cultural de las comunas, o con estrategias diferenciadas
y de mayor presencia estatal en materias de fomento
productivo. Con una gran empresa y enclave exportador forestal y maderero que por décadas se había
relacionado con el territorio desde la propia naturaleza de sus procesos productivos (la explotación del
suelo, la extracción de la madera, la transformación
del bosque en celulosa y derivados, el intensivo uso
de las rutas para el transporte de su carga, etc.), potenciando y hasta sobredimensionando la vocación
productiva de todo el territorio a costa de la necesaria diversificación y encadenamiento productivo
que exige una zona como ésta. Por su parte, unos
municipios que hasta hace poco tiempo actuaban
atomizados desde sus propios límites y limitaciones
espaciales e institucionales, donde predominaban
relaciones clientelares y de asistencialismo con y
desde el Estado y la gran empresa privada.
Sin duda, este despliegue de recursos y alianzas
debe traducirse en energía para enfrentar con éxito
el desafío de la crisis y el desarrollo de larga duración en Arauco.
Los resultados de una tarea inconclusa
El 5 de marzo de 2010 era la fecha prevista para
la cuenta pública que la administración haría a la
comunidad para entregar los resultados del período 2007-2010. El terremoto y tsunami del 27 de
Febrero pusieron abrupto fin a esa agenda y a la
posterior entrega de resultados a las nuevas autoridades y equipos de trabajo2.
En lo sumario, entre 2007 y marzo de 2010 se invirtió efectivamente (gasto devengado) la suma de
$203.305.374.437 de un compromiso original de
360 millones de pesos. Más 350 proyectos ejecutados y en ejecución hasta esa fecha (70% de la
cartera total) en áreas de desarrollo como conectividad, infraestructura educacional y sanitaria,
infraestructura cultural, vivienda social y nuevos
barrios, agua y electrificación rural, fomento al desarrollo productivo y turístico, educación inicial y
superior, entre otras.
Destacan en los resultados de esta inversión:
• Nuevo Hospital Intercultural de Cañete
• CESFAM de las comunas de Tirúa y Los Alamos
• Centro de Formación Técnica de Lebu con fondos CORFO
• Ruta costera Arauco-Lebu P-40
• Pavimentación Camino Tirúa-Carahue
• Museo Mapuche “Ruka Mogen Cayu Volil” (donde viven nuestras raices) en Cañete
• Relleno Sanitario Arauco-Curanilahue
• Estadio con cancha sintética en Curanilahue
• Expansión de 9 a 42 salsa cunas y jardines infantiles, entre otros
Proyectos finalizados, otros en ejecución y varios
otros con compromiso de financiamiento en etapas previas al inicio de obras se suman a nuevas
1 Gobernación provincial, Asociación de Municipalidades Arauco 7, Universidad del Biobío, Consejo Regional, Agencia Regional de
Desarrollo Productivo, CORFO, Innova Biobío, Gobierno Regional, CORPARAUCO, Empresas Arauco, representante de la Pesca
Artesanal, representante de Empresarios Mapuches, representante de Empresarios Turísticos, representante de los Ganaderos,
representantes de Productores Agrícolas.
2 El informe final del proyecto código Nº 090204 “Fase III Gestión de proyectos del Plan Territorio Arauco” fue entregado a fines de marzo
de 2010 y consta en Unidad de Planes Especiales de SUBDERE según lo estipulado por el Comité de Asignación de Recursos SUBDEREDIPRES del Programa de Apoyo a la Gestión Subnacional de Chile.
22
Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos
iniciativas de desarrollo pero, por sobre todo, a los
nuevos emprendimientos a que obliga la catástrofe
de febrero último
Los desafíos que deja el terremoto
y tsunami de febrero de 2010:
reconstrucción con perspectiva de
derechos
Más allá del legítimo espacio de rearticulación política, administrativa y financiera que supone un
cambio de gobierno como el vivido en Chile a doce
días de la catástrofe sísmica, y respecto del cuál en
este artículo no se hará referencia, sí parece oportuno y pertinente hacer algunas reflexiones a partir de
la experiencia en el territorio Arauco.
En primer término, habrá que afirmar que hoy
más que nunca se requiere aplicar un enfoque de
derechos a las políticas, programas y proyectos a
implementar. Tanto si hacemos referencia a políticas de continuidad, como muy especialmente si
se trata de intervenciones originadas en la crisis del
terremoto existe el imperativo y compromiso legal y
moral de garantizar la validez y el cumplimiento de
los derechos de las personas, grupos y comunidades
afectadas.
Las personas que se encuentran inmersas en una
situación de emergencia son sujetos de derecho y no
objetos de caridad. En una intervención de emergencia, donde usualmente es necesario priorizar
actividades, recursos y grupos de mayor vulnerabilidad, es indispensable conservar la visión de que
los derechos humanos –en especial los de niños,
niñas, adolescentes y mujeres– son indivisibles e
interdependientes entre ellos3.
Tanto el gobierno, sus instituciones encargadas de
los preparativos, prevención, mitigación y respuesta
a emergencias, como las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria, los voluntarios y la
comunidad en general deben trabajar para garantizar el cumplimiento de los derechos de todas las
personas, como lo mínimo indispensable para una
respuesta adecuada.
El territorio Arauco es uno de esos casos que aún
antes de la emergencia se encontraban en situación
de rezago, incluidas pendientes condiciones de exclusión y pobreza, lo que aumenta su vulnerabilidad
y los expone a sufrir mayores impactos cuando un
desastre los sume en una emergencia mayor, como
es el caso.
Algunas recomendaciones para
la intervención
Además de considerar conveniente un proceso de
información del estado del arte previo y posterior al
desastre de febrero de 2010 a la comunidad, se sugieren los siguientes elementos a considerar en el
abordaje de la emergencia y la reconstrucción:
La participación como derecho transversal a las
intervenciones públicas y privadas
Ya sea que se trate de la recuperación o reconstrucción de caminos o carreteras, levantar viviendas
destruidas, reponer la infraestructura productiva
de la pesca artesanal, suministrar servicios básicos
de luz, agua y alcantarillado, restablecer el funcionamiento de la red de salud y educación en las
comunas o establecer instrumentos de apoyo para el
emprendimiento y fomento productivo, los destinatarios de esta acción deben participar y ser incluidos
con su opinión y compromiso en los procesos de
asistencia y reconstrucción implicados para una
respuesta más efectiva y sustentable. Las organizaciones comunitarias –territoriales y funcionales– ,
los consejos de salud, los comités de vivienda, los
comités de agua potable rural, las mesas productivas por rubro establecidas en la provincia con
anterioridad, las comunidades indígenas, los grupos
de mujeres, las asociaciones juveniles y deportivas,
los grupos de adultos mayores, los concejos municipales deben constituirse en la fuerza viva de este
proceso de reconstrucción y estar en cuenta en el
diseño, implementación, monitoreo y evaluación de
las iniciativas desplegadas.
El respeto inalienable a la cultura y patrimonio de la
cultura mapuche y Lafkenche
En situaciones de catástrofe como ésta, al asumir el
enfoque de derechos se debe considerar y respetar
la cultura, patrimonio y cosmovisión de los pueblos
originarios del territorio en la respuesta a la emergencia y la reconstrucción, velando porque estas
intervenciones no violenten y estén acordes con sus
tradiciones y costumbres y que les permitan continuarlas aún en situaciones de emergencia. Todo lo
anterior en concordancia, además, con los compromisos que el Estado chileno asumió recientemente
y que están asociados a la suscripción del Convenio
169 de las Organización Internacional del Trabajo.
El respeto a los derechos y la no discriminación contra la
mujer como uno de los pilares de la reconstrucción.
3 Derechos de la niñez en emergencias y desastres. UNICEF Oficina Regional para América Latina y El Caribe, 2008.
23
Cecilia Pérez
La permanente búsqueda de la autonomía de las
mujeres en contraposición al asistencialismo para
las mujeres, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el suministro de apoyo
humanitario, de inserción o reinserción a la vida
estudiantil, a opciones de empleabilidad y a posibilidades de empleo, en especial en el caso de mujeres
jefas de hogar se tornan exigencias mayores en situaciones de emergencia y crisis como la que se vive
en Arauco. Especial consideración deberán tener
todas las medidas y acciones tendientes a proteger y
prevenir en las mujeres la ocurrencia de situaciones
de violencia de género, ocurran éstas en el ámbito
de lo doméstico (casa, mediagua o carpa) o en el
público (trabajo, escuela, albergues)
Compromisos en la emergencia y reconstrucción con los
derechos de niños, niñas y adolescentes.
La población infantil es la más afectada y vulnerable en situaciones de catástrofe como la vivida en
Chile recientemente, aunque es usual que durante
la atención de emergencia no exista información exhaustiva y desagregada para este grupo, lo cual hace
más difícil adoptar medidas específicas que satisfagan sus necesidades y resguarden el cumplimiento
de sus derechos.
La migración, el desplazamiento masivo y la vida
en albergues y refugios aumentan el grado de exposición de la niñez a condiciones de riesgo para su
salud, integridad, desarrollo y dignidad, tales como
el incremento de enfermedades (diarréicas, respiratorias, infecciosas, transmitidas por vectores),
desnutrición, deserción escolar, explotación laboral,
maltrato psicológico, abuso sexual, entre otros.
Siguiendo el aprendizaje internacional y recomendaciones de UNICEF para estos casos, habría que
poner especial prioridad a ciertas áreas en miras
a preservar la integridad de los derechos de la niñez4:
• Salud y nutrición, promoviendo programas de
atención primaria, vacunación y demás suministros esenciales para el resguardo de la salud.
Prevenir la desnutrición poniendo especial preocupación en los planes de alimentación desde
el principio de la emergencia, procurando incluir
el suministro de productos específicos para la
alimentación de niños y niñas más pequeños,
impulsar la difusión de mensajes a madres y
responsables parentales sobre prácticas adecuadas para el cuidado de niños y niñas, lactancia
materna, manejo del agua no potable y residuos.
Los requerimientos nutricionales específicos de
las mujeres embarazadas deben ser especialmente considerados.
• Agua, saneamiento e higiene. Se debe garantizar
a la brevedad la disponibilidad de una cantidad
suficiente de agua para comida, bebida e higiene
personal, así como instalaciones adecuadas para
el saneamiento y la higiene. Tanto la infraestructura a instalar como su uso y mantenimiento
deben considerar las necesidades básicas de los
niños, niñas, mujeres, personas mayores y con
discapacidad, tomando en cuenta la privacidad,
dignidad y seguridad personal.
• Educación. El derecho de la niñez a la educación
también es el que le permite el completo ejercicio y disfrute de los demás derechos y por cierto
es un derecho que se ve interrumpido en situaciones de emergencia. Aunque normalmente los
establecimientos educacionales son usados como
albergues en estos casos, es necesario promover
la más pronta recuperación de la infraestructura
para la reinserción de los niños a la escuela como
espacio de protección y desarrollo. A pesar de que
existe la tendencia a priorizar las necesidades de
los niños y niñas más pequeños a expensas de los
adolescentes, es necesario incorporarlos también
en las actividades que se contemple ejecutar.
• Protección de la niñez. Debe ser transversal a
cualquier intervención de atención de emergencia y reconstrucción. Es necesario desarrollar
mecanismos adecuados para evaluar, monitorear
y evitar el abuso, violencia y explotación contra
los niños, niñas y adolescentes; así como prevenir la separación de los niños y niñas de sus
familias.
• Información y comunicación. Como parte de las
actividades de emergencia es necesario garantizar
la generación, difusión y defensa de información
sobre la situación de los niños, niñas y adolescentes, analizando el impacto diferenciado que
la catástrofe causa a este grupo de la población,
evaluando sus necesidades específicas y abogando siempre por el respeto de sus derechos.
Como señala la declaración de Compromisos Básicos para la Infancia en Situaciones de Emergencia
de UNICEF el año 2004: “Los niños y niñas en situaciones de emergencias y desastres tienen las
mismas necesidades y derechos que los niños y
niñas en condiciones y ambientes estables” y es
4 Ver detalles de estas recomendaciones en documento UNICEF citado en referencia bibliográfica.
24
Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos
obligación política y moral dar cuenta de tal compromiso en los ámbitos público y privado.
La contención y manejo psico-socioemocional para la
restitución del capital humano y social del territorio.
Junto –y probablemente antes– que los efectos físicos, tangibles o de infraestructura producidos por
el terremoto, el impacto emocional de la catástrofe
en los habitantes y actores humanos del territorio es
probablemente la tarea más desafiante y compleja
de abordar en este desastre.
Las huellas implacables del miedo y la incertidumbre provocadas por el furioso movimiento telúrico
y posterior tsunami, sumado al pasmoso quiebre de
los pactos comunitarios de convivencia vivido en
algunas localidades de la provincia a partir de los
saqueos y la violencia pública hacen imprescindible incluir en las estrategias de intervención para la
recuperación y reconstrucción acciones de contención psicológica sistemática a grupos comunitarios,
niños, niñas y adolescentes, mujeres, trabajadores
y funcionarios municipales y públicos. No bastará
con uno o dos talleres de algunas horas; habrá que
pensar en mecanismos de autoayuda grupal establecidos en los programas de participación ciudadana
en campamentos o “aldeas”, en los programas de capacitación, en los planes de manejo de emergencias
en las escuelas, consultorios, oficinas públicas.
Del mismo modo, será pertinente trabajar nuevas
estrategias de regeneración de tejido social en las
comunidades y entre ellas en el territorio.
Todo lo anterior deberá ser contemplado en los
planes públicos de reconstrucción. Con presupuestos establecidos adecuadamente para el efecto,
con amplias y abiertas convocatorias a participar a
organismos de la sociedad civil, universidades, organismos de ayuda humanitaria, entre otros.
Referencias bibliográficas
UNICEF Oficina Regional para América Latina y el Caribe. (2008). Derechos de la Niñez en
Emergencias y Desastres.
SUBDERE, Unidad de Planes Especiales,
(2010). Informe Final Proyecto Fase III Gestión de proyectos del Plan Territorio Arauco, cód. 090204.
25
Cecilia Pérez
26
ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 25-33
De desastres, políticas y públicos1
Disasters, policies and citizens
Patricio Miranda
Co-autor: Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica
Patricio Miranda es subdirector de Investigación y Postgrado de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica
de Chile. Magíster en ética y candidato a doctor en sociología en la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Su dirección electrónica
es [email protected], su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul – Campus San Joaquín.
Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica son estudiantes de quinto año de la Escuela de Trabajo Social UC.
Resumen
Se postula que la forma que adquiera la respuesta pública ante desastres públicos dependerá de
tres factores críticos: el enfoque paradigmático desde donde se constituye la categoría de desastre (las ciencias naturales, las ciencias de la ingeniería y arquitectónicas o las ciencias sociales);
el grado de jerarquización y centralización con que operan las políticas públicas y, fundamentalmente, de una comprensión postconvencional del lugar de los afectados (‘los públicos’) en todo
el ciclo del desastre. Si los esfuerzos de reconstrucción pública pueden reproducir la paradoja
observada en modelos convencionales de políticas públicas: ser políticas públicas sin públicos,
entonces la eficacia y validez de la respuesta pública ante desastres públicos requiere distanciarse,
tanto de lógicas jerárquicas y centralizadoras en las políticas, como de lógicas pre o convencionales en la participación de los afectados. El desarrollo local se piensa como una expresión posible
y fructífera en tanto efectivamente ‘los públicos’ sean co-constructores de la oferta pública ante
desastres públicos.
Palabras claves. desastres públicos, políticas públicas, participación, sociedad civil, desarrollo local.
Abstract
It is proposed that the form public response takes in front to public disasters will depend on three
critical factors: the paradigmatic approach from which the category of disaster is built (natural
sciences, engineering and architectural sciences or social sciences), the hierarchical and centralized degree in which public policies operate and, crucially, of a postconventional understanding
about the place those being affected (‘publics’) occupy throughout the disaster cycle. If public
reconstruction efforts play the paradox observed in conventional models of public policy: public
policies without citizens, then the effectiveness and validity of the public response to disasters
requires take a distance from both, hierarchical and centralizing logics, as well as from pre or
conventional logics about the participation of those affected. Local development is intended as
a possible and fruitful expression of involving citizens as co-constructors of the public offer to
face public disaster.
Keywords. Public disasters, public policies, participation, civil society, local development.
Introducción
Se postula que la forma que adquiera la respuesta
pública ante desastres públicos dependerá de tres
factores críticos: el enfoque paradigmático desde
donde se constituye la categoría de desastre (las
ciencias naturales, las ciencias de la ingeniería y
arquitectónicas o las ciencias sociales); el grado
de jerarquización y centralización con que operan las políticas públicas y, fundamentalmente, de
una comprensión postconvencional de ‘los públicos’ (los afectados) en todo el ciclo del desastre.
Si los esfuerzos de reconstrucción pública pueden reproducir la paradoja observada en modelos
convencionales de políticas públicas: ser políticas
públicas sin públicos (Aguilar, 2006), entonces la
eficacia y validez de la respuesta pública ante desastres públicos requiere distanciarse, tanto de lógicas
jerárquicas y centralizadoras en las políticas, como
1 Artículo asociado al proyecto Fondecyt, Normatividad y complejidad en las Políticas Públicas. Un estudio del caso chileno,
Nº1.095.186.
27
Patricio Miranda
de lógicas pre-convencionales o convencionales en
la participación de los afectados. El desarrollo local
se piensa como una expresión posible y fructífera
en donde ‘los públicos’ son co-constructores de la
oferta pública ante desastres públicos. Ello adquiere
mayor sentido si se considera que las limitaciones
de la participación ciudadana en las diversas fases
de los desastres públicos ha estado estrechamente
vinculada con la precaria autonomía de la sociedad
civil respecto a los poderes públicos que en sus
lógicas jerárquicas y centralizadas se reservan las
decisiones fundamentales sin generar mecanismos
de participación de los afectados sobre asuntos que
tienen que ver con sus propias trayectorias vitales
en sus contextos locales (Rodríguez, 1996).
En torno de la categoría de desastre
La discusión disciplinar respecto de los desastres
ha estado marcada por los diversos enfoques dominantes en la investigación sobre ellos (García &
García, 2006). Es así que las formas de ver y tratar
los desastres han estado sobredeterminadas por los
paradigmas de base dominantes. De alguna manera, la discusión en torno de la conceptualización
en intervención en desastres refleja en un campo
específico la diversidad irreductible hasta el presente, de enfoques sobre los cuales se han configurado
las ciencias sociales. García y García, como resultado de su revisión del estado del arte en torno de
la investigación sobre desastres, concluyen que se
pueden diferenciar tres enfoques en función de la
disciplina dominante: el enfoque físico-naturalista,
derivado de las ciencias naturales; el enfoque estructural, derivado de las ciencias aplicadas (ingeniería
y arquitectura) y el enfoque social, derivado de las
ciencias sociales (2006: 125).
Desde el enfoque físico-naturalista, la mirada se dirige a las causas naturales de fenómenos
pre-comprendidos como naturales: terremotos,
inundaciones, tsunamis, huracanes, etc. En la medida que en este enfoque hay una sola agencia (la
de la naturaleza) y en que se concibe a los desastres
como eventos temporales y territorialmente segregados, en los cuales la causa principal se adjudica a
procesos físico naturales (Hewitt en García y García,
2006), no queda espacio para la consideración de
factores sociales, tanto menos para la consideración
de la perspectiva de los sujetos afectados. En planes
de reconstrucción puestos bajo este enfoque ‘los públicos’ sólo pueden aparecer como uno más de los
componentes de la naturaleza siniestrada.
Derivado de las Ciencias de la Ingeniería y Arquitec28
tónicas, el Enfoque Estructural “centra la atención
en las propiedades físicas del sistema, susceptible de
sufrir daños por la acción de un fenómeno externo,
en términos de elasticidad, fragilidad y ductilidad
de los materiales involucrados” (García & García,
2005: 126-127). A partir de este enfoque, el desastre
surge únicamente desde la amenaza, lo que coincide
con el enfoque físico-naturalista, sin embargo incluye un concepto de vulnerabilidad estructural, en la
medida en que se centra en métodos probabilísticos de estimación de daños (García & García, 2005:
127) de carácter físico y económico –cuantificación
de bienes perdidos–, además de personas afectadas
y pérdidas humanas (García & García, 2005: 130135). En este sentido, el enfoque realiza un aporte al
ampliar el tema a un ámbito multidisciplinario (por
ejemplo arquitectos y planificadores, además de sismólogos) dada la consideración de “la amenaza y la
vulnerabilidad como variables fundamentales para
la planificación física y las normas de construcción
de viviendas e infraestructura” (Cardona, 2003: 51,
Cit. García & García, 2005: 127). Desde el enfoque
estructural, dominado por las ciencias de la ingeniería y de la arquitectura,
Para que la pregunta por ‘los públicos’ pueda aparecer en propiedad en las intervenciones en desastres
públicos se requiere de un enfoque propiamente
social que permita comprender los desastres conjuntamente como producto y “como resultado de
procesos sociales, histórica y territorialmente circunscritos y conformados” (Lavell, cit. en García
y García, 2006). El estudio de los desastres desde
la perspectiva de las ciencias sociales se desarrolló
inicialmente en los Estados Unidos teniendo como
objeto de investigación las organizaciones complejas en una comunidad que es sacudida por una crisis
que excede los recursos de una comunidad (Aguirre, 2004). La ocurrencia de un desastre, además de
las incidencias netamente naturales, afecta el orden
social y estructural, interfiriendo en las pautas de
conducta cotidianas, en donde diversos actores adquieren un rol diferente al establecido. Así, no es
puramente la amenaza natural la que produce el desastre, sino el factor social contextual del desastre.
Así por ejemplo, un terremoto en una amplia zona
desértica no interfiere los flujos de la vida cotidiana
de nadie, pero si el mismo evento acontece en un
sector poblado podrá llegar a desbordar las capacidades instaladas de manera tal que “aún cuando
se trate de amenazas propiamente naturales, en su
concreción como eventos destructores factuales
[contará] siempre una mediación humana” (Capos,
2003: 2). Agréguese a ello que la existencia de un
De desastres, políticas y públicos
fenómeno natural o socionatural no determina necesariamente un desastre, ni tampoco su magnitud,
debido a que “un desastre representa la materialización de condiciones de riesgo existente” (Cardona,
2008:3) en una sociedad. En este sentido, un terremoto o tsunami, no es un desastre por sí solo; para
que éste se produzca necesariamente estos deben
impactar “en un territorio caracterizado por una estructura social vulnerable a sus impactos y donde la
diferenciación interna de la sociedad influye en forma importante en los daños sufridos y en los grupos
sociales que sean afectados” (Lavell,1993: 78-79).
Por otra parte, es por lo que hay de social en los desastres que tales no conducen a la misma tragedia, la
que en su magnitud dependerá en gran porcentaje
del contexto en el cual ocurre. En este sentido, para
que haya desastre, es necesario que un fenómeno natural se presente y que “la perturbación generadora
del mismo tenga la capacidad de trastocar el funcionamiento del sistema en su totalidad o en alguna de
sus provincias o subsistemas, de modo que deje sin
efecto temporalmente, la cohesión de los elementos
del sistema” (Cardona, 2008: 3). En una palabra,
hay desastre público (‘social’) cuando la capacidad
de respuesta de un sistema es rebasada (OMS, cit.
Cespédes, 2007). O dicho de otra manera, cuando
se produce una ruptura del mundo cotidiano, de
lo dado por supuesto, de los cimientos institucionales, normativos y simbólicos sobre los cuales se
desarrolla un concreto mundo de la vida (Fouce y
Sánchez: 2002). Aquí los tipos y grados de vulnerabilidad que caractericen en un momento dado a
una determinada comunidad: vulnerabilidad física
o localizacional, económica, social, política, técnica,
ideológica, institucional, cultural, educativa, natural
y ecológica, dirán del tipo y grado de afectación de
los mundos vitales. La magnitud del desastre público resulta así proporcional a la capacidad de resistir,
amortiguar, evitar y recuperarse de una comunidad
(Wilches-Chaux, 1993 cit. Dehays, 2002); en suma
a la capacidad de bloqueo o incapacidad de los
habitantes de un territorio “para responder adecuadamente ante la presencia de un riego determinado”
(Alonso,2001-2002:15).
Diversos factores sociales (Dettmer,2002:51)
concurren en la magnitud final de un desastre;
entro otros: el incremento de la densidad de poblaciones asentadas en terrenos anegadizos, áreas
costeras vulnerables o cerca de fallas geológicas
(Navarro,2006:51), la fragilidad de las economías
familiares y colectivas, la ausencia de servicios básicos, la ausencia de oportunidades de educación
(Cardona,2003:7, cit. García y García,2005:128),
las desigualdades al interior de los países, el acceso restringido a seguros, las disparidades en
infraestructura (PNUD,2007-1008:80-82). En este
sentido, los desastres, pasan a constituirse como
“la resultante de un proceso de generación de vulnerabilidad que tiene su origen en la modificación
(intensificación) de pautas económicas y sociales
cada vez menos equitativas” (PNUD, 2001, cit. Alonso, 2001-1002:13).
De este modo, desde un enfoque social un desastre
público no acontece al margen de las configuraciones
históricas de un ordenamiento social dado en un territorio específico (Aguirre, 2004). Configuraciones
sedimentadas en largos procesos intergeneracionales, herencia de ‘actores muertos’, que interpela a
los ‘actores vivos’ a generar redes de articulaciones
en pos de la atarea de re-construcción o mejor acaso
de re-estructuración.
Políticas públicas para desastres
públicos
Ante desastres públicos la lógica habitual de relación estado-sociedad civil a través de las políticas
pública determinará el lugar de los públicos en los
esfuerzos de reconstrucción pública. Así, una lógica de políticas centralmente planificadas conducirá
a planes de reconstrucción centralmente planificados, colocando a los públicos del desastre en la
posición básica de peticionarios y beneficiarios (Salazar y Pinto, 1999); en ningún caso en la condición
de co-constructores del esfuerzo público de reconstrucción post-desastre.
En el desarrollo político chileno y latinoamericano
la Administración del Estado y el desarrollo de políticas públicas desde ahí no sólo ha administrado,
sino que en variados aspectos se ha convertido en
el eje articulador de la ciudadanía, en el mecanismo
básico que ha permitido y promovido la integración
social (Góngora, 1986). Es decir, la formación de
políticas en Chile desde distintos puntos de vista,
ha sido altamente centralista en su concepción del
poder, en su observación del Estado y en la evaluación de la responsabilidad que le cabe a éste en
la satisfacción de las demandas de la población. C.
Huneeus formula este tópico en cifras: “Los chilenos
están consensuados respecto a que el Estado debe
tener un rol activo en mejorar la calidad de la salud
y la situación de los jubilados, ambas políticas reciben un 98% de aprobación. Opinan que el Estado
debe ofrecer empleo y defender a los consumidores,
un 93% en cada una de estas políticas; debe controlar las diferencias de ingreso entre ricos y pobres:
29
Patricio Miranda
92%, y hasta controlar los precios, un 85%, a pesar
de que la inflación sea bajísima. El porcentaje que
recibe el menor apoyo es promover el desarrollo de
las empresas, 82%, muy alto a la luz de las malas
opiniones que tienen los chilenos de los empresarios” (Huneeus, 2003).
La centralidad de las políticas, por tanto, no sólo se
refiere a si ellas cumplen función de regulación en
todas las dimensiones que ello implica. Las expectativas de la población frente a ellas van más allá: se
espera que las políticas logren la integración de la
sociedad en dimensiones como las nombradas, una
integración que logre conformar un nosotros en el
cual cada chileno pueda reconocerse como tal. En
tal sentido, la política y sus policies son vistas como
la representación de la unidad de la sociedad total,
y bajo tal demanda, se le exige que cada diferencia,
que cada expectativa sea incorporada como parte de esa unidad. El último Informe de Desarrollo
Humano en Chile, lo expone con suficiente dramatismo del siguiente modo: “La convocatoria del
Presidente de la República a impulsar un proyecto
de país en la perspectiva del Bicentenario 2010 es
un doble llamado a todos los chilenos. Convoca a
todos porque, como se dijo, el país sólo goza de una
diversidad creativa cuando el Nosotros incluye a los
Otros. Pero es, además, una convocatoria a todos
los ciudadanos en el sentido de que un proyecto
de país nada tiene que ver con un ‘modelo’ único y
excluyente. Un proyecto de país no puede ser sino
una empresa colectiva a la cual contribuyen el Estado y la sociedad civil, la empresa privada y las
organizaciones sociales, las asociaciones gremiales
y el mundo académico. Hoy en día, un proyecto de
país ha de pensarse como una red –mejor, una red
de redes– y, por lo tanto, como una obra plural en
todos los colores” (PNUD, 2002).
Si a este desafío cultural de la sociedad chilena se
le agrega la ‘mentalidad estatista’ de la que habla
Huneeus, lo que obtenemos por resultado es que la
construcción del nosotros, es decir, la construcción
de la unidad de la sociedad es, desde la perspectiva
de la ciudadanía, una tarea que el mismo Estado
debe acometer. El nosotros se refleja en el proyecto país, y el proyecto país es, en última instancia,
una selección de la política que debe ser operacionalizada a través de sus políticas públicas. De ello
se deriva que las políticas son responsables de la
mantención y el fomento de la integración de la sociedad nacional, desde las dimensiones más fácticas
de esa exigencia (el cuidado de las fronteras) hasta
las más simbólicas (la definición de los valores que
caracterizarían al país), pasando, por cierto, por lo
30
que más interesa a esta investigación: la regulación
estructural y normativa que generan las policies en
materias como trabajo, educación, salud, vivienda.
Bajo estas premisas, la pregunta por la integración
social en Chile es respondida tradicionalmente con
una inclinación hacia alternativas controladas desde
el Estado por la vía de las políticas. Principalmente
Claudio Véliz ha investigado para América Latina
y Chile el problema del centralismo, el que define
bajo las siguientes características (Véliz, 1980):
El centralismo está íntimamente relacionado
con la burocracia en el ámbito político;
Se caracteriza por rasgos preindustriales;
Puede ser entendido bajo el concepto weberiano de dominación racional;
Es legalista y enfáticamente civil;
No es una ideología, aunque es posible que
se desarrolle una de él, si lo que las diversas
formas de centralismo tienen en común se sistematizan.
El centralismo del siglo XX, en tanto, adquiere cuatro
dimensiones: la nacional-popular, la desarrollista, la
autoritaria y la democrática. No se trata de etapas
sucesivas en el desarrollo político chileno, sino de
la coexistencia de diversos regímenes que en Chile
han parecido estructurarse más bien en términos de
etapas (Arellano, 1988). Si bien en un nivel de análisis particular de cada uno de estos regímenes en
ellos son sin duda más radicales las diferencias que
las semejanzas, la centralidad de la Administración
y sus policies frente a los imperativos de regulación
estructural y normativa, son una constante en estas cuatro dimensiones, lo que permite confirmar la
hipótesis inicial de esta sección relativa a la constitución de lo público a través del Estado.
Este modelo de control estatal jerárquico por medio
de policies no sería problemático si la sociedad chilena no estuviera sometida a crecientes presiones de
diferenciación estructural y pluralismo normativo
expresadas en demandas de inclusión y reconocimiento en el contexto de sistemas funcionales,
organizaciones y actores colectivos. La sociedad
chilena se complejiza (PNUD, 1986; Lechner, 1991,
1997; Mascareño, 2000, 2005). Por complejización debe entenderse el aumento, densificación e
interconexión de las relaciones entre actores, organizaciones y sistemas en el contexto contemporáneo,
que conducen a la diversificación de las pretensiones normativas de las diversas esferas diferenciadas
en tanto ellas, por su creciente autonomía, ya no
responden a un control social de tipo universal y
generalizado como el ejercido por el Estado durante
De desastres, políticas y públicos
toda la modernidad y en Chile desde la formación
de la República. En un contexto social de creciente
complejidad como el de la sociedad chilena contemporánea hay un incremento incontrolado de
expectativas normativas en tanto diversos actores
u organizaciones van ganando autonomía al desligarse de controles morales tradicionales como los
vínculos religiosos o comunitarios, o los lazos de
clientelismo político basados en favores recíprocos. Una explosión de nuevas costumbres, hábitos,
exigencias morales, estilos de vida marcan los fundamentos de la construcción de nuevas expectativas
normativas en la sociedad chilena actual. Como lo
señala el PNUD: “Las identidades de clase, religiosas
o políticas, aquellas que a mediados del siglo XX
permitían a los individuos definir el contenido central de su proyecto vital, han pasado a ser elementos
más bien secundarios. Y ningún otro referente
parece ocupar hoy su lugar. Dentro de sus posibilidades reales, ahora las personas están obligadas a
elegir sus proyectos vitales. Pero más importante
aún y eso es lo propio de la nueva situación, están obligadas a componer esos proyectos a partir
de los cambiantes retazos que la sociedad pone a
su disposición. Incluso en muchos la velocidad de
ampliación de las experiencias posibles hace que la
sociedad no alcance siquiera a elaborar orientaciones relativamente satisfactorias para enfrentarlas.”
(PNUD, 2002: 190-91).
Es decir, no sólo están en proceso de disolución las
referencias clásicas para la construcción de identidad, es decir, para la formulación de expectativas
normativas de vida, como eran la clase, la religión
o la política, sino que además la propia sociedad
no decanta nuevos referentes para los problemas
que ella misma crea. Por esto, las personas desarrollan estrategias más o menos privadas para intentar
construir un campo social, objetivo y temporal
apropiado para el despliegue de las nuevas expectativas normativas que construyen.
De estos antecedentes se deriva una fuerte tensión en
la construcción de políticas públicas en Chile: el Estado se autocomprende y, por tanto, comprende sus
políticas como el centro regulador de las operaciones estructurales de la sociedad y la fuente primaria
de un nosotros normativo que debe integrarla éticamente, mientras que en el entorno del Estado y
las políticas la diferenciación de la sociedad a nivel de sistemas, organizaciones y actores colectivos
presionan por el reconocimiento de su autonomía
operativa y sus opciones y expectativas normativas.
Es decir, las políticas operan predominantemente en
una lógica de control social, mientras que la socie-
dad exige descentramiento y coordinación social.
El camino regulador fordista, caracterizada por la
gestión keynesiana de lo social y por estrategias
económicas de escala nacional (Klein, 2005) refuerza, a su modo, las lógicas centralizadoras de larga
data en América Latina. Así, el fordismo por una
parte y el desarrollo regional por otra, ambos coherentes en sus estrategias, representan el triunfo
de la globalidad nacional por sobre la especificidad local, produciéndose la uniformización social,
política y económica del territorio nacional (Klein
2005, Jalomç 2009). “Es el triunfo de la sociedad
nacional sobre la especificidad local” (Klein, 2005)
o, en otras palabras, de la rigidización de una lógica jerárquica en la relación Estado-sociedad civil
correspondiente al predominio de una forma de
diferenciación estamental (Luhmann, 2007; Mascareño, 2010). Lógica jerárquica que coloca a los
‘públicos’ de las políticas públicas en condición de
beneficiarios y peticionarios pero no co-partícipes
en la producción de decisiones vinculantes que les
afectan directamente.
Hacia un reconocimiento
postconvencional de los ‘públicos’ en
desastres públicos
Siguiendo la reformulación Habermasiana de los
estadios de desarrollo moral de Kohlberg (pre-convencional, convencional y post-convencional), una
comprensión post-convencional de los públicos se
reconoce en la existencia (o no) de procedimientos de deliberación de los ciudadanos sobre asuntos
públicos que les afectan; en un tipo de relación
orientada por la búsqueda cooperativa de consensos entre todos los afectados y en el ajuste del
comportamiento de los diversos actores a lógicas
procedimentales para la fundamentación de normas
y decisiones vinculantes (Habermas, 2008). De este
modo ‘los públicos’, pensados en lógica post-convencional, no son meros ‘usuarios’, ‘beneficiarios’ o
‘clientes’ sino sujetos capaces de lenguaje y acción,
es decir, interlocutores válidos (Habermas, 2008).
¿Qué implicancias tendría para los esfuerzos de
reconstrucción de desastres públicos una consideración post-convencional de los públicos? Un
indicador ético de la operación de esta lógica postconvencional sería el grado de participación de
los afectados en todo el proceso de formulación,
implementación y evaluación del plan de reconstrucción.
En la formulación de los planes de reconstrucción post-desastres públicos, una consideración
31
Patricio Miranda
postconvencional de ‘los públicos’ pasa por que los
afectados participen en los procesos de deliberación
que conducen a la toma de decisiones vinculantes.
Ello implica ir más allá de los actores del sistema
político tradicional, incluyendo a potenciales ‘beneficiarios’, gobierno local, organizaciones de base,
gremios, empresas, entre otros. Se trata de una efectiva articulación entre Estado y sociedad civil que
recoja y procese las demandas ciudadanas de cara a
un desastre público que por definición desborda la
agencia de cada actor.
En la implementación de las estrategias de reconstrucción post-desastres públicos, una lógica
postconvencional requiere aquí una participación
activa de diversos actores, especialmente de los
usuarios directos e indirectos de la política, así
como también actores que de una u otra manera influyen en la implementación, como gobierno local,
organizaciones sociales funcionales u organizaciones territoriales, las que verán afectada su gestión
por los programas o políticas que se ejecuten en los
territorios donde operan instituciones gubernamentales o de la sociedad civil.
En cuanto a la evaluación, si ella dice relación con
observar los cambios atribuibles a la propuesta de
reconstrucción post-desastre público y su relación
con los resultados esperados, entonces ésta deberá
incluir a actores diversos que en tanto participantes
y observadores puedan monitorear los indicadores
de logro definidos, con el fin de reinsumar el proceso introduciendo las modificaciones que resulten
pertinentes para el logro de los fines estratégicos del
proceso. En tal sentido, la antítesis de una lógica
postconvencional en la consideración de los públicos sería aquella en que son las personas o grupos
que están dentro o forman parte del gobierno quienes definen cuáles son los temas de la agenda y las
alternativas de las propuestas de reconstrucción
post-catástrofe pública, excluyendo a quienes están
fuera o no forman parte del aparato gubernamental (grupos de interés, investigadores, académicos,
consultores, medios, opinión pública).
Una lógica post-convencional en políticas, públicos
y desastres, exige repensar, entre otras, la relación
Estado-sociedad civil. En el contexto de desastres,
las intervenciones realizadas por el Estado que han
estado articuladas con la activa participación de esa
red de asociaciones voluntarias y de organización
horizontal de la sociedad que constituye la sociedad
civil, han dado muestras de mayor efectividad que
aquellas de carácter centralmente planificado. La
sociedad civil constituye una plataforma de generación de confianza y de desarrollo de capital social
32
(Morris y Rodríguez, 2005; Newton, 2001; Saegert,
Thompson, y Warren, 2001; en Wong y Leung
2008), de intermediación entre las instituciones del
estado y las víctimas del desastre y de catalizador de
cuestiones y demandas en la arena pública (Jalali,
2002); todo ello concurre a dar no sólo mayor efectividad (facticidad) a las propuestas de intervención
post-desastre sino también, y fundamentalmente, a
dar legitimación (validez) a las mismas.
Una de las dinámicas que se levantan contra la
centralización y que puede operar con una lógica
post-convencional en la consideración de ‘los públicos’, es el desarrollo local. Pero no entendido
desde una lógica neoliberal para la cual este viene a
fungir como instancia para deshacer ciertas responsabilidades correspondientes al Estado, que tienen
un costo financiero importante, traspasándolas a
la sociedad civil (Amin, 2005). En este sentido, el
desarrollo local no puede ser visto como el mero
hecho de establecer estrategias para el desarrollo en
base a divisiones político-administrativas, como la
conformación de municipios que responden a un
sector geo-delimitado: lo local no está determinado
de antemano por estas subdivisiones, sino más bien
por un cierto número de condiciones expresados
en el nivel socioeconómico, y el cultural (Arocena,
2002). La sola descentralización parece responder
más bien a una lógica funcional del modelo neoliberal, y no a una visión de lo público signada por
la lógica de democratización de la sociedad (Gallicchio, 2004).
Una lógica post-convencional en el desarrollo local
reclama un cambio en la visión del Estado con el fin
de configurar nuevos espacios de autonomía donde puedan generarse nuevas solidaridades locales,
formas activas de identidad que les reconozcan a
las comunidades locales un mayor poder de participación en la toma de decisiones (Teisserenc,
1994; Tremblay y Fontan, 1997; en Klein, 2005).
Lo común que se puede extraer de estas visiones
corresponde a que el Estado ya no es el único actor
en materia de desarrollo (Klein, 2005). El redescubrimiento de lo local en el caso de América Latina
coincide con la crisis estructural de la configuración
de un estado centralizador y benefactor (Jalomo,
2009). Frente a una lógica de desarrollo inducido
jerárquicamente por el estado emergen fórmulas
alternativas de desarrollo como el ‘autodesarrollo’,
el ‘desarrollo endógeno’, el ‘desarrollo autocentrado’, el ‘desarrollo integrado’ y el ‘desarrollo a escala
humana’, entre otros (Arocena 1995; Klein 2005;
Jalomo 2009). El desarrollo local como factor de
democratización y desarrollo sustentable emerge
De desastres, políticas y públicos
como una alternativa al desarrollo regional y nacional predominante (Gallicchio, 2004).
La fuerte centralización como fenómeno socio-organizativo característico del modelo fordista produjo
en América Latina un debilitamiento y una desvalorización de lo local (Arocena, 2002). El triunfo del
centralismo ha ido de la mano de la devaluación de
las iniciativas locales, de una actitud de espera de
las soluciones que vendrán del ‘centro’ para calmar
las necesidades más elementales. El predominio de
las tendencias históricas centralistas ha tenido entonces como efecto la conformación de un régimen
local débil, con dificultades para constituirse en
instancia fundamental del funcionamiento democrático (Arocena, 2002). En la lógica dominante
del sistema político-administrativo centralizado que
corresponde al tipo sectorial-vertical, el sistema se
estructura en base a sectores especializados en las
distintas áreas de acción: administración central
formada por ministerios, que funcionan bajo cierto
tipo de racionalidad a lo largo del territorio nacional, extendiendo una acción uniforme. Así, el poder
central obtiene el dominio absoluto. Cada uno de
estos ministerios se especializa en un área determinada, generándose un monopolio, no admitiendo
ninguna iniciativa generada desde fuera de su ámbito centralizado de decisión.
Si el trabajo desde lo local es la única manera de
concebir lo universal (Arocena, 2002), entonces en
una visión integradora, ascendente, que combina los
elementos socioeconómicos y cultural identitarios
(Arocena, 2002) lo local adquiere una gran importancia en su interrelación con estrategias globales.
El desarrollo desde la base permite construir desde
la diferencia, establecer tejidos complejos regidos
por mecanismos de negociación, integrar lugar de
trabajo y lugar de vida, reconocer las especificidades de los recursos naturales (Arocena, 2002). En
la escena local converge la necesidad de crear riqueza con la necesidad de salvaguardar los recursos
naturales, la urgencia por generar empleos con la
urgencia por responder a las necesidades esenciales
de la población: en la escena local, se expresa como
en ningún otro nivel, la articulación entre lo singular y lo universal (Arocena, 2002). Ello en la medida
en que se pueda sostener que la “mejor manera de
resolver los problemas comunes es, sin duda, en comunidad” (Salazar y Pinto, 1999). Si los esfuerzos
públicos de reconstrucción post-desastre apuntan a
“resolver los problemas de un colectivo social determinado (articulando sus necesidades, recursos,
saberes y pareceres, en la perspectiva de realizar
una acción conjunta), entonces el único modo co-
herente de hacer [reconstrucción] es involucrando
a toda la comunidad, tanto en la fase de diagnóstico
(asamblea), toma de decisión (acuerdo), como en la
ejecución (acción)” (Salazar y Pinto, 1999).
En una perspectiva de desarrollo local no subsumida en lógicas neoliberales o meramente funcionales,
una comprensión post-convencional de los públicos en contextos de desastres no sólo potencia la
sociedad civil sino que permite mejor enfrentar
los factores críticos que la literatura especializada
ha identificado como prioritarios, entre ellos, la
desorganización social, la presencia de conflictos,
la destrucción de las redes formales e informales.
Los esfuerzos de reconstrucción se potencian cuando todos los miembros de las comunidades locales
afectadas en un territorio se articulan en respuesta
a los desafíos externos a ellas (Adeola, 2001; fritz,
1961; Sweet, 1998; en Yoon 2006).
Reflexiones finales
Los resultados preliminares de la investigación Fondecyt: Normatividad y complejidad en las Políticas
Públicas. Un estudio del caso chileno (Nº1095186),
llevada adelante actualmente por el autor principal
en torno de dos factores críticos que dan forma a
las políticas: la visión de sociedad y el referencial
normativo implícito en ellas, indican que, tanto en
modelos convencionales de análisis de políticas,
como en las políticas en Chile en la última década, priman visiones jerárquicas de sociedad junto
a criterios normativos fundamentalmente de tipo
pre-convencional o convencional, en la terminología kohlbergiano-habermasiana; es decir, formas
de decisión moral asociadas a intereses particularistas o mecánicamente legalistas, que escapan a la
aplicación contextualizada de principios morales de
alcance post-convencional.
La investigación referida mostró que en modelos
convencionales de análisis de políticas públicas
(racionalista, incrementalista, de elección pública,
institucionalista, de grupos y de elites) predominan
–parafraseando a Regonini (1991)– dos figuras de
policy makers: la del ‘actor omnisciente’ y la del ‘tutor moral’ de la sociedad (Jobert, 2004). La primera,
reflejo de una visión jerárquica o monocéntrica de
sociedad, asociada a una forma de diferenciación
social estratificada (Luhmann, 2007); la segunda,
asociada a un tipo de normatividad particularista
correspondiente a un estadio de moralidad de tipo
convencional (Habermas, 1985). La prevalencia de
ambas figuras dice de una relación de homología
entre formas de diferenciación social y formas de
33
Patricio Miranda
diferenciación normativa (Miranda, 2010). Los
resultados preliminares de la fase empírica de la
investigación centrada en policy makers y policy
managers en Chile, resultan consistentes con lo observado en los modelos referidos2.
Ante las transformaciones estructurales y semánticas en curso en la sociedad chilena se torna un
imperativo ético el discutir las modalidades, alcances, limitaciones y perspectivas de la participación
ciudadana en la prevención de e intervención en
desastres; participación imprescindible de una sociedad civil que hace parte de la configuración de
la esfera pública en pos de formas de des-centralización de las decisiones fundamentales en las que
se juegan las condiciones existenciales vitales de las
comunidades locales (Rodríguez, 1996). El señalado centralismo que funge en las lógicas y estrategias
pre y post-desastre, reproduce las formas verticales
del proceso decisional dominante en las políticas
públicas, ‘asignando’ al nivel local y sus actores un
papel reducido principalmente a la ejecución de las
acciones diseñadas por el nivel central (Rodríguez,
D. 1996). Todo ello paradojalmente dice, en suma,
de políticas públicas ante desastres públicos, sin
públicos.
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2 Varios temas y consecuencias de esto están siendo y serán abordadas en el nuevo proyecto presentado al Fondecyt Regular 2011,
entre otros, el que levanta el desafío de pensar políticas y modelos de análisis de políticas que en su visión acerca del funcionamiento
de la sociedad (Stein y Tommasi, 2006), reflejen simultáneamente el carácter crecientemente heterárquico o policéntrico de sociedades
modernas y la creciente demanda de una normatividad de tipo postconvencional acorde al aumento de diversidad normativa
(Miranda, 2010).
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Patricio Miranda
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Estrés y el burnout como riesgos en
los escenarios laborales después de la
emergencia: conceptualizaciones y ejes de
análisis para la gestión preventiva en las
organizaciones
Stress and burnout as risks in the labor place after the
emergency: conceptualizations and axes of analysis for
the preventive management in organizations
Karin Roa
Karin Roa es psicóloga UC. Magíster en Gobierno de Organizaciones, Universidad de Navarra, España. Actualmente es docente
de la Escuela de Trabajo Social PUC y miembro asociado del Centro de Estudios de Emprendimientos Solidarios, CEES-UC. Su
dirección electrónica es [email protected], su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul - Campus San Joaquín.
Resumen
Este artículo examinar las bases psicosociales del estrés y el burnout en el trabajo, enfatizando el
papel que en su origen o contención juegan las organizaciones, entendidas como sistemas sociales que ofrecen a las personas escenarios para el desempeño de roles, identidades, así como de
significación personal. Todo lo anterior, en busca de argumentaciones que ayuden a comprender
el mundo del trabajo no sólo como un escenario más para la vivencia de crisis y desastre, sino
también como un lugar que puede afrecer oportunidades para la recuperación y el desarrollo
personal de los trabajadores.
Palabras claves. Estrés ocupacional y burnout; organizaciones, trabajo, desastre.
Abstract
This article studies the psychosocial bases of stress and burnout field of labor, emphasizing the
role organizations play in either, starting or containing them understanding organizations as
social systems offering scenarios for roles and identities performance, as well as personal signification. This reflection is carried aut in search for arguments helping to understand the field of
labor not only as another scenario where to experience crisis and disaster, but also as a place that
can provide opportunities for employees’ recovery and personal development.
Keywords. Occupational Stress and-out, organizations, work, disastres.
Introducción
Una idea que ha sido explorada desde la antiguedad
en la psicología laboral es que en la relación entre
trabajador y trabajo la influencia es mutua: las personas condicionan el cómo un puesto se desempeña
y así también el puesto de trabajo y la organización
tienen impacto en la subjetividad e identidad de los
trabajadores. Esta es una de las vías por la que se ha
explicado el impacto del trabajo en la salud mental
de las personas.
El objetivo de este artículo es revisar algunos con-
ceptos e ideas que permitan comprender cómo
el trabajo en condiciones precarias tras un desastre natural pueden constituirse en factores que
predispongan el desarrollo de dos enfermedades
ocupacionales: el estrés y el burnout, ambas de
comprobado impacto negativo en la calidad de vida
del trabajador y también en la efectividad de las organizaciones.
Con miras a ese objetivo se revisarán en primer
lugar las definiciones de estrés y burnout, haciendo énfasis en perspectivas psicosociales y modelos
37
Karin Roa
transaccionales que definen estas enfermedades
como fruto de experiencias que socavan el sentido
de lo que se aporte y, más grave aún, la valía de
quien se es.
Luego se revisarán cuatro aspectos que, se sugiere, pueden ser observados y administrados en la
gestión de las organizaciones de ayuda y primera
respuesta tras meses del terremoto, como forma de
prevenir efectos patológicos: (1) la situación de crisis general como contexto sobre el que se desarrolla
el trabajo (2) Factores psicosociales que se presentan en el nuevo contexto laboral asociados a estrés y
burnout; (3) Sobrecargas en el trabajo emocional; y
(4) Modificaciones en las condiciones y recompensas habituales de la relación de ayuda.
Finalmente, se sugieren algunos aspectos generales
que deben ser tomados en cuenta en la gestión organizacional con el fin de promover el trabajo como
un espacio preventivo y promotor de desarrollo
personal y organizacional en condiciones de crisis
y emergencia prolongada, como la que se observa
aún hoy en el país.
Estrés: conceptualización desde los
modelos transaccionales
Bajo la influencia de la perspectiva psicosocial y de
la teoría del aprendizaje social en psicología, el estrés se ha entendido como respuesta a una relación
perjudicial de sobredemanda hacia la persona respecto de los arreglos organizacionales, del ambiente
físico y relaciones interpersonales en el trabajo; ello
condiciona negativamente la manera en que los trabajadores evalúan su experiencia, el cómo piensan,
sienten y actúan, traduciéndose en efectos negativos
para los equipos y organizaciones (Gil-Monte y Peiró, 1997; Párraga, 2005). Estas son las premisas que
dan lugar a los llamados modelos transaccionales
en salud mental ocupacional (Cox, Griffiths y RialGonzález, 2005).
Este modelo, originalmente planteado por Karasek, continuado luego por Lazarus y Folkman en
Michigan y actualmente fortalecido por Tom Cox
y su equipo desde Nottingham, parte de la premisa
que no hay estresores “en sí” o situaciones estresantes objetivamente hablando; se trata más bien de la
constitución de una experiencia con tres rasgos: (a)
la persona percibe su incapacidad para encarar las
demandas del entorno o las amenazas a su bienestar; (b) el responder ante la situación es relevante
para la persona; (c) se producen cambios físicos,
cognitivos y emocionales de los que se es conciente,
caracterizados por un estado de ansiedad o depresión, inquietud, insomnio o palpitaciones y pérdida
38
gradual de la concentración y la creatividad, de la
confianza y de tomar decisiones, todo lo cual constituye lo que normalmente las personas describen
como “sentirse estresado”( Cox, Griffiths y RialGonzález, 2005; Parra, 2003).
Como se ve, esta forma de ver el estrés permite
explicar cómo ciertas condiciones que parecerían
extremas a un observador no resultan estresantes
para los trabajadores que las confrontan con éxito;
o estresan a algunos, pero no a todos, por lo que el
análisis de las transacciones entre persona y entorno
es la clave para comprender el origen y evolución de
un cuadro como este en las particulares circunstancias de crisis post-terremoto.
Respecto de los factores que lo originan, el estrés se
interpreta como producto de la percepción de intercambios desbalanceados entre las presiones del
contexto y las estrategias y aprendizajes previos que
la persona despliega frente a esos factores (Bryce,
2001; Cohen, 1998; Cox, Griffiths y Rial-González,
2005; Trucco, Valenzuela y Trucco, 1999). A esto se
llama “estrategias de afrontamiento”(Cox, Griffiths
y Rial-González, 2005; López-Cabañas y Chacón,
1999). Si una estrategia resulta efectiva, por ejemplo buscar ayuda de otros para cumplir tareas en
un plazo anormalmente breve, la persona se siente
nuevamente en una situación de capacidad y ajuste
entre lo que puede dar y las demandas: cumple y
experimenta la satisfacción por haber cumplido. Si
el afrontamiento no resulta exitoso, deviene la experiencia de estar sobrepasado porque los esfuerzos
resultan infructuosos.
Por ejemplo, una de las estrategias de afrontamiento
que se han estudiado frente al estrés agudo en personas con roles de ayuda es la despersonalización.
Ésta se entiende como un aumento de la distancia
psicológica con el usuario, que puede traducirse en
un continuo desde la leve indiferencia hasta un extremo de relación deshumanizante con el otro, que
tiene por fin el minimizar el sufrimiento que produce el contacto poco recompensante con ellos o la
impotencia de no poder ayudarles (Freudenberger,
1974; Maslach, 1981; Gil-Monte, 1999).
En las ocupaciones donde la capacidad del contacto
personal cercano y deferente es relevante, un enfriamiento afectivo respecto del usuario se traduce en
una reducción en la calidad de la atención que se les
ofrece, toda vez que la empatía permite contactarse
y así comprender mejor a las personas y lo que buscan. Además ese trato cercano suele ser fuente de
satisfacción y sentido del trabajo para personas con
vocación de servicio, sentido que se esfuma cuando
se responde desde la despersonalización. Adicional-
Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia:
conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones
mente, es normal en las organizaciones de ayuda
que se tenga el trato empático dentro de las expectativas de rol, por lo que la frialdad se sanciona social
o concretamente por jefaturas o compañeros.
Desde todo punto de vista en este caso hipotético
el afrontamiento resulta infructuoso, por lo que
se eleva la experiencia de estrés agudo, en vez de
disminuir: no se resuelven satisfactoriamente las
exigencias del puesto. Si las condiciones de trabajo se mantienen constantes, es posible que el estrés
agudo se vuelve permanente y aumenta el riesgo de
evolucionar hacia una enfermedad ocupacional crónica de creciente popularidad: el burnout.
Del estrés al burnout: los riesgos del
riesgo prolongado
Especialmente vinculada y estudiada en profesiones
y ocupaciones de ayuda y salud como psicología,
trabajo social, enfermería y profesorado, el burnout
se define como un proceso de desilusión progresiva en el trabajo, que contrasta con un momento
primero en que éste producía altos niveles de motivación, involucramiento e identificación emocional
(Gil-Monte y Peiró, 1999; Gil-Monte, 2003; Freudenberger, 1974; Maslach, 1981, 2001, 2009; Pines
en Schaufeli, Maslasch y Marek, 1993).
Así como el estrés se define como la experiencia de
sentirse sobredemandado(a) e impotente para afrontar efectivamente el contexto, el burnout se refiere a
un proceso por el que tras vivir estrés agudo por
períodos relativamente prolongados, el trabajo deja
de aportar satisfacciones de tipo intrínseco, pierde
sentido y produce sentimientos de desvalorización
del puesto, del sí mismo, culpa y finalmente las
consecuencias negativas más mencionadas: morbilidad psiquiátrica, interferencia con las actividades
productivas y enfermedades somáticas gatilladas
por factores psicológicos (Parra, 2001).
Los síntomas más frecuentemente descritos en la
literatura, y en su orden de aparición, son los siguientes:
• Agotamiento emocional. Se refiere a una situación
de agotamiento de la capacidad o de los recursos
emocionales propios, una experiencia de estar
emocionalmente agotado debido al contacto intenso y mantenido con personas a las que hay
que atender. Se entiende entonces la centralidad
del factor de riesgo en que se transforma el trabajo emocional en ocupaciones de ayuda, y más
aún, en situaciones de emergencia (Gil-Montes
y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981,
2001, 2009).
• Baja percepción de logro o realización personal
en el trabajo. Se refiere a la tendencia de los trabajadores en burnout a evaluarse negativamente en
torno a la habilidad en la realización del trabajo
y a la relación con los usuarios. Los trabajadores
se sienten descontentos consigo mismo e insatisfechos con sus resultados laborales (Gil-Monte
y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981,
2001, 2009).
• Despersonalización. Se refiere al desarrollo de
actitudes y sentimientos negativos, como el cinismo, hacia las personas destinatarias del trabajo.
Dado un endurecimiento afectivo, se pierde la
perspectiva de vulnerabilidad y se deshumaniza la forma en que el trabajador ve al usuario.
Puede manifestarse en un trato duro, indiferente,
el poner sobrenombres o motes para clasificar o
identificar a las personas, y en el extremos más
disfuncional, el trato humillante o vejatorio
(Gil-Monte, 2009). Se le considera una forma
de afrontamiento más bien tardía y como una
respuesta para afrontar el estrés que las interacciones con estos usuarios gatilla (Gil-Montes y
Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981,
2001, 2009).
• Culpa. Es el último de los síntomas en aparecer
y se entiende como correlato ante la sensación
de pérdida de contacto con los usuarios y de la
calidad en los aportes, en contextos en que la expectativa de rol tiene que ver con el cuidado, la
calidez, la vocación de servicio. Se ha observado que como modo de eludir o reducir la culpa
se responde con un afrontamiento consistente
en aumentos de horas y de compromiso, que si
resultan infructuosos, agudizan los tres primeros síntomas, perjudicando y profundizando la
evolución del cuadro (Gil-Montes y Peiró, 1997;
Gil-Monte, 2009).
Como efectos negativos a nivel organizacional, se ha
estudiado que el burnout socava el buen desempeño
y la calidad del servicio ofrecido por las personas
que lo padecen y concomitantemente el desempeño del grupo; produce insatisfacción y déficit en el
clima laboral; aumenta el ausentismo; deterioran las
relaciones interpersonales y aumenta la disposición
de renunciar el puesto de trabajo incrementando
las tazas de rotación de personal (Freudenberger,
1974; Gil-Monte y Peiró, 1999; Gil-Monte, 2007;
Wright y Copranzano, 1998; Pines, 1993 en Schaufeli, Maslasch y Marek, 1993; Maslach, Schaufeli y
Leiter, 2001; Maslach, 2009). Estudios realizado en
contextos profesionales específicos muestran por
39
Karin Roa
ejemplo que las enfermeras que experimentan niveles más elevados de burnout proporcionaban, según
los pacientes, niveles más bajos de cuidado (Leiter
et al. 1998 citado en Maslach 2009), mientras que
otro estudio descubrió que policías con altos niveles de burnout reportaban más uso de violencia en
contra de la población (Kop et al. 1999 en Maslach,
2009).
Habiendo explicitado las definiciones y desarrollos
actuales en referencia al estrés y al burnout, se ofrece
a continuación una caracterización de factores del
entorno laboral con los que pueden interactuar los
trabajadores en situaciones de crisis por desastre
natural, y que han demostrado predisponer experiencias negativas en relación el entorno laboral de
los profesionales de ayuda.
Los desastres naturales como escenarios
de crisis
Desde la perspectiva de la salud mental, los desastres son fuentes de riesgo de estrés puesto que se
viven como crisis vitales que alteran la vida cotidiana y que exceden la capacidad habitual de las
personas para enfrentar problemas (Caplan, 1964).
En términos del impacto psicosocial, es común que
entre un tercio y la mitad de la población afectada
sufra manifestaciones psicológicas, como producto de una sobredemanda en el ámbito individual,
familiar y social (Organización Panamericana de la
Salud (OPS), 2002, 2006). Entre las reacciones más
frecuentes tras estos desastres están la ansiedad, la
depresión y en casos algo más extremos, el síndrome de estrés post-traumático (OPS, 2002).
Sin embargo, no por eso toda crisis se asocia con
resultado patológico. Si las personas afectadas son
capaces de encontrar, y el entorno es capaz de
proveer, condiciones para construir sentimientos
de confianza y procesos de defensa, maduración
y adaptación, la crisis será un mal recuerdo, pero
un recuerdo integrado sanamente a la biografía. Sin
embargo, cuando las posibilidades de adaptación se
ven sobrepasadas por los hechos , por la cuantía del
deterioro físico, social o laboral, o por condiciones
de vida precarizadas previamente, es posible que
esas crisis pasen a constituir eventos traumáticos y
estresantes y devenga de ello la experiencia de sufrimiento psicológico (OPS, 2006).
Un factor que puede implicar riesgos adicionales de
resultados negativos en la salud mental de la población es que la crisis se prolongue (OPS, 2006).
En el caso de Chile, las réplicas tras el terremoto
del 27 de Febrero se sucedieron hasta sesenta días
después del terremoto, a razón de hasta cuatro por
40
jornada, tanto de día como de noche, manteniendo vigente el estado de incertidumbre y alerta en
la población. Ello supuso además un incremento
continuo del deterioro de la infraestructura, las dificultades de obtener ayuda y la desmoralización
concomitante. Por otro lado, y asociado a la llegada
del invierno, existe la posibilidad que para algunos
grupos más afectados la crisis adquiera nuevo dramatismo, reflejadas en vulnerabilidades derivadas
de la desprotección en vivienda, del surgimiento de
enfermedades, etc.
Entendida como un factor de riesgo de estrés, las
crisis prolongadas desafían la capacidad de recuperación de las personas, demoran la elaboración de
un nuevo estado de equilibrio y por ende exponen a
la población a mayor riesgo de percepción de sobredemanda, que se sumana la necesidad de tener que
seguir funcionando en aspectos básicos de la vida
cotidiana. Como señales de ésta experiencia, es común el surgimiento de sentimientos de impotencia,
desesperanza y agotamiento emocional, ansiedad y
miedo, acompañados de un deterioro en la capacidad de reflexión y de toma de decisiones, que se
vuelven características del funcionamiento en este
estado de sobredemanda prolongada (OPS, 2006).
Adicionalmente, y a diferencia de las crisis individuales, las crisis derivadas de desastres naturales
imponen un escenario de apoyo y soporte social
cualitativamente diferente. En situaciones de crisis
individuales, las personas suelen contar con quienes
les rodean para obtener apoyo, consejo, compañía, etc.. Sin embargo, tras un evento que afecta
colectivamente a la población, es frecuente que se
desorganicen o deterioren gravemente las redes sociales, toda vez que los miembros están afectados e
impotentes frente a la situación de desastre y con
mayor propensión a labilidad y conflictos interpersonales (OPS, 2006). Así, ésta es una crisis más
solitaria que otras de corte personal, razón por la
que las que ciertas estrategias de afrontamiento que
se basan en la familia o la comunidad, en otras ocasiones disponibles, no funcionan.
De la confluencia de estos factores se desprende la
explicación del por qué aproximadamente un tercio de las personas, una vez transcurridos hasta
seis meses del evento, no logran alcanzar un nuevo
estadio saludable, evidenciando los efectos más estables y menos deseables de patología psicológica
asociada. Es por ello que una respuesta efectiva para
el manejo de la salud mental de la población debe
extenderse por al menos un semestre, y preparar
respuestas adecuadas para este momento.
Esta descripción del estado de crisis general tras un
Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia:
conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones
desastre natural se incluye como factor de riesgo
para el estrés y burnout laboral porque en su mayoría las personas que se abocan a la ayuda social y de
salud son parte de la población afectada. De hecho,
se suele recomendar que la primera respuesta y los
grupos de ayuda sean miembros de la comunidad,
que conozcan el lugar, situaciones y aspectos culturales locales (OPS, 2002, 2006).
El riesgo para estos trabajadores emerge precisamente del hecho que pueden iniciar labores de rescate o
apoyo tras el desastre en condiciones en que comparten la misma situación subjetiva de crisis o duelo
que el resto de la población, sus consecuencias, sus
precarizaciones y los riesgos de enfermar. De allí
que su capacidad de trabajar, de sobreponerse al
efecto de estresores adicionales y específicos del entorno laboral (que a continuación se señalan) y de
contener el sufrimiento de otros, puede verse debilitada tanto a corto, pero más preocupante aún, a
largo plazo.
Factores psicosociales de riesgo para los trabajadores
Los factores psicosociales se definen como aspectos presentes en una situación laboral, relacionadas
con el diseño y la organización del trabajo, con el
contenido del puesto, con la realización de la tarea
e incluso con el medio físico, que tienen el potencial de afectar al desarrollo del trabajo y de causar
daño a la salud física, social o psicológica de los
trabajadores (Cox, Griffiths y Rial-González, 2005;
Gil-Monte, 2009).
Tras el terremoto el escenario laboral en ciertas
instituciones principalmente de ayuda, salud y seguridad pública puede haber cambiado para los
trabajadores. A continuación se destacan algunos
factores que tienen potencial de superar las capacidades de adaptación de los trabajadores y que, en
algunos casos, persisten aún por meses tras ocurrido
el evento crítico (extraído de Bryce, 2001; Cohen,
1998; OPS, 2002, 2006):
• La obligación de mantenerse alejados de la familia por razones laborales, o desinformado del
paradero de parientes o amigos. Puede ocasionar tensiones y recriminaciones por parte de
familiares dado que el trabajador se ausentan
en momentos de mucha incertidumbre, temen
por su seguridad o necesitan de su ayuda (OPS,
2006).
• Demandas de gran esfuerzo físico y mental, a veces sin soporte adecuado de agua y alimentos,
sobreesfuerzos de largas jornadas sin descanso
o de trabajo nocturno, no usuales (Bryce, 2001;
OPS, 2002).
• Deterioro del ambiente físico del trabajo. inmediatamente después del terremoto algunos
profesionales de ayuda debieron comenzar a trabajar en condiciones precarias. Numerosos son
los testimonios del trabajo en plazas, en carpas,
en dependencias seguras pero ajenas, en ausencia de condiciones mínimas: sin su computador,
fichas o carpetas, o lamentando la pérdida de información valiosa e irrecuperable, sin baño, sin
lugar donde comer o con escases de agua.
En el corto plazo, estas condiciones de trabajo
pueden aceptarse como parte del anecdotario de
actos sacrificados que vale la pena atesorar en los
anales de la organización. En el mediano plazo,
la falta de medios incomoda, e incluso impide
el normal desarrollo de las funciones asignadas,
pese a que las presiones por resultados no desaparecen proporcionalmente. En el largo plazo,
esas nuevas condiciones pueden vivirse como
poco tolerables, pudiendo interpretarse como
una falta de estatus social en el trabajo. Alejados
de condiciones de trabajo dignificantes, el riesgo
allí donde persistan es que las personas terminan
concluyendo que su trabajo, y ellos mismos, no
son importantes, que no tienen relevancia.
• Sobrecarga de trabajo. necesidad de cumplir con
muchas tareas en forma rápida y pese a la falta
de materiales, tiempo o información del puesto
de trabajo. Se experimenta como la sensación de
sobrecarga y de desequilibrio entre lo disponible
y lo solicitado (OPS, 2002). La sobredemanda
puede ser resuelta invirtiendo tiempo adicional
y quitando tiempo a otros dominios de la vida,
como la familia, con el consiguiente trastorno,
cansancio e insatisfacción asociada.
• Pérdida de control y certidumbre. Asociado a la
sobrecarga, se manifiesta como sensación de haber perdido la capacidad de controlar aquello por
lo cual se les está responsabilizando. Asimismo la
falta de control puede devenir de los cambios en
la organización o tipo de trabajo que deben desarrollar (Maslach, 2009)
• Problemas en las dinámicas internas de equipo
en torno a comunicación, solución de problemas,
toma de decisiones, conflictos interpersonales,
etc. (Maslach, 2009). Así, el contacto con compañeros y jefaturas se vuelve un factor adicional
de tensiones e insatisfacciones, a la vez que obstaculiza el logro de metas.
41
Karin Roa
• Interferencias en las funciones. propio de situaciones en que es necesario coordinarse o trabajar
en equipo con personal con el que no se suele colaborar o con quienes se rivaliza en estilos o metas
de trabajo (OPS, 2002). La llegada de voluntarios,
personas de gobierno central, cuerpos de apoyo
o medios de comunicación demanda adecuarse y
desempeñarse con más observadores y más interacciones de lo usual y quizá en funciones nuevas,
todo lo cual puede encontrar al trabajador poco
preparado para hacer frente a ese desafío.
• Trabajo expuesto a los medios de comunicación.
tanto la operación como los resultados o las quejas de los usuarios aparecen exponiendo a los
trabajadores y unidades de apoyo, principalmente en torno a quejas, demoras o fracasos de las
gestiones (OPS, 2006)
• Incomodidad en las funciones. Un aspecto importante, principalmente en el primer momento,
se refiere a competencias para contener y manejar
la consternación y el desborde emocional de la
población a la que intentarán ayudar. Pero también cuando ya ha pasado tiempo tras el desastre,
si hubo cambios en las funciones por necesidad
de responder a nuevas demandas del entorno, la
incomodidad del trabajador puede sobrevenir
tanto por tener que realizar tareas para las que se
sienten sobrecalificados como porque no se sienten preparados, exponiéndose a la frustración y
al fracaso (OPS, 2002, 2006).
• Ambigüedad en el rol. producto de muchos de
los factores anteriores, los espacios de rol de las
personas pueden desdibujarse momentánea o
más permanentemente: en el contenido del trabajo, en los parámetros de cumplimiento y de
evaluación. Se produce incertidumbre, y de ella
la presión por afrontarla y por adaptarse (GilMonte, 1999; OPS, 2002).
• Carencia de recompensas. no sólo de dinero o
bonificaciones, sino más bien referido al reconocimiento de alguien (jefes, compañeros, la
comunidad) de los esfuerzos adicionales y de la
calidad del trabajo (Maslach, 2009).
Todo lo anterior produce una situación en la que los
trabajadores deben desplegar afrontamientos eficaces para volverse competentes rápidamente. Si eso
no ocurre, la persona enfrenta un escenario nuevo
en el que puede sentirse incompetente, y en combinación con una vocación de servicios, impotente.
Si a lo anterior se añade la imposibilidad de eludir o
modificar el trabajo, puede desplegarse un escena42
rio estresante porque no es tolerable pero tampoco
tiene salida. Esta es la constelación de factores que
considera la teoría explicativa del estrés llamada
de “demanda-control”, sustentada principalmente
por Karasek desde la década de los 70´s (en Cox,
Griffiths y Rial-González, 2005; Karasek y Theorell 1990 en Maslach, 2009). Según ésta, un trabajo
estresante sería más que un trabajo que produce
sobredemanda: surge de una compleja interacción
de factores situacionales del ambiente de trabajo, la
cantidad de control que los individuos tienen sobre
las demandas y su capacidad para responder a ellas
(Caplan, 1998 citado en Parra, 2001).
Sobrecargas en el trabajo emocional
El trabajo emocional se define como el correlato de
la interacción continua y por largos períodos entre el
o la ocupante del rol laboral y los usuarios en áreas
de protección social, salud, enfermedad y vulnerabilidad en general (Zapf, Seifert, Schmutte, Mertini,
& Holz, 2001). Es el tipo de trabajo que es usual
en algunas ocupaciones y profesiones, como lo son
trabajadores sociales, psicólogas/os y enfermeras/os,
profesores y también gendarmes y policías. Se trata
de puestos de trabajo que evocan un constante y
significativo emocionar, a la vez que requiere manejo de la expresión y reacción frente a esas emociones
(Zapf y cols., 2001).
Los requerimientos que hacen particular el trabajo
emocional son básicamente tres: 1) una alta sensibilidad, que permita reconocer las emociones del
usuario; 2) la capacidad de controlar la interacción,
por ejemplo conteniendo y modulando la emoción
en el otro con fines funcionales a la atención y a la
ayuda; y 3) la capacidad de disonancia emocional,
entendida como la habilidad de disimular ciertas
emociones y conducirse o expresarse como si la
emoción que se siente fuera otra, más funcional a
las circunstancias (Zapf et al., 2001).
El trabajo emocional se vuelve más demandante
en los escenarios de crisis. En ellos los trabajadores de emergencia, de salud y de asistencia social
se enfrentan a situaciones extraordinarias porque
es más extenso el sufrimiento de personas y comunidades completas. Respecto de las poblaciones
que estaban en pobreza o vulnerabilidad antes del
evento, es frecuente que a las dificultades que pudieran haber experimentado en torno a participar e
integrarse a redes de sustento, se añadan tras los desastres mayores limitaciones de acceso a servicios de
emergencia, salud o aumente el riesgo de sufrir los
efectos de un trato discriminatorio en la oferta de
ayuda (OPS, 2006). También los enfermos, los ni-
Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia:
conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones
ños pequeños y los adultos mayores pueden pasan a
ser usuarios involuntarios de los sistemas de ayuda
en estas circunstancias de mayor precariedad, y su
sufrimiento suele causar cargas emocionales mayores (OPS, 2006).
Eso ofrece un contexto en que cada trabajador deberá atender a más usuarios y los usuarios vendrán
a ellos con mayores carencias o apremios que lo
usual, que constituye un flujo al que los trabajadores no estarían acostumbrados.
Estas condiciones exceden por mucho las circunstancias habituales de los trabajadores tanto
cuantitativa como cualitativamente. Se suele asumir
que estos profesionales están acostumbrados al dolor, las carencias o vulneraciones, pero es un error
considerar que el volumen de carga emocional carece de relevancia (Zapf et al.; Bajoit, 2009).
Finalmente, otra ruta por la que el trabajo emocional se vuelve más demandante es porque en estas
ocasiones desaparece el “efecto amortiguador” (buffer effect) que las redes sociales brindan para la
contención y desahogo, necesario para encarar con
éxito las demandas normales del trabajo emocional
(López-Cabañas y Chacón, 1999).
Normalmente las personas que trabajan en auxilio
de poblaciones vulnerables o vulneradas, cuentan
con espacios familiares o de amistad para vaciarse,
descargarse y recibir consuelo o consejo, tanto en
casa como en el trabajo. En situaciones de crisis colectivas esos espacios pueden diluirse o desaparecer
(OPS, 2002). Los cercanos pueden vivir sentimientos de desamparo y tristeza por sus propias pérdidas
o fragilizaciones, por lo que las demandas de apoyo
y contención se generalizan, dejando a estos trabajadores sin apoyos anteriores con los que contaban,
o incluso siendo ellos demandados para asumir el
rol de contención que se extiende, ahora, desde el
trabajo a la casa o a los amigos.
En estas condiciones, los requerimientos de la
comprensión, contención y control de las emociones propias y ajenas pueden constituir un factor
de riesgo de patologías psicológicas, toda vez que
el trabajador sienta que es imposible hacer frente
individualmente a situaciones condicionadas organizacionalmente por la crisis. En esas circunstancias,
el filtro y el control emocional pueden reducirse,
por lo que el trabajador se expone a las indeseables
consecuencias de la fatiga emocional y sus correlatos conductuales: desánimo, labilidad, irritabilidad,
trato poco adecuado y descarga descontrolada de
las emociones. Su desempeño laboral, así, puede
verse severamente afectado.
Modificaciones en las condiciones y
recompensas habituales de la relación
de ayuda
Se ha denominado como relación de ayuda a aquella que se realiza cara a cara entre dos personas o
grupos, una con necesidades y la otra con las competencias o conocimientos para ayudarle (Bajoit,
2009, en imprenta). Se entiende como una relación
asimétrica, justificada por la capacidad que tiene
quien ayuda para otorgar asistencia al ayudado o
para promover en el él/ellos el desarrollo y despliegue de recursos y potencialidades (Rogers, 1996).
Bajo situaciones especiales, esta relación puede
transformarse en otro espacio adicional para experimentar los efectos negativos de condiciones de
trabajo poco adecuadas, suscitadas por la emergencia y arrastradas tras meses del desastre. La
caracterización propuesta por Guy Bajoit de las dimensiones de análisis de la relación de ayuda (2009,
en imprenta) permite visualizar estos efectos:
La finalidad: la finalidad de toda relación de ayuda
es ayudar a quien lo necesita, valga la redundancia.
Pero en ocasiones como tras el terremoto, ese objetivo es alcanzado con dificultad o sencillamente no
logra conseguirse. Las sobrecargas de la emergencia,
el aumento en el número de personas en necesidad
o la carencia de recursos para ofrecer soluciones
hace que, en ocasiones, la finalidad de la relación
de ayuda zozobre.
El deseo de dar solución a demandas que son
apremiantes y legítimas, puede chocar con la incapacidad del sistema para responder. Resulta frecuente
que los primeros días tras un desastre la capacidad
organizacional de municipios o servicios de ayuda
sean bajas por falta de personal, de respuestas, de
recursos. En esas circunstancias la relación de ayuda resulta de riesgo para el trabajador porque puede
ser fuente de sensaciones de incompetencia (no sé
hacer más) e impotencia (no puedo hacer más pero
me importa no poder hacerlo). De allí que finalmente, lo que cansa no es el trabajar para la gente, sino
el no poder ayudarles (Pines, en Schaufeli, Maslach
y Mareck, 1993).
Las contribuciones: como ya se dijo, pese a ser una
relación asimétrica, es necesario que ambas partes
de la relación de ayuda pongan una parte: quien
ayuda pone soluciones, materializadas en cosas,
conocimientos o servicios que debieran ser ofrecidas con deferencia y buen trato; quien es ayudado
debe poner al servicio de la relación su capacidad
para recibir pero también para facilitar el proceso
de ayuda, y en un extremo deseable, para expresar
43
Karin Roa
genuina gratitud y reconfortar al trabajador en su
anhelo de haber mejorado las condiciones de vida
de quien acudió en busca de ayuda (Bajoit, 2009,
en imprenta).
Cuando todo el sistema se recarga, las posibilidades
de responder son bajas y la paciencia y comprensión del público van disminuyendo con el paso de
las horas, por lo que la relación de ayuda puede
esfumarse. La nueva relación se traduce en una relación de conflicto, de ataque y defensa y finalmente
en una mala experiencia, que priva al trabajador de
las recompensas y gratificaciones de su labor.
Las retribuciones y remuneraciones: esta dimensión puede analizarse en dos flancos. El primero
dice relación con el hecho que, muchas veces, la
mayor retribución que las relaciones de ayuda producen en los trabajadores es la percepción de trabajo
bien hecho y de la meta propuesta lograda: ayudar a
las personas y ver que mejoran es de por sí recompensante, que se traduce en un satisfactor intrínseco
asociado al trabajo (Ferreiro y Alcazar, 2002). Pero
este rasgo propio de las personas con vocación
de servicio no impide que también aspiren a otra
fuente de satisfacción, como es el reconocimiento
(concreto o simbólico) y agradecimiento de jefes,
compañeros y también de los usuarios, entendidos
como satisfactores extrínsecos que reemplazan a
otros que no suelen ser accesibles, como sueldos
abultados, bonos o aumentos de salario (Ferreiro y
Alcazar, 2002; Maslach, 2009).
En el caso del terremoto en Chile, se produjeron sobre esfuerzos y esfuerzos por parte del personal de
emergencia, salud y ayuda tildados de heroicos entre las comunidades y los medios de comunicación.
Algunos de esos gestos recibieron reconocimiento
social en la prensa y televisión, y en ocasiones también por parte de los usuarios, jefes o compañeros
de trabajo. Pero si eso no ocurrió, puede haberse producido frustración, puesto que la especial
sensibilidad al reconocimiento social es un rasgo
frecuente en las profesiones de ayuda (Bajoit, 2009,
en imprenta; Maslach, 2009; OPS, 2002).
Explicado por medio de teorías organizacionales
de la motivación, un desbalance negativo entre el
aporte desplegado (se dio más de lo comprometido)
y la recompensa percibida (se recibió menos de lo
esperado) da como resultado la frustración en el trabajador (Lawler, 1983; Walster et al. 1973 y Siegrist
1996, en Maslach, 2009). Como acción correctiva, lo que puede ocurrir luego es que el trabajador
responda al desbalance con una aportación menor
que rectifique el desbalance percibido. Lo que se
observará entonces es un trabajador que reduce su
44
motivación, que disminuye su contribución, que
aparece como incomprensible e injustificado cuando no se ha tenido en cuenta que su origen pudo
estar en las ofertas de sentido y recompensa que la
organización pone a disposición del trabajador.
El impacto de las fuentes de riesgo post
terremoto en la salud a través del rol de
la identidad
Tanto desde la perspectiva psicológica como sociológica, las organizaciones constituyen sistemas
sociales conformados por roles relativamente estables, que enmarcan los puntos de referencia y
observación de los trabajadores, así como las relaciones sociales que entablan desde ese espacio
laboral (Cohen, 1998).
Los roles enmarcan no sólo comportamientos, sino
espacios de experiencia con que las personas significan y observan lo que hacen, las interacciones con
los usuarios, otros pares o con la organización, todo
lo cual constituye una parte del quién soy. Con ello se
hace énfasis en la idea que los roles son contextos sociales creados en las organizaciones que las personas
viven como espacios de “realidad”, desde los cuales
se entiende y se narra una respuesta al quién soy laboralmente hablando, que para autores como McLean
y Pasupathi, constituyen la identidad narrativa del
trabajador (Hammack, 2008; McLean, Pasupathi, &
Pals, 2007; Pasupathi, Mansour & Brubaker, 2007;
Pasupathi, McLean y Weeks, 2009).
Desde este punto de vista se verá a la organización,
al escenario que constituyen para el trabajador y a
los factores psicosociales de riesgo y de protección
como enmarcamientos organizacionales en los que
la persona se definirá, se leerá a sí misma y a su rol.
De allí que la consecuencia que puede derivarse tras
un tiempo trabajando en unas malogradas condiciones laborales, es que los trabajadores concluyen que
lo que han aportado vale poco (porque no tiene éxito reconocido), el objeto de su dedicación vale poco
(la ayuda) o el puesto de trabajo vale poco (Pines,
1993 en Schaufeli, Maslach y Mareck, 1993). Esta
conclusión puede producir un leve sinsabor o reacciones de sufrimiento más extremas. En éste último
caso, desvalorizando su rol laboral, las personas terminan desvalorizándose también a sí mismos. Como
bien señalaba Pines (1993), “los estresores organizacionales que implican condiciones insatisfactorias
para trabajar no sólo estresan porque impiden que
la persona se sienta competente y exitoso en lo que
hace, sino porque envía el mensaje implícito que lo
que hacen es insignificante” (Pines, 1993 en Schaufeli, Maslach y Mareck, 1993, p. 37).
Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia:
conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones
Estrés, estresores y respuestas
organizacionales
Como ya se vio, definido al modo transaccional el
estrés denomina una respuesta patológica en relación con la vivencia subjetiva de unas condiciones
laborales sobredemandantes, que puede producir a
corto y mediano plazo el síndrome de estrés agudo, y en el largo plazo y tras la configuración de
estrés crónico, un potencial proceso de burnout.
Desde esta interpretación resulta poco funcional
intentar establecer quién debiera cargar con la responsabilidad de remediar las consecuencias que de
ello se derivan. Esto contrasta con interpretaciones,
vigentes aún hoy entre algunas jefaturas y organizaciones, donde el estrés se ve como un problema de
debilidad individual y una carga que el trabajador
“trae desde la casa”, olvidando u obviando el hecho
que la organización también determina situaciones que son contexto psicológico e identitario de
las personas, y obviando que será la organización
quien reciba las consecuencias en la salud de esas
interacciones.
El asunto más bien debe observarse desde la cualidad de la experiencia más que desde la cantidad de
influencia. Saber que el trabajador a vivido situaciones personales estresantes (en escenario donde
no hay crisis adicionales) no es impedimento para
que las instituciones asuman que ciertos factores
organizativos contribuyen a dificultar el desempeño laboral al trabajador. Lo mismo cabe decir
hoy, a cuatro meses del evento que remeció al centro-sur de Chile: el terremoto generó una serie de
consecuencias, como ya se observaba en relación a
deterioro físico, modificaciones de la organización
del trabajo, de la cantidad de trabajo y sus efectos
en la cuantía del trabajo emocional y en la relación
de ayuda. Sin embargo, la organización tiene pese a
todo un espacio insoslayable de acción que poner a
disposición de los trabajadores, a partir de ahora si
no lo ha hecho antes, para crear unas mejores condiciones para la recuperación de la calidad de vida
laboral que su personal pudo haber perdido.
De acuerdo con lo anterior, las actividades de prevención y las que apuntan a facilitar la recuperación
paulatina de la salud en el trabajo requiere de análisis y adquisición de competencias de todos los
actores involucrado, con el fin de influir en algunas
dimensiones organizacionales.
Reconocer que las reacciones de estrés agudo pueden ser
normales frente a situaciones de crisis y cambio. Las
organizaciones deben legitimar la experiencia de
sufrimiento que sus trabajadores pueden estar vi-
viendo, sea en privado o en público, aún cuando se
crea (erróneamente) que ya ha pasado mucho tiempo. La literatura especializada reconoce que muchos
de los efectos acumulados más perniciosos para la
salud pueden comenzar a evidenciarse tras seis
meses del evento crítico (OPS, 2006). Si en las organizaciones las jefaturas asumen que ya todo volvió a
lo de siempre y desnormalizan o descontextualizan
las reacciones perdurables de estrés laboral, aislarán
al trabajador en una interpretación que responsabiliza únicamente a la persona de su padecer, dando
comienzo a una experiencia subjetiva peor de la que
venía forjándose. Es necesario el reconocimiento de
la organización de la realidad y normalidad de las
reacciones de estrés que tienen su punto de partida
(y quizá de llegada) en el desastre natural vivido.
Adicionalmente resulta beneficioso crear entornos
donde se reconoce explícitamente que las alternativas de reacción van desde la sana adaptación hasta
las reacciones patológicas. Sólo así se creará el clima
de confianza y respeto que hace falta para abrirse a
interpretaciones y significaciones menos dañinas de
la experiencia (no soy el único, no soy un raro/a o
un débil). Recuérdese que el estrés es el correlato
psicológico de sentirse en sobrecarga, ansiedad y
desesperación, por lo que si el contexto acepta y legitima esas reacciones como normales, se sientan las
bases para una evaluación individual más benigna,
menos estresante.
Reconocer el trabajo realizado en esas condiciones y no
sólo el trabajo extraordinario. Pese a que felicitar y
realizar un reconocimiento del trabajo bien hecho
tiene más efecto en el momento mismo del desempeño, nunca es tarde para realizar actos de refuerzo
y agradecimiento por lo que estos profesionales de
ayuda hicieron por sus comunidades, pese a sus
propios miedos y pérdidas en ese momento. Estos
profesionales trabajan en ámbitos que normalmente
tiene escaso estatus social, salarios poco atractivos y
pese a ello encuentran compensación en el servicio
que prestan a otros. De allí que sean sensibles, como
se dijo, a las muestras de gratitud o de visibilización
de los esfuerzos que desplegaron o han desplegado,
principalmente el que viene de las jefaturas (GilMonte, 1999; Maslach, 2009, OPS, 2002). Si fuera
posible realizar compensaciones concretas o pecuniarias aún mejor, pero al menos debieran hacerse
gestos socialmente significativos, que además provengan de la institucionalidad de la organización y
no sólo como gestos independientes e individuales
de algunas jefaturas.
Aumentar capacidades individuales, grupales y organizacionales. Cuando una situación desborda la
45
Karin Roa
capacidad de respuesta adaptativa de la población,
se necesita aumentar y diversificar las herramientas de las personas de afrontar esos hechos. Tras
el reconocimiento es importante que las organizaciones provean a sus trabajadores de capacitación
y entrenamiento en el desarrollo de estrategias de
afrontamiento, tanto individuales como grupales, para hacer frente a las fuentes de estrés, pero
también para que puedan incorporar en forma integrada y positiva la nueva normalidad. Nada más
dañino que intentar, tras pocos meses de ocurrido
el terremoto, discursos de “aquí no ha pasado nada”
o de “ya hemos vuelto a la normalidad” porque, en
estricto rigor un desastre es algo tras lo cual nunca
nada vuelve a ser como era. Aceptar los puntos de
no retorno y aprender a cambiar aquello que aún se
pueda (y distinguir entre lo uno y lo otro, como reza
el dicho) son los primeros pasos de una adaptación
psicológica madura y exitosa. Y también los pasos
que daría una organización saludable y proectora
de sus trabajadores.
Cursos de capacitación que aumenten el repertorio
de afrontamiento emotivo, cognitivo y conductual
de los trabajadores y jefaturas; entrenamiento en el
reconocimiento de factores protectores y estresores
psicosociales presentes y finalmente la manera de
actuar frente a ellos, fundan las bases de una mayor capacidad organizacional para aprovechar los
recursos y oportunidades que pueden ponerse a
disposición del cuidado de la salud ocupacional.
Re-enmarcar los nuevos roles y referencias. Cuando el
cambio en las condiciones en que se desarrolla el
trabajo modifican el rol, las fuentes de recompensa
o la posición social relativa, se produce un alto grado de incertidumbre respecto de qué debo hacer y
de quién soy laboralmente hablando, que pueden
transformarse en un elemento que predisponga
efectos psicológicos negativos (Cohen, 1998; GilMonte, 1999).
Una manera de evitar el potencial de daño de este
aspecto sobre la experiencia del trabajador es enmarcar organizacionalmente ese cambio lo antes
posible en al menos cinco dimensiones: (1) en el
tiempo (cuánto tiempo durará); (2) en su evolución
(qué situación viene después); (3) recompensas
concretas y simbólicas (incentivos u oportunidades
derivadas del cambio de situación); (4) posición relativa en torno a otros (si hubo cambio en jefatura a
la que reportar, en quién se considera par o compañero de equipo o en torno a los subalternos) y (5)
Nuevas metas o resultados que se esperan de sus
gestiones en el trabajo (para evitar la sensación de
fracaso que puede sobrevenir a una mala compren46
sión de las expectativas que se tienen de sus logros y
de su puesto). El proveer certidumbres en al menos
estas dimensiones es el rol del liderazgo en las organizaciones, por lo que resulta adecuado ejercerlo
para disminuir una fuente de estrés en el trabajo.
Diagnóstico de necesidades especiales. Frente a las dudas personales respecto del grado de normalidad o
patología psicológica de una persona, lo indicado
es realizar diagnósticos profesionales. Esto, con el
fin de evitar los sesgos optimistas (no debo estar tan
mal o ya se me va a pasar sólo) o pesimistas (no saco
nada con hacer algo, nada va a mejorar) en situación
de aislamiento en el que no puede desconfirmarse
ninguna de los dos sesgos.
La gran mayoría de las personas pueden encarar los
procesos de adaptación de manera autónoma, con
el apoyo y ayuda de familiares, amigos, compañeros. Sin embargo, si tras pasar los meses la persona
no se siente conforme con su estado de salud o con
la calidad de su entrega en el trabajo, la familia o la
comunidad (porque sentirse como antes no resulta
realista), es de suma importancia realizar un diagnóstico y recibir prescripción de tratamiento.
Supervisión atenta. Es sabido que las jefaturas
cumplen una función relevante en torno a la gratificación y realización en el trabajo, puesto que son
quienes controlan el acceso a satisfactores de diverso origen, pero también porque pueden restringir
el acceso del trabajador hacia ellos (Ferreriro y Alcazar, 2002). Dentro de los satisfactores intrínsecos
el explicitar el valor del trabajo desempeñado por
el trabajador, en todo aquello que se pueda valorar,
funciona como fuente de retroalimentación positiva
y de recompensa simbólica. Al contrario, la falta de
reconocimiento se lee como indiferencia y minusvaloración del desempeño alcanzado.
En lo extrínseco, el ofrecer condiciones de trabajo que señalen la dignidad y relevancia del trabajo
también resulta protector para el trabajador. Si bien
en ocasiones se trata de un problema de disponibilidad de recursos, en otras requiere más bien de
intencionar la administración de recursos y eliminar
fuentes evitables de estrés del entorno físico que deben comprenderse como inaceptables.
Otro aspecto al que debe prestar atención una supervisión intencionada para mejorar la adaptación
al trabajo tras el terremoto es a las secuelas psicológicas y su correlato conductual. Las reacciones
al estrés, al miedo, la tristeza y al mismo burnout
pueden verse diferente en las personas: es más frecuente que las mujeres lloren frente a la tristeza,
pero los hombres se vuelven más irascibles bajo su
influjo; la despersonalización en el trato que apa-
Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia:
conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones
rece en unos como humor negro y sarcasmo hacia
el usuario, en otros aparece como frialdad e indiferencia. Asimismo, las tensiones en las relaciones
de equipo, el aislamiento y la elusión de contacto
con compañeros y usuarios que antes solía producir
placer y bienestar pueden señalar estados de ensimismamiento defensivo frente a las características
aversivas en el ambiente laboral.
Este darse cuenta de las jefaturas permite diseñar, con
participación del trabajador, planes de afrontamiento orientados a favorecer la paulatina adaptación a
las funciones y roles, pero también la adecuación
del trabajo al trabajador. Éstas intervenciones deben estar orientadas por evidencia empíricamente
validada, y diseñadas para responder a factores psicosociales específicos detectados en diagnósticos
llevados a cabo con tal objetivo (Vega, 2009).
A modo de conclusión
Era deseo en este artículo mostrar la faceta en que
la organización constituye un espacio de realidad
psicológica relevante para los trabajadores, y cómo
ese espacio puede volverse, tras desastres como el
vivido en Chile, una realidad agobiante. Bajo las
definiciones utilizadas de estrés y burnout como patologías de origen ocupacional, las organizaciones
se ven interpeladas en su doble rol de prevenir la
influencia de factores psicosociales de riesgo pero
también de promover la salud, a través de la gestión
cotidiana de las personas, de sus roles, de los recursos físicos, de las reglas y de la institucionalización
de modos de funcionamiento que estén a la altura
de la magnitud del estresor que se impuso para todos tras el 27 de Febrero.
Las ocupaciones y profesiones de ayuda son tanto una necesidad social de primer orden como un
una vocación y líneas de un relato al interior de
la identidad. Y es probable que sigan siéndolo. Es
por ello que encuentra sentido y justificación una
apelación a esas organizaciones de ayuda, de salud, de emergencia y de seguridad ciudadana por
involucrarse activamente en poner a disposición
de sus trabajadores los incentivos, psicológicos y
materiales, que alimenten de gratificaciones esos
relatos y experiencias.
Finalmente, y en una perspectiva de promoción de
la salud, es de importancia permitir al trabajador
hacerse dueño de sus circunstancias, entendiendo que el trabajo y la organización como sistemas
sociales también son una realidad de las que ellos
participan. En nombre de esa perspectiva, cualquier desarrollo y apuesta técnicamente bien hecha
tendrá el efecto de aumentar la capacidad de la organización para encarar su misión con éxito, pese a
los ineludibles efectos de los desastres naturales que
periódicamente desafían la capacidad de asombro,
de resistencia y de adaptación.
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Los adultos mayores como un recurso en la
reconstrucción del país
Elderly as a resource in the national reconstruction
Claudia Reyes
Claudia Reyes es doctora en Ciencia Política de Washington State University, Estados Unidos. Actualmente es académica de la
Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su dirección electrónica es [email protected]; su dirección
postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul - Campus San Joaquín.
Resumen
En este estudio se analizan los resultados de una encuesta aplicada a los habitantes de las comunas de Hualañé y Curepto posterior al terremoto 2010. Los resultados muestran que un sector
de adultos mayores de 60 años se encuentra en situación de vulnerabilidad, pero que al mismo
tiempo son un recurso relevante para la comunidad en lo que se refiere a su reconstrucción.
Palabras claves. Adulto mayor, vulnerabilidad, pobreza, ruralidad, potencialidades adulto mayor.
Abstract
This study analyzes the results of a survey applied to the inhabitants of the Curepto and Hualañé
communities post-earthquake 2010. The results report that a group of elderly people, over 60
years old, live under vulnerable conditions, however, at the same time, they are an important
resource for the reconstruction of their community.
Keywords. Elder, vulnerability, poverty, ruralty, potentiality elder.
Antecedentes
A siete días de ocurrido el terremoto del 27 de
febrero de este año, un equipo interdisciplinario
conformados por profesionales y estudiantes de la
Pontificia Universidad Católica de Chile de las carreras Construcción Civil, Enfermería, Ingeniería,
Medicina, Trabajo Social, Geografía, Sociología,
Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos se establecieron en la Región del Maule, para conocer los
efectos del evento sísmico en las comunas de Curepto y Hualañé. La visita tuvo como objetivo el apoyar
a los municipios en la situación de emergencia y
en la elaboración de un proyecto de reconstrucción
basado en los daños ocasionados.
En el ámbito social, los objetivos de este operativo
se centraron en identificar el estado de afectación
de las familias como consecuencia del terremoto,
detectar sus recursos y activos ante esta situación, e
intervenir de manera directa y focalizada en grupos
vulnerables. Para lograr estos objetivos se diseñó
una encuesta para ser aplicada al grupo familiar. La
administración del instrumento fue realizada por
estudiantes y profesores de la Escuela de Trabajo
Social en el lugar de residencia de las familias de
las comunas de Curepto y Hualañé. Los resulta-
dos de este levantamiento de información develan
una situación crítica en que se encuentra un grupo
de adultos mayores residentes en estas comunas.
Este resultado podría ser el reflejo de un posible
factor que puede dificultar la reconstrucción, particularmente en los sectores más dañados de otras
localidades rurales del país.
El Censo 2002 (INE, 2003) reporta que la Región
del Maule cuenta con 908.097 habitantes, de ese total un 11,62% son mayores de 60 años. Si bien esta
cifra se asimila al porcentaje de adultos mayores del
país (11,4%), estos porcentajes se elevan en las comunas en estudio. En Curepto el 18% (1.946 casos)
de la población es mayor de 60 años y en Hualañé
corresponde al 14,21% (1.384 casos). Estas cifras
indican que prácticamente 2 de cada 10 habitantes
son mayores de 60 años.
El informe emitido por el Servicio Nacional del
Adulto Mayor (Forttes y Masaad, 2009), sobre la
situación del adulto mayor en Chile, devela que un
cuarto de los hogares en Chile dependen económicamente de un adulto mayor de 60 años. Este
segmento social cuenta con ingresos más bajos producto de su jubilación, y deben enfrentar gastos
en salud como medicamentos y atención médica,
49
Claudia Reyes
reduciendo su poder adquisitivo. La capacidad de
ahorro es prácticamente nula y no tienen un fácil
acceso a créditos de consumo.
La Encuesta de Caracterización Socioeconómica
Nacional (CASEN, 2006) agrega otros elementos
descriptivos de los adultos mayores en el país, que
son reveladores de la situación socioeconómica que
ellos viven. Alrededor del 30% de la población mayor de 60 años participa del mercado de trabajo
y prácticamente la mitad de las personas mayores
(43,8%) no ha completado sus estudios de enseñanza básica. Esta situación claramente refleja que las
rentas de jubilación de este segmento corresponden
a oficios de carácter terciario de bajos ingresos. Esta
misma encuesta ha constatado que en la medida que
aumentan los años de estudios también aumentan
los ingresos al hogar, y viceversa. Claramente estos
antecedentes deben ser considerados en los proyectos de reconstrucción. Más aún, el estudio realizado
por CELADE - CEPAL (2006) señala que la Región
del Maule presenta la tasa de analfabetismo más
alta del país (24,5%), entendiendo que el mayor
porcentaje de la población analfabeta se encuentra
concentrada en las personas de avanzada edad.
Las diferencias en género de los adultos mayores no
sólo son visibles en las expectativas de vida más altas en mujeres como lo demuestra el CENSO 2002
(INE, 2003), sino también en la participación activa
en la fuerza laboral de los hombres (43%) por sobre las mujeres (27,6%). La participación laboral de
ambos sexos decae en la medida que avanzan en
edad, este fenómeno puede ser atribuido a las condiciones de salud más precarias y las preferencias
del mercado por contratar a población más joven
en edad. Nieves Rico (2003) detectó que las mujeres mayores se encuentran en una situación más
desventajosa que los hombres, en términos de que
muchas no reciben ingresos propios, o no cuentan
con pensión ni jubilación. En el caso de las mujeres
que poseen una pensión sus rentas a lo largo de su
vida activa laboral, tienden a ser más bajas que las
de los hombres, situación que ha impactado sus jubilaciones en los mismos términos. A pesar de que
las mujeres presenten mayores expectativas de vida
que los hombres, y por lo tanto, requieren de ahorros previsionales que les permitan proyectar más
años de vida.
La encuesta CASEN (2006) arroja que 15,7%
(329.252) de las personas mayores de 60 años habitan en zonas rurales y 84,3% (1.771.126) reside
en zonas urbanas. Si bien, el segmento de personas
mayores que residen en zonas rurales es menor que
aquel que vive en zonas urbanas, el informe del SE50
NAMA 2009 (Forttes y Massad, 2009) refiere a los
factores que hacen más vulnerable a la población
de personas adultas mayores residentes en zonas
rurales. Esto es, según el Fondo Internacional del
Desarrollo Agrícola de 1993 el aislamiento geográfico, la falta de acceso a las comunicaciones, como los
bajos niveles de educación son algunos de los factores que negativamente favorecen que estas personas
se encuentren en una condición más vulnerable.
En los sectores rurales, las personas no cuentan,
necesariamente, con medios de locomoción pública que faciliten su desplazamiento, incluso en el
mismo radio del pueblo. A este aspecto se le suma
la dificultad de desplazamiento de las personas de
avanzada edad, quienes se pueden ver impedidas de
movilizarse por sí solas para acceder a los servicios
como salud, pagos de servicios básicos entre otros.
En el caso de las comunas en estudios, Curepto y
Hualañé, la locomoción colectiva tales como taxis
es limitada. Más aún, es escasa la posibilidad de que
los adultos mayores logren financiar dicha locomoción, en virtud a sus ingresos. Este aspecto se torna
crítico al analizar los resultados sobre proyección de
población realizado por CELADE-CEPAL (2003) en
donde se indica que se proyecta un decrecimiento
progresivo de la población joven en sectores rurales
del país, producido por la tendencia de los adultos jóvenes a migrar hacia las zonas urbanas. Esto
último conlleva a que los adultos mayores sean un
segmento cuya presencia aumente progresivamente
en sectores rurales, y que cuenten con menos recursos en términos de la asistencia de sus familias, en
materia de cuidados y económicos.
El equipo conformado por Arquitectura y Construcción Civil de la Pontificia Universidad Católica de
Chile en el Informe Ejecutivo Operativo HualañéCurepto (2010), reportó que de un total de 1.040
viviendas evaluadas en la comuna de Hualañé,
8,5% viviendas no son habitables, 13,5% en peligro
de colapso y 16,2% con uso restringido. En el caso
de la comuna de Curepto la situación fue más severa, dado que de las 880 viviendas evaluadas 9,3%
viviendas no son habitables, 19,6% en peligro de
colapso y 25,4% con uso restringido. Considerando
estos antecedentes generales, se analizan los resultados obtenidos de las encuestas aplicadas en las
comunas de Curepto y Hualañé pertenecientes a la
Región del Maule.
Metodología
La encuesta estuvo compuesta por seis ítems que
contemplaron la caracterización del grupo familiar,
las condiciones de habitabilidad después del terre-
Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país
moto, la atención de salud para grupos vulnerables,
propiedad de la vivienda, recursos de los que dispone la familia después del terremoto y situación de
futuro respecto a la condición de la vivienda. El instrumento describió la situación de los integrantes
de un grupo familiar en particular. La encuesta fue
aplicada en el domicilio de cada una de las familias
seleccionadas. Un total de 1.429 encuestas fueron
utilizadas en el análisis. Los antecedentes recopilados representaron al 30% de la población de ambas
comunas. Para efectos del análisis de los datos, se
utilizó el concepto de jefe de hogar definido por la
FAO (1996), que señala que el “Jefe del hogar es la
persona que se designa a sí misma como jefe o que es
designada o reconocida como tal por los demás miembros del hogar”. Esta definición entrega elementos
de cómo la familia se organiza internamente para
identificar su jefe de hogar, el cual puede o no estar
ligado al poder adquisitivo que éste pueda llegar a
tener. El foco de análisis de datos se sitúa en el segmento de adultos mayores de 60 años residentes en
las comunas en estudio.
A fin de poder interpretar los datos cuantitativos, se
agregaron antecedentes recogidos por las entrevistas
sostenidas con dos mujeres mayores de 65 años, las
cuales efectuaron un relato de su situación actual,
posterior al evento sísmico.
(463) mayores de 65 años. De modo que, de los hogares encuestados, cerca de la mitad de los jefes de
hogar son mayores de 60 años (Gráfico 1).
Si bien es cierto, la tendencia cultural lleva a creer
que los jefes de hogar sean mayoritariamente hombres, en el segmento de adultos mayores de 60 años,
la distribución por sexo fue muy similar, siendo el
21,5% mujeres y 22,1% hombres de un total de 600
casos (Gráfico 2). Se observa que la presencia de
las mujeres jefas de hogar menores de 60 años es
prácticamente 4 de cada 10 personas. Alejado de
la creencia popular, la representatividad de las mujeres como jefas de hogar se aprecia claramente, a
pesar de encontrarse insertas en un sector rural.
Otro de los datos que destaca, es el porcentaje no
menor de personas mayores de 60 años que viven
solas, particularmente al considerar que residen en
un sector rural, en donde el sistema de locomoción
pública limita su desplazamiento y la presencia de
los servicios públicos es limitado (Gráfico 3). Otra
proporción, también importante de personas mayores (aproximadamente 30%), sólo vive con una
única persona (Gráfico 3). Estos antecedentes son
de importancia, ya que develan que un porcentaje
importante de personas mayores depende de terceros para poder resolver situaciones de su rutina
diaria. Esto cobra particular relevancia al observar
el estado de salud de este grupo social, el cual, requiere de tratamiento médico permanente y 76%
de ellos demanda algún tipo de atención médica
(Gráfico 4). Cabe destacar que las enfermedades
Resultados
Los resultados muestran que 43,7% (601 casos) de
los jefes de hogar son mayores de 60 años, y 31,1%
Gráfico 1
Distribución porcentual de los jefes de hogar en función de su edad en las comunas
de Curepto y Hualañé (N=1.375)
EDAD JEFE DE HOGAR
31,1
66 y más
12,6
60-65
20,5
Edad
51-59
19,6
41-50
13,0
31-40
26-30
21-25
2,2
0,9
0 5 1015 20 25 3035
Porcentaje
51
Claudia Reyes
Gráfico 2
Distribución porcentual de jefes de hogar en función de la edad y sexo
en las comunas de Curepto y Hualañé (N=1.373 para los menores DE 60 años de edad;
N=600 para los mayores DE 60 años de edad)
EDAD SEGÚN SEXO
62,0
Menores 60 años
Mayores 60 años
37,8
Hombres
Mujeres
22,1
21,5
020406080
Porcentaje
crónicas que más destacaron fueron hipertensión
arterial (35,5%), diabetes (9,9%) y enfermedades
broncopulmonares (3,9%).
Dentro de las enfermedades crónicas que más destacan son hipertensión arterial (35,5%), diabetes
(9,9%) y enfermedades broncopulmonares (3,9%).
En las entrevistas sostenidas con dos personas mayores de 65 años, ellas indican su gran dificultad
para desplazarse a fin de acudir a los servicios de
salud. Una de ellas depende de la voluntad de vecinos que le ayudan con en el pago de cuentas, retiro
de medicamentos y asistencia a controles de salud.
Situación que se torna crítica, al tener en antecedente, que el equipo de profesionales encargado de
la evaluación de daño de vivienda e infraestructura
reportó que el Hospital de Hualañé tuvo un daño
considerado como severo con riesgo de colapso en
la zona de construcción de adobe, la cual no puede
ser habitada. Por lo tanto, el hospital de campaña
implementado, posterior al terremoto, suple esta
necesidad. Cabe señalar que las dos personas entrevistadas destacan positivamente la presencia de
Gráfico 3
Distribución porcentual de los adultos mayores de 60 años en función del grupo familiar
acompañante en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 597)
MAYORES 60 CON QUIÉN VIVE
Vive solo/sola
19,1%
Vive con más
de una persona
50,6%
52
Vive con una
persona 30,3%
Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país
Gráfico 4
Distribución porcentual de los adultos mayores de 60 años en función del estado de salud en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 594)
ESTADO SALUD MAYORES 60 AÑOS
Presencia de
enfermedad ó
lesión 16%
Postrado 1%
Sano
24%
Enfermedad
crónica 57%
Discapacidad
2%
los servicios ofrecidos por el hospital como fundamentales para sus requerimientos de salud. Otro
aspecto que se observa en las entrevistas es el hecho
de que ambas entrevistadas pasen largas horas del
día sentadas sin ningún tipo de actividad, situación
que podría cronificar su deterioro. Una de las entrevistadas vive sola, puesto que sus hijos migraron
a la ciudad, manteniendo contacto esporádico con
ellos, a pesar de su imposibilidad de poder desplazarse por sí misma sus hijos la visitan escasamente.
La otra persona entrevistada reside con un hijo que
tendría problemas de consumo problemático de
alcohol, cuyo apoyo es de tipo ocasional. En ambos casos, se observan condiciones de vivienda
deterioradas, no asociadas al terremoto, sino a sus
condiciones higiénicas y a la ausencia de manten-
Gráfico 5
Distribución porcentual de los adultos mayores DE 60 años en función de su actividad
laboral en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 595)
ACTIVIDAD LABORAL MAYORES 60 AÑOS
68,2
Jubilado/pensionado
Buscando trabajar
En labores de hogar
Trabajando
5,2
9,2
15,8
020406080
Porcentaje
53
Claudia Reyes
Gráfico 6
Distribución porcentual de los adultos mayores a 60 años en función del nivel
educacional en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 586)
NIVEL EDUCACIONAL MAYORES DE 60 AÑOS
Técnico o superior completa
Técnico o superior incompleta
6,3
0,7
7,5
Media completa
Media incompleta
Básico completa
4,8
11,4
Básico incompleta
Sin estudio
54,1
14,3
0 10 2030405060
Porcentaje
ción de la infraestructura, tanto por no contar con
recursos económicos propios que les permitan repararla y/o mantenerla.
De un total de 573 casos de adultos mayores de
60 años, un 20,2% señala presentar malestar psicológico, y 6,4% tuvo algún tipo de lesión física.
Esto indica que, a lo menos un cuarto de este grupo
etario se ve directamente afectado por los estragos
producidos por el evento sísmico. Estos antecedentes deben ser considerados en lo que refiere a la
atención en salud e intervención de trabajo social.
Coincidentemente con lo que señala el informe
emitido por SENAMA, un grupo no menor de personas mayores de 60 años, se encuentra trabajando
o bien en busca de trabajo. Estas cifras decaen en
el grupo de mayores de 65 años, quienes sólo un
7% trabajan y un 4% se encuentran en búsqueda de
trabajo. Este antecedente indica que ellos efectivamente siguen otorgando aporte económico al grupo
familiar de pertenencia.
Al indagar respecto del tipo de oficio que ellos
ejercen de 110 casos, 64,5% señalan ocuparse en
trabajos de carácter terciario. Un 11,8% son profesores, 7,3 % empleados municipales y 13,6%
comerciantes. Estos resultados coinciden con los
54
hallazgos de la encuesta CASEN 2006, en donde la
población de rentas menores continúa trabajando
para reducir el impacto de la disminución de las
rentas por concepto de jubilación. Al indagar respecto al nivel de educación los resultados muestran
que el 84,6% no concluyeron sus estudios de educación media superior (Gráfico 6).
Al preguntarles a los encuestados mayores de 60
años (537 casos) si piensan emigrar del lugar de residencia después del terremoto, un 95% señala no
tener interés de irse y sus intenciones son participar
en la reconstrucción del lugar donde viven. Sólo un
0,7% piensa emigrar, el resto de los encuestados
aún no lo ha pensado. Esto demuestra que el interés de las personas mayores es quedarse en el lugar
de residencia, muy por el contrario a lo que pueda
pensar un observador externo a la comunidad.
Las familias declararan contar como recurso con el
apoyo de su grupo familiar para enfrentar la reconstrucción de su entorno. Otra de las instituciones
que es visualizada como una alternativa de apoyo es
la Iglesia, en un 62% de los encuestados, indistintamente de su edad así lo declaran. Del mismo modo,
los servicios de salud aparecen como un recurso importante para ellos. Como se observa en el siguiente
Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país
Gráfico 7
Relación de las personas con los servicios de salud de las comunas de Curepto y Hualañé
(N=712 para los menores DE 60 años, N=551 para los mayores DE 60)
RELACIÓN CON SERVICIO DE SALUD
Mayores 60 años
Menores 60 años
14,3
85,6
Sin relación
Con relación
12
88
020406080
100
Porcentaje
Gráfico 7, en un 85,6% y 88% respectivamente
señala tener contacto regular con los servicios de
salud de su comuna.
En el caso del grupo de mayores de 60 años, el 69%
(N=601) señala tener el control de salud al día. Por
lo que ellos asisten a lo menos una vez al mes a los
servicios de salud de su comuna. Desafortunadamente, otras organizaciones como juntas de vecinos
u organizaciones comunitarias no son visualizadas por la mayoría de los encuestados como una
alternativa significativa de apoyo. El contacto con
establecimientos educacionales (escuelas) y con la
fuente laboral está restringido a un contacto causal
producido por la asistencia de un miembro de la familia a la escuela o bien por una relación netamente
de cumplimiento de actividades laborales.
Conclusiones
Los hechos acaecidos el 27 de febrero, permiten
evidenciar la situación social de un grupo etario de nuestra población rural, que no nos puede
dejar indiferentes. Especialmente, a lo referido a
aquel grupo de adultos mayores que viven solos/as
(19,1%) y a aquel otro que si bien vive con otra
única persona, puede potencialmente llegar a vivir sola/o (30,3%). En los datos aquí recogidos se
observa que los adultos mayores cuentan con una
amplia disponibilidad de tiempo libre, esto hace que
en conjunto puedan ser considerados como un recurso. Esto es, el 57% señala encontrarse sano, por
lo que con asesoría especializada de trabajo social
se podría desarrollar un programa de voluntariado
en donde ellos mismos asistieran a sus congéneres,
particularmente en actividades tales como acompañar y monitorear la asistencia a controles médicos,
retiro de medicamentos, e incluso realizar actividades de casa, entre otras. En este análisis se observa
la ausencia de implementación de talleres o clubes
para el adulto mayor. Ambas opciones pueden ser
instancias educativas para ellos, en donde se les incentive el desarrollo de actividades físicas, formas
alimenticias acordes a su edad, o actividades que
les permitan mejorar su calidad de vida contrarias
al sedentarismo. Esta capacitación les permitiría a
ellos mismos convertirse en agentes educadores de
sus mismos grupos familiares, dado que del total
de la muestra el 25,5% se encontraba afectado de
hipertensión y 8,3% por diabetes (N= 1.173).
Los servicios de salud son valorados por la comunidad y también reconocidos como un recurso al que
ellos pueden acudir. Esta instancia debe ser destacada y definida como una fuente de recursos que
la autoridad pública debe considerar y potenciar.
Puesto que, los servicios de salud, no sólo cumplen
con su labor encomendada de salud pública, sino
también es una instancia social legitimada por la comunidad. Esto hace que su equipo de trabajo tenga
acceso a las personas. Por lo que es de valiosa importancia contar con equipos de salud y de servicio
social que se desplacen a los domicilios. Esto resulta de vital importancia para aquel sector de adultos
55
Claudia Reyes
mayores que se ven impedidos de movilizarse por
sí solos.
A pesar de la adversidad, las personas mayores cuentan con recursos propios que les permiten enfrentar
sus problemáticas inmediatas. Si bien, sólo un 22%
indica contar con recursos económicos que les dan
la posibilidad de enfrentar su actual situación de
vida, se observa que ellos cuentan con capacidad
de poder desarrollar su potencial latente. Esto es,
los adultos mayores son reconocidos como jefes
de hogar, por lo que su presencia es relevante en
sus familias, y cuentan con tiempo disponible para
realizar actividades tanto al interior del hogar como
fuera de éste (sólo un 1% se encuentra postrado). Si
bien los ingresos económicos con que cuentan son
limitados, ellos colaboran con su grupo familiar y
podría desarrollar mayor capacidad productiva. Al
contar con tiempo libre, y con una capacitación especializada podrían elaborar productos de artesanía
de calidad para su comercialización, ya sea estos
comestibles o no. Recordemos que, por ejemplo, la
comuna de Hualañé es un paso obligado para los
turistas que visitan la costa de dicha área y el lago
de Vichuquén, según temporada, recibe un grupo
importante de turistas. Dentro de las actividades laborales que hoy desarrollan las personas mayores
de 60 años destaca el comercio (13.6%). Esto indica
que con un adecuado apoyo externo podrían desarrollar su propia producción y comercialización de
un enser. Esta actividad laboral no implica que deba
ser desarrollada sólo por ellos, pues ellos visualizan claramente a su familia como un recurso (70%
de los casos), por lo que esto se podría transformar
en una actividad de carácter familiar. Para ello se
requiere del apoyo de un estudio de mercado que
oriente y potencie los esfuerzos emprendedores de
la comunidad en el desarrollo de actividades económicas exitosas.
Los resultados son muy consistentes con los hallazgos de estudios previos en materia de adultos
mayores, por lo que es de importancia que en la
reconstrucción del país no se visualice a este sector
en términos de impedimento, sino por el contrario,
como un actor relevante que se encuentra dispuesto a colaborar en el desarrollo de nuestra sociedad,
conservando valores tradicionales propios de nuestra cultura rural.
56
Referencias
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América Latina y el Caribe del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento, Santiago de Chile,
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(CEPAL), 19 al 21 de noviembre.
ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 55-63
Testimonios y narraciones para comprender
y resignificar el terremoto del 27 de febrero.
Aproximación a las experiencias
autobiográficas de una generación de
jóvenes chilenos.
Stories and narratives for understanding and meaning
February 27’s earthquake.
Approach to the autobiographical experiences of a
generation of young Chileans
Gabriela Rubilar
Gabriela Rubilar es doctora en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas; actualmente es académica
de la Escuela de Trabajo Social UC. Su dirección electrónica es [email protected]; su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860,
Macul - Campus San Joaquín.
Resumen
Este artículo, a través del método biográfico-interpretativo, da cuenta de la reconstrucción de
experiencias e impresiones de un grupo de estudiantes universitarios sobre el terremoto sufrido
en Chile en Febrero del año 2010. Esta reconstrucción se realizó por medio de una autoentrevista
que intencionaba tres momentos de la experiencia: antes, durante y después del desastre. El
mismo esquema fue seguido posteriormente por los mismos estudiantes quienes entrevistaron a
una persona afectada por el terremoto. El grado de afectación fue determinado por los propios
alumnos, quienes privilegiaron aspectos emocionales y psicológicos, por sobre otras dimensiones que daban cuenta de pérdidas y daños en viviendas, u otro tipo de situación producto de
esta catástrofe. El análisis de estos ejercicios da cuenta de una primera aproximación descriptiva
interpretativa de los relatos de alumnos y afectados, la que se espera complementar en futuras
investigaciones.
Palabras Claves. Memoria, autoentrevista, terremoto, afectados, desigualdad.
Abstract
This article, through a biographical-interpretive method, presents the reconstruction of experiences and impressions of a group of university students that, applying a self-interview, talked about
their experiences about the earthquake occurred in Chile in February 2010. The presented versions were oriented in three times: before, during and after the disaster. Subsequently, the same
pattern of interview was followed by the students, who interviewed a person affected by the
earthquake. The degree of suffering was determined by the students themselves, who privileged
the emotional and psychological dimensions over others related to losses and damage in housing,
or other situation brought by this disaster. The analysis of these exercises gives account of a first
descriptive and interpretative approach of the stories of students and other people affected; it is
expected to complement these findings with future investigations.
Keywords. Remembrance, auto-interview, earthquake, affected, inequality.
57
Gabriela Rubilar
Un terremoto: como un espacio
privilegiado para observar y registrar
La ocurrencia de un terremoto de gran escala el
27 de febrero de este año trajo a la memoria de
los chilenos recuerdos y remembranzas de otros
terremotos vividos varias años atrás en el país y recientemente en otros países: Haití en noviembre de
2009, Tocopilla en el 2005, el terremoto del año
‘85 que tuvo como epicentro el puerto de San Antonio y el terremoto de Valdivia ocurrido en el mes
de mayo de 1960, fueron algunos de los hitos y
más recordados y rememorados tras la ocurrencia
de este megasismo. En las semanas posteriores al
terremoto, los medios de comunicación rescataron
imágenes, entrevistas, registros de audio y fotografías de archivo que nos recordaban dichas tragedias
y vinculaban estas experiencias con los sucesos recientemente vividos en el país. La mayor parte de
los contenidos presentados hacían hincapié en las
consecuencias o efectos que dichos terremotos tuvieron en la vida de las personas y localidades más
afectadas. Por su parte, los centros académicos y de
investigación también hicieron su particular ejercicio de memoria, recurriendo tanto a los registros
de cada época, como a los datos y aprendizajes
extraídos de cada una de estas experiencias con el
propósito de revisar, complementar y contrastar sus
análisis y consideraciones tras este último terremoto
de gran intensidad.
Dada la intensidad que adquiere esta experiencia,
es que en este artículo vamos a connotar el terremoto del 27 de febrero como un acontecimiento
que cambia y transforma la vida de las personas,
el modo como los sujetos se conciben a sí mismo y
las relaciones que estos establecen con su entorno.
Siguiendo a Mèlich vamos a asumir que los acontecimientos se constituyen en sí mismo en hitos
o íconos, que indican un punto de inflexión en el
modo de pensar, y de entender la vida humana, en
relación con su entorno. Los acontecimientos han
desgarrado a los hombres y a la historia, marcando sus designios. “A diferencia de los sucesos, los
acontecimientos nos forman, nos transforman y en
ocasiones nos deforman” (Mèlich, 2004,).
El terremoto transformó y trastocó la vida de un
gran número de chilenos. Para algunos esta alteración solo duró un par de horas, cuando más
algunos días hasta que lograron volver a su curso
de vida normal, para otros la transformación tras
el terremoto ha sido radical, trastocando sus vidas
y generando una inversión de sentidos. El terremoto de febrero pasado, ha sido connotado como
un acontecimiento no sólo por la magnitud que
58
alcanzó el movimiento telúrico, ni por la amplia extensión geográfica involucrada, sino por los efectos
y consecuencias económicas, sociales y culturales
que este seísmo provocó en la vida de las personas.
Nadie queda indiferente tras un acontecimiento, todos de un modo u otro, con distintos alcances y de
distinta forma nos vimos impactados por esta vivencia que deja huella y marcas, algunas claramente
más reconocibles que otras. Como esta premisa,
nos propusimos hacer un ejercicio que rescatara la
memoria de un grupo de personas que experimentaron esta vivencia y que tres semanas después del
terremoto la plasman en un trabajo que nace en el
contexto de una cátedra universitaria.
Si bien no es objetivo de este trabajo analizar las
situaciones que el terremoto contribuyó a develar, el
ejercicio que en este artículo se comenta nace con un
doble propósito. Por una parte, interesaba preservar
la memoria de quienes vivieron la experiencia, reconstruyendo los relatos y visiones intercambiadas
cotidianamente en los días siguientes al terremoto e
intencionando para ello la elaboración de un testimonio que documentara y registrara lo acontecido.
El ejercicio también buscaba instalar las bases de
una perspectiva comparada que sirviera a los objetivos del curso que, entre otros contenidos, analiza
las perspectivas de desigualdad social y pobreza;
guiado por este último propósito se intencionó una
perspectiva de análisis que buscaba profundizar en
las subjetividades, percepciones y visiones de quienes pese a la fuerza del terremoto resultaron ilesos o
sin consecuencias, y quienes por distintas situaciones económicas, sociales y culturales o condiciones
personales son connotados como afectados.
Diversos artículos académicos, notas de prensa e
informes institucionales dieron cuenta de las situaciones de desigualdad y pobreza que quedaron
develadas tras el terremoto pasado. Además de dejar en evidencia las debilidades institucionales, las
disparidades en el desarrollo, y la falta de planes
de acción ante emergencia de este tipo, interesaba
aproximar a los estudiantes a un debate en torno
a las configuraciones sociales que conforman la
sociedad chilena y los quiebres o fracturas sobre
los cuales estas configuraciones se estructuran. El
informe elaborado por el PNUD (2010) a propósito del terremoto ilustra con bastante claridad este
punto cuando señala ‘que la vulnerabilidad post-terremoto evidenció fracturas importantes en el tejido
social, dejando a la vista la carencia de inclusión social de ciertos grupos de la población al desarrollo.
Los grupos sociales más desfavorecidos pertenecientes a los estratos sociales más pobres, viven esta
Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero.
Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos
falta de inclusión a través de baja participación
democrática, con necesidades básicas insatisfechas
y con dificultad de acceso al trabajo y a los beneficios del desarrollo que otros grupos sociales del
país disfrutan. Son justamente estos grupos los que
deben recibir especial atención en una situación
de crisis como la enfrentada por Chile, debido a la
desolación y abandono que pueden enfrentar en el
contexto de desastre’.
Joaquín García Roca acentúa el carácter dinámico de
la actual configuración social que no sólo caracterizan al país, sino a las sociedades contemporáneas,
cuando subraya la facilidad con la que se transita
de una zona a otra: “Basta un pequeño movimiento
a la zona de la vulnerabilidad para que se caiga de
lleno en la exclusión (...) La zona de la vulnerabilidad está minada de dificultades que conducen a la
exclusión social; la barrera que separa una zona de
otra es muy frágil y tenue” (1998, p. 134 y 135). Si
en la reflexión de este autor los tenues movimientos pueden ser los desencadenantes de un estado
de exclusión o de riesgo de ella, los movimientos
intensos como los provocados por el terremoto y
sus réplicas económicas y sociales pueden agudizar
e incluso perpetuar la situación de aquellos ubicados en la tenue y líquida frontera física y simbólica
que acompaña a la representación espacial de las
exclusiones y la pobreza.
El desamparo, abandono y soledad que acompañó a
los afectados en los días previos al terremoto, activó
en varios de los participantes en este ejercicio visiones que homologan esta situación a las experiencias
más cruentas de exterminio y muerte. Las imágenes
de campo de batalla, aniquilación y devastación de
quienes fueron víctimas de este acontecimiento trajeron a la memoria que el mundo de los excluidos
es donde se hace la experiencia de la muerte, de
la inexistencia, de la nada. “Dante hubiera tenido
problemas para creer lo que sus ojos veían” es la
expresión que utiliza el criminólogo Nils Christie
cuando describe la situación de exclusión e inhumanidad que viven los presos de una cárcel de
Sao Pablo (2004, p.46) y que hoy hemos tomado
para connotar las impresiones que el terremoto y
principalmente el tsunami dejó entre los que lo sobrevivieron y entre quienes, a la distancia, fuimos
testigos de sus profundos efectos en la vida de los
pequeños pueblos de la costa de la sexta y séptima
región y sus habitantes.
Si bien esta reflexión no forma parte sustancial de
este artículo, nos pareció pertinente incorporar una
perspectiva de análisis que se transforma en el impulso inicial de un curso que analiza las pobrezas y
desigualdades sociales y que parte reflexionando en
torno a desastres y catástrofes como la acontecida
por un terremoto que tras algo más de 3 minutos
de duración dejó en evidencia otros fenómenos o
problemáticas que habían permanecido por largo
tiempo invisibles.
El sentido de rescatar la memoria y la
experiencia vivida tras el terremoto
Revisemos a continuación los fundamentos que sostienen el primero de los objetivos propuesto en este
ejercicio de curso y que dan cuenta del sentido y la
relevancia de rescatar la memoria que surge tras un
acontecimiento como el que aquí se aborda. Acontecimiento que es singular y personal para cada uno
pero, al mismo tiempo, un suceso colectivo que se
puede encontrar en la vivencia y en la experiencia
de una comunidad ampliada. Por lo mismo, resultó particularmente interesante intencionar este
esfuerzo de reconstrucción en la medida que esta
experiencia no está determinada previamente, si
bien los actores contaban con algunos referentes, su
carácter originario y original -para muchos sujetoslo constituye en un suceso único y en este sentido
histórico.
Es el carácter histórico de este suceso el que motiva la realización de este ejercicio pedagógico que se
vincula a otras líneas de investigación y de estudios
que se proponen rescatar la memoria individual y
colectiva que surge tras un acontecimiento, por su
capacidad de alteración de las bases y fundamentos
de una sociedad determinada. Tomando en cuenta
la dinamicidad de lo experimentado tras el terremoto y los múltiples sucesos que le acompañaron en
los días siguientes, se toma la opción de iniciar este
trabajo de documentación lo más tempranamente
posible siguiendo las recomendaciones que en su
momento hiciera Jean Carles Mèlich en su artículo
“Narración y Hospitalidad” cuando puntualiza: “El
olvido hace su trabajo cada mañana, pero también
cada mañana, tenemos la capacidad de rememorar
la experiencia, de romper el presente y anticipar el
futuro” (2000, p. 139).
Es esta rememoración la que se ha intencionado en
este trabajo, que toma como base la pregunta base
compartida por un gran número de personas en los
días posteriores al terremoto y cuya respuesta fue
compartida con unos y otros en distintos contextos y espacios. ¿Dónde estabas para el terremoto?
Se constituye entonces en la pregunta que guío
este trabajo y que actúa como impulso inicial para
desencadenar una serie de recuerdos e imágenes
vinculadas.
59
Gabriela Rubilar
Se trataba de luchar contra el tiempo y el olvido por
eso los estudiantes reciben la invitación de construir
sus relatos de terremotos el primer día de inicio de
clases, de un año académico también marcado por
este acontecimiento que llevo a distintas universidades, centros de formación y establecimientos
educacionales a revisar sus formas de enseñanzaaprendizaje, sus protocolos de actuación en caso
de catástrofe y el modo como se abordan acontecimientos de este tipo1.
“Vivimos en un tiempo de olvido de la narración.
Y este olvido es una muestra más de la negación
del Otro” (2000: 138), dice también Jean Carles
Mèlich en su artículo ya mencionado. Tomando los
planteamientos de este autor, en esta aproximación
vamos a considerar que la crisis de la narración, implica una crisis de la experiencia y del testimonio
de aquellos que han vivenciado un determinado
acontecimiento. En el ensayo titulado “El narrador”,
Walter Benjamin relaciona esta crisis de la narración
con la irrupción de una forma de comunicación
típicamente burguesa: la información. Esta, a diferencia de la narración, no necesita de la experiencia.
Lo que resulta interesante aquí es darse cuenta de
que la narración, la experiencia narrada vive en un
proceso de transmisión. El narrador, dice Benjamín,
“toma lo que narra de la experiencia, la que el mismo ha vivido, o bien la que le han transmitido. Pero
a su vez, hay narración en el momento en que esta
experiencia vuelve a ser transmitida”. Por eso, advierte “esta experiencia de narración, se torna a su
vez en experiencia vivida, para el que la escucha,
para el que la oye” (1999, p. 8-9).
El carácter actualizante de la narración, es lo que
permite que quien escuche, viva otra vez la experiencia. Y en este sentido podríamos decir que el
oyente es capaz de recordar lo que no ha vivido, la
experiencia que no ha experimentado, pero que le
ha sido transmitida en el relato.
Como una forma de poner en contexto y otorgar
un marco de análisis a esta narración se propone
a los estudiantes desarrollar un ejercicio de obser-
vación de sus experiencias y actuaciones ocurridas
tras el terremoto acontecido hace tres semanas
atrás. Para ello, los alumnos trabajan individualmente en un registro de autoentrevista que luego
fue complementado con la entrevista a una persona afectada por el terremoto en cualquiera de
sus dimensiones: personales, sociales, económicas
productivas, entre otras.
La activación de la memoria por
medio de un testimonio narrativo
que intenciona tres momentos: antes,
durante y después del terremoto
Se propone a los estudiantes desarrollar primero
una exploración individual que además de rescatar
la vivencia, dejara en evidencia los supuestos y los
marcos interpretativos desde donde cada uno se
sitúa para aproximarnos a un determinado fenómeno, en este caso el terremoto recién pasado. El
ejercicio propuesto consiste en trabajar dos técnicas
simultáneamente –observación2 y entrevista– como
un modo de inscribir las percepciones y representaciones acerca de un ámbito determinado.
Como primer paso se propone desarrollar una autoentrevista que reconstruye la experiencia vivida en
el terremoto por cada alumno y que explora al mismo tiempo en los referentes y perspectivas que de
esta experiencia surgen. Para realizar esta entrevista
se siguen esencialmente las directrices y orientaciones desarrolladas por Miguel Valles y Alejandro Baer
(2005) en su artículo “Investigación social cualitativa en España: pasado, presente y futuro. Un retrato”
las que se suman a un esquema seguido en una investigación posterior desarrollada por la profesora
del curso3. Tomando en cuenta lo anterior se propone a los alumnos realizar una entrevista biográfica
o autoentrevista, siguiendo los lineamientos sobre
etnoentrevista y autobiografía proporcionados por
Alsop (2002) y Boufoy-Bastick (2004), así como
el trabajo de Philippe Lejeune, publicado originalmente en 1975.
1 No podemos partir el año como si no hubiera pasado nada, fue la máxima que compartimos profesores, estudiantes, apoderados y
administrativos de los distintos centros de enseñanza del país. Algunos claramente debieron retrasar el inicio del año escolar por varias
semanas dado que presentaban importantes daños en su infraestructura y la comunidad escolar se encontraba seriamente afectada por
el terremoto y el tsunami, otros que no sufrieron daño o este era claramente insignificante sentían que debían hacer algo, dando impulso
y albergando una diversidad de iniciativas y acciones orientadas a actuar ante la emergencia vivida y atenuar sus efectos.
2 La observación fue entendida en este ejercicio como un primer modo interpretativo y que desarrolla la capacidad de ver cada vez más
en una actitud de vigilancia permanente sobre las propias representaciones (De Tezanos, 1995).
3 En este trabajo se intenciona un esquema de rescate de memoria que toma como estructura conversacional el eje biográfico (pasado,
presente y futuro) que va indagando en los fundamentos y motivaciones que llevaron a un grupo de profesionales a desarrollar un
quehacer determinado.
60
Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero.
Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos
La autoentrevista tenía como principal propósito
activar la memoria y las impresiones de quienes
vivieron el terremoto reciente, conectando y vinculado dicha vivencia con los referentes y elementos
que a cada uno de daban sentido, así como las proyecciones y reflexiones que de esta experiencia se
devienen. Bajo el supuesto que indicaba que analizando el pasado podemos entender mejor el futuro,
interesaba abrir un espacio, de carácter plural para
la reflexión sobre el lugar que alcanza hoy el acontecimiento del terremoto y sus consecuencias en la
vida de las personas y la sociedad en su conjunto,
por ello la importancia de recordar la mayor cantidad de elementos de dicha vivencia contar y con
registros narrativos de esas experiencias.
En la narración la memoria es su fuente de vida,
señala Benjamin. “La narración necesita de la memoria porque para poder narrar hay que retener la
experiencia vivida para seguir contándola (...) porque sin esta constante transmisión no hay ninguna
posibilidad de narración” (Mèlich, 2000: 133). La
narración hace posible descubrir la singularidad de
cada uno, pero no una singularidad independiente de los otros, sino una singularidad heterónoma,
diremos en este trabajo y por ello la importancia
de considerar en esta narración perspectivas comparadas.
Desde el punto de vista de este trabajo, la identidad
aparece como identidad narrativa. Lo que interesa
es la narración que los sujetos hacen de un acontecimiento determinado y que registra lo vivenciado
por cada uno al momento de experimentar el movimiento telúrico de 8,8 grados en la escala de Ritcher
que afectó la zona centro sur del país. La identidad
narrativa, en este caso está considerada en el sentido
de una categoría dinámica e históricamente situada
en un momento determinado que se circunscribe
inicialmente a lo acontecido en las 24 horas posteriores al terremoto.
El relato de lo acontecido en ese período de tiempo
es escrito por cada estudiante en primera persona,
generando un texto autobiográfico que registra las
acciones y emociones que se desencadenaron luego de las 3:34 de la mañana del día sábado 27 de
febrero. Se optó por trabajar dichos textos como
testimonios autobiográficos y no como relatos o
historias de vida, “por cuanto hace referencia ‘al
material cualitativo elaborado a la manera de algunas de las modalidades de historias de vida, que
suponen el anonimato de los protagonistas” (Valles,
2007 p. 16).
En el caso de este ejercicio la noción de testimonio
se utiliza con el propósito de develar experiencia o
vivencia de un grupo de sesenta estudiantes universitarios, todos menores de 25 años, cuya experiencia
puede representar a una comunidad más amplia.
Se asume de este modo la concepción de Denzin
& Lincoln quienes a propósito del trabajo de John
Beverley “Testimonio, Subalternity, and Narrative
Authority” señalan: “a diferencia de la autobiografía, el testimonio implica un borrado del concepto
de autor. El testimonio usa una voz que representa
a un conjunto más amplio. Esto crea una forma democrática e igualitaria de discurso. El testimonio es
una obra abierta, interpretativa (...) En este sentido, el testimonio es un objeto de interpretación; no
es un espejo del mundo” (2005, p. 383). Y es ese
precisamente el carácter que asumen estos registros
autobiográficos.
Este testimonio es identitario reafirmaremos en
este artículo, dado que se construye a partir de los
retazos y vivencias experimentadas durante el terremoto por cincuenta y seis estudiantes universitarios
chilenos y cuatro estudiantes de intercambio. Como
se ha señalado, independiente de su nacionalidad
ninguno de ellos habían experimentado un fenómeno de similar magnitud y sólo contaban con las
referencias y consideraciones que en algún momento habían recibido de sus mayores: padres, abuelos,
profesores, entre otros.
Para el desarrollo de este concepto de identidad
hemos seguido las reflexiones de Daniel Innerarity
quien señala que el sujeto “debe integrar sus acciones en su propia biografía, con este acto el sujeto
se convierte, entre otras posibilidades en “biografía electiva” (Levi 1984), en “biografía reflexiva”
(Giddens, 1991), “biografía de bricolage” (Hitzler,
1988) o en identidad de retazos” (Heiner Keupp,
1994)” (Innerarity, 2001, p. 45). Las identidades
contemporáneas tendrían más de retazos y fragmentos, que las identidades electivas afirma este autor.
Con esta metáfora se quiere connotar que las identidades actuales están en proceso de transformación
constante, lo que resulta especialmente pertinente
cuando se analizan los testimonios de este grupo
de jóvenes que en su mayoría se encuentran finalizando una fase de formación profesional y están
próximos a egresar de una carrera de pregrado. Lo
que antes era un determinado modo de ser, puede
ahora verse cuestionado cuando sus componentes
esenciales se analizan bajo la perspectiva que ofrece
un nuevo contexto o modo de entender.
Tomando en cuenta esta posibilidad es que se consideró relevante indagar no sólo en lo acontecido
durante el terremoto, sino en las posibilidades y
perspectivas que surgen luego de su vivencia. En un
61
Gabriela Rubilar
ejercicio prospectivo que invitaba a los estudiantes a
imaginar distintos escenarios futuros y a situarse en
un eje temporal de un par de años más cuando esta
experiencia se configurara sólo como un recuerdo.
Del mismo modo como se intenciona una narración
prospectiva, se optó a por una modalidad de rescate que recogiera también en la autoentrevista los
referentes previos que se encontraban presentes en
la biografía de cada estudiante y las significaciones
que un acontecimiento de este tipo puede significar cuando se consideran elementos pasados. Con
este doble movimiento que anticipa y retrocede se
reconoce que los procesos de individuación que caracteriza a las sociedades contemporáneas origina
una fragilización de las construcciones identitarias
de los individuos.
Cada vez los sujetos son más libres, pero al mismo
tiempo, necesitados y dependientes de otros para
conformar su identidad. Así se connota cuando se
observa que la mayor parte de los testimonios sobre
lo acontecido en el terremoto se construyen a partir
de las visiones, imágenes y emociones que generó el
hecho de estar cerca o lejos de la familia o de quienes son connotados como significativos en la vida
de cada uno: las referencias a abuelas y abuelos,
tías, primos, padres, hermanos, novios e hijos inundan los relatos de los estudiantes y dan cuenta de
la importancia de significar esta experiencia junto a
quienes se consideran cercanos. Recurrimos nuevamente a Daniel Innerarity para reafirmar esta visión
cuando señala “Vivimos historias ya comenzadas.
Vivir es incorporarse a lo que está pasando (...) la
iniciativa humana no es absoluta (...) Buena parte
de lo que sabemos se lo debemos a otros (...) No
hay acción humana con pretensiones de relevancia
histórica que pueda prescindir de la colaboración
de otros, que no sea una cierta continuación de lo
que otros hicieron o una preparación para lo que
otros llevarán a término” (2001, p. 103).
¿Qué sabían los entrevistados de los terremotos?,
¿de qué modo se incorpora en sus biografías esta experiencia vicaria?, ¿cómo se significan estos y otros
acontecimientos en los itinerarios de cada uno?,
¿qué se espera en el futuro? Fueron algunas de las
interrogantes que esta indagación testimonial buscaba develar, y que nos aproximan a un entramado
que devela las conexiones, vinculaciones y redes
afectivas y de sentido presentes en cada uno de los
testimonios autobiográficos.
Con ello hacemos explícito que en este esfuerzo
entendemos la reconstrucción de los relatos y su
posterior conformación en testimonios como una
obra colectiva de generación de conocimiento, que
62
se enraíza en vivencias y experiencias biográficas
determinadas, y en algún sentido únicas e individuales, pero donde es posible rastrear la incidencia
y las relaciones que se originan entre los sujetos, así
como de contextos socio-históricos que la determinan. Como señalamos en el punto anterior, con ello
este trabajo se inscribe en aquellas líneas investigativa que luchan explícitamente por anticiparse al
olvido, rescatar y reconstruir la memoria de quienes
fueron protagonistas de un determinado suceso social, que no se circunscribe solo a la experiencia de
este terremoto, sino a otros acontecimientos que le
precedieron así como los que están por venir.
Las palabras de Wielse y Metz (1996) en torno a cultura narrativa resultan especialmente movilizadoras
para este trabajo que se formula un objetivo un
tanto inusual, cuando se propone activar y rescatar
procesos, discusiones y reflexiones que se gatillaron
tras el terremoto. “Una cultura no quiere caer en la
amnesia, una cultura que no quiere perder del todo
la memoria que ha marcado su vida, ha de poseer
siempre, entonces, una especie de cultura narrativa
(1996: 49).
Son los fundamentos que dan cuenta de la existencia de esta cultura narrativa, los que nos llevan a
plantear que las narraciones que relatan la forma
como se vive un determinado acontecimiento, nos
pueden ayudar a comprender mejor el sentido y los
alcances que hoy en día enfrentan quienes asumen
algunas de las tareas vinculadas a la reconstrucción
y reparación del daño causado, así como los desafíos y tendencias futuras en materia de prevención
y protección de las personas. Por lo mismo, es posible encontrar en esta propuesta de indagación, un
esfuerzo explícito por rescatar la memoria histórica,
pero también sentimental e identitaria de un grupo
de jóvenes universitarios quienes en su mayoría experimentaban por primera vez un acontecimiento
de este tipo.
La construcción de testimonios de
quienes se vieron afectados por el
terremoto y un esfuerzo por desarrollar
un análisis comparado
Como estaba en el horizonte de este trabajo la perspectiva de la desigualdad se intencionó además de
la autoentrevista y la construcción del testimonio
autobiográfico que los estudiantes recogieran y reconstruyeran la perspectiva de una persona que se
vio en alguna medida afectada por el terremoto. El
propósito original buscaba contrastar y generar conexiones entre la vivencia personal de cada alumno
Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero.
Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos
y lo narrado por quien se vio alterado de manera
más radical por el terremoto o sus consecuencias
más directas.
Las orientaciones seguidas para la elaboración de
la autoentrevista y los ejes que intencionaban una
reflexión en torno al pasado, presente y futuro, fueron repetidas en este segundo acercamiento que se
aproximaba a la vivencia de otro. Si bien se esperaba –aunque no se explicitó– que los estudiantes
construyeran los relatos de un otro distinto de si, la
mayor parte de ellos recurrieron a quienes le eran
próximos o cercanos, entregando con sus testimonios posibilidades de análisis hasta ese momento
no contempladas como ocurre con la perspectiva
intergenacional, que permite la profundización y
exploración del enfoque biográfico en distintas ramificaciones familiares, vecinales o locales.
Lo anterior si bien resultó sorprendente, dado los
objetivos propuestos, reafirma nuestro interés por
el enfoque biográfico, en la medida que éste se
desarrolla a partir de los testimonios y narrativas
recogidas desde los propios sujetos, que en muchas
ocasiones fueron complementadas y completadas
por los relatos de quien se concibió como afectado
por el terremoto. Los testimonios construidos ganan en complejidad y en potencial analítico cuando
se leen a dos voces, como ocurre en el caso de:
abuelo-nieto; padre-hijo; hermanos; novios o parejas; tíos-sobrinos. Lo anterior nos permite reafirmar
que se trata de una metodología cualitativa, que
considera la singularidad y la heterogeneidad de las
situaciones individuales, pero que al mismo tiempo permite la aparición progresiva de elementos de
análisis, de procesos comunes que estructuran y organizan a determinados colectivos, como ocurre en
este caso con dos o más generaciones de familias
muchas de las cuales tienen sus orígenes y descendientes viviendo en las localidades que se vieron
más afectadas por el sismo.
Dado que los estudiantes podían entrevistar a un afectado en cualquiera de sus dimensiones, la elección
de un testimonio cercano hizo que predominaran
en los testimonios de los afectados las alusiones y
referencias relacionas con los efectos emocionales y
psicológicos que el terremoto significo para los entrevistados. De los 60 testimonios construidos por
los estudiantes a través de entrevistas biográficas,
23 entrevistados se autodefinen emocionalmente
afectados tras el terremoto y todos corresponden a
familiares directos, vecinos, amigos o parejas de los
alumnos. Los 11 entrevistados que no se consideran
afectados, pero cuyos relatos fueron considerados
también corresponden principalmente a cercanos y
próximos de los alumnos. De estos testimonios se
rescata el efecto de unir personas que intencionó
este trabajo narrativo que reconstruye las vivencias
del terremoto de un grupo de personas que, pese a
estar cerca físicamente, no habían compartido sus
vivencias e impresiones sobre este acontecimiento.
A diferencia de las narraciones anteriores, otros 23
testimonios de afectados incluyen en su narración
secuelas y efectos físicos del terremoto, la mayor
parte de ellos sobre sus viviendas y residencias habituales o de descanso. 13 testimonios corresponden
a familiares directos o conocidos de los entrevistados que viven o vivían en las localidades cercanas
al epicentro del sismo o en la costa arrasada por el
tsunami: Duao, Doñihue, Cahui, Cauquenes, Curanipe, Putu, Lo Miranda y Rancagua, son algunas
de los lugares de residencia de quienes aportan con
su testimonio a este trabajo. Por su parte, los 10
entrevistados que no tienen cercanía con los estudiantes corresponden a habitantes de las localidades
de Alhue, Curepto y Hualañe entre otras, donde
los alumnos realizaron trabajos como voluntarios
y donde tuvieron la oportunidad de conocer y registrar las vivencias de un grupo de personas cuyo
relato deja huella y permite su posterior reconstrucción como testimonio.
“Las narraciones pueden hacernos comprender”,
dice Susan Sontag (2003:116), y en esta perspectiva se inscriben los relatos y las historias recogidas
a través de los testimonios. Los relatos y las historias nos ayudan a sanar, agregamos en este artículo
cuando se observa el quehacer de estos estudiantes
mientras realizaban labores como voluntarios, su
acercamiento a las vivencias de otros y el relato de
sus vivencias, les permite resignificar y profundizar
lo acontecido. Independiente de sus alcances, los
testimonios construidos por los estudiantes, permiten que el lector se introduzca narrativamente en la
vivencia de cada persona y sienta el impacto de ese
acontecimiento y así, juntos, podamos sentir vivencialmente el alcance de su significado.
Robert Wuthnow reflexiona en Actos de Compasión
acerca de la importancia de las narrativas y la posibilidad de contar historias, que entiende como un
componente esencial del humanismo y del interés
por los demás. Este autor valora esencialmente esta
posibilidad que permite a los entrevistados ‘contar
sus historias con sus propias palabras’ (1996, 114 y
115), lo que agrega una especie de carácter tangible,
color y textura a la discusión teórica y conceptual
que hasta antes de este acontecimiento se podía
desarrollar en torno a las nociones de desigualdad,
pobreza, exclusión e intervención social.
63
Gabriela Rubilar
El terremoto no fue una guerra mundial pero sus
efectos y consecuencias para muchos son semejantes. Además de la devastación mencionada en los
puntos anteriores, varios relatos autobiográficos
vinculan lo acontecido en los días posteriores con
imágenes y visiones que dan cuenta de la falta de
seguridad y la pérdida de referentes. El miedo y la
sensación de vulnerabilidad es uno de los aspectos
más connotados por los entrevistados de los estudiantes, cuyos relatos y narraciones complementan
y dan profundidad a este ejercicio escolar.
Tras lo acontecido en Chile el día 27 de febrero,
las reflexiones de Urlich Beck en torno a sociedad
de riesgo adquieren un significado más preciso, a
propósito de su reflexión en torno a las fases de la
postguerra este autor puntualiza en “Hijos de la Libertad” “se produce el retorno de la incertidumbre,
no sólo en el sentido de que se pierde la confianza
en que las instituciones clave del mundo industrializado –economía, derecho y política– estén en
condiciones de contener y controlar las consecuencias (...) sino (...) que (...) las biografías del bienestar
se conviertan en biografías de riesgo, que pierdan
la seguridad material futura y la identidad social.”
(Beck, 1997, p.23).
La relevancia de indagar en la
‘memoria narrativa’ y los aportes de
esta perspectiva al trabajo social
Desde hace ya varios años, las perspectivas narrativas y los métodos que recurren a las narraciones
han adquirido un gran realce en las ciencias sociales
(White y Epston 1993; Hall, 1997; Wengraf, 2001;
Chamberlayne, Rustin y Wengraf, 2002); como
consecuencia de la revitalización de los enfoques
de investigación cualitativos y el redescubrimiento
de las perspectivas biográficas que inscribe los sucesos y fenómenos analizados en los itinerarios de
personas y comunidades concretas. También la narración ha experimentado una singular fuerza como
consecuencia de aquellos enfoques y perspectivas
sociohistóricas que se proponen rescatar la memoria
y, por lo mismo, las experiencias vicarias de quienes
han protagonizados los grandes acontecimientos de
nuestro tiempo.
Este artículo encuentra sintonía con lo planteado
por Jesús Conill en Ética y Hermenéutica, cuando argumenta que “la razón experiencial es más sensible
a las situaciones vitales concretas de pobreza, miseria y opresión. Sólo por una experiencia básica de
reconocimiento recíproco, de una intersubjetividad
vital (y no sólo reflexivo-formal), reconocemos a los
64
afectados, a los sujetos sufrientes desde ellos mismos
y sus situaciones, en su cruda realidad (...) donde se
vive, se experimenta, se palpa, se siente, el poder de
lo real, al margen de cualquier mediación manipuladora. Es precisamente en la comunidad de vida y
de sufrimiento, en la que ha incidido la ética de la
liberación, y a la que aporta valiosas contribuciones
filosóficas, tanto la hermenéutica experiencial como
el análisis noológico del fondo sentiente -sufrientedel poder de lo real.” (Conill, 2006, p.278-279).
Para Conill atender a las experiencias nos hace más
sensibles a las vidas concretas de los otros, a sus voces, a sus singularidades. Consiste en una primera
característica de la narratividad: precisamente narrar es la situación de relatar algo y esa situación
incluye a todos los actores que participan, al contexto y los acontecimientos traídos a ese momento.
La perspectiva narrativa, agrega Fernando Vidal
en su libro Pan y Rosas “nos obliga a estar atento a
las personas y las historias son inseparables de las
personas y hechos que las protagonizaron. Frente a
categorías abstractas que es fácil hacer que no sean
de nadie y, finalmente, puedan no ser “para nadie”,
la narratividad siempre nos muestra que el relato es
siempre relato de alguien para alguien. La narratividad no solamente nos habla de un relator de origen,
de alguien que vivió esos acontecimientos sino que
nos habla –y esto no siempre se valora– de alguien
que es destinatario de esa narración y al que se dirige el que relata (2009, p. 85).
Desde nuestra perspectiva, este interés por el rescate
narrativo de la memoria histórica y sentimental de
quienes han experimentado el mal social, puede ser
visto como la contracultura de aquellas dinámicas y
procesos sociales que abogan tanto por la objetividad o cientificidad del conocimiento, como por la
instantaneidad de éste y que nos llevan a concebirlo
como un pasado sin historia.
Consideramos que una aproximación narrativa a lo
acontecido tras el terremoto, nos permitiría lograr
un mejor conocimiento de sus dinámicas y alcances, que nos conduzca a promover y a desarrollar
prácticas de trabajo social y de reconstrucción que
consideren las perspectivas de sus protagonistas.
Aproximación, que como ha quedado en evidencia
en este trabajo, posee un posicionamiento hermenéutico y un enfoque interpretativo particular, que
permiten integrar y articular elementos diversos con
el propósito de perturbar el acceso a la verdad o al
menos hacerla menos ingenua. En este esquema de
pensamiento, el conocimiento es concebido como
un proceso que avanza en interpretaciones y reinterpretaciones sucesivas, y, en este sentido, toda
Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero.
Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos
comprensión, toda interpretación, es esencialmente
circular y por lo mismo dialógica.
Es desde esta forma de entender el conocimiento
que proponemos considerar los testimonios que
fueron recogidos en este ejercicio de curso, como
portadores de experiencias que no buscan resolver
un problema, sino provocar que el ser humano se
enfrente a las cuestiones fundamentales de su existencia. Con la inclusión de esta perspectiva narrativa,
queremos instar a desarrollar una práctica de intervención en Trabajo Social imaginativa y alterada,
que perciba y trate a los sujetos como protagonistas
de los procesos sociales en los que están insertos y
no como afectados o ilesos, ni como implementadores o clientes de determinadas acciones.
Christopher Hall, en su libro Social Work as Narrative, presenta al trabajador social como una persona
que interviene con el material primario de los relatos de las personas y habla del empoderamiento
que adquiere la persona cuando se convierte en un
narrador, “the empowering of the storyteller” (Hall,
1997: p.249), lo que se narra es precisamente la experiencia y ello nos devuelve al propósito inicial de
este artículo que destaca la perspectiva experiencial
de este acontecimiento.
Necesitamos desarrollar el Trabajo Social narrativo,
afirma en forma convincente Fernando Vidal, para
posteriormente puntualizar: “Podemos identificar el
Trabajo Social narrativo con una serie de técnicas,
pero lo más importante sería encontrar la dimensión creadora de sentido que tiene cualquier tipo de
técnica de intervención. El Trabajo Social no crea y
comunica “contenidos” de sentido solamente cuando hace actividades narrativas o reivindica sino que
donde principalmente comunica es en su forma de
hacer (...) La pregunta no es si hacemos actividad
prestacional o reivindicativa sino que el interrogante sería: ¿los servicios que hacemos tienen sentido?
¿Hasta dónde alcanza el sentido de lo que hacemos?
(...) debemos intensificar el sentido y expresividad
de lo que hacemos” (Vidal, 2009: 335).
El Trabajo Social narrativo es aquel que incorpora a
la metodología de intervención social la activación
de los significados y relatos como recursos de empoderamiento de sujetos. Hay diversas experiencias
en distintas disciplinas y esta ha sido una forma de
comunicar y difundir una de ellas.
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Australianas en la sequía de 1990. Gender and Drought: Experiences of Australian Women in the Drought
of the1990s.
65
ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 65-76
Género y sequía: experiencias de mujeres
australianas en la sequía de 1990
Gender and drought: Experiences of Australian women in
the drought of the 1990s*
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
Daniela Sthelik es directora del Northern Institute, y Head of School of Social and Policy Research en Charles Darwin University,
Australia. Su dirección electrónica es [email protected] y su dirección postal es Building: yellow 1, level 2, Charles Darwin University, Ellengowan Drive, Casuarina. NT 0909, Australia.
Geoffrey Lawrence es profesor de la Universidad Central de Queensland; Ian Gray es profesor de la Universidad Charles Sturt.
Resumen
Un estudio sociológico colaborativo único llevado a cabo entre 1995 y 1997 exploró la construcción social de la sequía como desastre, con familias agrícolas en dos estados australianos:
Queensland (producción bovina) y New South Wales (producción ovina/de trigo). Se decidió entrevistar a hombres y mujeres de manera separada, con el fin de probar nuestra hipótesis de que
habría temas de género en cualquier análisis de un desastre, pero particularmente uno que tiene
un impacto tan a largo plazo en las personas, familias y comunidades, como la sequía. Se realizaron entrevistas con más de 100 personas, tanto hombres como mujeres. Se llegó a la conclusión
de que la sequía como desastre es una experiencia marcada por el género. Este documento hace
uso de los relatos de algunas mujeres que participaron en la investigación para identificar “temas
de diferencia” que confirman la necesidad de mantener el género como una variable en todos los
estudios de los impactos sociales de un desastre.
Palabras claves. Australia, sequía, género, familias, mujeres.
Abstract
A unique collaborative, sociological study undertaken during 1995–7, explored the social construction of drought as a disaster, with farm families in two Australian states: Queensland (beef
producers) and New South Wales (sheep/wheat producers). A decision was made to interview the
women and men separately to test our hypothesis
that there would be gender issues in any analysis of a disaster, but particularly one which has such
a long-term impact on individuals, families and communities, such as drought. Interviews were
conducted with over 100 individuals male and female. We conclude that drought as a disaster is
a gendered experience. The paper draws on the narratives of some women involved in the study
to identify ‘themes of difference’ which confirm the necessity to maintain gender as a variable in
all studies of the social impacts of disaster.
Keywords. Australia, drought, gender, families, women.
Prólogo de 2010
Durante los diez años desde que se escribió este artículo, Australia ha pasado por una sequía aun más
severa que la de los años 90. Como resultado, el
país ha comprendido de mejor manera que la variabilidad climática es un factor asociado al cambio
climático y que, siendo el continente más árido del
mundo, es probable que la sequía aumente. Por
ejemplo, en nuestras políticas gubernamentales ya
no se habla de sequías “excepcionales”, ya que ahora constituyen más bien la “norma”.
Para quienes viven fuera de las ciudades, la experien-
* La reproducción de este artículo fue autorizada a traves del ‘Licence agreement between Daniela Stehlik and John Wiley Sons. Licence
number 2463310071084.
67
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
cia de la sequía ha cruzado generaciones. Durante
2008, el Gobierno Federal inició una importante
Revisión de la Política Nacional sobre Sequía, enfocándose en impactos meteorológicos, económicos
y sociales. Me siento hornada de haber sido miembro del Panel de Expertos Sociales como parte de
dicha revisión. Condujimos 25 foros comunitarios
durante 6 semanas alrededor del país, nos reunimos con más de 1.000 personas, recibimos más de
250 propuestas en nuestro sitio web y enviamos un
importante informe al gobierno. Este informe está
disponible en http://www.daff.gov.au/__data/assets/
pdf_file/0008/889946/dryness_report.pdf
Desde aquel informe, el gobierno ha trabajado para
crear nuevas políticas asociadas a la creciente “normalidad” de las experiencias de sequía. A pesar de
que ya no considerábamos la sequía como una crisis
(como las inundaciones o incendios forestales), el
informe reveló que la mayoría de las respuestas de
nuestros servicios todavía se estructuraban como si
se tratara de una crisis única, en lugar de un acontecimiento más duradero. Además, las personas están
comprendiendo cada vez más que la sequía no termina con las precipitaciones. La sequía es mucho
más que una simple falta de lluvia.
Estoy escribiendo un libro acerca de la experiencia
de la sequía y el modo en que se relaciona específicamente con las mujeres en sectores rurales y
remotos de Australia, con la intención de que se publique con la editorial Taylor and Francis en 2011.
Mientras, espero que disfruten de la lectura de este
artículo.
Profesora Daniela Stehlik
Julio de 2010
Introducción
La sequía siempre ha sido parte del paisaje y medioambiente de Australia (ver Daly, 1994; Partridge,
1994; Lawrence et al., 1998; Lawrence et al., 1997).
Los australianos están sumamente acostumbrados a
las imágenes de la sequía: la tierra reseca, los árboles
moribundos, los animales delgados y hambrientos
que buscan en vano algo para comer, los rostros
estoicos de los granjeros mirando el cielo en busca de nubes que acarrean lluvia. Durante su peor
momento, la sequía de los años 90 se esparció por
gran parte del este de Australia. En Queensland y
New South Wales (ambas importantes zonas rurales
de producción), algunos sectores rurales del interior vivieron la sequía de manera constante por casi
una década. Sin embargo, hasta hace poco, aquellos australianos que no vivían en zonas rurales solo
podían informarse a través de noticias anecdóticas
68
y de prensa. ¿Cómo es la experiencia para quienes
han vivido/viven en ella? ¿Cómo se absorbe lo despiadado de un desastre como ese en la vida diaria de
las personas, y cómo es posible lidiar con ello?.
Entre 1995 y 1997 se llevó a cabo un estudio de los
efectos de la sequía en familias agrícolas de Queensland y New South Wales como un trabajo conjunto
entre el Centro de Investigación Rural Social y Económico de la Universidad Central de Queensland y
el Centro de Investigación Rural Social de la Universidad Charles Sturt. Se financió por medio de
una subvención de la Corporación de Investigación
y Desarrollo de Industrias Rurales (RIRDC, por sus
siglas en inglés) y la Corporación de Investigación
y Desarrollo de Recursos Agrícolas e Hídricos (LWRRDC, por sus siglas en inglés). En este estudio, el
primero en su tipo en Australia, se desarrolló un
modelo de construcción social de la sequía al analizar los efectos de la experiencia vivida en términos
comunitarios, familiares e individuales. Una importante hipótesis inicial establecía que “el impacto de
la crisis de la sequía... ha puesto de manifiesto el
rol crucial que cumplen las mujeres en el campo”
(Stehlik et al., 1997b: 273) y, por tanto, el estudio se
basó en la necesidad de recopilar historias tanto de
hombres como de mujeres con el fin de iniciar un
desarrollo de la narrativa más amplia – la construcción social de la sequía. Han surgido análisis a partir
de este estudio en diversos artículos; por ejemplo, el
modo en que la sequía de los años 90 ha sido redefinida y reconstruida por políticos y formuladores de
políticas, de un desastre natural a un problema de
manejo agrícola (Bulis et al., 1996); el impacto que
ha tenido la experiencia en las familias (Stehlik et
al., 1997b; Stehlik et al., 1997a), las comunidades
(Gray et al., 1998; Stehlik et al., 1996a) y la práctica
de manejo agrícola (Lawrence et al., 1998a). Se presentó el informe final a la RIRDC y la LWRRDC en
abril de 1998 y se hizo público en mayo de 1999.
En este artículo se presenta una perspectiva centrada en la mujer con respecto a la experiencia de la
sequía, enfocándose particularmente en los relatos
de aquellas mujeres que trabajan en la producción
bovina y viven en la zona central de Queensland.
El artículo ofrece una breve descripción de la metodología de investigación que fue diseñada para
enfatizar los temas de género. En él se detalla la
manera en que se condujeron las entrevistas para
identificar algunos temas en común en las experiencias de las mujeres. Utilizando la propia voz de las
mujeres, estas experiencias se exploran con mayor
profundidad (siempre utilizando seudónimos). El
artículo concluye resaltando cómo una comprensión
Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990
de las perspectivas de las mujeres en una construcción social de la perspectiva de la sequía permite
una comprensión más acabada del concepto de “desastre”. El artículo comienza con un breve resumen
de la extensión y severidad de la sequía.
La sequía de los años 90 en contexto
Como ya se mencionó, si bien los australianos
siempre han aceptado la sequía como parte de su
experiencia histórica, la sequía de los años 90 fue
distinta: más severa, más prolongada, incesante y
muy generalizada. También llegó en un momento en
que el precio de las materias primas se había abierto
a los mercados mundiales y, por tanto, había disminuido su valor, transformándose en un doble golpe
para los productores. A pesar de que las precipitaciones son escasas en gran parte del continente, este
no constituye el problema “real” para los productores primarios. La mayor dificultad radica en la poca
fiabilidad de las lluvias. Con un promedio de 420
milímetros, Australia tiene el nivel de precipitaciones más bajo de todos los continentes. Solo un 11%
de Australia recibe lo que puede describirse como
un promedio anual “aceptable” de precipitaciones
para la agricultura (más de 800 mm). Aproximadamente un 30% del continente posee un clima árido
o semiárido, con menos de 200 mm al año. Un 50%
recibe no más de 300 mm (ver Lester, 1994).
Durante la última década, se ha descubierto que la
alta variabilidad de las precipitaciones en la zona
este del continente está asociada al patrón de calentamiento y enfriamiento del Océano Pacífico, lo que
origina cambios importantes en la presión atmosférica. Con el nombre de “fenómeno de El Niño”1, el
alza de las temperaturas en Sudamérica suele coincidir con temperaturas oceánicas más bajas al norte
de Australia. Aguas más frías y la presencia de un
sistema de alta presión se combinan para producir
cielos despejados y poca lluvia. Si esas condiciones
persisten, puede ser el comienzo de la sequía en algunas zonas de Australia.
De acuerdo a algunas investigaciones, un fortalecimiento de El Niño en el océano Pacífico puede tener
como resultado diversos desastres climáticos turbulentos y devastadores alrededor del mundo. Por
ejemplo, solo en 1997 la sequía en zonas de Papúa
Nueva Guinea, las inundaciones de Somalia y las
lluvias del sector costero peruano estaban relacionadas a él (Time, 1997). En Australia, un informe de
ABARE en 1997 confirmó lo que muchos ya creían:
existe una relación directa entre los patrones de sequía de la última década y el fenómeno de El Niño
(The Australian, 1997). Este patrón ahora se está
repitiendo y, al momento de finalizar este artículo
(agosto de 1999), el litoral del este de los Estados
Unidos se mantiene bajo una severa sequía.
Resumen del estudio: metodología
El Centro de Investigación Rural Social y Económico, ubicado en la Universidad Central de
Queensland (campus Rockhampton) y el Centro de
Investigación Rural Social de la Universidad Charles Sturt (campus Wagga Wagga) recibieron una
subvención de la Corporación de Investigación y
1 Debido a la forma e inclinación del planeta, el sol calienta la superficie de la tierra de manera diferenciada. El aire sobre las zonas tibias
(el Ecuador) crea una zona de bajas presiones, similar a cadenas de altas presiones en las zonas subtropicales. El aire se mueve para
“nivelar” la pendiente de presiones. Para el Pacífico, el flujo de aire crea vientos alisios al sur-oeste que ayudan a formar la lluvia. Los
vientos alisios también influyen en las corrientes de agua, y también existe un “intercambio” de energía y humedad entre la atmósfera y
los océanos. La cantidad de lluvia que hay en verano depende de la temperatura del océano y la fuerza de los vientos alisios. El desarrollo
de la Oscilación del Sur El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés) puede describirse de la siguiente manera:
El océano Pacífico sur circula en sentido contrario a las agujas de un reloj. El agua fría de la Antártica llega a la costa sudamericana
y fluye hacia el oeste en los trópicos, con la ayuda de los vientos alisios. Se entibia al moverse hacia el oeste, y las temperaturas de la
superficie del mar y los niveles marinos se tornan mayores en el Pacífico oeste que en el Pacífico este ... Con agua tibia alrededor del
norte de Australia se forma un sistema de bajas presiones a medida que el aire tibio y húmedo se expande y eleva, creando lluvia al norte
de Australia. Con aire frío cerca de los trópicos en Sudamérica, el aire se contrae y se vuelve más denso, produciendo un sistema de altas
presiones y condiciones secas en el Pacífico este. El aire circula entre los dos sistemas de presión en lo que se conoce como la Circulación
de Walker ... A intervalos regulares de entre cinco y nueve años, una lengua de agua tibia del norte penetra el agua fría de Pacífico
este en la costa peruana. Si es lo suficientemente grande como para entibiar esa agua, se desarrolla un sistema de bajas presiones en el
Pacífico Este, con un sistema de altas presiones en el Pacífico oeste. Esto debilita los vientos alisios y ocasiona una inversión en el sistema
de circulación (Daly, 1994: 27-8).
En este momento en la costa peruana, si no están presentes las aguas típicamente frías que traen alimentos a los bancos de boquerones,
la industria pesquera fracasa. Los habitantes locales han llamado a este acontecimiento “El Niño” ya que suele ocurrir en la época de
Navidad. Los meteorólogos han utilizado los términos El Niño y Oscilación del Sur (el movimiento de presión de aire entre el Pacífico Sur
este y oeste) para crear el anagrama ENSO. En el período de ENSO, el agua al norte de Australia permanece más fría que lo normal.
Las aguas más frías y un sistema de altas presiones suelen producir cielos despejados y muy poca lluvia. Si esas condiciones persisten, se
dice que Australia está pasando por condiciones de “sequía”.
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Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
Desarrollo de Industrias Rurales y la Corporación
de Investigación y Desarrollo de Recursos Agrícolas
e Hídricos en diciembre de 1995 para realizar un
estudio de dos años sobre el efecto de la sequía de
los años 90 en familias agrícolas de ambos estados.
El estudio, llevado a cabo en el distrito Riverina de
New South Wales con productores ovinos/de trigo
y en la zona central de Queensland cerca de Rockhampton con productores bovinos, fue el primero
en su tipo en Australia. Comenzó con una simple
pregunta: ¿cómo es/ha sido para las personas vivir
un desastre como este?
En 1995 y 1996, se entrevistó en profundidad a 103
adultos de 56 granjas al oeste de Riverina y centro de Queensland acerca de sus experiencias. Las
preguntas abarcaban sus familias y antecedentes
personales; sus granjas y su experiencia de sequías
en términos de manejo agrícola y doméstico; las
maneras en que percibían la sequía y lidiaban con
ella; las consecuencias financieras; la calidad de
vida y los efectos en la salud; el apoyo comunitario;
el medioambiente; las políticas gubernamentales;
y, de manera importante, el futuro. La metodología de construcción social se desarrolló a través de
un diseño interpretativo y naturalista (ver Denzin y
Lincoln, 1994; Guba y Lincoln, 1989) que reconoce, a través del relato, el rol primordial de aquellas
personas cuyas vidas se han visto afectadas por la
sequía (ver Stehlik et al., 1996b para mayores detalles acerca de la metodología).
Como parte central de la metodología se encontraba la hipótesis de que la experiencia sería distinta
para hombres que para mujeres. Por tanto, el género
se convirtió en una variable clave en el desarrollo
del estudio. Ya que los sectores rurales de Australia
se han identificado principalmente como “masculinos”, con una prevalencia de imágenes de hombres
como agricultores, productores y ganaderos, debido a un sistema patriarcal de tenencia de tierras
(ver Pioner,1990), tradicionalmente las mujeres han
“disfrazado” el rol que cumplen en los asuntos públicos de las comunidades campestres. Desde hace
pocos años, sociólogas rurales feministas han comenzado a poner a las mujeres en el primer plano
de sus investigaciones y, por consiguiente, hoy existe
algo de evidencia con respecto a los roles claves que
cumplen las mujeres en la agricultura, no solo en
Australia, sino también en otros lugares (para Aus-
tralia, ver Alston, 1990, 1995 y James, 1989, 1990;
para Europa, Whatmore, 1991; para los Estados
Unidos, Sachs, 1983; y para Canadá, Leckie, 1993).
La decisión de entrevistar a productores hombres
y mujeres por separado se tomó a partir del principio de género como variable clave. Dentro del
grupo de investigación, surgió una discusión acerca
de la manera en que una variable como esa podía
incorporarse tanto en la metodología como en el
análisis. Todos los integrantes del grupo de investigación reconocían que el género comenzaría a
revelar “diferencias” en la construcción social de la
sequía. Nuestra decisión de investigar a hombres y
mujeres por separado se basó en la presunción de
que sería más factible obtener percepciones de las
productoras mujeres acerca de decisiones, actitudes
y pensamientos sobre la experiencia si se les daba la
oportunidad de conversar en privado (en confianza)
con el entrevistador. En nuestra discusión grupal
preliminar (ver Stehlik et al., 1996a), las mujeres
que trabajaban en la producción bovina nos instaron fuertemente a que las entrevistas se hicieran de
esa manera. Se nos aconsejó separar a los hombres
de las mujeres al momento de hacer las entrevistas,
ya que permitiría que las mujeres hablaran “porque
si hubiera hombres ahí, [las mujeres] solo estarían
sentadas escuchando cómo hablan los hombres y
no dirían nada”. Las entrevistas a mujeres y hombres por separado no solo exponen “diferencias”,
sino que también refuerzan la centralización de las
mujeres en los estudios rurales, lo que puede ayudar a realinear el paradigma masculino actual de la
vida en zonas rurales.
La investigación de campo se caracteriza por un
análisis de las personas que responden en su vida cotidiana. Tener acceso a esos grupos de personas bajo
estudio puede ser problemático, ya que la investigación naturalista busca un enfoque no intrusivo en
conjunto con principios de confidencialidad y anonimato. Un muestreo compatible con la investigación
de campo no se basa en validez y probabilidades matemáticas llamadas comúnmente procesos aleatorios
(Neumann, 1990: 218). Un método cualitativo de
muestreo más adecuado, que es interactivo y menos estructural suele llamarse “muestreo de bola de
nieve” (Jones, 1996: 144; ver también Ford, 1975)
o, como lo hemos llamado nosotros de manera más
certera, “muestreo rizomático”2.
2 El “muestreo rizomático” deriva del “rizoma” botánico, que significa “tallo subterráneo”. Acá se utiliza para evitar el término “bola de
nieve”, que resulta incongruente ya que el tema es la sequía. Para una discusión teórica detallada, ver Stehlik (1999) “From Snowball
to Rhizome: Feminist Rural Research and the Challenge to ‘Credibility’”. Artículo presentado en la Conferencia Internacional Los Temas
de Rigor en Investigación Cualitativa, Melbourne, julio 8-10 de 1999 y cuya publicación se prepara actualmente.
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Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990
Creemos que nuestras experiencias en este estudio
son distintas a los enfoques más tradicionales del
“muestreo de bola de nieve” y, por tanto, ofrecen
un conjunto de información única, a modo de relatos. El concepto de “rizomático” ha surgido como
resultado de nuestro trabajo en este estudio. Los parámetros de esta interacción no fueron definidos por
líneas, sino que se determinaron en base a “factores
culturales” y “red[es] interconectada[s] de personas”
(Neumann, 1990: 199). Los vínculos entre estas redes ofrecieron otras fuentes de investigación que no
implican necesariamente conocimiento directo o
influencia de cada uno, sino un vínculo común de
un tercero (Neumann, 1990: 200). Kreuger (1994:
84-5) sugirió dicho muestreo para participantes de
grupos de discusión a quienes después se les pediría
que nominaran a otros para más preguntas.
En esta investigación, los participantes de los grupos de discusión nos entregaron a nuestros primeros
contactos para la siguiente etapa de nuestra metodología, que eran las entrevistas en terreno. En ambas
regiones, informantes claves ayudaron en el proceso
de desarrollo del muestreo rizomático. Estos informantes claves resultaron vitales para recomendar
a algunos productores a quienes la sequía los estaba afectando de manera particularmente dura y
aquellos que se encontraban en situaciones especialmente difíciles – tanto en términos familiares
como financieros. Por ejemplo, en la región de New
South Wales, el informante clave era miembro de la
comunidad que había participado activamente en
la lucha para que la zona fuera declarada en sequía
(un tema extremadamente conflictivo, ya que los
condados vecinos habían sido declarados en sequía
desde hacía un tiempo) y que, por tanto, pudiera
optar al subsidio para “circunstancias excepcionales” de sequía del Programa de Ajuste Rural. En la
zona central de Queensland, el informante clave
trabajaba en el área de la educación y en ganadería. Además, gracias a publicidad radial un número
de familias de Queensland se contactó con nosotros
para participar en las entrevistas.
En las entrevistas más amplias, les pedimos a las
personas que se enfocaran en las estrategias que
habían adoptado durante los años 90 para lidiar
con la sequía y que habían aprendido durante experiencias previas de sequía. En las entrevistas de
repetición realizamos grupos de estudio de caso con
los participantes y nos concentramos en la tierra, la
ganadería, el abastecimiento de agua, las decisiones
ambientales y de gestión y las decisiones importantes acerca de la familia. Fue así como pudimos
centrarnos en los temas claves de nuestro estudio:
agua, ganado, tierra, medioambiente, familia y comunidad. En total, entrevistamos a 52 mujeres y
51 hombres. En la zona central de Queensland los
entrevistados fueron 25 mujeres y 24 hombres, y
en New South Wales hubo 27 mujeres y 27 hombres. Entrevistamos a dos viudas, una en Queensland
y otra en New South Wales. En Queensland hubo
un hombre soltero y uno divorciado, y un soltero
en New South Wales. La edad promedio de los entrevistados estaba en el rango de 45 a 49 años, y
algunos en Queensland tenían sobre 55. En general,
eran todos productores con experiencia y habían
manejado granjas por cerca de 25 años. El tamaño
promedio de sus propiedades era de 9.000 hectáreas (5.138 hectáreas en Queensland y 18.511 en
New South Wales). La mitad de las granjas estaban
dedicadas por completo a la ganadería, y solo ocho
de ellas utilizaban menos del 50% de la tierra para
ese propósito.
Las entrevistas se realizaron en los hogares de los
productores, a veces elegidos por ellos, y por lo
general duraron alrededor de dos horas, con entrevistas separadas al marido y la mujer en (casi) todos
los casos. Se utilizó un calendario semiestructurado
de entrevistas (que se desarrolló como resultado de la discusión grupal). Es importante señalar
que se hicieron las mismas preguntas al marido y
a la mujer. Para la mayoría de ellos, era la primera
oportunidad que tenían de discutir la experiencia.
Muchos se mostraron muy interesados en el estudio
y esperaban que sus relatos pudieran influir en futuras decisiones.
Temas de diferencia
De acuerdo a nuestro análisis más amplio, se identificó un número de “temas” de diferencia en las
experiencias de las mujeres con respecto a las de
los hombres. Descubrimos que las mujeres vivieron
el estrés y las privaciones causadas por la sequía de
manera distinta; que aquellas parejas que compartieron el peso mediante decisiones mutuas vieron
fortalecidas sus relaciones, y su respuesta personal
al desastre fue menos abrumadora. También se notó
que como resultado de la naturaleza constante de
la crisis de sequía, muchas mujeres vieron que sus
roles cambiaron y que muchos de los maridos (aunque no todos) reconocieron el rol fundamental que
cumplían sus parejas al mantener las propiedades
de cara a una creciente disminución en la productividad. Además identificamos que dichos cambios
de rol entre cónyuges debía integrarse y apoyarse de
mejor manera dentro de las familias y por parte de
agencias externas de apoyo (como orientación).
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Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
Esta sección del artículo se centra específicamente
en los relatos de las mujeres que trabajan en la producción bovina en la zona central de Queensland
para explorar esos puntos más adelante. Tomando
las respuestas del cuestionario, acá nos enfocamos
en: el grado de toma de decisiones; sus hijos, los
cambios de rol esperados de ellos durante la sequía;
lo que ellos han llamado sus experiencias “internas/
externas” y el lugar que ocupan los jardines y la espiritualidad en sus vidas. Se discutirá brevemente
cada dimensión de diferencia, utilizando las voces
de las mujeres cuando sea posible. Exceptuando el
tema de los hijos, estos otros no son temas que hayan surgido de nuestras entrevistas con los hombres;
sin embargo, cuando el tema lo discutió el marido,
tomamos nota de ello en nuestra discusión.
Mujeres y toma de decisiones
La toma de decisiones por parte de las mujeres se
ha discutido en la bibliografía desde 1979 (Craig,
1979). De manera más reciente, la toma de decisiones se ha convertido en un aspecto crucial del
análisis feminista con respecto al lugar que ocupan
las mujeres en la agricultura en Australia. Por ejemplo, James (1990: 33) ofrece un modelo de toma
de decisiones de mujeres agricultoras en base a su
estatus legal, su rol “informado” en la toma de decisiones y su contribución en el trabajo; Saw (1995)
analiza cuatro casos de estudio en relación a mujeres mayores y su capacidad para tomar decisiones
en empresas rurales; y finalmente Alston (1995: 667) habla del grado de toma de decisiones por parte
de mujeres en la producción y en las relaciones de
poder. En nuestro estudio, el cuestionario semiestructurado incluía tres preguntas que abordaban
específicamente el la toma de decisiones entre marido y mujer durante la sequía. Estas fueron:
• Desde su punto de vista, ¿cuál ha sido la decisión
más importante que se ha tomado hasta ahora
con respecto a la propiedad durante la sequía?
• ¿Cómo contribuyó usted a esa decisión?
1. Tomé la decisión solo/a.
2. Tomé la iniciativa en la discusión.
3. Tomé parte de la decisión.
4. No participé en la decisión.
• ¿Qué podía perder usted cuando se tomó esta decisión?
Usando seudónimos, detallaremos las respuestas
entregadas en las 21 entrevistas realizadas en el
componente de Queensland del estudio. La primera
pregunta dio pie a solo cuatro respuestas compatibles (la misma respuesta entregada por el marido
y la mujer), mientras las otras 17 respuestas no
coincidían ni en contenido ni en propósito. En el
contexto de la sequía, las decisiones con respecto a
la propiedad que las mujeres consideraban importantes –pero no así los hombres– incluían abrir la
propiedad a los turistas y enviar a los hombres a que
trabajaran fuera del campo. Una mujer describió de
manera muy emotiva la decisión de utilizar todos
los ahorros de la familia para sobrevivir a la sequía
(en lugar de endeudarse) – una decisión que se
tomó al inicio de la sequía y que luego se comentó
durante la entrevista. Ella explicó que esos ahorros
se habían guardado originalmente para construir su
primera casa en la propiedad. Como resultado de la
decisión (en la que ella no participó), la familia ahora vive en el establo adaptado en el que siempre han
vivido y, ya que ahora no hay dinero para construir,
es probable que sigan viviendo ahí en el futuro.
Resumiremos las diversas respuestas a la segunda
pregunta en la Tabla 1. Si bien esta es una representación cuantitativa bruta, logra mostrar que estas
mujeres no se ven a sí mismas como la persona que
lidera la toma de decisiones en aquellos temas más
importantes con respecto a la propiedad durante de
la sequía. De acuerdo a James, debería considerarse
un análisis del poder y el control, además del rango de variables, al momento de analizar la toma de
decisiones, incluyendo relaciones maritales, tipos
de decisiones y tareas (James, 1990: 32). A pesar
Tabla 1
Respuestas a pregunta sobre el rol en la toma de decisiones (n=21)
Preguntas
72
RespuestaRespuesta
mujereshombres
Tomé la decisión solo/a
0
3
Tomé la iniciativa en la discusión
0
9
Tomé parte en la decisión
18
9
No participé en la decisión
3
0
Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990
de que esto sobrepasa el alcance de este artículo,
nuestro resumen sí resalta la “diferencia” en la toma
de decisiones, algo que no se habría registrado si las
parejas hubieran sido entrevistadas en conjunto. El
informe de James con respecto a entrevistas y toma
de decisiones respalda este factor (Ibíd.).
Relaciones con los hijos
Hubo muchas preguntas relacionadas con los hijos a lo largo del calendario de entrevistas, de las
cuales surgieron diversas respuestas por parte de
los padres. Por ejemplo, los hombres se mostraron preocupados por la educación de sus hijos y
la factibilidad de que tuvieran algún futuro en el
campo. Las mujeres estuvieron de acuerdo con estas
respuestas, pero también mencionaron otras dimensiones cuando hablaron acerca de la experiencia de
sus hijos. Muchas mujeres seguían creyendo que las
zonas rurales eran lugares idóneos para criar a sus
hijos, a pesar del desastre de la sequía. Por ejemplo,
Helena relata:
Creo que es un lugar maravilloso para criar hijos.
Tienen mucho espacio y no tengo que preocuparme por el tráfico o por otras personas.
Esta preocupación por “otras personas” también
surgió en el relato de otras mujeres que pensaban
que la vida rural les ofrecía protección contra lo
que ellas llamaron “la gente común”. En este sentido, el aislamiento puede verse como un escudo y
también como un mecanismo para controlar a los
hijos, como lo explica Felicity, aunque de manera
algo ambivalente:
Si nuestros hijos quieren jugar con alguien, no
pueden simplemente ir y jugar. Nosotros debemos darles permiso, subirlos al auto y llevarlos.
Podemos controlarlos, aunque no me gusta esa
palabra.
Algunas mujeres del estudio fueron madres durante los años de sequía 1916 y antes de la entrevista.
Helena tuvo tres hijos durante este período y recibió
poca ayuda de su familia, ya que sus padres vivían
en Brisbane (a 700 kilómetros de distancia) y su
suegra vivía en Rockhampton (a 150 kilómetros).
Su mayor preocupación durante esos seis años fue
la falta de tiempo para hacer cosas personales o para
relajarse. El tiempo también era vital cuando toda la
familia viajaba a Rockhampton “por negocios” y ella
debía llevar a los tres niños. Para Helena, el problema se transformó en la búsqueda de una guardería
infantil ocasional a un precio razonable en el distrito de Rockhampton. Las guarderías disponibles
estaban fuera del alcance del presupuesto familiar.
Las visitas a la “ciudad”, que antes se esperaban con
ansias, se convirtieron en una tarea enorme y muchas veces traumática, a las que el marido de Helena
no hizo alusión durante su entrevista.
Los niños también eran una fuente de dolor para
algunas de las mujeres entrevistadas. Dos mujeres
debieron enfrentar la muerte de un hijo durante la sequía. Para Bev fue particularmente doloroso, ya que
tuvo dos hijos nacidos muertos en años consecutivos. Si bien el marido de Bev reconoció la “tristeza”,
no se explayó sobre sus sentimientos ni discutió
hasta qué punto ese episodio fue una tragedia para
su señora. Cuando se le pidió que comentara acerca
de los efectos personales de la sequía, Bev recordó
con dolor que “... recién habíamos perdido a nuestro bebé y eso fue muy fuerte para mí”. La vida de
Bev con los hijos que sobrevivieron tampoco fue
cómoda, ya que se sentía responsable por el hecho
de que tuvieran que trabajar en la propiedad y no
pudieran disfrutar su infancia. Ella habla acerca de
cómo bombeaban agua para el ganado –una tarea
adicional que resultaba esencial durante la sequía
–y la manera en que afectó la relación con sus hijos
y su rutina:
Llevaba a los niños al bus escolar y luego llegábamos a la casa a bombear. Volvíamos a casa
cuando ya estaba oscuro, porque debíamos bombear en cuatro o cinco lugares. Supongo que los
niños nunca tuvieron tiempo para jugar porque
siempre estaban bombeando agua.
Cambio de roles
La sequía en Queensland precipitó un cambio de
roles para algunas mujeres productoras que podría
no haberse detectado si las entrevistas se hubieran
llevado a cabo en conjunto. Ahora está documentado el hecho de que las mujeres del campo han
hecho “trabajo de reserva” para la propiedad, manteniendo al mismo tiempo sus roles de amas de casa
(Sachs, 1983; Gibson et al., 1990; Alston, 1995). El
trabajo de las mujeres ha incluido tradicionalmente la esfera doméstica, que era “lo aceptado en esa
época, y esa aceptación les daba una sensación de
garantía” (Alston, 1995: 34).
No todas las mujeres de nuestro estudio debían trabajar en sus hogares antes de la sequía, pero algunas
creyeron que su rol de amas de casa permanecería
exclusivo y constante. Nuestras entrevistas permitieron que estas mujeres reflexionaran acerca de
los profundos cambios en sus roles. Por ejemplo,
Agnes se casó y mantuvo el hogar hasta que la sequía se volvió incontenible. Como una manera de
ahorrar gastos, se tomó la decisión de no contratar
más trabajadores temporeros. Como resultado, Ag73
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
nes se convirtió en lo que ella llama “el hombre de
trabajo”.
Yo solo era la dueña de casa y ahora ya no lo
soy. Soy el hombre de trabajo ... así es que debo
ayudar todos los días ... soy de los que trabajan
desde que amanece hasta el atardecer, y sigo trabajando de noche cuando debo planchar y hacer
cosas así...
La “sensación de garantía” de Agnes con respecto
a su rol en el campo y como ama de casa ha desaparecido. Ella sentía que no era factible volver a
lo que antes era una demarcación reconocida entre
las labores del hogar y el trabajo en el campo; por el
contrario, concluía que
No creo que vuelva a trabajar en mi casa nuevamente y contratar a alguien, y no me gusta esa
idea.
Algunas mujeres respondieron a la crisis de la sequía
llevando a cabo trabajos fuera del campo. Como resultado, no solo cambiaron sus roles, sino también
sus rutinas diarias, lo que a la vez afectó a sus familias. Los hombres dieron cuenta de este cambio de
rutina en sus entrevistas. Nuestras entrevistas también pusieron de manifiesto este profundo cambio
personal para las mujeres, que afectó su autoestima
de maneras inesperadas, como explica Daphne:
Creo que al trabajar fuera de la propiedad he
aprendido nuevas habilidades y cosas así. Es algo
positivo [para mí].
Para Toni, el trabajo fuera del campo implicó un
dilema entre mantener o no su casa a un “estándar”
que había establecido cuando trabajaba exclusivamente como dueña de casa. Como resultado, ella
describe tanto lo positivo como lo negativo de:
... estar agotada los fines de semana ... pero
por eso mismo, cuando trabajo conozco gente
distinta y suelen ser profesores jóvenes, y son
entretenidos, y tú como que te olvidas del estrés
cuando trabajas.
Para Yvonne, el trabajo fuera del campo fue fundamental para su sentido de identidad:
Me moriría sin él ... ha sido vital para mi salud
mental ... me encanta el trabajo [pagado] ... he
trabajado toda mi vida y por eso lo tomé cuando
recién llegué aquí ... me gusta la casa pero no soy
una persona de casa ... me encanta trabajar y es
un desafío.
Muchas mujeres también mencionaron que la generación de ingresos fue un beneficio para sus vidas.
Por ejemplo, Julie dijo que
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Era dinero que el banco no podía llevarse. Yo lo
guardaba en una cuenta separada... si queríamos
gastar dinero en un regalo para uno de nuestros
hijos podíamos hacerlo... y esa es la diferencia.
Para otras mujeres, el empleo pagado fuera del
campo se convirtió en un estrés adicional. Debían
equilibrar la necesidad de ingresos con la necesidad
de mantener una sensación de “salud mental”, como
dice Vera. Finalmente Vera renunció a su trabajo en
una gasolinera local debido al estrés:
Era demasiado... el estrés de la sequía y la preocupación por todo; no pude lidiar con todo.
Felicity también debió dejar su trabajo de profesora
debido a sus compromisos en el campo:
Solía trabajar, pero debí dejarlo porque lo hacía
en las tardes cuando Trevor me necesitaba, y no
estaba funcionando.
Hubo otros factores que afectaron la necesidad de
las mujeres por tomar un trabajo externo pagado,
como por ejemplo el costo. Lee explica que su deseo
por encontrar un empleo fuera del campo se vio inhibido por razones económicas. Declaró que
Habríamos tenido que cambiar la caja de cambios de nuestro auto y probablemente habríamos
necesitado comprar un auto nuevo, pero no podíamos costearlo, así es que la parte económica
pesó más que el ingreso [que yo podría haber
obtenido].
Solo una de las mujeres de Queensland mencionó
que su marido fue la razón por la cual sentía que no
podía buscar un trabajo externo. Agnes mencionó
que
Me gustaría, cuando se termine la sequía, ser
egoísta nuevamente ... Siempre le digo a [mi
marido] que lo voy a hacer y el me dice que no
puedo ... pero me gustaría y estoy tomando un
curso comunitario de computación, así es que estoy obteniendo una certificación y actualizando
mis habilidades con ese propósito.
Interior/exterior
En su mayoría, los productores hombres relacionaron sus respuestas a la propiedad, el “exterior”
que conocían tan bien, y comentaron poco o nada
acerca de los acontecimientos “interiores” en la casa.
Acá usamos el término interior/exterior en lugar del
término más sociológico de público/privado, con el
fin de emplear la terminología que utilizaron las mujeres de manera consistente. La respuesta que daban
las mujeres con respecto a los hombres que siempre estaban en el exterior trabajando en el campo es
Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990
otra dimensión de diferencia que podría haber sido
suprimida en entrevistas en conjunto. Por ejemplo,
muchas mujeres reconocieron que para los hombres
debía ser muy estresante ver y vivir la sequía de manera diaria – como lo sugirió Helena:
... y la presión que [la sequía] nos ha impuesto,
principalmente a los hombres, supongo; ellos tienen que lidiar con ella todos los días. Dentro de
la casa tú estás un poco más protegida. Sabes que
existe, por supuesto, pero no estás viendo la falta
de agua ...
Otra mujer cuyo “lugar”, como lo identificó de manera muy clara, estaba en el interior de su casa y no
en el exterior, en el campo, se sentía estresada por
lo que consideraba que “debía hacerse” en la casa,
pero se sentía incapaz de remediar esa preocupación. Agnes expresó un sentimiento parecido:
Me gustaría ser mi contraparte de ciudad. Puedes
gastar tu dinero en tu pequeño mundo en lugar
de que se gaste afuera.
Se hacían sacrificios por el “exterior” en lugar de
los trabajos “interiores” que alguna mujeres sentían
que era necesario hacer. Como se discutió anteriormente en la toma de decisiones, Bev no tuvo otra
opción que dejar de lado su esperanza de tener una
casa para su familia, ya que los ahorros se estaban
usando para mantener el exterior – el dominio de
su marido. No todas las mujeres expresaron una
comprensión tan clara de la separación entre interior/exterior. Algunas “aun disfrutan saliendo a
trabajar”, pero en todas nuestras entrevistas, el mayor compromiso de todas las mujeres era con su
hogar: el dominio interior.
Una de las tareas menos conocidas que algunas
mujeres mencionaron fue la de tomar llamados de
agentes de producción y ejecutivos bancarios. Si
bien algunos hombres mantenían contacto con estas personas, las mujeres eran el primer punto de
contacto, ya que muchas de ellas llevaban la contabilidad de los negocios del campo. Dawn explicó:
Toda la contabilidad llega acá. El ejecutivo bancario llama acá para todo. El contador llama acá.
Tenemos la primera línea de contacto con todos.
Y esa suelo ser yo.
Esta tarea constante de manejar las finanzas y las
llamadas telefónicas era una fuente de tensión durante los tiempos difíciles para algunas mujeres, que
sentían que debían aguantar lo más pesado de este
trabajo en el interior. Por lo general, las llamadas
anunciaban malas noticias. Como explicó Lee:
No quiero tener que hablar con esta gente. Por
eso empecé a dejar el teléfono descolgado.
Es posible que haber entrevistado a los hombres y
mujeres juntos no hubiera dado pie a respuestas tan
emotivas a una tarea que podría considerarse parte “normal” de ese tipo de negocios. Sin embargo,
Vera, que lloraba durante esta parte de la entrevista,
explica la diferencia por géneros:
Creo que me preocupo por el préstamo del banco y las finanzas. Como yo llevo la contabilidad,
creo que tiene un efecto mayor en mí, tal vez un
efecto distinto...
El jardín y la espiritualidad
Algunas mujeres que sentían el estrés de la sequía
y la necesidad de equilibrar el trabajo en el interior/exterior por lo general buscaban dos lugares
de paz –su jardín y su espiritualidad personal. Los
hombres comentaron poco o nada esas dos distintas
dimensiones de la experiencia de la sequía. El jardín
puede verse como una antítesis poderosa de la sequía– un lugar de agua, serenidad y verdor. Para las
mujeres que “tomaban prestado” un poco de agua,
el jardín era un refugio. Terri explica:
Si no tuviéramos un jardín para ocupar ese poco
tiempo, nos volveríamos locas. Si te gusta trabajar en el jardín, sabes que puedes ir allí y nada
más parece importar. Pueden ser solo un par de
horas, pero nada más parece importar.
El jardín también era un lugar de tristeza para otras
mujeres, cuando no podían hacerse cargo de él. La
sequía (y sus maridos) provocaron decisiones que
restringían el uso de agua sobrante y de gastos,
como menciona Agnes:
Podría dedicarme al jardín, pero ni siquiera puedo ir a comprar plantas. Compré algunas el otro
día; estaban en oferta ... si [Colin] las viera no
estaría contento, ya que tenemos que apretarnos
los cinturones.
Para una mujer a quien le había tocado vivir todo el
impacto de la sequía, la muerte de su jardín fue la
desgracia final. Tomó la decisión de dejar la propiedad y mudarse a la casa familiar en Rockhampton.
Para muchas mujeres, la otra fuente de consuelo
durante la sequía ha sido su fe y, con ella, la espiritualidad. Solo un hombre nos habló acerca de
sus creencias religiosas durante una entrevista. Al
parecer, el desastre de la sequía ha revivido, mantenido y puesto en cuestionamiento la fe para algunas
mujeres productoras. Claramente, la fe era un apoyo importante para ellas, al darles la fuerza para
sobrevivir a una sequía de seis años. Por ejemplo,
en una comunidad las mujeres crearon un grupo
75
Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray
bíblico que se reúne en sus propiedades, y ahí comparten, rezan y se consuelan. Para algunas mujeres,
el desastre fue una época que puso a prueba su fe,
como explicó una de ellas:
... creemos en Dios, así es que, en el fondo, creemos que si rezamos ... Él nos cuidará. Creo que
en ese aspecto he fallado miserablemente porque
pienso que no obtengo consuelo ... Dios pensará
que no agradezco lo que Él ha hecho por mí...
Reflexiones acerca de la experiencia
Históricamente, la sequía ha sido definida como
un acontecimiento natural que causa estragos en
la tierra, lo que hace pasar apuros a agricultores
y productores. Antes de los años 90, la respuesta
de sucesivos gobiernos australianos a ese tipo de
desastres fue la formulación e implementación de
políticas diseñadas para superar el desastre “natural” de la sequía. No obstante, la Política Nacional
sobre Sequía de 1992 y sus equivalentes estatales
han cambiado la noción de la sequía como algo “natural” para definirla como parte del riesgo asociado
a la agricultura. A pesar de que todas las comunidades rurales, desde asentamientos agrícolas dispersos
a ciudades regionales, sufrían rápidos cambios económicos y un desplazamiento social de tanto en
tanto, los sectores agrícolas tienen problemas especiales asociados a la naturaleza de la producción en
el campo. En la actualidad sufren de una declinación económica – y en muchos casos ambiental – de
largo plazo, además de golpes a corto plazo como la
fluctuación internacional de precios y condiciones
climáticas más extremas como la sequía.
A pesar de que los gobiernos han redefinido la
sequía, el significado que tiene para las familias
agriculturas está claro. Para muchos no es un desastre que sea repentino en ocurrencia o impacto, sino
uno que puede afectar profundamente el bienestar
de las personas. A través de nuestro estudio descubrimos que el problema de la interpretación de la
sequía como un desastre es doble: surge lentamente, a diferencia de cataclismos como las tormentas
o los terremotos. El problema más profundo dice
relación con su frecuencia. Ocurre en patrones que
hasta cierto punto son tecnológicamente predecibles, y a veces confiables. Por tanto, hasta ahora
se ha interpretado como un acontecimiento para el
cual es posible prepararse.
Nuestros hallazgos muestran que el costo que tiene
la experiencia de sequía durante muchas temporadas para las familias puede medirse no solo en
términos de pérdida de ganado y disminución de
76
recursos, sino también en un deterioro de la cohesión familiar, una pérdida de redes comunitarias y,
en algunos casos, una sensación de abandono por
parte del resto de Australia (urbana). La relación de
intercambio para la agricultura australiana, las condiciones económicas que enfrentan los agricultores
y el continuo deterioro del medioambiente agrícola
bajo estas condiciones hacen que la preparación para
la sequía sea muy difícil y a veces imposible para
muchos, ya que intentan maximizar la producción.
A pesar de esto, los agricultores que entrevistamos
saben que la preparación para la sequía distingue
buenas prácticas de gestión. En nuestro informe a
la RIRDC, identificamos una construcción social de
la sequía como
... un proceso que traspasa generaciones. La gente del campo aprende a conocer los símbolos de
la sequía y a interpretarlos. Estas interpretaciones
se convierten en significados que se entregan a
otros a través del tiempo y el espacio (Stehlik et
al., 1998: 2).
Para las mujeres entrevistadas en esta investigación,
los significados de la sequía y la experiencia de vivir temporadas consecutivas sin lluvia han tenido
efectos profundos y a largo plazo. Algunos de esos
significados les eran inmediatamente obvios, ya que
durante las entrevistas pudieron expresarlos y discutirlos; otros no lo eran tanto, y tal vez les sean
más obvios tras una reflexión. Al momento de escribir el primer borrador de este artículo (octubre
de 1998), la zona central de Queensland recibió las
primeras precipitaciones iniciales desde que comenzó la sequía (1990). Para las familias entrevistadas
y para otras como ellas, ese inicio ha significado
la esperanza de un posible fin del desastre. Como
consecuencia, la declaración de sequía en muchas
propiedades se ha eliminado y las familias están intentando recuperar sus vidas. En los lugares donde
condujimos nuestras entrevistas, han comenzado a
aparecer carteles de “en venta”, ya que muchos han
decidido marcharse.
A pesar de que este artículo se ha centrado en las
mujeres y sus experiencias, el modelo de construcción social también incluye el efecto que ha tenido
la crisis en las comunidades. Para muchas mujeres,
el impacto a largo plazo de la sequía de los años 90
se verá en la naturaleza de la relación que tienen
con su comunidad. La sequía, en conjunto con una
restructuración rural y una caída en los precios de
las materias primas, ha tenido como resultado una
reducción de recursos comunitarios en la Australia
rural. Muchos vecinos se han marchado de las propiedades colindantes, muchos pequeños negocios
Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990
han cerrado y muchos servicios ya no están disponibles. Para las mujeres que han “sobrevivido”,
su legado consiste en que al enfrentar el desafío de
reconstruir sus propias vidas, también deben continuar por el bien de sus familias y el de la vida de
sus comunidades.
Tal como nuestros entrevistados nos recuerdan constantemente, las cosas no “mejoran automáticamente”
en cuanto llega la lluvia. Además, los productores
agrícolas conocen muy bien la compleja relación entre sequía, precios de materias primas, globalización
y restructuración rural. Sin embargo, es posible que
muchos formuladores de políticas vean “la sequía”
como algo que puede manejarse y luego dejarse a
un lado y, por tanto, necesitan familiarizarse mejor
con esa relación. Los desastres suelen ser catalizadores de cambio, y como ha quedado demostrado
en este artículo, esos cambios afectarán las vidas de
hombres y mujeres en las zonas rurales de Australia
durante la próxima generación.
Para concluir, queremos agradecer a aquellas mujeres que compartieron con nosotros sus dolores,
alegrías y pensamientos. Sus percepciones nos
ayudan a comprender la construcción social de la
sequía. Esperamos que sus relatos nos permitan a
quienes no vivimos en la Australia rural comprender sus experiencias.
Agradecimientos
Helen Bulis presentó una versión previa de este
artículo en la Conferencia de la Asociación Australiana de Estudios de la Mujer llamado: Futuros
Feministas: Nuevas Direcciones en Teoría y Práctica,
Universidad de Western Australia, Perth, noviembre
27-9 de 1996.
Los autores desean agradecer el apoyo para financiar
esta investigación recibido de la Corporación de Investigación y Desarrollo de Industrias Rurales y la
Corporación de Investigación y Desarrollo de Recursos Agrícolas e Hídricos. Una copia del informe
final de este estudio está disponible en http://www.
rirdc.gov.au o [email protected].
Deseamos agradecer a nuestros revisores anónimos
y a los editores por su ayuda en la versión final de
este artículo. Por último, gracias a nuestros asistentes de investigación, Helen Bulis y Rachael Williams,
y a los hombres y mujeres que compartieron sus experiencias con nosotros.
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M a g í s t e r A C R E D I TA D O
C O M I S I Ó N N A C I O N A L D E A C R E D I TA C I Ó N - C H I L E
F acultad
E scuela
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Desde octubre 2010
Coordinador académico
Profesor Rodrigo Flores.
de
de
C iencias S ociales
2010
T rabajo S ocial
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Facultad de Ciencias Sociales - Escuela de Trabajo Social
Postítulo
Estudios
de la
Familia
www.trabajosocialuc.cl
PERÍODO DE POSTULACIÓN
Desde octubre de 2010
COORDINADOR ACADÉMICO DEL POSTÍTULO
Profesora Fabiola Cortez-Monroy M.
INSCRIPCIÓN E INFORMACIONES
Secretaría Postítulo Estudios de la Familia, Pontificia Universidad
Católica de Chile, Escuela de Trabajo Social, Campus San Joaquín.
Avda. Vicuña Mackenna 4860, Santiago (Metro San Joaquín).
Secretaria: Sra. María Elena Contreras H.
Teléfonos: 354 4589 - 354 4606. Fax: 354 4667.
E-mail: [email protected]
Escuela de Trabajo Social
Programa de Educación Continua 2010
Un espacio intelectualmente estimulante
que anima el juicio crítico,
la generación de conocimiento
y la intervención innovadora.
81
Programa de Extensión 2010
Diploma de especialización en mediación familiar
Duración: 220 hrs.
Diploma de pericia social en el juicio oral
Duración: 100 hrs.
Diploma de gestión organizacional para el trabajo social
Duración: 110 hrs.
Diploma de especialización en el sistema de seguridad social chileno
Duración: 120 hrs.
Diploma de marketing social y estrategias de implementación de programas
Duración: 100 hrs.
Diploma de gestión de sistemas de bienestar en la empresa
Duración: 120 hrs.
Diploma de intervención en abuso sexual infantil
Duración: 100 hrs.
Diploma de intervención social con adolescentes infractores de ley
Duración: 100 hrs.
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