J U L I O 78 20 10 Exploración de las percepciones infantiles ante desastres naturales (huracanes): estudio de niños en Granada Lorita Joseph Reconstrucción en el territorio Arauco, un desafío con perspectiva de derechos Cecilia Pérez De desastres, políticas y públicos Patricio Miranda Co-autores: Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones Karin Roa Los adultos mayores como un recurso Escuela de Trabajo Social en la reconstrucción del país Claudia Reyes Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos Gabriela Rubilar Género y sequía: experiencias de mujeres australianas en la sequía de 1990 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Facultad de Ciencias Sociales J U L I O 78 20 10 Exploración de las percepciones infantiles ante desastres naturales (huracanes): estudio de niños en Granada Lorita Joseph Reconstrucción en el territorio Arauco, un desafío con perspectiva de derechos Cecilia Pérez De desastres, políticas y públicos Patricio Miranda Co-autores: Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones Karin Roa Escuela de Trabajo Social Los adultos mayores como un recurso en la reconstrucción del país Claudia Reyes Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos Gabriela Rubilar Género y sequía: experiencias de mujeres australianas en la sequía de 1990 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Revista Trabajo Social Julio / No 78 / 2010 FICHA TÉCNICA La Revista de Trabajo Social es una publicación semestral de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Revista fundada en 1970. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos, citando la fuente. ISSN 0716-9736 Santiago/Chile. Director responsable Mg. Margarita Quezada Venegas Editora Ph.D. © Carolina Muñoz Guzmán Comité Asesor Editorial Mg. Margarita Quezada Directora de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Ph.D. © Fabiola Cortez-Monroy Sub-directora de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Ph.D. Teresa Matus Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Mg. María Olga Solar Silva Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Ph.D. Rodrigo Flores Académico de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Mg. Liliana Guerra Académica de la Escuela de Trabajo Social UC, [email protected] Ph.D. Pablo Salvat Académico del Departamento Ciencias Políticas y Gobierno UAH, [email protected] Ph.D. Aldo Mascareño Director del Departamento Sociología Universidad Alberto Hurtado, [email protected] Ph.D. Leonardo Onetto Académico de la Escuela de Trabajo Social Universidad Católica de Valparaíso, [email protected] Comité Asesor Internacional Mg. Maestra Graciela Casas Torres Escuela de Trabajo Social UNAM, [email protected] Ph.D. Lena Dominelli School of Applied Social Science, University of Durham, [email protected] Ph.D. Edward Lawlor George Warren Brown School of Social Work, Washington University in St. Louis, [email protected] Ph.D. James Midgley University of California, Berkeley, [email protected] Ph.D. José Paulo Netto UFRJ Brasil, [email protected] Prof. Alberto Parisi Universidad Nacional de Córdoba, [email protected] Ph.D. Ana María Quiroga ISER Río de Janeiro, [email protected] Ph.D. Margarita Rozas Universidad de la Plata, [email protected] Prof. Saúl Karsz Asociación Prácticas Sociales de París, [email protected] Ph.D. Luis Zayas Professor George Warren Brown School of Social Work, Washington University in St. Louis, [email protected] Diseño y Diagramación Diseño Corporativo UC Impresión Andros Impresores Escuela de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales Universidad Católica, Campus San Joaquín. Vicuña Mackena 4860, Teléfono: 0056-2-354 4606, Fax: 0056-2-354 4667 www.trabajosocialuc.cl Escuela de Trabajo Social Pontificia Universidad Católica de Chile Sumario 5Editorial 7 Exploración de las percepciones infantiles ante desastres naturales (huracanes): estudio de niños en Granada Exploring children’s perceptions of natural disasters (hurricanes): A study of children in Grenada. Lorita Joseph 17 Reconstrucción en el territorio Arauco: un desafío con perspectiva de derechos Reconstruction in Arauco territory: A rights perspective challenge Cecilia Pérez 25 De desastres, políticas y públicos Disasters, policies and citizens Patricio Miranda, Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica 35 Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones Stress and burnout as risks in the labor place after the emergency: conceptualizations and axes of analysis for the preventive management in organizations Karin Roa 47 Los adultos mayores como un recurso en la reconstrucción del país Elderly as a resource in the national reconstruction Claudia Reyes 55 Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos. Stories and narratives for understanding and meaning February 27’s earthquake. Approach to the autobiographical experiences of a generation of young Chileans Gabriela Rubilar 65 Género y sequía: experiencias de mujeres australianas en la sequía de 1990 Gender and drought: Experiences of Australian women in the drought of the 1990s Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Editorial En la madrugada del 27 de febrero de este año, un terremoto de magnitud 8,8 grados Ritcher sacudió a nuestro país, enfrentándolo a uno de los desastres naturales más grandes de su historia, el segundo sismo en intensidad, después del experimentado el año 1969 en Valdivia y el séptimo movimiento telúrico más fuerte en la historia moderna del planeta. Las zonas más afectadas por el terremoto fueron las regiones de Valparaíso, Santiago, O’Higgins, Maule, Bíobío y la Araucanía que acumulan más de 13 millones de habitantes, cerca del 80% de la población del país. Cerca de 500 mil viviendas resultaron con daño severo y se estiman un total de 2 millones de damnificados. Como si esto no fuera suficiente para devastar estas regiones, aquellas que tienen costa se vieron afectadas por un fuerte tsunami que destruyó varias localidades. Un desastre natural de la magnitud del experimentado en Chile trae una estela de consecuencias, de las que aún no tenemos efectiva y precisa cuenta. Sabemos que no pasarán inadvertidas en el desarrollo del país, no sólo en su la economía, infraestructura, salud y educación, sino también que en la experiencia personal de cada chileno y chilena, donde el sentimiento de caos, impotencia, y pérdida puede ser más desolador que cualquier otro. Dentro de esta catástrofe, la desigualdad que tiñe el desarrollo de Chile más que nunca quedó en evidencia, mostrando quiebres sostenidos en el tejido social y faltas de inclusión social de diversos grupos de la población. Ante este escenario, los trabajadores sociales nos hemos sentido particularmente convocados a participar en la reconstrucción del país, pero ¿cuánto saber acumulado tenemos en Chile para implementar acciones especializadas en esta área? Al parecer hasta la fecha el enfrentamiento de los desastres en Chile ha tenido una base precaria de instrucción académica, y esto se constituye en un desafío urgente para el Trabajo Social chileno. Porque en el mundo, la disciplina ha avanzado en estas materias; es más, enfrentado hoy al cambio climático y sus implicancias, el Trabajo Social internacional investiga crecientemente sobre estos temas. De acuerdo a la declaración política NASW* sobre Desastres, se establece que los trabajadores sociales son “especialmente adecuados para interpretar el contexto de desastres, para abogar por servicios efectivos, y proporcionar liderazgo en la colaboración esencial entre las instituciones y organizaciones” (NASW, 2003). Situados en el contexto nacional el Trabajo Social está llamado a anlizar la situación desde una lógica conceptual integral orientada a generar estrategias de intervención para el desarrollo de las localidades afectadas. El esfuerzo que este número 78 de la Revista Trabajo Social hace, es justamente acumular evidencia y reflexiones que favorecen el desarrollo incipiente en nuestro país de la temática Trabajo Social y Desastres, un eje que hace de la emergencia una urgencia de investigación sobre procesos sociales asociados a los desastres y sobre intervenciones que aborden tanto la emergencia como propuestas de desarrollo que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas y las comunidades. Margarita Quezada Venegas Directora Escuela de Trabajo Social Pontificia Universidad Católica de Chile * Asociación Nacional de Trabajo Social de los Estados Unidos de América, la asociación de trabajadores sociales con más miembros en el mundo. 7 ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 7-16 Exploración de las percepciones infantiles ante desastres naturales (huracanes): estudio de niños en Granada Exploring children’s perceptions of natural disasters (hurricanes): A study of children in Grenada Lorita Joseph Lorita Joseph es alumna de Doctorado en la Unidad de Trabajo Social de la Universidad de las Antillas, San Agustín, Trinidad. Se desempeña como trabajadora social en el cargo de orientadora en el Ministerio de Educación, en la División de Servicios de Apoyo Estudiantil. Correo electrónico: [email protected]. Dirección postal: 328, Papourie Road, Diamond Village, San Fernando, Trinidad. Resumen Este artículo se centra en las experiencias relativas a un huracán de dieciocho niños de Granada. Si bien se ha estudiado de manera extensa el estrés y las maneras en que los adultos enfrentan este tipo de desastres, poco se sabe acerca de los niños con respecto a este tema, en particular en la región del Caribe. Utilizando los marcos de Investigación-Acción, Teoría Fundamentada y Metodologías de Investigación Centradas en el Niño, en este estudio cualitativo se emplearon los juegos y procesos de Teatro en Educación para ayudar a que los niños utilizaran el “lenguaje” innato del teatro para revelar, explorar y expandir su conocimiento acerca de sus percepciones y experiencias relativas a la vivencia de un desastre natural. La información recabada de las perspectivas de los niños resulta importante para comprender cómo viven los desastres naturales y, más aun, para que dicha información se utilice en el desarrollo de respuestas en políticas y programas que son relevantes considerando las características de los niños y niñas y sus contextos específicos. En la investigación se descubrió que los niños/as son increíblemente resilientes y que suelen buscar elementos dentro de su propio ambiente para lidiar con situaciones de esa naturaleza. Existen diversas implicancias para la práctica y la investigación, que incluyen reconocer las fortalezas de los niños y aceptar sus experiencias como válidas. Palabras claves. Desastres naturales, niño/niños, resiliencia, normalidad, percepción, preparación. Abstract This article focuses on the hurricane experiences of eighteen children from Grenada. While stress and the ways in which adults cope with it has received much attention, little is known about children in this area, especially within the Caribbean region. Using the frameworks of Action Research, Grounded Theory and Child Centered Research Methodologies, this qualitative study used the games and processes of Drama-in-Education to help children to use their innate “language” of drama and dramatic play to disclose, explore and expand their understanding of their perceptions and experiences around living through a natural disaster. Information from children’s perspectives is important in understanding how they experience natural disasters and further, to use that information to develop policy and programmatic responses that are relevant to children’s geographies and specific to their contexts. The study found that children are amazingly resilient and often draw on elements within their environment in finding ways to cope. There are several implications for practice and research which include recognizing children’s strengths and understanding their experiences as having validity. Keywords. Natural disasters, child/children, resilience, normalcy, perception, preparedness. 9 Lorita Joseph Introducción Abraham Lincoln dijo una vez: “Un niño es una persona que continuará lo que tú comenzaste. Se sentará donde estás sentado tú ahora, y cuando te marches; se preocupará de aquellas cosas que tú consideras importantes. Puedes adoptar todas las políticas que desees pero la manera en que se lleven a cabo depende de él. Él tomará el control de nuestras ciudades, iglesias, escuelas, universidades y empresas... El destino de la humanidad está en sus manos”. Esta declaración del Presidente Lincoln debería ser un argumento convincente para hacer intervenciones con aquellos niños* que han sido víctimas o testigos de eventos traumáticos. Las experiencias traumáticas en la infancia determinan la manera en que los niños ven el mundo, especialmente en cuanto a seguridad, riesgo, daño, pérdida, protección e intervención, y pueden tener una influencia en las expectativas de recurrencia de amenazas, de una falta de intervenciones protectoras y/o de impotencia, que pueden regir la vida y el comportamiento de un niño. Cuando las personas se convierten en víctimas de desastres naturales, sus vidas pueden volcarse en diversos niveles. Además del evidente daño físico y de las consecuencias económicas, las personas pueden quedar con profundas heridas emocionales y psicológicas que pueden tardar años en sanar. En septiembre de 2004, el huracán más fuerte que había azotado al Caribe en la última década, dejó a la isla de Granada totalmente devastada. El Huracán Iván, de categoría 4, golpeó Granada con vientos sostenidos de 185 km/hora. Cuando terminó el desastre, treinta y siete personas habían muerto, el noventa por ciento de las viviendas de Granada estaba en ruinas; la gente perdió sus pertenencias y su sustento. Miles quedaron sin agua, electricidad y servicios telefónicos, y había una escasez de alimentos. Además, diversos saqueos de locales comerciales y hogares desprotegidos exacerbaron una situación que ya era dramática. Ubicada en el Caribe, Granada forma parte del Archipiélago de las Antillas y es la más sureña de las Islas de Barlovento. El país consiste en la isla principal de Granada y dos islas Granadinas, Petite Martinique y Carriacou. La población estimada de Granada es de 100.000 personas y el país vive de la exportación de nuez moscada, plátanos y cacao, además del turismo. Con un área de 214 kilómetros cuadrados, Granada se ubica en un cinturón de hu- racanes y tiene una temporada de huracanes entre junio y noviembre. A medida que continúa el cambio climático, la vulnerabilidad de Granada ante los huracanes aumenta y, tal como quedó demostrado con Iván, en menos de ocho horas la infraestructura socioeconómica vital del país, incluyendo viviendas, servicios públicos, instalaciones turísticas y la producción agrícola comercial y de subsistencia sufrieron daños incalculables. Durante los meses posteriores al desastre, la población de Granada intentó lidiar con los efectos traumáticos del Huracán Iván. La gente se vio forzada a alojar con familiares y amigos, algunos debieron vivir en improvisados refugios de lona y otros intentaron recuperar su sustento. En ese momento, un porcentaje importante de la población de Granada eran niños. Los niños son particularmente vulnerables a las situaciones altamente estresantes y traumáticas relacionadas con desastres y sus consecuencias. Los traumas pueden abrumar el sentido de control, de conexión y de vida en un niño. Pueden causarle miedo, impotencia y aislamiento. Pueden interferir en la habilidad que tiene un niño para desarrollar un sentido de equilibrio funcional con el mundo y pueden poner en peligro su sentido de seguridad y protección. Discusión conceptual De acuerdo a Brock, Lazarus y Jimerson (2002: 435-450), los desastres naturales pueden ser particularmente traumáticos para niños y jóvenes. Pueden resquebrajar el sentido de seguridad y normalidad de un niño, porque usualmente toda su comunidad ha sufrido el mismo impacto y existe la necesidad de reubicarlos cuando su hogar y/o su comunidad han sido destruidos. Estas experiencias pueden tener como resultado una variedad de temas particulares y problemas para hacer frente a la situación, lo que puede poner a prueba la capacidad que tiene la familia para disminuir o aumentar el trauma, las reacciones emocionales y las técnicas para enfrentar el problema. Haciendo referencia específica a los huracanes, Brock et al señalan que “por lo general, los huracanes se predicen con días o incluso semanas de anticipación, dando a las comunidades... y a las familias tiempo para abastecerse y así estar preparados. Sin embargo, al mismo tiempo estas actividades pueden generar temor y ansiedad. Si bien es posible advertir a las comunidades acerca de un posible riesgo, * En este artículo se usará genéricamente niño o niña, para referirnos tanto a niños como a niñas. N.E. 10 Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada siempre existe incertidumbre con respecto a la ubicación exacta donde golpeará el huracán. Cuando lo hace, las víctimas son testigos de intensos truenos, lluvias, relámpagos y vientos, de modo que pueden existir reacciones agudas de miedo durante los meses siguientes. Tormentas posteriores pueden gatillar reacciones de pánico en algunos niños. Entre las reacciones inmediatas a un huracán se encuentra un agotamiento emocional y físico. En algunos casos, los niños pueden sufrir de culpabilidad del sobreviviente (por ejemplo, debido a que ellos no sufrieron daño, mientras otros resultaron heridos o muertos)”. El impacto de los desastres naturales va más allá de los efectos físicos, que suelen derivar en diversos tipos de estrés, a nivel tanto social como psicológico. De acuerdo a algunos estudios en los que se analiza el impacto de desastres naturales en niños y adolescentes, existen consecuencias emocionales y conductuales negativas en diversos grados. Las investigaciones han demostrado que cuando un niño se ve expuesto a un evento traumático, sus características individuales, su acceso a asistencia social, los acontecimientos de su vida y su estilo de enfrentar el problema tienen un impacto en la respuesta al estrés del niño. La intensidad de sus reacciones dependerá de factores de riesgo como la exposición al acontecimiento en sí, lesiones propias o la pérdida de un ser querido, el nivel de apoyo de sus padres o tutores, la separación de su hogar o comunidad, el nivel de destrucción física y riesgos preexistentes, como una experiencia traumática previa o una enfermedad mental (La Greca, Silverman, Vernberg y Prinstein;1996: 712-723; Brock, Lazarus y Jimerson; 2002: 435-450). Incluso si no han resultado heridos físicamente durante un desastre, la respuesta emocional de los niños puede ser intensa. Pueden irritarse fácilmente, volverse emocionalmente dependientes y apegados, o distantes y reservados. Si bien son pequeños y parecen no comprender lo que sucede, los niños se ven afectados tanto como los adultos. Las reacciones a un trauma pueden surgir inmediatamente tras el evento traumático o días y semanas más tarde, y la respuesta al trauma por lo general depende de la edad del niño. De acuerdo a Henahan (2001), “los niños en edad escolar tienen la capacidad de comprender la permanencia de una pérdida a partir de un trauma... ya que su pensamiento es más maduro [que los preescolares], su comprensión del desastre es más completa”. Los niños en edad escolar pueden volverse más retraídos o agresivos, y pueden verse particularmente afectados por la pérdida de objetos que atesoraban o de sus mascotas. De acuerdo a las Directrices para la Educación en Situaciones de Emergencia y Crisis de UNESCO, las reacciones de los niños a esta edad pueden clasificarse en tres categorías: Regresivas, Emocionales/Conductuales y Fisiológicas. Tabla I Categorías de Reacciones de Niños a Traumas en Base a las Directrices para la Educación en Situaciones de Emergencia y Crisis de UNESCO Reacciones regresivas •Creciente competencia con hermanos menores •Apego excesivo •Llantos o quejidos •Deseo de ser alimentados o vestidos •Regreso a hábitos que habían abandonado Reacciones emocionales/conductuales •Fobia escolar •Retraimiento de grupos de juego y amigos •Retraimiento de contacto familiar •Irritabilidad •Desobediencia •Temor al viento, lluvia, etc. •Incapacidad de concentración y disminución del rendimiento escolar •Comportamiento agresivo •Conversaciones repetitivas acerca de sus experiencias •Tristeza por pérdidas •Sobre-reacción a crisis o cambios en el ambiente Reacciones fisiológicas • Dolores de cabeza • Quejas por problemas visuales o auditivos • Picazónyrasquidopersistente • Náuseas • Alteraciones de sueño, pesadillas 11 Lorita Joseph Los niños y la resiliencia Los niños son sorprendentemente flexibles, a pesar de que pueden verse afectados profundamente por un trauma. Parecen tener una capacidad innata para ser resilientes; para resistir o recuperarse de las adversidades. Norman (2003: 3) define la resiliencia como “la capacidad de recuperarse ante condiciones adversas o adaptarse exitosamente a ellas”. De acuerdo a la autora, la resiliencia se debe a la “interacción de dos condiciones: factores de riesgo –acontecimientos estresantes o condiciones ambientales adversas que aumentan la vulnerabilidad de los individuos– y la presencia de factores protectores personales, familiares y comunitarios que moderan las vulnerabilidades y los protegen contra ellas”. Por tanto, resulta importante estudiar la interacción entre la experiencia que viven los niños ante un huracán (factor de riesgo) y la presencia de características/dinámicas personales, familiares y comunitarias (factores protectores), con el fin de determinar si esto los ha ayudado a mejorar su resiliencia durante el período de trauma. Los niños resilientes demuestran una adaptación y un ajuste positivos en condiciones en las que podría esperarse que ocurriera un fracaso considerable de las capacidades para lidiar con la situación, debido a niveles inusuales de estrés. Los niños resilientes exhiben de manera consistente una perspectiva optimista, auto-eficacia, auto-disciplina, habilidades para resolver problemas y relaciones de crianza sostenidas. De acuerdo a Goldman (2004), entre las señales de que se está frente a un niño resiliente se encuentran la habilidad para recuperarse, la capacidad de tener valor, la disposición a conversar acerca de sus sentimientos, el don de la risa, la motivación para salir adelante y la capacidad de pedir ayuda. Es importante señalar que Goldman y otros autores que hacen mención a la resilencia escriben desde perspectivas occidentales, y que estas señales o indicadores de resiliencia pueden variar dentro de una sociedad caribeña, en base a diferencias culturales, religiosas y sociales. Por ejemplo, Goldman postula que una señal de un niño resiliente es la disposición a conversar acerca de sus sentimientos. No obstante, esto puede resultar difícil en sociedades caribeñas, donde el axioma “los niños deben verse y no escucharse” es un modo de vida arraigado y es, por lo general, muy difícil para los niños tener un espacio para conversar o compartir. En esas sociedades, los niños aprenden a permanecer callados y es posible que no siempre estén dispuestos a conversar. Es por ello que la falta de 12 disposición a conversar por parte de esos niños puede no ser una señal de vulnerabilidad o una falta de resiliencia, sino un indicador de socialización y de conductas aprendidas. Metodología En esta investigación cualitativa se utilizaron técnicas de Teatro en Educación para explorar las percepciones de los niños frente a desastres naturales (huracanes). Los principales objetivos fueron: 1. Investigar las percepciones de desastres naturales desde la perspectiva de niños. 2. Explorar los significados que los niños dan al concepto de preparación para desastres. 3. Mejorar la resiliencia en los niños. 4. Dar a los niños una voz. En el estudio participaron dieciocho niños: 14 niñas y 4 niños de entre nueve (9) y once (11) años, provenientes de diversos contextos socioeconómicos. La investigación se realizó respetando por completo los derechos del niño y cumpliendo con los procedimientos éticos de la Universidad de las Antillas. Análisis y hallazgos Se realizó un análisis temático de la información, estudiando algunos de los temas principales basados en los objetivos y la bibliografía, además de temas nuevos que emergieron en el estudio. Percepciones Los niños en esta investigación tenían gran claridad en su comprensión y articulación de un desastre natural y un huracán como algo que causaba daño/era destructivo. A la hora de definir un desastre natural, solieron dar ejemplos de sus distintos tipos, por ejemplo, huracanes, tornados, tormentas, volcanes, salidas de mar e inundaciones. Sin embargo, estos ejemplos iban acompañados de descripciones de destrucción que incluían la muerte de personas, la destrucción de casas y edificios, la destrucción de aldeas y comunidades, la caída de postes de electricidad y árboles y la caída de techumbres. Además de describir un huracán mediante las características de vientos fuertes y lluvia, los niños lo vieron como un fenómeno causado por Dios y, de hecho, un niño lo describió como “algo que mata a las personas por todas las cosas malas”, mientras otro dijo que era “algo que hace Dios para demostrarle a las personas que Él nos creó”. Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada Experiencias El 100% de la muestra provino de los dos sectores más fuertemente golpeados durante el Huracán Iván y, como resultado, vieron y vivieron gran parte de la destrucción que ocurrió. Cuando se les pidió que describieran qué los había asustado más acerca de Iván, al menos un 80% escribió acerca del daño que habían visto y vivido, además de la pérdida de familiares, amigos, mascotas y pertenencias (como juguetes y ropa) o la posibilidad de perderlos. La intensidad del impacto de esta experiencia; haber visto la destrucción, haber perdido a seres queridos y haber vivido en primera persona las dificultades a la hora de la reconstrucción y la vuelta a la normalidad, parecieron traducirse en una preocupación por las personas a su alrededor. Cuando llegó el Huracán Emily (9 meses después de el Huracán Iván), la preocupación de los niños giraba en torno al bienestar de los demás, que incluía ancianos, mujeres embarazadas, personas sin hogar y otros que aun se encontraban en el proceso de reconstruir sus casas y vivían en estructuras no terminadas. Sentimientos El miedo fue el sentimiento más mencionado y discutido en este estudio. Los niños expresaron tener miedo en torno a diversos elementos de su experiencia. 1. La llegada de Iván: Si bien ninguno de ellos había vivido un huracán antes, el haber escuchado historias del Huracán Janet, que golpeó Granada en 1955, además de haber visto las emociones (miedo y ansiedad) de algunos de los adultos en su ambiente, sirvieron para crear una sensación de miedo en los niños. Muchos de ellos mencionaron este miedo como pensar en que morirían. La presencia de vientos fuertes y lluvia abundante antes de la llegada de Iván también exacerbó este miedo. Para algunos, este miedo se vio realzado con la llegada del Huracán Emily. 2. Falta de conocimiento y lugares seguros: Muchas familias desconocían la ubicación de albergues u otros lugares seguros a los que podían acceder antes, durante o después del Huracán Iván. Había muy pocos albergues designados y muy poca información acerca de los mismos antes del Huracán Iván. De ese modo, las familias debieron crear “lugares seguros” durante el Huracán Iván, como por ejemplo “escondiéndose en el baño, escondiéndose bajo la cama, escondiéndose bajo una mesa, yendo a la parte baja/subterráneo de la casa, quedándose en el pasillo, durmiendo en el auto”. Además, el “lugar seguro” de algunos albergues resultó no ser muy seguro, ya que muchos albergues sufrieron la pérdida de sus techos y se inundaron. Esta situación fue aun más grave con la llegada del Huracán Emily, ya que no solo persistía la escasez de información acerca de los albergues, sino que la mayoría de los edificios designados como albergues no estaban listos para su uso. 3. Fenómenos climáticos: El viento, los truenos, la lluvia y los relámpagos sirvieron para aumentar aun más el miedo durante ambos huracanes. Los niños mencionaron el sonido del viento mientras se arremolinaba alrededor de las casas, levantaba los techos y avanzaba rápidamente dentro de algunos hogares. De hecho, la “realidad” de vivir el viento, en especial durante el Huracán Iván, podía sentirse en los relatos de los niños y su convicción de haber “visto” el viento. El 100% de los niños que vivieron el Huracán Iván dijeron haberse sentido aterrados y atemorizados por el fenómeno. Normalidad En el contexto de esta investigación, se definió la normalidad como la existencia de constantes en la vida de un niño. Estas constantes incluían la familia y la presencia de la familia, los espacios familiares y las rutinas. La normalidad involucraba aquellas cosas que eran predecibles acerca de la vida de un niño y que les permitía predecir el mañana en base al hoy. Un número considerable de niños vivió una pérdida de la normalidad en sus vidas por diversos medios: • Muerte de un familiar o amigo • Pérdida de una mascota • Pérdida de pertenencias • Pérdida de/Daño a su hogar Cuando se les preguntó qué los entristecía más acerca de sus experiencias, los niños mencionaron en su mayoría el extenso daño del que fueron testigos, la pérdida de mascotas, juguetes, seres queridos y lugares. Algunos niños lo explicaron como “ya nada parecía normal”. Esta pérdida de normalidad significaba que sus vidas diarias se habían transformado, muy pocas cosas eran predecibles y la existencia de constantes como los lugares para vivir, la presencia de seres queridos/familia, las posesiones más atesoradas y las rutinas parecieron haber sido arrasadas con un solo acontecimiento. El regreso a la normalidad fue el indicador de/res13 Lorita Joseph puesta a lo que hacía más felices a los niños en el contexto de sus experiencias frente al huracán. Algunos niños mencionaron su felicidad a nivel personal, por ejemplo, haber recibido mascotas o juguetes nuevos, haber visto cómo sus casas se reconstruían y haber podido regresar a sus hogares, haber obtenido una casa nueva y haber podido estar con sus familias y sus amigos nuevamente. La pérdida de espacios y, de manera más específica, espacios de vida, pereció haber tenido un impacto importante en muchos de los niños que debieron abandonar sus hogares debido a que resultaron dañados o destruidos. Comentaron con gran tristeza el haber tenido que dejar a sus familiares cercanos para irse a vivir con parientes o, muchas veces, el problema que significó para sus familias el tener que buscar casas para arrendar o tener que compartir viviendas con vecinos y amigos. Otros hablaron acerca de su felicidad a un nivel más amplio, por ejemplo, “Yo fui más feliz que nunca cuando reconstruyeron Granada. Fui más feliz que nunca cuando todo volvió a la normalidad y Granada comenzó a surgir nuevamente”. Resiliencia La resiliencia de los niños se hizo muy evidente desde dos puntos de vista: 1. Sus respuestas afectivas actuales ante fenómenos climáticos (viento, lluvia y truenos) y su racionalización de estas respuestas. 2. Su cognición con respecto a qué es lo mejor que se puede hacer ante un huracán y qué actos cambiarían sobre sus experiencias ante el huracán. Como se mencionó anteriormente, el 100% de la muestra y el 74% de la muestra dijeron haberse sentido aterrados por el viento, la lluvia y los truenos durante el Huracán Iván y el Huracán Emily, respectivamente. Un 60% de la muestra admitió aun sentir miedo ante estos fenómenos después de Iván. Sin embargo, esta cifra descendió a un 40% de su respuesta actual de miedo (después de Emily). Las explicaciones de la reducción en este factor de miedo y un aumento correlacionado en sentirse bien, seguros, y no sentir miedo envuelven la racionalización de los niños de que ya han vivido dos huracanes, saben cómo suena el viento y la lluvia en esos momentos en comparación al modo en que suenan ahora. Es por ello que pueden suponer que no vendrá otro huracán (la evaluación de los factores de riesgo y la evaluación realista del medioambiente por parte de los niños) y se embarcan en un distanciamiento adaptativo de su experiencia. 14 El otro elemento que contribuyó a que sintieran menos miedo fue el estar con la familia o con un miembro de la familia, o en sus escuelas, con sus profesores. Por tanto, la presencia de un ser querido (generalmente un adulto) les otorgó un nivel de protección y seguridad (factores protectores a través del ambiente). Las experiencias que tuvieron los niños en ambos huracanes han servido para organizar sus percepciones y cogniciones con respecto a qué es lo mejor que puede hacerse para garantizar su propia seguridad. En gran medida, las acciones que emprendieron fueron expresadas en la idea/concepto de preparación. Entre estas estrategias se encontraba la importancia de acudir a un albergue/lugar seguro, escuchar las noticias, recibir información adecuada de antemano y animar a sus familias a que protejan sus pertenencias, empacar, aprovisionarse de alimentos y agua y tener a mano un equipo de emergencia. Los niños también mencionaron el permanecer en calma / no dejarse llevar por el pánico, mantenerse en contacto con la familia y los amigos, y trabajar en equipo como elementos importantes que ayudarán a su bienestar en caso de que ocurra algún desastre. Preparación Muchas familias tenían la idea de que “Dios era Granadino” y los cuidaría. Los niños admitieron que por lo general sus familias no estuvieron bien preparadas para ninguno de los dos huracanes. Sin embargo, hubo un acuerdo generalizado en el hecho de que las medidas de seguridad tenían que ver con la preparación, por ejemplo, “entablar o encintar las ventanas, tener un equipo de emergencia, aprovisionarse de alimentos y agua y proteger documentos importantes”. Es por ello que hubo un alto nivel de cognición acerca de cómo estar preparados se traducía en estar seguros. Los niños también comprendieron por qué era importante tener un equipo de emergencia y qué tipo de elementos era necesario tener en dicho equipo. En un ejercicio en el que debían empacar un equipo imaginario de emergencia, algunos de los elementos que se incluyeron fueron vendas, toallitas con alcohol, una linterna, pilas, algodón, bolsas de basura, clavos, un martillo, alcohol, un cuchillo, folletos informativos, agua, un abrelatas y una radio, por mencionar algunos. Un niño incluyó lasaña y otro agregó chocolate. Durante la discusión, los niños señalaron que esos alimentos no durarían mucho y que tal vez deberían comérselos de inmediato. Esto demostró comprensión acerca de productos pere- Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada cibles y no perecibles y se llegó a una conversación al respecto. Sin embargo, tal vez apunta a algo más fundamental para los niños y la preparación ante desastres. Para los adultos, la lasaña y el chocolate pueden parecer inapropiados y absurdos para incluir en un equipo de emergencia; no obstante, lo que estos niños probablemente querían decir es que al prepararse para un desastre es importante que ellos tengan elementos que los reconforten. Al explorar esos dos alimentos, se descubrió que eran la comida [reconfortante] favorita de estos niños y por tanto, los niños podían estar diciendo que lo que es absurdo para algunos es necesario para ellos, porque los reconforta y les otorga un grado de seguridad. Al unir las ideas de consuelo y seguridad con resiliencia, podemos inferir que este tipo de consuelo/seguridad ayuda a reforzar la resiliencia de un niño y provee la capacidad de lidiar con una situación difícil si el niño tiene el consuelo/seguridad de algo que es importante para él. Esto demuestra que como adultos debemos mover nuestras perspectivas para conceder espacio a las perspectivas de los niños, ayudándolos a articular lo que es importante para ellos. Además, en cuanto a los niños, la preparación ante desastres y la ayuda para que se sientan seguros, puede ser importante permitir que los niños incluyan un elemento a la lista establecida de preparación ante desastres. Esto les permite escoger aquel elemento que les es beneficioso en términos de duración, grado de consuelo, etc. Seguridad y familia Un 30% de los niños expresó sentimientos de seguridad/sentirse más seguros una vez que los huracanes habían terminado. Para al menos un 60% de la muestra, sentirse seguros y sus experiencias de seguridad decían relación con permanecer con sus familias durante las experiencias en los huracanes. Además, un 13% declaró haberse sentido más seguros cuando estaban escondidos en lugares seguros (en sus casas o en un albergue). No obstante, en la discusión grupal acerca del tema, se mencionó que si bien el estar en un lugar seguro les otorgaba una sensación de bienestar, el elemento decisivo de seguridad se dio al estar en estos lugares con sus familias. Espiritualidad Según los relatos de los niños, Dios apareció como uno de los primeros factores, incluso como una explicación de la razón por la cual ocurrieron los huracanes. Un huracán es un fenómeno de la na- turaleza, pero es Dios quien lo envía. Las razones por las cuales Él los enviaba variaron, pero definitivamente eran obra de Él. Además, de acuerdo a las historias de los niños, solían pedirle orientación y protección a Dios, rezaban y agradecían a Dios por estar vivos. Padres, profesores, el gobierno y seguridad Con respecto a los padres/tutores, el 100% de la muestra indicó que lo que más necesitaban era consuelo y confianza. Este deseo por sentirse reconfortados se mencionó como “reconfórtame” o “abrázame fuertemente” o “dime que estaré seguro/bien” o “abrázame, quédate a mi lado y dime que me quieres” o “quédate conmigo, quédate cerca y mantenme abrigado y feliz”. Esta necesidad también se expresó en términos de medidas directas de seguridad como “me gustaría que me construyeran un albergue” o “me gustaría que me llevaran a un lugar seguro”. Las peticiones que los niños hacían a sus profesores eran similares a las que hacían a sus padres: consuelo, confianza y traslado a un lugar seguro. Además, los niños pidieron a los profesores que les enseñaran acerca de los huracanes y los tipos de estrategias y acciones que podían realizarse para garantizar la seguridad, por ejemplo, “enséñame acerca de los huracanes”, “dime qué hacer para estar seguro” y “explícame las cosas para que pueda sentirme seguro”. Los niños sentían que el gobierno debía construir casas más sólidas y utilizar mejores materiales, además de construir albergues y ofrecer lugares de refugio en tiempos de desastre. Otras peticiones al gobierno incluían ayuda financiera para la reconstrucción y una garantía de que no habría escasez de servicios necesarios (como servicios de salud). Los niños como investigadores (entrevistadores) A los niños por lo general se los subestima en cuanto a la comprensión y articulación de sus propias experiencias. Escucharlos con atención y darles la oportunidad de hablar frente a acontecimientos en sus vidas suele demostrar que esta idea está muy lejos de la verdad. Fue posible notar una comprensión clara de sus experiencias ante el huracán y una claridad en sus cogniciones con respecto a estos acontecimientos en las preguntas que hacían los niños a sus pares durante el primer ejercicio. Además, fueron capaces de responder a las preguntas y relatar sus historias en maneras que demostraban que comprendían lo que había ocurrido, señalando aquellos aspectos de su experiencia que habían sido 15 Lorita Joseph importantes para ellos o que habían tenido un mayor impacto en sus vidas. Ya que los niños estaban entrevistando a otros niños, surgieron elementos en sus historias que podrían haber sido pasadas por alto por un entrevistador adulto. Los niños entrevistadores fueron capaces de involucrarse en las experiencias de los otros de una manera en que un adulto tal vez podría no haber conseguido. Conclusión e implicaciones para la práctica Los hallazgos de la investigación apuntan a diversos temas prácticos: 1.El trabajo grupal es un medio eficaz para trabajar con niños que han vivido algún trauma. La riqueza y los beneficios inherentes del proceso dialéctico y el poder comprender uno del otro son inconmensurables. 2.Al trabajar con esta población, resulta importante adoptar una postura en la que se reconozcan las fortalezas de los niños. Se suele subestimar la capacidad que tienen los niños para lidiar con estas situaciones y recuperarse de ellas y, por tanto, es posible que sus capacidades y fortalezas estén siendo subutilizadas y que no se estén enfocando durante una terapia. 3.Los niños tienen la capacidad de comprender sus experiencias y hablar de ellas y, de hecho, realizan una reestructuración cognitiva relativa al trauma. Sin embargo, por lo general no se los percibe como agentes y son vistos como personas que van en camino a la adultez. Por tanto, debido a su edad y su supuesta inmadurez, se les niega el derecho a hablar por sí mismos, se los desestima o se cree que no son testigos confiables de sus propias experiencias. Esto puede tener repercusiones negativas en el trabajo terapéutico con niños, lo que evita que los profesionales los escuchen, evalúen y utilicen el conocimiento que los niños pueden ofrecer. Por ello, es importante que los profesionales entiendan los puntos de vista de los niños y la comprensión que tienen de sus experiencias, y que descubran sus procesos de reestructuración cognitiva, ya que pueden ofrecer señales claras sobre dónde está el niño y pueden indicar el trabajo a realizar durante la terapia. El desafío para los profesionales es reconocer y aceptar la validez de la voz de los niños y, más aun, encontrar maneras en que los niños puedan traer su propio conocimiento para las interacciones terapéuticas y de desarrollo. 16 4.El uso del proceso dialéctico en esta investigación ha puesto de manifiesto los beneficios de los conocimientos y experiencias compartidas, el aprendizaje resultante y la validez de que los niños ayuden a otros niños. Por ello, puede ser útil desarrollar programas de ayuda a pares en las escuelas y comunidades, como una manera de ayudar a que los niños puedan lidiar con el trauma de situaciones de desastre y puedan desarrollar la resiliencia. 5.Deben realizarse acciones proactivas para enseñar a padres, profesores y tutores cómo apoyar a los niños durante acontecimientos traumáticos como son los desastres naturales. Ayudar a los niños a lidiar con ese tipo de traumas es fundamental para los padres caribeños, especialmente si consideramos que la región tiene una estación de huracanes entre junio y diciembre, año tras año. Ya que la resiliencia de los niños se ve realzada por factores en su entorno, incluyendo las relaciones positivas con sus familias y su comunidad, es importante ayudar a que estas personas claves desarrollen relaciones positivas de afecto con los niños y fomentar la creación de entornos donde los niños sientan que pueden tener una voz y que esta será escuchada. La resiliencia de los niños también puede realzarse mediante la presencia de familia/padres o seres queridos en tiempos de trauma, y esas personas constituyen modelos de conducta que los niños utilizan. Es importante que los profesionales ayuden a que estas personas encuentren maneras de manejar sus propias respuestas afectivas de manera eficaz, y que ayuden a que los padres se conviertan en líderes emocionales de sus hijos. 6.Al trabajar con esta población, resultan útiles las metodologías creativas. Una de ellas es ayudar a que los niños creen diarios de vida de los desastres, donde puedan tener un espacio para registrar sentimientos y acontecimientos, reescribir sus experiencias traumáticas usando cualquier medio; es decir, escribiendo, dibujando, pintando, etc. Esta estrategia puede ser sumamente útil en aquellas sociedades donde se vive bajo el lema “los niños deben verse pero no escucharse”, ya que se convierte en un espacio terapéutico de expresividad. 7.Con esta población se pueden utilizar elementos espirituales/religiosos, ya que la creencia en un ser superior y en su protección parece realzarse durante y después de los traumas, y puede tener un impacto positivo en la resiliencia. Exploración de las Percepciones Infantiles ante Desastres Naturales (Huracanes): Estudio de Niños en Granada 8.Los trabajadores sociales en las escuelas pueden promover foros donde los niños puedan expresarse de manera artística/creativa con respecto a sus experiencias traumáticas, con propósitos terapéuticos y como un modo de celebrar el haber sobrevivido. Este tipo de expresión puede ayudar a que los niños reconozcan sus fortalezas y los mecanismos que han utilizado para lidiar con ese tipo de situaciones. Los protocolos para el trabajo con niños que han vivido desastres naturales pueden incluir: 1.Los niños deberían participar en actividades de preparación ante desastres. En caso de un desastre natural inminente, los niños deberían estar incluidos en la preparación que hacen sus familias, por ejemplo, recolectando provisiones, protegiendo sus pertenencias personales o empacando un equipo de emergencia. La participación en este tipo de actividades puede ayudarlos a disminuir la ansiedad, ya que el niño puede sentirse reconfortado por el hecho de que está participando en la toma de medidas para garantizar su seguridad y bienestar y la de su familia. 2.A la hora de preparar un equipo de emergencia, se debería permitir que los niños escojan un elemento que los reconforte y les dé seguridad. Es posible que este elemento no cumpla con las normas usuales sobre elementos de un equipo de emergencia, pero darle al niño la opción de hacerlo le otorga una voz en la preparación, aumentando su capacidad de sentirse seguro y reconfortado durante el desastre. Los elementos pueden ser un juguete favorito, un libro o alimentos preenvasados. La preparación de un equipo de emergencia también puede ser una actividad simbólica, ya que representa una caja en la que los niños pueden dejar todos sus miedos y ansiedades, empacándolos y guardándolos. Por ello, puede representar una contención externa de sus sentimientos de confusión y miedo y una llave de acceso al consuelo y la seguridad (mediante algunos de sus elementos escogidos) que puede servir para algunos de estos miedos. 3.Se debería enseñar a los niños acerca de los desastres naturales, es decir, qué son, qué los origina, qué esperar antes, durante y después de un desastre natural y cuáles son las medidas de seguridad que pueden tomarse. El conocimiento es poder, y entregarles a los niños información acerca de estos fenómenos puede ayudarlos a hacer elecciones de manera informada y a que disminuyan en parte su ansiedad, si saben qué esperar. Algunas maneras que sugirieron los niños de esta investigación para entregarles esta educación fueron: charlas en las escuelas, programas televisivos en los que los protagonistas sean niños, distribución de folletos informativos, programas radiales, anuncios por altoparlantes en las comunidades, folletos y volantes que pueden ponerse en diarios y revistas, artículos en diarios y teatros comunitarios. También sugirieron la creación de un número telefónico para niños, donde podrían recibir información y respuestas a sus dudas y preguntas. Estatutos legislativos como la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas reconocen que los niños no solo necesitan un alto estándar de vida sino que, al garantizarlo, los niños adquieren una voz que es escuchada para poder comprender sus necesidades, derechos y aspiraciones. Los niños son lo suficientemente competentes como para entender y describir su propio mundo después de un desastre, y son los mayores expertos en cómo los niños viven los desastres. Es por ello que se vuelve imperativo a la hora de trabajar con niños que los profesionales y científicos sociales los hagan participar directamente con respecto a sus experiencias. Esta es la única manera en que la experiencia de los niños en los mundos en los que viven y el conocimiento que dicha experiencia otorga, puedan unirse al conocimiento formal de profesionales e investigadores, con el fin de obtener un entendimiento mayor sobre las geografías de los niños. Para poder ayudarlos de mejor manera, en especial después de acontecimientos traumáticos, debemos aprender de ellos y permitir que se obtenga información desde la perspectivas de los niños, aumentando así la validez de el carácter agente de los niños y teniendo un impacto en los monopolios discursivos acerca de ellos, creando posibilidades - “incluso la menor de las posibilidades, por el momento más corto, de ver las cosas de una manera distinta” (Jones en Humphries 2000: 44). Referencias Brock, S.; Lazarus, P. y Jimerson, S. (2002). Best Practices in School Crisis Prevention and Intervention. Bethesda: National Association of School Psychologists. Cunningham, J.; Walsh, G; Dunn, J.; Mitchell D. y Mc Alister, M. (2004). Giving Children a Voice: Accessing the Views and Interests of Three/ Four year old Children in Playgroup. Revisado el 20 de octubre de 2005 en http://www.dhsspsni.gov.uk/giving_children_voice2.pdf 17 Lorita Joseph Goldman, L. (2004). Raising Our Children to Be Resilient: A Guide to Helping Children Cope with Trauma in Today’s World. Revisado el 20 de octubre de 2005 en http://www.childrensgrief.net/resiliency.htm Henahan, S. (2001). Disaster Response. Revisado el 20 de octubre de 2005 en http://www.accessexcellence. org/WN/SU/disaster.html Humphries, B. (2000). Research in Social Care and Social Welfare: Issues and Debates for Practice. London: Jessica Kingsley Publishers. Jones, A. (1998). Exploring Young People’s Experience of Immigration Controls: The Search for an Appropriate Methodology in Humphries, Beth (2000). Research in Social Care and Social Welfare: Issues and Debates for Practice. London: Jessica Kingsley Publishers. La Greca, A.; Silverman, W.; Vernberg, E. y Prinstein, M. (1996). Symptoms of Post Traumatic Stress in Children following Hurricane Andrew: A Prospective Study. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 64 (4), 712-723. Masten, A.; Best, K. y Garmezy, N. (1990). Resilience and Development: Contributions from the Study of Children Who Overcome Adversity. Journal of Development and Psychopathology (2) (p 425-444). Norman, E. (2000). Resiliency Enhancement: Putting the Strengths Perspective Into Social Work Practice. Nueva York: Columbia University Press. UNESCO (2000). Guidelines for Education in Situations of Emergency and Crisis. París: UNESCO. 18 ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 17-23 Reconstrucción en el territorio Arauco: un desafío con perspectiva de derechos Reconstruction in Arauco territory: A rights perspective challenge Cecilia Pérez Cecilia Pérez Díaz es asistente social de la Universidad de Concepción. Ex-ministra de MIDEPLAN y SERNAM (2002-2006), directora nacional de Fosis (2006-2007) y ex-gerenta del Plan Territorio Arauco (2008-2010). Consultora de UNICEF en Plan de Apoyo Humanitario Región del Biobío. Dirección electrónica: [email protected] Resumen El presente artículo expone algunas conclusiones-recomendaciones para el proceso de emergencia y reconstrucción que se vive en la provincia de Arauco a partir del terremoto ocurrido en Chile el 27 de febrero de 2010 que dejó a esta zona como una de las más afectadas por encontrarse en una de las dos zonas de fractura de las placas implicadas en el sismo. Como antecedente a estas recomendaciones se presenta la implementación del reciente plan de inversiones públicas ejecutado por el gobierno de la Presidenta Bachelet en la provincia, conocido como Plan Territorio Arauco, del cual se presentan en el artículo su origen y fundamentación y el resumen de sus principales resultados. Las recomendaciones planteadas por la autora hacen referencia a la necesidad de incorporar el enfoque de derechos en el diseño y aplicación de medidas orientadas a la reconstrucción en la zona. Palabras clave. Plan inversiones públicas, desastre, enfoque de derechos, reconstrucción. Abstract This paper presents some conclusions- recommendations for the process of reconstruction currently carried out by Arauco Territory, to face the impacts of the earthquake occurred in Chile on February 27, 2010. The disaster left this area as one of the most affected because it was located in one of the two fracture zones of the plates involved in the quake. As background to these recommendations, it is presented the public investment plan recently implemented by the government of President Bachelet, known as Arauco Territory Plan, its origin and foundations as well as a summary of its main results are discussed. The recommendations proposed by the author refer to the need to incorporate the rights perspective in the design and implementation of measures aimed to the reconstruction in the area. Keywords. Public investment plan, disaster, human rights approach, reconstruction. Introducción La provincia de Arauco, al sur del Biobío es una zona del país históricamente caracterizada por niveles de inversión, emprendimiento y desarrollo de tal precariedad y rezago que podrían permitirnos afirmar sin ambajes que hablamos de un territorio en permanente crisis o emergencia. Un territorio geopolítica y culturalmente escindido por sucesivas intervenciones cartográficas y político-administrativas que en una de sus últimas versiones (en la década de los ochenta) la convirtió en el extremo sur-poniente de la Región del Biobío, separándola de lo que entonces era el sur-oriente de la misma región, hoy conocida como provincia de Malleco al norte de la Región de la Araucanía, haciendo caso omiso de las implicancias culturales y territoriales en la dinámica, relaciones y cosmovisión del pueblo mapuche-Lafkenche como factores de desarrollo e integración. Un territorio Arauco que ha exhibido por años indicadores de desarrollo humano muy por debajo de las medias regional y nacional, con cifras de pobreza e indigencia que, aún siguiendo la tendencia nacional al descenso, doblan y hasta triplican los umbrales del país; con persistentes cifras de alto desempleo y muy modestos estándares de logro educacional, entre varios otros indicadores. Al mismo tiempo, y como notable paradoja, el territorio Arauco posee grandes riquezas y potencialidades. Un despliegue de riquezas naturales y 19 Cecilia Pérez paisajísticas de gran diversidad, con un litoral privilegiado, una enorme reserva de biodiversidad en sus humedales, en sus macizos de Nahuelbuta, en sus cuerpos de agua como Lanalhue y Lleu-Lleu. Un territorio que luego de largas e intensivas temporadas de explotación de sus bosques, sus minas y su fauna marina, se proyecta con ilusión pero con mirada estratégica a sus propias fuentes de generación de energías renovables como la eólica, la motomotriz o la proveniente de la biomasa. El contraste y la paradoja, el rezago y las nuevas oportunidades, la riqueza ancestral y la innovación, la explotación hasta el agotamiento de los recursos no renovables versus el desarrollo del conocimiento y nuevo capital humano, son las coordenadas que han dado el marco para las últimas iniciativas de inversión pública en Arauco y que, junto al nuevo contexto post-terremoto condicionan las posibilidades de desarrollo de un “pedazo de Chile” que vuelve a demandar reconocimiento, prioridad, dignidad y derechos. El Plan Territorio Arauco como expresión de no neutralidad del Estado Frente a desigualdades, iniquidades o discriminaciones ya sea territoriales, socio-económicas, étnicas o de género el Estado debe inclinar la balanza en beneficio de quienes las padecen; a través de sus instrumentos de política, de inversión y de gestión. El Estado no puede ser neutral, pues la neutralidad perpetúa las desigualdades. En virtud de este principio y bajo la administración de la Presidenta Bachelet, el año 2006 se diseña y el 2007 se comienza a implementar en Arauco un plan de inversiones públicas denominado Plan Territorio Arauco. Los tres principales elementos de soporte para la intervención Como pocas veces y como nunca en el caso de esta provincia, concurrieron a la cristalización de este modelo de respuesta pública llamado Plan Territorio Arauco algunos elementos de contexto y de diseño político y fiscal que amerita relevar. En primer lugar, cabe destacar que durante los 5 años anteriores al 2006, el Gobierno Regional de Biobío diseñó una peculiar y señera estrategia de planificación territorial que consistió en dividir el territorio de la Región (que consta de 4 provincias y 54 comunas) en 9 territorios de planificación bajo el principal supuesto de que la división político-administrativa que rige la Región no da suficiente cuenta 20 de las particularidades de los territorios internos y de las relaciones sociales, culturales y económicas que fluyen entre las comunas a partir de historias, recursos, costumbres y vocaciones comunes. Entonces todo el instrumental público (proyectos, inversiones, subsidios, fondos concursables, estrategias de desarrollo, entre otros) se ordena a partir de dichos territorios, con el fin de lograr una respuesta pública de mayor integralidad, pertinencia y equidad. Uno de esos territorios es el territorio Arauco, único caso en que la división territorial coincide con la político-administrativa, es decir el territorio Arauco es igual a la provincia de Arauco con sus siete comunas: Arauco, Curanilahue, Los Alamos, Cañete, Contulmo, Tirúa y Lebu su capital. A partir de este modelo de gestión territorial se buscaba articular a los actores públicos y privados del territorio para pensar y llevar adelante un plan de desarrollo territorial con mayor incumbencia de la sociedad del territorio. Un segundo elemento, está dado por la prioridad política con que se enfrenta la realidad de territorios (comunas o agrupaciones de ellas) afectadas estructuralmente por problemas de productividad, competitividad y empleo durante los primeros años de la administración Bachelet. Surgen los Planes Especiales al alero institucional de la Subsecretaria de Desarrollo Regional (SUBDERE) del Ministerio del Interior, destinado a comunas con altos índices de desempleo. Ya que la realidad del empleo en la provincia de Arauco se presentaba como un déficit transversal del territorio, se establece la prioridad de generar un plan especial para la zona. Finalmente, las decisiones de política fiscal de la última década en Chile permitieron, entre otras cosas, establecer una lógica de equilibrio macroeconómico contracíclica que proveía de mayores recursos de gasto público para situaciones de crisis, de ahorro y de mayor generación de ingresos derivados del precio del cobre en el último quinquenio. En consecuencia, había un mayor stock de fuentes de financiamiento para la inversión pública que se requería en territorios como Arauco o Chiloé. En síntesis, prioridad política para la inversión en territorios rezagados, ordenamiento estratégico para la intervención en el territorio en alianzas públicoprivadas y financiamiento para inyectar nuevos recursos al territorio. Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos El Plan Territorio Arauco como disyuntiva de intervención pública El Plan podía ser una cartera de proyectos de inversión y programas públicos para administrar por agencia gubernamental en un plazo determinado (3 a 5 años), o se convertía en una plataforma para la gestión territorial con procesos y resultados de corto, mediano y largo plazo y participación de actores públicos, privados y ciudadanía. Esta nunca es una disyuntiva unívoca, ni mucho menos una opción fácil; y así fue en el caso de Arauco. El Plan consistió en una cartera de más de 500 proyectos y programas de distinta naturaleza, origen y financiamiento que en conjunto implicaba una inversión cercana a los U$800 millones (ochocientos millones de dólares), agrupados en las áreas de Desarrollo Social, Calidad de Vida y Desarrollo Productivo. Los fines del Plan: 1.Generar una nueva plataforma para el desarrollo del territorio (infraestructura) 2.Mejorar la calidad de vida de los habitantes del territorio. Los objetivos: 1. Mejorar la conectividad y la integración territorial 2. Dotar de nueva infraestructura para la competitividad 3. Ampliar la cobertura de servicios públicos en educación y salud 4. Reforzar la infraestructura de servicios públicos 5. Disminuir la brecha de servicios básicos urbano-rural 6. Aumentar la cobertura y calidad de la vivienda 7. Abrir y ampliar oferta de educación superior en el territorio 8. Impulsar el emprendimiento y el encadenamiento productivo en matriz de desarrollo endógeno 9. Contribuir a la puesta en valor del patrimonio cultural indígena para el desarrollo. 10.Reducir la brecha de distribución intrarregional de la inversión pública para Arauco. Planteada entonces la disyuntiva de intervención frente a estos fines y objetivos, es decir, “o administramos los proyectos o gestionamos el territorio”, sólo cabe una conclusión: Es una falsa disyuntiva. Al menos para quienes creen en el desarrollo endógeno y la autonomía de los territorios subnacionales. Y así se constató en la práctica. Mientras se gestionaba la recomendación técnica (RS) de un proyecto de cámaras de frío para la Federación de Pescadores Artesanales del Puerto de Lebu ante MIDEPLAN, al mismo tiempo se gestionaban recursos adicionales para explorar las opciones acuícolas del litoral del Golfo de Arauco para la diversificación productiva de los pescadores artesanales (gestión de cartera/gestión de territorio). Cuando se concurría a sesiones del Consejo Regional (CORE) a justificar la solicitud de fondos regionales para construir el primer relleno sanitario de la provincia, se hacían gestiones con SUBDERE para captar recursos de la provisión de residuos sólidos para capacitar a las organizaciones sociales comunitarias en manejo medioambiental sustentable del territorio (cartera/territorio). Asimismo, mientras se trabaja con CORFO para adaptar su instrumental de apoyo empresarial a la realidad de los empresarios y emprendedores de la zona, logrando triplicar la inversión histórica de esta corporación en activos fijos para la mipyme de la provincia, de igual modo se gestionan recursos de donación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para financiar en conjunto con el Estado un plan de fortalecimiento de la red pública y privada para el fomento productivo de Arauco (U$2,5 millones entre aportes del BID y contraparte nacional). En otros ámbitos de intervención, también es posible formular y presentar un proyecto de fomento productivo para empresarios indígenas urbanos a fondos regionales, al mismo tiempo que se trabaja con las comunidades indígenas, sus lonkos y sabios para diseñar el nuevo Museo Mapuche en Cañete o el nuevo Hospital Intercultural en la misma comuna integrando la cosmovisión mapuche al diseño de los edificios y a los modelos de gestión de los mismos. El Plan Territorio Arauco como espacio y desafío de gobernanza El despliegue de un equipo multidisciplinario de trabajo organizado adhocráticamente para el manejo de la cartera de proyectos del Plan, y su propia dinámica de relaciones con los actores del territorio y exógenos a él, permitió fortalecer y abrir espacios funcionales y estratégicos de conversaciones nuevas para el desarrollo del territorio. En las instancias formales de participación • Consejos locales de promoción de la salud • Mesas productivas temáticas (Turismo, agroalimentaria, de la miel, de la pesca, de la hortalizas) 21 Cecilia Pérez • Mesas Territoriales Indígenas En los nuevos espacios de diálogo y propuestas • El Consejo Público-Privado para el Desarrollo Productivo del territorio Arauco, conformado por una variada gama de actores locales, regionales, académicos, productivos de diversa escala, municipales1. • Alianza y Convenio Tripartito de Desarrollo del territorio Arauco entre el Gobierno Regional, la Asociación de Municipalidades Arauco 7 y la Empresa Arauco, entre quienes se generó una agenda de trabajo en las áreas de Desarrollo Económico Local, Desarrollo Educacional y Cultural y Mejoramiento de la Vivienda Social con uso intensivo en la madera. En estos espacios de negociación y construcción colectiva de desarrollo para el territorio se embrionaba una especie de “nuevo pacto” entre actores históricamente confrontados en sus visiones de desarrollo y de caminos a recorrer para lograr ese desarrollo. Desde las agencias públicas (Estado) que habían avanzado en ampliar coberturas y expandir su acción estandarizada por el territorio pero que estaban en deuda, entre otras cosas, con intervenciones más pertinentes y sensibles a la realidad territorial y cultural de las comunas, o con estrategias diferenciadas y de mayor presencia estatal en materias de fomento productivo. Con una gran empresa y enclave exportador forestal y maderero que por décadas se había relacionado con el territorio desde la propia naturaleza de sus procesos productivos (la explotación del suelo, la extracción de la madera, la transformación del bosque en celulosa y derivados, el intensivo uso de las rutas para el transporte de su carga, etc.), potenciando y hasta sobredimensionando la vocación productiva de todo el territorio a costa de la necesaria diversificación y encadenamiento productivo que exige una zona como ésta. Por su parte, unos municipios que hasta hace poco tiempo actuaban atomizados desde sus propios límites y limitaciones espaciales e institucionales, donde predominaban relaciones clientelares y de asistencialismo con y desde el Estado y la gran empresa privada. Sin duda, este despliegue de recursos y alianzas debe traducirse en energía para enfrentar con éxito el desafío de la crisis y el desarrollo de larga duración en Arauco. Los resultados de una tarea inconclusa El 5 de marzo de 2010 era la fecha prevista para la cuenta pública que la administración haría a la comunidad para entregar los resultados del período 2007-2010. El terremoto y tsunami del 27 de Febrero pusieron abrupto fin a esa agenda y a la posterior entrega de resultados a las nuevas autoridades y equipos de trabajo2. En lo sumario, entre 2007 y marzo de 2010 se invirtió efectivamente (gasto devengado) la suma de $203.305.374.437 de un compromiso original de 360 millones de pesos. Más 350 proyectos ejecutados y en ejecución hasta esa fecha (70% de la cartera total) en áreas de desarrollo como conectividad, infraestructura educacional y sanitaria, infraestructura cultural, vivienda social y nuevos barrios, agua y electrificación rural, fomento al desarrollo productivo y turístico, educación inicial y superior, entre otras. Destacan en los resultados de esta inversión: • Nuevo Hospital Intercultural de Cañete • CESFAM de las comunas de Tirúa y Los Alamos • Centro de Formación Técnica de Lebu con fondos CORFO • Ruta costera Arauco-Lebu P-40 • Pavimentación Camino Tirúa-Carahue • Museo Mapuche “Ruka Mogen Cayu Volil” (donde viven nuestras raices) en Cañete • Relleno Sanitario Arauco-Curanilahue • Estadio con cancha sintética en Curanilahue • Expansión de 9 a 42 salsa cunas y jardines infantiles, entre otros Proyectos finalizados, otros en ejecución y varios otros con compromiso de financiamiento en etapas previas al inicio de obras se suman a nuevas 1 Gobernación provincial, Asociación de Municipalidades Arauco 7, Universidad del Biobío, Consejo Regional, Agencia Regional de Desarrollo Productivo, CORFO, Innova Biobío, Gobierno Regional, CORPARAUCO, Empresas Arauco, representante de la Pesca Artesanal, representante de Empresarios Mapuches, representante de Empresarios Turísticos, representante de los Ganaderos, representantes de Productores Agrícolas. 2 El informe final del proyecto código Nº 090204 “Fase III Gestión de proyectos del Plan Territorio Arauco” fue entregado a fines de marzo de 2010 y consta en Unidad de Planes Especiales de SUBDERE según lo estipulado por el Comité de Asignación de Recursos SUBDEREDIPRES del Programa de Apoyo a la Gestión Subnacional de Chile. 22 Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos iniciativas de desarrollo pero, por sobre todo, a los nuevos emprendimientos a que obliga la catástrofe de febrero último Los desafíos que deja el terremoto y tsunami de febrero de 2010: reconstrucción con perspectiva de derechos Más allá del legítimo espacio de rearticulación política, administrativa y financiera que supone un cambio de gobierno como el vivido en Chile a doce días de la catástrofe sísmica, y respecto del cuál en este artículo no se hará referencia, sí parece oportuno y pertinente hacer algunas reflexiones a partir de la experiencia en el territorio Arauco. En primer término, habrá que afirmar que hoy más que nunca se requiere aplicar un enfoque de derechos a las políticas, programas y proyectos a implementar. Tanto si hacemos referencia a políticas de continuidad, como muy especialmente si se trata de intervenciones originadas en la crisis del terremoto existe el imperativo y compromiso legal y moral de garantizar la validez y el cumplimiento de los derechos de las personas, grupos y comunidades afectadas. Las personas que se encuentran inmersas en una situación de emergencia son sujetos de derecho y no objetos de caridad. En una intervención de emergencia, donde usualmente es necesario priorizar actividades, recursos y grupos de mayor vulnerabilidad, es indispensable conservar la visión de que los derechos humanos –en especial los de niños, niñas, adolescentes y mujeres– son indivisibles e interdependientes entre ellos3. Tanto el gobierno, sus instituciones encargadas de los preparativos, prevención, mitigación y respuesta a emergencias, como las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria, los voluntarios y la comunidad en general deben trabajar para garantizar el cumplimiento de los derechos de todas las personas, como lo mínimo indispensable para una respuesta adecuada. El territorio Arauco es uno de esos casos que aún antes de la emergencia se encontraban en situación de rezago, incluidas pendientes condiciones de exclusión y pobreza, lo que aumenta su vulnerabilidad y los expone a sufrir mayores impactos cuando un desastre los sume en una emergencia mayor, como es el caso. Algunas recomendaciones para la intervención Además de considerar conveniente un proceso de información del estado del arte previo y posterior al desastre de febrero de 2010 a la comunidad, se sugieren los siguientes elementos a considerar en el abordaje de la emergencia y la reconstrucción: La participación como derecho transversal a las intervenciones públicas y privadas Ya sea que se trate de la recuperación o reconstrucción de caminos o carreteras, levantar viviendas destruidas, reponer la infraestructura productiva de la pesca artesanal, suministrar servicios básicos de luz, agua y alcantarillado, restablecer el funcionamiento de la red de salud y educación en las comunas o establecer instrumentos de apoyo para el emprendimiento y fomento productivo, los destinatarios de esta acción deben participar y ser incluidos con su opinión y compromiso en los procesos de asistencia y reconstrucción implicados para una respuesta más efectiva y sustentable. Las organizaciones comunitarias –territoriales y funcionales– , los consejos de salud, los comités de vivienda, los comités de agua potable rural, las mesas productivas por rubro establecidas en la provincia con anterioridad, las comunidades indígenas, los grupos de mujeres, las asociaciones juveniles y deportivas, los grupos de adultos mayores, los concejos municipales deben constituirse en la fuerza viva de este proceso de reconstrucción y estar en cuenta en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las iniciativas desplegadas. El respeto inalienable a la cultura y patrimonio de la cultura mapuche y Lafkenche En situaciones de catástrofe como ésta, al asumir el enfoque de derechos se debe considerar y respetar la cultura, patrimonio y cosmovisión de los pueblos originarios del territorio en la respuesta a la emergencia y la reconstrucción, velando porque estas intervenciones no violenten y estén acordes con sus tradiciones y costumbres y que les permitan continuarlas aún en situaciones de emergencia. Todo lo anterior en concordancia, además, con los compromisos que el Estado chileno asumió recientemente y que están asociados a la suscripción del Convenio 169 de las Organización Internacional del Trabajo. El respeto a los derechos y la no discriminación contra la mujer como uno de los pilares de la reconstrucción. 3 Derechos de la niñez en emergencias y desastres. UNICEF Oficina Regional para América Latina y El Caribe, 2008. 23 Cecilia Pérez La permanente búsqueda de la autonomía de las mujeres en contraposición al asistencialismo para las mujeres, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el suministro de apoyo humanitario, de inserción o reinserción a la vida estudiantil, a opciones de empleabilidad y a posibilidades de empleo, en especial en el caso de mujeres jefas de hogar se tornan exigencias mayores en situaciones de emergencia y crisis como la que se vive en Arauco. Especial consideración deberán tener todas las medidas y acciones tendientes a proteger y prevenir en las mujeres la ocurrencia de situaciones de violencia de género, ocurran éstas en el ámbito de lo doméstico (casa, mediagua o carpa) o en el público (trabajo, escuela, albergues) Compromisos en la emergencia y reconstrucción con los derechos de niños, niñas y adolescentes. La población infantil es la más afectada y vulnerable en situaciones de catástrofe como la vivida en Chile recientemente, aunque es usual que durante la atención de emergencia no exista información exhaustiva y desagregada para este grupo, lo cual hace más difícil adoptar medidas específicas que satisfagan sus necesidades y resguarden el cumplimiento de sus derechos. La migración, el desplazamiento masivo y la vida en albergues y refugios aumentan el grado de exposición de la niñez a condiciones de riesgo para su salud, integridad, desarrollo y dignidad, tales como el incremento de enfermedades (diarréicas, respiratorias, infecciosas, transmitidas por vectores), desnutrición, deserción escolar, explotación laboral, maltrato psicológico, abuso sexual, entre otros. Siguiendo el aprendizaje internacional y recomendaciones de UNICEF para estos casos, habría que poner especial prioridad a ciertas áreas en miras a preservar la integridad de los derechos de la niñez4: • Salud y nutrición, promoviendo programas de atención primaria, vacunación y demás suministros esenciales para el resguardo de la salud. Prevenir la desnutrición poniendo especial preocupación en los planes de alimentación desde el principio de la emergencia, procurando incluir el suministro de productos específicos para la alimentación de niños y niñas más pequeños, impulsar la difusión de mensajes a madres y responsables parentales sobre prácticas adecuadas para el cuidado de niños y niñas, lactancia materna, manejo del agua no potable y residuos. Los requerimientos nutricionales específicos de las mujeres embarazadas deben ser especialmente considerados. • Agua, saneamiento e higiene. Se debe garantizar a la brevedad la disponibilidad de una cantidad suficiente de agua para comida, bebida e higiene personal, así como instalaciones adecuadas para el saneamiento y la higiene. Tanto la infraestructura a instalar como su uso y mantenimiento deben considerar las necesidades básicas de los niños, niñas, mujeres, personas mayores y con discapacidad, tomando en cuenta la privacidad, dignidad y seguridad personal. • Educación. El derecho de la niñez a la educación también es el que le permite el completo ejercicio y disfrute de los demás derechos y por cierto es un derecho que se ve interrumpido en situaciones de emergencia. Aunque normalmente los establecimientos educacionales son usados como albergues en estos casos, es necesario promover la más pronta recuperación de la infraestructura para la reinserción de los niños a la escuela como espacio de protección y desarrollo. A pesar de que existe la tendencia a priorizar las necesidades de los niños y niñas más pequeños a expensas de los adolescentes, es necesario incorporarlos también en las actividades que se contemple ejecutar. • Protección de la niñez. Debe ser transversal a cualquier intervención de atención de emergencia y reconstrucción. Es necesario desarrollar mecanismos adecuados para evaluar, monitorear y evitar el abuso, violencia y explotación contra los niños, niñas y adolescentes; así como prevenir la separación de los niños y niñas de sus familias. • Información y comunicación. Como parte de las actividades de emergencia es necesario garantizar la generación, difusión y defensa de información sobre la situación de los niños, niñas y adolescentes, analizando el impacto diferenciado que la catástrofe causa a este grupo de la población, evaluando sus necesidades específicas y abogando siempre por el respeto de sus derechos. Como señala la declaración de Compromisos Básicos para la Infancia en Situaciones de Emergencia de UNICEF el año 2004: “Los niños y niñas en situaciones de emergencias y desastres tienen las mismas necesidades y derechos que los niños y niñas en condiciones y ambientes estables” y es 4 Ver detalles de estas recomendaciones en documento UNICEF citado en referencia bibliográfica. 24 Reconstrucción en el Territorio Arauco: Un Desafío con Perspectiva de Derechos obligación política y moral dar cuenta de tal compromiso en los ámbitos público y privado. La contención y manejo psico-socioemocional para la restitución del capital humano y social del territorio. Junto –y probablemente antes– que los efectos físicos, tangibles o de infraestructura producidos por el terremoto, el impacto emocional de la catástrofe en los habitantes y actores humanos del territorio es probablemente la tarea más desafiante y compleja de abordar en este desastre. Las huellas implacables del miedo y la incertidumbre provocadas por el furioso movimiento telúrico y posterior tsunami, sumado al pasmoso quiebre de los pactos comunitarios de convivencia vivido en algunas localidades de la provincia a partir de los saqueos y la violencia pública hacen imprescindible incluir en las estrategias de intervención para la recuperación y reconstrucción acciones de contención psicológica sistemática a grupos comunitarios, niños, niñas y adolescentes, mujeres, trabajadores y funcionarios municipales y públicos. No bastará con uno o dos talleres de algunas horas; habrá que pensar en mecanismos de autoayuda grupal establecidos en los programas de participación ciudadana en campamentos o “aldeas”, en los programas de capacitación, en los planes de manejo de emergencias en las escuelas, consultorios, oficinas públicas. Del mismo modo, será pertinente trabajar nuevas estrategias de regeneración de tejido social en las comunidades y entre ellas en el territorio. Todo lo anterior deberá ser contemplado en los planes públicos de reconstrucción. Con presupuestos establecidos adecuadamente para el efecto, con amplias y abiertas convocatorias a participar a organismos de la sociedad civil, universidades, organismos de ayuda humanitaria, entre otros. Referencias bibliográficas UNICEF Oficina Regional para América Latina y el Caribe. (2008). Derechos de la Niñez en Emergencias y Desastres. SUBDERE, Unidad de Planes Especiales, (2010). Informe Final Proyecto Fase III Gestión de proyectos del Plan Territorio Arauco, cód. 090204. 25 Cecilia Pérez 26 ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 25-33 De desastres, políticas y públicos1 Disasters, policies and citizens Patricio Miranda Co-autor: Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica Patricio Miranda es subdirector de Investigación y Postgrado de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en ética y candidato a doctor en sociología en la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Su dirección electrónica es [email protected], su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul – Campus San Joaquín. Claudia Atala, Romina Zenteno y Francisco Gatica son estudiantes de quinto año de la Escuela de Trabajo Social UC. Resumen Se postula que la forma que adquiera la respuesta pública ante desastres públicos dependerá de tres factores críticos: el enfoque paradigmático desde donde se constituye la categoría de desastre (las ciencias naturales, las ciencias de la ingeniería y arquitectónicas o las ciencias sociales); el grado de jerarquización y centralización con que operan las políticas públicas y, fundamentalmente, de una comprensión postconvencional del lugar de los afectados (‘los públicos’) en todo el ciclo del desastre. Si los esfuerzos de reconstrucción pública pueden reproducir la paradoja observada en modelos convencionales de políticas públicas: ser políticas públicas sin públicos, entonces la eficacia y validez de la respuesta pública ante desastres públicos requiere distanciarse, tanto de lógicas jerárquicas y centralizadoras en las políticas, como de lógicas pre o convencionales en la participación de los afectados. El desarrollo local se piensa como una expresión posible y fructífera en tanto efectivamente ‘los públicos’ sean co-constructores de la oferta pública ante desastres públicos. Palabras claves. desastres públicos, políticas públicas, participación, sociedad civil, desarrollo local. Abstract It is proposed that the form public response takes in front to public disasters will depend on three critical factors: the paradigmatic approach from which the category of disaster is built (natural sciences, engineering and architectural sciences or social sciences), the hierarchical and centralized degree in which public policies operate and, crucially, of a postconventional understanding about the place those being affected (‘publics’) occupy throughout the disaster cycle. If public reconstruction efforts play the paradox observed in conventional models of public policy: public policies without citizens, then the effectiveness and validity of the public response to disasters requires take a distance from both, hierarchical and centralizing logics, as well as from pre or conventional logics about the participation of those affected. Local development is intended as a possible and fruitful expression of involving citizens as co-constructors of the public offer to face public disaster. Keywords. Public disasters, public policies, participation, civil society, local development. Introducción Se postula que la forma que adquiera la respuesta pública ante desastres públicos dependerá de tres factores críticos: el enfoque paradigmático desde donde se constituye la categoría de desastre (las ciencias naturales, las ciencias de la ingeniería y arquitectónicas o las ciencias sociales); el grado de jerarquización y centralización con que operan las políticas públicas y, fundamentalmente, de una comprensión postconvencional de ‘los públicos’ (los afectados) en todo el ciclo del desastre. Si los esfuerzos de reconstrucción pública pueden reproducir la paradoja observada en modelos convencionales de políticas públicas: ser políticas públicas sin públicos (Aguilar, 2006), entonces la eficacia y validez de la respuesta pública ante desastres públicos requiere distanciarse, tanto de lógicas jerárquicas y centralizadoras en las políticas, como 1 Artículo asociado al proyecto Fondecyt, Normatividad y complejidad en las Políticas Públicas. Un estudio del caso chileno, Nº1.095.186. 27 Patricio Miranda de lógicas pre-convencionales o convencionales en la participación de los afectados. El desarrollo local se piensa como una expresión posible y fructífera en donde ‘los públicos’ son co-constructores de la oferta pública ante desastres públicos. Ello adquiere mayor sentido si se considera que las limitaciones de la participación ciudadana en las diversas fases de los desastres públicos ha estado estrechamente vinculada con la precaria autonomía de la sociedad civil respecto a los poderes públicos que en sus lógicas jerárquicas y centralizadas se reservan las decisiones fundamentales sin generar mecanismos de participación de los afectados sobre asuntos que tienen que ver con sus propias trayectorias vitales en sus contextos locales (Rodríguez, 1996). En torno de la categoría de desastre La discusión disciplinar respecto de los desastres ha estado marcada por los diversos enfoques dominantes en la investigación sobre ellos (García & García, 2006). Es así que las formas de ver y tratar los desastres han estado sobredeterminadas por los paradigmas de base dominantes. De alguna manera, la discusión en torno de la conceptualización en intervención en desastres refleja en un campo específico la diversidad irreductible hasta el presente, de enfoques sobre los cuales se han configurado las ciencias sociales. García y García, como resultado de su revisión del estado del arte en torno de la investigación sobre desastres, concluyen que se pueden diferenciar tres enfoques en función de la disciplina dominante: el enfoque físico-naturalista, derivado de las ciencias naturales; el enfoque estructural, derivado de las ciencias aplicadas (ingeniería y arquitectura) y el enfoque social, derivado de las ciencias sociales (2006: 125). Desde el enfoque físico-naturalista, la mirada se dirige a las causas naturales de fenómenos pre-comprendidos como naturales: terremotos, inundaciones, tsunamis, huracanes, etc. En la medida que en este enfoque hay una sola agencia (la de la naturaleza) y en que se concibe a los desastres como eventos temporales y territorialmente segregados, en los cuales la causa principal se adjudica a procesos físico naturales (Hewitt en García y García, 2006), no queda espacio para la consideración de factores sociales, tanto menos para la consideración de la perspectiva de los sujetos afectados. En planes de reconstrucción puestos bajo este enfoque ‘los públicos’ sólo pueden aparecer como uno más de los componentes de la naturaleza siniestrada. Derivado de las Ciencias de la Ingeniería y Arquitec28 tónicas, el Enfoque Estructural “centra la atención en las propiedades físicas del sistema, susceptible de sufrir daños por la acción de un fenómeno externo, en términos de elasticidad, fragilidad y ductilidad de los materiales involucrados” (García & García, 2005: 126-127). A partir de este enfoque, el desastre surge únicamente desde la amenaza, lo que coincide con el enfoque físico-naturalista, sin embargo incluye un concepto de vulnerabilidad estructural, en la medida en que se centra en métodos probabilísticos de estimación de daños (García & García, 2005: 127) de carácter físico y económico –cuantificación de bienes perdidos–, además de personas afectadas y pérdidas humanas (García & García, 2005: 130135). En este sentido, el enfoque realiza un aporte al ampliar el tema a un ámbito multidisciplinario (por ejemplo arquitectos y planificadores, además de sismólogos) dada la consideración de “la amenaza y la vulnerabilidad como variables fundamentales para la planificación física y las normas de construcción de viviendas e infraestructura” (Cardona, 2003: 51, Cit. García & García, 2005: 127). Desde el enfoque estructural, dominado por las ciencias de la ingeniería y de la arquitectura, Para que la pregunta por ‘los públicos’ pueda aparecer en propiedad en las intervenciones en desastres públicos se requiere de un enfoque propiamente social que permita comprender los desastres conjuntamente como producto y “como resultado de procesos sociales, histórica y territorialmente circunscritos y conformados” (Lavell, cit. en García y García, 2006). El estudio de los desastres desde la perspectiva de las ciencias sociales se desarrolló inicialmente en los Estados Unidos teniendo como objeto de investigación las organizaciones complejas en una comunidad que es sacudida por una crisis que excede los recursos de una comunidad (Aguirre, 2004). La ocurrencia de un desastre, además de las incidencias netamente naturales, afecta el orden social y estructural, interfiriendo en las pautas de conducta cotidianas, en donde diversos actores adquieren un rol diferente al establecido. Así, no es puramente la amenaza natural la que produce el desastre, sino el factor social contextual del desastre. Así por ejemplo, un terremoto en una amplia zona desértica no interfiere los flujos de la vida cotidiana de nadie, pero si el mismo evento acontece en un sector poblado podrá llegar a desbordar las capacidades instaladas de manera tal que “aún cuando se trate de amenazas propiamente naturales, en su concreción como eventos destructores factuales [contará] siempre una mediación humana” (Capos, 2003: 2). Agréguese a ello que la existencia de un De desastres, políticas y públicos fenómeno natural o socionatural no determina necesariamente un desastre, ni tampoco su magnitud, debido a que “un desastre representa la materialización de condiciones de riesgo existente” (Cardona, 2008:3) en una sociedad. En este sentido, un terremoto o tsunami, no es un desastre por sí solo; para que éste se produzca necesariamente estos deben impactar “en un territorio caracterizado por una estructura social vulnerable a sus impactos y donde la diferenciación interna de la sociedad influye en forma importante en los daños sufridos y en los grupos sociales que sean afectados” (Lavell,1993: 78-79). Por otra parte, es por lo que hay de social en los desastres que tales no conducen a la misma tragedia, la que en su magnitud dependerá en gran porcentaje del contexto en el cual ocurre. En este sentido, para que haya desastre, es necesario que un fenómeno natural se presente y que “la perturbación generadora del mismo tenga la capacidad de trastocar el funcionamiento del sistema en su totalidad o en alguna de sus provincias o subsistemas, de modo que deje sin efecto temporalmente, la cohesión de los elementos del sistema” (Cardona, 2008: 3). En una palabra, hay desastre público (‘social’) cuando la capacidad de respuesta de un sistema es rebasada (OMS, cit. Cespédes, 2007). O dicho de otra manera, cuando se produce una ruptura del mundo cotidiano, de lo dado por supuesto, de los cimientos institucionales, normativos y simbólicos sobre los cuales se desarrolla un concreto mundo de la vida (Fouce y Sánchez: 2002). Aquí los tipos y grados de vulnerabilidad que caractericen en un momento dado a una determinada comunidad: vulnerabilidad física o localizacional, económica, social, política, técnica, ideológica, institucional, cultural, educativa, natural y ecológica, dirán del tipo y grado de afectación de los mundos vitales. La magnitud del desastre público resulta así proporcional a la capacidad de resistir, amortiguar, evitar y recuperarse de una comunidad (Wilches-Chaux, 1993 cit. Dehays, 2002); en suma a la capacidad de bloqueo o incapacidad de los habitantes de un territorio “para responder adecuadamente ante la presencia de un riego determinado” (Alonso,2001-2002:15). Diversos factores sociales (Dettmer,2002:51) concurren en la magnitud final de un desastre; entro otros: el incremento de la densidad de poblaciones asentadas en terrenos anegadizos, áreas costeras vulnerables o cerca de fallas geológicas (Navarro,2006:51), la fragilidad de las economías familiares y colectivas, la ausencia de servicios básicos, la ausencia de oportunidades de educación (Cardona,2003:7, cit. García y García,2005:128), las desigualdades al interior de los países, el acceso restringido a seguros, las disparidades en infraestructura (PNUD,2007-1008:80-82). En este sentido, los desastres, pasan a constituirse como “la resultante de un proceso de generación de vulnerabilidad que tiene su origen en la modificación (intensificación) de pautas económicas y sociales cada vez menos equitativas” (PNUD, 2001, cit. Alonso, 2001-1002:13). De este modo, desde un enfoque social un desastre público no acontece al margen de las configuraciones históricas de un ordenamiento social dado en un territorio específico (Aguirre, 2004). Configuraciones sedimentadas en largos procesos intergeneracionales, herencia de ‘actores muertos’, que interpela a los ‘actores vivos’ a generar redes de articulaciones en pos de la atarea de re-construcción o mejor acaso de re-estructuración. Políticas públicas para desastres públicos Ante desastres públicos la lógica habitual de relación estado-sociedad civil a través de las políticas pública determinará el lugar de los públicos en los esfuerzos de reconstrucción pública. Así, una lógica de políticas centralmente planificadas conducirá a planes de reconstrucción centralmente planificados, colocando a los públicos del desastre en la posición básica de peticionarios y beneficiarios (Salazar y Pinto, 1999); en ningún caso en la condición de co-constructores del esfuerzo público de reconstrucción post-desastre. En el desarrollo político chileno y latinoamericano la Administración del Estado y el desarrollo de políticas públicas desde ahí no sólo ha administrado, sino que en variados aspectos se ha convertido en el eje articulador de la ciudadanía, en el mecanismo básico que ha permitido y promovido la integración social (Góngora, 1986). Es decir, la formación de políticas en Chile desde distintos puntos de vista, ha sido altamente centralista en su concepción del poder, en su observación del Estado y en la evaluación de la responsabilidad que le cabe a éste en la satisfacción de las demandas de la población. C. Huneeus formula este tópico en cifras: “Los chilenos están consensuados respecto a que el Estado debe tener un rol activo en mejorar la calidad de la salud y la situación de los jubilados, ambas políticas reciben un 98% de aprobación. Opinan que el Estado debe ofrecer empleo y defender a los consumidores, un 93% en cada una de estas políticas; debe controlar las diferencias de ingreso entre ricos y pobres: 29 Patricio Miranda 92%, y hasta controlar los precios, un 85%, a pesar de que la inflación sea bajísima. El porcentaje que recibe el menor apoyo es promover el desarrollo de las empresas, 82%, muy alto a la luz de las malas opiniones que tienen los chilenos de los empresarios” (Huneeus, 2003). La centralidad de las políticas, por tanto, no sólo se refiere a si ellas cumplen función de regulación en todas las dimensiones que ello implica. Las expectativas de la población frente a ellas van más allá: se espera que las políticas logren la integración de la sociedad en dimensiones como las nombradas, una integración que logre conformar un nosotros en el cual cada chileno pueda reconocerse como tal. En tal sentido, la política y sus policies son vistas como la representación de la unidad de la sociedad total, y bajo tal demanda, se le exige que cada diferencia, que cada expectativa sea incorporada como parte de esa unidad. El último Informe de Desarrollo Humano en Chile, lo expone con suficiente dramatismo del siguiente modo: “La convocatoria del Presidente de la República a impulsar un proyecto de país en la perspectiva del Bicentenario 2010 es un doble llamado a todos los chilenos. Convoca a todos porque, como se dijo, el país sólo goza de una diversidad creativa cuando el Nosotros incluye a los Otros. Pero es, además, una convocatoria a todos los ciudadanos en el sentido de que un proyecto de país nada tiene que ver con un ‘modelo’ único y excluyente. Un proyecto de país no puede ser sino una empresa colectiva a la cual contribuyen el Estado y la sociedad civil, la empresa privada y las organizaciones sociales, las asociaciones gremiales y el mundo académico. Hoy en día, un proyecto de país ha de pensarse como una red –mejor, una red de redes– y, por lo tanto, como una obra plural en todos los colores” (PNUD, 2002). Si a este desafío cultural de la sociedad chilena se le agrega la ‘mentalidad estatista’ de la que habla Huneeus, lo que obtenemos por resultado es que la construcción del nosotros, es decir, la construcción de la unidad de la sociedad es, desde la perspectiva de la ciudadanía, una tarea que el mismo Estado debe acometer. El nosotros se refleja en el proyecto país, y el proyecto país es, en última instancia, una selección de la política que debe ser operacionalizada a través de sus políticas públicas. De ello se deriva que las políticas son responsables de la mantención y el fomento de la integración de la sociedad nacional, desde las dimensiones más fácticas de esa exigencia (el cuidado de las fronteras) hasta las más simbólicas (la definición de los valores que caracterizarían al país), pasando, por cierto, por lo 30 que más interesa a esta investigación: la regulación estructural y normativa que generan las policies en materias como trabajo, educación, salud, vivienda. Bajo estas premisas, la pregunta por la integración social en Chile es respondida tradicionalmente con una inclinación hacia alternativas controladas desde el Estado por la vía de las políticas. Principalmente Claudio Véliz ha investigado para América Latina y Chile el problema del centralismo, el que define bajo las siguientes características (Véliz, 1980): El centralismo está íntimamente relacionado con la burocracia en el ámbito político; Se caracteriza por rasgos preindustriales; Puede ser entendido bajo el concepto weberiano de dominación racional; Es legalista y enfáticamente civil; No es una ideología, aunque es posible que se desarrolle una de él, si lo que las diversas formas de centralismo tienen en común se sistematizan. El centralismo del siglo XX, en tanto, adquiere cuatro dimensiones: la nacional-popular, la desarrollista, la autoritaria y la democrática. No se trata de etapas sucesivas en el desarrollo político chileno, sino de la coexistencia de diversos regímenes que en Chile han parecido estructurarse más bien en términos de etapas (Arellano, 1988). Si bien en un nivel de análisis particular de cada uno de estos regímenes en ellos son sin duda más radicales las diferencias que las semejanzas, la centralidad de la Administración y sus policies frente a los imperativos de regulación estructural y normativa, son una constante en estas cuatro dimensiones, lo que permite confirmar la hipótesis inicial de esta sección relativa a la constitución de lo público a través del Estado. Este modelo de control estatal jerárquico por medio de policies no sería problemático si la sociedad chilena no estuviera sometida a crecientes presiones de diferenciación estructural y pluralismo normativo expresadas en demandas de inclusión y reconocimiento en el contexto de sistemas funcionales, organizaciones y actores colectivos. La sociedad chilena se complejiza (PNUD, 1986; Lechner, 1991, 1997; Mascareño, 2000, 2005). Por complejización debe entenderse el aumento, densificación e interconexión de las relaciones entre actores, organizaciones y sistemas en el contexto contemporáneo, que conducen a la diversificación de las pretensiones normativas de las diversas esferas diferenciadas en tanto ellas, por su creciente autonomía, ya no responden a un control social de tipo universal y generalizado como el ejercido por el Estado durante De desastres, políticas y públicos toda la modernidad y en Chile desde la formación de la República. En un contexto social de creciente complejidad como el de la sociedad chilena contemporánea hay un incremento incontrolado de expectativas normativas en tanto diversos actores u organizaciones van ganando autonomía al desligarse de controles morales tradicionales como los vínculos religiosos o comunitarios, o los lazos de clientelismo político basados en favores recíprocos. Una explosión de nuevas costumbres, hábitos, exigencias morales, estilos de vida marcan los fundamentos de la construcción de nuevas expectativas normativas en la sociedad chilena actual. Como lo señala el PNUD: “Las identidades de clase, religiosas o políticas, aquellas que a mediados del siglo XX permitían a los individuos definir el contenido central de su proyecto vital, han pasado a ser elementos más bien secundarios. Y ningún otro referente parece ocupar hoy su lugar. Dentro de sus posibilidades reales, ahora las personas están obligadas a elegir sus proyectos vitales. Pero más importante aún y eso es lo propio de la nueva situación, están obligadas a componer esos proyectos a partir de los cambiantes retazos que la sociedad pone a su disposición. Incluso en muchos la velocidad de ampliación de las experiencias posibles hace que la sociedad no alcance siquiera a elaborar orientaciones relativamente satisfactorias para enfrentarlas.” (PNUD, 2002: 190-91). Es decir, no sólo están en proceso de disolución las referencias clásicas para la construcción de identidad, es decir, para la formulación de expectativas normativas de vida, como eran la clase, la religión o la política, sino que además la propia sociedad no decanta nuevos referentes para los problemas que ella misma crea. Por esto, las personas desarrollan estrategias más o menos privadas para intentar construir un campo social, objetivo y temporal apropiado para el despliegue de las nuevas expectativas normativas que construyen. De estos antecedentes se deriva una fuerte tensión en la construcción de políticas públicas en Chile: el Estado se autocomprende y, por tanto, comprende sus políticas como el centro regulador de las operaciones estructurales de la sociedad y la fuente primaria de un nosotros normativo que debe integrarla éticamente, mientras que en el entorno del Estado y las políticas la diferenciación de la sociedad a nivel de sistemas, organizaciones y actores colectivos presionan por el reconocimiento de su autonomía operativa y sus opciones y expectativas normativas. Es decir, las políticas operan predominantemente en una lógica de control social, mientras que la socie- dad exige descentramiento y coordinación social. El camino regulador fordista, caracterizada por la gestión keynesiana de lo social y por estrategias económicas de escala nacional (Klein, 2005) refuerza, a su modo, las lógicas centralizadoras de larga data en América Latina. Así, el fordismo por una parte y el desarrollo regional por otra, ambos coherentes en sus estrategias, representan el triunfo de la globalidad nacional por sobre la especificidad local, produciéndose la uniformización social, política y económica del territorio nacional (Klein 2005, Jalomç 2009). “Es el triunfo de la sociedad nacional sobre la especificidad local” (Klein, 2005) o, en otras palabras, de la rigidización de una lógica jerárquica en la relación Estado-sociedad civil correspondiente al predominio de una forma de diferenciación estamental (Luhmann, 2007; Mascareño, 2010). Lógica jerárquica que coloca a los ‘públicos’ de las políticas públicas en condición de beneficiarios y peticionarios pero no co-partícipes en la producción de decisiones vinculantes que les afectan directamente. Hacia un reconocimiento postconvencional de los ‘públicos’ en desastres públicos Siguiendo la reformulación Habermasiana de los estadios de desarrollo moral de Kohlberg (pre-convencional, convencional y post-convencional), una comprensión post-convencional de los públicos se reconoce en la existencia (o no) de procedimientos de deliberación de los ciudadanos sobre asuntos públicos que les afectan; en un tipo de relación orientada por la búsqueda cooperativa de consensos entre todos los afectados y en el ajuste del comportamiento de los diversos actores a lógicas procedimentales para la fundamentación de normas y decisiones vinculantes (Habermas, 2008). De este modo ‘los públicos’, pensados en lógica post-convencional, no son meros ‘usuarios’, ‘beneficiarios’ o ‘clientes’ sino sujetos capaces de lenguaje y acción, es decir, interlocutores válidos (Habermas, 2008). ¿Qué implicancias tendría para los esfuerzos de reconstrucción de desastres públicos una consideración post-convencional de los públicos? Un indicador ético de la operación de esta lógica postconvencional sería el grado de participación de los afectados en todo el proceso de formulación, implementación y evaluación del plan de reconstrucción. En la formulación de los planes de reconstrucción post-desastres públicos, una consideración 31 Patricio Miranda postconvencional de ‘los públicos’ pasa por que los afectados participen en los procesos de deliberación que conducen a la toma de decisiones vinculantes. Ello implica ir más allá de los actores del sistema político tradicional, incluyendo a potenciales ‘beneficiarios’, gobierno local, organizaciones de base, gremios, empresas, entre otros. Se trata de una efectiva articulación entre Estado y sociedad civil que recoja y procese las demandas ciudadanas de cara a un desastre público que por definición desborda la agencia de cada actor. En la implementación de las estrategias de reconstrucción post-desastres públicos, una lógica postconvencional requiere aquí una participación activa de diversos actores, especialmente de los usuarios directos e indirectos de la política, así como también actores que de una u otra manera influyen en la implementación, como gobierno local, organizaciones sociales funcionales u organizaciones territoriales, las que verán afectada su gestión por los programas o políticas que se ejecuten en los territorios donde operan instituciones gubernamentales o de la sociedad civil. En cuanto a la evaluación, si ella dice relación con observar los cambios atribuibles a la propuesta de reconstrucción post-desastre público y su relación con los resultados esperados, entonces ésta deberá incluir a actores diversos que en tanto participantes y observadores puedan monitorear los indicadores de logro definidos, con el fin de reinsumar el proceso introduciendo las modificaciones que resulten pertinentes para el logro de los fines estratégicos del proceso. En tal sentido, la antítesis de una lógica postconvencional en la consideración de los públicos sería aquella en que son las personas o grupos que están dentro o forman parte del gobierno quienes definen cuáles son los temas de la agenda y las alternativas de las propuestas de reconstrucción post-catástrofe pública, excluyendo a quienes están fuera o no forman parte del aparato gubernamental (grupos de interés, investigadores, académicos, consultores, medios, opinión pública). Una lógica post-convencional en políticas, públicos y desastres, exige repensar, entre otras, la relación Estado-sociedad civil. En el contexto de desastres, las intervenciones realizadas por el Estado que han estado articuladas con la activa participación de esa red de asociaciones voluntarias y de organización horizontal de la sociedad que constituye la sociedad civil, han dado muestras de mayor efectividad que aquellas de carácter centralmente planificado. La sociedad civil constituye una plataforma de generación de confianza y de desarrollo de capital social 32 (Morris y Rodríguez, 2005; Newton, 2001; Saegert, Thompson, y Warren, 2001; en Wong y Leung 2008), de intermediación entre las instituciones del estado y las víctimas del desastre y de catalizador de cuestiones y demandas en la arena pública (Jalali, 2002); todo ello concurre a dar no sólo mayor efectividad (facticidad) a las propuestas de intervención post-desastre sino también, y fundamentalmente, a dar legitimación (validez) a las mismas. Una de las dinámicas que se levantan contra la centralización y que puede operar con una lógica post-convencional en la consideración de ‘los públicos’, es el desarrollo local. Pero no entendido desde una lógica neoliberal para la cual este viene a fungir como instancia para deshacer ciertas responsabilidades correspondientes al Estado, que tienen un costo financiero importante, traspasándolas a la sociedad civil (Amin, 2005). En este sentido, el desarrollo local no puede ser visto como el mero hecho de establecer estrategias para el desarrollo en base a divisiones político-administrativas, como la conformación de municipios que responden a un sector geo-delimitado: lo local no está determinado de antemano por estas subdivisiones, sino más bien por un cierto número de condiciones expresados en el nivel socioeconómico, y el cultural (Arocena, 2002). La sola descentralización parece responder más bien a una lógica funcional del modelo neoliberal, y no a una visión de lo público signada por la lógica de democratización de la sociedad (Gallicchio, 2004). Una lógica post-convencional en el desarrollo local reclama un cambio en la visión del Estado con el fin de configurar nuevos espacios de autonomía donde puedan generarse nuevas solidaridades locales, formas activas de identidad que les reconozcan a las comunidades locales un mayor poder de participación en la toma de decisiones (Teisserenc, 1994; Tremblay y Fontan, 1997; en Klein, 2005). Lo común que se puede extraer de estas visiones corresponde a que el Estado ya no es el único actor en materia de desarrollo (Klein, 2005). El redescubrimiento de lo local en el caso de América Latina coincide con la crisis estructural de la configuración de un estado centralizador y benefactor (Jalomo, 2009). Frente a una lógica de desarrollo inducido jerárquicamente por el estado emergen fórmulas alternativas de desarrollo como el ‘autodesarrollo’, el ‘desarrollo endógeno’, el ‘desarrollo autocentrado’, el ‘desarrollo integrado’ y el ‘desarrollo a escala humana’, entre otros (Arocena 1995; Klein 2005; Jalomo 2009). El desarrollo local como factor de democratización y desarrollo sustentable emerge De desastres, políticas y públicos como una alternativa al desarrollo regional y nacional predominante (Gallicchio, 2004). La fuerte centralización como fenómeno socio-organizativo característico del modelo fordista produjo en América Latina un debilitamiento y una desvalorización de lo local (Arocena, 2002). El triunfo del centralismo ha ido de la mano de la devaluación de las iniciativas locales, de una actitud de espera de las soluciones que vendrán del ‘centro’ para calmar las necesidades más elementales. El predominio de las tendencias históricas centralistas ha tenido entonces como efecto la conformación de un régimen local débil, con dificultades para constituirse en instancia fundamental del funcionamiento democrático (Arocena, 2002). En la lógica dominante del sistema político-administrativo centralizado que corresponde al tipo sectorial-vertical, el sistema se estructura en base a sectores especializados en las distintas áreas de acción: administración central formada por ministerios, que funcionan bajo cierto tipo de racionalidad a lo largo del territorio nacional, extendiendo una acción uniforme. Así, el poder central obtiene el dominio absoluto. Cada uno de estos ministerios se especializa en un área determinada, generándose un monopolio, no admitiendo ninguna iniciativa generada desde fuera de su ámbito centralizado de decisión. Si el trabajo desde lo local es la única manera de concebir lo universal (Arocena, 2002), entonces en una visión integradora, ascendente, que combina los elementos socioeconómicos y cultural identitarios (Arocena, 2002) lo local adquiere una gran importancia en su interrelación con estrategias globales. El desarrollo desde la base permite construir desde la diferencia, establecer tejidos complejos regidos por mecanismos de negociación, integrar lugar de trabajo y lugar de vida, reconocer las especificidades de los recursos naturales (Arocena, 2002). En la escena local converge la necesidad de crear riqueza con la necesidad de salvaguardar los recursos naturales, la urgencia por generar empleos con la urgencia por responder a las necesidades esenciales de la población: en la escena local, se expresa como en ningún otro nivel, la articulación entre lo singular y lo universal (Arocena, 2002). Ello en la medida en que se pueda sostener que la “mejor manera de resolver los problemas comunes es, sin duda, en comunidad” (Salazar y Pinto, 1999). Si los esfuerzos públicos de reconstrucción post-desastre apuntan a “resolver los problemas de un colectivo social determinado (articulando sus necesidades, recursos, saberes y pareceres, en la perspectiva de realizar una acción conjunta), entonces el único modo co- herente de hacer [reconstrucción] es involucrando a toda la comunidad, tanto en la fase de diagnóstico (asamblea), toma de decisión (acuerdo), como en la ejecución (acción)” (Salazar y Pinto, 1999). En una perspectiva de desarrollo local no subsumida en lógicas neoliberales o meramente funcionales, una comprensión post-convencional de los públicos en contextos de desastres no sólo potencia la sociedad civil sino que permite mejor enfrentar los factores críticos que la literatura especializada ha identificado como prioritarios, entre ellos, la desorganización social, la presencia de conflictos, la destrucción de las redes formales e informales. Los esfuerzos de reconstrucción se potencian cuando todos los miembros de las comunidades locales afectadas en un territorio se articulan en respuesta a los desafíos externos a ellas (Adeola, 2001; fritz, 1961; Sweet, 1998; en Yoon 2006). Reflexiones finales Los resultados preliminares de la investigación Fondecyt: Normatividad y complejidad en las Políticas Públicas. Un estudio del caso chileno (Nº1095186), llevada adelante actualmente por el autor principal en torno de dos factores críticos que dan forma a las políticas: la visión de sociedad y el referencial normativo implícito en ellas, indican que, tanto en modelos convencionales de análisis de políticas, como en las políticas en Chile en la última década, priman visiones jerárquicas de sociedad junto a criterios normativos fundamentalmente de tipo pre-convencional o convencional, en la terminología kohlbergiano-habermasiana; es decir, formas de decisión moral asociadas a intereses particularistas o mecánicamente legalistas, que escapan a la aplicación contextualizada de principios morales de alcance post-convencional. La investigación referida mostró que en modelos convencionales de análisis de políticas públicas (racionalista, incrementalista, de elección pública, institucionalista, de grupos y de elites) predominan –parafraseando a Regonini (1991)– dos figuras de policy makers: la del ‘actor omnisciente’ y la del ‘tutor moral’ de la sociedad (Jobert, 2004). La primera, reflejo de una visión jerárquica o monocéntrica de sociedad, asociada a una forma de diferenciación social estratificada (Luhmann, 2007); la segunda, asociada a un tipo de normatividad particularista correspondiente a un estadio de moralidad de tipo convencional (Habermas, 1985). La prevalencia de ambas figuras dice de una relación de homología entre formas de diferenciación social y formas de 33 Patricio Miranda diferenciación normativa (Miranda, 2010). Los resultados preliminares de la fase empírica de la investigación centrada en policy makers y policy managers en Chile, resultan consistentes con lo observado en los modelos referidos2. Ante las transformaciones estructurales y semánticas en curso en la sociedad chilena se torna un imperativo ético el discutir las modalidades, alcances, limitaciones y perspectivas de la participación ciudadana en la prevención de e intervención en desastres; participación imprescindible de una sociedad civil que hace parte de la configuración de la esfera pública en pos de formas de des-centralización de las decisiones fundamentales en las que se juegan las condiciones existenciales vitales de las comunidades locales (Rodríguez, 1996). El señalado centralismo que funge en las lógicas y estrategias pre y post-desastre, reproduce las formas verticales del proceso decisional dominante en las políticas públicas, ‘asignando’ al nivel local y sus actores un papel reducido principalmente a la ejecución de las acciones diseñadas por el nivel central (Rodríguez, D. 1996). Todo ello paradojalmente dice, en suma, de políticas públicas ante desastres públicos, sin públicos. Bibliografía Alonso, I. (2001-2002). Tercer mundo, desarrollo, desastres y tecnología. Una mirada desde la geografía. Serie geográfica, Tecnologías geográficas para el desarrollo: Experiencias de aplicación en América Latina, Nº 10, 1126. Recuperado el 8 de Abril 2010, de http://www.geogra. uah.es/inicio/revista/pdfrevista10/OK-01-Revista-Articulo-Ignacio%20Alonso%20-11%20a%2026.pdf Arocena, José. (1998). “Discutiendo lo local, coordenadas del debate” Cuadernos del CLAEH, Nº 41, Montevideo. Arocena, José. (2002). 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Recuperado el 13 de Abril de 2010, de http://dialnet. unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2053503 2 Varios temas y consecuencias de esto están siendo y serán abordadas en el nuevo proyecto presentado al Fondecyt Regular 2011, entre otros, el que levanta el desafío de pensar políticas y modelos de análisis de políticas que en su visión acerca del funcionamiento de la sociedad (Stein y Tommasi, 2006), reflejen simultáneamente el carácter crecientemente heterárquico o policéntrico de sociedades modernas y la creciente demanda de una normatividad de tipo postconvencional acorde al aumento de diversidad normativa (Miranda, 2010). 34 De desastres, políticas y públicos Góngora, M. (1986). Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, Editorial Universitaria, Santiago. Huneeus, C. (2003). Chile un país dividido. La actualidad del pasado, Catalonia, Santiago. Jalomo Aguirre, Francisco (2009). Desarrollo local en contextos metropolitanos. 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The centralist tradition of Latinamerica, Princeton University Press, Princeton, New Jersey. 35 Patricio Miranda 36 ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 35-46 Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones Stress and burnout as risks in the labor place after the emergency: conceptualizations and axes of analysis for the preventive management in organizations Karin Roa Karin Roa es psicóloga UC. Magíster en Gobierno de Organizaciones, Universidad de Navarra, España. Actualmente es docente de la Escuela de Trabajo Social PUC y miembro asociado del Centro de Estudios de Emprendimientos Solidarios, CEES-UC. Su dirección electrónica es [email protected], su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul - Campus San Joaquín. Resumen Este artículo examinar las bases psicosociales del estrés y el burnout en el trabajo, enfatizando el papel que en su origen o contención juegan las organizaciones, entendidas como sistemas sociales que ofrecen a las personas escenarios para el desempeño de roles, identidades, así como de significación personal. Todo lo anterior, en busca de argumentaciones que ayuden a comprender el mundo del trabajo no sólo como un escenario más para la vivencia de crisis y desastre, sino también como un lugar que puede afrecer oportunidades para la recuperación y el desarrollo personal de los trabajadores. Palabras claves. Estrés ocupacional y burnout; organizaciones, trabajo, desastre. Abstract This article studies the psychosocial bases of stress and burnout field of labor, emphasizing the role organizations play in either, starting or containing them understanding organizations as social systems offering scenarios for roles and identities performance, as well as personal signification. This reflection is carried aut in search for arguments helping to understand the field of labor not only as another scenario where to experience crisis and disaster, but also as a place that can provide opportunities for employees’ recovery and personal development. Keywords. Occupational Stress and-out, organizations, work, disastres. Introducción Una idea que ha sido explorada desde la antiguedad en la psicología laboral es que en la relación entre trabajador y trabajo la influencia es mutua: las personas condicionan el cómo un puesto se desempeña y así también el puesto de trabajo y la organización tienen impacto en la subjetividad e identidad de los trabajadores. Esta es una de las vías por la que se ha explicado el impacto del trabajo en la salud mental de las personas. El objetivo de este artículo es revisar algunos con- ceptos e ideas que permitan comprender cómo el trabajo en condiciones precarias tras un desastre natural pueden constituirse en factores que predispongan el desarrollo de dos enfermedades ocupacionales: el estrés y el burnout, ambas de comprobado impacto negativo en la calidad de vida del trabajador y también en la efectividad de las organizaciones. Con miras a ese objetivo se revisarán en primer lugar las definiciones de estrés y burnout, haciendo énfasis en perspectivas psicosociales y modelos 37 Karin Roa transaccionales que definen estas enfermedades como fruto de experiencias que socavan el sentido de lo que se aporte y, más grave aún, la valía de quien se es. Luego se revisarán cuatro aspectos que, se sugiere, pueden ser observados y administrados en la gestión de las organizaciones de ayuda y primera respuesta tras meses del terremoto, como forma de prevenir efectos patológicos: (1) la situación de crisis general como contexto sobre el que se desarrolla el trabajo (2) Factores psicosociales que se presentan en el nuevo contexto laboral asociados a estrés y burnout; (3) Sobrecargas en el trabajo emocional; y (4) Modificaciones en las condiciones y recompensas habituales de la relación de ayuda. Finalmente, se sugieren algunos aspectos generales que deben ser tomados en cuenta en la gestión organizacional con el fin de promover el trabajo como un espacio preventivo y promotor de desarrollo personal y organizacional en condiciones de crisis y emergencia prolongada, como la que se observa aún hoy en el país. Estrés: conceptualización desde los modelos transaccionales Bajo la influencia de la perspectiva psicosocial y de la teoría del aprendizaje social en psicología, el estrés se ha entendido como respuesta a una relación perjudicial de sobredemanda hacia la persona respecto de los arreglos organizacionales, del ambiente físico y relaciones interpersonales en el trabajo; ello condiciona negativamente la manera en que los trabajadores evalúan su experiencia, el cómo piensan, sienten y actúan, traduciéndose en efectos negativos para los equipos y organizaciones (Gil-Monte y Peiró, 1997; Párraga, 2005). Estas son las premisas que dan lugar a los llamados modelos transaccionales en salud mental ocupacional (Cox, Griffiths y RialGonzález, 2005). Este modelo, originalmente planteado por Karasek, continuado luego por Lazarus y Folkman en Michigan y actualmente fortalecido por Tom Cox y su equipo desde Nottingham, parte de la premisa que no hay estresores “en sí” o situaciones estresantes objetivamente hablando; se trata más bien de la constitución de una experiencia con tres rasgos: (a) la persona percibe su incapacidad para encarar las demandas del entorno o las amenazas a su bienestar; (b) el responder ante la situación es relevante para la persona; (c) se producen cambios físicos, cognitivos y emocionales de los que se es conciente, caracterizados por un estado de ansiedad o depresión, inquietud, insomnio o palpitaciones y pérdida 38 gradual de la concentración y la creatividad, de la confianza y de tomar decisiones, todo lo cual constituye lo que normalmente las personas describen como “sentirse estresado”( Cox, Griffiths y RialGonzález, 2005; Parra, 2003). Como se ve, esta forma de ver el estrés permite explicar cómo ciertas condiciones que parecerían extremas a un observador no resultan estresantes para los trabajadores que las confrontan con éxito; o estresan a algunos, pero no a todos, por lo que el análisis de las transacciones entre persona y entorno es la clave para comprender el origen y evolución de un cuadro como este en las particulares circunstancias de crisis post-terremoto. Respecto de los factores que lo originan, el estrés se interpreta como producto de la percepción de intercambios desbalanceados entre las presiones del contexto y las estrategias y aprendizajes previos que la persona despliega frente a esos factores (Bryce, 2001; Cohen, 1998; Cox, Griffiths y Rial-González, 2005; Trucco, Valenzuela y Trucco, 1999). A esto se llama “estrategias de afrontamiento”(Cox, Griffiths y Rial-González, 2005; López-Cabañas y Chacón, 1999). Si una estrategia resulta efectiva, por ejemplo buscar ayuda de otros para cumplir tareas en un plazo anormalmente breve, la persona se siente nuevamente en una situación de capacidad y ajuste entre lo que puede dar y las demandas: cumple y experimenta la satisfacción por haber cumplido. Si el afrontamiento no resulta exitoso, deviene la experiencia de estar sobrepasado porque los esfuerzos resultan infructuosos. Por ejemplo, una de las estrategias de afrontamiento que se han estudiado frente al estrés agudo en personas con roles de ayuda es la despersonalización. Ésta se entiende como un aumento de la distancia psicológica con el usuario, que puede traducirse en un continuo desde la leve indiferencia hasta un extremo de relación deshumanizante con el otro, que tiene por fin el minimizar el sufrimiento que produce el contacto poco recompensante con ellos o la impotencia de no poder ayudarles (Freudenberger, 1974; Maslach, 1981; Gil-Monte, 1999). En las ocupaciones donde la capacidad del contacto personal cercano y deferente es relevante, un enfriamiento afectivo respecto del usuario se traduce en una reducción en la calidad de la atención que se les ofrece, toda vez que la empatía permite contactarse y así comprender mejor a las personas y lo que buscan. Además ese trato cercano suele ser fuente de satisfacción y sentido del trabajo para personas con vocación de servicio, sentido que se esfuma cuando se responde desde la despersonalización. Adicional- Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones mente, es normal en las organizaciones de ayuda que se tenga el trato empático dentro de las expectativas de rol, por lo que la frialdad se sanciona social o concretamente por jefaturas o compañeros. Desde todo punto de vista en este caso hipotético el afrontamiento resulta infructuoso, por lo que se eleva la experiencia de estrés agudo, en vez de disminuir: no se resuelven satisfactoriamente las exigencias del puesto. Si las condiciones de trabajo se mantienen constantes, es posible que el estrés agudo se vuelve permanente y aumenta el riesgo de evolucionar hacia una enfermedad ocupacional crónica de creciente popularidad: el burnout. Del estrés al burnout: los riesgos del riesgo prolongado Especialmente vinculada y estudiada en profesiones y ocupaciones de ayuda y salud como psicología, trabajo social, enfermería y profesorado, el burnout se define como un proceso de desilusión progresiva en el trabajo, que contrasta con un momento primero en que éste producía altos niveles de motivación, involucramiento e identificación emocional (Gil-Monte y Peiró, 1999; Gil-Monte, 2003; Freudenberger, 1974; Maslach, 1981, 2001, 2009; Pines en Schaufeli, Maslasch y Marek, 1993). Así como el estrés se define como la experiencia de sentirse sobredemandado(a) e impotente para afrontar efectivamente el contexto, el burnout se refiere a un proceso por el que tras vivir estrés agudo por períodos relativamente prolongados, el trabajo deja de aportar satisfacciones de tipo intrínseco, pierde sentido y produce sentimientos de desvalorización del puesto, del sí mismo, culpa y finalmente las consecuencias negativas más mencionadas: morbilidad psiquiátrica, interferencia con las actividades productivas y enfermedades somáticas gatilladas por factores psicológicos (Parra, 2001). Los síntomas más frecuentemente descritos en la literatura, y en su orden de aparición, son los siguientes: • Agotamiento emocional. Se refiere a una situación de agotamiento de la capacidad o de los recursos emocionales propios, una experiencia de estar emocionalmente agotado debido al contacto intenso y mantenido con personas a las que hay que atender. Se entiende entonces la centralidad del factor de riesgo en que se transforma el trabajo emocional en ocupaciones de ayuda, y más aún, en situaciones de emergencia (Gil-Montes y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981, 2001, 2009). • Baja percepción de logro o realización personal en el trabajo. Se refiere a la tendencia de los trabajadores en burnout a evaluarse negativamente en torno a la habilidad en la realización del trabajo y a la relación con los usuarios. Los trabajadores se sienten descontentos consigo mismo e insatisfechos con sus resultados laborales (Gil-Monte y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981, 2001, 2009). • Despersonalización. Se refiere al desarrollo de actitudes y sentimientos negativos, como el cinismo, hacia las personas destinatarias del trabajo. Dado un endurecimiento afectivo, se pierde la perspectiva de vulnerabilidad y se deshumaniza la forma en que el trabajador ve al usuario. Puede manifestarse en un trato duro, indiferente, el poner sobrenombres o motes para clasificar o identificar a las personas, y en el extremos más disfuncional, el trato humillante o vejatorio (Gil-Monte, 2009). Se le considera una forma de afrontamiento más bien tardía y como una respuesta para afrontar el estrés que las interacciones con estos usuarios gatilla (Gil-Montes y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2003; Maslach, 1981, 2001, 2009). • Culpa. Es el último de los síntomas en aparecer y se entiende como correlato ante la sensación de pérdida de contacto con los usuarios y de la calidad en los aportes, en contextos en que la expectativa de rol tiene que ver con el cuidado, la calidez, la vocación de servicio. Se ha observado que como modo de eludir o reducir la culpa se responde con un afrontamiento consistente en aumentos de horas y de compromiso, que si resultan infructuosos, agudizan los tres primeros síntomas, perjudicando y profundizando la evolución del cuadro (Gil-Montes y Peiró, 1997; Gil-Monte, 2009). Como efectos negativos a nivel organizacional, se ha estudiado que el burnout socava el buen desempeño y la calidad del servicio ofrecido por las personas que lo padecen y concomitantemente el desempeño del grupo; produce insatisfacción y déficit en el clima laboral; aumenta el ausentismo; deterioran las relaciones interpersonales y aumenta la disposición de renunciar el puesto de trabajo incrementando las tazas de rotación de personal (Freudenberger, 1974; Gil-Monte y Peiró, 1999; Gil-Monte, 2007; Wright y Copranzano, 1998; Pines, 1993 en Schaufeli, Maslasch y Marek, 1993; Maslach, Schaufeli y Leiter, 2001; Maslach, 2009). Estudios realizado en contextos profesionales específicos muestran por 39 Karin Roa ejemplo que las enfermeras que experimentan niveles más elevados de burnout proporcionaban, según los pacientes, niveles más bajos de cuidado (Leiter et al. 1998 citado en Maslach 2009), mientras que otro estudio descubrió que policías con altos niveles de burnout reportaban más uso de violencia en contra de la población (Kop et al. 1999 en Maslach, 2009). Habiendo explicitado las definiciones y desarrollos actuales en referencia al estrés y al burnout, se ofrece a continuación una caracterización de factores del entorno laboral con los que pueden interactuar los trabajadores en situaciones de crisis por desastre natural, y que han demostrado predisponer experiencias negativas en relación el entorno laboral de los profesionales de ayuda. Los desastres naturales como escenarios de crisis Desde la perspectiva de la salud mental, los desastres son fuentes de riesgo de estrés puesto que se viven como crisis vitales que alteran la vida cotidiana y que exceden la capacidad habitual de las personas para enfrentar problemas (Caplan, 1964). En términos del impacto psicosocial, es común que entre un tercio y la mitad de la población afectada sufra manifestaciones psicológicas, como producto de una sobredemanda en el ámbito individual, familiar y social (Organización Panamericana de la Salud (OPS), 2002, 2006). Entre las reacciones más frecuentes tras estos desastres están la ansiedad, la depresión y en casos algo más extremos, el síndrome de estrés post-traumático (OPS, 2002). Sin embargo, no por eso toda crisis se asocia con resultado patológico. Si las personas afectadas son capaces de encontrar, y el entorno es capaz de proveer, condiciones para construir sentimientos de confianza y procesos de defensa, maduración y adaptación, la crisis será un mal recuerdo, pero un recuerdo integrado sanamente a la biografía. Sin embargo, cuando las posibilidades de adaptación se ven sobrepasadas por los hechos , por la cuantía del deterioro físico, social o laboral, o por condiciones de vida precarizadas previamente, es posible que esas crisis pasen a constituir eventos traumáticos y estresantes y devenga de ello la experiencia de sufrimiento psicológico (OPS, 2006). Un factor que puede implicar riesgos adicionales de resultados negativos en la salud mental de la población es que la crisis se prolongue (OPS, 2006). En el caso de Chile, las réplicas tras el terremoto del 27 de Febrero se sucedieron hasta sesenta días después del terremoto, a razón de hasta cuatro por 40 jornada, tanto de día como de noche, manteniendo vigente el estado de incertidumbre y alerta en la población. Ello supuso además un incremento continuo del deterioro de la infraestructura, las dificultades de obtener ayuda y la desmoralización concomitante. Por otro lado, y asociado a la llegada del invierno, existe la posibilidad que para algunos grupos más afectados la crisis adquiera nuevo dramatismo, reflejadas en vulnerabilidades derivadas de la desprotección en vivienda, del surgimiento de enfermedades, etc. Entendida como un factor de riesgo de estrés, las crisis prolongadas desafían la capacidad de recuperación de las personas, demoran la elaboración de un nuevo estado de equilibrio y por ende exponen a la población a mayor riesgo de percepción de sobredemanda, que se sumana la necesidad de tener que seguir funcionando en aspectos básicos de la vida cotidiana. Como señales de ésta experiencia, es común el surgimiento de sentimientos de impotencia, desesperanza y agotamiento emocional, ansiedad y miedo, acompañados de un deterioro en la capacidad de reflexión y de toma de decisiones, que se vuelven características del funcionamiento en este estado de sobredemanda prolongada (OPS, 2006). Adicionalmente, y a diferencia de las crisis individuales, las crisis derivadas de desastres naturales imponen un escenario de apoyo y soporte social cualitativamente diferente. En situaciones de crisis individuales, las personas suelen contar con quienes les rodean para obtener apoyo, consejo, compañía, etc.. Sin embargo, tras un evento que afecta colectivamente a la población, es frecuente que se desorganicen o deterioren gravemente las redes sociales, toda vez que los miembros están afectados e impotentes frente a la situación de desastre y con mayor propensión a labilidad y conflictos interpersonales (OPS, 2006). Así, ésta es una crisis más solitaria que otras de corte personal, razón por la que las que ciertas estrategias de afrontamiento que se basan en la familia o la comunidad, en otras ocasiones disponibles, no funcionan. De la confluencia de estos factores se desprende la explicación del por qué aproximadamente un tercio de las personas, una vez transcurridos hasta seis meses del evento, no logran alcanzar un nuevo estadio saludable, evidenciando los efectos más estables y menos deseables de patología psicológica asociada. Es por ello que una respuesta efectiva para el manejo de la salud mental de la población debe extenderse por al menos un semestre, y preparar respuestas adecuadas para este momento. Esta descripción del estado de crisis general tras un Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones desastre natural se incluye como factor de riesgo para el estrés y burnout laboral porque en su mayoría las personas que se abocan a la ayuda social y de salud son parte de la población afectada. De hecho, se suele recomendar que la primera respuesta y los grupos de ayuda sean miembros de la comunidad, que conozcan el lugar, situaciones y aspectos culturales locales (OPS, 2002, 2006). El riesgo para estos trabajadores emerge precisamente del hecho que pueden iniciar labores de rescate o apoyo tras el desastre en condiciones en que comparten la misma situación subjetiva de crisis o duelo que el resto de la población, sus consecuencias, sus precarizaciones y los riesgos de enfermar. De allí que su capacidad de trabajar, de sobreponerse al efecto de estresores adicionales y específicos del entorno laboral (que a continuación se señalan) y de contener el sufrimiento de otros, puede verse debilitada tanto a corto, pero más preocupante aún, a largo plazo. Factores psicosociales de riesgo para los trabajadores Los factores psicosociales se definen como aspectos presentes en una situación laboral, relacionadas con el diseño y la organización del trabajo, con el contenido del puesto, con la realización de la tarea e incluso con el medio físico, que tienen el potencial de afectar al desarrollo del trabajo y de causar daño a la salud física, social o psicológica de los trabajadores (Cox, Griffiths y Rial-González, 2005; Gil-Monte, 2009). Tras el terremoto el escenario laboral en ciertas instituciones principalmente de ayuda, salud y seguridad pública puede haber cambiado para los trabajadores. A continuación se destacan algunos factores que tienen potencial de superar las capacidades de adaptación de los trabajadores y que, en algunos casos, persisten aún por meses tras ocurrido el evento crítico (extraído de Bryce, 2001; Cohen, 1998; OPS, 2002, 2006): • La obligación de mantenerse alejados de la familia por razones laborales, o desinformado del paradero de parientes o amigos. Puede ocasionar tensiones y recriminaciones por parte de familiares dado que el trabajador se ausentan en momentos de mucha incertidumbre, temen por su seguridad o necesitan de su ayuda (OPS, 2006). • Demandas de gran esfuerzo físico y mental, a veces sin soporte adecuado de agua y alimentos, sobreesfuerzos de largas jornadas sin descanso o de trabajo nocturno, no usuales (Bryce, 2001; OPS, 2002). • Deterioro del ambiente físico del trabajo. inmediatamente después del terremoto algunos profesionales de ayuda debieron comenzar a trabajar en condiciones precarias. Numerosos son los testimonios del trabajo en plazas, en carpas, en dependencias seguras pero ajenas, en ausencia de condiciones mínimas: sin su computador, fichas o carpetas, o lamentando la pérdida de información valiosa e irrecuperable, sin baño, sin lugar donde comer o con escases de agua. En el corto plazo, estas condiciones de trabajo pueden aceptarse como parte del anecdotario de actos sacrificados que vale la pena atesorar en los anales de la organización. En el mediano plazo, la falta de medios incomoda, e incluso impide el normal desarrollo de las funciones asignadas, pese a que las presiones por resultados no desaparecen proporcionalmente. En el largo plazo, esas nuevas condiciones pueden vivirse como poco tolerables, pudiendo interpretarse como una falta de estatus social en el trabajo. Alejados de condiciones de trabajo dignificantes, el riesgo allí donde persistan es que las personas terminan concluyendo que su trabajo, y ellos mismos, no son importantes, que no tienen relevancia. • Sobrecarga de trabajo. necesidad de cumplir con muchas tareas en forma rápida y pese a la falta de materiales, tiempo o información del puesto de trabajo. Se experimenta como la sensación de sobrecarga y de desequilibrio entre lo disponible y lo solicitado (OPS, 2002). La sobredemanda puede ser resuelta invirtiendo tiempo adicional y quitando tiempo a otros dominios de la vida, como la familia, con el consiguiente trastorno, cansancio e insatisfacción asociada. • Pérdida de control y certidumbre. Asociado a la sobrecarga, se manifiesta como sensación de haber perdido la capacidad de controlar aquello por lo cual se les está responsabilizando. Asimismo la falta de control puede devenir de los cambios en la organización o tipo de trabajo que deben desarrollar (Maslach, 2009) • Problemas en las dinámicas internas de equipo en torno a comunicación, solución de problemas, toma de decisiones, conflictos interpersonales, etc. (Maslach, 2009). Así, el contacto con compañeros y jefaturas se vuelve un factor adicional de tensiones e insatisfacciones, a la vez que obstaculiza el logro de metas. 41 Karin Roa • Interferencias en las funciones. propio de situaciones en que es necesario coordinarse o trabajar en equipo con personal con el que no se suele colaborar o con quienes se rivaliza en estilos o metas de trabajo (OPS, 2002). La llegada de voluntarios, personas de gobierno central, cuerpos de apoyo o medios de comunicación demanda adecuarse y desempeñarse con más observadores y más interacciones de lo usual y quizá en funciones nuevas, todo lo cual puede encontrar al trabajador poco preparado para hacer frente a ese desafío. • Trabajo expuesto a los medios de comunicación. tanto la operación como los resultados o las quejas de los usuarios aparecen exponiendo a los trabajadores y unidades de apoyo, principalmente en torno a quejas, demoras o fracasos de las gestiones (OPS, 2006) • Incomodidad en las funciones. Un aspecto importante, principalmente en el primer momento, se refiere a competencias para contener y manejar la consternación y el desborde emocional de la población a la que intentarán ayudar. Pero también cuando ya ha pasado tiempo tras el desastre, si hubo cambios en las funciones por necesidad de responder a nuevas demandas del entorno, la incomodidad del trabajador puede sobrevenir tanto por tener que realizar tareas para las que se sienten sobrecalificados como porque no se sienten preparados, exponiéndose a la frustración y al fracaso (OPS, 2002, 2006). • Ambigüedad en el rol. producto de muchos de los factores anteriores, los espacios de rol de las personas pueden desdibujarse momentánea o más permanentemente: en el contenido del trabajo, en los parámetros de cumplimiento y de evaluación. Se produce incertidumbre, y de ella la presión por afrontarla y por adaptarse (GilMonte, 1999; OPS, 2002). • Carencia de recompensas. no sólo de dinero o bonificaciones, sino más bien referido al reconocimiento de alguien (jefes, compañeros, la comunidad) de los esfuerzos adicionales y de la calidad del trabajo (Maslach, 2009). Todo lo anterior produce una situación en la que los trabajadores deben desplegar afrontamientos eficaces para volverse competentes rápidamente. Si eso no ocurre, la persona enfrenta un escenario nuevo en el que puede sentirse incompetente, y en combinación con una vocación de servicios, impotente. Si a lo anterior se añade la imposibilidad de eludir o modificar el trabajo, puede desplegarse un escena42 rio estresante porque no es tolerable pero tampoco tiene salida. Esta es la constelación de factores que considera la teoría explicativa del estrés llamada de “demanda-control”, sustentada principalmente por Karasek desde la década de los 70´s (en Cox, Griffiths y Rial-González, 2005; Karasek y Theorell 1990 en Maslach, 2009). Según ésta, un trabajo estresante sería más que un trabajo que produce sobredemanda: surge de una compleja interacción de factores situacionales del ambiente de trabajo, la cantidad de control que los individuos tienen sobre las demandas y su capacidad para responder a ellas (Caplan, 1998 citado en Parra, 2001). Sobrecargas en el trabajo emocional El trabajo emocional se define como el correlato de la interacción continua y por largos períodos entre el o la ocupante del rol laboral y los usuarios en áreas de protección social, salud, enfermedad y vulnerabilidad en general (Zapf, Seifert, Schmutte, Mertini, & Holz, 2001). Es el tipo de trabajo que es usual en algunas ocupaciones y profesiones, como lo son trabajadores sociales, psicólogas/os y enfermeras/os, profesores y también gendarmes y policías. Se trata de puestos de trabajo que evocan un constante y significativo emocionar, a la vez que requiere manejo de la expresión y reacción frente a esas emociones (Zapf y cols., 2001). Los requerimientos que hacen particular el trabajo emocional son básicamente tres: 1) una alta sensibilidad, que permita reconocer las emociones del usuario; 2) la capacidad de controlar la interacción, por ejemplo conteniendo y modulando la emoción en el otro con fines funcionales a la atención y a la ayuda; y 3) la capacidad de disonancia emocional, entendida como la habilidad de disimular ciertas emociones y conducirse o expresarse como si la emoción que se siente fuera otra, más funcional a las circunstancias (Zapf et al., 2001). El trabajo emocional se vuelve más demandante en los escenarios de crisis. En ellos los trabajadores de emergencia, de salud y de asistencia social se enfrentan a situaciones extraordinarias porque es más extenso el sufrimiento de personas y comunidades completas. Respecto de las poblaciones que estaban en pobreza o vulnerabilidad antes del evento, es frecuente que a las dificultades que pudieran haber experimentado en torno a participar e integrarse a redes de sustento, se añadan tras los desastres mayores limitaciones de acceso a servicios de emergencia, salud o aumente el riesgo de sufrir los efectos de un trato discriminatorio en la oferta de ayuda (OPS, 2006). También los enfermos, los ni- Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones ños pequeños y los adultos mayores pueden pasan a ser usuarios involuntarios de los sistemas de ayuda en estas circunstancias de mayor precariedad, y su sufrimiento suele causar cargas emocionales mayores (OPS, 2006). Eso ofrece un contexto en que cada trabajador deberá atender a más usuarios y los usuarios vendrán a ellos con mayores carencias o apremios que lo usual, que constituye un flujo al que los trabajadores no estarían acostumbrados. Estas condiciones exceden por mucho las circunstancias habituales de los trabajadores tanto cuantitativa como cualitativamente. Se suele asumir que estos profesionales están acostumbrados al dolor, las carencias o vulneraciones, pero es un error considerar que el volumen de carga emocional carece de relevancia (Zapf et al.; Bajoit, 2009). Finalmente, otra ruta por la que el trabajo emocional se vuelve más demandante es porque en estas ocasiones desaparece el “efecto amortiguador” (buffer effect) que las redes sociales brindan para la contención y desahogo, necesario para encarar con éxito las demandas normales del trabajo emocional (López-Cabañas y Chacón, 1999). Normalmente las personas que trabajan en auxilio de poblaciones vulnerables o vulneradas, cuentan con espacios familiares o de amistad para vaciarse, descargarse y recibir consuelo o consejo, tanto en casa como en el trabajo. En situaciones de crisis colectivas esos espacios pueden diluirse o desaparecer (OPS, 2002). Los cercanos pueden vivir sentimientos de desamparo y tristeza por sus propias pérdidas o fragilizaciones, por lo que las demandas de apoyo y contención se generalizan, dejando a estos trabajadores sin apoyos anteriores con los que contaban, o incluso siendo ellos demandados para asumir el rol de contención que se extiende, ahora, desde el trabajo a la casa o a los amigos. En estas condiciones, los requerimientos de la comprensión, contención y control de las emociones propias y ajenas pueden constituir un factor de riesgo de patologías psicológicas, toda vez que el trabajador sienta que es imposible hacer frente individualmente a situaciones condicionadas organizacionalmente por la crisis. En esas circunstancias, el filtro y el control emocional pueden reducirse, por lo que el trabajador se expone a las indeseables consecuencias de la fatiga emocional y sus correlatos conductuales: desánimo, labilidad, irritabilidad, trato poco adecuado y descarga descontrolada de las emociones. Su desempeño laboral, así, puede verse severamente afectado. Modificaciones en las condiciones y recompensas habituales de la relación de ayuda Se ha denominado como relación de ayuda a aquella que se realiza cara a cara entre dos personas o grupos, una con necesidades y la otra con las competencias o conocimientos para ayudarle (Bajoit, 2009, en imprenta). Se entiende como una relación asimétrica, justificada por la capacidad que tiene quien ayuda para otorgar asistencia al ayudado o para promover en el él/ellos el desarrollo y despliegue de recursos y potencialidades (Rogers, 1996). Bajo situaciones especiales, esta relación puede transformarse en otro espacio adicional para experimentar los efectos negativos de condiciones de trabajo poco adecuadas, suscitadas por la emergencia y arrastradas tras meses del desastre. La caracterización propuesta por Guy Bajoit de las dimensiones de análisis de la relación de ayuda (2009, en imprenta) permite visualizar estos efectos: La finalidad: la finalidad de toda relación de ayuda es ayudar a quien lo necesita, valga la redundancia. Pero en ocasiones como tras el terremoto, ese objetivo es alcanzado con dificultad o sencillamente no logra conseguirse. Las sobrecargas de la emergencia, el aumento en el número de personas en necesidad o la carencia de recursos para ofrecer soluciones hace que, en ocasiones, la finalidad de la relación de ayuda zozobre. El deseo de dar solución a demandas que son apremiantes y legítimas, puede chocar con la incapacidad del sistema para responder. Resulta frecuente que los primeros días tras un desastre la capacidad organizacional de municipios o servicios de ayuda sean bajas por falta de personal, de respuestas, de recursos. En esas circunstancias la relación de ayuda resulta de riesgo para el trabajador porque puede ser fuente de sensaciones de incompetencia (no sé hacer más) e impotencia (no puedo hacer más pero me importa no poder hacerlo). De allí que finalmente, lo que cansa no es el trabajar para la gente, sino el no poder ayudarles (Pines, en Schaufeli, Maslach y Mareck, 1993). Las contribuciones: como ya se dijo, pese a ser una relación asimétrica, es necesario que ambas partes de la relación de ayuda pongan una parte: quien ayuda pone soluciones, materializadas en cosas, conocimientos o servicios que debieran ser ofrecidas con deferencia y buen trato; quien es ayudado debe poner al servicio de la relación su capacidad para recibir pero también para facilitar el proceso de ayuda, y en un extremo deseable, para expresar 43 Karin Roa genuina gratitud y reconfortar al trabajador en su anhelo de haber mejorado las condiciones de vida de quien acudió en busca de ayuda (Bajoit, 2009, en imprenta). Cuando todo el sistema se recarga, las posibilidades de responder son bajas y la paciencia y comprensión del público van disminuyendo con el paso de las horas, por lo que la relación de ayuda puede esfumarse. La nueva relación se traduce en una relación de conflicto, de ataque y defensa y finalmente en una mala experiencia, que priva al trabajador de las recompensas y gratificaciones de su labor. Las retribuciones y remuneraciones: esta dimensión puede analizarse en dos flancos. El primero dice relación con el hecho que, muchas veces, la mayor retribución que las relaciones de ayuda producen en los trabajadores es la percepción de trabajo bien hecho y de la meta propuesta lograda: ayudar a las personas y ver que mejoran es de por sí recompensante, que se traduce en un satisfactor intrínseco asociado al trabajo (Ferreiro y Alcazar, 2002). Pero este rasgo propio de las personas con vocación de servicio no impide que también aspiren a otra fuente de satisfacción, como es el reconocimiento (concreto o simbólico) y agradecimiento de jefes, compañeros y también de los usuarios, entendidos como satisfactores extrínsecos que reemplazan a otros que no suelen ser accesibles, como sueldos abultados, bonos o aumentos de salario (Ferreiro y Alcazar, 2002; Maslach, 2009). En el caso del terremoto en Chile, se produjeron sobre esfuerzos y esfuerzos por parte del personal de emergencia, salud y ayuda tildados de heroicos entre las comunidades y los medios de comunicación. Algunos de esos gestos recibieron reconocimiento social en la prensa y televisión, y en ocasiones también por parte de los usuarios, jefes o compañeros de trabajo. Pero si eso no ocurrió, puede haberse producido frustración, puesto que la especial sensibilidad al reconocimiento social es un rasgo frecuente en las profesiones de ayuda (Bajoit, 2009, en imprenta; Maslach, 2009; OPS, 2002). Explicado por medio de teorías organizacionales de la motivación, un desbalance negativo entre el aporte desplegado (se dio más de lo comprometido) y la recompensa percibida (se recibió menos de lo esperado) da como resultado la frustración en el trabajador (Lawler, 1983; Walster et al. 1973 y Siegrist 1996, en Maslach, 2009). Como acción correctiva, lo que puede ocurrir luego es que el trabajador responda al desbalance con una aportación menor que rectifique el desbalance percibido. Lo que se observará entonces es un trabajador que reduce su 44 motivación, que disminuye su contribución, que aparece como incomprensible e injustificado cuando no se ha tenido en cuenta que su origen pudo estar en las ofertas de sentido y recompensa que la organización pone a disposición del trabajador. El impacto de las fuentes de riesgo post terremoto en la salud a través del rol de la identidad Tanto desde la perspectiva psicológica como sociológica, las organizaciones constituyen sistemas sociales conformados por roles relativamente estables, que enmarcan los puntos de referencia y observación de los trabajadores, así como las relaciones sociales que entablan desde ese espacio laboral (Cohen, 1998). Los roles enmarcan no sólo comportamientos, sino espacios de experiencia con que las personas significan y observan lo que hacen, las interacciones con los usuarios, otros pares o con la organización, todo lo cual constituye una parte del quién soy. Con ello se hace énfasis en la idea que los roles son contextos sociales creados en las organizaciones que las personas viven como espacios de “realidad”, desde los cuales se entiende y se narra una respuesta al quién soy laboralmente hablando, que para autores como McLean y Pasupathi, constituyen la identidad narrativa del trabajador (Hammack, 2008; McLean, Pasupathi, & Pals, 2007; Pasupathi, Mansour & Brubaker, 2007; Pasupathi, McLean y Weeks, 2009). Desde este punto de vista se verá a la organización, al escenario que constituyen para el trabajador y a los factores psicosociales de riesgo y de protección como enmarcamientos organizacionales en los que la persona se definirá, se leerá a sí misma y a su rol. De allí que la consecuencia que puede derivarse tras un tiempo trabajando en unas malogradas condiciones laborales, es que los trabajadores concluyen que lo que han aportado vale poco (porque no tiene éxito reconocido), el objeto de su dedicación vale poco (la ayuda) o el puesto de trabajo vale poco (Pines, 1993 en Schaufeli, Maslach y Mareck, 1993). Esta conclusión puede producir un leve sinsabor o reacciones de sufrimiento más extremas. En éste último caso, desvalorizando su rol laboral, las personas terminan desvalorizándose también a sí mismos. Como bien señalaba Pines (1993), “los estresores organizacionales que implican condiciones insatisfactorias para trabajar no sólo estresan porque impiden que la persona se sienta competente y exitoso en lo que hace, sino porque envía el mensaje implícito que lo que hacen es insignificante” (Pines, 1993 en Schaufeli, Maslach y Mareck, 1993, p. 37). Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones Estrés, estresores y respuestas organizacionales Como ya se vio, definido al modo transaccional el estrés denomina una respuesta patológica en relación con la vivencia subjetiva de unas condiciones laborales sobredemandantes, que puede producir a corto y mediano plazo el síndrome de estrés agudo, y en el largo plazo y tras la configuración de estrés crónico, un potencial proceso de burnout. Desde esta interpretación resulta poco funcional intentar establecer quién debiera cargar con la responsabilidad de remediar las consecuencias que de ello se derivan. Esto contrasta con interpretaciones, vigentes aún hoy entre algunas jefaturas y organizaciones, donde el estrés se ve como un problema de debilidad individual y una carga que el trabajador “trae desde la casa”, olvidando u obviando el hecho que la organización también determina situaciones que son contexto psicológico e identitario de las personas, y obviando que será la organización quien reciba las consecuencias en la salud de esas interacciones. El asunto más bien debe observarse desde la cualidad de la experiencia más que desde la cantidad de influencia. Saber que el trabajador a vivido situaciones personales estresantes (en escenario donde no hay crisis adicionales) no es impedimento para que las instituciones asuman que ciertos factores organizativos contribuyen a dificultar el desempeño laboral al trabajador. Lo mismo cabe decir hoy, a cuatro meses del evento que remeció al centro-sur de Chile: el terremoto generó una serie de consecuencias, como ya se observaba en relación a deterioro físico, modificaciones de la organización del trabajo, de la cantidad de trabajo y sus efectos en la cuantía del trabajo emocional y en la relación de ayuda. Sin embargo, la organización tiene pese a todo un espacio insoslayable de acción que poner a disposición de los trabajadores, a partir de ahora si no lo ha hecho antes, para crear unas mejores condiciones para la recuperación de la calidad de vida laboral que su personal pudo haber perdido. De acuerdo con lo anterior, las actividades de prevención y las que apuntan a facilitar la recuperación paulatina de la salud en el trabajo requiere de análisis y adquisición de competencias de todos los actores involucrado, con el fin de influir en algunas dimensiones organizacionales. Reconocer que las reacciones de estrés agudo pueden ser normales frente a situaciones de crisis y cambio. Las organizaciones deben legitimar la experiencia de sufrimiento que sus trabajadores pueden estar vi- viendo, sea en privado o en público, aún cuando se crea (erróneamente) que ya ha pasado mucho tiempo. La literatura especializada reconoce que muchos de los efectos acumulados más perniciosos para la salud pueden comenzar a evidenciarse tras seis meses del evento crítico (OPS, 2006). Si en las organizaciones las jefaturas asumen que ya todo volvió a lo de siempre y desnormalizan o descontextualizan las reacciones perdurables de estrés laboral, aislarán al trabajador en una interpretación que responsabiliza únicamente a la persona de su padecer, dando comienzo a una experiencia subjetiva peor de la que venía forjándose. Es necesario el reconocimiento de la organización de la realidad y normalidad de las reacciones de estrés que tienen su punto de partida (y quizá de llegada) en el desastre natural vivido. Adicionalmente resulta beneficioso crear entornos donde se reconoce explícitamente que las alternativas de reacción van desde la sana adaptación hasta las reacciones patológicas. Sólo así se creará el clima de confianza y respeto que hace falta para abrirse a interpretaciones y significaciones menos dañinas de la experiencia (no soy el único, no soy un raro/a o un débil). Recuérdese que el estrés es el correlato psicológico de sentirse en sobrecarga, ansiedad y desesperación, por lo que si el contexto acepta y legitima esas reacciones como normales, se sientan las bases para una evaluación individual más benigna, menos estresante. Reconocer el trabajo realizado en esas condiciones y no sólo el trabajo extraordinario. Pese a que felicitar y realizar un reconocimiento del trabajo bien hecho tiene más efecto en el momento mismo del desempeño, nunca es tarde para realizar actos de refuerzo y agradecimiento por lo que estos profesionales de ayuda hicieron por sus comunidades, pese a sus propios miedos y pérdidas en ese momento. Estos profesionales trabajan en ámbitos que normalmente tiene escaso estatus social, salarios poco atractivos y pese a ello encuentran compensación en el servicio que prestan a otros. De allí que sean sensibles, como se dijo, a las muestras de gratitud o de visibilización de los esfuerzos que desplegaron o han desplegado, principalmente el que viene de las jefaturas (GilMonte, 1999; Maslach, 2009, OPS, 2002). Si fuera posible realizar compensaciones concretas o pecuniarias aún mejor, pero al menos debieran hacerse gestos socialmente significativos, que además provengan de la institucionalidad de la organización y no sólo como gestos independientes e individuales de algunas jefaturas. Aumentar capacidades individuales, grupales y organizacionales. Cuando una situación desborda la 45 Karin Roa capacidad de respuesta adaptativa de la población, se necesita aumentar y diversificar las herramientas de las personas de afrontar esos hechos. Tras el reconocimiento es importante que las organizaciones provean a sus trabajadores de capacitación y entrenamiento en el desarrollo de estrategias de afrontamiento, tanto individuales como grupales, para hacer frente a las fuentes de estrés, pero también para que puedan incorporar en forma integrada y positiva la nueva normalidad. Nada más dañino que intentar, tras pocos meses de ocurrido el terremoto, discursos de “aquí no ha pasado nada” o de “ya hemos vuelto a la normalidad” porque, en estricto rigor un desastre es algo tras lo cual nunca nada vuelve a ser como era. Aceptar los puntos de no retorno y aprender a cambiar aquello que aún se pueda (y distinguir entre lo uno y lo otro, como reza el dicho) son los primeros pasos de una adaptación psicológica madura y exitosa. Y también los pasos que daría una organización saludable y proectora de sus trabajadores. Cursos de capacitación que aumenten el repertorio de afrontamiento emotivo, cognitivo y conductual de los trabajadores y jefaturas; entrenamiento en el reconocimiento de factores protectores y estresores psicosociales presentes y finalmente la manera de actuar frente a ellos, fundan las bases de una mayor capacidad organizacional para aprovechar los recursos y oportunidades que pueden ponerse a disposición del cuidado de la salud ocupacional. Re-enmarcar los nuevos roles y referencias. Cuando el cambio en las condiciones en que se desarrolla el trabajo modifican el rol, las fuentes de recompensa o la posición social relativa, se produce un alto grado de incertidumbre respecto de qué debo hacer y de quién soy laboralmente hablando, que pueden transformarse en un elemento que predisponga efectos psicológicos negativos (Cohen, 1998; GilMonte, 1999). Una manera de evitar el potencial de daño de este aspecto sobre la experiencia del trabajador es enmarcar organizacionalmente ese cambio lo antes posible en al menos cinco dimensiones: (1) en el tiempo (cuánto tiempo durará); (2) en su evolución (qué situación viene después); (3) recompensas concretas y simbólicas (incentivos u oportunidades derivadas del cambio de situación); (4) posición relativa en torno a otros (si hubo cambio en jefatura a la que reportar, en quién se considera par o compañero de equipo o en torno a los subalternos) y (5) Nuevas metas o resultados que se esperan de sus gestiones en el trabajo (para evitar la sensación de fracaso que puede sobrevenir a una mala compren46 sión de las expectativas que se tienen de sus logros y de su puesto). El proveer certidumbres en al menos estas dimensiones es el rol del liderazgo en las organizaciones, por lo que resulta adecuado ejercerlo para disminuir una fuente de estrés en el trabajo. Diagnóstico de necesidades especiales. Frente a las dudas personales respecto del grado de normalidad o patología psicológica de una persona, lo indicado es realizar diagnósticos profesionales. Esto, con el fin de evitar los sesgos optimistas (no debo estar tan mal o ya se me va a pasar sólo) o pesimistas (no saco nada con hacer algo, nada va a mejorar) en situación de aislamiento en el que no puede desconfirmarse ninguna de los dos sesgos. La gran mayoría de las personas pueden encarar los procesos de adaptación de manera autónoma, con el apoyo y ayuda de familiares, amigos, compañeros. Sin embargo, si tras pasar los meses la persona no se siente conforme con su estado de salud o con la calidad de su entrega en el trabajo, la familia o la comunidad (porque sentirse como antes no resulta realista), es de suma importancia realizar un diagnóstico y recibir prescripción de tratamiento. Supervisión atenta. Es sabido que las jefaturas cumplen una función relevante en torno a la gratificación y realización en el trabajo, puesto que son quienes controlan el acceso a satisfactores de diverso origen, pero también porque pueden restringir el acceso del trabajador hacia ellos (Ferreriro y Alcazar, 2002). Dentro de los satisfactores intrínsecos el explicitar el valor del trabajo desempeñado por el trabajador, en todo aquello que se pueda valorar, funciona como fuente de retroalimentación positiva y de recompensa simbólica. Al contrario, la falta de reconocimiento se lee como indiferencia y minusvaloración del desempeño alcanzado. En lo extrínseco, el ofrecer condiciones de trabajo que señalen la dignidad y relevancia del trabajo también resulta protector para el trabajador. Si bien en ocasiones se trata de un problema de disponibilidad de recursos, en otras requiere más bien de intencionar la administración de recursos y eliminar fuentes evitables de estrés del entorno físico que deben comprenderse como inaceptables. Otro aspecto al que debe prestar atención una supervisión intencionada para mejorar la adaptación al trabajo tras el terremoto es a las secuelas psicológicas y su correlato conductual. Las reacciones al estrés, al miedo, la tristeza y al mismo burnout pueden verse diferente en las personas: es más frecuente que las mujeres lloren frente a la tristeza, pero los hombres se vuelven más irascibles bajo su influjo; la despersonalización en el trato que apa- Estrés y el burnout como riesgos en los escenarios laborales después de la emergencia: conceptualizaciones y ejes de análisis para la gestión preventiva en las organizaciones rece en unos como humor negro y sarcasmo hacia el usuario, en otros aparece como frialdad e indiferencia. Asimismo, las tensiones en las relaciones de equipo, el aislamiento y la elusión de contacto con compañeros y usuarios que antes solía producir placer y bienestar pueden señalar estados de ensimismamiento defensivo frente a las características aversivas en el ambiente laboral. Este darse cuenta de las jefaturas permite diseñar, con participación del trabajador, planes de afrontamiento orientados a favorecer la paulatina adaptación a las funciones y roles, pero también la adecuación del trabajo al trabajador. Éstas intervenciones deben estar orientadas por evidencia empíricamente validada, y diseñadas para responder a factores psicosociales específicos detectados en diagnósticos llevados a cabo con tal objetivo (Vega, 2009). A modo de conclusión Era deseo en este artículo mostrar la faceta en que la organización constituye un espacio de realidad psicológica relevante para los trabajadores, y cómo ese espacio puede volverse, tras desastres como el vivido en Chile, una realidad agobiante. Bajo las definiciones utilizadas de estrés y burnout como patologías de origen ocupacional, las organizaciones se ven interpeladas en su doble rol de prevenir la influencia de factores psicosociales de riesgo pero también de promover la salud, a través de la gestión cotidiana de las personas, de sus roles, de los recursos físicos, de las reglas y de la institucionalización de modos de funcionamiento que estén a la altura de la magnitud del estresor que se impuso para todos tras el 27 de Febrero. Las ocupaciones y profesiones de ayuda son tanto una necesidad social de primer orden como un una vocación y líneas de un relato al interior de la identidad. Y es probable que sigan siéndolo. Es por ello que encuentra sentido y justificación una apelación a esas organizaciones de ayuda, de salud, de emergencia y de seguridad ciudadana por involucrarse activamente en poner a disposición de sus trabajadores los incentivos, psicológicos y materiales, que alimenten de gratificaciones esos relatos y experiencias. Finalmente, y en una perspectiva de promoción de la salud, es de importancia permitir al trabajador hacerse dueño de sus circunstancias, entendiendo que el trabajo y la organización como sistemas sociales también son una realidad de las que ellos participan. En nombre de esa perspectiva, cualquier desarrollo y apuesta técnicamente bien hecha tendrá el efecto de aumentar la capacidad de la organización para encarar su misión con éxito, pese a los ineludibles efectos de los desastres naturales que periódicamente desafían la capacidad de asombro, de resistencia y de adaptación. Bibliografía Bajoit, G. (2009). Pour une sociologie de combat. En imprenta. Bryce, C. (2001). 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ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 47-54 Los adultos mayores como un recurso en la reconstrucción del país Elderly as a resource in the national reconstruction Claudia Reyes Claudia Reyes es doctora en Ciencia Política de Washington State University, Estados Unidos. Actualmente es académica de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su dirección electrónica es [email protected]; su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul - Campus San Joaquín. Resumen En este estudio se analizan los resultados de una encuesta aplicada a los habitantes de las comunas de Hualañé y Curepto posterior al terremoto 2010. Los resultados muestran que un sector de adultos mayores de 60 años se encuentra en situación de vulnerabilidad, pero que al mismo tiempo son un recurso relevante para la comunidad en lo que se refiere a su reconstrucción. Palabras claves. Adulto mayor, vulnerabilidad, pobreza, ruralidad, potencialidades adulto mayor. Abstract This study analyzes the results of a survey applied to the inhabitants of the Curepto and Hualañé communities post-earthquake 2010. The results report that a group of elderly people, over 60 years old, live under vulnerable conditions, however, at the same time, they are an important resource for the reconstruction of their community. Keywords. Elder, vulnerability, poverty, ruralty, potentiality elder. Antecedentes A siete días de ocurrido el terremoto del 27 de febrero de este año, un equipo interdisciplinario conformados por profesionales y estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile de las carreras Construcción Civil, Enfermería, Ingeniería, Medicina, Trabajo Social, Geografía, Sociología, Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos se establecieron en la Región del Maule, para conocer los efectos del evento sísmico en las comunas de Curepto y Hualañé. La visita tuvo como objetivo el apoyar a los municipios en la situación de emergencia y en la elaboración de un proyecto de reconstrucción basado en los daños ocasionados. En el ámbito social, los objetivos de este operativo se centraron en identificar el estado de afectación de las familias como consecuencia del terremoto, detectar sus recursos y activos ante esta situación, e intervenir de manera directa y focalizada en grupos vulnerables. Para lograr estos objetivos se diseñó una encuesta para ser aplicada al grupo familiar. La administración del instrumento fue realizada por estudiantes y profesores de la Escuela de Trabajo Social en el lugar de residencia de las familias de las comunas de Curepto y Hualañé. Los resulta- dos de este levantamiento de información develan una situación crítica en que se encuentra un grupo de adultos mayores residentes en estas comunas. Este resultado podría ser el reflejo de un posible factor que puede dificultar la reconstrucción, particularmente en los sectores más dañados de otras localidades rurales del país. El Censo 2002 (INE, 2003) reporta que la Región del Maule cuenta con 908.097 habitantes, de ese total un 11,62% son mayores de 60 años. Si bien esta cifra se asimila al porcentaje de adultos mayores del país (11,4%), estos porcentajes se elevan en las comunas en estudio. En Curepto el 18% (1.946 casos) de la población es mayor de 60 años y en Hualañé corresponde al 14,21% (1.384 casos). Estas cifras indican que prácticamente 2 de cada 10 habitantes son mayores de 60 años. El informe emitido por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Forttes y Masaad, 2009), sobre la situación del adulto mayor en Chile, devela que un cuarto de los hogares en Chile dependen económicamente de un adulto mayor de 60 años. Este segmento social cuenta con ingresos más bajos producto de su jubilación, y deben enfrentar gastos en salud como medicamentos y atención médica, 49 Claudia Reyes reduciendo su poder adquisitivo. La capacidad de ahorro es prácticamente nula y no tienen un fácil acceso a créditos de consumo. La Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN, 2006) agrega otros elementos descriptivos de los adultos mayores en el país, que son reveladores de la situación socioeconómica que ellos viven. Alrededor del 30% de la población mayor de 60 años participa del mercado de trabajo y prácticamente la mitad de las personas mayores (43,8%) no ha completado sus estudios de enseñanza básica. Esta situación claramente refleja que las rentas de jubilación de este segmento corresponden a oficios de carácter terciario de bajos ingresos. Esta misma encuesta ha constatado que en la medida que aumentan los años de estudios también aumentan los ingresos al hogar, y viceversa. Claramente estos antecedentes deben ser considerados en los proyectos de reconstrucción. Más aún, el estudio realizado por CELADE - CEPAL (2006) señala que la Región del Maule presenta la tasa de analfabetismo más alta del país (24,5%), entendiendo que el mayor porcentaje de la población analfabeta se encuentra concentrada en las personas de avanzada edad. Las diferencias en género de los adultos mayores no sólo son visibles en las expectativas de vida más altas en mujeres como lo demuestra el CENSO 2002 (INE, 2003), sino también en la participación activa en la fuerza laboral de los hombres (43%) por sobre las mujeres (27,6%). La participación laboral de ambos sexos decae en la medida que avanzan en edad, este fenómeno puede ser atribuido a las condiciones de salud más precarias y las preferencias del mercado por contratar a población más joven en edad. Nieves Rico (2003) detectó que las mujeres mayores se encuentran en una situación más desventajosa que los hombres, en términos de que muchas no reciben ingresos propios, o no cuentan con pensión ni jubilación. En el caso de las mujeres que poseen una pensión sus rentas a lo largo de su vida activa laboral, tienden a ser más bajas que las de los hombres, situación que ha impactado sus jubilaciones en los mismos términos. A pesar de que las mujeres presenten mayores expectativas de vida que los hombres, y por lo tanto, requieren de ahorros previsionales que les permitan proyectar más años de vida. La encuesta CASEN (2006) arroja que 15,7% (329.252) de las personas mayores de 60 años habitan en zonas rurales y 84,3% (1.771.126) reside en zonas urbanas. Si bien, el segmento de personas mayores que residen en zonas rurales es menor que aquel que vive en zonas urbanas, el informe del SE50 NAMA 2009 (Forttes y Massad, 2009) refiere a los factores que hacen más vulnerable a la población de personas adultas mayores residentes en zonas rurales. Esto es, según el Fondo Internacional del Desarrollo Agrícola de 1993 el aislamiento geográfico, la falta de acceso a las comunicaciones, como los bajos niveles de educación son algunos de los factores que negativamente favorecen que estas personas se encuentren en una condición más vulnerable. En los sectores rurales, las personas no cuentan, necesariamente, con medios de locomoción pública que faciliten su desplazamiento, incluso en el mismo radio del pueblo. A este aspecto se le suma la dificultad de desplazamiento de las personas de avanzada edad, quienes se pueden ver impedidas de movilizarse por sí solas para acceder a los servicios como salud, pagos de servicios básicos entre otros. En el caso de las comunas en estudios, Curepto y Hualañé, la locomoción colectiva tales como taxis es limitada. Más aún, es escasa la posibilidad de que los adultos mayores logren financiar dicha locomoción, en virtud a sus ingresos. Este aspecto se torna crítico al analizar los resultados sobre proyección de población realizado por CELADE-CEPAL (2003) en donde se indica que se proyecta un decrecimiento progresivo de la población joven en sectores rurales del país, producido por la tendencia de los adultos jóvenes a migrar hacia las zonas urbanas. Esto último conlleva a que los adultos mayores sean un segmento cuya presencia aumente progresivamente en sectores rurales, y que cuenten con menos recursos en términos de la asistencia de sus familias, en materia de cuidados y económicos. El equipo conformado por Arquitectura y Construcción Civil de la Pontificia Universidad Católica de Chile en el Informe Ejecutivo Operativo HualañéCurepto (2010), reportó que de un total de 1.040 viviendas evaluadas en la comuna de Hualañé, 8,5% viviendas no son habitables, 13,5% en peligro de colapso y 16,2% con uso restringido. En el caso de la comuna de Curepto la situación fue más severa, dado que de las 880 viviendas evaluadas 9,3% viviendas no son habitables, 19,6% en peligro de colapso y 25,4% con uso restringido. Considerando estos antecedentes generales, se analizan los resultados obtenidos de las encuestas aplicadas en las comunas de Curepto y Hualañé pertenecientes a la Región del Maule. Metodología La encuesta estuvo compuesta por seis ítems que contemplaron la caracterización del grupo familiar, las condiciones de habitabilidad después del terre- Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país moto, la atención de salud para grupos vulnerables, propiedad de la vivienda, recursos de los que dispone la familia después del terremoto y situación de futuro respecto a la condición de la vivienda. El instrumento describió la situación de los integrantes de un grupo familiar en particular. La encuesta fue aplicada en el domicilio de cada una de las familias seleccionadas. Un total de 1.429 encuestas fueron utilizadas en el análisis. Los antecedentes recopilados representaron al 30% de la población de ambas comunas. Para efectos del análisis de los datos, se utilizó el concepto de jefe de hogar definido por la FAO (1996), que señala que el “Jefe del hogar es la persona que se designa a sí misma como jefe o que es designada o reconocida como tal por los demás miembros del hogar”. Esta definición entrega elementos de cómo la familia se organiza internamente para identificar su jefe de hogar, el cual puede o no estar ligado al poder adquisitivo que éste pueda llegar a tener. El foco de análisis de datos se sitúa en el segmento de adultos mayores de 60 años residentes en las comunas en estudio. A fin de poder interpretar los datos cuantitativos, se agregaron antecedentes recogidos por las entrevistas sostenidas con dos mujeres mayores de 65 años, las cuales efectuaron un relato de su situación actual, posterior al evento sísmico. (463) mayores de 65 años. De modo que, de los hogares encuestados, cerca de la mitad de los jefes de hogar son mayores de 60 años (Gráfico 1). Si bien es cierto, la tendencia cultural lleva a creer que los jefes de hogar sean mayoritariamente hombres, en el segmento de adultos mayores de 60 años, la distribución por sexo fue muy similar, siendo el 21,5% mujeres y 22,1% hombres de un total de 600 casos (Gráfico 2). Se observa que la presencia de las mujeres jefas de hogar menores de 60 años es prácticamente 4 de cada 10 personas. Alejado de la creencia popular, la representatividad de las mujeres como jefas de hogar se aprecia claramente, a pesar de encontrarse insertas en un sector rural. Otro de los datos que destaca, es el porcentaje no menor de personas mayores de 60 años que viven solas, particularmente al considerar que residen en un sector rural, en donde el sistema de locomoción pública limita su desplazamiento y la presencia de los servicios públicos es limitado (Gráfico 3). Otra proporción, también importante de personas mayores (aproximadamente 30%), sólo vive con una única persona (Gráfico 3). Estos antecedentes son de importancia, ya que develan que un porcentaje importante de personas mayores depende de terceros para poder resolver situaciones de su rutina diaria. Esto cobra particular relevancia al observar el estado de salud de este grupo social, el cual, requiere de tratamiento médico permanente y 76% de ellos demanda algún tipo de atención médica (Gráfico 4). Cabe destacar que las enfermedades Resultados Los resultados muestran que 43,7% (601 casos) de los jefes de hogar son mayores de 60 años, y 31,1% Gráfico 1 Distribución porcentual de los jefes de hogar en función de su edad en las comunas de Curepto y Hualañé (N=1.375) EDAD JEFE DE HOGAR 31,1 66 y más 12,6 60-65 20,5 Edad 51-59 19,6 41-50 13,0 31-40 26-30 21-25 2,2 0,9 0 5 1015 20 25 3035 Porcentaje 51 Claudia Reyes Gráfico 2 Distribución porcentual de jefes de hogar en función de la edad y sexo en las comunas de Curepto y Hualañé (N=1.373 para los menores DE 60 años de edad; N=600 para los mayores DE 60 años de edad) EDAD SEGÚN SEXO 62,0 Menores 60 años Mayores 60 años 37,8 Hombres Mujeres 22,1 21,5 020406080 Porcentaje crónicas que más destacaron fueron hipertensión arterial (35,5%), diabetes (9,9%) y enfermedades broncopulmonares (3,9%). Dentro de las enfermedades crónicas que más destacan son hipertensión arterial (35,5%), diabetes (9,9%) y enfermedades broncopulmonares (3,9%). En las entrevistas sostenidas con dos personas mayores de 65 años, ellas indican su gran dificultad para desplazarse a fin de acudir a los servicios de salud. Una de ellas depende de la voluntad de vecinos que le ayudan con en el pago de cuentas, retiro de medicamentos y asistencia a controles de salud. Situación que se torna crítica, al tener en antecedente, que el equipo de profesionales encargado de la evaluación de daño de vivienda e infraestructura reportó que el Hospital de Hualañé tuvo un daño considerado como severo con riesgo de colapso en la zona de construcción de adobe, la cual no puede ser habitada. Por lo tanto, el hospital de campaña implementado, posterior al terremoto, suple esta necesidad. Cabe señalar que las dos personas entrevistadas destacan positivamente la presencia de Gráfico 3 Distribución porcentual de los adultos mayores de 60 años en función del grupo familiar acompañante en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 597) MAYORES 60 CON QUIÉN VIVE Vive solo/sola 19,1% Vive con más de una persona 50,6% 52 Vive con una persona 30,3% Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país Gráfico 4 Distribución porcentual de los adultos mayores de 60 años en función del estado de salud en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 594) ESTADO SALUD MAYORES 60 AÑOS Presencia de enfermedad ó lesión 16% Postrado 1% Sano 24% Enfermedad crónica 57% Discapacidad 2% los servicios ofrecidos por el hospital como fundamentales para sus requerimientos de salud. Otro aspecto que se observa en las entrevistas es el hecho de que ambas entrevistadas pasen largas horas del día sentadas sin ningún tipo de actividad, situación que podría cronificar su deterioro. Una de las entrevistadas vive sola, puesto que sus hijos migraron a la ciudad, manteniendo contacto esporádico con ellos, a pesar de su imposibilidad de poder desplazarse por sí misma sus hijos la visitan escasamente. La otra persona entrevistada reside con un hijo que tendría problemas de consumo problemático de alcohol, cuyo apoyo es de tipo ocasional. En ambos casos, se observan condiciones de vivienda deterioradas, no asociadas al terremoto, sino a sus condiciones higiénicas y a la ausencia de manten- Gráfico 5 Distribución porcentual de los adultos mayores DE 60 años en función de su actividad laboral en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 595) ACTIVIDAD LABORAL MAYORES 60 AÑOS 68,2 Jubilado/pensionado Buscando trabajar En labores de hogar Trabajando 5,2 9,2 15,8 020406080 Porcentaje 53 Claudia Reyes Gráfico 6 Distribución porcentual de los adultos mayores a 60 años en función del nivel educacional en las comunas de Curepto y Hualañé (N= 586) NIVEL EDUCACIONAL MAYORES DE 60 AÑOS Técnico o superior completa Técnico o superior incompleta 6,3 0,7 7,5 Media completa Media incompleta Básico completa 4,8 11,4 Básico incompleta Sin estudio 54,1 14,3 0 10 2030405060 Porcentaje ción de la infraestructura, tanto por no contar con recursos económicos propios que les permitan repararla y/o mantenerla. De un total de 573 casos de adultos mayores de 60 años, un 20,2% señala presentar malestar psicológico, y 6,4% tuvo algún tipo de lesión física. Esto indica que, a lo menos un cuarto de este grupo etario se ve directamente afectado por los estragos producidos por el evento sísmico. Estos antecedentes deben ser considerados en lo que refiere a la atención en salud e intervención de trabajo social. Coincidentemente con lo que señala el informe emitido por SENAMA, un grupo no menor de personas mayores de 60 años, se encuentra trabajando o bien en busca de trabajo. Estas cifras decaen en el grupo de mayores de 65 años, quienes sólo un 7% trabajan y un 4% se encuentran en búsqueda de trabajo. Este antecedente indica que ellos efectivamente siguen otorgando aporte económico al grupo familiar de pertenencia. Al indagar respecto del tipo de oficio que ellos ejercen de 110 casos, 64,5% señalan ocuparse en trabajos de carácter terciario. Un 11,8% son profesores, 7,3 % empleados municipales y 13,6% comerciantes. Estos resultados coinciden con los 54 hallazgos de la encuesta CASEN 2006, en donde la población de rentas menores continúa trabajando para reducir el impacto de la disminución de las rentas por concepto de jubilación. Al indagar respecto al nivel de educación los resultados muestran que el 84,6% no concluyeron sus estudios de educación media superior (Gráfico 6). Al preguntarles a los encuestados mayores de 60 años (537 casos) si piensan emigrar del lugar de residencia después del terremoto, un 95% señala no tener interés de irse y sus intenciones son participar en la reconstrucción del lugar donde viven. Sólo un 0,7% piensa emigrar, el resto de los encuestados aún no lo ha pensado. Esto demuestra que el interés de las personas mayores es quedarse en el lugar de residencia, muy por el contrario a lo que pueda pensar un observador externo a la comunidad. Las familias declararan contar como recurso con el apoyo de su grupo familiar para enfrentar la reconstrucción de su entorno. Otra de las instituciones que es visualizada como una alternativa de apoyo es la Iglesia, en un 62% de los encuestados, indistintamente de su edad así lo declaran. Del mismo modo, los servicios de salud aparecen como un recurso importante para ellos. Como se observa en el siguiente Los adultos mayores como un recurso en la REconstrucción del país Gráfico 7 Relación de las personas con los servicios de salud de las comunas de Curepto y Hualañé (N=712 para los menores DE 60 años, N=551 para los mayores DE 60) RELACIÓN CON SERVICIO DE SALUD Mayores 60 años Menores 60 años 14,3 85,6 Sin relación Con relación 12 88 020406080 100 Porcentaje Gráfico 7, en un 85,6% y 88% respectivamente señala tener contacto regular con los servicios de salud de su comuna. En el caso del grupo de mayores de 60 años, el 69% (N=601) señala tener el control de salud al día. Por lo que ellos asisten a lo menos una vez al mes a los servicios de salud de su comuna. Desafortunadamente, otras organizaciones como juntas de vecinos u organizaciones comunitarias no son visualizadas por la mayoría de los encuestados como una alternativa significativa de apoyo. El contacto con establecimientos educacionales (escuelas) y con la fuente laboral está restringido a un contacto causal producido por la asistencia de un miembro de la familia a la escuela o bien por una relación netamente de cumplimiento de actividades laborales. Conclusiones Los hechos acaecidos el 27 de febrero, permiten evidenciar la situación social de un grupo etario de nuestra población rural, que no nos puede dejar indiferentes. Especialmente, a lo referido a aquel grupo de adultos mayores que viven solos/as (19,1%) y a aquel otro que si bien vive con otra única persona, puede potencialmente llegar a vivir sola/o (30,3%). En los datos aquí recogidos se observa que los adultos mayores cuentan con una amplia disponibilidad de tiempo libre, esto hace que en conjunto puedan ser considerados como un recurso. Esto es, el 57% señala encontrarse sano, por lo que con asesoría especializada de trabajo social se podría desarrollar un programa de voluntariado en donde ellos mismos asistieran a sus congéneres, particularmente en actividades tales como acompañar y monitorear la asistencia a controles médicos, retiro de medicamentos, e incluso realizar actividades de casa, entre otras. En este análisis se observa la ausencia de implementación de talleres o clubes para el adulto mayor. Ambas opciones pueden ser instancias educativas para ellos, en donde se les incentive el desarrollo de actividades físicas, formas alimenticias acordes a su edad, o actividades que les permitan mejorar su calidad de vida contrarias al sedentarismo. Esta capacitación les permitiría a ellos mismos convertirse en agentes educadores de sus mismos grupos familiares, dado que del total de la muestra el 25,5% se encontraba afectado de hipertensión y 8,3% por diabetes (N= 1.173). Los servicios de salud son valorados por la comunidad y también reconocidos como un recurso al que ellos pueden acudir. Esta instancia debe ser destacada y definida como una fuente de recursos que la autoridad pública debe considerar y potenciar. Puesto que, los servicios de salud, no sólo cumplen con su labor encomendada de salud pública, sino también es una instancia social legitimada por la comunidad. Esto hace que su equipo de trabajo tenga acceso a las personas. Por lo que es de valiosa importancia contar con equipos de salud y de servicio social que se desplacen a los domicilios. Esto resulta de vital importancia para aquel sector de adultos 55 Claudia Reyes mayores que se ven impedidos de movilizarse por sí solos. A pesar de la adversidad, las personas mayores cuentan con recursos propios que les permiten enfrentar sus problemáticas inmediatas. Si bien, sólo un 22% indica contar con recursos económicos que les dan la posibilidad de enfrentar su actual situación de vida, se observa que ellos cuentan con capacidad de poder desarrollar su potencial latente. Esto es, los adultos mayores son reconocidos como jefes de hogar, por lo que su presencia es relevante en sus familias, y cuentan con tiempo disponible para realizar actividades tanto al interior del hogar como fuera de éste (sólo un 1% se encuentra postrado). Si bien los ingresos económicos con que cuentan son limitados, ellos colaboran con su grupo familiar y podría desarrollar mayor capacidad productiva. Al contar con tiempo libre, y con una capacitación especializada podrían elaborar productos de artesanía de calidad para su comercialización, ya sea estos comestibles o no. Recordemos que, por ejemplo, la comuna de Hualañé es un paso obligado para los turistas que visitan la costa de dicha área y el lago de Vichuquén, según temporada, recibe un grupo importante de turistas. Dentro de las actividades laborales que hoy desarrollan las personas mayores de 60 años destaca el comercio (13.6%). Esto indica que con un adecuado apoyo externo podrían desarrollar su propia producción y comercialización de un enser. Esta actividad laboral no implica que deba ser desarrollada sólo por ellos, pues ellos visualizan claramente a su familia como un recurso (70% de los casos), por lo que esto se podría transformar en una actividad de carácter familiar. Para ello se requiere del apoyo de un estudio de mercado que oriente y potencie los esfuerzos emprendedores de la comunidad en el desarrollo de actividades económicas exitosas. Los resultados son muy consistentes con los hallazgos de estudios previos en materia de adultos mayores, por lo que es de importancia que en la reconstrucción del país no se visualice a este sector en términos de impedimento, sino por el contrario, como un actor relevante que se encuentra dispuesto a colaborar en el desarrollo de nuestra sociedad, conservando valores tradicionales propios de nuestra cultura rural. 56 Referencias Albala, C., Lebrão, M., León, L., Díaz, E., HamChande, R., Hennis, A., Palloni, A. (2005). Encuesta salud, bienestar y envejecimiento (SABE): Metodología de la encuesta y perfil de la población estudiada. Revista Panamericana Salud Pública. 17 (5/6): 307-22. CASEN 2006. (2006). La situación de pobreza en Chile 2006, N° 1. Serie Análisis de Resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. www.mideplan.cl CEPAL (2003). El envejecimiento de la población 19502050. Boletín Demográfico. 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Approach to the autobiographical experiences of a generation of young Chileans Gabriela Rubilar Gabriela Rubilar es doctora en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas; actualmente es académica de la Escuela de Trabajo Social UC. Su dirección electrónica es [email protected]; su dirección postal es Av. Vicuña Mackenna 4860, Macul - Campus San Joaquín. Resumen Este artículo, a través del método biográfico-interpretativo, da cuenta de la reconstrucción de experiencias e impresiones de un grupo de estudiantes universitarios sobre el terremoto sufrido en Chile en Febrero del año 2010. Esta reconstrucción se realizó por medio de una autoentrevista que intencionaba tres momentos de la experiencia: antes, durante y después del desastre. El mismo esquema fue seguido posteriormente por los mismos estudiantes quienes entrevistaron a una persona afectada por el terremoto. El grado de afectación fue determinado por los propios alumnos, quienes privilegiaron aspectos emocionales y psicológicos, por sobre otras dimensiones que daban cuenta de pérdidas y daños en viviendas, u otro tipo de situación producto de esta catástrofe. El análisis de estos ejercicios da cuenta de una primera aproximación descriptiva interpretativa de los relatos de alumnos y afectados, la que se espera complementar en futuras investigaciones. Palabras Claves. Memoria, autoentrevista, terremoto, afectados, desigualdad. Abstract This article, through a biographical-interpretive method, presents the reconstruction of experiences and impressions of a group of university students that, applying a self-interview, talked about their experiences about the earthquake occurred in Chile in February 2010. The presented versions were oriented in three times: before, during and after the disaster. Subsequently, the same pattern of interview was followed by the students, who interviewed a person affected by the earthquake. The degree of suffering was determined by the students themselves, who privileged the emotional and psychological dimensions over others related to losses and damage in housing, or other situation brought by this disaster. The analysis of these exercises gives account of a first descriptive and interpretative approach of the stories of students and other people affected; it is expected to complement these findings with future investigations. Keywords. Remembrance, auto-interview, earthquake, affected, inequality. 57 Gabriela Rubilar Un terremoto: como un espacio privilegiado para observar y registrar La ocurrencia de un terremoto de gran escala el 27 de febrero de este año trajo a la memoria de los chilenos recuerdos y remembranzas de otros terremotos vividos varias años atrás en el país y recientemente en otros países: Haití en noviembre de 2009, Tocopilla en el 2005, el terremoto del año ‘85 que tuvo como epicentro el puerto de San Antonio y el terremoto de Valdivia ocurrido en el mes de mayo de 1960, fueron algunos de los hitos y más recordados y rememorados tras la ocurrencia de este megasismo. En las semanas posteriores al terremoto, los medios de comunicación rescataron imágenes, entrevistas, registros de audio y fotografías de archivo que nos recordaban dichas tragedias y vinculaban estas experiencias con los sucesos recientemente vividos en el país. La mayor parte de los contenidos presentados hacían hincapié en las consecuencias o efectos que dichos terremotos tuvieron en la vida de las personas y localidades más afectadas. Por su parte, los centros académicos y de investigación también hicieron su particular ejercicio de memoria, recurriendo tanto a los registros de cada época, como a los datos y aprendizajes extraídos de cada una de estas experiencias con el propósito de revisar, complementar y contrastar sus análisis y consideraciones tras este último terremoto de gran intensidad. Dada la intensidad que adquiere esta experiencia, es que en este artículo vamos a connotar el terremoto del 27 de febrero como un acontecimiento que cambia y transforma la vida de las personas, el modo como los sujetos se conciben a sí mismo y las relaciones que estos establecen con su entorno. Siguiendo a Mèlich vamos a asumir que los acontecimientos se constituyen en sí mismo en hitos o íconos, que indican un punto de inflexión en el modo de pensar, y de entender la vida humana, en relación con su entorno. Los acontecimientos han desgarrado a los hombres y a la historia, marcando sus designios. “A diferencia de los sucesos, los acontecimientos nos forman, nos transforman y en ocasiones nos deforman” (Mèlich, 2004,). El terremoto transformó y trastocó la vida de un gran número de chilenos. Para algunos esta alteración solo duró un par de horas, cuando más algunos días hasta que lograron volver a su curso de vida normal, para otros la transformación tras el terremoto ha sido radical, trastocando sus vidas y generando una inversión de sentidos. El terremoto de febrero pasado, ha sido connotado como un acontecimiento no sólo por la magnitud que 58 alcanzó el movimiento telúrico, ni por la amplia extensión geográfica involucrada, sino por los efectos y consecuencias económicas, sociales y culturales que este seísmo provocó en la vida de las personas. Nadie queda indiferente tras un acontecimiento, todos de un modo u otro, con distintos alcances y de distinta forma nos vimos impactados por esta vivencia que deja huella y marcas, algunas claramente más reconocibles que otras. Como esta premisa, nos propusimos hacer un ejercicio que rescatara la memoria de un grupo de personas que experimentaron esta vivencia y que tres semanas después del terremoto la plasman en un trabajo que nace en el contexto de una cátedra universitaria. Si bien no es objetivo de este trabajo analizar las situaciones que el terremoto contribuyó a develar, el ejercicio que en este artículo se comenta nace con un doble propósito. Por una parte, interesaba preservar la memoria de quienes vivieron la experiencia, reconstruyendo los relatos y visiones intercambiadas cotidianamente en los días siguientes al terremoto e intencionando para ello la elaboración de un testimonio que documentara y registrara lo acontecido. El ejercicio también buscaba instalar las bases de una perspectiva comparada que sirviera a los objetivos del curso que, entre otros contenidos, analiza las perspectivas de desigualdad social y pobreza; guiado por este último propósito se intencionó una perspectiva de análisis que buscaba profundizar en las subjetividades, percepciones y visiones de quienes pese a la fuerza del terremoto resultaron ilesos o sin consecuencias, y quienes por distintas situaciones económicas, sociales y culturales o condiciones personales son connotados como afectados. Diversos artículos académicos, notas de prensa e informes institucionales dieron cuenta de las situaciones de desigualdad y pobreza que quedaron develadas tras el terremoto pasado. Además de dejar en evidencia las debilidades institucionales, las disparidades en el desarrollo, y la falta de planes de acción ante emergencia de este tipo, interesaba aproximar a los estudiantes a un debate en torno a las configuraciones sociales que conforman la sociedad chilena y los quiebres o fracturas sobre los cuales estas configuraciones se estructuran. El informe elaborado por el PNUD (2010) a propósito del terremoto ilustra con bastante claridad este punto cuando señala ‘que la vulnerabilidad post-terremoto evidenció fracturas importantes en el tejido social, dejando a la vista la carencia de inclusión social de ciertos grupos de la población al desarrollo. Los grupos sociales más desfavorecidos pertenecientes a los estratos sociales más pobres, viven esta Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos falta de inclusión a través de baja participación democrática, con necesidades básicas insatisfechas y con dificultad de acceso al trabajo y a los beneficios del desarrollo que otros grupos sociales del país disfrutan. Son justamente estos grupos los que deben recibir especial atención en una situación de crisis como la enfrentada por Chile, debido a la desolación y abandono que pueden enfrentar en el contexto de desastre’. Joaquín García Roca acentúa el carácter dinámico de la actual configuración social que no sólo caracterizan al país, sino a las sociedades contemporáneas, cuando subraya la facilidad con la que se transita de una zona a otra: “Basta un pequeño movimiento a la zona de la vulnerabilidad para que se caiga de lleno en la exclusión (...) La zona de la vulnerabilidad está minada de dificultades que conducen a la exclusión social; la barrera que separa una zona de otra es muy frágil y tenue” (1998, p. 134 y 135). Si en la reflexión de este autor los tenues movimientos pueden ser los desencadenantes de un estado de exclusión o de riesgo de ella, los movimientos intensos como los provocados por el terremoto y sus réplicas económicas y sociales pueden agudizar e incluso perpetuar la situación de aquellos ubicados en la tenue y líquida frontera física y simbólica que acompaña a la representación espacial de las exclusiones y la pobreza. El desamparo, abandono y soledad que acompañó a los afectados en los días previos al terremoto, activó en varios de los participantes en este ejercicio visiones que homologan esta situación a las experiencias más cruentas de exterminio y muerte. Las imágenes de campo de batalla, aniquilación y devastación de quienes fueron víctimas de este acontecimiento trajeron a la memoria que el mundo de los excluidos es donde se hace la experiencia de la muerte, de la inexistencia, de la nada. “Dante hubiera tenido problemas para creer lo que sus ojos veían” es la expresión que utiliza el criminólogo Nils Christie cuando describe la situación de exclusión e inhumanidad que viven los presos de una cárcel de Sao Pablo (2004, p.46) y que hoy hemos tomado para connotar las impresiones que el terremoto y principalmente el tsunami dejó entre los que lo sobrevivieron y entre quienes, a la distancia, fuimos testigos de sus profundos efectos en la vida de los pequeños pueblos de la costa de la sexta y séptima región y sus habitantes. Si bien esta reflexión no forma parte sustancial de este artículo, nos pareció pertinente incorporar una perspectiva de análisis que se transforma en el impulso inicial de un curso que analiza las pobrezas y desigualdades sociales y que parte reflexionando en torno a desastres y catástrofes como la acontecida por un terremoto que tras algo más de 3 minutos de duración dejó en evidencia otros fenómenos o problemáticas que habían permanecido por largo tiempo invisibles. El sentido de rescatar la memoria y la experiencia vivida tras el terremoto Revisemos a continuación los fundamentos que sostienen el primero de los objetivos propuesto en este ejercicio de curso y que dan cuenta del sentido y la relevancia de rescatar la memoria que surge tras un acontecimiento como el que aquí se aborda. Acontecimiento que es singular y personal para cada uno pero, al mismo tiempo, un suceso colectivo que se puede encontrar en la vivencia y en la experiencia de una comunidad ampliada. Por lo mismo, resultó particularmente interesante intencionar este esfuerzo de reconstrucción en la medida que esta experiencia no está determinada previamente, si bien los actores contaban con algunos referentes, su carácter originario y original -para muchos sujetoslo constituye en un suceso único y en este sentido histórico. Es el carácter histórico de este suceso el que motiva la realización de este ejercicio pedagógico que se vincula a otras líneas de investigación y de estudios que se proponen rescatar la memoria individual y colectiva que surge tras un acontecimiento, por su capacidad de alteración de las bases y fundamentos de una sociedad determinada. Tomando en cuenta la dinamicidad de lo experimentado tras el terremoto y los múltiples sucesos que le acompañaron en los días siguientes, se toma la opción de iniciar este trabajo de documentación lo más tempranamente posible siguiendo las recomendaciones que en su momento hiciera Jean Carles Mèlich en su artículo “Narración y Hospitalidad” cuando puntualiza: “El olvido hace su trabajo cada mañana, pero también cada mañana, tenemos la capacidad de rememorar la experiencia, de romper el presente y anticipar el futuro” (2000, p. 139). Es esta rememoración la que se ha intencionado en este trabajo, que toma como base la pregunta base compartida por un gran número de personas en los días posteriores al terremoto y cuya respuesta fue compartida con unos y otros en distintos contextos y espacios. ¿Dónde estabas para el terremoto? Se constituye entonces en la pregunta que guío este trabajo y que actúa como impulso inicial para desencadenar una serie de recuerdos e imágenes vinculadas. 59 Gabriela Rubilar Se trataba de luchar contra el tiempo y el olvido por eso los estudiantes reciben la invitación de construir sus relatos de terremotos el primer día de inicio de clases, de un año académico también marcado por este acontecimiento que llevo a distintas universidades, centros de formación y establecimientos educacionales a revisar sus formas de enseñanzaaprendizaje, sus protocolos de actuación en caso de catástrofe y el modo como se abordan acontecimientos de este tipo1. “Vivimos en un tiempo de olvido de la narración. Y este olvido es una muestra más de la negación del Otro” (2000: 138), dice también Jean Carles Mèlich en su artículo ya mencionado. Tomando los planteamientos de este autor, en esta aproximación vamos a considerar que la crisis de la narración, implica una crisis de la experiencia y del testimonio de aquellos que han vivenciado un determinado acontecimiento. En el ensayo titulado “El narrador”, Walter Benjamin relaciona esta crisis de la narración con la irrupción de una forma de comunicación típicamente burguesa: la información. Esta, a diferencia de la narración, no necesita de la experiencia. Lo que resulta interesante aquí es darse cuenta de que la narración, la experiencia narrada vive en un proceso de transmisión. El narrador, dice Benjamín, “toma lo que narra de la experiencia, la que el mismo ha vivido, o bien la que le han transmitido. Pero a su vez, hay narración en el momento en que esta experiencia vuelve a ser transmitida”. Por eso, advierte “esta experiencia de narración, se torna a su vez en experiencia vivida, para el que la escucha, para el que la oye” (1999, p. 8-9). El carácter actualizante de la narración, es lo que permite que quien escuche, viva otra vez la experiencia. Y en este sentido podríamos decir que el oyente es capaz de recordar lo que no ha vivido, la experiencia que no ha experimentado, pero que le ha sido transmitida en el relato. Como una forma de poner en contexto y otorgar un marco de análisis a esta narración se propone a los estudiantes desarrollar un ejercicio de obser- vación de sus experiencias y actuaciones ocurridas tras el terremoto acontecido hace tres semanas atrás. Para ello, los alumnos trabajan individualmente en un registro de autoentrevista que luego fue complementado con la entrevista a una persona afectada por el terremoto en cualquiera de sus dimensiones: personales, sociales, económicas productivas, entre otras. La activación de la memoria por medio de un testimonio narrativo que intenciona tres momentos: antes, durante y después del terremoto Se propone a los estudiantes desarrollar primero una exploración individual que además de rescatar la vivencia, dejara en evidencia los supuestos y los marcos interpretativos desde donde cada uno se sitúa para aproximarnos a un determinado fenómeno, en este caso el terremoto recién pasado. El ejercicio propuesto consiste en trabajar dos técnicas simultáneamente –observación2 y entrevista– como un modo de inscribir las percepciones y representaciones acerca de un ámbito determinado. Como primer paso se propone desarrollar una autoentrevista que reconstruye la experiencia vivida en el terremoto por cada alumno y que explora al mismo tiempo en los referentes y perspectivas que de esta experiencia surgen. Para realizar esta entrevista se siguen esencialmente las directrices y orientaciones desarrolladas por Miguel Valles y Alejandro Baer (2005) en su artículo “Investigación social cualitativa en España: pasado, presente y futuro. Un retrato” las que se suman a un esquema seguido en una investigación posterior desarrollada por la profesora del curso3. Tomando en cuenta lo anterior se propone a los alumnos realizar una entrevista biográfica o autoentrevista, siguiendo los lineamientos sobre etnoentrevista y autobiografía proporcionados por Alsop (2002) y Boufoy-Bastick (2004), así como el trabajo de Philippe Lejeune, publicado originalmente en 1975. 1 No podemos partir el año como si no hubiera pasado nada, fue la máxima que compartimos profesores, estudiantes, apoderados y administrativos de los distintos centros de enseñanza del país. Algunos claramente debieron retrasar el inicio del año escolar por varias semanas dado que presentaban importantes daños en su infraestructura y la comunidad escolar se encontraba seriamente afectada por el terremoto y el tsunami, otros que no sufrieron daño o este era claramente insignificante sentían que debían hacer algo, dando impulso y albergando una diversidad de iniciativas y acciones orientadas a actuar ante la emergencia vivida y atenuar sus efectos. 2 La observación fue entendida en este ejercicio como un primer modo interpretativo y que desarrolla la capacidad de ver cada vez más en una actitud de vigilancia permanente sobre las propias representaciones (De Tezanos, 1995). 3 En este trabajo se intenciona un esquema de rescate de memoria que toma como estructura conversacional el eje biográfico (pasado, presente y futuro) que va indagando en los fundamentos y motivaciones que llevaron a un grupo de profesionales a desarrollar un quehacer determinado. 60 Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos La autoentrevista tenía como principal propósito activar la memoria y las impresiones de quienes vivieron el terremoto reciente, conectando y vinculado dicha vivencia con los referentes y elementos que a cada uno de daban sentido, así como las proyecciones y reflexiones que de esta experiencia se devienen. Bajo el supuesto que indicaba que analizando el pasado podemos entender mejor el futuro, interesaba abrir un espacio, de carácter plural para la reflexión sobre el lugar que alcanza hoy el acontecimiento del terremoto y sus consecuencias en la vida de las personas y la sociedad en su conjunto, por ello la importancia de recordar la mayor cantidad de elementos de dicha vivencia contar y con registros narrativos de esas experiencias. En la narración la memoria es su fuente de vida, señala Benjamin. “La narración necesita de la memoria porque para poder narrar hay que retener la experiencia vivida para seguir contándola (...) porque sin esta constante transmisión no hay ninguna posibilidad de narración” (Mèlich, 2000: 133). La narración hace posible descubrir la singularidad de cada uno, pero no una singularidad independiente de los otros, sino una singularidad heterónoma, diremos en este trabajo y por ello la importancia de considerar en esta narración perspectivas comparadas. Desde el punto de vista de este trabajo, la identidad aparece como identidad narrativa. Lo que interesa es la narración que los sujetos hacen de un acontecimiento determinado y que registra lo vivenciado por cada uno al momento de experimentar el movimiento telúrico de 8,8 grados en la escala de Ritcher que afectó la zona centro sur del país. La identidad narrativa, en este caso está considerada en el sentido de una categoría dinámica e históricamente situada en un momento determinado que se circunscribe inicialmente a lo acontecido en las 24 horas posteriores al terremoto. El relato de lo acontecido en ese período de tiempo es escrito por cada estudiante en primera persona, generando un texto autobiográfico que registra las acciones y emociones que se desencadenaron luego de las 3:34 de la mañana del día sábado 27 de febrero. Se optó por trabajar dichos textos como testimonios autobiográficos y no como relatos o historias de vida, “por cuanto hace referencia ‘al material cualitativo elaborado a la manera de algunas de las modalidades de historias de vida, que suponen el anonimato de los protagonistas” (Valles, 2007 p. 16). En el caso de este ejercicio la noción de testimonio se utiliza con el propósito de develar experiencia o vivencia de un grupo de sesenta estudiantes universitarios, todos menores de 25 años, cuya experiencia puede representar a una comunidad más amplia. Se asume de este modo la concepción de Denzin & Lincoln quienes a propósito del trabajo de John Beverley “Testimonio, Subalternity, and Narrative Authority” señalan: “a diferencia de la autobiografía, el testimonio implica un borrado del concepto de autor. El testimonio usa una voz que representa a un conjunto más amplio. Esto crea una forma democrática e igualitaria de discurso. El testimonio es una obra abierta, interpretativa (...) En este sentido, el testimonio es un objeto de interpretación; no es un espejo del mundo” (2005, p. 383). Y es ese precisamente el carácter que asumen estos registros autobiográficos. Este testimonio es identitario reafirmaremos en este artículo, dado que se construye a partir de los retazos y vivencias experimentadas durante el terremoto por cincuenta y seis estudiantes universitarios chilenos y cuatro estudiantes de intercambio. Como se ha señalado, independiente de su nacionalidad ninguno de ellos habían experimentado un fenómeno de similar magnitud y sólo contaban con las referencias y consideraciones que en algún momento habían recibido de sus mayores: padres, abuelos, profesores, entre otros. Para el desarrollo de este concepto de identidad hemos seguido las reflexiones de Daniel Innerarity quien señala que el sujeto “debe integrar sus acciones en su propia biografía, con este acto el sujeto se convierte, entre otras posibilidades en “biografía electiva” (Levi 1984), en “biografía reflexiva” (Giddens, 1991), “biografía de bricolage” (Hitzler, 1988) o en identidad de retazos” (Heiner Keupp, 1994)” (Innerarity, 2001, p. 45). Las identidades contemporáneas tendrían más de retazos y fragmentos, que las identidades electivas afirma este autor. Con esta metáfora se quiere connotar que las identidades actuales están en proceso de transformación constante, lo que resulta especialmente pertinente cuando se analizan los testimonios de este grupo de jóvenes que en su mayoría se encuentran finalizando una fase de formación profesional y están próximos a egresar de una carrera de pregrado. Lo que antes era un determinado modo de ser, puede ahora verse cuestionado cuando sus componentes esenciales se analizan bajo la perspectiva que ofrece un nuevo contexto o modo de entender. Tomando en cuenta esta posibilidad es que se consideró relevante indagar no sólo en lo acontecido durante el terremoto, sino en las posibilidades y perspectivas que surgen luego de su vivencia. En un 61 Gabriela Rubilar ejercicio prospectivo que invitaba a los estudiantes a imaginar distintos escenarios futuros y a situarse en un eje temporal de un par de años más cuando esta experiencia se configurara sólo como un recuerdo. Del mismo modo como se intenciona una narración prospectiva, se optó a por una modalidad de rescate que recogiera también en la autoentrevista los referentes previos que se encontraban presentes en la biografía de cada estudiante y las significaciones que un acontecimiento de este tipo puede significar cuando se consideran elementos pasados. Con este doble movimiento que anticipa y retrocede se reconoce que los procesos de individuación que caracteriza a las sociedades contemporáneas origina una fragilización de las construcciones identitarias de los individuos. Cada vez los sujetos son más libres, pero al mismo tiempo, necesitados y dependientes de otros para conformar su identidad. Así se connota cuando se observa que la mayor parte de los testimonios sobre lo acontecido en el terremoto se construyen a partir de las visiones, imágenes y emociones que generó el hecho de estar cerca o lejos de la familia o de quienes son connotados como significativos en la vida de cada uno: las referencias a abuelas y abuelos, tías, primos, padres, hermanos, novios e hijos inundan los relatos de los estudiantes y dan cuenta de la importancia de significar esta experiencia junto a quienes se consideran cercanos. Recurrimos nuevamente a Daniel Innerarity para reafirmar esta visión cuando señala “Vivimos historias ya comenzadas. Vivir es incorporarse a lo que está pasando (...) la iniciativa humana no es absoluta (...) Buena parte de lo que sabemos se lo debemos a otros (...) No hay acción humana con pretensiones de relevancia histórica que pueda prescindir de la colaboración de otros, que no sea una cierta continuación de lo que otros hicieron o una preparación para lo que otros llevarán a término” (2001, p. 103). ¿Qué sabían los entrevistados de los terremotos?, ¿de qué modo se incorpora en sus biografías esta experiencia vicaria?, ¿cómo se significan estos y otros acontecimientos en los itinerarios de cada uno?, ¿qué se espera en el futuro? Fueron algunas de las interrogantes que esta indagación testimonial buscaba develar, y que nos aproximan a un entramado que devela las conexiones, vinculaciones y redes afectivas y de sentido presentes en cada uno de los testimonios autobiográficos. Con ello hacemos explícito que en este esfuerzo entendemos la reconstrucción de los relatos y su posterior conformación en testimonios como una obra colectiva de generación de conocimiento, que 62 se enraíza en vivencias y experiencias biográficas determinadas, y en algún sentido únicas e individuales, pero donde es posible rastrear la incidencia y las relaciones que se originan entre los sujetos, así como de contextos socio-históricos que la determinan. Como señalamos en el punto anterior, con ello este trabajo se inscribe en aquellas líneas investigativa que luchan explícitamente por anticiparse al olvido, rescatar y reconstruir la memoria de quienes fueron protagonistas de un determinado suceso social, que no se circunscribe solo a la experiencia de este terremoto, sino a otros acontecimientos que le precedieron así como los que están por venir. Las palabras de Wielse y Metz (1996) en torno a cultura narrativa resultan especialmente movilizadoras para este trabajo que se formula un objetivo un tanto inusual, cuando se propone activar y rescatar procesos, discusiones y reflexiones que se gatillaron tras el terremoto. “Una cultura no quiere caer en la amnesia, una cultura que no quiere perder del todo la memoria que ha marcado su vida, ha de poseer siempre, entonces, una especie de cultura narrativa (1996: 49). Son los fundamentos que dan cuenta de la existencia de esta cultura narrativa, los que nos llevan a plantear que las narraciones que relatan la forma como se vive un determinado acontecimiento, nos pueden ayudar a comprender mejor el sentido y los alcances que hoy en día enfrentan quienes asumen algunas de las tareas vinculadas a la reconstrucción y reparación del daño causado, así como los desafíos y tendencias futuras en materia de prevención y protección de las personas. Por lo mismo, es posible encontrar en esta propuesta de indagación, un esfuerzo explícito por rescatar la memoria histórica, pero también sentimental e identitaria de un grupo de jóvenes universitarios quienes en su mayoría experimentaban por primera vez un acontecimiento de este tipo. La construcción de testimonios de quienes se vieron afectados por el terremoto y un esfuerzo por desarrollar un análisis comparado Como estaba en el horizonte de este trabajo la perspectiva de la desigualdad se intencionó además de la autoentrevista y la construcción del testimonio autobiográfico que los estudiantes recogieran y reconstruyeran la perspectiva de una persona que se vio en alguna medida afectada por el terremoto. El propósito original buscaba contrastar y generar conexiones entre la vivencia personal de cada alumno Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos y lo narrado por quien se vio alterado de manera más radical por el terremoto o sus consecuencias más directas. Las orientaciones seguidas para la elaboración de la autoentrevista y los ejes que intencionaban una reflexión en torno al pasado, presente y futuro, fueron repetidas en este segundo acercamiento que se aproximaba a la vivencia de otro. Si bien se esperaba –aunque no se explicitó– que los estudiantes construyeran los relatos de un otro distinto de si, la mayor parte de ellos recurrieron a quienes le eran próximos o cercanos, entregando con sus testimonios posibilidades de análisis hasta ese momento no contempladas como ocurre con la perspectiva intergenacional, que permite la profundización y exploración del enfoque biográfico en distintas ramificaciones familiares, vecinales o locales. Lo anterior si bien resultó sorprendente, dado los objetivos propuestos, reafirma nuestro interés por el enfoque biográfico, en la medida que éste se desarrolla a partir de los testimonios y narrativas recogidas desde los propios sujetos, que en muchas ocasiones fueron complementadas y completadas por los relatos de quien se concibió como afectado por el terremoto. Los testimonios construidos ganan en complejidad y en potencial analítico cuando se leen a dos voces, como ocurre en el caso de: abuelo-nieto; padre-hijo; hermanos; novios o parejas; tíos-sobrinos. Lo anterior nos permite reafirmar que se trata de una metodología cualitativa, que considera la singularidad y la heterogeneidad de las situaciones individuales, pero que al mismo tiempo permite la aparición progresiva de elementos de análisis, de procesos comunes que estructuran y organizan a determinados colectivos, como ocurre en este caso con dos o más generaciones de familias muchas de las cuales tienen sus orígenes y descendientes viviendo en las localidades que se vieron más afectadas por el sismo. Dado que los estudiantes podían entrevistar a un afectado en cualquiera de sus dimensiones, la elección de un testimonio cercano hizo que predominaran en los testimonios de los afectados las alusiones y referencias relacionas con los efectos emocionales y psicológicos que el terremoto significo para los entrevistados. De los 60 testimonios construidos por los estudiantes a través de entrevistas biográficas, 23 entrevistados se autodefinen emocionalmente afectados tras el terremoto y todos corresponden a familiares directos, vecinos, amigos o parejas de los alumnos. Los 11 entrevistados que no se consideran afectados, pero cuyos relatos fueron considerados también corresponden principalmente a cercanos y próximos de los alumnos. De estos testimonios se rescata el efecto de unir personas que intencionó este trabajo narrativo que reconstruye las vivencias del terremoto de un grupo de personas que, pese a estar cerca físicamente, no habían compartido sus vivencias e impresiones sobre este acontecimiento. A diferencia de las narraciones anteriores, otros 23 testimonios de afectados incluyen en su narración secuelas y efectos físicos del terremoto, la mayor parte de ellos sobre sus viviendas y residencias habituales o de descanso. 13 testimonios corresponden a familiares directos o conocidos de los entrevistados que viven o vivían en las localidades cercanas al epicentro del sismo o en la costa arrasada por el tsunami: Duao, Doñihue, Cahui, Cauquenes, Curanipe, Putu, Lo Miranda y Rancagua, son algunas de los lugares de residencia de quienes aportan con su testimonio a este trabajo. Por su parte, los 10 entrevistados que no tienen cercanía con los estudiantes corresponden a habitantes de las localidades de Alhue, Curepto y Hualañe entre otras, donde los alumnos realizaron trabajos como voluntarios y donde tuvieron la oportunidad de conocer y registrar las vivencias de un grupo de personas cuyo relato deja huella y permite su posterior reconstrucción como testimonio. “Las narraciones pueden hacernos comprender”, dice Susan Sontag (2003:116), y en esta perspectiva se inscriben los relatos y las historias recogidas a través de los testimonios. Los relatos y las historias nos ayudan a sanar, agregamos en este artículo cuando se observa el quehacer de estos estudiantes mientras realizaban labores como voluntarios, su acercamiento a las vivencias de otros y el relato de sus vivencias, les permite resignificar y profundizar lo acontecido. Independiente de sus alcances, los testimonios construidos por los estudiantes, permiten que el lector se introduzca narrativamente en la vivencia de cada persona y sienta el impacto de ese acontecimiento y así, juntos, podamos sentir vivencialmente el alcance de su significado. Robert Wuthnow reflexiona en Actos de Compasión acerca de la importancia de las narrativas y la posibilidad de contar historias, que entiende como un componente esencial del humanismo y del interés por los demás. Este autor valora esencialmente esta posibilidad que permite a los entrevistados ‘contar sus historias con sus propias palabras’ (1996, 114 y 115), lo que agrega una especie de carácter tangible, color y textura a la discusión teórica y conceptual que hasta antes de este acontecimiento se podía desarrollar en torno a las nociones de desigualdad, pobreza, exclusión e intervención social. 63 Gabriela Rubilar El terremoto no fue una guerra mundial pero sus efectos y consecuencias para muchos son semejantes. Además de la devastación mencionada en los puntos anteriores, varios relatos autobiográficos vinculan lo acontecido en los días posteriores con imágenes y visiones que dan cuenta de la falta de seguridad y la pérdida de referentes. El miedo y la sensación de vulnerabilidad es uno de los aspectos más connotados por los entrevistados de los estudiantes, cuyos relatos y narraciones complementan y dan profundidad a este ejercicio escolar. Tras lo acontecido en Chile el día 27 de febrero, las reflexiones de Urlich Beck en torno a sociedad de riesgo adquieren un significado más preciso, a propósito de su reflexión en torno a las fases de la postguerra este autor puntualiza en “Hijos de la Libertad” “se produce el retorno de la incertidumbre, no sólo en el sentido de que se pierde la confianza en que las instituciones clave del mundo industrializado –economía, derecho y política– estén en condiciones de contener y controlar las consecuencias (...) sino (...) que (...) las biografías del bienestar se conviertan en biografías de riesgo, que pierdan la seguridad material futura y la identidad social.” (Beck, 1997, p.23). La relevancia de indagar en la ‘memoria narrativa’ y los aportes de esta perspectiva al trabajo social Desde hace ya varios años, las perspectivas narrativas y los métodos que recurren a las narraciones han adquirido un gran realce en las ciencias sociales (White y Epston 1993; Hall, 1997; Wengraf, 2001; Chamberlayne, Rustin y Wengraf, 2002); como consecuencia de la revitalización de los enfoques de investigación cualitativos y el redescubrimiento de las perspectivas biográficas que inscribe los sucesos y fenómenos analizados en los itinerarios de personas y comunidades concretas. También la narración ha experimentado una singular fuerza como consecuencia de aquellos enfoques y perspectivas sociohistóricas que se proponen rescatar la memoria y, por lo mismo, las experiencias vicarias de quienes han protagonizados los grandes acontecimientos de nuestro tiempo. Este artículo encuentra sintonía con lo planteado por Jesús Conill en Ética y Hermenéutica, cuando argumenta que “la razón experiencial es más sensible a las situaciones vitales concretas de pobreza, miseria y opresión. Sólo por una experiencia básica de reconocimiento recíproco, de una intersubjetividad vital (y no sólo reflexivo-formal), reconocemos a los 64 afectados, a los sujetos sufrientes desde ellos mismos y sus situaciones, en su cruda realidad (...) donde se vive, se experimenta, se palpa, se siente, el poder de lo real, al margen de cualquier mediación manipuladora. Es precisamente en la comunidad de vida y de sufrimiento, en la que ha incidido la ética de la liberación, y a la que aporta valiosas contribuciones filosóficas, tanto la hermenéutica experiencial como el análisis noológico del fondo sentiente -sufrientedel poder de lo real.” (Conill, 2006, p.278-279). Para Conill atender a las experiencias nos hace más sensibles a las vidas concretas de los otros, a sus voces, a sus singularidades. Consiste en una primera característica de la narratividad: precisamente narrar es la situación de relatar algo y esa situación incluye a todos los actores que participan, al contexto y los acontecimientos traídos a ese momento. La perspectiva narrativa, agrega Fernando Vidal en su libro Pan y Rosas “nos obliga a estar atento a las personas y las historias son inseparables de las personas y hechos que las protagonizaron. Frente a categorías abstractas que es fácil hacer que no sean de nadie y, finalmente, puedan no ser “para nadie”, la narratividad siempre nos muestra que el relato es siempre relato de alguien para alguien. La narratividad no solamente nos habla de un relator de origen, de alguien que vivió esos acontecimientos sino que nos habla –y esto no siempre se valora– de alguien que es destinatario de esa narración y al que se dirige el que relata (2009, p. 85). Desde nuestra perspectiva, este interés por el rescate narrativo de la memoria histórica y sentimental de quienes han experimentado el mal social, puede ser visto como la contracultura de aquellas dinámicas y procesos sociales que abogan tanto por la objetividad o cientificidad del conocimiento, como por la instantaneidad de éste y que nos llevan a concebirlo como un pasado sin historia. Consideramos que una aproximación narrativa a lo acontecido tras el terremoto, nos permitiría lograr un mejor conocimiento de sus dinámicas y alcances, que nos conduzca a promover y a desarrollar prácticas de trabajo social y de reconstrucción que consideren las perspectivas de sus protagonistas. Aproximación, que como ha quedado en evidencia en este trabajo, posee un posicionamiento hermenéutico y un enfoque interpretativo particular, que permiten integrar y articular elementos diversos con el propósito de perturbar el acceso a la verdad o al menos hacerla menos ingenua. En este esquema de pensamiento, el conocimiento es concebido como un proceso que avanza en interpretaciones y reinterpretaciones sucesivas, y, en este sentido, toda Testimonios y narraciones para comprender y resignificar el terremoto del 27 de Febrero. Aproximación a las experiencias autobiográficas de una generación de jóvenes chilenos comprensión, toda interpretación, es esencialmente circular y por lo mismo dialógica. Es desde esta forma de entender el conocimiento que proponemos considerar los testimonios que fueron recogidos en este ejercicio de curso, como portadores de experiencias que no buscan resolver un problema, sino provocar que el ser humano se enfrente a las cuestiones fundamentales de su existencia. Con la inclusión de esta perspectiva narrativa, queremos instar a desarrollar una práctica de intervención en Trabajo Social imaginativa y alterada, que perciba y trate a los sujetos como protagonistas de los procesos sociales en los que están insertos y no como afectados o ilesos, ni como implementadores o clientes de determinadas acciones. Christopher Hall, en su libro Social Work as Narrative, presenta al trabajador social como una persona que interviene con el material primario de los relatos de las personas y habla del empoderamiento que adquiere la persona cuando se convierte en un narrador, “the empowering of the storyteller” (Hall, 1997: p.249), lo que se narra es precisamente la experiencia y ello nos devuelve al propósito inicial de este artículo que destaca la perspectiva experiencial de este acontecimiento. Necesitamos desarrollar el Trabajo Social narrativo, afirma en forma convincente Fernando Vidal, para posteriormente puntualizar: “Podemos identificar el Trabajo Social narrativo con una serie de técnicas, pero lo más importante sería encontrar la dimensión creadora de sentido que tiene cualquier tipo de técnica de intervención. El Trabajo Social no crea y comunica “contenidos” de sentido solamente cuando hace actividades narrativas o reivindica sino que donde principalmente comunica es en su forma de hacer (...) La pregunta no es si hacemos actividad prestacional o reivindicativa sino que el interrogante sería: ¿los servicios que hacemos tienen sentido? ¿Hasta dónde alcanza el sentido de lo que hacemos? (...) debemos intensificar el sentido y expresividad de lo que hacemos” (Vidal, 2009: 335). El Trabajo Social narrativo es aquel que incorpora a la metodología de intervención social la activación de los significados y relatos como recursos de empoderamiento de sujetos. Hay diversas experiencias en distintas disciplinas y esta ha sido una forma de comunicar y difundir una de ellas. Bibliografía Boufoy-Bastick Béatrice. (2004), January). AutoInterviewing, Auto-Ethnography and Critical Incident Methodology for Eliciting a Self-Conceptualised Worldview [36 paragraphs]. 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La Sociedad de las esquinas, México: Editorial Diana (Original de 1943 Street Corner Soviet, Chicago: The University of Chicago) Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990. Gender and Drought: Experiences of Australian Women in the Drought of the1990s. 65 ISSN 0716-9736 / Revista Trabajo Social / No 78 / Julio / 2010 / P. 65-76 Género y sequía: experiencias de mujeres australianas en la sequía de 1990 Gender and drought: Experiences of Australian women in the drought of the 1990s* Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Daniela Sthelik es directora del Northern Institute, y Head of School of Social and Policy Research en Charles Darwin University, Australia. Su dirección electrónica es [email protected] y su dirección postal es Building: yellow 1, level 2, Charles Darwin University, Ellengowan Drive, Casuarina. NT 0909, Australia. Geoffrey Lawrence es profesor de la Universidad Central de Queensland; Ian Gray es profesor de la Universidad Charles Sturt. Resumen Un estudio sociológico colaborativo único llevado a cabo entre 1995 y 1997 exploró la construcción social de la sequía como desastre, con familias agrícolas en dos estados australianos: Queensland (producción bovina) y New South Wales (producción ovina/de trigo). Se decidió entrevistar a hombres y mujeres de manera separada, con el fin de probar nuestra hipótesis de que habría temas de género en cualquier análisis de un desastre, pero particularmente uno que tiene un impacto tan a largo plazo en las personas, familias y comunidades, como la sequía. Se realizaron entrevistas con más de 100 personas, tanto hombres como mujeres. Se llegó a la conclusión de que la sequía como desastre es una experiencia marcada por el género. Este documento hace uso de los relatos de algunas mujeres que participaron en la investigación para identificar “temas de diferencia” que confirman la necesidad de mantener el género como una variable en todos los estudios de los impactos sociales de un desastre. Palabras claves. Australia, sequía, género, familias, mujeres. Abstract A unique collaborative, sociological study undertaken during 1995–7, explored the social construction of drought as a disaster, with farm families in two Australian states: Queensland (beef producers) and New South Wales (sheep/wheat producers). A decision was made to interview the women and men separately to test our hypothesis that there would be gender issues in any analysis of a disaster, but particularly one which has such a long-term impact on individuals, families and communities, such as drought. Interviews were conducted with over 100 individuals male and female. We conclude that drought as a disaster is a gendered experience. The paper draws on the narratives of some women involved in the study to identify ‘themes of difference’ which confirm the necessity to maintain gender as a variable in all studies of the social impacts of disaster. Keywords. Australia, drought, gender, families, women. Prólogo de 2010 Durante los diez años desde que se escribió este artículo, Australia ha pasado por una sequía aun más severa que la de los años 90. Como resultado, el país ha comprendido de mejor manera que la variabilidad climática es un factor asociado al cambio climático y que, siendo el continente más árido del mundo, es probable que la sequía aumente. Por ejemplo, en nuestras políticas gubernamentales ya no se habla de sequías “excepcionales”, ya que ahora constituyen más bien la “norma”. Para quienes viven fuera de las ciudades, la experien- * La reproducción de este artículo fue autorizada a traves del ‘Licence agreement between Daniela Stehlik and John Wiley Sons. Licence number 2463310071084. 67 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray cia de la sequía ha cruzado generaciones. Durante 2008, el Gobierno Federal inició una importante Revisión de la Política Nacional sobre Sequía, enfocándose en impactos meteorológicos, económicos y sociales. Me siento hornada de haber sido miembro del Panel de Expertos Sociales como parte de dicha revisión. Condujimos 25 foros comunitarios durante 6 semanas alrededor del país, nos reunimos con más de 1.000 personas, recibimos más de 250 propuestas en nuestro sitio web y enviamos un importante informe al gobierno. Este informe está disponible en http://www.daff.gov.au/__data/assets/ pdf_file/0008/889946/dryness_report.pdf Desde aquel informe, el gobierno ha trabajado para crear nuevas políticas asociadas a la creciente “normalidad” de las experiencias de sequía. A pesar de que ya no considerábamos la sequía como una crisis (como las inundaciones o incendios forestales), el informe reveló que la mayoría de las respuestas de nuestros servicios todavía se estructuraban como si se tratara de una crisis única, en lugar de un acontecimiento más duradero. Además, las personas están comprendiendo cada vez más que la sequía no termina con las precipitaciones. La sequía es mucho más que una simple falta de lluvia. Estoy escribiendo un libro acerca de la experiencia de la sequía y el modo en que se relaciona específicamente con las mujeres en sectores rurales y remotos de Australia, con la intención de que se publique con la editorial Taylor and Francis en 2011. Mientras, espero que disfruten de la lectura de este artículo. Profesora Daniela Stehlik Julio de 2010 Introducción La sequía siempre ha sido parte del paisaje y medioambiente de Australia (ver Daly, 1994; Partridge, 1994; Lawrence et al., 1998; Lawrence et al., 1997). Los australianos están sumamente acostumbrados a las imágenes de la sequía: la tierra reseca, los árboles moribundos, los animales delgados y hambrientos que buscan en vano algo para comer, los rostros estoicos de los granjeros mirando el cielo en busca de nubes que acarrean lluvia. Durante su peor momento, la sequía de los años 90 se esparció por gran parte del este de Australia. En Queensland y New South Wales (ambas importantes zonas rurales de producción), algunos sectores rurales del interior vivieron la sequía de manera constante por casi una década. Sin embargo, hasta hace poco, aquellos australianos que no vivían en zonas rurales solo podían informarse a través de noticias anecdóticas 68 y de prensa. ¿Cómo es la experiencia para quienes han vivido/viven en ella? ¿Cómo se absorbe lo despiadado de un desastre como ese en la vida diaria de las personas, y cómo es posible lidiar con ello?. Entre 1995 y 1997 se llevó a cabo un estudio de los efectos de la sequía en familias agrícolas de Queensland y New South Wales como un trabajo conjunto entre el Centro de Investigación Rural Social y Económico de la Universidad Central de Queensland y el Centro de Investigación Rural Social de la Universidad Charles Sturt. Se financió por medio de una subvención de la Corporación de Investigación y Desarrollo de Industrias Rurales (RIRDC, por sus siglas en inglés) y la Corporación de Investigación y Desarrollo de Recursos Agrícolas e Hídricos (LWRRDC, por sus siglas en inglés). En este estudio, el primero en su tipo en Australia, se desarrolló un modelo de construcción social de la sequía al analizar los efectos de la experiencia vivida en términos comunitarios, familiares e individuales. Una importante hipótesis inicial establecía que “el impacto de la crisis de la sequía... ha puesto de manifiesto el rol crucial que cumplen las mujeres en el campo” (Stehlik et al., 1997b: 273) y, por tanto, el estudio se basó en la necesidad de recopilar historias tanto de hombres como de mujeres con el fin de iniciar un desarrollo de la narrativa más amplia – la construcción social de la sequía. Han surgido análisis a partir de este estudio en diversos artículos; por ejemplo, el modo en que la sequía de los años 90 ha sido redefinida y reconstruida por políticos y formuladores de políticas, de un desastre natural a un problema de manejo agrícola (Bulis et al., 1996); el impacto que ha tenido la experiencia en las familias (Stehlik et al., 1997b; Stehlik et al., 1997a), las comunidades (Gray et al., 1998; Stehlik et al., 1996a) y la práctica de manejo agrícola (Lawrence et al., 1998a). Se presentó el informe final a la RIRDC y la LWRRDC en abril de 1998 y se hizo público en mayo de 1999. En este artículo se presenta una perspectiva centrada en la mujer con respecto a la experiencia de la sequía, enfocándose particularmente en los relatos de aquellas mujeres que trabajan en la producción bovina y viven en la zona central de Queensland. El artículo ofrece una breve descripción de la metodología de investigación que fue diseñada para enfatizar los temas de género. En él se detalla la manera en que se condujeron las entrevistas para identificar algunos temas en común en las experiencias de las mujeres. Utilizando la propia voz de las mujeres, estas experiencias se exploran con mayor profundidad (siempre utilizando seudónimos). El artículo concluye resaltando cómo una comprensión Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990 de las perspectivas de las mujeres en una construcción social de la perspectiva de la sequía permite una comprensión más acabada del concepto de “desastre”. El artículo comienza con un breve resumen de la extensión y severidad de la sequía. La sequía de los años 90 en contexto Como ya se mencionó, si bien los australianos siempre han aceptado la sequía como parte de su experiencia histórica, la sequía de los años 90 fue distinta: más severa, más prolongada, incesante y muy generalizada. También llegó en un momento en que el precio de las materias primas se había abierto a los mercados mundiales y, por tanto, había disminuido su valor, transformándose en un doble golpe para los productores. A pesar de que las precipitaciones son escasas en gran parte del continente, este no constituye el problema “real” para los productores primarios. La mayor dificultad radica en la poca fiabilidad de las lluvias. Con un promedio de 420 milímetros, Australia tiene el nivel de precipitaciones más bajo de todos los continentes. Solo un 11% de Australia recibe lo que puede describirse como un promedio anual “aceptable” de precipitaciones para la agricultura (más de 800 mm). Aproximadamente un 30% del continente posee un clima árido o semiárido, con menos de 200 mm al año. Un 50% recibe no más de 300 mm (ver Lester, 1994). Durante la última década, se ha descubierto que la alta variabilidad de las precipitaciones en la zona este del continente está asociada al patrón de calentamiento y enfriamiento del Océano Pacífico, lo que origina cambios importantes en la presión atmosférica. Con el nombre de “fenómeno de El Niño”1, el alza de las temperaturas en Sudamérica suele coincidir con temperaturas oceánicas más bajas al norte de Australia. Aguas más frías y la presencia de un sistema de alta presión se combinan para producir cielos despejados y poca lluvia. Si esas condiciones persisten, puede ser el comienzo de la sequía en algunas zonas de Australia. De acuerdo a algunas investigaciones, un fortalecimiento de El Niño en el océano Pacífico puede tener como resultado diversos desastres climáticos turbulentos y devastadores alrededor del mundo. Por ejemplo, solo en 1997 la sequía en zonas de Papúa Nueva Guinea, las inundaciones de Somalia y las lluvias del sector costero peruano estaban relacionadas a él (Time, 1997). En Australia, un informe de ABARE en 1997 confirmó lo que muchos ya creían: existe una relación directa entre los patrones de sequía de la última década y el fenómeno de El Niño (The Australian, 1997). Este patrón ahora se está repitiendo y, al momento de finalizar este artículo (agosto de 1999), el litoral del este de los Estados Unidos se mantiene bajo una severa sequía. Resumen del estudio: metodología El Centro de Investigación Rural Social y Económico, ubicado en la Universidad Central de Queensland (campus Rockhampton) y el Centro de Investigación Rural Social de la Universidad Charles Sturt (campus Wagga Wagga) recibieron una subvención de la Corporación de Investigación y 1 Debido a la forma e inclinación del planeta, el sol calienta la superficie de la tierra de manera diferenciada. El aire sobre las zonas tibias (el Ecuador) crea una zona de bajas presiones, similar a cadenas de altas presiones en las zonas subtropicales. El aire se mueve para “nivelar” la pendiente de presiones. Para el Pacífico, el flujo de aire crea vientos alisios al sur-oeste que ayudan a formar la lluvia. Los vientos alisios también influyen en las corrientes de agua, y también existe un “intercambio” de energía y humedad entre la atmósfera y los océanos. La cantidad de lluvia que hay en verano depende de la temperatura del océano y la fuerza de los vientos alisios. El desarrollo de la Oscilación del Sur El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés) puede describirse de la siguiente manera: El océano Pacífico sur circula en sentido contrario a las agujas de un reloj. El agua fría de la Antártica llega a la costa sudamericana y fluye hacia el oeste en los trópicos, con la ayuda de los vientos alisios. Se entibia al moverse hacia el oeste, y las temperaturas de la superficie del mar y los niveles marinos se tornan mayores en el Pacífico oeste que en el Pacífico este ... Con agua tibia alrededor del norte de Australia se forma un sistema de bajas presiones a medida que el aire tibio y húmedo se expande y eleva, creando lluvia al norte de Australia. Con aire frío cerca de los trópicos en Sudamérica, el aire se contrae y se vuelve más denso, produciendo un sistema de altas presiones y condiciones secas en el Pacífico este. El aire circula entre los dos sistemas de presión en lo que se conoce como la Circulación de Walker ... A intervalos regulares de entre cinco y nueve años, una lengua de agua tibia del norte penetra el agua fría de Pacífico este en la costa peruana. Si es lo suficientemente grande como para entibiar esa agua, se desarrolla un sistema de bajas presiones en el Pacífico Este, con un sistema de altas presiones en el Pacífico oeste. Esto debilita los vientos alisios y ocasiona una inversión en el sistema de circulación (Daly, 1994: 27-8). En este momento en la costa peruana, si no están presentes las aguas típicamente frías que traen alimentos a los bancos de boquerones, la industria pesquera fracasa. Los habitantes locales han llamado a este acontecimiento “El Niño” ya que suele ocurrir en la época de Navidad. Los meteorólogos han utilizado los términos El Niño y Oscilación del Sur (el movimiento de presión de aire entre el Pacífico Sur este y oeste) para crear el anagrama ENSO. En el período de ENSO, el agua al norte de Australia permanece más fría que lo normal. Las aguas más frías y un sistema de altas presiones suelen producir cielos despejados y muy poca lluvia. Si esas condiciones persisten, se dice que Australia está pasando por condiciones de “sequía”. 69 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Desarrollo de Industrias Rurales y la Corporación de Investigación y Desarrollo de Recursos Agrícolas e Hídricos en diciembre de 1995 para realizar un estudio de dos años sobre el efecto de la sequía de los años 90 en familias agrícolas de ambos estados. El estudio, llevado a cabo en el distrito Riverina de New South Wales con productores ovinos/de trigo y en la zona central de Queensland cerca de Rockhampton con productores bovinos, fue el primero en su tipo en Australia. Comenzó con una simple pregunta: ¿cómo es/ha sido para las personas vivir un desastre como este? En 1995 y 1996, se entrevistó en profundidad a 103 adultos de 56 granjas al oeste de Riverina y centro de Queensland acerca de sus experiencias. Las preguntas abarcaban sus familias y antecedentes personales; sus granjas y su experiencia de sequías en términos de manejo agrícola y doméstico; las maneras en que percibían la sequía y lidiaban con ella; las consecuencias financieras; la calidad de vida y los efectos en la salud; el apoyo comunitario; el medioambiente; las políticas gubernamentales; y, de manera importante, el futuro. La metodología de construcción social se desarrolló a través de un diseño interpretativo y naturalista (ver Denzin y Lincoln, 1994; Guba y Lincoln, 1989) que reconoce, a través del relato, el rol primordial de aquellas personas cuyas vidas se han visto afectadas por la sequía (ver Stehlik et al., 1996b para mayores detalles acerca de la metodología). Como parte central de la metodología se encontraba la hipótesis de que la experiencia sería distinta para hombres que para mujeres. Por tanto, el género se convirtió en una variable clave en el desarrollo del estudio. Ya que los sectores rurales de Australia se han identificado principalmente como “masculinos”, con una prevalencia de imágenes de hombres como agricultores, productores y ganaderos, debido a un sistema patriarcal de tenencia de tierras (ver Pioner,1990), tradicionalmente las mujeres han “disfrazado” el rol que cumplen en los asuntos públicos de las comunidades campestres. Desde hace pocos años, sociólogas rurales feministas han comenzado a poner a las mujeres en el primer plano de sus investigaciones y, por consiguiente, hoy existe algo de evidencia con respecto a los roles claves que cumplen las mujeres en la agricultura, no solo en Australia, sino también en otros lugares (para Aus- tralia, ver Alston, 1990, 1995 y James, 1989, 1990; para Europa, Whatmore, 1991; para los Estados Unidos, Sachs, 1983; y para Canadá, Leckie, 1993). La decisión de entrevistar a productores hombres y mujeres por separado se tomó a partir del principio de género como variable clave. Dentro del grupo de investigación, surgió una discusión acerca de la manera en que una variable como esa podía incorporarse tanto en la metodología como en el análisis. Todos los integrantes del grupo de investigación reconocían que el género comenzaría a revelar “diferencias” en la construcción social de la sequía. Nuestra decisión de investigar a hombres y mujeres por separado se basó en la presunción de que sería más factible obtener percepciones de las productoras mujeres acerca de decisiones, actitudes y pensamientos sobre la experiencia si se les daba la oportunidad de conversar en privado (en confianza) con el entrevistador. En nuestra discusión grupal preliminar (ver Stehlik et al., 1996a), las mujeres que trabajaban en la producción bovina nos instaron fuertemente a que las entrevistas se hicieran de esa manera. Se nos aconsejó separar a los hombres de las mujeres al momento de hacer las entrevistas, ya que permitiría que las mujeres hablaran “porque si hubiera hombres ahí, [las mujeres] solo estarían sentadas escuchando cómo hablan los hombres y no dirían nada”. Las entrevistas a mujeres y hombres por separado no solo exponen “diferencias”, sino que también refuerzan la centralización de las mujeres en los estudios rurales, lo que puede ayudar a realinear el paradigma masculino actual de la vida en zonas rurales. La investigación de campo se caracteriza por un análisis de las personas que responden en su vida cotidiana. Tener acceso a esos grupos de personas bajo estudio puede ser problemático, ya que la investigación naturalista busca un enfoque no intrusivo en conjunto con principios de confidencialidad y anonimato. Un muestreo compatible con la investigación de campo no se basa en validez y probabilidades matemáticas llamadas comúnmente procesos aleatorios (Neumann, 1990: 218). Un método cualitativo de muestreo más adecuado, que es interactivo y menos estructural suele llamarse “muestreo de bola de nieve” (Jones, 1996: 144; ver también Ford, 1975) o, como lo hemos llamado nosotros de manera más certera, “muestreo rizomático”2. 2 El “muestreo rizomático” deriva del “rizoma” botánico, que significa “tallo subterráneo”. Acá se utiliza para evitar el término “bola de nieve”, que resulta incongruente ya que el tema es la sequía. Para una discusión teórica detallada, ver Stehlik (1999) “From Snowball to Rhizome: Feminist Rural Research and the Challenge to ‘Credibility’”. Artículo presentado en la Conferencia Internacional Los Temas de Rigor en Investigación Cualitativa, Melbourne, julio 8-10 de 1999 y cuya publicación se prepara actualmente. 70 Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990 Creemos que nuestras experiencias en este estudio son distintas a los enfoques más tradicionales del “muestreo de bola de nieve” y, por tanto, ofrecen un conjunto de información única, a modo de relatos. El concepto de “rizomático” ha surgido como resultado de nuestro trabajo en este estudio. Los parámetros de esta interacción no fueron definidos por líneas, sino que se determinaron en base a “factores culturales” y “red[es] interconectada[s] de personas” (Neumann, 1990: 199). Los vínculos entre estas redes ofrecieron otras fuentes de investigación que no implican necesariamente conocimiento directo o influencia de cada uno, sino un vínculo común de un tercero (Neumann, 1990: 200). Kreuger (1994: 84-5) sugirió dicho muestreo para participantes de grupos de discusión a quienes después se les pediría que nominaran a otros para más preguntas. En esta investigación, los participantes de los grupos de discusión nos entregaron a nuestros primeros contactos para la siguiente etapa de nuestra metodología, que eran las entrevistas en terreno. En ambas regiones, informantes claves ayudaron en el proceso de desarrollo del muestreo rizomático. Estos informantes claves resultaron vitales para recomendar a algunos productores a quienes la sequía los estaba afectando de manera particularmente dura y aquellos que se encontraban en situaciones especialmente difíciles – tanto en términos familiares como financieros. Por ejemplo, en la región de New South Wales, el informante clave era miembro de la comunidad que había participado activamente en la lucha para que la zona fuera declarada en sequía (un tema extremadamente conflictivo, ya que los condados vecinos habían sido declarados en sequía desde hacía un tiempo) y que, por tanto, pudiera optar al subsidio para “circunstancias excepcionales” de sequía del Programa de Ajuste Rural. En la zona central de Queensland, el informante clave trabajaba en el área de la educación y en ganadería. Además, gracias a publicidad radial un número de familias de Queensland se contactó con nosotros para participar en las entrevistas. En las entrevistas más amplias, les pedimos a las personas que se enfocaran en las estrategias que habían adoptado durante los años 90 para lidiar con la sequía y que habían aprendido durante experiencias previas de sequía. En las entrevistas de repetición realizamos grupos de estudio de caso con los participantes y nos concentramos en la tierra, la ganadería, el abastecimiento de agua, las decisiones ambientales y de gestión y las decisiones importantes acerca de la familia. Fue así como pudimos centrarnos en los temas claves de nuestro estudio: agua, ganado, tierra, medioambiente, familia y comunidad. En total, entrevistamos a 52 mujeres y 51 hombres. En la zona central de Queensland los entrevistados fueron 25 mujeres y 24 hombres, y en New South Wales hubo 27 mujeres y 27 hombres. Entrevistamos a dos viudas, una en Queensland y otra en New South Wales. En Queensland hubo un hombre soltero y uno divorciado, y un soltero en New South Wales. La edad promedio de los entrevistados estaba en el rango de 45 a 49 años, y algunos en Queensland tenían sobre 55. En general, eran todos productores con experiencia y habían manejado granjas por cerca de 25 años. El tamaño promedio de sus propiedades era de 9.000 hectáreas (5.138 hectáreas en Queensland y 18.511 en New South Wales). La mitad de las granjas estaban dedicadas por completo a la ganadería, y solo ocho de ellas utilizaban menos del 50% de la tierra para ese propósito. Las entrevistas se realizaron en los hogares de los productores, a veces elegidos por ellos, y por lo general duraron alrededor de dos horas, con entrevistas separadas al marido y la mujer en (casi) todos los casos. Se utilizó un calendario semiestructurado de entrevistas (que se desarrolló como resultado de la discusión grupal). Es importante señalar que se hicieron las mismas preguntas al marido y a la mujer. Para la mayoría de ellos, era la primera oportunidad que tenían de discutir la experiencia. Muchos se mostraron muy interesados en el estudio y esperaban que sus relatos pudieran influir en futuras decisiones. Temas de diferencia De acuerdo a nuestro análisis más amplio, se identificó un número de “temas” de diferencia en las experiencias de las mujeres con respecto a las de los hombres. Descubrimos que las mujeres vivieron el estrés y las privaciones causadas por la sequía de manera distinta; que aquellas parejas que compartieron el peso mediante decisiones mutuas vieron fortalecidas sus relaciones, y su respuesta personal al desastre fue menos abrumadora. También se notó que como resultado de la naturaleza constante de la crisis de sequía, muchas mujeres vieron que sus roles cambiaron y que muchos de los maridos (aunque no todos) reconocieron el rol fundamental que cumplían sus parejas al mantener las propiedades de cara a una creciente disminución en la productividad. Además identificamos que dichos cambios de rol entre cónyuges debía integrarse y apoyarse de mejor manera dentro de las familias y por parte de agencias externas de apoyo (como orientación). 71 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray Esta sección del artículo se centra específicamente en los relatos de las mujeres que trabajan en la producción bovina en la zona central de Queensland para explorar esos puntos más adelante. Tomando las respuestas del cuestionario, acá nos enfocamos en: el grado de toma de decisiones; sus hijos, los cambios de rol esperados de ellos durante la sequía; lo que ellos han llamado sus experiencias “internas/ externas” y el lugar que ocupan los jardines y la espiritualidad en sus vidas. Se discutirá brevemente cada dimensión de diferencia, utilizando las voces de las mujeres cuando sea posible. Exceptuando el tema de los hijos, estos otros no son temas que hayan surgido de nuestras entrevistas con los hombres; sin embargo, cuando el tema lo discutió el marido, tomamos nota de ello en nuestra discusión. Mujeres y toma de decisiones La toma de decisiones por parte de las mujeres se ha discutido en la bibliografía desde 1979 (Craig, 1979). De manera más reciente, la toma de decisiones se ha convertido en un aspecto crucial del análisis feminista con respecto al lugar que ocupan las mujeres en la agricultura en Australia. Por ejemplo, James (1990: 33) ofrece un modelo de toma de decisiones de mujeres agricultoras en base a su estatus legal, su rol “informado” en la toma de decisiones y su contribución en el trabajo; Saw (1995) analiza cuatro casos de estudio en relación a mujeres mayores y su capacidad para tomar decisiones en empresas rurales; y finalmente Alston (1995: 667) habla del grado de toma de decisiones por parte de mujeres en la producción y en las relaciones de poder. En nuestro estudio, el cuestionario semiestructurado incluía tres preguntas que abordaban específicamente el la toma de decisiones entre marido y mujer durante la sequía. Estas fueron: • Desde su punto de vista, ¿cuál ha sido la decisión más importante que se ha tomado hasta ahora con respecto a la propiedad durante la sequía? • ¿Cómo contribuyó usted a esa decisión? 1. Tomé la decisión solo/a. 2. Tomé la iniciativa en la discusión. 3. Tomé parte de la decisión. 4. No participé en la decisión. • ¿Qué podía perder usted cuando se tomó esta decisión? Usando seudónimos, detallaremos las respuestas entregadas en las 21 entrevistas realizadas en el componente de Queensland del estudio. La primera pregunta dio pie a solo cuatro respuestas compatibles (la misma respuesta entregada por el marido y la mujer), mientras las otras 17 respuestas no coincidían ni en contenido ni en propósito. En el contexto de la sequía, las decisiones con respecto a la propiedad que las mujeres consideraban importantes –pero no así los hombres– incluían abrir la propiedad a los turistas y enviar a los hombres a que trabajaran fuera del campo. Una mujer describió de manera muy emotiva la decisión de utilizar todos los ahorros de la familia para sobrevivir a la sequía (en lugar de endeudarse) – una decisión que se tomó al inicio de la sequía y que luego se comentó durante la entrevista. Ella explicó que esos ahorros se habían guardado originalmente para construir su primera casa en la propiedad. Como resultado de la decisión (en la que ella no participó), la familia ahora vive en el establo adaptado en el que siempre han vivido y, ya que ahora no hay dinero para construir, es probable que sigan viviendo ahí en el futuro. Resumiremos las diversas respuestas a la segunda pregunta en la Tabla 1. Si bien esta es una representación cuantitativa bruta, logra mostrar que estas mujeres no se ven a sí mismas como la persona que lidera la toma de decisiones en aquellos temas más importantes con respecto a la propiedad durante de la sequía. De acuerdo a James, debería considerarse un análisis del poder y el control, además del rango de variables, al momento de analizar la toma de decisiones, incluyendo relaciones maritales, tipos de decisiones y tareas (James, 1990: 32). A pesar Tabla 1 Respuestas a pregunta sobre el rol en la toma de decisiones (n=21) Preguntas 72 RespuestaRespuesta mujereshombres Tomé la decisión solo/a 0 3 Tomé la iniciativa en la discusión 0 9 Tomé parte en la decisión 18 9 No participé en la decisión 3 0 Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990 de que esto sobrepasa el alcance de este artículo, nuestro resumen sí resalta la “diferencia” en la toma de decisiones, algo que no se habría registrado si las parejas hubieran sido entrevistadas en conjunto. El informe de James con respecto a entrevistas y toma de decisiones respalda este factor (Ibíd.). Relaciones con los hijos Hubo muchas preguntas relacionadas con los hijos a lo largo del calendario de entrevistas, de las cuales surgieron diversas respuestas por parte de los padres. Por ejemplo, los hombres se mostraron preocupados por la educación de sus hijos y la factibilidad de que tuvieran algún futuro en el campo. Las mujeres estuvieron de acuerdo con estas respuestas, pero también mencionaron otras dimensiones cuando hablaron acerca de la experiencia de sus hijos. Muchas mujeres seguían creyendo que las zonas rurales eran lugares idóneos para criar a sus hijos, a pesar del desastre de la sequía. Por ejemplo, Helena relata: Creo que es un lugar maravilloso para criar hijos. Tienen mucho espacio y no tengo que preocuparme por el tráfico o por otras personas. Esta preocupación por “otras personas” también surgió en el relato de otras mujeres que pensaban que la vida rural les ofrecía protección contra lo que ellas llamaron “la gente común”. En este sentido, el aislamiento puede verse como un escudo y también como un mecanismo para controlar a los hijos, como lo explica Felicity, aunque de manera algo ambivalente: Si nuestros hijos quieren jugar con alguien, no pueden simplemente ir y jugar. Nosotros debemos darles permiso, subirlos al auto y llevarlos. Podemos controlarlos, aunque no me gusta esa palabra. Algunas mujeres del estudio fueron madres durante los años de sequía 1916 y antes de la entrevista. Helena tuvo tres hijos durante este período y recibió poca ayuda de su familia, ya que sus padres vivían en Brisbane (a 700 kilómetros de distancia) y su suegra vivía en Rockhampton (a 150 kilómetros). Su mayor preocupación durante esos seis años fue la falta de tiempo para hacer cosas personales o para relajarse. El tiempo también era vital cuando toda la familia viajaba a Rockhampton “por negocios” y ella debía llevar a los tres niños. Para Helena, el problema se transformó en la búsqueda de una guardería infantil ocasional a un precio razonable en el distrito de Rockhampton. Las guarderías disponibles estaban fuera del alcance del presupuesto familiar. Las visitas a la “ciudad”, que antes se esperaban con ansias, se convirtieron en una tarea enorme y muchas veces traumática, a las que el marido de Helena no hizo alusión durante su entrevista. Los niños también eran una fuente de dolor para algunas de las mujeres entrevistadas. Dos mujeres debieron enfrentar la muerte de un hijo durante la sequía. Para Bev fue particularmente doloroso, ya que tuvo dos hijos nacidos muertos en años consecutivos. Si bien el marido de Bev reconoció la “tristeza”, no se explayó sobre sus sentimientos ni discutió hasta qué punto ese episodio fue una tragedia para su señora. Cuando se le pidió que comentara acerca de los efectos personales de la sequía, Bev recordó con dolor que “... recién habíamos perdido a nuestro bebé y eso fue muy fuerte para mí”. La vida de Bev con los hijos que sobrevivieron tampoco fue cómoda, ya que se sentía responsable por el hecho de que tuvieran que trabajar en la propiedad y no pudieran disfrutar su infancia. Ella habla acerca de cómo bombeaban agua para el ganado –una tarea adicional que resultaba esencial durante la sequía –y la manera en que afectó la relación con sus hijos y su rutina: Llevaba a los niños al bus escolar y luego llegábamos a la casa a bombear. Volvíamos a casa cuando ya estaba oscuro, porque debíamos bombear en cuatro o cinco lugares. Supongo que los niños nunca tuvieron tiempo para jugar porque siempre estaban bombeando agua. Cambio de roles La sequía en Queensland precipitó un cambio de roles para algunas mujeres productoras que podría no haberse detectado si las entrevistas se hubieran llevado a cabo en conjunto. Ahora está documentado el hecho de que las mujeres del campo han hecho “trabajo de reserva” para la propiedad, manteniendo al mismo tiempo sus roles de amas de casa (Sachs, 1983; Gibson et al., 1990; Alston, 1995). El trabajo de las mujeres ha incluido tradicionalmente la esfera doméstica, que era “lo aceptado en esa época, y esa aceptación les daba una sensación de garantía” (Alston, 1995: 34). No todas las mujeres de nuestro estudio debían trabajar en sus hogares antes de la sequía, pero algunas creyeron que su rol de amas de casa permanecería exclusivo y constante. Nuestras entrevistas permitieron que estas mujeres reflexionaran acerca de los profundos cambios en sus roles. Por ejemplo, Agnes se casó y mantuvo el hogar hasta que la sequía se volvió incontenible. Como una manera de ahorrar gastos, se tomó la decisión de no contratar más trabajadores temporeros. Como resultado, Ag73 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray nes se convirtió en lo que ella llama “el hombre de trabajo”. Yo solo era la dueña de casa y ahora ya no lo soy. Soy el hombre de trabajo ... así es que debo ayudar todos los días ... soy de los que trabajan desde que amanece hasta el atardecer, y sigo trabajando de noche cuando debo planchar y hacer cosas así... La “sensación de garantía” de Agnes con respecto a su rol en el campo y como ama de casa ha desaparecido. Ella sentía que no era factible volver a lo que antes era una demarcación reconocida entre las labores del hogar y el trabajo en el campo; por el contrario, concluía que No creo que vuelva a trabajar en mi casa nuevamente y contratar a alguien, y no me gusta esa idea. Algunas mujeres respondieron a la crisis de la sequía llevando a cabo trabajos fuera del campo. Como resultado, no solo cambiaron sus roles, sino también sus rutinas diarias, lo que a la vez afectó a sus familias. Los hombres dieron cuenta de este cambio de rutina en sus entrevistas. Nuestras entrevistas también pusieron de manifiesto este profundo cambio personal para las mujeres, que afectó su autoestima de maneras inesperadas, como explica Daphne: Creo que al trabajar fuera de la propiedad he aprendido nuevas habilidades y cosas así. Es algo positivo [para mí]. Para Toni, el trabajo fuera del campo implicó un dilema entre mantener o no su casa a un “estándar” que había establecido cuando trabajaba exclusivamente como dueña de casa. Como resultado, ella describe tanto lo positivo como lo negativo de: ... estar agotada los fines de semana ... pero por eso mismo, cuando trabajo conozco gente distinta y suelen ser profesores jóvenes, y son entretenidos, y tú como que te olvidas del estrés cuando trabajas. Para Yvonne, el trabajo fuera del campo fue fundamental para su sentido de identidad: Me moriría sin él ... ha sido vital para mi salud mental ... me encanta el trabajo [pagado] ... he trabajado toda mi vida y por eso lo tomé cuando recién llegué aquí ... me gusta la casa pero no soy una persona de casa ... me encanta trabajar y es un desafío. Muchas mujeres también mencionaron que la generación de ingresos fue un beneficio para sus vidas. Por ejemplo, Julie dijo que 74 Era dinero que el banco no podía llevarse. Yo lo guardaba en una cuenta separada... si queríamos gastar dinero en un regalo para uno de nuestros hijos podíamos hacerlo... y esa es la diferencia. Para otras mujeres, el empleo pagado fuera del campo se convirtió en un estrés adicional. Debían equilibrar la necesidad de ingresos con la necesidad de mantener una sensación de “salud mental”, como dice Vera. Finalmente Vera renunció a su trabajo en una gasolinera local debido al estrés: Era demasiado... el estrés de la sequía y la preocupación por todo; no pude lidiar con todo. Felicity también debió dejar su trabajo de profesora debido a sus compromisos en el campo: Solía trabajar, pero debí dejarlo porque lo hacía en las tardes cuando Trevor me necesitaba, y no estaba funcionando. Hubo otros factores que afectaron la necesidad de las mujeres por tomar un trabajo externo pagado, como por ejemplo el costo. Lee explica que su deseo por encontrar un empleo fuera del campo se vio inhibido por razones económicas. Declaró que Habríamos tenido que cambiar la caja de cambios de nuestro auto y probablemente habríamos necesitado comprar un auto nuevo, pero no podíamos costearlo, así es que la parte económica pesó más que el ingreso [que yo podría haber obtenido]. Solo una de las mujeres de Queensland mencionó que su marido fue la razón por la cual sentía que no podía buscar un trabajo externo. Agnes mencionó que Me gustaría, cuando se termine la sequía, ser egoísta nuevamente ... Siempre le digo a [mi marido] que lo voy a hacer y el me dice que no puedo ... pero me gustaría y estoy tomando un curso comunitario de computación, así es que estoy obteniendo una certificación y actualizando mis habilidades con ese propósito. Interior/exterior En su mayoría, los productores hombres relacionaron sus respuestas a la propiedad, el “exterior” que conocían tan bien, y comentaron poco o nada acerca de los acontecimientos “interiores” en la casa. Acá usamos el término interior/exterior en lugar del término más sociológico de público/privado, con el fin de emplear la terminología que utilizaron las mujeres de manera consistente. La respuesta que daban las mujeres con respecto a los hombres que siempre estaban en el exterior trabajando en el campo es Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990 otra dimensión de diferencia que podría haber sido suprimida en entrevistas en conjunto. Por ejemplo, muchas mujeres reconocieron que para los hombres debía ser muy estresante ver y vivir la sequía de manera diaria – como lo sugirió Helena: ... y la presión que [la sequía] nos ha impuesto, principalmente a los hombres, supongo; ellos tienen que lidiar con ella todos los días. Dentro de la casa tú estás un poco más protegida. Sabes que existe, por supuesto, pero no estás viendo la falta de agua ... Otra mujer cuyo “lugar”, como lo identificó de manera muy clara, estaba en el interior de su casa y no en el exterior, en el campo, se sentía estresada por lo que consideraba que “debía hacerse” en la casa, pero se sentía incapaz de remediar esa preocupación. Agnes expresó un sentimiento parecido: Me gustaría ser mi contraparte de ciudad. Puedes gastar tu dinero en tu pequeño mundo en lugar de que se gaste afuera. Se hacían sacrificios por el “exterior” en lugar de los trabajos “interiores” que alguna mujeres sentían que era necesario hacer. Como se discutió anteriormente en la toma de decisiones, Bev no tuvo otra opción que dejar de lado su esperanza de tener una casa para su familia, ya que los ahorros se estaban usando para mantener el exterior – el dominio de su marido. No todas las mujeres expresaron una comprensión tan clara de la separación entre interior/exterior. Algunas “aun disfrutan saliendo a trabajar”, pero en todas nuestras entrevistas, el mayor compromiso de todas las mujeres era con su hogar: el dominio interior. Una de las tareas menos conocidas que algunas mujeres mencionaron fue la de tomar llamados de agentes de producción y ejecutivos bancarios. Si bien algunos hombres mantenían contacto con estas personas, las mujeres eran el primer punto de contacto, ya que muchas de ellas llevaban la contabilidad de los negocios del campo. Dawn explicó: Toda la contabilidad llega acá. El ejecutivo bancario llama acá para todo. El contador llama acá. Tenemos la primera línea de contacto con todos. Y esa suelo ser yo. Esta tarea constante de manejar las finanzas y las llamadas telefónicas era una fuente de tensión durante los tiempos difíciles para algunas mujeres, que sentían que debían aguantar lo más pesado de este trabajo en el interior. Por lo general, las llamadas anunciaban malas noticias. Como explicó Lee: No quiero tener que hablar con esta gente. Por eso empecé a dejar el teléfono descolgado. Es posible que haber entrevistado a los hombres y mujeres juntos no hubiera dado pie a respuestas tan emotivas a una tarea que podría considerarse parte “normal” de ese tipo de negocios. Sin embargo, Vera, que lloraba durante esta parte de la entrevista, explica la diferencia por géneros: Creo que me preocupo por el préstamo del banco y las finanzas. Como yo llevo la contabilidad, creo que tiene un efecto mayor en mí, tal vez un efecto distinto... El jardín y la espiritualidad Algunas mujeres que sentían el estrés de la sequía y la necesidad de equilibrar el trabajo en el interior/exterior por lo general buscaban dos lugares de paz –su jardín y su espiritualidad personal. Los hombres comentaron poco o nada esas dos distintas dimensiones de la experiencia de la sequía. El jardín puede verse como una antítesis poderosa de la sequía– un lugar de agua, serenidad y verdor. Para las mujeres que “tomaban prestado” un poco de agua, el jardín era un refugio. Terri explica: Si no tuviéramos un jardín para ocupar ese poco tiempo, nos volveríamos locas. Si te gusta trabajar en el jardín, sabes que puedes ir allí y nada más parece importar. Pueden ser solo un par de horas, pero nada más parece importar. El jardín también era un lugar de tristeza para otras mujeres, cuando no podían hacerse cargo de él. La sequía (y sus maridos) provocaron decisiones que restringían el uso de agua sobrante y de gastos, como menciona Agnes: Podría dedicarme al jardín, pero ni siquiera puedo ir a comprar plantas. Compré algunas el otro día; estaban en oferta ... si [Colin] las viera no estaría contento, ya que tenemos que apretarnos los cinturones. Para una mujer a quien le había tocado vivir todo el impacto de la sequía, la muerte de su jardín fue la desgracia final. Tomó la decisión de dejar la propiedad y mudarse a la casa familiar en Rockhampton. Para muchas mujeres, la otra fuente de consuelo durante la sequía ha sido su fe y, con ella, la espiritualidad. Solo un hombre nos habló acerca de sus creencias religiosas durante una entrevista. Al parecer, el desastre de la sequía ha revivido, mantenido y puesto en cuestionamiento la fe para algunas mujeres productoras. Claramente, la fe era un apoyo importante para ellas, al darles la fuerza para sobrevivir a una sequía de seis años. Por ejemplo, en una comunidad las mujeres crearon un grupo 75 Daniela Stehlik, Geoffrey Lawrence e Ian Gray bíblico que se reúne en sus propiedades, y ahí comparten, rezan y se consuelan. Para algunas mujeres, el desastre fue una época que puso a prueba su fe, como explicó una de ellas: ... creemos en Dios, así es que, en el fondo, creemos que si rezamos ... Él nos cuidará. Creo que en ese aspecto he fallado miserablemente porque pienso que no obtengo consuelo ... Dios pensará que no agradezco lo que Él ha hecho por mí... Reflexiones acerca de la experiencia Históricamente, la sequía ha sido definida como un acontecimiento natural que causa estragos en la tierra, lo que hace pasar apuros a agricultores y productores. Antes de los años 90, la respuesta de sucesivos gobiernos australianos a ese tipo de desastres fue la formulación e implementación de políticas diseñadas para superar el desastre “natural” de la sequía. No obstante, la Política Nacional sobre Sequía de 1992 y sus equivalentes estatales han cambiado la noción de la sequía como algo “natural” para definirla como parte del riesgo asociado a la agricultura. A pesar de que todas las comunidades rurales, desde asentamientos agrícolas dispersos a ciudades regionales, sufrían rápidos cambios económicos y un desplazamiento social de tanto en tanto, los sectores agrícolas tienen problemas especiales asociados a la naturaleza de la producción en el campo. En la actualidad sufren de una declinación económica – y en muchos casos ambiental – de largo plazo, además de golpes a corto plazo como la fluctuación internacional de precios y condiciones climáticas más extremas como la sequía. A pesar de que los gobiernos han redefinido la sequía, el significado que tiene para las familias agriculturas está claro. Para muchos no es un desastre que sea repentino en ocurrencia o impacto, sino uno que puede afectar profundamente el bienestar de las personas. A través de nuestro estudio descubrimos que el problema de la interpretación de la sequía como un desastre es doble: surge lentamente, a diferencia de cataclismos como las tormentas o los terremotos. El problema más profundo dice relación con su frecuencia. Ocurre en patrones que hasta cierto punto son tecnológicamente predecibles, y a veces confiables. Por tanto, hasta ahora se ha interpretado como un acontecimiento para el cual es posible prepararse. Nuestros hallazgos muestran que el costo que tiene la experiencia de sequía durante muchas temporadas para las familias puede medirse no solo en términos de pérdida de ganado y disminución de 76 recursos, sino también en un deterioro de la cohesión familiar, una pérdida de redes comunitarias y, en algunos casos, una sensación de abandono por parte del resto de Australia (urbana). La relación de intercambio para la agricultura australiana, las condiciones económicas que enfrentan los agricultores y el continuo deterioro del medioambiente agrícola bajo estas condiciones hacen que la preparación para la sequía sea muy difícil y a veces imposible para muchos, ya que intentan maximizar la producción. A pesar de esto, los agricultores que entrevistamos saben que la preparación para la sequía distingue buenas prácticas de gestión. En nuestro informe a la RIRDC, identificamos una construcción social de la sequía como ... un proceso que traspasa generaciones. La gente del campo aprende a conocer los símbolos de la sequía y a interpretarlos. Estas interpretaciones se convierten en significados que se entregan a otros a través del tiempo y el espacio (Stehlik et al., 1998: 2). Para las mujeres entrevistadas en esta investigación, los significados de la sequía y la experiencia de vivir temporadas consecutivas sin lluvia han tenido efectos profundos y a largo plazo. Algunos de esos significados les eran inmediatamente obvios, ya que durante las entrevistas pudieron expresarlos y discutirlos; otros no lo eran tanto, y tal vez les sean más obvios tras una reflexión. Al momento de escribir el primer borrador de este artículo (octubre de 1998), la zona central de Queensland recibió las primeras precipitaciones iniciales desde que comenzó la sequía (1990). Para las familias entrevistadas y para otras como ellas, ese inicio ha significado la esperanza de un posible fin del desastre. Como consecuencia, la declaración de sequía en muchas propiedades se ha eliminado y las familias están intentando recuperar sus vidas. En los lugares donde condujimos nuestras entrevistas, han comenzado a aparecer carteles de “en venta”, ya que muchos han decidido marcharse. A pesar de que este artículo se ha centrado en las mujeres y sus experiencias, el modelo de construcción social también incluye el efecto que ha tenido la crisis en las comunidades. Para muchas mujeres, el impacto a largo plazo de la sequía de los años 90 se verá en la naturaleza de la relación que tienen con su comunidad. La sequía, en conjunto con una restructuración rural y una caída en los precios de las materias primas, ha tenido como resultado una reducción de recursos comunitarios en la Australia rural. Muchos vecinos se han marchado de las propiedades colindantes, muchos pequeños negocios Género y sequía: experiencias de Mujeres Australianas en la sequía de 1990 han cerrado y muchos servicios ya no están disponibles. Para las mujeres que han “sobrevivido”, su legado consiste en que al enfrentar el desafío de reconstruir sus propias vidas, también deben continuar por el bien de sus familias y el de la vida de sus comunidades. Tal como nuestros entrevistados nos recuerdan constantemente, las cosas no “mejoran automáticamente” en cuanto llega la lluvia. Además, los productores agrícolas conocen muy bien la compleja relación entre sequía, precios de materias primas, globalización y restructuración rural. Sin embargo, es posible que muchos formuladores de políticas vean “la sequía” como algo que puede manejarse y luego dejarse a un lado y, por tanto, necesitan familiarizarse mejor con esa relación. Los desastres suelen ser catalizadores de cambio, y como ha quedado demostrado en este artículo, esos cambios afectarán las vidas de hombres y mujeres en las zonas rurales de Australia durante la próxima generación. Para concluir, queremos agradecer a aquellas mujeres que compartieron con nosotros sus dolores, alegrías y pensamientos. Sus percepciones nos ayudan a comprender la construcción social de la sequía. Esperamos que sus relatos nos permitan a quienes no vivimos en la Australia rural comprender sus experiencias. Agradecimientos Helen Bulis presentó una versión previa de este artículo en la Conferencia de la Asociación Australiana de Estudios de la Mujer llamado: Futuros Feministas: Nuevas Direcciones en Teoría y Práctica, Universidad de Western Australia, Perth, noviembre 27-9 de 1996. Los autores desean agradecer el apoyo para financiar esta investigación recibido de la Corporación de Investigación y Desarrollo de Industrias Rurales y la Corporación de Investigación y Desarrollo de Recursos Agrícolas e Hídricos. Una copia del informe final de este estudio está disponible en http://www. rirdc.gov.au o [email protected]. Deseamos agradecer a nuestros revisores anónimos y a los editores por su ayuda en la versión final de este artículo. Por último, gracias a nuestros asistentes de investigación, Helen Bulis y Rachael Williams, y a los hombres y mujeres que compartieron sus experiencias con nosotros. Bibliografía Alston, M. (1990). Farm Women and Work. En M. Alston (ed.) Key Papers Number 1. Rural Women. Centro de Investigación Rural, Wagga Wagga. — (1995). Women on the Land: The Hidden Heart of Rural Australia. University of New South Wales Press, Kensington. Australian, The (1997) 3 de septiembre: 7. Bulis, H., Stehlik, D. Lawrence G. y Gray, I. 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E-mail: [email protected] Escuela de Trabajo Social Programa de Educación Continua 2010 Un espacio intelectualmente estimulante que anima el juicio crítico, la generación de conocimiento y la intervención innovadora. 81 Programa de Extensión 2010 Diploma de especialización en mediación familiar Duración: 220 hrs. Diploma de pericia social en el juicio oral Duración: 100 hrs. Diploma de gestión organizacional para el trabajo social Duración: 110 hrs. Diploma de especialización en el sistema de seguridad social chileno Duración: 120 hrs. Diploma de marketing social y estrategias de implementación de programas Duración: 100 hrs. Diploma de gestión de sistemas de bienestar en la empresa Duración: 120 hrs. Diploma de intervención en abuso sexual infantil Duración: 100 hrs. Diploma de intervención social con adolescentes infractores de ley Duración: 100 hrs. Para mayor información www.trabajosocialuc.cl