19 – Historia de la Iglesia Zenón, el emperador de oriente, reconoce a Odoacro como regente de Italia y le confiere el título honorífico de patricio. Mientras tanto, los ostrogodos han fundado un poderoso reino a orillas del Danubio. Su rey Teodorico, audaz y ambicioso, ha transcurrido su juventud en la corte de Bizancio. Es un admirador de la cultura romana y, aunque arriano, respeta la fe de los católicos. FIN DEL IMPERIO DE OCCIDENTE Estamos en el año 467. El trono pontificio lo ocupa el papa Hilario. Cuando sube al trono el emperador Artemio. en Roma se celebran fiestas paganas. Los ciudadanos se emborrachan y, cubiertos con piel de oveja, corren por las calles de la ciudad eterna, dándose fuertes latigazos. Algunos herejes se aprovechan de estos ritos salvajes para predicar libremente. Pero el Papa vigila y recuerda al emperador que tiene el deber de defender la verdadera fe. Ciertos residuos del paganismo deben desaparecer de una vez para siempre. Teodorico decide invadir Italia. «¡Seguidme! —dice a sus hombres—. Vamos a la conquista de las ricas tierras de Italia». Los ostrogodos abandonan el río Danubio. Es el año 488. Son cerca de 50.000 hombres, acompañados por sus familias. Odoacro se encierra con sus hérulos en Rávena. Allí resiste durante tres años. Cuando se rinda, Teodorico, faltando a su promesa, lo asesina y se proclama rey de Italia, llevando su corte a la misma ciudad de Rávena. El emperador de oriente, Anastasio, no se atreve a oponerse, temiendo lo peor. Un día el emperador intenta entrar en la basílica de san Pedro. Pero el Papa lo detiene: «¡Atrás! No profanes este lugar santo... ¡Tú proteges a los herejes!» La hora final para el imperio de occidente está ya a punto de sonar. Odoacro, valeroso guerrero que ha luchado al lado de Atila, ha sido elegido rey de los hérulos. Nuevas desgracias se ciernen sobre Italia. El futuro de la Iglesia se siente cada vez más unido a los nuevos pueblos que se acercan al escenario de la historia. En el octavo año del pontificado del papa Simplicio, los hérulos, guiados por Odoacro, se dirigen a Pavía, donde se oculta el patricio Orestes con su hijo Rómulo Augústulo. La ciudad es asediada. La resistencia es inútil. Poco tiempo después los bárbaros devastan la ciudad italiana. Odoacro manda matar a Orestes y encarcela aquella sombra de emperador que es Rómulo. su hijo. El año 476 es un año fatal: señala el fin de un imperio que había dominado al mundo entero y que permitió a la Iglesia extenderse por toda la tierra. Nada puede hacer el pontífice Félix, que gobierna entonces la Iglesia. Por otra parte el nuevo señor de Italia parece respetar a la Iglesia. Teodorico funda un reino que comprende Italia, Sicilia, Dalmacia, Pannonia, Norico, Rezia y Provenza. Trata de extenderlo con la ayuda de los francos, con cuyo rey, Clodoveo, está emparentado. Su finalidad es reducir todos los estados germanos bajo la hegemonía de los ostrogodos. Su gobierno es, en conjunto, uno de los más felices para Italia y para la Iglesia. 82 83 EL REINO DE LOS FRANCOS Los católicos demuestran tener confianza en el rey arriano. Frente al monofisismo, herejía que domina en oriente, favorecida por la corte bizantina, los fieles de Italia tienen en Teodorico un firme apoyo. El papa Gelasio obtiene su ayuda para lograr el rescate de los católicos que han caído en las manos del arriano, rey de los borgoñones, y han sido condenados a trabajos forzados en las minas. El rey de los ostrogodos quiere ser justo y no teme a nadie cuando la justicia está en juego. EL BAUTISMO DE CLODOVEO En la Navidad de aquel año Clodoveo recibe el sacramento del bautismo. La ceremonia tiene lugar en la catedral de Reims. Con el rey reciben el bautismo 3.000 hombres de su séquito. Nace de este modo la primera gran nación católica, Francia, que defenderá a la Iglesia en sus momentos difíciles. Lo mismo que había sucedido en los pueblos germánicos, también en este caso es la conversión del rey Clodoveo quien decide la religión del pueblo, sin que por ello se deba recurrir a la fuerza para buscar adeptos de Cristo. Por otra parte, el Papa es el único «potente» que se preocupa verdaderamente de los opresores, interviniendo en el mundo de los señores para que los derechos de los pobres sean respetados. La misma ciudad de Roma es víctima de tiempos de terrible carestía. Las naves que deben traer el grano son destruidas por fuertes temporales. El Papa, mediante limosnas, consigue que muchos romanos no se mueran de hambre. Su caridad no conoce límites. Quiere llegar a todos, como siempre se ha hecho en la Iglesia católica, desde el tiempo de los apóstoles. Algún tiempo más tarde el pontífice es Símaco. El ostrogodo Teodorico se dirige a Roma para visitarle y, en aquella ocasión, habla a los ciudadanos, prometiendo dinero y trigo. Los romanos aplauden, pero saben muy bien que la suerte de Roma depende exclusivamente del Papa. En efecto, el pontífice, además de restaurar muchos monumentos, funda hospitales y hospicios. Los peregrinos de todo el mundo empiezan a llegar al Vaticano. El arte y la caridad se mezclan maravillosamente en el corazón del Papa. Roma resucita. ¿Pero surgirá una nación que sepa defender abiertamente a la Iglesia católica? Si, desde Roma, dirigimos nuestros ojos hacia el norte, podemos ver que Galia ha sido ocupada por los francos. Su rey, Clodoveo, está luchando contra los paganos germánicos. La reina Clotilde es católica. «¡Escúchame, Clodoveo —suplica a su esposo—. Confíate al buen Dios antes de entrar en batalla». Clodoveo le promete que recibirá el bautismo si sale victorioso. Y en el año 496, en el campo de Tolbiac, los francos vencen a los alemanes. Clodoveo se convierte. También Segismundo, rey de los borgoñones, se convierte. ¡Finalmente cesarán las persecuciones contra los católicos! El Papa exulta. Esta es la mejor noticia que la Iglesia puede recibir, mejor que los dones que los reyes católicos envían a la corte papal. El franco Clodoveo le envía una corona de oro purísimo. El emperador Justino vasos de oro y plata y varios objetos preciosos. De este modo, el «tesoro» de san Pedro se enriquece con sus primeras obras de arte. Todavía se pueden admirar hoy objetos regalados por personalidades de todos los tiempos. 84 85