salvador de madariaga y la construccion europea

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SALVADOR DE MADARIAGA Y LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA
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SALVADOR DE MADARIAGA Y LA
CONSTRUCCION EUROPEA
Gerardo Fernández Albor
Ex Presidente de la Xunta de Galicia. Presidente del Consejo asesor de la
Fundación Galicia Europa.∗
I. SEMBLANZA Y PENSAMIENTO EUROPEISTA DE MADARIAGA
Salvador de Madariaga, gallego y cosmopolita, liberal y
autor prolífico de obra literaria y periodística, histórica y política, personalidad singular, irónico pero no críptico, planteaba algunos temas frontalmente y que, en cierta medida,
eran constantes ideológicas, de antes y después de la guerra civil: su concepción de la democracia limitada pero liberal, su pacifismo internacionalista, aunque enmarcado en
un claro eurocentrismo y su ambivalencia o crítica hacia el
socialismo y ,sobre todo, al comunismo.
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∗
Foro de Santiago de Compostela. 14 de octubre de 2002
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Su singularidad se manifiesta en su recorrido vital: un
ingeniero de minas, como era, que se dedica al periodismo
y a la literatura, a la investigación y divulgación histórica, a
la enseñanza y a la novela satírica o utópica. Al mismo
tiempo, Madariaga tiene una intensa vida política y diplomática: diputado del partido de Casares Quiroga (la ORGA), vicepresidente de las Cortes Constituyentes, embajador en
Washington y París y, sobre todo, funcionario internacional y
más tarde, delegado permanente en la Sociedad de Naciones, en Ginebra.
Por encima de todo, Madariaga era un hombre de letras
comprometido, crítico honesto y lacerante. Su curiosidad intelectual y sus aventuras políticas se conjugan de una manera peculiar. Por supuesto, no tenía una ambición política,
era un independiente liberal pero comprometido. Inglaterra
y Francia serán sus ejes culturales-políticos y Europa, su obsesión y paradigma. Fue así un precursor europeísta y un
eurocentrista clásico. América del Norte o del Sur, será vista
siempre desde esa perspectiva europea y en gran medida
elitista: su intento de actualizar la Europa de las Luces del
siglo XVIII.
Madariaga puede entenderse, casi identificarse, con
Montesquieu, y especialmente con Voltaire, pero no, desde
luego, con Rousseau. Desde esta base, intentaría apoyar
activamente su internacionalismo pacifista y en parte utópico: la Sociedad de Naciones será siempre su gran centro
de atención política.
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Su europeísmo liberal lo convierte, en efecto, en un
cosmopolita sin fronteras. Curioso, vivaz y desenfadado, utilizará una categoría muy usual en la literatura política de
todo el regeneracionismo español: el carácter de los pueblos (cifrado, Carácter y destino de Europa. Madrid. EspasaCalpe. 1980).
Quizá este cosmopolitismo, este europeísmo liberal y pacifista, armónico y tolerante, que recuerda la búsqueda kantiana de La paz perpetua, se deba —además de ser gallego
emigrante— a algo singular entre algunos españoles del primer tercio del siglo XX: su mayor proximidad al idioma y a la
cultura británica que a la alemana. Singularidad también en
otra cuestión; en una época de nacionalismos ascendentes,
será un internacionalista europeísta entusiasta desde un
clásico liberalismo. Sus reservas a los imperios nacientes
(Estados Unidos y la Unión Soviética) serán notorias, pero
también pragmáticas y transaccionales —la necesidad de
coexistencia—, Europa, sin embargo, es la clave mediadora y
desde Europa, pretende ver, organizar y animar el mundo.
Su singularidad radicará, frente a sus coetáneos, en ver España desde Europa y el mundo desde Europa. Naturalmente, en aquel tiempo, una idea de España inviable y una Europa que pedía ya su hegemonía tradicional.
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II. MADARIAGA Y LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA
Al salir de la guerra Europa occidental podía parecer un
envite entre los dos bloques; era normal que tratara de organizarse. La idea de los “Estados Unidos de Europa” no era
nueva, ya en los años veinte Coudenhove-Kalergi y Aristide
Briad se habían convertido en sus elocuentes defensores.
La idea fue tomada de nuevo por Winston Churchill en un
discurso pronunciado en Zurich en 1946: “!Que Europa se
levante!”, había exclamado, cuando se refirió a la creación
de los Estados Unidos de Europa.
Esta iniciativa tuvo su inicial plasmación en la celebración de una Conferencia o Congreso Europeo, de carácter
privado, que tuvo lugar en La Haya, en mayo de 1948, bajo
la iniciativa y presidencia de W. Churchill y al que asistieron
personalidades de los más variados ámbitos, que representaban también diferenciadas tendencias. Desde los federalistas, fervientes partidarios de una Europa unida sobre la
base del modelo federal, a los que simplemente propugnaban la creación de una zona europea de libre cambio. En
este Congreso, don Salvador, como Presidente del Comité
Cultural, tuvo una activa participación en lo que se considera el germen del proceso de integración europea, destacando desde ese momento su participación en el Movimiento
Europeo, siendo años después, decisiva su aportación en la
creación del Colegio de Europa de Brujas, primer instituto
universitario creado para el estudio de los temas europeos.
Lo fundó junto con el franciscano belga Antoine Verlege y
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fue su presidente durante 15 años, desde 1949 hasta
1964. Madariaga tenía 63 años entonces.
Procede hacerse una pregunta, en estos momentos en
que la Convención sobre el futuro de la Unión debate sobre
cuatro cuestiones básicas: a) la delimitación competencial
entre los Estados y la Unión que represente el principio de
subsidiariedad; b) el estatuto jurídico de la Carta de Derechos Fundamentales, proclamada solemnemente en Niza,
pero que de momento no se integra en los Tratados; c) la
simplificación de los Tratados de casa a su mejor compresión; y d) la función de los Parlamentos nacionales en la arquitectura europea. En estos días en los que el Presidente
de la Convención ha lanzado tres alternativas de denominación para la Unión Europea —Estados de Europa, Europa
Unida, Comunidad Europea o quedarnos con el que tenemos, Unión Europea—, cuando se intercambian posturas
sobre una Constitución Europea y reaparecen de nuevo las
tesis encontradas en torno al modelo federal o la simple
comunidad económica con la mínima cesión de soberanía,
tesis que han estado siempre presentes en el largo camino
de la construcción, podemos preguntarnos: ¿qué posición
habría adoptado Madariaga si viviese hoy?
III. MADARIAGA Y GALICIA
Pero antes de contestar a esta pregunta permítanme
que les hable un poco del Madariaga gallego, porque resulta
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que aunque muchos lo ignoran, es uno de nuestros gallegos
más universales y hasta se le atribuye su sentido del humor
a sus relaciones con Gran Bretaña, lo cual ya resulta pintoresco. Pero hay más, no sólo porque haya nacido en La Coruña, vivido y estudiado allí hasta los 12 años, que fuera diputado por Galicia (provincia de La Coruña) sino porque en
su origen es vasco por el lado paterno y gallego por los Rojo,
el apellido de su madre.
En julio de 1976 vuelve a su tierra no olvidada, le gusta
presentarse como “un campesino metropolitano retirado de
los negocios”. En la rueda de prensa que se improvisa en el
Hotel Finisterre de La Coruña, relata Carlos Fernández Santander en su libro, hasta canta don Salvador varias canciones gallegas, entre ellas la popular Unha noite na eira do
trigo, y relata que el compositor Montes, su autor, había enseñado a su padre a tocar la flauta. Y se refiere en la misma
rueda de prensa a nuestra paz social, a nuestra solidaridad
y, como no, a nuestro sentido común, o sentidiño, que decimos nosotros y que tan beneficioso nos es.
Le dedican una calle en La Coruña, colocan una placa en
la casa donde nació en la calle del Orzán y en la contestación al discurso del alcalde comenta: “se dice que basta ser
gallego para ser superior, pero no repito que además tiene
que haber algo importante que a uno le llene de orgullo,
como en este caso La Coruña, mi ciudad”. Deja su biblioteca y archivos privados al Instituto José Cornide de Estudios
Coruñeses y éste le nombra Presidente de Honor en un acto que se celebra en el Ayuntamiento coruñés el día 23 de
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julio, fecha de su cumpleaños. En dicho acto, otro gran gallego, el doctor Rof Carballo, hace una semblanza de Madariaga y recuerda un proverbio gallego citado por don Salvador: O que mais mira, menos vé, como síntesis de su postura intelectual, poniéndolo en relación con el verso de
Goethe, yerra el hombre en tanto se esfuerza, equivalente a
la capacidad negativa de que habla Keats.
En este mismo acto, quiero recordar hoy estas palabras
de Madariaga, que son ciertas y también olvidadas por muchos. Decía: “Se puede considerar a Galicia como una región de España o una región de la Península Ibérica. En esto
es única. Yo siempre digo que el portugués es un desarrollo
del gallego, pues cuando nació nuestro idioma, Portugal estaba ocupada por moros”, añadiendo, “Dinámicamente España es una espiral que entra por Galicia y va recorriendo
España, va subiendo hasta que tiene que alzarse al cielo.
Ese impuso celeste, que puede romperse y hacerse infernal.
La espiralidad da al español una preferencia por el orden
antes que por la justicia, por la verdad revelada, antes que
por la descubierta”...“Si el español estuviera seguro de poseer la verdad y otro le demuestra que podría no ser cierta,
ya no le interesaría”. También se refiere a que nosotros, los
gallegos, estamos preparados para comprender lo que dice
el otro y que tenemos una gran sensibilidad sobre la libertad individual.
Walter Scheel, presidente del Consejo de Europa, le envía un telegrama en el que dice: “El sentido común y la experiencia histórica deben ser fundamentos de la actuación
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política”, y esto, señores, le sobraba a don Salvador de Madariaga. Finalmente, a mí me gustaría recordar también algunas de las contestaciones de Madariaga en estos últimos
días en Galicia: cuando le pregunta el periodista Francisco
Pillado qué le diría a los españoles en aquellos difíciles
momentos de su historia contestó: “Que la armonía en el
hacer debe imperar con prioridad sobre la satisfacción, al
cien por ciento del pensamiento. Hay una cosa que me parece esencial: no se hace lo que se piensa, se hace lo que
se es. Y hay que temer un poco que los españoles en este
terreno seamos débiles, porque somos demasiado intolerantes, y por consiguiente, como la intolerancia es el enemigo mortal del pensamiento, baja el valor del pensamiento
español, en proporción a lo intolerante que es”.
Su europeísmo lo refleja en esta respuesta: “Si se olvida
que el alma de Europa es bivalente, es decir, socráticocristiana, no habrá Europa, sino una compañía técnica de
fabricación de máquinas, con un cincuenta por ciento de
capital yanqui y un cincuenta por ciento ruso. Zubiri lo resumió. Atenas, Jerusalem y Roma son los ingredientes de
nuestra cultura” y lo remataba concluyendo que “Europa es
filosofía griega, el derecho romano y el cristianismo”.
Sobre el liberalismo comenta que “hay dos clases de liberales: los que están a favor de la libertad de los dividendos y los que están a favor de la libertad de los pensamientos”. Naturalmente, se apunta a los últimos, añadiendo que
el suyo es “un liberalismo que ha declarado públicamente
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que la libertad, para llegar a la libertad de la economía, tiene primero que haberse tragado toda la moral”
Sobre Galicia, también ve “la superioridad que le da su
situación marítima y sobre todo occidental; la capacidad de
paciencia y de construcción y de ensueño” y su atlantismo.
Y termina diciendo “yo tengo que volver a España y si fuese
posible a Galicia. Pero cuándo, no lo sé”. Uno encuentra
mucho de su europeísmo en su carácter gallego y emigrante. Su interés por América, en su realismo, individualismo y
en un cierto escepticismo ante las posturas radicales, pero
muy amante de la paz, el diálogo y la concordia.
No fue posible, dos años después de la noche del 14 de
diciembre de 1978, en Locarno, dejaba de existir. Tiempo
después, cuando murió su fiel compañera y esposa, Mimi,
se juntaron las cenizas de ambos en una misma urna y fueron arrojadas a su mar de La Coruña, cumpliendo sus deseos de volver al seno de la naturaleza, haciendo realidad,
como dijo su esposa, los versos de Jorge Manrique “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar...”
Y quiero terminar contestando a la pregunta que nos
hacíamos anteriormente sobre la posición en este momento
de Madariaga. Es muy difícil decir qué posición adoptaría
hoy, mas lo que dijo entonces y que yo acostumbro a repetir
con frecuencia, porque es muy útil también en estos momentos para nuestra situación en España, son sus palabras
de que “Europa existirá, cuando exista en la conciencia de
los europeos” y sobre todo cuando dijo: “Esta Europa, tiene
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que nacer y nacerá, cuando los españoles digan nuestro
Chartres, los ingleses digan nuestra Cracovia, los italianos
digan nuestra Copenhague, entonces Europa vivirá, porque
entonces el espíritu que guía la Historia habrá pronunciado
las palabras creadoras Fiat Europa (Hágase Europa)”.
Y por esta Europa, queridos amigos, paridora de pueblos,
defensora de la democracia y de la dignidad de la persona,
defensora en suma de la libertad; por esta Europa, esperanza para el mundo, creedme, que vale la pena soñar y vale la pena luchar.
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