El periodismo en Cuba: La Revolución (Cap. 35) El fenómeno del sectarismo Juan Marrero Cuando nace la Unión de Periodistas de Cuba el 15 de julio de 1963 está bien avanzado en el país el proceso de celebración de las asambleas de trabajadores ejemplares y la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS), lo que fortaleció la unidad de la revolución para hacer frente a la intensificación de las agresiones imperialistas y las tareas de edificación del socialismo. Ese proceso se inició el 26 de marzo de 1962 cuando Fidel Castro, ante las cámaras y micrófonos de la TV y la radio, denunció la corriente del sectarismo que surgió al darse los pasos iniciales para estructurar las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), integrada por las principales organizaciones y movimientos que lucharon contra la dictadura de Batista. Teniendo en cuenta su experiencia organizativa, la dirección de la revolución había encargado a Aníbal Escalante, miembro del Partido Socialista Popular, la conducción de tal tarea para consolidar la unidad de todo el pueblo y llevar adelante la revolución. Sin embargo, las ambiciones y vanidades personales de ese personaje y un pequeño grupo de sus seguidores los llevaron a aplicar métodos de trabajo erróneos que promovieron un avance del sectarismo en numerosos sectores de la vida nacional, entre ellos la prensa, lo que llevó en sí a un aislamiento temporal de las masas populares de la vanguardia revolucionaria. Desconfiar de todo aquel que no tuviese una vieja militancia marxista, sin importar su trayectoria revolucionaria e integración a la revolución, y no considerarlos aptos para ocupar cargos y responsabilidades, estuvieron entre los métodos erróneos aplicados por Aníbal Escalante. Hubo, en fin, en tal proceso, desconocimiento de las ideas y orientaciones que Fidel Castro, máximo líder de la Revolución, había expuesto sobre quienes debían integrar las ORI y el futuro PURS, donde cabía todo ser humano honrado y verdaderamente revolucionario, con méritos, que estuviese dispuesto a cumplir las normas y aceptar voluntaria y convencidamente el programa de la vanguardia revolucionaria. Fidel, en una comparecencia por TV, el 1 de diciembre de 1961, había alertado sobre los extremismos, las prácticas de padrinazgo, amiguismo y familiarismo. Lo que debe determinar –puntualizaba—es el mérito. El fenómeno del sectarismo ocurrió en un momento en que la Revolución cubana enfrentaba un real peligro, pues tras su aplastante derrota en Playa Girón, el imperialismo puso en marcha la Operación Mangosta, un programa subversivo del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. en el que intervenían el Pentágono, el Departamento de Estado, la CIA y la USIA (Agencia de Información). El núcleo central de la operación consistía en promover levantamientos internos que facilitara la intervención militar directa norteamericana en Cuba. Organizaron y armaron a miles de hombres en zonas rurales, especialmente en las montañas del Escambray. Otro ingrediente del plan fue la preparación de atentados contra Fidel Castro, todos los cuales fueron descubiertos y aplastados. Pusieron en práctica también la guerra biológica para causar muertes, hambre y dificultades al pueblo. En marzo de 1962 una reunión del Consejo de Seguridad Nacional planificó lanzar en octubre de ese año la invasión militar contra Cuba, lo que significa que Washington concibió la invasión antes de que se acordase, entre Cuba y la URSS, la instalación de los dispositivos coheteriles en territorio cubano. Entre las acciones emprendidas por Cuba para garantizar su seguridad nacional estuvo la rectificación de las concepciones erróneas en la organización del Partido y en su vínculo con las masas populares. Con toda altura y con la unidad dentro de los principios, esa corriente sectaria fue superada en un corto tiempo. Y, entonces, comenzó el proceso de elección de los trabajadores ejemplares en todos los centros de trabajo del país, a fin de integrar la cantera de los futuros militantes del Partido. Tres semanas después de la denuncia hecha por Fidel, el comandante Che Guevara, en una conferencia que dictó ante los miembros del Departamento de Seguridad del Estado, hizo alusión a algunos hechos ocurridos, en esa etapa sectaria, para mostrar los peligros que empezaron a brotar en el seno de la revolución por caminar por senderos erróneos y de alejamiento de las masas populares. Ante la ausencia de control popular y la supresión de la vigilancia crítica por quienes debían hacerlo, en primer lugar el Partido, medraron las medidas arbitrarias y absurdas, y el oportunismo En Matanzas, dijo Che, los dirigentes locales de la revolución salían con unas sogas por el pueblo diciendo que el INRA ponía la soga y que el pueblo pusiera el ahorcado. Allí mismo en Matanzas, también señaló el Che, se quiso imponer el terror rojo contra el terror blanco, el cual sólo existía en la mente de algunos extraviados. Se vivían, pues, momentos complicados y a veces confusos. Y como es deducible, en medio de tal situación, el fenómeno del sectarismo no estuvo ausente en el escenario periodístico cubano desde meses antes del 26 de marzo de 1962. Tanto en los medios –en algunos más, en otros menos—como en las instituciones del periodismo –colegios y asociaciones--, e incluso en los intentos de formar una organización única de periodistas que, a la vez que atendiese las cuestiones de orden profesional fuese un brazo defensor de la revolución en lo ideológico y político. Dos años y medio antes de que naciese la UPEC, los periodistas revolucionarios, patriotas y democráticos comenzaron a hacer esfuerzos para constituir una organización unitaria que los representara con dignidad, algo que ya el Colegio Nacional de Periodistas y los seis colegios provinciales, así como la Asociación de Repórters de La Habana (Círculo de Periodistas) y otras agrupaciones, atenazados por sus obsoletos estatutos y normas jurídicas, no podían cumplir de modo cabal dentro de la nueva realidad de Cuba a que abrió paso el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959. Un hecho importante ocurrió el 25 de febrero de 1961-de esto ya hemos hablado con alguna extensión en el capítulo 25 de esta obra-- cuando la Junta de Gobierno del Colegio Nacional de Periodistas, la dirección de la Asociación de Reporters de La Habana, la representación de la Milicia de Periodistas “Félix Elmuza” y las Juntas de Gobierno de los colegios provinciales, en una reunión conjunta, acuerdan asumir con el carácter de Frente Revolucionario del Periodismo Nacional, la dirección y orientación del sector periodístico cubano. Ese encuentro aprobó el proyecto de una Declaración de Principios para someterla a consideración de los integrantes de esas organizaciones. Aspectos sobresalientes de ese documento eran: *Liquidar, por ineficaces y obsoletos, los andamiajes legalistas y estatutarios que impiden el progreso de la obra revolucionaria en nuestra profesión, y acometer, además de las funciones específicas, las insoslayables tareas de defender a la Patria y hacer avanzar la Revolución. *Imprimirle al periodismo nacional la función didáctica revolucionaria que debe asumir sin flaquezas ni debilidades. *Cambiar radicalmente la estructuración orgánica, y precisar las finalidades y tareas que deben ejercer plenamente los hombres revolucionarios de la prensa. *Abogar ante las autoridades revolucionarias por la derogación de la Ley No. 10 de 1944, relativa a las profesiones no universitarias, y del precepto constitucional de la colegiación, concepto divisionista y discriminador que nos impide nutrir nuestras filas con savia nueva. *Estimular, con orgullo de cubanos y con fraternales propósitos, las relaciones de Cuba con los países amigos que en esta hora de grandeza de la Patria, nos brindan su apoyo decidido, así como la solidaridad con todos los pueblos del mundo y el apoyo al movimiento internacional por la Paz. *Estrechar nuestros lazos fraternales con los compañeros gráficos, locutores y publicitarios, con el propósito de plasmar la integración definitiva de todos los trabajadores de la prensa en un organismo unitario adscripto a la CTC revolucionaria. *Abrir nuestras puertas para integrarnos con los compañeros que, sin ser colegiados, ejercen el periodismo revolucionario, así como con los jóvenes en las Escuelas de Periodismo y convertir al Colegio Nacional de Periodistas en un organismo dinámico, revolucionario y popular, digno de la Revolución y del pueblo de Cuba”. Baldomero Alvarez Ríos, entonces Decano del Colegio Nacional de Periodistas, asumió también la función de Coordinador General del Frente Revolucionario del Periodismo Nacional. El resto de los que lo integraron puede verse en el capítulo 25. En aquella reunión del 25 de febrero se adoptó el acuerdo de que el Colegio Nacional de Periodistas mantuviese su nombre, dado su ganado prestigio internacional, pero al propio tiempo “cambiar su estructura a fin de llevar a cabo las tareas que la patria demanda en las actuales circunstancias en que es abiertamente combatida por el imperialismo”. También se aprobó que el Tribunal Revolucionario de Sanciones continuase funcionando. Otra decisión fue convertir las Juntas de Gobierno Provinciales en Frentes Revolucionarios. Otro acuerdo fue incorporar al Colegio Nacional de Periodistas, a través de los colegios provinciales, a los alumnos de las Escuelas de Periodismo de tercer y cuarto años, y específicamente a los graduados de la Escuela Profesional de Periodismo “Walfredo Rodríguez Blanca” de Camagüey, así como a los compañeros que sin ser colegiados ejercen el periodismo revolucionario, los cuales quedan incorporados tanto unos como otros con todos los derechos y obligaciones de los periodistas colegiados. La conversión del Colegio en Frente Revolucionario del Periodismo Nacional no significó modificación alguna del nombre del Colegio, cuya denominación se mantuvo y los bienes, activo y pasivo de la institución continuaron en el mismo estado. Archivado en la UPEC se encuentra el Libro de Actas manuscritas que recoge las reuniones celebradas por la Junta de Gobierno del Colegio Nacional de Periodistas durante los años 1959, 1960 y 1961. La mayoría de esas reuniones fueron presididas por el Decano Nacional Baldomero Álvarez Ríos. En 1959, hubo 19 reuniones que tomaron 318 acuerdos; y en 1960, 16 reuniones, con 229 acuerdos. Llama la atención, sin embargo, que en 1961 solo se efectuaron reuniones los días 13 de enero, 11 de febrero, 25 de febrero (donde se exponen la necesidad de constituir el Frente Revolucionario del Periodismo Nacional y su estructura, así como el proyecto de Declaración de Principios), 7 de marzo (donde se traza un programa para llevar la estructura del Frente a los Colegios provinciales), 11 de marzo (que se celebra en Santa Clara y se hacen las transformaciones acordadas en el colegio de Las Villas), 18 de marzo, 11 de abril, 19 de abril y 22 de mayo (última acta registrada), es decir un total celebró 9 reuniones que adoptaron 74 acuerdos. ¿Qué fue lo que ocurrió para que no apareciera en ese Libro de Actas registrada ninguna otra reunión del Colegio o del Frente Revolucionario del Periodismo Nacional en el resto del año 1961? Es toda una incógnita y algo prácticamente inexplicable. Más aún si sabemos --lo que anticipamos--, que el Colegio Nacional de Periodistas reaparece públicamente en enero de 1962 asumiendo la representación de los periodistas cubanos en una reunión del Comité Ejecutivo de la Organización Internacional de Periodistas que se efectúa en La Habana. De ahí que creemos que el Frente Revolucionario del Periodismo Nacional no fue más que un proyecto imbuido de buenos propósitos, pero que no fue posible llevarlo adelante. ¿Qué ocurrió? ¿Qué se interpuso? Para este autor el fenómeno del sectarismo anduvo también por allí. En una de las últimas actas del Frente Revolucionario del Periodismo Nacional se menciona, por ejemplo, que fue conocido un informe sobre “la depuración en Prensa Latina”. En realidad, lo que allí ocurrió fueron las renuncias como director de Jorge Ricardo Masetti y de varios redactores quienes fueron constantemente hostilizados y difamados por un grupo sectario dentro de la agencia. A Masetti le imputaron, entre otras insinuaciones, haberse robado un millón de dólares, a otros cercanos a él los tildaron de sospechosos agentes de la CIA y de ideas anticomunistas. Tales acusaciones e insinuaciones estuvieron motivadas por las prácticas, defendidas por Masetti y un grupo de periodistas, de que la objetividad debía caracterizar el trabajo profesional de la agencia. Por el comandante Ramiro Valdés, entonces Ministro del Interior, se integró una comisión investigadora en Prensa Latina que no encontró prueba alguna de desvío de recursos financieros ni mucho menos que un grupo de sus redactores estuviesen entregados a los enemigos de Cuba. Y todos esos redactores, jóvenes revolucionarios, fueron reubicados en otros medios de prensa, la mayoría en el periódico Hoy y después estuvieron entre los fundadores del periódico Granma. En el libro El Comandante Segundo, su autor Gabriel Molina expone, con mucha claridad, la esencia de lo ocurrido: “El grupo opositor a la dirección de Masetti en Prensa Latina sostenía la tesis de que las informaciones de la agencia tenían que contener expresamente los puntos de vista, las opiniones de la Revolución Cubana. Debían ser como editoriales, no como noticias. Se fue subiendo de tono y se llegó a extremos tales en dicha concepción, que se hacían, o se pretendía que se hicieran despachos donde se expresase no lo que el presidente de Estados Unidos había dicho, sino lo que no había dicho, lo que nosotros quisiéramos que dijera. Una declaración de esa naturaleza sobre Cuba debía redactarse más o menos en estos términos: El presidente Eisenhower criticó a Cuba, pero no dijo que en su país los negros no pueden entrar en urinarios de blancos”. Quienes no compartieran ese criterio y se negaban a hacer “informaciones manipuladas” eran hostilizados por el grupo sectario. La corriente sectaria, en fin, tuvo una de sus expresiones iniciales en la agencia Prensa Latina. En aquellos días de 1961 no era fácil identificar el fenómeno, pues emergía del propio seno de los militantes revolucionarios, personas indiscutiblemente honestas, sacrificadas y antiimperialistas, que desde las filas del Movimiento 26 de Julio, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, habían participado en la lucha por el derrocamiento de la dictadura de Batista. A partir de la denuncia de Fidel, en el caso de la prensa y de sus periodistas, se abrió una etapa diferente, aunque no exenta de dificultades, para acometer un mejor trabajo organizativo y de estructuras. Y es a finales de 1962 en que se hacen algunos ajustes en el caso de los periódicos revolucionarios existentes. Desaparecen, por ejemplo, Lunes de Revolución, La Calle y Combate, y se crea el periódico vespertino La Tarde. Todo ello como parte de una estrategia política inteligente, y de transición para afianzar el camino hacia la unidad de las fuerzas revolucionarias.