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CONGREGACIÓN DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS
DISTRITO LASALLISTA DE BOGOTÁ
COLEGIO LA SALLE
CÚCUTA
GUÍA TALLER
NOMBRES:
APELLIDOS:
CURSO:
DÉCIMO
TEMA:
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA
ÁSIGNATURA:
RELIGIÓN
PERIODO:
SEGUNDO
DE:
MARZO 30 DE 2009
TIEMPO DE REALIZACIÓN:
DOCENTE:
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
A:
MAYO 22 DE 2009
TEMA

Doctrina social de la Iglesia Católica
LOGRO

Conoce la estructura fundamental de la Doctrina Social de la Iglesia.
INDICADORES

Construye juicios críticos identificando elementos propios del mensaje social.

Construye y aplica alternativas propias de los valores sociales cristianos.

Analiza los documentos de la Doctrina social de la Iglesia.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA
INTRODUCCIÓN
Por Doctrina Social de la Iglesia entendemos el conjunto de reflexiones magisteriales sobre cuestiones sociales, políticas o económicas.
Este Magisterio sirve de referencia para los estudios de la teología moral. Como toda teología, parte de la revelación, si bien precisan de
otras disciplinas que concurren como auxiliares en la profundización. Estamos refiriéndonos a la ciencia económica, política, jurídica,
sociológica, antropológica,... etc.
Los estudios de teología moral social se pueden articular desde la historia de salvación, el orden social existente, centrado en la persona y
las instituciones sociales. Es decir, la complejidad de la realidad social, nos ha dado como resultado una pluralidad en el enfoque de la
teología. Nosotros entendemos la moral social como una prolongación de la moral personal. De hecho no comprendemos la persona
separada de la sociedad, somos fundamentalmente seres sociales, pero también reconocemos que la sociedad humana no se puede
construir sin personas. Por eso, consideramos que estamos hablando de realidades continuadas, y si hacemos una diferencia es en función
de una necesidad metodológica. Por ejemplo, el debate sobre el aborto lo analizábamos dentro de la bioética, pero toda bioética incorpora
un debate político, se discute sobre bioética en la cultura y en la sociedad.
La DSI tiene su fundamento en la revelación. La reflexión cristiana tiene como punto de vista la Sagrada Escritura y la Tradición. En ella
encontramos los elementos más relevantes para poder afirmar que Dios quiere justicia y paz entre los hombres, siendo un deber del
hombre parte de su realización. En el momento que existe una comunidad humana, encontramos relaciones de justicia o de injusticia,
descubrimos el abuso de unas personas o sociedades sobre otras. Indudablemente ninguna construcción social humana nos parece
absolutamente perfecta, puesto que de ser así la habríamos adoptado como propia, pero tampoco podemos despreciar completamente
muchas de ellas sin encontrar algo de positivo en sus estructuras sociales, culturales, políticas o económicas de los hombres.
La teología moral social tiene relación con las demás disciplinas, que colaboran con ella, y que se mueven autónomamente. La DSI no
podrá nunca construir una teoría económica nueva, campo que corresponde a los economistas, pero sí podrá enjuiciar moralmente el grado
de bondad y de moralidad en sus consecuencias. La DSI no ofrece soluciones técnicas, que correspondería en todo caso a los
economistas, incluidos los economistas cristianos. Ponemos varios ejemplos: un empresario decide despedir a varios trabajadores porque
reclaman el alta en la Seguridad Social. Esta acción concreta podemos calificarla de injusta. El sistema de Seguridad Social no cubre
determinados medicamentos, no corresponde a la Iglesia elaborar la lista de lo que debe cubrir la Seguridad Social o no, si bien indicará lo
importante que es la defensa de la salud de todas las personas.
En la DSI nos interesa la moral de las personas cuando actúan socialmente, pero también nos interesa la acción de las instituciones,
sabiendo que detrás hay personas concretas que intervienen. Ejemplo: un centro escolar no informa a la policía sobre el tráfico de drogas a
la puerta de su recinto. Está realizando una injusticia moral por omisión, de la que son responsables, en distinto grado, todos los miembros
de la comunidad escolar. Además de instituciones hablamos de grandes estructuras y sistemas creados, cuya bondad o maldad también
podemos enjuiciar. Un sistema económico que provoca la pobreza y la muerte por hambre de tantos miles de personas es claramente
injusto, siendo responsables todos, especialmente aquellos que pueden tomar decisiones.
La DSI evoluciona con el tiempo, al igual que la sociedad. Los problemas que se plantearon en un pasado pueden quedar superados,
mientras que otros nuevos pueden aparecer. Lo importante es que la reflexión a la luz del Evangelio nos sitúa a los creyentes en una
perspectiva menos individualista y escapista de la realidad. Despreocuparse de los problemas sociales, económicos o políticos de los
hombres no es cristiano, tampoco lo es vivir con un estilo de vida que fomente las injusticias y pisotee la dignidad humana. El cristiano tiene
que salir de las sacristías para encarnarse en el mundo que le ha tocado vivir. El compromiso de la vida cristiana tiene hoy demasiadas
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
FILÓSOFO UIS
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facetas y campos en los que hacerse realidad. En último término estamos ante una colaboración con la acción redentora y salvadora de
Cristo, en la construcción del Reino querido por el Padre desde el principio, que llevamos a cabo con el auxilio del Espíritu Santo, tema que
ya vimos en la escatología.
VALORES FUNDAMENTALES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Los valores como la verdad, la libertad, la justicia, la caridad, han ido siempre unidos a los llamados principios sociales, y en unión a ellos
deben ser interpretados y aplicados a todos los problemas de la vida social. Vivir estos valores en el camino seguro no solo para el
perfeccionamiento personal sino también para lograr un auténtico humanismo y una nueva convivencia social.
Aun reconociendo la autonomía de las realidades temporales (GS 36) la Iglesia sabe, no obstante, que las leyes descubiertas y aplicadas
por los seres humanos en la vida social no garantizan por sí mismas, el bien de todos. Ellas se deben aplicar bajo la dirección de los valores
que se derivan del concepto de la dignidad de la persona humana. Todos estos valores manifiestan la prioridad de la ética sobre la técnica,
la primicia de la persona sobre las cosas y estructuras y la primacía del espíritu sobre la materia.
SEMANA MARZO 30 - ABRIL 3
LA DSI EN EL ANTIGUO TESTAMENTO, NUEVO TESTAMENTO, EN LA ÉPOCA MEDIEVAL Y CONTEMPORÁNEA
La doctrina social de la Iglesia en el antiguo testamento
Reiteradamente encontramos en el AT referencias a la moral social. El comportamiento y la conducta de los hombres entre sí no es
indiferente para Dios que habla y actúa defendiendo al débil, oprimido y pobre. La defensa de unos u otros siempre se realiza bajo unos
mismos principios: Yahvé es justo y misericordioso. Diferenciamos etapas en la revelación, no siendo exactamente igual la idea de justicia
en el Pentateuco, Profetas o en los Sapienciales.
Desde el Pentateuco nos acercamos al estilo y al modo de vida de los patriarcas. La solidaridad, la defensa de la familia y los vínculos
sociales, muy sometidos a lo económico nos explican la dura vida de aquellos hombres. La venta de José en Génesis 37 como esclavo se
nos antoja muy injusta, aunque la venganza con sus hermanos es más una muestra de misericordia que otra cosa, dado como las gastaban
en la época. Yahvé beneficia al tratado injustamente, y su misericordia es un sinónimo de fidelidad a Dios.
La principal intervención de Yahvé contra la pobreza y la esclavitud la encontramos en el Éxodo, donde Dios no puede dejar de oír los
lamentos y gritos de los hombres esclavizados."He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus
opresores, pues ya conozca sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra
buena y espaciosa; una tierra que mana leche y miel", Ex 3, 7-8. Dios quiere la libertad para los hombres, una libertad que rompa las
cadenas que nos hemos puesto. Esta libertad que en principio es externa, es una esclavitud física a la que estaban sometidos, pero luego
tiene una continuación en la marcha por el desierto, es la libertad interior, y es que el pueblo en el desierto seguía con mentalidad de
esclavitud, no aceptando ni confiando en Dios. El pecado y la desconfianza esclavizan al hombre también en su corazón, Ex 17.
La Alianza sellada por Yahvé en el monte Sinaí incorporaba en la legislación judía importantes preceptos de contenido social. La esclavitud
entre los hebreos estaba mitigada con algunas normas. Por ejemplo, era obligatoria la libertad de los esclavos hebreos a los siete años de
haber servido por deudas contraídas, incluso había obligación de darle algo para que pudiera iniciar una nueva vida. La clave es el recuerdo
de haber sido esclavo en Egipto, Dt 15, 12-15 o Ex 21, 1-7. También los pobres tienen una situación diferente a otros pueblos, hay una idea
de comunidad fuerte, por eso se recoge también en ese mismo capítulo del Deuteronomio que a los pobres se les abrirá la mano para
prestarles lo que necesiten y remediar su indigencia, no debería haber ninguno en tales circunstancias según los deseos de Yahvé.
También la protección de las viudas y los huérfanos es especialmente gravosa. "Si le vejas y clama a mi, no dejaré de oír su clamor, se
encenderá mi ira y os mataré a espada...", Ex 22,23. También habla de no maltratar a los forasteros o extranjeros, Ex 22, 20. Muchos de
estos preceptos sabemos que no se cumplieron, siendo la denuncia de los profetas una constante. "Me aman con los labios, pero su
corazón está lejos de mi".
Es especialmente interesante la regulación de la propiedad privada. Esta institución, en el llamado "año jubilar", debía restituirse a su
posición inicial, Lev 25, 8 ss, hecho que sucedía cada cincuenta años. Semejante era el "año sabático", donde cada siete años la tierra
quedaba para que comieran los pobres, Lev 25, 1-7. No estamos seguros de si se cumplieron en alguna ocasión, pero están en la Ley de
Moisés. También es curioso respecto al préstamo, la obligación de no ser usurero con el pobre de su pueblo, Ex 22, 24-25. En la defensa
de los salarios, la Ley habla de no explotar al jornalero humilde y pobre, sea de tu pueblo o forastero, se le dará su salario cada día, Dt 24,
14-15.
Los profetas, que han sido muy estudiados por la exégesis en estos temas, dirigen una denuncia social fuerte y bastante constante, sobre
todo antes de la restauración. Se ratifican la condena para aquellos que desprecian al pobre y al débil, siendo punto obligado en la mayoría
de los profetas como Isaías, Oseas, Amos, Sofonías, Ezequiel o Malaquías. Con el tiempo las condenas sociales van languideciendo a
favor de imprecaciones por las cuestiones de tipo litúrgico o cultual.
En muchos de ellos encontramos textos magníficos: Am 4, 1-2 "Escuchad estas palabra, vacas de Basán, que estáis en la montaña de
Samaría, que oprimís a los débiles, que maltratáis a los pobres, que decís a vuestros maridos: Traed, y bebamos. El Señor Yahvé ha jurado
por su santidad: He aquí que vienen días sobre vosotras en que se os izará con ganchos y hasta las últimas con anzuelos de pescar". En
Am 2,6: "Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias, pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles...".
En Isaías 59, 3-4: "Porque vuestras manos están manchadas de sangre y vuestros dedos de culpa, vuestros labios hablan falsedad y
vuestra lengua perfidia. No hay quien clame con justicia ni quien juzgue con lealtad. Se confían en la nada y hablan de falsedad, conciben
malicia y dan a luz iniquidad".
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
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La doctrina social de la Iglesia en el nuevo testamento
En el NT encontramos el mensaje y la acción superadora de la división y el enfrentamiento en la injusticia de los hombres. Jesús presenta
una temática social clara, muere por enfrentarse a las autoridades políticas y religiosas de su tiempo. La controversia principal está en su
persona, en quién es y en quién dice ser. También hay otros elementos que conducen al conflicto, como por ejemplo a expulsión de los
mercaderes del Templo. Con este gesto Jesús pone en cuestión el orden económico de esa institución, es apenas un signo, pero un signo
profético relevante, una afrenta y un insulto para las instituciones. Tampoco Jesús se deja dominar por los que detentan el monopolio del
conocimiento, se enfrenta en numerosas ocasiones a los escribas, fariseos y doctores de la Ley reinterpretando aquello que erróneamente
había sido tergiversado, y que era una carga para el pueblo. También se opone a las autoridades romanas, muriendo en la cruz como lo
hacían los sediciosos y traidores al poder establecido. En todos estos casos Jesús representa la verdad y la libertad frente al orden
establecido.
La justicia propuesta por Jesús con su vida está reflejada magníficamente en varios textos. Mencionamos algunos más relevantes. En Juan
8, posiblemente sea añadido, vemos una importante actitud de Jesús ante el pecado. ¿Debemos lapidar a la mujer sorprendida en pecado o
no? ¿Aplicamos el amor que proclamas o la Ley que tenemos? La respuesta de Jesús es sólida: "El que esté libre de pecado que tire la
primera piedra". De alguna forma está equiparando a todos los hombres en las cuestiones sociales: todos somos pecadores a los ojos de
Dios, nadie es más ni menos que nadie. Esto no implica que el pecado quede impune, sino que ante Dios todos somos pobres y pecadores.
El problema podemos interpretarlo como que unos pobres pisotean a otros pobres, que a su vez pisotean a otros, pero todos iguales en
méritos ante Dios. El perdón es la articulación del modo de actuar de Dios en el NT: "tampoco yo te condeno, vete y en adelante no peques
más".
Otro texto es el de Mt 25, 21-46, el juicio final. El día que venga el Hijo del Hombre separará a los buenos de los malos, y el criterio de
separación será el amor y la justicia con otros hombres: "...tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y
me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le
responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y de dimos de beber?... Y el Rey les dirá: En verdad os
digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". El texto continúa condenando a los que no
hicieron el bien a sus hermanos. Lo significativo es que Cristo se identifica con los hombres, lo realizado contra los hombres es una
agresión directa contra el Hijo encarnado. La imagen y semejanza de Dios es clara y visible entre nosotros, es el rostro del otro, el rostro
mismo de Jesús.
Como tercer texto podemos fijarnos en la Bienaventuranzas, donde todos los valores sociales establecidos culturalmente como positivos se
polarizan en sus contrarios. Si era importante reírse de todo y ser feliz, Jesús proclama que sean "felices lo que lloran porque serán
consolados". Si el ideal humano es no implicarse en los problemas de los hombres, el ideal de Dios es hacerlo por la paz, ser perseguido a
causa de la justicia y por proclamar el nombre de Jesús. De alguna forma las bienaventuranzas superan el orden establecido: felices los
pobres, los mansos, los que lloran, los desposeídos, los que anhelan la justicia, los misericordiosos y los limpios de corazón. El subrayado
que hace Dios no es para los que ricos, los que triunfan, los que son admirados y tienen éxito, los violentos o soberbios, los indiferentes o
los malpensados, (que seguramente nunca aciertan). La felicidad está reservada para otras personas. El Reino que Cristo inaugura se
construye desde unos cimientos distintos a los conocidos. No se da la vuelta a la situación social, sino que se pone una mesa, la Eucaristía,
para que todos los hombres compartan en igualdad la fraternidad. Para ese banquete se necesita traje de boda.
En el resto del NT encontramos una moral social aplicada y vivida por la Iglesia apostólica de la primera hora. Es interesante comprobar
como hacen una invitación a que se respete la sociedad pagana y se obedezca a la autoridad civil, con el único límite de sus convicciones
morales y religiosas. Así se encuentra en San Pablo, Rom 13, 1-7 una invitación a pagar tributos, a someterse a las autoridades civiles,
colaborando en la armonía y la convivencia con las demás personas. La carta de Pablo a Filemón alude a un problema con el esclavo
Onésimo. Pablo no hace un discurso contra la esclavitud, sino que hace una llamada a la benevolencia y la misericordia de su amigo
Filemón, para que acoja a su esclavo fugado. Es cierto que en Gálatas habla de la igualdad humana: "ya no hay ni esclavo ni libre, ni judío
ni gentil, ni hombre ni mujer...", pero la aplicación de esa igualdad debe nacer en el corazón humano y extenderse a las estructuras
sociales, tal y como ido sucediendo en la historia. Tal y como debemos seguir empujando hoy los cristianos.
La riqueza es condenada en algún momento como posible idolatría, alguien que se convierte en adorador del dinero. Alaba la limosna y la
generosidad. Hay una condena muy fuerte en Santiago 2, 2-4 que trascribimos."Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre
con un anillo de oro y un vestido espléndido: y entra también un pobre con un vestido sucio, y que dirigís vuestra mirada al que lleva el
vestido espléndido y le decís: "tú siéntate aquí, en el buen lugar; y en cambio al pobre le decís: "tú, quédate ahí de pie, o siéntate a mi pies.
¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?" De nuevo estamos ante la igualdad como criterio
importante a los ojos de Dios, las apariencias engañan, el que verdaderamente conoce el corazón humano es el Señor. Hacer distinción de
clases sociales no es cristiano, todos los hombres son iguales ante Dios. Esa igualdad ha quedado ratificada en la redención y en la ruptura
realizada en la mesa de la Eucaristía y en el árbol de la cruz. La Eucaristía es la mesa de la nueva fraternidad humana, donde todos se
sientan junto a Dios para comer, nadie es más que nadie, todos comparten a Dios mismo, la vida, los anhelos y esperanzas. En la cruz
somos todos redimidos por igual, los muy pecadores y los poco pecadores, todos equiparados por Dios ante su misericordia y su gracia.
La moral social en los padres de la Iglesia y medioevo
Los Padres de la Iglesia no elaboraron una doctrina sistemática de contenido social, pero era una cuestión que no la dejaron de lado. La
mayor profundidad de su pensamiento llega, al igual que el resto de la patrística, con los siglos IV y V.
En estas primeras centurias la exhortación principal tuvo que ver más con advertir de los peligros de las riquezas, hacer el bien y vivir en
una cierta austeridad. Era importante el sentido de pertenencia y de grupo, lo comunitario era cerrado y fuerte, y eso hacía que estos
cristianos vivieran con convicciones sólidas, ser cristiano podía llegar a ser un riesgo mortal. Por eso no renunciaron a la libre conciencia, y
si bien no pusieron en duda las instituciones romanas, marcaron respecto de los paganos algunas distancias en la pautas de convivencia
social. Estas diferencias trajeron un modelo distinto de comportamiento personal y social: no abortaban, no se divorciaban, tratan
fraternalmente a los esclavos. No participaban en determinadas actividades por razones de conciencia. Entre los cristianos no había
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gladiadores, soldados o escultores de ídolos, tenían conciencia de estar viviendo un nuevo orden moral, insistiendo en la práctica de las
virtudes cristianas.
Los padres apologistas ya se vieron en la obligación de defenderse de los ataques de la filosofía pagana, empujados por el
desconocimiento y la superstición de la sociedad. En su defensa nos descubren una conducta social distinta: no participan en el circo, ni en
la idolatría oficial, ni en las modas paganas, ni en espectáculos teatrales, ni en el ejército romano... Pero son magníficos ciudadanos, incluso
ejemplares, como pone de manifiesto la Carta a Diogneto, o los escritos de Arístides o Tertuliano.
Con el final de las persecuciones y la conversión del Emperador Constantino, se introdujeron algunas reformas sociales a fin de facilitar la
vivencia de la fe cristiana. Estos cambios legislativos tenían que ver con la familia, en especial la defensa de las mujeres, viudas o
huérfanos; y los esclavos, que se vieron algo más protegidos. Los Padres de la Iglesia tuvieron una creciente influencia en el pensamiento
sobre cuestiones sociales, económicas y políticas. Las exhortaciones de estos pastores, se dieron en un contexto homilético y catequético.
Hacían exégesis de los textos bíblicos, llegando a conclusiones que hoy nos sorprenderían por lo actuales que nos parezcan en
muchísimos casos, y que estamos lejos de vivir.
Por ejemplo, Lactancio subraya la "igualdad de los hombres que Dios ha creado", todos somos sus hijos en condición de igualdad, de ahí
que el mundo grecorromano no pudiera practicar la justicia, dada su exclusión de esa equidad humana como principio. Hablando de la
humanidad, lo concibe como una unidad que no debe ser violentada por los hombres. En cuanto a principios como el préstamo y la usura
hacen una condena tajante, lo bueno es la limosna, no el préstamo, siendo injusto recibir más de lo que se prestó. Otro padre de la Iglesia
Occidental, San Ambrosio, subraya la virtud de la justicia como fuente de abundante fruto, siendo además garantía de orden social justo,
procurando el bien común antes que el bien individual. Concibe los préstamos sin interés, siendo obligatorio hacerlos, aunque no haya
garantía de devolución. La clave de la entrega es la caridad cristiana. También San Jerónimo habla en la doctrina sobre la riqueza y la
pobreza. La riqueza no daña al hombre si sabe emplearla, la pobreza tampoco beneficia al pobre si sigue siendo pecador. Hay una idea
universal de los bienes, cuyo destino es toda la humanidad. En algunos otros textos encontramos a este padre Occidental criticando
duramente la riqueza, calificándolas todas ellas de injustas.
San Agustín de Hipona critica la injusticia de los hombres, unos oprimiendo a otros, o bien dados al placer y sufriendo la necesidad. En este
sentido, los bienes innecesarios de los ricos pertenecen a los pobres. Se posee lo ajeno cuando es superfluo. Por esos bienes superfluos
vienen las divisiones entre los hombres. Lo importante son los valores espirituales frente a los materiales. El verdaderamente rico es el que
tiene sabiduría, justicia y bondad, los pobres son los avaros, y son insaciables de dinero. Defiende la propiedad privada, pero habla de ella
al servicio de las familias y de los hombres, siendo el ejercicio de la limosna un gran bien, para el que lo da y para el que lo recibe. El
verdadero poseedor es el que hace buen uso de la riqueza.
En cuestiones políticas San Agustín es una excepción, porque hace una sistemática de la relación política Iglesia en su obra "la ciudad de
Dios", cuya influencia posterior fue decisiva para la historia. En esta obra San Agustín da una visión política universal del mundo, junto a un
modelo de construcción de la sociedad. Estamos en un contexto de saqueo de Roma por los Visigodos, lo cual trajo la inquietud a toda la
sociedad romana de su tiempo, incluidas las críticas al cristianismo por haber perjudicado los valores clásicos romanos. San Agustín
plantea la construcción de una sociedad con ideales elevados, frente a la sociedad corrupta pagana. Habla de los valores cristianos
necesarios para edificar algo mejor, dos sociedades, dos mundos o ciudades: la celestial o superior y la terrenal o inferior. Todos están
invitados a la primera, donde abundan unos valores morales, jurídicos y políticos nuevos.
Posteriormente se interpretó esta doctrina, con el nombre de "agustinismo político" identificando las dos ciudades como la Iglesia la primera
y el Imperio la segunda. Esta idea la impuso sobre todo Carlomagno, que entendió que él era el emperador que debía gobernar el mundo, y
la Iglesia se ocuparía de los asuntos espirituales. Esta herencia llegó a la cristiandad, malinterpretando el pensamiento del genio de Hipona.
Esta obra es una excepción como elaboración política de los Padres de la Iglesia.
En otros lugares del Imperio, como Oriente, San Basilio tiene varias homilías donde denuncia con fuerza a los ricos. Fundamenta la
comunicación de los bienes del hombre en la naturaleza comunitaria del hombre, haciendo condena de las injusticias de su tiempo: "Tales
son los ricos. Por haberse apropiado de lo que es de todos, se lo apropian como si tuvieran títulos para ello. Si cada uno se cogiera lo que
tapa sus necesidades y dejara lo innecesario para los necesitados, nadie sería rico, pero tampoco pobre". Describe admirablemente la
ostentación de la riqueza de algunos, subrayando su carácter absurdo ante el juicio el Dios, donde los adornos contrastan con la pobreza de
otros. La solución que propone es el compartir y distribuir los bienes, al igual que indica el Evangelio. También condena la usura como
pecado grave, se debe dar lo que sobre, no gravando con réditos a los demás, a fin de asegurar el bien para todos, el que da y el que
recibe.
San Juan Crisóstomo elabora unos argumentos sobre la cuestión de la riqueza y la pobreza. La riqueza no tiene porqué ser mala, no es un
obstáculo para salvarse. Pero es relevante saber de dónde viene esa abundancia, y el empleo que se haga de la misma. La riqueza
obtenida mediante usura, avaricia, robo u otros medios análogos hacen a la misma injusta. La riqueza obtenida con justicia, principalmente
el trabajo, debe ser también empleada correctamente, al servicio de otros y para el bien común, no dominando al poseedor. La riqueza es
un depósito para hacer el bien a otros, no se es dueño absoluto de la misma en ningún caso. Esa riqueza obliga y compromete en la
limosna para los necesitados y pobres, que es además fruto de la caridad del hombre. Las cosas y la propiedad son en último término para
San Juan Crisóstomo una comunicación de cosas para todos los hombres. Hace también una crítica al pago del tributo, de impuestos,
cuando no tiene como finalidad el bien común.
En los Padres de la Iglesia se aprecia una visión Católica y Universal de la humanidad. Son las primeras ideas de globalidad acuñadas a los
hombres, que van parejas a la igualdad de todos ante Dios. La teología no puede ser más sencilla: todos hijos del mismo padre, todos
iguales y hermanos entre sí. De aquí derivan los principios de la bondad, el amor, la fraternidad, la limosna, la libertad y la gracia, la
comunicación de bienes de los ricos a los pobres, la negatividad de la avaricia y la usura.
En los siglos Medievales, destacará Santo Tomás de Aquino, con una doctrina económica y política sistemática. Recoge el Aquinate los
planteamientos de muchos Padres de la Iglesia, junto con el pensamiento clásico de Aristóteles. Afirmará que el hombre es un animal
político por naturaleza, social y necesitado de los demás, cuyo comportamiento está vinculado con su prójimo, siguiendo así también las
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leyes de Dios. Establece una jerarquía entre los hombres y el bien común, que debe encaminarse al individuo, la familia, y la ciudad.
Resalta así el valor de cada persona, de la familia y de la sociedad. Alude también al bien común como el fin de las personas singulares que
viven en comunidad. El bien de todo es el fin de cada una de las partes. El bien común supera al bien individual, y quien busca el primero
encuentra su propio bien. La función de las leyes debe ser el bien común. Políticamente se debe respetar el orden social, la diversidad no
debe sepultar la unidad ni viceversa. Propone asumir, como modelo de gobierno, lo mejor de la monarquía, la aristocracia y la democracia.
En lo económico afirma Santo Tomás que la propiedad es un derecho natural, y de nuevo examina sobre la gestión, uso y disposición de las
cosas. La propiedad tiene una función social, ineludible. Habla de las riquezas y del gran riesgo que conlleva el disponer de ellas. La utilidad
de esos bienes es importante, siendo nula si no se hace el bien con ellos. Es importante de nuevo la comunicación de los bienes y la
limosna como mecanismo para restituir la igualdad de los hombres querida por Dios.
Analiza también el comercio y su licitud moral. La compraventa deriva de la naturaleza del hombre como ser social, el único requisito es que
se haga de acuerdo al precio justo de las cosas, no vendiendo ni comprando fuera de su verdadero precio. De ahí que el comercio sea visto
negativamente, sin llegar a la condena firme, entiende que debe evitarse el lucro por el lucro, el comprar barato para vender caro es lo
propio del comerciante que se lucra, siendo condenado radicalmente la usura, como mecanismo de injusticia.
Estamos ante un pensamiento que carece de la perspectiva de la ciencia económica de nuestros días, pero Santo Tomás no pretende
hacer economía, sino indicar lo que favorece la vida cristiana y lo que no. Tenemos que situarnos también en aquel contexto, donde los
monetarismos económicos llevaban la sociedad a la ruina cada cierto tiempo, donde la moneda era corrompida habitualmente, y donde los
mecanismos de engaño de los comerciantes hablaban de un alejamiento de la vida en el Señor.
La DSI en la época contemporánea
El descubrimiento de América trajo una serie de doctrinas sobre el Derecho de los Indios, siempre en conexión con la igualdad de todos los
hombres ante Dios, en este caso, criticando la esclavitud o el maltrato de los indígenas. La aportación de la Reina Isabel la Católica es
relevante, declarando a todos los indios súbditos de su majestad. La usura, el pago de tributos, el salario justo, el comercio justo, son
tratados sistemáticamente en obras denominadas "De iustitia et iure" en esos siglos XVI y XVII.
Los cambios políticos y el pensamiento de los Ilustrados en el siglo XVIII se pusieron parcialmente en práctica en la independencia
norteamericana y en la revolución francesa, que tomaron del parlamentarismo inglés una nueva forma de entender las relaciones entre el
gobierno y el pueblo. En lo económico la revolución industrial del XIX incorporó un cambio en la estructura social. Ante eso la Iglesia se vio
abocada a dar respuesta a los nuevos problemas, orientando a los creyentes en su vida económica, social y política. Es propiamente
cuando consideramos que nace la contemporánea Doctrina Social de la Iglesia, emanada fundamentalmente del Magisterio pontificio y
alentada trabaja y vivida por los movimientos apostólicos más comprometidos, especialmente en el siglo XX la Acción Católica del mundo
Obrero.
El primer gran escrito magisterial corresponde al Papa Leon XIII, "Rerum Novarum", de las cosas nuevas, escrito en el 1891, fue un
documento que tuvo una importante repercusión en el mundo Occidental. En este escrito se denuncian los abusos que se estaban
cometiendo en las fábricas, hablando del trato inhumano de los empresarios y del desenfreno codicioso de la competitividad. El comercio
está en manos de unos pocos y es deseable la distribución de las riquezas. También este documento hace una crítica a las soluciones que
proponen los movimientos obreros de origen marxista, amparados en la violencia, propugnan la revolución del proletariado con la abolición
de la propiedad privada y triunfo del hombre como "ser para el trabajo". La Iglesia se opone afirmando la trascendencia y el derecho a la
propiedad privada. Lo deseable es que la masa obrera disponga también de bienes, de los necesarios para vivir en dignidad. La Iglesia
propone un camino distinto al revolucionario y al codicioso: el cristiano; que sustentado en la familia, pone los bienes al servicio de la
dignidad del hombre. Jesucristo se posicionó, dice el documento, al lado de los pobres haciendo hincapié en la necesidad de respetar los
días de descanso, el pago de salario justo, y el derecho a la formación de asociaciones para la defensa de los intereses de los trabajadores.
El segundo documento se escribe cuarenta años después, en el 1931 y fue elaborado por Pío XI: "Quadragesimo Anno". El contexto social
ha cambiado, estamos ante la segunda revolución industrial fracasada por el derrumbamiento en octubre del 29 del sistema económico
capitalista. El liberalismo se pone en cuestión, y se está empezando a intervenir incluso en países de fuerte tradición liberal. Es necesario
garantizar el bienestar social, y para eso no importa que intervenga el poder ejecutivo, se está fraguando lo que llamamos Estado Social de
Derecho. En Europa la sacudida de la Primera Guerra Mundial no frenó, al contrario, fue fermento para el triunfo de los totalitarismos que se
extendieron con éxito en Alemania o Italia. En "Quadragesimo anno" se insiste en las propuestas de la encíclica anterior, actualizando sus
contenidos. Considera al cristianismo como la única solución a los problemas de desorden social que azotan el mundo. De nuevo ratifica la
necesidad de la propiedad privada pero basada en el reparto y el servicio social. Los ricos están obligados al reparto, la limosna y la
liberalidad. Intuye una especie de modelo, de tercera vía, "solidarismo cristiano", que acabará más o menos triunfando en Occidente,
consistente en corregir los defectos del capitalismo y del socialismo, dando lugar a un mejor reparto de los bienes de la tierra. De nuevo
reivindica el salario justo y la restauración del orden social. Ratifica y subraya como positiva la labor del laicado en los movimientos
apostólicos.
El documento tercero que examinamos es la "Mater et Magistra", del año 61, escrito por el Papa Juan XIII, es decir, treinta años más tarde
de la QA y setenta de la RN. Estamos en un contexto de guerra fría, con un enfrentamiento indirecto entre el bloque Soviético y el
Estadounidense, los movimientos de izquierdas son plurales, algunos de ellos ya no son beligerantes con la Iglesia, ni proponen la
revolución. En el desarrollo económico, y tras la Segunda Guerra Mundial, se vuelve a vivir una etapa de prosperidad económica
importante. A su vez los movimientos descolonizadores llevan al nacimiento de numerosos países en el Tercer Mundo.
El documento "Mater et Magistra" es un escrito que participa del optimismo que vive el mundo en ese momento. Hay una confianza en que
los graves problemas de la humanidad sean resueltos en no mucho tiempo, confianza que también tiene el mundo. Dentro de los
contenidos del escrito ratifica la anterior DSI y se subraya el papel importante del mundo del trabajo como mecanismo de promoción
humana. Habla de la correlación entre un orden económico justo y la dignidad del trabajador. El pensamiento es ahora más globalizador, no
estamos sólo ante la situación Occidental, sino que se va más lejos. El principal problema del mundo es la diferencia entre países ricos y
países pobres. Se insiste en buscar unas políticas internacionales económicas que permitan el desarrollo de los países más pobres,
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equiparando las desigualdades sociales. Realiza una llamada de atención a los países ricos para que cumplan con el deber de solidaridad y
cooperación con las antiguas colonias, por supuesto sin volver a la situación anterior. La solución que se plantea ante la explosión
demográfica es el desarrollo social y económico justo, alejándose de políticas de control demográfico que ataquen la familia o la dignidad
humana. El punto de partida y de llegada del orden moral justo es Dios mismo, haciéndose de nuevo una llamada al apostolado de la Iglesia
para que asuma su compromiso con la humanidad.
El siguiente documento es también de este Papa, Juan XXIII, que en el año 1963, y ante la crisis de los misiles Cubanos, con un peligro real
de guerra atómica entre los dos bloques USA y URSS, escribe la "Pacem in Terris", posiblemente la mejor reflexión sobre la paz nunca
realizada. En este documento la idea central es el respeto a la dignidad del ser humano, a sus derechos y al bien común como la base que
puede ayudar a construir la paz. Hace un llamamiento a los poderes públicos para que respeten y promuevan los derechos humanos sin
desequilibrios, creando un verdadero progreso social. Las bases que deben guiar las relaciones entre los estados son: la verdad, la justicia,
la solidaridad, la libertad y la ayuda mutua, que serán así los pilares sobre los que se podrá construir la paz. Hace un llamamiento al cese
de la carrera armamentística, especialmente pide que se prohíban las armas nucleares y se desarmen las grandes potencias gradualmente.
Es interesante porque el texto habla también de la creación de un gobierno mundial, de la necesidad que darnos una autoridad mundial, con
capacidad para proteger a los hombres y velar por el cumplimiento y la defensa de los derechos humanos. De nuevo hay una invitación
para que los católicos vivan coherentemente la fe y la vida, participando de la vida pública, fijando la mirada en Cristo, el príncipe de la paz.
Dos años más tarde se aprueba, junto con el final del Concilio Vaticano II, una de las cuatro constituciones apostólicas de la Iglesia, la
"Gaudium et Spes", que trata de las relaciones de la Iglesia con el mundo. Es el año 65 y el Concilio ha traído la renovación en la
comunidad Católica. Se toma conciencia del papel importante de los laicos en el mundo, y se lanza un mensaje de esperanza y de diálogo
para todos los hombres. Este documento parte del hombre como centro de la vida económica, política y social. El hombre debe ser el sujeto
y el protagonista de su propio desarrollo, no caben sociedades donde lo más importante sea el dinero, la libertad, o el orden. Se reafirma el
derecho y el deber al trabajo. Mediante el trabajo se dignifica a la persona, se colabora con Dios mismo, se asegura la subsistencia y se
defiende la necesidad del descanso, a fin de poder desarrollarse en la vida familiar, cultural, social o religiosa. Denuncia el desequilibrio
entre ricos y pobres, pidiendo una profunda reforma de las estructuras, hábitos y mentalidades de las sociedades. De nuevo defenderá la
propiedad privada, subrayando el importante papel social que tienen. En GS aparecen muchas otras cosas relacionadas con el mundo
científico, el ateísmo, la libertad, la actividad del hombre, la familia, el progreso cultural o la paz.
En el pontificado de Pablo VI se escriben dos importantes encíclicas, que van a ampliar el espíritu del Vaticano II en el deseo de diálogo con
el mundo. Sin embargo la mirada es más negativa y pesimista. Los males se han agudizado, el hambre crece, y las relaciones entre los dos
bloques no mejora. El primer escrito de Pablo VI es la "Populorum Progressio" del año 67. Ante un contexto de hambre en el mundo, la
desigualdad creciente entre los ricos y los pobres es consecuencia no del retraso económico de esos pueblos, sino del sistema económico
injusto. La "Populorum Progressio" incide en el desarrollo, y hace una llamada urgente a la acción, pide audacia e innovación ante el
hambre. Los países ricos tienen un deber de solidaridad con los países pobres, se propone la creación de un fondo desviado del dinero de
las armas para el desarrollo. Hay también una valoración negativa del libre comercio, causante de una mayor desigualdad, los pobres son
así más pobres y los ricos más ricos, como ratifica además la ciencia económica.
El segundo documento se escribe en el 71, como aniversario de la RN se denomina "Octogésima Adveniens". Se hace un nuevo
llamamiento a la acción social y al compromiso político de los cristianos. Hay una urgencia en colaborar con movimientos sociales y
políticos de otros signos que trabajen por la justicia. Los creyentes deben ser críticos y discernir las opciones, comprometerse en la
sociedad, participando en ellas activamente.
El pontificado de Juan Pablo II, tiene tres encíclicas sociales magníficas. Estamos ante un Papa conocedor del comunismo positivo, con una
visión profunda de la realidad social y del trabajo; y a su vez un hombre con una dimensión espiritual significativa, viajero incansable. Estos
tres documentos son auténticas joyas para la DSI, y recomendamos vivamente su lectura y estudio. La primera de ellas la escribe en el año
81, noventa años después de la RN, es la "Laborem exercens", dedicado exclusivamente a la cuestión del trabajo. Analizando los dos
sistemas económicos imperantes destaca de ambos su materialismo y economicismo, anulando el antropocentrismo. Los derechos del
trabajador son estudiados a fondo, proponiendo una espiritualidad del trabajo desde la participación con Dios.
El segundo documento trata sobre el desarrollo del mundo, recogiendo de su antecedente "Populorum progressio" veinte años antes, el
testigo. El planteamiento es distinto, ya no hay ese optimismo posconciliar menguado, la realidad del mundo es aún peor que en el 67. El
escrito es la "Sollicitudo Rei Socialis" del 87, con una fuerza profética importante. Se denuncia la falta de vivienda, el desempleo, la deuda
externa, el comercio de armas y el abuso con el tercer mundo, se vulneran los derechos humanos y la naturaleza. La causa la coloca en la
política de bloques, que han sido nefastos para todos con su política imperialista. Ninguno será capaz de un auténtico desarrollo. Critica el
consumismo exagerado de Occidente que hace al hombre esclavo del dinero y de los bienes de consumo. El desarrollo y el respeto a los
derechos humanos van paralelo, y es imprescindible devolver al hombre los valores de la verdadera libertad y solidaridad.
Tras la caída del muro de Berlín, símbolo del bloque comunista, escribe Juan Pablo II la "Centesimus Annus", en el aniversario de la RN,
tras un siglo de DSI. En este documento se hace una crítica profunda y sólida contra los sistemas socialistas reales y contra el radicalismo
capitalista entendido como ideología que todo lo impregna. Sobre el primero habla del fracaso por el olvido de la trascendencia, y por la
ineficacia de un sistema que violó sistemáticamente los derechos humanos en la libertad, la propiedad privada o la iniciativa particular. El
peligro del capitalismo está en el triunfo del dinero como ideología en detrimento de las necesidades del hombre. El hombre es marginado,
explotado, bajo el justificante del beneficio económico y la competitividad. Los grandes objetivos de la igualdad han sido olvidados por el
hombre de hoy.
Finalmente, el santo Padre Benedicto XVI, en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que tuvo lugar en
Aparecida (Brasil), el Papa pronunció lo que, para algunos, constituye el inicio de su magisterio social. En el discurso inaugural, Benedicto
XVI habló de las estructuras injustas que mantiene la pobreza y la miseria en América Latina y el Caribe, apelando a la responsabilidad de
los laicos y laicas de llevar la luz del Evangelio a la vida pública, cultural, económica y política
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ACCIONES SIGNIFICATIVAS
1.
2.
¿Qué es la doctrina social de la Iglesia?
Realizar un cuadro donde muestre el desarrollo de la Doctrina social de la Iglesia a lo largo de la historia de la Iglesia.
SEMANA ABRIL 20 – ABRIL 24
SISTEMAS IDEOLÓGICOS, LA DSI EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
Sistemas ideológicos
LA DSI EN LA VIDA POLÍTICA
El primero de los bloques es la cuestión política, el pensamiento y el orden político en la DSI. Este tema siempre ha sido de interés para la
Iglesia, entre otras razones porque ella misma forma parte del juego político, con riesgo de ser manipulada y manipuladora. En esencia no
es su función, pero la influencia de los creyentes en la sociedad no es despreciable en ningún caso. Es importante destacar que su labor
principal se encaminará a la defensa de la dignidad humana y el respeto al hombre, denunciando proféticamente su violación. También hay
que decir que la acción política es plural y diversa, no hay un modelo de sociedad cristiana perfecta, todas son perfeccionables. El único
límite será el mínimo moral exigido en la defensa de los derechos humanos.
Tenemos que diferenciar la política profesional de la política en sentido amplio. La primera correspondería a los políticos profesionales, y se
rigen por sus propias normas. Está actividad está tristemente desprestigiada en casi todo el mundo, y la razón seguramente está en la alta
corrupción de los gobernantes y en los discursos interesados, demagógicos y electoralistas según la circunstancia puntual. La sensación de
una gran mayoría de la gente es que los valores de la verdad y la honestidad son despreciados frecuentemente, parece que importa más
conseguir votos y llegar al poder que resolver los problemas de los ciudadanos. Sin embargo estamos siendo injustos, porque no todos los
políticos se comportan de igual manera, un ejemplo sería para nosotros Santo Tomás Moro, patrono de los políticos, que es condenado y
ajusticiado por no dejarse corromper. Son muchos los que ejercen la vida política profesional con una intención de servicio, y en muchos
casos pierden dinero y salud en su esfuerzo. Generalizar trae consigo una injusticia inevitable, sobre todo cuando manejamos estereotipos.
Ni son todos corruptos, ni son todos honestos: son hombres, como el resto de la sociedad.
También es injusta una valoración negativa de la actividad política profesional porque es una actividad imprescindible. Alguien debe
gobernar, dar normas, tomar decisiones,... siempre serán criticados según los intereses personales de algunos ciudadanos, pero alguien
tiene que hacerlo. Quien crea que los políticos son todos corruptos que se presente a las elecciones siguientes, ese será su deber moral si
quiere ser coherente. La actividad política al ser necesaria implica a todos los ciudadanos, y los cristianos no pueden ni deben sentirse
excluidos de la misma.
La idea de política, en sentido amplio, abarca a los no profesionales de la política, es decir, el resto de los ciudadanos. Mediante una acción
intermedia se influye, a veces decisivamente, en las acciones políticas de los profesionales. Estamos hablando de asociaciones vecinales,
de consumidores, de denuncia social, ecologistas, de padres de alumnos,... De hecho su influencia en la opinión pública es indudable,
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pudiendo llegar a ser decisivos en los gobiernos. Sabemos el poder de desgaste de una opinión pública contraria a una determinada
legislación. También incluimos el ejercicio del voto, siempre un deber de los ciudadanos con su sociedad.
Desde la perspectiva teológica la implicación de los cristianos en la actividad política, sea del signo que sea, es imprescindible. Al igual que
Cristo se encarna en su tiempo, y se implica en la realidad social de su época, también el cristiano debe empujar la historia hacia el Reino
de Dios con su papel en la acción política. No es cristiano desentenderse de la vida, y cada uno en su vocación ayudará y colaborará a que
el mundo mejore y crezca. El contemplativo rezará por los políticos y gobiernos, los laicos se comprometerán tanto en la actividad política, y
los sacerdotes alentarán a todos para que sean fieles al Evangelio de Jesucristo.
El laicado tiene que buscar en su ejercicio político su compromiso concreto. Ninguna opción política, del signo o la ideología que sea,
agotará todas las implicaciones que trae el Evangelio y la construcción del Reino de Dios. Por eso, habrá cristianos implicados en la política
que sean de derechas y los habrá de izquierdas, ninguno tendrá a Cristo ni a la Iglesia de su parte totalmente. Posiblemente algunos
aspectos serán defendidos con más vehemencia por un color que otro. Lo que no es cristiano es la apolítica, el agnosticismo político, actuar
como si no existiera lo político; porque supone desencarnarse del mundo, olvidando a los hermanos y despreciando la actividad humana.
Por consiguiente, el cristiano debe situarse en la acción política, también profesional, desde su ser cristiano, lo cual le obligará a contrastar
su fe y moral con los criterios políticos que defienda. Tendrá que aceptar lo que dice su partido, salvo en cuestiones de conciencia donde
por razón de su fe y convicciones pueda objetar. Deberá empujar a que su partido defienda los postulados morales más acordes con su ser
creyente. Esta actividad ha menudo ha sido calificada por los cristianos como actividades "sucias", y la política se concebía como un lugar
donde no se puede ser uno mismo sin traicionarse. Para el Magisterio de la Iglesia esa mancha no existe, siendo posible la coherencia y la
fidelidad a la fe y al ejercicio de la actividad política. La sentencia de "dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar", no debe
ser utilizada para negar a los hombres el compromiso cristiano concreto, hacerlo sería también negar a Dios lo suyo. O dicho de otra forma,
la apolítica no es cristiana, es una manera más de ser egoísta. Otra cosa es que la forma de actuar en política sea diversa: desde votar
hasta vivir de ello.
La declaración universal de los derechos humanos
La humanidad se ha ido dando a si misma, a lo largo de la historia una serie de escritos sobre sus propios derechos y deberes. Todos los
pueblos han tenido leyes que ayudaran a organizar su vida cotidiana. Hay unos deberes muy marcados por la necesidad de supervivencia
de los pueblos más primitivos, con normas exigentes y abusivas. Los derechos suponían la contrapartida al deber, y en los últimos siglos
una limitación a los excesos y abusos de gobiernos despóticos.
En la elaboración de esos derechos y deberes, la influencia del cristianismo ha sido decisiva y determinante. Sus principios se han ido
secularizando, llegando por otras vías a la influencia social y política. Por ejemplo la igualdad, es un principio cristiano que todos los
hombres son iguales ante Dios, pero secularizado lleva a promover una sociedad donde la no discriminación y la igualdad para todos
funcione. El empuje concreto y directo de los mismos no siempre ha sido llevado a cabo por la Iglesia magisterial, pero sí por muchos
cristianos. En otros casos tenemos que hablar de personas no creyentes, que influenciados por el cristianismo que impregnaba nuestra
sociedad, indirectamente defendieron los mismos principios. La historia y el avance del hombre se realizan no exclusivamente desde la
Iglesia. El Espíritu Santo sigue interviniendo en la historia, siendo deber del cristiano el discernir los signos de los tiempos, y escuchar la voz
de Dios en los acontecimientos.
En el año 1948 la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en 30 artículos
defiende los derechos esenciales e inalienables del hombre, y de todo hombre, que deben ser respetados en todo el mundo. Esta
declaración tiene como antecedentes las partes programáticas de las Constituciones civiles de los Estados democráticos, donde el respeto
a los derechos y libertades se constituye como norma legal para el Estado. Tiene también su antecedente en la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa en el 1793, y en último término, como hemos señalado en los pilares de
Occidente: filosofía griega, derecho romano, y especialmente la religión judeocristiana. Podemos señalar la DUDH como un hito en la
historia de la humanidad, y su cumplimiento como una tarea de todos los hombres.
No entramos a analizar todo su articulado, básicamente desgranamos los derechos de libertad, igualdad y justicia, en los siguientes
apartados.
La DSI y libertad
La libertad es, según la RAE, la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es
responsable de sus actos. Como segunda acepción indica que es el estado o condición del que no es esclavo; también dice ser el estado
del que no está preso. La última definición indica que es la falta de sujeción o subordinación. Todas estos significados nos llevan considerar
el término libertad en dos sentidos: la libertad como capacidad de escoger moral, como algo interno y dinámico que configura el ser; y en
segundo lugar como la capacidad de actuar, de hacer cosas, como algo externo y puntual que en un momento se dispone.
La libertad es un valor cristiano, aunque no exclusivo, algunas filosofías griegas apostaron por su existencia de manera decidida, y siempre
como libertad interior. Sócrates decide la condena, la acepta, mostrando así una libertad interior fuerte. La libertad interna ha sido defendida
y entendida por la Iglesia siempre como un elemento y valor imprescindible del ser hombre y ser cristiano. No olvidemos que en el contexto
generalizado de la filosofía griega y romana del siglo primero, se apreciaba el "destino" como algo irremediable. El hombre no era libre sino
que estaba determinado por los acontecimientos. Edipo Rey es un reflejo de esta tragedia, está destinado a matar a su padre y casarse con
su madre, no es en absoluto libre, su futuro ya está escogido.
Frente a esta visión del mundo, la comunidad cristiana entendía que el hombre tenía capacidad para optar por su estilo de vida, cambiando
su destino de salvación o de condena. El hombre era libre, y además era liberado del pecado, es decir, el "destino" era la condena, pero
gracias a Cristo podía ser salvado si se bautizaba. La reflexión cristiana del siglo IV habló de la libertad en Adán y Eva cuando optaron en
desobedecer. Arrojados del paraíso, la libertad no la pierden sino que siguió en ellos. Una de las discrepancias con los reformados era
hasta que punto el hombre es libre tras el pecado; para el protestante quedaría muy dañado, demasiado condicionado para la libertad,
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incluso el Calvinismo más radical hablaba de "predestinacionismo" castrando de nuevo la idea de libertad. En el pensamiento Católico la
libertad es más grande que el pecado, y libremente se puede escoger el camino del bien y la salvación de Cristo. Dentro de este debate no
podemos olvidar la articulación de la libertad y la gracia de San Agustín, defendiendo en el hombre tanto la libertad, como la necesidad de la
gracia para la salvación.
Es por tanto, un valor ineludible de la naturaleza humana, el medio por el cual el hombre puede decidir su futuro, su estilo de vida, su ser
persona. San Pablo entendía la libertad como la salvación dada por Jesús. Es decir, Cristo nos libera del pecado y de la muerte, por tanto la
libertad de los Hijos de Dios no puede ser sino hacer el bien. La libertad es algo conseguido por los cristianos cuando se desprenden de su
vida de pecado, pero esa libertad se va consiguiendo día a día en el seguimiento de Jesús, es algo dinámico, nos vamos haciendo cada vez
más libres.
La teología cristiana sigue manteniendo el valor de la libertad, a pesar de la aparición de otras filosofías contemporáneas que entienden que
el hombre está determinado por su biología, su psicología o su educación. Para nosotros ese determinismo no es decisivo, sino que
condiciona. Puede dificultar la libertad, pero no la anula. Por ejemplo, la desestructura familiar con un padre alcohólico puede condicionar al
uso de las drogas en los hijos, pero ese condicionante nunca anulará la capacidad última de escoger de éstos últimos. Por eso no
afirmamos una libertad absoluta, sino condicionada por múltiples factores.
En nuestra sociedad contemporánea se aprecia también como un valor conexo a la dignidad del hombre, incluso con la defensa jurídica
precisa para su respeto. Por eso el principio de la libertad está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se articula
en una pluralidad de libertades públicas y de derechos civiles y políticos tales como la libertad de convicción, ideología, culto, religión, de
expresión, de difusión del pensamiento, de educación, de cátedra, de creación intelectual, de prensa, de reunión, de manifestación, de
movimiento, de asociación, de empresa.
En la DUDH la libertad es uno de los principios cuya base está, junto con la justicia y la paz, en el reconocimiento de la dignidad de toda la
familia humana. En el artículo 1 se dice que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Equiparando los
valores de libertad e igualdad, cuya base es la fraternidad con la que sigue el articulo. Estos derechos se van desarrollando en el artículo 3,
"todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad de su persona" o en el artículo 4 entre otros: "la prohibición a la esclavitud".
Sólo aparece una limitación, y es en el artículo 29.2 donde se dice que serán "las establecidas por la ley con el único fin de asegurar el
reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, el orden público y
del bienestar general en una sociedad democrática". Por tanto también la DUDH lo considera un principio no absoluto, limitado o
condicionado a otros.
Nuestra Constitución Española recoge, al igual que la mayoría de los países democráticos, los derechos y libertades aparecidos en la
DUDH. En la CE aparecen en el artículo primero, como uno de los valores superiores de su ordenamiento jurídico, junto con la justicia, la
igualdad y el pluralismo político, defensa que se va haciendo en otros párrafos como el art 6, participación política libre, y todos los de la
sección primera, del capítulo segundo de este título primero, dedicado a los derechos y libertades fundamentales.
La libertad, entendida en la DUDH o la CE, ofrecen matices distintos a cómo lo ha entendido la comunidad cristiana. Esta libertad se centra
en su ejercicio, es decir, la libertad como algo externo, es la capacidad de hacer, de realizar, de escoger y de no ser molestado por ello.
Esta libertad es estática, está en un momento dado y no puede volver atrás, su rectificación indica el paso del tiempo y una decisión nueva.
Por ejemplo, alguien decide estudiar arquitectura, cuando termina sus estudios, podría querer estudiar medicina porque descubre que la
arquitectura no le gusta, pero ya no hay margen de maniobra, tiene que trabajar para mantenerse, su libertad para elegir está condicionada
por el tiempo y las decisiones anteriores. Siempre podrá estudiar y trabajar a la vez, pero al cabo de unos años, posiblemente está agotado
para estudiar otra cosa que no sea arquitectura. Su libertad permanece, pero no puede retrotraerse al pasado. La vida se ofrece como una
terrible pérdida de libertad. La libertad de elegir va cambiando conforme cambia la vida, las decisiones de un joven de dieciocho años no
son las mismas que las de un adulto de setenta y cinco.
Esta libertad no podemos comprenderla tampoco sin la igualdad. Es clave para ejercer la "libertad de escoger" poder tener posibilidades,
casi siempre relacionadas con el dinero. Por ejemplo, somos libres de irnos a otro sitio, pero sin dinero no podremos hacerlo, nadie nos
trasladará gratis; todos tenemos libertad para ir a la Universidad, pero sin dinero poca gente podrá estudiar; podemos vestir como
queramos, pero las tiendas nos ofrecen la moda de ese año, y no contrataremos un diseñador personal para verter al gusto. Para garantizar
el ejercicio de la libertad de escoger se necesita dinero, competitividad o aceptación social.
El problema de esta comprensión de la libertad es que se toma como un fin en si mismo, ese es el error. La libertad podemos entenderla
como finalidad en cuanto garantice la dignidad de las personas, pero en sí misma pierde todo su sentido. Nuestra sociedad Occidental está
demasiado dominada por la libertad como finalidad, lo importante es poder elegir entre muchas cosas, pero como la libertad se pierde con
cada elección, hay un miedo a las decisiones. El hombre de hoy desea permanecer como un eterno adolescente, sin responsabilidades y
sin decisiones definitivas. El malestar de nuestro tiempo tiene que ver con esta desviación de querer ser eternamente libres y adolescentes,
pero la realidad implica responsabilidad y tiempo. En el fondo la vida se encarga de decidir por uno mismo. La no decisión es una decisión
también irrecuperable.
La Iglesia entiende la libertad no como un absoluto, sino como un don de Dios para optar por Él. Es más decisiva la libertad dinámica de
hacerse persona que la libertad estática de hacer, que nos sitúa ante la vida como en un supermercado. Escogemos pero no nos liberamos,
al contrario, nos atamos más a las cosas, alejándonos de la verdadera felicidad que es Cristo. La libertad de optar entre el bien y el mal,
entre seguir a Dios o rechazarlo, nos hace más libres. Esa decisión implica toda la vida, abre un horizonte interior nuevo de redención. La
libertad es así entendida como una conquista, como algo que se alcanza, no como algo que se tiene. Desde la fe, la libertad es un medio
para rechazar del pecado, no una finalidad en si misma. Para el creyente la única posibilidad de ser verdaderamente libres es haciendo la
voluntad de Dios. Cristo es ejemplo de esto, es libre para enfrentarse a las autoridades, incluso para morir, pero lo hace siguiendo la
voluntad del Padre. Por eso la libertad de los contemplativos no está coartada, sino que es la más verdadera de las posibles. Libremente se
renuncia y se acepta la voluntad de Dios. Es un concepto de libertad que permite una apertura a la vida eterna, es un medio, no un fin en sí.
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La defensa de la libertad es en todo caso, e independiente del debate, siempre importante. No debemos olvidar que la libertad, si no es
respetada, anula la responsabilidad del hombre. Sin libertad estamos ante un mundo donde el hombre es siempre considerado menor de
edad.
Justicia y la paz en la DSI
Si el término anterior lo encontrábamos implícito en la revelación, la "justicia" aparece de manera permanente tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento. También la palabra "paz" está en la revelación. Justicia significa dar a cada uno lo suyo, y se entiende que es un
concepto del derecho natural. En el AT la justicia es pedida y solicitada a Dios, que es el único que puede verdaderamente administrarla
con rectitud. La justicia de los hombres es siempre imperfecta, sólo Dios sabe, por eso sólo Él es verdaderamente Justo.
La justicia entendida en esta clave religiosa comprende que el justo es el que realiza lo que Dios quiere, el que cumple los mandatos del
Señor íntegramente. Dios es así justo porque conoce lo íntimo del corazón humano, y no puede ser engañado. La justicia se identifica con
la fidelidad a la Ley de Moisés. En el NT se mantiene esta acepción pero identificada con la santidad. El hombre justo es el que sigue al
Señor, el que ama, el que sus obras son verdaderas porque se enraízan en Cristo.
Hay un segundo sentido de justicia que es el atribuido a Dios en el juicio final. La justicia divina comprende la clemencia, la compasión y la
misericordia. Esto es ratificado aún más en el NT, Dios es justo porque es misericordioso, y trata a los hombres con bondad, perdonándolos
y acogiéndolos de nuevo. Pablo habla de "justificación", Cristo muere por todos, nos justifica y nos redime salvándonos. Esta justicia divina
es misericordia con los hombres. Dios libera a los oprimidos y está interesado en la suerte de los más desfavorecidos. La misericordia
supone aplicar una vara de medir distinta en el hombre. Si todos son sus hijos, todos merecen su compasión. La justicia que Dios ejerce se
manifiesta con beneficios para todos, gratuitos y universales. Dios se muestra justo especialmente cuando muestra su misericordia con los
hombres.
Nuestro concepto de justicia tiene que ver más con la "dikaiousine" del mundo griego. La justicia es dar a cada uno lo suyo, devolver lo
arrebatado. En este sentido la justicia es una entrega de algo que equilibra un desequilibrio existente. Alguien que ha sido robado, se le
hace justicia cuando recupera lo perdido y se le indemniza. El problema es saber exactamente qué pertenece a cada uno.
En principio valoramos como justo el tratar a todos los hombres igual, pero si hacemos eso cometemos una injusticia, dado que hay
individuos que esa situación los va a perjudicar aún más. Por ejemplo, todos iguales ante la ley, los minusválidos tendrían problemas para
poder insertarse en puestos de trabajo. Es de justicia la existencia de una legislación especial en estos casos para procurar que puedan los
minusválidos acceder a un puesto de trabajo. Se discrimina, pero con la intención de lograr la igualdad. Esta justicia recibe el nombre de
"justicia distributiva". En otros supuestos, si unos pagaran a Hacienda y otros no, sin ningún motivo, estaríamos ante una injusticia,
deberíamos exigir una igualdad, lo que llamamos "justicia conmutativa", equiparar a los iguales.
Para abundar en qué es que cada uno debe tener como suyo, podemos exigir lo imprescindible para vivir dignamente, bajo el respeto a los
derechos fundamentales. Enumeramos: trabajo con salario justo, sin sobreexplotación de horas, con medidas de higiene y salud laboral que
no pongan en riesgo la vida del trabajador; vivienda con los servicios de agua, luz y calefacción; posibilidad de una alimentación equilibrada,
educación para los hijos, atención sanitaria suficiente,... y por supuesto todos los derechos fundamentales reconocidos en la DUDH:
libertad, igualdad, respeto a la integridad, a la vida o la seguridad. Esto que parece tan básico y elemental no lo disfruta todavía todo el
mundo, de ahí que hablemos de una sociedad injusta. A nivel global el escándalo es mayor, porque la mayoría de la humanidad vive en el
umbral de pobreza, y una minoría vive en el exceso.
Un término relacionado con la justicia es la paz. Fácilmente observamos en la historia que cuando las condiciones de justicia no se dan, la
paz se resquebraja. La paz en la Biblia es la felicidad perfecta, una felicidad relacionada con la tranquilidad, en oposición a la guerra, con
una vida larga y saludable. La paz es así algo deseable, algo que se puede conquistar. También se identifica con el bien. Los malvados no
tienen paz en su corazón, por eso la paz es el conjunto de los bienes conseguidos cuando hay justicia, tierra, pan, seguridad, fraternidad. La
paz no es sólo una oposición a la guerra, sino que es una plenitud para conquistar. Esta paz se articula como un don de Dios, que nos da la
paz. De hecho empleamos para Cristo el titulo de "príncipe de la paz". El final de los tiempos se visiona como un tiempo de paz perfecta, de
felicidad alcanzada y vivida. Para nosotros, la paz se suele vincular demasiadas veces con orden público. La paz sería la ausencia de
violencia. Pero esa paz es demasiado fácil de conseguir, esa es la paz de los cementerios y de los desiertos. La auténtica paz es una
construcción, que nosotros identificamos con el Reino de Dios y que hay que tratar de acercar con nuestras vidas. La guerra sería la
ausencia de paz, por eso es la más profunda injusticia para el hombre, porque se destruye la paz. La paz y la justicia caminan juntas. Tras
el Vaticano II se creó la Comisión Pontificia "Justicia y Paz", con la misión de denunciar la injusticia en el mundo y de promover al paz entre
todos. Esta comisión tiene hoy presencia en todos los países tratando de favorecer estas dos dimensiones tan profundamente humanas
como necesarias.
La paz entendida como justicia para todos, tiene una dimensión teológica importante. Si sólo Dios es verdaderamente justo, sólo desde Dios
será posible construir la paz en el mundo. O dicho de otra forma, si el hombre es injusto y haga lo que haga no obtiene la paz, será porque
de alguna forma esa paz es un don de Dios, un regalo para los hombres. En la lucha contra el pecado, la pacificación del corazón para
escuchar la voz del Padre lo entenderemos como una paz profunda e interior. Dice el Evangelio que Cristo resucitado nos da su paz: "paz a
vosotros", Jn 20, 19. Esa paz es un signo para luchar contra el pecado, "bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de
Dios". Esa paz nos compromete, en ser pacificadores y reconciliadores, desde nuestro corazón, y respecto al mundo en el que vivimos.
ACCIONES FAMILIARES
1.
2.
Elaborar un cuadro que sintetice los contenidos y agregarle imágenes que ilustren las posturas de la DSI sobre las ideologías, la vida
política, los derechos humanos, lo social y la libertad, la justicia y la paz, además, de cada uno de ellos de un ejemplo tomado de la
realidad ya sea de estudiantil, familiar o social.
Su familia como ente constructor del Reino de Dios, cómo está contribuyendo para el desarrollo pleno de la DSI en el mundo de hoy.
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SEMANA ABRIL 27 – MAYO 1
LA IGUALDAD, LA FRATERNIDAD, LA POLÍTICA COMO INTERVENCIÓN HUMANA, LOS SISTEMAS POLÍTICOS Y EL TRABAJO EN
EL DSI
La igualdad en la DSI
El principio de la igualdad es determinante para comprender la justicia. Tradicionalmente se ha asociado a la izquierda su defensa, siendo la
libertad el gran principio del liberalismo. Sin embargo, para nosotros, su origen está ya determinados en la reflexión teológica de siempre,
siendo necesaria su defensa junto con la libertad. Hoy asistimos a una merma de importancia de este principio, especialmente tras la caída
del muro de Berlín. En los tratados de economía no aparece siquiera como uno de los grandes objetivos de la economía, la redistribución de
la riqueza, y va quedando relegado por detrás del control de inflación, empleo o control presupuestario.
La igualdad como valor fue defendido por los cristianos desde el inicio. Las personas son iguales ante Dios. El grado de madurez y de
crecimiento personal se medían en función del acercamiento a Dios, lo cual pudo dar lugar a un nuevo sistema establecido de
diferenciaciones sociales. Teológicamente la igualdad es evidente: Dios crea al hombre y a la mujer, todos derivamos de ellos, todos somos
criaturas nacidos de esa estirpe. En la cristología está aún más claro: todos somos hijos adoptivos del Padre, Jesús es nuestro hermano,
todos fraternos y todos iguales. Por tanto, si decimos Padre nuestro, es porque estamos indirectamente creyendo en toda la humanidad
hermanada por la redención de Cristo. No hay hijos de primera o de segunda categoría.
Sin embargo estos principios, que han latido en el fondo de la comunidad cristiana, no siempre han logrado llegar a la igualdad ante la
norma o la ley, y menos a una igualdad material. Es con el paso de la historia como la igualdad se considera un valor deseable. Hoy
distinguimos la igualdad como el derecho a no ser discriminado. Es decir, para personas iguales trato igualitario y no discriminatorio. Esto lo
entendemos como una igualdad ante la Ley, a nadie se le deben aplicar privilegiadamente unas normas y no otras por su sangre, sino que
de serlo sería por su trabajo o su situación social. Esta igualdad formal, no evita una desigualdad material, que verdaderamente es un
principio no resuelto. Si logramos la igualdad material, mediante el pago de iguales salarios, iguales empleos, igual número de hijos,
posiblemente estaríamos atentando contra la libertad, tanto de hacer como de ser. Si atendemos a la libertad como valor absoluto, no
incorporando ningún resorte para la igualdad, lograríamos una sociedad terriblemente injusta y desigual, con unos pocos exitosos y unos
muchos menesterosos. Es decir, la libertad debe ser intervenida, a fin de que la igualdad, y por ende la justicia, sean respetadas. Hoy este
derecho de igualdad se aplica abundantemente a fin de corregir los errores del sistema capitalista. Por ejemplo, se subvenciona la
educación a fin de que las personas que no tienen medios materiales puedan acceder a unos estudios superiores. Si por la educación se
pagara su coste real, prácticamente no podrían estudiar en España más que unos pocos privilegiados. Lo mismo sucede en sanidad,
cultura, bibliotecas.
El problema es que la intervención no está nunca cerrada, y hoy podemos constatar como la mayoría de familias con estudios altos
acceden sus hijos a estudios semejantes, mientras que familias sin estudios, los hijos más frecuentemente acaban en la misma situación.
No se debe a que no haya suficientes subvenciones, sino a que otros condicionamientos repercuten: ambiente familiar, estabilidad social,
acceso al trabajo, interés de los padres.
La intervención no debe nunca suprimir innecesariamente aspectos de la libertad que son irrenunciables, y que deben estar supeditados al
interés de la mayoría y al bien común. Por ejemplo, no podemos anular la iniciativa social en la creación de escuelas concertadas, alegando
la igualdad de todos. Lo que logramos es una uniformidad educativa que iría en contra de la libertad de enseñanza más obvia. Igualdad no
es sinónimo de uniformidad, sino de equiparar oportunidades.
El mecanismo más evidente para lograr la igualdad social son los impuestos. Se gravan proporcionalmente las rentas más altas, y se
devuelve ese dinero a toda la sociedad en el gasto público. Por eso es deseable que tanto en los ingresos del Estado, como en el gasto
público se tenga en cuenta la situación de los más desfavorecidos para compensar oportunidades y desigualdades.
La fraternidad en la DSI
Este principio es el que habitualmente se alega como más puramente cristiano de los tres de la Revolución Francesa. La fraternidad supone
un concepto de humanidad hermanada bajo la igualdad de todos los hombres. En el fondo responde, en nuestra visión cristiana, a la
necesaria relación de todos los hombres entre sí, desde la filiación con un mismo Padre. Si tenemos un solo Dios al que llamamos Padre, y
lo invocamos como Padre nuestro, estaremos implicados en una fraternidad, todos somos hermanos de una misma familia, porque Dios es
padre de todos los hombres.
Esta fraternidad fue recogida también, después de su secularización, por los movimientos masónicos de la Ilustración, la fraternidad sería el
símbolo de una nueva sociedad donde unos nuevos lazos humanos desdibujarían las ataduras serviles del Antiguo Régimen. Por eso
formaba parte del ideario de los liberales esta especie de fraternidad nueva.
Sin embargo, con la llegada del pensamiento marxista en el siglo siguiente se quiebra la idea de fraternidad en favor de la lucha de clases.
La división de la sociedad nos descubre dos grupos sociales enfrentados para el marxismo: los dominantes y los dominados, los opresores
y los oprimidos. En el lado de los opresores situaba Marx a la burguesía y a los poderes fácticos cercanos a ella, la Iglesia, y el ejército. Del
lado de los oprimidos el proletariado y el trabajador por cuenta ajena.
Esta visión dual de la sociedad daría lugar al nacimiento de una fraternidad parcial, la existente entre los de la misma clase social, llamada
camaradería más que fraternidad. Los sindicatos y asociaciones de trabajadores del siglo XIX tenían entre otras cosas como deber la
defensa de las viudas, huérfanos, huelguistas,... es decir, hay una idea de fraternidad de clase.
Esa fraternidad de nuevo está hoy fracasada. Los trabajadores del norte hoy son una clase media asentada, y los nuevos proletariados de
los países del sur son los nuevos pisoteados. Las izquierdas europeas u occidentales rechazan en gran parte la idea de una nueva
fraternidad con estos pobres del mundo, apenas se han construido en unas organizaciones conservadoras de su estatus laboral. La realidad
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de la evolución social y política ha dado al traste con aquella idílica visión de una fraternidad universal, y hoy el principio vuelve a
reconducirse a la religión cristiana.
La política como intervención humana, la comunidad política y el bien común
La actividad política forma parte habitual del desarrollo de las distintas culturas. Supone el encuentro entre diferentes maneras de concebir
las relaciones con el poder, la legitimidad, los derechos y las instituciones. Hoy nuestra forma de organización política reside
fundamentalmente en el Estado, concebido con sus elementos de soberanía, pueblo y territorio. Dentro de la soberanía, hablamos de la
organización, el orden jurídico y la autoridad.
Los Estados Modernos nacen en el siglo XIV, con el auge de la figura del Monarca frente a los nobles, al emperador y al Papa. El Rey irá
creciendo en autoridad y en control del territorio frente a unos súbditos. Esto se realiza mediante la anulación del poder e influencia de la
aristocracia, cuya autoridad en sus territorios se somete a la del Rey. El monarca será el dueño y señor de su "Estado" eximiéndose de la
autoridad del Emperador o del Papa. La Iglesia sigue, no obstante, ejerciendo una influencia social, religiosa y política. Los monarcas
tienden a influir y controlar a su antojo las Iglesias nacionales, distanciándose del Papa, que al fin y al cabo es Rey de otro Estado llamado
Pontificio.
Más adelante, la guerra civil inglesa somete al Rey al control del parlamento, los franceses anulan el papel de la corona y las colonias
norteamericanas se declaran independientes elaborando una Constitución como mecanismo de garantizar la democracia y la libertad. La
soberanía pasa transitoriamente de la monarquía a la burguesía, y de ésta a todo el pueblo.
Un elemento importante de la comunidad política es la organización, que frena la tendencia disgregadora de la dispersión humana, y
canaliza la integración de las personas y culturas. En las organizaciones entendemos que es importante la participación de los ciudadanos
en todos los niveles. Dentro de ese orden tienen un especial papel lo legal, es decir, las normas jurídicas que esa sociedad se da a si
misma para funcionar y resolver los problemas. En un tercer nivel encontramos la autoridad, necesaria para imponer coactivamente a los
ciudadanos que no respeten las normas dadas por todos, el comportamiento suficiente para no quebrar la organización dada.
Muchos sistemas organizativos de la historia cayeron por múltiples razones: insuficiente poder, anarquía o falta de control, descontento
social por falta de suficiente reparto de la riqueza,...etc. Hay que hacer una valoración moral según las circunstancias y los medios que
mueven a la ruptura de unos sistemas y la implantación de otros. No es lo mismo la violencia del terrorismo, que asesina y destruye la vida
humana, además de atentar contra el modelo de orden social, que una manifestación pública pidiendo trabajo. También nos parece legítimo
el fin de la democracia, con los medios adecuados es moralmente muy valioso; frente a otros fines como la implantación de una dictadura.
En todo caso es importante la existencia de un orden justo y de una autoridad, lo contrario nos conduce al enfrentamiento y a la anarquía.
Desde la perspectiva actual la democracia como sistema político, y la defensa de los derechos humano como relación respetada entre el
poder y los ciudadanos es lo más apetecible para los pueblos.
También es importante señalar como ninguna organización política, reparto de poder o institución asume totalmente los planteamientos y
fines proclamados en el Evangelio. Es decir, el ideal evangélico no se agota en ninguna opción política de una u otra ideología, pero
tampoco lo agota el modelo histórico democrático de Occidente. Sin duda es mejor moralmente en cuanto asume el respeto de los derechos
básicos y esenciales del hombre, pero está muy lejos de tratarse del paraíso en la tierra: los problemas económicos de la familias, el reparto
de la riqueza, la fuerza de los medios, el cuarto mundo, el paro, la indiferencia política, la incultura, la marginación y sus víctimas, la dura
situación de los emigrantes,... nos están hablando de un Estado y un mundo en construcción. Tampoco debemos olvidar que el horizonte
humano no termina en el propio Estado ni en Europa, sino que existe un mundo del que somos también responsables: regiones excluidas
de la riqueza mundial, hombres, mujeres y niños explotados o abandonados a su suerte, incumplimiento de los derechos humanos,
persecución política, guerras interesadas o deterioro ecológico,... La moral social en la política tiene como horizonte al hombre, a todo
hombre y a cada hombre concreto. La persecución de uno sólo es motivo de movilización y denuncia por parte de los cristianos.
Un tema interesante es también para nosotros el del bien común. Suele ser la justificación de la acción política de la autoridad, a la hora de
ejercer su actividad normativa. Este principio debe ser siempre deseado, estamos hablando de algo bueno, de un "bien". Que este bien sea
"común", indica que su efecto y su distribución no son para lo residual y particular de la sociedad, sino que beneficia a toda la sociedad. No
es el bien común la suma de los diferentes bienes individuales, sino que es un añadido que favorece y mejora la convivencia del conjunto
social.
El ideal del ejercicio del bien común es que se favorezcan también los bienes particulares, que no tienen porqué ser contrapuestos de
necesidad, dado que el bien personal está también incorporado en el bien común. Lo cierto es que cuando el acceso al bien común es
restringido, hablamos de privilegios, favoritismos, o falta de igualdad de oportunidades. Entonces el bien común se hace de unos pocos,
convirtiéndose en un bien privado. La actividad política debe devolver el bien común a toda la sociedad, en condiciones de igualdad y
proporcionalidad, teniendo en cuenta la función de la debilidad o fortaleza de los individuos. Es un "bien común" que los vagabundos tengan
un lugar donde dormir, financiado por la sociedad, aunque el beneficio directo lo obtengan unos muy pocos. El este caso se justifica ese
bien en la compensación por el deterioro de algunas personas incapaces de integrarse en una sociedad difícil y competitiva como la
nuestra, generadora de excluidos.
El bien común es plural, y puede abarcar todas las facetas humanas. No es sólo lo económico, sino también lo ecológico, lo familiar, la
integración social, la cultura, las libertades, lo religioso o lo educativo,... Todas lo humano debe ser atendido por la autoridad de cara a
mejorar el "bien común" Las sociedades plurales entienden que este bien común queda reducido a un bien posible, dada la necesidad de
respetar las minorías. Las consecuencias de aplicar bajo el nombre de "bien común" determinadas políticas, pueden traer consigo perjuicios
para toda la sociedad, en plazos de tiempo distintos.
Finalmente tenemos que hablar de bien común internacional. La comunidad humana fácilmente olvida este principio bajo el pretexto de los
"intereses nacionales", las consecuencias son que el respeto defendido coactivamente por los Estados, son olvidados o promovidos en su
contra cuando se pasa a la esfera internacional. La necesidad de un gobierno, una capacidad coactiva internacional se hace hoy
imprescindible en un mundo donde las relaciones internacionales tiene todavía demasiado que ver con la ley del más fuerte y del más
poderoso.
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La DSI en los sistemas económicos
No podríamos en el espacio que disponemos profundizar demasiado en todas las premisas y principios que mueven la economía, hacerlo
supondría un curso de economía completo, al que añadiríamos una perspectiva moral en cada cuestión. Sin embargo, hay algunos
aspectos de la misma que no podemos olvidar. Un sistema económico ordena la vida económica en base a unos principios, planteamientos
y directrices. La política económica sería la forma de intervenir en la economía, por parte de la actividad política. Por ejemplo, que un
gobierno decida bajar o subir el precio del dinero, tiene una repercusión en el crecimiento económico, la inflación y el paro. La autoridad
política trata de someter la economía a sus intenciones, si bien bajo las reglas de la ciencia económica.
En sentido estricto, habría dos sistemas económicos: capitalista, con una economía de mercado libre, y socialista, con una intervención y
planificación. Realmente hoy en estado puro no existe ninguno de los dos. Los Estados intervienen más o menos en los mercados para
defender que algunos productos sean accesibles, y atacando otros no deseables. Por ejemplo, el servicio de la enseñanza está defendido y
financiado por el Estado, no hay libre mercado en esta materia, tampoco lo hay en el consumo de tabaco, donde los impuestos suben los
precios disuadiendo a los posibles consumidores. Sin embargo, en un sistema de economía libre, la libre competencia del mercado es el
ideal donde se resuelve, según la mano mágica de Adam Smith, las variaciones de la oferta y la demanda de los productos y los salarios. El
Estado y la lucha sindical intervienen para evitar sueldos miserables ante la abundante mano de obra. La reivindicación salarial lucha para
procurar mantener el precio de su salario, frente a la patronal cuya intención será siempre reducir costes, y la mano de obra es un gasto.
El gran peligro moral del sistema económico liberal está en la excesiva economización de la sociedad, todo se acaba valorando por el
dinero, que se convierte en el único motor de la sociedad. El capitalismo incorpora un estilo de vida consumista y productor. El hombre deja
de ser persona para convertirse en un número, un consumidor-productor, una máquina de hacer dinero. El gran riesgo es la idolatría del
dinero y la abnegación humana a su servicio. El dinero acaba estando por encima de las personas. Todo se compra y se vende y la
gratuidad como valor desaparece en la vida cotidiana. La ley del máximo beneficio preside toda la vida económica, que acaba contagiando
la vida moral y social.
El capitalismo se convierte así en un mal para la humanidad, en cuento que coloca el dinero y el beneficio por encima de las personas. El
capitalismo es en parte responsable del empobrecimiento de grandes regiones en el mundo. Tampoco podemos negar sus ventajas como
sistema, depende de la libertad del individuo y la iniciativa está protegida y defendida. La ambición ha llevado a una mejora para todos, la
riqueza acaba siendo repartida, o al menos, acaba tocando a muchos más. El capitalismo ha logrado unos niveles de bienestar y de
desarrollo impensables de alcanzar en otros sistemas. Moralmente no podemos dejar de reconocer tampoco ésto, si bien el reparto de la
riqueza debería ser tenido más en cuenta. La riqueza es para el hombre, no al revés.
El sistema socialista mantiene unos principios distintos. En este sistema el mercado libre no existe. El Estado decide que bienes y servicios
deben desarrollarse y poner el precio de los mismos. La gran dificultad es que ese desarrollo está sometido a una intervención constante, el
aparato administrativo es formidable, lento y descorazonador para estas sociedades. Al final aparecen los mercados negros, que tratan de
resolver las deficiencias administrativas. Otro problema importante es que la pérdida de iniciativa de las personas se acaba convirtiendo en
la muerte del trabajo, y sin dudarlo, en el sometimiento de la propiedad privada y la iniciativa empresarial si se permitiera. El derecho natural
a la propiedad privada no suele existir en estos sistemas, lo cual conduce a la sociedad en una apatía y una corrupción importante. En la
práctica tampoco se aplicó este sistema con toda su pureza, hoy los pocos países que siguen manteniendo una economía planificada,
siendo el más importante China, con una incorporación de criterios capitalistas para potenciar el desarrollo económico.
En la "Centesimus annus", Juan Pablo II hacía una crítica a estos dos sistemas, e indicaba de este último que el fracaso era debido a la
pérdida de la libertad como estilo de vida contrario a la naturaleza humana, y al mismo ser del hombre, cuya realidad de pecado no puede
redimirse en una utopía economicista. Al final la alienación se producía en los dos sistemas.
En el plano internacional, las relaciones entre países tampoco están marcadas de manera fija por la libertad de comercio o la intervención.
Solo la Unión Europea ha conseguido crear una libertad de comercio supranacional, pero gracias a un proteccionismo amurallado frente al
exterior, llámese USA, Japón o Magreb. La práctica de los Estados poderosos es protegerse cuando no son competitivos y exigir libre
intercambio cuando lo son, pidiendo cosas distintas según productos.
En los países pobres, las economías y los sistemas tratan de simular a las grandes economías, pero los problemas estructurales, derivados
de una deficiente industrialización les impiden remontar el vuelo. Junto con la pobre estructura está la explotación, los bajos salarios y la
falta de tejido asociativo sólido. Normalmente son economías herederas de un sistema colonial, incapaces de la diversificación en la
producción por las imposiciones de los mercados internacionales. En este sentido hablamos de economías dependientes, subdesarrolladas,
controladas y dominadas por las empresas más sólidas y fuertes del planeta. Claramente esta situación nos está hablando de un mundo
injusto e inmoral, y es necesaria la intervención de hombre para corregir esos desequilibrios.
La DSI y el mundo laboral
El mundo laboral y el trabajo ha sido, desde la "Rerum Novarum", una preocupación constante de la DSI. El interés nace principalmente
ante la explotación del hombre durante la revolución industrial, y en contraste con los movimientos obreros contrarios a la Iglesia.
La teología considera el trabajo como la labor de Dios y del hombre. Es del hombre en cuanto que es imagen de Dios, y es de Dios en
cuanto que crea el mundo y lo mantiene. En el Génesis aparece claramente que Dios trabajó durante seis días y al séptimo descansó. Las
cosas las hizo en bondad y en referencia al hombre. El castigo de los siguientes capítulos tiene más que ver con el trabajo sufrido y duro,
convirtiéndose en desesperación para el hombre que se aleja de Dios. El trabajo no es exactamente un castigo de Dios. El castigo es la
dureza consecuencia del pecado. Realmente el trabajo sería una manera de asemejarse y colaborar con Dios. La invitación inicial de
"dominad la tierra", constituyendo al hombre como rey y señor de lo creado es un regalo de Dios, y es una misión a realizar. El trabajo es
una necesidad del mundo en el que vivimos, siendo la indolencia o la pereza un mal, para el hombre concreto y para la sociedad. El trabajo
ayuda al hombre a perfeccionarse, la santificación del trabajo es el fruto del esfuerzo realizado en colaboración con Dios.
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El trabajo tiene también un significado social. Es un medio para vivir, relacionarse, construir la familia y regalar a propios y extraños el pan
necesario y el cobijo imprescindible. Supone el trabajo la transformación del mundo, el empuje del Reino hasta nosotros en la ayuda
indefectible de Dios. Por eso el trabajo bien hecho es signo de redención y nos abre a la salvación definitiva de Cristo.
La visión teológica del trabajo se complementa con la defensa de los derechos del trabajador. La dignidad del hombre impone como
derecho fundamental el de trabajar y recibir un salario justo por el trabajo realizado. Hoy día, con grandes masas sociales en situación de
desempleo, con empleo precario o con bajas ayudas ante el paro hacen que este derecho se convierta en papel mojado, siendo difícil su
defensa por medios estrictamente políticos. La economía debe promover la creación del empleo. Sabemos que las leyes de la
competitividad llevan en muchos casos a considerar el desempleo como un mal ineludible, un precio que hay que pagar para que el sistema
funcione. En estas circunstancias la DSI, conociendo las leyes de la economía, debe denunciar la frivolidad y los abusos que algunas
empresas cometen, cuando deciden la vida de los trabajadores, sin contar con ellos y sin pensar en el mal social causado. En otros casos
las circunstancias obligan, debiendo el Estado Social de Derecho paliar los efectos negativos de tales injusticias.
El salario debe ser suficiente para que la persona y su familia puedan vivir dignamente. Incluiríamos elementos importantes como
calefacción, comida, agua, luz, vivienda,... en este sentido hablamos de salario justo. Un trabajo digno debe garantizar también la ausencia
al máximo de riesgos para la salud, mediante la higiene adecuada, y la prevención de accidentes laborales. Hoy la realidad de nuestro
mundo sigue siendo precaria, no sólo en los países del tercer mundo, sino incluso en muchos del llamado desarrollado. Estas situaciones
precarias e injustas en la cuestión laboral ha dado lugar a la lucha sindical, donde los derechos de los trabajadores son defendidos frente al
capitalista o patronal. Esta lucha hoy la entendemos institucionalizada, en un contexto no de violencia, sino de entendimiento y diálogo, y
cuyo beneficio pueda llegar a toda la sociedad. Es importante también la presencia de cristianos laicos en las estructuras sindicales a fin de
defender los derechos de los más pobres y necesitados
ACCIONES SIGNIFICATIVAS
1.
Elaborar un cuadro que sintetice los contenidos y agregarle dibujos que ilustren las posturas de la DSI sobre la igualdad, la fraternidad,
la comunidad política y el bien común, los sistemas económicos y el mundo laboral.
SEMANA MAYO 18 - MAYO 22
LA CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y LABORAL, LA PROPIEDAD PRIVADA, EL VALOR DEL DINERO, LA DISTRIBUCIÓN DE LA
RIQUEZA, LA CONCIENCIA ECOLÓGICA Y LA DSI DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La conflictividad social y laboral
Cuándo hablamos de conflictividad laboral nos referimos a todas las circunstancias que rodean la defensa de los derechos de los
trabajadores. Hoy muchos de estos elementos no se consideran especialmente conflictivos, dado que en muchos países están
institucionalizados, pero en otro momento no fue así. Por ejemplo, el derecho a sindicarse, considerado hoy como un bien social, en otro
tiempo fue entendido como una traición y un atentado al Estado, por lo que fue condenado. También es verdad que en esos momentos
muchos de estos sindicatos mantenían posturas beligerantes y revolucionarias. Hoy entendemos que aquel horizonte está superado en
Occidente, y sólo en las naciones donde no se respetan los derechos a la libertad de asociación y de sindicación hay que exigirlo.
Los mecanismos de lucha laboral han sido enjuiciados en numerosas ocasiones. El poder y la fuerza sindical puede llegar a ser, en
determinadas circunstancias, fuente de injusticias contra el derecho a la propiedad o la estabilidad del empleo de muchos. La defensa de
los intereses de los trabajadores pasan por un amplio abanico: la denuncia ante el juzgado de los derechos, la queja de los comités de
empresa donde están representados los trabajadores, la negociación de convenios colectivos, y finalmente, la huelga. La conflictividad
admite grados y niveles de enfrentamiento, cuyo máximo exponente es la huelga.
Hoy día la huelga es un derecho del trabajador, que en determinadas circunstancias puede y debe ejercer. Está la huelga en el límite del
enfrentamiento, no debe ser violenta, ni contraria a la dignidad humana, es un mecanismo de presión del trabajador asociado frente al
dueño de la producción. La huelga debe ser tenida en cuenta como el último recurso, cuando las vías de diálogo y negociación se han
agotado. Frente al derecho de huelga el empresario dispone del cierre patronal, que no está a la misma altura, ni jurídica ni laboralmente. El
cierre supone la pérdida de empleo para los trabajadores, debe justificarse en razones económicas, no políticas, y no es un derecho del
empresario, sino una triste circunstancia de su gestión y de la situación del mercado.
El siguiente paso en la lucha laboral es la lucha de clases, el decir, el empleo de la violencia o la guerra para la consecución de fines
laborales. El término pertenece a la izquierda revolucionaria del siglo XIX y XX. Esta lucha violenta de clases divide al hombre y a la
sociedad, siendo sus resultados generadores de nuevas y profundas injusticias. La Iglesia siempre se ha sido contraria al uso de la
violencia como herramienta de presión laboral.
La propiedad privada
La propiedad privada tiene sentido en cuanto que el hombre precisa de las cosas para su ser y estar en el mundo. Esta relación del hombre
con la propiedad podemos articularla en el derecho natural, el hombre necesita de las cosas, y tiene en su administración la fuente esencial
para su supervivencia. El hombre tiene el derecho sobre aquellas imprescindibles para vivir, y que nadie le arrebate lo esencial. El problema
es precisar cuánto es necesario para vivir, especialmente cuando unos pocos poseen la propiedad de muchos.
Hoy, dada la concepción que tenemos de la propiedad, no consideramos tan imprescindible su posesión "de facto", como el acceso a los
servicios que de ella se podrían derivar. Por ejemplo, acceder a bibliotecas es más sociable que disponer personalmente de libros en casa.
Lo esencial es el acceso a la cultura, no tanto la propiedad concreta. Sin embargo tampoco podemos negar que la posesión de las cosas
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sigue siendo el sustento primero para la supervivencia. La vivienda, el ajuar, los útiles, son inembargables, forman parte de un mínimo
humano por debajo del cual hablamos de miseria e indignidad.
Los estudios de la Biblia nos han demostrado que no se condena radicalmente la posesión de cosas, y que incluso es deseable que los
pobres puedan disponer de lo esencial. Los bienes pueden poseerse como propios, si bien se advierte de los riesgos que entraña la
riqueza, el ahogamiento del corazón y el alejamiento de la escucha de Dios. En la Biblia encontramos también que las cosas son creadas
por Dios, todo le pertenece, siendo el hombre un simple administrador, de ahí la condena a la riqueza injusta, la ambición o la avaricia.
La propiedad privada es por tanto posible, el hombre puede disponer de las cosas como propias, pero las riquezas son un riesgo, y
constantemente exhorta el Magisterio de la Iglesia a la generosidad y la limosna como un ejercicio bueno para el alma y para la justicia.
Esta propiedad tiene además una función social importante, son creados para todos. En la CE encontramos en el artículo 33 algo de esta
doctrina: "Se reconoce el derecho a la propiedad privada y la herencia. La función social de estos derechos delimitará su contenido de
acuerdo con las leyes. Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social,
mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes".
Para el Magisterio de la Iglesia, la propiedad privada debe respetarse, pero no es un derecho absoluto. La libertad humana demanda la
propiedad, pero la justicia y la solidaridad reclaman una función social mayor que el derecho a los bienes. La libertad de poseer está por
debajo de la solidaridad y la justicia. Lógicamente la expropiación debe regularse, y deberá producirse siempre en razón de un interés
general o un bien social concreto. La socialización de los bienes se debe entender como último recurso, siendo de justicia compensar el
daño causado al propietario.
Otro aspecto importante es el origen de la propiedad. No es igual moralmente la propiedad obtenida mediante el trabajo que la generada
consecuencia del abuso o la explotación de otras personas. Siempre encontraremos que el trabajo es el medio más legítimo de conseguir la
propiedad, siendo injustos otros medios: engaño, fraude, explotación.
Relacionado con la obtención de riqueza tenemos la cuestión de la especulación. En nuestro mundo el porcentaje de dinero ganado
mediante estos mecanismos financieros es enorme. La usura siempre fue condenada por la Iglesia, por considerarla, no sólo una forma fácil
de enriquecerse, sino que era además un aprovechamiento de las circunstancias difíciles de otras personas, que ahogadas por la carencia
buscaban en la usura una salvación a corto plazo, y habitualmente una pérdida de toda condición a largo plazo.
La usura se ha convertido hoy en una práctica habitual del mundo financiero, el dinero tiene un valor, y parece muy difícil sustraerse a la
compraventa de dinero como actividad comercial. Habría que evitar, en todo caso, que esas prácticas se hicieran a costa de los más
pobres. Mirando el panorama mundial, observaremos que las riquezas de unos contrastan y coinciden con los empobrecimientos de otros.
Las soluciones técnicas abundan, si bien son poco escuchadas y arrinconadas. Gravar los capitales financieros del mercado internacional,
intervenir para que las inversiones no sean auténticas usuras de los países ricos a los pobres, buscar el libre comercio en el mercado para
los productos exportables de los países menos desarrollados. Potenciar el desarrollo de la diversificación de productos en estas economías.
Controlar las cláusulas abusivas de los bancos.
Sabemos que cuando los países del Norte acuden al Sur para dar ayudas, realmente están invirtiendo esperando unos beneficios. El
reparto de la riqueza en el mundo hace que los países ricos sean más ricos y posean cada vez más, y los pobres más pobres y posean
cada vez menos. La propiedad y sus derechos sigue siendo un problema de primera magnitud, especialmente cuando contemplamos a toda
la humanidad.
Valor moral del dinero
Algo hemos apuntado sobre la ética del dinero. Su principal función es social. El crecimiento económico responde a prácticas empresariales
que tienen que ver con la inversión especialmente. El ahorro suele estar destinado al consumo, y el consumo genera, con la demanda de
productos, una oferta, un crecimiento y por tanto una creación de empleo. Si todo el dinero se destinara a consumo no habría crecimiento
en el futuro, hablaríamos de estancamiento, sólo superable mediante la inversión.
Moralmente nos planteamos la ética del dinero. El consumo es necesario cuando los bienes a los que accedemos son imprescindibles. El
problema es definir lo prescindible, y según preguntemos a un habitante de un país u otro su respuesta será dispar. También será variable
la respuesta en función del dinero acumulado y las posibilidades económicas de cada uno. Para el primer mundo podría ser hoy
imprescindible disponer de coche, teléfono móvil, televisión,... En el tercer mundo son lujos innecesarios. Lo cierto es que en la sociedad
capitalista se crean necesidades superfluas. Estas necesidades son provocadas por el interés de aumentar el consumo para el incremento
del crecimiento económico. En Occidente somos conscientes de que lo imprescindible para vivir es bastante menos de lo que tenemos. De
igual manera un habitante pobre del tercer mundo es consciente de que no se puede vivir con tan pocas cosas.
La sociedad de consumo ha creado necesidades en el hombre que pueden llegar a esclavizarse. Sería deseable que los cristianos fueran
más austeros en su consumo y en su estilo de vida. Esto implicaría una lucha contracorriente, dada la imposición social de nuevas
necesidades, sustituidas por otras en no mucho tiempo. La destrucción de bienes con la intención de entrar en una guerra de competitividad
supone una burla para aquellos que todavía no han accedido a lo esencial. La primera generación de móviles está ya casi desaparecida y
reciclada, pero algunos todavía no han accedido a comer todos los días.
El dinero generado por una familia se destina también a la inversión, siempre y cuando haya cubierto sus necesidades de consumo. Ese
dinero invertido generará la expansión empresarial, la creación de nuevas empresas, puestos de trabajo y riqueza para colectivos sociales
más o menos amplios. Hoy conocemos que las multinacionales trasladan sus inversiones y sus fábricas de un país a otro, sin tener en
cuenta el mal social y moral que pueden llegar a crear. En este sentido la función de la inversión es hacerse rentable, pero no sólo
económicamente sino también socialmente. Por eso invertir puede ser bueno moralmente, siempre que haya garantías de un beneficio
social generalizado. Hoy, están apareciendo "bancos sociales" que financian en microcréditos. Estos son creados para pagar proyectos de
desarrollo en el Tercer Mundo, sin coste económico para los inversores, sin beneficio para el banco, y sin intereses para el prestatario.
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
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Sería deseable una generalización de esta tipo de economía solidaria, para el desarrollo sostenido, pero eso sólo es posible con otra forma
de relacionarse con el dinero.
La distribución de las riquezas
El objetivo de la distribución de la riqueza se consigue principalmente mediante mecanismos tributarios. De nuevo lo acontecido en un país
no es trasladable a la esfera internacional. Dentro de un mismo Estado, es habitual que el pago de impuestos directos grave aquellas rentas
más altas con más imposición, mediante un sistema proporcional. Este pago de impuestos ya supone una redistribución de riquezas,
pagando más aquellas personas que más tienen. En el gasto también se produce este reequilibrio, financiando el gasto público los
servicios, infraestructuras, pensiones, asistencia sanitaria, educación,... etc, que benefician a todos los ciudadanos, incluidos los menos
pudientes. La evasión de impuestos, el traslado de domicilios a paraísos fiscales es claramente inmoral, porque impide esa distribución de
riqueza entre los semejante. Tampoco cabría una carga fiscal excesiva porque hablaríamos de ataque a la propiedad privada, reduciendo la
capacidad de inversión y de expansión de esa sociedad en el futuro.
No todas la regiones y países tienen el mismo dinero, ni la misma capacidad para recaudar, por eso se han creado en países de estructura
federal fondos de compensación entre regiones. El dinero circula a favor de aquellos territorios más débiles económicamente, compensando
y distribuyendo la riqueza en un mismo país. También un mecanismo semejante funciona en la Unión Europea fomentando el desarrollo en
regiones y países más pobres. El valor principal de fondo es la solidaridad y por supuesto la distribución del dinero, mejorando las
condiciones de igualdad entre los Estados. Pero cuando saltamos a la esfera internacional nos encontramos con que la distribución de la
riqueza no llega al tercer mundo. Las ayudas internacionales son disfrazadas de negocios, y la generosidad de los pueblos fracasa por
insuficientes y manipulada. Recordemos que el objetivo del 0´7% planteado en nuestro país hace unos años, no se pagó por casi ninguna
administración pública. Hoy la diferencia con los países del sur nos obligaría a pagar como un 3% del PIB, pero es impensable entre la
clase política esa acción política como no se presione. Tampoco los Estados de nuestro entorno europeo han pagado mucho más. La
generosidad mostrada en ocasiones puntuales desaparece pronto. Además, muchas de esas ayudas apenas logran superar los beneficios
que obtenemos por las relaciones comerciales con estos pueblos. De ahí que a pesar de las ayudas los países ricos son cada vez más
ricos y los pobres más pobres, siendo la única solución un cambio en las reglas de juego.
Los proyectos de desarrollo planteados por organismos internacionales, dependientes la mayoría de O.N.U. son puntuales y concretos,
incapaces de evitar el subdesarrollo en grandes regiones. Sabemos que hay alimentos y un cierto bienestar para todos, pero mientras
algunos viven por encima de sus posibilidades, otros mendigan su suerte. Esto es inmoral, y depende del hombre su solución.
La conciencia ecológica
Junto con los problemas ya mencionados, hay uno que ha ido preocupando más y más a la población, y es la cuestión ecológica. Este tema
nunca había sido objeto de debate anteriormente. Mientras la humanidad exploraba nuevos horizontes, la idea de agotamiento de recursos
o deterioro de los mismos no preocupaba en exceso. El campo esquilmado era dejado descansar, o sencillamente se buscaban nuevas
tierras de cultivo. Con la industrialización en el XIX ya se contempla la contaminación atmosférica del carbón, y el agotamiento de los
recursos. El mundo parecía demasiado grande todavía. Hoy, tras el siglo XX la cuestión de agudiza, los recursos naturales son limitados en
el planeta, y deberían ser mejor administrados.
También la teología ha ido elaborando en los últimos años una reflexión sobre la naturaleza y el equilibrio ecológico. El creced y
multiplicaos, dominad las cosas no significa destruirlas o agotarlas. Los recursos son escasos y es un deber moral el cuidado de nuestro
planeta. Al fin y al cabo es nuestra casa y el mundo que Dios nos ha dado. Muchos son los problemas que afectan a la cuestión ecológica.
El primero sería la conservación de las especies y de la naturaleza. La emisión de contaminantes y la eficacia de nuestra especie ha puesto
en peligro la supervivencia de muchísimas otras. El cuidado por la biodiversidad es importante, si bien no podemos moralmente poner la
vida de los animales por encima de la de los hombres, hay que evitar la destrucción inútil de la vida animal y vegetal.
Otro segundo problema es el desarrollo y el consumo de energía. Si los países pobres consumieran la misma cantidad de energía que los
países ricos, hace tiempo que recursos fungibles habrían desaparecido: gas, petróleo, o uranio,... Hoy la apuesta nueva son las fuentes de
energía naturales, en principio inagotables: energía hidráulica, eólica, solar,... Sin embargo son apuestas lejanas incluso en países
desarrollados. El control en la emisión de gases se realiza desde los intereses económicos de las grandes potencias, y no realmente
buscando el bien de toda la humanidad. Los países débiles se ven obligados a deteriorar gravemente su medio natural a fin de obtener
recursos, a veces salvajemente y sin control. Las empresas que proporcionalmente más contaminan son las que tienen peores
posibilidades industriales, habitualmente situadas en el Tercer mundo. Pedir la reducción de contaminantes, cuando siquiera han llegado a
condiciones de desarrollo mínimo, es exigir a los demás un control ecológico, sin haber previsto la prosperidad de los mismos pueblos y sin
estar dispuesto a renunciar a nada.
Otros aspectos de la ecología son más discutidos. El cambio climático es una hipótesis que gana fuerza popularmente, pero no demostrada
por científicos más que en detalles poco significativos. Apenas hemos empezado a medir las temperaturas del planeta como para llegar ya
a conclusiones decisivas. Sabemos que el planeta cambió de temperatura en otras etapas del cuaternario, sin que fuera el hombre el
responsable, no hay suficientes pruebas para pensar que lo estemos haciendo ahora, o que dependa de nosotros. Algo parecido sucede
con la capa de ozono, cuyo aumento y disminución no conocemos bien. Las hipótesis son expresadas en los MCS como verdades
absolutas y científicas, pero la verdad es que desconocemos muchas cosas.Lo cierto es que la contaminación en determinados lugares
hace del mundo creado por Dios un infierno para las personas. La llamada y el encuentro con la naturaleza parece siempre una invitación a
la vida. El hombre sigue teniendo en la naturaleza un espacio de reencuentro con sus raíces antropológicas, somos de barro, en un mundo
también de barro. El deber de los cristianos es proteger y defender también al hombre inserto en el mundo y en la naturaleza, buscando un
equilibrio ecológico deseable para su supervivencia y felicidad.
La moral de los medios de comunicación social
Los Medios de Comunicación Social pertenecen a nuestro mundo cultural contemporáneo. Apenas llevamos unos siglos con "prensa
escrita", siendo la tecnología del siglo XX la principal impulsora de nuevas formas: radio, televisión, cinematografía, informática,... Sobre
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
FILÓSOFO UIS
“2009: 55 Años de Historia y compromiso con calidad educativa”
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toda esta realidad podemos y debemos hacer una valoración moral. En principio los MCS son un tipo de servicio ofrecido a la sociedad, el
derecho a la información, pero con unos riesgos como la manipulación, la deformación, los contravalores, la frivolidad, la pérdida de
intimidad o la uniformización cultural. Son importantes, incluso imprescindibles para la defensa del derecho a la libertad de conciencia en el
mundo contemporáneo, pero a su vez, son fuente de escándalo y abuso.
Los MCS serían aquellos "medios" de "comunicación" que se dirigen a una amplia masa "social", a partir de un solo emisor. Su propia
denominación ya nos habla de la necesidad de soportes de comunicación: televisor, papeles, aparatos de radio, ordenadores, para recibir
esa comunicación. Se habla de un centro emisor: emisora de radio, rotativas, estudios de televisión, antenas; y detrás de todo eso un
trabajo de profesionales: periodistas, directores, gestores comerciales,... Hablamos habitualmente de cauces empleados en la
comunicación: prensa escrita, radio, televisión, el cinematógrafo, el vídeo, y recientemente las páginas de la red informática internet.
Lo básico es que el perfil de una comunicación en diálogo, se transforma en una comunicación unilateral, y a lo sumo alimentada con una
cierta respuesta social. El emisor se dirige a una capa amplia de población, sin capacidad para responder en las mismas condiciones. Hay
un debate sobre quién hace realmente los medios, si el consumidor con su demanda, o las empresas con su oferta. Los estudios sobre
consumo en los medios, audiencia o "share" son importantes para programar la oferta, y para contraprogramar otras ofertas. No olvidemos
que estamos ante empresas cuya finalidad es entre otras ganar dinero. Los periodistas profesionales están contratados y pagados por una
empresa, el Estado, o una organización. Detrás de la cara, la voz o la pluma del periodista se esconde un grupo mediático, normalmente
con la intención de rentabilizarse. Junto con esta intención subjetiva, hay un interés generalizado, social, que es el derecho a la información,
la libertad de expresión y la libertad de información, cuyo fondo responde al deseo de una sociedad que valora la pluralidad y la libertad de
cara a construir y crear la llamada opinión pública. Esta otra finalidad no es menos importante, de ahí que se considere esta actividad
económica un "servicio público".
Las funciones de estos medios son tres: informar, formar y entretener. Se pueden dar las tres en una misma emisión, o los soportes
distintos, pero siempre serán estas tres, con más o menos matices. El más importante es el derecho a la información, es un derecho
moderno, propio de las sociedades contemporáneas. Tradicionalmente no ha existido en la comunidad cristiana este debate, que sin
embargo, lo derivamos del derecho a conocer y a formar opinión, a construirse como persona. Está en la exigencia del bien común; muy
emparentado con la función formativa de los medios. Por eso habitualmente información y opinión están separados en géneros periodísticos
distintos, aunque comparten el deseo de informar y formar la opinión pública. La primera trata de contar la noticia y de ser objetivo, el
segundo pretende formar, entretener e influir en la opinión pública.
La función informativa y formativa es especialmente importante porque nos permite participar en la vida política y social a determinados
niveles. Esta información debe hacerse desde los principios de la sinceridad, la honradez y la verdad. La trasparencia informativa sería el
centro del código deontológico del periodista. La búsqueda de la verdad es esencial en el comentario y la información, siendo los periodistas
transmisores de la noticia. En la función formativa es esencial es aprecio de la verdad, el contraste científico y la pedagogía comunicativa.
La mejora personal y cultural de la audiencia de un programa es una mejora para toda la sociedad.
Una tercera función de los medios es el entretenimiento y el ocio, es posiblemente la menos importante de las tres, pero suele dar mucho
que hablar. Psicológicamente los programas de entretenimiento tienen una influencia importante en la sociedad, especialmente en los más
jóvenes. Realmente forman o deforman los valores culturales. Las películas de violencia o con escenas sexuales escabrosas no son
adecuadas a determinadas edades, los comportamientos se aprenden por imitación, y la mezcla de realidad con ficción, puede confundir y
deformar muchos valores en principio buenos. Las formas de vestir de los actores, sus comportamientos, ideas, influyen realmente en
muchos estereotipos culturales que se asumen inocentemente. Por eso es importante el control moral de los medios.
Esto no implica una vuelta a la censura gubernativa, que sería una nueva cortapisa para la libertad de expresión y de prensa, pero las
cadenas y los periodistas pueden seguir unas pautas esenciales deontológicas marcadas por su profesión. Se debe evitar la
irresponsabilidad en todo aquello que pueda perjudicar la sociedad. Esto en parte ya se hace, pero queda mucho por recorrer. Hay
fantásticos profesionales que han renunciado a ofrecer malos programas, a pesar del posible éxito. En otros casos se lucran y justifican
comportamientos tan materialistas como nefastos. El programa ideal sería el que fuera capaz de mezclar el entretenimiento con la
formación: existen concursos, que fomentan el amor a la música, a la lectura o a mejorar el vocabulario y los conocimientos. El mal gusto no
es sólo una cuestión estética, es también una pauta ética enseñada a los más jóvenes.
Hemos mencionado la censura, algo que parece sacado de otras épocas pero muy presente hoy. Cuando hablamos de censura hay que
hablar de una limitación en la libertad de expresión e información. La libertad no es absoluta, por eso no es negativo del todo el autocontrol
del periodista cuando se pueda hacer un daño grave al bien común. En este sentido el periodista se censura a sí mismo, no siempre dice
todo lo que piensa o sabe en el medio. La motivación puede venir en otros casos por el choque de intereses con la empresa mediática en la
que trabaja. Es posible que hoy nadie indique nada en cuanto a la libertad del periodista para escoger, u opinar en una línea u otra, pero él
mismo sabe lo que tiene que hacer. Ir contra los intereses ideológicos de su empresa supondría el desempleo inmediato. Los accionistas y
el gestor empresarial deciden las líneas maestras de la empresa. Los MCS tienen una línea editorial ideológica, y en esos perfiles se
mueven los periodistas con más o menos libertad. Este tipo de autocensura es repudiable, aunque también comprensible.
También las empresas que contratan publicidad con el medio realizan su censura particular. La publicidad, como información subjetiva de
una empresa, es contratada, y si sus intereses económicos se ven perjudicados abandonará sus mensajes publicitarios. Esto lo vemos
habitualmente, determinadas emisoras de radio nunca hablan mal de las empresas con publicidad de la cadena, sería tirar piedras contra su
propio tejado. Las empresas contratan una buena parte de la publicidad, y sin publicidad las emisoras cierran. El que paga manda, y en los
medios también.
El último gran controlador de los medios es el público consumidor. Su actitud se convierte en censura cuando corta el cauce de
comunicación con un medio, cambia de emisora en radio, hace "zapping" en televisión, o compra y lee otro periódico. Determinados
programas acaban o subsisten mal si se dejan de ver. Si se consumen siguen, si no, tienden a desaparecer. Esto da un potencial de poder
enorme a la audiencia, el problema está en su dispersión y desorganización. En otros casos, la falta de público no es deseable, hablamos
de los programas que cumplen una función formativa o social destacable. En estos supuestos deberíamos exigir su mantenimiento en los
medios estatales, aun siendo deficitarios para la emisora.
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
FILÓSOFO UIS
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Todos estos aspectos negativos y positivos de la comunicación nos implican moralmente a los consumidores, y profesionalmente a los
periodistas. Las noticias incompletas, los titulares sensacionalistas, la mezcla de noticia y opinión, los muestreos insuficientes, las medias
verdades, el engaño, los silencios sobre determinadas informaciones,... son realidades moralmente detestables en cuanto alteran la visión
veraz de las cosas. Forman parte del proceso mediático, pero deben ser completadas por la competencia y el deseo de contar la verdad,
toda la verdad, de la forma más objetiva que uno es capaz. También es deber del espectador cristiano escoger el medio que le de mas
confianza, contrastar las noticias con otros medios, ser crítico con lo recibido y formarse una conciencia de cara a la opinión pública. Es
nuestra obligación conocer los MCS para no pedirles más de lo que pueden dar, y no prestarles una confianza absoluta sin ningún juicio
crítico. La realidad que ofrecen está siempre distorsionada, pero es la ventana a la que nos asomamos al mundo, por eso conviene conocer
las reglas de distorsión.
Otro aspecto, que tiene que ver con los medios, aunque difiere es el de la publicidad. Es un tipo de comunicación para masas cuya
intención es modificar comportamientos, ideas o actitudes; generalmente referidas a las pautas de consumo, aunque no sólo. Por ejemplo,
la publicidad de una marca de coche pretende que nos fijemos más y que valoremos un producto, de cara a su compra. También es
publicidad una campaña para evitar los malos tratos realizados por las instituciones. En ambos casos se busca modificar comportamientos:
comprar, por un lado, y animar a las mujeres a denunciar y evitar los malos tratos.
La publicidad debe responder a la verdad de lo que ofrece. La información que aporta decantará al consumidor en el empleo de ese
producto, pero no como engaño, sino como convicción. De ahí que la publicidad engañosa, abusiva, falseada, subliminal (aquella que no
podemos rechazar y está empleada con técnicas cercanas a la manipulación mental), o aquella que utiliza imágenes hirientes a la
sensibilidad y la dignidad del hombre la consideramos inmoral, pudiendo pedir su prohibición.
ACCIONES SIGNIFICATIVAS
1.
Realizar un cuadro que sintetice los contenidos sobre la conflictividad social y laboral, la propiedad privada, el valor del dinero, la
distribución de la riqueza, la conciencia ecológica, los medios de comunicación social.
¡VIVA JESÚS EN NUESTROS CORAZONES…!
¡… POR SIEMPRE!
ANDRÉS DAVID ROJAS BELTRÁN
FILÓSOFO UIS
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