MIGRACIÓN(I) EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Para iniciar la conversación, se hace necesario aclarar de antemano lo que es la Doctrina Social de la Iglesia – DSI. Presentamos la definición dada por un teólogo brasileño, que nos podrá ayudar a entender: “la expresión Doctrina social de la Iglesia (DSI) designa el conjunto de escritos y mensajes – cartas, encíclicas, exhortaciones, pronunciamientos, declaraciones – que componen el pensamiento del magisterio católico respecto de la llamada “cuestión social”. Pero no basta conocer los documentos reunidos bajo esa denominación. El estudio de la DSI nos coloca delante de una tarea mucho más exigente en sus implicaciones y desafíos. Se trata, en el fondo, de recrear para los nuestro días la dimensión socio – política de la Buena Nueva de Jesucristo” (Pe. Alfredo J. Gonçalves, CS) Durante toda su historia, la Iglesia procura reflexionar y dar su Palabra a los acontecimientos de la vida humana, bajo la óptica comprometedora y dinámica del evangelio. Es importante dejar claro que esta Palabra va siendo gestada en los límites y circunstancias y va siendo actualizada en cada tiempo, teniendo en cuenta los nuevos desafíos y las nuevas posibilidades de cada sociedad. Tiene un proceso, una evolución. No propone respuestas inmediatas, procura dialogar y comprometerse. Esa DSI tiene como marco la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII en 1891 y continúa hasta el día de hoy. Iremos recorriendo algunos de estos documentos, buscando escuchar y reflexionar sobre la Palabra de la Iglesia acerca del tema de las migraciones. Los textos que siguen son esta Palabra en cada tiempo e interpelada por la realidad social y principalmente por la promoción de la vida y de la dignidad humana: 1963: Juan XXIII: Pacem in Terris (Paz en la Tierra) Derecho de emigración y de inmigración 25. Se debe dejar también a cada uno el pleno derecho de establecer o cambiar domicilio dentro de la comunidad política de la que es ciudadano, e incluso, cuando legítimos intereses le aconsejan, debe permitírsele trasladarse a otras comunidades políticas y en ellas domiciliarse. Por ser alguien ciudadano de un determinado país, no se le dificulta el derecho de ser miembro de la familia humana, o ciudadano de la comunidad mundial, que consiste en la unión de todos los seres humanos entre si. 96. Al contrario, corresponde plenamente a los principios de la justicia que los gobiernos procuren promover el desarrollo humano de las minorías raciales, con medidas eficaces a favor de la respectiva lengua, cultura, tradiciones, recursos y emprendimientos económicos. 105. No es superfluo recordar que los refugiados políticos son personas y que se les deben reconocer los derechos de persona. Tales derechos no desaparecen con el hecho de haber perdido la ciudadanía de su país. En 1967 es erigido el Pontificio – Consejo Justicia y Paz. “El drama de la migración en el comienzo del siglo XXI es una de las muchas formas de violencia contra los desprotegidos causada por el capitalismo global, tantas veces denunciado por el Magisterio Social de la Iglesia. Ante la mundialización de los conflictos sociales, de la profundización del abismo entre ricos y pobres, de la marginación de pueblos enteros, y de las diferencias sociales cada vez más escandalosas, el fundador de la Comisión Justicia y Paz, Pablo VI (1963 -1978), proclamaba en la Populorum Progressio (1967) que “ya es el momento de actuar”.(GASDA, SJ – Revista Teológica) 1981: Juan Pablo II: Laborem Exercens (Sobre el Trabajo Humano) La cosa más importante es que el hombre que trabaja fuera de su país natal, como emigrante permanente o como trabajador ocasional, no vaya a encontrarse desfavorecido en lo que se refiere a los derechos relativos al trabajo, en relación con los trabajadores de esa sociedad determinada. La emigración por motivos de trabajo no puede de manera alguna convertirse en una ocasión de explotación financiera o social. Respecto a la relación del trabajo con el trabajador inmigrado deben ser válidos los mismos criterios usados para todos los otros trabajadores de la misma sociedad. El valor del trabajo debe ser medido con la misma medida y no teniendo en cuenta la diferencia de nacionalidad, religión o de raza. Con más razón todavía, no puede ser explotada la situación de coacción en que se encuentre el inmigrante. Todas estas circunstancias deben absolutamente ceder – naturalmente después de haber sido tomadas en consideración las cualificaciones específicas – ante el valor fundamental del trabajo, valor que va ligado a la dignidad de la persona humana. Y una vez más viene al caso repetir el principio fundamental: la jerarquía de los valores, el sentido profundo del trabajo exigen que el capital esté en función del trabajo y no el trabajo en función del capital. PAPA BENEDICTO XVI, en el Angelus del día 31 de agosto de 2008: La migración es un fenómeno presente desde la alborada de la historia de la humanidad, y por tanto, desde siempre caracterizó las relaciones entre pueblos y naciones. Pero la emergencia en la cual se transformó en nuestro tiempo, nos interpela y, al solicitar nuestra solidaridad, impone, al mismo tiempo, respuestas políticas eficaces. Sé que muchos organismos regionales, nacionales e internacionales se están ocupando de la cuestión de la inmigración irregular: les manifiesto mi aprobación y mi estímulo para que continúen su loable acción con sentido de responsabilidad y espíritu humanitario. Pero también los países de origen deben mostrar sentido de responsabilidad, no solo porque se trata de sus conciudadanos, sino también para remover las causas de migración irregular, así como para cortar por la raíz, todas las formas de criminalidad con ella relacionadas. Por su lado, los países europeos y todos los que son meta de la inmigración, además, llamados a desarrollar de común acuerdo iniciativas y estructuras más adecuadas a las necesidades de los inmigrantes irregulares. Ellos, después, deben también ser sensibilizados sobre el valor de la propia vida, que representa un bien único, siempre precioso, que se debe proteger de cara a los gravísimos riesgos a los cuales se exponen en la búsqueda de un mejoramiento de sus condiciones y sobre el deber de legalidad que se impone a todos. Como Padre común, siento el profundo deber de llamar la atención de todos para el problema y de pedir la generosa colaboración de individuos e instituciones para enfrentarlo y encontrar vías de solución. El Señor nos acompañe y haga fecundos nuestros esfuerzos. Es importante percibir cómo la Iglesia, ya hace algún tiempo, viene hablando de la comunidad universal, buscando colaborar en la reflexión acerca de los desafíos para la humanidad. Y también en toda la DSI diciendo que los bienes son para todos y haciendo su opción por los Derechos Humanos. Como vemos esta Palabra de la Iglesia ¿en qué se concretiza? Ella se concretiza en la vida de sus fieles, en los grupos organizados, en las comunidades cristianas… Las pastorales son hoy grandes brazos y pies de esta Palabra de la Iglesia para los hombres y mujeres en cada tiempo y en diversos lugares del mundo. REFLEXIONANDO 1. ¿Cómo nos motivan estas Palabras de la Iglesia? 2. ¿Tenemos una palabra para decir a la Iglesia o como Iglesia? 3. Hagamos memoria de los grupos ligados a la Iglesia que, como manos y pies de esta Iglesia, van poniendo en práctica la palabra profética de promoción de la vida, de la justicia y de la dignidad de la persona humana.