LENGUAJE Y ESTIMULACIÓN PRECOZ

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ORIGINALES
LENGUAJE
Y ESTIMULACIÓN PRECOZ
os 5 artículos que presentamos a continuación están elaborados a partir de
la Mesa Redonda «Análisis de la conducta lingüística y sus aplicaciones a la
estimulación precoz», organizada en Barcelona durante el mes de diciembre de 1984, por la Societat Catalana de Recerca i Terapia del Comportament.
En los tres primeros artículos se analizan aspectos teóricos e históricos.
En los dos restantes se exponen aspectos prácticos y aplicados.
Hemos de agradecer asimismo la colaboración del doctor Josep Toro i Trallero quien, con su artículo, complementa perfectamente los trabajos presentados.
La coordinación para la publicación de este material ha ido a cargo de
María-José del Río.
L
Toda la correspondencia puede dirigirse a:
Societat Catalana de Recerca i Teràpia del Comportament.
Apartado de Correos: 11.
Universidad Autónoma de Barcelona.
Bellaterra (Barcelona).
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¿QUÉ ES, DESDE EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO,
EL LENGUAJE?
Por Emilio Ribes Iñesta
Profesor de Postgrado, ENEP Iztacala. Universidad Autónoma de México
es un término que, aun cuando en el
habla ordinaria parece tener un significado muy
claro, de acuerdo al contexto en el cual se usa,
cuando se trata de emplearlo como una categoría de
análisis científico se vuelve resbaladizo. De hecho
todas las disciplinas que de alguna manera tienen
que ver con el ser humano o con sus productos, estudian de una manera o de otra el problema del lenguaje y cada una asume una definición o un concepto distinto acerca de lo que es el lenguaje. Muchas
de las discusiones entre especialistas diferentes sobre
el problema del lenguaje se dan porque creen que
están hablando de lo mismo, cuando en realidad están hablando de problemas diferentes. Para ser claros en el uso de la palabra «lenguaje» desde una
perspectiva técnica, quizá lo mejor sea abandonar la
palabra.
Vamos a tratar de dar una definición de la palabra «lenguaje» que no use la palabra «lenguaje»
como definidor. Vamos a hacer una distinción inicial: hay dos tipos de «lenguajes», lo que Kantor
llama el «lenguaje vivo» y el «lenguaje muerto».
Lenguaje muerto es el lenguaje descontextualizado
del momento y de la situación particular en que se
generó. Al psicólogo lo que le interesa fundamentalmente es entender el lenguaje no como instrumento
para expresar algo, no como contenido de alguna
otra cosa, no como indicador de algún otro proceso,
sino como acción en sí misma. Es decir, el lenguaje
como un acto de un individuo en una situación de-
L
ENGUAJE
terminada en un momento determinado y frente a
otros individuos o eventos que lo circundan. Eso es
«lenguaje vivo». Cuando el lingüista, por ejemplo,
toma grabaciones de los actos de un individuo o de
muchos individuos, o toma vestigios gráficos y analiza algunas propiedades estructurales de ese producto, está estudiando lenguaje muerto. No le interesa
por qué en ese momento determinado el individuo
se comportó de esa manera. Lo que está estudiando
ahora es la estructura del producto de ese comportamiento; el gramático igualmente toma las prácticas
más o menos compartidas por un conjunto de individuos y trata de extraer o de abstraer ciertas invariantes en estas prácticas y a través de ello establecer reglas. Reglas del buen hablar y del buen escribir. Las reglas no son anteriores al hablar. Las reglas son una abstracción respecto al hablar de una
población de individuos que comparten ciertas prácticas. Entonces, por ejemplo, la gramaticalidad del
lenguaje no es una propiedad del lenguaje como
conducta, sino del lenguaje como producto compartido por los individuos de una población, y por lo
tanto ambos tipos de aproximación no son yuxtaponibles, porque se refieren a distintas propiedades de
distintas relaciones, son niveles complementarios pero
no intercambiables.
Para analizar el lenguaje, fundamentalmente el
lenguaje como conducta, como un proceso conductual, no podemos tomar categorías ni de la lingüística, ni de la gramática, ni de la biología, ni de nin-
Correspondencia: Societat Catalana de Recerca i Teràpia del Comportament. Apartado de Correos, 11. Universidad Autónoma de Barcelona. Bellaterra (Barcelona).
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guna de las otras disciplinas que también abordan el
problema de aquello que en términos ordinarios
llamamos el lenguaje. La psicología tiene que abordar el problema del lenguaje como la acción de individuos que interactúan con sus propias categorías,
porque es lo único que le permitirá identificar los
procesos que tienen lugar en el momento en que
ocurre el «lenguaje como actuar». Las demás categorías que se utilizan para analizar ese producto son
complementarias al análisis del psicólogo, pero no
sustituyen al análisis del psicólogo ni aportan de ninguna manera conceptos que puedan tener una función causal en el análisis que el psicólogo hace del
lenguaje. Por eso podríamos decir que el lenguaje
como conducta no tiene gramática, no tiene estructura lingüística. No porque no se pueda desprender
del producto de la gente que habla dicha estructura,
sino en el sentido que el psicólogo, cuando analiza
el lenguaje, las categorías que va a utilizar, tiende
a enfocar otro tipo de procesos distintos a los que
estudian las ciencias o disciplinas que analizan los
productos o vestigios del lenguaje.
*
*
*
¿Qué es desde un punto de vista psicológico el
lenguaje? El lenguaje tiene una característica fundamental. Cuando se hayan enumerado las características que tiene es cuando se llega a la definición del
lenguaje, sin necesidad de hablar de lenguaje. De
momento mantendremos el término «lenguaje» en
contradicción con la promesa inicial.
Cuando hablamos del lenguaje estamos hablando
fundamentalmente de conjuntos de respuestas que
están integradas más que como respuestas aisladas,
como reactivos, para utilizar el término de Kantor.
Es decir, son sistemas organizados de respuesta
que tienen la propiedad de ser convencionales y ello
incluye varias dimensiones: la convencionalidad de
tipo fonético, la convencionalidad gráfica, que a su
vez produce la convencionalidad textual de la lectura, y la convencionalidad de tipo gestural: los gestos y expresiones. Estas cuatro dimensiones conforman los sistemas reactivos, que desde una perspec-
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tiva meramente morfológica podemos identificar inicialmente como lenguaje.
Cuando decimos que son convencionales queremos decir que, a menos que el individuo sea adiestrado especialmente por un grupo social a ejercitar
las morfologías de comportamiento que implican estos sistemas, no aparecen por sí mismos en el desarrollo biológico. El sistema de respuestas que llamamos lenguaje se basa en las posibilidades de los
sistemas biológicos de respuesta pero no aparece
como consecuencia fatal de la biología del individuo:
es fundamentalmente un sistema de respuesta establecido socialmente. Desde el punto de vista de su
morfología por tanto son morfologías de naturaleza
social.
En segundo lugar se llaman convencionales porque tienen la característica de que son morfologías
arbitrarias respecto a las propiedades físico-químicas
de los eventos y condiciones bajo las cuales dicha
conducta ocurre, es decir, al hablar de lenguaje, hablamos de una forma de comportamiento que no
guarda relación de necesidad con las características
físico-químicas de las circunstancias en que tiene
lugar. No hay nada en la palabra «vaso» que esté
regulado por propiedades físico-químicas del vaso.
La morfología es arbitraria. Pero una vez que está
establecida la convención, a esto le voy a llamar
«vaso». Entonces la arbietrariedad debe identificarse
en términos de la relación de necesidad de morfología de las circunstancias desde su perspectiva físico-química. Es decir, el lenguaje como una forma
de conducta convencional no está producido por la
físico-química del ambiente. Es arbitrario en su morfología. Pero, en la medida en que es una convención, no es arbitrario en lo que respecta a su uso.
Es decir, no es arbitrario en su funcionalidad. ¿Por
qué? Porque una convención implica fundamentalmente una práctica compartida.
Vamos a usar el término «convencional» como
sinónimo de «práctica compartida». Las convenciones a las que nos referimos los psicólogos son convenciones tácitas, no convenciones explícitas. Las
conveciones explícitas respecto al lenguaje las estudian los gramáticos. Son los que a partir de las
convenciones tácitas deducen convenciones explícitas. Después, distintos tipos de especialistas forma-
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lizan la naturaleza de las interacciones entre individuos en términos de otro tipo de convenciones explícitas, como el derecho, como la religión, las reglas políticas, los reglamentos en las escuelas, los
contratos, etcétera. Cuando hablamos de convenciones no nos referimos por lo tanto a las formas contractuales de convención, sino a las formas tácitas,
y las formas tácitas simplemente indican que una
práctica es morfológicamente compartida en su funcionalidad por los miembros de un grupo. En la
medida que es compartida, es convencional. Entonces, la arbitrariedad de la conducta convencional se
refiere a la relación de la necesidad de la morfología respecto a las condiciones en que ocurre, pero
no se refiere a su funcionalidad, su funcionalidad no
es arbitraria. La funcionalidad del lenguaje está
regulada por la naturaleza de las prácticas sociales
que justamente determinan su morfología. Las cosas
tienen un nombre, las cosas se dicen de cierta manera, el lenguaje tiene una fonética más o menos
compartida, etcétera.
Esta propiedad del lenguaje de ser conducta convencional es muy importante por dos motivos. Primero porque facilita un proceso que vamos a describir como desligamiento funcional de la conducta.
El desligamiento funcional de la conducta significa
la posibilidad de que el comportamiento de un individuo ocurra en interacciones que están caracterizadas por propiedades físico-químicas y eventos que
sos distintos a aquellos que están filogenéticamente
programados para producir la actividad. Eso es lo
que distingue la actividad psicológica de la biológica.
El niño cuando nace responde puramente a las
condiciones que están programadas filogenéticamente. El niño duerme, despierta cuando tiene cólicos, le
dan de comer y vuelve a dormir. Tiene un sistema
nervioso que está poco teleencefalizado, que hace
que la vigilia sea menor que el sueño. Todavía hay
un proceso de determinación ontogenética del sistema nervioso central en los primeros meses de vida
y eso regula en gran medida muchos de los procesos de integración con que el niño entra. Todavía
no tiene posibilidad de coordinación motriz fina, no
tiene la capacidad de sentarse y desplazarse por sí
mismo. Ello obviamente determina que sus relacio-
nes con el ambiente estén reguladas por las condiciones físico-químicas inmediatas que le rodean. El
niño recién nacido es un niño posplacentario. Toda
esa conducta biológica que está en potencia, a través del proceso de educación y de desarrollo se
desliga funcionalmente de su programa filogenético
y eso es la ontogenia de la conducta o desarrollo.
Es decir, vamos estableciendo, en el caso del ser
humano, morfologías que biológicamente no aparecerían por sí mismas y a las morfologías biológicas
las vamos dotando de una funcionalidad distinta a
aquellas que vienen directamente vinculadas en el
momento del nacimiento. El niño empieza, y eso es
propio de todos los organismos biológicos, a emitir
conductas en situaciones que no están filogenéticamente programadas para que esas conductas ocurran. En el famoso experimento pavloviano de los
perros, lo que está genéticamente programado que
ocurra es que cuando se introduce un alimento deshidratado en polvo en la boca, produzca un aumento de la saliva en la cavidad bucal. Automáticamente eso hace que se empiece a segregar salivación, por un lado para neutralizar el nivel de salinidad y por otro para facilitar la deglución del alimento. Eso el organismo no lo aprende, es automático. Pero que el animal salive cuando suena una
campana, eso no está programado filogenéticamente.
Es psicológico. Es algo que se adquiere como fruto
de la experiencia individual de ese perro particular.
Si ese perro no está en el laboratorio de Pavlov no
aprenderá a salivar ante campanas. Aprenderá algunas otras cosas, pero no eso en particular. La conducta de salivar se desliga funcionalmente de las
condiciones biológicas. Ocurre después de habérselo
enseñado ante condiciones totalmente distintas y
que no tienen ninguna necesidad de reacción biológica. No hay nada en la campana que produzca biológicamente salivación. Otro ejemplo: hay muy pocas maneras de coger un vaso. Las maneras en que
se puede coger un vaso están determinadas por las
características del vaso. La conducta de tomar un
vaso no es desligable funcionalmente de las propiedades morfológicas del vaso. Si el vaso fuera muy
pesado habría que cogerlo con dos manos. Todas
aquellas conductas que no son de naturaleza convencional desde el punto de vista de su morfología,
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siempre están ligadas de una manera u otra a las
condiciones físico-químicas bajo las cuales ocurren.
No se puede correr, por ejemplo, en un suelo resbaladizo porque uno se cae. La naturaleza del caminar está ligada funcionalmente a las características
del suelo que se pisa. En cambio, la conducta convencional, en la medida en que la morfología es totalmente arbitraria respecto a cualquier propiedad
físico-química ante la cual ocurre, tiene la propiedad
de desligarse de cualquier evento o situación. Ésta
es una de las características fundamentales que permiten la aparición del lenguaje como una forma de
comportamiento exclusivamente humano: que la naturaleza convencional del lenguaje hace posible el
desligamiento funcional de la conducta de las situaciones bajo las cuales ha ocurrido accidentalmente
y de cualquier condición particular de tipo físicoquímico ante la cual pudiera darse.
El problema del lenguaje, desde esta perspectiva,
es que aun cuando es fundamentalmente conducta
convencional y desligable funcionalmente de los
eventos físicos, este proceso de desligamiento de
las propiedades físico-químicas del ambiente es un
proceso gradual. El hecho de que existan morfologías convencionales no nos identifica necesariamente
la ocurrencia de un proceso verdaderamente lingüístico. Se observa en la práctica cotidiana que los niños hablan y se refieren a las cosas como si el lenguaje mantuviera una relación de necesidad con las
situaciones en las cuales se produce. El niño, cuando
habla, no desliga en sus primeras etapas de desarrollo las cosas que dice de las situaciones en las que
las dice. Es muy difícil que desconecte su lenguaje
como acción de las situaciones particulares en que
lo ejercita, no sólo respecto al nombre de las cosas,
sino en la forma en que se relacionan. En la medida
en que el niño puede desligar funcionalmente su
conducta convencional de las condiciones físico-químicas, empiezan aparecer lo que llamaríamos los
procesos genuinamente lingüísticos.
Un proceso genuinamente lingüístico implica fundamentalmente que el niño o el individuo sea susceptible, a través de su conducta convencional, de
hacer que otros individuos respondan a condiciones
que físico-químicamente no están presentes. No se
trata de que el niño responda a ellas, sino de que
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el niño, a través de su conducta convencional, haga
que otros respondan a condiciones funcionales que
físico-químicamente no están presentes. Como por
ejemplo decir «en este momento papá me voy a
tirar por el balcón. Adiós». Y papá lo agarra enseguida aunque el balcón esté en otro cuarto y el
niño no se esté tirando desde el balcón. En este
momento el niño está haciendo que el padre responda no a las condiciones presentes, sino a condiciones reguladas por el comportamiento verbal, y eso
es lo que nosotros llamamos lenguaje. Sólo bajo
esa condición hay un proceso lingüístico. Este proceso de hacer que otros sean regulados por el comportamiento convencional en términos de responder
a condiciones físico-químicas no presentes, es decir,
a cambiar la situacionalidad de la conducta de otros,
a eso le llamamos conducta sustitutiva de contingencias.
La conducta sustitutiva de contingencias aparece,
sin embargo, a través de un proceso que es compartido con especies no humanas. Las especies no humanas no poseen la naturaleza convencional del comportamiento que nosotros poseemos. El proceso es
similar, lo que cambia es la morfología y obviamente
la complejidad de la interacción que regula el desarrollo humano y el desarrollo infrahumano.
Cuando existe comportamiento verdaderamente
lingüístico, el niño ya no es mediado por la condicionalidad de las palabras, sino que ahora él media
por la condicionalidad de las palabras. En una última etapa, la más importante, que llamamos de «pensamiento lingüístico», el individuo puede desligar su
lenguaje de cualquier evento. Cuando el niño pequeño habla, siempre hay un evento como referencia,
siempre está actuando, por decirlo de alguna manera, con respecto a algo. Sin embargo, cuando hablamos de pensamiento el individuo lo que hace es
relacionar. Eso lo hace a través de otro tipo de conducta verbal. El «pensamiento» consiste en relacionar conductas sustitutivas que tienen una vinculación
situacional, a través de otra conducta. El sujeto relaciona su propio lenguaje, que ya no se refiere a
cosas, con la conducta lingüística de otros o con
la suya propia.
La última etapa del desarrollo lingüístico es justamente lo que se ha llamado tradicionalmente pen-
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samiento y procesos simbólicos superiores. El pensamiento puede ser abordado conceptualmente como
un proceso que implica interrelaciones de la propia
conducta convencional del individuo.
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En 1936, Kantor hizo algunas aclaraciones: las
categorías de la gramática, a pesar de ser formales,
en la medida en que están abstraídas de prácticas
vivas tienen indicadores indirectos de tipo conductual. Siempre permiten inferir contingencias y tipos
de interacciones. Esas unidades no van a explicar
por qué ocurren cierto tipo de interacciones, pero
para nosotros esas unidades que han descrito los
gramáticos y los lingüísticos son útiles, en la medida
en que reflejan la naturaleza interactiva, bajo las
cuales han sido identificadas. Es decir, que la gramática es conductual y no la conducta gramatical, y
esto no es un juego de palabras, obviamente. Es
invertir la relación de necesidad-suficiencia, y no al
revés.
El segundo aspecto, es que cuando se habla de
morfología de la conducta y de lo que es lingüística
hay que recordar que toda la conducta humana es
lingüística. Cuando el niño levanta el brazo éste es
un acto lingüístico.
Cuando el niño levanta un brazo, toma un vaso
y mira a la madre y dice «tiro», «tiro» tiene sentido
porque ha levantado el brazo y ve a la madre. Decir
«tiro», así, quiere decir muchas otras cosas. Entonces lo que es lingüístico es el conjunto total, no es
la morfología, y ése es el problema que los psicolingüistas no van a poder tocar siquiera. Porque
tienen aversión inmunológica al comportamiento. Es
una especie de alergia filogenética que le tienen a la
conducta. Ése es el problema de los «pragmáticos»:
cuando el niño levanta un brazo, y dice «lo tiro»,
¿cuál es el efecto que causa? Porque dice «lo tiro»,
¿cuáles son las consecuencias?, ¿bajo qué condiciones lo dice? Éstas son preguntas que los «pragmáticos» se hacen. Pero se les olvida analizar que, cuando lo tira, hace muchas otras cosas. Y que lo que
es el episodio lingüístico es todo aquello que hace
y lo que la madre hace bajo las condiciones en que
lo hace. Nuestra unidad funcional debe ser fundamentalmente una unidad en la que la mayor parte
del comportamiento que medimos no es morfológicamente lingüístico, pero el episodio es funcionalmente lingüístico y lo que llamaríamos nosotros funcionalidad está dado no por las consecuencias de lo
que el niño hace, sino por el tipo de mediación que
se establece entre lo que el niño hace, el adulto
hace, y los objetos y las condiciones bajo las que
se hace. Ésas son las categorías funcionales. El análisis de la funcionalidad del comportamiento verbal
no puede ser independiente de una taxonomía funcional del comportamiento. Separar el comportamiento verbal en el caso del ser humano, del comportamiento en general, es suponer que la morfología por sí misma es lo que es funcional, y por eso
entonces las cosas pierden sentido.
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*
*
Vigotstki hablaba de dos tipos de pensamiento,
de pensamiento prelingüístico y pensamiento lingüístico, que coincide con el desarrollo del lenguaje social que se vuelve más tarde lenguaje interiorizado.
Lenguaje interiorizado, y eso lo aclaraba muy bien,
no significa que se meta dentro, sino que es hablar
con uno mismo. Nosotros también hablamos del concepto de procesos sustitutivos, que interrelaciona
funcionalmente formas de conducta convencional,
que desde el punto de vista de su referencialidad no
están relacionadas; y en eso consiste pensar, es decir, consiste en trascender la historia individual relacionando los repertorios tradicionales.
Respecto a si hablamos de «pensamiento» o de
«procesos substitutorios de contingencias», yo creo
que hay que hacer «cura de lenguaje», y una parte
importante de esa «cura» es que mantengamos los
canales de traducción de nuestro lenguaje técnico
con el lenguaje ordinario y que cuando estemos estudiando procesos en el laboratorio podamos decir:
este tipo de cosas es lo que la gente acostumbra a
llamar «equis». Pero no convertir la palabra usada
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en el lenguaje ordinario en el problema fundamental, que es lo que ha pasado.
En otro orden, más práctico, es importante abordar el problema de la distinción formal/funcional.
Es una distinción no de unidades de medida, sino
de categorías analíticas.
Las categorías analíticas que han extraído aquellas disciplinas que estudian las propiedades puramente formales del comportamiento, al margen del
proceso en el que ocurre, no deben ser nuestro pun-
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to de referencia para describir la conducta. Ése es
el problema fundamental y ése es el problema que
nunca superó Skinner, porque Skinner seguía hablando de palabras, y sigue hablando de oraciones
y sigue hablando del problema de la composición
del lenguaje, que es un problema de los gramáticos
y no de los psicólogos.
Éste es otro tema importante que queda abierto.
Recibido: julio de 1985.
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