REFLEXIONES YUMBEL-LAJA Cuando los muertos vuelvan a su tierra JOSÉ ALDUNATE, S. J. Para curar las heridas es necesario que salgan a ¡a luz. Creemos que sobre esta dolorosa verdad, el amor puede construir una auténtica reconciliación, en que los oprimidos sientan que la sociedad comprende su justo y amarga dolor y se abre arrepentida hacia ellos, porque todos somos culpables. Por eso publicamos estas notas que representan el sentir de muchos cristianos chilenos. Un pueblo que ya no era Alineados frente a sus casas, silenciosos y sombríos, hombres, mujeres y niños de Laja miraban desfilar el largo cortejo que devolvía a su pueblo los restos encontrados en el cementerio de Yumbel. Los victimados eran de allí mismo, eran pueblo de ese pueblo: obreros de la papelera de Laja (algunos de ellos dirigentes del sindicato), ferroviarios del contiguo San Rosendo, un regidor de la municipalidad, el director y un maestro de la escuela, pequeños comerciantes y artesanos, dos estudiantes, uno de ellos de 16 años; eran 19 en total. Detenidos en la Comisaría de Carabineros, a raíz del golpe militar de septiembre 1973, desaparecieron una noche, la noche del 17. "Han sido trasladados al Regimiento de Los Angeles", se les dijo a sus familiares. Pero allá en Los Angeles aseguraron: "no están aquí, señora". Y comenzó, para parientes y amigos, una desesperante búsqueda. De comisarías a cuarteles, de Temuco a Concepción y Qulriquina; de Chillan a Santiago. Hasta Chacabuco. en la Pampa saliMENSAJE N? 286 ENERO - FEBRERO 1980 trera, llegó Ximena Lamana, en búsqueda de su hermano Jorge. Rosa Soto exploró todos los lugares de detención de la zona del Bío Bío, llegando por el norte hasta Nacimiento y Linares. En ninguna parte halló rastros de su esposo Jeck Eduardo. Volvían todas quebrantadas al pueblo que esperaba, a orillas del gran río, noticias de sus hijos. Volvían, sin poder evitarlo, a esa comisaría donde habían visto y asistido por última vez al ser querido. Pero allí les esperaba un nuevo golpe, el golpe de gracia. Obedeciendo a una nueva consigna, con sorna y cinismo, aquellos mismos que los habían detenido, decían ahora: "Aquí nunca estuvieron —no consta la detención—, a lo mejor están en Argentina, o en la clandestinidad. No lo busque más, señora, su marido se fue con otra". El ser querido ahora era un "desaparecido" y ellas mismas sentían esfumarse su ser de mujer, de esposa, madre o hija. Los hombres del pueblo registraron el ominoso aviso dirigido a ellos a través de los 19 desaparecimientos. Silenciosos retomaron el ritmo de una vida que ya no era la misma. La rutina continuaba casi igual, pero ellos habían cambiado. Algo muy esencial había muerto en todos. Habeas Corpus... no ha lugar Leí en el largo recorrido que hicimos desde Concepción —donde se entregaron los restos— hasta Laja, la historia legal de esos 19 "desaparecidos". Recién en abril 1977, tres años y medio después de los sucesos, se presentó el primer recurso de amparo, "habeas corpus". Tan temeroso y anonadado había quedado el pueblo. Pero continuando la lectura, no pude menos que dar razón a tanta desesperanza. Cuando finalmente, arrastrados por el ejemplo de otros que presentaron sus "habeas corpus". el básico derecho de un pueblo de tener entre sus manos el cuerpo de sus hijos detenidos para hacerles Justicia, la respuesta final fue un "no ha lugar"; y la razón: porque no consta la detención. Y en apelaciones y juicios por "presunta desgracia" no se avanzó un paso más. Nuestra "Justicia" dio más fe a la palabra de los presumibles verdugos que al testimonio fundado en ta evidencia de todo un pueblo" *. No había "habeas corpus" para el pueblo de Laja. Era un pueblo que ya "no poseía su cuerpo" ni el de sus hijos, ya no era dueño de su vida. Cualquier día podía desaparecer, como ellos desaparecieron, y nadie podría reclamarlo. Entrando por el pueblo, al ver desfilar a cada lado de las ventanillas del bus a esos cuerpos rígidos y rostros impasibles de hombres, mujeres y niños, me parecía revistar una tropa de fantasmas habitantes da un pueblo que había sido y ya no era. "Yumbel. Todos lo sabíamos, pero..." Significativa confesión que leí en una hoja mimeograflada repartida frente a la Iglesia y que constituía el "2? Boletín Extra" de El Papelero. Todos sabían que los "desaparecidos" nunca llegaron a Los Angeles ni aún vieron amanecer ese 1 Un botón de muestra. Alfonso Macaya, regidor de Laja, se presentó voluntarlamente a Carabineros el 13 de septiembre. El 15, el sargento P. R. C , llegó a su domicilio para detenerlo y llevarlo a la Comisaria. Allá fueron los par'ontes a v1 sitarlo y llevarle alimentos. Allá habló con él el párroco Félix Elcher en presencia del teniente Fernández Mltchels (testimonio del sacerdote en fs. 24 del proceso rol 2.302). Pero testimoniaron en contra los uniformados: el Comandante del Regimiento de Los Angeles: " e l recurso carece de fundament o " ( s l c , con esa generalidad); el Teniente Coronel Prefecto de Carabineros de Los Angeles: "Alfonso Macaya no registra detención alguna en Carabineros de Laja", y el misme sargento P. R. C.: "No recuerdo haber visto detenido a Macaya ni haber Ido a su domicilio a detenerlo" (fs. 23 do rol 2.302). 57 REFLEXIONES fatídico 18 de septiembre. Sabían del fusilamiento y entierro en un bosque de la Papelera y e! posterior traslado clandestino de ios restos a Yumbel. Todos lo sabían, con excepción tal vez de los familiares más próximos y del cura, para quienes tal impiedad era increíble y la esperanza era irrenunciable. Se sabía, además, y se sabe, de muchos "entierros" más en la zona, que ahora están saliendo a luz. Pues el "operativo Laja" pareciera haberse repetido en esos mismos días desde los retenes de Antuco, Santa Bárbara, Canteras, Mulchén y otras partes. Decenas, si no centenas, desaparecieron en el "traslado" a Los Angeles y otros desde la mis ma capital. Lo sabíamos todos, pero. ..". Estos puntos suspensivos nos revelan el temor, la paralizante opresión en que vivió el pueblo estos largos años. Pero sobre todo revelan la falsedad sobre la que tuvieron que basar sus pobres existen cías. Todos sabían, pero debían vivir como si no supieran. Vivían una ficción, una mentira. Debían tratar con los carabineros como si algunos de ellos no hubiesen sido los presuntos asesinos; verse con Ia3 autoridades de la Papelera como si algunas de ellas no hubiesen sido cooperadoras. Allá en la Fábrica trabaja aún la micro amarilla que llevó a los detenidos en su último viaje sin retorno. Debían proseguir con los trámites legales como si hubiera justicia en Chile, educar los niños como si tuviesen futuro, trabajar y vivir como si todo esto tuviese sentido. Debían hablar lo que no Importaba decir y guardarse lo verdaderamente relevante. Sentía moverme en un pueblo que vivía como en suspenso, bajo un hechizo; que vivía "enajenado" pues ya no era el mismo. Y lo curioso es que este ambiente no me extrañaba tanto.. .. algo o mucho de ésto ¿no estábamos viviendo todo el pueblo de Chile desde varios años? Sólo cuando se rompió ests hechizo, cuando surgió la verdad de las entrañas de ese pueblo, comprendí la espesura de la niebla en que se había movido. Y éramos nosotros los que llevábamos el detonante, la verdad reveladora ante la 58 que comenzaría a derrumbarse todo el edificio de la mentira; llevábamos los cuerpos de ias víctimas de Yumbel. La liturgia de difuntos Cuando entramos en la iglesia parroquia!, ya estaban las 19 urnas delante del altar. En ese gran hangar repleto y sofocante, se desarrollaba una liturgia tradicional: pala- objetivos podrá lógicamente sostener que el "costo" ha sido excesivo? La política económica actual que implica cesantía y mínimos ingresos, ¿no ea en el fondo la aplicación de esta misma lógica asesina? Si se opta por el dinero, a este Moloch hay que concederle sus víctimas. Por tanto, más que un mero revanchismo pueblerino dirigido contra 19 ciudadanos, el pecado que habría que denunciar sena el golpe dirigido contra el " . . . el pecado que habría que denunciar sería el golpe dirigido contra el corazón de un pueblo...". bras de consuelo y esperanza, cantos religiosos, el rezo dei Rosario recordando los pasos de la pasión del Señor. Era una liturgia de acompañamiento para las esposas, madres e hijos de las víctimas. En su dolor sollozante, se les "ayudaba a sentir" con esa compasión tan cristiana y tan propia de nuestro pueblo. Con ellos estaba en primer término el Padre Félix, sacerdote alemán, verdadero cura de su pueblo, que sintió muy personalmente la inhumanidad de la acción policial. Había acompañado a dos de los victimados que fueron a entregarse voluntariamente a la Comisaría. Antes de la misa habló nuevamente el P. Félix quien presidia. Denunció claramente lo sucedido como producto de una actitud irracional del odio y del revanchismo". Anunció el consuelo del encuentro final. Exhortó a deponer todo odio, a vencer el odio con el amor. Quedé pensando, mientras concelebraba, que tal vez todo no había sido tan irracional. ¿No habrá operado aquí una implícita y diabólica astucia, la misma que hemos visto operando en tantas otras partes? Estos 19 chilenos sacrificados, ¿no constituyen parte del "costo socia!" necesario para que pudiese afianzarse "el sistema", para que la Papelera del Laja no tuviese en muchos años más problemas, y los Ferrocarriles tampoco; para que se pacificara e! campo y pudiesen ingresar capitales extranjeros? Y ¿quién que se identifique con estos corazón de un pueblo, su reducción a una masa temerosa de fantasmas, el vaciamiento de sus existencias. Y esto planificado desde las altas cúpulas del poder económico y político. La eucaristía se encaminaba hacia la comunión. Sentí toda la dificultad y ambigüedad de una liturgia, que expresa así la unidad final del Pueblo de Dios, aquel único rebaño que se formará bajo un único Pastor, pero que a la vez no pondera la división real, actualmente operante, entre opresores y oprimidos, asesinos y víctimas. De esta situación conflictíva no habla; para eíla no hay orientación. Está, es cierto, la reconciliación exigida antes de la comunión. El Evangelio lo ha dicho. "Si al presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra tí, deja al momento tu ofrenda ante e! altar y vete a reconciliarte primero con tu hermano". Pero esta reconciliación entre opresores y oprimidos, entre verdugos y víctimas no es cosa de un momento. Tiene una densidad social. Exige nada menos que la conversión de los primeros y el restablecimiento de una situación de justicia. De lo contrario, la reconciliación se vuelve un engaño, una burla. Qué peligro —pensaba— corre la misma celebración eucarística de caer en esa mentira que envuelve en buena parte nuestra situación —mentira que aquí se volvería "sacrilega"—, ía de celebrar la unión de todos en Cristo, como si MENSAJE til 2B6 ENERO - FEBRERO 1980 REFLEXIONES Habían sido símbolos de muerto y humillación; ahora lo serán de su nueva vida no hubiese, en el mismo rebaño que se dice católico, lobos y ovejas, lobos que siguen siendo lobos y ovejas que siguen siendo sacrificadas. Un pueblo en marcha Después de la misa, fueron saliendo las urnas a la plazoleta. Entonces la vieja campana del pueblo comenzó a redoblar. Inmensa campana, reliquia del antiguo templo destruido por el terremoto del "39. Era el corazón del pueblo que volvía a tañer, conmovido por la presencia de sus hijos sacrificados. Y con él todo el pueblo se conmovió. Fueron llegando de todos los ángulos; los papeleros recién terminado su turno; mujeres con sus niños; parecía que ni los perros quedaron en sus casas. La muchedumbre saludaba a las victimas mientras iba colocándose para la procesión: "Compañero Luis Onofre Sáez.., ¡Presente!". MENSAJE Ni 288 ENERO - FEBRERO 1980 "Companero Fernando Grandón Gálvez... ¡Presente!". Y así los 19. Los saludos sonaban a compromiso con el "compañero caído". Y se pone el cortejo en marcha. Enfilan por la larga calle que constituye el pueblo y que se extiende casi tres kilómetros hasta el cementerio. La expresión que fue tomando cuerpo en esta gran multitud, en forma cada vez más avasalladora, fue la del compromiso político. Reaparecieron antiguos gritos de combate: "El pueblo, unido - jamás será vencido". "Compañero Salvador - avanzamos sin temor". "Fascista, escucha - el pueblo está en la lucha". Viejos luchadores, visiblemente emocionados, con lágrimas en los ojos, revivieron antiguos tiempos, Pero se oyeron también consignas nuevas como: "Con fuerza y energía - repudiamos la amnistía". "Todo Chile está contigo - compañero ya caído"; y otras, de más fuerte calibre. Parecía que la multitud volvía a encontrar su identidad. Y lo hacía precisamente afirmando su propio proyecto político, queriendo retomar en sus manos su propio destino, frente a todos los que lo habían negado. ¿De qué otra manera podían reafirmar su deseo de vivir y su derecho a hacerlo? La Iglesia camina con su pueblo Al marchar en la columna sentía que conmigo la iglesia caminaba con su pueblo. Este pueblo que me rodeaba, sin duda, no coincidía totalmente con la feligresía parroquial, pero era el pueblo al que la Iglesia se debía: el de los explotados, oprimidos, hambreados y sedientos de justicia (Mateo 5, 1-12). Hay ambientes en que me he sentido fuera de lugar. Pero aquí, en 59 REFLEXIONES cambio, como hombre de Iglesia, pude identificarme plenamente con este pueblo en marcha y con su empeño fundamental. Discernía, a través de sus actitudes y expresiones, la acción del Espíritu de Dios. Discernía que actualmente aquí se estaba venciendo la mentira, haciendo la justicia, suscitando la vida. Este pueblo estaba respon- y los niños. Marchaban y danzaban, asf, físicamente, como los hebreos delante del Arca en que Dios los acompañaba. El segundo hecho, era la entrada de Jesús en Jerusalén, en una espontánea manifestación del pueblo judío. Saludaban a Jesús liberador. Y cuando los sacerdotes del templo se escandalizaron de sus " . . . e r a el pueblo al que la Iglesia se debía, el de los explotados, oprimidos, hambreados y sedientos de justicia". dlendo al anhelo latente en la humanidad por un Reino de vida, de justicia y de paz en que todos fuéramos hermanos. En Santiago, dos días antes, el 25 de noviembre, se me había convidado a unirme a otra manifestación, esta vez en la Iglesia Catedral y presidida por el Pastor. Se trataba de la proclamación de los Derechos Humanos por medio de la adhesión a la Carta de Santiago, en el aniversario de su promulgación. El público, cristiano en su mayoría, que repletaba las naves proclamó la inviolabilidad de estos derechos y la Iglesia los acompañaba plenamente. Aquí, bajo la azul bóveda del cleio, me parecía asistir a una nueva proclamación de los Derechos Humanos. Ya no se trataba mayormente de los derechos civiles —que, por lo demás, nunca fueron gran solución para un pueblo sufrido o hambreado desde tiempo Inmemorial. Se trataba de la proclamación del derecho fundamental del hombre a la vida. Ante el asesinato impune de sus hijos, y ante su propia destrucción moral. Laja reacciona. Y con certero instinto, traduce esta reivindicación en compromiso de lucha. Dos hechos bíblicos me parecían dar su profunda significación a esta marcha: el primero, era el del pueblo hebreo en su salida de Egipto para volver a poseer la tierra que Dios le había dado. Era ésta también una marcha de liberación. Así lo sentían visiblemente todos, no sólo los hombres, sino las mujeres gritos, Jesús repuso: "SI estos callaran, las piedras gritarán". El tribunal del pueblo La columna debía pasar frente a la Comisaría de Carabineros. Advertimos que la bandera estaba arreada y no se veía ni un policía. Estaba, sin embargo, presente la dotación completa y reforzada en el fondo del retén. Al llegar a ese lugar siniestro, la columna se fue deteniendo; los de atrás se agolpaban. Alguien inició y retomaron todos el himno nacional. Finalizaron insistiendo en las estrofas: "O !a tumba serás de loa libres, c el asilo contra la opresión". Ya formaban un gran frente delante de la Comisaría. Entonces, masivamente, surgió el grito acusatorio que fue repitiéndose y precipitándose como el bramido recurrente de las olas del mar: "Allí están, esos son - los asesinos de la Nación". Hombres, mujeres y niños coreaban interminablemente lo que era otra. Los hombres las sujetaron y las trajeron de vuelta. Los niños me Impresionaron: pequeños de 8 y 10 años, con la inconclencia de su edad, se introdujeron en el retén gritando contra los carabineros. Fueron momentos de mucha tensión. Pero dominó la serenidad. Surgió no sé de dónde —o tal vez fue la conciencia de todos—, un "¡Seguimos!", y lentamente la columna volvió a ponerse en marcha. "No queremos venganza", dirá en el cementerio la esposa de una de las víctimas, "pero lo que exigimos sí es justicia". Saben que esa Justicia no la harán ahora los Tribunales, no la esperan en el actual gobierno. La acusación fundamental no va contra los carabineros. Son otros los verdaderamente responsables. Bendije al Señor por ta nobleza del corazón del hombre. Una gran lección nos está dejando la historia. La violencia no nace de nuestro pueblo. Surge más bien de la codicia del dinero. In perpetuam reí memoriam Para un eterno recuerdo de lo sucedido El cementerio es un Inmenso anfiteatro en la ladera del cordón de cerros que domina el río. Cuando llegamos estaba ya ocupado hasta la cima por los habitantes de Laja y contornos, hombres, mujeres y niños. En un claro, en el centro del cementerio, faltó sitio para colocar los 18 cajones que recibirían sepultura. El decimonono fue llevado al cementerio de Los Angeles. Después de las palabras da despedida, se procedió a sepultar- " . . . aquí se estaba venciendo la mentira, haciendo la justicia, suscitando la vida". a la vez el testimonio de todo el pueblo y la sentencia condenatoria. La repetición Incansable me hizo pensar en los seis años de contención en que tuvieron que guardar silencio. Una mujer se abalanzó gritando contra el retén y luego los a todos juntos en una Inmensa fosa cavada en lo alto de la ladera, dominando la extensión del valle y del río. Descansarán todos Juntos, pues la muerte los aunó a todos. Ya no podían reclamarlos separadamente sus parientes. Pertenecían MENSAJE N T 236 ENERO - FEBRERO 1930 REFLEXIONES al pueblo: eran sus cuerpos. Habían sido símbolo de su muerte y humillación; ahora lo serán de su nueva vida. Los nombres quedarán grabados en bronce y se construirá un monumento sobre los restos, ¡n perpetuam rei memoriam: para perpetuo recuerdo de lo sucedido. líos como si nada hubiera pasado. Pero Laja ya vivió su día y recuperó sus cuerpos, y con ellos, la verdad de su situación. Y ya nos ha entregado su mensaje. Nos ha mostrado que debajo de las cenizas está vivo el fuego, que en el alma del chileno late siempre la exigencia " . . . vendrán tiempos en que también en nuestros cementerios se levantarán monumentos a estos otros caídos'". En los cementerios de los países de Europa, devastados por la guerra, suele encontrarse un mausoleo dedicado a los "Caídos". Y en algunas partes, una tumba con huesos no Identificados es honrada como monumento "al soldado desconocido". Vendrán tiempos —si me es lícito pronosticar el futuro—, vendrán tiempos en que también en nuestros cementerios se levantarán monumentos a estos otros "caldos". Se los encontrará en Isla de Maipo, Yumbel y Laja; en Mulchén, Santa Bárbara y Los Angeles, en Temuco y Valdivia, en Casablanca, Buin y nuestro Cementerio General, y en muchas otras partes. También se acercarán temblorosos, mujeres e hijos de "detenidos desaparecidos" a una tumba que contiene restos no Identificados, porque se tomaron todas las precauciones para que no se les pudiera jamás identificar: es la tumba "al compañero desaparecido". Las madres explicarán a sus hijos lo sucedido en una noche triste de nuestra historia, pero les dirán también que llevan en su sangre la misión de hacer que ese sacrificio no haya sido en vano y que de la muerte siempre surja la vida. de la libertad, que la Indómita rebeldía del arauco ante toda Injusticia no ha sido doblegada, que la vida mantiene sus fueros frente a una conjura que busca la muerte. Es un aviso para algunos pocos; es ante todo un mensaje de esperanza para todos. • Epílogo Tal vez para un pasajero casual, el pueblo de Laja habrá vuelto a caer en la rutina de una existencia enajenada. Parecerá que la Papelera ha vuelto a Imponer su ritmo de trabajo servil, que Ferrocarriles mantiene atemorizada su gente con la amenaza del despido, que la Policía vuelve a pasearse por las calles e Introducirse en los domiciMENSAJE Ni 286 ENERO - FEBRERO 1980 61