LA VIDA DE SACO ROTO Tanto afán, tantas horas invertidas, tanto riesgo... para que no alcance. "Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no quedan satisfechos; beben, pero no llegan a saciarse; se visten, pero no logran abrigarse; y al jornalero se le va su salario como por saco roto. Así dice el Señor Todopoderoso: ¡Reflexionen sobre su proceder!", Hageo 1:6-7. Reflexionen, dice. Es decir, consideren nueva y detenidamente sus pasos. Paren un rato. Piensen, sin prisa. ¿No es una constante frustración? ¿No es un esfuerzo diario por tratar de llenar un alma que parece insaciable? ¿No se siente un hueco? ¿Como un agujero que lo absorbe todo? Esa es la vida de saco roto. La que necesita constantes estímulos para sentirse plena. La de alegrías con fecha de vencimiento al final de cada día. Aquella cuyos tejidos del corazón se desgarran y no logran alojar el contentamiento. Se trabaja, se come, se bebe, se compra... y la satisfacción no se queda, sino que se va, siempre se va. Cada jornada es una búsqueda por algo que llene, que tape un vacío. Pero la respuesta definitiva para un corazón así no reside en los bienes ni en las relaciones pasajeras, se encuentra en Jesús. Al permitir que su poder actúe en nuestras vidas y dejar de centrarnos en nosotros mismos, dejamos que nuestro saco no simplemente se remiende con arreglos temporales, sino que sea cosido desde cero, con hilos fuertes y permanentes, que hacen que todo lo que sembremos y cosechemos formen parte de una existencia plena, completa y sin parches. Una de las mejores sensaciones al dejar atrás la vida del saco roto es que nos desprendemos de la necesidad constante por acumular y por anestesiar el dolor de un vacío. En vez de ello, encontramos deleite en Dios y en el dar. Porque la dinámica en su reino es al revés, a medida que damos, nuestro saco se va llenando. Empecemos este 2013 con un saco lleno de bendición para los demás. Narumi Akita Socia ADEC