La fiesta de los duendes

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La fiesta de los duendes
(Segunda parte)
Por Alberto Gaytán*
L
a noche del 30 de diciembre
del 2004, María de los Ángeles
Mejía y un grupo de amigos
organizaron una “lunada” en un
bosque cercano a Huasca de
Ocampo. Las lunadas son fiestas
muy populares entre los jóvenes y
habitantes de esta región hidalguense. Esa noche, bajo un enorme árbol
llamado “La mora”, María de los Ángeles y sus amigos prendieron una
gran fogata, a la luz de la luna la pasaban muy bien: contaban historias
de brujas, cantaban alegremente y
disfrutaban de un buen tequilita para
disminuir el frío que pegaba sabroso
esa noche. Aproximadamente a las
dos de la mañana, María de los Ángeles notó que varias parejitas empezaron a separase entre el bosque,
situación que ella y el resto de sus
amigos, entre ellos, Paty Ramírez y
Juan Carlos Medina, decidieron
aprovechar para jugarles una bromita pesada que consistía en pegarles
un buen susto. Para tal efecto, se
adentraron en el bosque en busca
de los enamorados que aparentemente no estaban lejos, ya que se
escuchaban cerca voces y ruidos.
ces y ruidos los llevaron hasta un
paraje frente a la entrada de una
gran cueva, al buscar a sus amigos
se llevaron el sustazo de su vida;
justo frente a ellos, se encontraron
un grupo de unos veinte duendes,
su amiga Paty trató de gritar y correr
pero Juan Carlos la detuvo y le tapó
la boca para que los duendes no se
percataran de su presencia, atónitos
y sin saber que hacer, se quedaron
observando al grupo de duendecitos; uno de los duendes los vio y les
hizo una seña con la mano que se
acercaran, María de los Ángeles recuerda que quisieron correr pero
que el duendecito les habló y les dijo
que no tuvieran miedo, que los invitaban a su fiesta, que nada malo les
pasaría. Los duendes median como
sesenta centímetros de alto; las mujeres eran rubias, de facciones bonitas, cabello largo y trenzado, María
de los Ángeles las describe como
muñequitas de Walt Disney, con
vestidos largos como de seda fina,
de colores bonitos como el arcoíris,
sus zapatos eran de diferentes colores, con la punta doblada hacia arriba; había dos pequeñas carretas
redondas de cuatro llantas que jalaban dos caballitos ponis con las crines trenzadas y con sillitas de montar, las carretas tenían dos lampari-
Bajaron una gran barranca y
se adentraron en el bosque, María
de los Ángeles recuerda que las vo-
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tas en la parte de arriba, se parecían
a la carroza de Blanca Nieves. Los
hombres eran de piel blanca, todos
de edades diferentes, no había niños, vestían botas con los pantaloncitos dentro de las botas, todos usaban sombreritos y pañuelos de colores en la cabeza, traían pistolitas
largas que brillaban en la noche,
como si fueran de oro.
oro. Los duendecitos les ofrecían las
cosas con mucha amabilidad; les
dieron dulces de sabor parecido a
los dulces de leche, había una fogata donde asaban una especie de
carne que María de los Ángeles y
sus amigos no comieron porque el
sabor no les gustó. El vino sabor a
durazno lo servían en copitas de
cristal que sacaban de una bolsita
de color plata, había una ollita de
madera de la cual salía vaporcito,
los duendecitos comían con las manos, no usaban cubiertos, los platos
eran de madera y en un mantel
blanco bien restirado sobre el suelo
tenían los utensilios de cocina.
El duendecito que hablaba con
ellos parecía el jefe del grupo, era el
único que les hablaba en español,
era el más grande de edad, usaba
sombrerito y tenía barba blanca, les
explicó que los duendes no eran
iguales, que ellos por ejemplo, no
hacían daño, que en el mundo de
los duendes no había maldad ni envidia, que por eso vivían alejados de
los humanos, ya que nosotros nos
portábamos mal, que vivíamos en un
mundo maravilloso que estábamos
destruyendo por la violencia, por estar todos contra todos y por vivir sin
unión ni verdadera amistad, que los
agredíamos con malas palabras y
groserías, que por tal motivo no se
manifestaban seguido ante los seres
humanos.
Los duendes cantaban y bailaban en parejitas, María de los Ángeles y sus amigos no entendían en
qué idioma hablaban pero recuerdan
que su voz era muy finita. La música
la tocaban cuatro de ellos con un
arpa, una flauta, una guitarrita honda y un tamborcito, los instrumentos
también brillaban como si fueran de
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Estimado lector, no deje de
leer el próximo artículo de esta fascinante historia, créame, le impactará leer lo que sucedió después de
este increíble encuentro entre un
grupo de amigos y un grupo de
duendes en la sierra de Hidalgo.
*Alberto Gaytán García, es el
director del Tecnológico de Misantla.
[email protected]
www.itsm.edu.mx
A/E R: 11-2015
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