Avaricia Historia de los afectos centro universitario de estudios cinematográficos dgapa : papiit Avaricia Historia de los afectos Ensayos de cine y filosofía Armando Casas, Leticia Flores Farfán (coordinadores) universidad nacional autónoma de méxico méxico , 2014 © Avaricia. Historia de los afectos. Ensayos de cine y filosofía Universidad Nacional Autónoma de México Centro Universitario de Estudios Cinematográficos Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, México, 04510, DF Primera edición: 2014 Fecha de edición: 12 de octubre, 2014 Este libro forma parte del proyecto PAPIIT IN401413-RN401413 «Cine y filosofía. Poéticas de la condición humana», del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos suscrito al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT), de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM, cuyo apoyo hizo posible su realización. Responsable académico: Armando Casas Pérez Corresponsable académico: Leticia Flores Farfán Fotografía de portada: Avaricia (Greed, Erich von Stroheim, 1924) Diseño de portada: Rodolfo Peláez D.R. © 2014, U niversidad N acional A utónoma de M éxico Avenida Universidad 3000, Universidad Nacional Autónoma Ciudad Universitaria, Coyoacán, México, 04510, DF de México, ISBN: 978-607-02-5869-5 Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Impreso y hecho en México Contenido Presentación Leticia Flores Farfán Armando Casas 9 La devoción al pecado de la avaricia 11 Alberto Constante Aparición de América del Norte en el imaginario europeo durante el siglo XVI, avaricia y conquista fracasada de Florida Ignacio Díaz de la Serna 27 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Leticia Flores Farfán Armando Casas 43 Cine y avaricia: retratos de “Wall Street” 69 Orlando Merino Jaime García Estrada Avaricia: epojé en escena 105 Cesáreo Morales 7 Presentación «Cine y filosofía: poéticas de la condición humana», es un proyecto de investigación del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT IN401413-RN401413), auspiciado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México para el periodo 2013-2015. El propósito de este proyecto apunta a conformar un espacio de reflexión interdisciplinario en donde converjan cineastas y filósofos, así como crear una línea de investigación universitaria en donde se aborde la compleja y multívoca experiencia de la condición humana desde diversas ópticas de tratamiento. «Pensar el cine, narrar la filosofía» es la divisa que guía el intercambio y el diálogo entre los participantes de esta nueva línea de investigación porque, asumiendo la provocación lanzada por Sidney Lumet, «hacer una película siempre es contar una historia. Algunas películas te cuentan una historia y te conmueven. Algunas películas te cuentan una historia, te conmueven y te transmiten una idea. Otras cuentan una historia, te conmueven, te transmiten una idea, y te revelan algo sobre ti mismo y los demás». No otra es la idea de Aristóteles cuando afirma que la poética es fuente de saber práctico pues, el análisis aristotélico de la intriga trágica es pieza clave 9 Armando Casas, Leticia Flores Farfán para dar cuenta del telos ético, a saber, la “katharsis”, que mediante la compasión y el temor, la acción trágica persigue (1449b: 27-28). La filosofía aristotélica enseñó en Poética que lo que importa en la ética son los hombres realizando acciones, eligiendo, valorando. No hay amor sin amantes; no hay maldad sin hombres malvados. A partir de este supuesto hemos podido entrelazar a la filosofía con el cine pues los hemos anudado en el arte de dar cuenta de la historia de nosotros mismos, de nuestras experiencias, nuestras deseos, aspiraciones, sabores y sinsabores de nuestras vidas. Como nuestro objetivo no ha sido estructurar una “filosofía del cine” ni un catálogo de los atisbos filosóficos que se pueden encontrar en diversas filmografías, sino establecer un vínculo de interlocución entre cineastas y filósofos, tomamos la decisión de comenzar nuestros encuentros con el acercamiento a los “afectos”, específicamente, con los llamados “siete pecados capitales” que han sido motivo tanto de reflexión teórica en la tradición filosófica de Occidente, como de encarnación en múltiples personajes e historias de la cinematografía mundial. Nos ubicamos, así, en un lugar común para ambas disciplinas: la condición humana en su irrenunciable configuración temporal. Y dimos comienzo con la Avaricia, tal vez por esa obsesiva manía del orden alfabético, quizá por el ánimo de los participantes en el momento de la decisión, posiblemente porque es una experiencia que hoy por hoy se nos antoja a la mano; sea cual fuese el caso, hay un inicio y con él los primeros pasos de lo que promete ser una fecunda historia. Armando Casas y Leticia Flores Farfán (coordinadores) 10 Leticia Flores Farfán* Armando Casas** Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Money doesn’t just buy you a better life —better food, better cars, better pussy — it also makes you a better person. You can give generously to the church of your choice or the political party. You can save the fucking spotted owl with money. Jordan Belfort, The Wolf of Wall Street1 La más reciente película dirigida por Martin Scorsese El lobo de Wall Street (2013) es un estupendo retrato del “festival de avaricia” en el que se encuentran sumergidos los brokers y todos los actores del mundo financiero contemporáneo. La afirmación de Jordan Belfort, apodado “el lobo de Wall Street” a partir del reportaje de una periodista de la revista Forbes, de que no hay nobleza alguna en ser pobre y que siempre será mejor cualquier experiencia de vida a bordo de una limusina o con un reloj de 40,000 dólares en la muñeca, es es* Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. **Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, UNAM. 1 La película está basada en el libro autobiográfico de Jordan Belfort, The Wolf of Wall Street. How money destroyed a Wall Steet Superman, <ropeofsilicon.com/2014-oscar-screenplays-downloadwolf-wall-street-saving-mr-banks-scripts>. 43 Leticia Flores Farfán, Armando Casas clarecedora de la jerarquía de valores que se exige rija hoy nuestras vidas. Y a pesar de que el mundo de la Bolsa, como afirma Mark Hanna, es «Fugaysi, fugazi, it’s a whazy, it’s a woozy, it’s… Fairy dust» porque el dinero sólo existe en el papel y se mueve sin descanso en vertiginosos círculos de riesgo, el anhelo por el dinero, por la riqueza extrema, como bien aprende y luego enseña Jordan Belfort, se da porque «Enough of this shit’ll make you invincible, able to conquer the world and eviscerate your enemies. […] Money is the oxygen of capitalism and I wanna breathe more than any other human being alive». El amor al dinero, escribe Rafael Narbona en su artículo García Márquez y el amor al dinero,2 es la piedra fundacional de la economía capitalista. Independientemente de estar de acuerdo o no con la opinión de Narbona con relación al escritor colombiano, es interesante la descripción moral que elabora sobre los amantes del dinero en los que incluye tanto a los propietarios de los medios de producción como a todos aquellos entregados a los lujos y al disfrute de los placeres mundanos entre los que cuenta a no pocos reconocidos escritores contemporáneos. Sin embargo, se pregunta el crítico literario, ¿es esta actitud sibarita necesariamente mala? No hay pecado en disfrutar de los deleites carnales si ello no nos ciega ante la carencia y sufrimiento del otro. Rafael Narbona destaca de García Márquez que no «tomó partido por el pobre, el paria, el enfermo o el excluido [ni] salió a la calle a defender sus derechos, aprovechando su influencia para luchar contra la explotación y la desigualdad». El amor excesivo hacia del dinero y el poder que otorga su posesión genera emociones egoístas y mezquinas que destruyen los vínculos empáticos sociales y, al límite, puede dar lugar a una avaricia deshumanizante como la que Flecha alerta que invade a Harpagón en El avaro de Molière:3 2 <rafaelnarbona.es/?p=7372>. 3 J. B. Poquelin Molière, «El avaro» en Obras completas, acto segundo, escena quinta. 44 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia flecha. Soy criado suyo, y no conoces todavía al señor Harpagón. El señor Harpagón, es de todos los humanos, el menos humano; de todos los mortales, el más duro y el más avaro. No hay servicio que incite su gratitud hasta hacerle abrir la mano. Alabanzas, aprecio, benevolencia de palabra y amistad, todo lo que queráis; mas dinero, en absoluto. No hay nada más seco y más árido que su buena acogida y sus arrumacos, y dar es una palabra por la que siente tal aversión, que no dice nunca: os doy, sino os presto los buenos días. Belfort, por su parte, es un hombre encantador que pareciera mantener una “sólida amistad” con los compañeros fundadores de Stratton Oakmont en especial con Donnie Azoff; sus lealtades, sin embargo, son frágiles ya que la traición aparece siempre que las circunstancias lo ameritan. La relación que Belfort guarda con las mujeres está mediada también por el dinero: diamantes y blowjobs, sexo y cocaína aspirada en las nalgas de una prostituta son imágenes recurrentes en la película. El “Lobo de Wall Street” tiene tanto dinero que puede darse el lujo de tirar dólares al cesto de la basura; no es un avaro al estilo de Harpagón ni vive precariamente para morir rico como satiriza Juvenal (Sátiras XIV, 136)4 pues su afán de posesión de riquezas es directamente proporcional a los lujos y placeres de su estilo de vida. Belfort no es un avaro en sentido tradicional que acumule las monedas de oro en una bodega como Rico Mac Pato, sino que invierte, arriesga, calcula, derrocha; pero al igual que todos los avaros, al valorar los bienes materiales por encima de las personas las transforma en cosas o, por decirlo más claro, en reserva disponible. Esopo cuenta en la fábula El avaro y el oro que había una vez un avaro que decidió vender todo lo que tenía para comprarse un lingote de oro que enterró al lado de una pared a la que iba todos los días para poder contemplar su riqueza. Uno de sus vecinos, intrigado por sus frecuentes visitas al lugar, descubrió que había un tesoro escondido y se lo robó. Cuando al día siguiente el avaro se dio cuenta de que ya no estaba la pieza de oro se jaló desconsolado los cabellos y se 4 Décimo Junio Juvenal, Sátiras. 45 Leticia Flores Farfán, Armando Casas lamentó amargamente de su pérdida. Otro vecino al saber el motivo de su desconsuelo, lo alentó diciéndole: «Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él».5 La moraleja consiste en aprender a valorar las cosas por lo que sirven y no por lo que aparentan porque lo que sucede con la avaricia es que el avaro le quita al objeto todo valor de uso y de cambio. Como escribe Gérard Wajeman: «el Avaro no tiene relación con el dinero como símbolo sino como puro objeto […]. El dinero del Avaro es un dinero que no sirve para nada, salvo para hacerlo desear. Y si el Avaro goza, es de su sola y pura posesión».6 Spinoza y Kant, por mencionar dos filósofos clásicos, caracterizaron a la avaricia como un vicio completamente irracional. Los avaros viven en una especie de delirio pues consideran al dinero como la única y verdadera causa de la alegría, gozan con su sola posesión, lo valoran por sí mismo y no como medio que permite adquirir otras cosas, otros bienes, diversos satisfactores materiales. En una economía de mercado, sin embargo, el dinero sólo cobra sentido en tanto posibilita el intercambio y la adquisición. El personaje de Trina de la película silente de Erich von Stroheim de 1924, basada en la novela McTeague: A Story of San Francisco de Frank Norris de 1899, le quita su carácter de valor de uso al dinero pues en lugar de usarlo para proveerse de objetos de consumo que le sean necesarios o placenteros, goza limpiando las monedas y saboreándolas en una clara caricaturización que Stroheim hace del comportamiento irracional de la avara, quien por temer su buena suerte de haberse ganado la lotería y creer que va a acabar en la extravagancia y el derroche, agranda su pasión por el ahorro al punto tal que se niega a compartir el dinero ganado. Y en el extremo del absurdo, la avaricia desmedida de Trina y las carencias económicas por las que por ella pasan, hacen que el 5 <ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/esopo/avaro.htm>. 6 Gérard Wajeman, Colección seguido de La avaricia, p. 87. 46 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia marido la abandone y acabe viviendo sola en un cuarto con lo mínimo indispensable a pesar de poseer una gran fortuna. Al igual que Trina, Ebenezer Scrooge de Cuento de Navidad de Dickens7 se priva de los más sencillos placeres y vive en una casa lúgubre porque «la oscuridad es barata»; incapaces de gastar el dinero que han atesorado, los avaros viven en lo que Kant llama una «autosumisión servil a las riquezas» porque se encuentran prisioneros de su resguardo y realmente no son dueños de ellas. No hay argumento racional ni evidencia del sentido común que permita persuadir a un avaro de abandonar su pasión por el dinero en aras del disfrute que su uso puede conllevarle. La avaricia, según da cuenta Dante en Divina comedia, es un pecado capital porque el avaro reniega de Dios al preferir las cosas temporales a las eternas.8 El avaro, al igual que el pródigo nos dice Dante en el Círculo IV del Infierno,9 «en gastar nunca fueron mesurados» porque mientras los unos “aprietan”, los otros “sueltan” y ninguno de ellos parece comprender que «del bien que se confía a la Fortuna, / por el que están los hombres compitiendo; / que todo el oro que hay bajo la luna, / y hubo ya, de tanta alma fatigada / reposo no podría darle a una». La avaricia, en tanto amor a las riquezas por sí mismas, se vuelve la adoración de objetos materiales como el dinero que irónicamente han perdido toda utilidad y valor por lo que da lo mismo venerar el lingote de oro que idolatrar una piedra. El codicioso, por su parte, es aquel que ambiciona poseer más de lo tiene, hacer suyo los bienes de otros y, para lograrlo, no vacila en hacer todo lo que sea necesario aunque ello pueda implicar pasar por encima de los demás. La codicia es también un pecado en la medida en que es un abandono de Dios por los bienes materiales y se acompaña de otros vicios tales como la deslealtad, la mentira, la traición, el soborno, por mencionar algunos. Sin embargo, en una época profundamente secular como la nuestra, el insaciable deseo 7 Charles Dickens, Cuento de Navidad en <gutenberg.org/files/46/46-h/46-h.htm>. 8 Purgatorio, Canto XIX. Cornisa V. Avaros y pródigos, pp. 105 y ss. 9 Infierno, Canto VII. Círculo IV. Avaros y pródigos, pp. 60-66. 47 Leticia Flores Farfán, Armando Casas de posesión del codicioso no necesariamente tiene una connotación negativa. El republicano Burns, Charles Montgomery Burns, mejor conocido como Monty Burns o Señor Burns, nombre del millonario de Springfield de la serie televisiva de Los Simpson,10 considera que un banquero o un empresario que invierte su capital y, por tanto, lo arriesga en aras de la ganancia no es un ser despreciable o un burgués explotador como lo afirmarían ciertas ideologías de resistencia al sistema capitalista; el afán de agrandar riqueza es considerado en este modelo económico del bienestar como una virtud dado que hay que agradecerle al inversionista el que genere empleos y posibilite el progreso de una sociedad corriendo el riesgo de perder lo que tiene si se ve envuelto en una mala inversión o una crisis financiera. (En la competencia entre ricos alguno puede salir perdiendo como se documenta en el premiado documental La reina de Versalles —Lauren Greenfield, 2012— en donde David Siegel, el magnate de la compañía Westgate Resorts, ve menguar considerablemente su riqueza por la crisis económica de 2008, atribuida a los banqueros, hasta llegar al punto de la quiebra y tener que poner a la venta su excéntrica mansión que emula el Palacio de Versalles.) La codicia, desde esta perspectiva, no pareciera condenable. Mark Hanna de El lobo de Wall Street deja en claro que vivir en función del dinero tiene sus riesgos: el dinero es fairy dust que te permite volar como a los niños en Peter Pan cuando su magia está presente, pero en cuanto se acaba puede provocarte una caída estrepitosa como la que vive este personaje al venir el derrumbe financiero de 2008. Money is a fake debe ser una lección bien aprendida. El codicioso no se abstiene necesariamente de lujos y de la adquisición de cosas placenteras pues, a diferencia del avaro, su deseo no está en la sola posesión sino en el incremento de la riqueza que posee y no forzosamente se acompaña de la tacañería; el avaro puede ser pobre o rico, es indiferente, porque lo que importa es no Todas las referencias a los distintos episodios de la serie de televisión son del libro Simpsons World. The Ultimate Episode Guide (Seasons 1-20). 10 48 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street (2013). perder lo que se tiene y, por ello, es incapaz de renunciar a su dinero. Rico Mac Pato es tan avaro que odia desprenderse del dinero y lo vemos escatimar y arrepentirse de haber gastado aunque sea una moneda de un centavo en sus sobrinos o incluso en él mismo. Su amor por el dinero ha hecho que se le represente pasando el tiempo sentado con una escopeta encima de una gran bolsa de monedas o nadando en una alberca llena de dinero. Mac Pato, al igual que Scrooge, es un hombre incapaz de dar y, por ello, puede ser caracterizado como un tacaño, como alguien que no puede compartir con otros sus bienes y su bienestar. Mac Pato o Scrooge no sólo son tacaños, sino mezquinos pues escatiman cada centavo que gastan y, frecuentemente, llegan a arrepentirse de haber gastado tanto (aunque en realidad el dinero empleado sea muy poco). Scrooge refunfuña al tener que darle el día libre a su empleado para festejar la Navidad porque considera que abusan de él al tener que pagar un día de salario a Bob Cratchit, quien no irá a trabajar y exclama que esa festividad no es más que una «excusa muy pobre para saquear 49 Leticia Flores Farfán, Armando Casas el bolsillo de un hombre cada 25 de diciembre». Y en un gesto de profunda inhumanidad deja en claro que es mejor que se mueran los menesterosos para evitar la sobrepoblación que aportar un centavo para que celebren la Navidad a su costa. El hombre tacaño deviene avaro en el momento mismo en que su incapacidad de dar no sólo es hacia los otros sino hacia sí mismo. Y la avaricia no se mide por la cantidad de dinero que uno se obsesiona en guardar, sino por el afán incontrolable de atesorar, de convertir el dinero en un bien en sí mismo y de devaluar a las personas por sobrevalorar los bienes materiales. Hoy por hoy se considera que el pecado de avaricia ya está pasado de moda. El ahorro y la previsión para futuro, la lógica de la acumulación de riquezas y su resguardo en cuentas de inversión a bajo riesgo y a largo plazo o en bienes de carácter menos volátil e inestable como el dinero, es bien visto en la dinámica de reproducción del capitalismo. La incertidumbre que se produce en nuestras economías en los periodos de inflación y volatización del dinero hace que las personas tiendan a atesorar para afrontar tiempos futuros. La fragilidad de nuestro modelo económico hace difícil que podamos entender la razón o razones de la condena hacia aquel que asegura su riqueza y no derrocha el dinero y los bienes. ¿Es moralmente criticable aferrarse y no compartir lo que a uno le pertenece, pregunta Alejandro Tomasini en un apartado de su reciente libro Pecados capitales y filosofía?11 Claramente podemos censurar al codicioso porque su ambición por las riquezas lo lleva constantemente a afectar a otros, a pasar por encima de los demás con tal de conseguir lo que desea. Pero el afán de atesorar del avaro, cuando menos del avaro en sentido “puro”, pareciera que le afecta exclusivamente a él por lo que no hay motivo de condena por parte de terceros que no sufren daño alguno por su avaricia. Pero como lo hace notar el propio Tomasini ese personaje “puro” difícilmente existirá en la vida real y, por lo visto, tampoco en la ficción. Los avaros conjuntan en ellos más vicios 11 Alejandro Tomasini Bassols, Pecados capitales y filosofía, p. 137. 50 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia de carácter que la sola avaricia pues su incapacidad para dar los hace además mezquinos, tacaños, hostiles e inciviles como adjetiva en algún momento Flecha a Harpagón o como señalábamos que describe Narbona a ciertos escritores contemporáneos. Avaricia y codicia van de la mano en nuestro mundo actual. Charles Montgomery Burns, nombre del millonario de Springfield, es una estupenda ejemplificación de su conexión. Y pensamos conveniente dar cuenta de un personaje de caricatura porque al caricaturizar se exacerba, exagera y resaltan las características más deleznables (y, quizá, las más amables) de la persona retratada lo que permite divisar con mayor precisión el vicio de carácter que tratamos de examinar. En Burns se dan cita más de un defecto de carácter ya que puede aparecer sucesiva o simultáneamente como avaro, codicioso, mezquino o tacaño. El millonario de Springfield es claramente un producto de nuestra época contemporánea, delineada por un capitalismo voraz, y en donde la avaricia antigua se adjetiva como corporativa dado que el placer del avaro no se define únicamente como «deseo inmoderado y amor de riquezas» como lo entendió Spinoza,12 ni sólo como el desmedido afán de atesorar la fortuna, deleitarse con los bienes que se poseen, sino en codiciar el incremento de la propia riqueza, gozar y proteger los bienes que se han adquirido, anhelar la posesión de lo que otros tienen y, por ello, el ahora llamado «avaro corporativo» se asemeja al codicioso que no tiene escrúpulo alguno para allegarse todo objeto de su deseo. Avaricia y codicia caminan juntas en el mundo financiero global que caracteriza nuestra época de tal forma que no es poco frecuente que se traduzca la palabra inglesa greed indistintamente como avaricia o codicia aunque no sean exactamente sinónimos como señala Alejandro Tomasini Bassols13 dado que la persona avara, nos dice, atesora, resguarda, no se desprende de lo que tiene, ama su posesión y es feliz con ella (sea poco o mucho lo que posea); el codicioso, por 12 Ética, III, Def. Af., XLVII, p. 169. 13 Op. cit., pp. 121-149. 51 Leticia Flores Farfán, Armando Casas su parte, aspira a tener más, su afán de poseer es insaciable y, por ello, no se detiene ante nada para conseguir lo que desea. Sin embargo, esta separación parece que siempre fue artificial. Ya Aristóteles en Ética nicomáquea 1121b,15 y ss,14 señalaba que hay muchas clases de avaricia por que ésta consiste en dos cosas «en la deficiencia en el dar y el exceso en el tomar»; y Kant, en su Metafísica de las costumbres,15 habla de la avaricia codiciosa como aquella «tendencia a extender la adquisición de los medios para vivir bien más allá de los límites de la mera necesidad», posibilitando ubicar con ello un intersticio entre avaricia y codicia que nos permite una mejor comprensión de lo que hoy en día se ha dado en llamar la «avaricia corporativa», retratada en otras tantas películas hollywoodenses como es el caso de El poder y la avaricia de Oliver Stone (1987) y El precio de la codicia de J. C. Chandor (2011), y, por supuesto, en nuestro personaje de animación Montgomery Burns, dueño de la planta nuclear de Springfield y el hombre más despreciable de todos. La articulación de la avaricia con la tacañería y la mezquindad la ofrece el director Erich von Stroheim en las siguientes escenas de la película Avaricia (1924): en la primera, vemos un conversación entre los esposos Trina y McTeague en donde él le dice que debe prestarle a su madre el dinero que le está pidiendo pues Trina, al haber ganado la lotería, tiene los recursos económicos suficientes como para poder desembolsar los cincuenta dólares que la madre necesita. Trina no quiere prestarle ni un centavo a su madre porque no vaya a ser que ésta se piense que son millonarios y les vaya a estar pidiendo prestado constantemente. McTeague le hace ver que es absurdo lo que dice porque tienen dinero en abundancia y pueden ayudar a su madre sin privarse de mucho pero Trina le grita que ¡nunca se tocará ese dinero! a lo que McTeague ya sólo acierta a contestar que se está convirtiendo en una avara porque aprecia más las monedas contantes y sonantes de su fortuna que los lazos de sangre y el víncu Aristóteles, Ética nicomáquea. Ética eudemia. 15 «II La avaricia &10», en Immanuel Kant, Metafísica de las costumbres. 14 52 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Zasu Pitts y Gibson Gowland en Avaricia (1924). lo afectivo entre madre e hija. Y en otra escena cuando McTeague, miserable y hambriento, le pide a Trina que lo deje pasar a su habitación y le dé algo de comer, ella violentamente le grita «¡Te veré morir de hambre antes de verte tocar un centavo de mi dinero!». Hay en Trina una pérdida total del sentimiento de compasión y caridad pues su excesivo amor por el dinero hace que pierda toda empatía con lo humano, que se quiebre todo lazo afectivo y solidario con los otros, y se hunda en una terrible soledad emocional porque el temor a que le pidan compartir su dinero la lleva a rehuir cualquier tipo de relación con las demás personas. En Cuento de Navidad de Dickens hay más de una escena en donde la misantropía de Ebenezer Scrooge provoca el desprecio del lector. Cuando su sobrino llega a su despacho para invitarlo a su casa a compartir la Navidad y Scrooge se niega a aceptar la invitación bajo la excusa de que los festejos navideños son tonterías, lo que más resalta del inafectivo diálogo, además de su negativa a aceptar la amistad desinteresada que su sobrino le ofrece, es que el adjetivo de tonterías es con relación a la descripción que de la Navidad hace el sobrino 53 Leticia Flores Farfán, Armando Casas como época de perdón, de caridad, de afecto. Scrooge rechaza cualquier sentimiento humanitario y, por ello, no comparte con todos los demás la alegría de las fiestas y el sentimiento de paz y amor que en esas fechas debiera reinar. Su vida gira alrededor de sus libros de cuentas, del registro de su riqueza, y, por supuesto, del minucioso seguimiento de sus ganancias pues Scrooge no es un “avaro puro” sino un usurero que no tiene compasión alguna por los necesitados y es capaz de privar a otro de lo poco que tiene con tal de que él no pierda ni un centavo. La avaricia no es un pecado ni un vicio de carácter menor. Harpagón prefiere el oro a Mariana;16 Trina se separa de McTeague por su amor al dinero; Scrooge reniega de todos sus lazos familiares por atesorar su fortuna; y Burns, el millonario Montgomery Burns, muestra su enorme desapego hacia a los demás hombres en el episodio Team Homer donde se integra al equipo de bolos de Homero, Apu y Moe, no por afán de camaradería, sino para quedarse con el trofeo: Homero ¡Ganamos, ganamos! Mr. Burns Querrán decir, yo gané. Apu Pero éramos un equipo, señor. Mr. Burns Me temo que tuve uno de mis característicos cambios de parecer. Verán, el trabajo en equipo sólo es para avanzar. Luego, la persona evolucionada da el último paso para la gloria personal. Ahora, debo dejar a mis compañeros como el boxeador debe desechar capas y capas de inútil grasa antes de ganar el título. Estas palabras bien podría haberlas dicho John Belfort, quien en una de las primeras escenas de la película lo vemos convenciendo con una retórica zalamera a un cliente potencial de una compra 16 Acto quinto, escena sexta. 54 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Michael Douglas en El poder y la avaricia (1987). de acciones al tiempo que gesticula y hace movimientos corporales indicando que ya “se la dejó ir” para usar una expresión sexual muy propia del mundo bursátil capitalista y machista. Uso y reuso del otro y de cuanto otros sean necesarios para lograr colocar el dinero en el bolsillo propio. La avaricia no es un vicio que afecte solamente al vicioso. El avaro, sin embargo, no aquilata plenamente la afectación social de su mal de carácter dado que «su no meterse con nadie» le hace creer que no provoca daño alguno hacia los otros cuando en realidad el desprecio que siente por ellos en aras de su idolatría hacia el dinero, el oro, los objetos materiales y el sinfín de mercancías que nos rodean, genera una ruptura del lazo intersubjetivo en el que nuestra identidad se constituye y pone en cuestión la armadura simbólica que articula el vínculo social. Phyllis A. Tickle recuerda que Pablo, guiado por la caritas, sentenció en la Iglesia de los primeros cristianos Radix omnium malorum avaritia, y el pueblo romano, especialmente en los siglos IV y V, se apropiaron con humor político de esta 55 Leticia Flores Farfán, Armando Casas máxima transformándola en un acróstico que denunciaba la corrupción y decadencia de Roma por la avaricia: Radix (la raíz) Omnium (de todos) Malorum (los males) Avaritia (la avaricia)17 La avaricia, como afirma Tickle, «es el más social y, por extensión, el más político de los pecados». No podemos caer en la trampa de creer que la avaricia codiciosa es un pecado “individual” que no afecta más que al avaro codicioso porque este afán de atesorar e incrementar las riquezas determina no sólo los derroteros de nuestro actual sistema financiero internacional, sino las decisiones políticas y de gobierno del mundo en el que vivimos y en el que nuestra cotidianidad se desarrolla. Apostar por convertir a la avaricia codiciosa en una virtud nos ha llevado a darle mayor valor a las cosas que a las personas, más importancia a las riquezas y bienes materiales que a los hombres, los demás seres vivos y la naturaleza. El afán de acumular, atesorar e incrementar sin medida la riqueza material conlleva una enorme indiferencia hacia todo lo humano: la pobreza y el hambre aumentan, el maltrato hacia las personas y los animales es moneda de uso corriente, la degradación paulatina de la tierra parece ya no tener marcha atrás. ¿No hay entonces bastante cinismo (y una enorme degradación política, moral y de empatía hacia los otros) en afirmar como lo hace Gordon Gekko en la película Wall Street de Oliver Stone (1987) que «Greed, for lack of a better word, is good»? 17 Avaricia. Los siete pecados capitales, p. 40. 56 Es posible juzgar por las apariencias corporales, si uno concede que todo lo que son afecciones naturales hace cambiar a la vez el cuerpo y el alma; en efecto, el que ha aprendido música ha hecho seguramente cambiar algo su alma, aunque ésa no es una afección de las que nos son naturales, pero las pasiones y los deseos, por ejemplo, sí que son movimientos naturales. Aristóteles, Analíticos primeros, II, 70b En su Historia de la fealdad, Umberto Eco dedica un apartado al análisis de la fisiognómica, a saber, la «seudociencia que asociaba los rasgos del rostro (y la forma de otros órganos) a características y disposiciones morales».18 Su recorrido inicia con la referencia a Aristóteles en Analíticos primeros, II, 70b19 cuando el Estagirita dice que el signo de la valentía del león es tener extremidades grandes lo que lo lleva a concluir que la valentía de un hombre debe asociarse al tamaño de sus pies. Aristóteles también aborda la imbricación entre cuerpo y alma en más de un pasaje de De anima20 como cuando, por ejemplo, en 403a,5 y 403a,15 afirma que el alma no puede padecer ni hacer nada sin el cuerpo puesto que el valor, la dulzura, el miedo, la compasión, la alegría, el amor, en fin, el sentir en general son afecciones del alma ligadas completamente al cuerpo. Y en Homero podemos rastrear la ligazón entre degradación moral y deformidad física cuando en Ilíada II, 211-27721 describe de manera por demás Umberto Eco, Historia de la fealdad (Storia de la bruttezza). 19 Aristóteles, Tratados de lógica (Organon). Sobre la interpretación, Analíticos primeros, Analíticos segundos. 20 Aristóteles, Acerca del alma. 21 Homero, Ilíada I-XII. 18 57 Leticia Flores Farfán, Armando Casas detallada a Tersites, a quien presenta instigando con oprobios e insultos a los jefes guerreros para no continuar en la lucha y regresar sin demora a su patria. Tersites es un hombre del pueblo, «pronto de lengua», que parlotea para «altercar con los reyes temerariamente» pues no parece compartir los valores de honor y gloria propios de una aristocracia guerrera. Homero retrata a Tersites «como el hombre más feo; pues era zambo y cojo de un pie, y los dos hombros le eran contraídos sobre el pecho, gibosos, y encima era de puntiaguda cabeza, y le crecía rara lana» (216-219). La horrible y repugnante apariencia física del maltrecho cuerpo de Tersites va acorde con su alma retorcida, intrigante, perversa y carente de la estatura moral que reclama la valentía de un alma bella. Esta idea de que la virtud se manifiesta en un cuerpo bello y el vicio en la deformidad de nuestra apariencia física la destaca Eco cuando refiere la Chiromanzia de Giovanni di Indagane, escrita en 1549, en donde se dice que los ojos saltones son una característica de los individuos lujuriosos, traicioneros y mentirosos, y los dientes salidos propios de los hombres crueles. Uno de los pasajes más interesantes del estudio de Eco es el análisis que el filósofo italiano realiza del antisemitismo en diversas representaciones e imágenes desde el siglo XV hasta nuestros días. No nos vamos a detener aquí en todos los señalamientos y autores que Eco refiere para rastrear la identificación entre fealdad y maldad dado que nuestro interés se orienta a dar cuenta de su conjunción en el pecado de avaricia, principalmente en aquellos personajes de ficción presentes en el cine, la televisión y la literatura en donde dicho vicio de carácter es paradigmático. En Montgomery Burns se articulan sin conflicto avaricia y codicia. En el episodio «Rosebud», en clara referencia a El ciudadano Kane de Orson Welles, vemos al señor Burns desplegando toda su prepotencia y poder financiero para hacer que Maggie Simpson le entregue el oso de peluche que lo acompañó durante su infancia. La pequeña Maggie, ante un Burns que pareciera hablar con sinceridad, acaba dándole el oso a cambio de nada, y con ello se acentúa la diferencia entre aquel que da sin esperar recibir y aquel que es incapaz 58 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia de desprenderse de lo que tiene por más que con que ese gesto logre salvarle la vida a alguien; la avaricia se opone así a la generosidad, tal y como señaló Aristóteles. En «The Trouble with Trillions», Homero, para librarse del fisco, a saber, el IRS [Internal Revenue Service], trabaja para el FBI con el propósito de descubrir si Montgomery Burns se quedó con un billete de un trillón de dólares que el gobierno de Estados Unidos le encargó entregar en 1945 a los europeos para la reconstrucción de Europa después de la posguerra. Nadie hubiera sospechado que un millonario como Montgomery Burns sería capaz de robárselo pero dada su avaricia, éste se queda con el billete y lo coloca en una estatua que de sí mismo tiene dentro de una vitrina especial en su museo particular. Las peripecias del episodio hacen que Burns, Smithers y Homero terminen regresando desde Cuba a Estados Unidos en una balsa después de que Fidel Castro se queda con el millonario billete. Las palabras finales de Montgomery Burns son una muestra clara del carácter vicioso del personaje pues afirma que no dudará en sobornar a un jurado para librarse de la acusación de haber “entregado” un trillón de dólares al comunismo. Y en el extremo de la ironía con relación a la lógica de funcionamiento de la sociedad estadunidense actual, Homero concluye con la frase «God bless America». El millonario de Springfield es incapaz de dar, de tener un acto de generosidad desinteresado porque responde a la lógica de la usura en donde todo dar debe ir acompañado de una ganancia. En «The Old Man and the Lisa», Burns, en quiebra y encerrado en un asilo, convence a Lisa Simpson de ayudarle a reconstruir su fortuna; Lisa acepta con la condición de hacerlo a través de inversiones socialmente responsables. Burns inicia entonces una planta de reciclaje y cuando lleva a Lisa al recorrido del negocio (en donde hay una clara explotación de los ancianos que le ayudan a recolectar la basura y se hace patente como el amor desmedido por los bienes materiales imposibilita el amor hacia los otros hombres y desgarra la posibilidad de construir lazos sociales fuertes) éste le muestra con orgullo que ha ideado una enorme red, inspirada en los plásti59 Leticia Flores Farfán, Armando Casas cos de “six packs” que se arrojan al mar y en donde se atoran los peces, que le permite capturar con mayor eficacia toda la vida marina para procesarla sin desperdicio y convertirla en un lodo pegajoso, llamado “Li’l Lisa’s Patented Animal Slurry”, que tiene múltiples usos pues sirve tanto para enfriar motores como para alimentar ganado. Lisa queda horrorizada ante aquello que ayudó a construir porque su “sentimentalismo ambientalista” no combina bien con la ambición de riqueza y el pragmatismo feroz del mercado capitalista que representa Burns; donde Lisa ve inmoralidad, Burns no ve mal alguno sino oportunidad pues en nuestras sociedades contemporáneas no hay lugar para la empatía con generaciones futuras ni postergación del placer inmediato que provee el consumo. Desde la perspectiva de Burns sería urgente revisar nuestra definición de “pecado”, resignificar nuestra concepción del vicio y delinear con mayor precisión nuestra idea de moralidad. El aspecto físico de Montgomery Burns va acorde con la caracterización que Giovan Battista Della Porta, citado en Historia de la fealdad de Umberto Eco, hace en su De humana physiognomia: Polemón y Adamancio atribuyen a la figura del tonto insensato una cabeza estrecha y puntiaguda. Y los que tienen la cabeza puntiaguda no tienen vergüenza […] la cabeza de una longitud impúdicamente excesiva es signo de descaro, y en la parte de adelante, de insolencia. Y si cabe compararlo con algún animal, se parece a los pájaros de uñas curvadas.22 Montgomery Burns es un anciano, altamente longevo, de más de cien años si aceptamos los cálculos que se han hecho a partir de datos sueltos que aparecen en diferentes episodios de la serie.23 Su avanzada edad es una explicación clara de su debilidad física, su pérdida de cabello, sus canas, sus verrugas en la cabeza y su andar encorvado. Aristóteles, afirma que «la vejez y toda incapacidad vuelven a los hombres avaros» [en 1121b 10 y ss]; y Shakespeare hace decir Op. cit., p. 258. 23 Daniel Barwick, «Disfrutar de “esa cosa llamada cucu…cucurucho”: El señor Burns, Satanás y la felicidad», en William Irwin, et al, Los Simpson y la filosofía, pp. 263-276. 22 60 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Montgomery Burns. a Falstaff que «El hombre no puede separar la vejez de la avaricia como no se pueden apartar a los miembros jóvenes de la lascivia».24 Pero es su prominente nariz aguileña, el prognatismo de la mandíbula superior, su incapacidad para sonreír y el gesto de frotarse las manos cuando parece saborear alguna maquinación victoriosa lo que da al personaje la imagen idónea para acompañar las acciones de un hombre avaro a la vez que ambicioso y sin escrúpulos pues igualan su cabeza a la de un ave de rapiña que está siempre al acecho de la presa a punto de desfallecer. No es poco significativo para la caracterización viciosa del personaje que en el episodio «Fraudcast News» aparezca un buitre con el rostro de Burns dentro del programa de dibujos animados del ratón Itchy y el gato Scratchy, y que los creativos de Los Simpson lo hagan aparecer emulando a Ebenezer Scrooge del Cuento de Navidad de Charles Dickens. 24 Citado en Fernando Díaz-Plaja, Shakespeare y los siete pecados capitales, p. 26. 61 Leticia Flores Farfán, Armando Casas Ebenezer Scrooge es la encarnación misma de la avaricia en su definición de atesoramiento excesivo y afán enfermizo de poseer dinero y bienes materiales. No invierte ni en el disfrute y bienestar de sí mismo pues ahorra hasta en lo más indispensable lo que le hace vivir en una casa oscura y trabajar en un frío despacho en el que no permite que se encienda la chimenea para que su asistente y él puedan calentarse. Dickens lo caracteriza como un viejo pecador avariento, extorsionador, usurero, carente de generosidad, autocontenido, reprimido, impenetrable, manipulador, solitario como una ostra e incapaz de compasión ante el sufrimiento ajeno. Ama tanto el dinero que lo convierte en un objeto de deleite y gozo del cual disfruta con su sola posesión, contándolo una y otra vez, al igual que Rico Mac Pato [quien en inglés tiene el nombre de Scrooge McDuck en clara referencia al personaje de Dickens] quien se deleita nadando en su dinero y personifica a Scrooge en la versión de Disney del famoso cuento. La representación de Scrooge como un prestamista usurero y no solamente como un avaro se inscribe, si seguimos a Martha Poza Yagüe, en las variaciones que a lo largo de la Edad Media sufrió el imaginario de delito económico en las diversas etapas por las que Cuento de Navidad (A Christmas Carol, Robert Zemekis, 2009). 62 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia pasó la sociedad medieval al irse incorporando a los modelos urbanos y comerciales en donde el dinero se volvió la base de las transacciones económicas. «El avaro, nos dice, comienza a sustituirse por el usurero, habitualmente enjuto, de nariz aguileña y replegado sobre sí mismo contando ávidamente monedas».25 La apariencia física de Ebenezer Scrooge, tan similar a la del señor Burns sobre todo en la caracterización cinematográfica que de él hace Jim Carrey,26 es la de un hombre cuya frialdad le ha congelado la expresión y los gestos pues le afilaba más la nariz, le acartonaba las mejillas y hacía su porte más rígido. La frialdad de su ser se manifestaba, asimismo, en su voz rasposa, sus ojos enrojecidos y el azul de sus delgados labios. A Scrooge le falta ese tono rojizo que caracteriza a los rostros en donde verdaderamente la sangre corre por las venas y, al igual que con Burns, uno duda si en él late un corazón, metáfora clásica de la capacidad de tener sentimientos, es decir, emociones de alegría, dolor, tristeza, compasión.27 Su emblemática frialdad no sólo se refleja en su helada oficina que no deshelaba en invierno y permanecía fría aún en verano, sino en su carencia de humana empatía pues no dudaba en hacerle evidente a todo el mundo que era un misántropo, que no tenía interés alguno en mantener cualquier tipo de relación con la gente y era claro que no debía nadie acercársele por lo que hasta los perros de los ciegos optaban por no cruzarse en su camino. Pero la historia verdaderamente emblemática en donde se encarna el pecado de avaricia, entendida como «la restricción del propio disfrute de los medios para vivir bien por debajo de la medida de la verdadera necesidad propia» como la entiende Kant, es la de la película silente Avaricia en donde el personaje de Trina, interpretado de manera absolutamente magistral por la actriz Zasu Pitts, va Martha Poza Yagüe, «La avaricia», en Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. II, núm. 4, p. 11. 26 Un cuento de Navidad (A Christmas Carol, Robert Zemeckis, 2009). 27En el episodio «Simpsoncalifragilisticexpiala (Annoyed Grunt)cious», Burns está volando un cometa cuando le cae un rayo que lo tira al piso y le pregunta a Smithers «¿Qué es esta sensación extraña en mi pecho? Creo que es su corazón que late nuevamente, le dice Smithers». 25 63 Leticia Flores Farfán, Armando Casas sufriendo una transformación física a la par que un cambio radical de carácter ya que después de ganarse la lotería, va desarrollando una enorme pasión por el resguardo y posesión del dinero hasta el extremo de dormir con las monedas desperdigadas a lo ancho de la cama, ella completamente desnuda y con el pelo suelto como en una escena de plena lujuria y pasión. La hermosa e inocente Trina, esposa de McTeague, pierde paulatinamente la viveza del rostro y palidece al extremo de aparecer profundamente demacrada, sus otrora ojos entornados se le saltan de las órbitas oculares cada vez que mira con recelo ante la posibilidad de que alguien quiera apoderarse de su fortuna, y sus manos —en una escena por demás simbólica con la que Stroheim pareciera sintetizar el pecado de avaricia— toman la forma de unas largas garras de aves que se deleitan acariciando las monedas y oyendo el sonido que emanan al golpear unas contra otras. Las historias de Ebenezer Scrooge y Trina, claramente decimonónicas, tendrán un final moralizante como corresponde a ese tipo de relatos que buscan dar un mensaje, transmitir una enseñanza al espectador. La avara Trina, quien no disfruta de la riqueza obtenida por temor a perderla, acabará asesinada por su marido; y McTeague, quien por codicia roba el dinero y comete homicidio, acabará huyendo de la justicia, enfrentándose al ambicioso Marcus (el alguna vez amigo de McTeague y primo de Trina), perdido en medio del desierto y encadenado al cuerpo de Marcus ante una cantimplora vacía y un ciento de monedas de oro que no tienen valor alguno en un lugar en donde no hay otra cosa más que arena y la contundente evidencia de que todo el oro del mundo no nos salvará de la muerte. El viejo Scrooge, por su parte, después de la visita de los tres espíritus rectificará su actitud mezquina y avara por lo que acabará compartiendo el espíritu de Navidad, se desprenderá de su atesorada riqueza para llevar bienestar a los pobres y a todos aquellos que le rodean, apreciando así los valores cristianos de la caridad y el amor al prójimo. Los finales de las historias del señor Burns y la de Jordan Belfort no corresponden al simplismo de una moral dualista de buenos y 64 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia malos puros. Montgomery Burns, quien es la imagen de un buitre hambriento y avaricioso, casi siempre se sale con la suya (como corresponde a la dinámica de competencia del libre mercado) aunque pague algún costo por ese logro que, en la lógica del capital, no es más que una buena o mala inversión. Belfort, dista mucho de tener una apariencia desagradable al estilo del viejo Scrooge, ya que es representado por el atractivo actor estadunidense de ascendencia italiana Leonardo DiCaprio. Dinero, belleza, poder y éxito se conjugan en el término inglés greed que representa el american way of life que invade toda la narratología de nuestro mundo occidental contemporáneo. Lejos estamos del imaginario medieval que conjunta dinero y excrecencias, de considerar a la avaricia corporativa un pecado capital. Jordan Belfort acaba en la cárcel, sin lugar a dudas, pero jugando tenis y disfrutando de la vida que el dinero puede comprar, dentro y fuera de prisión, por lo que no es muy claro si el mensaje que uno puede entrever del film sea el de entusiasmarte para cometer un delito de “cuello blanco” que al fin y al cabo con pocos años de un castigo nada amargo en una prisión VIP pagas lo que después será una vida plena de dis- Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street. 65 Leticia Flores Farfán, Armando Casas frute económico (baste pensar en los recientes casos en México). Hoy en día el deseo de posesión de dinero, de mucho dinero, puede ser considerado como un vicio racional sometido al cálculo, como afirma Jorge Vigil Rubio,28 pero lo que se calcula no es solamente la ganancia o pérdida en dinero, sino el riesgo de recibir un castigo si el afán de posesión de riquezas no se hace por medios lícitos y si esos medios no logran encubrirse mediante un buen lavado. De pecado a delito, de vicio a competencia empresarial. Alejados del castigo divino queda solo el castigo humano en un mundo en donde la justicia es sobornable. Jordan Belfort acaba libre y cobrando miles de dólares por impartir conferencias para enseñar a la gente el arte de vender. Véndanme esta pluma, le dice Belfort a los asistentes a la conferencia. Cada uno habla de las propiedades o cualidades de la pluma pero no logran ubicar que para vender algo hay que crear la necesidad por ese algo. Para vender la pluma hay que crear la necesidad de poseer la pluma. «¿Un dólar a cambio de la felicidad eterna? Mmm... soy más feliz con el dólar» dice Montgomery Burns en «Lisa’s Date with Density». Para vivir dentro de la lógica del dinero hay que crear la ilusión de que el dinero lo compra todo, hay que hacer creer que una vida buena no puede darse si se carece de riquezas y bienes. La lógica capitalista de producción y reproducción ha vencido, ha conseguido que el amor al dinero se imponga sobre todas las cosas y se considere necesario y eterno. ¿Avaros por siempre? El futuro es incierto. «Hasta la vista, baby». 28 Jorge Vigil Rubio, Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales, pp. 76-79. 66 Por amor al dinero. El carácter político del pecado de avaricia Bibliografía Alighieri, Dante, Divina comedia, «Purgatorio, Canto XIX. Cornisa V. Avaros y pródigos»; «Infierno, Canto VII. 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Se utilizaron familias Berkeley y Franklin Gothic, Se terminó de imprimir el 26 de octubre de 2014, en Ediciones del Lirio, S.A. de C.V., Azucenas 10, Col. San Juan Xalpa, Iztapalapa, 09850, México, DF. Se tiraron quinientos ejemplares. Impreso en offset: interiores sobre papel bond de 105 grs. y forros en couche mate de 300 grs. Con la colaboración, en la corrección, de Silvia Arce Garza, y en la formación, de Gabriela García Jurado, la edición estuvo al cuidado de Rodolfo Peláez.