Algunas virtudes de las familias Por jesús bayo m., FMS E n algunos ambientes de la sociedad postmoderna, hablar de virtudes resulta un lenguaje poco entendible. Quizá hoy se acepte hablar de valores humanos, pero “las virtudes” son vistas como pesadas cargas más propias de ascetas eremitas que de personas satelitales. Sin embargo, la palabra virtud significa simplemente “fuerza” que dignifica y humaniza a las personas. La virtud ayuda a configurar el universo ético que tiene como finalidad el bien, relacionado también con la verdad y la belleza. Por tanto, aprender y practicar las virtudes es propio de los seres humanos. ¿Qué mejor lugar que la familia para aprenderlas y ejercitarlas? En la familia se pueden practicar todas las virtudes, pero en este artículo sólo señalaré algunas pocas que hacen más fuerte y hermosa la familia cuando tiene el privilegio de ver adornada su casa con ellas. 1. El respeto es la base de toda relación, pues supone el reconocimiento de la dignidad de la persona. Aprender el respeto implica saber pedir permiso, reconocer los lugares y los derechos de los demás y sentirse responsable de cumplir los propios deberes. El respeto parece sencillo de practicar, pero requiere sensibilidad y tacto, amabilidad y comprensión. El respeto es la cara más genuina del amor porque supone valorar a Primer trimestre, 2014 los demás en su dignidad. Y reconocer la dignidad de todas las personas nos ayuda a buscar el bien común. La dignidad de las personas en la familia es el fermento para que toda la humanidad pueda convertirse también en una gran familia y para que la Iglesia sea realmente la Familia de todos los cristianos que llamamos a Dios “Padre nuestro”. 2. El amor es la virtud central del modelo familiar y sigue la lógica de la caridad divina. Nuestro Dios es Amor y Comunión de personas. Podemos decir que el modelo de toda iglesia doméstica, de toda comunidad cristiana, de toda iglesia local o diocesana, y de la Iglesia universal misma es la Santísima Trinidad, expresión máxima de intimidad y comunión entre personas. El amor familiar supone la gratuidad y la entrega mutua en el amor esponsal, en el amor paternal y maternal, en el amor filial y en el fraternal. El aprendizaje del amor se realiza primordialmente en la familia. 3. La justicia reviste diversas formas y modalidades. La justicia conmutativa (dar para que me den) y la justicia distributiva (dar para que todos tengan) también se aprenden en la familia, pero este sentido de justicia supone también el aprendizaje de la solidaridad (ponerse en el lugar del otro), de la condescendencia (bajar al lugar más bajo) y de la gratuidad (dar y servir gratuitamente). Sin gratuidad y solidaridad no es posible la justicia. Más aún, sin la gracia y la santidad tampoco es posible la verdadera Justicia. Según la Biblia, el verdadero justo es quien está cerca de Dios y sigue sus caminos, pues sólo Dios es Santo y ejerce la Justicia con amor y mi- Amor y Vida sericordia. La justicia y la solidaridad se complementan con la comunión y la participación. La familia es el lugar ideal donde se ejercitan estas virtudes, de modo que todos se sientan responsables de los demás. 4. El altruismo es reconocer a los otros y amarlos como alter ego (otro yo). El crecimiento y la madurez de una persona suponen reconocer a los otros y amarlos como son. El altruismo es otra cara de la gratuidad. En nuestra sociedad actual existe el “voluntariado” y se habla mucho de personas “voluntarias” que realizan acciones de forma gratuita para servir a los demás, movidas por la compasión hacia quienes sufren. Las personas altruistas tratan de poner sus capacidades al servicio de los demás y de regalar su tiempo a otras personas de manera desinteresada y sin pedir nada a cambio. El altruismo y la generosidad requieren un compromiso de servicio muy a tono con la fraternidad universal. Esta actitud se aprende en la familia de modo singular, pues quien no tenga la experiencia de ser fraterno con sus hermanos de sangre tendrá que hacer un gran esfuerzo y le resultará difícil mostrar el amor fraterno hacia todas las personas. 5. El trabajo, el esfuerzo y la constancia son virtudes muy adecuadas para el crecimiento de la familia. El trabajo está relacionado con la actividad para ganarse el pan de cada día de manera honesta, lo cual supone la honradez. Pero el trabajo conlleva esfuerzo, sacrificio y constancia. Además, el trabajo siempre es un servicio para el bien y la utilidad de los demás y de la sociedad en la que vivimos. ¿Cómo podrá progresar 24 una familia y una nación si no se trabaja? Por eso, la pereza es un pecado capital y la madre de todos los vicios. 6. El perdón es el “gran don” que se puede otorgar a otra persona. En la familia hay que practicar el perdón, pues al vivir cercanos los unos a los otros es posible chocarse, rozarse, herirse, lastimarse, hacerse daño, aunque sea normalmente de forma involuntaria. Y si herimos a los demás habrá que tener la humildad de pedir perdón y reconocer la propia debilidad. En la familia se aprende a pedir perdón, a ser humildes, a valorar las fortalezas de los demás y a reconocer la fragilidad personal. Nadie es perfecto, necesitamos ser perdonados y pedir perdón. Este aprendizaje resultará necesario para poder reconocer la misericordia divina y pedir perdón por nuestros pecados al Padre-Dios. 7. El agradecimiento es una de las virtudes humanas más difíciles de practicar. Pareciera que el ser humano fuese ingrato por naturaleza y desconociera los beneficios que recibe de los demás. Desde la vida misma hasta el alimento y la educación, todo lo recibimos como don, y sin la ayuda gratuita de los demás no podríamos vivir. Por lo tanto, una de las cosas que aprendemos y ejercitamos en la familia es la “acción de gracias”. Cuando somos capaces de agradecer también podemos compartir. Por eso, quien no sabe agradecer tampoco es capaz de compartir, tal como sucede con los niños malcriados. Quien no sabe dar las gracias tampoco podrá celebrar con sentido la Eucaristía, ni sabrá dirigirse a Dios para alabar, bendecir y agradecer. 8. La capacidad de tolerar las frustraciones y de aplazar las gratificaciones. Los buenos padres y las madres con sentido común enseñan a sus hijos, desde pequeños, a tolerar la frustración y aplazar las gratificaciones. Estas Primer trimestre, 2014 actitudes reflejan la madurez de las personas, pero se aprenden y se ejercitan de manera natural en la familia, donde podemos tolerarlas mejor cuando proceden del amor y de la exigencia. La formación de la voluntad y del carácter también tiene mucho que ver con esta capacidad de tolerar la frustración y postergar, aplazar o renunciar a la gratificación inmediata. 9. La confianza es una actitud y una virtud básica que se cultiva en la familia. Esta virtud está relacionada con la fe humana que supone fiarse de los demás. Por otra parte, la confianza requiere de responsabilidad, y como resultado surge la libertad interior y la felicidad. El sendero de la felicidad se hace más fácil y llevadero cuando se recorre confiadamente junto con la libertad y la fraternidad. La gratuidad produce mayor felicidad y alegría que el igualitarismo distributivo, pues la fraternidad procura dar a cada uno lo que necesita, aunque no se dé lo mismo para todos ni se reparta según los méritos adquiridos. 10. La previsión del futuro es también una virtud muy familiar. Esta virtud nos enseña a prever, a planificar, a realizar y evaluar las actividades y trabajos estableciendo prioridades. Aunque no todas las cosas son previsibles en la vida, desde niños se nos enseña a prever el futuro para que las cosas salgan bien y se hagan a su tiempo. Quien improvisa corre el riesgo de no alcanzar los objetivos y metas que se propone en la vida y de perder el tiempo en cosas sin importancia. El buen previsor contempla hasta la posibilidad del fracaso y el modo de enfrentarse al mismo, para ganar la guerra aunque pierda una batalla. 11. La alegría y el sentido del humor son para una familia como el condimento que sazona las comidas. Si los miembros de una familia tienen buen humor será más fácil para todos alcanzar la Amor y Vida felicidad personal y contribuir al bienestar de los demás. La alegría, como la paz y el amor, es una gracia inmensa y un fruto del Espíritu Santo. 12. La paciencia y la fortaleza ante la adversidad, el dolor y la enfermedad. La paciencia se dice que es la ciencia de la paz, pero también requiere un grado notable de fortaleza y templanza para saber afrontar las dificultades sin sucumbir ante su peso. La enfermedad y la muerte de los seres queridos causan un gran dolor, pero en la familia aprendemos también el arte de hacer duelo y de llevar luto en las despedidas definitivas. La paciencia permite también sobrellevar las molestias y las limitaciones de los demás y saber condescender para aliviar a quien es más lento, tiene más defectos o limitaciones y está más torpe o necesitado. Las virtudes familiares son como las estrellas: iluminan nuestro universo. Pues bien, con esta corona de doce estrellas podemos iluminar nuestra casa. En futuros artículos podremos seguir descubriendo lámparas y estrellas que guíen nuestro caminar familiar. 25