Planeación urbana en Colombia

Anuncio
UN MARCO GENERAL:
EL PLAN CONTRA LA RECREACIÓN DE LA CIUDAD
EL ZONING CONTRA EL ESPACIO CIUDADANO:
Dos puntos son esenciales en la discusión sobre la calidad del espacio urbano colombiano:
En primer lugar, hay que sospechar de la bondad e inocencia de la Planeación Urbana y sobre todo de su arma
más contundente: a zonificación de la ciudad, en la configuración del tipo de espacio urbano contemporáneo.
Sospecha que se fundamenta en la coincidencia histórica de la aparición en Colombia de aquellos mecanismos
racionalizadores del uso del suelo (urbano y rural) y de la necesidad creciente y estructura! del sistema
capitalista de mantener el control total sobre el funcionamiento del conjunto social: y que tiende a confirmarse
ante el encuentro de la eficacia política de ese modelo ordenador el cual, si bien no ha logrado el exabrupto de
una ciudad modelo de planificación, en todo caso ha refinado los mecanismos de control que repriman todavía
en forma exitosa las tendencias del conjunto de la población urbana a crear en la ciudad un ambiente creativo,
colectivo y democrático.
En segundo término, podemos asumir que tal eficacia represiva alcanza su máximo de refinamiento cuando es
factible la asignación−designación−materialización de las llamadas zonas de recreación (` libres, espacios
públicos) no sólo porque su presencia hace evidente la extensión del control del sistema sobre el conjunto de
la población cuando ésta se supone libre de la máquina productiva, sino porque simultánea y
consecuentemente prueba la carencia de contenido recreativo que tienen las otras actividades cotidianas y el
vaciado de potencial lúdico de aquellas áreas de la ciudad que las contienen. De otro lado, habría que agregar
que si en una ciudad se puede y se debe asignar−designar determinados sectores como espacios públicos es
porque los demás son e ¡n rudos y además, si de lo que se habla es de áreas libres de la ciudad es porque en el
resto no existe la libertad ciudadana de ocupación y disfrute.
Por todos estos caminos se llega al mismo punto: La sola presencia Real o ficticia, de zonas recreativas en la
ciudad le quita violentamente el carácter lúdico, esto es, amable, disfrutable, al conjunto del espacio urbano.
He ahí su tendencia represiva; he ahí el problema.
Estamos, pues, en e1 terreno de la política y por eso reivindicamos la necesidad hist6rica de una ciudad acorde
con los intereses democráticos y culturales del conjunto de su población. Una ciudad en la cual los
componentes espaciales centren el devenir de su construcción en las necesidades y experiencias de sus
edificadores y usuarios; en a cual la posibilidad de su vivencia, de su disfrute, se mida en términos diferentes a
los de la simple renta urbana y de agobiante control sobre la existencia cotidiana de los ciudadanos.
EL OBJETIVO POLÍTICO DE LA ZONIFICACIÓN
El proceso a través del cual se transforma el capitalismo para consolidarse definitivamente como sistema
dominante a nivel mundial a finales del siglo XIX y especialmente en las primeras décadas del presente, crea
as condiciones definitivas para la configuración de una nueva especialidad: la ciudad capitalista, la cual
históricamente se caracteriza por ser el receptáculo de los efectos que a nivel espacial produce la tendencia del
sistema a concentrar, centralizar y/o aglomerar el conjunto de relaciones sociales que permiten y garantizan
los procesos de producción de sus condiciones de existencia'.
De esta manera se precipitó una revolución en las formas como se articulaban tradicionalmente las relaciones
sociales de producción en y con el espacio, revolucionando de paso los estatutos de la producción espacial: la
arquitectura y el urbanismo.
1
Por las características propias del mismo sistema el planteamiento del nuevo paradigma no afectó sólo a la
urbe sino que involucré también al campo con lo cual y desde el principio, mostró sus connotaciones
regionales. Desde este ámbito se dirigió, buscando consolidar una jerarquización, hacia la parte interna de la
ciudad para determinar también allí la distribución, ubicación, destinación y diseño de cada componente del
espacio urbano. Así, no solamente se cambiaron todos los marcos que reglan el uso del espacio sino que éste
se valorizó, obligando a la creación de mecanismos y estatutos que reglamentaran su institucionalización y
control: producción, distribución y consumo del espacio de la ciudad.
Así, de la misma manera como el desarrollo de las fuerzas productivas y las transformaciones de los procesos
productivos (y reproductivos) llevaron a una racionalización de la distribución del tiempo (en tanto medida de
valor, Marx) se precipitó también el necesario correlato de la racionalización en la producción yen la
distribución del espacio. De lo que se trataba, era de que el capitalismo (más tarde también en su expansión
imperialista) funcionara y para ello en el plano espacial se produjo la gran transformación la configuración de
su ciudady sobre ella (sobre la ciudad) se empezó a incidir
Hablamos del funcionamiento social a la manera capitalista y por tanto nos referimos únicamente al aspecto
económico; no nos limitamos sólo a la esfera productiva; se requiere superar la ideología de la ciudad
industria] para adentramos en la ciudad para el capitalismo, cualquiera que sea la forma que él tome:
dominante o dependiente.
En realidad, aquel funcionamiento no se limitaba al movimiento económico sino que comprendía también los
ámbitos cultural, ideológico y político y por ello tenia relación directa con las condiciones de existencia de las
diversas clases sociales y sus comportamientos. Casi desde el principio (segunda mitad del siglo XIX) las
preocupaciones de las clases dominantes por el control del espacio en las ciudades y la materialización de la
racionalización de ese proceso de organización espacial muestran su finalidad inevitablemente política: El
ideal urbanístico de Haussmann era las vistas en perspectiva a través de largas series de calles. Sin embargo,
En 1864 expresa en un discurso en la Cámara su odio contra la desarraigada población de la gran ciudad.... Y,
ahora se sabe que la verdadera finalidad de tos trabajos haussmannianos era asegurar la ciudad contra la
guerra civil. Quería imposibilitar en cualquier futuro el levantamiento de barricadas en París... Haussmann
quiere impedirlo de dos maneras. La anchura de las calles hará imposible su edificación y calles nuevas
establecerán el camino más corto entre los cuarteles y los barrios obreros
La necesidad que tenia el capitalismo de configurar la organización, la planificación y el ordenamiento
territorial, además de garantizar la eficacia de la producción, buscaba como fin primordial controlar, dominar
y garantizar el mantenimiento y la permanencia de las condiciones generales de la producción, las cuales no se
encuentran solo en la esfera productiva sino también en la de la distribución y fundamentalmente, en la del
consumo y la de la gestión. Es decir, el control del espacio, a diferencia del tiempo, más que provenir como
una condición de la estructura fue un resultado que se materializó por el funcionamiento de la superestructura:
Se ubicó desde el principio en el campo de la política y de la ideología.
En este desarrollo y con esa perspectiva se consolida la racionalización de la distribución de funciones a
cumplir por todas las actividades que componen el devenir social; racionalización que conlleva la inevitable
jerarquización de dichas actividades. De allí se pasa a asignar su uso a cada uno de los segmentos y parcelas
de la ciudad, surgiendo y confirmándose la idea de plan
Ese principio ordenador se sustenta en un discurso en el cual los conflictos, los problemas, las carencias que
se presentan en los centros urbanos aparecen como insuficiencias que las estructuras espaciales anteriores
oponen al desarrollo; a través de él se evidencia el atraso de las organizaciones espaciales precedentes y sus
inconvenientes ambientales e higiénicos para la vida humana. Todo tiene como función racionalizar la
necesidad de la reforma, de) reordena miento y de la readecuación, para implantar la estructura urbana
capitalista. En d plano ideológico funda también a ilusión de que todos esos problemas pueden resolverse
dentro del capitalismo, sin necesidad de cambiar nada de su esencia estructural.
2
Fue así como en términos de la ideología de la planificación se formuló lo que apareció como e gran logro de
la racionalización espacial del desarrollo capitalista: la ZONIFICACION, que es la operación que se realiza
sobre un plano urbano con el fin designara cada función y a cada individuo su lugar adecuado. Tiene como
base la necesaria discriminación de las diversas actividades humanas, que exigen cada una su espacio
particular: locales de vivienda, centros industriales y comerciales, salas o terrenos destinados al esparcimiento
(Le Corbusier 1981: 45). Es decir, la materialización espacial del funcionalismo por medio de la cual se
especializa por actividades todos y cada uno de los segmentos espaciales de la ciudad. Se trata de purificar'
(Jacobs, J.; 1973: 29−30 ) a utilización del sudo urbano dentro de un contexto que en su conjunto propenda
por un desarrollo de la sociedad acorde con el planteamiento capita lista: la ciudad al menos sobre el plano
tiende a convertirse en un tablero en el cual los diversos colores identifican cada una de sus partes por su
función: Zona industrial, zona comercial, zona institucional, zona residencial, zona recreativa, zonas de
reserva, etc.
Además, este cuadriculado de la ciudad no es estático ni sus diferentes partes existen independientes unas de
otras. Por la misma dinámica del sistema se estructura una red de canales que regulan los intercambios de
flujos entre las partes del plano: Las circulaciones
(de mercancías, de fuerza de trabajo, de capital, etc.). En términos del plan su función no es en ningún
momento la de comunicar y por ello con respecto a la población sólo sirven para que ésta se traslade desde la
zona de vivienda hasta la zona de trabajo y viceversa; desde la zona residencial hasta la zona comercial, desde
ésta a la zona industrial, etc.
La concreción de esta cuadrícula materializaría una mirada aséptica de la ciudad que en sus efectos brindaría
las mejores posibilidades para controlar el devenir ciudadano, pues esta organización espacial es concomitante
con la economía y organización del tiempo el cual también ha sido asignado: tiempo para el trabajo, tiempo
para el descanso, tiempo para el recreo, tiempo para el estudio, etc. Así como el tiempo estaría completamente
controlado, el espacio podría ser totalmente asignado, esto es, codificado y el devenir social estaría dispuesto
a la serialización y la dominación.
LA EFICACIA POLÍTICA DE LA UTOPÍA DEL PLAN
No obstante, en términos reales, la implementación espacial de ese plan se queda en el terreno de la mera
tendencia, pues al confrontar el desorden social se encuentra con varias contradicciones que condicionan su
materialización total.
a) En el terreno estructural es imposible establecer a nivel global una organización perfecta del espacio
urbano, con una jerarquía completa y basada en la monofuncionalidad de cada segmento citadino, cuando ese
espacio es el terreno donde se materializa el régimen de la pura competencia de la libre propiedad privada. La
organización que en el interior de la fábrica logra su máxima expresión y eficacia, en el terreno del espacio
urbano se queda simplemente como tendencia, aunque funcionando.
b) En el campo económico de la financiación, por estar ubicada su razón de ser en el adecuamíento de las
condiciones generales de la producción, el plan se debate en una contradicción entre la asignación de recursos
a aquellas actividades directamente necesarias para la producción del capital y/o que dependen de sectores de
producción rentables y aquellas que `no son necesarias para la reproducción del capital ni rentables o sea los
medios de consumo colectivo. En esa contradicción, la planificación urbana en su funcionamiento y para su
definición se constituye en un terreno más de conflicto social.
c) Políticamente, al tener como objetivo fundamental el acondiciona miento del espacio urbano para que el
régimen ejerza un control completo sobre los movimientos ciudadanos, en especial de aquellos de las clases y
sectores sometidos, la materialización urbanística y arquitectónica del plan queda supeditada a la
demostración (casi siempre imposible en momentos coyunturales) de que el control conseguido mediante su
3
aplicación no puede ser alcanzado con la misma eficacia con el empleo de otros medios que eventualmente
pueden resultar más económicos: como el uso simple de la represión.
d) Finalmente, y quizás más importante aún, a propender por la simplificación funcionalista del espacio y al
limitar las posibilidades de ocupación y de utilización de los segmentos espaciales y los recintos, el plan se
enfrenta (también en el proceso constructivo de esas estructuras) a las connotaciones sociales, colectivas,
artísticas y culturales que las mismas formas de ocupación conllevan, con lo cual en términos estrictos va
contra la naturaleza de las relaciones vivencia− les que se establecen entre la población y el espacio, el
entorno que las alberga
Estas son las razones por las cuales el plan en una sociedad de tipo capitalista como totalidad ordenadora no
es m que una ilusión. No obstante, esas mismas razones son las que lo sostienen históricamente como
tendencia que dirige, desde el terreno ideológico, el proceso de adecuación−control del espacio urbano para la
ciudad capitalista.
Tendencia que tiene diferentes grados de realización y concretización dependiendo de las condiciones internas
de cada formación social en particular: países dominantes con un avanzado desarrollo de tipo capitalista o
países dependientes donde el desarrollo capitalista ha tenido características de constreñimiento, y que se
introduce en cada sociedad y toma también en ellas diversos grados de ordena miento en los diferentes
sectores que la integran.
Como resultado de la acción constante y combinada de aquellas contradicciones la eficacia del plan se ubica
esencialmente en el terreno represivo: su tendencia es al control del funcionamiento particular de cada sector y
del funcionamiento de las relaciones entre las clases sociales.
LAS ZONAS RECREATIVAS Y SU FUNCIÓN DE CONTROL
Esto tiene de por si una importancia muy grande en el análisis de la problemática urbana en general, pero para
el caso que nos ocupa producción y/o consolidación de un espacio para la recreación urbana, un escenario
urbano de la recreación, tiene connotaciones aún mayores.
En efecto, lo que se introduce con e funcionalismo y se racionaliza con la instauración de la zonificación es
una revolución en el tipo de relaciones que se establecen con el espacio.
Al designar cada espacio a una función especifica y por ende diseñar− lo para que allí se realice sólo dicha
actividad y por la zonificación y el plan vial establecerle únicamente un tipo de relaciones espacio temporales
con las demás cuadriculas que lo rodean lo que se hace en realidad es vaciar ese determinado espacio de
contenido, impedirle que pueda servir para alguna otra actividad: y en lo que toca con los habitantes
(ocupantes y usuarios) lo que se hace es cortarles la libertad de establecer sus propias referencias espacio
temporales en el y con el.
En este movimiento se producen posiciones encontradas en dos sentidos:
a) Por un lado, se establece una acción contra las formas vernáculas de uso y ocupación de! espacio público en
las cuates se ha dado tradicionalmente una relación de tipo espontánea, colectiva, natural: el espacio
funcionaba para lo que socialmente se necesitaba y en el momento que fuera preciso. El espacio era
multifuncional en la medida en que se diversificaba' Claro que al mismo tiempo y desde el punto de vista de
las relaciones sociales capitalistas era un espacio que a menos aparentemente era sumamente difícil de
controlar, de programar.
b) Por otro lado, se da una contradicción generada por la misma forma de producción de las estructuras
arquitectónicas y urbanísticas que componen el espacio urbano. En la medida en que esa construcción tiene
4
que consultar y utilizar las formas productivas dominantes, en esa misma medida el desarrollo de las fuerzas
productivas crean condiciones para la aparición de una tendencia de la población a implementar formas de uso
socializadas. Aquí el enfrentamiento es mucho mas directo pues el capital tiende a socializar al máximo los
costos de la producción de las mercancías pero no permite de ninguna manera la socialización de la propiedad
sobre ellas y como se sabe, en este tipo de sociedades la posibilidad del uso de una mercancía pasa
necesariamente por su apropiación, por su compra.
Este ese! contexto en el que resulta el inevitable sentido represivo de la planificación de un espacio urbano
determinado para la recreación. En el terreno espacial, la necesidad y la posibilidad de construcción de una
zona recreativa, o de una red o sistema de zonas. Recreativas, sólo puede aparecer como un requerimiento
social que garantice o ayude a garantizar e control de una determinada cantidad de tiempo social que ha sido
asignado corno tiempo libre para la recreación y que por diversas circunstancias, generalmente estructurales,
no se ha asignado para acelerar el proceso de circulación mediante la activación del consumo o que tampoco
cabe en los campos de control ideológico y político institucionales como la iglesia, el partido político, etc.
Su espacialidad logra una ubicación definida en el conjunto del funcionamiento social, aunque con carácter
estrictamente ideológico, porque la tendencia dominante en el desarrollo Capitalista, mediante la
especialización de la función de tiempo y del espacio, es `a vaciar de cualquier contenido extraño las
actividades que se realizan cotidianamente, En esta persistencia desaparece la connotación lúdica que tiene el
diario vivir y se pretende concentrada en una actividad estrictamente recreativa, con lo cual, y no tan
paradójicamente como pudiera pensarse, también ésta queda vaciada de su potencial cultural y creativo Por
esto es por lo que casi siempre se encuentra alejada de la actividad cultural, colectiva. artística y toma más
bien las formas de la diversión−distracción, la masificación de las actividades que garantizan el
comportamiento pasivo e individualista y el procedimiento de a serialización y repetición insulsas,
De esta manera se materializa la vigencia de un espacio que simple mente sirve de receptáculo a la tendencia
del capitalismo a mantener encerrada, enclaustrada a la población. Para el caso poco importa que los recintos
no tengan una cubierta completa: caso de los estadios lo importante es que se pueda abrir y cerrar a
disposición del aparato que controla.
Además, en término de la arquitectura, la configuración espacial contribuye a la masificación y pasividad de
la actividad recreativa, porque refuerza e carácter de espectador que tiene c individuo. Espectador sujeto a un
espectáculo en el cual no tiene ninguna injerencia; se le presenta al cliente: una película. un concierto, una
obra teatral, una telenovela, un partido de fútbol. De allí que siempre los recintos−espacios dedicados a la
actividad recreativa tienen una estructura similar: la población se sienta a esperar la presentación y no tiene,
tampoco en los sitios públicos, ninguna posibilidad de modificar o recuperar ese espacio.
EL ESPACIO URBANO COMO LOCUS LUDUS
Si bien lo que hemos mostrado es la tendencia dominante, el carácter dialéctico de la sociedad lo pone en
pugna con las manifestaciones y formas lúdicas preservadas y recreadas por aquellos sectores 50c les que no
son los dominantes pero que constituyen la posibilidad de cimentar la identificación cultural, artística y
colectiva.
En efecto, la ciudad capitalista no funciona total y completamente como lo pretendería un acabado diseño de
planificación urbana. A su interior coexisten y se manifiestan otras tendencias que solo parcial mente logran
ser controladas y por tanto generan una dinámica muy fuerte de renovación constante.
La ciudad capitalista, en tanto hecho histórico y en tanto espacio construido, inevitablemente es un hecho
colectivo (Rossi, A.; 1971) y el tipo de relaciones que la población en formas espontánea establece con sus
propias construcciones espaciales está signado por las características culturales que han logrado consolidarse
hasta configurar una identidad. Este carácter cultural le viene de la tendencia lúdica recreativa que la
5
cotidianidad impulsa en la ciudad.
Desde esta perspectiva la necesidad de una zona especia para la recreación no tiene ningún sentido porque lo
que es lúdico, lo que recrea es el tipo de relaciones que se establecen entre el devenir ciudadano de ]a
población, sus diversos quehaceres y e] espacio que los alberga y que los relaciona Lo verdaderamente lúdico
es la capacidad de ciudadano de apropiarse y transformar. el espacio . Y es el desarrollo y fortalecimiento de
esta capacidad
un movimiento esencialmente político en tanto ideológico y cultural lo que se enfrenta al funcionalismo y a la
zonificación propugnadas e impulsadas por el desarrollo capitalista en el espacio urbano.
En esta pugna, tanto el funcionalismo como la zonificación espacial actúan como los elementos
metodológicos mediante los cuales las tendencias dominantes en las sociedades capitalistas propenden por la
privatización del espacio citadino; sustentan la materialización de una purificación funcional de los lugares
que se lograría cuando se vacíen de contenidos diversos las distintas parcelas en las que se ha reventado la
ciudad.
Frente a ello la tendencia colectiva propende por una socialización espacial en la que la interrelación de
funcionamientos crearía las posibilidades de una economía y una ecología en las cuales se pudieran mantener
puntos de equilibrio que aseguraran unas condiciones de existencia que garanticen e libre juego espiritual de
los ciudadanos (Marx). De esta manera los parques. por ejemplo, no funciona rían como pulmones sino que
estarían integrando el espacio ciudadano como elemento de encuentro de las calles y las avenidas; y las plazas
continuarían la labor de acercamiento, de intercambio social que la calle, especialmente en los sectores
populares, persiste en mantener.
Se concretizan así las dos tendencias que se encuentran en pugna constante por el espacio de la ciudad
capitalista y que le dan dos significaciones distintas a la problemática urbana de la recreación y a la
configuración de su escenario.
1. Del lado de los sectores dominantes estaría la tendencia a consolidar, por puro funcionalismo, la
zonificación y la parcelación de la ciudad, para satisfacer así la necesidad de la dominación de mantener al
conjunto de la población ocupado, en recintos cerrados, pro gramados y jerarquizados para ejercer el más
absoluto control sobre las actividades y movimientos de la ciudadanía propendiendo por una gran economía
de movimientos y, como lo plantea Le Corbusier, tratando de que sea la casa de habitación el centro de todo el
sistema:
El ciclo de funciones cotidianas, habitar, trabajar y recrearse (recuperación) será regulado por el urbanismo
dentro de la más estricta economía de tiempol5. La vivienda será considerada como el centro mismo de las
preocupaciones urbanísticas y como el puente de unión de todas las medidas (Le Corbusier; 1971: 122).
La expresión más evidente que puede alcanzar a nivel espacial este tipo de planteamientos frente al espacio de
la recreación urbana, aparte del espacio que está vinculado al consumo de los llamados sectores comerciales,
se tendría a través de las zonas recreativas, parques de diversión, instalaciones y complejos deportivos y los
llamados `centros culturales. Además, dependiendo de las condiciones internas de cada sociedad, los clubes
privados y aquellos que asemejándose a ellos han sido construidos para los sectores sometidos de la sociedad
a través de los mecanismos institucionales, sean del Estado o del simple capital privado y que, al menos en
nuestro país, tiende a estar ubicados en las afueras de la ciudad.
2. Enfrentando aquella tendencia estarían en nuestras ciudades los sectores dominados y sometidos de la
sociedad, la gran mayoría de la población y quienes estarían optando por una interpretación más lúdica del
espacio urbano. Tendiendo siempre a una socialización del conjunto social yen particular en lo referente a la
producción, distribución, usos e implementación del espacio urbano. Para ellos los diferentes sitios y sectores
6
especializados, ya creados y preservados como elementos identificatorios del entorno, funcionan en la medida
en que se comporten como aglutinantes del movimiento lúdico y se integren al espacio ciudadano.
El espacio lúdico por excelencia de este conjunto de población, aparte de los parques y plazas, es la calle y su
socialización la tendencia constante de estos sectores: No solamente porque su labor fundamental deviene
socializadora como fuerza de trabajo en el proceso productivo y tiende a ampliar su esfera de influencia, sino
porque además, a! menos en países como Colombia, las condiciones espacia les de sus viviendas las impulsan
a mantener y a continuar una integración con el espacio ciudadano, con el entorno próximo: la calle; la cual en
tanto espacio socia!, comunal, colectivo, aparece como el espacio natural de los sectores sometidos así como
el espacio privado lo es de la burguesía y de los sectores dominantes.
Las definiciones en la pugna entre esas dos disposiciones depende, nuevamente en cada caso, del estado que
presente la lucha de clases en el interior de cada formación social en particular.
CONDICIONANTES DEL SURGIMIENTO
DEL ESPACIO URBANO EN COLOMBIA
LA CULTURA URBANA Y LA APARICIÓN DE LA PLANEACIÓN EN LA CONFORMACIÓN DE
LA CIUDAD CAPITALISTA
La idea de configurar zonas en la ciudad destinadas exclusivamente ala función recreativa (o a cualquiera
otra) así como la consecuente contraposición a esta concepción que propugna por un urbanismo que permita el
disfrute lúdico de la morfología ciudadana sólo surgen cuando el desarrollo capitalista intenta, como un
resultado del fortalecimiento de su estructuración, un dominio completo del espacio citadino y ha llegado a
estructurar (también para lo mismo) una ideología de su interpretación que incluso ha dado pie a pensar en la
posibilidad de una civilización urbana.
Tanto la nueva espacialidad que logra concretizarse como las acciones, manifestaciones y discursos sociales,
ideológicos y políticos en los que se materializa la pugna entre estas distintas concepciones dependen en lo
fundamental de las condiciones en las cuales el proceso de urbanización ha tenido lugar al interior de cada
formación social y, por tanto, están determinados por los elementos históricos y estructurales que definieron
dicho proceso.
La construcción de una ciudad (y en general de un sistema espacial urbano) en tanto conformación y
configuración de su espacio y de las relaciones que se establecen entre esa materialidad y la población que la
edifica y que la habita, es esencialmente un hecho histórico y artístico en tanto colectivo y además (y por lo
mismo) está instalado en el terreno de a cultura en la medida en que es un proceso que indica permanencia ya
que integra pasado, presente y futuro de las formaciones sociales que alberga
Hacemos énfasis en esto porque, especialmente el último punto, sirve para explicar el porqué de las formas
tan distintas en las que se ha materializado el espacio urbano de la ciudad capitalista, tanto en aquellos países
que en el desarrollo del sistema están ubicadas como dominantes como en aquellos otros que funcionan como
dependientes.
Ciertamente, las ciudades de la Europa Occidental, las norteamericanas y las latinoamericanas corresponden, a
la vez en sus morfologías particulares y, sobre todo, en su organización y funcionamiento, a las formas
urbanas espaciales que en los diferentes ámbitos ha requerido el desarrollo capitalista para seguir
reproduciéndose. No obstante, la configuración espacial de cada uno de esos tipos de ciudad es totalmente
distinta; y en su interior, para el caso que nos ocupa, la concretización de la pugna entre la imposición de una
determinada calidad de espacio urbano ye1 rescate y/o preservación de la posibilidad del disfrute del entorno
colectivo no solamente se inauguró en cada una de ellas de forma diferente sino que sus resultados y
7
continuación han producido materializaciones difíciles incluso de comparar.
Por esto es importante señalar cuáles fueron las posibilidades que encontraron las nuevas tendencias
capitalistas de configurar definitivamente un espacio en las ciudades cuando su desarrollo estructural, en cada
caso yen tiempos distintos, así lo obligó.
¿Qué fue lo que tuvo que enfrentar y cuál era la solidez histórica. colectiva y cultural de las morfologías
ciudadanas ya constituidas cuando hizo su aparición el concepto de zonificación y empezaron a formularse las
ideologías de la planificación urbana?
A riesgo de parecer esquemáticos, pero por la necesidad de agilizar el análisis, simplificaremos en lo que
sigue el desarrollo requerido por la antecedente interrogación para tratar de ubicarnos en el caso concreto de la
formación social colombiana.
EN EUROPA: LA CULTURA URBANA RESISTE A LA PLANEACIÓN
Cuando a principios de la segunda mitad del siglo pasado las manifestaciones definitivas del inicio de la
construcción de la nueva ciudad empezaron a evidenciarse en París, con la realización de los proyectos viales
diseñados y desarrollados por Haussmann, se inauguró un movimiento que en términos de la conformación de
la urbe capitalista iba a signar la historia de este sistema. Ese movimiento mareaba también la finalización de
la vigencia de la espacialidad que como resultado de las transformaciones determinadas por prácticamente
toda la historia de la sociedad occidental durante siglos había logrado configurarse en los países europeos.
Esto significa que la estructura urbana propuesta por el capitalismo se encontró con la realidad estructurada
históricamente de otros urbanismos a los que no podía ignorar. Es más, la aparición del funcionalismo, el
planteamiento de la zonificación que le sigue y la implementación política de la planificación urbana que los
materializa sólo surgen cuando el desarrollo capitalista se adentra en su etapa imperialista. Toda la historia
previa de la dominación capitalista ha transcurrido en un ambiente espacial con el cual se ha tenido que
relacionar, como si dijéramos, partiendo de la situación del advenedizo. Sólo sus connotaciones de
movimiento históricamente fundado le permitieron adaptarse a tal espacialidad y, como en todo hecho
colectivo, en su consolidación encontrar la manera de (él también) transformarla y constituirse así, por pura
dialéctica, en coproductor de esa morfología urbana.
Esto ubicó desde el principio las pugnas que hemos mencionado en el terreno de la lucha política pues se
trataba, en ultima instancia, del intento definitivo del capitalismo por privatizar el espacio urbano, enfrentando
los intereses (ideológicos y culturales) que antes le habían dado a la ciudad una connotación de espacio
público. Connotación que habla encontrado su materialización en los espacios colectivos de las ciudades, pero
sobre todo en la calle.
Esta ubicación definitiva de a construcción de a ciudad capitalista ene1 terreno de la lucha política enfrentó a
la tendencia del capital no sólo con as concepciones ancestrales ya constituidas y materializadas en una
espacialidad históricamente definida, sino también con los intereses del proletariado que no sólo les daba
vigencia a os ya constituidos sino que los enriquecía con sus propios desarrollos: especialmente la
socialización coherente del espacio.
De esta manera la vivencia de las ciudades europeas actuales se ha presentado como pérdida en momentos de
descenso de la lucha de clases o como rescate en aquellos de auge: de riqueza de las posibilidades lúdicas y
recreativas del espacio urbano.
En gran parte por esto es por lo que siempre ha existido en Europa una reserva, una cierta capacidad para
propender por un disfrute lúdico del espacio urbano; por ello, la calle, por decirlo así, siempre se ha
mantenido viva.
8
Incluso se ha tenido la posibilidad de reinterpretar las realizaciones típicamente capitalistas Hasta el punto de
que todavía las ciudades europeas pueden ser reconocidas por sus plazas y paseos, es decir, por aquella
espacialidad creada, preservada, rescatada y definida por la población: es la defensa colectiva de la cultura lo
que refleja la presencia de lo artístico en las ciudades, alerta constantemente a los ataques interminables de ]a
dominación y e] espacio fraccionado y zonificado de] capital.
Por eso lo que se plantea ahora en el contexto de los países europeos por parte de lo que puede ser llamado la
vanguardia de] pensamiento arquitectónico y urbanístico es la reconstrucción de las ciudades, enfrentando de
esta manera la tarea desestabilizadora y destructora llevada a cabo por la zonificación funcionalista y la
planificación urbana. Se entrecruzan así los trabajos de investigación y los contra proyectos presentados por
arquitectos como Leo Krier y Aldo Rossi que presentan como elemento centra] el rescate del espacio público
y colectivo.
Es lo que se mantiene latente también en expresiones como las de Schimidt y Stahr. La ciudad no es un
parque parad tiempo libre de el que además se debe pagar para la distracción. Ese1 receptáculo de todas las
actividades necesarias para la vida cotidiana. Es magnifico si además queda espacio libre para el desarrollo de
la actividad cotidiana o para fiestas, pero en lugar de planificar ese espacio para Juegos con dudosos
elementos de madera, piedra o vegetales, la tarea del arquitecto consiste en arreglar y formar el espacio recién
liberado de tal manera que se adapte de nuevo a las personas, lo que significa que está desarrollándose la vida
social sin trabas. (Schi−midt y Stahr: 1979: 79−81).
EN NORTEAMÉRICA: LA CULTURA URBANA SIGUE A LA CIUDAD PLANIFICADA
Una situación completamente distinta se presenta en la configuración de las ciudades norteamericanas. Como
se sabe, el movimiento de colonización del actual territorio de los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá,
realizado por los inmigrantes europeos, tuvo
Como resultado el arrasamiento y aniquilación tanto de la estructura social como del sustrato ideológico y
cultural de las sociedades indígenas existentes en esa parte del continente. Al respecto decía el jefe Seattle en
1885, en carta dirigida al presidente de los EE.UU., George Washington: Sabemos que el hombre blanco no
comprende nuestro modo de vida... La tierra no es su hermana sino su enemiga, y una vez conquistada él
sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres, sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos... Trata
a su madre, la Tierra, y a su hermano el Firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden,
como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto... No existe un
lugar tranquilo en las ciudad del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los
árboles en primavera o cómo aletean los insectos....
La victoria de los colonizadores ingleses sobre los indígenas norteamericanos y el arrasamiento de lo que
éstos habían construido, le significó al capitalismo la consecución de todo un continente inédito a su
disposición para construir y plasmar en él lo que sería la ciudad del y para el capital en su estado puro. Por
supuesto que los colonizadores europeos traían tras de sí la referencia de la cultura occidental, pero en la
construcción de la Nueva Inglaterra fueron impelidos por el desarrollo incontenible del capitalismo y en
términos de materialización ambiental, al destruir la referencia del lugar, no tuvieron más posibilidades que
construir en forma completamente nueva el espacio que los iba a albergar; además, y no sólo por el ritmo que
el tiempo capitalista les imponía, les era imposible repetir la historia de las ciudades europeas. Coincidieron
así la construcción en un continente de un sistema económico, o mejor de una etapa nueva del sistema
capitalista y la necesidad y la posibilidad de edificarse su propio espacio. y Por otro lado, muy rápidamente la
ideología capitalista había empezado a desarrollare el discurso de la planificación, lo que vino a completar el
cuadro para permitir que esa construcción de ciudades se hiciera también de una manera racionalizada. Así a
finales del siglo pasado, la planificación retorna (a Estados Unidos) después de ser `reconocida como nueva
técnica de la era metropolitana. Manteniendo intacta la propia autonomía y los valores propios, esa `nueva
técnica encuentra la solidaridad en la demanda capitalista y devuelve a la avidez del gran capital una ciudad
9
en la que ha contribuido a elevare valor comercia organizando su disfrute, mientras que la ideologías se
encarga de mistificar las contradicciones estructurales exaltando el valor de síntesis, celebrando la `calidad.
Era la pretensión del orden completo. La ciudad o mejor el espacio total de la zonificación: El paraíso de la
ciudad artificial del que décadas después habló Christopher Alexander.
Consecuentemente, con los centros urbanos construidos en función del capitalismo, los Estados Unidos no
sólo tuvieron ciudades donde las actividades y los espacios estuvieron completamente determina dos,
asignados, repartidos y diseñados sino que, ya en términos de la escala nacional, hasta se constituyeron
ciudades dedicadas a una! sola actividad: Hollywood o Las Vegas para mencionar tal vez as más relevantes
sin olvidar los Disney Wor]ds, etc,
De esta manera, la relación lúdica con el espacio urbano (como todas las demás actividades y funciones)
estuvo desde siempre perfecta mente codificada y controlada ,y la ciudad norteamericana no tuvo
nunca, y seguramente jamás tendrá, la riqueza planteada por a heterogeneidad vivida en los centros urbanos
europeos; pero en todo caso se plasmó como una espacialidad coherente con el contexto de la sociedad en la
que se estaba construyendo: siempre fue al paso; y tanto los espacios recreativos como los desarrollo
ideológicos y culturales que sustentaban tal actividad encajaban completamente en la sociedad
norteamericana.
La magnificencia del espectáculo, al que se reduce la recreación urbana capitalista en Norteamérica, sólo
puede lograrse en una sociedad donde la especialización de todas las instancias concentra de golpe los
esfuerzos y capacidades en un solo punto, en un solo problema en este caso divertir y distraer.
En este contexto el elemento espontáneo, la relación lúdica natural. la recreación del espacio en el tiempo, es
decir, aquello que no se podrá programar ni codificar, sólo pudo empezar a llegar con posterioridad a la
construcción de las ciudades. Mejor' dicho, sólo pudo emerger, surgir a la luz del día y dejar su existencia más
o menos clandestina, cuando empezó a consolidarse la crisis del capitalismo. Ha surgido con brío y
aparentemente con un gran sustento de reflexión en la reivindicación de la ciudad natural Alexander,
Christopher, 198W; en la lucha contra los efectos y lo producido por los urbanistas yen la reivindicación de la
vigencia de la relación con el espacio urbano como una obra de arte: Aunque estamos hablando de vida, y no
de arte, podemos quizá un poco caprichosamente hablar del arte de formar una ciudad y compararlo con la
danza, pero no de ura danza de precisión y uniforme en la que todo el mundo levante la pierna al mismo
tiempo, gire al unísono y haga la reverenda en masa sino a la manera de un enredado ballet en el cual cada
uno de los bailarines y los conjuntos manifiestan claramente sus elementos distintivos que, como
milagrosamente, sedan vigor y densidad mutuamente, componiendo entre todos un conjunto armónico y
ordena do. El ballet de las aceras de una ciudad nunca se repite así mismo en ningún lugar, es decir no repite
la representación como en una gira; incluso en un mismo y único lugar, la representación está llena de
improvisaciones
AL final, los graffiti se enfrentan por fin a los `City WaLls y entonces algo en la ciudad vuelve a ser tribal,
parietal, de antes de a escritura, con emblemas muy fuertes pero desprovistos de sentido: incisión en las caras
de los signos vados que no expresan ni siquiera la identidad personal, sino la iniciación y la afiliación de!
grupo: A biocibernetic selffulfilling prophecy world orgy
Al final, de nuevo el Ludens contrae! e1−lomo Economicus.La vida la recreación, contra un espacio que las
oprime, en su lucha por reconquistarlo y apropiárselo. Hasta ahora en los Estados Unidos ha ganado la visión
zonificadora del capital, pero no olvidemos tampoco que la lucha por vivir recreativamente el espacio
ciudadano, a pesar de todo, apenas está en sus inicios y el nivel cultural y las condiciones de vida de pueblo
norteamericano, urbana en casi su totalidad, seguramente harán que al fin la balanza se ubique donde debe ser.
10
LA CIUDAD DEL ESTADO DE SITIO:
LA PLANEACIÓN URBANA CONTRA LA CULTURA CIUDADANA EN COLOMBIA
Los efectos de la situación de dependencia que han caracterizado el devenir histórico colombiano no se han
limitado a condicionar nuestro funcionamiento estructural, económico, sino que, como era lógico. han
afectado todos los demás y, con consecuencias posiblemente peores, signaron nuestro desarrollo cultural e
ideológico.
LA AUSENCIA HISTÓRICA DE LO URBANO
En relación con los elementos culturales referenciales que sustenta ron la producción espacial que se dio
inicialmente en nuestro país, a partir de los procesos deja Conquista y de la Colonia, habría que decir que si
bien es cierto que e fenómeno de aniquilamiento de la población indígena y de destrucción de su contexto
superestructural fue más lento que, por ejemplo, el caso norteamericano (porque nuestros conquistadores y
colonizadores prefirieron integrar los aborígenes, esqui1m como fuerza de trabajo) en todo caso no puede
decirse que fue menos eficaz. De allí que en Colombia en términos de la construcción morfológica de los
centros de aglomeración poblacional y de su gestión tanto económica como institucional se partió sólo con e)
bagaje que traían de España `nuestros descubridores. Sin embargo, por la misma ubicación en todo caso no
dominante que tenía España en el contexto del desarrollo capita lista mundial, así como por las formas de
sujeción institucional que marearon el tipo de dependencia que mantenía la dominación ibérica en la colonia
no se necesitó y por tanto no se generó una producción de centros urbanos poderosos que con su crecimiento y
desarrollo constituyeran en su interior una problemática realmente importan te en términos de producción
espacial y menos con características urbanas definidas.
En gran parte por eso la estructura espacial que presentaba nuestro país después de la Independencia, en la
segundad mitad del siglo XIX, se reducía a una extensa y muy variada geografía rural salpica da por una gran
cantidad de provincias y aldeas que sólo la importancia histórica de la gesta libertadora ye papel que jugaron
en ella han hecho que perduren como instancias urbanas.
Esta estructura se mantuvo más o menos en las mismas condiciones durante todo el resto de siglo, pues la
sucesión de guerras civiles que cubrió las décadas siguientes hasta los albores del siglo XX no permitió
concentrar los esfuerzos en la constitución de nuestra nacionalidad y en lugar de una concentración de
población lo que se produjo fue el mantenimiento de su dispersión: a lo que hay que agregar los efectos de a
aniquilación de gran parte de los habitantes campesinos. A esto, que tuvo su razón de ser en la vehemencia
con que las clases dominantes de nuestra formación socia defendieron a sangre y fuego sus intereses
económicos, ideológicos y políticos manteniendo en términos de cultura una posición de tipo regionalista y
provincial hay que adicionar el hecho definitivo de que Colombia encuentra su lugar en la economía mundial,
desde su posición de dependencia, sólo a finales del sig XIX con la producción y explotación del café. Es
decir, el siglo XX a más de destruidos y dispersos nos encuentra apenas empezando a estructurar nuestra
economía
Con el final del siglo X también finalizaron las guerras civiles y la posibilidad real de equilibrar la economía
permitió una estabilidad que la nación como tal nunca había conocido. La decidida dirección capitalista de
nuestras estructuras no dejó de acentuarse y a nivel de conglomerados citadinos se pudo presentar un
movimiento de configuración de los mismos. Así, de 1905 a 1938, las cuatro principales ciudades del país
triplicaron su población y Bogotá mostraba a principios de la década de los 40 arriba de 330.000 habitan tes,
en tanto que Medellín y Barranquilla pasaban ya de 150000 e incluso Cali habla sobrepasado los 100000 (Mc
Greevey: 1971: 110).
Estos son los grandes centros urbanos que encuentra la industrialización capitalista, iniciada de una manera
definitiva en el país y obligada por las transformaciones que a nivel mundial había tenido el sistema en su
11
conjunto. La crisis de 1929 y los avatares de la segunda guerra mundial habían resuelto el mundo y, fuera de
nuestras fronteras, se había decidido el futuro nacional y puesta la estructura económica a funcionar en la
perspectiva de la sustitución de importaciones.
Así empezó a transformarse la economía en e campo y esto combina do con e fenómeno anterior, que tendió a
ubicarse principalmente en las ciudades, desataron de manera irreversible el proceso de las migraciones
urbano−rurales que marcaron la entrada de nuestro país al desarrollo capitalista. Este movimiento, que entre
otras muchas características tuvo la de lo acelerado de su precipitación: en 13 años 1938−1951) saturó el
espacio urbano que el país había logrado construir en los escasos 30 anteriores.
Cuando empieza la década de 1950 la conciencia de la incapacidad de la estructura urbana del país para
contener la afluencia de inmigrantes que e desarrollo descrito había precipitado era clara para los sectores
dominantes. Tan clara que los llevó a implementar un programa de contención, control y represión de la
población. Que a nuestro entender marco definitivamente lo que iba a ser la relación de los ciudadanos con la
ciudad en la historia del país: El estado de sitio, el toque de queda y la violencia fueron las formas tangibles de
manifestarse ese programa; por otro lado se entronizó la planeación urbana como la manera tecnocrática de
enfrentar la problemática urbana.
De allí que durante las décadas del 40 y sobre todo en la del 50, en torno a la calidad del espacio urbano de las
ciudades y de sus posibilidades de apropiación y disfrute, nuestra sociedad se vio abocada a movimientos y
relaciones demasiado complejos y definitivos en la determinación del estado actual de su espacio habitable.
Veamos algunos:
LAS MIGRACIONES INTERNAS Y EL VACIO DE UNA CULTURA URBANA
En términos de la capacidad y la calidad espacial de las urbes colombianas, rápidamente fue evidente la gran
carencia con la que se enfrentaba el país a un proceso que era inevitable: las grandes oleadas de migrantes que
se instalaron en las ciudades, de extracción campesina cuando no netamente rural, no encontraron espacio
suficiente que las albergara.
Pero no era solamente un problema de metros cuadrados. Mucho más importante era que ellos no traían y
tampoco encontraron una concepción de) espacio habitable y del entorno acorde con la nueva situación que se
les planteaba en los reducidos centros urbanos. Mirada las cosas en perspectiva antropológica se ve que los
campesinos, en un lapso demasiado corto, de una relación espacial en la que la concepción morfológica de las
distancias y la definición clara de su parcela los ubicaban claramente en el territorio, pasaron a otra
radicalmente diferente en la cual e hacinamiento, la estrechez, la falta de horizontes y la pérdida de su
identidad individual eran justamente la nota relevante. En términos sociales y políticos se trataba del traslado
(posiblemente m violento) de un estado campesino, con unas relaciones de trabajo marcadas por la sujestión
personal, a la situación de obreros o por lo menos de asalariados en el mercado de trabajo urbano. Es decir, el
cambio de entorno coincidió con una mutación en su situación social con lo cual el cuadro para la población
no podía ser más desorientador. Pero, aunque simplificadamente esa era la situación vista desde la perspectiva
del inmigrante, puesto el observador desde el otro extremo! aquel de la calidad espacial de la. ciudad, el
panorama empeoraba.
No fue solamente que la ciudad se vio saturada por su evidente estrechez; tampoco se trataba de que no estaba
preparada para recibir a los campesinos porque hubiese sido construida bajo parámetros completamente
diferentes y que su coherencia fuese tal con el'os que los advenedizos, por provenir de organizaciones sociales
completamente distintas, no tuviesen cabida en ella. En realidad lo que ocurría a la ciudad era la expresión a
nivel espacial de lo que estaba ocurriendo con nuestra sociedad entera: ninguna de las dos había podido
consolidarse y encontrar su propia identidad ambas estaban por ser construidas.
Hasta ese momento la ciudad había tenido una vida tranquila, sosegada, sin sobresaltos y por ello su
12
existencia no tenia ni brindaba ninguna preocupación. De cierta manera, vivía alejada del país que se estaba
definiendo (o desangrando, si se quiere) tanto estructural como ideológica y políticamente en e campo, al cual,
entre otras cosas, se le veía como a un enemigo, un obstáculo a vencer'. Por ello su arquitectura y su
urbanismo se habían construido y permanecían, generalmente productos de un eclectismo trasnochado, sin
ninguna referencia directa al medio y tampoco encontraban ninguna confrontación. No había, en términos de
las relaciones entre la población y el espacio, un ambiente urbano: se trataba realmente de aldeas grandes, no
aptas para el abigarrado movimiento que iba a imponer el capitalismo en los últimos años de la primera mitad
del siglo XX.
Se ,juntaron así, comprometidos en la construcción de una espacia1i dad para el capitalismo que estaba en
ciernes pero que era imparable, una ciudad que nunca se había desarrollado suficientemente como espacio
urbano, sin experiencia en configurarse relaciones culturales, estéticas y artísticas de corte ciudadano y sin
una tradición dinámica que le hubiese permitido siquiera la posibilidad de transformarse y de ser
transformada: una aldea grande que no estaba preparada para enfrentar contradicciones y desarrollos
dialécticos: justamente lo que el desarrollo capitalista tiene como fundamento. Se juntó, decimos, esa ciudad
aldea con una población que tampoco tenía una referencia espacial urbana y que además, y más importante
aún, la que tenía históricamente ya no le servía por la transformación socio−política que estaba sufriendo'
Agreguemos a lo anterior el hecho de que esa inauguración de la ciudad contemporánea colombiana se
sucedía con el trasfondo de una gran pobreza cultural, otra de las características que el desarrollo agenciado
por tos sectores dominantes desde la constitución de la República le había configurado a la sociedad
colombiana. Esa inopia intelectual dejó al pais huérfano de referencias universales que habrían podido ser
asimilables y, en términos constructivos, recrea das para tratar de ubicar nuestros espacios ciudadanos a tono
con las necesidades estructurales.
LA VIOLENCIA Y LA REPRESIÓN CONTRA LA REIVINDICACIÓN POLÍTICA DE LA CIUDAD
Ahora bien, como de todas maneras la consolidación del capitalismo ene1 interior de la formación social
colombiana era un hecho irreversible, el problema que se planteaba no podía declararse insoluble y por tanto
tampoco podía evitarse. Nuestro carácter de país dependiente no nos dejaba ni siquiera posibilidad de desistir.
Estos solos elementos, combinados y funcionando, habrían bastado para construir una atmósfera agresiva y ya
auguraban una solución marcada por la violencia, por cuanto en esas circunstancias se trataba de construir la
ciudad de la nada y sin elementos, con e agravante de que su no edificación significaba contrariar una realidad
ya existente y soslayar una exigencia histórica irrecusable. Pero había más:
Como de lo que se trataba no era solamente de construir una ciudad para una determinad» sociedad sino que
en realidad lo que se estaba presentando era la redefinición de la sociedad misma, la cuestión ya tenia
asignado su telón de fondo: Se trataba de la transformación de la sociedad que por más de un siglo estuvo
imponiendo su voluntad en Colombia; y este problema, eminentemente por siempre estuvo mareado por la
violencia con que se enfrentaron los sectores dominantes: [ tradicionales y los que propendían por acompasar
nuestra sociedad al desarrollo capitalista mundial.
Había aún otro elemento: todas estas contradicciones, relaciones, movimientos, conflictos y estructuras se
tenían que desenvolver al mismo tiempo y en un transcurso muy corto. En rea práctica mente todo estuvo
resuelto en menos de dos décadas: Ya para 1950, al menos los hilos que irían a sustentar la solución ya
estaban suspendidos y funcionando.
Dado que la estructura económica era incontenible (de hecho se impuso en forma inexorable) toda la
problemática en torno a la cantidad y sobre todo a la calidad del espacio urbano se ubicó en la superestructura,
especialmente en la política.
13
Las ingentes masas urbanas ante las grandes carencias espaciales que albergaban sus nuevas y desastrosas
formas de vida se vieron abocadas a construirse su propio entorno, pero dado que sus condiciones económicas
y materiales eran tan precarias no tuvieron m remedio que empezar aquella construcción tomándose la ciudad
existente.
Este tomarse el espacio ciudadano fijar una presencia en la ciudad que ya tenía identidad de clase no se llevó a
efecto solamente en procura de su indispensable entorno. Como estaba sucediéndose al mismo tiempo la lucha
por el poder entre la oligarquía terrateniente y la naciente burguesía industrial, y esta última tenía en el
incipiente proletariado y en general en las masas urbanas su definitivo punto de apoyo en aquella pugna, lo
que se inició como un movimiento independiente de los sectores sometidos y en cierto sentido de manera
espontánea en las masas urbanas, rápidamente se vio involucrado en la lucha que sostenían los sectores
dominantes, con lo cual la ocupación cíe la ciudad, la apropiación del espacio, tomó las características de
reivindicación política.
Se articuló de esta manera una tendencia históricamente natural, la socialización del espacio urbano (con sus
posibilidades de riqueza espacial) con una necesidad inmediata de uno de los sectores dominantes de asegurar
la posibilidad de la presencia ciudadana en la morfología citadina. Así, la calle adquirió significación política
como el escenario de ]a lucha de clases.
Paradójicamente, lo vigoroso de esa presencia, su riqueza creativa y su gran capacidad de lucha le costaron a
las masas urbanas el precipitar la solución de la crisis de poder, con lo cual también se crearon los
mecanismos tendientes a castrar, apenas naciendo, toda la perspectiva histórica que se planteaba, signando de
esta manera en términos definitivamente negativos para e] conjunto de la población colombiana la producción
de un entorno ciudadano y en lo tocante a la recreación imposibilitando cualquier despliegue lúdico, al marcar
la relación espacio urbano−población con un tipo de con cepción agresiva, peligrosa y violenta'
De la misma manera y para completar la paradoja. la presencia de la población en las calles que con tanto
ímpetu y posibilidades se vio en los años de la segunda mitad de la década de los cuarenta, impulsó la
definitiva expulsión del ciudadano de la calle y puso a ésta en las manos omnipotentes del aparato represivo.
En efecto, el potencial político que mostró la población urbana en las ciudades, cuando fue convocada a la
pugna que iría a definir este país en la cuarta década de este siglo, le sirvió poderosamente a la burguesía (a
través del partido liberal) en su lucha por el poder con los sectores tradicionales (partido conservador) pues la
impulsó y le garantizó el triunfo. Esta victoria no fue total porque la burguesía liberal, ante la fuerza de su
ocasional aliado, como se sabe, prefirió negociar con su también ocasional contendor y llegar rápidamente a
un acuerdo con este último. Acuerdo que se basó fundamentalmente en la manera de controlare auge político
que estaban evidenciando los sectores urbanos y que llevó también a la necesidad de implenienLar el control
sobre la producción y la distribución del espacio urbano que se estaba construyendo, especialmente después
de lo que se constituyó en la demostración más fehaciente del poder político que podía generar la población
urbana políticamente convocada: el 9 de abril de 194S.
Ante la evidencia de la imposibilidad de ofrecer ninguna solución espacial urgentes la poblarian: ni de su
interior en la vivienda ni (le espacio exterior en el entorno urbano; es
decir, sin la capacidad de ofrecer una alternativa que espacialmente contribuyera a mejorar las condiciones
ambientales de la existencia de los ciudadanos y ante la irrecusable demanda de ello por parte de la población
urbana, la respuesta fue la represión violenta:
El toque de queda y el estado de sitio. Se expulsé del espacio urbano al ciudadano y por la fuerza se le
mantuvo encerrado en su espacio habitacional absolutamente insuficiente, malsano, antihigiénico,
individualizarte y opresor.
14
A través de este movimiento, además por haberlo hecho justo cuando apenas se iniciaba el reconocimiento de
los nuevos ciudadanos y de las nuevas clases sociales urbanas con el espacio citadino que empezaba a
construirse y. finalmente, por la inexistencia de una tradi
ción de identificación de la población con su entorno urbano, se dejó al pueblo colombiano sin la posibilidad
de construirse una relación positiva y creativa con el espacio de nuestras ciudades.
Por la forma en que las clases dominantes trataron el problema, no hay en el ciudadano colombiano una
tendencia a reconocerse en el espacio urbano, a relacionarse amablemente con la calle, con las plazas, con los
parques; no los siente como una necesidad intrínseca del ciudadano, como un elemento indispensable, como
un derecho.
Por el contrario, es la sensación peligrosa, insegura y la reacción violenta lo que signa por lo general estas
relaciones Así, la calle y los espacios públicos nunca tuvieron un atractivo y un aliciente para el conjunto de
los ciudadanos colombianos: nunca representaron para ellos un contenido De la misma manera como el
campo se le convirtió al campesino en un lugar inseguro y violento, cuando como migrante llegó a la ciudad y
empezó la inevitable adaptación al ambiente urbano, éste se le escamoteó para encerrarlo en su casucha. Se le
yació de contenido la más rica instancia espacial, con lo cual inexorablemente se le enclaustró en su espacio
interior, también vacio el contenido por ser forzado.
EL ZONINGY LA DESTRUCCIÓN DEL ESPACIO COLECTIVO
Al mismo tiempo, y como complemento inmediato de la `solución precipitada al problema planteado por la
manifestación del potencial popular urbano, las clases dominantes enfrentaron el problema ineludible de la
construcción de la ciudad ya no para el ciudadano sino para el funcionamiento del capitalismo.
Para ello contaron con lo más sofisticado que la ideología de la Planificación podia brindar en el momento. Le
Corbusier en persona, desde 1947 y hasta 1950, estuvo enfrentado al problema de zonificar y distribuir
adecuadamente el espacio de nuestra ciudad capi tal. Además fue, desde 1954, e ejemplo más ligado a]
desarrollo de la arquitectura moderna colombiana. Su primera visita en 1947, permitió consolidar su posición
como líder espiritual y como paradigma arquitectónico de las nuevas generaciones de profesionales. Al
terminar la década su influencia estaba sólidamente establecida y sólo habría de ratificarse con su
participación en el plan director de Bogotá.
La intención de transformar el viejo centro de la ciudad (Bogotá) en un conjunto de bloques sueltos, con
grandes espacios libres. Predominó durante mucho tiempo como la imagen de lo que se podría hacer...
Pero no fue sólo Bogotá: todavía hoy se oye, felices, a los planificadores urbanos argumentar la vigencia del
Plan de Wierner y Sert que fue hecho para Medellín desde los primeros años de la década de los cincuenta.
Es decir, casi inmediatamente después de la aparición de los sectores dominados urbanos en el espacio de la
ciudad, luego de que ellos demostraron su potencial transformador ante las negativas a sus indispensables
demandas y una vez sometidos por la fuerza al enclaustra miento que significó el estado de sitio, las clases
dominantes se dedicaron a diseñar una ciudad sin la participación de los conjuntos ,yoritarws de la población:
La década de 1950, que tiene tan sombrías consecuencias en la vida nacional, fue paradójicamente la época
del apogeo de la arquitectura moderna en Corriaga y Fonseca, 1980: 150).
La ciudad en esta perspectiva se zonifica y como consecuencia inmediata se segrega: el norte de Bogotá
paratas clases dominantes y sus agentes; en Medellín es al contrario: ET Poblado al reemplazar a Prado
enmarca el sur oriente con las características de espacio para el hábitat de la dominación y el norte, tanto al
occidente como al oriente, se le asigna a los sectores dominados.
15
Una vez zonificada la ciudad, se acelera e proceso de planificación que garantizará la eficacia de aquel zoning
salvando el Centro para a gestión administrativa y de dominación. Se trazan las gran des y majestuosas
avenidas y se implementan los planes de infraestructura de los barrios residenciales(nombre que por extensión
se le fue dando a los sectores `bien de las ciudades colombianas). Se impulsa además la construcción de los
grandes edificios (`rascacielos para los menos despabilados) de oficinas y apartamentos en el Centro, con la
cual se refuerza la presencia dominante del capital en las calles y avenidas que vinieron a cuadricular la parte
mostrable de la ciudad.
Así, hasta llegar en las últimas décadas a montar, con el desarrollo capitalista financiero, la ideología de la
Renovación Urbana. Mecanismo diseñado para someter aquellas `zonas deterioradas de la ciudad al mercado
de la renta urbana.
Las consecuencias de este abigarrado movimiento, aparte de sufrir− las el conjunto de la población que
integra los sectores sometidos de la sociedad, el cual fue obligado a desplazarse y ubicarse en los sectores más
alejados del Centro y de las zonas residenciales mediante la utilización, cuando no de la fuerza física, de
mecanismos como el de Valorización; aparte de la población, insisto, vino a sufridas el espacio dedicado
supuestamente a la recreación.
O mejor, asignando unas zonas específicas a la recreación se pudo cubrir ideológicamente el movimiento
mediante el cual se acababa con el área y el significado de los pocos espacios públicos que habían logrado
construirse durante muchas décadas en nuestras ciudades. En Bogotá: los parques urbanos que hace la
administración Barco a finales de la década de los 60 son ya parques puramente recreativos: los domingos y
días feriados van alli los bogotanos de todas las clases sociales a montar en aparatos mecánicos, comprar
fritanga y tomar fotos. En cambio `el del Centenario cae abatido en 1957 por los puentes de la 26. y los demás
se avejentan, se empiedran ose achican (Arango S. 1979: 17). En Cali: el Cerro de las Tres Cruces se va a
urbanizar parcialmente..., el río cada día es más pobre (no ha faltado alguien que proponga que se lo entube)
y... la Plaza de Caicedo comienza a perder su carácter de corazón de la ciudad, desplazada por toda clase de
centros comerciales que enorgullecen a tantos y benefician a tan pocos En Medellín desaparecieron por
diversos procedimientos: La Plazoleta de Zea, al reducirla a su máxima inexpresión; el Parque de Berrio, de
tanto a su interior y tanto almacén enorme (León de Greifflasualrededor; la Placita de Flores, por los
parqueaderos; la Piaza de Cisneros, por los procesos de renovación que le han aplicado sistemáticarnente a la
ciudad. Por otro lado, el Parque de Bolívar curiosamente se ha do encogiendo poco a poco y a flamante
Avenida de San Juan al fin acabó con la Plaza de la América. Sólo van quedando el Parque de Boston y la
Plazoleta de Sari Ignacio, aunque con respecto a esta última va los arquitectos oficiales se aseguraron (le que
no sea por ni mucho tiempo.
En cambio la planificación la zonificación urbanazos retribuyeron con los famosos pasajes comerciales, la
Avenida Oriental, el edificio que se paró encima del viejo y bello Teatro Junín: todo el perfil urbano que
orgullosamente puede presentarse en las tarjetas pos tales de la ciudad y la Unidad Deportiva Atanasio
Girardot que con el Jardín Botánico, el Zoológico Santa Fe y el Parque Norte constituyen lo que se ha dado en
llamar `las áreas recreativas (le la ciudad.
Porque acá estamos hablando de áreas públicas, de espacios colectivos, de estructuras, recintos y
enterramientos que en términos populares contribuyan a hacer más amable la existencia ciudadana, no
podemos incluir las zonas privadas y privatizan que hay en la ciudad y que como los clubes sociales
(seguramente en extensión mucho más grandes que todos los que hemos mencionado juntos) no pueden ser
utilizadas sino por los socios propietarios o por los socios asociados en sociedad (N. Guillén). Tampoco
pueden incluirse los cerros Nutibara y Volador pues lo pequeño y mal dotado del primero apenas si le permite
figurar como área recreativa y la función pulmón del segundo impide acceder a él.
Hay, como se ve, un movimiento inexorable en el que al combinarse relaciones, contradicciones y resultados
se logra acabar con la posibilidad de un significado ciudadano en términos de la producción y del disfrute del
16
espacio público de nuestras urbes: la militarización de la vida ciudadana sacó a la población de la calle y del
centro urbano y la zonificación y la planificación urbana acabaron con el sentido colectivo de los espacios
públicos.
LA NEGACIÓN DEL ESPACIO URBANO COLECTIVO,
O EL CONTROL POLÍTICO DE LA CIUDAD
LA LUCHA POR EL CONTROL DEL ESPACIO
En estas páginas pretendemos llamar la atención sobre cuatro aspectos que nos parecen esenciales en relación
con el papel que juega actualmente el espacio urbano en la configuración de las condiciones de existencia del
conjunto de la población de los países latinoamericanos.
En primer lugar, el desarrollo histórico de los países de Latinoamérica presenta, en la hora actual, un
panorama político en el cual resalta el carácter marcadamente urbano del contexto en el que se ubican los
elementos más relevantes de la lucha de clases del continente: Lo que hemos dado en llamar la urbanización
de la lucha de clases en estas formaciones sociales.
Este hecho ha dado una nueva ubicación al papel que juega el espacio urbano como instancia social, la cual ha
llevado a que en la práctica su importancia se defina más allá del mero contexto económico planteado por la
renta urbana y las luchas por su consecución. Creemos que lo que ahora fundamenta el papel preponderante
del espacio urbano, en el contexto general de los conflictos de esos países es sobre todo su ocupación y
apropiación, es decir, el control real que las diferentes clases sociales tienen sobre él, tanto en su dimensión
propiamente espacial como en su connotación cultural y por tanto política.
En la lucha que diferenciadamente se libra por ese control, en la cual, al menos en Colombia, el régimen aún
mantiene su supremacía, podría encontrarse una respuesta parcial (pero esencial) a la inquietud sobre las
deprimentes condiciones de existencia que tiene la mayoría de la población de este país, no solamente en
relación a sus aspectos físicos y fisiológicos, sino fundamentalmente a los de carácter político, ideológico y
psicológico.
En segundo lugar, la lucha por el control sobre el espacio no es, ni mucho menos, un hecho aislado y
accidental. Muy al contrario, desde el principio ha estado presente en la mirada estratégica de los sectores
dominantes del régimen, los cuales (tal es el caso de Colombia) la han dirigido muy eficazmente durante todo
el proceso de urbanización.
En tercer lugar, la forma como se ha implementado la acción del régimen ha creado de hecho una situación
muy conflictiva para la mayoría de la población de este país, pues, contra todo, los sectores dominados aún
presentan una alternativa de ocupación urbana que no ha sido aniquilada aunque, como en casi todos los
países del área estén tácitamente a la defensiva por el momento,
En cuarto lugar, y a manera de conclusión, se plantea en tale circunstancias la evidencia de que en Colombia
(y sospechamos que en la mayoría de los países latinoamericanos) en términos de la importancia del espacio
citadino, en la coyuntura actual, no se trata exclusivamente de la negación sistemática del acceso a la
propiedad privada sobre el terreno urbano ocupado por los sectores más pobres de nuestra población, sino de
la nueva dimensión que plantean las luchas que continuamente tienen que librar dichas clases sociales por
vivir libre y autónomamente en los centros urbanos y por consolidar la apropiación cultural y vital del
ambiente ciudadano que construyen.
¿Qué papel juega y qué lugar ocupa en este contexto la disciplina de la planeación urbana, en tanto instancia
organizadora de la utilización espacial y como alternativa de contribución a la creación de un medio ambiente,
17
que eleve las condiciones de vida de ese gran número de habitantes latinoamericanos? Es la pregunta que
planteamos al final de estas notas.
ESPACIO URBANO Y CONTROL POLÍTICO
Aunque en términos estrictos la escala que define la espacialidad latinoamericana, tanto en el ámbito
continental como en la particularidad de cada país, sigue siendo la regional (expresada en la división que
todavía se hace entre el mundo rural y la presencia consolidada de lo urbano) el desarrollo histórico del
capitalismo en el continente, especialmente con vista hacia el futuro y basado en la experiencia
contemporánea, tiende a marcar subrayadamente la importancia política y estratégica del control real que se
tenga sobre el espacio urbano por parte de las diversas clases y sectores sociales en los cuales el mismo
sistema ha dividido las poblaciones de las ciudades de Latinoamérica.
No se trata de asumir simplistamente que los conflictos en el campo, tanto de índole económica como política
y cultural, hayan sido superados y que por tanto habría llegado el tiempo de enfrentar los urbanos, sino más
bien del reconocimiento de que la manera como el capitalismo se impuso y ha seguido sometiendo las formas'
de producción y explotación rurales no capitalistas, contribuyó definitivamente a conformar un proceso
particular de urbanización el cual, muy claramente en el caso colombiano, agudizó rápidamente y en forma
por demás violenta las contradicciones propias de una conformación urbana enmarcada por el implantamiento
de un modelo industrial agenciado y necesitado por el capitalismo dependiente, en momentos de una de las
crisis mundiales más definitivas del sistema capitalista en el presente siglo (décadas del 30 y el 40).
El proceso de proletarización (directa o indirecta) del conjunto de la población así agolpada en los centros
urbanos latinoamericanos, rápidamente produjo, en especial en los países menos atrasados del área, un cambio
cualitativo en el aspecto político que encontró y ubicó como su espacio de acción y de expresión al entorno
citadino que estaba en gestación. Dicho cambio, en forma acelerada, confronto las estructuras de dominación
política tradicionales y obligó a una transformación radical de ellas (a su refinamiento) por parte del
imperialismo y de las clases dominantes de cada país.
La escalada militarista, patente en los países que conforman lo que se ha dado en llamar el Cono Sur del
continente, constituye la salida más extrema de la crisis y por ello mismo la más difundida; pero el importante
papel jugado por la participación política de las poblaciones de los centros urbanos, en el mantenimiento de
las democracias representativas, en los países miembros del Pacto Andino y también la nueva dimensión que
muestra el peso específico que tienen los habitantes urbanos en las luchas actuales libradas por los pueblos
centroamericanos, evidencian la inevitable urbanización de la lucha de clases en las naciones
latinoamericanas.
La cuestión en este contexto va mucho más allá de determinar simplemente qué segmentos sociales tienen o
no derecho a asentarse en tales o cuales sectores del entorno citadino y la coyuntura, en su desarrollo, ha
obligado a que las contradicciones que se presentan por el verdadero control del espacio urbano de su uso y su
disfrute encuentren su real ubicación en la lucha política.
En el caso específico de Colombia, la necesidad imperiosa de dicho control por parte de las clases dominantes
no ha sido nunca un elemento aislado del proceso total de la lucha de clases.
Muy al contrario, la inquietud y el esmero de las clases dominantes de nuestro país por consolidar una
dominación completa sobre el espacio urbano, que se constituía como el escenario indispensable de las nuevas
formas de explotación, ocuparon desde siempre un lugar de preponderancia que aún se mantiene y que
respalda la eficacia con que el aparato militar ha mantenido el control sobre cualquier tipo de manifestación
reivindicativa levantada por los habitantes citadinos, especialmente después de los acontecimientos del 9 de
abril de 1948.
18
De otro lado, el refinamiento del aparato represivo se ha hecho indispensable porque lo que en realidad se
agita en la población que se urbaniza no es el simple y limitado afán de lograr la propiedad privada sobre el
terreno que se ocupa, o pretende ocupar, sino, muy al contrario, la posibilidad de materializar una nueva
espacialidad: La ciudad, la cual en su conjunto tiende a rebasar los marcos del concepto burgués de propiedad,
sobre la base de la socialización del espacio urbano.
Ese proceso de socialización territorial comprende la configuración de la ciudad como un lugar a construir y
por tanto a disfrutar a partir de una concepción del espacio esencialmente democrática y por lo mismo ajena a
la camisa de fuerza de la zonificación capitalista. En pocas palabras, va mucho más lejos de la simple disputa
por la renta generada por el suelo urbano y por este camino irremisiblemente choca con los intereses
prevalecientes en estas sociedades.
Desde esta perspectiva, el movimiento (cualquier movimiento) social y cultural urbano de la gran mayoría de
los ciudadanos de Colombia, a los ojos de las clases dominantes y de su aparato represivo, es tendencialmente
subversivo y por ello actúan invariablemente en el sentido de ganarse su control o al menos de evitar que su
dirección quede en manos de los sectores populares.
Ello explica en parte, por un lado, la tendencia a reducir la presencia de espacio de disfrute colectivo
autónomo en nuestras ciudades y, por el otro, la apelación recurrente que se hace a la zonificación y la
planificación urbanas como los marcos metodológicos e institucionales que permiten sistematizar y
racionalizar el control.
En los dispositivos que a diario se implementan en nuestro país, es fácil notar la tendencia clara y precisa a no
dejar un solo centímetro cuadrado del perímetro urbano sin el control garantizado del aparato policial del
sistema; o más claramente, a no dejar uno solo de los rincones de la ciudad en condiciones que pueda ser
controlada autónoma y democráticamente por los ciudadanos.
Desde este punto de vista, la importancia política del papel que juega la ocupación del espacio urbano en el
contexto general de la lucha de clases en Colombia, no radica solamente en el hecho, más o menos evidente,
de que las clases dominantes se hayan apropiado de los sectores de las ciudades que la zonificación urbana (su
subterfugio más preciado) les haya asignado como las mejores y que consecuentemente hayan confinado a las
clases menos favorecidas en los peores terrenos de la urbe, hundiéndolos cada vez más en condiciones de
existencia claramente lamentables.
Se trata, más bien, de que incluso en aquellos terrenos, agobiantes por lo demás, el sistema dominante tiene la
necesidad ineludible de garantizar el sometimiento ideológico y político de los habitantes y por tanto tiende a
consolidar sobre ellos el control cotidiano sobre su forma de vida.
Enseguida veremos cómo se materializa ese refinado despliegue represivo y su entorno político.
LA EXPULSIÓN DEL CIUDADANO DEL ESPACIO PÚBLICO
Los resultados más importantes del movimiento que generó y enmarcó el proceso de urbanización en
Colombia y que signó desde el principio las cualidades constitutivas del espacio urbano en las ciudades y sus
posibilidades lúdicas, creativas y culturales, fueron, por un lado, sacar al conjunto de la población citadina del
centro urbano, y, por el otro, expulsar de la calle cualquier contenido que hubiese podido articular al nuevo
ciudadano en ciernes con el espacio que, desde luego, lo iba ya irremisiblemente a albergar
En efecto, apenas iniciado por parte de la población el movimiento natural−social, espontáneo de su
reconocimiento e identificación con el espacio propiamente urbano de las ciudades en Colombia, por parte de
las clases dominantes se creó el programa y se montaron los mecanismos que, en su funcionamiento, vaciaron
de contenido colectivo la calle y los espacios públicos de la ciudad y confinaron a la población en sus recintos
19
privados, en sus casas, lanzándola hacia las áreas residenciales, a los barrios.
Las limitaciones de espacio propias de una ponencia como esta impiden la descripción amplia de aquellos
programas y mecanismos pero sí podemos enunciar tres aspectos fundamentales de tal estrategia.
a) En primer lugar, la nada inocente presencia y mantenimiento por más de una década continua (1948−1960)
de la llamada Violencia que llevó al país a un desangre que tiende a simplificarse en la muerte de más de
300.000 colombianos, pero que tuvo consecuencias antropológicas y sociológicas que posteriormente
incidieron claramente en la construcción de la ciudad colombiana actual.
b) Por otro lado la institucionalización eterna del Estado de Sitio el cual, con pocas y cortas interrupciones, ha
soportado la configuración de Colombia en un país de ciudades durante más de 40 años.
c) Finalmente, la rápidamente aceptada y fácilmente institucionalizada vigencia de la Planificación Urbana
como la máxima expresión del orden que, según las clases dominantes, debían mantener y ejemplarizar los
centros urbanos de nuestro país.
Con base en estos delineamientos, desde sus inicios, el centro urbano fue asignado a la función de
administración y gestión de la pura dominación no sólo económica sino sobre todo política; y de paso, se dejó
al ciudadano que no tenía más que ese título sin ningún espacio que lo identificara, que le diera escala y le
brindara arraigo. Por esto, las calles no pudieron alcanzar a constituir un significado cotidiano, próximo, vital
y poético para los transeúntes: siempre cabía (cabe) la posibilidad de que el gendarme apoyado en sus armas,
se aproximara ordenando: circulen, circulen! o que, como se volvió común desde hace 40 años en cualquier
conglomerado colombiano, estén pidiendo papeles de identificación.
Por ello puede decirse que en el Centro de Bogotá, de Medellín, de Cali o de cualquier ciudad del país, el
movimiento, la vida de la calle depende exclusivamente del ritmo que a su función le'ha impuesto el
desarrollo económico: Su frenesí alcanza el punto culminante en las llamadas hora pico y se mantiene en
latencia mientras el comercio está activado. Pero a medida que la circulación de capital y de fuerza de trabajo
se retiran, a reponerse la última y rediseñar el conjunto del funcionamiento el primero, la calle se vacía de
gente y obviamente de contenido.
Así, en la noche la calle, especialmente la del centro de la ciudad, queda en poder del lumpen y/o del policía
(del Estado) que la cuida (no la protege pues no vive en ella) para que al día siguiente sirva de escenario al
mismo movimiento del día que pasó. Esa soledad nocturna de los centros urbanos se repite como soledad
vespertina los sábados y toma también la forma de la interminable soledad dominical característica de
nuestras ciudades.
Casi no hay, por decir lo menos, sobre todo en sus centros urbanos, espacio para el tiempo en el que la
población no está directa o indirectamente sometida a la producción de plusvalía. Por ello, encontrar en las
ciudades colombianas actuales un número apropiado de parques, paseos, bulevares, galerías, etc., en los cuales
se brinde a los ciudadanos la posibilidad segura simplemente de estar es, al mismo tiempo, un recuerdo del
pasado y una ilusión de futuristas. No hay, en la sociedad colombiana, SITIO PARA EL ESPACIO lIBRE.
Este proceso de exclusión de la población de los lugares y espacios públicos tiende a confinar a la ciudadanía
trabajadora en sus lugares de empleo durante la jornada de trabajo, a los estudiantes en los centros educativos
en las horas de clase, etc., y en las horas de descanso se pretende mantener a los ciudadanos recogidos en sus
hogares
Este proceso es otra manifestación de la tendencia ideológica y política del capitalismo a privatizar todo el
devenir social (lo que, por otra parte, su propia estructura productiva tiende a socializar) por ello su efecto no
termina cuando logra, como resultado, vaciar las calles del centro urbano y necesita sentar su presencia en los
20
barrios aun que allí, en términos estratégicos, su hegemonía todavía puede discutirse, especialmente en
aquellos que sirven de vivienda a los sectores sociales más sometidos.
Ello es así porque la búsqueda de un sentido lúdico en el espacio próximo a la vivienda, en el entorno
cotidiano y colectivo se da con mucha intensidad en los barrios populares Al contrario de lo que ocurre en
aquellos de las clases medias quienes van aceptando, introyectando y asumiendo que la calle es un espacio
asignado a la circulación de vehículos, el cual sólo puede ser ocupado por el ciudadano cuando a nivel
institucional se ve convocado a ello (Paradas militares, desfiles de caridad o turísticos y procesiones
religiosas). Por su lado las clases dominantes, cuyo espacio definitivamente es el privado, no solamente
consideran la calle algo ajeno al ciudadano sino que incluso actitud motivada esencialmente en el cuidado
objetivo de sus intereses la consideran un lugar sumamente peligroso.
Hay en los habitantes de los barrios populares una tendencia a darle una gran poli funcionalidad a sus calles:
buscan en ellas, de acuerdo con las edades y con su ubicación económico−social, el espacio para jugar,
trabajar, divertirse, reunirse, conocerse, intercambiar opiniones e incluso pelearse. De allí el gran dinamismo,
la extraordinaria actividad que presentan sus calles a los ojos del observador.
Para lograr tal riqueza cotidiana se utilizan constantemente los elementos arquitecturales y urbanísticos que
componen la calle:
antejardines, andenes, calzadas, escaleras, balcones, porches, aleros, terrazas, postes, lotes no construidos aún,
construcciones no terminadas, etc., desarrollándose así un gran potencial artístico y cultural, en tanto
colectivo.
Este movimiento tiene una presencia muy fuerte y es bien claro que su dinamismo se dirige hacia la
configuración de un medio ambiente ciudadano abierto al público, democrático y colectivo. Lamentablemente
en nuestro país tenemos que comprenderlo y analizarlo en su potencialidad pues circunstancias históricas
particulares no han permitido que se configure definitivamente.
Por el momento, lo que se nos presenta en estos barrios son las prácticas de ocupación espacial que la
población urbana de los sectores populares ha logrado configurar en los 40 ó 50 años que como habitantes de
la ciudad llevan establecidos en ella; ese es un tiempo sumamente corto y por ello no es pertinente, en
términos históricos y culturales, pretender que el conjunto de aquellas prácticas ya se hubiese consolidado en
una identidad urbana articulada, coherente y total.
A la incidencia del tiempo tenemos que agregar los efectos y remanentes de la forma como se dio en este país
el proceso de urbanización, los cuales marcaron muy violentamente la tarea de los habitantes urbanos
colombianos de construirse un entorno citadino. Tanto por la forma como los primeros migrantes fueron
expulsados de sus parcelas y lanzados hacia los centros urbanos, como por los antecedentes históricos de la
producción del espacio urbano colombiano y por el ambiente político que vivía el país en esos momentos, a
los primeros habitantes urbanos colombianos, especialmente los más pobres, que son la mayoría, se vieron
atrapados entre muchas formas de violencia: tanto tras de sí, empujándolos desde las zonas rurales, como al
frente, en su lucha por configurar un hábitat.
Todo esto marcó con un signo agresivo y por ello, en términos cultura les, de manera negativa tanto las
formas de ocupación del espacio como la posibilidad de crear una cierta calidad espacial urbana, la cual
necesariamente, en tanto realización artística, requiere de un tiempo en el cual colectivamente se vayan
desenvolviendo todas estas angustias y deseos autodestructivos
A estos desarrollos que en términos del problema de la construcción de una cierta calidad de espacio colectivo
como el urbano nos parecen los más esenciales, hay que agregar lo que rodea y determina la posibilidad física,
económica y material de la misma construcción. En este sentido las circunstancias de deterioro constante y
21
expansivo de las condiciones de existencia de la población urbana del país, atentan en forma irremisible
contra el deseo de utilizar los elementos constitutivos formales y de composición que podrían generar un
ambiente y una morfología espacial que ayudara a enriquecer las existencias de la oblación que los habita.
Contra esto, sin embargo, lucha constantemente el inconsciente artístico colectivo y con todo, logra crear una
espacialidad que en muchos casos alcanza niveles de belleza que sólo la creatividad logra configurar. No
obstante, hay que decirlo, eso se hace a pesar de las condiciones adversas y por otro lado la persistencia de la
situación estrechamiento económico ya empieza a mostrar la casi imposibilidad de construir calles en las
cuales las habitaciones que la encierran tengan algo más que las aberturas ( indispensables para entrar y salir
de ellas.
Además de que en la calle (La Comuna Nororiental de Medellín, 350.000 habitantes, es una buena radiografía
de su transformación física) a través del tiempo ya dejaron de aparecer antejardines, incluso andenes, y las
calzadas en sus especificaciones han llegado a reducirse a lo estrictamente necesario, sin contar con sus
condiciones de pavimentación.
A todo lo anterior, y como un resultado del funcionamiento combina do de tal cúmulo de contradicciones y
carencias, hay que agregar la circunstancia de la gran inseguridad ciudadana que ha venido apoderándose
irremisiblemente de nuestras ciudades en general y en particular de estos sectores populares; con tal
inseguridad, con su funcionamiento, prácticamente se reemplaza al gendarme en su función de mantener
enclaustrado al ciudadano, encerrado en su casa, individualizado, ajeno al espacio público y colectivo y de él.
Se ha llegado a configurar un mecanismo de represión cuya violencia, por funcionar en términos de
autodestrucción, puede alcanzar niveles insospechados y que en el terreno de la construcción de las
posibilidades del disfrute lúdico y recreativo del y en el espacio urbano, para la gran mayoría de los habitantes
urbanos colombianos, deja prácticamente cancelada cualquier salida, al menos en un corto plazo y muy
posiblemente mientras se mantengan las condiciones estructurales que han generado semejante situación.
En efecto, lo que logramos identificar en este contexto es el funcionamiento de un mecanismo que, en la
práctica y como consecuencia, tiende de nuevo a mantener al ciudadano alejado ya no solamente del espacio
colectivo en general sino particularmente de su despacho más próximo: de la calle. Y de esta manera, también
como un resultado, se logra impedir la eventualidad del encuentro, del intercambio ciudadano, del
reconocimiento del status social, de la identificación con el entorno y el vecindario, es decir, de una
cotidianidad espontánea, colectiva, creadora, seguramente conflictiva pero dinámica, que sería la base de un
tipo de organización natural y democrática, por los problemas que acarrearía para la institucionalidad vigente.
Institucionalidad vigente que actualmente define las únicas formas de organización permitidas en esos
sectores, y que son las puntas de lanza del control del tiempo y del espacio libre en los sectores populares: la
Iglesia Católica, la acción comunal, la defensa civil, los clubes deportivos, etc., los cuales en su
funcionamiento logran cancelar cualquier tipo de organización independiente y que actúan esencialmente a
nivel de la superestructura pues sus recursos económicos son tan escasos que ni siquiera pueden actuar en
términos del mero reformismo.
Como vemos, para los sectores sometidos de la sociedad colombiana, también en sus sectores residenciales,
en sus barrios, con todo este cúmulo de procesos y movimientos, se les ha impedido que se construya
sólidamente el vínculo extraordinario que tiende a configurarse entre el tiempo libre cotidiano el único que
podría realmente alcanzar un status efectivamente RE−CREATIVO y el espacio urbano más próximo a su
hábitat y por lo mismo cotidiano: la calle. Pues la tendencia desde el punto de vista de la dominación es a
llenarlos ambos: tiempo y espacio, de orden, organización, utilidad, y... en últimas, de control.
UNA PREGUNTA PARA LA PLANEACIÓN
22
En las circunstancias planteadas el problema del espacio urbano, entendido como la configuración de una
nueva forma de espacialidad, presenta una situación muy grave para una proporción cada vez más grande de
la población colombiana (y aunque no conocemos en detalle las circunstancias de los otros países
latinoamericanos, tampoco podemos asegurar que ellos estén excluidos de esta situación) en tanto ella se ve
sometida a un acoso constante que le impide consolidar un movimiento de identificación cultural con su
entorno citadinos; ya no solamente porque, por razones económicas, se ve desaloja da de las áreas que en las
ciudades se han destinado a contener y a soportar las funciones más necesarias al mantenimiento de la
dominación del sistema, y porque debido a prevenciones ideológicas ha sido excluida de aquellos sectores
residenciales que por sus cualidades físicas, ecológicas, y paisajistas han sido destinadas a la vivienda y
derroche de los sectores dominantes, sino que además, ya por razones esencialmente políticas se tiende
también a reprimirla ex pulsándola del espacio urbano colectivo que los mismos habitantes construyen y
pretenden constituir como un complemento del espacio interior que han configurado en sus viviendas.
Ya no se trata exclusivamente de la negación del acceso a la propiedad privada sobre el terreno urbano que
ocupan los sectores más deprimidos y sometidos de nuestra sociedad (la cual, con todas sus connotaciones y
consecuencias económicas, subsiste) sino de la problemática que plantean las luchas que continuamente tienen
que librar esos mismos sectores por vivir libre y autónomamente en las ciudades y por consolidar la
apropiación cultural real del ambiente urbano que construyen.
Se presenta pues un nuevo marco a considerar desde la perspectiva del papel que puede jugar el desarrollo de
la llamada Planificación urbana en Latinoamérica y en el momento actual, tanto en sus connotaciones políticas
(como eventual mecanismo racionalizador de la represión) como en sus responsabilidades culturales en tanto
tienen al frente la necesidad de contribuir a consolidar una identidad urbana para el conjunto mayoritario de la
población del continente.
23
Documentos relacionados
Descargar