I:\TRABAJO\2º DE BACHILLERATO\CULTURA DE 2º\CANTOS

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HOMERO
Cantos de la Ilíada y la Odisea
RESUMEN DE LA ILÍADA
La Ilíada (de «Ilio» [}Ιλιος en griego], nombre que se da también a la ciudad de Troya) narra ciertos sucesos ocurridos en
la Guerra de Troya. Esta guerra es una guerra mítica (o legendaria) en la que se enfrentaron los griegos, a los que en la obra
se les da el nombre de aqueos, argivos o dánaos, con los troyanos, a los que en la obra se les da también el nombre de teucros
o, a veces, frigios.
La causa de la guerra fue la siguiente. Paris –llamado habitualmente Alejandro en la obra–, hijo de Príamo, el rey de Troya,
estaba como huésped en el palacio de Menelao, rey de Esparta. Sin respetar las normas de comportamiento entre huéspedes
(se entiende por «huésped» tanto la persona que da hospitalidad como la que la recibe), que prohibían causarse cualquier
perjuicio entre sí, Paris seduce a Helena, la mujer de Menelao, y se la lleva a Troya, junto con los tesoros del palacio.
Realmente, detrás de todo ello están los dioses. Cuando se celebró la boda entre la diosa Tetis y el mortal Peleo, no fue
invitada la diosa Discordia (}Ιρις), que se ofendió por ello. Estando juntas las diosas Hera, Afrodita y Atenea, Discordia se
presentó y arrojó ante ellas una manzana de oro, diciendo que era para la más hermosa. Como cada una de ellas creía que la
manzana debía ser para ella por ser la más hermosa, Zeus mandó a Hermes que las llevara al monte Ida (junto a Troya) para
que decidiera el mortal Paris, hijo del rey de Troya y considerado el más bello de los hombres. Cada una de las diosas intenta
asegurarse ser la elegida, para lo que cada una ofrece a Paris una recompensa si la elige a ella: Hera le ofrece el imperio de
Asia, Atenea la sabiduría y la victoria en los combates, Afrodita el amor de Helena, la mujer más hermosa. Seducido por lo
que le ofrece Afrodita, la elige a ella como la más hermosa. Así, Afrodita hará que Helena se enamore de Paris. Pero al elegir
a Afrodita, Paris se atrae la enemistad de Hera y Atenea, ira que recaerá también sobre su ciudad, Troya.
Menelao pide ayuda a los demás reyes griegos (cuando Helena iba a elegir esposo, todos los reyes griegos se
comprometieron a prestar ayuda al elegido en el caso de que alguien se la arrebatara). Se envía una embajada a Troya para
pedir la devolución de Helena y los tesoros. Al negarse Paris, los griegos reúnen un gran ejército para conquistar Troya. Este
ejército tenía como jefe supremo a Agamenón, hermano de Menelao y rey de Micenas, y el más poderoso de los reyes griegos,
si bien cada rey ejerce el mando sobre sus propias tropas y tiene bastante independencia (está en el ejército común griego de
forma voluntaria).
El ejército griego no logra conquistar Troya, y los troyanos tampoco logran rechazar a los griegos, con lo que la guerra se
va alargando. Cuando empieza la obra se está en el décimo año de guerra. En ese momento estalla la cólera de Aquiles, cólera
que es el motivo central de la obra.
[AQUÍ COMIENZA LA OBRA.] Aquiles, hijo de Tetis y Peleo y jefe de los mirmidones, se enfrenta a Agamenón en una
violenta reyerta. La causa de esa cólera es la siguiente. Crises, un sacerdote de Apolo, acude al campamento de los aqueos a
rescatar a su hija Criseida, que había sido cautivada y era esclava de Agamenón. Éste no acepta el rescate que le ofrecía Crises,
lo expulsa del campamento y le amenaza con maltratarlo si lo vuelve a ver. Asustado, Crises se marcha e implora a Apolo que
castigue la afrenta que se le ha hecho (al ofenderlo a él, sacerdote de Apolo, también Apolo ha resultado ofendido). Apolo
entonces envía una peste a los aqueos, hiriendo a animales y hombres con sus dardos. Angustiados por la peste, que parece
que va a acabar con todos, los aqueos deciden consultar al adivino Calcante sobre la causa. En un principio el adivino no se
atreve a hablar, pero, al prometerle Aquiles que lo protegerá, al final revela que la peste la envía Apolo en castigo por el trato
dado a su sacerdote, y que, para que acabe, Criseida debe ser devuelta a su padre sin recibir a cambio ningún rescate.
Agamenón monta en cólera, pero al final accede a hacer lo que dice el adivino. A cambio, como cree que no es justo que pierda
la parte del botín que le corresponde, decide que Aquiles le entregue a su cautiva Briseida para compensarle de la pérdida de
Criseida. Tiene entonces lugar la violenta disputa entre Aquiles y Agamenón, y sólo la intervención divina impide que Aquiles
ataque con la espada a Agamenón (Atenea se le aparece y le ordena que se limite a atacarle con palabras). Finalmente, Aquiles
da la orden de que Briseida sea entregada, pero, irritado, se retira de la lucha. Considerándose deshonrado, se dirige a su madre,
la diosa Tetis, y le suplica que haga que los aqueos lamenten el trato que le han dado. Tetis consigue que Zeus le prometa que
favorecerá a los troyanos para hacer pagar así a los aqueos la ofensa inferida al mejor de los guerreros griegos.
Agamenón ordena que continúe la lucha sin Aquiles.
Cuando los ejércitos aqueo y troyano están a punto de enfrentarse, el caudillo troyano Héctor propone resolver el conflicto
mediante un combate singular entre Paris y Menelao. La propuesta es aceptada. Menelao está a punto de matar a Paris, pero
la diosa Afrodita interviene y lo salva, llevándolo a su palacio en Troya. Menelao, desconcertado, busca a su rival sin
encontrarlo. Ante la desaparición de Paris, Agamenón proclama vencedor a Menelao y pide la restitución de Helena y los
tesoros y el pago de una compensación. Entonces Pándaro, un aliado de los troyanos, incitado por la diosa Atenea, que busca
la reanudación de la guerra para que Troya sea destruida, dispara una flecha contra Menelao y lo hiere en una pierna, con lo
que se rompe la tregua entre troyanos y aqueos. Tiene entonces lugar entre los dos ejércitos una encarnizada batalla. En ella
destaca por parte aquea Diomedes, que hace huir incluso a los dioses Ares y Afrodita, y por parte troyana Héctor. [Aquí
comienza el canto VI.] Éste hace una pausa en la lucha y regresa a Troya (la lucha tiene lugar siempre en la llanura que hay
entre la ciudad y el mar), para ordenar a las mujeres que se atraigan a la diosa Atenea por medio de plegarias y ofrendas. Antes
de regresar al campo de batalla se encuentra con su esposa Andrómaca, que lleva en brazos al hijo de ambos, Astianacte.
Héctor se despide de ellos en una escena muy emotiva. Cuando vuelve al campo de batalla, propone una tregua y que luche
con él uno de los caudillos aqueos. Es elegido por sorteo Áyax Telamonio, uno de los mejores guerreros aqueos. La llegada
de la noche pone fin al duelo sin que ninguno resulte vencedor.
Durante la noche los aqueos fortifican su campamento con un muro de tierra y un foso.
2
Al día siguiente se reanuda la lucha, que es desfavorable a los aqueos, hasta el punto de que al atardecer los troyanos
acampan junto al muro recién construido por los aqueos. De este modo, se van cumpliendo los designios de Zeus, que está
llevando a cabo lo que prometió a Tetis.
Ante la situación en que se encuentran los aqueos, Agamenón se arrepiente y lamenta la disputa con Aquiles. Por consejo
del anciano y sabio Néstor, le envía como embajadores a Ulises, a Áyax y al viejo Fénix, para solicitar su ayuda,
prometiéndole a cambio la devolución de Briseida y abundantes regalos. Pero Aquiles, todavía irritado, no acepta, y su ausencia
del campo de batalla permite que sigan los éxitos de los troyanos, que rebasan el muro del campamento aqueo y amenazan las
naves. Posidón y Hera ayudan a los aqueos, sus favoritos, pero Zeus se entera y devuelve la victoria a los troyanos. Entonces
Patroclo, el fiel amigo de Aquiles, consigue de éste el permiso para ponerse sus armas, de modo que los troyanos crean que
es Aquiles quien lucha. Así ocurre y huyen ante él. Patroclo se lanza tras ellos y muere a manos de Héctor al pie de las murallas
de Troya, siendo despojado de sus armas. Se libra un duro combate en torno a su cadáver, con el que por fin se hacen los
aqueos. La noticia de la muerte de su amigo provoca en Aquiles un dolor rabioso, y a partir de ahora Aquiles sólo piensa en
vengar a Patroclo.
Aquiles se reconcilia con Agamenón y se lanza a la lucha, tras recibir de Tetis una nueva armadura, fabricada por Hefesto,
el dios herrero. Ante él retroceden, asustados, los troyanos, que acaban refugiándose dentro de las murallas de Troya. Sólo
queda fuera Héctor. Cuando Aquiles llega a los muros, Héctor emprende la huida. Dan tres vueltas a la ciudad, pero finalmente
Héctor se atreve a enfrentarse a Aquiles, engañado por la diosa Atenea (se le aparece bajo la figura de su hermano Deífobo,
que le dice que le ayudará a luchar contra Aquiles). Aquiles da muerte a Héctor y, atando su cadáver al carro, lo arrastra por
la llanura. Luego celebra espléndidos funerales en honor de Patroclo. Mientras, el cadáver de Héctor permanece sin enterrar,
con gran disgusto de la mayor parte de los dioses (no de Posidón, Hera ni Atenea, por su odio hacia los troyanos).
El viejo Príamo acude a pedir el cadáver de su hijo a cambio de un rescate. Al final Aquiles, acatando la decisión de Zeus
(se la hace llegar Tetis), y enternecido cuando el rey de los troyanos le recuerda a su padre Peleo, acepta el rescate y devuelve
el cadáver, que recibe las merecidas honras fúnebres en Troya.
3
Canto VI de la Ilíada
Quedó sola la atroz contienda de troyanos y de aqueos.
Muchas veces se encrespó la lucha aquí y allá por la llanura,
y unos contra otros enderezaban las astas, guarnecidas de bronce,
en medio del Simoente1 y de las corrientes del Janto2.
Ayante Telamonio3*, baluarte de los aqueos, fue el primero
en romper el batallón troyano y aportar una luz a sus compañeros,
al acertar al hombre que era de mejor hechura entre los tracios,
el hijo de Eusoro, el noble y alto Acamante.
Acertóle el primero en el crestón del casco, de tupidas crines;
en la frente se le clavó y traspasó el hueso hasta dentro
la broncínea punta de la lanza, y la oscuridad cubrió sus ojos.
Diomedes*, valeroso en el grito de guerra, mató a Axilo
Teutránida, que habitaba en la bien edificada Arisba4,
donde vivía con opulencia y era querido por las gentes,
pues habitaba al borde del camino y a todos acogía como suyos.
Mas no hubo entonces quien lo protegiera de la luctuosa ruina
haciendo frente por delante. A ambos robó el aliento vital,
a él y a su escudero Calesio, que estaba a cargo de los caballos
entonces como auriga; y ambos penetraron en el seno de la tierra.
Euríalo* despojó a Dreso y a Ofeltio.
Y fue tras Esepo y Pédaso, a quienes en otro tiempo la ninfa*
de las aguas Abarbárea alumbró por obra del intachable Bucolión.
Bucolión era del noble Laomedonte* el hijo
primogénito, y su madre lo había engendrado en secreto.
Mientras apacentaba las ovejas habían compartido lecho y amor,
y ella5, encinta, había parido hijos gemelos.
También a éstos dobló la furia y los esclarecidos miembros
el Mecisteida y les quitó de los hombros las armas.
El aguerrido Polipetes* mató a Astíalo;
Ulises* despojó a Pidites Percosio
con la broncínea pica, y Teucro* al divino Aretaón.
Antíloco* desarmó con la reluciente lanza a Ablero,
el Nestórida6, y Agamenón*, soberano de hombres, a Élato,
que habitaba a orillas del Satnioente7, de bello caudal,
en la escarpada Pédaso8. El héroe Leito apresó a Fílaco
mientras huía, y Eurípilo despojó a Melantio.
Luego Menelao*, valeroso en el grito de guerra, a Adresto
capturó vivo. Sus caballos, despavoridos por la llanura,
al enredarse en la rama de un tamarisco y romper el corvo carro
por el extremo delantero del timón, habían marchado a su arbitrio
hacia la ciudad, justo por donde los demás huían despavoridos;
1
Río de la región de Troya.
Río de la región de Troya. Es el mismo río conocido también como Escamandro.
3
Ver ‘Apéndice Mitológico’. Para evitar que las notas ocupen demasiado sitio en la página y para facilitar la consulta, los personajes
mitológicos que aparezcan en el texto no los explicaremos en notas sino que los explicamos todos juntos, en orden alfabético, en un ‘Apéndice
Mitológico’. Todos los nombres que lleven un asterisco están recogidos en ese ‘Apéndice Mitológico’ (se pone sólo la primera vez que salen).
Si no sabemos nada de los personajes, no los recogemos en ese ‘Apéndice’.
4
Ciudad de la región de Troya.
5
Se refiere a la ninfa, no a la madre de Bucolión.
6
Se refiere a Antíloco, no a Ablero.
7
Río de la región de Troya.
8
Ciudad situada en la región de Troya.
2
4
y él, volteado fuera de la caja de carro más allá de la rueda,
había caído de boca y de bruces en el polvo. Al lado apareció
el Atrida Menelao empuñando la pica, de luenga9 sombra.
Entonces Adresto le agarró las rodillas y le suplicó así:
“¡Préndeme vivo, hijo de Atreo, y acepta un rescate digno!
Muchos tesoros hay guardados en casa de mi opulento padre:
bronce, oro y muy forjado hierro; de ellos
mi padre estaría dispuesto a complacerte con inmensos rescates,
si se entera de que estoy vivo en las naves de los aqueos”.
Así habló, tratando de convencer su ánimo en el pecho.
Y cuando ya estaba a punto de entregarlo a su escudero,
para que lo llevara a las veloces naves de los aqueos, Agamenón
llegó corriendo frente a él y lo increpó con estas palabras:
“¡Tierno hermano! ¡Menelao! ¿Por qué te preocupas así
de estos hombres? ¿Acaso han hecho contigo lo mejor en tu casa
los troyanos? ¡Ojalá ninguno escape del abismo de la ruina
ni de nuestras manos, ni siquiera aquel al que en el vientre
lleva su madre ni aquel que huye! ¡Que a la vez todos
los de Ilio10 queden exterminados sin exequias y sin dejar traza!”
Hablando así, el héroe desvió la intención de su hermano,
porque era oportuna su advertencia. Rechazó de sí con la mano
al héroe Apresto, y el poderoso Agamenón lo
hirió en el costado. Cayó éste de espaldas, y el Atrida,
apoyando el pie en su pecho, le arrancó la pica de fresno.
Néstor* arengó a los argivos con recia voz:
“¡Amigos, héroes dánaos11, escuderos de Ares*!
Que ninguno ahora, entretenido sobre los despojos, atrás
se quede, para llegar a las naves con más carga que nadie.
Matemos a los hombres y después con tranquilidad también
podréis despojar por la llanura los cuerpos de los muertos.”
Hablando así, estimuló la furia y el ánimo de cada uno.
Entonces los troyanos, a manos de los aqueos, caros a Ares,
habrían penetrado en Ilio, doblegados por sus cobardías,
si no hubiera sido porque se presentó ante Eneas* y Héctor*
el Priámida Heleno*, de los agoreros con mucho el mejor, y dijo:
“¡Eneas y Héctor! Ya que el peso en vosotros sobre todo
de entre los troyanos y licios12 gravita, porque los mejores
sois para toda empresa, bien para luchar, bien para decidir,
deteneos ahí mismo y contened la hueste ante las puertas,
yendo por doquier, antes que en brazos de las mujeres
caigan huyendo y se conviertan en irrisión para los enemigos.
En cuanto los dos hayáis estimulado a todos los batallones,
nosotros nos quedaremos aquí y lucharemos contra los dánaos,
por muy abrumados que estemos, pues la necesidad apremia.
Mas tú, ¡Héctor!, ve a la ciudad y habla enseguida
con la madre tuya y mía: que ella reúna a las matronas
en el templo de la ojizarca13 Atenea* en lo alto de la ciudadela
y que, abriendo con la llave las puertas de la sagrada morada,
el manto que le parezca el más amable y el mayor
9
‘larga’. El traductor usa aquí una palabra anticuada, seguramente para dar un tono antiguo a la lengua que emplea.
Es otro nombre de Troya.
11
Uno de los nombre que se da a los griegos en las obras de Homero, junto a «aqueos» y «argivos». En principio los aqueos eran un pueblo que
habitaba en la región de Argos, en el Peloponeso, pero el nombre se extendió a todos los griegos.
12
Pueblo de Asia Menor. Eran aliados de los troyanos. Aquí parece que no se refiere a los licios propiamente dichos, sino a los habitantes de
Asia (entendiendo por ella Asia Menor). Parece que aquí distingue el poeta entre los troyanos y los demás habitantes de Asia, los licios, pero
quizá no es más que un recurso poético.
13
‘de ojos azules’
10
5
en el palacio y con mucho el más preciado para ella
deposite sobre las rodillas de Atenea, de hermosos cabellos,
y le prometa doce terneras en su templo sacrificar,
añojas14 y no sometidas a aguijada15, para ver si se apiada
de la ciudad, y de las esposas de los troyanos y sus tiernos hijos,
y, así, aparta de la sacra Ilio al hijo de Tideo16,
ese feroz lancero, esforzado instigador de la huida,
del que yo afirmo que es el más violento de los aqueos.
Nunca tuvimos tanto miedo ni de Aquiles*, comandante de hombres,
que afirman que ha nacido de una diosa. Mas éste17 en el colmo
de su furor se halla y nadie puede rivalizar con él en furia”.
Así habló, y Héctor no desobedeció a su hermano.
Al punto del carro saltó a tierra con las armas
blandiendo las agudas lanzas, recorrió el ejército por doquier
instándolos a luchar y despertó una atroz contienda.
Se revolvieron y plantaron cara a los aqueos,
y los argivos retrocedieron y cesaron la matanza.
Estaban seguros de que del estrellado cielo un inmortal
había bajado a defender a los troyanos: ¡así se revolvieron!
Héctor arengó a los troyanos con recia voz:
“¡Soberbios troyanos y aliados cuya gloria llega de lejos!
Sed hombres, amigos, y recordad el impetuoso coraje,
mientras yo voy a Ilio, y a los ancianos
del consejo y a nuestras esposas digo
que supliquen a las divinidades y les prometan hecatombes18.”
Tras hablar así, se alejó Héctor, el de tremolante penacho19.
En ambos extremos de su oscura piel, talones y cuello, golpeaba
la orla exterior que recorría el abollonado broquel20.
Glauco*, hijo de Hipóloco, y el hijo de Tideo
coincidieron, ávidos de lucha, en el espacio entre ambos bandos.
Cuando ya estaban cerca, avanzando el uno contra el otro,
díjole el primero Diomedes, valeroso en el grito de guerra:
“¡Sobresaliente guerrero! ¿Quién eres tú de los mortales?
Nunca te he visto en la lucha, que otorga gloria a los hombres,
antes. Sin embargo, ahora estás muy por delante de todos
y tienes la osadía de aguardar mi pica, de luenga sombra.
¡Desdichados son los padres cuyos hijos se oponen a mi furia!
Pero si eres algún inmortal y has descendido del cielo,
desde luego yo no lucharía con los celestiales dioses.
Ni siquiera el hijo de Driante, el esforzado Licurgo*,
que con los celestiales dioses trabó disputa, tuvo vida longeva,
el que en otro tiempo a las nodrizas del delirante Dioniso*
fue acosando por la muy divina región de Nisa21. Todas a la vez
los tirsos22 dejaron caer a tierra, por el homicida Licurgo
14
‘de un año’. Se trata, entonces, de animales ya crecidos pero aún jóvenes (en su mejor momento para ser consumidos).
Es decir, aún no empleadas en los trabajos del campo (la aguijada es un palo con una punta de metal que se emplea para estimular a los
animales de labor). Parece que ofrecer un animal que aún no se ha empleado para otra cosa es una muestra de respeto (una cosa nueva tiene
más valor como regalo que una usada).
16
Diomedes.
17
Se refiere a Diomedes.
18
Sacrificios de muchos animales (en principio, sacrificios de cien bueyes).
19
El penacho era un adorno, en general de pelo de caballo. Al moverse el guerrero, o por el viento, tremolaba, es decir, se movía formando,
más omenos, olas.
20
‘escudo’.
21
País al que Zeus llevó a Dioniso para protegerlo de Hera. No se identifica con nigún país conocido: unos lo sitúan en África y otros en Asia,
pero quizá sea un país mítico que no corresponde a ningún país real.
22
Varas rodeadas de hiedra y hojas de vid con una piña en la parte superior. Los llevan los adoradores de Dioniso.
15
6
con la aguijada golpeadas. Despavorido, Dioniso se sumergió
en el oleaje del mar, y Tetis* lo acogió en su regazo, temeroso
y presa de violento temblor por las increpaciones del hombre.
Mas pronto abominaron de él los dioses, que pasan fácil vida,
y el hijo de Crono23 lo dejó ciego. Y ya no duró mucho tiempo,
porque se hizo odioso a ojos de todos los inmortales dioses.
Mas si eres un mortal de los que comen el fruto de la tierra
acércate más y así llegarás antes al cabo de tu ruina.”
Respondióle, a su vez, el esclarecido hijo de Hipóloco:
“¡Magnánimo24 Tidida25! ¿Por qué me preguntas mi linaje?
Como el linaje de las hojas, tal es también el de los hombres.
De las hojas, unas tira a tierra el viento, y otras el bosque
hace brotar cuando florece, al llegar la sazón de la primavera.
Así el linaje de los hombres, uno brota y otro se desvanece.
Si quieres, sábete también lo siguiente, y te enterarás
bien de mi linaje, que ya muchos hombres conocen:
hay una ciudad, Éfira26, en el fondo de Argos27, prado de caballos,
y allí vivía Sísifo*, que fue el más astuto de los hombres,
Sísifo Eólida. Y he aquí que éste tuvo por hijo a Glauco.
Y por su parte, Glauco engendró al intachable Belerofontes*.
A éste belleza y amable valentía los dioses le otorgaron.
Mas Preto* maquinó contra él maldades en el ánimo,
porque era muy superior a él, y lo desterró del pueblo
de los argivos, a quienes Zeus* había sometido al cetro de Preto.
La mujer de éste, la divina Antea*, concibió enloquecido deseo
de unirse a él en secreto amor. Pero no logró
convencer los buenos instintos del belicoso Belerofontes.
Entonces aquélla dijo con mentiras al rey Preto:
‘¡Ojalá mueras, Preto, o mata a Belerofontes.
Que ha querido unirse en el amor conmigo contra mi deseo!’
Así habló, y la ira prendió en el soberano al oírlo.
Eludía matarlo, pues sentía escrúpulos en su ánimo;
pero lo envió a Licia28 y le entregó luctuosos signos29,
mortíferos la mayoría, que había grabado en una tablilla doble,
y le mandó mostrárselas a su suegro30, para que así pereciera.
Marchó a Licia bajo la intachable escolta de los dioses
y en cuanto llegó a Licia y a la corriente del Janto,
amistosamente lo honró el soberano de la anchurosa Licia.
Durante nueve días lo hospedó y nueve bueyes sacrificó.
23
En este caso ‘el hijo de Crono’ es Zeus*.
Aquí ‘magnánimo’ no tiene el sentido corriente de ‘generoso’, sino que más bien quiere decir ‘de ánimo grande’, quizá ‘valeroso’. Es un
calificativo habitual para los héroes, que tiene muchas veces simplemente un valor ornamental: la poesía épica debe emplear un lenguaje
«elevado», muy cuidado, lleno de adornos, y hasta grandilocuente.
25
‘Tidida’es lo mismo que ‘hijo de Tideo’ (es decir, Diomedes).
26
Nombre con que se conocía primitivamente la ciudad de Corinto.
27
Ciudad griega situada en el Peloponeso. En Homero suele usarse para referirse a todo el Peloponeso, e incluso a toda Grecia. Aquí se refiere
al Peloponeso, donde está Corinto.
28
Región de Asia Menor (en el sur). Los griegos tuvieron importantes relaciones con las distintas regiones de Asia Menor, lo que tiene su
reflejo, como en este caso, en la mitología. Como pueblo de Asia, igual que los troyanos, en la Guerra de Troya los licios son sus aliados.
29
Quiere decir ‘signos que causan dolor’, ‘signos que traen llanto’. Parece claro que se hace referencia a la escritura. Es la única referencia a
la escritura que aparece en los poemas homéricos. Hacía poco que la escritura había sido introducida en Grecia, o mejor dicho reintroducida,
pues ya en época micénica (II milenio a.C.) se había empleado un tipo de escritura, silábica. Aquí, ¿se refiere a la escritura recientemente
introducida o a la antigua? El hecho de que Belerofontes no se entere de lo que está escrito parece apoyar que se refiere a la antigua, pues era
una escritura complicada que seguramente sólo podía ser comprendida por escribas profesionales. Además, si de refiriera a la nueva escritura,
eso supondría que ese mito (o esa parte del mito) era muy reciente. Pero no es algo seguro.
30
El rey de Licia, padre de la mujer de Preto.
24
7
Pero al aparecer por décima vez la Aurora, de rosados dedos31,
entonces le preguntó y solicitó ver la contraseña
que había traído consigo de parte de su yerno Preto.
Cuando la funesta contraseña de su yerno recibió,
mandóle, en primer lugar, a la tormentosa Quimera*
matar. Era ésta de raza divina, no humana.
por delante león, por detrás serpiente, y enmedio cabra,
y exhalaba la terrible furia de una ardiente llama.
Pero logró matarla, fiado en los portentos de los dioses.
En segundo lugar luchó contra los gloriosos sólimos32,
la lucha en su opinión más feroz que contra hombres entabló.
En tercer lugar, mató a las varoniles amazonas*.
Pero a su regreso, urdió contra él otro sagaz engaño:
escogiendo de la anchurosa Licia a los mejores varones,
los apostó en emboscada; mas no regresaron de nuevo a casa,
pues a todos los mató el intachable Belerofontes.
Cuando fue conociendo que era el noble vástago de un dios,
lo retuvo allí, le ofreció a su propia hija por esposa
y le dio la mitad de todos sus regios honores.
Y los licios le acotaron un predio excelente entre los demás,
fértil campo de frutales y labranza, del que obtener lucro.
Aquélla dio a luz tres hijos al belicoso Belerofontes:
Isandro, Hipóloco y Laodamía.
Junto a Laodamía vino a yacer el providente Zeus,
y ésta alumbró a Sarpedón*, de broncíneo casco, igual a un dios.
Pero cuando también aquél33 se hizo odioso a todos los dioses,
por la llanura Aleya iba solo vagando,
devorando su ánimo y eludiendo las huellas de las gentes.
A su hijo Isandro, Ares*, insaciable de combate,
lo mató cuando luchaba con los gloriosos sólimos.
A su hija la mató Ártemis*, la de áureas riendas, irritada.
E Hipóloco me engendró a mí, y de él afirmo haber nacido.
Me envió a Troya y con gran insistencia me encargó
descollar siempre, sobresalir por encima de los demás
y no mancillar el linaje de mis padres, que los mejores
con mucho fueron en Éfira y en la anchurosa Licia.
Ésos son la alcurnia y la sangre de las que me jacto de ser».
Así habló, y Diomedes, valeroso en el grito de guerra,
se alegró, y clavó la pica en el suelo, nutricio de muchos,
y dijo con lisonjeras palabras al pastor de huestes34:
«¡Luego eres antiguo huésped35 de la familia de mi padre!
Pues una vez Eneo*, de casta de Zeus, al intachable Belerofontes
hospedó y retuvo en su palacio durante veinte días.
Se obsequiaron con bellos presentes mutuos de hospitalidad:
Eneo le dio un cinturón reluciente de púrpura,
y Belerofontes una áurea copa de doble asa,
31
Homero suele aplicar este calificativo a la Aurora, la diosa que representa la aurora. Hace referencia al color rojizo o rosado que suele tomar
el cielo por el este al amanecer.
32
Pueblo, muy belicoso y feroz, que habitaba cerca de Licia.
33
Se refiere a Belerofontes.
34
‘pastor de huestes’ (u otra traducción similar) es un calificativo aplicado con frecuencia por Homero a los héroes, que son normalmente reyes
y, por tanto, dirigen ejércitos o gobiernan pueblos (son, en sentido figurado, ‘pastores’).
35
Al traducir, se usa la palabra ‘huésped’ para referirse a la persona que está unida con otra por lazos de hospitalidad, a falta de otra palabra
en español. Recoge de alguna manera el sentido antiguo de esta palabra: antiguamente ‘huésped’ era tanto el que se hospedaba en un sitio como
el que daba hospedaje (hoy la usamos para referirnos al que se hospeda en casa de otro, o al que se hospeda en un estableciomiento público,
como un hotel). Los vínculos que se creaban entre personas unidas por la hospitalidad eran sagrados: causar un perjuicio a un huésped, aparte
de ser una falta contra las costumbres (las leyes intemporales), era un sacrilegio. Los vínculos de hospitalidad incluían a toda la familia y se
heredaban, como vemos. Una manifestación de esos vínculos era el intercambio de regalos.
8
que yo dejé en mis moradas al venir aquí.
Pero de Tideo* no me acuerdo, porque aún pequeño me
dejó, cuando en Tebas36 pereció la hueste de los aqueos.
Por eso ahora yo soy huésped tuyo en pleno Argos,
y tú lo eres mío en Licia para cuando vaya al país de los tuyos.
Evitemos nuestras picas aquí y a través de la multitud.
Pues muchos troyanos e ilustres aliados tengo para matar,
si un dios me procura a alguien y yo lo alcanzo con mis pies.
Y tú también tienes muchos aqueos para despojar al que puedas.
Troquemos nuestras armas, que también éstos se enteren
de que nos jactamos de ser huéspedes por nuestros padres.»
Tras pronunciar estas palabras, ambos saltaron del carro,
se cogieron mutuamente las manos y sellaron su compromiso.
Entonces Zeus Crónida hizo perder el juicio a Glauco,
que con el Tidida Diomedes intercambió sus armas,
oro por bronce, unas que valían cien bueyes por otras de nueve.
Cuando Héctor llegó a las Esceas37 y a la encina,
corrieron a rodearlo las esposas y las hijas de los troyanos,
para preguntarle por sus hijos, hermanos, parientes
y esposos. Él iba mandando a todas implorar a los dioses,
a unas tras otras: ¡para muchas se cernían duelos inminentes!
Pero cuando ya llegó a la muy bella morada de Príamo*,
construida con pulidos pórticos de columnas, en la cual
había cincuenta habitaciones de pulida piedra,
edificadas unas contiguas a otras, en las que los hijos
de Príamo se acostaban junto a sus legítimas esposas,
y para las hijas, en el lado de enfrente, dentro del patio,
había doce techadas habitaciones de pulida piedra,
edificadas unas contiguas a otras, en las que los yernos
de Príamo se acostaban junto a sus respetables esposas,
allí le salió al paso su madre, dadivosa de benignos regalos,
llevando dentro a Laódica*, la primera de sus hijas en belleza.
Asióle la mano, lo llamó con todos sus nombres y le dijo:
«¡Hijo! ¿Por qué has dejado el audaz combate y has venido?
Seguro que los malditos hijos de los aqueos os oprimen
batiéndose en torno de la ciudad, y tu ánimo te ha impulsado
a venir aquí a extender los brazos a Zeus desde la ciudadela.
Mas aguarda a que te traiga vino, dulce como miel,
para ofrecer una libación a Zeus padre y a los demás inmortales
primero. Después también tú mismo disfrutarás si bebes.
El vino aumenta mucho el vigor al hombre que está exhausto
de fatiga, como tú lo estás de tanto defender a tus parientes.»
Respondióle entonces el alto Héctor, de tremolante penacho:
«No me ofrezcas vino, dulce para las mientes38, augusta madre,
no sea que me relaje la furia y me olvide del coraje.
Hacer libaciones de rutilante39 vino para Zeus con manos sin lavar
me causa escrúpulos. Al Crónida, el de oscuras nubes, no hay
36
Ciudad griega, situada en Beocia, al norte del Ática. Es una de las ciudades que más aparece en la mitología griega, y en ella se sitúan
algunos de los mitos más famosos, como el de Edipo y el de Antígona.
37
Se entiende «a las puertas Esceas» (unas puertas de Troya).
38
Propiamente es ‘pensamiento’, pero aquí parece que tiene el sentido de ‘ánimo’ o algo por el estilo. Es una palabra anticuada, que el
traductor usa seguramente para dar un tono arcaico al lenguaje.
39
Propiamente significa ‘brillante’, ‘resplandeciente’. Este calificativo no parece muy apropiado para el vino. Parece, pues, que se usa
simplemente para ensalzar el vino (como si se dijera ‘excelente’‘, o algo por el estilo).
9
que rogar con el cuerpo salpicado de sangre y de matanza40.
Mas tú al templo de la depredadora41 Atenea
ve con sahumerios42 cuando hayas congregado a las ancianas,
y el manto tuyo que sea el más encantador y el mayor
de los que hay en palacio y para ti con mucho el más preciado
deposítalo sobre las rodillas de Atenea, de hermosos cabellos,
y prométele doce terneras en su templo
sacrificar, añojas y no sometidas a aguijada, a ver si se apiada
de la ciudad, de las esposas de los troyanos y de sus tiernos hijos,
y así aparta de la sacra Ilio al hijo de Tideo,
ese feroz guerrero, esforzado instigador de la huida.
Tú ve al templo de la depredadora Atenea,
y yo iré en busca de Paris para llamarlo
a ver si quiere atender a mis palabras. ¡Ojalá aquí mismo
se lo tragara la tierra! Pues es una peste que el Olímpico43 crió
para los troyanos, para el magnánimo Príamo y para sus hijos.
Si lo viera descendiendo dentro del Hades*,
diría a mi ánimo que dejara olvidado del todo el funesto llanto.»
Así habló, y ella regresó al palacio y dio a sus sirvientas
los encargos, y éstas congregaron a las ancianas por la ciudad.
Por su parte, ella descendió al perfumado tálamo,
donde estaban sus mantos, abigarradas labores de las mujeres
sidonias44, que el propio deiforme45 Alejandro
había llevado desde Sidón cuando surcó el ancho ponto46
en el viaje en el que condujo a Helena, de nobles padres.
Hécuba* tomó uno de ellos y lo llevó como dádiva para Atenea;
era el más hermoso por sus bordados y el mayor;
cual astro refulgía, y era el que estaba guardado el último.
Echó a andar, y muchas ancianas marcharon en pos de ella.
Al llegar al templo de Atenea en lo alto de la ciudadela,
les abrió la puerta la de bellas mejillas, Teano*
Ciseide, esposa de Anténor*, domador de caballos,
a quien los troyanos habían nombrado sacerdotisa de Atenea.
Todas extendieron los brazos a Atenea entre gemidos,
y Teano, la de bellas mejillas, cogiendo el manto,
lo depositó sobre las rodillas de Atenea, de hermosos cabellos,
y elevó esta plegaria, rogando a la nacida del excelso Zeus.
«¡Augusta Atenea, protectora de la ciudad, nacida de Zeus
entre las diosas! Quiebra ya la pica de Diomedes
y concédeme que caiga de bruces ante las puertas Esceas.
En tu honor sacrificaremos ahora en el templo doce terneras
añojas y no sometidas a aguijada, a ver si te apiadas
de la ciudad, de las esposas de los troyanos y de sus tiernos hijos.»
Así habló en su súplica, pero Palas Atenea no accedió.
Así suplicaban a la nacida del excelso Zeus.
40
Los griegos (igual que otros muchos pueblos) creían que el derramamiento de sangre producía una impureza. La impureza era aborrecible a
los dioses, por lo que una persona impura debía mantenerse alejada de los altares y abstenerse de todo acto religioso. Si una persona impura
hacía ruegos a los dioses, no conseguiría lo que pedía, y lo más probable es que se atrajera su ira.
41
Se dice esto de Atenea porque es la diosa de la guerra (uno de los sentidos de ‘depredador’ es ‘que saquea’, ‘que roba con violencia’ sobre
todo en la guerra).
42
Ofrendas de sustancias que se queman, como el incienso (el sahumerio es propiamente el humo que se desprende al quemar esas sustancias
olorosas).
43
Se refiere a Zeus, llamado así porque habita en el Olimpo.
44
De Sidón. Sidón era una de las ciudades fenicias más importantes. Los fenicios eran famosos por su tejidos de color púrpura.
45
‘parecido a los dioses’. Es calificativo que se aplica frecuentemente a los héroes (son considerados más cercanos a los dioses que los
hombres corrientes, y muchos de ellos tienen, además, un antepasado divino).
46
‘mar’. Se da en nombre de ‘ponto’ al mar abierto, por oposición al mar cercano a la costa.
10
Entre tanto Héctor llegó a la bella mansión de Alejandro,
que él mismo se había hecho con la ayuda de los que entonces
eran en Troya, de fértiles glebas47, los mejores carpinteros,
quienes le habían fabricado el tálamo, la sala y el patio
cerca de Príamo y de Héctor, en lo alto de la ciudadela.
Allí entró Héctor, caro a Zeus, y en la mano
sostenía la pica, de once codos48; en el extremo del asta lucía
la broncínea punta, cuyo contorno recorría una áurea anilla.
Lo halló en la habitación manipulando las muy bellas armas,
el broquel y la coraza, y palpando las piezas del corvo arco.
La argiva Helena entre las sirvientas de la casa
estaba sentada y a las criadas ordenaba primorosas labores.
Lo vio Héctor y lo recriminó con vergonzantes palabras:
«¡Desdichado! No está bien que guardes en tu ánimo ese rencor49.
Las tropas en torno de la fortaleza y de la escarpada muralla
perecen batiéndose, y por tu culpa el griterío y el combate
arden alrededor de esta ciudad. Tú mismo te opondrías a otro
a quien en un sitio vieras remitir50 en el abominable combate.
¡Arriba! No sea que la ciudad arda pronto con fuego abrasador.»
Díjole, a su vez, el deiforme Alejandro.
«¡Héctor! Me has increpado con razón, y no sin razón;
por eso te voy a contestar. Y tú compréndeme y escúchame.
No tanto por ira e irritación con los troyanos estaba sentado
en el tálamo como por ganas de dar rienda suelta a mi pena.
Ahora mi esposa, que me ha reprendido con tiernas palabras,
me ha incitado al combate. También a mí me parece que eso
será lo mejor, pues la victoria cambia de hombres.
Ea, aguárdame ahora, que voy a ponerme las marciales armas;
o vete, que yo iré detrás y creo que te alcanzaré.»
Así habló, y nada respondió Héctor, de tremolante penacho.
Pero sí le habló Helena, que dijo con lisonjeras palabras:
«¡Cuñado de esta perra cuyas malas artimañas espantan!
¡Ojalá que aquel día, nada más darme a luz mi madre,
una maligna ráfaga de viento me hubiera transportado
y llevado a un monte o al hinchado oleaje del fragoroso mar,
donde una ola me hubiera raptado, en vez de que esto sucediera!
Mas una vez que los dioses prescribieron estos males así,
ojalá entonces hubiera sido la esposa de un hombre mejor,
que conociera la recta irritación y los reproches de las gentes.
Pero éste ni ahora tiene firmeza en las mientes ni más adelante
la tendrá, y por eso creo que también cosechará su fruto.
Ea, entra ahora y siéntate sobre este escabel51,
cuñado mío, pues tú eres al que más acosa las mientes la tarea
por culpa de esta perra de mí y por la ofuscación de Alejandro,
a quienes Zeus impuso el malvado sino de en lo sucesivo
tornarnos en materia de canto para los hombres futuros.»
Respondióle entonces el alto Héctor, de tremolante penacho:
«No me ofrezcas asiento, Helena, aunque me estimes; no me
convencerás. Pues mi ánimo ya está en marcha, presto a defender
a los troyanos, que intensa añoranza sienten por mi ausencia.
Tú pon en movimiento a éste, y que también él se dé prisa
para que me alcance mientras todavía esté dentro de la ciudad.
47
‘tierras de cultivo’.
Cada codo mide unos 44 cm, por lo que la lanza medía ¡casi cinco metros!
49
Parece que Héctor achaca el que Paris no participe en la batalla a que esté irritado con los troyanos por algo.
50
Aquí parece que se usa con el sentido de ‘mostrarse remiso’, ‘mostrar poco interés’, que no es un sentido corriente de esta palabra.
51
‘banquillo’, ‘asiento pequeño sin respaldo’.
48
11
Además, yo quiero ir a mi casa a ver
a los criados, a mi esposa y a mi tierno hijo.
Pues no sé si aún otra vez llegaré de regreso hasta ellos52,
o si los dioses ya me van a doblegar a manos de los aqueos.»
Tras hablar así, se alejó Héctor, de tremolante penacho;
y al instante llegó a sus bien habitadas moradas,
mas no encontró en las salas a Andrómaca*, de blancos brazos,
que con su hijo y una sirviente, de bello manto,
sobre la torre estaba de pie, llorando y gimiendo.
Héctor, al no hallar dentro a su intachable esposa,
salió al umbral, se detuvo y dijo así a las criadas.
«Ea, criadas, declaradme la verdad.
¿Adónde ha ido Andrómaca, de blancos brazos, fuera del palacio?
¿A ver a mis hermanas y a mis cuñadas, de buenos mantos?
¿O al templo de Atenea ha ido, justo donde las demás troyanas,
de bellos bucles, tratan de aplacar a la temible diosa?»
La solícita despensera díjole, a su vez, estas palabras.
«¡Héctor! Ya que mandas encarecidamente declarar la verdad,
ni a ver a tus hermanas ni a tus cuñadas, de buenos mantos,
ni al templo de Atenea ha ido, justo donde las demás troyanas,
de bellos bucles, tratan de aplacar a la temible diosa,
sino a la elevada torre de Ilio, pues ha oído que los troyanos
están abrumados, y que los aqueos ejercen gran poderío.
Ya ha llegado presurosa a la muralla,
como mujer enloquecida; y la nodriza lleva al niño consigo.»
Dijo la despensera, y Héctor se precipitó fuera de la casa,
bajando otra vez por la misma ruta de bien construidas calles.
Cuando atravesó la gran ciudad y llegó a las puertas
Esceas, por donde se disponía a salir a la llanura,
allí le salió al paso corriendo su esposa, rica en regalos53,
Andrómaca, la hija del magnánimo Eetión*,
del Eetión que había habitado bajo el boscoso Placo54,
en Teba55, bajo el Placo, y había sido soberano de los cilicios.
De éste era hija la esposa de Héctor, de broncíneo casco.
Le salió entonces al paso, y con ella se acercó la sirvienta,
llevando en su regazo al delicado niño, todavía sin habla,
el preciado Hectórida56, semejante a un bello astro.
Héctor solía llamarlo Escamandrio57, pero los demás
Astianacte58; pues Héctor era el único que protegía Ilio.
Éste sonrió mirando al niño en silencio,
y Andrómaca se detuvo cerca, derramando lágrimas;
le asió la mano, lo llamó con todos sus nombres y le dijo:
“¡Desdichado! Tu furia te perderá. Ni siquiera te apiadas
de tu tierno niño ni de mí, infortunada, que pronto viuda
de ti quedaré. Pues pronto te matarán los aqueos,
52
Ésta será la última vez que Héctor vea a su mujer y a su hijo. El público lo sabe y el poeta sabe que es así, por lo que estas palabras le dan
mayor dramatismo a la escena.
53
Seguramente hace referencia a que aportó una rica dote. Era normal que los padres de la novia entregaran al novio, al tener lugar la boda, una
dote (en la época antigua no era dinero sino regalos), que guardaba relación con su riqueza.
54
Monte de Asia Menor.
55
Ciudad de Asia Menor aliada de Troya. Parece que estaba situada en Misia, región del NO de Asia Menor, cerca de Troya. Según la Ilíada,
era una ciudad de los cilicios. Quizá estos cilicios a los que se refiere no son los mismos conocidos en época histórica, pues Cilicia estaba en el
SE de Asia Menor, muy lejos de Troya. También es verdad que los cilicios podrían haber habitado en otros lugares anteriormente. De todas
formas, los poemas épicos no son obras históricas, por lo que a menudo los datos históricos o geográficos que aparecen en ellos son erróneos
o pocos precisos.
56
‘hijo de Héctor’.
57
Nombre derivado de ‘Escamandro’, nombre del principal río de Troya.
58
Nombre derivado de –στυ (‘ciudad’) y –ναξ, –νακτος (‘señor’).
12
atacándote todos a la vez. Y para mí mejor sería,
si te pierdo, sumergirme bajo tierra. Pues ya no
habrá otro consuelo, cuando cumplas tu hado,
sino sólo sufrimientos. No tengo padre ni augusta madre:
a mi padre lo mató Aquiles, de la casta de Zeus59,
cuando saqueó la bien habitada ciudad de los cilicios,
Teba, la de elevadas puertas. Dio muerte a Eetión,
mas no lo despojó60, pues se lo impidió un escrúpulo religioso.
En lugar de eso, lo incineró61 con sus primorosas armas
y erigió encima un túmulo; y alrededor plantaron olmos
las montaraces ninfas, hijas de Zeus, portador de la égida62.
Y los siete hermanos míos que había en el palacio,
todos ellos el mismo día penetraron dentro de Hades;
pues a todos mató el divino Aquiles, de pies protectores,
junto a los bueyes, de tornátiles63 patas, y las cándidas64 ovejas.
A mi madre, que reinaba bajo el boscoso Placo,
tras traerla aquí con las demás riquezas,
la liberó de regreso, luego de recibir inmensos rescates,
y en el palacio de su padre le disparó la sagitaria Ártemis.
¡Oh Héctor! Tú eres para mí mi padre y mi augusta madre,
y también mi hermano, y tú eres mi lozano esposo.
Ea, compadécete ahora y quédate aquí, sobre la torre.
No dejes a tu hijo huérfano, ni viuda a tu mujer.
Detén a la hueste junto al cabrahígo65, donde más accesible
es la ciudad y la muralla más expugnable ha resultado.
Pues por allí vinieron e hicieron tres intentos los paladines66
en torno de los dos Ayantes67, del muy glorioso Idomeneo*,
y en torno de los Atridas68 y del fornido hijo de Tideo69.
Sin duda, un buen conocedor de los vaticinios70 se lo indicó,
o quizá su propio ánimo les incita a ello y se lo manda”.
Le dijo, a su vez, el alto Héctor, de tremolante penacho:
“También a mí me preocupa todo eso, mujer; pero tremenda
59
Calificativo que se aplica a los héroes, para indicar que están más cerca de los dioses que los demás mortales. Muchos de ellos, además, son
hijos o descendientes de Zeus o de otros dioses. Aquiles, en concreto, es descendiente de una diosa, pero no de Zeus.
60
Era normal entre los guerreros de los poemas épicos quitar las armas al enemigo tras matarlo. Era un botín muy apreciado, pues demostraba
la superioridad del vencedor. Era, además, algo así como una victoria más allá de la muerte (si no se despojaba al enemigo muerto, de alguna
manera la victoria no era completa). Para el guerrero muerto era un ultraje, una prueba de su total derrota, y era también un dehonor para sus
compañeros. Por ello, a menudo los guerreros luchaban para evitar que un guerrero destacado fuera despojado de sus armas tras morir. Un
ultraje aún mayor era impedir que el muerto recibiera los honores fúnebres, pero esto iba contra la ley divina (el vencedor, eso sí, tenía derecho
a recibir un rescate por el cuerpo). No despojar a un enemigo muerto es una gran muestra de respeto hacia él. Lo que dice Andrómaca que le
sucedió a su padre es seguramente una referencia por parte del autor al fin de Héctor, que en parte coincide con el de Eetión y en parte no:
morirá también a manos de Aquiles, que lo despojará y ultrajará su cadáver (aunque al final se lo entrega a su padre).
61
En las obras de Homero aparece siempre la incineración como modo de llevar a cabo el funeral. Era normal quemar, junto con el cadáver,
los objetos que el difunto empleó en vida (en el caso de un guerrero, las armas).
62
Es un escudo recubierto de piel de cabra que lleva Zeus. Tiene el poder de espantar a los enemigos y proteger a los amigos.
63
Este calificativo se aplica frecuentemente a las vacas en los poemas de Homero. Propiamente quiere decir ‘de patas que giran’. Evidentemente, las patas de las vacas no giran, por lo que está en sentido figurado. Seguramente, el movimiento hacia arriba y hacia abajo de las patas de las
vacas le recordaba de alguna manera al poeta un giro (como el de una rueda, posiblemente)
64
Parece que aquí hay que tomarlo en su sentido originario, ‘blancas’.
65
Un árbol (un tipo de higuera).
66
‘guerreros que destacan por sus hazañas’.
67
En el ejército griego había dos guerreros que se llamaban Ayante (o Áyax): Ayante Telamonio y Ayante Oileo. [Ver ‘Apéndice Mitológico’]
68
Recordemos que son Agamenón y Menelao. [Ver ‘Apéndice Mitológico’]
69
Recordemos que el ‘hijo de Tideo’ es Diomedes.
70
El vaticinio es la interpretación de ciertas señales que envían los dioses y que, si son adecuadamente interpretados, permiten conocer el
futuro, cosas importantes (como en esta caso) o la voluntad divina. Los griegos, igual que otros pueblos, creían que los dioses enviaban a los
hombres mensajes, que había que saber interpretar. Estos mensajes podían descubrirse, por ejemplo, en los sueños o en el vuelo de las aves.
13
vergüenza me dan los troyanos y troyanas, de rozagantes71 mantos,
si como un cobarde trato de escabullirme lejos del combate.
También me lo impide el ánimo, pues he aprendido a ser valiente
en todo momento y a luchar entre los primeros troyanos,
tratando de ganar gloria para mi padre y para mí mismo.
Bien sé yo esto en mi mente y en mi ánimo:
habrá un día en que seguramente perezca la sacra Ilio72,
y Príamo y la hueste de Príamo, el de buena lanza de fresno73.
Mas no me importa tanto el dolor de los troyanos en el futuro
ni el de la propia Hécuba ni el del soberano Príamo
ni el de mis hermanos, que, muchos y valerosos,
puede que caigan en el polvo74 bajo los enemigos,
como el tuyo, cuando uno de los aqueos, de broncíneas túnicas,
te lleve envuelta en lágrimas y te prive del día de la libertad;
y quizá en Argos75 tejas la tela por encargo de una extraña
y quizá vayas por agua a la fuente Meseide o a la Hiperea76
obligada a muchas penas, y puede que te acose feroz necesidad.
Y alguna vez quizá diga alguien al verte derramar lágrimas:
‘Ésta es la mujer de Héctor, el que descollaba en la lucha sobre
los troyanos, domadores de caballos, cuando se batían por Ilio.’
Así dirá alguien alguna vez, y tú sentirás un renovado dolor
por la falta del marido que te proteja del día de la esclavitud.
Mas ojalá que un montón de tierra me oculte77, ya muerto,
antes de oír tu grito y ver cómo te arrastran”.
Tras hablar así, el preclaro Héctor se estiró hacia su hijo.
Y el niño hacia el regazo de la nodriza, de bello ceñidor,
retrocedió con un grito, asustado del aspecto de su padre.
Lo intimidaron el bronce y el penacho de crines de caballo,
al verlo oscilar temiblemente desde la cima del casco.
Y se echó a reír su padre, y también su augusta madre.
Entonces el esclarecido Héctor se quitó el casco de la cabeza
y lo depositó, resplandeciente, sobre el suelo.
Después, tras besar a su hijo y mecerlo en los brazos,
dijo elevando una plegaria a Zeus y a los demás dioses:
“¡Zeus y demás dioses! Concededme78 que este niño mío
llegue a ser como yo, sobresaliente entre los troyanos,
igual de valeroso en fuerza y rey con poder soberano en Ilio.
Que alguna vez uno diga de él ‘Es mucho mejor que su padre’,
al regresar del combate. Y que traiga ensangrentados despojos
del enemigo muerto y que a su madre se le alegre el corazón.”
Tras hablar así, en los brazos de su esposa puso
a su hijo, y ésta lo acogió en su fragante regazo,
entre lágrimas riendo. Su marido se compadeció al notarlo,
la acarició con la mano, la llamó con todos sus nombres y dijo:
“¡Desdichada! No te aflijas demasiado por mí en tu ánimo,
71
‘vistosos’
El público, que conoce el mito, sabe que va a ser así
73
Las astas de las lanzas se hacían de madera de fresno, que es flexible y resistente. Al asta de fresno se le añadía la punta de metal (en la
época antigua era de bronce, posteriormente de hierro).
74
El público sabe que será así. Al hacer que lo presente como una posibilidad en vez de afirmarlo, parece que el poeta quiere dar cierto sentido
de verosimilitaud al relato (lo lógico es que Héctor suponga que algo va a ocurrir, no que lo sepa con seguridad).
75
Aquí se refiere a toda Grecia.
76
Son fuentes famosas de Grecia.
77
Aquí el autor presenta como un deseo lo que el público sabe que va a ocurrir.
78
El público sabe que los dioses no van a conceder lo que pide, pues su hijo morirá a manos de los griegos cuando caiga Troya, sin llegar a
crecer. Lo que dice aquí contrasta con lo anterior, donde Héctor sabía o suponía que la desgracia iba a caer sobre Troya, sobre su familia y
sobre él. Ahora, por un momento, se muestra como un padre que, igual que cualquier padre, desea y espera un futuro brillante para su hijo.
72
14
que ningún hombre se precipitará al Hades contra el destino79.
De su suerte te aseguro que no hay ningún hombre que escape,
ni cobarde ni valeroso, desde el día en que ha nacido.
Mas ve a casa y ocúpate de tus labores,
el telar y la rueca,80 y ordena a las sirvientas
aplicarse a la faena. Del combate se cuidarán los hombres
todos que en Ilio han nacido y yo, sobre todo”.
Tras hablar así, el esclarecido Héctor cogió el casco
hecho de crines de caballo, mientras su esposa marchaba a casa
volviéndose de vez en cuando y derramando lozanas lágrimas81.
Inmediatamente después llegó a las bien habitadas moradas
del homicida82 Héctor. Allí dentro halló a muchas
sirvientas y a todas ellas movió al llanto.
Estaban llorando a Héctor83, todavía vivo, en su propia casa;
pues estaban seguras de que de regreso del combate ya no
llegaría tras huir de la furia y de las manos de los aqueos.
Tampoco Paris se demoró en las elevadas mansiones;
nada más vestirse la ilustre armadura, centelleante de bronce,
se precipitó por la ciudad, fiado en sus raudos pies.
Como un caballo estabulado, ahíto de cebada en el pesebre,
cuando al romper el ronzal galopa golpeando la llanura,
habituado a bañarse en el río, de bella corriente,
lleno de ufanía, con la cabeza erguida y las crines a los lados
del cuello volteando; y fiado en su prestancia, las rodillas
lo trasportan ágilmente conforme a sus instintos a la pradera;
así el hijo de Príamo, Paris, de la cima de Pérgamo84
bajaba resplandeciente con las armas y gallardo como un sol,
y sus rápidos pies lo trasportaban. Pronto alcanzó
a su hermano Héctor, de la casta de Zeus, justo cuando
se alejaba de donde había estado conversando con su mujer.
Díjole el primero el deiforme Alejandro:
“¡Querido hermano! Realmente, mucho he frenado tu impulso
con mi demora y no he llegado puntual como me habías mandado.”
Díjole en respuesta Héctor, el de tremolante penacho:
“¡Desdichado! Ningún hombre que fuera discreto podría
afear tu comportamiento en la lucha, porque tienes coraje.
Es adrede por lo que flojeas y no tienes voluntad. Por eso
mi corazón se aflige en lo más hondo cuando de ti oigo baldones85
a los troyanos, que soportan muchas penalidades por tu causa.
Ea, vayamos; eso lo arreglaremos más tarde, si alguna vez Zeus
nos concede que a los celestiales dioses sempiternos
alcemos la copa libre en el palacio,
79
Los griegos primitivos creían en el destino, en que la vida del hombre está determinada, al menos en parte, por fuerzas superiores. Creían que
tres diosas, las Moiras (en latín, Parcas) regulaban la duración de la vida de cada hombre desde su nacimiento con las ayuda de un hilo: una lo
hilaba (representa el nacimiento), otra lo enrollaba (representa la duración de la vida) y la otra lo cortaba (representa la muerte).
80
Trabajar en el telar (tejer) y en la rueca (hilar) son ocupaciones propias de las mujeres, incluso de las reinas y nobles.
81
La palabra ‘lozanas’ (‘de aspecto sano y juvenil’, ‘que tiene buen aspecto’) parece que no le va muy bien a las lágrimas. Lo que se pretende
simplemente es ensalzar a Andrómaca, la que derrama las lágrimas.
82
Al llamar así a Héctor no se quiere decir que sea un criminal, sino que la palabra ‘homicida’ se usa simplemente con el sentido de ‘que mata
a hombres’, ‘matador de hombres’ (es lo que significa literalmente). Eso, considerando que es un guerrero, es un elogio (mata a otros guerreros
en el combate, en «buena lid», podríamos decir).
83
De nuevo se anticipa lo que va a ocurrir, que se sabe más que se sospecha. Propiamente los personajes no pueden saberlo, pero se produce
una trasferencia a los personajes de lo que el autor y el público saben.
84
Es la ciudadela de Troya. La ciudadela era la parte más alta y fortificada dentro de una ciudad. La ciudadela no sólo tenía valor defensivo,
sino que además tenía carácter sagrado.
85
‘injurias’, ‘palabras o frases ofensivas’.
15
tras expulsar de Troya a los aqueos, de buenas grebas86.”
HOMERO: Ilíada, Madrid, Ed. Gredos, 1991; p. 213-229;
traducción de Emilio Crespo Güemes.
86
Son unas piezas metálicas que protegen las piernas desde más abajo de la rodilla, hasta los tobillos.
16
RESUMEN DE LA ODISEA
La Odisea (de zΟδυσσgύς [‘Odiseo’]) narra las aventuras de Odiseo (o Ulises) en su regreso a casa desde Troya después
de la conquista y destrucción de ésta, así como lo que sucede en su patria, Ítaca, antes de que él llegue, y lo que ocurre allí
cuando regresa.
Al comienzo de la obra se nos hace saber que, de los héroes que lucharon en Troya, unos han muerto y otros han regresado
a casa, pero Odiseo se encuentra retenido por la ninfa Calipso lejos de su casa. Los dioses, menos Posidón, sienten compasión
por él, y Atenea, la diosa que lo protege especialmente, logra que Zeus le prometa que hará que Calipso lo libere.
A continuación la acción se traslada a Ítaca. Atenea, tomando la apariencia de un antiguo huésped de Odiseo, se le aparece
al hijo de éste, Telémaco, y le aconseja que vaya a Pilo y a Esparta en busca de noticias de su padre. Mientras, los pretendientes
de Penélope, la mujer de Odiseo, que creen que éste ha muerto y desean que su mujer escoja un nuevo marido, se entregan en
el palacio de Odiseo a los placeres del festín. Al día siguiente, Telémaco, en una asamblea del pueblo de Ítaca, denuncia los
abusos de éstos y solicita un barco para ir a buscar a su padre, pero no se le concede. Entonces, Telémaco suplica a Atenea que
acuda en su ayuda. La diosa se le aparece bajo la apariencia de Méntor, y le aconseja lo que debe hacer. Finalmente consigue
un barco y parte en secreto a buscar a su padre. Llega a Pilo y allí Néstor lo acoge hospitalariamente. Desde Pilo se dirige a
Esparta, donde es acogido por Menelao y Helena. Menelao le informa de que su padre está retenido por la ninfa Calipso, según
le dijo el dios Proteo (en Egipto, adonde había sido desviado por los vientos en su viaje de regreso desde Troya). Telémaco se
queda allí un mes.
En Ítaca los pretendientes, que se han enterado de la partida de Telémaco, planean tenderle una emboscada a su regreso para
matarlo. Penélope se entera de estos planes, lo que le produce una angustiosa inquietud, pero Atenea le envía en sueños el
fantasma de su hermana, que la tranquiliza.
La acción vuelve a cambiar de lugar. Hermes trasmite a Calipso la orden de Zeus de que libere a Odiseo. Calipso se disgusta
con la orden pero obedece. Odiseo construye una balsa, sobre la que es llevado por las olas durante diecisiete días. Entonces
Posidón, que está irritado con él, desencadena una tempestad, contra la que Odiseo lucha valerosamente. Finalmente, el mar
lo arroja a las costas del hermoso país de los feacios, donde reina Alcínoo. En la playa encuentra a Nausícaa, la hija del rey,
que lo conduce al palacio, y allí el rey lo recibe acogedoramente y le promete que lo llevará a Ítaca. Al día siguiente Odiseo
participa en unos juegos que en su honor celebran los feacios. En el banquete que se celebra por la noche narra sus aventuras
desde que partió de Troya, en el curso de las cuales perdió todas sus naves y perecieron todos sus compañeros, hasta llegar a
la isla en que ha estado como cautivo de Calipso.
[Aquí comienza el canto IX.] Odiseo comienza dando cuenta de su nombre, su origen y su patria. Cuenta luego lo que le
ocurrió en su regreso desde Troya. Poco después de partir de Troya, Odiseo ataca Ismaro, la ciudad de los cicones, un pueblo
aliado de los troyanos, donde consigue un gran botín. Odiseo intenta convencer a sus hombres de que conviene marcharse cuanto
antes, pero no le hacen caso y son atacados por otros cicones, que, tras matar a algunos, les hacen huir. Se levanta entonces una
tempestad, que primero obliga a Odiseo a tomar tierra. Cuando parece que ha vuelto la calma, la flota se hace a la mar y se dirige
a Ítaca. Pero vuelve la tempestad y aparta a Odiseo y a sus compañeros de su patria. Arrastrados por los vientos, llegan primero
al país de los comedores de loto, los lotófagos, que acogen hospitalariamente a los mensajeros que Odiseo envía y les dan de
comer loto. Los que lo comían ya no pensaban en regresar, por lo que Odiseo los embarca a la fuerza y se marcha rápidamente
de esa tierra. Luego llegan a la tierra de los Cíclopes, donde Odiseo y algunos de sus hombres son encerrados en su cueva por
uno de ellos, Polifemo, que los va devorando. Odiseo consigue escapar con los que quedaban, tras dejar ciego a Polifemo. Esto
será un hecho de gran importancia, porque Polifemo es hijo del dios Posidón, que se irrita con Odiseo.
Después de escapar del cíclope, Odiseo y sus compañeros llegan a la isla de Eolo, señor de los vientos. Cuando Odiseo parte,
Eolo le entrega un odre donde encierra los vientos que podían dificultar su viaje, y le envía un viento favorable, que va llevando
las naves hasta Ítaca. Cuando ya la tienen a la vista, los compañeros de Odiseo, creyendo que en el odre hay un tesoro, lo abren
y los vientos escapan, llevando las naves de nuevo a la isla de Eolo. Éste le obliga a marcharse sin ayudarle, pues considera que
Odiseo es odiado por los dioses y, por lo tanto, no puede acogerlo. Tras seis días de navegación, llegan a la isla de los
lestrigones. Odiseo envía a tres de sus hombres como embajadores para entrevistarse con el rey de esta tierra. El rey mata a uno
de ellos y se lo come. Los otros dos huyen, pero antes de que las naves puedan escapar, llegan los lestrigones. Éstos, que eran
hombre gigantescos, lanzan enormes piedras contra las naves. Sólo la de Odiseo se salvó.
La nave de Odiseo sigue navegando hasta llegar a la isla de Eea, donde habitaba la diosa Circe. Odiseo divide a sus hombres
en dos grupos. Uno de ellos se dirige a pedir ayuda, temiendo encontrarse con seres como el Cíclope o los lestrigones. Llegan
al palacio de Circe, que los acoge amistosamente y les hace entrar; sin embargo, el jefe del grupo, Antíloco, desconfiando, no
entra. Circe les da de comer, pero en la comida les echa un veneno que los convierte en cerdos. Antíloco, viendo que no salen,
vuelve junto a Odiseo. Cuando éste se dirige a rescatar a sus hombres, se le aparece el dios Hermes, que le da una planta que
hará que el veneno de Circe no surta efecto, y le dice además la forma de liberar a sus compañeros. Odiseo logra desencantarlos
y se gana el amor de Circe, que los acoge amigablemente. Allí están durante un año, disfrutando de la hospitalidad de Circe.
Al cabo de ese tiempo, Circe les deja partir, pero le dice a Odiseo que debe bajar al mundo de los muertos para pedir consejo
al adivino Tiresias.
Odiseo desciende al Hades y allí ve a Tiresias, que le avisa de que su regreso será difícil porque Posidón está irritado contra
él. Le dice que, aun así, podrán regresar a su patria si, cuando lleguen a la isla donde Helios (el dios Sol) tiene sus rebaños, los
respetan y no matan ningún animal. Le informa también sobre la situación que hay en Ítaca, y sobre lo que tiene que hacer para
reconciliarse con Posidón cuando finalmente llegue a su patria. En el Hades ve las almas de muchos héroes y heroínas, y se
encuentra también con el alma de su madre, a la que había dejado aún con vida cuando se fue a Troya.
17
[Aquí comienza el canto XII.] Después de abandonar el Hades, Odiseo vuelve a la isla de Circe. Antes de que Odiseo parta,
Circe le avisa de los peligros con que se encontrará. Odiseo se hace a la mar. Llega en primer lugar a la isla de las Sirenas, que
atraían a los marineros con su canto y los llevaban a la muerte (no se dice nada de cuál era la causa de su muerte). Después de
alejarse de las Sirenas, llegan a los escollos de Escila y Caribdis. Al pasar junto al escollo donde está Escila, ésta devora a seis
hombres. Tras dejar atrás estos escollos, el barco de Odiseo llega a la isla donde Helios tiene sus rebaños. A pesar de las
recomendaciones de Odiseo, sus hombres matan algunas vacas de Helios. Cuando Helios se entera, pide a Zeus que castigue
ese sacrilegio. Cuando están en alta mar, Zeus destruye la nave. Sólo se salva Odiseo, que, arrastrado, por las olas, llega
finalmente a la isla de Calipso, donde ésta lo retendrá hasta que Zeus le ordena que le permita partir.
Alcínoo cumple su promesa y lo lleva de regreso a Ítaca. Allí lo dejan dormido en la playa, junto con los numerosos regalos
que le han hecho. Cuando despierta, se dirige a una de sus posesiones, donde el porquerizo Eumeo lo acoge hospitalariamente
sin reconocerlo, pues Odiseo se presenta como un cretense.
Mientras, Telémaco, que aún seguía en Esparta, regresa a Ítaca, logrando escapar a la emboscada de los pretendientes. Llega
a la choza de Eumeo, donde éste le presenta a su huésped, el supuesto cretense. Odiseo, aprovechando una ausencia del
porquerizo, se da a conocer a su hijo. Seguidamente, padre e hijo traman un plan contra los pretendientes.
Llegado el día de la venganza, Odiseo, disfrazado de mendigo, se dirige a la ciudad en compañía de Eumeo. Allí recibe los
golpes del cabrero Melantio. Su viejo perro Argos lo reconoce y muere al punto a sus pies. Entra en lo que es su propio palacio,
donde es maltratado por los pretendientes e insultado por la insolente criada Melanto. Sin revelar su identidad se enfrenta en
un combate de lucha libre al mendigo Iro y lo vence. Contempla luego a Penélope, sin poder hacer visible su emoción, después
de tan larga ausencia. Odiseo se entrevista con Penélope, pero no revela quién es y ella no lo reconoce; en cambio, su vieja
nodriza Euriclea sí que se da cuenta de quién es, pero no dice nada por orden de Odiseo.
En el curso del banquete, Penélope anuncia que se casará con quien sea capaz de armar el arco de Odiseo y demostrar su
habilidad haciendo pasar una flecha por el agujero de unas hachas alineadas. Los pretendientes no son capaces ni de montar
el arco, lo que sí logra hacer Odiseo, aparentemente un mendigo. Es reconocido por el porquerizo Eumeo y luego él mismo
revela su identidad. Entonces tiene lugar el combate, en el que es ayudado por su hijo y algunos sirvientes fieles, como Eumeo.
La lucha acaba con la muerte de todos los pretendientes. Después Odiseo castiga a los criados infieles y manda purificar el
palacio, manchado por la sangre derramada.
Penélope, que no acababa de creerse que ese mendigo fuera su esposo, finalmente se convence cuando Odiseo le dice una
peculiaridad del lecho matrimonial que sólo él conoce.
Las almas de los pretendientes bajan al Hades.
Odiseo, temiendo la reacción de los familiares de los pretendientes, decide irse de la ciudad a la finca donde vive retirado
su padre, Laertes. Los familiares de los pretendientes deciden vengar su muerte y se dirigen a la finca donde se ha retirado
Odiseo. Cuando llegan allí, comienza la lucha, en la que Laertes mata a Eupites, padre de uno de los pretendientes más
destacados. Entonces, Atenea, haciendo oír su voz, detiene la lucha. Finalmente, se produce la reconciliación.
18
Canto IX de la Odisea
Y le contestó y dijo el muy astuto Odiseo*:
«Poderoso Alcínoo*, el más noble de todo tu pueblo, en verdad es agradable escuchar al aedo, tal como es,
semejante a los dioses en su voz. No creo yo que haya un cumplimiento más delicioso que cuando el bienestar
perdura en todo el pueblo y los convidados escuchan a lo largo del palacio al aedo sentados en orden, y junto a ellos
hay mesas cargadas de pan y carne y un escanciador87 trae y lleva vino que ha sacado de las cráteras y lo escancia
en las copas. Esto me parece lo más bello.
»Tu ánimo se ha decidido a preguntar mis penalidades a fin de que me lamente todavía más en mi dolor. Porque,
¿qué voy a narrarte lo primero y qué en último lugar?, pues son innumerables los dolores que los dioses, los hijos
de Urano88, me han proporcionado. Conque lo primero que voy a decir es mi nombre para que lo conozcáis y para
que yo después de escapar del día cruel continúe manteniendo con vosotros relaciones de hospitalidad, aunque el
palacio en que habito esté lejos.
»Soy Odiseo, el hijo de Laertes, el que está en boca de todos los hombres por toda clase de trampas, y mi fama
llega hasta el cielo. Habito en Itaca89, hermosa al atardecer. Hay en ella un monte, el Nérito de agitado follaje, muy
sobresaliente, y a su alrededor hay muchas islas habitadas cercanas unas de otras, Duliquio y Same, y la poblada
de bosques Zante. Itaca se recuesta sobre el mar con poca altura, la más remota hacia el Occidente, y las otras están
más lejos hacia Eos y Helios90. Es áspera, pero buena criadora de mozos.
»Yo en verdad no soy capaz de ver cosa alguna más dulce que la tierra de uno. Y eso que me retuvo Calipso*,
divina entre las diosas, en profunda cueva deseando que fuera su esposo, e igualmente me retuvo en su palacio
Circe*, la hija de Eeo91, la engañosa, deseando que fuera su esposo.
»Pero no persuadió a mi ánimo dentro de mi pecho, que no hay nada más dulce que la tierra de uno y de sus
padres, por muy rica que sea la casa donde uno habita en tierra extranjera y lejos de los suyos.
»Y ahora os voy a narrar mi atormentado regreso, el que Zeus me ha dado al venir de Troya. El viento que me
traía de Ilión92 me empujó hacia los Cicones93, hacia Ismaro. Allí asolé la ciudad, a sus habitantes los pasé a cuchillo,
tomamos de la ciudad a las esposas y abundante botín y lo repartimos de manera que nadie se me fuera sin su parte
correspondiente. Entonces ordené a los míos que huyeran con rápidos pies, pero ellos, los muy estúpidos, no me
hicieron caso. Así que bebieron mucho vino y degollaron muchas ovejas junto a la ribera y cuernitorcidos bueyes
de rotátiles patas.
»Entre tanto, los Cicones, que se habían marchado94, lanzaron sus gritos de ayuda a otros Cicones que, vecinos
suyos, eran a la vez más numerosos y mejores, los que habitaban tierra adentro, bien entrenados en luchar con
hombres desde el carro y a pie, donde sea preciso. Y enseguida llegaron tan numerosos como nacen en primavera
las hojas y las flores, veloces.
Entonces la funesta Aisa95 de Zeus se colocó junto a nosotros, de maldito destino, para que sufriéramos dolores
en abundancia; lucharon pie a tierra junto a las veloces naves, y se herían unos a otros con sus lanzas de bronce.
Mientras Eos duró96 y crecía el sagrado día, los aguantamos rechazándoles aunque eran más numerosos. Pero cuando
Helios se dirigió al momento de desuncir los bueyes97, los Cicones nos hicieron retroceder venciendo a los aqueos
87
‘persona encargada de servir bebidas’.
Buena parte de lo dioses, y entre ellos los más importantes, son descendientes (ese es el sentido que tiene aquí ‘hijos’) de Urano. [ Ver
‘Apéndice Mitológico’]
89
Habitualmente se emplea la forma ‘Ítaca’ (con acento en la sílaba inicial), pero este traductor prefiere la forma ‘Itaca’ (con acento en la
segunda sílaba). Es el reino de Odiseo. Está formado por la isla de Ítaca propiamente dicha, por otras islas vecinas y por algunos territorios de
Grecia continental situados frente a Ítaca.
90
Es decir, hacia el este: Eos es la diosa Aurora (la aurora aparece en el este) y Helios el dios Sol (el sol sale por el este). [ Ver ‘Apéndice
Mitológico’]
91
Este traductor da una traducción extraña de la palabra griega, ΑÆαίη, que se traduce habitualmente como ‘la eea’, es decir, ‘la de (la isla)
Eea’. Es una traducción extraña porque la tradición mítica dice que Circe era hija de Helio.
92
Es otro nombre con que se conoce Troya.
93
Pueblo que habitaba en la costa de Tracia (en la actual Turquía europea). Su ciudad principal era Ismaro. Eran aliados de los troyanos, por
lo que, según las normas de la guerra del momento, Odiseo tenía derecho a atacarles. Es un pueblo real, no mítico como otros que se mencionan
en el relato de Odiseo.
94
Antes ha dicho que los había pasado a cuchillo, pero evidentemenete no fue a todos sino que parte escaparon.
95
Personificación de la voluntad de Zeus.
96
Es decir, por la mañana
97
Es decir, al final de la tarde, que es cuando se deja el trabajo del campo y se les quita el yugo a los bueyes.
88
19
y sucumbieron seis compañeros de buenas grebas de cada nave. Los demás escapamos de la muerte y de nuestro
destino, y desde allí proseguimos navegando hacia adelante con el corazón apesadumbrado, escapando gustosos de
la muerte aunque habíamos perdido a los compañeros. Pero no prosiguieron mis curvadas naves, que cada uno
llamamos por tres veces a nuestros desdichados compañeros, los que habían muerto en la llanura a manos de los
Cicones.
»Entonces el que reúne las nubes, Zeus, levantó el viento Bóreas* junto con una inmensa tempestad, y con las
nubes ocultó la tierra y a la vez el ponto. Y la noche surgió del cielo. Las naves eran arrastradas trasversalmente y
el ímpetu del viento rasgó sus velas en tres y cuatro trozos. Las colocamos sobre cubierta por temor a la muerte, y
haciendo grandes esfuerzos nos dirigimos a remo hacia tierra.
»Allí estuvimos dos noches y dos días completos, consumiendo nuestro ánimo por el cansancio y el dolor.
»Pero cuando Eos, de lindas trenzas, completó el tercer día, levantamos los mástiles, extendimos las blancas velas
y nos sentamos en las naves, y el viento y los pilotos las conducían. En ese momento habría llegado ileso a mi tierra
patria, pero el oleaje, la corriente y Bóreas me apartaron al doblar las Maleas98 y me hicieron vagar lejos de Citera99.
Así que desde allí fuimos arrastrados por fuertes vientos durante nueve días sobre el ponto abundante en peces, y
al décimo arribamos a la tierra de los Lotófagos*, los que comen flores de alimento. Descendimos a tierra, hicimos
provisión de agua y al punto mis compañeros tomaron su comida junto a las veloces naves. Cuando nos habíamos
hartado de comida y bebida, yo envié delante a unos compañeros para que fueran a indagar qué clase de hombres,
de los que se alimentan de trigo100, había en esa región; escogí a dos, y como tercer hombre les envié a un heraldo.
Y marcharon enseguida y se encontraron con los Lotófagos. Éstos no decidieron matar a nuestros compañeros, sino
que les dieron a comer loto, y el que de ellos comía el dulce fruto del loto ya no quería volver a informarnos ni
regresar, sino que preferían quedarse allí con los Lotófagos, arrancando loto, y olvidándose del regreso. Pero yo los
conduje a la fuerza, aunque lloraban, y en las cóncavas naves los arrastré y até bajo los bancos. Después ordené a
mis demás leales compañeros que se apresuraran a embarcar en las rápidas naves, no fuera que alguno comiera loto
y se olvidara del regreso. Y rápidamente embarcaron y se sentaron sobre los bancos, y, sentados en fila, batían el
canoso mar101 con los remos.
»Desde allí proseguimos navegando con el corazón acongojado, y llegamos a la tierra de los Cíclopes*, los
soberbios, los sin ley; los que, obedientes a los inmortales, no plantan con sus manos frutos ni labran la tierra, sino
que todo les nace sin sembrar y sin arar: trigo y cebada y viñas que producen vino de gordos racimos; la lluvia de
Zeus se los hace crecer. No tienen ni ágoras102 donde se emite consejo ni leyes; habitan las cumbres de elevadas
montañas en profundas cuevas y cada uno es legislador de sus hijos y esposas, y no se preocupan unos de otros.
»Más allá del puerto se extiende una isla llana, no cerca ni lejos de la tierra de los Cíclopes, llena de bosques.
En ella se crían innumerables cabras salvajes, pues no pasan por allí hombres que se lo impidan ni las persiguen los
cazadores, los que sufren dificultades en el bosque persiguiendo las crestas de los montes. La isla tampoco está
ocupada por ganados ni sembrados, sino que, no sembrada ni arada, carece de cultivadores todo el año y alimenta
a las baladoras cabras. No disponen los Cíclopes de naves de rojas proas103, ni hay allí armadores que pudieran
trabajar en construir bien entabladas naves; éstas tendrían como término cada una de las ciudades de mortales a las
que suelen llegar los hombres atravesando con sus naves el mar, unos en busca de otros, y los cíclopes se habrían
hecho una isla bien fundada. Pues no es mala y produciría todos los frutos estacionales; tiene prados junto a las
riberas del canoso mar, húmedos, blandos. Las viñas sobre todo producirían constantemente, y las tierras de pan
llevar104 son llanas. Recogerían siempre las profundas mieses en su tiempo oportuno, ya que el subsuelo es fértil.
También hay en ella un puerto fácil para atracar, donde no hay necesidad de cable ni de arrojar las anclas ni de atar
las amarras. Se puede permanecer allí, una vez arribados, hasta el día en que el ánimo de los marineros les impulse
y soplen los vientos.
»En la parte alta del puerto corre un agua resplandeciente, una fuente que surge de la profundidad de una cueva,
98
Cabo del sur del Peloponeso.
Isla situada al sur del Peloponeso, no muy lejos de tierra firme. Éste es el último lugar que podemos situar claramente en la realidad. Apartir
de ahora Odiseo pasa a un mundo legendario, con lugares y personajes difíciles de identificar.
100
Con cierta frecuencia en los poemas de Homero se aplica a los humanos el apelativo «los que se alimentan de trigo». Los cereales eran el
principal alimento de los antiguos griegos (en un grado mucho mayor de lo que lo son hoy en día).
101
Se llama «canoso» al mar por la espuma.
102
El ágora, la plaza pública, es el centro de la vida ciudadana. Allí se relacionan unos con otros, allí se comercia y allí tiene lugar la actividad
política. Su existencia es, pues, señal de civilización, y su ausencia de barbarie.
103
Los griegos pintaban con colores intensos la proa (parte delantera) de los barcos.
104
Se llama así a las tierras buenas para el cultivo del cereal.
99
20
y en torno crecen álamos. Hacia allí navegamos y un demon105 nos conducía a través de la oscura noche. No
teníamos luz para verlo, pues la bruma era espesa en torno a las naves y Selene* no irradiaba su luz desde el cielo
y era retenida por las nubes; así que nadie vio la isla con sus ojos ni vimos las enormes olas que rodaban hacia tierra
hasta que arrastramos las naves de buenos bancos. Una vez arrastradas, recogimos todas las velas y descendimos
sobre la orilla del mar y esperamos a la divina Eos durmiendo allí.
»Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, deambulamos llenos de admiración por
la isla.
»Entonces las ninfas, las hijas de Zeus, portador de égida, agitaron a las cabras montaraces para que comieran
mis compañeros. Así que enseguida sacamos de las naves los curvados arcos y las lanzas de largas puntas, y
ordenados en tres grupos comenzamos a disparar, y pronto un dios nos proporcionó abundante caza. Me seguían
doce naves, y a cada una de ellas tocaron en suerte nueve cabras, y para mí solo tomé diez106. Así estuvimos todo
el día hasta el sumergirse de Helios, comiendo innumerables trozos de carne y dulce vino; que todavía no se había
agotado en las naves el dulce vino, sino que aún quedaba, pues cada uno había guardado mucho en las ánforas
cuando tomamos la sagrada ciudad de los Cicones.
»Echamos un vistazo a la tierra de los Cíclopes que estaban cerca y vimos el humo de sus fogatas y escuchamos
el vagido de sus ovejas y cabras. Y cuando Helios se sumergió y sobrevino la oscuridad, nos echamos a dormir sobre
la ribera del mar.
»Cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, convoqué asamblea y les dije a todos:
»“Quedaos ahora los demás, mis fieles compañeros, que yo con mi nave y los que me acompañan voy a llegarme
a esos hombres para saber quiénes son, si soberbios, salvajes y carentes de justicia o amigos de los forasteros y con
sentimientos de piedad para con los dioses”.
»Así dije, y me embarqué y ordené a mis compañeros que embarcaran también ellos y soltaran amarras.
Embarcaron éstos sin tardanza y se sentaron en los bancos, y sentados batían el canoso mar con los remos. Y cuando
llegamos a un lugar cercano, vimos una cueva cerca del mar, elevada, techada de laurel. Allí pasaba la noche
abundante ganado –ovejas y cabras–, y alrededor había una alta cerca construida con piedras hundidas en tierra y
con enormes pinos y encinas de elevada copa. Allí habitaba un hombre monstruoso que apacentaba sus rebaños,
solo, apartado, y no frecuentaba a los demás, sino que vivía alejado y tenía pensamientos impíos. Era un monstruo
digno de admiración: no se parecía a un hombre, a uno que come trigo, sino a una cima cubierta de bosques de las
elevadas montañas que aparece sola, destacada de las otras. Entonces ordené al resto de mis fieles compañeros que
se quedaran allí junto a la nave y que la botaran.
»Yo escogí a mis doce mejores compañeros y me puse en camino. Llevaba un pellejo de cabra con negro107,
agradable vino que me había dado Marón, el hijo de Evanto, el sacerdote de Apolo* protector de Ismaro, porque
lo había yo salvado junto con su hijo y esposa respetando su techo108. Habitaba en el bosque arbolado de Febo Apolo
y me había donado regalos excelentes: me dio siete talentos de oro bien trabajados y una crátera109 toda de plata,
y, además, vino con doce ánforas que llenó, vino agradable, no mezclado, bebida divina. Ninguna de las esclavas
ni de los esclavos de palacio conocían su existencia, sino sólo él y su esposa y solamente la despensera. Siempre
que bebían el rojo, agradable vino llenaba una copa y vertía veinte medidas de agua110, y desde la crátera se esparcía
un olor delicioso, admirable; en ese momento no era agradable alejarse de allí. De este vino me llevé un gran pellejo
lleno y también provisiones en un saco de cuero, porque mi noble ánimo barruntó que marchaba en busca de un
hombre dotado de gran fuerza, salvaje, desconocedor de la justicia y de las leyes.
»Llegamos enseguida a su cueva y no lo encontramos dentro, sino que guardaba sus gordos rebaños en el pasto.
Conque entramos en la cueva y echamos un vistazo a cada cosa: los canastos se inclinaban bajo el peso de los
quesos, y los establos estaban llenos de corderos y cabritillos. Todos estaban cerrados por separado: a un lado los
lechales, a otro los medianos y a otros los recentales.
105
En general, un demon (δαίμων) es cualquier divinidad (en principio un sinónimo de hgός), pero esta palabra suele usarse para referirse a
divinidades menores, no a los grandes dioses. Muchas veces parece que se refiere a la voluntad divina en general, no concretada en ningún dios
en particular.
106
Como rey, y por tanto el guerrero principal, le corresponde una parte mayor que a los demás (aunque tampoco mucho mayor).
107
Homero llama frecuentemente al vino ‘negro’, que parece claro que tiene el sentido de ‘oscuro’.
108
Evidentemente, lo hace en consideración a que es sacerdote de Apolo (comparar con lo que hizo Agamenón con Crises, y recordar las
consecuencias de ello). Odiseo aparece siempre como respetuoso con los dioses.
109
Recipiente, en forma de una gran copa, donde los griegos mezclaban el vino y el agua antes de servirlo.
110
Los griegos bebían el vino mezclado con agua (beberlo puro, como hará el Cíclope, era propio, para ellos, de salvajes). Parece que una
mezcla habitual era cinco partes de agua y una de vino. El vino que le ha dado Marón a Odiseo era sin duda un vino excepcional, puesto que
admitía tantas partes de agua.
21
»Y todos los recipientes rebosaban de suero111 –colodras112 y jarros bien construidos, con los que ordeñaba.
»Entonces mis compañeros me rogaron que nos apoderáramos primero de los quesos y regresáramos, y que
sacáramos luego de los establos cabritillos y corderos, y conduciéndolos a la rápida nave, diéramos velas sobre el
agua salada. Pero yo no les hice caso –aunque hubiera sido más ventajoso–, para poder ver al monstruo y por si me
daba los dones de hospitalidad. Pero su aparición no iba a ser deseable para mis compañeros.
»Así que, encendiendo una fogata, hicimos un sacrificio, repartimos quesos, los comimos y aguardamos sentados
dentro de la cueva hasta que llegó conduciendo el rebaño. Traía el Cíclope una pesada carga de leña seca para su
comida y la tiró dentro con gran ruido. Nosotros nos arrojamos atemorizados al fondo de la cueva, y él a
continuación introdujo sus gordos rebaños, todos cuantos solía ordeñar, y a los machos –a los carneros y cabrones–
los dejó a la puerta, fuera del profundo establo. Después levantó una gran roca y la colocó arriba, tan pesada que
no la habrían levantado del suelo ni veintidós buenos carros de cuatro ruedas: ¡tan enorme piedra colocó sobre la
puerta! Sentóse luego a ordeñar las ovejas y las baladoras cabras, cada una en su momento, y debajo de cada una
colocó un recental. Enseguida puso a cuajar la mitad de la blanca leche en cestas113 bien entretejidas y la otra mitad
la colocó en cubos, para beber cuando comiera y le sirviera de adición al banquete.
»Cuando hubo realizado todo su trabajo prendió fuego, y al vernos nos preguntó:
»“Forasteros, ¿quiénes sois? ¿De dónde venís navegando los húmedos senderos? ¿Andáis errantes por algún
asunto, o sin rumbo como los piratas por la mar, los que andan a la aventura exponiendo sus vidas y llevando la
destrucción a los de otras tierras?”
»Así habló, y nuestro corazón se estremeció por miedo a su voz insoportable y a él mismo, al gigante. Pero le
contesté con mi palabra y le dije:
»“Somos aqueos y hemos venido errantes desde Troya, zarandeados por toda clase de vientos sobre el gran
abismo del mar, desviados por otro rumbo, por otros caminos, aunque nos dirigimos de vuelta a casa. Así quiso Zeus
proyectarlo. Nos preciamos de pertenecer al ejército del Atrida Agamenón, cuya fama es la más grande bajo el cielo:
¡tan gran ciudad ha devastado y tantos hombres ha hecho sucumbir! Conque hemos dado contigo y nos hemos
llegado a tus rodillas por si nos ofreces hospitalidad114 y nos das un regalo, como es costumbre entre los huéspedes.
Ten respeto, excelente, a los dioses; somos tus suplicantes, y Zeus es el vengador de los suplicantes y de los
huéspedes, Zeus Hospitalario, quien acompaña a los huéspedes, a quienes se debe respeto.”
»Así hablé, y él me contestó con corazón cruel:
»“Eres estúpido, forastero, o vienes de lejos, tú que me ordenas temer o respetar a los dioses, pues los Cíclopes
no se cuidan de Zeus, portador de la égida, ni de los dioses felices. Pues somos mucho más fuertes115. No te
perdonaría a ti ni a tus compañeros, si el ánimo no me lo ordenara, por evitar la enemistad de Zeus.”
»”Pero dime dónde has detenido tu bien fabricada nave al venir, si al final de la playa o aquí cerca, para que lo
sepa.”
»Así habló para probarme, y a mí, que sé mucho, no me pasó desapercibido. Así que me dirigí a él con palabras
engañosas:
»“La nave me la ha destrozado Poseidón, el que conmueve la tierra; la ha lanzado contra los escollos en los
confines de vuestro país, conduciéndola hasta un promontorio, y el viento la arrastró del ponto. Por ello he escapado
junto con éstos de la dolorosa muerte.”
»Así hablé, y él no me contestó nada con corazón cruel, mas lanzóse y echó mano a mis compañeros. Agarró a
dos a la vez y los golpeó contra el suelo como a dos cachorrillos, y sus sesos se esparcieron por el suelo empapando
la tierra. Cortó en trozos sus miembros, se los preparó como cena y se los comió, como un león montaraz, sin dejar
ni sus entrañas ni sus carnes ni sus huesos llenos de meollo.
»Nosotros elevamos llorando nuestras manos a Zeus, pues veíamos acciones malvadas, y la desesperación se
apoderó de nuestro ánimo.
111
Es el líquido que, cuando se hace queso, queda al cuajarse la leche.
Vasijas de madera que se usan para ordeñar.
113
Está explicada de forma un poco confusa cómo hace el queso. ¡Está claro que no puede poner sin más la leche recién ordeñada en cestas
porque se saldría! Para hacer queso hay que añadir cuajo a la leche y ésta se mantiene templada; cuando ha cuajado, se echa en un cestillo (o
un recipiente similar) para eliminar el suero. Evidentemente aquí Homero no quiere describir de forma precisa la forma de hacer queso, sino
únicamente indicar que con una parte de la leche hace queso.
114
La hospitalidad tenía gran importancia entre los griegos primitivos (igual que en otros muchos pueblos). La ley divina mandaba acoger a los
extranjeros que pedían hospitalidad, y Zeus se encargaba especialmente de protegerlos. Al no respetar las leyes de la hospitalidad, Polifemo se
mostrará como un impío, con lo que se expone al castigo divino.
115
Enorme manifestación de impiedad de Polifemo. Cuando un griego oyera esto, sabría que podía esperarse cualquier cosa de quien lo decía,
y también presentiría que al que lo decía le esperaría una gran desgracia.
112
22
»Cuando el Cíclope había llenado su enorme vientre de carne humana y leche no mezclada116, se tumbó dentro
de la cueva, tendiéndose entre los rebaños. Entonces yo tomé la decisión en mi magnánimo corazón de acercarme
a éste, sacar la aguda espada de junto a mi muslo y atravesarle el pecho por donde el diafragma contiene el hígado
y la tenté con mi mano. Pero me contuvo otra decisión, pues allí habríamos perecido también nosotros con muerte
cruel: no habríamos sido capaces de retirar de la elevada entrada la piedra que había colocado. Así que llorando
esperamos a Eos divina. Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, se puso a encender
fuego y a ordeñar a sus insignes rebaños, todo por orden, y bajo cada una colocó un recental. Luego que hubo
realizado sus trabajos, agarró a dos compañeros a la vez y se los preparó como desayuno. Y cuando había
desayunado, condujo fuera de la cueva a sus gordos rebaños retirando con facilidad la gran piedra de la entrada. Y
la volvió a poner como si colocara la tapa de una aljaba. Y mientras el Cíclope encaminaba con gran estrépito sus
rebaños hacia el monte, yo me quedé meditando males en lo profundo de mi pecho: ¡si pudiera vengarme y Atenea
me concediera esto que le suplico...!
»Y esta fue la decisión que me pareció mejor. Junto al establo yacía la enorme clava del Cíclope, verde, de olivo;
la había cortado para llevarla cuando estuviera seca. Al mirarla la comparábamos con el mástil de una negra nave
de veinte bancos de remeros, de una nave de transporte amplia, de las que recorren el negro abismo: así era su
longitud, así era su anchura al mirarla. Me acerqué y corté de ella como una braza, la coloqué junto a mis
compañeros y les ordené que la afilaran. Éstos la alisaron y luego me acerqué yo, le agucé el extremo y después la
puse al fuego para endurecerla. La coloqué bien cubriéndola bajo el estiércol que estaba extendido en abundancia
por la cueva. Después ordené que sortearan quién se atrevería a levantar la estaca conmigo y a retorcerla en su ojo
cuando le llegara el dulce sueño, y eligieron entre ellos a cuatro, a los que yo mismo habría deseado escoger. Y yo
me conté entre ellos como el quinto.
»Llegó el Cíclope por la tarde conduciendo sus ganados de hermosos vellones e introdujo en la amplia cueva a
sus gordos rebaños, a todos, y no dejó nada fuera del profundo establo, ya porque sospechara algo o porque un dios
así se lo aconsejó. Después colocó la gran piedra que hacía de puerta, levantándola muy alta, y se sentó a ordeñar
las ovejas y las baladoras cabras, todas por orden, y bajo cada una colocó un recental. Luego que hubo realizado
estos trabajos agarró a dos compañeros a la vez y se los preparó como cena. Entonces me acerqué y le dije al Cíclope
sosteniendo en mis manos una copa de negro vino:
»“¡Aquí, Cíclope! Bebe vino después que has comido carne humana, para que veas qué bebida escondía nuestra
nave. Te lo he traído como libación117, por si te compadecías de mí y me enviabas a casa, pues estás enfurecido de
forma ya intolerable. ¡Cruel!, ¿cómo va a llegarse a ti en adelante ninguno de los numerosos mortales? Pues no has
obrado como te corresponde.”
»Así hablé, y él la tomó, bebió y gozó terriblemente bebiendo la dulce bebida. Y me pidió por segunda vez:
»“Dame más de buen grado y dime ahora ya tu nombre para que te ofrezca el don de hospitalidad con el que te
vas a alegrar. Pues también la donadora de la vida, la Tierra, produce para los Cíclopes vino de grandes uvas y la
lluvia de Zeus se las hace crecer. Pero esto es una catarata de ambrosía y néctar118.”
»Así habló, y yo le ofrecí de nuevo rojo vino. Tres veces se lo llevé y tres veces bebió sin medida. Después,
cuando el rojo vino había invadido la mente del Cíclope, me dirigí a él con dulces palabras:
»“ Cíclope, ¿me preguntas mi célebre nombre? Te lo voy a decir, mas dame tú el don de hospitalidad como me
has prometido. Nadie es mi nombre, y Nadie me llaman mi madre y mi padre y todos mis compañeros.”
»Así hablé, y él me contestó con corazón cruel:
»“A Nadie me lo comeré el último entre sus compañeros, y a los otros antes. Éste será tu don de hospitalidad.”
»Dijo, y reclinándose cayó boca arriba. Estaba tumbado con su robusto cuello inclinado a un lado, y de su
garganta saltaba el vino y trozos de carne humana; eructaba cargado de vino.
»Entonces arrimé la estaca bajo el abundante rescoldo para que se calentara y comencé a animar con mi palabra
todos los compañeros, no fuera que alguien se me escapara por miedo. Y cuando en breve la estaca estaba a punto
de arder en el fuego, verde como estaba, y resplandecía terriblemente, me acerqué y la saqué del fuego, y mis
compañeros me rodearon, pues sin duda un demon les infundió gran valor. Tomaron la aguda estaca de olivo y se
la clavaron arriba en el ojo, y yo hacía fuerza desde arriba y le daba vueltas. Como cuando un hombre taladra con
un trépano la madera destinada a un navío –otros abajo la atan a ambos lados con una correa y la madera gira
continua, incesantemente–, así hacíamos nosotros dar vueltas, bien asida, a la estaca de punta de fuego en el ojo del
116
No es muy adecuado aplicar el «no mezclada» a la leche. Parece que se hace por analogía con otro líquido, el vino, que los griegos bebían
mezclado con agua. Este “desajuste” entre el adjetivo y el sustantivo se da con cierta frecuencia en Homero.
117
Una libación era propiamente una ofrenda a los dioses de un líquido, consistente en derramar un poco. Aquí se dice en sentido figurado:
Odiseo se lo ofrece como regalo (igual que se hace una libación como ofrenda a los dioses).
118
Son la comida y la bebida de los dioses. La ambrosía (su nombre está derivado de –μβροτος, ‘inmortal’) podía conferir la inmortalidad al
mortal que la tomara (al menos mientras seguía tomándola), y si se aplicaba a un cadáver evitaba que se corrompiera (así preservan los dioses
el cadáver de Héctor, cuando Aquiles se niega a entregarlo a los troyanos).
23
Cíclope, y la sangre corría por la estaca caliente. Al arder la pupila, el soplo del fuego le quemó todos los párpados,
y las cejas y las raíces crepitaban por el fuego. Como cuando un herrero sumerge un gran hacha o una garlopa en
agua fría para templarla y ésta estride grandemente –pues éste es el poder del hierro119–, así estridía su ojo en torno
a la estaca de olivo. Y lanzó un gemido grande, horroroso, y la piedra retumbó en torno, y nosotros nos echamos
a huir aterrorizados.
»Entonces se extrajo del ojo la estaca empapada en sangre y, enloquecido, la arrojó de sí con las manos. Y al
punto se puso a llamar a grandes voces a los Cíclopes que habitaban en derredor suyo, en cuevas por las ventiscosas
cumbres. Al oír éstos sus gritos, venían cada uno de un sitio y se colocaron alrededor de su cueva y le preguntaron
qué le afligía:
»“¿Qué cosa tan grande sufres, Polifemo, para gritar de esa manera en la noche inmortal120 y hacernos abandonar
el sueño? ¿Es que alguno de los mortales se lleva tus rebaños contra tu voluntad o te está matando alguien con
engaño o con sus fuerzas?”
»Y les contestó desde la cueva el poderoso Polifemo:
»“Amigos, Nadie me mata con engaño y no con sus propias fuerzas”
»Y ellos le contestaron y le dijeron aladas palabras:
»“Pues si nadie te ataca y estás solo... es imposible escapar de la enfermedad121 del gran Zeus, pero al menos
suplica a tu padre Poseidón*, al soberano.”
»Así dijeron, y se marcharon. Y mi corazón rompió a reír: ¡cómo los había engañado mi nombre y mi inteligencia
irreprochable!
»El Cíclope gemía y se retorcía de dolor, y palpando con las manos retiró la piedra de la entrada. Y se sentó a
la puerta, las manos extendidas, por si pillaba a alguien saliendo afuera entre las ovejas. ¡Tan estúpido pensaba en
su mente que era yo! Entonces me puse a deliberar cómo saldrían mejor las cosas –¡si encontrara el medio de liberar
a mis compañeros y a mí mismo de la muerte...! Y me puse a entretejer toda clase de engaños y planes, ya que se
trataba de mi propia vida. Pues un gran mal estaba cercano. Y me pareció la mejor esta decisión: los carneros
estaban bien alimentados, con densos vellones, hermosos y grandes, y tenían una lana color violeta. Conque los até
en silencio, juntándolos de tres en tres, con mimbres bien trenzadas sobre las que dormía el Cíclope, el monstruo
de pensamientos impíos; el carnero del medio llevaba a un hombre, y los otros dos marchaban a cada lado, salvando
a mis compañeros. Tres carneros llevaban a cada hombre.
»Entonces yo... había un carnero, el mejor con mucho de todo su rebaño. Me apoderé de éste por el lomo y me
coloqué bajo su velludo vientre hecho un ovillo, y me mantenía con ánimo paciente agarrado con mis manos a su
divino vellón. Así aguardamos gimiendo a Eos divina, y cuando se mostró la que nace de la mañana, la de dedos
de rosa, sacó a pastar a los machos de su ganado. Y las hembras balaban por los corrales sin ordeñar, pues sus ubres
rebosaban. Su dueño, abatido por funestos dolores, tentaba el lomo de todos sus carneros, que se mantenían rectos.
El inocente no se daba cuenta de que mis compañeros estaban sujetos bajo el pecho de las lanudas ovejas. El último
del rebaño en salir fue el carnero cargado con su lana y conmigo, que pensaba muchas cosas. El poderoso Polifemo
lo palpó y se dirigió a él:
»“Carnero amigo, por qué me sales de la cueva el último del rebaño? Antes jamás marchabas detrás de las ovejas,
sino que, a grandes pasos, llegabas el primero a pastar las tiernas flores del prado y llegabas el primero a las
corrientes de los ríos y el primero deseabas llegar al establo por la tarde. Ahora, en cambio, eres el último de todos.
Sin duda, echas de menos el ojo de tu soberano, el que me ha cegado un hombre villano con la ayuda de sus
miserables compañeros sujetando mi mente con vino, Nadie, quien todavía no ha escapado –te lo aseguro– de la
muerte. ¡Ojalá tuvieras sentimientos iguales a los míos y estuvieras dotado de voz para decirme dónde se ha
escondido aquél de mi furia! Entonces sus sesos, cada uno por un lado, reventarían contra el suelo de la cueva,
herido de muerte, y mi corazón se repondría de los males que me ha causado el vil Nadie.”
»Así diciendo alejó de sí al carnero. Y cuando llegamos un poco lejos de la cueva y del corral, yo me desaté el
primero de debajo del carnero y liberé a mis compañeros. Entonces hicimos volver rápidamente al ganado de finas
patas, gordo por la grasa, abundante ganado, y lo condujimos hasta llegar a la nave.
»Nuestros compañeros dieron la bienvenida a los que habíamos escapado de la muerte, y a los otros los lloraron
entre gemidos. Pero yo no permití que lloraran, haciéndoles señas negativas con mis cejas, antes bien, les di órdenes
119
Ésta es una de las pocas menciones al hierro que aparecen en las obras de Homero. Habitualmente Homero habla del bronce. La tradición
épica procedía de siglos atrás, de la Edad de Bronce, cuando era el bronce el metal usado. Por eso, cuando se refiere a hechos tomados de esa
tradición, Homero habla de bronce. Ahora bien, la comparación entre el ruido que hace la estaca en el ojo del Cíclope y el ruido del hierro en
el agua está tomada de la vida ordinaria, no de la tradición épica. Por ello, la época del poeta, en la que el metal habitual es el hierro, se
introduce en su obra.
120
Hay una divinidad que es la personificación de la noche; por eso se la llama inmortal. Esa divinidad en griego es Nix (Νύξ, ‘Noche’). [Ver
‘Apéndice Mitológico’]
121
Se refiere, parece ser, a la locura.
24
de embarcar al abundante ganado de hermosos vellones y de navegar el salino mar.
»Embarcáronlo enseguida y se sentaron sobre los bancos, y, sentados, batían el canoso mar con los remos.
»Conque cuando estaba tan lejos para hacerme oír si gritaba, me dirigí al Cíclope con mordaces palabras:
»“Cíclope, no estaba privado de fuerza el hombre cuyos compañeros ibas a comerte en la cóncava cueva con tu
poderosa fuerza. Con razón te tenían que salir al encuentro tus malvadas acciones, cruel, pues no tuviste miedo de
comerte a tus huéspedes en tu propia casa. Por ello te han castigado Zeus y los demás dioses.”
»Así hablé, y él se irritó más en su corazón. Arrancó la cresta de un gran monte, nos la arrojó y dio detrás de
la nave de azuloscura proa122, tan cerca que faltó poco para que alcanzara lo alto del timón. El mar se levantó por
la caída de la piedra, y el oleaje arrastró en su reflujo la nave hacia el litoral y la impulsó hacia tierra. Entonces tomé
con mis manos un largo botador y la empujé hacia fuera, y di órdenes a mis compañeros de que se lanzaran sobre
los remos para escapar del peligro, haciéndoles señas con mi cabeza. Así que se inclinaron hacia adelante y remaban.
Cuando en nuestro recorrido estábamos alejados dos veces la distancia de antes, me dirigí al Cíclope, aunque mis
compañeros intentaban impedírmelo con dulces palabras a uno y otro lado:
»“Desdichado, ¿por qué quieres irritar a un hombre salvaje?, un hombre que acaba de arrojar un proyectil que
ha hecho volver a tierra nuestra nave y pensábamos que íbamos a morir en el sitio. Si nos oyera gritar o hablar
machacaría nuestras cabezas y el madero del navío, tirándonos una roca de aristas resplandecientes, ¡tal es la
longitud de su tiro!”
»Así hablaron, pero no doblegaron mi gran ánimo y me dirigí de nuevo a él airado:
»“Cíclope, si alguno de los mortales hombres te pregunta por la vergonzosa ceguera de tu ojo, dile que te ha
dejado ciego Odiseo, el destructor de ciudades, el hijo de Laertes que tiene su casa en Itaca.”
»Así hablé, y él dio un alarido y me contestó con su palabra.
»“¡Ay, ay, ya me ha alcanzado el antiguo oráculo! Había aquí un adivino noble y grande, Telero Eurímida, que
sobresalía por sus dotes de adivino y envejeció entre los Cíclopes vaticinando. Éste me dijo que todo esto se
cumpliría en el futuro, que me vería privado de la vista a manos de Odiseo. Pero siempre esperé que llegara aquí
un hombre grande y bello, dotado de un gran vigor; sin embargo, uno que es pequeño, de poca valía y débil me ha
cegado el ojo después de sujetarme con vino. Pero ven acá, Odiseo, para que te ofrezca los dones de hospitalidad
y exhorte al ínclito, al que conduce su carro por la tierra123, a que te dé escolta, pues soy hijo suyo y él se gloría de
ser mi padre. Sólo él, si quiere, me sanará, y ningún otro de los dioses felices ni de los mortales hombres.”
»Así habló, y yo le contesté diciendo:
»“¡Ojalá pudiera privarte también de la vida y de la existencia y enviarte a la mansión de Hades! Así no te curaría
el ojo ni el que sacude la tierra124.”
»Así dije, y luego hizo él una súplica a Poseidón soberano, tendiendo su mano hacia el cielo estrellado:
»“Escúchame tú, Poseidón, el que abrazas la tierra125, el de cabellera azuloscura126. Si de verdad soy hijo tuyo
–y tú te precias de ser mi padre–, concédeme que Odiseo, el destructor de ciudades, no llegue a casa, el hijo de
Laertes que tiene su morada en Itaca. Pero si su destino es que vea a los suyos y llegue a su bien edificada morada
y a su tierra patria, que regrese de mala manera: sin sus compañeros, en nave ajena, y que encuentre calamidades
en casa.”
»Así dijo suplicando, y le escuchó el de azuloscura cabellera. A continuación levantó de nuevo una piedra mucho
mayor y la lanzó dando vueltas. Hizo un esfuerzo inmenso y dio detrás de la nave de azuloscura proa, tan cerca que
faltó poco para que alcanzara lo alto del timón. Y el mar se levantó por la caída de la piedra, y el oleaje arrastró en
su reflujo la nave hacia el litoral y la impulsó hacia tierra.
»Conque por fin llegamos a la isla donde las demás naves de buenos bancos nos aguardaban reunidas. Nuestros
compañeros estaban sentados llorando alrededor, anhelando continuamente nuestro regreso. Al llegar allí,
arrastramos la nave sobre la arena y desembarcamos sobre la ribera del mar. Sacamos de la cóncava nave los
ganados del Cíclope y los repartimos de modo que nadie se fuera sin su parte correspondiente.
»Mis compañeros, de hermosas grebas, me dieron a mí solo, al repartir el ganado, un carnero de más, y lo
sacrifiqué sobre la playa en honor de Zeus, el que reúne las nubes, el hijo de Crono, el que es soberano de todos,
y quemé los muslos. Pero no hizo caso de mi sacrificio, sino que meditaba el modo de que se perdieran todas mis
naves de buenos bancos y mis fieles compañeros.
»Estuvimos sentados todo el día comiendo carne sin parar y bebiendo dulce vino, hasta el sumergirse de Helios.
122
Es decir, ‘proa de color azul oscuro’. Como ya hemos dicho, los griegos pintaban la proa de los barcos. Sin duda podían ser pintades de
diferentes colores: antes ha hablado de proas rojas, ahora de azules.
123
Se refiere al dios Poseidón. [Ver ‘Apéndice Mitológico’.]
124
Se refiere también al dios Poseidón, al que se le atribuían los terremotos.
125
El dios Poseidón, que es dios del mar: el mar «abraza» la tierra, es decir, la rodea.
126
Se atribuye al pelo de Poseidón el color del mar.
25
Y cuando Helios se sumergió y cayó la oscuridad, nos echamos a dormir sobre la ribera del mar.
»Cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, di orden a mis compañeros de que
embarcaran y soltaran amarras, y ellos embarcaron, se sentaron sobre los bancos y, sentados, batían el canoso mar
con los remos.
»Así que proseguimos navegando desde allí, nuestro corazón acongojado, huyendo con gusto de la muerte,
aunque habíamos perdido a nuestros compañeros.»
HOMERO: Odisea, Madrid, Ed. Cátedra, 1993; p. 167-183;
traducción de José Luis Calvo
26
Canto XII de la Odisea
«Cuando la nave abandonó la corriente del río Océano* y arribó al oleaje del ponto de vastos caminos y a la isla
de Eea, donde se encuentran la mansión y los lugares de danza de Eos y donde sale Helios, la arrastramos por la
arena, una vez llegados. Desembarcamos sobre la ribera del mar, y dormimos esperando a la divina Eos.
»Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, envié a unos cuantos compañeros al
palacio de Circe para que se trajeran el cadáver de Elpenor*. Cortamos enseguida unos leños y lo enterramos
apenados, derramando abundante llanto, en el lugar donde la costa sobresalía más. Cuando habían ardido el cadáver
y las armas del difunto, erigimos un túmulo y, levantando un mojón, clavamos en lo más alto de la tumba su
manejable remo. Y luego nos pusimos a discutir los detalles del regreso.
»Pero no dejó Circe de percatarse que habíamos llegado de Hades y se presentó enseguida para proveernos. Y
con ella sus siervas llevaban pan y carne en abundancia y rojo vino. Y colocándose entre nosotros dijo la divina
entre las diosas:
»“Desdichados vosotros que habéis descendido vivos a la morada de Hades; seréis dos veces mortales, mientras
que los demás hombres mueren sólo una vez. Pero, vamos, comed esta comida y bebed este vino durante todo el
día de hoy y al despuntar la aurora os pondréis a navegar; que yo os mostraré el camino y os aclararé las incidencias
para que no tengáis que lamentaros de sufrir desgracias por trampa dolorosa del mar o sobre tierra firme.”
»Así dijo, y nuestro valeroso ánimo se dejó persuadir. Así que pasamos todo el día, hasta la puesta del sol,
comiendo carne en abundancia y delicioso vino. Y cuando se puso el sol y cayó la oscuridad, mis compañeros se
echaron a dormir junto a las amarras de la nave. Pero Circe me tomó de la mano y me hizo sentar lejos de mis
compañeros y, echándose a mi lado, me preguntó detalladamente. Yo le conté todo como correspondía y entonces
me dijo la soberana Circe:
»“Así es que se ha cumplido todo de esta forma. Escucha ahora tú lo que voy a decirte y te recordará después
el dios mismo.
»”Primero llegarás a las Sirenas*, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su
nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de
alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las
rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo tu nave y,
derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche.
En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil Sque sujeten a éste la
amarrasS, para que escuches complacido la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o les ordenas que
te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas.
»”Cuando tus compañeros las hayan pasado de largo, ya no te diré cuál de los dos caminos será el tuyo; decídelo
tú mismo en el ánimo. Pero te voy a decir los dos: a un lado hay unas rocas altísimas, contra las que se estrella el
oleaje de la oscura Anfitrite*. Los dioses felices las llaman Rocas Errantes. No se les acerca ningún ave, ni siquiera
las temblorosas palomas que llevan ambrosía al padre Zeus; que, incluso de éstas, siempre arrebata alguna la lisa
piedra, aunque el Padre (Zeus) envía otra para que el número sea completo. Nunca las ha conseguido evitar nave
alguna de hombres que haya llegado allí, sino que el oleaje del mar, junto con huracanes de funesto fuego, arrastran
maderos de naves y cuerpos de hombres. Sólo consiguió pasar de largo por allí una nave surcadora del ponto, la
célebre Argo*, cuando navegaba desde el país de Eetes*. Incluso entonces la habría arrojado el oleaje contra las
gigantescas piedras, pero la hizo pasar de largo Hera*, pues Jasón* le era querido.
»”En cuanto a los dos escollos, uno llega al vasto cielo con su aguda cresta y le rodea oscura nube. Ésta nunca
le abandona, y jamás, ni en invierno ni en verano, rodea su cresta un cielo despejado. No podría escalarlo mortal
alguno, ni ponerse sobre él, aunque tuviera veinte manos y veinte pies, pues es piedra lisa, igual que la pulimentada.
En medio del escollo hay una oscura gruta vuelta hacia Poniente, que llega hasta el Erebo*, por donde vosotros
podéis hacer pasar la cóncava nave, ilustre Odiseo. Ni un hombre vigoroso, disparando su flecha desde la cóncava
nave, podría alcanzar la hueca gruta. Allí habita Escila*, que aúlla que da miedo: su voz es en verdad tan aguda
como la de un cachorro recién nacido, y es un monstruo maligno. Nadie se alegraría de verla, ni un dios que le diera
cara. Doce son sus pies, todos deformes, y seis sus largos cuellos; en cada uno hay una espantosa cabeza y en ella
tres filas de dientes apiñados y espesos, llenos de negra muerte. De la mitad para abajo está escondida en la hueca
gruta, pero tiene sus cabezas sobresaliendo fuera del terrible abismo, y allí pesca Sexplorándolo todo alrededor del
escolloS, por si consigue apresar delfines o perros marinos127, o incluso algún monstruo mayor de los que cría a
miles la gemidora Anfitrite. Nunca se precian los marineros de haberlo pasado de largo incólumes con la nave, pues
127
‘focas’.
27
arrebata con cada cabeza a un hombre de la nave de oscura proa y se lo lleva.
»”También verás, Odiseo, otro escollo más llano Scerca uno de otro. Harías bien en pasar por él como una flecha.
En éste hay un gran cabrahígo cubierto de follaje y debajo de él la divina Caribdis* sorbe ruidosamente la negra
agua. Tres veces durante el día la suelta y otras tres vuelve a sorberla que da miedo. ¡Ojalá no te encuentres allí
cuando la está sorbiendo, pues no te libraría de la muerte ni el que sacude la tierra! Conque acércate, más bien, con
rapidez al escollo de Escila y haz pasar de largo la nave, porque mejor es echar en falta a seis compañeros que no
a todos juntos.”
»Así dijo, y yo le contesté y dije:
»“Diosa, vamos, dime con verdad si podré escapar de la funesta Caribdis y rechazar también a Escila cuando trate
de dañar a mis compañeros.”
»Así dije, y ella al punto me contestó, la divina entre las diosas:
»“Desdichado, en verdad te placen las obras de guerra y el esfuerzo. ¿Es que no quieres ceder ni siquiera a los
dioses inmortales? Porque ella no es mortal, sino un azote inmortal, terrible, doloroso, salvaje e invencible. Y no
hay defensa alguna, lo mejor es huir de ella, porque si te entretienes junto a la piedra y vistes tus armas contra ella,
mucho me temo que se lance por segunda vez y te arrebate tantos compañeros como cabezas tiene. Conque conduce
tu nave con fuerza e invoca a gritos a Cratais, madre de Escila, que la parió para daño de los mortales. Ésta le
impedirá que se lance de nuevo.
»”Luego llegarás a la isla de Trinaquía128, donde pastan las muchas vacas y pingües rebaños de ovejas de Helios:
siete rebaños de vacas y otros tantos hermosos apriscos de ovejas con cincuenta animales cada uno. No les nacen
crías, pero tampoco mueren nunca. Sus pastoras son diosas, ninfas de lindas trenzas, Faetusa y Lampetía, a las que
parió para Helios Hiperiónida129 la diosa Neera. Nada más de parirlas y criarlas su soberana madre, las llevó a la isla
de Trinaquía para que vivieran lejos y pastorearan los apriscos de su padre y las vacas de rotátiles patas.
»”Si dejas incólumes estos rebaños y te ocupas del regreso, aun con mucho sufrir podéis llegar a Itaca, pero si
les haces daño, predigo la perdición para la nave y para tus compañeros. Y tú, aunque evites la muerte, llegarás tarde
y mal, después de perder a todos tus compañeros.”
»Así dijo y, al pronto, llegó Eos, la de trono de oro.
»Ella regresó a través de la isla, la divina entre las diosas, y yo partí hacia la nave y apremié a mis compañeros
para que embarcaran y soltaran amarras. Así que embarcaron con presteza y se sentaron sobre los bancos y, sentados
en fila, batían el canoso mar con los remos. Y Circe de lindas trenzas, la terrible diosa dotada de voz, envió por
detrás de nuestra nave de azuloscura proa, muy cerca, un viento favorable, buen compañero, que hinchaba las velas.
Después de disponer todos los aparejos, nos sentamos en la nave y la conducían el viento y el piloto.
»Entonces dije a mis compañeros con corazón acongojado:
»“Amigos, es preciso que todos Sy no sólo uno o dosS conozcáis las predicciones que me ha hecho Circe, la
divina entre las diosas. Así que os las voy a decir para que, después de conocerlas, perezcamos o consigamos escapar
evitando la muerte y el destino.
»”Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo
escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que sujeten
a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas.”
»Así es como yo explicaba cada detalle a mis compañeros.
»Entretanto la bien fabricada nave llegó velozmente a la isla de las dos Sirenas Spues la impulsaba próspero
viento. Pero enseguida cesó éste y se hizo una bonanza apacible, pues un dios había calmado el oleaje.
»Levantáronse mis compañeros para plegar las velas y las pusieron sobre la cóncava nave y, sentándose al remo,
blanqueaban el agua con los pulimentados remos.
»Entonces yo partí en trocitos, con el agudo bronce, un gran pan de cera y lo apreté con mis pesadas manos.
Enseguida se calentó la cera Spues la oprimían mi gran fuerza y el brillo del soberano Helios HiperiónidaS y la unté
por orden en los oídos de todos mis compañeros. Éstos, a su vez, me ataron igual de manos que de pies, firme junto
al mástil Ssujetaron a éste las amarrasS y, sentándose, batían el canoso mar con los remos.
»Conque, cuando la nave estaba a una distancia en que se oye a un hombre al gritar Sen nuestra veloz marchaS,
no se les ocultó a las Sirenas que se acercaba y entonaron su sonoro canto:
»“Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra
voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha
regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron
en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos todo cuanto sucede sobre la tierra fecunda.”
»Así decían lanzando su hermosa voz. Entonces mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que
128
129
Se suele identificar con Sicilia.
‘hijo de Hiperión’ [Ver ‘Apéndice Mitológico’]
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me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron
Perimedes y Euríloco* y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más.
»Cuando por fin las habían pasado de largo y ya no se oía más la voz de las Sirenas ni su canto, se quitaron la
cera mis fieles compañeros, la que yo había untado en sus oídos, y a mí me soltaron de las amarras.
»Conque, cuando ya abandonábamos su isla, al punto comencé a ver vapor y gran oleaje y a oír un estruendo.
Como a mis compañeros les entrara el terror, volaron los remos de sus manos y éstos cayeron todos estrepitosamente
en la corriente. Así que la nave se detuvo allí mismo, puesto que ya no movían los largos remos con sus manos.
»Entonces iba yo por la nave apremiando a mis compañeros con suaves palabras, poniéndome al lado de cada
uno:
»“Amigos, ya no somos inexpertos en desgracias. Este mal que nos acecha no es peor que cuando el Cíclope nos
encerró con poderosa fuerza en su cóncava cueva. Pero por mis artes, mi decisión y mi inteligencia logramos escapar
de allí Sy creo que os acordaréis de ello. Así que también ahora, vamos, obedezcamos todos según yo os indique.
Vosotros sentaos en los bancos y batid con los remos la profunda orilla del mar, por si Zeus nos concede huir y
evitar esta perdición; y a ti, piloto, esto es lo que te ordeno Sponlo en tu interior, ya que gobiernas el timón de la
cóncava naveS: mantén a la nave alejada de ese vapor y oleaje y pégate con cuidado a la roca no sea que se te lance
sin darte cuenta hacia el otro lado y nos pongas en medio del peligro.”
»Así dije y enseguida obedecieron mis palabras. Todavía no les hablé de Escila, desgracia imposible de combatir,
no fuera que por temor dejaran de remar y se me escondieran todos dentro.
»Entonces no hice caso de la penosa recomendación de Circe, pues me ordenó que en ningún caso vistiera mis
armas contra ella. Así que vestí mis ínclitas armas y con dos lanzas en mis manos subí a la cubierta de proa, pues
esperaba que allí se me apareciera primero la rocosa Escila, la que iba a llevar dolor a mis compañeros. Pero no pude
verla por lado alguno y se me cansaron los ojos de otear por todas partes la brumosa roca.
»Así que comenzamos a sortear el estrecho entre lamentos, pues de un lado estaba Escila, y de otro las divina
Caribdis sorbía que daba miedo la salada agua del mar. Y es que cuando vomitaba, toda ella borbollaba como un
caldero que se agita sobre un gran fuego Sla espuma caía desde arriba sobre lo alto de los dos escollosS, y cuando
sorbía de nuevo la salada agua del mar, aparecía toda arremolinada por dentro, la roca resonaba espantosamente
alrededor y al fondo se veía la tierra con azuloscura arena.
»El terror se apoderó de mis compañeros y, mientras la mirábamos temiendo morir, Escila me arrebató de la
cóncava nave seis compañeros, los que eran mejores de brazos y fuerza. Mirando a la rápida nave y siguiendo con
los ojos a mis compañeros, logré ver arriba sus pies y manos cuando se elevaban hacia lo alto. Daban voces
llamándome por mi nombre, ya por última vez, acongojados en su corazón. Como el pescador en un promontorio,
sirviéndose de larga caña, echa comida como cebo a los pececillos (arroja al mar el cuerno de un toro montaraz) y
luego tira hacia afuera y los coge palpitantes, así mis compañeros se elevaban palpitantes hacia la roca.
»Escila los devoró en la misma puerta mientras gritaban y tendían sus manos hacia mí en terrible forcejeo.
Aquello fue lo más triste que he visto con mis ojos de todo cuanto he sufrido recorriendo los caminos del mar.
Cuando conseguimos escapar de la terrible Caribdis y de Escila, llegamos enseguida a la irreprochable isla del dios
donde estaban las hermosas carianchas vacas y los numerosos rebaños de ovejas de Helios Hiperión.
»Cuando todavía me encontraba en la negra nave pude oír el mugido de las vacas en sus establos y el balar de
las ovejas. Entonces se me vino a las mientes la palabra del adivino ciego, el tebano Tiresias, y de Circe de Eea,
quienes me encomendaron encarecidamente evitar la isla de Helios, el que alegra a los mortales.
»Así que dije a mis compañeros acongojado en mi corazón:
»“Escuchad mis palabras, compañeros que tantas desgracias habéis sufrido, para que os manifieste las
predicciones de Tiresias y de Circe de Eea, quienes me encomendaron encarecidamente evitar la isla de Helios, el
que alegra a los mortales, pues me dijeron que aquí tendríamos el más terrible mal. Conque conducid la negra nave
lejos de la isla.”
»Así dije y a ellos se les quebró el corazón.
»Entonces Euríloco me contestó con odiosa palabra:
»“Eres terrible, Odiseo, y no se cansa tu vigor ni tus miembros. En verdad todo lo tienes de hierro si no permites
a tus compañeros agotados por el cansancio y por el sueño poner pie a tierra en una isla rodeada de corriente, donde
podríamos prepararnos sabrosa comida. Por el contrario, les ordenas que anden errantes por la rápida noche en el
brumoso ponto, alejándose de la isla. De la noche surgen crueles vientos, azote de las naves. ¿Cómo se podría huir
del total exterminio si por casualidad se nos viene de repente un huracán de Noto* o de Céfiro*, que son quienes,
sobre todo, destruyen las naves por voluntad de los soberanos dioses? Cedamos, pues, a la negra noche y
preparémonos una comida quedándonos junto a la rápida nave. Y al amanecer embarcaremos y lanzaremos la nave
al vasto ponto.”
»Así dijo Euríloco y los demás compañeros aprobaron sus palabras. Entonces me di cuenta de que un demon nos
preparaba desgracia y, hablándoles, dije aladas palabras:
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»“Euríloco, mucho me forzáis, solo como estoy. Pero, vamos, juradme al menos con fuerte juramento que si
encontramos una vacada o un gran rebaño de ovejas, nadie, llevado de funesta insensatez, matará vaca u oveja
alguna. Antes bien, comed tranquilos el alimento que nos dio la inmortal Circe.”
»Así dije y todos juraron al punto tal como les había dicho. Así que cuando habían jurado y completado su
juramento, detuvimos en el cóncavo puerto nuestra bien construida nave, cerca del agua dulce; desembarcaron mis
compañeros y se prepararon con habilidad la comida.
»Luego que habían arrojado de sí el deseo de comida y bebida, comenzaron a llorar Spues se acordaron
enseguidaS por los compañeros a quienes había devorado Escila, arrebatándolos de la cóncava nave; y mientras
lloraban, les sobrevino un profundo sueño.
»Cuando terciaba la noche y declinaban los astros, Zeus, el que amontona las nubes, levantó un viento para que
soplara en terrible huracán y cubrió de nubes tierra y mar. Y se levantó del cielo la noche.
»Cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, anclamos la nave arrastrándola hasta una
gruta, donde estaba el hermoso lugar de danza de las Ninfas y sus asientos.
»Entonces los convoqué en asamblea y les dije:
»“Amigos, en la rápida nave tenemos comida y bebida; apartémonos de las vacas no sea que nos pase algo malo,
que esas vacas y gordas ovejas pertenecen a un dios terrible, a Helios, el que todo lo ve y todo lo oye130.”
»Así dije y su valeroso ánimo se dejó persuadir.
»Durante todo un mes sopló Noto sin parar y no había ningún otro viento, salvo Euro* y Noto. Así que, mientras
mis compañeros tuvieron comida y rojo vino, se mantuvieron alejados de las vacas por deseo de vivir; pero cuando
se consumieron todos los víveres de la nave, pusiéronse por necesidad a la caza de peces y aves, todo lo que llegaba
a sus manos, con curvos anzuelos, pues el hambre retorcía sus estómagos.
»Yo me eché entonces a recorrer la isla para suplicar a los dioses, por si alguno me manifestaba algún camino
de vuelta; y, cuando caminando por la isla ya estaba lejos de mis compañeros, lavé mis manos al abrigo del viento
y supliqué a todos los dioses que poseen el Olimpo. Y ellos derramaron el dulce sueño sobre mis párpados.
»Entonces Euríloco comenzó a manifestar a mis compañeros esta funesta decisión:
»“Escuchad mis palabras, compañeros que tantos males habéis sufrido. Todas las clases de muerte son odiosas
para los desgraciados mortales, pero lo más lamentable es morir de hambre y arrastrar el destino. Conque, vamos,
llevémonos las mejores vacas de Helios y sacrifiquémoslas a los inmortales que poseen el vasto cielo. Si llegamos
a Itaca, nuestra patria, edificaremos a Helios Hiperión un espléndido templo donde podríamos erigir muchas y
excelentes estatuas.
»”Pero si, irritado por sus vacas de alta cornamenta, quiere destruir nuestra nave Sy los demás dioses le
acompañanS prefiero perder la vida de una vez, de bruces contra una ola, antes que irme consumiendo poco a poco
en una isla desierta.”
»Así dijo Euríloco y los demás compañeros aprobaron sus palabras. Así que se llevaron enseguida las mejores
vacas de Helios, de por allí cerca Spues las hermosas vacas carianchas de rotátiles patas pastaban no lejos de la nave
de azuloscura proa. Pusiéronse a su alrededor e hicieron súplica a los dioses, cortando ramas tiernas de una encina
de elevada copa Spues no tenían blanca cebada131 en la nave de buenos bancos. Cuando habían hecho la súplica,
degollado y desollado las vacas, cortaron los muslos y los cubrieron de grasa a uno y otro lado y colocaron carne
sobre ellos. No tenían vino para libar sobre las víctimas mientras se asaban, pero libaron con agua mientras se
quemaban las entrañas. Cuando ya se habían quemado los muslos y probaron las entrañas, cortaron en trozos lo
demás y lo ensartaron en pinchos.
»Entonces el profundo sueño desapareció de mis párpados y me puse en camino hacia la rápida nave y la ribera
del mar. Y, cuando me hallaba cerca de la curvada nave, me rodeó un agradable olor a grasa. Rompí en lamentos
e invoqué a gritos a los dioses inmortales:
»“Padre Zeus y demás dioses felices que vivís siempre; para mi perdición me habéis hecho acostar132 con funesto
sueño, pues mis compañeros han resuelto un tremendo acto mientras estaban aquí.”
»En esto llegó Lampetía, de luengo peplo, rápida mensajera, a Helios Hiperión, para anunciarle que habíamos
matado a sus vacas. Y éste se dirigió al punto a los inmortales acongojado en su corazón:
»“Padre Zeus y los demás dioses felices que vivís siempre, castigad ya a los compañeros de Odiseo Laertíada
que me han matado las vacas S¡obra impía!S, con las que yo me complacía al dirigirme hacia el cielo estrellado y
al volver de nuevo hacia la tierra desde el cielo. Porque si no me pagan una recompensa equitativa por las vacas,
130
Se dice esto de Helios, el Sol, porque está en lo alto del cielo, y desde allí ve toda la tierra.
Uno de los ritos que se relizaban en los sacrificios era echar unos puñados de cebada sobre el altar y sobre el animal que se iba a sacrificar
antes de matarlo.
132
El héroe épico tiende a responsabilizar a los dioses de lo que le ocurre, o al menos a hacerlos corresponsables, a compartir con ellos su
responsabilidad, sobre todo en casos como estos en que un acto del héroe trae una consecuencia no buscada, o en la que actúa de forma no del
todo lógica o razonable.
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30
me hundiré en el Hades y brillaré para los muertos.”
»Y contestándole dijo Zeus, el que reúne las nubes:
»“Helios, sigue brillando entre los inmortales y los mortales hombres sobre la tierra nutricia, que yo lanzaré mi
brillante rayo y quebraré enseguida su nave en el ponto rojo como el vino.”
»Esto es lo que yo oí decir a Calipso133, de hermoso peplo, y ella decía que se lo había oído a su vez a Hermes*.
»Conque, cuando bajé hasta la nave y el mar, los reprendí a unos y otros poniéndome a su lado, pero no
podíamos encontrar remedio Slas vacas estaban ya muertas. Entonces los dioses comenzaron a manifestarles prodigios134: las pieles caminaban, la carne mugía en el asador, tanto la cruda como la asada. Así es como las vacas
cobraron voz.
»Durante seis días mis fieles compañeros135 prosiguieron banqueteándose136 y llevándose las mejores vacas de
Helios, pero cuando Zeus Cronida nos trajo el séptimo, dejó el viento de lanzarse huracanado y nosotros
embarcamos y empujamos la nave al vasto ponto no sin colocar el mástil y extender las blancas velas.
»Cuando abandonamos la isla y ya no se divisaba sino sólo cielo y mar, el Cronida puso una negra nube sobre
la cóncava nave y el mar se oscureció bajo ella. La nave no pudo avanzar mucho tiempo, porque enseguida se
presentó el silbante Céfiro lanzándose en huracán y la tempestad de viento quebró los dos cables del mástil. Cayó
éste hacia atrás y todos los aparejos se desparramaron bodega abajo. En la misma proa de la nave golpeó el mástil
al piloto en la cabeza, rompiendo todos los huesos de su cráneo y, como un volatinero, se precipitó de cabeza contra
la cubierta Sy su valeroso ánimo abandonó los huesos.
»Zeus comenzó a tronar al tiempo que lanzaba un rayo contra la nave, y ésta se revolvió toda, sacudida por el
rayo de Zeus, y se llenó de azufre. Mis compañeros cayeron fuera y, semejantes a las cornejas marinas, eran
arrastrados por el oleaje en torno a la negra nave. Dios137 les había arrebatado el regreso.
»Entonces yo iba de un lado a otro de la nave, hasta que el huracán desencajó las paredes de la quilla y el oleaje
la arrastraba desnuda. El mástil se partió contra ésta, pero como había sobre aquél un cable de piel de buey, até
juntos quilla y mástil y, sentándome sobre ambos, me dejé llevar por los funestos vientos.
»Entonces Céfiro dejó de lanzarse huracanado y llegó enseguida Noto trayendo dolores a mi ánimo, haciendo
que volviera a recorrer de nuevo la funesta Caribdis.
»Dejéme llevar por el oleaje durante toda la noche y al salir el sol llegué al escollo de Escila y a la terrible
Caribdis. Ésta comenzó a sorber la salada agua del mar, pero entonces yo me lancé hacia arriba, hacia el elevado
cabrahígo y quedé adherido a él como un murciélago. No podía apoyarme en él para trepar, pues sus raíces estaban
muy lejos y sus ramas muy altas Sramas largas y grandes que daban sombra a Caribdis. Así que me mantuve firme
hasta que ésta volviera a vomitar el mástil y la quilla, y un rato más tarde me llegaron mientras estaba a la
expectativa. Mis maderos aparecieron fuera de Caribdis a la hora en que un hombre se levanta del ágora para ir a
comer, después de juzgar numerosas causas de jóvenes litigantes. Dejéme caer desde arriba de pies y manos y me
desplomé ruidosamente sobre el oleaje junto a mis largos maderos, y sentado sobre ellos, comencé a remar con mis
brazos. El padre de hombres y dioses138 no permitió que volviera a ver a Escila, pues no habría conseguido escapar
de la ruina total.
»Desde allí me dejé llevar durante nueve días, y en la décima noche los dioses me impulsaron hasta la isla de
Ogigia, donde habitaba Calipso de lindas trenzas, la terrible diosa dotada de voz que me entregó su amor y sus
cuidados.
133
Aquí habla un personaje, Odiseo, que evidentemente no estuvo en el Olimpo cuando Helios se dirigió a Zeus. Por eso, para dar verosimilitud al relato, da una explicación de cómo ha llegado a enterarse de ello.
134
Los griegos daban mucha importancia a los prodigios, los hechos extraños. Aquí se trata de hechos claramente milagrosos, pero en general
son prodigios los hechos inexplicables, extraños, que van en contra de las leyes que rigen habitualmente el mundo. Los griegos creían que
detrás de los prodigios estaban los dioses, que querían manifestar algo con ellos. Muy a menudo anuncian desgracias, como ocurrirá aquí.
135
Es curioso que los llame «fieles compañeros» después de lo que acaban de hacer. Se trata seguramente del uso de un calificativo que se
aplica habitualmente a algo o a alguien, sin tener muy en cuenta si en ese momento viene a cuento o no.
136
Tanto Odiseo como sus compañeros debieron de pensar que el mal ya estaba hecho, y que no serviría de nada dejar de matar las vacas de
Helios. No quedaba sino esperar lo que los dioses quisieran hacer, sin que ellos pudieran hacer ya nada para impedirlo.
137
Se expresa aquí la idea de la divinidad en general, no plasmada en ningún dios concreto. Quizá no es del todo adecuada esta traducción (es
traducción literal de hgός, lo que aparece en el texto griego), pues normalmente, cuando usamos la palabra ‘Dios’, en singular y sin artículo,
nos referimos al Dios cristiano (y judío y musulmán), si bien aquí la mayúscula seguramente se debe a que va después de punto. Quizá sería
más adecuado traducir por ‘los dioses’ (se expresa esa idea de divinidad no concretada en ningún dios particular).
138
Se refiere a Zeus.
31
»Pero, ¿para qué te voy a contar esto? Ya os lo he narrado ayer a ti y a tu fuerte esposa en el palacio, y me resulta
odioso volver a relatar lo que he expuesto detalladamente.»
HOMERO: Odisea, Madrid, Ed. Cátedra, 1993; p. 220-233;
traducción de José Luis Calvo
32
APÉNDICE MITOLÓGICO
En este Apéndice vamos a ocuparnos brevemente de distintos personajes mitológicos (dioses y héroes
fundamentalmente). Se ponen en orden alfabético para facilitar la consulta. No nos ocuparemos de aquellos de
los que no se sabe nada, ni de los que no puede decirse más de lo que se dice en los cantos que estamos leyendo.
[Este Apéndice está basado sobre todo en la obra: P. GRIMAL:Diccionario de mitología griega y romana, Ed.
Paidós]
Agamenón. Jefe del ejército griego que luchaba en Troya. Era hijo de Atreo (por eso se le llama ‘Atrida’) y hermano de Menelao. En la Ilíada aparece, además de como valeroso, como orgulloso y apasionado, como demuestra
su disputa con Aquiles, causa de la ira de éste. Agamenón estaba casado con Clitemnestra, hermana de Helena.
Cuando Agamenón regresó a su patria (unas veces se dice que es Micenas, otras Argos), Clitemnestra y su
amante Egisto lo matan. Por este motivo, Clitemnestra es presentada como ejemplo de esposa perversa, en
contraste con Penélope, la mujer de Ulises, que es ejemplo de mujer fiel. Parece que el odio hacia Agamenón de
su mujer venía de antiguo, pues Clitemnestra, antes de ser esposa de Agamenón, estaba casada, y Agamenón
mató a su marido y a su hijo recién nacido. Además, según una tradición que no se menciona en los poemas de
Homero, Agamenón sacrificó a Ifigenia, hija suya y de Clitemnestra, a la diosa Ártemis, para que cesaran los
vientos que impedían a la flota griega ir a Troya (según otra versión, cuando iba a ser sacrificada Ártemis se la
llevó).
Alcínoo. Rey de los feacios, pueblo que habita en la isla de Esqueria (se identifica a veces con Corcira, la actual
Corfú). Era nieto de Posidón. Tiene cinco hijos y una hija. La hija, Nausícaa, fue la primera persona a la que
Odiseo encontró en el país de los feacios, después de que Posidón destruyera la balsa en la que viajaba y las olas
lo arrastraran hasta las costas de la isla. Alcínoo estaba casado con Arete, que vive en el palacio rodeado de
honores y respeto, y tiene gran influencia en su marido (Nausícaa aconseja a Odiseo que se dirija a ella antes que
al rey pidiéndole ayuda, pues si consigue el favor de la reina, tendrá asegurada la ayuda de Alcínoo). Alcínoo y
Arete son reyes queridos por su pueblo. Son hospitalarios con los extranjeros, sobre todo con los náufragos, a los
que ayudan. Así se comportarán con Odiseo. Tras acogerlo amistosamente y después de oír, en el curso de un
banquete, el relato de sus aventuras, Alcínoo le entrega valiosos regalos y hace que lo lleven hasta Ítaca.
amazonas. Pueblo legendario de mujeres guerreras que vivían en Asia (sobre el lugar concreto no hay acuerdo).
Según algunos, mutilaban a sus hijos varones al nacer, dejándolos ciegos y cojos. Según otros, mataban a los
niños y criaban sólo a las niñas. Entonces, para reproducirse se unían temporalmente a hombres extranjeros. Se
decía que se cortaban el pecho derecho para que no les estorbara al disparar con el arco o usar la lanza, y que de
ahí viene su nombre (μαζός es ‘pecho’). Según una tradición mítica, que Homero no recoge, eran aliadas de los
troyanos. Según esa tradición, Aquiles mató a su reina, Pentesilea, y justo cuando le daba muerte se enamoró de
ella. Se dedicaban a la caza y a la guerra. Adoraban principalmente a Ártemis (diosa cazadora y no sometida a
ningún varón).
Andrómaca. Esposa de Héctor. Ella misma nos cuenta su origen y lo ocurrido a su familia. Era hija de Eetión, rey
de Teba de Misia (en Asia Menor). Esta ciudad, aliada de Troya, fue saqueada por Aquiles antes de empezar el
noveno año de la Guerra de Troya. En este hecho murieron el padre y los siete hermanos de Andrómaca.
Con Héctor tuvo un solo hijo, Astianacte.
Después de conquistada Troya, y muertos su marido y su hijo, fue entregada como botín a Neoptólemo, el
hijo de Aquiles. Con él tuvo tres hijos, el más famoso de los cuales es Moloso. Cuando Neoptólemo fue asesinado en Delfos, Andrómaca se casó con Heleno, hermano de Héctor, que Neoptólemo se había llevado con él y que
le sucedió como rey del Epiro (región del noroeste de Grecia).
Anfitrite. Esposa de Posidón y, por tanto, reina del mar. Es una nereida, es decir, una de las hijas de Nereo (un
antiguo dios marino, conocido como el «Viejo del Mar»). No tuvo ningún hijo con Posidón. Se la solía representar rodeada de divinidades marinas y monstruos marinos.
Antea. Esposa del rey Preto de Tirinto e hija del rey de Licia, donde Preto había estado refugiado. Cuando Belerofonte estaba en Tirinto, Antea se enamoró de él, pero él la rechazó. Despechada, Antea dijo a su marido que
Belerofonte había intentado seducirla (o violarla). Fuera de las obras de Homero, es conocida como Estenebea.
Antenor. Anciano troyano, consejero de Príamo. Antes del comienzo de la guerra, había hecho amistad con algunos
jefes griegos, y recibió en su casa a Menelao y Ulises cuando fueron como embajadores a Troya para intentar
1
llegar a un arreglo pacífico. Antenor era partidario de la solución pacífica. Tras la caída de Troya, él y su familia
fueron respetados por los griegos.
Una tradición mítica lo considera un traidor a su patria. Según esta tradición, ayudó a los griegos a robar el
Paladio (una antigua escultura de Atenea que los griegos debían tener en su poder para conquistar Troya) y abrió
las puertas del caballo de madera a los guerreros griegos que iban en su interior.
Antíloco. Guerrero griego, hijo de Néstor (por eso se le llama ‘Nestórida’). Néstor, que también estaba en la Guerra
de Troya, era el más anciano y más sensato de los caudillos griegos. Antíloco, uno de los más valientes guerreros
griegos, morirá en la Guerra de Troya.
Apolo. Uno de los principales dioses griegos. Es dios de la belleza y las bellas artes, sobre todo la música (toca la
lira). Dios de los vaticinios, hace conocer a los hombres su futuro mediante los oráculos. Maneja hábilmente
(igual que su hermana Ártemis) el arco, con el que dispara flechas que causan muertes repentinas e indoloras.
Con ellas también castiga a los que le ofenden. Envía la peste, pero es también dios de la medicina (los médicos
hipocráticos juran por él), aunque en esta función fue casi totalmente sustituido por su hijo Asclepio (el Esculapio
latino).
Es hijo de Zeus y la diosa Leto y hermano de Ártemis. [Sobre su nacimiento, ver lo que se dice sobre Ártemis.] Sus dos santuarios más importantes están en Delos, la isla donde nació, y en Delfos, el santuario desde
donde dice sus oráculos a los hombres y que se convirtió en uno de los principales centros religiosos griegos. Se
contaba que en Delfos mató a un monstruo, la serpiente Pitón, encargada de proteger un antiguo oráculo de la
diosa Temis, pero que asolaba las tierras cercanas. Como desagravio al monstruo, o en recuerdo de su hazaña,
celebró unos juegos fúnebres (en conmemoración de este hecho se celebrarían posteriormente en Delfos cada
cuatro años los Juegos Píticos). A continuación, sustituyó el oráculo de Temis por uno suyo. Allí respondía las
preguntas que los hombres le planteaban a través de una sacerdotisa, la Pitia.
Apolo, que era un dios muy hermoso, alto, con largos bucles negros de reflejos azulados, tuvo numerosos
amoríos con diosas, mujeres e incluso muchachos.
En una ocasión participó, junto a Posidón, Hera y Atenea, en una conjura para amarrar a Zeus. La conjura
fracasó, y Zeus castigó a Posidón y Apolo a trabajar, por un salario y bajo forma humana, para Laomedonte, rey
de Troya, que les encargó la construcción de las murallas de Troya. Cuando acabaron con su trabajo, Laomedonte
se negó a pagarles, y al protestar ellos, les amenazó con cortarles las orejas y venderlos como esclavos. Cuando
Apolo recuperó su forma divina, envió una peste que asoló Troya.
En la Ilíada aparece como aliado de los troyanos. Al comienzo de la obra envía una peste a los griegos (no
porque fuera aliado de los troyanos sino por la ofensa que sufrió su sacerdote Crises por parte de Agamenón).
Con el tiempo, Apolo acabaría siendo identificado con el Sol, en principio un dios distinto (Helio), de modo
que en la tradición clásica europea se considera que Apolo es el Sol.
Aquiles. Uno de los más famosos héroes griegos. Era hijo del mortal Peleo y de la diosa Tetis. Peleo era rey de Ftía
(reino de la región griega de Tesalia), donde reinaba sobre los mirmidones.
Según una tradición mítica, que no aparece en la Ilíada, las armas no podían herirlo, a no ser en uno de sus
talones, porque su madre lo sumergió, sujetándolo de un talón, en el río Éstige (este río, conocido también como
laguna Estigia, es uno de los ríos del Hades, el mundo de los muertos). Según otra tradición mítica, para hacerlo
inmortal su madre lo introducía en el fuego para quemar la parte mortal. Peleo la descubrió mientra hacía esto y
Tetis, enojada, se marchó y abandonó a Peleo.
En cuanto a su educación, una tradición mítica dice que Aquiles fue criado por su madre en la casa paterna y
educado por Fénix, otra dice que fue educado por el centauro Quirón, al que fue entregado tras abandonar Tetis
a Peleo.
Ya mayor, fue a luchar a Troya. Sobre su marcha a la guerra hay también dos versiones. Una tradición dice
que su madre le dijo que podía elegir entre dos destinos: ir a Troya y, tras conseguir gloria, morir joven, o
permanecer en Ftía y vivir muchos años pero sin gloria. Aquiles eligió la gloria aun a costa de una vida breve. La
otra tradición mítica dice que uno de sus padres (no hay acuerdo sobre cuál) se enteró por un oráculo de que
Aquiles moriría en la Guerra de Troya. Para evitarlo, lo escondió en la corte del rey Licomedes, donde vivió
nueve años entre las hijas del rey, como si fuera una más de ellas. Allí estuvo escondido hasta que el adivino
Calcante dijo a los griegos que Troya sólo sería conquistada si Aquiles intervenía en la guerra. Ulises logró
averiguar dónde estaba y descubrirlo, al manifestarse en él el espíritu guerrero. Finalmente, sus padres aceptan el
destino que le espera y Aquiles va a la Guerra de Troya.
En la Ilíada Aquiles es el principal guerrero griego y en torno a él se desarrolla la obra. En ella aparece como
un guerrero de carácter apasionado y más salvaje que los demás. Su cólera es terrible, pero el mismo tiempo
muestra su cariño por su amigo Patroclo y se conmueve con las palabras de su enemigo Príamo cuando va a
2
pedirle el cadáver de su hijo Héctor.
Aquiles morirá en la Guerra de Troya (esto no aparece en la Ilíada), al acertarle Paris con una flecha en el
talón.
Ares. Dios griego de la guerra. Era hijo de Zeus y Hera. Representa el ímpetu guerrero, frente a la guerra que
emplea la razón, representada por Atenea. Combate al lado de los troyanos. A pesar de ser el dios de la guerra,
algunos héroes se atrevieron a enfrentarse a él y lo derrotaron, debiendo retirarse herido.
Argo. Célebre barco en el que los Argonautas, acompañando a Jasón, fueron a buscar el Vellocino de Oro. [Ver
Jasón]
Ártemis. Diosa griega. Es hija de Zeus y de la diosa Leto y hermana del dios Apolo (son mellizos). Cuando Leto
estaba encinta, Hera, por celos, había ordenado que no fuese acogida por ningún lugar de la tierra, de modo que
andaba errante, sin encontrar un lugar donde dar a luz. Finalmente Delos, que era una isla flotante y estéril, la
acogió (como recompensa, quedó fijada al fondo del mar). Cuando le llegó el momento de dar a luz, fueron a
asistirla todas las diosas menos Hera y su hija Ilitía, la diosa de los alumbramientos. Al no acudir Ilitía, no podía
tener lugar el parto. Finalmente las demás diosas la convencieron de que acudiera, prometiéndole un collar de oro
y ámbar, y entonces nacieron Ártemis y Apolo.
Ártemis permaneció virgen, sin estar sometida, por tanto, a ningún varón. Se dedicaba a la caza por montes y
bosques. Igual que Apolo, va armada con un arco, que utiliza para cazar y también contra los humanos. Es ella
quien ocasiona la muerte de las mujeres que mueren en el parto. Se le atribuyen también las muertes repentinas,
sobre todo las indoloras. Es vengativa, y son muchos los humanos que han pagado caro haberla ofendido.
Con el tiempo acabaría identificándose con la luna (en principio una diosa distinta, Selene), de modo que en
la tradición europea clásica se considera que Diana, la diosa romana identificada con Ártemis, es la luna.
Atenea. Diosa griega, hija de Zeus y de la diosa Metis («Prudencia»). Cuando Metis se hallaba encinta, Gea (la
Tierra) y Urano (el Cielo) le revelaron a Zeus que, si Metis tenía una hija, luego tendría un hijo que lo destronaría. Entonces Zeus se tragó a Metis y Atenea se acabó de desarrollar dentro de Zeus. Cuando ya estaba desarrollada, Zeus ordenó a Hefesto (el dios herrero) que le abriera la cabeza de un hachazo, y de ella salió Atenea, crecida
y completamente armada. Apoya a los griegos y odia a los troyanos (ella y Hera fueron las ofendidas en el Juicio
de Paris).
Es una diosa virgen que, además de ser la diosa de la razón y de la artesanía, sobre todo del arte de hilar y
tejer, es una diosa guerrera, que va siempre armada con lanza, casco y escudo.
En muchas ciudades se la considera la diosa protectora y cuenta con un templo en la ciudadela. Así ocurre
también en Troya, a pesar del odio que siente hacia esta ciudad. Los troyanos intentarán ganarse su favor sin
conseguirlo.
Ayante (o Áyax) Telamonio. Uno de los principales caudillos griegos de la Guerra de Troya, el segundo tras
Aquiles. Era hijo de Telamón, rey de Salamina. Telamón era hermano de Peleo, el padre de Aquiles (Ayante y
Aquiles eran, pues, primos). No hay que confundir a este Ayante con otro Ayante (Ayante Oileo). Ayante
Telamonio no muere en la guerra, pero se suicida después de que los griegos entregaran a Ulises la armadura de
Aquiles (que había muerto). Ayante, enloquecido por la diosa Atenea, atacó a los ganados, creyendo que atacaba
a los griegos (intentaba vengarse del desprecio que consideraba que se le había hecho). Al recuperar la razón se
suicidó.
Ayante (o Áyax) Oileo. Guerrero griego de Lócride Opuntia (región del centro de Grecia). Era hijo de Oileo.
Interviene en todos los grandes combates narrados en la Ilíada. Lucha al lado del otro Ayante, pero es bastante
distinto a él. Es de pequeña talla, ágil y lleva armas ligeras (coraza de lino y arco). Tiene mal carácter y es impío.
Sus faltas trajeron como consecuencia la pérdida de una parte del ejército griego y su propia muerte. Tras la caída
de Troya, Casandra (una de la hijas de Príamo) se había refugiado junto a un altar de la diosa Atenea (era un
lugar sagrado y, por tanto, gozaba de derecho de asilo: nadie podía ser sacado a la fuerza de allí, y hacerlo
suponía una grandísima ofensa al dios al que pertenecía el altar). A pesar de que Casandra se abrazaba a la
estatua de la diosa, Ayante la arrastró violentamente. Ante este sacrilegio, los demás griegos quisieron lapidarlo,
pero se salvó refugiándose en el altar de Atenea. La diosa no olvidó la ofensa recibida y durante el viaje de
regreso de parte del ejército griego envió una tempestad que destruyó muchas naves, entre ellas las de Ayante.
Sin embargo, éste no murió sino que fue salvado por Posidón. Ayante se jactó de haber sobrevivido a pesar de la
cólera divina, y entonces Posidón, con un golpe de su tridente, rompió la roca en que se había refugiado, y
Ayante se ahogó. Otra versión dice que fue la propia Atenea la que lo fulminó con el rayo de su padre.
Belerofontes (o Belerofonte). Héroe griego, hijo de Glauco (hijo a su vez de Sísifo), si bien una tradición mítica,
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que no es la que recoge Homero, dice que es hijo realmente de Posidón. Mató accidentalmente a un hombre
(sobre su nombre no hay acuerdo). A pesar de que la muerte fue accidental, el derramamiento de sangre lo
convirtió en impuro, por lo que tuvo que mancharse de Corinto. Se fue a Tirinto, una ciudad del Peloponeso (sus
habitantes son, por tanto, argivos, según la terminología de Homero). Allí el rey Preto lo purificó. Estando en
Tirinto, la mujer de Preto se enamoró de él, pero Belerofontes la rechazó. Entonces ella lo acusó de haber intentado seducirla (o violarla). Preto no se atrevió a matarlo personalmente, pues no quería violar las leyes de la
hospitalidad. Lo envió a Licia junto al padre de su esposa, con unas tablillas donde decía que lo matara. Éste no
quiso tampoco matarlo personalmente, sino que le encargó una serie de tareas de las que esperaba que no pudiera
salir vivo. Sin embargo, las cumplió y sobrevivió, con la ayuda de su caballo volador, Pegaso (según unos, lo
encontró bebiendo en una fuente, según otros, se lo entregaron los dioses). Al final, el rey de Licia desistió de
causarle la muerte y lo casó con una hija suya. A pesar de haber sido protegido por los dioses, al final provocó su
ira, al intentar llegar al cielo con Pegaso. El caballo lo derribó. Una versión dice que murió en la caída, otra (la
que recoge Homero) que acabó sus días vagando solitario.
Bóreas. Dios del viento del norte. Habita en Tracia, región situada al norte del mar Egeo. Es representado como una
divinidad alada, de gran fuerza y con barba. Es hijo de Eos y hermano de otros vientos: Céfiro (viento del oeste)
y Noto (viento del sur).
Calipso. Ninfa (o diosa), hija de Atlante (Atlas), si bien algunas versiones dicen que es hija de Helio. Vivía en la
isla Ogigia, donde Odiseo fue llevado por las olas (después de que Zeus destruyera su barco por haber matado sus
compañeros las vacas de Helio). Vive en una profunda gruta y pasa el tiempo hilando y tejiendo con sus criadas
(ninfas). Enamorada de Odiseo, lo retuvo hasta que Zeus le envió a Hermes para ordenarle que le dejara marchar.
Con pesar, Calipso obedeció y dio a Odiseo madera para construir una balsa y provisiones para el viaje.
Caribdis. Monstruo marino situado en un escollo, frente al escollo donde estaba Escila (se sitúan a veces en el
estrecho de Mesina, entre la Península Italiana y Sicilia). Tres veces al día sorbía agua del mar en gran cantidad,
tragándose todo lo que flotaba, incluso los barcos que se hallaban cerca; luego expulsaba el agua. Una versión del
mito, que Homero no recoge, dice que no siempre había sido un monstruo. Así, se decía que era una hija de Gea
y Posidón que se destacaba por su gran voracidad. Cuando Heracles pasó cerca de ella con los rebaños que
conducía, Caribdis le robó varios animales y los devoró. Zeus entonces la castigó fulminándola y precipitándola
en el mar, donde se convirtió en monstruo.
Céfiro (o Zéfiro). Dios del viento del oeste. Se le considera hijo de Eos.
Cíclopes. Seres míticos de gran tamaño y fuerza, que tenían un solo ojo, situado en medio de la frente (a eso hace
referencia su nombre). En la mitología griega se distinguen tres tipos de Cíclopes:
• Los tres hijos de Urano y Gea.
• Los Cíclopes constructores, a los que se atribuía la construcción de las murallas de ciertas ciudades, hechas con
enormes bloques de piedra (por eso, en el lenguaje de la historia del arte y de la arqueología se llama ‘ciclópeas’ a las murallas hechas con grandes bloques de piedra).
• Los Cíclopes que aparecen en la Odisea. Viven en una isla (a veces es identificada con Sicilia). Son seres
salvajes, que viven sin leyes, cada uno por su lado, en cavernas, dedicados al pastoreo, sin respetar ni dar culto
a los dioses. No respetan las leyes de la hospitalidad. Se alimentan habitualmente de leche y queso, pero, si se
presenta la ocasión, comen carne humana. El único del que se conoce el nombre es Polifemo. Es hijo de
Posidón (¿también los otros Cíclopes?) y destaca por su salvajismo. Cuando Odiseo y doce de sus compañeros
llegan a su cueva, los encierra y comienza a comérselos. Es bastante estúpido y al final Odiseo y los compañeros que quedaban vivos lo engañan y escapan después de dejarlo ciego. Pero esta victoria de Odiseo sobre
Polifemo será causa de desgracias para él, pues Posidón, irritado con él, lo perseguirá y hará lo posible para
impedir su regreso a su patria.
Una tradición mítica cuenta que Polifemo se enamoró de la nereida Galatea (hija del dios marino Nereo).
Según la versión más conocida, ella lo rechaza, pero según otra versión Galatea le correspondió y tuvieron
varios hijos. Esta historia de amor fue del gusto de poetas en la antigüedad, y fue recogida por poetas europeos
(por ejemplo Góngora, en su poema Fábula de Polifemo y Galatea).
Circe. Maga que habita en la isla de Eea. Es hija de Helio y la diosa Perseis o la diosa Hécate (según las versiones).
A pesar de ser hija de dos divinidades, la tradición mítica no deja claro si es diosa o mortal. Circe convertía en
animales a los hombres que llegaban a su palacio. Así ocurrió con los compañeros de Odiseo. Odiseo se salvó
porque el dios Hermes le dio una planta mágica que evitaba la magia de Circe. Circe se enamora de Odiseo y les
da a él y a sus compañeros su hospitalidad. Allí estuvieron durante un tiempo (según una versión, un mes, según
otra, un año). La tradición mítica dice que Odiseo y Circe tuvieron un hijo, Telégono (otra versión dice también
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que una hija, o una hija y un hijo). Homero no menciona a ese hijo (o a esos hijos).
Diomedes. Importante caudillo griego, procedente de la región griega de Etolia. Era hijo de Tideo, por lo que se le
llama ‘Tidida’.
Dioniso. Dios del vino y del éxtasis. Es hijo de Zeus y de la mortal Sémele, que era hija de Cadmo, el rey de Tebas.
Cuando Sémele se encontraba en el sexto mes de embarazo, le pidió a Zeus que se le mostrase en todo su poder.
Como Zeus le había prometido que le concedería lo que le pidiera, tuvo que hacer lo que le pedía (la promesa de
un dios no podía ser incumplida). Sémele no pudo resistir la visión de Zeus rodeado de rayos y cayó fulminada.
Entonces Zeus tomó el niño que ella llevaba en su seno y lo introdujo en su muslo, donde acabó de desarrollarse,
y de donde lo sacó cuando le llegó el momento de nacer. Es un dios, aunque era hijo de una mortal (contra lo que
es corriente en la mitología griega).
Dioniso sufrió la enemistad de Hera, pues era fruto de los amores adúlteros de Zeus. Cuando creció, descubrió
el vino. Viajó por diversos países, primero enloquecido por Hera, después, una vez curado, para extender su
culto. Se encontró con la oposición de diversos personajes, que sufrieron terribles castigos. Finalmente Dioniso
fue reconocido como dios por todo el mundo y se implantó su culto.
Dioniso suele ser representado como un joven afeminado, con un tirso (vara con hojas de hiedra en la punta)
en las manos, montado en un carro tirado por leopardos y adornado con hojas de vid y hiedra.
En su honor se celebraban ciertos misterios. Los misterios eran cultos de carácter secreto en los que sólo
podían participar los iniciados, es decir, los que habían realizado ciertos ritos iniciales que los convertía en
miembros del grupo de los que podían participar en ellos.
En las fiestas de Dioniso se llevaban a cabo tumultuosas procesiones. Además, formaban parte de las celebraciones en su honor ciertas manifestaciones poéticas, y fue en las festividades de Dioniso donde se desarrollaron
la tragedia y la comedia.
Eetes. Hijo de Helio y de la diosa Perseis, y hermano de Circe. Igual que ésta, a pesar de que sus padres son dioses,
parece que él no era un dios. Rey de Ea (este nombre parece relacionado con ‘Eea’, nombre de la isla de Circe),
reino situado en la Cólquide (región situada al pie del Cáucaso y a orillas del mar Negro, más o menos en la
actual Georgia).
A su reino había llegado Frixo montado en un carnero mágico (regalo del dios Hermes) con el vellón de oro.
Frixo había huido de su padre, que quería sacrificarlo (debido a una trama urdida por Ino, su madrastra). Eetes lo
acogió en su reino y le dio a su hija como esposa. Frixo sacrificó el carnero a Zeus y regaló la piel con el vellón
de oro a Eetes, que lo clavó en un árbol situado en un bosque dedicado al dios Ares. Esa piel es conocida en la
mitología griega como el «vellocino de oro».
Al reino de Eetes llegó Jasón, a bordo de la nave Argo y acompañado de los Argonautas, para llevarse el
vellocino de oro, por encargo de Pelias. Eetes le prometió que se lo daría si superaba ciertas pruebas. Se trataba
de pruebas imposibles de superar para un mortal, y así Eetes esperaba librarse de Jasón. Pero Medea, la hija del
rey, se enamoró de Jasón y le ayudó a superarlas. Eetes no cumplió su palabra y se negó a entregar el vellocino.
Entonces Jasón lo tomó a la fuerza y huyó con Medea en su barco. Eetes salió a perseguirlos. Medea, que se
había llevado a su hermano pequeño, Apsirto, lo mató, y fue arrojando su cuerpo en trozos al mar. Eetes se fue
deteniendo a recogerlos, y así Jasón pudo escapar.
Eetión. Padre de Andrómaca, rey de Teba de Misia. Andrómaca nos cuenta su fin. Murió junto con sus siete hijos
a manos de Aquiles, cuando éste conquistó la ciudad.
Elpenor. Uno de los compañeros de Odiseo, que había muerto en un accidente antes de que Odiseo viajara al
mundo de los muertos y que había quedado sin sepultura. En el mundo de los muertos Odiseo se encontró con su
sombra, que le rogó que a su regreso a la isla de Circe le tributara las honras fúnebres. Así lo hará Odiseo antes
de abandonar la isla de Circe.
Eneas. Guerrero troyano. Hijo del mortal Anquises y de la diosa Afrodita. Emparentado con la familia real de
Troya, es uno de los más valerosos guerreros troyanos, si bien en la Ilíada no tiene un papel demasiado destacado. Los dioses lo protegen especialmente y evitan en diversas ocasiones que muera a manos de sus enemigos.
Sobrevivió a la Guerra de Troya. Una versión del mito dice que salió de Troya antes de que fuera destruida, en
el momento en el que parece que los griegos se han retirado dejando el caballo de madera. Otra versión dice que
estaba en Troya cuando fue conquistada por los griegos (los troyanos metieron el caballo en Troya, por la noche
salieron los guerreros griegos en él escondidos y abrieron las puertas de Troya al ejército griego, que había
regresado). Según esta versión, escapó de Troya cuando ya nada podía hacerse para salvarla, llevando a su padre,
ya anciano, a cuestas (Eneas será considerado en la tradición clásica como ejemplo de amor filial).
Sobre lo que ocurrió tras la caída de Troya hay dos versiones. Según una, después de reunir a los troyanos que
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sobrevivieron, fundó otra ciudad, en la que reinó, no lejos de la antigua Troya. Según otra, recogida por Virgilio
en la Eneida Sy por eso la más conocidaS se embarcó con los troyanos que habían sobrevivido para buscar un
nuevo lugar donde vivir, hasta que llegaron a la región italiana del Lacio, donde se establecieron. Según la
leyenda, ahora ya no griega sino romana, se unieran con los habitantes del lugar y Ascanio, el hijo de Eneas,
fundó Alba Longa, y un sucesor suyo, Rómulo, fundaría Roma.
Eneo. Rey de Calidón, en Etolia (región del norte de Grecia). Aunque ciertas tradiciones lo consideran hijo de
Deucalión (el único hombre que sobrevivió al Diluvio), lo más corriente es considerarlo descendiente de Endimión, que a su vez era hijo o nieto (según las versiones) de Zeus. Eneo atrajo sobre su país una terrible desgracia.
Ocurrió que después de la cosecha ofreció un sacrificio a todas las divinidades menos a Ártemis. Entonces esta
diosa, como castigo, envió un jabalí de enorme tamaño, que asolaba el país. Para cazarlo se congregaron héroes
de diversos lugares. Esta cacería es un famoso episodio de la mitología griega. Finalmente lo mató Meleagro, hijo
de Eneo y Altea, su primera mujer. Después de morir Altea, Eneo se casó con Peribea, con la que tuvo a Tideo.
Eos. Es la diosa Aurora. Es la hija de Hiperión (uno de los Titanes, hijos de Urano y Gea) y de Tía (una de las
Titánides, hijas también de Urano y Gea). Es hermana de Helio(s) (el dios Sol) y Selene (la diosa Luna). Es
presentada como una diosa con dedos “de color de rosa” (la aurora es rojiza) que abre las puertas al carro de
Helio. Tuvo muchos amantes, entre los que destaca Memnón, rey de los etíopes, que murió combatiendo en
Troya como aliado de los troyanos.
Erebo. Divinidad que representa las Tinieblas u Oscuridad del mundo subterráneo. Nació de Caos.
Escila. Monstruo marino. En su parte superior tiene cuerpo de mujer, pero la parte inferior está formada por seis
perros feroces que devoran a cuanto ser vivo pasa a su lado. Se encuentra en un escollo, situado frente a otro en
el que está Caribdis. Esos escollos se sitúan a veces en el estrecho de Mesina (entre Sicilia y la Península Italiana). En la Odisea se dice que es hija de una diosa llamada Crateis, pero otras veces se le atribuyen otros orígenes.
Una versión del mito, que no recoge Homero, dice que no siempre había sido un monstruo, sino que Circe la
convirtió en monstruo por celos (el dios marino Glauco amaba a Escila, y por ella rechazó a Circe).
Euríalo. Guerrero griego procedente del reino griego de Argos. Acompaña a Diomedes. Era hijo de Mecisteo, por
lo que se le llama ‘Mecisteida’.
Euríloco. Uno de los compañeros de Odiseo, emparentado con él por matrimonio (estaba casado con la hermana de
Odiseo). En la isla de Circe le tocó en suerte salir de exploración. Cuando los hombres que le acompañaban
entraron en el palacio de Circe, él se quedó fuera, y regresó a contar a Odiseo la trasformación de sus compañeros. Más tarde, cuando pasan junto a la isla donde Helio tiene sus rebaños, aconseja detenerse en ella. Luego
aconseja a sus compañeros matar las vacas de Helio. Por ese sacrilegio morirán él y todos los demás hombres,
salvándose únicamente Odiseo, que hizo lo posible para evitar el sacrilegio de sus hombres y no participó en él.
Euro. Dios del viento del suroeste. Se lo considera hijo de Eos.
Glauco. Guerrero troyano. Él mismo cuenta cuando aparece quién es y cuál es su origen.
Hades. El mundo subterráneo donde habitan los muertos. Propiamente Hades es el dios que reina allí, pero el
nombre se aplica también a su reino. Hades es hermano de Zeus, e igual que él hijo de Crono y Rea. Se le suele
dar el sobrenombre de Plutón (nombre derivado de πλοØτος [‘riqueza’], haciendo referencia seguramente a las
riquezas que esconde la tierra). Estaba casado con Perséfone, hija de Deméter y Zeus. Hades la había raptado.
Cuando Deméter se entera de lo ocurrido, pidió a Zeus que obligara a Hades a devolvérsela. Ahora bien, si
alguien entraba en el mundo de los muertos y comía allí algo, quedaba ligado para siempre a ese mundo. Perséfone había comido un grano de granada. Entonces, Zeus ordenó que pasara parte de su tiempo en el mundo de los
muertos (según unos, la mitad del año, según otros una tercera parte), y el resto en la tierra. Se suele interpretar
que el tiempo de Perséfone pasa en el mundo de los muertos es el tiempo en que la Naturaleza está adormecida,
es decir, el invierno.
Hécuba (o Hécabe, que es el nombre griego, si bien habitualmente es conocida como ‘Hécuba’, que es la forma
latina). Esposa de Príamo (la segunda, pues había estado casado antes). Dio muchos hijos a Príamo (no hay
acuerdo entre las distintas fuentes sobre su número, pero el más aceptado es diecinueve). En la Ilíada su papel es
poco importante. Sobrevivió a la guerra, en la que perdió a su marido y a casi todos sus hijos. Hay distintas
versiones sobre su muerte, pero la mayoría coinciden en que se convirtió en perra antes de morir.
Parte de la tradición mítica la hace responsable de las desgracias de Troya por haberse negado a matar a su
hijo Paris al nacer, después de que los adivinos anunciaran que causaría la ruina de Troya.
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Héctor. Hijo del rey de Troya, Príamo, y de Hécuba. Aunque en la época de la Guerra de Troya Príamo aún vive,
es ya anciano y el que dirige la guerra es Héctor. Es el principal y más valeroso guerrero troyano (en varias
ocasiones se dice que sobre él recae la defensa de Troya). Será él quien dé muerte a Patroclo, el amigo de Aquiles, lo que hará que éste vuelva a incorporarse a la lucha, y a su vez él morirá a mano de Aquiles.
Heleno. Hijo de Príamo (por eso se le llama ‘Priamida’). Estaba dotado del don de la profecía.
Helio (o Helios, que es la forma que aparece en la traducción que hemos puesto aquí). Es el dios Sol. Es hijo de
Hiperión (uno de los Titanes, hijos de Urano y Gea) y de Tía (una de las Titánides, también hijas de Urano y
Gea). Es hermano de Eos (la diosa Aurora) y Selene (la diosa Luna). A veces Homero lo llama con el nombre de
su padre, Hiperión. Es representado como un joven dotado de gran belleza, con la cabeza rodeada de rayos que
forman una cabellera de oro.
Recorría el cielo en un carro tirado por veloces corceles. Todas las mañanas, precedido por el carro de Eos, se
lanza desde el este por un estrecho camino que pasa por el centro del cielo, hasta llegar, al anochecer, al Océano
(masa de agua que los griegos primitivos creían que rodeaba la tierra), en el oeste. Allí se bañan sus fatigados
caballos. A continuación, durante la noche, vuelve al oriente, a descansar en su palacio de oro. El regreso desde
occidente a oriente lo hace, según una versión, por debajo de la tierra; según otra lo hace por el Océano, montado
en una embarcación que es una gran copa. En todo caso, el camino de regreso hasta oriente es mucho más corto
que el que realiza de oriente a occidente durante el día. Este tipo de creencias fueron abandonándose a medida
que aumentaban los conocimientos geográficos y astronómicos de los griegos.
Helio poseía en una isla un rebaño de vacas y ovejas maravillosas. Los compañeros de Odiseo mataron parte
de estas vacas, con lo que se buscaron su perdición.
Con frecuencia se considera a Helio el ojo del mundo, que todo lo ve.
Con el tiempo, Helio perdió su entidad como dios, y en la tradición europea clásica fue identificado con
Apolo.
Hera. Diosa griega, hija de Crono y Rea. Era hermana y esposa de Zeus. Como esposa del rey de los dioses, es la
diosa más importante. Es la diosa del matrimonio y las mujeres casadas en cuanto que esposas (no en cuanto que
madres). Es celosa y vengativa. Irritada por las numerosas infidelidades de su esposo, persigue no sólo a las
amantes de éste, sean diosas o mortales, sino también a los hijos que han tenido con él (no puede hacer nada
contra Zeus, evidentemente, pues es mucho más poderoso que ella). A veces Zeus se enoja por este comportamiento de Hera y la castiga.
Hera es madre de Hefesto (el dios del fuego y de los oficios, sobre todo del trabajo de los metales), Ares (el
dios de la guerra), Ilitía (la diosa de los partos) y Hebe (la diosa Juventud). Los tres últimos los tuvo con Zeus. En
cuanto a Hefesto, una versión mítica dice que es hijo de ambos, otra dice que es hijo sólo de Hera, que lo
engendró sin participación masculina, enojada con Zeus porque éste había hecho nacer a Atenea de su cabeza.
En la Guerra de Troya apoyaba a los griegos, porque había sido ofendida, junto con Atenea, en el Juicio de
Paris.
Hermes. Dios griego, hijo de Zeus y de la diosa Maya. Es el mensajero de los dioses. Guía a los viajeros y conduce
las almas de los muertos hasta el otro mundo. Es protector del comercio y los comerciantes, y también de la
astucia (Odiseo desciende de él por vía materna), la picardía e incluso el robo. Velaba por los pastores. De él
vienen las ganancias inesperadas y lo obtenido por azar. Inventó la lira y la siringa, y comparte con Apolo el
patrocinio sobre la música. Se encarga también de proteger los gimnasios y los certámenes atléticos en que
compiten los jóvenes. Está relacionado además con la magia. Suele ser representado con unas sandalias aladas,
con un sombrero de ala ancha (era propio de los viajeros) y con el caduceo (una vara de oro que le regaló Apolo)
en las manos (la vara era un distintivo de los heraldos). Es frecuente también que se lo presente con un cordero en
los hombros (en calidad de dios de los pastores).
Al poco de nacer, Hermes dio muestras de precocidad. En un momento en que su madre lo dejó solo, se
escapó de la cuna. Llegó junto a un rebaño que estaba cuidando Apolo y le robó una parte. Apolo, cuando se dio
cuenta, salió en busca del ladrón, pero Hermes logró esconder las reses robadas. Sacrificó dos de las reses y,
después de esconder las demás, volvió a su cuna. Apolo finalmente se enteró de que el ladrón era Hermes y fue
a reclamar su ganado. Cuando se lo pidió a Maya, ésta le enseñó a su hijo en la cuna envuelto en pañales, y le
dijo que no era posible que esa criatura fuera el ladrón. Apolo entonces pidió la intervención de Zeus. Zeus
ordenó a Hermes que le devolviera a Apolo su ganado. Antes de llegar Apolo, Hermes había hecho una lira con
una concha de tortuga y tripas de las vacas que había sacrificado. Apolo, que había oído los sonidos que Hermes
hacía con la lira, le permitió quedarse con el ganado que le había robado a cambio de que le regalara la lira. En
otra ocasión Hermes inventó la siringa o flauta de Pan. Se la dio a Apolo a cambio de una vara de oro y de
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lecciones de adivinación.
Hermes interviene en muchos mitos, pero en general tiene un papel secundario, fundamentalmente como
agente y mensajero de los dioses y como protector de los héroes. En la Odisea interviene en dos ocasiones. En
una avisa a Odiseo sobre la forma de evitar caer en el encantamiento de Circe. Interviene también llevando a
Calipso la orden de los dioses de que deje partir a Odiseo.
Hiperión. Es uno de los Titanes, hijos de Urano y Gea. Se casó con su hermana la Titánide Tía. Con ella tuvo,
según la versión más extendida, a Helio (el dios Sol), a Selene (la diosa Luna) y a Eos (la diosa Aurora).
Idomeneo. Guerrero griego. Es nieto de Minos y rey de Creta. Era uno de los guerreros más destacados. Fue uno
de los pocos jefes griegos que tuvieron un regreso feliz a su patria después de la conquista de Troya. Sin embargo, según parte de la tradición mítica, no acabó sus días en Creta. Sobre el motivo, no hay una sola versión. Una
de ellas dice que durante su viaje de regreso desde Troya estalló una tempestad, y que Idomeneo prometió a
Posidón que, si se salvaba la flota, le sacrificaría el primer ser vivo que encontrase en su reino. A quien primero
encontró fue a su hijo, y fiel a su promesa, se lo sacrificó a Posidón. Pero esto no agradó a los dioses, que enviaron una peste que asoló Creta. Entonces, para acabar con ella, los cretenses expulsaron a Idomeneo. Según una
versión que recoge Virgilio, Idomeneo se estableció en el sur de Italia.
Jasón. Famoso héroe griego. Era hijo de Esón, rey de Yolco (en la región griega de Tesalia). Jasón fue educado por
el centauro Quirón. Cuando llegó a la edad adulta, regresó a Yolco, donde reinaba Pelias, el hermanastro de Esón.
Según la versión más aceptada, Pelias le había arrebatado el trono, si bien otra versión dice que Esón se lo había
confiado hasta que Jasón fuera adulto. Fuera como fuera, al poco de llegar, le reclamó el trono, que le correspondía a él. Para librarse de Jasón, Pelias le encargó una misión: traerle el vellocino de oro que estaba en la lejana
región de Cólquide. El vellocino de oro era un piel de carnero con la lana de oro, que procedía de un carnero
mágico, regalo del dios Hermes, que había salvado a Frixo y lo había llevado a Ea, en la Cólquide, donde reinaba
Eetes. Después de sacrificar el carnero a Zeus, Frixo se lo había dado a Eetes, y él lo había clavado en un árbol de
un bosque sagrado de Ares, y allí lo custodiaba un dragón. Frixo era hijo de Atamante, un rey beocio, que fue
engañado por su segunda mujer, Ino, la madrastra de Frixo, para que le sacrificara a su hijo con el fin de devolver
la fertilidad a la tierra (la infertilidad era falsa, pues lo que ocurría realmente es que había engañado a las mujeres
para que tostaran los granos de cereal antes de que los sembraran sus maridos, con lo que evidentemente el cereal
no nacía).
Jasón prepara, pues, el viaje para hacerse con el vellocino o toisón de oro. Argo construye el barco, que recibe
su nombre, y en él se embarcan unos cincuenta acompañantes. A los héroes que participaron en este viaje se los
llama «Argonautas». Este viaje es uno de los episodios más famosos de la mitología griega y en él participaron
los más importantes héroes del momento. Después de diversas aventuras, los Argonautas llegaron a la Cólquide.
Allí Jasón pidió al rey Eetes que le entregara el vellocino. El rey no se lo negó, pero le impuso un trabajo como
condición para dárselo: debía poner el yugo a dos toros de pezuñas de bronce y que despedían fuego por la nariz,
y una vez les hubiera puesto el yugo debía labrar un campo y sembrar los dientes de un dragón. Se trataba de algo
imposible para un hombre normal, pero Medea, la hija de Eetes, que era maga, se enamoró de Jasón y le ayudó.
En primer lugar, le dio un bálsamo que hacía invulnerable al fuego para que se untara el cuerpo con él. Le reveló,
además, que de los dientes del dragón, en cuanto los sembrara, nacerían guerreros que intentarían matarlo. Le
dijo que para vencerlos debía lanzar, desde lejos, una piedra en medio de ellos, y entonces los guerreros se
culparían unos a otros y se pelearían, con lo que podría matarlos (o se matarían entre sí). Jasón, siguiendo las
indicaciones de Medea, hizo lo que le había mandado Eetes, sin sufrir ningún daño. Sin embargo, Eetes no
cumplió su palabra y no le entregó en vellocino, y planeó además quemar el barco y matar a su tripulación. Antes
de que pudiera llevar a cabo su plan, Jasón se apoderó del vellocino, con la ayuda de Medea, que durmió al
dragón que lo guardaba. Jasón, acompañado de Medea, y los Argonautas escapan en la Argo. El rey los persigue.
Según la versión más extendida, Medea se había llevado a su hermano pequeño, Apsirto, y cuando ve que su
padre los sigue, lo mata y va arrojando partes de su cuerpo. Eetes se detiene a recogerlas, con lo que los fugitivos
pudieron escapar.
En el viaje de regreso los Argonautas pasaron por algunos de los sitios por los que también pasó Odiseo.
Llegaron a la isla de Circe, tía de Medea, que los purificó del crimen cometido (el asesinato de Apsirto). Pasaron
también por la isla de las Sirenas. Allí se libraron de ser atraídos por su mortífero canto porque el músico Orfeo,
que iba entre los Argonautas, cantó una melodía que superaba en belleza a los cantos de las Sirenas. Sólo uno de
los Argonautas, Butes, se sintió atraído por el canto de las Sirenas, por lo que se echó al agua y nadó hacia ellas,
pero la diosa Afrodita lo salvó. Luego pasaron, sin sufrir daño, por el estrecho de Escila y Caribdis. Llegaron
también al país de los feacios. Allí encontraron a unos enviados de Eetes que los buscaban. Los enviados de Eetes
pidieron al rey Alcínoo que les entregara a Medea. El rey les respondió que si Medea era aún virgen se la entre8
garía, pero si no lo era seguiría con Jasón. Medea y Jasón aún no se habían casado y Medea aún era virgen, por lo
que, advertidos por Arete, la esposa de Alcínoo, se casaron rápidamente en secreto y consumaron el matrimonio.
Partieron del país de los feacios y, tras diversas aventuras, llegaron a Yolco con el vellocino.
En su viaje, Jasón había contado con la ayuda de la diosa Hera, que odiaba a Pelias, porque no le rendía culto
y, sobre todo, porque en una ocasión había cometido un sacrilegio contra ella matando a Sidero (madrastra de su
madre), a pesar de que se había refugiado en el templo de Hera.
Mientras Jasón había estado en su viaje, Pelias había matado a Esón (o le había hecho suicidarse). Para vengar
la muerte de Esón, Medea causó la muerte de Pelias. Para ello convenció a las hijas de Pelias de que cocieran a su
padre en un caldero de agua hirviendo para devolverle la juventud. Jasón y Medea tuvieron entonces que abandonar Yolco y se refugiaron en Corinto. Allí vivieron felices diez años. Pero pasado ese tiempo, Jasón se cansó de
Medea y la repudió para casarse con Glauce (o Creúsa), la hija del rey de Corinto. Terriblemente enojada por la
traición de Jasón, Medea se vengará terriblemente. Aparentando conformarse, envió a Glauce un vestido impregnado con un veneno. Cuando Glauce se lo puso, ardió. Cuando el rey quiso prestar ayuda a su hija, también ardió,
pereciendo ambos. Además, Medea mató a los hijos que había tenido con Jasón, y huyó en un carro maravilloso,
regalo de Helio (su abuelo), que la llevó por los aires. En cuanto a Jasón, volvió a Yolco, donde reinaba el hijo de
Pelias, y se apoderó de la ciudad.
[Sobre varias de las partes del mito de Jasón hay diversas versiones. La que hemos contado aquí es la más
conocida.]
Laódica (o Laódice). Es la más hermosa de las hijas de Príamo y Hécuba. Según los autores posteriores a Homero,
se enamoró del ateniense Acamante cuando éste acudió a Troya en la embajada que fue a pedir la devolución de
Helena. Se casaron y tuvieron un hijo, Múnito, que se crió en Troya. Se cuenta que, tras la conquista de Troya,
Laódica fue tragada por la tierra cuando huía de los griegos.
Laomedonte. Antiguo rey de Troya. Era hijo de Ilo, el fundador de Troya, y padre de Príamo, rey de Troya en
estos momentos.
Laomedonte es un ejemplo de persona que no cumple sus compromisos. En una ocasión en que los dioses
Posidón y Apolo se rebelaron contra Zeus, éste los castigó a trabajar para un mortal. Laomedonte los contrató
para construir las murallas de Troya. Cuando acabaron, Laomedonte se negó a pagar el salario convenido. Como
castigo Posidón envió contra Troya un monstruo marino que devoraba a sus habitantes. La única forma de que
dejara de atacarles era que Laomedonte le sacrificara a su hija Hesíone. En esos momentos Heracles (Hércules)
llegó a Troya y se comprometió a acabar con el monstruo a cambio de unos famosos caballos que Zeus había
regalado a Laomedonte. El rey de Troya acepta, pero cuando Heracles mató al monstruo, no se los entrega. Años
después Heracles regresa con un ejército, conquista Troya y mata a Laomedonte y a todos sus hijos menos a
Príamo. Entre los guerreros que acompañaban a Heracles se destacó Telamón, por lo que Heracles le entregó a
Hesíone (con ella tuvo a Teucro, que acompañó a Ayante Telamonio a la Guerra de Troya).
Licurgo. Rey de Tracia, castigado por atacar al dios Dioniso. En la versión del mito que recoge la Ilíada Dioniso
es aún un niño que se asusta cuando Licurgo ataca a las nodrizas o niñeras que le acompañan. Zeus, como
castigo, deja ciego a Licurgo.
En otras versiones, Dioniso, ya adulto, atraviesa el país de Licurgo cuando se dirige a la India, acompañado de
bacantes (las mujeres que, poseídas por el dios, intervienen en su culto) y por sátiros (unas divinidades de la
naturaleza, que tienen la parte superior del cuerpo con forma humana y la de abajo de caballo o macho cabrío,
acompañantes habituales de Dioniso). Licurgo atacó al cortejo de Dioniso y apresó a las bacantes y a los sátiros.
El propio Dioniso tuvo que refugiarse en el mar junto a Tetis. Luego Dioniso liberó milagrosamente a las bacantes y enloqueció a Licurgo. Éste mató a su hijo, creyendo que era una cepa de vid, y entonces recobró la razón.
Esto no fue suficiente castigo, sino que la esterilidad se extendió por el país de Licurgo. Un oráculo comunicó
que la única forma de acabar con ella era descuartizando a Licurgo. Entonces los habitantes ataron a Licurgo a
cuatro caballos, que, al tirar cada uno para un lado, lo despedazaron.
lotófagos. Pueblo mítico. El nombre significa «los que comen loto». No parece que esa planta sea la planta que hoy
conocemos como loto (desde luego, no produce la pérdida de memoria). A veces se considera que el país de los
lotófagos estaba en la costa de la actual Libia.
Menelao. El esposo de Helena y, por tanto, el principal interesado en la Guerra de Troya, pues él era el injuriado.
Hermano de Agamenón, era hijo de Atreo (por eso se le llama ‘Atrida’). Era rey de Esparta, donde había heredado el trono de su suegro, Tindáreo.
Después de que los griegos conquistaron Troya, Menelao se reconcilió con Helena (al fin y al cabo, detrás de
su enamoramiento de Paris estaba la diosa Afrodita, y contra la voluntad de los dioses los humanos nada pueden),
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en contra de la opinión de parte de los griegos, que querían lapidarla. En su regreso fue desviado por las tempestades hasta Egipto, donde estuvo varios años. Regresó finalmente a Esparta, donde reinó feliz durante muchos
años junto a Helena (así aparece en la Odisea).
Néstor. Guerrero griego, rey de Pilos (en la región griega de Mesenia). Cuando la Guerra de Troya, era ya anciano.
Aún es valeroso en el combate, pero destaca sobre todo por sus sensatos consejos. Fue uno de los pocos héroes
griegos que regresó sin contratiempo a su patria cuando acabó la guerra.
ninfas. Diosas griegas que habitaban en los campos. En su mayor parte eran consideradas hijas de Zeus. Había
distintos tipos de ninfas, según el sitio donde habitaran (había ninfas de las fuentes, de los árboles o de las
montañas, por ejemplo). Se suele hablar de ellas como diosas, pero son divinidades un poco especiales: aunque
son jóvenes y bellas (νύμnη es «novia», «joven recién casada» o, en general, «mujer joven»), al menos parte de
ellas no son inmortales. Así pues, más que divinidades propiamente dichas, parece que son, al menos parte de
ellas, seres no humanos cercanos a los dioses.
Las ninfas intervienen en muchos episodios amorosos, tanto con dioses como con hombres.
Nix. Es la personificación y la diosa de la noche. Según Hesiodo, nació de Caos, ese desorden primigenio anterior
al establecimiento del orden en el mundo. A su vez, es madre de distintas divinidades que son personificaciones:
el Día, el Éter, el Sueño, la Vejez, la Discordia. Habita en el occidente extremo. Es hermana del Erebo, que
personifica las tinieblas subterráneas.
Noto. Dios del viento del sur (es un viento cálido y cargado de humedad). Es hijo de Eos (la diosa Aurora).
Océano. El río mítico que los griegos primitivos creían que rodeaba la tierra. Para ir al mundo de los muertos,
Odiseo debe navegar por el Océano, y por él regresar de nuevo a la isla de Circe. Océano es uno de los Titanes
(hijo, por tanto, de Urano y Gea). Es padre de todos los ríos. Cuando el conocimiento de los griegos sobre el
mundo fue mejorando, se identificó con lo que nosotros llamamos Océano Atlántico, que era el límite occidental
del mundo antiguo.
Odiseo. Ver Ulises.
Polipetes. Guerrero griego procedente de la región griega de Tesalia. Su padre era Pirítoo y su madre Hipodamía.
Había sido uno de los pretendientes de Helena, y por tanto uno de los que habían prestado juramento de ayudar
a Menelao si alguien se la arrebataba.
Poseidón. Ver Posidón.
Posidón. Hijo de Crono y Rea, igual que Zeus, Hades, Hestia, Deméter y Hera. Cuando Crono fue derrotado, a
Posidón le tocó en suerte ser dios del mar. Además de dios del mar, es también dios de las fuentes y de los lagos
(no de los ríos). Puede desatar tempestades, arrancar rocas de la costa y hacer brotar manantiales. Se le atribuyen
también los terremotos. Se lo suele representar montado en un carro tirado por unos animales que son mitad
caballos y mitad serpientes, y con un tridente en la mano.
Posidón participó, junto con Apolo, en la construcción de las murallas de Troya, al servicio de su rey, Laomedonte (fue el castigo que Zeus les impuso por haber participado en una conjuración para encadenarlo). Cuando
acabaron, Laomedonte se negó a pagarles lo convenido, por lo que Posidón envió un monstruo marino que asoló
el territorio troyano. Más tarde, cuando la Guerra de Troya, se muestra en general favorable a los griegos, si bien
salva de la muerte al héroe troyano Eneas cuando Aquiles iba a darle muerte.
Se contaba que había competido con Atenea por conseguir la primacía en Atenas. Para conseguirla hizo brotar
una fuente de agua salada en la acrópolis de Atenas, mientras que Atenea hizo nacer un olivo. Atenea fue preferida.
Posidón tuvo numerosos hijos, muchos de ellos monstruos, pero ninguno con su esposa legítima, Anfitrite.
Como padre de Polifemo, se enoja con Odiseo por haberlo cegado. Por ese motivo, intentará impedir su feliz
regreso a Ítaca. Los demás dioses aprovecharán una ausencia de Posidón para obligar a Calipso a dejar partir a
Odiseo. Finalmente Odiseo se reconciliará con Posidón, siguiendo las instrucciones que le da Tiresias cuando
visita el mundo de los muertos.
Príamo. Rey de Troya en el momento de la Guerra de Troya. Por entonces Príamo era ya un anciano y no participa
en la lucha. Príamo era hijo de Laomedonte, el segundo rey de Troya. Cuando Heracles conquistó Troya, hizo
prisioneros a Príamo, que era aún un niño, y a su hermana Hesíone. Heracles entregó a Hesíone en matrimonio a
su amigo Telamón, que le había ayudado en la conquista de Troya, y ofreció a Hesíone el regalo de bodas que
quisiera. Ella pidió a su hermano, que hasta entonces se llamaba Podarces. Heracles se lo entregó y lo hizo rey de
Troya (Laomedonte y sus otros hijos habían muerto).
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Príamo estaba casado con Hécabe o Hécuba (la segunda forma es la latina, que es la que se emplea más), si
bien había estado casado antes. Príamo tenía cincuenta hijos varones y doce hijas. Buena parte de ellos los había
tenido con diversas concubinas.
Príamo se muestra benévolo con Helena (realmente no es ella la responsable de la guerra, sino los dioses).
Tiene su intervención más destacada en la Ilíada cuando va a pedir a Aquiles el cuerpo de su hijo Héctor.
Morirá en la conquista de Troya. Según un poema épico posterior a la Ilíada, cuando el anciano rey se da
cuenta de que los aqueos están en palacio, quiere tomar las armas y luchar, pero Hécuba le convence de que se
refugie junto a un altar, para ponerse bajo la protección de los dioses. Esto no le sirvió de nada, pues Neoptólemo, el hijo de Aquiles, lo arrancó de allí y lo mató.
Preto. Rey de Tirinto. Era hijo del rey de Argos (entendido aquí como el reino con capital en la ciudad de Argos,
no como todo el Peloponeso). Era hermano gemelo de Acrisio. Los dos hermanos se odiaban ya antes de nacer y
se peleaban en el seno de su madre. Ese odio siguió cuando crecieron. Al morir su padre, se enfrentaron en una
guerra por el trono de Argos. Según una versión, al no vencer ninguna de las partes, se repartieron el territorio de
Argos, quedando Acrisio como rey de Argos y convirtiéndose Preto en rey de Tirinto, que quedó separado de
Argos.
Según otra versión, en la guerra venció Acrisio y Preto fue expulsado. Entonces se dirigió a Licia, en Asia
Menor, donde se casó con Antea, la hija del rey Yóbates. Más tarde regresó a Argos con un ejército de licios y
ocupó Tirinto, que hasta entonces formaba parte del reino de Argos. Se cuenta que Preto fortificó Tirinto con
ayuda de los cíclopes, que construyeron una muralla hecha con grandes bloques de piedra. Finalmente los dos
hermanos acordaron que el antiguo reino de Argos quedara dividido en dos: Argos, donde reinaría Acrisio, y
Tirinto, donde reinaría Preto.
Quimera. Animal fabuloso. Unas veces (como en Homero) aparece como un ser que tiene la parte delantera de
león, el medio de cabra y la parte trasera de serpiente. Otras veces aparece como un ser con una cabeza de cabra
y otra de león. Nació de la unión de Tifón (un ser monstruoso, macho) y Equidna (otro monstruo, en este caso
hembra). Despide llamas por la boca. Fue criada por el rey de Caria (una región de Asia Menor). Cuando Belerofontes llegó a Licia, el rey Yóbates le mandó matarla (por entonces, se dedicaba a asolar su territorio). La mató
con la ayuda de su caballo Pegaso. Puso un trozo de plomo en la punta de la lanza y, montado en Pegaso, se
precipitó desde arriba; al echar Quimera fuego por la boca, el plomo se fundió, le cayó encima y la mató.
Sarpedón. Hijo de Laodamía y Zeus, es un guerrero aliado de los troyanos que, junto con Glauco, su primo y
compañero de batalla, es caudillo de los licios. Lo mató Patroclo, el amigo de Aquiles. Zeus habría deseado
salvarlo, pero consintió que muriera ante las recriminaciones de Hera. Ordenó a Apolo retirar su cuerpo del
campo de batalla, y el cadáver fue trasladado (por la Muerte y el Sueño) a Licia. Esto es lo que se dice en la
Ilíada.
Selene. La diosa Luna. Habitualmente es considerada hija de Hiperión (uno de los Titanes, hijos de Urano y Gea)
y de Tía (una de las Titánides, también hijas de Urano y Gea). Es, por tanto, hermana de Helio (si bien alguna
versión dice que es su hija). Se la representa como una mujer joven y hermosa que recorre el cielo montada en un
carro de plata tirado por dos caballos. Igual que Helio, que acabó siendo identificado con Apolo, Selene acabó
perdiendo su identidad como diosa y fue identificada con Ártemis y su equivalente romana, Diana (así es en la
tradición clásica europea).
Sirenas. Seres mitad mujer, mitad ave. Pertenecen al grupo de los monstruos y seres malignos divinos o relacionados con los dioses que aparecen en los mitos griegos. No hay acuerdo sobre quiénes fueron sus padres, pero en
general se considera que su padre es el dios-río Aqueloo. Según Homero son dos, pero según otros son tres o
cuatro. Habitaban en una isla. Con su hermoso canto atraían a los marineros. Los barcos zozobraban en las costas
de la isla y las Sirenas devoraban a los marineros. Odiseo logró pasar junto a ellas porque siguió las indicaciones
de Circe (tapó los oídos de sus compañeros con cera e hizo que a él lo ataran al mástil del barco). Antes de
Odiseo, habían logrado pasar junto a ellas sin sufrir daño los Argonautas, pues los acompañaba Orfeo, el extraordinario músico, que cantó tan melodiosamente mientras la nave Argo pasaba junto a la isla de las Sirenas que no
se sintieron atraídos por el canto de ellas (sólo uno, Butes, se sintió atraído por ese canto y se arrojó al agua para
acercarse a ellas, pero fue salvado por la diosa Afrodita). Una versión del mito dice que, cuando Odiseo logró
pasar, las Sirenas, de rabia por su fracaso, se arrojaron al mar y se ahogaron (en la mitología griega este tipo de
seres, aunque tienen un carácter más o menos divino, a menudo no son inmortales).
Relacionadas con el mundo de ultratumba hay unas sirenas, que no está claro si son estas mismas. Cantaban
para los afortunados que habitaban en las Islas de los Bienaventurados o Campos Elíseos. Son representadas con
frecuencia en el arte funerario.
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Desde la Edad Media europea se llama sirenas a unos seres mitad mujer y mitad pez, que coinciden con las
sirenas griegas por su bello canto, pero que no tienen su carácter maligno.
Sísifo. Héroe griego. Era hijo de Eolo, por lo que se le llama Eólida. Es famoso por su astucia y llegó a engañar a
los dioses, lo que al final le valió un castigo eterno en el Hades: tenía que empujar una roca enorme hasta lo alto
de una montaña, y cuando llegaba a la cumbre la roca volvía a caer, y Sísifo debía volver a empujarla hasta la
cumbre. Sísifo era rey de Corinto (ciudad que entonces se llamaba Éfira), que había fundado. Después de que
Zeus raptó a Egina, la hija del dios río Asopo, pasó por Corinto y fue visto por Sísifo. Cuando Asopo pasó por
Corinto buscando a su hija, Sísifo se ofreció a revelarle el nombre del responsable a condición de que hiciera
brotar una fuente en la ciudadela de Corinto. Asopo se lo concedió y Sísifo le reveló que era Zeus. Con ello
provocó la ira de Zeus, que le mandó a Tánato (la Muerte) para que lo matara. Sísifo sorprendió a Tánato y lo
encadenó, por lo que durante un tiempo ningún hombre murió, hasta que Ares lo liberó. Tánato esta vez sí logró
llevarse a Sísifo. Antes de morir, ordenó en secreto a su esposa que no le tributara los honores fúnebres. Cuando
llegó al mundo de los muertos, pidió a Hades que le dejara volver para castigar a su mujer por haber descuidado
sus obligaciones, y una vez en la tierra ya no regresó. Vivió hasta edad muy avanzada, pero finalmente murió.
Esta vez Hades, para que no pudiera volver a escapar, le impuso la tarea de empujar la piedra (bien sea como
castigo, bien sea para que estuviera ocupado y no pudiera planear su huida).
Según una tradición mítica, Sísifo es el auténtico padre de Ulises. Homero no sigue esta tradición, pues para
él el padre auténtico de Ulises es Laertes.
Teano Liseide. Hija del rey de Tracia Ciseo, esposa de Antenor y sacerdotisa de Atenea. Cuando Ulises y Menelao
fueron como embajadores a Troya, antes del comienzo de la guerra, Teano los acogió en casa de su marido. Por
ello, tras la conquista de Troya fueron respetados ella, su marido y sus hijos.
Tetis. Diosa marina, hija del dios marino Nereo (Tetis es, por tanto, una de las Nereidas) y de Doris. Éstas son dos
divinidades antiguas, anteriores a los Dioses Olímpicos. A pesar de ser una diosa, se casó con un mortal, Peleo.
Con él tuvo a Aquiles. La unión con Peleo acabó rompiéndose, pues Tetis se irritó con él porque la interrumpió
cuando intentaba hacer inmortal a Aquiles. A pesar de ello, Tetis, que regresó al mar junto a su padre, siempre se
ocupó de su hijo. Conociendo que si Aquiles luchaba en Troya moriría allí, intentó evitarlo, pero no lo consiguió.
Así, en primer lugar lo escondió junto a las hijas del rey Licomedes, pero no pudo evitar que al final fuera a la
guerra. Cuando era inevitable que luchara en Troya, le prohibió que fuera el primero en desembarcar, porque sabía
que el primero en pisar suelo troyano sería el primero en morir. Finalmente, intentó convencerlo, sin conseguirlo,
de que no matara a Héctor, porque Tetis sabía que, poco, después de morir Héctor, moriría Aquiles.
Al quedarse Aquiles sin armas porque Héctor se las había arrebatado a Patroclo (Aquiles se las había prestado
para que los troyanos creyeran que era él), Tetis le entregó otras mejores, hechas por Hefesto, el dios herrero.
Teucro. Hijo de Telamón y Hesíone, que a su vez era hija de Laomedonte y hermana, por tanto, de Príamo. Es
hermano de Ayante Telamonio por parte de padre. Es también sobrino de Príamo, a pesar de lo cual participa en la
Guerra de Troya contra los troyanos. Su nombre hace referencia a su origen troyano: a los troyanos se les llama
frecuentemente ‘teucros’, por otro Teucro, antepasado de los reyes de Troya.
Teucro sobrevivió a la Guerra de Troya, pero al regresar a Salamina sin su hermano Ayante, Telamón lo
desterró (se cuenta que fue a Chipre, donde fundó la ciudad de Salamina de Chipre).
Tideo. Padre de Diomedes. Era hijo de Eneo, rey de Calidón, y de su segunda mujer, Peribea. Llegado a la edad viril,
Tideo mató a un hombre (las fuentes no coinciden sobre quién era). Por ello debe huir de Calidón. Se refugia junto
a Adrasto, rey de Argos. Éste lo purificó y le dio como esposa a una de sus hijas. Tideo participó en la expedición
organizada por Adrasto contra Tebas, conocida como la expedición de los Siete contra Tebas. Con esta expedición
Adrasto quería restablecer en el trono a Polinices. Polinices era hijo de Edipo y hermano de Eteocles. Los dos
hermanos habían llegado al acuerdo de reinar cada uno un año. Reinó primero Polinices, que en cuanto pasó el año
cedió el trono a su hermano. Pero Eteocles, pasado el año que le correspondía, se negó a abandonar el poder.
Polinices, entonces, se refugió junto a Adrasto, que lo casó con una de sus hijas y organizó la expedición para
ponerlo en el trono de Tebas. Esta expedición fue desastrosa, pues el ejército atacante fue derrotado, y de los siete
jefes de la expedición sólo sobrevivió Adrasto.
Ulises (u Odiseo). Uno de los principales héroes griegos. Hijo de Laertes y Anticlea, era rey de Ítaca. Fue uno de los
pretendientes de Helena, pero renunció a ella al ver que no tenía posibilidades, y se casó con Penélope. Fue Ulises
el que aconsejó al padre de Helena que exigiese a los pretendientes el juramento de que ayudarían al que fuera
elegido como su esposo. Cuando Menelao pidió el cumplimiento de ese juramento, Ulises intentó eludir el compromiso (algunas versiones del mito dicen que se fingió loco), pero al final tuvo que cumplirlo. Después de la conquista y destrucción de Troya, se dirigió a su patria, pero no pudo regresar a ella hasta diez años después, tras haber
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pasado por múltiples aventuras y haber perdido sus naves y a todos sus hombres (la Odisea trata sobre su viaje de
regreso y su llegada a Ítaca).
Ulises tiene como rasgo más destacable la inteligencia, y como corresponde a un personaje así, Atenea, la diosa
de la sabiduría, lo protege de forma especial. En la Ilíada y la Odisea es presentado de forma elogiosa, sin que los
engaños de que a menudo se vale se vean como algo malo. Sin embargo, una parte de la tradición mítica lo presenta
como alguien más bien despreciable, sin escrúpulos (precisamente por los engaños y trampas de que se sirve),
frente a otros héroes que destacan por su nobleza. Esta última visión de Ulises es frecuente en los autores de
tragedias.
Urano. Es el Cielo. Fue el primer rey de los dioses. La tradición mítica más famosa, trasmitida por Hesíodo, dice que
es hijo de Gea (la Tierra), que lo engendró ella sola, sin intervención masculina. Luego se convierte en su esposo.
Con ella tuvo numerosos hijos: seis Titanes, seis Titánides (diosas), tres Cíclopes (seres enormes con un solo ojo en
la frente, distintos de los Cíclopes que aparecen en la Odisea) y tres Hecatónquiros (seres con cien brazos). Urano
mantenía a sus hijos encerrados en las profundidades de Gea, la Tierra. Gea, irritada con Urano y no deseando
unirse más a él, pidió a sus hijos que la ayudaran a vengarse de él. Sólo se decidió a ayudarla el más joven, Crono,
uno de los Titanes. Gea le entregó una hoz de acero, y, cuando Urano se acostó sobre Gea, Crono le cortó los
genitales. La sangre de la herida cayó sobre Gea, y de ella nacieron las Erinias (divinidades encargadas de vengar
los crímenes, sobre todo los cometidos contra miembros de la familia), los Gigantes (seres enormes, de fuerza
invencible y terrorífico aspecto, pero mortales) y las Ninfas de los fresnos (el fresno es un árbol que los griegos
relacionaban con la violencia y la guerra, porque las astas de las lanzas se hacían de madera de fresno). Crono
arrojó los genitales cercenados hacia atrás y cayeron en el mar. Según una parte de la tradición mítica, de la espuma
que se formó en torno a ellos nació Afrodita, la diosa del amor (la otra versión, que es la que sigue Homero, dice
que es hija de Zeus y la diosa Dione). Después de castrar a Urano, Crono pasó a ser el rey de los dioses.
Zeus. Principal dios griego. Reina en el cielo (pero no se identifica con el cielo, que es el dios Urano). Reside en el
Olimpo (en un principio seguramente se creía que la residencia divina estaba en el monte Olimpo, posteriormente
se creía que el Olimpo era una morada situada en el cielo). De él proceden las manifestaciones celestes (la lluvia, el
rayo, el trueno). Mantiene el orden y la justicia en el mundo, vela por el mantenimiento de los juramentos y por el
cumplimiento de los deberes entre los huéspedes. Es rey de los dioses y, en consecuencia, el poder real está bajo su
protección (Homero llama a los reyes «vástagos de Zeus», entre otras cosas). Aunque Zeus es muy poderoso, no lo
puede todo, e incluso él debe someterse al destino.
Zeus es hijo de Crono y Rea, que, a su vez, eran hijos de Gea (la Tierra) y Urano (el Cielo). Gea fue el segundo
ser existente, que surgió de Caos (el vacío o desorden existente antes de la aparición del mundo), y engendró (sin
intervención masculina) a Urano, que luego se convirtió en su marido. Crono era el menor de los hijos de Gea y
Urano, y, tras destronar a su padre, se convirtió en rey del universo y se casó con su hermana Rea. Sus padres le
informaron de que iba a ser destronado por uno de sus hijos. Para evitarlo, se los iba tragando a medida que nacían.
Así, se tragó a Hestia, Deméter, Hera, Hades y Posidón. Rea, que estaba irritada por verse privada de sus hijos,
cuando nació Zeus engañó a Crono dándole una piedra envuelta en pañales. Zeus creció oculto a su padre y, cuando
llegó a la madurez, decidió arrebatarle el poder. Logró que Crono bebiera una droga que le hizo vomitar a sus hijos.
Más tarde, con la ayuda de sus hermanos, logró vencer a Crono.
Una vez derrocado Crono, sus hijos (los varones) se repartieron el mundo: Posidón reinaría en el mar, Hades en
el interior de la tierra y Zeus en el cielo. Zeus, además, quedó como rey del universo (sus hermanos reinaban en su
parte del mundo, pero estaban sometidos al poder de Zeus).
Zeus se casó con su hermana Hera (la diosa de las mujeres casadas), pero se había unido antes con otras diosas
(de dos de ellas, Metis [‘Prudencia’] y Temis [‘Ley’], incluso se dice que habían sido esposas legítimas suyas), y se
uniría después con otras. De estas uniones y de su matrimonio con Hera nacieron numerosos dioses. Zeus se unió
también con gran número de mujeres, de las que nacieron muchos héroes, así como los dioses Dioniso (de su unión
con Sémele) y Heracles o Hércules (de su unión con Alcmena), si bien este último fue en principio un héroe que
luego se convirtió en dios.
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