Juventud y censura - Biblioteca Virtual Universal

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Juventud y censura
Denise Dupont-Escarpit
En Francia, desde hace más de un año, los sectores a los que atañe el libro infantil y
juvenil -editores, bibliotecarios, profesores o padres- se ven afectados por acciones de
censura que se ejercen sobre la literatura para niños y jóvenes.
Esta «cruzada de orden moral» se mantiene muy hábilmente en una
semiclandestinidad; y cuando, esporádicamente, llega a la superficie, adquiere todavía
mayor importancia para las personas mal informadas, es decir, la mayoría de los padres.
Esta censura se manifiesta por la publicación de listas negras, por recomendaciones
minuciosas hechas a los bibliotecarios por las municipalidades de las que dependen, y,
finalmente, por la creación, en determinadas municipalidades -en particular la Villa de
París-, de comités de lectura integrados por una mayoría de personas ajenas al mundo
del libro y al de la juventud. Hasta ahora, las políticas de compra de las bibliotecas
públicas incumbían a comités de lectura intra o inter-bibliotecas, es decir, a personas a
las que, en razón de su formación, se reconocía la capacidad de leer las obras y de
seleccionarlas en función de un público conocido y bien delimitado.
Temas «Tabúes»
La mayoría de las obras recriminadas se refieren a tres campos diferentes:
-En primer lugar están las novelas que, por estar dirigidas a adolescentes, ponen en
escena a adolescentes confrontados con determinados problemas: primero, los
inherentes a la condición de adolescente -sexualidad, soledad, por ejemplo-, y luego, los
que se relacionan con un estado de la sociedad -delincuencia, droga, violencia, discordia
familiar, etcétera.
-En segundo lugar están las obras que tratan los temas de la enfermedad y la muerte
y que son juzgadas tristes y morbosas.
-Finalmente están las obras que tratan de problemas políticos, tanto en el plano
histórico -nazismo, antisemitismo, Resistencia-, como de la información «cívica» derechos del hombre, por ejemplo.
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Más allá de la censura
Al denunciar las obras en las que se tratan la violencia, la delincuencia, la droga o el
sexo, se rehúsa considerar una parte de los problemas que se plantean a los
adolescentes. En consecuencia, también se rehúsa contestar a sus preguntas.
Se trata de un conocimiento falseado de comportamiento-tipo del lector adolescente,
que realiza esencialmente una lectura-espejo. En efecto, los jóvenes lectores buscan
obras que contesten a sus preocupaciones inmediatas: relaciones con la familia, con los
demás, con el otro sexo, angustia frente al porvenir, sed de libertad..., lo que explica la
boga pasajera de las novelas con argumento.
También es ignorar que los adolescentes, inmersos en el mundo de los «media»,
reciben cada día informaciones e imágenes que les vienen
Il. Sophie Brandes. Ben quiere a Ana, de Peter Härtling. Trad. Víctor Canicio. Madrid: Alfaguara,
1982.
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presentadas de forma brutal, sin preparación ni continuación. Buscando la mayoría de
las veces un eco o una explicación a sus emociones y a su rebelión, se hacen preguntas;
y sus respuestas las encuentran a menudo en las revistas para adolescentes o en
«lecturas paralelas» más violentas, pero más credibles, por ser a menudo relatos de
experiencias personales. Tales lecturas «prostitutas» obligan, por tanto, a interrogarse
sobre las respuestas que puede brindar la literatura juvenil.
Finalmente, tal actitud ignora que la ficción -todas las obras contestadas son
novelas- crea una suerte de distanciación de los problemas planteados, y, al atenuar la
credibilidad del relato, puede permitir enfrentarse con ellos más fácilmente. El joven
adolescente podrá entonces situar los elementos del puzzle encontrados en la masa de
las informaciones que recibe y elaborar una respuesta, válida para él, en un momento
dado de su joven vida.
El envite es la juventud
Todo esto apenas hubiera merecido un poco de interés, de indignación o de
denuncia, tan visible es su objetivo ideológico. Pero lo que nunca se dice abiertamente
cuando se habla de esta censura es que el envite de esta «caza de brujas», de esta
«cruzada de orden moral», son los niños, los adolescentes y, más allá, la generación que
construirá el mundo del mañana.
Se nos quiere preparar una generación que no conocerá de su medio y del mundo
más que lo que le asestan las imágenes demasiado rápidas y, a menudo, violentas y
brutales de la televisión, porque se le habrá negado las lecturas que le hubieran
permitido disponer de los elementos de información necesarios para ejercer su juicio y
su espíritu crítico, para reflexionar tranquilamente, con toda lucidez y todo
conocimiento de causa, para formarse una opinión personal; una generación que no
habrá elegido su cultura y que vivirá, ciega, en un mundo al que no entenderá.
Un niño no es un recipiente que se llena de ideas y de prejuicios. Es un ser
autónomo, que hace lo que quiere de lo que lee. La limitación del campo de las lecturas
del niño es un ataque a la posibilidad que le es dada de devorar, digerir y asimilar todo
lo que de maravillosa variedad ofrece el libro; es poner en tela de juicio el fundamento
mismo de la libertad humana: el derecho, a partir de las palabras, las ideas y las
experiencias de los demás, de construirse a sí mismo.
Denise Dupont-Escarpit.
Directora de la revista Nous voulons lire!
(Trad. de Chantal E. Ronchi Ferrari)
2010 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
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