santificación - Zoe Costa Rica

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SANTIFICACIÓN
POR JASON HENDERSON
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Zoe Costa Rica
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2
Esta publicación originalmente fue una serie de
mensajes impartidos en Market Street Fellowship
en marzo del 2009. Al lector se le solicita que
mantenga en mente que este material conserva el
formato hablado a lo largo de toda la
publicación.
3
4
ÍNDICE
1. S EPARACIÓN
7
2. E L P ROCESO D E S ANTIFICACIÓN
15
3. L A D IVISIÓN
23
DE
L A C RUZ
4. C RI STO , L A P UERTA
30
5. V IVIENDO
38
EN LA
T IERRA
6. E L V IAJ E
44
7. L A G RAN D IVISIÓN
53
8. B USQUEN L AS C OSAS
9. C RUZANDO
EL
DE
J ORDAN
5
A RRIBA
65
70
6
Capítulo 1
Separación
Efesios 5:25-26, “Maridos, amad a vuestras
mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua
por la palabra”.
Juan 17:17, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra
es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo
los he enviado al mundo. Y por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad”.
Hechos 20:32, “Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia,
que tiene poder para sobreedificaros y daros
herencia con todos los santificados”.
7
Hechos 26:14-18, “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Dura cosa te es dar coces contra el
aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el
Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para
esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y
testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en
que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de
los gentiles, a quienes ahora te envío, para que
abras sus ojos, para que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a
Dios; para que reciban, por la fe que es en mí,
perdón de pecados y herencia entre los
santificados”.
1 Pedro 1:3-5, “Bendito el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza
viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros, que sois guardados por el
poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero”.
2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros
debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que
Dios os haya escogido desde el principio para
salvación, mediante la santificación por el Espíritu
y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante
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nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de
nuestro Señor Jesucristo”.
¿Qué es santificación? Santificación es una palabra
muy común en el cuerpo de Cristo, y a la vez, una muy
malentendida. La santificación no es un proceso, mediante
el cual, el cristiano llega a ser más como Cristo a través de
disciplina, esfuerzo o abstinencia de las cosas llamadas no
cristianas. No implica dedicarse al Señor, ni a la iglesia. De
hecho, la santificación no es algo que hacemos o algo que
evitamos, implica ser conformados a la imagen de Cristo.
La santificación es el proceso por medio del cual somos
transformados, cambiados o conformados a la imagen de la
vida del Cristo que mora en nosotros. La mayoría de los
libros de teología tienen esto correcto, pero es en el proceso
mismo donde muchos se confunden. En la naturaleza del
proceso, en la manera a través de la cual esto sucede, en la
cuestión del CÓMO, es donde nos encontramos en mucha
oscuridad.
La santificación tiene que ver con separación. En
algunas ocasiones la palabra es, sencillamente, definida
como “poner aparte”. Consagración es una palabra que
significa algo muy parecido, pero otra vez, ¿qué
entendemos de esta separación?
¿De qué somos
separados? ¿Cómo sucede esta separación? Pablo dice en
Efesios 5:25 que somos santificados en el lavamiento del
agua de la palabra. En otro de los versículos que leímos
dice, que somos santificados por el Espíritu a través de la fe
en la verdad. Se está describiendo lo mismo, pero antes de
que entremos en eso, primero vamos a responder la
pregunta: ¿De qué somos separados?
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La Naturaleza De La Caída
T. Austin-Sparks escribe: “La caída dio como resultado
un embrollo con otra naturaleza y con otro orden. Dicho
embrollo se volvió orgánico, por lo tanto, inherente”. Este
es un muy breve y muy exacto resumen. No podemos
entender la santificación si no entendemos de qué
necesitamos ser separados. Como raza hemos caído, hemos
caído de algo; caímos de la gloria de Dios, caímos del
propósito. También hemos caído en algo; caímos en un
embrollo con una naturaleza y un orden que mantiene
profundo control sobre nuestra alma y que tiene total
jurisdicción sobre nuestro ser. Es imposible describir con
exactitud la naturaleza de este enredo. Oír acerca de esto
no hace nada, hay que verlo.
El hombre siempre ha sido un alma. Esa alma fue
soplada en nuestra vasija terrenal el día que el hombre fue
creado. Génesis dice que Dios “sopló en su nariz el aliento
de vida, y fue el hombre un alma viviente” (2:7). Esta
alma, como usted sabe bien, fue creada para ser la morada
de Dios, el único y perfecto entorno para que la gloria de
Dios habite. El alma era como una esponja (si puede
soportar la debilidad de esta analogía), que tenía la
capacidad de absorber, cargar, sostener y llevar en sí misma
agua pura y limpia, y cuando la esponja cayó de la gloria, no
solamente cayó de un balde de agua, sino que cayó en un
tanque de aguas residuales y de enfermedad que saturó
cada grieta y cada poro de ella. Esto es algo de la naturaleza
de la caída del hombre. Es un cuadro del enredo del
hombre con todo lo que es contrario a Dios.
10
Jesús dijo en una ocasión: “Ustedes son los que se
justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce
sus corazones, porque lo que entre los hombres es de alta
estima, abominable es delante de Dios” (Lucas 16:15). La
palabra “abominable” siempre me ha asustado. Es una
palabra muy fuerte, pero no demasiado fuerte cuando la
Luz de la vida de Cristo nos muestra lo que somos.
A pesar de que objetamos lo contrario y de nuestra
total ceguera a la realidad, nuestra alma nace torcida y
enredada en una naturaleza y orden que ahora constriñe
todo lo que pensamos, queremos y hacemos. Es una
naturaleza y un orden que existe sin Dios, y por lo tanto, sin
gloria. Es la relación poderosa y abrumadora que Pablo
llama “esclavitud al pecado”. Toda ella es resultado de la
mentira que creímos en el jardín.
La santificación tiene que ver con la solución, con
revertir esta situación. Primero que nada, tiene que ver con
el hecho objetivo de lo que fue consumado en la cruz. En la
cruz de Jesucristo lo primero fue separado de lo segundo, la
muerte fue separada de la vida, Adán fue separado de
Cristo. Jesús fue levantado de la tierra después de haber
entrado en la enfermedad y oscuridad de la humanidad
caída, nacido en su culpa y vergüenza delante de Dios y
quitado todo eso de la vista de Dios, del campamento de
Dios, tal como el macho cabrío del Antiguo Pacto. Es como
si hubiera sido lanzado de la tierra, vomitado del vientre de
la tierra porque era demasiado justo para ser retenido,
demasiado perfecto para permanecer allí. Él tenía que
morir en la tierra, pero no podía quedarse allí. La tierra no
pudo retenerlo. Después de quitar el pecado de la vista de
Dios, Cristo no tenía nada más con ese ámbito, orden ni
género.
11
Entonces se fue. Se separó de ese ámbito, naturaleza y
orden. Esta es la gloria de la ascensión. Él ascendió para
poder llenar todas las cosas. Él ascendió llevando muchos
hijos a la gloria. Él ascendió para estar separado para
siempre del primer hombre y de la primera creación, y para
que nosotros pudiéramos estar separados en Él.
Esto es lo que estaba en la mente del Señor Jesús la
noche anterior a la cruz. Esto es lo que le dijo a Su Padre en
presencia de Sus discípulos: “Padre, quiero que los que me
has dado, estén también conmigo donde Yo estoy”. Y luego
dijo: “Por ellos Yo me santifico, para que ellos también
sean santificados en la verdad”. “Por esta razón me separo
de la muerte, para que ellos puedan ser separados en mí.
Por esta razón me he levantado de entre los muertos, para
ser la resurrección y la vida para ellos. Por esta razón he
quitado lo primero, para aparecerles en lo segundo, sin
relación con el pecado para salvación”.
¿Ve la naturaleza de la santificación aquí? En un
momento voy a hablar del proceso de santificación, pero el
proceso de santificación es sólo la posesión y apropiación
del alma de esta realidad objetiva. La naturaleza de la
santificación tiene que ver con separación. Tiene que ver
con algo que es dejado tan atrás, que es olvidado y deja de
tener importancia. De hecho, las cosas pasadas ya ni
siquiera vienen a la mente, están tan separadas como lo está
el oriente del occidente.
Antes de que Cristo se convirtiera en hombre, estaba
separado de la naturaleza caída y del orden del hombre,
pero vino para crear una puerta. Él hizo una puerta a través
de Su muerte. Su muerte es ofrecida a nosotros como
nuestra puerta, y dicha muerte se constituye en nuestra
muerte también. Si nosotros caminamos en esa muerte y
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abrazamos todo lo que esa muerte significa, encontraremos
la escalera de Jacob al otro lado. Una escalera que llega
hasta los cielos, que nos lleva en Él adonde Él está. “Yo
estoy en el Padre, ustedes están en mí y yo en ustedes”.
El Desenredo Del Alma
El Señor Jesucristo cortó entre estos dos ámbitos y
estas dos realidades con una espada afilada, y esa división
nunca va a sanar, es permanente e inamovible. Todo lo que
Dios tiene, todo lo que Dios quiere y todo aquello con lo que
Dios tiene relación ahora, está del lado que es representado
por Cristo. Me doy cuenta de que Dios tiene relación con
creyentes que todavía tienen cuerpos terrenales, pero esos
cuerpos no definen la ubicación, la habitación ni la herencia
del alma. Usted y yo, nosotros, ahora mismo, hemos sido
levantados y estamos sentados con Cristo en los cielos. El
lugar donde estén nuestros cuerpos no hace ninguna
diferencia. Es el hogar del alma lo que está en perspectiva.
Hemos sido santificados como un hecho, como un hecho en
la perspectiva de Dios.
Sin embargo, nos falta
desenredarnos internamente del orden y de la naturaleza de
la que Dios se ha desasociado.
Estamos en Cristo, no hay duda de eso, pero estamos
en Cristo como aquellos que por naturaleza son parte de lo
que Dios ha abandonado. Estamos en Cristo, estamos en el
cielo, pero estamos allí como los que empiezan el viaje,
exclusivamente conscientes del ámbito equivocado. Está el
hecho de que hemos sido trasladados del reino de las
tinieblas al reino del amado Hijo, y luego, está la separación
interna o desenredo del alma de lo que Dios ha
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abandonado. Está el hecho de que hemos salido de Egipto,
y luego, está la experiencia de la salida de Egipto de
nuestros corazones. Está el hecho de que Ismael fue sacado
de la vista de Abraham, y luego, está la experiencia de
conocer a Isaac como el único Hijo.
Lo que Dios ha hecho está finalizado y no se puede
discutir. Dios ha tomado la esponja empapada de barro y la
ha depositado, permanentemente, en un océano de agua
viva y pura. Está allí para siempre y nunca estará en otro
lugar. No obstante, todavía queda el barro y la cochinada
que han saturado cada poro. Los malos hábitos, las malas
palabras o el mal comportamiento no son el barro, el barro
es lo que usted ha llamado su vida. Es todo lo que usted
siempre ha sido, conocido, pensado y querido. Es tanto lo
que usted desea como la razón por la que lo desea. Es
usted, lo que su alma ha llamado el “yo”. El barro es el
residuo de la naturaleza y del orden que se asocia con usted
mismo. Es necesario que haya una purga completa, borrar
y darle muerte a todo lo que no es agua, en este océano de
agua viva. Esto nos lleva al asunto de cómo funciona esto.
14
Capítulo 2
El Proceso De Santificación
¿En qué consiste el proceso de santificación? ¿Cuál es
el método? ¿Qué tipo de jabón podría realmente purificar
la consciencia humana? Así es como Hebreos llama este
proceso, “purificación de la consciencia”. No sólo resuelve
el problema de una consciencia culpable, sino que cambia,
permanentemente, aquello de lo que usted está consciente.
Quita de usted su consciencia de lo que quedó antes de la
cruz. Purifica su consciencia para que corresponda a lo que
Dios conoce y ve. Entonces, ¿qué tiene el poder de borrar
de nuestro corazón una vida y una realidad totalmente
falsas? Sólo una cosa, la Palabra viva de Dios. La Verdad.
Es la Verdad la que nos lava de todo lo que es la mentira.
Es la Verdad la que quita de nosotros lo que no tiene lugar
en Dios.
El Espíritu De Verdad
Pero, ¿qué es la Verdad? Poncio Pilatos hizo esta
pregunta hace 2000 años. Jesús no le contestó, porque la
15
respuesta no se encuentra en las palabras. Jesús no le
contestó, porque Pilatos estaba mirando la Verdad y aún así
no podía verla, y las palabras no resolverían ese problema.
La Verdad puede ser descrita por palabras. La Verdad
puede ser descrita por las páginas de su Biblia, pero las
palabras no pueden contener la Verdad. Aplicar las
palabras a su vida es inútil y sin sentido. Las palabras
verdaderas nunca santificarán su alma.
La Verdad es la comprensión del alma, de Cristo
nuestra vida. La Verdad es la persona, el lugar, la vida y la
realidad de Cristo dada a conocer por el Espíritu. La
Verdad tiene que ver con poseer interiormente, por
revelación, la obra consumada de Cristo. La Verdad implica
la realidad de dónde vive Cristo, de qué es Cristo, de cómo
ve Cristo, y si le permitiéramos al Espíritu de Dios que nos
muestre esta verdad, habitaríamos y permaneceríamos en
Cristo. Seríamos apartados, separados, santificados en la
Verdad. Padre, “...santifícalos en tu verdad; tu palabra es
verdad... Y por ellos Yo me santifico, para que ellos
también sean santificados en la verdad”.
La santificación es cuando el Espíritu de Verdad nos
guía a toda verdad y nos separa de todo lo demás. ¿Sabía
usted que para los que han nacido de nuevo todo lo que no
sea la Verdad es la mentira? ¿Ha enfrentado eso? ¿Ha
enfrentado usted el hecho de que una vez que ha nacido de
la Verdad, la ignorancia de la Verdad es aceptación y
acuerdo con la mentira? Algunas personas me han dicho:
“¿Cuál es el gran problema de que un cristiano no conozca
la Verdad? ¡De todos modos, todos vamos a ir al cielo y
estoy seguro de que ahí lo resolveremos!” Dejando de lado
los problemas teológicos de esta afirmación, la pregunta
pasa por alto algo muy serio. Rechazar la Verdad es preferir
16
la mentira. La ignorancia no es dicha, la ignorancia es
muerte. La ignorancia es contradecir a la Persona y el
propósito de Dios. La ignorancia en un cristiano es una
aventura amorosa con la mentira. Si nosotros no crecemos
en la Verdad, la ignorancia es sólo otra cara de la rebelión.
“No, gracias, Dios, nosotros tomaremos nuestra herencia en
este lado del Jordán”. Y Dios responde: “No hay herencia
ahí, salvo en su imaginación que está establecida en
oposición a Mí”.
Esta es la razón por la que debemos seguir plenamente
al Señor, como Josué y Caleb. Debemos seguir al Señor con
todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda
nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, y permitirle
que nos muestre lo que es real y que nos muestre la Tierra.
Usted no puede detenerse en el camino. Es decir, por
supuesto que puede, pero detenerse en el camino es
aferrarse a algo que ni siquiera es real. Es preferir la
ignorancia antes que la Verdad. Es rechazar la realidad en
pro de una fantasía muerta.
Al igual que Abraham hace miles de años, el Espíritu
de Verdad nos conduce a una tierra que debe ser revelada.
Abraham, “Vete de tu tierra, de entre tus parientes, y de la
casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré”. La
santificación es cuando el Espíritu de Verdad nos escolta a
esa tierra celestial, y todo lo que hemos llamado tierra,
parientes y casa del padre es olvidado y abandonado. Todo
lo que era parte de lo que éramos, de donde estábamos y a
lo que pertenecíamos tiene algo que ver con la herencia de
Abraham. Ya nada de eso era verdad para él, y todo tuvo
que ser lavado de su alma para que pudiera ver y recibir la
herencia.
17
Abraham no poseyó nada a través de una herencia
natural. No poseyó nada mediante esfuerzo natural, visión
natural o asociación natural. Él trató de llevar a su padre,
trató de llevar a su pariente Lot, trató de crear la simiente
de la promesa a través de Ismael, pero Dios no le permitió a
Abraham heredar algo de la tierra. Dios lo había separado
para una herencia celestial.
Cuando Abraham llegó a la tierra no había nada. Hubo
discusiones con los lugareños y un hambre que lo hizo huir
a Egipto. No había nada en la tierra para él de acuerdo a la
vista. Según sus ojos naturales no había nada ahí para que
él poseyera. Oímos el llamado del Señor a Abraham una y
otra vez: “Alza tus ojos, Abraham, y mira. Alza tus ojos. No
verás, y no podrás ver, Mi herencia si tus ojos están viendo
para abajo. Es una tierra celestial, es una herencia celestial.
No podrás heredar Mi promesa a menos que seas separado
de todo lo que estaba antes. No experimentarás Mi
herencia hasta que seas separado para ella, hasta que seas
santificado por fe”.
Podemos ver esta realidad en la siguiente historia:
Génesis 13:5-15, “También Lot, que andaba con
Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra
no era suficiente para que habitasen juntos, pues
sus posesiones eran muchas, y no podían morar en
un mismo lugar. Y hubo contienda entre los
pastores del ganado de Abram y los pastores del
ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban
entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot:
No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre
mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos.
18
¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego
que te apartes de mí. Si fueres a la mano
izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha,
yo iré a la izquierda. Y alzó Lot sus ojos, y vio toda
la llanura del Jordán, que toda ella era de riego,
como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto
en la dirección de Zoar, antes que destruyese
Jehová a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot
escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue
Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro.
Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto
que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue
poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los
hombres de Sodoma eran malos y pecadores
contra Jehová en gran manera. Y Jehová dijo a
Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora
tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el
norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu
descendencia para siempre”.
Aquí está Abraham siendo santificado por fe en tipo y
sombra. Fue puesto aparte, fue separado de lo que había
llevado con él para que pudiera ver lo que había delante de
él, para que olvidara lo que quedaba atrás y poseyera lo que
la fe podía ver. Traigamos esto ahora a su contraparte en el
Nuevo Testamento. Recordemos las palabras de Cristo a
Pablo en el camino a Damasco, y vea si puede oír esta
misma realidad, esta misma historia en las palabras de
Jesús a Pablo:
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Hechos 26:15-18, “Yo soy Jesús a quien tú
persigues. Pero levántate y ponte en pie; porque te
he aparecido con el fin de designarte como
ministro y testigo, no sólo de las cosas que has
visto, sino también de aquéllas en que Me
apareceré a ti. Te rescataré del pueblo judío y de
los gentiles, a los cuales Yo te envío, para que les
abras sus ojos a fin de que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios,
para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de
pecados y herencia entre los que han sido
santificados”. (NBLH)
Y recordemos las palabras de Pablo a los efesios cuando iba
a dejarlos:
Hechos 20:32, “Ahora los encomiendo a Dios y a
la palabra de Su gracia, que es poderosa para
edificarlos y darles la herencia entre todos los
santificados”. (NBLH)
Esto es lo primero que le dijo Jesús a Pablo: “Pablo,
hay una herencia, es la verdadera posesión de la tierra
celestial. Tiene que ver con venir a vivir adonde estoy, con
ver como Yo veo, con experimentar todo lo que soy y tengo.
Pero al igual que tu antepasado Abraham, esta herencia no
se posee por vista. Te estoy enviando para que ayudes al
pueblo a levantar los ojos. Te estoy enviando para que
proclames esta herencia a los que serán santificados por la
fe en Mí. Pablo, cualquier cosa que sea ganancia para ti, la
contarás como pérdida. Pero por la fe poseerás una mejor
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tierra, por fe poseerás una tierra celestial y te hallarás
siendo ciudadano del cielo”.
¿Puede ver esta realidad de ser santificado por fe, de
ser santificado en la Verdad? ¿Puede ver que es la Verdad
la que lo pone a usted aparte en su tierra celestial? Es la
Verdad la que quita la tierra de su corazón y lo hace un ser
celestial; la Verdad de Cristo revelada por el Espíritu
mismo.
Fue así como los apóstoles vivieron en los cielos, aún
cuando sus vasijas estaban ligadas a la tierra. Fue así como
Cristo pudo permanecer en Su Padre, aún cuando caminaba
por las ciudades de Israel. Fue así como Pablo se contentó
en cualquier circunstancia natural que estuviera; estaba
contento de vivir en su cuerpo, o contento si su vasija
terrenal era tomada de él. “Para mí el vivir es Cristo y el
morir es ganancia.” ¿Entiende usted que se posee la
herencia en la medida que comprendemos la verdad en el
alma? Todo lo que es Cristo es suyo para heredar, y sin
embargo, a nada de lo que es Cristo tiene acceso o puede
poseerlo o heredarlo sin fe. Usted es apartado para el
universo de Cristo cuando la Verdad lava un hombre y
revela Otro.
No sé si estoy comunicando bien cuán grande es esto.
¡Es grande! ¡Es todo! Jesús le dijo al Padre: “Padre, todo lo
que tengo es de ellos. Todo lo que soy es de ellos. Mi gloria
es de ellos. Mi amor es de ellos. Mi herencia es de ellos
para compartir. Es más, ellos son co-herederos conmigo.
Padre, no oro que ellos sean sacados del mundo, no es eso
lo que necesitan. Sólo oro que ellos sean santificados en la
verdad”.
Es triste que muchos en la iglesia estén esperando ser
sacados del mundo para experimentar la herencia. Muchos
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han proyectado al futuro estas realidades presentes que son
poseídas por fe. Debido a que no tenemos acceso a ellas por
vista ahora, asumimos que tendremos acceso a ellas por
vista después, pero es mentira. Nunca tendremos acceso a
Cristo por vista. Tenemos acceso a Él por fe ahora y
siempre. Tenemos acceso y experiencia de la gloria de
Jesucristo por fe.
Terminemos leyendo los últimos versículos de la lista
al inicio.
2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros
debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que
Dios os haya escogido desde el principio para
salvación, mediante la santificación por el Espíritu
y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante
nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de
nuestro Señor Jesucristo”.
22
Capítulo 3
La División De La Cruz
Cada vez que usted hable de la obra de la cruz, tiene
que tener en cuenta dos realidades. Primero que nada, está
la que a menudo llamamos la obra objetiva de la cruz; la
perspectiva de Dios, Su entendimiento de lo que ha logrado
una vez y para siempre, a través de la muerte, sepultura y
resurrección de Su Hijo. Y luego, NO además de ésta, sino
como resultado de ella, está la experiencia personal y
subjetiva de lo que Dios ha logrado mediante la cruz. Esa
experiencia personal y subjetiva opera en usted, únicamente
y siempre según la medida de luz que brilla en su alma.
En otras palabras, Dios ha logrado algo, ha terminado
algo que es una realidad fija, inflexible e inmutable. Sin
embargo, sólo en la medida que ese logro sea revelado en
usted, sólo en la medida que Su gran ejecución (Cristo
crucificado, sepultado y resucitado) sea revelada en usted
por el Espíritu de Verdad, usted y yo tendremos una
experiencia interna o comprensión de ella. El hecho
23
objetivo está establecido ante los ojos de Dios.
La
experiencia subjetiva opera en nosotros en la medida en que
veamos con los ojos de Dios, conozcamos con Su mente y
caminemos en Su luz. En pocas palabras, al igual que la
tierra prometida en lo antiguo, lo que Dios ha dado tiene
que ser poseído por fe.
Con esto en mente podemos entender algo de la
santificación. Como ya hemos dicho, la santificación tiene
que ver con una separación permanente, tiene que ver con
una gran división, y esta división es, primero, un logro, una
realidad inflexible en la mente de Dios. Luego, esa división,
esa separación llega a ser una realidad imparable en
nuestras almas, según crecemos y experimentamos Su
mente. Pero, de nuevo, primero es algo que Dios ha
logrado.
Vea lo que dice T. Austin-Sparks acerca de esta gran
división: “Dios dice: ‘En el momento que volví mi rostro de
Mi Hijo en la cruz, le cerré la puerta para siempre a la
raza de Adán. Abandoné la raza de Adán para que no
tuviera ninguna oportunidad de ser aceptado por Mí o de
entrar en Mi propósito’. [Ahora] todo lo que Dios tiene que
decirle a la raza de Adán es: ‘Hay que nacer de nuevo’”.
Este juicio, este gran abandono fue consumado por la
cruz de Jesucristo. Cuando Cristo dijo: “¡Consumado es!”,
Dios trazó una línea y dijo: “Me he separado, me he
apartado de ese ámbito, de esa realidad y de ese hombre
para siempre”. Eso no quiere decir que Dios nunca afecte o
intervenga en la creación natural. No quiero decir que Dios
nunca vaya a dar dirección en una decisión o sanar un
cuerpo enfermo, pero Él ha terminado Su relación con ese
ámbito y con ese hombre. Dios lo ha juzgado y sacado de Su
campamento, ha levantado una frontera que divide para
24
siempre entre lo primero y lo Segundo, lo viejo y lo Nuevo,
lo Vivo y lo muerto, la Luz y las tinieblas, Adán y Cristo.
Nosotros somos por naturaleza parte de lo que Dios ha
abandonado. Nosotros somos por naturaleza partícipes de
lo que Dios ha condenado. Por eso Cristo dice: “El que cree
en Él, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado…” (Juan 3:18). Juan el Bautista hace eco de esta
misma verdad diciendo: “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36). Pablo
dice que nosotros somos por naturaleza hijos de ira.
(Efesios 2:3)
Confío en que hayamos visto estas cosas antes, pero
dudo que nosotros nos quedemos quietos y miremos este
límite, esa línea de demarcación lo suficiente, para que la
magnitud de ella nos golpee con toda la fuerza. En otras
palabras, no creo que soportemos ver mucho tiempo cuán
severo es esto. Normalmente, no queremos ver toda la
extensión de lo que Dios ha dejado atrás, porque verlo
demandaría una respuesta que no estamos listos a dar.
Arriba Y Abajo
Cuando hablamos de santificación, hablamos, en
primer lugar, de la magnitud de lo que Dios ha separado de
Sí mismo. Ahí es donde nuestro entendimiento de la
santificación inicia, y continúa con nuestra experiencia de
dicha separación. Empieza con un reconocimiento dado por
el Espíritu de cómo ha divido Dios un universo de otro, el
universo de Adán del universo de Cristo. Hay un término
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bíblico para cada uno de estos universos: Uno se llama
“arriba” y el otro se llama “abajo”.
Como usted sabe, la Biblia utiliza estas dos palabras
con poca frecuencia. Jesús dijo cosas como: “Ustedes son
de abajo, Yo soy de arriba; ustedes son de este mundo, Yo
no soy de este mundo” (Juan 8:23). Juan el Bautista dijo:
“El que procede de arriba está por encima de todos; el que
es de la tierra, procede de la tierra y de la tierra habla. El
que procede del cielo está sobre todos” (Juan 3:31). Pablo
dijo que “...la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra
madre” (Gálatas 4:26). También dijo: “Si ustedes, pues,
han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba”
(Colosenses 3:1). Santiago dijo: “Esta sabiduría no es la
que viene de arriba, sino que es terrenal, natural,
diabólica” (Santiago 3:15).
Desafortunadamente, nuestras mentes son, por lo
general, rápidas para “carnalizar” estos términos. Oímos las
palabras arriba y abajo, y de inmediato pensamos en dos
ubicaciones físicas, geográficas. Los términos arriba y abajo
no se refieren a lugares físicos, sino a dos naturalezas, vidas,
ámbitos u órdenes opuestos y contrarios. Rabon Byrd dice:
“Arriba no es sólo donde está Cristo o hacia donde nos
lleva, sino QUIEN es. Si arriba denota la naturaleza
misma de Cristo, entonces la palabra abajo habla de la
naturaleza del hombre. Quiero que veamos que arriba es
Cristo, nada más, Cristo todo y en todos, y que abajo es el
hombre, nada más”.
Estos son términos que se relacionan con una
naturaleza y un orden de realidad. Abajo, la naturaleza es
adámica y el orden es el sistema de realidad natural. El
hombre adámico es gobernado en todas las cosas por la ley
del pecado y muerte. Esta es la naturaleza del hombre
26
caído. El orden de abajo es gobernado por leyes, sistemas y
estructuras creadas para el hombre natural. Abajo no es un
lugar, es un estado de ser, un tipo de ser, un tipo de realidad
que se resume en la palabra “Adán”.
En cambio arriba, es la naturaleza y el orden de Dios en
Cristo. Tal vez ustedes no estén acostumbrados a pensar en
Cristo de esta manera, pero Jesucristo es más que un ser
individual. Por supuesto, Cristo es el único e individual Hijo
de Dios, y por supuesto, es la Persona que vino como
hombre y fue crucificado, sepultado y levantado. Pero
también es la vida, ámbito y naturaleza a donde nosotros
llegamos a vivir. Como tal, Él es un universo de verdad,
pensamiento, realidad, orden y amor que cumple todos los
tipos y sombras, y se convierte en la sustancia de todas las
promesas y bendiciones que tienen que ver con nuestra
herencia. Cristo es la tierra a donde llegamos a vivir, la
tierra que es arriba, la ciudad que es arriba, la habitación
celestial.
En la encarnación Jesús descendió, es decir, vino al
mundo de abajo, pero eso no implica que viajara alguna
distancia. No significa que viajó de un lugar a otro. ¡No! Él
descendió cuando tomó la forma del hombre. El viaje no fue
de una ubicación a otra, sino de un género a otro. Él
descendió cuando se convirtió en humano y vino al mundo
de abajo. No sólo porque quería perdonar, no, es mucho
más grande que eso. Los pecados son tratados a través de la
cruz, pero la cruz es mucho más grande que la manera de
lidiar con los pecados.
Él descendió para llevar en Sí mismo el final de ese
hombre. No un final físico, sino uno judicial. Pablo dice
que Cristo se convirtió en el “último Adán”. Él tomó todo
ese árbol, todo ese género y lo llevó a una separación judicial
27
y eterna de Dios. Esta es la separación que estoy tratando
de hacerle ver. Por eso Cristo clamó: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?” Él llevó el ámbito de abajo a
un juicio, a una separación. En la resurrección Él no
restaura la tierra o al hombre adámico a la presencia de
Dios. La resurrección no es el retorno de Adán o la
redención del primer hombre. ¡Sólo Cristo fue resucitado!
Esta resurrección de entre los muertos es mucho más de lo
que usualmente damos por sentado. Cuando las Escrituras
hablan de Cristo resucitado de entre los muertos, no sólo se
refieren a que Cristo recibió Su vida de nuevo o a que
regresó vivo, sino también a que en Su resurrección y
ascensión Él dejó el mundo de abajo y volvió arriba.
Regresó arriba habiendo establecido una frontera eterna
con sólo una puerta cubierta de sangre.
En la cruz de Jesucristo, Dios trató con el hombre
natural en el Israel natural y bajo el pacto natural. Él había
tolerado su desobediencia, incredulidad y rebelión desde el
día que los llamó de Egipto. Los había tolerado por mucho
tiempo, y ahora, en justicia total, los desechó.
Romanos 3:23-26, “Por cuanto todos pecaron y
no alcanzan la gloria de Dios.
Todos son
justificados gratuitamente por Su gracia por medio
de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios
exhibió públicamente como propiciación por Su
sangre a través de la fe, como demostración de Su
justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por
alto los pecados cometidos anteriormente, para
demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que
El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en
Jesús”.
28
Después de haber tolerado la rebelión y la corrupción
del primer hombre, Dios lo rechazó y separó para Sí uno
nuevo, Cristo, las primicias de entre los muertos. Cristo, la
cabeza de un nuevo cuerpo corporativo. Cristo, el
Primogénito de una nueva semilla, de un nuevo género.
Cristo fue levantado de la tierra, ascendió, se santificó a Sí
mismo para que nosotros pudiéramos ser santificados en Él.
Dejó la naturaleza, orden y ámbito que es llamado abajo. Se
levantó al lugar donde estaba antes y trazó una línea, un
límite permanente que demarca las fronteras de la relación
de Dios con el hombre. Dichas fronteras son las fronteras
de la altura, profundidad, anchura y longitud de Cristo.
Esta es la tierra celestial donde nosotros podemos morar,
este es el lugar, persona, naturaleza y orden al cual somos
invitados. Cristo, todo y en todos.
29
Capítulo 4
Cristo, La Puerta
Cuando Cristo ascendió, aunque dividió para siempre
lo primero de lo segundo, abajo de arriba, dejó una puerta
abierta. Dejó una puerta con sangre en ella para todo aquel
que quiera ascender con Él, pero esa puerta está
resguardada por la cruz. La puerta está resguardada por un
querubín con una espada de fuego. ¡No se puede pasar por
ella y vivir! No obstante, los que mueren Su muerte son
libres para ascender. Aquellos que lleven en sí mismos la
muerte de Cristo son llamados arriba a una vida celestial, a
un lugar celestial, a una naturaleza celestial, todo lo cual es
Cristo.
Juan 1:47-51, “Jesús vio venir a Natanael y dijo
de él: Ahí tienen a un verdadero Israelita en quien
no hay engaño. Natanael Le preguntó: ¿Cómo es
que me conoces? Jesús le respondió: Antes de que
Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi. Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú
30
eres el Rey de Israel, respondió Natanael. Jesús le
contestó: ¿Porque te dije que te vi debajo de la
higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás.
También le dijo: En verdad les digo que verán el
cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y
bajando sobre el Hijo del Hombre”.
En el libro de Apocalipsis Juan el apóstol escribe:
Apocalipsis 4:1, “Después de esto miré, y vi una
puerta abierta en el cielo. Y la primera voz que yo
había oído, como sonido de trompeta que hablaba
conmigo, decía: Sube acá y te mostraré las cosas
que deben suceder después de éstas. Al instante
estaba en el Espíritu y vi un trono colocado en el
cielo, y a Uno sentado en el trono”.
Estoy tratando de fijar en usted la realidad de lo que
significa ser santificado, separado para Cristo. No es,
meramente, un asunto de devoción. No es disciplina,
esfuerzo o celo. Tiene que ver con otra Vida que vive, otro
lugar donde se está, otro orden que gobierna, otra
naturaleza que se aprende. Todo esto es Cristo. Cristo es la
Vida, el Lugar, el Orden, la Naturaleza. ¡Es el universo de
Cristo, muy por encima de la tierra abajo! Es la Montaña de
la herencia de Dios, la Tierra de Su elección, la Ciudad del
gran rey. Es Cristo resucitado, ascendido, santificado,
separado. Él nos invita a subir desde el cielo. Nos llama
con Su más alto llamamiento desde el cielo. Nos declara
ciudadanos con Él, coherederos, desde el cielo, y desea que
poseamos esta Tierra por fe.
31
Él nos diría hoy: “Iglesia, alza tus ojos desde el lugar
donde estás ahora. Has sido vivificada, levantada y sentada
con Cristo en los cielos. Alza tus ojos. Permite que el
Espíritu de Dios abra los ojos de tu entendimiento, haga
brillar la Luz de vida en tu alma. Mira hacia el norte, el sur,
el oriente y el occidente, mira esta gran tierra, esta
inescrutable herencia que es llamada Cristo. Alza tus ojos,
porque te la he dado hasta donde puedas ver”.
Recuerde la experiencia de Abraham que Dios usó para
pintar este cuadro para nosotros, exactamente la misma
historia. Leamos parte de ella otra vez.
Génesis 13:14-18, “Y el Señor dijo a Abram
después que Lot se había separado de él: Alza
ahora los ojos y mira desde el lugar donde estás
hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, pues
toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu semilla
para siempre. Levántate, recorre la tierra a lo
largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré.
Entonces Abram levantó su tienda, y fue y habitó
en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y allí
edificó un altar al Señor”.
Estoy tratando de describir algo de la división
establecida entre lo que es llamado abajo y arriba, y estoy
tratando también, de colocar el escenario para que nosotros
veamos algo de la grandeza de lo que las Escrituras llaman
el “llamamiento de lo alto de Dios en Cristo Jesús”.
32
EL LLAMAMIENTO DE LO ALTO
¿Cuál es su llamado? Los cristianos hablan de su
“llamamiento” todo el tiempo. Desafortunadamente,
usamos muy a menudo esta palabra para referirnos a
papeles personales e individuales en la tierra o en la iglesia.
Y, aunque sí existen funciones y papeles en la iglesia, estos
no constituyen el verdadero llamamiento de una persona.
Pablo, por ejemplo, fue llamado apóstol por el Señor, pero
Pablo nunca habría considerado el apostolado como su
llamamiento. La función específica de Pablo en el cuerpo
del Señor tenía un nombre, “apóstol”, y él funcionó en ese
papel. Sin embargo, si usted le hubiera preguntado a Pablo
sobre su llamamiento, él le habría dicho:
Filipenses 3:12-14, “No es que ya lo haya
alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto,
sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar
aquello para lo cual también fui alcanzado por
Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero
haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago:
olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo hacia la meta para
obtener el premio del llamamiento de lo alto de
Dios en Cristo Jesús”.
Y luego añade:
Filipenses 3:15, “Así que, todos los que somos
perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa
sentís, esto también os lo revelará Dios”.
33
¿Qué significa la frase “llamamiento de lo alto de Dios
en Cristo Jesús”? Precisamente lo que hemos estado
diciendo. Es la invitación del Señor a nuestra alma a vivir
en los cielos en Él. Es la perpetua invitación de Aquel que
ha ascendido para que nosotros ascendamos con Él, para
que seamos hallados en Él, para que a habitemos (en
nuestra comprensión, en nuestra consciencia) donde Él
habita, para estar con Él donde Él está. Es cierto que
nosotros ya hemos sido trasladados en Él, es un hecho
espiritual, es un hecho en la perspectiva de Dios. Pablo nos
dice que nosotros hemos sido trasladados del reino de las
tinieblas al reino del amado Hijo.
Pero nuestro
llamamiento de lo alto, es un llamamiento de trompeta al
alma, una profunda convocatoria al alma a que
experimentemos el éxodo de la tierra, y seamos así un ser
puramente celestial.
Sé que a la mente natural esto le suena intenso,
incluso, excesivo, pero no es en nada diferente a las
palabras de Pablo cuando dijo: “Pero jamás acontezca que
yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para
el mundo”. ¿Era esto una mera posición teológica en la
mente de Pablo? ¿Era esto una verdad posicional que
aguardaba la consumación real? O, ¿era una experiencia
literal del alma de este hombre? ¿Había Pablo
experimentado ya este tipo de santificación, apartamiento y
separación de la naturaleza y orden que Cristo llamó
“abajo”?
Estoy más que convencido de que esto era para Pablo,
mucho más que la declaración de una posición teológica.
¿Cómo más podría vivir un hombre como vivió él, dar como
dio, regocijarse, descansar y permanecer en una realidad
34
tan de otro mundo? No hay duda al respecto. Pablo fue un
hombre que había sido santificado por la fe, santificado por
la verdad. Él fue una persona que supo, de una manera
genuina y profunda, cómo puede ser lavada la tierra del
alma, con el lavamiento del agua de la Palabra. Él se estaba
asiendo de lo que lo había asido a él. Por decirlo de alguna
manera, Él había subido la escalera de Jacob a los cielos, y
se estaba convirtiendo más y más en un hombre puramente
celestial.
No Mirar Atrás
La santificación es un viaje del corazón, un éxodo del alma.
Implica la salida en el interior, de un tipo de tierra y
relación y el descubrimiento de otra. Nunca olvide las
primeras palabras de Dios a Abraham:
Génesis 12:1, “Vete de tu tierra, de entre tus
parientes, y de la casa de tu padre, a la tierra que
Yo te mostraré”.
Acabamos de leer la descripción que hace Pablo de esto
mismo. Olvidar lo que queda atrás, asir o poseer lo que
Dios revela y caminar en ello.
Si vamos a Colosenses 3 vemos a Pablo instruyendo a
la iglesia en este viaje:
Colosenses 3:1-3, “Si ustedes, pues, han
resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Pongan la mira (la mente) en las cosas de arriba,
35
no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto,
y su vida está escondida con Cristo en Dios”.
Aquí está la palabra “arriba” de nuevo. Pablo empieza
diciendo que usted ha sido llevado arriba. Es por causa de
lo que Dios ha hecho, debido a lo que la cruz ha logrado al
llevarlo arriba con Cristo, que es absolutamente apropiado
y esencial para usted buscar y ver las cosas que están arriba,
no las cosas que están en la tierra. “Pongan la mira ahí”,
dice Pablo, “en las cosas que son reveladas en esta tierra
celestial. Pongan su corazón en el nuevo orden, en la nueva
naturaleza y nueva tierra que es el universo de Cristo. No
miren hacia el lugar de donde han salido”.
Muchos de los tipos y sombras que Dios registró en el
Antiguo Testamento cuentan esta misma historia.
“Abraham, no mires hacia tu tierra, parentela y casa de tu
padre. ¡Vete! No lleves nada contigo. Lot, no mires atrás,
no mires al lugar que Yo he condenado. Escapa a una tierra
mejor. Israel, no mires atrás a la tierra de tu esclavitud, a la
tierra que Yo he juzgado. Pon tu corazón en la tierra que te
he dado. Posee dicha tierra por fe. Olvida las cosas que
quedaron atrás, posee lo que está delante de ti”.
El autor de Hebreos dice esto acerca de los creyentes
del Antiguo Pacto:
Hebreos 11:13-16, “Conforme a la fe murieron
todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino
mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y
confesando que eran extranjeros y peregrinos
sobre la tierra.
Porque los que esto dicen,
claramente dan a entender que buscan una patria;
pues si hubiesen estado pensando en aquella de
36
donde salieron, ciertamente tenían tiempo de
volver.
Pero anhelaban una mejor, esto es,
celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado
una ciudad”.
Todo esto era tipo y sombra para los santos del Antiguo
Pacto, ya sabemos eso, pero para usted y para mí esto es
literal y real. No es natural. Recuerde, el viaje natural es la
sombra, el éxodo espiritual, el llamamiento de lo alto de
Dios en Cristo Jesús, es la sustancia. El llamamiento más
alto de Dios para nosotros es una invitación a morar en los
cielos, a vivir en Su presencia, a ser hallados en Cristo. La
santificación por fe, la santificación en la verdad es nuestro
medio de ascensión. Nosotros le prestamos atención a este
llamamiento cuando permitimos que la revelación de Cristo
por medio del Espíritu de Verdad nos despierte a nuestra
tierra celestial, y después apague las luces en la tierra de
nuestro primer nacimiento.
37
Capítulo 5
Viviendo En La Tierra
Me gustaría empezar hablando acerca de la relación de
los creyentes con la tierra, pero si ésta no se ve firmemente
arraigada en la obra consumada de la cruz, mejor sería no
hablar de ello. Cada vez que usted se meta en el asunto de
lo que podríamos llamar “aspectos prácticos del
cristianismo”, la tentación será siempre cambiar la
sabiduría por religión.
Trasladados Del Reino De Las Tinieblas
La única manera para que alguien como usted y como
yo se acerque a Dios es, que encuentre en la cruz el final del
hombre adámico y la forma en que el alma participa de un
hombre totalmente nuevo, un nuevo género y una nueva
semilla. La cruz es la gran división de Dios, la separación
entre Adán y Cristo. Y aunque puede parecer que los dos se
38
mezclan en nuestras mentes no renovadas, en la mente de
Dios están perfectamente separados.
¿Conoce usted la escritura que habla de cómo nuestros
pecados fueron alejados de nosotros tanto como está lejos el
este del oeste? Dios logró esto al alejar de Sí mismo a Adán
tanto como dista el este del oeste. Entonces, usted y yo no
somos adanes redimidos y reconciliados, usted y yo somos
partícipes de la naturaleza divina, nacimos del Espíritu de
Dios, fuimos trasladados de un lado de esa separación y
llevados a vivir al otro. “Porque El nos libró del dominio
(de la autoridad) de las tinieblas y nos trasladó al reino de
Su Hijo amado” (Colosenses 1:13).
Esa es la realidad de la santificación. Es algo de lo que
quiso decir Jesús cuando dijo: “Padre, por esta razón Yo me
santifico a Mí mismo”. Los discípulos pudieron haberle
preguntado: “Jesús, ¿de qué te estás separando?” “De
ustedes y de su mundo, y voy a regresar a mi Padre”.
Entonces Felipe dijo: “¡Espera! ¡No lo hagas! ¡Quédate con
nosotros!” Y Jesús le respondió: “No, en realidad es mejor
que Yo regrese al Padre, porque estoy abriendo el camino
para que ustedes puedan estar donde yo estoy. Estoy
abriendo el camino para que ustedes estén Conmigo en mi
Padre. Ustedes ya no serán más de este mundo, así como
Yo no soy de este mundo”. Y Felipe en pánico dijo: “¡Pero
Jesús, nosotros ni siquiera conocemos la salida o la
entrada!” Jesús lo tranquilizó diciendo: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida, y nadie viene al Padre si no es por Mí”.
¿Puede ver usted lo que estaba sucediendo aquella
noche antes de la crucifixión de Cristo? Jesús no se estaba
preparando solamente para partir al cielo, no. Llevaría a
todo el mundo y a todo el hombre de abajo en Su muerte a
una permanente separación del Padre, y a la vez, se
39
ofrecería como una puerta de salida y un camino de entrada
eterno. Se ofrecería como una habitación para todo el que
deseara vivir en y por medio de Su vida.
Por esto, es una locura que los cristianos piensen que
tienen una vida para vivir para Dios. Por esto, es tonto que
asumamos que Dios quiere que modifiquemos nuestras
vidas y las hagamos aptas ante Su presencia. Nosotros no
vivimos ante Su presencia, Cristo sí, y nosotros estamos
escondidos con Cristo en Dios. “Yo estoy en el Padre,
ustedes en Mí y Yo en ustedes”. “Escóndete en la hendidura
de Mi Roca y Yo te cubriré con Mi mano. Ahí, cuando todo
lo que eres por naturaleza sea quitado de mi sitio, podrás
experimentar Mi gloria”.
Adán no es reconciliado con Dios. Adán no puede vivir
en la presencia de Dios. Adán fue dejado al otro lado del
eterno abismo, y entonces, para que usted y yo conozcamos
lo que es real tenemos que aprender a Cristo. Para conocer
lo que Dios ha hecho tenemos que aprender a Cristo. Para
saber quién, dónde, por qué existimos y qué significa servir
a Dios tenemos que aprender a Cristo. Tenemos que
aprender a Cristo para conocer y vivir la vida que Dios ha
restaurado a Sí mismo. Debemos permanecer en la vida
que Él acepta. Debemos ofrecerle el fruto de la Semilla que
Él plantó como una cosecha.
El Amor De Dios
El más grande acto que Dios ha hecho por usted es,
haberlo juzgado y separado de Él en la cruz de Jesucristo.
Sólo en la completa y total oscuridad de la mente carnal es
posible no reconocer esto como el gran amor y gracia de
40
Dios. Lo más bondadoso que Dios ha podido hacer por
usted es, haberle dado una muerte y un juicio en Su Hijo
que tiene una puerta unida a ello. Dios le dio a usted una
separación, una separación que se convirtió en el final de la
relación de Dios con usted en la carne y el principio de la
relación de Dios con usted en el Espíritu. Una división que
se convirtió en el final de la relación de Dios con usted
mediante Ley, para dar inicio a una relación con usted
como partícipe de Su vida. Una división que se convirtió en
el final de Su relación con usted en la tierra, para
relacionarse con usted ahora en los cielos.
La gente le pide a Dios hoy que tenga algún tipo de
relación con ellos en la carne. Queremos que Él toque
nuestros cuerpos naturales, que arregle nuestras cosas
cuando se rompen, que demuestre que le gustamos tal
como somos. Pero si tuviéramos un poquito de luz, si
hubiera un destello de luz en nuestros corazones para ver,
caeríamos sobre nuestros rostros y le agradeceríamos al
Dios todopoderoso, que haya terminado Su relación con
nosotros en la carne y que nos haya ofrecido una relación
con Él en Su Hijo.
¡Esta separación es una buena noticia! Esta separación
es el amor de Dios, pues en el juicio del mundo,
simultáneamente les ofreció la salvación. Al desecharlos,
también creó la manera de llevarlos a Él. El profeta Oseas
habló de esto cientos de años antes de que Dios lo
consumara.
Oseas 5:15 y 6:1-2, [Dice el Señor] “Porque yo
seré como león a Efraín, y como cachorro de león a
la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré;
tomaré, y no habrá quien liberte…Venid y
41
volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos
curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida
después de dos días; en el tercer día nos resucitará,
y viviremos delante de él”.
Él nos arrebata y se va, toma a Adán y no hay nadie
que rescate. Sin embargo, hay una puerta que fue dejada
abierta. Nosotros podemos decir: “Regresemos al Señor. Él
nos arrebató, pero Él nos curará. Nos ha rechazado, y sin
embargo, en el tercer día nos resucitará y viviremos en Su
presencia”. ¡Qué profecía! ¡Qué perspectiva de nuestra
salvación!
Podemos ver el mismo cuadro en la cautividad de
Israel en Babilonia. Dios los echó fuera de Su presencia.
Les dijo que inclinaran su cuello a Nabucodonosor, el rey de
Babilonia. Les dijo que fueran al juicio, fuera de Su
presencia, fuera de Su tierra y que enfrentaran su fin. No
obstante, los que se volvieran a Él, los que se volvieran en fe
para verlo, regresarían. Ellos encontrarían la puerta
cubierta de sangre que quedó abierta. Encontrarían lo que
Isaías llama “el Camino de Santidad”, y regresarían al
Señor. Cruzarían la gran división y llegarían a Sión.
Isaías 35:8-10, “Allí habrá una calzada, un
camino, y será llamado Camino de Santidad. El
inmundo no viajará por él, sino que será para el
que ande en ese camino. Los necios no vagarán
por él. Allí no habrá león, ni subirá por él bestia
feroz; estos no se hallarán allí. Sin embargo, por
allí andarán los redimidos.
Volverán los
rescatados del Señor, entrarán en Sion con gritos
de júbilo, con alegría eterna sobre sus cabezas.
42
Gozo y alegría alcanzarán, y huirán la tristeza y el
gemido”.
Dios juzga al pueblo en ira por la mano de
Nabucodonosor. Finalmente, los acaba y los separa de Su
tierra. No obstante, es abierto un camino para la gran
restauración, reconciliación y redención de Israel. Es la
resurrección a Sión, algo que no habían conocido. No es
una restauración a una relación nacional y natural, sino la
restauración de Cristo a Su Padre y la participación de ellos
en ese regreso a casa.
Este es el fundamento. Todo lo demás gira en torno al
entendimiento de esta separación y a nuestro llamamiento
a ser separados. Primero debemos entender la división que
Dios estableció, y sólo entonces, podremos entender lo que
significa ser santificados. Ser separados para el Señor es,
primero que nada, cruzar la gran división en la Persona de
Cristo y vivir escondidos con Él en el Padre.
43
Capítulo 6
El Viaje
Si nosotros hemos cruzado la gran división con y en la
Persona de Cristo, ¿en qué consiste nuestro viaje? ¿Qué
debe pasar con nosotros ahora? La Biblia describe esto de
muchas maneras. En un lugar lo llama llegar a conocer
como somos conocidos. En otro, llegar a asir aquello por lo
cual hemos sido asidos por Dios. En otro, despojarse
interiormente de lo que Dios ha quitado y vestirse de lo que
Dios ha establecido. El lenguaje de Pablo que impacta mi
corazón particularmente es, “el llamamiento de lo alto de
Dios en Cristo”.
El viaje del alma cristiana no es ascender a un lugar
donde no hayamos llegado aún, todo lo contrario, el viaje
del alma del creyente siempre es ver, poseer y aprender a
vivir en el ámbito, vida y tierra que es Cristo. Hoy muchas
personas subestiman lo que Dios ha finalizado, y por eso,
exageran lo que el hombre es capaz de hacer. Dios ha
consumado esta división, ha dibujado Sus límites, Cristo se
ha santificado. Él se levantó de entre los muertos, ascendió
44
y dejó atrás a un hombre y una creación. Esto fue
consumado una vez y para siempre.
En lo que respecta a la obra, el viaje del alma está
terminado tan pronto como inicia. Usted y yo fuimos
trasladados inmediatamente de un hombre a otro. Fuimos
tomados inmediatamente de un género y de una creación, y
trasladados a Cristo. Usted ha muerto y su vida está
escondida con Cristo en Dios. ¿Qué nos deja eso? ¿Qué es
el crecimiento del alma? Sólo una cosa. Nosotros vemos el
Lugar donde estamos, y dejamos otro lugar atrás.
Aprendemos la Vida que tenemos, y dejamos caer la otra al
otro lado de la gran división de Dios. Contemplamos la
tierra de Cristo por fe, y nunca miramos hacia atrás a
Egipto, a Sodoma, a nuestra tierra, parentela y casa del
padre. En otras palabras, somos conscientes de las cosas de
arriba y no de las cosas de la tierra.
Este es el llamamiento de lo alto de Dios en Cristo. Es
un llamamiento en Cristo, en la Vida de Cristo y en el
conocimiento de Cristo. Ese llamamiento a entrar se
convierte en nuestro salir. Esta es la razón por la que Pablo
lo llama, llamamiento de lo alto. Él entendió que este
llamamiento es, en el verdadero sentido de las palabras, un
éxodo que va del mundo de abajo a habitar en Cristo arriba.
Todo esto estaba ocurriendo en Pablo mucho antes de que
su cuerpo físico muriera. En gran medida, Pablo era un
hombre celestial mucho antes de que su cuerpo retornara al
polvo.
45
Una Mayor Perspectiva
Como todo lo demás, cuando usted aprende a Cristo
cree haber visto algo con claridad, pero eventualmente, el
Señor lo llevará de regreso al mismo lugar para que dé otra
mirada. Esa vez usted verá una mayor perspectiva. Dicha
perspectiva no contradice lo que vio antes, cuando el Señor
estaba tratando con su corazón en un asunto en particular,
más bien lo confirma o lo absorbe en una perspectiva aún
mayor. A su campo de visión entra algo más de Cristo,
algún otro aspecto de Él, y su corazón se ajusta más a la
verdad. Es como un quiropráctico que acomoda su
columna donde debe estar. Esa es la manera en que la
Verdad obra en su corazón.
Usted ve una mayor
perspectiva de Él, las cosas revientan, se parten y cambian
hacia un verdadero alineamiento, hacia un alineamiento
con la Verdad.
La última vez que el Señor tuvo mi corazón mirando la
división, me pareció que el objetivo primordial era a donde
entraba. Es decir, en ese momento no vi mucho acerca de
lo que significaba salir, el objetivo tenía que ver con entrar.
Y por cierto, y sin ninguna duda en mi corazón, la entrada
es por mucho lo más grande. Entrar en Cristo es lo más
grande de nuestra salvación. Usted me ha oído decir antes
que la grandeza de nuestra salvación no es de dónde
salimos, sino en qué o en QUIEN entramos.
Eso es definitivamente cierto, no lo estoy
cuestionando, pero aún así, está el hecho de que las cosas
son dejadas atrás. Al entrar en la tierra, al ver la grandeza
de la Tierra, la herencia a través de Isaac y todas las
promesas, permanece el hecho de que Abraham dejó una
tierra, una parentela y la casa del padre. Lo mismo ocurrió
46
con Israel al cruzar el Mar Rojo y el río Jordán. Sin
ninguna duda, la grandeza de la salvación de Israel era el
sacerdocio y el reino al que fueron introducidos. La
grandeza de la salvación no era la muerte de los egipcios o
la derrota del Faraón, sino haber sido introducidos en una
relación que Dios reconocía como “Israel es mi Hijo, mi
primogénito”. Y sin embargo, también estaba el hecho de
que Egipto había sido dejado atrás. Estaba la constante
espina en el costado de Israel, relacionada con el hecho de
que el pueblo realmente no salió de Egipto en sus
corazones.
En este tiempo, en mí, el énfasis del Señor parece estar
sobre lo que significa dejar Egipto atrás. En este tiempo, el
reflector parece estar no sólo sobre lo que significa ser un
hombre celestial, sino también sobre lo que significa
ascender con Cristo y dejar el mundo de abajo. Pablo dijo
de sí mismo que él estaba crucificado al mundo y que el
mundo estaba crucificado a él. ¿Qué significaba eso para
él? ¿Cómo obraba eso en él?
Ahora, antes de decir algo más, déjeme recordarle la
advertencia que hice en la introducción. Lo que quiero
decir puede ser fácilmente malentendido. Si vamos a
hablar acerca de permanecer en los cielos y cortar lazos con
la tierra, es esencial que primero nos arraiguemos y
cimentemos en la perspectiva dada por el Espíritu de lo que
eso implica y no implica. En otras palabras, tenemos que
haber visto el juicio, la división que fue establecida por la
cruz.
Lo digo porque cerca de ocho años de mi vida hice todo
lo que se me ocurrió para cortar mis lazos con la tierra.
Reconocí que estaba atado a la tierra en muchas formas.
Reconocí que mi corazón estaba lleno de orgullo, codicia,
47
lujuria y todo tipo de necesidades y ambiciones por las
cosas de la tierra. Y por lo tanto, en un intento por ser más
espiritual, o en un intento por ser un hombre más celestial,
empecé a cortar y a tratar de soltarme de la tierra. Tiré mi
televisor y no vi más películas. No porque pensara que esas
cosas fueran inherentemente malas, sino porque no quería
que mi corazón estuviera atado a la tierra. Escogí no leer
ciertas cosas, ni ir a ciertos lugares, ni tomar ciertas
bebidas. Y encima de todo, no tenía citas, me uní al club de
“solteros hasta el rapto”. Ayuné comida sobre una base
regular, ayuné sueño, e incluso, traté de ayunar
conversación. No quiero continuar con esta historia porque
sólo se vuelve más embarazosa.
Este es mi punto, no tenía idea de lo que en verdad
significa permanecer en Cristo, vivir en los cielos. Por eso,
no importaba lo que hiciera para liberarme de la tierra, o
cuán radical sonara o disciplinado fuera, nunca logré nada.
Sólo sustituí una cosa natural por otra. Dejé una cosa
natural y agarré otra cosa natural, algo que yo llamaba
espiritual. En otras palabras, paré de hacer cosas en la
tierra para comenzar a hacer cosas en la religión. Nunca
hice algún “progreso” porque aún no había visto lo que era
el progreso. No había visto aún la gran división de Dios.
No sabía lo que la cruz había logrado, dónde estaba Cristo,
qué significaba que yo estuviera en Él, o qué significaba
atender al llamado de lo alto de Dios en Jesucristo.
Déjeme tratar de decir esto de otra forma. Es absurdo
e inútil trata de dejar la relación con la tierra cuando no se
ha comenzado a ver el cielo. No tiene sentido tratar de
cortar los lazos con la naturaleza adámica cuando no se ha
comenzado a ver la vida de Cristo por fe. Se va a terminar
intercambiando una cosa natural por otra cosa natural.
48
Usted dejará ir algo que llama mundano y agarrará algo que
llama celestial, pero ambos serán mundanos, ambos serán
carnales y uno será religioso.
Ese es el porqué lo que estoy a punto de decir puede
ser fácilmente malentendido. El Espíritu de Verdad tiene
que definir los dos ámbitos y tiene que dibujar la línea entre
lo que es de Adán y lo que es de Cristo. Entonces, usted
puede comenzar a entender el viaje interior de dejar uno y
poseer al otro por fe. Sin este fundamento usted sólo
vagará en el vasto desierto de las ideas religiosas del
hombre.
Es absurdo tratar de romper lazos con la tierra cuando
usted no ha visto los cielos, pero es igualmente absurdo y
vano para nosotros, aferrarnos a la tierra cuando hemos
comenzado a ver los cielos. Dije un montón de cosas para
llegar a esa declaración, pero no es el tipo de declaración
que usted puede decir sin colocarla cuidadosamente donde
pertenece y donde tiene sentido. Tarde o temprano en el
crecimiento en el Señor, parece que Él empieza a tratar con
el corazón acerca de dejar ir la tierra.
Honestamente, no me gusta entrar en detalles en este
tipo de cosas. En mi opinión, tiene que ser algo que el
Señor aclare en el corazón de cada individuo. Sólo quiero
decir unas cosas muy generales. Eventualmente, la verdad
entra en perspectiva de tal manera y en tal grado, que una
persona empieza a reconocer dónde y cómo la está
empujando hacia abajo el mundo. No estoy hablando de
mal comportamiento y cuestionas obvias de inmoralidad;
eso debería ser obvio. Estoy hablando de las cosas que son
permitidas pero no beneficiosas, de las cosas que son
absolutamente legítimas en la tierra, pero que son como un
49
ancla que mantiene el corazón, la mente y la atención en la
vida y ámbito equivocado.
Al prestarle atención al llamamiento de lo alto de Dios
en Cristo, tarde o temprano empezaremos a reconocer algo
de la medida que hemos invertido en la tierra.
Empezaremos a reconocer que hemos sembrado en la tierra
y segado una cosecha de responsabilidades, relaciones y
lazos emocionales. Esto es obviamente normal para un
hombre natural, pero empieza a dejar de ser anormal para
el que está avanzando con el Señor. La luz empieza a
exponerle esas cosas y a colocarlas frente a su atención, y
las cosas perfectamente normales y legítimamente
naturales son vistas de manera diferente. Son vistas con un
sistema de valores diferente. La pregunta no es si esto o
aquello es malo, si algo lo hace sentirse culpable,
avergonzado o comprometido, no es nada de eso. La
pregunta es, simplemente, en cual lado de la gran división
de Dios están esas cosas. De cual lado de la línea son parte,
y a cual lado están empujando mi corazón, mi mirada, mi
atención.
¿Cómo sería si todas nuestras inversiones, las cosas
que verdaderamente tienen nuestro corazón, nuestra
atención, nuestra mirada estuvieran en Cristo? ¿Qué, si en
lugar de segar de la tierra una cosecha de
responsabilidades,
preocupaciones,
inquietudes
y
necesidades, segáramos de Cristo una cosecha de Verdad y
realidad que hiciera que la tierra pareciera relativamente
pequeña y trivial?
¿Siente usted que el Señor está tratando con su
corazón para que invierta menos en el mundo de sombras?
Otra vez, no estoy hablando de ninguna de las causas o
motivaciones que pudieron haber traído estas cosas a su
50
atención en el pasado. No estoy hablando de culpa o
recompensa, sólo estoy hablando de la Verdad. Estoy
hablando de la gran división que existe entre “abajo” y
“arriba”, y de cómo Cristo se ha separado y santificado a Sí
mismo, para que nosotros podamos ser santificados en Él.
Presento estas cosas ante usted para su consideración.
T. Austin-Sparks dice:
“Las relaciones son cambiadas por completo en el
campo de la resurrección. María habría tocado y
abrazado gustosamente al Señor en el jardín, pero
Él le dijo: ‘No me toques…las cosas han cambiado,
ya no es como antes. Ha sido introducido un
ámbito diferente, una relación diferente. ¡Sí! Sigo
siendo tu Señor, sigo siendo tu Salvador, sigo
siendo tu Amigo, pero con una diferencia. Nada
me sostiene porque ya no pertenezco a esta tierra,
nada me sujeta porque ya no soy de este lugar. No
me toques, porque todavía no he ascendido a Mi
Padre’. Lo primero en la resurrección es el
reconocimiento de nuestra relación celestial, no
nuestra relación terrenal. Todo lo que es celestial
clama primero ahora, y lo que es terrenal, incluso
de manera religiosa, tiene que ser dejado atrás.
(Hay una buena cantidad de religiosidad terrenal
y mundanalidad religiosa. Hay un buen negocio
en la religión, es terrenal y de este mundo, atado a
esta tierra y del hombre). La unión con la
resurrección corta limpia y claramente todo lo que
pertenece a este mundo, aunque sea religioso. Lo
que es de Dios sólo tiene un testimonio en este
51
mundo, no tiene ninguna otra relación. Su negocio
es dar testimonio en el mundo, y ningún otro tipo
de lazo. La resurrección representa la totalidad de
nuestra separación del mundo. ‘Entonces, si han
resucitado juntamente con Cristo, busquen las
cosas que son de arriba…’ En otras palabras, para
todo lo que es de aquí: ‘No me toques, Mi Padre
tiene el primer clamor”. Esto es lo más elemental,
pero es cierto. Significa que el cielo tiene el primer
y principal clamor sobre todo, debido a que ahora
todas las relaciones son celestiales, todos los
intereses son celestiales. Esta es una posición
esencial para el fin de Dios. Nosotros sabemos
muy bien, en la ejecución práctica de esta verdad,
que en la medida que cada creyente tenga una
relación voluntaria con este mundo, o esté sujeto
por algo de este mundo, dicho creyente estará
atrofiado en su desarrollo espiritual. El mundo es
una obstrucción para la plenitud de Cristo. Se hace
imposible continuar si hay un poco de sujeción al
mundo. Para ponerlo a la inversa, es simplemente
maravilloso, sorprendente y feliz notar cómo
aquellos que realmente avanzan con el Señor,
espontáneamente dejan caer el mundo”.
52
Capítulo 7
La Gran División
La santificación es una realidad que comienza con lo
que Dios ha separado de Él. Yo pienso que hay un montón
de cristianos que nunca han considerado el hecho de que
Dios ha juzgado y separado permanentemente de Él, al
hombre adámico y al mundo. Nosotros asumimos que la
cruz simplemente perdonó este mundo y sus deficiencias.
O todavía estamos esperando que Dios arregle el mundo
natural y todo el mal en él. Muchas de nuestras oraciones,
esperanzas y ministerios están dirigidos directamente a ese
fin. Queremos que Dios arregle a Adán y el mundo
adámico.
Pero la cruz de Jesucristo no tiene nada que ver con el
arreglo del hombre adámico y su mundo. La cruz de
Jesucristo sólo arregló la relación de Dios con ese mundo, y
lo logró, al juzgarlo en la muerte de Cristo y separarlo
eternamente de su relación con Dios. Adán y su tierra
continúan en el ámbito natural, pero Adán y su tierra nunca
más tendrán una relación con Dios. Él ha fijado para
53
siempre una frontera entre Él y ese hombre. La única
manera en que usted y yo podemos tener una relación con
Dios es, al nacer de Su Espíritu, al ser vivificados y
levantados con Él, y ser trasladados con Cristo de un
mundo a otro, del universo de Adán al universo de Cristo.
La única manera de cruzar la frontera eterna de Dios es, a
través de la puerta cubierta de sangre donde morimos con
Cristo y recibimos Su resurrección como nuestra propia
vida.
La santificación comienza ahí. Comienza con esta gran
división. La santificación comienza cuando Dios separa el
mundo adámico y al hombre de Sí, y como hemos visto, se
convierte en la experiencia del creyente cristiano, en la que
somos separados de todo lo que Dios ha quitado de Él, y
apartados para todo lo que Dios ha llevado a Sí mismo.
Estas, en realidad, no son dos cosas separadas, o dos
definiciones separadas. Está la gran separación que Dios ha
traído mediante la cruz, y luego está, nuestra experiencia
interior de esa misma separación conforme empezamos a
caminar en la Luz.
Estoy tratando de asegurarme de que entendemos la
naturaleza y realidad de esta división. Dios todavía tocará
la tierra, pero no tiene relación con ella. No tiene pacto con
ella. Él quitó el pacto que involucraba al hombre natural en
el Israel natural. Hebreos nos dice que Él quita lo primero
para establecer lo segundo. Él hizo lo primero obsoleto
cuando estableció el Nuevo Pacto con el Israel que es Su
Hijo y con el pueblo que vive en dicho Hijo. Dios todavía
tocará la tierra, pero sólo para volver nuestros corazones al
cielo. Dios se involucrará en la tierra en lo que nosotros
llamamos milagros, señales o avivamientos, pero sólo para
54
invitarnos a dejar la tierra, a ser crucificados a la tierra y
habitar en Su Hijo.
Nosotros creemos que el propósito de Dios está en el
milagro, pero el milagro fue hecho para un propósito
mucho mayor. El propósito del milagro es apuntar más allá
de la gran división, donde debemos aprender a vivir.
Pensamos que el avivamiento es el propósito, y nos
confunde que vengan y vayan. Pero el avivamiento no es el
propósito, fue dado con un propósito, invitar al alma a salir
del ámbito en el que el avivamiento ocurrió. Dios no tiene
una verdadera relación o pacto con el mundo adámico.
Cuando Él toca dicho mundo lo hace con un propósito, y ese
propósito no es para el mundo natural. El propósito
siempre es que prestemos atención al llamamiento de lo
alto de Dios en Cristo, crucemos la división y habitemos
arriba. Ya que ustedes han sido resucitados con Cristo,
pongan sus ojos en las cosas de arriba, no en las cosas que
están en la tierra.
Conforme vamos entendiendo la naturaleza de la
relación de Dios con la tierra, vamos teniendo nuestros
corazones en el lugar correcto, y el Espíritu de Dios puede
tratar con nosotros con respecto a nuestra relación con ella.
Ese mundo cayó del propósito, cayó de la gloria y cayó en
pecado y muerte. Cristo tomó sobre Sí el mundo de la
humanidad caída y lo separó del Padre. Lo dije antes, al
igual que el chivo expiatorio en el Antiguo Pacto, Cristo
tomó sobre Sí la totalidad de ese género y lo llevó
permanentemente fuera del campamento, eso es llamado
juicio, y luego, se separó a Sí mismo de él.
Él ya no tiene más trato con ese hombre, ese ámbito,
ese pacto. Él lo cumplió todo, lo llevó en Sí mismo a la
consumación y se fue. Se levantó y ascendió, pero no se
55
levantó y ascendió solo, llevó muchos hijos a la gloria. Él
llevó cautiva la cautividad y ascendió al Padre con un
pueblo nacido de Su Espíritu. La cabeza salió primero del
vientre de la muerte, pero estaba unida a un cuerpo que
compartía Su vida. Sión estuvo de parto y dio a luz, y una
nación nació en un día. Pablo dice que fuimos juntamente
vivificados, levantados y sentados con Cristo en los cielos.
Por lo tanto, sin importar lo que cualquiera de nosotros
haya visto o comprendido, sin importar lo que hayamos
oído proclamado, hemos cruzado la eterna división en la
persona de Jesucristo. Hemos llegado a la casa del Padre
donde Él ha preparado en Sí mismo un lugar para nosotros.
Él preparó ese lugar a través de Su muerte, sepultura y
resurrección. Así es como Él en Sí mismo hizo lugar para
nosotros en el Padre. Ustedes han muerto y sus vidas están
escondidas con Cristo en Dios. Otra vez, aún cuando un
cristiano no haya visto nada de esto mediante la fe, sigue
siendo verdad. Aún cuando un cristiano no haya oído nada
de esto predicado a sus oídos, no cambia lo que es, donde
está, cómo lo conoce Dios y cómo ha dejado de conocerlo.
Tal como dice Pablo en Romanos, ellos están muertos al
mundo, muertos a Adán y vivos para Dios en Cristo.
Este viaje de santificación, como hemos estado viendo,
no consiste en llegar a un lugar, sino en vivir en la realidad
y ámbito al que hemos llegado. El proceso de santificación
que obra en usted y en mí, no es un proceso mediante el
cual ganamos algo que no hayamos recibido ya. Más bien
es donde aprendemos a caminar, vivir y conocer la vida,
lugar y realidad que es Cristo. En un sentido muy real
podemos decir, que somos santificados inmediatamente
después del nuevo nacimiento. Ahí es donde pasamos de
un hombre a otro. Pero también en un sentido muy real
56
podemos decir (y es dicho en las Escrituras), que estamos
siendo santificados por la verdad, santificados por fe,
siendo separados en nuestras almas para vivir donde está
nuestra vida, caminar donde está nuestro hogar y ver a
dónde nos ha llevado la salvación.
El Viaje De Abraham
En lo que respecta a nuestra experiencia de
santificación, estamos hablando exclusivamente, de
aprender a vivir donde en realidad estamos. Esto significa
caminar la anchura, longitud, altura y profundidad de la
tierra que es Cristo, y dejar otra atrás. Mi corazón está
pegado en las primeras palabras de Dios a Abraham. Ellas
siguen sonando una y otra vez en mi corazón. “¡Vete! Vete
de tu tierra, parentela y casa de tu padre, y sal a una tierra
que yo te mostraré”.
Cuando estaba pensando en este versículo, una
pregunta surgió en mí. ¿Por qué Dios lo dijo así? ¿Por qué
no sólo le dijo a Abraham que saliera? ¿Por qué mencionó
la tierra, la parentela y la casa del padre? ¿Qué debo ver
aquí? Y mientras me lo preguntaba empecé a ver de una
forma nueva, que el llamado de Dios a salir fue
comprehensivo. Implicaba dejar atrás todo lo que Abraham
había llamado suyo. Su tierra, la tierra donde había nacido
y era familiar para él. Su parentela, las relaciones que él
conocía y la gente que él entendía como su familia. La casa
de su padre, lo que yo entiendo como su herencia, todo lo
que era de él para heredar, todo lo que era de él para poseer
de su padre natural y por derecho de primogenitura.
Abraham, dejó el lugar, las relaciones y la herencia que él
57
llamaba suyas, y fue a otro lugar, a otro tipo de relaciones y
a otra herencia que debía serle mostrada.
Ese fue el principio del viaje de Abraham. No estaba
en algún lugar a mitad del viaje, ni fue algo que Dios le dijo
en el pináculo de su madurez. Así fue como comenzó el
viaje. Dios fue franco desde el principio. Estas fueron Sus
primeras palabras a Abraham hasta donde sé: “Abraham,
entiende algo desde el mismo principio, estás dejando atrás
lo que conoces y recibiendo algo que Yo conozco. Es más,
conocer lo que Yo conozco implicará olvidar lo que conoces.
Conocer lo que estoy poniendo delante de ti, implicará
olvidar lo que queda atrás. Todo lo que lleves contigo será
tratado en Mi altar. Todo lo que trates de llevar,
eventualmente será separado de ti, así como ya está
separado de Mí”. Esto es algo extremadamente importante
de considerar.
Aquí podemos ver la manera en que un alma es
separada para Dios, cómo somos santificados. Nosotros
somos santificados en la verdad de lo que Dios ha hecho.
Santificados mediante la fe que ve la obra consumada de
Dios. Santificados y apartados de un hombre y su ámbito,
y separados para otro Hombre y todo lo que Él ve.
Recuerde, cuando hablamos de la manera en que
nuestra relación con la tierra cambia en forma práctica,
debe ser siempre como resultado y consecuencia de lo que
estamos viendo en los cielos. En otras palabras, la muerte
del hombre adámico en nuestros corazones siempre es el
resultado de ver y aprender al Hombre celestial, Cristo. Si
nosotros tratamos de cortar lazos con la tierra cuando no
estamos viendo los cielos realmente, sólo sustituiremos una
cosa terrenal por otra. Si tratamos de quitar de nuestros
corazones al hombre adámico y su naturaleza antes de
58
empezar a ver a Cristo y de entender nuestro llamamiento
de lo alto de Dios en Él, sólo detendremos una cosa que
llamamos carnal y la sustituiremos por algo que es religioso
e igualmente carnal. El hombre no puede escapar del poder
y agarre de la carne a través de determinación y disciplina.
Es como si usted tratara de levantarse a sí mismo del suelo.
¿Ha tratado usted alguna vez de rodearse con sus brazos
para levantarse del suelo? ¡No funciona! No funcionaría,
aunque usted fuera tan fuerte como un elefante. Esto es
precisamente lo que sucede cuando Adán trata de arreglar a
Adán, o cuando Adán trata de morir a la carne. Adán no
cambiará sólo porque empieza a odiar a Adán. Adán es
quitado cuando empezamos a ver a Cristo como nuestra
vida.
Es sólo cuando empezamos a aprender a Cristo por el
Espíritu, cuando lo vemos y crecemos en el verdadero
conocimiento de Él, que el Señor comienza a hacer que
ciertos aspectos de la tierra se vean contrarios a lo que
somos y a lo que Él está haciendo en nosotros. Es cuando
aprendemos a Cristo que podemos comenzar a reconocer
realmente, las cosas que no son Él y a volvernos de ellas.
Caminando En El Espíritu
A medida que la verdad se hace más y más real en el
corazón, tarde o temprano, el alma que está caminando con
el Señor empezará a reconocer las maneras en que está
permitiendo que el mundo tire de ella hacia abajo. No estoy
hablando de comportamiento externo inmoral, ni
obviamente, de actividades y actitudes pecaminosas. Estoy
hablando de las cosas que son permitidas pero no
59
beneficiosas. Estoy hablando de las cosas que son lícitas en
la tierra, pero no son parte de los cielos. Estoy hablando de
santificación. Eventualmente, el asunto principal con
respecto a nuestra relación con la tierra no será: “¿Es esto
pecado?” Más bien: “¿En cuál lado de la gran división están
estas cosas? ¿Adónde se mantiene mi corazón y mi
atención con todo esto? ¿Se ha convertido esto en un ancla
para mi corazón que no me permite atender al llamamiento
de lo alto de Dios en Cristo?”
Con esto en mente veamos un pasaje en Gálatas. Todo
lo que hemos dicho está aquí, en Gálatas 5. Aquí vemos la
obra consumada de la cruz, los dos ámbitos y realidades
separadas una de la otra, y el llamamiento a caminar en uno
y ser desatado del otro.
Gálatas 5:16-25, “Digo, pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y
el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero
si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos,
iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios,
borracheras,
orgías,
y cosas
semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que
practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los
60
que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu,
andemos también por el Espíritu”.
Cuando Pablo habla de la carne y del Espíritu, no habla
de dos tipos diferentes de comportamiento. Estas no son
dos diferentes formas de actuar. Él habla de dos tipos
totalmente diferentes de vida. Dos hombres diferentes, dos
naturalezas contrarias. Caminar en una significa dejar la
otra atrás. Las dos son contrarias entre sí y tiran contra la
otra. El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del
Espíritu contra la carne.
A veces la gente lee pasajes como este y no ve la
enorme división entre carne y espíritu. En otras palabras,
los cristianos a veces pensamos que caminar en el Espíritu
tiene que ver con sólo seguir hacia donde el Espíritu señala,
o acoger las instrucciones de Dios, pero no, no es así.
Caminar en el Espíritu no es recibir instrucciones del Señor,
es encontrar nuestra vida, nuestra realidad, nuestra tierra,
parentela y casa del padre en el Señor y como el Señor. Es
ver como Él ve, caminar donde Él está, vivir en la luz de lo
que Él ha hecho.
Pensemos en esto por un minuto. ¿Qué es caminar en
la carne? ¿Es examinarse con la carne durante 15 minutos
en silencio en la mañana? Para nosotros, ¿caminar en la
carne requiere de alguna disciplina diaria para tener una
idea de lo que la carne quiere? ¡No, eso es tonto! Todos
sabemos que la carne es una realidad mucho más grande y
profunda que eso. Caminar en la carne tiene que ver con
vivir en y por una naturaleza que define lo que es real para
nosotros.
¿Cómo caminamos en la carne?
Es
perfectamente natural y no requiere ningún esfuerzo
61
cuando vemos con los ojos carnales, deseamos las cosas
carnales, entendemos con la mente carnal y nos
relacionamos con nuestro entorno con los cinco sentidos
naturales. Caminar en la carne tiene que ver con el lugar
donde pienso que estoy, lo que pienso que soy, lo que creo
que es bueno, verdad, real y correcto. Es una cosmovisión
profunda y amplia, una realidad y naturaleza que impregna
cada poro del ser.
Por lo tanto, ¿qué es caminar en el Espíritu? Es
exactamente lo mismo en la naturaleza y orden opuesto.
Caminar en el Espíritu tiene que ver con vivir en y por otra
naturaleza que define lo que es real para usted. Implica ver
con los ojos del Espíritu, discernir la realidad eterna y
espiritual, entender con la mente del Señor. La fe nos da
acceso a la gracia en la que estamos firmes. Cuando
caminamos por fe o en el Espíritu, sólo estamos hablando
de vivir donde sabemos que estamos, de vivir de acuerdo a
lo que sabemos que somos y en lo que pensamos que es
bueno, verdad, real y correcto. Es también, una naturaleza
que impregna cada poro de nuestros ser y define la
naturaleza y orden de nuestra existencia.
Nada de esto requiere esfuerzo. Caminar en la carne o
caminar en el Espíritu no es un asunto de esfuerzo. Ambas
son un asunto de percepción, luz, consciencia. Usted vivirá
la vida que está viendo, caminará en el ámbito que es real
para usted, consecuentemente, será libre de lo que usted no
está viendo y de lo que ha cesado de ser real para usted.
Este es el corazón de la santificación.
Esta es la razón por la que Pablo dice en Gálatas que
caminemos en el Espíritu y que no satisfagamos los deseos
de la carne. Él no dice: “Caminen en el Espíritu, y ¡por
Dios!, traten con todas las fuerzas de no satisfacer los
62
deseos de la carne”. ¿Ve la diferencia? La consciencia de
uno se convierte en el final del otro. La consciencia y
experiencia de uno se convierte en la separación del otro.
Cuando el Espíritu llega a ser lo que usted ve y lo que es real
para usted, los deseos de la carne son desplazados. Ellos
pierden su poder, relevancia y empuje porque usted se
considera desconectado con ese ámbito y ese hombre. Al
igual que Cristo, que dejó ese mundo y se separó de él,
usted también empieza a considerarse santificado, puesto
aparte por una fe viva.
Por eso Pablo dice en el versículo 18 que el que es
guiado por el Espíritu no está bajo la ley. El que camina en
el Espíritu no necesita una ley que le diga cómo conducirse
en la carne. El que camina en el Espíritu está crucificado a
la carne, muerto a ella, desconectado al hombre que
necesitaba la ley y que aún así, la desobedecía siempre. Si
nosotros caminamos en el Espíritu somos libres de la ley,
debido a que la naturaleza y orden de Cristo se vuelve la
vida que opera en nosotros. Esto es lo que Pablo quiso
decir en Romanos donde dice:
Romanos 7:4-6, “Así también vosotros,
hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el
cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que
resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto
para Dios. Porque mientras estábamos en la
carne, las pasiones pecaminosas que eran por la
ley obraban en nuestros miembros llevando fruto
para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley,
por haber muerto para aquella en que estábamos
sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen
63
nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la
letra”.
Romanos 8:3-4, “Porque lo que era imposible
para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en
la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese
en nosotros, que no andamos conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu”.
Caminar en el Espíritu no es algo que nos esforzamos
en hacer, tal como no nos esforzamos en llevar fruto. Pablo
dice que ambas cosas son resultado de la santificación; de
conocer y experimentar la división de la cruz. Ambas son el
resultado natural de ver dónde estamos y de olvidar dónde
estábamos, o de ser conscientes de una vida y de no mirar
atrás la otra.
De nuevo, existe el hecho de lo que Dios ha logrado.
En Gálatas 5 Pablo dice que los que son de Cristo han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Esa es la
realidad de la gran división. Eso es lo que somos ahora,
donde Dios nos ve. Pero, ¿qué más dice Pablo? Él nos
habla de una viaje personal en el que aprendemos a vivir
donde estamos. “Si vivimos por el Espíritu, entonces
caminemos por el Espíritu también”. Todo está aquí, en
estos versículos.
64
Capítulo 8
Busquen Las Cosas De Arriba
Colosenses 3:1-5, “Si ustedes, pues, han
resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de
la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida
está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,
nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes
también serán manifestados con El en gloria. Por
tanto, consideren los miembros de su cuerpo
terrenal como muertos a la fornicación, la
impureza, las pasiones, los malos deseos y la
avaricia, que es idolatría”. (NBLH) [Literalmente,
den muerte a los miembros que están sobre la
tierra]
Esta última frase es interesante, donde Pablo dice:
“Por tanto, den muerte a los miembros que están sobre la
tierra…” Eso es, exactamente, en lo que resulta este
65
proceso de santificación. Usted llega a estar muerto al
ámbito al que Cristo ha muerto. Usted llega a estar muerto
y se considera muerto, a las cosas que están al otro lado de
la división. “Por tanto…”, dice Pablo. En otras palabras, en
la luz de lo que usted ve mientras pone su mira arriba, en la
luz de lo que sucede cuando Cristo, su vida, es revelado, dé
muerte a la parte suya que todavía reside en la tierra.
Permita que la verdad cambie la naturaleza de la relación
que usted tiene con el ámbito que Dios ha separado de Sí
mismo. Deje que su mirar los cielos cambie su experiencia
de la tierra.
Sólo su cuerpo carnal permanece en la tierra. Aquí
Pablo lo llama “miembros”; nuestra tienda, nuestra vasija
terrenal. Él no está hablando de la muerte del cuerpo, no
está hablando de darle muerte a la vasija. Está diciendo
que usted se va volviendo más y más muerto al ámbito de la
vasija. Sólo nuestro cuerpo permanece en la tierra. Por lo
tanto, no deje que el ámbito del cuerpo sea también el
ámbito y la vida que es más real para su alma. No viva
como un cuerpo que tiene alma, viva como un alma celestial
que todavía tiene cuerpo. Deje que la verdad les dé muerte
a los miembros de su cuerpo, de manera tal, que usted no
sea movido, motivado, consumido, ni invierta en la vida y
ámbito de la carne. Deje que la verdad lo haga libre de
dicho ámbito. Vea a Cristo y permita que su alma sea
santificada en Su palabra, apartada para Su mundo y
muerta a todo lo demás.
Cuando hablamos de santificación, como todos y cada
término espiritual, estamos hablando de una perspectiva
particular de Cristo. No sé si usted lo ha pensado así o no,
pero todo término espiritual en su Biblia representa una
perspectiva particular de Cristo. Pablo dice en 1 Corintios 1,
66
que Cristo nos fue hecho sabiduría, justicia, santificación y
redención. Estos no son diferentes temas cristianos para
discutir, son perspectiva individuales del único Cristo.
Cristo es todas estas cosas y llegamos a conocer cada una de
ellas, conforme vemos y experimentamos a Cristo en ese rol
y de esa manera en particular. Cuando no vemos a Cristo,
fragmentamos esos términos en pedazos de teología, como
si cada uno de ellos fuera una entidad única en sí misma.
Separamos y enseñamos cosas como santificación, gloria,
cielo, verdad, amor o justicia como doctrinas, conceptos y
temas separados.
Recuerdo cuando yo estudiaba cada uno de estos temas
como conceptos individuales. Leía libros o escuchaba
enseñanzas de estas cosas, y todas ellas son parte del
cristianismo, pero no las conocía como aspectos o facetas de
Cristo. Estas cosas no son cosas, son una perspectiva y
experiencia particular de Jesucristo, y cada una de ellas trae
algo único de Cristo a la luz.
Por ejemplo, la sabiduría no es lo que Cristo enseña, es
algo que Él es, y conocemos la sabiduría cuando Cristo se
nos muestra. Esa palabra tal vez sea más obvia. Pero, ¿qué
de la palabra cielo? El cielo no es sólo donde Cristo vive y
no puede separarse de Cristo. El cielo tiene que ver con una
perspectiva particular de Cristo en Su separación de la
tierra, de lo natural y de lo temporal. El cielo, no la bóveda
celeste o la atmósfera, sino el cielo al que hemos sido
levantados con Cristo, en Cristo, es una perspectiva
particular, en la que por fe llegamos a conocernos
levantados con Él, sentados con Él y unidos a Él en los
cielos.
Bien, con la santificación sucede lo mismo. La
santificación no es algo que Dios está tratando de hacer con
67
nosotros, ni ninguna actividad a la que necesitamos
entregarnos. La santificación no es un esfuerzo al que nos
avocamos o una doctrina que necesitamos estudiar y
aplicar. La santificación es nuestra experiencia de Cristo.
Es nuestra experiencia de ser hallados en Él, de ser
separados para Él, y de ser separados en nuestros corazones
de todo lo que Él no es y de todo lo que Él ya no ve. La
santificación es la participación de nuestros corazones en
Cristo por fe.
Sí, tiene que ver con crecimiento espiritual. Sí, en
última instancia, tiene que ver con nuestras relaciones con
la tierra. Pero los cristianos siempre están tratando de
descifrar cómo crecer y cambiar las relaciones con la tierra
mucho antes de haber visto siquiera lo que es la
santificación. Nosotros tratamos de hacer la santificación,
de obedecer las reglas de santificación, en lugar de verlo a
Él quien fue hecho para nosotros la santificación. Esto es
muy importante y tenemos que entenderlo.
No trate más de ser santificado, sólo busque conocer a
Cristo por revelación de Su Espíritu y lo verá como la
sustancia de esa palabra. No vuelva a tratar de glorificar a
Dios, conozca a Cristo, y cuando Cristo sea revelado usted
será revelado con Él en gloria. Mire al Señor y será
transformado en la misma imagen, de gloria a gloria. No
vuelva a tratar de aprender sabiduría espiritual, conozca a
Cristo y verá y permanecerá en la sabiduría de Dios.
Ser Hallados En Él
Si tuviera que resumir en una frase todo lo que hemos
dicho hasta ahora, diría que hemos visto que la
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santificación es, la experiencia de ser hallados en Él y de
dejar de ser hallados en cualquier otro lugar. “Abraham, sal
de tu tierra, tu parentela y la casa de tu padre y ve a una
tierra que yo te mostraré”. Esta es una versión natural de lo
que es la santificación. Es como dejar atrás una vida, un
ámbito y una realidad, y despertar a otra que es por
completo diferente. Es como dejar una tierra, la conocida
primera creación.
Como dejar una parentela, no
separándonos literalmente de los miembros de la familia,
pero sí hallando un grupo mucho más real de hermanos,
hermanas y Padre. Es como alejarse de la herencia de la
tierra, de la herencia de nuestra casa natural y descubrir
otra que nos debe ser mostrada.
La santificación es nuestra participación en Cristo
donde la Verdad nos muestra lo que es ahora, donde
estamos ahora, lo que es real ahora y crucifica nuestros
corazones a todo lo que la cruz ha dejado atrás. Hemos
visto que esta es tanto una obra consumada de Dios a través
de la cruz, como una experiencia presente y continúa de
nuestra alma, porque estamos aprendiendo a Cristo como
nuestra vida y dejando ir lentamente la mentira.
No es un viaje para nosotros porque Dios esté todavía
obrando Su plan eterno; no. Cristo terminó el plan. Es una
obra terminada en Él. Efesios 3:11 dice, “Conforme al
propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”.
Pero, esta es la pregunta que he estado tratando de
presentar ante su consideración, la pregunta con la que
espero que el Señor haya estado inquietando su corazón. Al
igual que Pablo, ¿es nuestro único clamor en el corazón ser
hallados en Él? ¿Olvidar lo que Dios ha olvidado y asir por
fe lo que Dios nos ha dado?
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Capítulo 9
Cruzando El Jordán
¿Por qué los israelitas no pudieron entrar a la Tierra
después de haber salido de Egipto? Es probable que
pensemos que conocemos la respuesta, pero vamos a
mirarla de nuevo por un momento. ¿Qué fue lo que pasó?
Se quejaron; pero ese no era el problema, sólo era un
síntoma. Desobedecieron, se rebelaron, se quejaron y
quisieron volver, pero estos sólo eran síntomas del
problema. ¿Cuál era la raíz, el corazón del problema de
ellos?
El autor de Hebreos nos lo dice claramente en el
capítulo 3 y 4.
Hebreos 3:12 y 19, “Mirad, hermanos, que no
haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo…Y
vemos que no pudieron entrar a causa de
incredulidad”.
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Hebreos 4:1-2, “Temamos, pues, no sea que
permaneciendo aún la promesa de entrar en su
reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo
alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha
anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les
aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada
de fe en los que la oyeron”.
Aquí está el asunto, la tierra, la herencia estaba
resguardada por fe, estaba protegida por la fe. El cruce del
Mar Rojo les había dado el derecho a esa tierra, pero el Río
Jordán estaba ahí como una barrera que sólo se podía
cruzar por fe. El Río Jordán no era un río ancho; en lo
natural, era fácilmente cruzable, pero estaba ahí como una
barrera impenetrable desde la perspectiva de Dios. Las
murallas de Jericó cayeron plenamente frente a Israel, sí,
pero mientras la tierra al otro lado del río estuviera
resguardada por la fe, ellos ni siquiera podrían cruzarlo.
¿Ve lo que quiero decir con “resguardada por la fe”? La
vista no habría logrado nada al otro lado del Jordán, sólo
habría conseguido que los cananeos los mataran. La vista
no habría poseído nada de esta tierra, pero la fe, la mente
del Señor, la vista espiritual es como todo se posee. Sólo
cuando llegamos a ver con la mente del Señor es que
tenemos acceso a lo que sólo Él ve.
Los israelitas podían ver con sus ojos el otro lado del
Río Jordán, habían oído con sus oídos a Dios describir ese
otro lado, pero no podían cruzar esa impenetrable barrera,
a menos que mediante la fe entraran a la perspectiva de
Dios. La palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada
porque no la mezclaron con fe. Es mediante la fe, y no me
refiero, a una fuerte creencia o a una profunda convicción.
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La fe es una perspectiva dada por el Espíritu en la Luz de
Dios. Es el milagro en el que Dios comparte Su perspectiva,
Su mente, Su entendimiento con el corazón de aquellos que
murieron a su propia perspectiva, mente y entendimiento.
Ustedes No Han Pasado Por Este Camino Antes
A fin de demostrar lo que se requería para cruzar hacia
la Tierra, Dios hizo que los israelitas cruzaran el Jordán en
una forma muy específica. Él no sólo hizo que Josué
levantara la vara y dividiera el río; no. Así fue como
salieron de Egipto, pero no entrarían en la tierra de esa
manera. No construyó un puente, ni tampoco permitió que
vadearan el río. Así habría sido más rápido, sin duda
alguna, pero no hubiera sido un cuadro exacto de la manera
en que ellos debían entrar en su herencia.
¿Qué mandó Dios? Mandó que sacaran el arca de
gloria de detrás del velo y que los sacerdotes la cargaran a
mitad del Río Jordán a plena vista de toda la congregación.
La colocó a cierta distancia de la congregación para que
todos pudieran verla conforme cruzaban. El arca en medio
del río detuvo la corriente de agua y creó una barrera para
que el pueblo entrara. La manera en que Dios le describe
este plan al pueblo es muy interesante.
Josué 3:3-4, “…Cuando veáis el arca del pacto de
Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la
llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y
marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el
camino por donde habéis de ir; por cuanto
vosotros no habéis pasado antes de ahora por este
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camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia
como de dos mil codos; no os acercaréis a ella”.
Ahora, mantenga en mente que este río no es muy
grande. Tiene un promedio de anchura de 15 a 20 metros
en la mayoría de los lugares. No es como el Mar Rojo, el
Nilo o el Mississippi. No es que ellos no podían ver el otro
lado o fácilmente haberlo cruzado.
Pero veamos el
lenguaje: “…Cuando veáis el arca del pacto…vosotros
saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin
de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto
vosotros no habéis pasado antes de ahora por este
camino”.
Es un lenguaje muy extraño.
Parece como si
estuvieran por pasar por una cueva muy oscura y el arca del
pacto fuera la única lámpara que tenían. Parece que no
había manera posible de que ellos encontraran la forma de
cruzar ese pequeño río, si el arca no creaba la forma y
señalaba exactamente dónde y cómo hacerlo.
Eso es, exactamente, lo que estoy tratando de describir
acerca de la santificación. La manera de salir de una tierra,
parentela y casa del padre y la manera de entrar a otra, está
resguardada por el Río Jordán. Está resguardada por una
pared que sólo puede ser cruzada por fe. Usted tiene
entrada a la herencia que Dios le dio y separó para usted
cuando salió de Egipto, hasta que empiece a ver la gloria del
Señor. Sólo al ver al Señor usted puede entrar a la
experiencia de su herencia. Sólo al ver al Señor usted puede
“salir de su lugar y marchar en pos”. Porque hasta que
usted empiece a verlo a Él por fe, simplemente, no conoce el
camino. Usted nunca ha pasado por ese camino con los
ojos y la mente natural.
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Aquí es donde nosotros lo malentendemos todo.
Pensamos que esta tierra puede ser poseída por vista.
Pensamos que podemos conocer a Cristo en la carne y
heredar Sus bendiciones y promesas en la tierra. Pensamos
que nuestros ojos pueden conocerlo; que nuestros oídos
pueden oírlo; y que nuestra mente puede percibir las cosas
que Dios nos ha dado. Pero el Señor le dijo a Josué que
ellos ni siquiera podían salir de su lugar hasta que vieran el
arca. Que ni siquiera podían ver el camino que debían
seguir, hasta que la gloria del Señor apareciera. Cuando
usted ve al Señor así, esto lo golpea con tal verdad y
realidad que, en efecto, a pesar de todo su esfuerzo,
aprendizaje, determinación, oración y ayuno, nunca antes
había pasado por ese camino. Es una tierra ajena, una
parentela ajena y una casa del Padre ajena. Tal como le dijo
Dios a Abraham, es una tierra que debe ser mostrada.
Esto es lo que quiero decir cuando digo que la tierra
está resguardada por la fe. La herencia es inaccesible a
todos los sentidos naturales y a la mente natural. En 1
Corintios Pablo dice algo que a menudo es citado y mal
entendido.
1 Corintios 2:9-10, “Antes bien, como está
escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han
subido en corazón de hombre, son las que Dios ha
preparado para los que le aman. Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.
En la revelación de Cristo por el Espíritu de Dios
podemos ver la herencia. Cuando comenzamos a crecer
genuinamente en la fe, somos separados para la herencia
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invisible de Dios. La santificación obrando en nuestra alma
nos permite mirar, no las cosas que se ven, sino las que no
se ven. Regresemos a unos versículos que leímos al
principio y veamos si ahora son más claros. En estas
escrituras neotestamentarias podemos ver el cumplimiento
de lo que acabamos de leer en Josué.
Juan 17:17-19, “Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo,
así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad”.
Hechos 20:32, “Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia,
que tiene poder para sobreedificaros y daros
herencia con todos los santificados”.
Hechos 26:14-18, “Y habiendo caído todos
nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y
decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Dura cosa te es dar coces contra el
aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el
Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para
esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y
testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en
que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de
los gentiles, a quienes ahora te envío, para que
abras sus ojos, para que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a
Dios; para que reciban, por la fe que es en mí,
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perdón de pecados
santificados”.
y
herencia
entre
los
2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros
debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que
Dios os haya escogido desde el principio para
salvación, mediante la santificación por el Espíritu
y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante
nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de
nuestro Señor Jesucristo”.
Nuestra Herencia
Me parece que ahora estamos en una mejor posición
para entender lo que Pedro describe en los siguientes
versículos:
1 Pedro 1:3-5, “Bendito el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza
viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros, que sois guardados por el
poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero”.
¿Puede ver lo que Pedro está diciendo? Hemos sido
renacidos, nacidos de nuevo para una expectativa viva. En
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la sombra Moisés habría dicho: “Ustedes han sido
renacidos por el Cordero pascual, dejado Egipto y salido a
una gran expectativa.
Hay una herencia que es
incorruptible, incontaminada e inmarcesible. Es toda de
ustedes, pero no está en el desierto. Es completamente de
ustedes para poseer, pero no la podrán ver aquí en el
desierto. Los ojos pueden ver la provisión en el desierto,
los ojos pueden ver los milagros en la tierra, pero sólo la fe
puede ver el reino más allá del Jordán. Sólo la fe puede ver
el propósito y la gloria de Dios en la tierra prometida, todo
está más allá del Jordán y se tiene acceso por fe. Ustedes
pueden ir allí sólo si ven la gloria del Señor. Ustedes
pueden poseerla sólo si el arca les muestra el camino. Hay
una herencia que está guardada para ustedes, no está
resguardada de ustedes, es para ustedes.
Es
completamente celestial, no hay nada natural en ella. No
hay nada terrenal en su herencia, es incorruptible en los
cielos”.
¿Es que no nos damos cuenta de que no hay
absolutamente nada natural en nuestra herencia en el
Señor? Nuestra herencia no es nuestra familia y amigos, o
nuestra salud y protección, y definitivamente, no es nuestra
riqueza y provisión. Incluso si Dios le diera todo el dinero y
todo el poder en el mundo, eso no tendría nada que ver con
su herencia. Ese es el ámbito equivocado, el hombre
equivocado, el tesoro equivocado. No está ahí. Jesús dijo
que donde estuviera nuestro tesoro estaría nuestro corazón.
Y ese es siempre nuestro problema.
Pero hay una herencia. Pedro dice que es suya. Está
guardada para usted, pero está guardada para usted en los
cielos, no en la tierra. Está en Cristo, no en Adán. Pedro
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describe la manera en que tiene acceso: Es conocida por fe y
lista para ser revelada.
En Resumen
Hemos hablado de cómo Dios ha dividido lo primero
de lo segundo. Hemos visto la manera en que la muerte de
Cristo logró un final judicial para el primer hombre, la
primera creación y el primer pacto. Dios no se relaciona
con eso. Si Él tocara el ámbito natural ahora, lo tocaría sólo
para invitarnos a salir de él. Los milagros y avivamientos
tienen ese propósito detrás de ellos.
En la resurrección y ascensión de Jesucristo, Dios
dibujó una línea entre Él y el universo natural. La única
manera en que usted y yo podemos conocer a Dios, llegar a
Dios y escapar de este ámbito y hombre es, al nacer de
arriba. Cruzamos la división cuando el hombre de un lado
muere con Cristo en la cruz y nuestras almas son hechas
partícipes del Hombre del otro lado.
Este es el milagro del nuevo nacimiento, y a la vez, es el
hecho de la santificación; la gran división y separación en la
que Dios juzgó al mundo, y aún así, salva a los que en el
mundo, dejan al mundo en Su Hijo, son crucificados a él y
levantados de él.
Luego, hay una experiencia del alma en la que la
Verdad es encarada, y el residuo de lo primero es lavado de
nuestros corazones.
Nosotros, literalmente, no
introducimos lo primero en Cristo, pero hasta que veamos
la realidad de lo segundo, lo primero será todo lo que
conozcamos. Hasta que veamos la realidad de Cristo,
aunque hayamos
nacido del Espíritu, seremos
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absolutamente ignorantes de la vida y ámbito que es
espiritual.
En el lenguaje de los tipos y sombras se diría, que
hemos salido de Egipto, pero todavía no hemos entrado en
la tierra. Dejamos Egipto, pero ¿nos ha dejado Egipto?
Estamos fuera de la tierra de esclavitud al pecado y muerte,
y sin embargo, seguimos separados de nuestra herencia por
el velo que aún permanece sobre nuestro corazón. El Mar
Rojo se ha separado, pero el Río Jordán se parte sólo si
vemos el arca. Los egipcios están muertos, golpeados por la
mano del Señor la noche que dejamos Egipto, pero ¿hemos
comenzado a ver que nosotros también morimos esa noche?
¿Hemos comenzado a darnos cuenta de que morimos en el
Cordero y de que cuando la muerte se extendió por Egipto,
nos pasó por alto debido a que ya habíamos sido juzgados?
Nos encontramos en las orillas del Río Jordán. Hemos
salido, pero no tenemos idea de lo que significa entrar.
Hemos sido santificados de Egipto como un hecho, pero el
oprobio de Egipto todavía debe ser removido de nuestros
corazones, como una experiencia interior. Según la Biblia
esto sucedió en Josué 5, cuando cruzaron el Río Jordán a
plena vista de la gloria de Dios.
Hemos sido santificados como un hecho, pero todavía
tenemos que seguir siendo santificados como un asunto de
realidad, experiencia y posesión interna. ¿Cómo sucede
esto? ¿En dónde comienza la santificación? Comienza en
el Río Jordán, cuando la fe nos muestra el camino por el
que no hemos pasado antes, el camino que no habríamos
podido conocer antes. Comienza en el Jordán, donde el
pueblo del Señor cruzó a plena vista de la gloria de Dios y
dejó su carne en las orillas del río.
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Esta tierra está resguardada por la fe. Los israelitas no
pudieron entrar y ni siquiera pudieron ver la tierra de
herencia, hasta que vieron a través de los ojos de Dios. Los
cielos fueron abiertos para nosotros en la resurrección de
Jesucristo, pero están resguardados por la fe. Cuando
comencemos a experimentar Su mente, entonces
comenzaremos a entrar a lo que sólo Él puede ver.
De esta manera es que somos santificados por fe.
Olvidamos lo que queda atrás y nos asimos de aquello con
lo que Dios nos asió primero. Atendemos al llamado de lo
alto de Dios en Cristo. De esta manera es que dejamos
nuestra tierra, parentela y la casa del padre, y encontramos
la herencia que nos debe ser mostrada. Salimos, como Lot,
y nunca miramos atrás. Sólo cuando vemos el arca de
gloria vemos el camino por el que nunca hemos caminado
antes.
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