hambre y desnutricion

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Informe
HAMBRE Y DESNUTRICION
en la Argentina
Asociación Civil Gota en el Mar
LIC. LUCIANA VIOLA
2010
Pobreza, Hambre y Desnutrición
El hambre es la sensación que indica la necesidad de
alimento. En condiciones de normal alimentación, suele aparecer
unas horas después de la última comida. Privarse de alimento
durante mucho tiempo perjudica la salud mental y física. La privación
de alimento induce a la somnolencia, atenúa las emociones e impide
pensar con normalidad. Fisiológicamente, el hambre está producida
por los grandes estímulos que ejercen ciertas sustancias sobre
nuestro cerebro.
La desnutrición es un estado patológico; la desnutrición
primaria puede deberse a una falta de ingesta de alimentos o por
exceso de gasto calórico, la desnutrición secundaria se debe a un
estado patológico consecuencia de una enfermedad de base.
Los tipos de desnutrición que puede adquirir el niño
presentan distintas evidencias externas: desde signos inflamatorios,
de hinchazón en su abdomen a delgadez extrema, o una
combinación de ambas. También puede estar representada por
niños que lucen sanos y en su peso ideal pero a través de un
examen de laboratorio se devela su estado. En los países en vías de
desarrollo suele ser una gran causa de mortalidad infantil, y su
combate es la razón de ser de cientos de organizaciones
Un chico desnutrido es una persona que no podrá
desarrollarse física ni intelectualmente ya que “la formación del
sistema nervioso central está determinada en los primeros 2 años
de vida. Si durante este lapso el niño no recibe la alimentación y
estimulación necesarias, se detendrá el crecimiento cerebral y el
mismo no se desarrollará normalmente, afectando su coeficiente
intelectual y capacidad de aprendizaje; corriendo el riesgo de
convertirse en un débil mental. Este daño afecta a toda la sociedad
ya que la principal riqueza del un país reside en su capital humano, y
si éste está dañado, ese país no tiene futuro”. (Dr. Abel Albino
presidente de Conin, Cooperadora para la Nutrición Infantil).
La desnutrición es un estado al que llega la persona por
déficit de nutrientes y/o energía; con esta situación tiene riesgo de
enfermar y morir. Las causas se deben en general a la falta de
recursos culturales, educativos, sanitarios y económicos para
adquirir, manipular y seleccionar alimentos y así cubrir sus
necesidades o evitar enfermedades que comprometen el estado
nutricional.
En los países en vías de desarrollo, la desnutrición infantil se
encuentra entre las primeras 5 causas de mortalidad y se inserta en
un contexto de variables sociales, económicas y culturales que
además de ser muy desfavorables son, por sí mismas, factores de
riesgo que alteran el desarrollo infantil (Dr. Ávila, profesor de la
Universidad Autónoma de México).
La desnutrición es, fundamentalmente, consecuencia de una
patología social: la pobreza, en el sentido global de carencias.
Respecto a este concepto podemos definir la línea de indigencia
como el valor de una canasta de alimentos compuesta por bienes
seleccionados por su capacidad para cubrir adecuadamente las
necesidades nutricionales a un costo mínimo. Por otro lado, la línea
de pobreza se define por el mismo conjunto de alimentos que en el
caso de la indigencia, pero se le suma el valor de un conjunto de
bienes y servicios no alimentarios. “Pobreza extrema” puede
definirse, en términos empleados en informes de Naciones Unidas,
como "la pobreza que mata" y "que priva a los individuos de los
medios para permanecer vivos ante la amenaza del hambre, la
enfermedad y los peligros ambientales".
Así mismo, la lactancia tiene un papel primordial en la vida
de cualquier ser humano. Casi todos los niños inician su
alimentación mediante la lactancia materna, pero a medida que
transcurren los meses esta práctica comienza a perderse (disminuye
casi un 40% en los primeros dos meses de vida) cuando ésta
debería ser exclusiva hasta los 6 meses y extenderse hasta los
2 años de vida complementando la alimentación del niño. En
palabras del Dr. Albino, el amamantamiento es el primer derecho
humano de un niño recién nacido. Si no se fomenta la lactancia y las
madres no se alimentan correctamente, los niños se juegan el futuro
en la primera etapa de su vida y los países arriesgan
el suyo en las nuevas generaciones.
Panorama Mundial
El flagelo del hambre es vergonzoso para todas las
naciones del mundo. Los informes se multiplican año tras año. En
nuestro país carecemos de información actualizada. La crisis global
del 2009 impide pasar en limpio las estadísticas. Sin embargo,
tomando algunos datos aleatorios, es posible dar cuenta de la
magnitud de esta problemática.
Sobre los últimos datos publicados por la FAO,
Organización de la Naciones Unidos para la Alimentación y la
Agricultura, se extrae que 1 de cada 6 personas en el mundo está
desnutrida y que el hambre en el mundo alcanzará un récord
histórico en 2009, con 1020 millones de personas que lo sufren a
diario. Según datos preliminares del mismo organismo, en América
latina hay 52 millones de personas desnutridas, el 10% de la
población, y el 7% de los niños presenta cuadros de desnutrición
crónica. También indican que el tiempo en el que se lograron
importantes progresos para reducir el hambre crónica fue en la
década de 1980 y la primera mitad de la de 1990, pero el hambre
aumentó lentamente durante la década posterior en todas las
regiones del mundo, excepto en Latinoamérica y Caribe; incluso en
esta última región los progresos en la reducción del hambre se han
visto anulados como consecuencia del alza de los precios
alimentarios y la actual crisis económica.
La Red Global de Bancos de Alimentos estima que 852
millones de personas no tienen lo suficiente para comer, que cada
cinco segundos un niño muere de hambre y que este flagelo y la
desnutrición matan más personas que el sida, la malaria y la
tuberculosis combinados.
El Instituto de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI)
en Washington, analiza indicadores como la mortalidad infantil, la
desnutrición, y la comparación de la evolución del hambre en el
mundo en las dos últimas décadas: la región América Latina-Caribe
como mayor exportadora de alimentos del planeta, produce cuatro
veces más alimentos de lo que necesita. Aún así, 53 millones de
personas padecen hambre, el 10% del total de la población.
Según Diouf, Director General de la FAO, "necesitan las
herramientas de desarrollo, económicas y políticas necesarias para
impulsar su producción agrícola y su productividad. Es necesario
incrementar la inversión en agricultura, ya que en la mayoría de los
países pobres un sector agrícola saludable es clave para vencer al
hambre y la pobreza y supone un requisito previo para el
crecimiento económico".
Recientemente la ONU emitió un informe alarmante. La
ayuda mundial en alimentos está en su nivel más bajo en 20 años, a
pesar de que la cantidad de personas en estado crítico está
aumentando a su punto más alto de la historia. "Millones han sido
sacudidos por la caída financiera global, su habilidad para comprar
alimentos está limitada por precios obstinadamente altos. Además,
inclemencias meteorológicas impredecibles están causando más
hambre vinculadas al clima. Este año tenemos más personas
hambrientas que nunca", señaló Josette Sheeran, la directora del
Programa Alimentario Mundial, quien hizo hincapié en que "muchas
personas se despiertan y no cuentan ni con una taza de comida".
Marco Nacional
La Argentina produce alimentos para 120 millones de
personas, el triple de nuestra población actual, y tiene el potencial de
hacerlo para 350 millones, pero lo que muestran las cifras es que
cerca de la mitad de su población no accede a una alimentación
adecuada.
En un titular de un reconocido periódico, Juan Carr, líder de
la Red Solidaria y presidente del Centro de Lucha contra el Hambre
de la UBA, indicó que en la Argentina mueren ocho niños de menos
de 5 años por día, a raíz de enfermedades ligadas con la
desnutrición. Sin embargo, en 2003 morían 12 niños. Según explica
Carr, este descenso fue un éxito que se logró gracias a dos factores:
a las políticas del gobierno nacional y al campo, por el aumento en la
producción de alimentos y la generación de empleo. Según indicó, la
generación de trabajo fue determinante en la mejora de los números
del hambre en la Argentina: "El chico desnutrido ya es la tercera
generación sin trabajo. El abuelo lo perdió, el padre nunca lo tuvo y
el niño no tiene perspectivas de lograr un empleo. Pero, durante esta
etapa de crecimiento ligado al campo, el sector generó nuevos
empleos. Ese desocupado que no tenía nada, pasó a tener una
“changa” o un trabajo en blanco. Ese trabajo fue lo que modificó el
panorama". El peligro que se corre ahora es que la cifra se estanque
y que no siga disminuyendo, o que vuelva a aumentar como
consecuencia de la crisis global desatada en 2008.
Se dio a conocer también un trabajo efectuado por el
Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores
Argentinos (CTA), en el que se informa que el 37,5% de los
menores que habitan en las ciudades del país se hallan bajo el nivel
de pobreza. Esto significa que más de seis millones de chicos y
adolescentes, viven en condiciones tales que los ingresos familiares
no alcanzan a cubrir el valor de una canasta de servicios y
necesidades básicas. Otros tres millones (18%) se encuentran en
estado de indigencia. Se estima que la mitad de estos menores
habitan en el Gran Buenos Aires.
“El dato de la pobreza para la totalidad del país esconde las
diferencias entre las provincias", expresó el investigador
especializado en el tema del CONICET, Jorge Paz "En el sur es de
entre un 10% y un 15% mientras que en las provincias del norte
puede llegar hasta el 65%". Señaló que se trata de "pobreza
estructural" a la que hay que sumar ahora los "coletazos" de la crisis
internacional y el aumento del desempleo.
Si bien podemos estimar que nos acercamos a un 40% de
pobreza en la Argentina, lo que significa aproximadamente 16
millones de pobres, y entre 5 y 8 millones de indigentes, las fuentes
de información son muchas y variadas, las cifras oficiales son poco
creíbles, y los intentos por realizar un mapa del hambre por parte de
organizaciones civiles, son recientes.
El Departamento de Investigación Institucional de la
Universidad Católica Argentina (UCA) realiza anualmente un
informe, a través de su herramienta “Barómetro de la Deuda Social
Argentina”, para quien busque observar la evolución de la realidad
social de nuestro país en los últimos años.
Una de sus conclusiones centrales afirma que: “a pesar de la
importante recuperación general que ha experimentado la Argentina
desde 2003 hasta la fecha, el país está todavía muy lejos de superar
las negativas consecuencias dejadas por una larga cadena de
errores económicos y políticos, si bien es evidente un claro giro en
aspectos económicos y sociales claves, no menos cierto es que aún
queda mucho camino por recorrer. No sólo para que los indicadores
vuelvan a los niveles que el país tuvo en otros tiempos, sino también
para que un conjunto más amplio de dimensiones que hacen al
desarrollo humano experimenten mejoras significativas en niveles de
bienestar y equidad”.
La recuperación económica no alcanza para revertir el
empobrecimiento material, social y subjetivo como la desigualdad
social. Es necesario tomar medidas para un desarrollo equitativo de
las capacidades sociales que apunten a lo estructural. Este
desarrollo debe ser inversamente proporcional al tejido de factores
que reproducen la situación de subdesarrollo y desigualdad.
El informe de la UCA incluye un novedoso Índice de
Desarrollo Humano y Social, con variables medibles a través de una
escala del 0 al 10. Los resultados arrojados fueron que aumentó la
brecha de desigualdad ya que la mejora fue en los estratos medios y
medios bajos pero se mantuvo la retracción de los sectores muy
bajos de la estructura social. También se indica que no se perciben
mejoras en cuanto a la atención de salud y la educación, ni al
acceso a empleos de calidad.
Un estudio del Banco Mundial titulado “Hambre en
Argentina” arroja que el 18% de los hogares que sufrieron hambre
después de la devaluación son familias de clase media baja. Son
unas 250 mil familias que no revistan en la categoría de pobres,
según las estadísticas oficiales, pero que en el año posterior a la
devaluación padecieron “una sensación desagradable o dolorosa
causada por la falta de alimentos”. “Habría aproximadamente un total
de 2,6 millones de niños en las áreas urbanas argentinas que han
sufrido hambre” tras el derrumbe de la convertibilidad. Esta falta de
alimentos viene provocada por la ingesta irregular e insuficiente de
comidas dada la imposibilidad monetaria de adquirirla”, sostiene.
El organismo internacional logró incluir en una de las
encuestas de hogares que releva el Indec un módulo especial que
permitiera “medir el hambre en los hogares argentinos así como
también conocer los factores que se encuentran asociados con el
mismo”. Por lo tanto, el relevamiento cubrió a las localidades de más
de 2000 habitantes y fue representativo de los centros urbanos a
nivel nacional. Las preguntas apuntaron a identificar hogares en los
cuales algún miembro de la familia “sufrió hambre durante algún
momento del año por no disponer de suficiente dinero para comprar
alimentos”.
Conclusiones que se desprenden de estos informes indican
que “la capacidad de transformar ingresos en alimentos que eviten el
hambre está asociada a ciertas características del hogar”. El nivel
educativo del jefe de hogar es un factor que contribuye de manera
significativa –más allá del nivel de ingreso familiar – a enfrentar el
problema.
SEL Consultores (Sociedad de Estudios Laborales), realizó
un relevamiento en Capital y Gran Buenos Aires en el cual establece
que hay 4 millones de personas que viven en la pobreza, de ellas 1,2
millones son indigentes, se trata del 31,2% y del 9,7%,
respectivamente, del total de habitantes de la de región, los índices
tienden a agravarse cuanto más lejos se esté de la General Paz, la
pobreza llega al 50 % y la indigencia al 20%. Lo que queda claro en
los resultados de la muestra de SEL es la vinculación entre pobreza,
informalidad y desempleo, sólo uno de cada cuatro indigentes tiene
trabajo en blanco.
El diputado Nacional Esteban Bullrich hace referencia a la
Relación Pobreza-Empleo: “en términos simples y directos, la
pobreza está asociada a un importante segmento de la fuerza
laboral que se inserta en actividades de muy baja productividad y
que, por tanto, se desempeña en la informalidad. Por lo que, a la
hora de tratar de aproximar la evolución reciente de la pobreza,
resulta crucial tener presente que ésta afecta con particular
intensidad a los hogares con ingresos provenientes del trabajo
informal y que son las familias que integran este segmento las más
expuestas al riesgo de caer en la pobreza ante la pérdida del empleo
o retrasos en el ingreso real”.
Niñez, Pobreza y Desnutrición
Es evidente que el problema del hambre y la desnutrición
afecta principalmente y con más crudeza a niños, lactantes e
infantes. Según NutriRed, portal dedicado a promover y enlazar
organizaciones relacionadas con la nutrición infantil, 300.000 es el
número de niños afectados por la desnutrición cada año en el país.
La Universidad Católica también ha difundido sus estudios sobre el
Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, segmentando a los
niños en 3 etapas, desde los 0 a los 17 años. Se contemplan
indicadores que dan cuenta del grado de cumplimiento de algunos o
varios derechos de niños, niñas y adolescentes, consagrados en la
convención de los Derechos del Niño (ONU 1989) en los grandes
conglomerados del país, Córdoba, Gran Buenos Aires, Rosario,
Mendoza.
Cinco de cada diez niños y niñas entre 2 y 4 años se
encuentran fuera de los procesos de escolarización a través de
jardines de infantes u otros espacios educativos. Los niños/as en el
10% de los hogares más pobres registran tres veces más
posibilidades de no asistir a un jardín de infantes o centro de
desarrollo infantil que sus pares en el 10% de los hogares más ricos.
Tres de cada diez niños, niñas y adolescentes residen en hogares
vulnerables en su capacidad de atender su salud. Asimismo, casi la
mitad de los niños, niñas y adolescentes, pertenecen a hogares sin
cobertura de salud a través de obra social, mutual, prepaga, etc.
Este déficit de cobertura de salud afecta a seis de cada diez niños y
niñas en el 25% de los hogares más pobres.
El investigador del Conicet y del CEMIC, Jorge Colombo,
escribe lo siguiente para el diario La Nación: “De los más de nueve
millones de niños menores de 14 años -es decir, nacidos a partir de
1993- aproximadamente cinco millones están por debajo de la línea
de pobreza. Consideremos que un 12% han estado bajo la línea de
indigencia -un promedio estimado de los años del período
mencionado, con un rango de entre el 6 y el 20%- y que entre un 30
y un 40 por ciento de los niños menores de seis años provenientes
de hogares pobres, no indigentes, y sin sintomatología clínica
expresan -según estudios realizados en la Unidad de Neurobiología
Aplicada (Cemic) - una demora en el desarrollo de alguna función
básica vinculada con el proceso de aprendizaje, atención, y memoria
de trabajo. Podremos, entonces, llegar a la conclusión de que en
estos momentos está llegando la avanzada de la marea de los
niños del desamparo, compuesta por segmentos de la
población
infantil
cuyos
desempeños
cognitivos
y
oportunidades de aprendizaje se encuentran con algún tipo de
desventaja vinculada con el riesgo de origen social respecto de
los otros niños.”
“Los chicos necesitan, además de dietas alimentarias
adecuadas, una exposición sistemática y sostenida para el
entrenamiento de procesos mentales básicos, necesarios para
optimizar las condiciones de aprendizaje. Este, a su vez, debe
complementarse con condiciones sociales que desalienten la
deserción escolar. Para ello hacen falta recursos bien gerenciados,
capacitación y estrategias activas administradas desde edades
tempranas.”
Concluye: “la marea de los chicos del desamparo no es
un problema solamente de ellos: es también un problema de la
sociedad en conjunto, por sus orígenes y por sus
consecuencias; por cuestiones de ética, de solidaridad, de
equidad y de desarrollo”.
El mismo equipo de trabajo del CEMIC arriba a la conclusión
de que el bajo desarrollo cognitivo de los niños con necesidades
básicas insatisfechas, producto de la mala alimentación y la falta de
estímulos, puede revertirse en edad escolar mediante políticas
públicas constantes que incluyan suplementos de hierro y ejercicios
mentales.
La alimentación y el contexto en el que se desarrollan las
poblaciones más pobres -como la marginación social, la falta de
educación de los padres y una alimentación deficiente-, son algunos
de los factores que más inciden en el bajo rendimiento intelectual.
Políticas Públicas y propuestas de la Sociedad Civil
La mayor parte de los planes estatales a nivel nacional se
orientan a la trasferencia de ingresos a los distintos municipios, para
la adquisición de alimentos. Actualmente podemos contar entre otras
iniciativas, con el Programa Materno Infantil, los distintos Centros de
Cuidado Infantil (ex programas PRANI y PROMIN) y el programa
ProHuerta, que se distingue del resto por la asistencia que brinda el
INTA para la correcta utilización de kits de semillas. Además, desde
hace algunos años se desarrolla el Programa Nacional de Seguridad
Alimentaria.
En 2003, gracias a la iniciativa popular “El hambre más
urgente”, el Gobierno implementó el Programa
Nacional de
Seguridad Alimentaria, que se coordina desde el Ministerio de
Desarrollo de la Nación. Desde su puesta en marcha se constituyó
en una política de Estado en materia alimentaria, más allá de la
emergencia, porque tiende a elevar la calidad de vida de toda la
población y abarca el mejoramiento de la salud y la nutrición en el
mediano y largo plazo.
“El gobierno nacional fija los objetivos generales; los
específicos son consensuados con cada provincia, según las
características regionales".Los titulares de derecho de este plan son
las familias con niños menores de 14 años, las mujeres
embarazadas, desnutridos, discapacitados y los adultos mayores
que viven en condiciones socialmente desfavorables y presentan
una situación de vulnerabilidad nutricional. El Plan promueve
asistencia alimentaria a familias en situación de vulnerabilidad social,
incentivo a la autoproducción de alimentos en las familias y redes
prestacionales, asistencia a comedores escolares (según
estimaciones extraoficiales se estima que en el país hay 25 mil
comedores), asistencia a huertas y granjas familiares, atención a la
embarazada y al niño sano y fortalecimiento de la gestión
descentralizada de fondos.
El Programa ha sido creado bajo un sistema de carácter
federal, donde el nivel nacional aporta fondos a las provincias que
suscribieron los convenios correspondientes. A su vez, las provincias
establecen la modalidad de ejecución según el tipo de prestación a
implementar.
Respecto a la provincia de Buenos Aires (recordemos que el
Gran Buenos Aires concentra a millones de personas pobres e
indigente), se estima que alrededor de cuatro millones de habitantes
reciben asistencia por parte de algunos de los planes sociales del
Gobierno. El Servicio Alimentario Escolar (SAE) es el plan que llega
a un mayor número de beneficiarios: dos millones de alumnos. Esta
prestación se extiende a 10.338 escuelas públicas de toda la
provincia (71 % del total). La tarjeta Alimentos, que es el sistema
que reemplaza la entrega de bolsones con comida, alcanza a
cientos de miles de madres residentes en la provincia. El Plan
Barrios Bonaerenses, que apunta a mejorar el ingreso de los
hogares en situación de vulnerabilidad social, ayuda a casi 70.000
beneficiarios (desocupados) incluyéndolos en proyectos productivos,
de capacitación, de apoyo institucional o de obra. De esta manera, el
número de personas asistidas es cerca de un tercio de los
habitantes de la provincia más importante del país.
Según el informe del diputado nacional Esteben Bullrich se
destaca que casi el 90% de los argentinos está de acuerdo con la
idea de que los planes sociales son usados políticamente, y que los
montos asignados a los beneficiarios no alcanzan para “llegar a fin
de mes”.
En gran parte, la asistencia alimentaria se brinda a través de
comedores. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la directora de
Fortalecimiento de la Sociedad Civil del gobierno porteño, Carolina
Stanley, comentó que las raciones son actualmente entre 36 y 37
mil. Desde la Red Argentina de Banco de Alimentos, Clara Crespo
asegura: “a partir de una encuesta que hicimos a varias
organizaciones, observamos que cada vez más gente concurre a
comer a los comedores, y que allí la cantidad y la calidad de los
alimentos, han disminuido producto de la inflación”. En su momento,
Liliana Paredes, subsecretaria de Políticas Alimentarias de la cartera
social de la Nación, que llega a 1.700 comedores en el país, admitió
una mayor demanda en lugares puntuales de las provincias de
Misiones, Corrientes, Salta y Jujuy. Observa que “en los comedores
que reciben ayuda del Ministerio de Desarrollo Social
obligatoriamente la dieta debe contar con carne, verduras y frutas”.
Sergio Britos, director asociado del CESNI (Centro de
Estudios sobre Nutrición Infantil) cuenta que en los comedores se
suelen ofrecer dietas con “excesos de cereales, a base de fideos y
arroz, exceso de proteínas en carne y muy bajo consumo de frutas,
verduras, hortalizas y lácteos, es decir, de aquellos alimentos que
aportan calidad en términos de micronutrientes a la dieta. La baja
calidad nutricional no sólo tiene que ver con las estrecheces
presupuestarias, sino con las posibilidades de infraestructuras o de
equipamiento donde funcionan”.
La Sociedad Argentina de Nutrición coincide, diciendo que
los comedores repiten el patrón de consumo familiar de los hogares
pobres, lo que “crea una nueva categoría de personas: los obesos
desnutridos”.El Centro de Implementación de Políticas Públicas para
la Equidad y el Crecimiento, según un estudio basado en la
evolución de los programas alimentarios, concluyó que “luego de 25
años de intervenciones, en materia alimentaria, las deficiencias
nutricionales aún son una problemática a resolver”. En el caso de los
comedores el problema es la “dilución” de la ayuda que reciben,
indicó Pedro Kramer. “Los comedores siempre tienen más
comensales que los que hay registrados para la ayuda”.
La organización Red Argentina de Bancos de Alimentos
nuclea a 14 bancos los cuales abastecen a 1000 comedores, donde
unas 130 mil personas comen en total. El año pasado entregaron 5
millones de kilos de mercadería. También ha aumentado el número
de organizaciones que acuden en busca de ayuda. Los Bancos de
Alimentos no realizan caridad ni asistencialismo, su función es el
aprovechamiento racional de los alimentos que de otra manera se
perderían. Ofician de nexo entre las donaciones de las empresas y
las organizaciones de ayuda directa. Dan una respuesta al problema
del hambre y al mismo tiempo a las empresas, al registrar
excedentes que no pueden comercializarse normalmente y cuyo
costo de destrucción es significativo para la compañía. Luego de ser
controlados los alimentos donados, y ser aptos para consumo, son
distribuidos a organizaciones de asistencia directa, las que deben
estar formalmente registradas y cumplir con los requisitos de
accesibilidad.
El Banco no sólo supervisa que los alimentos lleguen a las
organizaciones en condiciones que garantizan que son aptos para el
consumo, sino que, por medio de inspecciones, se asegura de que
las organizaciones cumplan con su cometido. Distribuyen
anualmente casi 3 millones de raciones, cifra que podría aumentar si
existiera un marco legal que protegiera a los donantes, ya sean
empresas o particulares, de posibles problemas que sufrieran
quienes los consumieran. El Banco de Alimentos de Buenos Aires
consigue distribuir, por cada 3 pesos que recibe en donación, 15
kilos de comida. Contribuye diariamente a la alimentación de más de
52.000 personas. Gracias al aporte de 70 empresas grandes que
donan alimentos, y a 250 particulares que donan dinero, el trabajo se
sostiene.
La futura reglamentación de la Ley Donal (ley 25.989)
generará efectos negativos, coinciden las entidades vinculadas a la
administración de alimentos entregados como donaciones por parte
del sector empresario. El gran debate se genera cuando desde el
Poder Ejecutivo Nacional, se decide vetar el artículo 9 del proyecto
originalmente aprobado en el Congreso Nacional. El proyecto
original destacaba: “una vez entregadas al donatario, el donante
queda liberado de responsabilidad por los daños y perjuicios que
pudieran producirse con ellas o por el riesgo de las mismas, salvo
que se tratare de hechos u omisiones que degeneren en delitos de
derecho criminal”. Esto responsabiliza a las empresas por el destino
y almacenamiento de los productos. El Dr. Abel Albino destaca “esta
norma va a desalentar a todo aquél que quiera donar”. “Somos el
único país del mundo que le pone trabas a los que quieren donar”.
que permita a los niños beneficiarse al máximo de las posibilidades
de su entorno y, de esta forma, arraigar la población a su zona
abriéndole mayores oportunidades. La huerta en cada escuela
ofrece a los alumnos una forma natural de aprender. Desde el inicio
esto ocurre con el proceso de su construcción, antes de la efectiva
producción de alimentos. La limpieza del terreno, la construcción del
cerco, la producción de compost, el mejoramiento de la tierra, la
almaciguera, la preparación de tablones son todas actividades
esenciales en su aprendizaje. Posteriormente la huerta en la escuela
ofrece a los alumnos una forma natural de aprender a cultivar el
suelo y de producir alimentos. Este proceso educativo se desarrolla
a lo largo de una escolaridad de varios años, garantizando la
consolidación de los conocimientos y las nuevas pautas alimenticias
adquiridas. (tomado de la página web de esta organización).
Huertas y Microemprendimientos
La Fundación Huerta-Niño, con su programa Mi Huerta,
desde el año 1999 construye huertas escolares de una o media
hectárea en escuelas primarias rurales, aisladas y pobres; es una
solución probada que demostró ser eficaz y sustentable. Es un
proceso de enseñanza completo que brinda a los niños capacitación
sobre su entorno rural y les permite mejorar su salud cultivando su
propia huerta. La fundación provee una capacitación de alto nivel, la
mejor tecnología orgánica y una infraestructura completa.
La realización de la huerta es el resultado de la conjunción
de múltiples participantes: alumnos, maestros, padres, técnicos
agropecuarios, Fundación Huerta Niño y el padrino benefactor. El
objetivo primario es construir al lado de cada escuela rural una
huerta y, eventualmente, un gallinero que permitan alimentar a los
alumnos a lo largo de su escolaridad, con un modelo de cultivo y uso
de herramientas cercano al disponible en sus hogares. El objetivo
final es desarrollar el aprendizaje de un “modelo rural” de sustento
Otra forma de fomentar
microcréditos. En la Argentina,
recursos son beneficiadas con
ninguna garantía. Los destinan
mejorar su calidad de vida.
el desarrollo, es el otorgamiento de
más de 40.000 personas de bajos
pequeños préstamos sin presentar
a emprendimientos productivos y a
El Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin) del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de
Fomento (CAF), reveló que la Argentina es el país menos favorecido
para el desarrollo de las microfinanzas dentro de los 15 países
evaluados de América latina y el Caribe. Las tres variables
analizadas fueron el marco regulatorio, el clima para la inversión
privada y el desarrollo de instituciones microfinancieras.
El Banco Grameen es un banco social de microcréditos
fundado en Jobra (Bangladesh), en 1976. Además de los créditos, el
banco también acepta depósitos. Ha recibido el Premio Nobel de la
Paz de 2006 junto con su fundador, Muhammad Yunus.
El papel principal del Banco Grameen es proporcionar
microcréditos: grupos de cinco individuos reciben dinero en
préstamo, con muy pocos requisitos, pero el grupo entero pierde la
posibilidad de nuevos créditos si uno de ellos no logra cancelar. Esto
crea incentivos económicos para que el grupo actúe de forma
responsable, haciendo que el banco resulte económicamente viable.
El total de dinero distribuido en créditos es de 290.000 millones de
takas, unos 4.560 millones de euros.
Muhammad Yunus es doctor en Economía por la
Universidad Vanderbilt y el Banco fue creado como proyecto de
investigación en la Universidad de Chittagong, tras los primeros
microcréditos concedidos a título personal por Yunus tras la
hambruna de 1974. Desde entonces ha crecido, apoyado por el
Gobierno (hasta que en 1983 se convírtió en empresa privada, y ha
logrado alcanzar 2.200 sucursales y 19.000 empleados (agosto de
2006). La organización y su fundador fueron galardonados "por sus
esfuerzos para crear desarrollo económico y social desde abajo".
¿Malezas o Buenezas?
Otra alternativa que se presenta como posible solución, está
a la vista. Hace 14 años el Dr. en Ciencias Naturales, Eduardo
Rapoport,
dirige el proyecto de investigación sobre el valor
nutricional de malezas que crecen de modo silvestre en la
Patagonia, este proyecto se efectúa en el marco del laboratorio
Ecotono, que depende de la Sede Bariloche de la UNCo y el
Conicet.
"En algunas zonas estimamos que podría haber 7000 kilos
por hectárea", señala Rapoport, que junto con Ana Ladio, Laura
Margutti y otros investigadores, calculó el peso y el valor nutritivo de
las plantas silvestres comestibles que hallaba a su paso. "En un
bosque, cerca de un cuarto de las especies es comestible; entre las
malezas, de 30 a 40 por ciento; entre las malezas más agresivas, el
60 por ciento. Y de las 18 peores del mundo, por su difusión y
crecimiento, 16 se pueden comer", asegura el científico.
El equipo de trabajo hizo un relevamiento de las malezas
comestibles, nativas y exóticas, más comunes de la región, y
describieron más de 60 de las primeras y 100 de las otras en sendas
publicaciones, con el apoyo de la Municipalidad de Bariloche. Allí
figuran entre otras, el cardo en sus diversas formas, cuyos tallos
jóvenes, pelados, se asemejan a espárragos, el trébol, recomiendan
comer "las raíces tiernas al vapor y las hojas para ensaladas o
sándwiches; las hojas pueden usarse para té.
Rhonda Janke, doctora en Agronomía de la Universidad de
Kansas, Estados Unidos, investigó datos de la Secretaría de
Agricultura de ese país (USDA), que revelan que el diente de león
contiene más hierro que la espinaca, el doble de vitamina C que la
lechuga y más calcio que la leche.
"Las hojas de la quinoa blanca son muy buenas para hacer
pastas; nosotros las usamos para los papardelles o tallarines de
cinta ancha", explica Sol Montes, una chef de la región que hace un
tiempo comenzó a incursionar en el uso de plantas silvestres para
platos regionales. El vinagrillo (o acederilla), la lechuga del minero
(deliciosa en ensaladas frescas) y el diente de león pronto ganaron
adeptos, por sus sabores rústicos y naturales. Sol Montes usa
también los rizomas (raíces) de la flor del amancay; el llantén o siete
venas para hacer tintura y los brotes de caña colihue, salteados en
manteca.
"Hay más de 13.000 especies vegetales comestibles
identificadas -dice Rapoport-, aunque se calcula que son 25.000; sin
embargo, sólo nos arreglamos con alrededor de 110". Aunque el
nomadismo y luego las exploraciones y los viajes distribuyeron las
plantas por todo el mundo, rara vez se aprecia lo que no se ve en la
verdulería. En materia de alimentación "somos reaccionarios", afirma
el biólogo.
Trabajar en red
En nuestro país podemos estimar que existen más de 100
mil organizaciones de la sociedad civil registradas. De este enorme
abanico, unas 3.500 estarían alineadas – de distintas maneras bajo la misión de luchar contra la desnutrición y malnutrición infantil.
A principios de este año, Juan Carr, creador de la Fundación
Red Solidaria, escribía para La Nación: “la Argentina ya conoce
situaciones como ésta (refiriendose a este tipo de problemáticas) y
me atrevo a decir que tiene una parte de la solución, porque existe
aquí una muy arraigada cultura solidaria en todos los niveles de la
sociedad. Desde el Gobierno hasta las empresas, las organizaciones
sociales, los medios y la comunidad. Hay una generosidad
permanente. Además, aprendimos a trabajar en red en cada
municipio, en la comunidad educativa o religiosa, en los comedores.
En todos lados. Es un paso adelante. Me parece que el problema
principal para afrontar la situación es que la Argentina está muy
fragmentada. En el Gobierno hay gente que sabe muchísimo y
trabaja muy bien. En muchas empresas se le da cada día más
relevancia a la responsabilidad social. Hay especialistas para
combatir la pobreza. Pero falta que se junten, porque cada sector
está aislado. Hacen cosas geniales, fantásticas, pero cada uno por
su lado”. “Para enfrentar el hambre no alcanza con esfuerzos
diseminados. Se necesitan el trabajo en equipo y estrategias en
conjunto. Por ahora no hay una explosión de hambre ni una
hambruna, pero la cantidad de gente que va a los comedores
sociales es cada vez mayor. Y ya es tiempo de atacar el problema
en equipo”.
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