Informe HAMBRE Y DESNUTRICION en la Argentina Asociación Civil Gota en el Mar LIC. LUCIANA VIOLA 2010 Pobreza, Hambre y Desnutrición El hambre es la sensación que indica la necesidad de alimento. En condiciones de normal alimentación, suele aparecer unas horas después de la última comida. Privarse de alimento durante mucho tiempo perjudica la salud mental y física. La privación de alimento induce a la somnolencia, atenúa las emociones e impide pensar con normalidad. Fisiológicamente, el hambre está producida por los grandes estímulos que ejercen ciertas sustancias sobre nuestro cerebro. La desnutrición es un estado patológico; la desnutrición primaria puede deberse a una falta de ingesta de alimentos o por exceso de gasto calórico, la desnutrición secundaria se debe a un estado patológico consecuencia de una enfermedad de base. Los tipos de desnutrición que puede adquirir el niño presentan distintas evidencias externas: desde signos inflamatorios, de hinchazón en su abdomen a delgadez extrema, o una combinación de ambas. También puede estar representada por niños que lucen sanos y en su peso ideal pero a través de un examen de laboratorio se devela su estado. En los países en vías de desarrollo suele ser una gran causa de mortalidad infantil, y su combate es la razón de ser de cientos de organizaciones Un chico desnutrido es una persona que no podrá desarrollarse física ni intelectualmente ya que “la formación del sistema nervioso central está determinada en los primeros 2 años de vida. Si durante este lapso el niño no recibe la alimentación y estimulación necesarias, se detendrá el crecimiento cerebral y el mismo no se desarrollará normalmente, afectando su coeficiente intelectual y capacidad de aprendizaje; corriendo el riesgo de convertirse en un débil mental. Este daño afecta a toda la sociedad ya que la principal riqueza del un país reside en su capital humano, y si éste está dañado, ese país no tiene futuro”. (Dr. Abel Albino presidente de Conin, Cooperadora para la Nutrición Infantil). La desnutrición es un estado al que llega la persona por déficit de nutrientes y/o energía; con esta situación tiene riesgo de enfermar y morir. Las causas se deben en general a la falta de recursos culturales, educativos, sanitarios y económicos para adquirir, manipular y seleccionar alimentos y así cubrir sus necesidades o evitar enfermedades que comprometen el estado nutricional. En los países en vías de desarrollo, la desnutrición infantil se encuentra entre las primeras 5 causas de mortalidad y se inserta en un contexto de variables sociales, económicas y culturales que además de ser muy desfavorables son, por sí mismas, factores de riesgo que alteran el desarrollo infantil (Dr. Ávila, profesor de la Universidad Autónoma de México). La desnutrición es, fundamentalmente, consecuencia de una patología social: la pobreza, en el sentido global de carencias. Respecto a este concepto podemos definir la línea de indigencia como el valor de una canasta de alimentos compuesta por bienes seleccionados por su capacidad para cubrir adecuadamente las necesidades nutricionales a un costo mínimo. Por otro lado, la línea de pobreza se define por el mismo conjunto de alimentos que en el caso de la indigencia, pero se le suma el valor de un conjunto de bienes y servicios no alimentarios. “Pobreza extrema” puede definirse, en términos empleados en informes de Naciones Unidas, como "la pobreza que mata" y "que priva a los individuos de los medios para permanecer vivos ante la amenaza del hambre, la enfermedad y los peligros ambientales". Así mismo, la lactancia tiene un papel primordial en la vida de cualquier ser humano. Casi todos los niños inician su alimentación mediante la lactancia materna, pero a medida que transcurren los meses esta práctica comienza a perderse (disminuye casi un 40% en los primeros dos meses de vida) cuando ésta debería ser exclusiva hasta los 6 meses y extenderse hasta los 2 años de vida complementando la alimentación del niño. En palabras del Dr. Albino, el amamantamiento es el primer derecho humano de un niño recién nacido. Si no se fomenta la lactancia y las madres no se alimentan correctamente, los niños se juegan el futuro en la primera etapa de su vida y los países arriesgan el suyo en las nuevas generaciones. Panorama Mundial El flagelo del hambre es vergonzoso para todas las naciones del mundo. Los informes se multiplican año tras año. En nuestro país carecemos de información actualizada. La crisis global del 2009 impide pasar en limpio las estadísticas. Sin embargo, tomando algunos datos aleatorios, es posible dar cuenta de la magnitud de esta problemática. Sobre los últimos datos publicados por la FAO, Organización de la Naciones Unidos para la Alimentación y la Agricultura, se extrae que 1 de cada 6 personas en el mundo está desnutrida y que el hambre en el mundo alcanzará un récord histórico en 2009, con 1020 millones de personas que lo sufren a diario. Según datos preliminares del mismo organismo, en América latina hay 52 millones de personas desnutridas, el 10% de la población, y el 7% de los niños presenta cuadros de desnutrición crónica. También indican que el tiempo en el que se lograron importantes progresos para reducir el hambre crónica fue en la década de 1980 y la primera mitad de la de 1990, pero el hambre aumentó lentamente durante la década posterior en todas las regiones del mundo, excepto en Latinoamérica y Caribe; incluso en esta última región los progresos en la reducción del hambre se han visto anulados como consecuencia del alza de los precios alimentarios y la actual crisis económica. La Red Global de Bancos de Alimentos estima que 852 millones de personas no tienen lo suficiente para comer, que cada cinco segundos un niño muere de hambre y que este flagelo y la desnutrición matan más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis combinados. El Instituto de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI) en Washington, analiza indicadores como la mortalidad infantil, la desnutrición, y la comparación de la evolución del hambre en el mundo en las dos últimas décadas: la región América Latina-Caribe como mayor exportadora de alimentos del planeta, produce cuatro veces más alimentos de lo que necesita. Aún así, 53 millones de personas padecen hambre, el 10% del total de la población. Según Diouf, Director General de la FAO, "necesitan las herramientas de desarrollo, económicas y políticas necesarias para impulsar su producción agrícola y su productividad. Es necesario incrementar la inversión en agricultura, ya que en la mayoría de los países pobres un sector agrícola saludable es clave para vencer al hambre y la pobreza y supone un requisito previo para el crecimiento económico". Recientemente la ONU emitió un informe alarmante. La ayuda mundial en alimentos está en su nivel más bajo en 20 años, a pesar de que la cantidad de personas en estado crítico está aumentando a su punto más alto de la historia. "Millones han sido sacudidos por la caída financiera global, su habilidad para comprar alimentos está limitada por precios obstinadamente altos. Además, inclemencias meteorológicas impredecibles están causando más hambre vinculadas al clima. Este año tenemos más personas hambrientas que nunca", señaló Josette Sheeran, la directora del Programa Alimentario Mundial, quien hizo hincapié en que "muchas personas se despiertan y no cuentan ni con una taza de comida". Marco Nacional La Argentina produce alimentos para 120 millones de personas, el triple de nuestra población actual, y tiene el potencial de hacerlo para 350 millones, pero lo que muestran las cifras es que cerca de la mitad de su población no accede a una alimentación adecuada. En un titular de un reconocido periódico, Juan Carr, líder de la Red Solidaria y presidente del Centro de Lucha contra el Hambre de la UBA, indicó que en la Argentina mueren ocho niños de menos de 5 años por día, a raíz de enfermedades ligadas con la desnutrición. Sin embargo, en 2003 morían 12 niños. Según explica Carr, este descenso fue un éxito que se logró gracias a dos factores: a las políticas del gobierno nacional y al campo, por el aumento en la producción de alimentos y la generación de empleo. Según indicó, la generación de trabajo fue determinante en la mejora de los números del hambre en la Argentina: "El chico desnutrido ya es la tercera generación sin trabajo. El abuelo lo perdió, el padre nunca lo tuvo y el niño no tiene perspectivas de lograr un empleo. Pero, durante esta etapa de crecimiento ligado al campo, el sector generó nuevos empleos. Ese desocupado que no tenía nada, pasó a tener una “changa” o un trabajo en blanco. Ese trabajo fue lo que modificó el panorama". El peligro que se corre ahora es que la cifra se estanque y que no siga disminuyendo, o que vuelva a aumentar como consecuencia de la crisis global desatada en 2008. Se dio a conocer también un trabajo efectuado por el Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), en el que se informa que el 37,5% de los menores que habitan en las ciudades del país se hallan bajo el nivel de pobreza. Esto significa que más de seis millones de chicos y adolescentes, viven en condiciones tales que los ingresos familiares no alcanzan a cubrir el valor de una canasta de servicios y necesidades básicas. Otros tres millones (18%) se encuentran en estado de indigencia. Se estima que la mitad de estos menores habitan en el Gran Buenos Aires. “El dato de la pobreza para la totalidad del país esconde las diferencias entre las provincias", expresó el investigador especializado en el tema del CONICET, Jorge Paz "En el sur es de entre un 10% y un 15% mientras que en las provincias del norte puede llegar hasta el 65%". Señaló que se trata de "pobreza estructural" a la que hay que sumar ahora los "coletazos" de la crisis internacional y el aumento del desempleo. Si bien podemos estimar que nos acercamos a un 40% de pobreza en la Argentina, lo que significa aproximadamente 16 millones de pobres, y entre 5 y 8 millones de indigentes, las fuentes de información son muchas y variadas, las cifras oficiales son poco creíbles, y los intentos por realizar un mapa del hambre por parte de organizaciones civiles, son recientes. El Departamento de Investigación Institucional de la Universidad Católica Argentina (UCA) realiza anualmente un informe, a través de su herramienta “Barómetro de la Deuda Social Argentina”, para quien busque observar la evolución de la realidad social de nuestro país en los últimos años. Una de sus conclusiones centrales afirma que: “a pesar de la importante recuperación general que ha experimentado la Argentina desde 2003 hasta la fecha, el país está todavía muy lejos de superar las negativas consecuencias dejadas por una larga cadena de errores económicos y políticos, si bien es evidente un claro giro en aspectos económicos y sociales claves, no menos cierto es que aún queda mucho camino por recorrer. No sólo para que los indicadores vuelvan a los niveles que el país tuvo en otros tiempos, sino también para que un conjunto más amplio de dimensiones que hacen al desarrollo humano experimenten mejoras significativas en niveles de bienestar y equidad”. La recuperación económica no alcanza para revertir el empobrecimiento material, social y subjetivo como la desigualdad social. Es necesario tomar medidas para un desarrollo equitativo de las capacidades sociales que apunten a lo estructural. Este desarrollo debe ser inversamente proporcional al tejido de factores que reproducen la situación de subdesarrollo y desigualdad. El informe de la UCA incluye un novedoso Índice de Desarrollo Humano y Social, con variables medibles a través de una escala del 0 al 10. Los resultados arrojados fueron que aumentó la brecha de desigualdad ya que la mejora fue en los estratos medios y medios bajos pero se mantuvo la retracción de los sectores muy bajos de la estructura social. También se indica que no se perciben mejoras en cuanto a la atención de salud y la educación, ni al acceso a empleos de calidad. Un estudio del Banco Mundial titulado “Hambre en Argentina” arroja que el 18% de los hogares que sufrieron hambre después de la devaluación son familias de clase media baja. Son unas 250 mil familias que no revistan en la categoría de pobres, según las estadísticas oficiales, pero que en el año posterior a la devaluación padecieron “una sensación desagradable o dolorosa causada por la falta de alimentos”. “Habría aproximadamente un total de 2,6 millones de niños en las áreas urbanas argentinas que han sufrido hambre” tras el derrumbe de la convertibilidad. Esta falta de alimentos viene provocada por la ingesta irregular e insuficiente de comidas dada la imposibilidad monetaria de adquirirla”, sostiene. El organismo internacional logró incluir en una de las encuestas de hogares que releva el Indec un módulo especial que permitiera “medir el hambre en los hogares argentinos así como también conocer los factores que se encuentran asociados con el mismo”. Por lo tanto, el relevamiento cubrió a las localidades de más de 2000 habitantes y fue representativo de los centros urbanos a nivel nacional. Las preguntas apuntaron a identificar hogares en los cuales algún miembro de la familia “sufrió hambre durante algún momento del año por no disponer de suficiente dinero para comprar alimentos”. Conclusiones que se desprenden de estos informes indican que “la capacidad de transformar ingresos en alimentos que eviten el hambre está asociada a ciertas características del hogar”. El nivel educativo del jefe de hogar es un factor que contribuye de manera significativa –más allá del nivel de ingreso familiar – a enfrentar el problema. SEL Consultores (Sociedad de Estudios Laborales), realizó un relevamiento en Capital y Gran Buenos Aires en el cual establece que hay 4 millones de personas que viven en la pobreza, de ellas 1,2 millones son indigentes, se trata del 31,2% y del 9,7%, respectivamente, del total de habitantes de la de región, los índices tienden a agravarse cuanto más lejos se esté de la General Paz, la pobreza llega al 50 % y la indigencia al 20%. Lo que queda claro en los resultados de la muestra de SEL es la vinculación entre pobreza, informalidad y desempleo, sólo uno de cada cuatro indigentes tiene trabajo en blanco. El diputado Nacional Esteban Bullrich hace referencia a la Relación Pobreza-Empleo: “en términos simples y directos, la pobreza está asociada a un importante segmento de la fuerza laboral que se inserta en actividades de muy baja productividad y que, por tanto, se desempeña en la informalidad. Por lo que, a la hora de tratar de aproximar la evolución reciente de la pobreza, resulta crucial tener presente que ésta afecta con particular intensidad a los hogares con ingresos provenientes del trabajo informal y que son las familias que integran este segmento las más expuestas al riesgo de caer en la pobreza ante la pérdida del empleo o retrasos en el ingreso real”. Niñez, Pobreza y Desnutrición Es evidente que el problema del hambre y la desnutrición afecta principalmente y con más crudeza a niños, lactantes e infantes. Según NutriRed, portal dedicado a promover y enlazar organizaciones relacionadas con la nutrición infantil, 300.000 es el número de niños afectados por la desnutrición cada año en el país. La Universidad Católica también ha difundido sus estudios sobre el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, segmentando a los niños en 3 etapas, desde los 0 a los 17 años. Se contemplan indicadores que dan cuenta del grado de cumplimiento de algunos o varios derechos de niños, niñas y adolescentes, consagrados en la convención de los Derechos del Niño (ONU 1989) en los grandes conglomerados del país, Córdoba, Gran Buenos Aires, Rosario, Mendoza. Cinco de cada diez niños y niñas entre 2 y 4 años se encuentran fuera de los procesos de escolarización a través de jardines de infantes u otros espacios educativos. Los niños/as en el 10% de los hogares más pobres registran tres veces más posibilidades de no asistir a un jardín de infantes o centro de desarrollo infantil que sus pares en el 10% de los hogares más ricos. Tres de cada diez niños, niñas y adolescentes residen en hogares vulnerables en su capacidad de atender su salud. Asimismo, casi la mitad de los niños, niñas y adolescentes, pertenecen a hogares sin cobertura de salud a través de obra social, mutual, prepaga, etc. Este déficit de cobertura de salud afecta a seis de cada diez niños y niñas en el 25% de los hogares más pobres. El investigador del Conicet y del CEMIC, Jorge Colombo, escribe lo siguiente para el diario La Nación: “De los más de nueve millones de niños menores de 14 años -es decir, nacidos a partir de 1993- aproximadamente cinco millones están por debajo de la línea de pobreza. Consideremos que un 12% han estado bajo la línea de indigencia -un promedio estimado de los años del período mencionado, con un rango de entre el 6 y el 20%- y que entre un 30 y un 40 por ciento de los niños menores de seis años provenientes de hogares pobres, no indigentes, y sin sintomatología clínica expresan -según estudios realizados en la Unidad de Neurobiología Aplicada (Cemic) - una demora en el desarrollo de alguna función básica vinculada con el proceso de aprendizaje, atención, y memoria de trabajo. Podremos, entonces, llegar a la conclusión de que en estos momentos está llegando la avanzada de la marea de los niños del desamparo, compuesta por segmentos de la población infantil cuyos desempeños cognitivos y oportunidades de aprendizaje se encuentran con algún tipo de desventaja vinculada con el riesgo de origen social respecto de los otros niños.” “Los chicos necesitan, además de dietas alimentarias adecuadas, una exposición sistemática y sostenida para el entrenamiento de procesos mentales básicos, necesarios para optimizar las condiciones de aprendizaje. Este, a su vez, debe complementarse con condiciones sociales que desalienten la deserción escolar. Para ello hacen falta recursos bien gerenciados, capacitación y estrategias activas administradas desde edades tempranas.” Concluye: “la marea de los chicos del desamparo no es un problema solamente de ellos: es también un problema de la sociedad en conjunto, por sus orígenes y por sus consecuencias; por cuestiones de ética, de solidaridad, de equidad y de desarrollo”. El mismo equipo de trabajo del CEMIC arriba a la conclusión de que el bajo desarrollo cognitivo de los niños con necesidades básicas insatisfechas, producto de la mala alimentación y la falta de estímulos, puede revertirse en edad escolar mediante políticas públicas constantes que incluyan suplementos de hierro y ejercicios mentales. La alimentación y el contexto en el que se desarrollan las poblaciones más pobres -como la marginación social, la falta de educación de los padres y una alimentación deficiente-, son algunos de los factores que más inciden en el bajo rendimiento intelectual. Políticas Públicas y propuestas de la Sociedad Civil La mayor parte de los planes estatales a nivel nacional se orientan a la trasferencia de ingresos a los distintos municipios, para la adquisición de alimentos. Actualmente podemos contar entre otras iniciativas, con el Programa Materno Infantil, los distintos Centros de Cuidado Infantil (ex programas PRANI y PROMIN) y el programa ProHuerta, que se distingue del resto por la asistencia que brinda el INTA para la correcta utilización de kits de semillas. Además, desde hace algunos años se desarrolla el Programa Nacional de Seguridad Alimentaria. En 2003, gracias a la iniciativa popular “El hambre más urgente”, el Gobierno implementó el Programa Nacional de Seguridad Alimentaria, que se coordina desde el Ministerio de Desarrollo de la Nación. Desde su puesta en marcha se constituyó en una política de Estado en materia alimentaria, más allá de la emergencia, porque tiende a elevar la calidad de vida de toda la población y abarca el mejoramiento de la salud y la nutrición en el mediano y largo plazo. “El gobierno nacional fija los objetivos generales; los específicos son consensuados con cada provincia, según las características regionales".Los titulares de derecho de este plan son las familias con niños menores de 14 años, las mujeres embarazadas, desnutridos, discapacitados y los adultos mayores que viven en condiciones socialmente desfavorables y presentan una situación de vulnerabilidad nutricional. El Plan promueve asistencia alimentaria a familias en situación de vulnerabilidad social, incentivo a la autoproducción de alimentos en las familias y redes prestacionales, asistencia a comedores escolares (según estimaciones extraoficiales se estima que en el país hay 25 mil comedores), asistencia a huertas y granjas familiares, atención a la embarazada y al niño sano y fortalecimiento de la gestión descentralizada de fondos. El Programa ha sido creado bajo un sistema de carácter federal, donde el nivel nacional aporta fondos a las provincias que suscribieron los convenios correspondientes. A su vez, las provincias establecen la modalidad de ejecución según el tipo de prestación a implementar. Respecto a la provincia de Buenos Aires (recordemos que el Gran Buenos Aires concentra a millones de personas pobres e indigente), se estima que alrededor de cuatro millones de habitantes reciben asistencia por parte de algunos de los planes sociales del Gobierno. El Servicio Alimentario Escolar (SAE) es el plan que llega a un mayor número de beneficiarios: dos millones de alumnos. Esta prestación se extiende a 10.338 escuelas públicas de toda la provincia (71 % del total). La tarjeta Alimentos, que es el sistema que reemplaza la entrega de bolsones con comida, alcanza a cientos de miles de madres residentes en la provincia. El Plan Barrios Bonaerenses, que apunta a mejorar el ingreso de los hogares en situación de vulnerabilidad social, ayuda a casi 70.000 beneficiarios (desocupados) incluyéndolos en proyectos productivos, de capacitación, de apoyo institucional o de obra. De esta manera, el número de personas asistidas es cerca de un tercio de los habitantes de la provincia más importante del país. Según el informe del diputado nacional Esteben Bullrich se destaca que casi el 90% de los argentinos está de acuerdo con la idea de que los planes sociales son usados políticamente, y que los montos asignados a los beneficiarios no alcanzan para “llegar a fin de mes”. En gran parte, la asistencia alimentaria se brinda a través de comedores. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la directora de Fortalecimiento de la Sociedad Civil del gobierno porteño, Carolina Stanley, comentó que las raciones son actualmente entre 36 y 37 mil. Desde la Red Argentina de Banco de Alimentos, Clara Crespo asegura: “a partir de una encuesta que hicimos a varias organizaciones, observamos que cada vez más gente concurre a comer a los comedores, y que allí la cantidad y la calidad de los alimentos, han disminuido producto de la inflación”. En su momento, Liliana Paredes, subsecretaria de Políticas Alimentarias de la cartera social de la Nación, que llega a 1.700 comedores en el país, admitió una mayor demanda en lugares puntuales de las provincias de Misiones, Corrientes, Salta y Jujuy. Observa que “en los comedores que reciben ayuda del Ministerio de Desarrollo Social obligatoriamente la dieta debe contar con carne, verduras y frutas”. Sergio Britos, director asociado del CESNI (Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil) cuenta que en los comedores se suelen ofrecer dietas con “excesos de cereales, a base de fideos y arroz, exceso de proteínas en carne y muy bajo consumo de frutas, verduras, hortalizas y lácteos, es decir, de aquellos alimentos que aportan calidad en términos de micronutrientes a la dieta. La baja calidad nutricional no sólo tiene que ver con las estrecheces presupuestarias, sino con las posibilidades de infraestructuras o de equipamiento donde funcionan”. La Sociedad Argentina de Nutrición coincide, diciendo que los comedores repiten el patrón de consumo familiar de los hogares pobres, lo que “crea una nueva categoría de personas: los obesos desnutridos”.El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, según un estudio basado en la evolución de los programas alimentarios, concluyó que “luego de 25 años de intervenciones, en materia alimentaria, las deficiencias nutricionales aún son una problemática a resolver”. En el caso de los comedores el problema es la “dilución” de la ayuda que reciben, indicó Pedro Kramer. “Los comedores siempre tienen más comensales que los que hay registrados para la ayuda”. La organización Red Argentina de Bancos de Alimentos nuclea a 14 bancos los cuales abastecen a 1000 comedores, donde unas 130 mil personas comen en total. El año pasado entregaron 5 millones de kilos de mercadería. También ha aumentado el número de organizaciones que acuden en busca de ayuda. Los Bancos de Alimentos no realizan caridad ni asistencialismo, su función es el aprovechamiento racional de los alimentos que de otra manera se perderían. Ofician de nexo entre las donaciones de las empresas y las organizaciones de ayuda directa. Dan una respuesta al problema del hambre y al mismo tiempo a las empresas, al registrar excedentes que no pueden comercializarse normalmente y cuyo costo de destrucción es significativo para la compañía. Luego de ser controlados los alimentos donados, y ser aptos para consumo, son distribuidos a organizaciones de asistencia directa, las que deben estar formalmente registradas y cumplir con los requisitos de accesibilidad. El Banco no sólo supervisa que los alimentos lleguen a las organizaciones en condiciones que garantizan que son aptos para el consumo, sino que, por medio de inspecciones, se asegura de que las organizaciones cumplan con su cometido. Distribuyen anualmente casi 3 millones de raciones, cifra que podría aumentar si existiera un marco legal que protegiera a los donantes, ya sean empresas o particulares, de posibles problemas que sufrieran quienes los consumieran. El Banco de Alimentos de Buenos Aires consigue distribuir, por cada 3 pesos que recibe en donación, 15 kilos de comida. Contribuye diariamente a la alimentación de más de 52.000 personas. Gracias al aporte de 70 empresas grandes que donan alimentos, y a 250 particulares que donan dinero, el trabajo se sostiene. La futura reglamentación de la Ley Donal (ley 25.989) generará efectos negativos, coinciden las entidades vinculadas a la administración de alimentos entregados como donaciones por parte del sector empresario. El gran debate se genera cuando desde el Poder Ejecutivo Nacional, se decide vetar el artículo 9 del proyecto originalmente aprobado en el Congreso Nacional. El proyecto original destacaba: “una vez entregadas al donatario, el donante queda liberado de responsabilidad por los daños y perjuicios que pudieran producirse con ellas o por el riesgo de las mismas, salvo que se tratare de hechos u omisiones que degeneren en delitos de derecho criminal”. Esto responsabiliza a las empresas por el destino y almacenamiento de los productos. El Dr. Abel Albino destaca “esta norma va a desalentar a todo aquél que quiera donar”. “Somos el único país del mundo que le pone trabas a los que quieren donar”. que permita a los niños beneficiarse al máximo de las posibilidades de su entorno y, de esta forma, arraigar la población a su zona abriéndole mayores oportunidades. La huerta en cada escuela ofrece a los alumnos una forma natural de aprender. Desde el inicio esto ocurre con el proceso de su construcción, antes de la efectiva producción de alimentos. La limpieza del terreno, la construcción del cerco, la producción de compost, el mejoramiento de la tierra, la almaciguera, la preparación de tablones son todas actividades esenciales en su aprendizaje. Posteriormente la huerta en la escuela ofrece a los alumnos una forma natural de aprender a cultivar el suelo y de producir alimentos. Este proceso educativo se desarrolla a lo largo de una escolaridad de varios años, garantizando la consolidación de los conocimientos y las nuevas pautas alimenticias adquiridas. (tomado de la página web de esta organización). Huertas y Microemprendimientos La Fundación Huerta-Niño, con su programa Mi Huerta, desde el año 1999 construye huertas escolares de una o media hectárea en escuelas primarias rurales, aisladas y pobres; es una solución probada que demostró ser eficaz y sustentable. Es un proceso de enseñanza completo que brinda a los niños capacitación sobre su entorno rural y les permite mejorar su salud cultivando su propia huerta. La fundación provee una capacitación de alto nivel, la mejor tecnología orgánica y una infraestructura completa. La realización de la huerta es el resultado de la conjunción de múltiples participantes: alumnos, maestros, padres, técnicos agropecuarios, Fundación Huerta Niño y el padrino benefactor. El objetivo primario es construir al lado de cada escuela rural una huerta y, eventualmente, un gallinero que permitan alimentar a los alumnos a lo largo de su escolaridad, con un modelo de cultivo y uso de herramientas cercano al disponible en sus hogares. El objetivo final es desarrollar el aprendizaje de un “modelo rural” de sustento Otra forma de fomentar microcréditos. En la Argentina, recursos son beneficiadas con ninguna garantía. Los destinan mejorar su calidad de vida. el desarrollo, es el otorgamiento de más de 40.000 personas de bajos pequeños préstamos sin presentar a emprendimientos productivos y a El Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF), reveló que la Argentina es el país menos favorecido para el desarrollo de las microfinanzas dentro de los 15 países evaluados de América latina y el Caribe. Las tres variables analizadas fueron el marco regulatorio, el clima para la inversión privada y el desarrollo de instituciones microfinancieras. El Banco Grameen es un banco social de microcréditos fundado en Jobra (Bangladesh), en 1976. Además de los créditos, el banco también acepta depósitos. Ha recibido el Premio Nobel de la Paz de 2006 junto con su fundador, Muhammad Yunus. El papel principal del Banco Grameen es proporcionar microcréditos: grupos de cinco individuos reciben dinero en préstamo, con muy pocos requisitos, pero el grupo entero pierde la posibilidad de nuevos créditos si uno de ellos no logra cancelar. Esto crea incentivos económicos para que el grupo actúe de forma responsable, haciendo que el banco resulte económicamente viable. El total de dinero distribuido en créditos es de 290.000 millones de takas, unos 4.560 millones de euros. Muhammad Yunus es doctor en Economía por la Universidad Vanderbilt y el Banco fue creado como proyecto de investigación en la Universidad de Chittagong, tras los primeros microcréditos concedidos a título personal por Yunus tras la hambruna de 1974. Desde entonces ha crecido, apoyado por el Gobierno (hasta que en 1983 se convírtió en empresa privada, y ha logrado alcanzar 2.200 sucursales y 19.000 empleados (agosto de 2006). La organización y su fundador fueron galardonados "por sus esfuerzos para crear desarrollo económico y social desde abajo". ¿Malezas o Buenezas? Otra alternativa que se presenta como posible solución, está a la vista. Hace 14 años el Dr. en Ciencias Naturales, Eduardo Rapoport, dirige el proyecto de investigación sobre el valor nutricional de malezas que crecen de modo silvestre en la Patagonia, este proyecto se efectúa en el marco del laboratorio Ecotono, que depende de la Sede Bariloche de la UNCo y el Conicet. "En algunas zonas estimamos que podría haber 7000 kilos por hectárea", señala Rapoport, que junto con Ana Ladio, Laura Margutti y otros investigadores, calculó el peso y el valor nutritivo de las plantas silvestres comestibles que hallaba a su paso. "En un bosque, cerca de un cuarto de las especies es comestible; entre las malezas, de 30 a 40 por ciento; entre las malezas más agresivas, el 60 por ciento. Y de las 18 peores del mundo, por su difusión y crecimiento, 16 se pueden comer", asegura el científico. El equipo de trabajo hizo un relevamiento de las malezas comestibles, nativas y exóticas, más comunes de la región, y describieron más de 60 de las primeras y 100 de las otras en sendas publicaciones, con el apoyo de la Municipalidad de Bariloche. Allí figuran entre otras, el cardo en sus diversas formas, cuyos tallos jóvenes, pelados, se asemejan a espárragos, el trébol, recomiendan comer "las raíces tiernas al vapor y las hojas para ensaladas o sándwiches; las hojas pueden usarse para té. Rhonda Janke, doctora en Agronomía de la Universidad de Kansas, Estados Unidos, investigó datos de la Secretaría de Agricultura de ese país (USDA), que revelan que el diente de león contiene más hierro que la espinaca, el doble de vitamina C que la lechuga y más calcio que la leche. "Las hojas de la quinoa blanca son muy buenas para hacer pastas; nosotros las usamos para los papardelles o tallarines de cinta ancha", explica Sol Montes, una chef de la región que hace un tiempo comenzó a incursionar en el uso de plantas silvestres para platos regionales. El vinagrillo (o acederilla), la lechuga del minero (deliciosa en ensaladas frescas) y el diente de león pronto ganaron adeptos, por sus sabores rústicos y naturales. Sol Montes usa también los rizomas (raíces) de la flor del amancay; el llantén o siete venas para hacer tintura y los brotes de caña colihue, salteados en manteca. "Hay más de 13.000 especies vegetales comestibles identificadas -dice Rapoport-, aunque se calcula que son 25.000; sin embargo, sólo nos arreglamos con alrededor de 110". Aunque el nomadismo y luego las exploraciones y los viajes distribuyeron las plantas por todo el mundo, rara vez se aprecia lo que no se ve en la verdulería. En materia de alimentación "somos reaccionarios", afirma el biólogo. Trabajar en red En nuestro país podemos estimar que existen más de 100 mil organizaciones de la sociedad civil registradas. De este enorme abanico, unas 3.500 estarían alineadas – de distintas maneras bajo la misión de luchar contra la desnutrición y malnutrición infantil. A principios de este año, Juan Carr, creador de la Fundación Red Solidaria, escribía para La Nación: “la Argentina ya conoce situaciones como ésta (refiriendose a este tipo de problemáticas) y me atrevo a decir que tiene una parte de la solución, porque existe aquí una muy arraigada cultura solidaria en todos los niveles de la sociedad. Desde el Gobierno hasta las empresas, las organizaciones sociales, los medios y la comunidad. Hay una generosidad permanente. Además, aprendimos a trabajar en red en cada municipio, en la comunidad educativa o religiosa, en los comedores. En todos lados. Es un paso adelante. Me parece que el problema principal para afrontar la situación es que la Argentina está muy fragmentada. En el Gobierno hay gente que sabe muchísimo y trabaja muy bien. En muchas empresas se le da cada día más relevancia a la responsabilidad social. Hay especialistas para combatir la pobreza. Pero falta que se junten, porque cada sector está aislado. Hacen cosas geniales, fantásticas, pero cada uno por su lado”. “Para enfrentar el hambre no alcanza con esfuerzos diseminados. Se necesitan el trabajo en equipo y estrategias en conjunto. Por ahora no hay una explosión de hambre ni una hambruna, pero la cantidad de gente que va a los comedores sociales es cada vez mayor. Y ya es tiempo de atacar el problema en equipo”.