mama ec/64 ec/65 Maternidad al desnudo miles de mujeres se enamoran de sus libros, biblias de la maternidad contemporanea. ella es Laura Gutman, una escritora inquieta, clara y con el don de la empatia. foto Javier Picerno TEXTO N. I. pequeña y delgada, Laura Gutman se ex- presa con una voz suave y un hablar pausado. Parece mentira que sea ella la hacedora de libros tan poderosos, con cuyas reflexiones y sentimientos se han sentido identificadas, representadas y contenidas las madres de al menos toda una generación. De La maternidad y el encuentro con la propia sombra al más reciente El poder del discurso materno (en las librerías desde este mes), sus siete libros se venden en toda América latina y España, el primero, además, traducido al inglés, portugués e italiano. En todos, pareciera, que la maternidad guarda algo de universal. Una lógica propia que nos une y hermana a todas las mujeres, y que está muy lejos de las publicidades ideales y perfectas. A la hora de definirse a ella misma, Laura opta por “una mujer que trabaja”. La misma que se dedica a responder un cuestionario con mucho para descubrir y aprender. ¿Cuándo nació en vos el deseo de dedicarte al tema de la maternidad? Fue una suma de circunstancias. Siempre me importó la conducta humana, y el universo femenino me interesó desde siempre. Me exilié en París a los 18 años. Allí descubrí el feminismo y la lógica de los nuevos pensamientos de mujeres. Incluso antes de que naciera mi primer hijo, yo intentaba acercar a las feministas europeas, mis pensamientos respecto a la interacción entre libertad y maternidad. Fui madre a los 22, en condiciones adversas, ya que el exilio es una realidad compleja. Y a partir de allí, supe que la verdadera prevención sobre las situaciones de violencia, xenofobia e incomprensión entre seres humanos, había que trabajarlas desde el primer vínculo, entre una madre y su hijo. Tuve una certeza absoluta. ¿Por qué las mujeres sienten tanta empatía con tus textos? Con los más antiguos, porque describen realidades emocionales compartidas. Son textos de identificación. Luego, mis libros más recientes, intentan teorizar sobre las conductas humanas, y con ellos, sienten empatía hombres y mujeres. Además, están escritos de modo sencillo y llano. ¿Hay claves para ser buena madre? No sé qué es una ‘buena madre’. ¿Y existe una situación ideal para ser madres o padres? Hablar de ‘ideal’ es una estupidez, sobre cualquier tema. Tener hijos pertenece al misterio del diseño humano. Tenemos hijos porque tenemos contacto sexual. No sabemos por qué los tenemos en un momento y no en otro. Lo curioso es que luego intentamos interpretarlo según opiniones discutibles. ¿Por qué nos atormenta la culpa? Esa historia de la culpa no la entiendo. Cuando decimos “siento culpa porque debería estar haciendo tal cosa, pero en verdad hago otra”, es una decisión tomada que no asumimos que hemos tomado. Por eso, en lugar de hablar de ‘culpa’, me parece más interesante abordar a cada individuo (en este caso, a una madre) y revisar qué decisiones toma, por qué, desde qué lugar, bajo qué creencias, en beneficio de quién. Luego, esa mujer, con mayor conciencia, o con las cartas sobre la mesa, decidirá si continúa eligiendo lo mismo o si decide cambiar. Pero no me interesa hablar sobre la culpa, no nos conduce a ningún lugar. ¿Existen cosas que hacemos como madres que son incorregibles? El término ‘incorregible’ es muy determinante. Todo se puede corregir en el tiempo. Todo puede cambiar. Depende del ‘contacto’ que seamos capaces de tener con los pedidos o necesidades genuinas de nuestros hijos. Y de la intención que tengamos de revisar nuestras capacidades o limitaciones, para responder favorablemente a lo que el niño demanda. En nuestra sociedad capitalista y acelerada, ¿cómo hacemos para conectarnos con el instinto? El instinto es innato, no es cultural ni aprendido. El engranaje entre lo ‘natural’ y lo ‘aprendido’ ha sido un desafío a lo largo de toda la historia de la humanidad. Cada vez que un acontecimiento nos retrotrae a la memoria innata de la especie (como en el parto y las relaciones sexuales) podemos sentir la ‘distancia’ que hay entre ‘lo que pensamos’ y ‘lo que somos’. ¿El feminismo hizo estragos en nuestra condición de madres? Todo lo contrario. Nos dio la posibilidad de pensarnos con mayor libertad. Que nuestras madres o abuelas no hayan trabajado y hayan estado sometidas económicamente, sexualmente y afectivamente mama ec/66 a los hombres, no las convirtió en mejores madres. Generalmente, ha sido al revés. ¿Qué podemos hacer como madres para que ellos sean padres? ¿Cómo podemos ser exitosas como profesionales y como madres? Lo mejor es nutrir nuestro vínculo de pareja con acuerdos, conversaciones, corazones abiertos, generosidad y escucha. Lo demás vendrá por añadidura. Esta pregunta siempre me resulta extraña. ¿Acaso alguien pregunta, cómo se puede ser buena profesional y tener pareja? O, ¿cómo es posible trabajar y además practicar un deporte? Las personas podemos cumplir múltiples funciones. Es verdad que algunas no requieren casi conexión emocional, y otras la requieren en profundidad. Vincularse con los hijos requiere una intensa conexión emocional, es verdad. Pero entonces, si “eso” nos duele, porque nos remite a historias del pasado que han sido dolorosas, el problema es la conciencia que tengamos sobre nuestras experiencias del pasado, el problema no es el trabajo. Trabajar no contradice, ni complica, ni perturba la relación con los hijos. En cambio, la superficialidad con la que pretendemos vivir la vida, o la distancia que deseamos mantener respecto a nuestras historias afectivas, eso sí que perturba mucho la función materna. ¿Qué deberíamos pedirles a nuestros compañeros en su rol de padres? Depende de qué acuerdos hemos organizado. Las mujeres nos ponemos muy ‘pedigüeñas’ porque no damos abasto, porque estamos limitadas, cansadas, desmoronadas y porque no habíamos imaginado el nivel de entrega, disponibilidad emocional, dedicación, altruismo y generosidad que requiere la función maternante. Lamentablemente, en muchos casos, no tenemos organizada una pareja donde hayamos intercambiado ayuda o disponibilidad de uno hacia el otro; y en épocas de crisis -como la crianza de un niño pequeño- las grietas por falta de diálogo y acuerdos, quedan en evidencia. Por eso, no pensemos qué es lo que deberíamos pedirles, sino qué hemos construido hasta ahora en ese vínculo y qué es lo que estamos dispuestas a cambiar a partir de hoy, que dependa de nosotras. ¿Cuál es la lección más valiosa que venimos a aprender en este mundo en cuanto madres? Creo que la capacidad de dar. En particular, la capacidad de dar prioridad a las necesidades del otro, por sobre las nuestras. La generosidad. Y también, la imperiosa necesidad de vivir una vida más profunda. ¿Qué logramos sobreprotegiendo a nuestros hijos? Dudo que alguien esté sobreprotegiendo a los hijos. Nunca he visto algo así. Es una opinión discutible. ¿Qué significa que alguien le da ‘demasiado’ a otro? ¿Demasiado con respecto a qué? ¿Cómo podemos criar a hijos de nuestros maridos? Depende de nuestra generosidad y de los acuerdos de pareja que hagamos. Del deseo de esos niños de entrar en un vínculo cariñoso con nosotras, y de su edad. Los niños son niños, y si somos capaces de amar, podremos amar a quienes son hijos biológicos y a quienes son hijos por el deseo que tenemos unos y otros de tener un vínculo de amor y solidaridad. ¿Cuál debe ser el rol de los abuelos? El ‘debe’ es hipotético. Prefiero que abordemos las realidades tal cual son, es decir, quiénes son esos individuos que, ahora, se han convertido en abuelos de nuestros hijos. Observemos qué vínculos hemos sostenido a lo largo del tiempo. Porque ellos se van a constituir en los abuelos de acuerdo a las personas que son: infantiles, generosas, abiertas, reprimidas, exigentes, autoritarias o amorosas. No podemos pedir algo que nunca existió. A lo sumo, podremos profundizar nuestros vínculos con ellos, generar más conversaciones o mayor apertura, si nos importa que nues- tros hijos tengan una relación fluida, saludable y nutritiva con sus abuelos. ¿Y las niñeras? Si nosotras somos madres atentas, conectadas con las necesidades de nuestros hijos, si somos capaces de permanecer un rato con ellos en armonía y detectando todo aquello que precisan, seguramente, sabremos dar buenas indicaciones a la niñera o cuidadora de nuestros hijos, porque nosotras estaremos en sintonía con ellos. ¿Puede el deseo de ser madres no aparecer nunca? Claro. El ‘deseo’ teórico de ser madre es relativamente cultural. En cambio, el deseo de proteger, nutrir y amparar a la cría, aparece una vez que el niño ha nacido, raramente aparece antes. ¿Cuál es el desafío de las madres de hoy? Supongo que algo bastante inédito, si observamos los últimos cinco mil años de patriarcado: integrar la libertad, la autonomía y la individuación femenina por un lado, con la capacidad de entregarse durante un corto período a las necesidades de la cría que nace totalmente dependiente de los cuidados maternos, por el otro. Como mamás, ¿escuchamos más a nuestras madres, nuestras amigas o nuestros médicos? ¿Por qué? No lo sé. Supongo que escuchamos demasiado a todo el mundo. Tanto nuestras madres, amigas o médicos pueden ser grandes depredadores de la díada madrebebe y de la libertad para atravesar honestamente la experiencia de la maternidad. Habría que ver si somos capaces de cotejar ‘eso’ que alguien nos dice, con lo que sentimos en nuestro interior. ¿Madre se hace o se nace? Se hace. Es el niño quien nos convierte en madres. Es el niño con su especificidad, su originalidad, sus necesidades, su vitalidad, su potencia y su camino, quien nos conduce por el camino de la maternidad.