Toreo a caballo - Plaza de Toros de Las Ventas

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Andy Cartagena con Francois, caballo de salida
Del caballo polivalente
al caballo especialista
La mayoría de los ‘aficionados’ son capaces de sentir la emoción que provoca ver cómo un caballo domina la embestida de un toro. Sin embargo,
pocos son los que conocen las características que debe reunir un equino
para que, en función de ellas, sea destinado a un tercio u otro.
Texto: Juan Manuel Sánchez-Morate
Fotos: Juan Blas Leal y Archivo de 6toros6
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D
esde 1921, año en que D. Antonio
Cañero transformó el Rejoneo en
Toreo a Caballo, hasta 1950, aproximadamente, los caballos destinados a enfrentarse a los toros, en general, eran caballos poco seleccionados, con condiciones
físicas bastante limitadas y un nivel técnico-táctico elemental. Además, salvo excepciones, la mayoría de los toreros a caballo tenían que llevar a cabo la totalidad
de la lidia con tres, dos o, incluso, un solo
corcel. Eran otros tiempos. Por entonces,
el caballo torero estaba obligado a adaptarse a cualquier situación y resultar polivalente y eficaz. Pero, a partir de la década 1960-1970, gracias a la importancia
que adquirió la lidia ecuestre y a sus
grandes avances técnicos y artísticos, los
toreros a caballo, para torear con mayor
pureza y verdad, comenzaron a incluir en
sus cuadras caballos de contrastada calidad y diferentes razas. Dependiendo de sus
actitudes, aptitudes y habilidades, los caballos comenzaron a ser preparados específicamente. Empezaron a participar en
la lidia, bien en el primer tercio, en el segundo o en el último.
CABALLOS PARA
EL PRIMER TERCIO
Parar al toro de salida es difícil y peligroso. Por lo tanto, para llevarlo a cabo
con eficacia y seguridad es imprescindible contar con caballos que sean resistentes. Deben tener el fondo necesario
para emplearse al máximo de sus posibilidades durante algunos minutos, hasta
conseguir fijar la embestida del toro. Y de-
TOREO A CABALLO
ben poseer la habilidad de regatearlo, llevarlo toreado con temple y, en consecuencia, restarle intensidad a su fuerza e
ímpetu inicial. Deben ser rápidos, porque el toro cuando pisa el albero desarrolla una notable velocidad, y el caballo, necesariamente, tendrá que ser un
punto más veloz para evitar ser tropezado o herido. También es importante la
elasticidad, ya que deberán doblarse con
facilidad, esquivar las acometidas del toro
y poder revolverse en escasos metros.
También deben ser caballos valiente, capaces de superar el miedo y venirse arriba
en situaciones comprometidas. Y contar
con una psicología especial para recuperarse con prontitud y facilidad de sobresaltos, golpes y cornadas.
Cualquier caballo que reúna las mencionadas condiciones y esté bien domado
puede servir para participar en el primer
tercio. Es cierto que durante bastante
tiempo la mayoría de los profesionales optaron por utilizar caballos con predominio de sangre inglesa como: anglo- árabe,
anglo-hispano o anglo-hispano-árabe. Pero,
en los últimos años, debido entre otras razones a la evolución técnico-.táctica experimentada por el toreo a caballo, se están empleando caballos de razas tan distintas como: pura raza árabe, silla francés,
cuarto de milla, argentino; hanoveriano,
lusitano, pura raza española e, incluso, lipizzano.
Respecto a la valoración que debe hacerse de los caballos empleados en el primer tercio conviene decir que, hasta hace
relativamente poco, los equinos destinados
a parar a los toros de salida, en general,
eran considerados ‘caballos gregarios’ o ‘caballos obreros’, cuya misión consistía en colaborar con el caballero a colocar los rejones de castigo. No se les daba importancia
y su labor, prácticamente, pasaba desapercibida. Pero, desde 1990 hasta nuestros días, todos ellos gozan del respeto y admiración que merecen. Tanto es así, que algunos son auténticas ‘estrellas’, caso de Labrit, de Hermoso de Mendoza; François, de
Andy Cartagena o Ladrón, del portugués
Rui Fernandes.
CABALLOS PARA
EL SEGUNDO TERCIO
En el toreo a caballo, el tercio de banderillas es el más importante, técnico y artístico. Por lo tanto, para dotarlo de la pureza y plasticidad que merece, el caballo
tiene que convertirse en una poderosa muleta, capaz de enganchar al toro, llevarlo
Hermoso de Mendoza con Chenel, caballo de banderillas
cosido a su cola y, ayudado por su depurada técnica, facilitar al caballero dejar los
‘palos’ en lo alto del morrillo. Morfológicamente hablando, lo ideal es que los caballos que se destinen a banderillear,
conservando las características propias de
su raza, resulten proporcionados en sus
formas y equilibrados en sus dimensiones,
además de atractivos, esbeltos y, si es posible, espectaculares. Desde el punto de vista técnico-funcional, conviene que dispongan de una sólida estructura ósea, un
correcto sistema muscular y un poderoso
aparato locomotor bien configurado y
perfectamente sincronizado que dote a sus
extremidades de la potencia, movilidad articular y sincronización suficiente para
desarrollar velocidad y parar con seguridad en escasos metros. Asimismo, debe
contar con una excelente elasticidad que
le permita doblarse con suma facilidad
para esquivar las embestidas de los toros,
pasárselos de hocico a rabo o enroscárselos literalmente a su cuerpo. Por otra parte, conviene que disponga de reflejos, intuición y una buena dosis de valor. Que lleve el toreo dentro para que se guste, se
rompa y se sienta en la ejecución de las
suertes. Y, también, que imprima a todas
sus acciones pasión, sentimiento, y creatividad. En definitiva, tendrá que ser un
extraordinario atleta, un excelente estratega y un artista delante de la cara del
toro. En lo que concierne a las razas,
cabe decir que en nuestros días, la mayoría de los caballos banderilleros son lusitanos. No obstante, también es frecuente
encontrar caballos de pura raza árabe, árabe-luso, hispano-árabe, pura raza española
e, incluso, algún caballo de razas tan distintas como la azteca, rusa o appalosa.
Afortunadamente, en el momento actual
son bastantes los caballos banderilleros que
pueden considerarse como caballos ‘estrella’. Los más conocidos son: Distinto y
Guaraná, de Diego Ventura; Chenel, de Hermoso de Mendoza; Belmonte, de J.Moura;
Quieto, de Leonardo Hernández y Pericalvo, de Andy Cartagena.
CABALLOS PARA EL
ÚLTIMO TERCIO
El último tercio o tercio de muerte, en
el toreo a caballo no encierra una gran vistosidad, pero sí una capital importancia,
puesto que de su correcta ejecución y eficacia, dependerá el triunfo final del caballero. Años atrás, los toreros a caballo, en
la mayoría de las ocasiones, utilizaban uno
de los caballos banderilleros más experimentados para ejecutar el último tercio. En
la actualidad, salvo una emergencia, todos
los profesionales cuentan con dos o más caballos entrenados específicamente para dar
muerte al toro.
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TOREO A CABALLO
El perfil del caballo de último tercio
es el que corresponde a un equino muy
bien domado, ágil, hábil, muy intuitivo,
capaz de reunirse con facilidad y de ir
hacia el toro muy de frente y muy despacio, capaz de permitir embroques ajustados y pararse un instante en el centro
de la suerte. De esta manera, el caballero
aprovechará ese instante para hundir el
rejón de muerte. También resulta imprescindible que disponga de gran coraje, valor sereno y confianza en sí
mismo para actuar con determinación y
oficio ante todos los toros. Pero, sobre
todo, ante los que se tapan y ofrecen dificultades.
Tal y como ocurre en el tercio de salida
y en el de banderillas, los caballos toreros
encargados de ejecutar el último tercio
cuentan con un alto nivel técnico y una
excelente calidad, pudiendo ser de razas
distintas. En cualquier caso, la mayoría de
ellos suelen ser lusitanos, seguidos de caballos cruzados, caso de hispano-árabe,
árabe-luso e hispano-anglo-árabe. Algunos de los que atraviesan por buen momento son: Revolera, de Sergio Galán;
Quitasol, de Antonio Domecq, Califa, de
Diego Ventura y Charope, de Leonardo
Hernández.
Sergio Galán con Revolera en el último tercio
CULTURA ECUESTRE-TAURINA
PAVONAR
Etimológicamente, pavonar viene de pavón, color azulado oscuro que presentan algunas aves, entre las que, obviamente, se encuentra el pavo real. Ahora bien, desde el punto de vista funcional, pavonar es el proceso que
consiste en cubrir superficialmente algunos metales, sobre todo hierro y acero, mediante un
capa de óxido de magnesio; capa ésta que por
no constituir par electrolítico ni con el hierro ni
con el acero, no descompone el agua que se deposita sobre la superficie de las piezas elaboradas con los mencionados metales y, en consecuencia, evita la formación de herrumbe que
pudiera dañarlas.
MOSQUERO
El pavonado, según afirma el marqués de Santa Cruz en sus Reflexiones Militares, comenzó a
utilizarse a finales del S. XVII para pavonar las ar-
Mosquero de cuero a la izquierda y de cerda a la derecha
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mas, especialmente las de fuego para preservarlas
de la humedad, y así evitar que se oxidaran. En
lo que concierne al toreo a caballo, el pavonado
se aplica a estribos de la montura, embocadura,
hebillas y espuelas.
Junto con los parasoles -adornos muy vistosos que se colocaban sobre la cabezada del caballo para mitigar los efectos del sol- el mosquero
es uno de los elementos más antiguos de la cabezada, puesto que diez siglos antes de Cristo,
algunos pueblos norteafricanos ya lo colocaban
a sus caballos.
El mosquero que lleva la cabezada vaquera
procede de Andalucía. Es el típico mosquero vaquero, sobrio y sencillo que desempeña un papel muy importante, tanto desde el punto de vista estético como funcional. El mosquero vaquero está configurado por unas tiras de cuero muy
finas y muy flexibles, más estrechas por arriba
que por abajo, en número aproximado de veinticinco y una longitud de unos 30 cms., que van
dispuestas en dos capas y cosidas a la frontalera de la cabezada, para que con el movimiento del caballo oscilen de un lado a otro, como si
de un péndulo se tratara, para impedir que las
moscas y otros insectos se posen sobre los ojos
y orejas del caballo y, en consecuencia, evitar que
le molesten e irriten.
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