Tipo de documento: Fragmento de libro Autor: Luciana Lartigue Título del libro: La Revolución Mexicana Editorial: Ocean Sur Lugar de publicación: México Año de publicación: 2011 Páginas: 34-37 Temas: Fuerzas populares, Fuerzas políticas, México Los campesinos se suman a la revuelta El Plan de San Luis tuvo una amplia y rápida difusión y funcionó como un punto de coordinación y articulación en medio de la creciente convulsión política. Esta situación potenció la capacidad de acción local y multiplicó los levantamientos en respuesta al llamado insurreccional. En el estado de Puebla fue asesinado por la policía el jefe del movimiento en el sur, Aquiles Serdán, dos días antes de la fecha indicada para la rebelión. En el norte del país, el gobernador del estado de Chihuahua, el reconocido maderista Abraham González, intentaba organizar milicias populares. Así fue como decidió entrevistarse con Francisco Villa para ponerlo al tanto de sus planes y convocarlo a sumarse a la revuelta. Para convencerlo le leyó el Plan de San Luis a sabiendas de que el contenido social del mismo resultaría de su interés. Villa no dudó en brindar su apoyo y junto con Pascual Orozco encabezaron levantamientos en los estados de Durango y Coahuila. En los meses siguientes, ya en el año 1911, se registraron nuevos alzamientos que se extendieron por toda la región. A fines de enero, un grupo liderado por Ricardo Flores Magón tomó la Ciudad de Mexicali y logró apoderarse de Baja California. Aun cuando se rebelaron al mismo tiempo que las fuerzas maderistas, estos sucesos no tenían ninguna conexión política con los que se desarrollaban en Chihuahua. Los magonistas perseguían otros objetivos y más allá de derrocar a la dictadura luchaban por transformar radicalmente la sociedad mexicana. Durante el mes de marzo hizo su aparición Emiliano Zapata, quien se levantó en el sureño estado de Morelos acompañado por el maderista Torres Burgos. Del mismo modo, en el estado de Guerrero, otros jefes campesinos se sumarán a los estallidos e impulsarán tomas de haciendas. El 18 de marzo de 1911 apareció en circulación el Plan Político Social proclamado por los estados de Guerrero, Michoacán, Tlaxcala, Campeche, Puebla y el Distrito Federal. El Plan retomaba los principios del Plan de San Luis, reconocía a Francisco Madero como presidente e incorporaba también una serie de demandas sociales como el reclamo de aumentos en los salarios, la reducción de la jornada laboral, mejoras en las condiciones de vida de los indígenas y una solución al problema de la vivienda y la falta de tierra. Uno de sus párrafos expresaba que: «Todas las propiedades que han sido usurpadas para darlas a los favorecidos por la actual administración serán devueltas a sus antiguos dueños», así como que «todos los propietarios que tengan más tierras de lo que pueden o quieran cultivar, están obligados a dar los terrenos incultos a los que los soliciten, teniendo por su parte, derecho al rédito de un 6% anual, correspondiente al valor fiscal del terreno». El plan incluía también demandas de carácter político más profundo como la necesidad de abolir los monopolios. La lucha por la tierra era el verdadero motor de la movilización campesina. El naciente movimiento ofrecía una pequeña luz de esperanza en el porvenir y con ese horizonte los hombres y mujeres del campo se fueron sumando a las guerrillas populares. Madero había regresado el 14 de febrero de 1911 y el 6 de marzo afrontó su primera batalla importante contra el ejército federal. Fue derrotado con sus mejores tropas cuando intentó atacar el poblado de Casas Grandes. Pero a pesar del fracaso militar inicial, el Plan de San Luis y su Artículo 3 habían encendido la mecha revolucionaria. A pesar de su creciente radicalización Madero nunca suspendió las negociaciones con el porfirismo, y en ese marco ambos bandos acordaron un armisticio hasta el día 7 de mayo. Llegada la fecha las tropas revolucionarias encabezadas por Villa y Orozco se encontraban rodeando las puertas de Ciudad Juárez. Madero quería evitar a toda costa un enfrentamiento directo con las tropas federales y ordenó a los jefes revolucionarios que se mantuvieran sin actuar. Pero Villa y Orozco desoyeron sus indicaciones y el día 8 presentaron combate. La batalla duró tres días hasta que la ciudad quedó completamente en sus manos. Esta fue la primera gran victoria de la Revolución. Villa y Orozco fueron los verdaderos héroes de esta epopeya y solo a ellos les cabe el reconocimiento histórico de haber sido quienes decidieron enfrentarse sin vacilaciones al ejército federal del poder político terrateniente. Simultáneamente, a mediados del mismo mes, Emiliano Zapata logró ocupar la ciudad de Cuautla. En los días siguientes, entre el 20 y el 21 de mayo, los federales abandonaron la ciudad de Cuernavaca, capital del estado de Morelos. La Revolución avanzaba y tanto Madero como Díaz entendieron que si no resolvían con brevedad el problema de la sucesión presidencial, el río de violencia popular desatada se saldría de su cauce. Esta conclusión común fue el fundamento del tratado que ambos firmaron el 21 de mayo en Ciudad Juárez. El acuerdo establecía que Francisco León de la Barra asumiría la presidencia interina para convocar a elecciones en los términos que la constitución imponía, al tiempo que decretaba el cese de las hostilidades y el desarme de los revolucionarios. Pero en el texto del acuerdo no figuraba ni un solo renglón que aludiera al problema de la tierra. Nada decía sobre el Artículo 3 del Plan de San Luis por el cual el pueblo —y en particular la masa campesina—, se había lanzado a la lucha. En la Ciudad de México se había anunciado que el viejo dictador presentaría su renuncia el día 24 de mayo. Finalmente, al no concretarse su retiro, una multitud se dirigió al Palacio Nacional en protesta. Como corolario de un gobierno basado en la persecución y la represión, la jornada terminó con 12 muertos y 20 heridos. Sellando tres décadas de terror, al día siguiente Díaz renunció y escoltado por el general Victoriano Huerta, partió al exilio desde el puerto de Veracruz hacia Francia en el barco a vapor alemán «Ipiranga». Murió en suelo extranjero el 2 de julio de 1915. Una etapa de la historia mexicana llegaba a su fin y la paz porfiriana estallaba en mil pedazos. Pero mientras para la burguesía la Revolución había terminado, para los campesinos apenas comenzaba.