La Especialización en el Periodismo

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La Especialización en el Periodismo
José Velásquez Neyra
“El periodista tiene un gran campo de acción por delante, inclusive en organizaciones que necesariamente
no se dedican al negocio editorial. Pero para llegar o otros terrenos necesita aprovechar la invalorable
experiencia que solamente se consigue con un entrenamiento. La especialización puede ser un medio
para surgir dentro y fuera del periódico”.
INTRODUCCION
Alguna vez se dijo que el periodista debía ser un mar de conocimientos con, aunque sea, un centímetro
de profundidad. La expresión en realidad resultaba un tanto presuntuosa pero revelaba gráficamente la
condición del hombre de prensa, que no solamente debía ocuparse de asuntos específicamente
relacionados con su oficio de escribir, sino también con otros conexos como los aspectos gráficos y hasta
de distribución.
El editor de pequeños órganos de expresión es el que mejor puede responder a esta descripción
enciclopédica, pero aún en los mismos diarios llamados grandes, hubo épocas en que menudeaban los
"hombres orquesta", no solamente para cuestiones de redacción, sino también para aquellas otras
surgidas en situaciones de apremio que requerían la presencia de alguien que supliera al armador, cajista
o prensista.
Lo anteriormente mencionado bien puede aplicarse a un largo período en la historia del Periodismo, que
en países más avanzados fue superado a comienzos de este Siglo, pero que, en nuestro país, supervivió
hasta hace poco menos de dos decenios y que, en muchos casos todavía, continúa en la mayor parte de
los periódicos provincianos y los pequeños periódicos capitalinos.
Cuando se habla de estas cosas uno no puede sustraerse a vincularlas con la evolución del Periodismo
como oficio y, naturalmente, a las condiciones inherentes al periodista. Si pegamos una ligera ojeada a la
historia advertiremos que el periodista fue desde el principio una especie de "apis rarae" que no
encontraba un lugar adecuado ni entre las profesiones liberales ni entre los oficios. Era simplemente
periodista. Y al decir tal la imagen que surgía era la de un individuo que más tenía la apariencia de
anarquista que de hombre de bufete. Paralelamente la imagen era para el grueso público casi nada
edificante. Una mala fama de bohemio en la peor manifestación de cantina y lupanar. Pocos escrúpulos
para vender la pluma o en su defecto el silencio, contribuyeron a crear esta imagen desfavorable que
surgía por culpa de unos pocos que tampoco tenían la culpa de haber escogido una actividad mal
remunerada, una profesión de desocupados o un receptáculo para aquellos que habían fracasado en otros
terrenos.
Sin embargo, y paradójicamente, el periódico tenía un peso enorme sobre la opinión y el Periodismo
convertido en "Cuarto Poder", era el fiscal supremo de los poderosos que le temían y trataban de
halagarlo hipócritamente o que en su defecto escogían la vía directa de los hechos para silenciarlo…
Con el periodista se advertía también esta política. Los altos círculos lo admitían porque lo necesitaban,
pero lo ignoraban cuando ya no les significaba un elemento de utilidad. Volvía entonces el periodista a
ese estado curioso de alternar con personajes que no lo consideraban por lo que era, sino por lo que
representaba, (situación que aún subsiste en muchos casos) y, paralelamente, seguía siendo el "apis
rarae" que hemos mencionado anteriormente.
Para la mentalidad popular el periodista ha sido siempre un personaje curioso. El hecho mismo de que
efectúe su labor mayormente en el anonimato y no pueda ser identificado con la misma facilidad que otra
gente, le creó cierto halo de misterio al que debió agregarse aquella mala fama creada por los menos. En
los Estados Unidos, principalmente, ha sido material de primera para hacerlo personaje de novela o tira
cómica y llegó un momento en que el reportero de diario alcanzó la notoriedad de algunos héroes de
ficción, pues solucionaba crímenes y protagonizaba aventuras románticas de película. Esto quizá
contribuyó a crear una imagen más favorable que, no obstante, distaba de ser la imagen real del
periodista.
Yo recuerdo que cuando recién egresado del colegio secundario me decidí a escoger un camino en la
vida, no tuve muchas dudas: quería ser periodista. Entendía entonces que un periodista podía estudiar
una carrera en la misma forma que un abogado, un médico o un ingeniero. Pero ignoraba cuánto
prejuicio había de por medio. Lo afronté todo, inclusive la ira y decepción de mi padre sobre quien había
influido indudablemente aquella leyenda negra del periodista. Y así como pensé que se podía ser
periodista estudiando en una universidad, me enrolé en las filas de la flamante Escuela de Periodismo de
esta Universidad Católica. Tampoco sabía que el prejuicio popular gravitaba también, pero en forma
diferente, en las redacciones de los periódicos donde confesar que se estudiaba en una Escuela de
Periodismo era el mejor argumento para no ser admitido.
Debe agradecerse a las Escuelas de Periodismo y a las entidades gremiales surgidas aquí poco antes de
la mitad del Siglo, haber contribuido a crear conciencia profesional, requisito sin el cual no puede existir
la superación ni el incentivo necesario para hacer una carrera en el Periodismo, ni menos decidirse por
una especialización.
Quizá me he diluido un tanto en esta disertación refiriéndome a aspectos que, aparentemente, no tienen
nada que ver con el objeto de esta charla, pero considero que antes de plantear el asunto central es
indispensable reunir antecedentes que puedan aclarar completamente el panorama.
El concepto de profesionalización que en nuestro país acaba de recibir el espaldarazo de la Ley Nº 15630,
es básico, como lo es también la evolución experimentada por los periódicos que han dejado de ser
exclusivamente un elemento representativo de determinados intereses y que, aparte de significar un
importante vehículo de educación y orientación cívica, son también un negocio.
Este último aspecto es vital. Los dueños de periódicos saben muy bien que un mayor radio de influencia
está determinado por el incremento de la circulación y que una circulación grande no puede conseguirse
elaborando un periódico sin interés. Para conseguir este objetivo es necesario formar un equipo
homogéneo de redactores de óptima calidad que tampoco puede reclutarse al peso.
Indirectamente, entonces, esta necesidad apresuró el camino de la profesionalización porque los
periódicos y otros medios han abierto las puertas para hacer carrera. Aunque las remuneraciones
continúan siendo un tanto menos atractivas que en otras ramas del saber humano, las oportunidades de
surgir son mayores y compensan la aparente desventaja con que se inicia un periodista.
Indudablemente que siempre y en todas partes hay buenas oportunidades para un tipo brillante y esto no
es privativo del Periodismo sino de cualquier profesión. Pero hablando del promedio, las perspectivas
para el periodista son diferentes y muy superiores a las de tiempos pasados.
EL DIARIO: ESCUELA DE EXPERIENCIA
Es incuestionable que el diario constituye la mejor escuela de experiencia para el periodista. Los
egresados de centros de formación periodística acumulan, es cierto, los principios básicos que les
permitirán afrontar en el futuro los complejos problemas del oficio y la técnica. Ahora no se llega al diario
con una venda en los ojos para aprenderlo todo. Esto es una ventaja tanto para el dueño del periódico
como para el principiante. La mejor demostración puede estar en el hecho de que antiguamente se
demoraba más que ahora para escalar posiciones jerárquicas o para conquistar el honor de que un
trabajo apareciera en primera página. Para muchos periodistas veteranos estas cosas son
incomprensibles, pero tienen su explicación. Los tiempos han cambiado y aunque poco a poco se van
perdiendo ciertos matices románticos muy propios del Periodismo, quizá la realidad haga que muchos de
nosotros no concordemos con Jorge Manrique cuando decía que cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Uno de los fenómenos más notables de mediados del Siglo XX ha sido, por eso, la aparición del periodista
especializado. Se especializa en algún tipo de técnica de las comunicaciones o en alguna esfera particular
que necesita "voces" capaces y enteradas para comunicarse eficazmente con su público inmediato o con
su público "exterior". Algunas veces es una combinación de ambas cosas.
El Periodismo, claro está, siempre ha tenido sus especialidades, originadas por necesidades del servicio.
Podría afirmarse que antes nadie se especializó por su propio gusto sino llevado por las circunstancias. Es
aquí donde tiene validez la afirmación de que el reportero tenía que ser un enciclopedista porque
determinado tipo de información, sobre todo en la crónica general, lo llevaba necesariamente a cubrir
asuntos que en otras circunstancias bien podrían haber sido cubiertos por un especialista en la materia,
como entrevistas a científicos, economistas, etc.
Pero después de esta rápida incursión por terrenos especializados quizá la oportunidad no se repetía y
continuamente el cronista o reportero debía seguir, como el picaflor, posándose aquí o allá para informar
(le todo.
El entrenamiento en la crónica general del diario es por eso condición básica para la especialización; su
punto de partida. Es solamente allí donde se adquiere práctica global del oficio y se logra después
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penetrar en el secreto y al parecer complicado mundo de la información. Cuando se llega a eso es
momento de pensar en la especialización como un arma para el futuro.
Tal sucede en otras profesiones. Nadie, que sepamos, llega a una especialización sin haber adquirido
conocimientos generales y sólidos en la profesión escogida. Los médicos, los ingenieros, los abogados,
etc., se especializan progresivamente. Los periodistas también deben hacerlo y de hecho lo hacen así,
aunque muchas veces inconscientemente.
Mas, hay diferencias. Frecuentemente se da el caso de que un periodista no puede permitirse el lujo de
escoger una especialización sino que llega a ella en forma casual. Insistiendo en el entrenamiento
general, también es bueno señalar que éste no solamente logra crear práctica de oficio o experiencia,
sino que, además, contribuye a hacer muy amplio el campo de los contactos personales o institucionales
que es tan necesario como la misma versatilidad profesional.
Es sabido que aparte de los beneficios sociales del empleado particular, el periodista no acumula otro
capital que la experiencia y los contactos. Este capital es vital para el futuro. Si antes de esperar una
jubilación, que tarda demasiado, se anima a incursionar en campos conexos, tendrá que recurrir a esa
experiencia y esos contactos para lograr el éxito.
El camino de la especialización empieza con el cuadro de comisiones y la asignación de fuentes fijas. En
realidad, es necesario antes establecer dos tipos de especializaciones: una determinada por la fuente y
otra que es la especialización por materia, aunque en muchos aspectos ambas tienen algo en común.
Habría que incluir también entre los especialistas al periodista de revista y al de Agencia Noticiosa cuya
técnica es diferente a la del diarista.
El periódico, por cierto, ha tenido siempre sus especialistas y aún especialidades dentro de las
especialidades. Claro que ahora aquello va siendo el producto de un planeamiento deliberado, no sólo de
parte del periodista ambicioso o que tiene un interés personal en ello, sino también del mismo periódico.
El avance de la ciencia y la inclusión de materias que hace pocos años eran privativas de las secciones de
amenidades han adquirido ahora gran importancia y obligado a los periódicos a dedicarles mayor espacio
con la consiguiente necesidad de hacer que esos temas sean tratados por personal ad-hoc. Todavía hay
especialistas que alcanzan esa condición gracias al azar o las circunstancias. Es clásica ya la frase aquella
del Jefe de Informaciones que le dice a un perplejo subalterno: "Fulano: desde hoy usted será redactor
de asuntos económicos…"
ESPECIALIZACIONES POR FUENTES
Decíamos que la fuente es el primer paso a la especialización. Dentro de la crónica general puede haber
tantos especialistas en función a la fuente cuanto más vasto sea el terr eno informativo por abarcar. Es
así como se destaca redactores permanentes a cubrir determinadas actividades, como son : partidos
políticos, el Parlamento, los Ministerios, los Tribunales, dependencias policiales, las Municipalidades,
instituciones privadas como clubes, por ejemplo; sindicatos, congregaciones religiosas, dependencias
episcopales, aeropuertos, etc.
Estos periodistas llegan a obtener dominio de fuente pero no logran convertirse en lo que entendemos
por especialista en sí. Las conexiones y la habilidad y rapidez con que pueden conseguir las noticias, así
como el conocimiento adquirido en el permanente cultivo de la fuente, los convierten en valiosos
elementos dentro de la redacción.
La especialización por fuente puede llegar a formar especialistas en materia aunque en este aspecto hay
que diferenciar al especialista que enfoca asuntos concretos con criterio crítico y que son publicados en
las páginas editoriales y al otro que elabora trabajos para las secciones informativas.
Progresivamente, entonces, el reportero asignado a determinada fuente fija va adquiriendo dominio de la
materia que indudablemente debe complementar con un estudio más profundo de la especialidad Todos
ellos tienen posibilidades de trabajar posteriormente en forma independiente, editando sus propias
publicaciones o, en su defecto, convirtiéndose en asesores de prensa en diversas entidades.
Dentro de las ramas propuestas, quizás tengan mayor porvenir económico los especialistas en cuestiones
sindicales y aquellos que, por conexiones con dependencias públicas, pueden llegar a convertirse en Jefes
de las respectivas Secciones de Prensa, con posibilidades de hacer carrera en la administración central.
Me había referido también a las especialidades que ya existían en los periódicos antes que surgiera el
nuevo concepto. Estas eran (y son) las referentes a asuntos deportivos, policiales, culturales, de
espectáculos y quizá sociales y femeninos. No incluyo los asuntos económicos y comerciales porque es
relativamente reciente la especialización en el estricto sentido de la palabra. Antiguamente estas cosas se
hacían con material cablegráfico y cuadros remitidos por la Bolsa, la Superintendencia de Bancos, etc. El
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encargado de estas secciones simplemente se limitaba a pautear y rellenar la página con el material
disponible sin preocuparse de buscar sus informaciones propias, tal como sucede actualmente.
El tipo de especializaciones anteriormente mencionado es más útil para el periódico que para el periodista
si pensamos en el aprovechamiento ulterior y personal que quiera hacerse de ellas. Probablemente los
especialistas en cuestiones femeninas sean los que salen mejor librados, no así los deportivos y de
espectáculos, que solamente pueden disfrutar de ciertas "granjerías" inherentes a la especialización
(pases libres, activa vida social, etc.) mientras dure su permanencia en esas secciones.
Es importante señalar que la asignación por fuente no es eterna y que los editores tienen bastante
cuidado en aplicar un procedimiento de rotación para evitar, entre otros peligros, la tendencia a la rutina
que es tan nociva como la ignorancia misma.
Las actividades que pueden ser susceptibles de informaciones propias son casi ilimitadas en el mundo
moderno y los periódicos están materialmente imposibilitados de incluirlas a todas en sus páginas. Por
eso hay un proceso eliminatorio que consiste en escoger aquellas que son más interesantes para un
número mayor de lectores o que, sin ser particularmente interesantes para la mayoría, son importantes
para círculos representativos.
Esta necesidad ha traído consigo la aparición de páginas especializadas que han sido encomendadas a
personas muy versadas en la materia, pero que en la generalidad de los casos adolecen de un
desconocimiento casi absoluto de la técnica periodística y en algunos casos de elementales principios de
redacción. Por eso la tendencia actual es en el sentido de entrenar periodistas para estos menesteres,
adoptando así un procedimiento inverso a lo usual, porque es mucho más fácil y conveniente,
"adoctrinar", si se me permite el término, a un reportero, que enseñar Periodismo a un especialista
llegado de la calle.
Por cierto que este "adoctrinamiento" no pretende la formación de expertos, pero consigue compenetrar
al sujeto en la materia escogida. Hay Jefes de Informaciones que tienen mucho olfato para seleccionar a
sus futuros especialistas y puedo asegurar que pocas veces se equivocan.
Tal vez la experiencia personal que tengo en estas cosas sea el mejor argumento para mi afirmación.
Cuando me alejé del diarismo ingresé en una agencia que presta servicios de prensa a una empresa
automotriz, a una empresa minera y a una compañía textil y que, además, edita una revista de
mercadotecnia. Mis conocimientos en esas especialidades eran muy escasos y tuve que llegar a ellos
mediante un ulterior entrenamiento rápido que me permitió convertirme, si no en un experto, por lo
menos en una persona que aborda esos temas con propiedad y conocimiento. La tarea se me hizo más
fácil porque lógicamente había acumulado práctica de oficio, cosa que me facilita encontrar el ángulo
noticioso apropiado, en forma tal que mis despachos no encuentran resistencia formal en las páginas
económicas de los diarios locales.
Y no es que quiera adoptar una actitud presuntuosa al respecto, ni que deje de lado la vinculación
amistosa que me une a los encargados de las páginas especializadas. Sencillamente mi intención es
explicar que cuando una noticia tiene interés, recibe acogida en cualquier publicación. Eso me lo
demostré a mí mismo durante un lapso prolongado remitiendo despachos a los diarios sin identificarme
personalmente. Los "Pressreleases" eran publicados porque seguramente interesaban. Y ese trabajo no
puede realizarlo un especialista "químicamente puro", improvisado como periodista.
El profesional cuya experiencia combina tanto la especialización como el Periodismo, encontrará entonces
que, cualquiera que sea el tamaño de su medio informativo, puede prestar servicios más valiosos a quien
lo emplea y a su público. Tiene la capacidad para reconocer (e inclusive prever) las noticias de verdadera
importancia y sabe cuáles son las mejores fuentes a las que puede recurrir. También tiene la ventaja de
poder contar con algo más que el mero "vocabulario fundamental" con que ha intentado a menudo
bastarse el cronista standard.
Primerísima opción con miras al futuro tiene la especialización en asuntos económicos. Esta materia goza
de la preferente atención por parte de los diarios que encomiendan sus páginas financieras a personas
con una buena base cultural y lógicamente con suficientes conocimientos de Economía. El mero contacto
con las fuentes permite al especialista en esta rama llegar a poderosas organizaciones industriales y
comerciales que quizá en un futuro mediato le abran las puertas para incorporarlo. _ Pero también hay
muchas otras especializaciones por materia. Mencionemos al Automovilismo, la Agricultura, Ciencia,
Medicina en particular, Vivienda, Construcción, Turismo, Educación, Transportes (mar, tierra, aire) y
muchas otras más. En todas ellas hay la alternativa de poder efectuar redacción técnica y no-técnica,
siendo esto último lo más accesible al periodista de crónica general que desee buscar una especialización.
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El campo de las especializaciones es mucho más vasto si salimos de la esfera del periodismo impreso
para incursionar en otros medios como la Radio, la Televisión, el Cine, la Publicidad y las Relaciones
Públicas (estas últimas sólo en el aspecto de Comunicaciones) cada una de las cuales tiene subespecializaciones. Pero para llegar a todas ellas hay que poseer un previo entrenamiento periodístico, un
conocimiento general del oficio.
Aún en el mismo periódico existen otras especializaciones que no son precisamente de redacción o
estrictamente periodísticas en el más cabal sentido de la palabra. Excluyo a los dibujantes y reporteros
gráficos, que también son elementos muy importantes para la elaboración de los periódicos, pero que
desarrollan oficios que requieren de una técnica propia.
Más bien podría hablarse de los diagramadores, archiveros y hasta supervisores de Taller, con incidencia
en la dirección de armadura. Si bien es cierto que estas especializaciones son más bien técnicas, podrían
ser las apropiadas para aquellos reporteros que no reúnen las condiciones necesarias para brillar en la
Redacción. Puede suceder también que algunos jóvenes se hayan iniciado en esas ramas y que más tarde
descubran aptitudes que los conviertan en redactores.
CONVENIENCIAS E INCONVENIENCIAS DE LA ESPECIALIZACION
Por ser de tan palpitante actualidad, el asunto es muy discutido. Ahora ya no se habla de la
especialización en el periódico sino de la especialización antes del periódico, lo cual quiere decir que el
entrenamiento especializado debe hacerse en la Escuela de Periodismo. Muchas instituciones docentes,
particularmente en los Estados Unidos, sólo admiten a estudiantes graduados a quienes enseñan
Periodismo. Otras, por el contrario, tienden a aumentar un año más de estudio para preparar
especialistas. El fenómeno todavía no se advierte en nuestro medio pero seguramente el problema se
presentará más rápidamente de lo que suponemos.
Mientras tanto analicemos la cuestión. Desde el punto de vista del periódico, la especialización, tanto por
fuentes como por materias es necesaria para aligerar el trabajo, ganar tiempo y, sobre todo, informar
con exactitud suponiendo que el especialista domina su campo particular.
Los problemas para el Jefe de Información se alivian, pues la presencia del especializado supone también
que muchas noticias serán conseguidas por iniciativa propia.
Para el periodista las ventajas son mayores si se mira el asunto con criterio prospectivo. Lo aconsejable,
sin embargo —y es necesario recalcarlo aunque parezca un lugar común— es que el hombre de prensa
que se decide por una especialización escoja un campo para el cual tenga aptitudes y vocación. Las cosas
no resultan cuando se trabaja en terrenos o actividades desagradables. Hay que desarrollar por eso
iniciativa, profundizarse en la especialidad estudiando y estudiando hasta llegar a una compenetración
con la materia escogida.
Pero también es conveniente evitar el extremo. O sea verlo todo con el ojo del especializado, pues se
corre el peligro de ingresar en una senda sin variantes. La misión del periodista especializado no es
solamente llegar a su "público particular", sino al público general. Ahí radica el secreto de su éxito.
Un argumento contra la especialización es que en determinados momentos el periodista incurre en
pecados de rutina que lo llevan a un encasillamiento de procedimiento y a la larga a un virtual estado de
mecanización, sobre todo en la redacción o el enfoque de las noticias de su especialidad.
Quizá sea por eso que en diversas oportunidades los Jefes de Informaciones han destacado a personal
no-especializado para cubrir determinados acontecimientos privativos del especializado, desatando la
santa ira de los presuntamente afectados. Una razón justificatoria de estas medidas es precisamente esa:
superar la rutina, sobre todo en las crónicas, redactadas a veces siguiendo un patrón conocido y gastado
por el especialista. Entonces éste debe actuar con un criterio diferente. Debe pensar que no todos saben
que él sabe y que cualquiera que sea la actividad a tratar siempre hay un ángulo novedoso. El hecho de
haberse enrolado en una especialización no es razón suficiente para creer que se está en un mundo
diferente. El especializado debe vivir sus noticias con el mismo entusiasmo que el reportero y transmitir a
cada una de sus notas el mismo vigor de cualquier información general, porque después de todo es un
periodista. Si olvida este principio fundamental, pensemos que ha fracasado.
UN MUNDO POR DELANTE
En la obra "Periodismo Moderno", se cita a un editor que confesaba: "Si cuando uno de nuestros
redactores llega a los 35 años sin haberse especializado, es indudable que no progresará más". Cuánta
verdad hay en esta afirmación. Querámoslo o no, vivimos en un mundo cambiante y hoy no es posible
aplicar los mismos procedimientos o fórmulas de hace una década.
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En el caso particular del periodista profesional, el futuro cuenta mucho. ¿Hasta cuándo se podrá
permanecer en la Redacción? Ninguno de nosotros puede negar que muchas veces haya cavilado
seriamente en estas cosas ni que haya sido poseído de un ligero malestar después de analizar fríamente
sus posibilidades futuras.
Joe Alex Morres cuenta en su obra "Hora de Cierre Cada Minuto" que un veterano reportero de la United
Press había presentado su renuncia redactada en términos cablegráficos diciendo a su jefe: "Noches
largas… sueldos bajos… vida corta". Pocas veces he encontrado algo que diga tantas cosas en tan pocas
palabras y que pinte tan gráficamente la situación del periodista que ha llegado a una edad en que
necesita decidir su suerte.
Nuestra profesión es apasionante pero a la vez absorbente. El hombre que fue ganado por la vorágine
difícilmente puede librarse de ella y permanece esclavo de esta pasión con la misma fidelidad que el
drogadicto. La vida en la Redacción es vertiginosa. El periodista enfrenta diariamente situaciones nuevas
y aborda y resuelve problemas sin mayor dilación. Todo es urgente, nada puede esperar. Más tarde es,
por lo general, demasiado tarde.
Ganado por este tráfago el periodista se entrega de lleno a su profesión olvidando a veces que tras él hay
un hogar que reclama su presencia. El tiempo discurre inexorablemente y sus huellas se hacen sentir
más rápidamente en el periodista que en cualquier otra persona. El hombre se gasta al igual que la
máquina y los arrestos del comienzo no son perdurables.
Por eso antes de doblar la esquina la mayoría opta por dejar el periódico para iniciar una actividad que le
permita asegurar la segunda mitad de la vida. Las oportunidades están abiertas para todos en una serie
de organizaciones, particularmente comerciales o industriales que necesitan de Consejeros de Prensa
para iniciar o proseguir su diálogo con el público. Insensiblemente el periodista veterano ingresa en el
campo de las Relaciones Públicas asumiendo responsabilidades específicas de servicios de prensa. Es
aquí, en esta nueva etapa, donde la experiencia acumulada y los contactos, que son su capital de
trabajo, comienzan a rendir sus frutos.
Una retirada oportuna es aconsejable. Cuando ya se ha hecho de todo en el diario y uno comprende que
ha llegado a un límite en su carrera, es preferible partir. La esperanza de la jubilación es discutible,
máxime teniendo en cuenta que los editores prefieren gente joven antes que figuras venerables cuyo
prestigio se asienta sobre glorias pasadas.
Por lo demás, existe un peligro de inestabilidad en el empleo. Para nadie es un secreto que la existencia
de mayores beneficios sociales ha resultado perjudicial, ya que ha puesto en alerta a las empresas, las
que, naturalmente y antes de tener que soportar cargas futuras, prefieran limitar su personal a lo
indispensable. El fenómeno es general y no se circunscribe solamente a las empresas periodísticas. Los
mayormente afectados son los empleados con 10 ó más años de servicios. Felizmente se presenta la feliz
paradoja de que mientras el diario ya no gusta de los veteranos, otras empresas son las que prefieren
periodistas maduros y experimentados para encomendarles sus servicios de prensa. El profesional que se
especializó y tomó en serio ese terreno particular es el que puede salir mejor librado. Inclusive
encontrará retribuciones más sustanciosas por su trabajo y empezará de nuevo con mayores bríos.
La quietud de una oficina no es por cierto el ambiente más adecuado para un reportero acostumbrado al
bullicio de la Redacción, pero fuere donde fuere, el periodista profesional continúa siendo tal. El escenario
ha cambiado mas no el hombre, que ha descubierto un mundo nuevo en el cual puede desarrollar sus
aptitudes, naturalmente, amoldándose a las circunstancias.
Lo importante es continuar siendo periodista en un empleo especializado. En esa forma pasará más
inadvertido el cambio porque después de todo uno sigue siendo el mismo. Lo único que ha sucedido es
que dejó de ir todos los días a la Redacción.
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