Gloria Serpa Flórez de Kolbe JULIO FLÓREZ: EL MILAGRO DE USIACURÍ Disertación Academia de Historia de Bogotá Miércoles 4 de diciembre de 2013 Comienzo esta disertación con unas pocas palabras que logren expresar el regocijo que inunda a esta institución fundada por mi admirado amigo de niñez, Álvaro López Pardo, condiscípulo de colegio y universidad de mi hermano mayor, el psiquiatra Roberto Serpa Flórez, quien con cariño lo recuerda, y aún lo sobrevive a sus 88 años de edad. Hablo de “regocijo”, ante el inicio de una ACADEMIA DE HISTORIA DE BOGOTÁ, hoy bajo de nuestro Presidente don Jorge Guzmán Vicepresidenta doña Elvira Cuervo de Jaramillo, respeto y excelentes augurios. nueva era para la la acertada dirección Moreno y nuestra a quienes saludo con Nos estamos reuniendo hoy en la ACADEMIA DE HISTORIA DE BOGOTÁ a petición del lamentado señor Presidente Don Carlos Monroy, quien a principios de este año, me ofreció una fecha para que tomáramos parte en el Homenaje Nacional a los noventa años de la coronación y muerte de Julio Flórez como poeta colombiano. Las celebraciones del país durante este año 2013, han inundado al territorio nacional de recuerdos del poeta, de preguntas y respuestas, de dudas y recelos. Es interesante, por lo menos, caer en cuenta de cómo una persona dotada solamente de sus valores personales, llegó a convertirse en un personaje conocido y apreciado, leído y cuestionado en todos los niveles del mundo social y cultural de habla hispana. Y cuánto ha crecido la leyenda que fabricó el enjambre de sus admiradores, sus seguidores y sus detractores. Para comenzar la presentación de Julio Flórez, le paso la palabra a tres críticos literarios que han definido claramente la obra poética de Flórez a través de la historia: el primero, Carlos Arturo Torres, contemporáneo del poeta quien escribiera en Estudios ingleses Estudios varios publicado por la Editorial Álvarez Barco de Madrid en 1898 pp. 257-260, que leo en versión resumida por el hijo menor del poeta, el médico Hugo Flórez Moreno: “Su carácter entero le ha mantenido apartado, independiente, rechazando pérfidos halagos con el orgullo de buena ley (…) que le hace mirar con benévolo desvío el aplauso o la befa de la inconsciente multitud que lo lee y pretende juzgarle. (…) Pero aquí cabría preguntar: ¿en la época en que ha tocado en suerte a Flórez desarrollar su estro, es posible hacer otro uso de las dotes maravillosas? ¿En el retraimiento de Flórez, en su ensimismamiento (en el sentido literal de la palabra) no tienen mucha parte las circunstancias? 1 Flórez es uno de nuestros poetas más originales. El genio literario le viene por algo que me atrevería a llamar herencia patológica, de la cual están contaminados también sus hermanos (…) El mundo objetivo y el interior se le presentan por su faz poetizable, bien así como si en su pasmosa facultad asimilativa, hiciera propio, o a lo menos, marcara con el sello de su vigorosa personalidad, todo lo que sus potencias superexcitadas perciben. De aquí que, cuando se aparta del tema de sus propios sentimientos y quiere describir algo, (…) él ciertamente los ve como los pinta; pero no realidades, porque la prosaica realidad de las cosas no corresponde al concepto que el poeta se ha formado de ellas; y como su alma está de ordinario dolorida, todo lo ve al través de un prisma de sombras; de aquí su concepción pesimista de la vida, y de aquí también que, para calmar sus anhelos, vaya a reclinar, según él mismo nos lo dice en sus versos, en el seno pérfido del aturdimiento y del orgiástico delirio, una frente que Grecia hubiera orlado de laureles. No dispongo de espacio para hacer aquí un recuento de sus numerosas producciones; pero en todas ellas, (…), y en tantas y tantas otras, los versos fluyen como de venero indeficiente, numerosos, centellantes, soberbios; y todas ellas, diversas al parecer en asuntos, revelan por varios modos la misma cuerda dolorosa, como a través de las cambiantes olas azules y de las espumas irisadas, se adivina siempre el negro fondo del abismo. (…) Julio Flórez es el más caracterizado representante de su época. Su musa ardiente, generosa, ahogada por el medio, enmudecida por la adversidad, es el símbolo más verdadero de esta generación que va pasando sin dejar huellas, recortadas las alas por mutilación inhumana, hundiéndose en lo desconocido, velada de tinieblas y de abatimiento.” El segundo crítico que citamos hoy, es el maestro Rafael Maya, excelente poeta de nuestras letras y gran estudioso de la poesía colombiana, autor de uno de los mejores análisis de la obra poética de Flórez, escogido como prólogo del primer tomo póstumo de poesías, Oro y Ébano, cuya conclusión final me dispongo a leer: “Quien conozca las antiguas colecciones de versos del poeta colombiano, y lea ahora este libro, advertirá todos los grados y matices de esa profunda transformación. (…) Con efecto, estos fueron los últimos versos del poeta, guardados hasta hoy con cariño filial por sus descendientes y destinados a hacer resplandecer una nueva y acaso perdurable primavera sobre su nombre, en estos días angustiosos, en que una concepción neorromántica del arte y de la vida quiere hacer de todo lo escrito por el hombre, un reflejo de las angustias personales y un eco de la desesperación universal.” Y el tercero, Enrique Santos Molano, periodista, escritor y crítico, quien declaró a la opinión pública en el año 2006: “… en el caso de Julio Flórez la popularidad ha resultado peyorativa. Le ha servido al enorme poeta chiquinquireño para ser menospreciado por la crítica como un bardo menor y sensiblero, cuando es, por el contrario, uno de los más profundos y sugestivos.” 2 Ahora, como consecuencia de la popularidad de Flórez, quisiera leer mi Carta nunca remitida, que nos colocará en la tónica de entender un poco más el ambiente que ha rodeado al poeta colombiano. I. TEMA: CARTA NUNCA REMITIDA Me niego a creer que Julio Flórez hubiera participado en cofradías masónicas aunque doña Edda Cavaricco haya soltado entre las líneas de un excelente ensayo sobre esta remota posibilidad que, al ser someramente examinado, no contiene argumentos sólidos como para colocar a Flórez entre los participantes de la masonería. Sin embargo, la personalidad típica del siglo XIX de muchos de nuestros poetas hispanoamericanos, se adaptaría bien a las características de ese movimiento de origen europeo que actualmente es la mayor sociedad secreta con que cuenta la humanidad, siendo la iglesia católica su principal oponente. Después de examinar las corrientes en las que nadaban los artistas colombianos de finales del siglo XIX, en el ambiente político que respiraba el país durante épocas continuas de guerra civil -muchas de ellas catalogadas en mi Biografía de Flórez como guerras de religión-, el poeta Flórez, por su educación y ambiente religioso de hogar y aldea, se hubiera adaptado bien al esquema masónico de “hombre adulto de buenas costumbres, creyente en un Ser Supremo y en la inmortalidad del alma”, como rezan las bases para hacer a un masón. Pero no nos hemos topado nunca en su historia con este concepto de “masón” hasta el día de hoy, como tampoco me topé durante los diecisiete años de investigación para mi biografía del poeta Julio Flórez. Según mi experiencia de niñez, el delicado concepto Masón, infundía temor en las gentes al ser mencionado quizá por respeto a sus fuerzas oponentes: la iglesia y las sociedades antimasónicas. Pero hoy, ante la undívaga posibilidad que ha lanzado Edda Cavarico al aire público, de que Flórez pudiera haber sido un masón, creo que debo alertarme, bajo mi responsabilidad de biógrafa del poeta Flórez que la historia literaria colombiana me ha venido atribuyendo desde hace años. Ya Julio Flórez tuvo suficientes problemas por seguir sus impulsos románticos. Cuando se habla de romanticismo no se está refiriendo propiamente a suspiros ni a miradas lánguidas a la luna… estamos refiriéndonos a la actitud contemplativa de los poetas de la época, al deseo de soledad o distancia del barullo, a la búsqueda de la naturaleza como respuesta a sus estados personales de tristeza o desilusión de la sociedad o el orden que imponía el Estado… no es posible que todavía se piense que “cómo puede ser, que los bohemios bogotanos durante las guerras civiles de fin de siglo pasaran las noches de libación en libación recluidos en su Gruta Simbólica recitando versos, o en tabernas y trastiendas de abarrotes, y que 3 llegaran a amanecer dormidos sobre costales de papa”… y ¿por qué no, si el famoso “toque de queda” les impedía salir, a menos que se arriesgaran a pasar la noche en los calabozos del cuartel de San Agustín capturados por las rondas de soldados que custodiaban las calles de la helada ciudad… Y amanecían tal como ahora amanecen los escolares, recostados sobre almohadones en el salón de la casa hospitalaria de los padres de sus amigos, solamente que sin desayuno a la carta sino sobre la dura realidad de un bulto de papas? Julio Flórez sí fue un escritor consciente de su obra, como tuve oportunidad de demostrarlo ante mis colegas de la Academia Colombiana de la Lengua hace unos meses en su sesión de homenaje al poeta colombiano. Flórez invirtió siempre sus fuerzas literarias de inspiración romántica en sustento de vida para su familia, y siempre se preocupó por publicar los libros de su ejemplarizante bibliografía de trece obras, desde su primer libro Horas, hasta la segunda edición de Flecha Roja, poesía épica solicitada por el general Uribe Uribe en el frente tortuoso de la Guerra Civil. Flórez sí fue un individuo de imaginación y acción que, al formar una familia, compró con sus ahorros percibidos en sus giras poéticas, un terreno en Usiacurí, el árido Caribe colombiano, donde construyó con sus manos un ranchito de paredes de barro pisado y techo de paja, y consiguió un par de vacas para proveer de alimento a sus niños y conservar su heredad activa y no porque se hubiera convertido en un burgués, como le espetó algún día ofensivamente el poeta Eduardo Castillo; Flórez produjo alimento para su familia y dejó como ejemplo a sus hijos, la noción de que un poeta también puede empuñar el azadón para convertir el trigo en pan, como siempre aconsejaba a los mendigos en sus poemas… De modo que le pido a la escritora, doña Edda Cavarico, que no sigamos acumulando cenizas sobre las estatuas de los héroes como lo hacen las palomas cuando repasan sus níveas plumas en los parques… No sigamos esculcando en la historia ni echemos a rodar bolas de nieve que muchas veces no tienen fundamento y que si no aplastan a nuestro objetivo tal vez pudieran aplastarnos a nosotras mismas. Dejemos así, querida Edda, dejemos así y más bien investigue sobre testimonios tangibles que la logren sacar de su duda, ya que usted seguramente debe tener acceso a los archivos masónicos del país. Con el debido respeto, Gloria Serpa Flórez de Kolbe Sept. 2013 II. TEMA: MI POSICIÓN FRENTE AL TEMA PRINCIPAL, LA POESÍA Si me preguntan a mí, con vergüenza diría que la poesía no es mi género literario preferido, quizá el teatro, si no baja de Shakespeare 4 o de Richard Wagner, o la narrativa que he venido descalificando siempre, ya que prefiero no gastar mi tiempo en lecturas producidas por mentes muchas veces sin fondo histórico adecuado ni algún sentido filosófico. En conclusión, mi tema preferido es la historia. Hace un mes escuché en esta Academia de Historia, las palabras del discurso de despedida de nuestro vicepresidente saliente, referentes a los valores que aportan las leyes de herencia en los oficios humanos, e inmediatamente relacioné la figura de mi madre, siempre inclinada sobre su escritorio, plasmando en sus tres álbumes de genealogía familiar sus notas manuscritas tomadas en las visitas casi diarias al Archivo Nacional de la Biblioteca Nacional, álbumes que han venido a constituir la cuna ancestral de mis investigaciones sobre vida y milagros de mis antepasados. Por eso, al recibir gratificantes honores como ser elegida miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y las de Historia de Bogotá y de Santander, presiento que he cumplido con mi cometido: ser una historiadora como lo fue mi madre, miembro activo de la Academia de Historia de Santander desde 1932, año siguiente al de mi nacimiento. Y entonces tomé como base y principio de mis labores, estudiar la figura de Julio Flórez, analizar sus valores y enderezar entuertos, si es que los había, dentro del halo de murmullos callejeros que persiguieron incesantemente su figura de poeta bohemio. Y a eso vengo hoy, que es una fecha muy importante en la historia literaria nacional al final de este año 2013, en el cual, por primera vez en la historia de la vida de este poeta dedicado a servir al país con su pluma y sus sentimientos, el gobierno colombiano le ha reconocido a tiempo el sitio que le correspondió desde que él tomó la vocería del pueblo colombiano y se convirtió en su voz interna donde se volcaron, y se siguen volcando, emociones, amores, miedos y desengaños. Unas hojas volantes antigobiernistas a final de los turbulentos años de fin del siglo XIX (1890), llevaron a Emilio Murillo y a Julio Flórez a ser huéspedes del panóptico nacional donde compartieron varias veces su estancia con otros destacados liberales. De estos encarcelamientos quedaron anécdotas que narran la actividad desarrollada por los artistas para hacer más llevaderas sus condenas: “Jorge Pombo Ayerbe (1853-1912) se destacó por sus improvisaciones y comentarios llenos de humor, en tanto que Murillo y Flórez hicieron célebres composiciones, como Canción mística, que nació de este confinamiento”, dice una comentarista del tema. Desgraciadamente, de esos momentos críticos de su vida como ídolo nacional, también se desprendió su última tragedia: es probable que el cáncer que carcomió su cara y lo condujo al final en sus cincuenta y siete años, tuviera origen en el descuido culposo de sus carceleros bajo el mando del Ministro de Guerra quien no permitió que se le proporcionara al poeta ningún auxilio para una aguda emergencia 5 dental. Sobre este tema publiqué en mi biografía de Flórez un documento revelador tomado de la libreta de apuntes de su compañero de condena escrito el 15 de octubre de 1900 y publicado en el periódico Gil Blas en enero de 1923, con motivo de la coronación de Flórez. 1. Lectura de Libreta… en “Todo nos llega tarde…” p. 288 III. TEMA: JULIO FLÓREZ FUE SIEMPRE UN ENIGMA En 1904, el poeta Flórez, fue obligado a ausentarse definitivamente de Bogotá tras veinticinco años de residir en la capital, a donde había llegado de Chiquinquirá con su familia y su padre, el médico Policarpo Flórez, colaborador político de Rafael Núñez, a principios de los años ochenta del siglo diecinueve. Y casi un cuarto de siglo después, saldrá Julio Flórez de su hotel hacia la estación del tren, para embarcarse en el bajo Magdalena en el vapor presidencial Hércules, ofrecido por el Presidente General Rafael Reyes para alejarlo del país y comenzar su destierro, llamado también “giras poéticas” y “desempeño de cargo diplomático”. Destierro que no terminaría sino al final del mandato del General Reyes, quien sin lugar a dudas, y a pesar de haber enviado al poeta lejos de la patria, fue siempre un admirador de Julio Flórez, según he leído en su correspondencia. Tras desplazarse durante tres años en apoteósicas giras poéticas por los países del Caribe y Centroamérica donde también publicó tres libros de sus poesías; pasar dos años en Europa y recibir los honores diplomáticos correspondientes a su rango en España; de ser presentado al Ateneo de Madrid por el escritor colombiano Alfredo Gómez Jaime; compartir dignamente numerosos agasajos con Rubén Darío, Francisco Villaespesa, Valleinclán, Manuel y Antonio Machado, Vargas Vila y José Santos Chocano; publicar en Madrid, Barcelona y París cuatro libros de poesía; besar la mano de duquesas y condesas; de recibir en la capital de Francia una hermosa carta de Rufino José Cuervo en la que le concede los mejores créditos como “maestro consumado que domina la lengua”, regresa Julio Flórez cargado de gloria a Colombia en febrero de 1909, cuando termina el período del General Reyes. En Barranquilla ofrece un gran recital de saludo a su patria y… desaparece. Bogotá lo esperaba con impaciencia, pero Julio Flórez había desaparecido misteriosamente, tan misteriosamente que se lanzan cábalas de que el poeta ha muerto… tal como escribió Max Enríquez Ureña en la importante revista literaria “Unión-Iberoamericana” de Madrid, en una crítica que nos revela cuál fue la visión que se tuvo del poeta colombiano en Centro América y en la España culta de ese entonces, principios del siglo XX. Podemos afirmar que ese equívoco o noticia errada, a la larga tuvo como consecuencia afortunada que 6 Enríquez Ureña, uno de los mayores críticos literarios de habla hispana en la época, alzara su voz autorizada y acuñara en el mundo español y latinoamericano, una real visión de los valores poéticos del poeta colombiano. De aquí, la importancia que yo le concedí a este texto al situarlo en sitio de honor como Epílogo de mi estudio biográfico sobre Julio Flórez, publicado por Planeta Colombiana en 1994 con segunda edición en 1995, “Todo nos llega tarde…” Biografía de Julio Flórez. 2. Lectura - Epílogo 339-341 IV. en “Todo nos llega tarde…” Biografía. pp TEMA: EL REGRESO DEL BARDO Con motivo de las celebraciones del Primer Centenario de la Independencia de Colombia, las autoridades del país extendieron previamente al poeta una obligante invitación para ofrecer un recital de poesía en el Teatro Colón de Bogotá. Flórez seguía en la costa, y había pasado mucho tiempo sin que su público lo hubiera vuelto a escuchar recitando tantos poemas que, en la actualidad, los críticos literarios contemporáneos están catalogando dentro del orden filosófico: Abstracción, Oh poetas, Resurrecciones, Todo nos llega tarde… Al fin y, tras muchas evasivas, el poeta aceptó, viajó a Bogotá y se presentó en un recital de poesía que quedó registrado en los periódicos de la época como apoteósico: “La alta burguesía lo aplaudió a pesar de que poetas parnasianos y modernistas ya estaban ocupando su puesto en la moda literaria. Los asientos de galería estuvieron, como siempre que Flórez declamaba, atestados de la gente que lo seguía considerando como su ídolo: los estudiantes y el proletariado colombiano. El pueblo de Flórez llenó la galería y estalló en ovaciones cuando el poeta salió al escenario después de su larga ausencia”. Al terminar el recital, el bullicio y los gritos de arriba continuaron aclamando al poeta que interpretaba el sentir del pueblo. Y a partir de ese momento, Flórez desapareció del panorama literario y social de la capital de la república. Había regresado a Usiacurí para siempre… hasta su muerte. Ahora quisiera comentar un tema que sirvió durante largos años de motivo de confusión: V. TEMA: CONFUSIÓN ENTRE JULIO FLÓREZ ROA, POETA y JULIO E. FLÓREZ, GRABADOR Quiero agradecer de nuevo a la muy lamentada académica Carmen Ortega, antigua amiga de mi juventud y compañera de Academia de Historia de Bogotá, a quien, a su debido tiempo tuve oportunidad de 7 agradecer de viva voz su acción decisiva en la historia de Julio Flórez para aclarar un malentendido que se presentó con la publicación del libro Rafael Urdaneta -Biblioteca Colombiana de Cultura, Colcultura # 5, Bogotá, 1972- sobre el escultor bogotano, Rafael Urdaneta, en el cual se confundió al grabador Julio E. Flórez con el poeta Julio Flórez. Y una de las mayores sorprendidas fui yo, cuando encontré la misma errata en “Dos grabados de Julio Flórez, tomados del Papel Periódico ilustrado, 1882/3” que iluminaban mi ensayo sobre La Gruta Simbólica publicado en La gran Enciclopedia de Colombia, Círculo de Lectores de Bogotá, en 1993. pp. 133/140. Pero me repuse pronto pues, por una increíble coincidencia que se dio cuando yo desempeñaba mi cargo de Cónsul en la ciudad alemana de Múnich y estaba terminando mi biografía del poeta, el Ministerio de Relaciones Exteriores nos envió una remesa de obras entre las que se encontraba el Diccionario de Artistas en Colombia, Plaza y Janés. Bogotá, 1979. Allí me encontré con la tesis de nuestra académica de número Carmen Ortega Ricaurte, en un excelente ensayo aclaratorio sobre esta grave confusión histórica. Desde ese instante comencé a investigar sobre este tema no claro en la biografía del poeta, y dirigí el filo del hilo conductor al éxito, tras escribir mis inquietudes a mi colega y amigo, Eduardo Mendoza Varela, director de las Páginas Literarias de El Tiempo donde yo había venido publicado desde 1951 diversos artículos sobre tema cultural. Mi compañero periodista, quien conocía muy bien el tema, inmediatamente me facilitó documentos para desentrañar tan malhadada confusión histórica, que alcancé a incluir a tiempo en mi biografía de Julio Flórez. 3. Lectura en “Todo nos llega tarde…” Biografía, p. 159 C/4/2 VI. TEMA: EL MILAGRO DE USIACURÍ Flórez se retiró de la vida pública cuando retornó al país después de casi cuatro años de sus giras triunfantes en el extranjero, pero no para regresar de nuevo a Bogotá, la capital culta y aristocrática de la época, sino para recluirse en una aldea de aguas azufradas en la costa atlántica de Colombia, llamada Usiacurí, a pocos kilómetros de Barranquilla, puerto caribe sobre el río Magdalena. Y allí logró realizar el sueño de los románticos: el regreso a la naturaleza. En la aldea se había enamorado de una muy joven estudiante de bachillerato de origen nativo, y con ella formó una familia. Su salud decaía rápidamente, se estaba gestando en su rostro una enfermedad terminal, posiblemente un cáncer en la mandíbula izquierda que terminó deformándole la cara y que redujo al máximo su capacidad vital. 8 En 1923, después de trece años de su regreso al país y tras consultar a varios hospitales de Panamá en busca de cura para un mal incurable no diagnosticado, comienza a ser objeto de una acuciosa labor de conversión religiosa por parte del Presbítero Lorenzo J. Casalins, sacerdote encargado de la parroquia de Usiacurí, empeñado en reconvertirlo a la fe católica, doctrina y sello nacional tradicional de religión en Colombia, a la que pertenecía Flórez por tradición familiar desde su bautizo en Chiquinquirá en 1867. Ya casi moribundo, el poeta accedió a volver a los sacramentos y, después de dos semanas de haberse sometido a la faena agotante de su Coronación como Poeta colombiano, confesó sus pecados, comulgó, contrajo matrimonio católico, y aceptó que sus hijos fueran cristianizados por medio del sacramento del Bautismo. Como efecto civil de este matrimonio, según lo contemplado en Colombia por el Concordato existente entre gobierno e iglesia y todavía vigente en su época histórica, Julio Flórez recibió el beneficio familiar de que sus hijos quedaran protegidos por las leyes civiles del país, pudiendo heredar el producto económico de sus labores de literatura, trabajo del campo y vivienda, y además, permanecer protegidos en educación por el gobierno colombiano con beneficios de becas para sus estudios escolares y universitarios. Ante estos acontecimientos de su vida privada que se tornaron en asuntos públicos, la gente de Usuacurí gritaba alborozada recorriendo las calles: ¡MILAGRO… MILAGRO! El milagro, para algunos investigadores, no fue un milagro religioso sino fue efecto del Concordato de 1896 entre el gobierno colombiano y la Iglesia en que los hijos habidos en una unión fuera de la iglesia católica, no se consideraban “legítimos” sino “naturales” y por lo tanto, sin derechos de herencia. Para Julio Flórez, como padre responsable, era absolutamente necesario dejar asegurado el estudio y buen pasar de sus cinco hijos tras su muerte cercana. Y quizá por esa causa, dio el paso decisivo de plegarse a los mandatos de la iglesia y del estado, y retornar al sitio en que lo había colocado su condición de ciudadano colombiano, católico, apostólico y romano. Sus motivos no los conoceremos nunca porque sobre este tema hemos encontrado siempre un respetuoso silencio. El contenido de esta conferencia nos dirige hacia El Milagro de Usiacurí. La gente del común catalogó como de milagro religioso, y la Iglesia como triunfo de la religión, a este final de regreso a acatar el poder de las instituciones por parte del poeta Julio Flórez. La aldea de Usiacurí, con la bondad y buenas costumbres de sus gentes; el valor que le otorgaban a la religión, y sus aguas medicinales que infundieron energía al poeta Julio Flórez para comenzar una nueva vida, sana y alejada totalmente de la bohemia en que había quemado 9 su juventud, adquirió para la historia colombiana un sitio prominente en la geografía y el desarrollo del turismo nacional bajo la sombra siempre misteriosa y atrayente del Poeta colombiano. Para Flórez Roa, el contacto total con la naturaleza le proporcionó alegría para formar una familia; el trabajo físico de laborar arando sus campos, cuidando sus animales, luchando para conseguir el pan diario y gozando de un descanso revitalizador mientras paseaba por los bosques con sus perros, cazaba liebres y componía poemas en estilo de una poesía positiva, como reflejo de su nuevo estado de interés por una vida alejada de todo pesimismo romántico, al calor del hogar y el amor de su mujer y sus hijos, que le proporcionaron la PAZ que necesitaba su espíritu. Así se llegó a conformar el conjunto de realizaciones positivas que yo he venido catalogando bajo el título de EL MILAGRO DE USIACURÍ. El milagro de Usiacurí fue el resultado de toda una vida de labores, de amor y de cumplimiento con los deberes contraídos por el poeta Julio Flórez con Dios y la patria, que trajo como consecuencia un futuro promisorio para sus cinco hijos quienes triunfaron en su vida como profesionales en medicina, leyes y pedagogía. De esta misma manera concluí el Seminario para 100 Maestros Docentes de Literatura en la Costa Caribe Colombiana, organizado por la Casa Museo Julio Flórez de Usiacurí en el año 2009. Con similares reflexiones, termino hoy mis palabras ante el respetable público que me acompaña en este homenaje en la ACADEMIA DE HISTORIA DE BOGOTÁ, al poeta colombiano JULIO FLÓREZ con ocasión del nonagésimo aniversario de su muerte. Y cierro hoy mi intervención, con la lectura del poema a Bogotá, la ciudad que tanto amó el poeta: A BOGOTÁ ¡Oh mi ciudad querida! Hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana. Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte sin cesar, te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud de la sabana. Y al pensar que en ti van, hora tras hora, sucumbiendo los seres que amé tanto y que la tierra sin cesar devora, 10 surges bajo la nube de mi llanto, no como ayer: alegre y tentadora, sino como un inmenso camposanto. II !Oh, mi bella ciudad! Cómo en tu seno vibró mi ser y aleteó mi rima cuando en tu corazón hallé la cima que asalta el rayo y que apostrofa el trueno. Te poseí bajo tu azul sereno, entre el halago dulce de tu clima, y te ofrendé mi juventud opima con tanto ahínco y con amor tan pleno, que en las tinieblas de tus noches frías y hasta en tus más recónditos rincones deben sonar, cual ecos de otros días: los sollozos de todas mis canciones, los estruendos de todas mis orgías y los gritos de todas mis pasiones. Julio Flórez Gloria Serpa Flórez de Kolbe Academia de Historia de Bogotá Miembro correspondiente 11