Asignación No 1

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Universidad Interamericana de Puerto Rico
Recinto De Aguadilla
Departamento de Ciencias y Tecnología
Asignación No. 1
Marién Cotto Pérez
Manejo de la Información y Uso de la Computadora
Sección 1731
Agosto 2006
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Por: Mari
Rodriguez Ichaso
Acabo de hacer un
viaje corto..¡una de
esas necesarias mini
vacaciones de las
que siempre les
hablo!, y se las
cuento porque la
pase de maravilla.
Fue un viaje de 3 días y 2 noches a la
costa de Maine, uno de los estados de la llamada
zona de Nueva Inglaterra, en el noreste de los
Estados Unidos, y uno de los lugares donde
podemos conocer una cara 100% americana,
lejos de las sofisticadas ciudades que muchas
veces, y equivocadamente creemos que
representan el verdadero Estados Unidos.
Como vivo en New York, siempre me gusta mostrarles a amigos que
me visitan algo más allá de la gran ciudad de cristal y acero, pues New York
está rodeada de lugares preciosos y diferentes, que se pueden visitar en
viajes cortos de 2 ó 3 días. Y en esta ocasión “la turista” era mi hija, la que
nunca había conocido a Maine… una región muy bella y muy famosa, tanto
por sus langostas como por su costa llena de acantilados y farallones.
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La aventura de este viaje
DIA 1: Salimos de New York un viernes a las 8:45 a.m. y a las 12:30 p.m.
estábamos haciendo una parada a almorzar en el pueblo de Kittery, ya en el
estado de Maine, después de hacer un viaje rápido por carreteras expresas, en
las que promediamos entre 95 y 105 Km. (60 y 65 millas) por hora.
Salimos de la carretera I-95 Norte en la salida de Kittery, ¡e
inmediatamente nos deleitamos de mariscos como sólo se pueden
saborear en Maine! Fue en el popular restaurante Weathervane
Seafoods, situado en medio de un fabuloso centro comercial de
descuentos (de los llamados “outlets”), lleno de turistas de todas
partes del mundo. Un almuerzo de sopa cremosa de almejas (Clam
Chowder), 2 Lobster Rolls (sándwich de ensalada de pura langosta y el
plato típico de Maine, que encontraríamos en todas partes), un
entremés de camarones fritos (¡dulzones y frescos, nada parecidos a
esos camarones congelados que saben a cartón!) y 2 refrescos, nos
costó 38 dólares incluyendo la propina…¡y fue un delicioso primer
encuentro con los legendarios “sabores” de la región! Resistimos la
tentación de entrar a muchas tiendas que nos rodeaban, pero
condujimos hacia la costa, a 5 minutos del restaurante, pues
estábamos locas por ver el mar.
Ya en Kittery encontramos
enseguida otra visión de Estados
Unidos, y nos encantamos con los
campos de flores silvestres que
nos llevaban al mar, las casas de
maderas con sus banderas
americanas, las viejas tiendecitas
y el alegre ambiente, mitad
campestre y mitad náutico, de
Maine. Una hora más tarde
tomamos de nuevo la carretera I95 Norte, conduciendo más o
menos 1 hora hasta Freeport –
nuestra primera parada – donde
aquí sí que estábamos más que
preparadas para hacer compras.
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Freeport, donde hay muchas tiendas de descuentos de diseñadores, es un pueblo
prácticamente dedicado al “shopping”. Un sitio a la vez monísimo, donde las tiendas son
como casitas antiguas rodeadas de jardines; y en cada manzana hay carritos ambulantes
que venden limonada fresca y perros calientes. Allí mandamos a hacernos bolsas de lona
con nuestras iniciales (las célebres “Bean Bags”) en la tienda de L.L. Bean (abierta 24
horas del día los 365 días del año); compramos maravillas en la tienda de descuentos de
Burberry y en la Polo-Ralph Lauren…¡y divinos jabones en Crabtree & Evelyn! Después
de recorrer el pueblillo, seguimos el viaje hacia el norte, en dirección al liadísimo pueblo
pesquero de Boothbay Harbor, a donde llegamos como a las 5 de la tarde, justo antes
de la puesta del sol.
Ya conocía a Boothbay Harbor, y esta segunda visita no me
decepcionó, porque en el atardecer de verano el pequeño puerto se
veía tan bello como cuando lo conocí años antes. Los barquitos de vela
y los viejos barcos de pesca alternaban con enormes yates en el
pueblo, y desde nuestra terraza en el encantador motel Brown’s Wharf
Inn (157 dólares por un doble enorme con terraza al puerto) vimos
como el sol pintaba las agua de color coral. ¡Es una sensación divina
estar en plena naturaleza y rodeados de cosas tan puras y tan bellas!
Aunque, por supuesto, Maine es para las personas que disfrutan los
placeres sencillos que brinda el mar, el cielo rabiosamente azul y el
olor a salitre. No es para quienes buscan cosas modernísimas y
espectaculares. ¡Y Bootbay Harbor es sin duda un paraíso para quienes
adoran los barcos y la pesca!
Esa noche comimos justo al lado del hotel,
supercasual y al aire libre en Lobstermen’s Coop,
un sitio que pertenece a la cooperativa de
pescadores de langosta de la zona, donde sirven
en platos de papel y en mesas de picnic, ¡la
langosta al vapor con la mantequilla más rica que
puedan imaginar! La cena nos costo 45 dolares.
Después condujimos al otro lado del pueblo, a
Commercial
Street, donde
caminamos por sus
muchas tiendecitas, y
nos sentamos a oír la
música de jazz de una
orquestita callejera.
DIA 2: A las 9 a.m. fuimos al otro lado del pueblo, a Fishermen’s
Wharf, donde tomamos un crucero de 3 horas y media que nos llevó a
altamar ¡a ver ballenas! Fue una experiencia maravillosa - y muy
diferente - donde también vimos los famosos animalitos típicos de
Maine, llamados “puffin” (lucen como una mezcla entre un pájaro y un
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pingüino), igual que gran parte de su famosa costa. ¡Aunque fue sólo 3
horas, me pareció haber estado en alta mar toda mi vida! A nuestro
regreso del crucero, hicimos un brunch de panqueques de blueberries
(la fruta típica de Maine) en el sencillo Blue Moon Café, junto al puerto
y dejamos atrás Boothbay Harbor para
recorrer por 30 minutos (en la zona este del
mismo) la costa de Ocean Point, donde nos
encantaron las rocas sobre las que
descansaban bajo el sol unas focas, y
disfrutamos preciosos paisajes.
“Freeport, donde hay muchas
tiendas de descuentos.. donde las
tiendas son como casitas antiguas
rodeadas de jardines…”
“Los barquitos de vela y los
viejos barcos de pesca
alternaban con enormes yates…”
FIN DE SEMANA EN
MAINE
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“....la costa de Ocean Point, donde
nos encantaron las rocas sobre las
que descansaban bajo el sol unas
focas, y disfrutamos preciosos
paisajes.”
“..el plato típico de Maine,
camarones fritos ¡dulzones y
frescos, nada parecidos a esos
camarones congelados que
saben a cartón!...”
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