¿Por qué para muchos no es tan motivante estudiar Ciencias?

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Débora Bertoia
¿Por qué para muchos no es tan motivante estudiar
Ciencias?
“No existe pues una única realidad en el ámbito de lo social en general y de lo educativo en
particular, sino múltiples realidades que se complementan mutuamente.”
José Gimeno Sacristán y Ángel I. Pérez Gómez.
La respuesta a una pregunta nos acerca a resolver un problema y, debemos recordar ante todo
que la elección de una “forma de ver y sentir la vida” durante la adolescencia y aun después
(incluso una carrera universitaria es tomada por la mayoría como una forma de vivir la realidad)
es un hecho social y este es el enfoque de mi trabajo. La educación como hoy la conocemos es
un constructo del hombre, y existe gracias a la interacción de múltiples factores internos y
externos al sistema educativo, bajo estos puntos de vista he intentado, desmenuzar esta pregunta,
en varios agentes que pienso influyen en su respuesta, en primera instancia nos encontramos con
el paso por un sistema educativo con escasas posibilidades que fomenten el gusto por las
ciencias, además debemos tener en cuenta que el sistema “comercial” antes ajeno a la institución
escolar tiende a llevar a los adolescentes a un “facilismo” y “utilitarismo comerciales” extremos;
y por último lo importante de que no todos tenemos las mismas formas de integrarnos al mundo
desde nuestra forma de verlo, que son tan diversas como hombres hay en la faz de la tierra, lo
cual exige respeto para evitar desvalorar a nuestros semejantes.
El tránsito por una institución muy particular...
“El “orden”, las trivialidades de la institución, es, en términos humanos, un desorden y como
tal debe ser contrarrestado. Constituye verdaderamente un signo de salud psíquica el hecho de
que el pequeño sea ya conciente de esto.”
Theodore Roethke, On the Poet and His Craft.
La escolarización masiva no es algo natural, el hecho de que el niño se enfrente cada vez más
temprano a la exigencia de una “culturalización” mediante un dispositivo donde se lo encierra y
se le obliga a cumplir algunas normas distintas a las que cumple en la casa, donde el poder de
decisión sobre su promoción pasa a estar en manos de otras personas que no sean los seres que el
“ha conocido hasta ese momento”, le llevan a la búsqueda de la adaptación a un sistema de
premios y castigos, que hace que muchas de sus cualidades innatas observadoras e inquietas no
sean bien vistas e incluso poco motivadas para su existencia, es natural que se lo premie si esta
quieto y concentrado en una actividad que tal vez le interese poco, en presencia de un “grupo” de
seres iguales a él con los que quisiera interactuar. Aunque sus preguntas no puedan ser del todo
satisfechas por muchos motivos, la escolaridad colectiva y el manejo de una simultaneidad de
enseñanza hace que el individuo con aptitudes y curiosidades se vea “promediado” por el resto
del grupo, ya que es “lógico” que no se lo pueda atender dado el gran número de alumnos que
debe manejar una sola persona (maestro), aquí comienza un lento derrotero, donde además de no
poder ser “escuchado” en algunas de sus inquietudes, pasa por la necesidad de concentrar parte
de sus capacidades de “investigador innato” en tener que satisfacer las demandas de esta
institución que es la escuela, generadora de “modelos” de comportamiento, donde comienza a
tratar de sobrevivir a una gran cantidad de obligaciones que no es, tal vez, capaz de manejar o
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que no le encuentra sentido. Entonces, se desarrolla uno de los primeros oficios en su vida, “el de
alumno”, trabajando con un aprendizaje descontextualizado, regido por el tiempo y delimitado
por un espacio físico, que antes no tenía necesidad de manipular, y que ahora se ve en la
obligación de hacerlo para ser “normal” y mantener un estatus similar al de sus compañeros de
grupo. Si logra complacer los requisitos de su enseñante de turno tal vez pueda, utilizando el
mínimo esfuerzo, dedicarse a otras tareas que le son más atractivas y esquivar los castigos por
fallar, logrando todo esto, sin aprender de manera real lo que se le impone, sino más bien
complaciendo, mediante el uso de la memoria, la copia, el elogio o la ayuda del docente
mediante las “preguntas adecuadas”, durante la situación de examen.
¿La escuela obliga únicamente a esto? No, este mecanismo inventado hace no mucho tiempo
atrás comparado con la historia del hombre, nos permite cosas buenas, importantes
oportunidades para llegar a encontrarnos con lo que nos gusta, pero, ¿nos encontramos con las
personas adecuadas para transmitirlos? Parece que no siempre, las estadísticas nos muestran que
una parte de los docentes han encontrado poco satisfactoria su carrera y que la han hecho por que
no tenían otra mejor opción o por que era un medio para llegar a la siguiente etapa de su vida
donde se costearían con este oficio de docente, “la carrera que anhelaban”. Otra parte esta
agobiada por los problemas económicos y como una gran mayoría de quienes trabajan en la
primera escolarización son mujeres se encuentran, además, imbuidas en un rol difícil de llevar a
cabo en conjunto con la enseñanza que es el de ser madres, algo natural pero que no deja de ser
complicado. Como nos señala Justa Ezpeleta:
“El título como comodín, las aspiraciones frustradas o la necesidad económica, constituyen
la expresión particularizada de condiciones históricas y sociales que signan de diversos
modos las decisiones y oportunidades de las personas.
No queremos sugerir, por otra parte, una necesaria relación de causalidad entre las
situaciones señaladas y la calidad en el desempeño profesional Más bien creemos, como
algunos maestros, que ellos se “hacen" en la escuela Y allí, en el trabajo cada uno responde a
su manera a las complejas exigencias de la institución y sobre todo de los niños.”
Otro gran punto puede sumarse a este, muchos docentes no encuentran en su formación
profesional los conocimientos básicos de las ciencias que debe impartir, lo cual lo lleva a incurrir
en errores que sin querer se “cuelan” entre sus enseñanzas, o más aún, a “escaparle” o tratar
ciertos “temas” superficialmente, dejando contentos a quienes “controlan el programa de estudio
impartido”, pero no logrando que sus alumnos aprendan significativamente o satisfacer las
curiosidades que en ellos despiertan los fenómenos naturales, así es como muchos compañeros
me comentan, “la materia es linda, pero cuando pregunto me contesta con algo esquivo o una
mezcla de cosas que no entiendo, así es que trato de zafar para la prueba y ya está” o sea, se
pierden las ganas de “aprender conscientemente sobre ciencias”. Es sabido que la mayoría de las
teorías de aprendizaje postulan que la motivación cumple un rol de gran importancia para el
aprendizaje de los contenidos, pero ¿cómo ser motivado por alguien que tiene poca, o
definitivamente carece de motivación?
Cómo nos impregna lo comercial…
“La realidad no tiene
por que ser
interesante”
Jorge Luis Borge.s
“¿qué es lo que ganaré aprendiendo estas cosas?, dijo el alumno. El
maestro llamó a su esclavo y le dijo: “Dale unas monedas, pues parece
que éste debe ganar algo con lo que aprende”
Diálogo de un alumno con Euclides.
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Los intereses han cambiado; mientras que en algún momento existió un deseo genuino por
mejorar la educación y contribuir a formar personas capaces, no solo de lidiar con el mundo que
los espera del otro lado de la institución escolar, sino que también piensen por sí mismos; ahora
se busca, de forma indirecta, la forma de homogeneizar el pensamiento por parte de los grupos
de interés comercial, los cuales, en su afán por vender, adquieren más poder que el propio Estado
y crean las condiciones óptimas para que los consumidores, en su mayoría jóvenes, prosperen en
su ignorancia y así queden “maleables” a su voluntad. Dichas condiciones establecen
básicamente que todo debe ser adquirido de forma fácil, inmediata y redituable, instaurándole “al
esfuerzo y la constancia” la denominación de “aburrido”. Esta nueva doctrina “facilista” ha sido,
lamentablemente, impuesta y adoptada de manera tal que cualquier vestigio de razonamiento
crítico dentro del ámbito en el que se desempeñan los adolescentes e incluso niños, víctimas de
los monstruos de la mercadotecnia; sea automáticamente aplacado. Como nos señala Etcheverry:
“Corremos el peligro de que nuestras mentes comiencen a trabajar exclusivamente dentro de
los límites de los medios mediante los que somos educados”
Se busca evitar que una persona tenga la capacidad de pensar, por ende, la capacidad de ver todo
un espectro de opciones, por lo que puede elegir, y es muy probable que si elige, lo haga
considerando lo que es mejor para él, lo cual obviamente no es ese gran circo montado sobre la
realidad, sino lo que hay más allá de este. Si todas las personas fueran así, significaría
indiscutiblemente, la caída del imperio comercial. Como resultado, las intenciones de dicho
imperio están fuertemente arraigadas, incluso en las universidades de prestigio, como nos deja
ver Naomi Klein:
“Muchos profesores hablan de una lenta difusión de una mentalidad de centro de compras, y
dicen que a medida que las universidades se van pareciendo y actúan como ellos, los
estudiantes comienzan a comportarse como consumidores. Cuentan que al rellenar los
formularios de evaluación de la enseñanza, los alumnos se comportan con la soberbia de los
turistas que responden a las encuestas de grandes cadenas hoteleras para evaluar la
satisfacción de su clientela. « Lo que más me disgusta es la actitud de seguros y expertos
consumidores que se advierte en las respuesta. Me preocupa esa serena convicción de que mi
función – y lo que es peor, la de Freud, de Shakespeare o de Blake- es divertir, entretener e
interesar» escribe el profesor Mark Edmundson de la Universidad de Virginia”.
Se condiciona así al público para que reaccione ante estímulos que le provoquen excitación. No
se equivocaba Nietzsche al afirmar: “Lo que más le importa al hombre moderno no es ya el
placer o el displacer, sino ser excitado”. Los niños esperan entonces, que la escuela sea divertida
también, situándose ellos mismos como espectadores pasivos de su propio proceso de desarrollo.
Se predisponen como receptores incapaces de intervenir a ser, una vez más, entretenidos en vez
de ser los esforzados protagonistas de su “aventura del conocer”. Prefieren apreciar el éxito en la
mirada de los demás y no en la satisfacción personal. Lo que nadie parece mencionar es que el
aprendizaje no es un juego y que el profesor no busca divertirlos, si bien precisa de estímulos
que busquen despertar inquietudes, se necesita asimismo una alta dosis de esfuerzo, dedicación y
responsabilidad para que dicho proceso culmine exitosamente. Etcheverry esta en lo correcto al
sostener que “No hay atajos para una educación de calidad y la recompensa no es la excitación
momentánea y pasajera ligada con el espectáculo, sino una satisfacción profunda y duradera que
llega semanas, meses o años más tarde”.
Está implementada la creencia popular de que “el chico nace o no, para…”, cuando en realidad
el chico al nacer es, en potencia, lo que él quiera ser. El hecho de que nazca y el entorno lo
ayude con una predisposición a alguna disciplina en particular, no implica que las otras estén
fuera de su alcance. El problema es que al poseer cierta facilidad con alguna asignatura u
orientación de la vida, las otras, en relación a ésta, demandan demasiado esfuerzo por lo que es
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más fácil justificar su falta de compromiso adjudicándole culpas a sus genes, que no pueden
alegar nada en su defensa. El niño no siente la necesidad de esforzarse para llegar a un objetivo,
porque tampoco se impone metas a largo plazo. El crecer bajo la influencia de los medios, hace
que el individuo carezca de un punto de vista crítico, aceptando que el modo de ver la realidad a
la que está expuesto casi todas las horas de todos sus días, es el único. Al vivir en un marco
donde predomina la industria del espectáculo, ven, y como consecuencia, creen que todo es
fugaz y superficial, y asimilan ese tono de constante devaluación, desarrollando un
contraproducente gusto por las futilidades, ya que “a través de ellas se llega a ser exitosos”. La
sed de conocimiento y deseos de mejora personal quedan entonces, relegados a un enésimo
plano, sustituidos por una infructuosa tendencia a las superfluidades que “distraen”
temporalmente el sentido de vacuidad propio de la edad debido a la pobre noción de identidad
que se padece. Se ven en la imperiosa necesidad de repetir un modelo para sentirse seguros y
aceptados; para sentirse “bien” en una palabra, y ¿que otro modelo mejor que el que los rodea e
impregna constantemente para lograr ese estado?, se llega inevitablemente a la conclusión de que
el elegido masivamente, es, una vez más, el omnipresente facilismo.
Las distintas formas de acceder al conocimiento del mundo…
“No actuamos sobre un cierto tipo de realidad prístina independiente de nuestra mente o de las
mentes de aquellos que nos preceden o nos acompañan, (…) ningún mundo es más real que
todos los demás, ninguno es ontológicamente privilegiado
como el único mundo real.”
Jerome Bruner.
El hombre tiene la capacidad de ver la realidad, pero siempre influida por sus “lentes de colores”
creados por sus experiencias previas debido a los distintos caminos que recorre el ser humano en
su tránsito por la vida y su relación con el medio que lo lleva a formar una idiosincrasia
particular, una estructura “con la cual lee e interactúa con la realidad”. Así es que dos seres
humanos difícilmente tengan la misma lectura de algo objetivo a través de sus subjetividades.
Esto nos lleva a reflexionar acerca de que no es necesario, y hasta contraproducente, que todos
abordemos la realidad desde los mismos aspectos, por que en principio (y este es uno de tantos
porqués) no permitiría la evolución del pensamiento humano que crece gracias a la interrelación
de las distintas maneras de ver las cosas y en su devenir histórico, es decir, gracias a la
diversidad de “visiones” de cada uno, es como se enriquecen los demás y el todo va obteniendo
una matiz profundo, a su vez, para cada uno; lo importante es no encasillarse en esa manera de
ver la realidad, sino estar abiertos a las demás maneras de ver el mundo y así enriquecernos con
la pluralidad de opiniones, y que emprendamos el camino adecuado hacia la mirada de nosotros
mismos, algo más constructivo que la mirada sobre lo que hacen los demás, que es para nosotros,
menos doloroso.
De aquí que obviamente no todas las personas elegirán las mismas carreras, por lo tanto el
abanico de propuestas universitarias creadas nos muestra que, gracias a nuestras idiosincrasias,
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nos volcaremos por unas u otras, lo cual es lógico, pero no tan entendible a cierta edad, incluso
aún en el transcurso de la vida mucha gente no abre sus perspectivas para darse cuenta que “el de
al lado” no necesariamente esta equivocado o abstraído del “mundo real” (“¿por que no vas al
boliche en vez de leer esos libros aburridos?”), sino que este otro ser, además de disfrutar “su
visión” (mirar el entorno mediante ciencias), complementa nuestra manera de ver el mundo con
sus “anteojos conceptuales”, y no se deja de entender por muchos, que no desaprovecha parte de
su juventud (típica mirada inmadura del entorno hacia los adolescentes que disfrutan del placer
de las ciencias) sino que la invierte en un gusto particular, tanto o más sano que otros de distintos
adolescentes. Con o sin estudios sistemáticos, todos nos muestran algo de este medio donde se
desarrolla nuestra existencia, desde su posición, construyendo sentido y significado del entorno
cotidiano y, si somos conscientes de lo importante que es el respeto por la manera de pensar de
nuestros semejantes, podremos aprovechar su mirada para mejorarnos.
…A modo de conclusión
Seguramente estas nos sean todas las razones por las cuales no es bien visto estudiar ciencias,
obviamente es solo mi punto de vista, pero considero que son las más importantes y debe
procurarse mejorarlas, me resta creer que los programas de actualización disciplinar y de
profesorados cambien, y acompañen más a los docentes para que nos acerquen mejor a las
ciencias y que no perdamos tanto de “ese gusto por indagar” en los pasillos de la escuela; que el
facilismo y el “mundo comercial” dejen nuevamente, lugar al saber como herramienta para el
buen vivir y no como medio de acreditación para tener el título con el cual “vivir bien” de hoy en
día; y que todos entendamos que tenemos distintas maneras de acercarnos a la realidad, y las
respetemos, por ser todas ellas muy válidas.
Bibliografía:
Guillermo Jaim Etcheverry, La tragedia educativa, Fondo de Cultura Económica, Argentina,
1999
Naomi Klein, No Logo, Paídos Contextos, España, 2001
J. Gimeno Sacristán y A. I. Pérez Gómez, Comprender y Transformar la Enseñanza, Morata,
España 1993
P. H. Jackson, La vida en las aulas, Morata, España, 1998
Mariano Narodowski, Infancia y Poder, Aique, Argentina 1999
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