Gringos come home - Corporación Viva la Ciudadanía

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Gringos come home
José Hilario López Rincón
Abogado
Ahora que la guerra fría se ha puesto en el congelador, ahora que el comunismo
ha dejado de ser un fantasma con el que aterrorizaban a los niños, a los incautos y
a los imbéciles, la política imperialista norteamericana ha echado mano del
pretexto de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia
internacional para hurgar sus narices en aquellos remedos de Nación que se lo
permiten.
Perdiendo como está su influencia en América Latina, Colombia es uno de los
pocos países cuyos gobiernos se mantienen proclives a la política norteamericana
y los hechos dan fe que se ha convertido en un alumno aventajado. Entre los
métodos escabrosos y violatorios de los derechos humanos utilizados por las
tropas invasoras gringas en Afganistán e Irán, para no mencionar sino episodios
recientes, y los métodos escabrosos y violatorios de los derechos humanos
utilizados por las tropas colombianas en Soacha y Ocaña para no mencionar sino
dos lugares de la geografía nacional, no existe ninguna diferencia.
Colombia, después de Israel y Egipto, es el país que mayor ayuda militar recibe de
parte de los Estados Unidos. Además de su posición geográfica estratégica, en
Colombia se conjugan los elementos que el Gobierno norteamericano ha asumido
como subterfugio para mantener su papel de gendarme mundial.
Obligado el Gobierno norteamericano a desmantelar su base militar en Manta
(Ecuador) y salir de allí con el rabo entre las piernas por decisión soberana del
Gobierno ecuatoriano, el Gobierno colombiano encontró allí la oportunidad de
sacar provecho. Bien para negociar mayor ayuda militar en la lucha
contrainsurgente que el Gobierno uribista denomina contra el terrorismo y,
además, convertir la negociación de la entrega de la dignidad nacional en un
nuevo elemento para inclinar a su favor la balanza de la otra entrega, la del TLC.
A cambio de una base en Manta los estadounidenses podrían tener tres bases o
más en Colombia.
A cambio de la entrega de las tres bases o más, Colombia podría obtener más
ayuda militar para la guerra y la aprobación del TLC. Ellos ponen, ellos ganan y el
único que pierde es el pueblo colombiano que verá cómo se incrementará la
prostitucion en las zonas aledañas a las bases y cómo los “asesores” gringos,
para espantar el aburrimiento y la soledad buscarán distraerse como les plazca.
En otros lugares ha habido aumento de delitos tales como el tráfico de drogas,
robos, abusos y violaciones. Todo en nombre de la lucha contra el terrorismo y el
narcotráfico.
En el tema de las bases militares estadounidenses, proyectadas para operar en
Apiay, Malambo y Palanquero, las cuales reemplazarán la base de Manta
(Ecuador), el Gobierno colombiano ha sido fiel a su estilo y a su retórica. Fiel a su
estilo porque ha obrado a espaldas del pueblo colombiano y arrodillado ante los
intereses bélicos y hegemónicos del Gobierno norteamericano. Fiel a su retórica
porque hasta el último momento negó los acuerdos que se venían cocinando por
debajo de la ruana de Uribe Vélez. No eran en vano tantos viajes a rendirle
cuentas al imperio y a implorar limosnas con nombres sofisticados como “Plan
Colombia” o TLC.
A pesar de que los ministros Bermúdez (Relaciones Exteriores), Valencia Cossio
(Interior) y Padilla de León (encargado de Defensa) en improvisado sainete hayan
salido a aclarar los términos del acuerdo de entrega de la dignidad nacional,
dejaron muchas más dudas e interrogantes que si se hubieran quedado callados.
Al fin y al cabo este Gobierno se ha caracterizado por hacer uso indiscriminado y
reiterado de la mentira y la ocasión se presta para echar mano de ese recurso.
Es poco creíble la argumentación del general Padilla, quien ha dicho que: “No
habrá base militar de Estados Unidos en Colombia”, y que las instalaciones
militares seguirán bajo el mando de los militares colombianos sin que vaya a haber
zonas vedadas. Para el general Padilla tampoco hay un nuevo Acuerdo pues se
trata de la “profundización” de los existentes.
Tales razonamientos se los creerán él y sus tropas ávidas de guerra y de “falsos
positivos”. El hecho de que no vaya a haber una construcción militar, una
edificación destinada a la base militar estadounidense en suelo colombiano no
significa que no exista la base militar. El Gobierno de los Estados Unidos ya
destinó la no despreciable suma de 46 millones de dólares para adecuar la base
de Palanquero.
Los acuerdos contemplan la intervención de 800 militares gringos y 600
mercenarios que en la retórica oficial se denominan contratistas.
Si bien es cierto con la excusa del Plan Colombia la injerencia militar
norteamericana ha venido en aumento, con el nuevo acuerdo pasaremos a la
intervención abierta y descarada pero eso si limitada únicamente al territorio
nacional y al de los colindantes.
Al Gobierno colombiano no le importan sus relaciones con los vecinos de América
Latina, particularmente con sus vecinos de América del Sur, especialmente
Ecuador y Venezuela y en consecuencia en la decisión entreguista de las bases
militares, primará únicamente su afán de consolidarse como el sobrino predilecto
del Tío Sam sin tener en cuenta que tal decisión le aísla aún más del contexto
latinoamericano.
El ministro Bermúdez pretendió tranquilizar a los vecinos repitiendo una y otra vez
que "no se afectará a terceros países, ya que la esencia del acuerdo es la
cooperación en Colombia". Sin embargo, otra cosa piensan en Ecuador, donde
aún retumba el estallido de las “smart bombs” o bombas inteligentes con las
cuales fueron abatidos “Raúl Reyes” y otras 24 personas. Es de anotar que ese
tipo de bombas es utilizado por los Estados Unidos y exige que los pilotos tengan
experiencia en esa clase de operaciones.
Por su parte el ministro Valencia Cossio, resaltó que "no son tropas de combate"
sino simples técnicos asesores militares que se dedicarán al mantenimiento de los
equipos técnicos. En otras palabras los invasores y mercenarios se van a dedicar
a brillar los aviones y las bombas y si les queda tiempo a limarse las uñas.
Finalmente, como si todo el atropello anterior fuera poco los acuerdos contemplan
una cláusula de impunidad para los invasores y mercenarios norteamericanos,
inmunidad según la retórica uribista. La que les permitirá abusar, violar, robar,
traficar, consumir, asesinar a sus anchas.
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