Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26. http://hdl.handle.net/10401/5524 Revisión teórica Trastornos de personalidad: modelo clínico cognitivo desde el marco evolutivo darwinista Personality disorders: cognitive clinical model from Darwinist evolutionary model Ronald Alberto Toro Tobar1* Resumen En este artículo se resaltó el enfoque darwinista presente en el marco teórico explicativo de los trastornos de la personalidad, propuesto por A.T. Beck y colaboradores desde el modelo cognitivo. En primer lugar se destacaron los elementos básicos como los esquemas y sus mecanismos de preservación desplegados llamados estrategias de autoperpetuación, los cuales llevan al sujeto a un patrón de comportamientos alejados de la pauta cultural y la expectativa social, con un malestar clínicamente significativo. A continuación, el papel del afecto, los estilos parentales, la influencia genética y la preservación esquemática, en el desarrollo de los trastornos de la personalidad. Se concluyó citando otros factores provenientes de otros cuerpos teóricos de la psicopatología, la psicología evolutiva, la etología, y un análisis de las implicaciones para el continuo avance del cuerpo teórico de la Terapia Cognitiva y las consecuentes mejoras en el alcance del tratamiento psicológico de estos trastornos. Palabras Claves: Trastornos de la personalidad, evolución, esquemas, estrategias de autoperpetuación. Abstract This paper highlighted the Darwinian approach in the explanatory framework of personality disorders proposed by cognitive model of Beck and colleagues. The first highlighted were the basic elements such as schemas and its preservation mechanisms deployed called selfperpetuation, which are pattern of behavior away from the cultural and social expectations, with clinically significant distress. Then was highlighted the role of attachment, parental styles, genetic influence and schematic preservation in the development of personality disorders. It was concluded by quoting other factors from others theoretical bodies of psychopathology, evolutionary psychology, ethology, and an analysis of the implications for a continuous advancement of the theoretical body of cognitive therapy and consistent improvements in the develop of better psychological treatments of these disorders. Keywords: Personality disorders, evolution, schemas, self-perpetuating strategies. Recibido: 16/05/2012 – Aceptado: 26/07/2012 – Publicado: 06/11/2012 *Correspondencia: [email protected] 1 Psicólogo Especialista en Psicología Clínica Psicologia.com – ISSN: 1137-8492 © 2012 Toro Tobar RA. 1 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Introducción Los trastornos de personalidad (TTPP) descritos en la obra de Beck, Freeman, Davis et al. (2004), están basados en los mecanismos evolutivos darwinistas sobre supervivenciareproducción y su relación con las demandas socioculturales de la época actual, donde el criterio adaptativo o desadaptativo se da por los riesgos que representan para quien los padece y sus más cercanos, derivados de un complejo de estrategias cognitivas, emocionales y comportamentales influidas por el contenido informacional, una vez llevadas al desajuste psicosocial. El estudio de estas pautas en diferentes disciplinas pueden ser rastreadas en trabajos propios de la psicología del apego, la etología, sociobiología, entre otras, que buscan establecer los mecanismos evolutivos de preservación de la vida y la misma especie desde distintos ángulos (Gilbert, 1989). En el presente documento se busca presentar algunos de los elementos teóricos evolutivos presentes en el modelo cognitivo psicopatológico de los TTPP descrito por Beck et al. (1990; 2004), sustentados en la teoría darwinista clásica de la evolución de las especies (Darwin, 1859/1989), y presentar a su vez los componentes que pueden ser profundizados a partir de los aportes otras disciplinas, con el fin de mejorar la comprensión de la etiología, mantenimiento y tratamiento de estos trastornos. Los trastornos de personalidad y sus bases darwinistas Las terapias cognitivo-conductuales de los TTPP han tenido diferentes focos de intervención en las últimas décadas (Wesler, 1993); algunas de ellas han apuntado hacia la modificación de los contenidos de estructuras profundas de la cognición (Young, 1999; Beck, Freeman et al. 1990), las relaciones interpersonales (Safran y Segal, 1990), y otras como la desarrollada por Linehan (1993) para el TP límite de la personalidad, enfocada hacia la modificación de conductas, conciencia plena y mejora interpersonal. Sin embargo, en lo que respecta a la eficacia de las terapias existentes, aún no hay evidencia empírica suficiente que respalde estos tratamientos (Quiroga y Erraste, 2001). Por otra parte, en un intento por desarrollar un modelo mucho más completo de la cognición humana y a su vez, una explicación del desarrollo de los TTPP, como un riguroso campo investigativo clínico en el tratamiento de los TTPP y su relación que tienen con trastornos del eje I como la depresión (Smith, Grandin, Alloy y Abramson, 2006; Enns y Cox, 2005) o la fobia social (Pinto-Gouveia, Castilho, Galhardo y Cunha,2006), se encuentra en la obra de Beck, Freeman et al. (1990) y Beck, Freeman, Davis et al. (2004), un marco explicativo de su desarrollo, a partir de los mecanismos evolutivos darwinistas sobre supervivencia y reproducción, y las demandas socioculturales actuales. El modelo parte de la existencia de unidades básicas del procesamiento de la información, subyacentes a todo trastorno psicológico llamadas esquemas que contienen la información de sí mismo, los demás y del mundo, información conocida como Triada Cognitiva (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979); agregan además Clark y Beck (1997) que estas "…estructuras de asignación de significado o esquemas se elaboran mediante interacciones repetidas entre el ambiente y estructuras preexistentes, innatas e indiferenciadas denominadas protoesquemas” (p.122). En este modelo, el criterio de adaptativo o desadaptativo está dado por los riesgos que representan para la integridad personal, y por las estrategias desplegadas por la acción del procesamiento de la información, ya sean comportamientos o emociones, alejados de la norma o pauta social esperada. 2 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Este contenido esquemático la persona lo retiene en su memoria a partir de la información genética latente y las influencias ambientales, como son las experiencias parentales acumulativas (estilo parental) y eventos traumáticos específicos. Las conductas estereotipadas favorables para la adaptación –estrategias favorables para el organismo-, como una forma de evitar la activación de los contenidos centrales esquemáticos (como los sucesos temidos), o de confirmación de información autorreferente (como el autoconcepto negativo), se evidencian en pautas cognitivas, afectivas y conductuales estables, que conforman en total las características de la personalidad (Beck et al. 2004; J.S. Beck, 2005), llamadas también estrategias de autoperpetuación del esquema (Young, 1999) o procesos defensivos (Robins y Hayes, 1997). Estas estrategias pasan a constituir el trastorno de la personalidad, cuando llevan al desajuste psicosocial del individuo (Beck et al. 1990; Beck et al. 2004; J.S. Beck, 2005). En comparación con el medio cultural, las estrategias (evitativas y confirmatorias) al entrar en conflicto con las normas grupales, que a su vez obstaculizan el logro de las metas personales, se convierten en infradesarrolladas (p. ej. El retraimiento social de las personas evitativas para asegurar la aceptación y pertenencia al grupo) o supradesarrolladas (p. ej. La depredación con violencia de las personas antisociales lo que pudo permitir el dominio territorial y la cacería) (Beck et al. 2004; J.S. Beck, 2005) en los TTPP. Las estrategias evitativas y compensatorias están por tanto dirigidas a la consecución de metas biológicas, en las que dos funciones básicas las refuerzan: el alivio del malestar producido por una necesidad primaria y el placer por la estimulación obtenida, como es el caso del alivio de la tensión sexual y a su vez la gratificación acompañante; lo que se constituye también como una meta más amplia en el repertorio comportamental humano, tal como ha sido la búsqueda de compañía para aliviar la soledad y a su vez la camaradería y la trasmisión del conocimiento (Clark, Beck y Alford, 1999; Beck et al. 1990). Un modelo teórico biosocial de los TTPP con base en estas estrategias reforzadas lo ha propuesto Th. Millon en las últimas décadas (Millon y Davis, 2000; Millon, 1997). Los procesos defensivos (Clark y Beck, 1997) o de autoperpetuación (Young, 1999) van a estar por lo tanto mediados por dos procesos interrelacionados: la activación del sistema de control (Beck et al., 2004) por medio de esquemas conductuales motores, y la activación de los esquemas motivacionales implicados en la conducta humana adaptativa (Clark, Beck y Alford, 1999). Siguiendo a Clark, Beck y Alford (1999), los primeros corresponden a las diferentes respuestas implicadas en el comportamiento humano, siendo automáticas o controladas, es decir, desde las conductas innatas (respuestas elicitadas por el organismo ante situaciones en las que esté en peligro y sea activada la huída) hasta las que implican respuestas aprendidas (aprendizajes conceptuales y socialización), de procesamiento controlado, consciente y de alto esfuerzo, de funcionamiento lento, flexible, y más apropiado para situaciones novedosas del ambiente. El segundo proceso implica la activación de esquemas motivacionales cuyo contenido puede ser de supervivencia al estar orientado al procesamiento de la información en la satisfacción de necesidades básicas (hambre, sed, sueño, reproducción), u orientado a la socialización colectiva, en los que guían el procesamiento de información relacionado con la socialización, logro e intimidad, al igual que las metas idiosincrásicas, los valores y las expectativas (Clark, Beck y Alford, 1999). Este modelo Beck (1983) lo complementó con dos dimensiones dominantes de personalidad que explican la predisposición hacia el desarrollo de la depresión y posteriormente otras psicopatologías; estas dos dimensiones del funcionamiento psicológico del individuo, corresponden a una orientación hacia la dependencia social y las relaciones sociales con una 3 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 elevada sensibilidad al rechazo, llamada sociotropía, mientras que la otra dimensión de personalidad llamada autonomía orientada a una constante preocupación por la independencia, el desempeño y el control, siendo susceptibles a los sentimientos de inferioridad, culpa y elevada autocrítica en las situaciones en las cuales no se han cumplido los estándares propuestos por ellos mismos (Zettle y Herring, 1995). Siguiendo el modelo de Beck (1983), Zettle y Herring (1995) comprobaron parcialmente la influencia de estas dos dimensiones en el tratamiento de la depresión en 72 personas asignadas aleatoriamente para el curso de tratamiento, buscando la concordancia entre las dimensiones de personalidad dominantes de cada una, teniendo como resultado una concordancia entre efectividad de terapia cognitiva individual para las personalidades autonómicas y terapia cognitiva grupal para las personalidades sociotrópicas. En otro estudio relacionado con las dimensiones de personalidad sociotrópica o autonómica, Robins, Hayes, Block, Kramer y Villena (1995) al evaluar la hipótesis de especificidad de síntomas hallaron que los individuos clasificados como sociotrópicos, presentaron síntomas relacionados con manejo interpersonal (temor al abandono), mientras que los autonómicos no tuvieron diferencias significativas (como el temor al fracaso); a su vez, la correspondencia con estresores congruentes fue elevada, aportando una medida de validez del modelo, en el cual de acuerdo con la dimensión dominante de personalidad, la persona desarrolla psicopatología si es acorde a la vulnerabilidad al igual que los síntomas que va a presentar. Desde los conceptos derivados de la etología por otra parte, las conductas manifiestas programadas genéticamente como la respuesta de excitación, el procesamiento de información ambiental e interoceptiva, la búsqueda de alimentos, la expresión afectiva, entre muchas más, fueron establecidas por los mecanismos evolutivos para la preservación de la vida y la especie con la reproducción (Gilbert, 1989); aunque sirvieron en la antigüedad de la especie humana como mecanismos adaptativos exitosos, en la sociedad contemporánea su puesta en marcha al estar alejados de las expectativas culturales, junto con otros criterios, se han constituido como un “trastorno de la personalidad” (Fernández, 2004; Beck et al. 2004; Wesler, 1993). En las bases del modelo cognitivo psicopatológico de los TTPP descrito por Beck et al. (1990; 2004), la teoría darwinista clásica de la evolución de las especies (Darwin, 1859/1989), aparece al retomar los tres mecanismos básicos para la supervivencia y éxito de las especies: la variabilidad (diferencias individuales de los organismos), la herencia (trasmisión de los caracteres a las siguientes generaciones) y la selección natural (selección realizada por la naturaleza de las especies más aptas al ambiente, descartando las demás). Dentro del marco evolutivo de los TTPP, Beck et al. (1990; 2004) toman la lucha por la existencia a partir de la interacción de los organismos con su ambiente, en donde los patrones de acción fija como la búsqueda de alimentos, el cortejo y el apareamiento, hacen parte de los organismos mamíferos como el hombre, sin embargo este marco evolutivo derivado de la postura inicial de Darwin requiere algunos puntos a profundizar (p. ej. Fernández, 2004). En primer lugar, es necesario considerar ¿qué elementos de la teoría de la evolución de las especies inicial, rastreada inclusive desde los escritos de Erasmus Darwin, siguen vigentes y cuáles han sido reevaluados por las tendencias actuales de la psicología evolutiva y la psicopatología de los TTPP? Para responder este cuestionamiento se destacan a continuación algunos elementos principales vigentes del modelo, con relación a los aportes de la teoría de la evolución de las especies de Darwin: 1) la teoría del apego de Bowlby (1986), 2) la psicología comparada y la etología, y 3) el procesamiento de la información y la representación de significados como mecanismo adaptativo exitoso. 4 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 J. Bowlby fue pionero en el desarrollo de la Teoría del Apego en 1969 (Bowlby, 1986), al destacar las características del contacto del infante con su madre (attachment) y el proceso de separación en los mamíferos incluidos los primates y el hombre, como parte del paquete de supervivencia y el posterior desarrollo de la personalidad, a partir de los procesos de apegodesapego en la infancia temprana. Estos procesos posteriormente van a influenciar los patrones de comportamiento adulto, la selección de pareja, el estilo parental, entre otros, lo que generó para los teóricos de la personalidad y sus trastornos un marco evolutivo antes no identificado claramente (Gutiérrez, 2009; Young, 1999). Riso (1990) afirma que esta conducta de apego (cuidado y dependencia familiar) posee un fuerte determinante filogenético en las especies como el hombre, ya que un complejo repertorio de esquemas de acción y sistemas de codificación permiten interactuar con los progenitores en etapas primarias, lo que se constituye como “un bagaje biológicamente programado de respuestas motoras expresivas de gran valor adaptativo para la supervivencia” (p.100). Este autor luego concluye que las respuestas motoras expresivas van acompañadas del afecto y preceden la experiencia de aprendizaje, en donde el apego programado filogenéticamente está siempre sometido a las presiones del ambiente y la misma experiencia, lo que hace que este repertorio se modifique y se module, conforme a la experiencia y se creen así las diferencias individuales. Es así, que las relaciones dadas durante el proceso de desarrollo sean padre-hijo, románticas-orientación sexual y autoestima, son determinantes en el desarrollo de la personalidad, además, al parecer tienen un componente genético que requiere aún de mayor investigación en áreas como la psicología social y otras afines (DeFries, Plamin, McClearn y McGuffin, 2009). Gluhoski y Young (1997) y Young (1999), al respecto, afirman que las experiencias en las primeras etapas del ciclo vital son influyentes en los problemas del adulto, al llevar al desarrollo de Esquemas Maldaptativos Tempranos (EMT), cuyo inicio en edades tempranas, se originan por la acumulación de experiencias negativas durante la infancia, y se manifiestan en la etapa adulta como creencias y emociones disfuncionales e intensas, acerca de sí mismo y el mundo. Pinto-Gouveia, Castilho, Galhardo y Cunha (2006), hacen una interesante revisión sobre el origen de la fobia social y los patrones de comportamiento en la edad adulta, partiendo del mantenimiento de los EMT. Igualmente, Stark, Schmidt y Joiner (1996), resaltan el papel de los padres en el desarrollo de la depresión posterior de sus hijos. En cuanto a la etiología de los TTPP y otros síndromes clínicos, Pelechano, Miguel y Hernández (1995), resaltan en su revisión que determinantes biogénicos y psicogénicos de la personalidad están ligados estrechamente en la infancia, y van ligados en función del tiempo y las circunstancias. Millon (1997) afirma que los factores más sobresalientes del comportamiento humano, seleccionado por núcleos permanentes omnipresentes, le sirven al clínico como prototipo para el estudio de los TTPP, ya que estos se desarrollan en cinco dimensiones (apariencia conductual, conducta interpersonal, estilo cognitivo, expresión afectiva y autopercepción) de acuerdo con las diferentes fuentes de satisfacción o refuerzo, siendo activa, pasiva o ambivalente esta búsqueda, a través del curso vital (Wesler, 1993, Millon, 1997). Concluye Millon (1997), que estas características permanentes y omnipresentes del funcionamiento del paciente al perpetuarse y agravar las situaciones cotidianas, ante estresores específicos, se puede adquirir un funcionamiento desadaptado de gravedad, constituyendo en últimas la psicopatología del eje II que deteriora estilo de vida del mismo paciente en la edad adulta. El segundo aspecto del modelo rescata la influencia de la Etología y la Psicología Comparada en el modelo cognitivo de los TTPP; disciplinas que parten del Origen de las Especies de Darwin (1859/1989), debido a su punto de convergencia evolucionista (p. ej. Lorenz, 1986, Tinbergen, 1969) fundamental en la comprensión del comportamiento animal (Montoya y 5 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Gutiérrez, 2007) y la psicopatología humana (Millon, 2000; Beck et al., 1990). La primera, de origen europeo centrada en las características instintivas e innatas del comportamiento de los animales, y la segunda centrada en los procesos superiores de los animales, en especial la inteligencia (Gutiérrez, 2009). De estas disciplinas puede evidenciarse su aporte a la teoría clínica cognitiva de los TTPP, en la conceptualización de comportamientos desde la etología, los patrones de acción propios de la especie como la conducta de apego y la búsqueda de seguridad (p. ej. Bowlby 1986, Bretherton, 1992), la territorialidad (p. ej. Altman, 1975), y la sexualidad (p. ej. Zuk, 2003) entre muchos más. El tercer aspecto básico para la compresión de los TTPP desde la perspectiva de la terapia cognitiva, es el procesamiento de la información y la representación de significados como mecanismo adaptativo exitoso. Clark, Beck y Alford (1999) en sus doce principios teóricos del modelo clínico cognitivo, afirman que la función básica del sistema de conciencia es facilitar el procesamiento de la información del ambiente, incluyendo la habilidad de conceptualizar el tiempo y trascenderlo. Esto crea ambientes en los cuales el humano no ha estado, puede vivirlos o anticiparlos, al alejarse de organismos que responden de manera inflexible, refleja, e inmediata en la escala evolutiva, es decir, se responde a representaciones del ambiente y no al ambiente mismo. En estados psicopatológicos, la rigidez e impermeabilidad del contenido esquemático van a guiar los diferentes repertorios cognitivos y comportamentales de autoperpetuación, propios de cada trastorno. Hacia una revisión teórica complementaria En este breve escrito se resaltó el modelo cognitivo de los TTPP de Beck et al. (1990; 2004), un componente del modelo de Millon propuesto en la década de los sesentas y setentas (Millon, 1997; Millon y Davis, 2000), y sucintamente la influencia de otros modelos teóricos de la psicopatología y otras disciplinas afines con la psicología (como el estudio del afecto en la obra de J. Bowlby y los comportamientos transversales a varias especies estudiados por la etología y la psicología comparada). Estos modelos dan cuenta que la comprensión de la etiología y mantenimiento de los TTPP genera diversas posturas explicativas, que como se resaltó han sido derivadas de la teoría de la evolución de Charles Darwin (1859/1989). Un tema elemental, resultante del modelo propuesto, son las propiedades esquemáticas con respecto al funcionamiento de la persona en un medio cultural particular. Las estrategias cognitivas, afectivas y comportamentales desplegadas por el esquema central en el sujeto, en un medio cultural en el cual se encuentre alejada de la expectativa social, será considerado su comportamiento anormal como parte de una cadena de síntomas acorde a una categoría diagnóstica ya tipificada en los distintos manuales de clasificación de enfermedad mental (p. ej. CIE-10 (OMS, 1992), DSM-IV-TR (APA, 2002)). Sin embargo, una revisión del origen de estos elementos claves en la comprensión de los TTPP da a conocer la importancia de los factores distales en su desarrollo. En primer lugar está el papel del afecto en las emociones características de cada trastorno, ya que al parecer las pautas afectivas presentes en las dinámicas con los progenitores influyen de manera significativa en el desarrollo de patrones de comportamiento desadaptativo en la adultez (Pelechano, Miguel y Hernández, 1995; Millon, 1997; Millon y Davis, 2000; Young, 1999; Riso, 1990; Gluhoski y Young, 1997). De Miguel y Pelechano (2000) resaltan este aspecto al afirmar que los pacientes con trastorno mental son víctimas de la genética, un paquete de afrontamiento defectuoso, y una incapacidad general para adaptarse representada en síntomas. Además, Millon y Davis (2000) presentan este modelo llamado diátesis-estrés para los TTPP, como un grupo de estilos de personalidad con desadaptación que genera deficiencias y 6 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 conflictos en su capacidad para interactuar con el ambiente; resaltando las bases biológicogenéticas y los factores ambientales-sociales en el desarrollo y mantenimiento del trastorno, ligando al plan de tratamiento a una intervención a nivel bioquímico y socio-cultural (De Miguel y Pelechano, 2000). En segundo lugar está el papel de la cognición humana en el mantenimiento de los estados psicopatológicos (Clark, Beck y Alford, 1999; Young, 1999), como derivados de la historia evolutiva de la especie, tal como el reconocimiento de las normas sociales, el seguimiento de instrucciones, la interpretación de señales de otros, y leer intenciones, los cuales fueron determinantes en el éxito adaptativo al aumentar la eficacia de la reproducción (Cummins, 2000; citado por Dieguez, 2003); aunque muestren serias dificultades al no acoplarse en gran medida a la realidad (Dieguez, 2003) y se presentan en su mayoría distorsionadas (Clark, Beck y Alford, 1999). Gilbert (1989) por su parte, señala en su obra, la importancia de la influencia recíproca entre afecto-cognición-conducta en los niveles sensorio-motor, procesos esquemáticos emocionales y el procesamiento conceptual, en el estudio del alcance de las metas biosociales y los esfuerzos adaptativos humanos. Este fenómeno de concordancia entre realidad objetiva y éxito adaptativo, es fuente de investigación de la psicología evolutiva y otras áreas a fin (p. ej. la Sociobiología, la Paleoantropología Cognitiva, y la Neurobiología), que a pesar de ser jóvenes han presentado resultados interesantes en este campo (Dieguez, 2003; Gaulin y McBurney, 2001; Restrepo, 2008). Por último, es posible sostener que las bases evolutivas darwinistas de los TTPP de Beck et al. (1990; 2004) requieren un mayor complemento de los aportes teóricos y empíricos derivados de los estudios de otros campos de investigación. Tal es el caso de los aportes de la genética de poblaciones (como los trabajos iniciados por Haldane (1932), E. Mayr (1942), Fisher (1930), Wright (1931), y Dobzhansky (1937)), la sociobiología, la biogeografía y la paleontología. Además, es necesario una sintonía entre los modelos de psicopatología y sus mecanismos distales con las actuales teorías que puedan incluir la teoría de la selección de Darwin integrada con la genética mendeliana, como la teoría sintética de la evolución o neodarwinista, o la sociobiología que explica el comportamiento social de los animales, o los aportes específicos que puede brindar para la comprensión del comportamiento humano y su modificación a través del cambio generacional como la teoría neutralista de la evolución molecular, que explica las variaciones no dependientes de la selección natural incluyendo la deriva genética (si un cambio en el ADN no afecta la supervivencia del individuo, puede ser neutral o depender del azar o la deriva genética-fluctuación de alelos neutros), o el modelo del reloj molecular, derivado de la anterior, que explica la tasa de cambios proporcional al tiempo de divergencia de las dos especies originales (Barbadilla, sf.). En cuanto a los aspectos cognitivos humanos, es necesario un extenso trabajo empírico sólido que brinde mayores explicaciones sobre la evolución de los sentidos, el cerebro y las mismas estructuras cognitivas, con preguntas fundamentales como el desarrollo de la mente humana, la influencia de los factores biológicos y culturales en el crecimiento del cerebro (Diéguez, 2003). Aunque obtener conclusiones claras sobre la genética de la personalidad es difícil debido a la amplia variedad de rasgos, los hallazgos indican que estos varían en la edad adulta con los del nacimiento, tal vez debido a la reciprocidad entre la influencia genética de la persona y el ambiente (DeFries, Plamin, McClearn y McGuffin, 2009). Aunque para Diéguez (2003) “el hallazgo de adaptaciones evolutivas no implica que exista determinismo genético o que el comportamiento no sea modificable” (p.313), hay un campo de investigación extenso desarrollado en torno a las fobias específicas y los miedos, en donde están apareciendo interesantes aportes de pruebas que pueden servir de sustento a las hipótesis de la 7 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 genética evolutiva y del comportamiento, en especial los instintos cuya influencia en la aparición de miedos y fobias tiene un importante determinante biológico (p. ej. Lang, Davis y Öhman, 2000). En psicopatologías de mayor complejidad de estudio como es el suicidio o los TTPP, la relación entre experiencias parentales negativas tempranas y la aparición de una sintomatología determinada, se ha encontrado que están mediatizados por la actividad de esquemas y creencias específicas en cada estado psicopatológico (Freeman y Reinecke, 1995). Siguiendo la postura de Diéguez (2003) en cuanto dice que “es necesario enfatizar que aunque determinados comportamientos sean adaptativos desde el punto de vista evolutivo, esto no significa en absoluto que sean deseables o moralmente aceptables” (p.313), si bien es evidente que la aparición de un TTPP está determinado por una extensa lista de factores genéticos, cognitivos, comportamentales, biológicos y culturales, el tener un marco evolutivo actualizado permitirá tener una mayor comprensión de estos trastornos, aunque su campo de investigación en cuanto a etiología y tratamiento es extenso, el nivel de comprensión de los mismos es aún precario, una razón más que lleva al análisis de las causas de la inefectividad de los tratamientos y las explicaciones sobre la variabilidad sintomática entre cada TP (p. ej. Molina, López-Muñoz, Stein, Martín-Vazquez, Alamo, Lerma-Carrillo et al. 2009). En conclusión, este marco complementario requiere ser ampliado teniendo en cuenta los aportes de otras disciplinas de la ciencia, con el fin de lograr una comprensión de cada TP y a su vez generar tratamientos más precisos y efectivos. 8 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Referencias Altman, I. (1975). The environment and social behavior: privacy, personal space, territory, crowding. California: Brooks / Cole Publishing Company. Asociación Psiquiátrica Americana (APA) (2002). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales texto revisado. DSMIV-TR. Barcelona: Masson. Barbadilla, A. (s.f.). La genética de poblaciones. Departamento de Genética y Microbiología, Universidad Autónoma de Barcelona. Disponible en: http://bioinformatica.uab.es/divulgacio/la%20genetica%20de%20poblaciones.pdf [consulta abril 22 de 2010] Beck, A.T. (1983). Cognitive therapy of depression: new perspectives. In P. Clayton y J. Barrett (Comp.), Treatment of depression: Old controversies and new approaches (pp 265-290). New York: Raven Press. Beck, A.T., Freeman, A. et al. (1990). Cognitive therapy of personality disorders. Nueva York: The Guilford Press. Beck, A.T., Freeman, A., Davis, D., et al. (2004). Cognitive therapy of personality disorders. Second edition. New York: The Guilford press. Beck, A.T., Rush, A. J., Shaw, B. F. y Emery, G. (1979). Cognitive therapy of depression. New York: Guilford Press. Beck, J.S. (2005). Cognitive therapy for challenging problems: what to do when the basics don´t work. New York: The Guilford Press. Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata. Bretherton, I. (1992). The origins of attachment theory: John Bowlby and Mary Ainsworth. Developmental Psychology, 28, 759-775. Clark, D.A. y Beck, A.T. (1997). Estado de la cuestión en la teoría y la terapia cognitiva. En I. Caro (Comp.). Manual de psicoterapias cognitivas (pp 119-127). Barcelona: Paidós. Clark, D.A., Beck, A.T., y Alford, B.A. (1999). Scientific foundations of cognitive therapy and therapy of depression. New York: John Wiley y Sons. Darwin, C. (1859/1989). El origen de las especies. México: Progreso (Original publicado en 1859). DeFries, R., Plamin, J. McClearn, G. y McGuffin, P. (2009). Genética de la conducta. España: Ariel. De Miguel, A. y Pelechano, V. (2000). Estructura de personalidad y trastornos de personalidad: correlatos de personalidad de los trastornos de personalidad definidos por clasificaciones de consenso. Psicologemas, 14(27-28), 3-214. Diéguez, A. (2003). ¿Qué es la epistemología evolucionista? Revista de Pensamiento y Cultura, 1(3), 1-8. Dobzhansky, Th. (1937). Genetics and the origin of species. New York: Columbia, University Press. Enns, M., y Cox, B. (2005). Perfectionism, stressful life events, and the 1-year outcome of depression. Cognitive Therapy and Research, 29(5), 541-553. Fernández, A. (2004). Aportes del darwinismo a la psicología clínica: el paradigma de la psicología evolucionista. Terapia psicológica, 22(1), 33-42. Fisher, R. (1930). The genetical theory of natural selection. Oxford: Clarendon. Freeman, A. y Reinecke, M. (1995). Terapia cognitiva aplicada a la conducta suicida. Bilbao: Desclée de Brouwer. Gaulin, S. y McBurney, D. (2001). Psychology. An evolutionary approach. New York: Prentice Hall. Gilbert, P. (1989). Human nature and suffering. London: Lawrence Erlbaum Associates. Gutiérrez, G. (2009). Charles Darwin (1809-1882): su legado para la psicología. Universitas Psychologica, 8(1), 247254. 9 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Gluhoski, V., y Young, J. (1997). El estado de la cuestión en la terapia centrada en esquemas. En I. Caro (comp.), Manual de psicoterapias cognitivas: estado de la cuestión y procesos terapéuticos. España: Paidós Ibérica. Haldane J. (1932). The causes of evolution. London: Logman. Lang, P., Davis, M. y Öhman, A. (2000). Fear and anxiety: animal models and human cognitive psychophysiology. Journal of Affective Disorders, 61, 137-159. Linehan, M. (1993). Cognitive behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: Guilford. Mayr, E. (1942). Systematics and the origin of species. New York: Columbia University Press. Millon. Th. (1997). MCMI-II. Inventario clínico multiaxial de millon-II. Madrid: TEA. Millon, Th. y Davis, R. (2000). Trastornos de la personalidad. Más allá del DSM-IV. Tercera edición. Barcelona: Masson. Molina, López-Muñoz, Stein, Martín-Vazquez, Alamo, Lerma-Carrillo et al. (2009). Borderline personality disorder: A review and reformulation from evolutionary theory. Medical Hypotheses, 73, 382-386. Montoya, B. y Gutiérrez, G. (2007). Nikolaas Tinbergen (1907-1988): sus contribuciones al estudio del comportamiento. Universitas Psychologica, 6(3), 727-730. Organización Mundial de la Salud (OMS). (1992). Clasificación internacional de las enfermedades. (10 ed.) (CIE-10). Madrid: Meditor. Pelechano, V., Miguel, A. y Hernández, M. (1995). Trastornos de personalidad. En Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, F. (comp.). Manual de psicopatología. Volumen 2. Madrid: McGraw-Hill. Pinto-Gouveia, J., Castilho, P., Galhardo, A. y Cunha, M. (2006). Early maladaptive schemas and social phobia. Cognitive Therapy and Research, 30, 571–584. Quiroga, E. y Errasti, J. (2001). Tratamientos psicológicos eficaces para los trastornos de personalidad. Psicothema, 13(3), 393-406. Restrepo, J. (2008). Biología evolutiva y psicología evolucionista. Revista Colombiana de Psiquiatría, 37(3), 428-451. Riso, W. (1990). Depresión. Avances recientes de la cognición y el procesamiento de la información. Medellín: Ediciones gráficas. Robins, C. y Hayes, A. (1995). Una valoración de la terapia cognitiva. En Mahoney, M. (comp.). Psicoterapias cognitivas y constructivistas. teoría, investigación y práctica. (pp. 63-89) Bilbao: Desclée de Brouwer. Robins, C., Hayes, A., Block, P., Kramer, R. y Villena, M. (1995). Interpersonal and achievement concerns and the depressive vulnerability and symptom specificity hypothesis: a prospective study. Cognitive Therapy and Research, 19(1), 1-20. Safran, J. y Segal, Z. (1990). Interpersonal processes in cognitive therapy. New York: Basic Books. Smith, J., Grandin, L., Alloy, L. y Abramson, L. (2006). Cognitive vulnerability to depression and axis ii personality dysfunction. Cognitive Therapy and Research, 30, 609-621. Stark, K., Schmidt, K. y Joiner, Th. (1996). Cognitive triad: relationship to depressive symptoms, parent´s cognitive triad, and perceived parental messages. Journal of Abnormal Child Psychology, 24(5), 615-630. Tinbergen, N. (1973). El estudio del instinto. México: Siglo XXI. (Trabajo original publicado en 1951). Wesler, R. (1993). Enfoques cognitivos para los trastornos de personalidad. Psicología Conductual, 1(1), 35-50. Wright, S. (1931). Evolution in mendelian populations. Genetics 16, 97-159. Young, J. (1999). Cognitive therapy for personality disorders: a schema focused approach. Third Edition. Sarasota, Fl.: Professional Resource Press. Zettle, R. y Herring, E. (1995). Treatment utility of the Sociotropy /Autonomy distinction: implications for cognitive therapy. Journal of Clinical Psychology, 51(2), 280-289. 10 Toro Tobar RA. Psicologia.com. 2012; 16:26 - http://hdl.handle.net/10401/5524 Zuk, M. (2003). Sexual selections: what we can and can’t learn about sex from animals. Oxford: Oxford University Press. Correspondencia Transversal 56 #18-96 sur, Bogotá D.C., Colombia. Tel. 57-1-2907886 y 3105637941 (móvil) Email. [email protected] Cite este artículo de la siguiente forma (estilo de Vancouver): Toro Tobar RA. Trastornos de personalidad: modelo clínico cognitivo desde el marco evolutivo darwinista. Psicologia.com [Internet]. 2012 [citado 06 Nov 2012];16:26. Disponible en: http://hdl.handle.net/10401/5524 11