Concepto de Grupo - Curso de acompañante terapeutico

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Concepto de Grupo
Psic Soc. Hugo Basile Este módulo tiene como objetivo el tener un acercamiento al rol y a las funciones del operador grupal desde un marco psicosocial. Para ello, desde los distintos módulos que conforman este curso irán adentrándose en las particularidades de la conducta adictiva, poniendo el acento en la drogadicción y el alcoholismo. Desde el enfoque de la teoría de Enrique Pichón Riviére consideramos que el individuo no enferma solo, sino que la enfermedad es la resultante de una serie de interacciones que se dan en los vínculos primarios, es decir, en las relaciones familiares, por tanto, el individuo enferma en grupo, siendo la enfermedad un emergente de la situación familiar, por tanto la salida de la enfermedad, desde nuestra concepción, también se realiza en grupo a través de la aproximación a la reconstrucción de esos vínculos internos dañados. En este espacio, trabajaremos sobre diferentes aspectos de la grupalidad vista, fundamentalmente, desde la Psicología Social pichoniana pero también desde otras miradas y concepciones teóricas, ya que nunca hay una sola herramienta para abordar una problemática, debido a la pluralidad de fenómenos que la provocan. En este primer encuentro, nos iremos adentrando en el concepto de grupo. Para Pichón Riviere, el grupo puede definirse como: “un conjunto restringido de personas ligadas por constantes de tiempo y espacio, y articuladas por su mutua representación interna que se propone en forma implícita o explícita, una tarea que constituye su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles.” Un primer punto nos dice que un grupo es un conjunto restringido de personas, por tanto debe tener un número limitado, es decir, para que la funcionalidad del grupo sea tal, el mismo debe tener tanto un mínimo como un máximo ideal, que oscila entre las cinco y las quince personas. Si hablamos de menos de cinco personas es posible que se presenten situaciones dilemáticas (sin resolución posible) entre dos (pareja), tres (alianza) cuatro (confronte), y si hablamos de más de quince, en el trabajo grupal, se pierde la visión sobre la totalida, ya que un grupo excesivamente numeroso tiende a disgregarse en diversos subgrupos. La definición continúa diciendo que este conjunto de personas debe estar ligada por una constante de tiempo y espacio, y aquí vamos a diferenciar dos aspectos importantes. El primero hace al encuadre, y si bien lo veremos en otro momento, podemos decir que el encuadre es el límite que recorta lo que ocurre en un grupo hacia el interior del mismo y lo diferencia de su entorno, por tanto, este marco de referencia que es el encuadre, entre otras condiciones, debe darse en un mismo lugar y en un mismo momento. No existe la posibilidad de grupo si trabajamos con algunas personas aquí, otras allí, unas hoy y otras mañana, o bien fuera de los límites de ese marco que nos permite leer hacia el interior del grupo. Si esto sucediera, deberíamos hablar entonces de múltiples grupos. El encuadre limita y al mismo tiempo contiene, y como verán en otro momento, la cuestión del límite en el trabajo con adolescentes es fundamental, y se refuerza cuando se trata de adolescentes con problemas de adicción. El encuadre también nos permite sostener el rol, de coordinador. El otro aspecto importante en relación al tiempo se relaciona en primer lugar con el proceso grupal que se pone en funcionamiento en el espacio grupal, proceso que indefectiblemente está ligado al tiempo, a los diferentes momentos que va viviendo el grupo y sus integrantes. Grupalidad no implica uniformización, y desde el espacio grupal cada individuo tiene sus tiempos internos en relación a sus cambios, y también en relación a los vínculos que representan el grupo. La formación de un grupo no es caprichosa, sino producto de mucho trabajo de los integrantes del mismo y de la coordinación. En segundo lugar, debemos considerar que cada una de las personas que conforman un grupo, llegan ahí también por el resultado de un proceso que se da en su tiempo histórico y en su espacio vincular. Quien está frente a nosotros aquí y ahora es el resultado de una serie de interacciones vinculares que se dieron allí y entonces, en su historia. Este proceso incluye la siguiente parte de la definición, en la que cada miembro del grupo se articula con el resto por medio de una mutua representación interna. La mutua representación interna va a tener dos improntas importantes, ya que por un lado, esta representación es la resultante de la internalización que cada miembro del grupo haga del resto de los integrantes, y que en el tiempo determinará si podemos hablar o no de grupo, y por otro lado, esta mutua representación nos permitirá ver y leer los diferentes roles que se juegan en el espacio grupal, y llegado el momento también será la base para poder hacer una evaluación de cada integrante, del grupo, y de sus procesos. La definición nos dice que quien integra un grupo se propone en forma implícita o explícita, una tarea que constituye su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles. Aquí podemos mencionar dos niveles de interacción grupal, uno explícito y otro implícito, a los cuales veremos detalladamente. Cada persona llega a un grupo con un propósito determinado, conciente, que va desde la necesidad del cambio hasta la negación del mismo, precisamente, por la ansiedad que el cambio genera. Este propósito conciente es jugado en el espacio grupal por su yo y por su personalidad. Aquí haremos un paréntesis para definir lo más sintéticamente posible lo que es personalidad. Para nosotros personalidad es la enunciación conciente de lo que creemos y suponemos que somos. Esta incluye nuestros gustos, preferencias, creencias conductas e historias con las cuales nos identificamos y con las que nos manejamos en el mundo. Cuando nos sentamos en un grupo, en primera instancia, quien se sienta es el discurso sobre lo que somos. Sin embargo, lo que casi nunca tenemos en cuenta es que ese discurso conciente, esa persona que cuenta su historia, al mismo tiempo, está representando un drama implícito, inconciente, del cuál nada sabe, y por medio del cual interactuará a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles. Como decíamos más arriba, cuando se llega a un grupo, quien llega, es el resultado de una historia que comienza con su nacimiento. Uno nace a la vida, psíquicamente hablando, desde lo inconciente, sin tener una conformación psíquica, aunque si potencialidades, tendencias, esquemas virtuales sobre los cuales se va a desarrollar el psiquismo. Sí entendemos que la conformación de este psiquismo , hasta donde sabemos, no puede ser posible sin la existencia del otro social, en este caso la familia, que va transmitiéndonos su propia interpretación de la cultura y de la sociedad por medio de la mirada y fundamentalmente del discurso. En el proceso de la vida, vamos incorporando el mundo por medio de los vínculos que se conforman con nuestros padres y nuestros hermanos, vínculos que, si se quiere, comienzan ya en el útero de nuestra madre. Estos vínculos primarios y la forma en la que estos se desarrollan, van determinando en cierta forma nuestra manera de relacionarnos con el mundo y nuestro lugar en el; la relación con las mujeres, los hombres y con nuestros pares y al mismo tiempo, ya sea por acción o reacción, van conformando nuestra personalidad. Podemos decir que se conforma por acción cuando concientemente hacemos elecciones determinadas, en las que igualmente se jugará a nivel inconciente un motivo por el cual elijo estas y no otras. Por reacción es cuando hacemos elecciones no por suponer que es lo mejor para uno sino lo peor para otro, por ejemplo, hacer elecciones contrarias al deseo de los padres. Aún así, en las elecciones por reacción siempre habrá elementos inconcientes que se juegan en esa elección. La forma de comunicarnos y vincularnos con el resto de las personas incluye la internalización de la forma de vincularnos con nuestros vínculos primarios conformados en la niñez, y en un segundo momento, con los vínculos secundarios o sociales. Es por esto que cuando alguien llega a un grupo, en primera instancia se relaciona, como dijimos, en dos niveles: Desde lo explícito: de acuerdo con su personalidad, y desde la imagen de sí que la persona se ha formado. Nuestra personalidad es también una acción inconciente que intenta mostrar lo que uno supone ser, ya desde la vestimenta, desde la postura, desde la forma de actuar o desde el discurso, porque se ha identificado con eso. Desde lo implícito: Porque al mismo tiempo que establece una serie de conductas explícitas, va tejiendo también relaciones implícitas, por debajo, inconcientes, en las cuales adjudica y/o asume roles, con los demás miembros del grupo, pero esos roles que adjudica y asume no son de ahora, sino del pasado. Es así que la trama de relaciones que se establece en un grupo se jugará tanto a nivel conciente como inconciente, por tanto, los diferentes obstáculos que aparecerán en esta interrelación estarán signados por relaciones inconcientes que no pertenecen al aquí y ahora. Tomar conciencia de esta doble forma de vincularse (vínculo a doble vía), por un lado en forma racional, pero por otro en forma irracional (ya que nos vinculamos con alguien que no es aquí ni tampoco ahora) es la tarea del espacio grupal. A estos obstáculos que aparecen en el nivel de lo inconciente, de lo latente, de lo implícito, los llamamos emergentes, y la tarea del coordinador, o tarea correctora, consiste precisamente en acompañar al grupo para intentar hacer emerger estas situaciones latentes, que generan ansiedad y hacerlas concientes, manifiestas. Aquí es necesario hacer una aclaración: La Psicología Social pichoniana tiene parte de su origen en la teoría psicoanalítica, tanto freudiana como kleiniana, y es por esto que entendemos que esta adjudicación y asunción de roles, que no solo se jugarán en el grupo sino también hacia la coordinación, pertenecen al campo de los fenómenos trasferenciales, contratransferenciales y proyectivos, por lo que se hace necesario conocer estos conceptos y reconocerlos en el campo grupal, sin embargo, esta modalidad de coordinación grupal reconoce estos conceptos pero no trabaja sobre ellos ya que es una herramienta propia del psicoanálisis, siendo nuestro encuadre de trabajo muy diferente. En la definición de grupo veíamos también que el individuo en el espacio grupal: se propone en forma implícita o explícita, una tarea que constituye su finalidad A lo largo del módulo profundizaremos el concepto de tarea, aunque por el momento diremos que la tarea es la finalidad de un grupo en el sentido de que la misma estará centrada en lo terapéutico, en el aprendizaje, en el individuo, etc., aunque siempre estará signada por la capacidad del individuo de asumir una adaptación activa a la realidad. Una realidad que, hasta el momento, le ha sido adversa, y la imposibilidad de poder aprender formas de adaptarse a la misma lo ha llevado al lugar desde el que llega a nosotros. Para el operador o coordinador grupal, la tarea es precisamente la de acompañar, por medio de señalamientos e interpretaciones, a los miembros de un grupo hacia el esclarecimiento de este lugar en el que está parado y hacia el que, desde su fuero mas interno, quiere arribar. Ese lugar no lo determina el coordinador, tampoco la personalidad del miembro del grupo, sino aquella parte de si que el, todavía, no conoce 
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