En las márgenes del miedo. Discursos, medios, poderes.

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En las márgenes del miedo
Discursos, medios, poderes
Rossana Reguillo1
El Mesías llegará solo cuando no haga
ya falta, llegará sólo un día después de
su propia llegada, no llegará en el
último día, si no en el ultimísimo.
F. Kafka
Postal Uno
En
un
artículo
recientemente
la
de
divulgación,
prensa
informaba
escuetamente que científicos holandeses
habían
desarrollado
un
medicamento
asombroso, digno de ciencia ficción; se
trata
de
una
píldora
que
alivia
los
recuerdos dolorosos, una especie de
vacuna contra el miedo o el dolor cuyo
efecto principal es el de atenuar “la
intensidad emocional”. No es que la
píldora salvífica borre los recuerdos, sino
que
como
señaló
el
jefe
de
la
investigación, Merel Kindt, “la memoria
sigue intacta, pero la intensidad emocional
de la memoria ha menguado”. Ante tal noticia, busqué el artículo científico, que
1
Profesora-investigadora en el Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO.
2
aparece publicado en Nature neuroscience, el 15 de febrero de 2009 en su
versión online, se titula “Más allá de la extinción: borrando las respuestas
humanas del miedo y previniendo el retorno del miedo”2, en el que los autores
presentan brevemente su investigación y la medicina inventada. Una
investigación desarrollada bajo la hipótesis de que las respuestas del miedo
pueden ser debilitadas, interrumpiendo la reconsolidación de la memoria lo que
a su vez previene el retorno del miedo. Después de leer una serie de formulas
químicas, pruebas y datos complementarios, se puede entresacar que los
científicos afirman que la píldora en cuestión (a base de propranolol,
“interrumpen la reconsolidación de la memoria del miedo pero no afectan a la
memoria declarativa”. Lo que me lleva a suponer que entonces, los cientos de
miles de víctimas de tortura, secuestro, desaparición forzada, podrán declarar
tranquilamente y sin asomo de miedo “Yo fui torturado hasta la agonía por el
Cabo González y hoy, liberado de mis miedos, gracias al propranolol, podría
almorzar con el Cabo, sin sentir ningún efecto indeseable en mi memoria
emocional”.
Postal Dos
En el 2009, el Gobierno de la Ciudad de
México, instalará 8000 cámaras de vigilancia
en 15 delegaciones de la megalópolis. Se
espera que para el año 2011 el número de
cámaras instaladas llegue a 10000. En esta
primera
etapa,
participación
de
el
proyecto
contempla
la
empresas
francesas
y
mexicanas para la instalación de este proyecto
de seguridad. Según el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, este plan es
importante para “la seguridad de las personas y para el control de la
delincuencia donde surgen los brotes”. El monto de esta inversión alcanza casi
los 287 millones de pesos (alrededor de 19 mil millones de dólares), a lo que se
suma lo ya invertido en cámaras de vigilancia en escuelas públicas de la ciudad
Kindt, Merel, Soeter, Marieke y Vervliet Bram: “Beyond extinction: erasing human fear
responses and preventing the return of fear. Versión disponible en
http://www.nature.com/neuro/journal/vaop/ncurrent/full/nn.2271.html
2
3
(123 hasta ahora) y las más de 300 instaladas en distintas estaciones del
metro.
Postal Tres
El
Departamento
Estado
de
de
Estados
Unidos, dio a conocer
recientemente
que
el
“narco” da empleo a 450
mil mexicanos, de los
cuales, 150 mil estarían
directamente
involucrados
en
el
negocio directo y otras
300 mil en el cultivo y procesamiento marihuana y opio. Las ganancias
calculadas por esta Oficina solo para 2007, ascienden a 25 mil millones de
dólares. Mientras, en el último mes, en varias ciudades del norte del país, entre
ellas Monterrey y Tamaulipas, manifestantes en su mayoría jóvenes, mujeres y
niños, con el rostro cubierto salieron a la calle a realizar bloqueos en demanda
de la salida del ejército de la seguridad pública. Por sus rostros cubiertos con
paliacates, camisetas, trapos, fueron bautizados como “los tapados”. Las
autoridades insisten en que estos “tapados” han recibido 500 pesos (alrededor
de 33 dólares) por manifestarse y que son manipulados por el Cártel del Golfo
y su brazo armado, Los Zetas.
Estas “tres postales” configuran un horizonte de preguntas en torno a la
presencia y centralidad de los miedos en la sociedad contemporánea, que a mi
juicio, abren no solamente una agenda temática, sino que restituyen una cierta
complejidad al modo de encarar la pregunta en torno a los discursos mediáticos
y su relación con los miedos sociales que hoy no podemos darnos el lujo de
asumir de manera simple y banal.
La primera postal, intenta introducir la atmósfera de cientificidad que
impregna la percepción sobre los miedos y que retorna a la medicalización de
4
las pasiones como pasó en el siglo XIX3, en un obsesivo tic por el control de
todo aquello no asimilable al decreto de la normalidad, problema del que se
ocupó de manera brillante Foucault (2007)4. La segunda postal, pretende
iluminar una zona clave en la gestión de los miedos, el de la seguridad y sus
retóricas, que vuelve a colocar al centro de la discusión en torno a los
proyectos de futuro, el binomio seguridad-libertad. Mientras que la tercera
postal, quiere hacerse cargo de la indudable presencia aquí y ahora de las
estructuras lógicas, dispositivos, ubicuidad de las violencias ligadas a lo que he
venido llamando “paralegalidad”5 y su impacto cultural, político y económico en
el contexto de implosión de las instituciones que la modernidad levantó.
En otras palabras, hay un conjunto de procesos multidimensionales y
complejos que no pueden agotarse o no deben reducirse a la simple ecuación
de medios igual a miedos, en una especie de negación de que los miedos
sociales tienen anclajes objetivos y de que, fundamentalmente, estamos en un
período histórico cuya fuerza motora es el “riesgo”, un riesgo derivado del
modelo sociopolítico y económico dominante. Así me parece que no es posible
aislar, ni siquiera con fines analíticos, el papel de los medios de comunicación,
tanto convencionales como emergentes6, en la configuración y circulación de
los miedos contemporáneos. Convencida de que los miedos constituyen un
poder fundante y que en buena medida articulan el conjunto de relaciones
sociales, tanto verticales (estado-sociedad, poder económico-consumidores,
poder político-electores), como horizontales (relaciones entre grupos y
Me refiero especialmente al impacto del pensamiento de Cesare Lombroso, el médico
criminalista italiano que a finales del siglo XIX y principios del XX, puso a circular su versión
científica sobre la mente criminal con gran influencia en los circuitos políticos de los flamantes
Estados-Nación latinoamericanos a través de las teorías del eugenismo, la limpieza social, la
mestizofilia, etc.
4
No cito aquí su clásico Vigilar y castigar, sino el compendio de las lecciones 1978-1979 en el
Collage de France, dirigido por Francois Ewald y Alessandro Fontana. Donde considero que se
encuentran los gérmenes de las preguntas y análisis foucultianos en torno al (bio) poder de
control y castigo. Ver Nacimiento de la biopolítica. Referido en la bibliografía.
5
Llamo paralegalidad al poder que emerge en las zonas fronterizas abiertas por las violencias
que genera un orden paralelo al poder legal, forjando sus propios códigos, normas, emblemas y
rituales, que al ignorar drásticamente a las instituciones, se constituye en un desafío mayor que
la ilegalidad. Volveré sobre este asunto más adelante.
6
Intento establecer una distinción que atienda a la lógica de producción mediática. Por medios
convencionales, entiendo al conjunto de empresas, consorcios y agencias cuya base
productiva está sustentada en una lógica de mercado que se mueven en función de intereses y
alianzas empresariales y políticas, con dominio de la esfera pública, podrían también ser
denominados “grandes medios” o “medios dominantes”. Mientras que por medios emergentes,
entiendo al conjunto de espacios, dispositivos, sitios, agencias, cuyo sentido se articula a la
disputa por el poder de enunciación en una búsqueda de “alternativas” a la comunicación
dominante.
3
5
colectivos diferenciados), considero que el esfuerzo analítico debe llevarnos a
un examen sistémico (Wallerstein, ), cuya ventaja es la de permitirnos evitar, a
toda costa, considerar al poder como un principio en sí mismo, ni como un valor
explicativo que funcione de entrada, como quería Foucault (Ibid, 218).
Si queremos sacar de su dimensión fantasmagórica, la relación mediosmiedos-poder, es fundamental no perder de vista, que los medios son, entre
otro conjunto de dispositivos epocales, engranajes de un proceso mayor, cuyos
efectos apenas vislumbramos: la desinstitucionalización acelerada y la
precarización biográfica, en la interfase de este proceso, propio del
tardocapitalismo, los medios, principalmente los convencionales, se constituyen
en espejos de una profecía auto-cumplida, que a través de sus rutinas y
rituales no logran hacerse cargo del espesor del momento por el que
atravesamos y solo aciertan a iluminar muy parcialmente las zonas donde se
recongifura aceleradamente la sociedad, en el hastío infinito de la reproducción
de sus relatos de terror y arrinconados por el desmoronamiento de su poder
monolítico y autoritario. A efectos prácticos, la realidad ha resultado demasiado
real, aún para los medios informativos globalizados.
El discurso como voluntad de poder: el lobo está aquí
Lejos del denuncismo crítico de finales de los años 70 y principios de los 80 del
siglo XX o de la explosión romántica frente a la emergencia de la Internet como
espacio alternativo y democratizador de la comunicación que ha caracterizado
una buena parte de la producción académica y alimentado la esperanza de un
nada desestimable movimiento social, me parece que la mejor estrategia para
(a)cercar la comprensión sobre el “nuevo” papel de los grandes medios, es
asumir que ellos están tan perplejos como la sociedad, igual de desorientados
frente a las señales ominosas de un futuro en permanente fuga. Intento
argumentar que hemos pasado de una etapa en que los medios con su poder
avasallador inventaron (hicieron venir) una realidad en la que el miedo y la
esperanza se convirtieron en estrategias altamente rentables para la gestión
del poder y la administración de las pasiones contemporáneas (Reguillo, 2007)
a una etapa en la que a la manera del relato del pastorcito mentiroso, el lobo
estaba ya demasiado cerca y sus voces de alerta son silenciadas por el fragor
de una batalla que se libra en demasiados frentes.
6
Desde luego esto no quiere decir, que el poder de representación,
construcción y configuración de lo real que está a la base del poder mediático,
haya perdido su vigencia como objeto de análisis y que el manejo interesado
de los miedos se convierta en un problema anacrónico o inocuo. Por el
contrario, me parece que esta nueva fase en la que el poder configurador de
los miedos se expande y desborda el ámbito de lo mediático, exige, como
nunca, el análisis de las retóricas mediáticas en torno a los miedos, que
entenderé aquí como el conjunto de argumentaciones elocuentes que buscan
persuadir y provocar respuestas emotivas, a través de tropos e imágenes
basadas en juicios y razonamientos no reflexivos, anclados en un principio de
miedos expandidos frente a riesgos incontrolables.
En esta “atmósfera” instalada, las retóricas trabajan a favor de la
fatalidad y se atrincheran en un continuum de noticias, informes, opiniones sin
distinción alguna, sin jerarquías que fortalece lo inasible e informe de las
amenazas, en una revoltura de planos y niveles que activan rápidamente lo que
he venido llamando “la causa eficiente” en los miedos. Categoría que he
elaborado en diálogo con la teoría de las pasiones de Hume, que distingue
“causas y objetos”. La “causa”, sería aquella idea que las excita, mientras que
“el objeto” es aquello a que dirigen su atención, una vez excitadas 7. Interesa
destacar aquí la noción de “objeto de atribución”, en tanto este es siempre
producido por la propia pasión, lo que permite desestabilizar la idea positiva de
que motivo (causa) y objeto de la pasión, en este caso el miedo, son la misma
cosa. En el caso de los miedos, el concepto de “objeto de atribución” de Hume,
vinculado al análisis tanto antropológico como de las retóricas mediáticas, me
ha resultado fundamental para analizar los mecanismos a través de los cuales,
el miedo, una vez detonado, busca una “causa eficiente” o en palabras
coloquiales un “chivo expiatorio”. Pensemos por ejemplo en la percepción de la
inseguridad creciente, independientemente de lo “objetiva” que esta percepción
pueda resultar –que no es la discusión en este momento-, lo que se desprende
de este análisis es que el “miedo a la inseguridad”, busca objetos (fuerzas,
instituciones, actores) a los cuáles “atribuir” la responsabilidad de esa
inseguridad. Así, por ejemplo, los “pobres”, los “migrantes”, los “terroristas”, los
Ver el interesante estudio introductorio a la Disertación sobre las pasiones de Hume,
realizado por José Luis Tasset Carmona. Hume, 1990. pp. 23-27.
7
7
“jóvenes
populares”,
el
“Estado
débil”,
“la
corrupción
policíaca”,
“el
narcotráfico”, operarían como focos de atracción de la pasión y, de manera
mucho más importante, su fuerza de representación, tendería a borrar, a diluir
cualquier agencia reflexiva. La “causa eficiente” es el dispositivo por
antonomasia utilizado por los discursos del poder mediático en su temible
vocación simplificadora.
A estos dispositivos, se suma además el de una agencia ciudadana
paralizada que, por ejemplo, frente al problema de la inseguridad creciente,
parece asumir que no hay ninguna institución capaz de protegernos contra este
virus mortal, que a la manera de la metáfora de Danny Boyle en su película 28
days later, que fue traducida al castellano como “Exterminio”, ha contaminado
todo. Así el poder de “la causa eficiente” estriba en su capacidad de generar
respuestas prepolíticas o altamente políticas. Si no hay escapatoria, la
alternativa es enfrentar nuestros miedos, por ejemplo:
a) a través del rezo solitario y la ayuda supraterrenal
b) el armamentismo privado (llamado eufemísticamente “tercerización de
la seguridad).
c) el repliegue hacia lo íntimo e individual
d) la aceptación cómplice y atemorizada del establecimiento de medidas,
fronteras y aduanas cada vez más duras
e) la conformidad con una vida cotidiana al límite de la (auto)vigilancia y,
f) especialmente, la tolerancia frente a la producción política de “zonas
de riesgo cero”, es decir la seguridad aún a costa de los derechos
humanos
En otras palabras, estas retóricas mediáticas engendran (y legitiman)
programas de acción, lo que no es un poder menor. Sin embargo, cuando
afirmo que los miedos son engranajes de procesos mayores, aludo a que en el
acelerado proceso de desinstitucionalización de la modernidad tardía, emergen
fuerzas con un enorme poder de re-configuración cultural, cuyos lenguajes
violentos dejan poco margen de maniobra; me refiero por supuesto al
narcotráfico y al crimen organizado.
Para referirme a este poder cultural y siguiendo la categorización elaborada por
Rita Segato (2004), quisiera proponer la distinción entre violencia expresiva y
8
violencia utilitaria8, que a mi vez
he desarrollado asumiendo que
esta distinción alude en el
primer caso, a la exhibición
disciplinante
de
un
poder
mortal, cuyo fin es ese, el de la
performatividad; mientras que la
segunda,
estribaría
en
la
búsqueda de fines estratégicos.
Si como señala Segato, para el
caso de las mujeres asesinadas
en
Ciudad
Juárez,
lo
fundamental de esta violencia despiadada, ritual, sistemática, es la de entregar
a través de los cuerpos de las mujeres, un “mensaje” de control y dominio
absoluto sobre un territorio y, en palabras de la misma Segato “sellar con la
complicidad colectivamente compartida en las ejecuciones horrendas, un pacto
de silencio capaz de garantizar la lealtad inviolable a cofradías mafiosas que
operan a través de la frontera más patrullada del mundo. [Y] Dar prueba,
también, de la capacidad de crueldad y poder de muerte que negocios de alta
peligrosidad requieren” (Ibid), podemos afirmar con Hume (Op. Cit.) que esa
estela de “oscuridad”, de misterio, de mensajes cifrados que comportan una
alto dosis de ininteligibilidad para los ciudadanos comunes, que envuelve a
muchas de las violencias contemporáneas, estimula la imaginación que, como
sabemos, no es un artilugio para escapar, sino “un escenario para la acción”
(Appadurai; 2001;23). Si se acepta que la imaginación deviene acción, resulta
clave introducir la pregunta en torno al tipo de acción que convocan estas
violencias.
El efecto de estas violencias, aunadas al “trabajo de la imaginación” y a
las retóricas de los medios sobre el miedo, detonan un miedo inasible, creando
una atmósfera donde prevalece la idea de una “ciudadanía sitiada” (Reguillo,
Un análisis detallado de estos elementos, puede consultarse en R. Reguillo “Las múltiples
fronteras de la violencia. Jóvenes latinoamericanos: entre la precarización y el desencanto”,
2008.
8
9
2005), de fatalidad y, de manera especial, producen una dislocación en las
coordenadas de sentido, porque el lenguaje a través del que hablan estas
violencias mortales y que se inscribe en este caso, en los cuerpos de las
mujeres, busca afirmar, dominar, exhibir los símbolos de su poder absoluto, lo
que por consecuencia deviene miedos difusos, gaseosos, inasibles pero
siempre presentes.
Ciudad Juárez es una de las ciudades del norte del país, donde el
narcotráfico ha asentado sus poderes y librado sus más terribles batallas. Hoy
custodiada por 11 mil soldados, sigue siendo la ciudad con más muertos por
narcotráfico en todo el escenario nacional. En Chihuahua, el estado donde se
encuentra esta ciudad, en 2008, hubo 1652 ejecutados de los 6290 asesinatos
en el país y, en lo que va del año 2009, se han acumulado 422 cadáveres de
los más de mil que van engrosando la lista del terror. En el país que ha
mostrado una enorme inventiva lingüística frente a los cuerpos que el narco
deja tirados por todo el territorio nacional; he logrado sistematizar 8 términos
para denominar estos cuerpos: ejecutados, decapitados, encajuelados,
encobijados, deslenguados, torturados, “los muertos”, “los acribillados”, que
equivalen a “los muñecos” colombianos en referencia los cadáveres del
narcotráfico.
Frente a esta realidad, el discurso mediático, vuelvo a enfatizar se
muestra desorientado y sus normalmente eficaces retóricas, colapsan frente al
excedente de sentido -como lo llamaría Barhtes (1976)-, implícito en estas
violencias y sus consecuentes miedos, que escapa a su voluntad de control.
Tráfico de códigos
Si como he pretendido he logrado argumentar que para entender la relación
medios-poder-miedos, es fundamental ir más allá de los medios (con los
medios), quisiera ahora colocar otro asunto que considero central para analizar
los dispositivos y estrategias mediáticas que fortalecen su poder pero cuya
genealogía se encuentra inserta en el corazón mismo de la cultura, me refiero a
la codificación y especialmente a la transcodificación de los lenguajes. En
estricto sentido estaríamos hablando del problema de la “traducción cultural”,
que como sabemos ha sido un mecanismo de comunicación clave en la historia
de la humanidad. Fue la traducción la que posibilitó el proceso de conquista y
10
evangelización en América, ha sido la traducción la que permitió al Tercer
Reich, adueñarse de un espacio interpretativo para traducir el “problema judío”
en uno de “seguridad nacional” y es hoy, la traducción cultural, la que posibilita
que los medios y los poderes fácticos se sirvan de códigos y significados para
ponerlos a funcionar en otros registros de sentido. La transcodificación es un
dispositivo de poder que importa y exporta códigos, reglas, pautas y
mecanismos de atribución de sentidos, para ponerlos a operar en marcos de
significado diferentes y hasta en fronteras diferentes, pero que encuentran su
nicho de significación en una cultura ávida de representaciones orientadoras.
Puede plantearse que este mecanismo de transcodificación se convierte en
una estrategia clave en la gestión (aceleración y contención) de los miedos en
la medida en que se trata fundamentalmente de un dispositivo que posibilita
reducir la incertidumbre pese a la dislocación de sentidos que provoca.
En la década de los noventa, se desarrolló en los Estados Unidos, un
pequeño aparato militar, llamado “prhaselator”, según documenta Mary Louis
Pratt9 en su estupendo análisis sobre las relaciones entre lengua y seguridad.
Explica la autora que el “prhaselator” es una máquina de lenguaje del tamaño
de una palm. Su usuario es un soldado que dice una frase en inglés frente a un
pequeño micrófono y la maquinita tiene una versión registrada de esa frase en
la lengua de “destino”. Fueron probados por primera vez para relacionarse con
los refugiados albaneses en Bosnia en 1997 y ante su éxito, fueron luego
incorporadas para interceptar buques en el Golfo Pérsico en 1999. “Cuando las
tropas de los EE.UU. desembarcaron en Afganistán en octubre de 2001,
decenas de soldados llevaban “Phraselators” programados en pashto. Después
miles de “Phraselators”, codificados en árabe, se desplegaron en Irak”. Pero
como observa con ironía Pratt, la máquina tiene una seria limitación: “It
understands nothing. You can use it to ask a question, but when it comes to
comprehending the answer you’re on your own”. La máquina es solo capaz de
traducir las frases que previamente se le han introducido.
M.L. Pratt, “Globalization, language, and securitization or land of the free, home of the
Prhaselator”. Ponencia presentada en el Seminario Internacional: Citizenship, ‘Rhetorics of
Security’, and Vernacular Violence. SSRC/ Bogaziçi University. Istanbul, Turkey. 26-28 de
Enero de 2007. Mimeo.
9
11
Me parece que a través de este analizador es posible establecer que la
transcodificación sigue siendo un dispositivo “a mano” tanto para el
sometimiento de los otros, como para la domesticación de los miedos.
Como lo argumenta Pratt, la cuestión de la traducción se volvió un
problema de seguridad nacional para los Estados Unidos. Confiados en su
propia invulnerabilidad, la política del “English only” asumida por varios de los
gobiernos norteamericanos, enfrentó su insolvencia cuando, sorprendidos por
los atentados, se percataron que carecían de “expertos” lingüistas para
“trabajar” en el caso. Señala Pratt:
“Inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre, en las
escuelas de idiomas vinculadas a la defensa nacional, los reclutas que
estudiaban ruso y japonés fueron abruptamente cambiados al árabe.
Pero el árabe es una de las lenguas más difíciles y requiere por lo
menos dos años de estudio a tiempo completo para alcanzar siquiera
una modesta capacidad de comunicación. Se hicieron experimentos en
<<turbo/árabe>>, montados en el Fuerte Bragg de Georgia y el nuevo
Centro de Defensa en el Centro de Estudios Avanzados de la Lengua en
la Universidad de Maryland, recibió financiamiento para estudiar cómo el
aprendizaje de idiomas puede ser neurológicamente acelerado”10
De nueva cuenta, Pratt coloca un asunto nodal para analizar las lógicas que
imperan en la interacción desnivelada entre culturas diferentes que implican
alta conflictividad y nos ayuda a pensar el efecto de poder que los medios
logran a través del tráfico continuo de códigos culturales. Al centro está el
problema de la traducción es cierto, pero es posible inferir que en el proceso de
transcodificación que esto implica hay una fuerte tendencia a reducir el asunto
a un problema de “idioma” y dejar de lado la profunda dimensión cultural que
atraviesa transversalmente la apropiación o imposición de un código que no
puede abstraerse de las condiciones históricas de su configuración.
Cuando la legalidad, una de las piedras angulares de la modernidad, es
sometida por la emergencia y consolidación de prácticas, actores y procesos
paralegales (Reguillo, 2007), cuando emergen nuevos riesgos derivados del
modelo de desarrollo asumido y de la concepción de progreso, resulta
complicado sostener un sistema que se fundamenta en la transposición de
códigos que no alcanzan para someter lo indómito o “residual” por utilizar la
categoría con la que Nelly Richard (2001;11), se refiere a las “inestables
10
M.L. Pratt, Op. Cit. Traducción mía.
12
formaciones de de depósitos y sedimentaciones simbólico-culturales, donde se
juntan las significaciones trizadas que tienden a ser omitidas o descartadas por
la razón social”.
Pese a la complicación y al fracaso constante de estas “políticas de
gestión”, estos dispositivos siguen gozando de cabal salud, especialmente
entre los medios de comunicación, los Estados y algunos gobiernos: la
búsqueda incesante para someter a una única racionalidad, a un lenguaje
normativo, a un imaginario oficial y oficioso a todo aquello que ya podemos
llamar el “miedo al otro”, del que derivan todos los demás miedos.
La transcodificación es un dispositivo
de altísima eficacia simbólica, porque
permite reducir tanto la incertidumbre
como
la
complejidad;
volviendo
“transparente” un mundo que exigiría
de otro modo, la elaboración de
categorías más complejas que “malo y
bueno”, “civilizado y bárbaro”, “normal
y anómalo”, etc.
No encuentro un mejor analizador que
el uso publicitario de la famosa tienda
chilena
Ripley,
cuando
el
último
domingo de la presidencia de Lagos, publicó un encarte en los principales
periódicos chilenos para promocionar sus jeans. La campaña, articulada sobre
el tema de la tortura, no causó la suficiente indignación. En un efecto de
estatización del horror, la campaña de Ripley muestra nítidamente, de qué
maneras operan los discursos, en su sentido amplio, para “pasteurizar” códigos
y ponerlos a funcionar en un registro otro. Probablemente el publicista de tal
campaña, se encontraba bajo los efectos de la pastilla contra la intensidad
emocional del Dr. Kindt.11
Para un análisis más detallado de estos elementos ver R. Reguillo “Las políticas del miedo en
los cuerpos contemporáneos” (2007b)
11
13
Insurrección de lo real
Finalmente, quisiera discutir lo que llamé desistitucionalización acelerada y
precarización biográfica, porque en la interfase de ambos procesos, me parece
que es mucho lo que la comunicación como ejercicio crítico de restitución de
complejidad a lo real, puede hacer. Por desistitucionalización entiendo, como
ya apunté, el proceso acelerado en que implosionan las instituciones que la
modernidad levantó, incapaces de ofrecer respuestas a los desafíos que
enfrenta la sociedad contemporánea. Llamo precarización biográfica a las
enormes dificultades objetivas y simbólicas para construir una biografía con
sentido de lugar y de futuro que enfrentan millones de personas, principalmente
jóvenes en el mundo entero y de manera especial, en América Latina.
Frente a las retóricas del miedo y los dispositivos de transcodificación,
que
operan
de
espaldas
a
los
signos
radicalizados
del
malestar
contemporáneo, me parece que una humilde pero efectiva manera de
desmontar los discursos y su voluntad de poder, es comenzar por reconocer
que lo fundamental estriba en desarrollar nuestra capacidad para captar los
signos de ese malestar, condición fundamental para intervenir los discursos del
poder, con contra-relatos. Por ello, quisiera concluir con una breve crónica que
es producto de mi trabajo de campo:
Postal 4. México, 2006. Luz y sombra
María Ceja, se arregló con desgano como cada noche desde que dejó la
escuela para entrar a trabajar como fichera, es decir, como acompañante de
baile en un antro de mala muerte en Uruapan, Michoacán. Se acomodó la
minúscula falda de mezclilla sobre su cuerpo casi niño y su pelo ondulado cayó
sobre el escote de su espalda. María, tenía ya la piel curtido por varios meses
de noches al filo del peligro, entre borrachos y matoncillos que le pagaban con
una ficha de 20 pesos el favor de un baile y una copa. Pero María no estaba
preparada para enfrentar lo que la madrugada del 26 de septiembre de ese
caótico 2006, le deparaba.
14
A las tres de la mañana, cuando había
logrado casi la cuota de diez fichas que se
exigía a si misma cada noche, y mientras
m2
bailaba desganada con un
machito que
insistía en llevársela a un hotel, oyó a lo lejos unos gritos, sintió movimientos
extraños, la semioscuridad del antro no le permitía ver nada. Solo pudo retener
la lentitud pasmosa, como en cámara lenta de los acontecimientos que fueron
deshilvanando el horror. Al grito de “nadie se mueva”, un comando armado de
hombres encapuchados y vestidos de negro, arrojó al centro de la pista de
baile, el contenido macabro de una bolsa de plástico, salieron rodando 5
cabezas humanas, recién cortadas, sangrantes aún. María no supo qué hacer,
se quedó mirando con una mezcla de incredulidad y fascinación, no pudo
evitar fijar sus ojos desvelados en esos rostros que aún era posible reconocer
en las cabezas. No sintió nada, en el momento, quizás por lo inesperado y
ridículo del espectáculo, todo fuera de lugar, pasando irrealmente. Pero todo
era cierto y María Ceja se sintió arrastrada por la gente, empujada hacia la
puerta del antro, en medio de gritos y órdenes confusas. Luego, salió de la
anestesia y tuvo que enfrentar el brutal interrogatorio de los agentes federales,
que la trataron a ella y a sus amigas, como culpables del suceso, como las
putas que eran, asumió uno de los agentes, debían saber, seguro escondían
algo, con certeza eran cómplices de los decapitadores o tal vez, amantes de
los decapitados. Entre el cuerpo de María y los agentes, un vacío, una enorme
ausencia de democracia, un orden colapsado.
15
La prensa solo atinó a retener el contenido macabro de las bolsas de
plástico a reducir el suceso a un ajuste de cuentas entre narcos, a sumar los
muertos a la estadística del terror y caso cerrado. María y sus amigas,
quedaron solas, precarias, invisibles. Invisibilizar, es otra forma de poder.
Bibliografía
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