En las márgenes del miedo Discursos, medios, poderes Rossana Reguillo1 El Mesías llegará solo cuando no haga ya falta, llegará sólo un día después de su propia llegada, no llegará en el último día, si no en el ultimísimo. F. Kafka Postal Uno En un artículo recientemente la de divulgación, prensa informaba escuetamente que científicos holandeses habían desarrollado un medicamento asombroso, digno de ciencia ficción; se trata de una píldora que alivia los recuerdos dolorosos, una especie de vacuna contra el miedo o el dolor cuyo efecto principal es el de atenuar “la intensidad emocional”. No es que la píldora salvífica borre los recuerdos, sino que como señaló el jefe de la investigación, Merel Kindt, “la memoria sigue intacta, pero la intensidad emocional de la memoria ha menguado”. Ante tal noticia, busqué el artículo científico, que 1 Profesora-investigadora en el Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO. 2 aparece publicado en Nature neuroscience, el 15 de febrero de 2009 en su versión online, se titula “Más allá de la extinción: borrando las respuestas humanas del miedo y previniendo el retorno del miedo”2, en el que los autores presentan brevemente su investigación y la medicina inventada. Una investigación desarrollada bajo la hipótesis de que las respuestas del miedo pueden ser debilitadas, interrumpiendo la reconsolidación de la memoria lo que a su vez previene el retorno del miedo. Después de leer una serie de formulas químicas, pruebas y datos complementarios, se puede entresacar que los científicos afirman que la píldora en cuestión (a base de propranolol, “interrumpen la reconsolidación de la memoria del miedo pero no afectan a la memoria declarativa”. Lo que me lleva a suponer que entonces, los cientos de miles de víctimas de tortura, secuestro, desaparición forzada, podrán declarar tranquilamente y sin asomo de miedo “Yo fui torturado hasta la agonía por el Cabo González y hoy, liberado de mis miedos, gracias al propranolol, podría almorzar con el Cabo, sin sentir ningún efecto indeseable en mi memoria emocional”. Postal Dos En el 2009, el Gobierno de la Ciudad de México, instalará 8000 cámaras de vigilancia en 15 delegaciones de la megalópolis. Se espera que para el año 2011 el número de cámaras instaladas llegue a 10000. En esta primera etapa, participación de el proyecto contempla la empresas francesas y mexicanas para la instalación de este proyecto de seguridad. Según el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, este plan es importante para “la seguridad de las personas y para el control de la delincuencia donde surgen los brotes”. El monto de esta inversión alcanza casi los 287 millones de pesos (alrededor de 19 mil millones de dólares), a lo que se suma lo ya invertido en cámaras de vigilancia en escuelas públicas de la ciudad Kindt, Merel, Soeter, Marieke y Vervliet Bram: “Beyond extinction: erasing human fear responses and preventing the return of fear. Versión disponible en http://www.nature.com/neuro/journal/vaop/ncurrent/full/nn.2271.html 2 3 (123 hasta ahora) y las más de 300 instaladas en distintas estaciones del metro. Postal Tres El Departamento Estado de de Estados Unidos, dio a conocer recientemente que el “narco” da empleo a 450 mil mexicanos, de los cuales, 150 mil estarían directamente involucrados en el negocio directo y otras 300 mil en el cultivo y procesamiento marihuana y opio. Las ganancias calculadas por esta Oficina solo para 2007, ascienden a 25 mil millones de dólares. Mientras, en el último mes, en varias ciudades del norte del país, entre ellas Monterrey y Tamaulipas, manifestantes en su mayoría jóvenes, mujeres y niños, con el rostro cubierto salieron a la calle a realizar bloqueos en demanda de la salida del ejército de la seguridad pública. Por sus rostros cubiertos con paliacates, camisetas, trapos, fueron bautizados como “los tapados”. Las autoridades insisten en que estos “tapados” han recibido 500 pesos (alrededor de 33 dólares) por manifestarse y que son manipulados por el Cártel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas. Estas “tres postales” configuran un horizonte de preguntas en torno a la presencia y centralidad de los miedos en la sociedad contemporánea, que a mi juicio, abren no solamente una agenda temática, sino que restituyen una cierta complejidad al modo de encarar la pregunta en torno a los discursos mediáticos y su relación con los miedos sociales que hoy no podemos darnos el lujo de asumir de manera simple y banal. La primera postal, intenta introducir la atmósfera de cientificidad que impregna la percepción sobre los miedos y que retorna a la medicalización de 4 las pasiones como pasó en el siglo XIX3, en un obsesivo tic por el control de todo aquello no asimilable al decreto de la normalidad, problema del que se ocupó de manera brillante Foucault (2007)4. La segunda postal, pretende iluminar una zona clave en la gestión de los miedos, el de la seguridad y sus retóricas, que vuelve a colocar al centro de la discusión en torno a los proyectos de futuro, el binomio seguridad-libertad. Mientras que la tercera postal, quiere hacerse cargo de la indudable presencia aquí y ahora de las estructuras lógicas, dispositivos, ubicuidad de las violencias ligadas a lo que he venido llamando “paralegalidad”5 y su impacto cultural, político y económico en el contexto de implosión de las instituciones que la modernidad levantó. En otras palabras, hay un conjunto de procesos multidimensionales y complejos que no pueden agotarse o no deben reducirse a la simple ecuación de medios igual a miedos, en una especie de negación de que los miedos sociales tienen anclajes objetivos y de que, fundamentalmente, estamos en un período histórico cuya fuerza motora es el “riesgo”, un riesgo derivado del modelo sociopolítico y económico dominante. Así me parece que no es posible aislar, ni siquiera con fines analíticos, el papel de los medios de comunicación, tanto convencionales como emergentes6, en la configuración y circulación de los miedos contemporáneos. Convencida de que los miedos constituyen un poder fundante y que en buena medida articulan el conjunto de relaciones sociales, tanto verticales (estado-sociedad, poder económico-consumidores, poder político-electores), como horizontales (relaciones entre grupos y Me refiero especialmente al impacto del pensamiento de Cesare Lombroso, el médico criminalista italiano que a finales del siglo XIX y principios del XX, puso a circular su versión científica sobre la mente criminal con gran influencia en los circuitos políticos de los flamantes Estados-Nación latinoamericanos a través de las teorías del eugenismo, la limpieza social, la mestizofilia, etc. 4 No cito aquí su clásico Vigilar y castigar, sino el compendio de las lecciones 1978-1979 en el Collage de France, dirigido por Francois Ewald y Alessandro Fontana. Donde considero que se encuentran los gérmenes de las preguntas y análisis foucultianos en torno al (bio) poder de control y castigo. Ver Nacimiento de la biopolítica. Referido en la bibliografía. 5 Llamo paralegalidad al poder que emerge en las zonas fronterizas abiertas por las violencias que genera un orden paralelo al poder legal, forjando sus propios códigos, normas, emblemas y rituales, que al ignorar drásticamente a las instituciones, se constituye en un desafío mayor que la ilegalidad. Volveré sobre este asunto más adelante. 6 Intento establecer una distinción que atienda a la lógica de producción mediática. Por medios convencionales, entiendo al conjunto de empresas, consorcios y agencias cuya base productiva está sustentada en una lógica de mercado que se mueven en función de intereses y alianzas empresariales y políticas, con dominio de la esfera pública, podrían también ser denominados “grandes medios” o “medios dominantes”. Mientras que por medios emergentes, entiendo al conjunto de espacios, dispositivos, sitios, agencias, cuyo sentido se articula a la disputa por el poder de enunciación en una búsqueda de “alternativas” a la comunicación dominante. 3 5 colectivos diferenciados), considero que el esfuerzo analítico debe llevarnos a un examen sistémico (Wallerstein, ), cuya ventaja es la de permitirnos evitar, a toda costa, considerar al poder como un principio en sí mismo, ni como un valor explicativo que funcione de entrada, como quería Foucault (Ibid, 218). Si queremos sacar de su dimensión fantasmagórica, la relación mediosmiedos-poder, es fundamental no perder de vista, que los medios son, entre otro conjunto de dispositivos epocales, engranajes de un proceso mayor, cuyos efectos apenas vislumbramos: la desinstitucionalización acelerada y la precarización biográfica, en la interfase de este proceso, propio del tardocapitalismo, los medios, principalmente los convencionales, se constituyen en espejos de una profecía auto-cumplida, que a través de sus rutinas y rituales no logran hacerse cargo del espesor del momento por el que atravesamos y solo aciertan a iluminar muy parcialmente las zonas donde se recongifura aceleradamente la sociedad, en el hastío infinito de la reproducción de sus relatos de terror y arrinconados por el desmoronamiento de su poder monolítico y autoritario. A efectos prácticos, la realidad ha resultado demasiado real, aún para los medios informativos globalizados. El discurso como voluntad de poder: el lobo está aquí Lejos del denuncismo crítico de finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX o de la explosión romántica frente a la emergencia de la Internet como espacio alternativo y democratizador de la comunicación que ha caracterizado una buena parte de la producción académica y alimentado la esperanza de un nada desestimable movimiento social, me parece que la mejor estrategia para (a)cercar la comprensión sobre el “nuevo” papel de los grandes medios, es asumir que ellos están tan perplejos como la sociedad, igual de desorientados frente a las señales ominosas de un futuro en permanente fuga. Intento argumentar que hemos pasado de una etapa en que los medios con su poder avasallador inventaron (hicieron venir) una realidad en la que el miedo y la esperanza se convirtieron en estrategias altamente rentables para la gestión del poder y la administración de las pasiones contemporáneas (Reguillo, 2007) a una etapa en la que a la manera del relato del pastorcito mentiroso, el lobo estaba ya demasiado cerca y sus voces de alerta son silenciadas por el fragor de una batalla que se libra en demasiados frentes. 6 Desde luego esto no quiere decir, que el poder de representación, construcción y configuración de lo real que está a la base del poder mediático, haya perdido su vigencia como objeto de análisis y que el manejo interesado de los miedos se convierta en un problema anacrónico o inocuo. Por el contrario, me parece que esta nueva fase en la que el poder configurador de los miedos se expande y desborda el ámbito de lo mediático, exige, como nunca, el análisis de las retóricas mediáticas en torno a los miedos, que entenderé aquí como el conjunto de argumentaciones elocuentes que buscan persuadir y provocar respuestas emotivas, a través de tropos e imágenes basadas en juicios y razonamientos no reflexivos, anclados en un principio de miedos expandidos frente a riesgos incontrolables. En esta “atmósfera” instalada, las retóricas trabajan a favor de la fatalidad y se atrincheran en un continuum de noticias, informes, opiniones sin distinción alguna, sin jerarquías que fortalece lo inasible e informe de las amenazas, en una revoltura de planos y niveles que activan rápidamente lo que he venido llamando “la causa eficiente” en los miedos. Categoría que he elaborado en diálogo con la teoría de las pasiones de Hume, que distingue “causas y objetos”. La “causa”, sería aquella idea que las excita, mientras que “el objeto” es aquello a que dirigen su atención, una vez excitadas 7. Interesa destacar aquí la noción de “objeto de atribución”, en tanto este es siempre producido por la propia pasión, lo que permite desestabilizar la idea positiva de que motivo (causa) y objeto de la pasión, en este caso el miedo, son la misma cosa. En el caso de los miedos, el concepto de “objeto de atribución” de Hume, vinculado al análisis tanto antropológico como de las retóricas mediáticas, me ha resultado fundamental para analizar los mecanismos a través de los cuales, el miedo, una vez detonado, busca una “causa eficiente” o en palabras coloquiales un “chivo expiatorio”. Pensemos por ejemplo en la percepción de la inseguridad creciente, independientemente de lo “objetiva” que esta percepción pueda resultar –que no es la discusión en este momento-, lo que se desprende de este análisis es que el “miedo a la inseguridad”, busca objetos (fuerzas, instituciones, actores) a los cuáles “atribuir” la responsabilidad de esa inseguridad. Así, por ejemplo, los “pobres”, los “migrantes”, los “terroristas”, los Ver el interesante estudio introductorio a la Disertación sobre las pasiones de Hume, realizado por José Luis Tasset Carmona. Hume, 1990. pp. 23-27. 7 7 “jóvenes populares”, el “Estado débil”, “la corrupción policíaca”, “el narcotráfico”, operarían como focos de atracción de la pasión y, de manera mucho más importante, su fuerza de representación, tendería a borrar, a diluir cualquier agencia reflexiva. La “causa eficiente” es el dispositivo por antonomasia utilizado por los discursos del poder mediático en su temible vocación simplificadora. A estos dispositivos, se suma además el de una agencia ciudadana paralizada que, por ejemplo, frente al problema de la inseguridad creciente, parece asumir que no hay ninguna institución capaz de protegernos contra este virus mortal, que a la manera de la metáfora de Danny Boyle en su película 28 days later, que fue traducida al castellano como “Exterminio”, ha contaminado todo. Así el poder de “la causa eficiente” estriba en su capacidad de generar respuestas prepolíticas o altamente políticas. Si no hay escapatoria, la alternativa es enfrentar nuestros miedos, por ejemplo: a) a través del rezo solitario y la ayuda supraterrenal b) el armamentismo privado (llamado eufemísticamente “tercerización de la seguridad). c) el repliegue hacia lo íntimo e individual d) la aceptación cómplice y atemorizada del establecimiento de medidas, fronteras y aduanas cada vez más duras e) la conformidad con una vida cotidiana al límite de la (auto)vigilancia y, f) especialmente, la tolerancia frente a la producción política de “zonas de riesgo cero”, es decir la seguridad aún a costa de los derechos humanos En otras palabras, estas retóricas mediáticas engendran (y legitiman) programas de acción, lo que no es un poder menor. Sin embargo, cuando afirmo que los miedos son engranajes de procesos mayores, aludo a que en el acelerado proceso de desinstitucionalización de la modernidad tardía, emergen fuerzas con un enorme poder de re-configuración cultural, cuyos lenguajes violentos dejan poco margen de maniobra; me refiero por supuesto al narcotráfico y al crimen organizado. Para referirme a este poder cultural y siguiendo la categorización elaborada por Rita Segato (2004), quisiera proponer la distinción entre violencia expresiva y 8 violencia utilitaria8, que a mi vez he desarrollado asumiendo que esta distinción alude en el primer caso, a la exhibición disciplinante de un poder mortal, cuyo fin es ese, el de la performatividad; mientras que la segunda, estribaría en la búsqueda de fines estratégicos. Si como señala Segato, para el caso de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, lo fundamental de esta violencia despiadada, ritual, sistemática, es la de entregar a través de los cuerpos de las mujeres, un “mensaje” de control y dominio absoluto sobre un territorio y, en palabras de la misma Segato “sellar con la complicidad colectivamente compartida en las ejecuciones horrendas, un pacto de silencio capaz de garantizar la lealtad inviolable a cofradías mafiosas que operan a través de la frontera más patrullada del mundo. [Y] Dar prueba, también, de la capacidad de crueldad y poder de muerte que negocios de alta peligrosidad requieren” (Ibid), podemos afirmar con Hume (Op. Cit.) que esa estela de “oscuridad”, de misterio, de mensajes cifrados que comportan una alto dosis de ininteligibilidad para los ciudadanos comunes, que envuelve a muchas de las violencias contemporáneas, estimula la imaginación que, como sabemos, no es un artilugio para escapar, sino “un escenario para la acción” (Appadurai; 2001;23). Si se acepta que la imaginación deviene acción, resulta clave introducir la pregunta en torno al tipo de acción que convocan estas violencias. El efecto de estas violencias, aunadas al “trabajo de la imaginación” y a las retóricas de los medios sobre el miedo, detonan un miedo inasible, creando una atmósfera donde prevalece la idea de una “ciudadanía sitiada” (Reguillo, Un análisis detallado de estos elementos, puede consultarse en R. Reguillo “Las múltiples fronteras de la violencia. Jóvenes latinoamericanos: entre la precarización y el desencanto”, 2008. 8 9 2005), de fatalidad y, de manera especial, producen una dislocación en las coordenadas de sentido, porque el lenguaje a través del que hablan estas violencias mortales y que se inscribe en este caso, en los cuerpos de las mujeres, busca afirmar, dominar, exhibir los símbolos de su poder absoluto, lo que por consecuencia deviene miedos difusos, gaseosos, inasibles pero siempre presentes. Ciudad Juárez es una de las ciudades del norte del país, donde el narcotráfico ha asentado sus poderes y librado sus más terribles batallas. Hoy custodiada por 11 mil soldados, sigue siendo la ciudad con más muertos por narcotráfico en todo el escenario nacional. En Chihuahua, el estado donde se encuentra esta ciudad, en 2008, hubo 1652 ejecutados de los 6290 asesinatos en el país y, en lo que va del año 2009, se han acumulado 422 cadáveres de los más de mil que van engrosando la lista del terror. En el país que ha mostrado una enorme inventiva lingüística frente a los cuerpos que el narco deja tirados por todo el territorio nacional; he logrado sistematizar 8 términos para denominar estos cuerpos: ejecutados, decapitados, encajuelados, encobijados, deslenguados, torturados, “los muertos”, “los acribillados”, que equivalen a “los muñecos” colombianos en referencia los cadáveres del narcotráfico. Frente a esta realidad, el discurso mediático, vuelvo a enfatizar se muestra desorientado y sus normalmente eficaces retóricas, colapsan frente al excedente de sentido -como lo llamaría Barhtes (1976)-, implícito en estas violencias y sus consecuentes miedos, que escapa a su voluntad de control. Tráfico de códigos Si como he pretendido he logrado argumentar que para entender la relación medios-poder-miedos, es fundamental ir más allá de los medios (con los medios), quisiera ahora colocar otro asunto que considero central para analizar los dispositivos y estrategias mediáticas que fortalecen su poder pero cuya genealogía se encuentra inserta en el corazón mismo de la cultura, me refiero a la codificación y especialmente a la transcodificación de los lenguajes. En estricto sentido estaríamos hablando del problema de la “traducción cultural”, que como sabemos ha sido un mecanismo de comunicación clave en la historia de la humanidad. Fue la traducción la que posibilitó el proceso de conquista y 10 evangelización en América, ha sido la traducción la que permitió al Tercer Reich, adueñarse de un espacio interpretativo para traducir el “problema judío” en uno de “seguridad nacional” y es hoy, la traducción cultural, la que posibilita que los medios y los poderes fácticos se sirvan de códigos y significados para ponerlos a funcionar en otros registros de sentido. La transcodificación es un dispositivo de poder que importa y exporta códigos, reglas, pautas y mecanismos de atribución de sentidos, para ponerlos a operar en marcos de significado diferentes y hasta en fronteras diferentes, pero que encuentran su nicho de significación en una cultura ávida de representaciones orientadoras. Puede plantearse que este mecanismo de transcodificación se convierte en una estrategia clave en la gestión (aceleración y contención) de los miedos en la medida en que se trata fundamentalmente de un dispositivo que posibilita reducir la incertidumbre pese a la dislocación de sentidos que provoca. En la década de los noventa, se desarrolló en los Estados Unidos, un pequeño aparato militar, llamado “prhaselator”, según documenta Mary Louis Pratt9 en su estupendo análisis sobre las relaciones entre lengua y seguridad. Explica la autora que el “prhaselator” es una máquina de lenguaje del tamaño de una palm. Su usuario es un soldado que dice una frase en inglés frente a un pequeño micrófono y la maquinita tiene una versión registrada de esa frase en la lengua de “destino”. Fueron probados por primera vez para relacionarse con los refugiados albaneses en Bosnia en 1997 y ante su éxito, fueron luego incorporadas para interceptar buques en el Golfo Pérsico en 1999. “Cuando las tropas de los EE.UU. desembarcaron en Afganistán en octubre de 2001, decenas de soldados llevaban “Phraselators” programados en pashto. Después miles de “Phraselators”, codificados en árabe, se desplegaron en Irak”. Pero como observa con ironía Pratt, la máquina tiene una seria limitación: “It understands nothing. You can use it to ask a question, but when it comes to comprehending the answer you’re on your own”. La máquina es solo capaz de traducir las frases que previamente se le han introducido. M.L. Pratt, “Globalization, language, and securitization or land of the free, home of the Prhaselator”. Ponencia presentada en el Seminario Internacional: Citizenship, ‘Rhetorics of Security’, and Vernacular Violence. SSRC/ Bogaziçi University. Istanbul, Turkey. 26-28 de Enero de 2007. Mimeo. 9 11 Me parece que a través de este analizador es posible establecer que la transcodificación sigue siendo un dispositivo “a mano” tanto para el sometimiento de los otros, como para la domesticación de los miedos. Como lo argumenta Pratt, la cuestión de la traducción se volvió un problema de seguridad nacional para los Estados Unidos. Confiados en su propia invulnerabilidad, la política del “English only” asumida por varios de los gobiernos norteamericanos, enfrentó su insolvencia cuando, sorprendidos por los atentados, se percataron que carecían de “expertos” lingüistas para “trabajar” en el caso. Señala Pratt: “Inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre, en las escuelas de idiomas vinculadas a la defensa nacional, los reclutas que estudiaban ruso y japonés fueron abruptamente cambiados al árabe. Pero el árabe es una de las lenguas más difíciles y requiere por lo menos dos años de estudio a tiempo completo para alcanzar siquiera una modesta capacidad de comunicación. Se hicieron experimentos en <<turbo/árabe>>, montados en el Fuerte Bragg de Georgia y el nuevo Centro de Defensa en el Centro de Estudios Avanzados de la Lengua en la Universidad de Maryland, recibió financiamiento para estudiar cómo el aprendizaje de idiomas puede ser neurológicamente acelerado”10 De nueva cuenta, Pratt coloca un asunto nodal para analizar las lógicas que imperan en la interacción desnivelada entre culturas diferentes que implican alta conflictividad y nos ayuda a pensar el efecto de poder que los medios logran a través del tráfico continuo de códigos culturales. Al centro está el problema de la traducción es cierto, pero es posible inferir que en el proceso de transcodificación que esto implica hay una fuerte tendencia a reducir el asunto a un problema de “idioma” y dejar de lado la profunda dimensión cultural que atraviesa transversalmente la apropiación o imposición de un código que no puede abstraerse de las condiciones históricas de su configuración. Cuando la legalidad, una de las piedras angulares de la modernidad, es sometida por la emergencia y consolidación de prácticas, actores y procesos paralegales (Reguillo, 2007), cuando emergen nuevos riesgos derivados del modelo de desarrollo asumido y de la concepción de progreso, resulta complicado sostener un sistema que se fundamenta en la transposición de códigos que no alcanzan para someter lo indómito o “residual” por utilizar la categoría con la que Nelly Richard (2001;11), se refiere a las “inestables 10 M.L. Pratt, Op. Cit. Traducción mía. 12 formaciones de de depósitos y sedimentaciones simbólico-culturales, donde se juntan las significaciones trizadas que tienden a ser omitidas o descartadas por la razón social”. Pese a la complicación y al fracaso constante de estas “políticas de gestión”, estos dispositivos siguen gozando de cabal salud, especialmente entre los medios de comunicación, los Estados y algunos gobiernos: la búsqueda incesante para someter a una única racionalidad, a un lenguaje normativo, a un imaginario oficial y oficioso a todo aquello que ya podemos llamar el “miedo al otro”, del que derivan todos los demás miedos. La transcodificación es un dispositivo de altísima eficacia simbólica, porque permite reducir tanto la incertidumbre como la complejidad; volviendo “transparente” un mundo que exigiría de otro modo, la elaboración de categorías más complejas que “malo y bueno”, “civilizado y bárbaro”, “normal y anómalo”, etc. No encuentro un mejor analizador que el uso publicitario de la famosa tienda chilena Ripley, cuando el último domingo de la presidencia de Lagos, publicó un encarte en los principales periódicos chilenos para promocionar sus jeans. La campaña, articulada sobre el tema de la tortura, no causó la suficiente indignación. En un efecto de estatización del horror, la campaña de Ripley muestra nítidamente, de qué maneras operan los discursos, en su sentido amplio, para “pasteurizar” códigos y ponerlos a funcionar en un registro otro. Probablemente el publicista de tal campaña, se encontraba bajo los efectos de la pastilla contra la intensidad emocional del Dr. Kindt.11 Para un análisis más detallado de estos elementos ver R. Reguillo “Las políticas del miedo en los cuerpos contemporáneos” (2007b) 11 13 Insurrección de lo real Finalmente, quisiera discutir lo que llamé desistitucionalización acelerada y precarización biográfica, porque en la interfase de ambos procesos, me parece que es mucho lo que la comunicación como ejercicio crítico de restitución de complejidad a lo real, puede hacer. Por desistitucionalización entiendo, como ya apunté, el proceso acelerado en que implosionan las instituciones que la modernidad levantó, incapaces de ofrecer respuestas a los desafíos que enfrenta la sociedad contemporánea. Llamo precarización biográfica a las enormes dificultades objetivas y simbólicas para construir una biografía con sentido de lugar y de futuro que enfrentan millones de personas, principalmente jóvenes en el mundo entero y de manera especial, en América Latina. Frente a las retóricas del miedo y los dispositivos de transcodificación, que operan de espaldas a los signos radicalizados del malestar contemporáneo, me parece que una humilde pero efectiva manera de desmontar los discursos y su voluntad de poder, es comenzar por reconocer que lo fundamental estriba en desarrollar nuestra capacidad para captar los signos de ese malestar, condición fundamental para intervenir los discursos del poder, con contra-relatos. Por ello, quisiera concluir con una breve crónica que es producto de mi trabajo de campo: Postal 4. México, 2006. Luz y sombra María Ceja, se arregló con desgano como cada noche desde que dejó la escuela para entrar a trabajar como fichera, es decir, como acompañante de baile en un antro de mala muerte en Uruapan, Michoacán. Se acomodó la minúscula falda de mezclilla sobre su cuerpo casi niño y su pelo ondulado cayó sobre el escote de su espalda. María, tenía ya la piel curtido por varios meses de noches al filo del peligro, entre borrachos y matoncillos que le pagaban con una ficha de 20 pesos el favor de un baile y una copa. Pero María no estaba preparada para enfrentar lo que la madrugada del 26 de septiembre de ese caótico 2006, le deparaba. 14 A las tres de la mañana, cuando había logrado casi la cuota de diez fichas que se exigía a si misma cada noche, y mientras m2 bailaba desganada con un machito que insistía en llevársela a un hotel, oyó a lo lejos unos gritos, sintió movimientos extraños, la semioscuridad del antro no le permitía ver nada. Solo pudo retener la lentitud pasmosa, como en cámara lenta de los acontecimientos que fueron deshilvanando el horror. Al grito de “nadie se mueva”, un comando armado de hombres encapuchados y vestidos de negro, arrojó al centro de la pista de baile, el contenido macabro de una bolsa de plástico, salieron rodando 5 cabezas humanas, recién cortadas, sangrantes aún. María no supo qué hacer, se quedó mirando con una mezcla de incredulidad y fascinación, no pudo evitar fijar sus ojos desvelados en esos rostros que aún era posible reconocer en las cabezas. No sintió nada, en el momento, quizás por lo inesperado y ridículo del espectáculo, todo fuera de lugar, pasando irrealmente. Pero todo era cierto y María Ceja se sintió arrastrada por la gente, empujada hacia la puerta del antro, en medio de gritos y órdenes confusas. Luego, salió de la anestesia y tuvo que enfrentar el brutal interrogatorio de los agentes federales, que la trataron a ella y a sus amigas, como culpables del suceso, como las putas que eran, asumió uno de los agentes, debían saber, seguro escondían algo, con certeza eran cómplices de los decapitadores o tal vez, amantes de los decapitados. Entre el cuerpo de María y los agentes, un vacío, una enorme ausencia de democracia, un orden colapsado. 15 La prensa solo atinó a retener el contenido macabro de las bolsas de plástico a reducir el suceso a un ajuste de cuentas entre narcos, a sumar los muertos a la estadística del terror y caso cerrado. María y sus amigas, quedaron solas, precarias, invisibles. Invisibilizar, es otra forma de poder. Bibliografía APPADURAI, Arjun (2001):La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires, TRILCE/FCE. BARTHES, Roland et al (1976): La semiología. Buenos Aires: Tiempo contemporáneo. 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