PADRINO, MADRINA En la celebración de los sacramentos, a veces son los padres los que tienen el protagonismo, cuando los que acceden a ellos son párvulos o niños de corta edad. Así, en la celebración del Bautismo de un párvulo, el dialogo inicial interpela a los padres sobre sus disposiciones y su compromiso de ayudar a su hijo a vivir en cristiano. Pero al lado de los padres también los padrinos o madrinas ejercen un protagonismo de testimonio y de ayuda. La palabra viene del latín «patrinus», el que sin ser padre, ejerce una cierta función paterna. Desde los primeros siglos aparecen estos padrinos: por ejemplo Tertuliano habla del «sponsor» o garante (como el «sponsor» actual de un grupo deportivo en el aspecto económico). Esta persona, hombre o mujer, presenta a la comunidad al aspirante a la iniciación cristiana, y promete que ayudara a los padres o a la misma persona bautizada en su camino de fe. En el siglo III habla del de tal misterio Hipólito, al describir el camino catecumenal en su «Traditi Apostólica» n. 15. Actualmente el papel de los padrinos sigue siendo valorado. «Según costumbre antiquísima de la Iglesia, no se admite a un adulto al Bautismo sin un padrino, tomando de entre los miembros de la comunidad cristiana. Este padrino le habrá ayudado al menos en la última fase de preparación al sacramento, y después de bautizado, contribuirá a su perseverancia en la fe y en la vida cristiana. En el Bautismo de un niño puede haber también un padrino: representa a la familia, como extensión espiritual de la misma, y a la Iglesia madre, y cuando sea necesario, ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida» (BP 16). Los padrinos, en el Bautismo de niños, responden a las preguntas dirigidas a ellos en el inicio de la celebración, y luego profesan la fe eclesial, junto con los padres. El padrino o madrina debe tener la madurez necesaria para esta función, y tiene que haber recibido los tres sacramentos de la iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), y ser elegido, no tampoco por motivos sociales o familiares, sino «por un deseo sincero de asegurar a sus hijos unos padrinos que, por su edad, proximidad, formación y vida cristianas, sean capaces de influir, en su día, eficazmente en la educación cristianan de aquellos» (BP 1620). Tal vez seria mejor prescindir del padrino que no elegir uno por mero cumplimiento o sin las cualidades requeridas. También en el caso del Bautismo de adultos, su Ritual describe las cualidades del padrino (RICA 42-43: E 1739-1740). En la Confirmación, «según costumbre, a cada uno de los confirmados le asiste un padrino, que lo lleva a recibir el sacramento, lo presenta al ministro de la Confirmación para la unión sagrada y lo ayuda después a cumplir fielmente las promesas del Bautismo, según el Espíritu Santo que ha recibido» (Ritual 15). El ideal es que el padrino del Bautismo sea luego el mismo de la Confirmación, para manifestar la unión dinámica entre estos dos sacramentos. Puede ser también otra persona, e incluso pueden ser los mismos padres los que presenten a su hijo a este sacramento: en este caso no se llamaran padrinos, evidentemente.