Alcohol, tabaco y otros vicios

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Mayo - 2012
Alcohol, tabaco y otros vicios
de Luis Darío Salamone
Por Ernesto Sinatra
Alcohol, tabaco y otros vicios se las trae; en este libro
Luis Darío Salamone repasa los nombres del goce
que consuenan con la hipermodernidad y muestra
su desarmonía, presentando la paradoja mayor del
consumo: substancias y actividades producidas para
vivir mejor terminan afectando el hecho mismo de vivir,
induciendo un trayecto inverso al esperado causando
displacer y en muchos casos provocando la muerte.
Salamone se encarga de situar con notable precisión –y
en un estilo que no prescinde del humor ni de la ironía–
los rasgos que caracterizan a la época de la toxicomanía
generalizada: proliferación de tóxicos producidos a
escala industrial por el mercado de consumo para que
los individuos intenten soportar –una vez más, y como
desde siempre lo ha sido– el sentimiento de falta de
felicidad, esa sensación asfixiante que se transforma en
tristeza, soledad globalizada que caracteriza a la actualidad
(el estar solo entre muchos, el sentimiento opresivo de
soledad –aun recubierto el individuo con los infinitos
objetos del tecno-consumo).
Luis Salamone demuestra en este libro –autorizándose
en su extensa y exitosa trayectoria en el campo de
las toxicomanías desde la orientación lacaniana,
conduciendo con otros colegas la red internacional del
TYA[1]– hasta qué punto dicha falta corresponde a
un hecho de estructura y que nuestra época, más que
ninguna otra antes en la historia de la civilización, ha
puesto de relieve: la ausencia de una satisfacción sexual
que comandaría la vida de hombres y mujeres según
las correspondencias del género desde una perspectiva
natural.
Encontramos en este recorrido un catálogo: desde los
ya tradicionales drogadictos y alcohólicos, pasando por
fumadores y ludópatas, hasta finalizar en una ¡adicción a
las cirugías estéticas! Asistimos a una fina descripción de las más variopintas formas de satisfacción que se entrechocan
siempre con su límite: los inevitables excesos, aquellos que dieron lugar al nombre de vicios con el que Salamone ha
sabido distinguirlas.
Nunca se resaltará lo suficiente que la paradoja de tales satisfacciones ha sido situada conceptualmente por Sigmund
Freud con el nombre de pulsión de muerte y por Jacques Lacan con el de goce, y es con estas categorías con las que el
autor se orienta en las espesuras del estado actual de la civilización para ofrecernos sus consecuencias.
Pero lo central que Luis Salamone nos ofrece no ha sido aún dicho en este prólogo: el hueso de estas páginas es el rigor
con el que el autor nos demuestra que un verdadero análisis puede ser posible, incluso en algunos casos considerados
a su llegada como imposibles de ser –ni siquiera– recibidos. Y a no confundirse: no se trata en este punto de ningún
truco de magia, sino del particular modo por el que Salamone ha logrado responder en acto frente a situaciones
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embarazosas, de riesgo siempre creciente– con los recursos que ha aprehendido en su formación como psicoanalista
para extraer de ella un instrumento útil para ofrecer a sus analizantes, a sus siempre impacientes, pacientes.
El autor responde así, en acto, al urgente tratamiento que requiere la angustia contemporánea: los casos presentados
evidencian el alivio subjetivo que se produce cuando se logran situar las coordenadas reales que producen el
sufrimiento y que no pueden ser consideradas por aquel que consulta.
Cualesquiera que sean los tóxicos empleados, la causa del padecimiento siempre es singular, ésta es la fórmula que me ha
transmitido Luis Darío Salamone desde estas páginas. Ya desde el inicio, las argumentaciones del libro desbaratan
cualquier creencia en una fórmula de curación que fuera generalizable para la heteróclita serie de los nombres del
goce que nos presenta: solo al analizar cada caso se podrá precisar la función que el tóxico ha desempeñado, la
función que ha sostenido en la economía libidinal de cada cual. Por ejemplo, varios casos demuestran hasta qué
punto la variación en la elección de las drogas intenta dar tratamiento a la impotencia sexual (encausada siempre por
una identificación), pero que tal impotencia siempre se desplaza y que es allí, al ser aislado ese asentamiento preciso
del fracaso del tóxico, el punto de aplicación por donde el psicoanálisis puede acceder.
¿Cómo puede el analista colaborar para que tales individuos se enteren de que tienen un inconsciente que determina
su modalidad de satisfacción y que consientan a afrontar la responsabilidad de sus elecciones de goce?
Sucede que por la caracterización antedicha –y que este libro ilustra de un modo eficaz– es eso mismo lo que esta
época dificulta (con la oferta de sus explícitas formas de goce) más que ninguna otra. Y es por ello que cada vez que
tal función del analista se evidencia –como es éste uno de los casos– disfrutamos de los testimonios vivos que nos
ofrecen.
Solo nos resta, entonces, agradecerle a Luis Darío Salamone su exposición. Y como no existe gratuidad para ningún
don que sea concedido, a los lectores les queda la satisfacción de corresponder a su entrega leyendo este libro.
Notas
1. Toxicomanía y Alcoholismo, red internacional (1992).
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