SEGUNDO ENCUENTRO NACIONAL DE OBISPOS Y PRESBITEROS

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SEGUNDO
ENCUENTRO NACIONAL
DE
OBISPOS
Y
PRESBITEROS
PADRE HURTADO
17 al 19 de Diciembre
de 1968
I N D I C E
I.—Introducción
1
II.—Anteproyecto. Base Provisoria de T r a b a j o
III.—Consideraciones y proposiciones p r e s e n t a d a s
9
en
las comisiones conjuntas de Obispos y P r e s b í t e r o s
IV.—Respuesta de los Señores Obispos
V.—Apéndice
24
41
51
III
INTRODUCCION.
CRONICA Y COMENTARIOS DE LA ASAMBLEA PLENARIA
NACIONAL DE OBISPOS Y REPRESENTANTES DE LOS
PRESBITEROS DE CHILE
En Padre Hurtado, 17-18 y 19 de diciembre de 1968.
1.—CONVOCATORIA.
Fue convocada por la Asamblea Plenaria del Episcopado
-que se realizó en mayo de 1968, y precisada en algunos aspectos por la reunión del Comité Permanente que se realizó en la
primera quincena de agosto del mismo año.
El Departamento Nacional de Clero, Seminarios y Vocaciones despachó las primeras instrucciones del caso a fines de
agosto, con indicaciones a las Diócesis para su preparación y
realización.
Este mismo Departamento, bajo la presidencia del Sr. Arzobispo, Don Alberto Rencoret Donoso, Presidente del Comité
Episcopal correspondiente, y con representación de todas las
Provincias Eclesiásticas del país, elaboró, desde el 11 al 13 de
noviembre, una síntesis de las proposiciones llegadas hasta el
momento, como un anteproyecto que sirviera de base a las consideraciones de la Asamblea de diciembre. Este anteproyecto
fue distribuido previamente a todos los Obispos y Presbíteros
participantes.
2.—TEMARIO.
Ya estaba determinado por los Presbíteros en el encuentro
similar del año pasado; se trataba simplemente de continuar
1
con él. Esta vez correspondía el punto (TEMA B, del año pasado): LA VIDA SACERDOTAL HOY.
Se distribuyó en seis subtemas; que posteriormente se agruparon en tres, en la forma siguiente:
1?
I.—INSEGURIDAD Y BUSQUEDA EN LO DOCTRINAL, y
II.—PERPLEJIDAD PASTORAL.
2° III.—AUTORIDAD Y OBEDIENCIA, y
IV.—VIDA ESPIRITUAL.
3? V.—AFECTIVIDAD, SOLEDAD, CELIBATO, y
VI.—LO ECONOMICO Y TRABAJO TEMPORAL.
Conforme a lo proyectado, también se hizo una evaluación
del funcionamiento de los Consejos de Presbiterio en el país.
Durante el curso de la Asamblea, con aprobación de uno
de los plenarios, se agregó y trató otro subtema, sobre la problemática del clero joven.
Las ponencias sobre todos ellos están presentadas más adelante en esta misma publicación.
3.—OBJETIVOS.
Estaban claramente indicados, tanto en la primera circular
como en el anteproyecto mencionado.
Ellos fueron:
a) Una BUSQUEDA EN COMUN, principalmente mediante
COMISIONES CONJUNTAS DE OBISPOS Y PRESBITEROS,
en un intento solidario de soluciones, en la medida de lo posible.
El texto del anteproyecto, en su introducción, decía textualmente: "Importa mucho que el deseo legítimo de soluciones
viables no ahogue la tranquilidad del trabajo y del intercambio sobre problemas que, en buena parte, nos son comunes".
b) Revisión del cumplimiento de lo acordado en la Asamblea de 1967, sobre la COLEGIALIDAD, esencialmente en cuanto a:
— Funcionamiento de los Consejos del Presbiterio, y
2
— Acaso operó el recurso al Comité Permanente para los
casos conflictivos.
c) Abordar el TEMA B del año pasado sobre LA VIDA SACERDOTAL HOY.
¿Se cumplieron estos objetivos?
El primero —diría como opinión personal—, se cumplió
parcialmente. El trabajo en comisiones mixtas de Obispos y
Presbíteros se cumplió en un buen nivel. Funcionaron seis comisiones mixtas con un diálogo franco, de donde emanaron las ponencias a los plenarios.
Los plenarios sufrieron por una menor participación de los
Señores Obispos; algunos estimaron haber hablado bastante en
comisiones e intervinieron menos en ellos. Hubo algunas ausencias en dichos plenarios. Las razones, seguramente, son múltiples
y justificadas, pero el hecho es ése. Hubiera sido ciertamente
mejor una presencia más efectiva. Complotó un poco en contra
la hora en que fue necesario ubicar el primer plenario conjunto:
después de las once-comida del miércoles, es decir, a las 20 horas.
El segundo plenario contó con mejor asistencia.
Esta búsqueda en común se perfecciona mediante el entrenamiento. Supone un espíritu, una mentalidad. Hay que reconocer honradamente que se ha progresado mucho en ella; pero
queda un camino por recorrer. Los presbíteros también debemos
hacer un esfuerzo para hacerla posible en forma más efectiva.
Todavía quedan algunos prejuicios, timideces; un deseo de mantener la unanimidad como signo de unidad, que todavía no se
alcanza plenamente y que, por ahora, no parece posible de lograr.
Este funcionamiento conjunto tiene ventajas y desventajas.
Es una ventaja el hecho de que lleguen al plenario las proposiciones de todos. Es una desventaja, la menor acuciosidad de
acuerdos pragmáticos, por la necesaria lentitud de funcionamiento. Escuchar a todos ocupa ciertamente más tiempo.
El segundo objetivo, de revisión de los acuerdos de 1967, sí
se cumplió. Las ponencias incluidas en esta publicación dan
cuenta de ello. El asunto fue tratado claramente.
El tercero, constituyó el tema de fondo del encuentro. Ciertamente se trató. Hubo buena voluntad de todos para considerar3
lo con la mejor honradez. La inclusión de la problemática deí
clero joven es un buen índice de la tónica de la asamblea. Cada
uno podrá formarse una opinión al hacer la lectura de las ponencias finales que pasaron a la consideración especial de uní
plenario exclusivo de los Señores Obispos. Fue aquí donde los
Obispos votaron su respuesta definitiva, adjunta en esta mismapublicación.
El anteproyecto sirvió de base para comenzar el trabajo decomisiones. Los Presbíteros se reunieron un día antes para hacer
sus últimos aportes a los subtemas. Y así se comenzó el t r a b a j o
conjunto con los Obispos. Se puede decir que, en general, no
hubo un rechazo del anteproyecto, sino más bien su aprobación..
Se le encontró incompleto en algunos temas y algo negativo en
los subtemas relativos a lo doctrinal y a la vida espiritual.
En el desarrollo de la jornada se llegó a los resultados mejores posibles, dentro de los límites del tiempo y del denominador
común que se produce en un encuentro de tipo nacional. Los
acuerdos serán, seguramente, muy buenos para algunas diócesis
y no tan avanzados para otras. Hay que aceptar nuestra realidad nacional tal como es y trabajar a partir de ella.
Al final de la asamblea, los Sres. Obispos debían reunirse
para la consideración final y votación de sus respuestas. Aquí se
produjo la siguiente disyuntiva: o bien los Obispos trabajabancontra el tiempo para contestar a los Presbíteros a una hora
temprana, o bien los Presbíteros se retiraban antes y dejaban a
los Obispos todo el tiempo necesario para un trabajo más tranquilo. Con el fin de evitar una contestación apresurada, se optópor lo segundo, y así lo avisó el Sr. Obispo don José Manuel Santos, Pdte. de la Conferencia Episcopal, a todos los presentes.
Ciertamente era lo mejor, aunque pudiera dar la impresión a
los más impacientes de una cosa inacabada. Se intentaba precisamente lo contrario: establecer las condiciones para un buenfin.
Queda, finalmente, una nota positiva más que destacar. Pareciera haberse tomado conciencia general de que la situación
pastoral es un punto clave en el desenvolvimiento de la vida
sacerdotal de hoy. Su despeje traerá bastante más lucidez para
4
los presbíteros y su realización personal. Es por esto que "se sugiere que el tema de la próxima reunión nacional de Obispos y
Presbíteros sea con un tema del orden pastoral. Podría ser cuanto
antes terminen las etapas fundamentales de los Sínodos diocesanos". Queda por verse si se hará a nivel de provincia eclesiástica y, posteriormente, a nivel nacional; como igualmente, el que
sea un encuentro de los Consejos de Presbiterio o de sus representantes.
Mientras tanto, corresponde a los delegados que participaron
en esta Asamblea del 68 sentirse responsables de dar continuidad
a su misión, informando de ella a sus respectivos Presbiterios.
Por tanto se les ruega no perder su contacto con el Depto. Nacional de Clero, mientras no se elijan otros delegados para una
próxima asamblea. Corresponderá a los Sres. Obispos la determinación de el
3—PARTICIPANTES.
Asistieron a la Asamblea:
a) Todos los Sres. Obispos pertenecientes a la Conferencia,
menos los Prelados de Illapel, Aysén y Punta Arenas. De Rancagua vino el Sr. Obispo Auxiliar; no pudo concurrir el Sr. Obispo
residencial.
b) El Prosecretario de la Conferencia, Monseñor Rafael Larraín; los teólogos asesores, Monseñor Jorge Medina y el Padre
Egidio Viganó, que también venía como Pdte. de la Confederación de Superiores Mayores de los Religiosos.
c) El personal del Departamento Nacional de Clero, Seminarios y Vocaciones.
d) Los delegados elegidos por las Diócesis o Circunscripciones Eclesiásticas, cuya nómina se adjunta a continuación.
PRESBITEROS PARTICIPANTES EN ASAMBLEA EPISCOPADOCLERO, diciembre, 1968
PROVINCIA ECLESIASTICA DE ANTOFAGASTA.
Promotor: Pbro. Sr. Joaquín Farrás.
Arica:
Mons. D. Manuel Mella — Cas. 147 — ARICA.
5
Iquique:
Pbro. D. Ramiro Avalos — Cas. 18-D IQUIQUE.
Antofagasta: Pbro. D. Joaquín Farrás — Cas. E — ANTOFAGASTA.
Calama:
Pbro. D. José Miguel Salcedo — Cas. 103 — CALAMA.
PROVINCIA ECLESIASTICA DE LA SERENA.
Promotor: Pbro. Sr. Waldo Alcalde.
Copiapó
La Serena
Illapel:
Pbro.
Pbro.
Pbro.
Pbro.
D. Jesús Oyarzabal A. — Cas. 82 — COPIAPO.
D. Horacio Pinto A. — Parr. — VICUÑA.
D. Waldo Alcalde — Cas. 238 — LA SERENA.
D. Amador Iglesias — Parr. — QUILIMARL
PROVINCIA ECLESIASTICA DE SANTIAGO.
Promotor: Mons. D. Mario González G. — Dieciocho 390, Cas. 3-D.
SANTIAGO.
San Felipe:
Valparaíso:
Santiago:
6
Pbro. D. Humberto Muñoz — Cas. 73 — SAN FELIPE.
Pbro. D. Enrique Barilari — Parr. Estación — VIÑA DEL MAR.
Pbro. D. Jaime Fernández — Cas. 4089 — VALPARAISO.
Pbro. D. Patricio Guarda — Cas. 1774 — VALPARAISO.
Pbro. D. Jorge Hourton — Parr. de Cristo Crucificado. Calle Salomón Sack esq. E. Soro. Pobl. Juan
A. Ríos — SANTIAGO.
Pbro. D. Hernán Alessandri — Parr. N. Sra. de
Dolores. Calle Carrascal 4483. Clasific. 915 —
SANTIAGO.
Mons. D. Rafael Maroto P. — Agustinas 1751 —
SANTIAGO.
Mons. D. Vicente Ahumada P. — Parr. de N. Sra.
del Carmen. Plaza Ñuñoa — SANTIAGO.
(No concurrió).
Rancagua:
Talca:
linares:
Pbro. D. Mauricio Hourton P. — Parroquia Santa
Clara. Cas. 13 — CISTERNA.
Pbro. D. José Baeza — Parroquia. Casilla 45 —
TALAGANTE.
Mons. D. Daniel Iglesias — El Bosque 822 — SANTIAGO.
Pbro. D. Alfonso Baeza — Agustinas 1480 — SANTIAGO.
Pbro. D. Fernando Gatica — Villavicencio 337 —
SANTIAGO.
Pbro. D. Miguel Caviedes M. — Cas. 257. — RANCAGUA.
R. P. Jorge Guerra, Ofmc — Parr. — PAINE.
Pbro. D. José M. Iraburu — Cas. 775 — TALCA.
Pbro. D. Alejandro Jiménez — Cas. 7 — TALCA.
Pbro. D. Florencio Infante — Cas. 107. LINARES.
Pbro. D. Luis Eugenio Meneses I. — Cas. 107 —
LINARES.
PROVINCIA ECLESIASTICA DE CONCEPCION.
Promotor: Pbro. Sr. D. Hugo Márquez S.
Chillan:
Los Angeles
Concepción:
Temuco:
Villa rrica:
Valdivia:
Pbro. D. Raúl Manríquez I. — Parr. SAN CARLOS.
Pbro. D. Guillermo Eyris — Cas. 117 — CHILLAN.
Pbro. D. Pedro Hugo Sandoval — Parr. Cas. 37 —
MULCHEN.
R. P. Pedro Azocar, SS.CC. — Cas. 12-C — CONCEPCION.
Pbro. D. Hugo Márquez S. — Cas. 1724 — CONCEPCION.
Pbro. D. Ornar Venturelli L. — Parr. Sgrdo. Corazón — VICTORIA.
Pbro. D. Camilo Vial, Sch. — Parr. del Perpetuo
Socorro. Cas. 542 — TEMUCO.
Pbro. D. Miguel Lagos — Parr. — VILLARRICA.
R. P. Wolfredo Rutz — PTO. SAAVEDRA.
Pbro. D. Ivo Brasseur — Catedral — VALDIVIA.
7
PROVINCIA ECLESIASTICA DE PUERTO MONTT.
Promotor: Pbro. Sr. D. Leandro Serna.
Osorno:
R. P. Enrique Haske, S. J. — Cas. 18-0 — OSORNO.
Puerto Montt: Pbro. D. Leandro Serna — Parr. — RIO FRIO.
(Llanquihue).
R. P. Enrique Vergara, S. J. — Cas. 17 — PUERTO
MONTT.
Ancud:
Pbro. Amado Garay — Cas. 39 — ANCUD.
Aysén:
R. P. Vladimiro M. Memo — Cas. 2-D — COYAIQUE.
Punta Arenas: Pbro. D. Nibaldo Escalante — Parr. S. Miguel —
PUNTA ARENAS. (No concurrió).
VICARIA GENERAL CASTRENSE. (Teléfonos: Of. 62909; Res. Vicario 465962).
Capellán Pbro. Sr. D. Francisco Ortega — Edificio Gran Palace.
Depto. 711. Vicaría General Castrense — Correo 16 — SANTIAGO.
8
III
ANTEPROYECTO PARA EL TRABAJO DE OBISPOS Y
SACERDOTES EN LA ASAMBLEA CONJUNTA
Padre Hurtado, diciembre 68
NOTA.—1) Se trata sólo de un proyecto, como base
de trabajo para preparar dicha Asamblea; en consecuencia, es de carácter provisorio y sujeto a las revisiones, enmiendas, supresiones y adiciones, según
los aportes con que los presbíteros quieran enriquecer la ponencia definitiva.
2) Para ese efecto, puede ser consultado a las bases
en las diócesis a fin de que la voz de los delegados
y la letra definitiva del texto sea verdaderamente representativa.
3) En todo caso, este proyecto representa los aportes llegados de varias Provincias Eclesiásticas, que se
sintetizaron en reunión del Departamento Nacional
de Clero, Seminarios y Vocaciones, con la presencia
y concurso de un delegado especial para el caso, elegido por cada Provincia Eclesiástica.
OBJETIVO, TEMA Y CRITERIO DE TRABAJO DE LA ASAMBLEA
1.—OBJETIVOS.
a) Encuentro cordial y franco entre Obispos y Pbros., como
una expresión de Colegialidad sacerdotal, para una mejor pastoración del pueblo de Chile, según sus diversas situaciones humanas y los distintos grados de adhesión y de vivencia de su Fe.
b) Revisión del cumplimiento de lo acordado en la Asamblea
del 67 sobre el TEMA A: COLEGIALIDAD, especialmente en lo
tocante a:
—Funcionamiento de los Consejos de Presbiterio. Se pide a
cada uno de ellos que haga su examen de conciencia y
9
haga llegar sus noticias a través de los delegados a la
Asamblea de diciembre.
—Acaso operó el recurso al Comité Permanente para los casos conflictivos graves y permanentes que pudieran darse
en algunas diócesis, con perjuicio para el clero y el bien
común pastoral. Igualmente, consideración de la posibilidad de que el Comité Permanente actúe de oficio cuando
se presentan problemas insolubles por tiempo prolongado
con daño semejante.
c) Abordar el TEMA B: VIDA SACERDOTAL, ya que las
condiciones saludables de vida del ministerio jerárquico son un
factor indispensable para una acción pastoral eficaz.
2.—METODO DE TRABAJO. Consideraciones generales.
a) A diferencia del año pasado, se anhela trabajar en base a
una búsqueda común, principalmente mediante comisiones conjuntas de Obispos y Pbros., en un intento solidario de soluciones, en la medida de lo posible.
b) Todas las comisiones tratarán simultáneamente los mismos sub temas, pasando sucesivamente de uno a otro según las
indicaciones horarias de secretaría, y conforme a las siguientes
agrupaciones de temario:
1'
I.—INSEGURIDAD DOCTRINAL, y
II.—PERPLEJIDAD PASTORAL
2- III.—AUTORIDAD Y OBEDIENCIA, y
IV.—VIDA ESPIRITUAL.
3- V.—AFECTIVIDAD, SOLEDAD, CELIBATO, y
VI.—LO ECONOMICO Y TRABAJO TEMPORAL
c) Parece necesario que todos los participantes en las comisiones comprometan francamente en ellas su opinión personal,
aunque no hubiese acuerdo previo.
d) Habrá Plenarios después de cada trabajo en comisiones,
donde se dé cuenta de la síntesis de proposiciones y de líneas de
solución de cada comisión. Para este efecto, cada comisión elegirá un presidente y un secretario. Igualmente, el Plenario elegirá
10
un moderador del debate. En este caso, el Depto. Nacional asumirá la labor de secretaría.
e) Posteriormente, algunos plenarios paralelos de Obispos y
de Pbros. que den margen para que el Episcopado tome algunas
resoluciones que abran caminos al respecto. Con este objeto, se
encarece a la Conferencia Episcopal no admitir otros tópicos
diferentes al Tema B, en esta Asamblea.
f) Importa mucho que el deseo legítimo de soluciones viables no ahogue la tranquilidad del trabajo y del intercambio sobre problemas que, en buena parte, nos son comunes. Por lo
mismo, interesa contar con momentos tranquilos de oración,
Concelebración y de recreación común.
3.—PARTICIPANTES.
a)
b)
c)
d)
Todos los Sres. Obispos y el Pdte. del CONFERRE.
Prosecretario de la Conferencia y Teólogos asesores.
Todos los Presbíteros delegados.
Todos los integrantes del Depto. Nacional de Clero.
I.—INSEGURIDAD DOCTRINAL.
Los sacerdotes tenemos hoy día una inseguridad doctrinal
bastante acentuada, que se expresa en inestabilidad de pensamiento y escepticismo.
A—PUNTOS EN QUE SE MANIFIESTA ESTA INSEGURIDAD.
1) Tendencia a hacer absolutos aspectos verdaderos, pero
dejando de lado aspectos complementarios que se acentuaban
tradicionalmente.
2) En cuanto a la relación MUNDO-DIOS se acentúa la inmanencia de Dios en las cosas creadas y su valor. No se considera bastante la trascendencia de Dios y el contacto directo y
personal con El.
3) Confusión entre el orden de la naturaleza y el de la gracia. A veces, en un sentido de separación, se desconfía de los
valores naturales: religiosidad, mitos, sin ver que tienen abertu11
ra a la revelación. Parece considerarse que todo lo bueno que
nace de los hombres se identifica con la revelación.
4) No se ve la verdadera relación entre historia profana e
historia de la salvación; entre la realización humana y lo nuevo
que Cristo aporta a los hombres. No se distingue bien entre cristianismo y los diversos tipos de humanismo, (por ej., humanismo marxista...).
5) Optimismo ingenuo respecto a las posibilidades del hombre y de la comunidad humana, sin tener suficientemente en
cuenta el mal y el pecado. (Cuesta aceptar el dogma del pecado
original tal como tradicionalmente enseñado). Dudas respecto
a la realidad del infierno.
6) Falta de lucidez en la comprensión doctrinal de la relación IGLESIA-MUNDO. No se ve la misión específica e imprescindible de la Iglesia para el bien de la humanidad.
7) Por temor a la "alienación" y a ser "opio del pueblo" se
recorta el sentido religioso y escatológico de la pertenencia a la
Iglesia. No se ve el sentido de una esperanza en el más allá, sino
sólo el de un compromiso con el "ahora".
8) Acentuación de lo pneumático en la Iglesia con detrimento
de su carácter visible. Perplejidad por el cambio de actitud ecuménica.
9) Cuesta ver el sentido de los sacramentos como rito visible
eficaz. En el fondo se tiende a acentuar sólo la Fe.
10) Obscuridad respecto al sentido del sacerdocio ministerial
por acentuación de la misión de los laicos.
11) Cuesta entender el axioma "ubi Petrus ibi est Ecclessia",
pareciera que la Iglesia esté donde la pastoral está "dando en el
clavo".
12) Se tiende a identificar riqueza y pecado, y a identificar
Iglesia con mundo trabajador.
13) Excepticismo en cuanto a normas estables de moral.
Cuesta ver la relación entre norma y conciencia subjetiva. Por
lo variable de las situaciones no se cree en el valor y estabilidad de los compromisos (indisolubilidad del matrimonio, validez permanente de la consagración al ministerio).
12
14) Desconfianza no sólo de formulaciones sino de doctrinas
tradicionales; se quiere repensar todo a partir de hoy.
B—CAUSAS.
1) Renovación de la teología; líneas aportadas por el Cene.
Vaticano II. Esto ha puesto en cuestión ciertas acentuaciones anteriores hasta ahora aceptadas: consideración algo extrínseca de
la actuación de Dios en el mundo y, por lo tanto, de la gracia;
obligatoriedad de la Fe y necesidad de pertenecer a la Iglesia
visible; consideración muy individual de ia relación con Dios y
de la salvación; consideración estática y definitiva, inmutable de
las cosas.
2) Forma en que se ha ejercido el magisterio hasta ahora.
Nimbo de infalibilidad dado a muchas tesis teológicas trae una
reacción de excepticismo frente a lo dogmático.
3) Adelantos en investigación bíblica.
4) El descubrimiento del evolucionismo en las cosas mismas
y en el pensamiento del hombre. Proceso de secularización.
5) Libertad de opinión muy acentuada en el mundo moderno.
6) Información superficial sobre temas teológicos que son
complejos.
C—VALORES POSITIVOS.
1) En la acentuación de puntos doctrinales actuales se vislumbran diversos avances. Se corrige una consideración puramente estática y "metafísica" de la verdad, enriqueciéndola con
una visión dinámica y funcional de ella.
2) Tendencia a ver la acentuación de Dios en las cosas y en
los acontecimientos.
3) Se comprende mejor que una misma verdad puede tener
modos de expresión diferentes y que un mismo principio general válido puede tener aplicaciones diversas.
4) La secularización abre caminos para unir vida diaria y
relación con Dios.
13
5) La acentuación de la libertad valoriza mejor el compromiso interior y personal de la Fe.
6) El aporte de las ciencias favorece la depuración progresiva de la FE.
Subtema: PERPLEJIDAD PASTORAL.
Diagnóstico.
Existe un desconcierto pastoral, por tanto una paralización
de la pastoral.
2. No hay una pastoral; hay muchas.
3. Estamos en cambios de una pastoral tradicional a otra
renovada que aún no se perfila con claridad.
4. Esta perplejidad la sufren especialmente los laicos al ser
desorientados por las actitudes tan diferentes de los sacerdotes.
5. La desorientación se manifiesta en lo doctrinal, moral, litúrgico y disciplinario.
6. El sacerdote se pregunta: ¿se justifica mi sacerdocio en la
sociedad actual?
CAUSAS.
1. La evolución de la Iglesia va a un ritmo mucho más lento
que el desarrollo acelerado del mundo.
2. La diversidad de situaciones pastorales en que se encuentran los sacerdotes, ha producido distintas interpretaciones de los
signos de los tiempos, de lo que se sigue una diversidad de criterios pastorales.
3. El hecho de partir de las situaciones de vida y no de la
doctrina, ha hecho más complejo el esquema pastoral.
4. La asimilación distinta del Concilio por parte de los sacerdotes trae consigo criterios diversos y, por lo tanto, enfoques
pastorales diferentes.
5. Esta diversidad de criterios se observa también entre los
mismos Obispos y entre diferentes episcopados.
6. A éstos se agrega una fuerte dosis de incomprensión, falta
de apertura y agresividad, que dificultan el diálogo.
14
7. No es ajeno a esta desorientación pastoral el aporte del
clero extranjero, con distinta formación pastoral y una ambientación diferente.
8. El recargo de trabajo producido por querer abarcar todas las situaciones o necesidades pastorales, disminuye la eficiencia de los pastores y produce tensiones en ellos.
9. La existencia de esquemas y estructuras antiguas obstaculizan la puesta en marcha de una pastoral renovada de acuerdo a las directrices del Vaticano II.
Sugerencias de solución.
1. Se considera necesario alcanzar una pastoral de conjunto
sencilla, clara, centrada en lo esencial y al mismo tiempo flexible para dar cabida a la diversidad de situaciones pastorales.
Se reconoce que el documento de los Srs. Obispos, en Chillán,
es un avance en este sentido.
2. Dar lugar a la participación eficaz de laicos, religiosos
(as) y sacerdotes en la elaboración de esta pastoral. (Consejos de
Pastoral).
3. Se ve la necesidad de institucionalizar el Diálogo para conocernos, aunar criterios y nuestra acción pastoral, integrando a
los religiosos (as).
4. Se ve la necesidad de una reflexión teológica masiva y prolongada para aunar criterios teológicos. Se sugiere la celebración de jornadas diocesanas organizadas por los presbiteiios,
con asesoramiento de teólogos.
5. Se sugiere que el Boletín Diocesano pudiera ser un lugar
de encuentro pastoral donde se pudieran exponer con entera libertad los juicios y experiencias pastorales.
6. Se piensa que es necesario que a nivel de Obispo y Superiores Mayores se logre acuerdo para una mejor coordinación
de religiosos (as) en la acción pastoral.
Se ve la necesidad de promover y respaldar experiencias pastorales pilotos que permitan encontrar nuevos caminos pastorales.
15
PROBLEMA DE AFECTIVIDAD Y SOLEDAD
17
Este tema fue estudiado en dos aspectos: primero, el problema de la afectividad en el presbítero actual, que vive en celibato; segundo, posible conversación con los señores Obispos
sobre el celibato sacerdotal.
Abundaremos más bien en el primer aspecto, porque este
tema quiere responder más bien al presbítero actual.
Diagnóstico.
1. No podemos desconocer que el problema de la afectividad
de los Presbíteros se ha planteado con agudeza en los últimos
años. Ejemplo de esto es el mayor número de crisis sacerdotales, en las cuales este problema ha tenido una buena parte.
2. Se nota que en los últimos años se ha acentuado un estado de insatisfacción, de crítica, amargura, agresividad, por no
sentirse el presbítero realizado en su tarea sacerdotal.
3. Los laicos, muchas veces no valoran la labor sacerdotal,
no requieren los servicios del sacerdote, lo que deja en éste una
sensación de inutilidad, de frustración y aislamiento.
4. Existe una gran incidencia de lo pastoral en lo afectivo.
Ante fracasos pastorales, se agudiza la tensión afectiva. Se busca
como una compensación en personas que acogen al sacerdote.
5. El problema de la secularización incide en el afectivo.
6. En la formación de los Presbíteros ha habido una fuerte
insistencia intelectual, pero no ha habido una suficiente educación e integración de la afectividad en su personalidad total.
7. El sacerdote de hoy está particularmente sensible a no
"alienarse", a no ser "bicho raro", a participar y comprometerse
más con el mundo. Esto, inevitablemente, le lleva a plantearse el
problema afectivo, especialmente en los que trabajan en las
fronteras de la Iglesia.
8. Durante mucho tiempo, se ha considerado la afectividad
del sacerdote como un tema un poco "tabú". Los mismos sacerdotes tienen como "pudor" de hablar de él, lo cual dificulta la
ayuda oportuna que pudieran prestarle sus hermanos sacerdotes
o algún médico o sicólogo especialista.
9. Hoy día se nota un mayor asedio femenino que agudiza
más el problema.
10. Se nota una menor vigilancia del corazón, y a veces, un
aflojamiento en la vida interior, que incide en agudizar el problema.
11. El trato entre sacerdotes, a veces es muy rígido, formal
y funcional. Se reúnen y conversan casi exclusivamente temas de
trabajo pastoral, y se evita el "perder el tiempo" en el cultivo
de la amistad gratuita entre sacerdotes.
12. Se denuncia el hecho de la poca atención que los sacerdotes del centro del País dan a sus hermanos de provincias alejadas, en contraste con la gran acogida que ellos brindan a los
del centro cuando hacen viajes de descanso al sur o al norte del
país.
13. Se ve la gran importancia que tiene la relación ObispoPresbítero en este problema. El Obispo como amigo, no siempre
como jefe. Rápidamente el sacerdote tiene tendencia a sentirse
incomprendido o marginado de la estimación y confianza de su
Obispo. Algunos estiman que los Obispos conversan con ellos
cuando hay algo que corregir, pero no siempre para apoyar y
estimular.
14. No es ajena a este problema la tensión que se produce
entre las generaciones de presbíteros. Hay la tentación de reunirse en grupos afines un poco cerrados; lo cual va distanciando
a los presbíteros, en grupos a veces antagónicos, o en posibles
bloques, lo cual separa y aisla.
15. Se nota que en algunos casos el trabajo temporal es
fuente de paz sicológica y alivio del problema afectivo, pues así
algunos presbíteros entran en un contacto más normal con los
hombres del mundo.
16. Se deja constancia de que aun en óptimas condiciones el
presbítero irá siempre acompañado de su "hermana soledad", y
que en esto no hace otra cosa que compartir la suerte de todos
sus hermanos los hombres, aun los casados, que tendrán también el problema de la soledad e incomunicación —signos de
los tiempos—, común a todos los estados.
Haciendo notar que esta vida en soledad de los presbíteros
debe conducirlos a una vocación de más grande amor.
17
SEGUNDO ASPECTO: EL CELIBATO SACERDOTAL
Se sugiere que una de las comisiones de trabajo estudie el
problema del celibato para conocerlo en sus dimensiones reales.
Se desea además conversar sobre la situación de los sacerdotes que han obtenido dispensa para contraer matrimonio.
Se deja constancia de que esta conversación sobre el celibato sacerdotal no pretende un pronunciamiento de los señores
Obispos por comprenderse de antemano que cualquier resolución
en este sentido escapa a su competencia.
Subtema: VIDA ESPIRITUAL.
Los grandes cambios del mundo y de la Iglesia han influidoen la vida espiritual del sacerdote, aportando valores y contra
valores.
Diagnóstico.
1. Junto al valor positivo de una oración menos reglamentada,
más personal y auténtica, se nota una baja en la fidelidad a la
oración individual.
2. Se comprueba una mayor vivencia del valor comunitario
en la celebración de la Eucaristía, pero al mismo tiempo, una
menor asiduidad al culto eucarístico en sus diversas formas.
3. Hay una mayor búsqueda de Dios en el hombre y en el
acontecer de la existencia y una acentuada convicción del primado de la caridad, existe un peligro de excesiva confusión e n t r e
trabajo por el progreso temporal y trabajo por el reino de Dios,
con desmedro de la búsqueda de Dios en Sí mismo.
4. Hay un descubrimiento de la libertad interior como valor
fundamental del Evangelio, con el peligro de subjetivismo y d e
una vida interior desorganizada. Acentuación de lo espontáneo
con desmedro de una auténtica fidelidad.
5. Se constata un mayor aprecio de la Escritura.
6. Existe una mayor vida de fraternidad en equipos.
7. Una mayor integración de la vida sacerdotal ante u n a
dicotomía que se observaba anteriormente.
18
Causas.
1. Una crisis de fe, con alternativas de maduración y de falta
d e lucidez e inseguridad.
2. Influencia positiva y negativa de una teología antropocenírista, en una cultura antropocentrista.
3. Deslumbramiento por el descubrimiento del valor de lo
temporal. Secularización ambiente. Reacción ante una excesiva
separación entre lo sagrado y lo profano.
4. Confusión interior acerca del concepto mismo del sacerdocio.
5. Tensión vivencial por el problema pastoral. Situación de
inseguridad con que se vive la misión sacerdotal favorece por
una parte el sentido de pobreza evangélica y hace más vivo y
conciente el riesgo del compromiso con Cristo; pero también
afecta a menudo a la estabilidad síquica.
6. Contagio del edonismo ambiente.
7. Tendencia a rehuir la interioridad por actividades alienantes o por un sentimiento de culpabilidad o de insatisfacción en
el desempeño de la misión sacerdotal.
8. Desajuste de hábitos adquiridos en una formación espiritual orientada en marcos de vida monacal, incompatibles con
la realidad.
Pistas de solución.
1. ¿Hasta qué punto la caridad pastoral se ha incorporado
como fuente de la vida espiritual del sacerdote?
2. ¿Qué papel le cabe al equipo sacerdotal en la honradez
de la vida espiritual? (Oración, ascesis, etc.).
3. ¿Qué papel le cabe al Obispo como promotor y servidor
de la vida espiritual de sus presbíteros?
4. ¿Qué formas nuevas de oración y de vida litúrgica necesita
el sacerdote de hoy?
5. ¿Qué piensa de la práctica de la confesión y dirección
espiritual?
19
PROBLEMA ECONOMICO DEL PRESBITERO
I.—Situación existente.
1. Hay un serio malestar en gran parte del Clero, sobre todo el de provincias lejanas, por razón de índole económica.
2. Existe una excesiva desigualdad entre sacerdotes, Parroquias, Instituciones y Diócesis que es un contrasigno en la esfera de la unidad y la caridad.
3. La inseguridad económica tiene fuerte repercusión en el
trabajo apostólico y en la estabilidad sicológica de muchos sacerdotes.
4. No hay medio de conocer la situación económica VERDADERA de muchos sacerdotes (Monto real de sus ingresos y obligaciones financieras).
5. Tampoco se conoce la situación económica de las Diócesis, por falta de información o por las reservas que inspiran
ciertas informaciones incompletas.
6. La Iglesia presenta una imagen de riqueza y de compromiso con el poder del dinero.
7. Como elementos positivos de la situación, se señala un
avance en la actitud del Clero respecto al dinero y también los
servicios que comienza, a prestar la Mutual PAX CHILE.
II.—Causas.
Como causas del problema, entre otras se señalan las siguientes:
1. La administración de los bienes de la Iglesia no suele hacerse con sujeción a criterios técnicos que aseguren un suficiente rendimiento.
2. También se señala el empleo de recursos sin sujeción
a prioridades pastorales debidamente estudiadas.
3. Existe un serio individualismo tanto en muchos sacerdotes como en Iglesias particulares. (Parroquias, Conventos, Diócesis . . . )
4. En la Comunidad cristiana no hay conciencia de la necesidad de mantener sus ministros.
5. La mantención del Clero y de las obras descansa en una
20
estructura económica de tipo capitalista (rentas), lo que constituye también un contrasigno en una época en que estas estructuras están en crisis y desprestigio.
6. Algunos sacerdotes se ven obligados a trabajar temporalmente para ganar su sustento, y se ven aún algunos casos de "comercialización" del mismo ministerio.
III .—Sugerencias.
1. La necesidad de promover la recíproca confianza entre
Obispos y sus Presbiterios, y de los sacerdotes entre sí, tanto
para la exacta información de la realidad, como para la participación de todos en las decisiones de carácter económico que
afectan a la Iglesia.
2. Ver cómo podrían tomarse esas decisiones con acuerdo
del Consejo del Presbiterio y con asesoría técnica de peritos.
3. Se ve como sumamente útil que los Presupuestos y Balances fueran conocidos, al menos por los Presbíteros.
4. Sería deseable que cada sacerdote hiciera una declaración
confidencial, y en conciencia, de sus entradas y gastos, que sirviera de base para que una comisión determinara quiénes pueden contribuir a la mantención de sus hermanos, y quiénes deben
recibir ayuda.
5. Estudiar un procedimiento para que las Parroquias o las
Diócesis de mayores recursos ayuden a las más pobres como
testimonio de solidaridad y caridad.
6. Que se permita el trabajo temporal de los sacerdotes,
siempre que medie una razón de testimonio apostólico o equilibrio sicológico, pero que no sea la necesidad económica la
razón de entregarse a un trabajo temporal con desmedro del
ministerio.
7. Que en la planificación de las obras se tome en cuenta
la limitación de recursos propia de una Iglesia pobre como la
nuestra, y sin excluir la ayuda exterior, se insiste en la necesidad de crear conciencia del deber de esfuerzo interno en la
Comunidad cristiana nacional.
21
Subtema: AUTORIDAD-OBEDIENCIA.
Ahora, como nunca, la Iglesia que se ve ante un mundo
extremadamente complejo, experimenta la necesidad de unidad
en la pluralidad.
En esta situación vemos que hay mucho de bluf en el planteamiento "falta de obediencia" que se hace con frecuencia.
Sin embargo, es manifiesto que hay signos de la existencia de
un verdadero problema en el binomio autoridad-obediencia.
Signos negativos.
1. La vivencia muy intensa del presbítero en el problema
pastoral lo lleva a definirse. Al plantearse en esta forma ante
la autoridad, necesariamente más ajena a esta vivencia, se desemboca fácilmente en una situación conflictiva ante la obediencia. Se señalan particularmente los casos frente a la pastoral litúrgica y el compromiso social de la Iglesia.
2. Queja por ambos lados, de que se oye pero no se escucha.
3. Desconfianza o excepticismo frente a la autoridad o ante grupos de sacerdotes o laicos discordantes.
4. En algunos conflictos se llega a romper el diálogo y aun
a la disposición de abandonar la diócesis por una especie de
sentimiento de incompatibilidad.
5. Política de hechos consumados.
6. Se prescinde de la autoridad.
Causas.
1.
como
2.
3.
4.
5.
6.
7.
frente
22
Concepto de autoridad: más como "derecho de uno" que
"servicio de varios" a la comunidad eclesial.
Falta de línea clara.
Autoritarismo.
Actitud defensiva en que la autoridad actúa como freno.
Tramitación, dilación y, a veces, timidez.
Buscar la unidad en una uniformidad impracticable.
Falta de madurez para obrar con suficiente reflexión
a la autoridad.
Signos positivos.
1. Se nota un progreso en la relación obispo-sacerdote, al
ser éste tomado como persona más que como instrumento.
2. Cuando se consulta al Presbiterio se observa mejor disposición para la obediencia.
3. Cuando la autoridad traspasa sus problemas al Presbiterio se ve una actitud de franca colaboración.
4. Los Presbíteros se plantean hoy una obediencia más
exigente, más consciente y que involucra un mayor compromiso personal.
PISTAS DE SOLUCION.
1. Ante situaciones pastorales complejas hay que buscar la
unidad reconociendo la pluralidad y aceptando la diversidad.
2. Reconocer como forma general la actitud de búsqueda.
3. Necesidad de que la autoridad se anticipe, autorizando,
impulsando y alentando experiencias-piloto que recojan las inquietudes pastorales.
4. Ajuste de estructuras que puedan canalizar los diferentes
aportes que se vayan suscitando.
5. Como los desajustes son inevitables, es preciso aceptar
como necesario elemento de fe una ascética del bien común.
6. Aceptar de antemano que el diálogo implica que se debe llegar a una síntesis en la que se cumpla la voluntad de
Dios y no la de los interlocutores.
7. Que el ejercicio de la autoridad sea un servicio que se
realice en actitud de participación con el Presbiterio y reconociendo sus límites, que no le permiten avanzar más allá de su
ámbito propio, sin crear situación de conflicto.
23
III
SINTESIS DE PUNTOS TRATADOS EN COMISIONES
CONJUNTAS DE OBISPOS Y PRESBITEROS, CON LOS
APORTES DE LOS PLENARIOS
(A partir del anteproyecto)
SOBRE LA INSEGURIDAD Y BUSQUEDA EN LO DOCTRINAL
A) Consideraciones.
1.—Algunos indicaron que la presentación del anteproyecto
en este aspecto parecía un poco peyorativa. El documento señala las desviaciones doctrinales posibles de los más avanzados. Convendría señalar que los más conservadores incurren,
a veces, en las desviaciones contrarias.
2.—Pareció necesario insistir, también, sobre el carácter positivo de esta situación de inseguridad, si se la toma desde otro
punto de vista. Está provocando una búsqueda y un camino
hacia la verdad completa, no asimilada ni comprendida plenamente todavía. Es el cambio de una actitud estática frente a
una verdad rígida y acabada la que está en juego. Hay aquí
una revisión de mentalidad que tiene su importancia.
3.—Existe, sin embargo, una cierta inseguridad provocada
por factores que habría que tratar de eliminar. Entre otros:
a) Diferencias de lenguaje. Hay cierta crisis del lenguaje
escolástico. Las generaciones anteriores actúan con una mentalidad escolástica que es rechazada por los jóvenes.
b) No se distingue bien entre lo fundamental y seguro, y
lo accidental y discutible. Esto es más de fondo. Hay valores
absolutos que se relativizan, y valores relativos que se toman
como absolutos. Hay un trabajo pendiente de investigación y
adoctrinamiento.
24
Aquí se ve la importancia de los centros de enseñanza y difusión teológica, y del Instituto Nacional de Pastoral.
Como igualmente, de la actitud del Obispo como impulsador de la búsqueda de la verdad. ¿Qué pasos se están dando en
este sentido? Hay que tener presente que la pastoral dirigida
por el Obispo no se mueve en el plano de la verdad abstracta,
en sí misma, sino en un plano pedagógico. En este sentido, por
ejemplo, en el caso de las relaciones con marxistas es, a veces,
imprescindible tomar decisiones de conveniencia, según circunstancias y situaciones concretas, en el plano de lo discutible. Hay
permanentemente una pedagogía en juego.
c) Actitud pragmática frente a la verdad: cada uno se aferra a lo que le sirve. La inquietud doctrinal tiene raíces, en
muchos casos, en una inquietud pastoral no bien resuelta, o
resuelta inoportunamente. "¿Qué debo decir a la gente?". Hay
una tensión entre la Iglesia de hoy y de mañana, en medio de
un mundo en cambios violentos y rápidos. Se presentan situaciones nuevas, no previstas, que requieren una orientación
doctrinal. Se habla mucho sobre los problemas y no siempre
se estudian a fondo.
d) La explosión y la presión de los medios de difusión, que
escapan al "control" de la Iglesia, y que influyen en ]a confusión de las personas cuando la información es infundada o superficial.
B) Proposiciones.
1.—Jornadas de "aggiornamento". Renovarlas, como cursos
permanentes de postgraduados, incluso de meses, dejando momentáneamente las tareas pastorales con este objeto. Que sean,
no sólo en base a charlas magistrales, sino también por un trabajo de comisiones, donde todos se puedan expresar y ser, después, iluminados por los maestros, por medio de un diálogo
que ayude a descubrir. Deseo de la participación de los Sres.
Obispos en estos cursos.
2.—Que el Obispo ejerza para con sus Presbíteros el ministerio de la palabra, para el cual tiene misión especial: comentarios bíblicos; reflexiones comunes, buscando compartir con
25
los sacerdotes la actitud de búsqueda para salir de la inseguridad común. Búsqueda en común de las líneas doctrinales fundamentales más iluminadoras del mundo de hoy hacia mañana.
Evitar hablar con una apariencia "ex-cátedra".
3.—Conveniencia de no hacer declaraciones y de no tomar
decisiones a nivel diocesano o nacional sin conversar o consultar
antes con el Consejo del Presbiterio respectivo, o con los afectados (a veces, en difíciles situaciones de choque que requieren
apoyo especial), por las cuales se puede incurrir en sentencia
antes de escuchar a los afectados. (Cf. al respecto lo que se dice
más adelante sobre la evaluación de los Consejos del Presbiterio
del país). Consulta a las bases.
Cuando se trata de asuntos de importancia conviene preparar al clero y al pueblo cristiano, y ofrecerle algunos principios
de acción que, a su vez, comprometan también al Episcopado.
4.—Difusión de orientaciones bibliográficas simples y posibles, de utilidad práctica, pastoral y doctrinal, en favor de los
Pbros. Intentar la formación de una cooperativa del libro.
5.—Hacer posible la preparación de un equipo de teólogos,
(al menos para un futuro próximo), dependientes no de la Facultad de Teología sino del Episcopado, bajo su responsabilidad
e iniciativa, para que acudan a las provincias a orientar el "aggiornamento" de los sacerdotes.
6.—Aceptar en este momento como normal el que haya diversidad de opiniones, salvar la unidad de la Fe. Se trató el caso
de "Pastoral Popular" (apuntando a su continuidad) y se expreso la necesidad de una publicación, confiada a un equipo de redacción que, sin asumir la representación oficial de la Iglesia,
pueda tratar con discreción temas discutibles (para no desorientar al pueblo fiel), pero con la necesaria libertad de expresión,
y con la posibilidad de rectificación siguiente, más eficaz que la
simple censura previa.
SOBRE LA PERPLEJIDAD PASTORAL
A) Consideraciones.
1.—Estamos viviendo una situación de cambio violento y
26
rápido. Nace y está en desarrollo un mundo nuevo, en secularización creciente; que nos lleva a vivir en un ambiente pluralista, matizado por diversas corrientes de opinión que han adquirido derecho a la circulación pública. En el ambiente eclesial
también se constata una situación de cambio postconciliar, que
produce tensiones y diversidad de matices, de corrientes de opinión con mayor o menor agilidad para procurar los cambios
necesarios. Se notan más claramente diversos grados de adhesión
y de compromiso con la fe cristiana y con la vida católica.
El cristiano y el sacerdote están necesariamente situados en
este ambiente social y eclesial, lo que les acarrea repercusiones
en su estabilidad personal, en su vida espiritual. No todos están
en la misma situación pastoral, porque la sociedad ya no es
más uniforme.
2.—La aceptación de estos hechos trae repercusiones pastorales. Ya no se puede pedir uniformidad en todos los rubros de
la pastoral, pero con soluciones diversificadas, según las distintas situaciones y necesidades del pueblo.
En algunas diócesis hace la impresión de que la pastoral se
va gestando por la presión de los hechos que sobrevienen, sin
la previsión necesaria. Favorece la perplejidad el hecho de que
en algunas diócesis no se planifique la pastoral, o bien que lo
que haya de plan no sea bastante flexible, o previsor de acontecimientos que se desencadenan inevitablemente. Se vive abocándose a lo imprevisto.
3.—El anteproyecto anota "la diversidad de criterios que se
observa también entre los mismos Obispos". Esta diversidad
parece normal en estos momentos, y aun deseable, siempre que
no sea excesiva y de tal manera encontrada que perturbe la
marcha de elementos de la pastoral; como por ejemplo, la demora excesiva o no salida de algunas cartas pastorales, en espera de la unanimidad. En ocasiones dicha unanimidad hace que
los documentos resulten de transacción, sin definición suficiente.
En este sentido ha sido una ventaja el facultar al Comité
Permanente, y aun al solo Presidente de la Conferencia Episcopal, para resolver ciertas situaciones o declaraciones
4.—También hay que anotar que el aporte de clero extranje27
ro, que se anota en el anteproyecto, también tiene aspectos positivos y, en todo caso, son dignos de nuestra más alta consideración y gratitud. Su repercusión pastoral depende de que haya
en la diócesis un plan pastoral sólido y fuerte en el que se puedan incorpora
B) Proposiciones.
a) Que sean los mismos Obispos los que fomenten la diversidad pastoral anotada en las consideraciones, y tengan facultad
para autorizar experiencias "piloto", que ahorren las experiencias
aventureras, sin confrontación suficiente, ni provecho universal
para el bien común. Que no tengan que acudir tanto a Roma,
restando agilidad a la acción pastoral. Repercusiones litúrgicas,
etcétera.
b) Atención especial a los que trabajan en ambientes especialmente difíciles ("de choque" o "de frontera"), para no sentirse aislados o rechazados; que los demás sacerdotes apoyen y
tengan, para eso, la posibilidad de saber qué se hace, cómo se
hace, y sus resultados.
c) Que se consulte antes de echar abajo el trabajo difícilmente encaminado de algunos sacerdotes. (Cf. en lo doctrinal:
B) 3 . - ) .
d) Formación del Consejo de Pastoral en cada Diócesis, delimitando sus funciones y su relación al Consejo del Presbiterio.
Comunicarse los reglamentos para que sirvan de referencia a
otras Diócesis.
e) Fidelidad de los Obispos y Presbíteros a las resoluciones
de los Sínodos.
f) Establecer el Instituto Nacional de Pastoral de una vez
por todas. Este debería ser el instrumento eficaz de la Conferencia Episcopal —con competencia técnica y aportes de distintos sectores y Diócesis—, para el fermento, orientación, confrontación, evaluación y previsión de la acción pastoral en las distintas zonas del país en función de unidad diversificada y no de
una uniformidad, imposible ya de lograr.
g) El momento pastoral parece tan importante por su dina28
mismo explosivo, que se sugiere que el tema de la próxima reunión nacional de Obispos y Pbros. sea con un tema del orden
pastoral. Podría ser cuanto antes terminen las etapas fundamentales de los Sínodos diocesanos. Hubo alguna proposición de
hacerlo primero a nivel de provincias eclesiástica. También, la
de que fuera encuentro de los Consejos de Presbiterio o de sus
representantes.
Adjunto al tema anterior se trató la
EVALUACION DE LOS CONSEJOS DE PREBITERIO DEL PAIS
A través de las comisiones se recogieron informaciones sobre la marcha de casi todos los Consejos de Presbiterio de
Chile.
A) Constantes positivas.
1.—Los Consejos se constituyeron en todas las circunscripciones eclesiásticas, más o menos con fidelidad a los acuerdos
de la reunión de diciembre de 1967, en Padre Hurtado.
2.—En las Diócesis de poco clero los Consejos, de hecho, han
tenido poca función, porque les Obispos de esas Diócesis se reúnen siempre con todo el clero.
3.—En los Consejos se trataron temas interesantes.
4.—Se buscó en ellos una representación ecuánime de los
distintos sectores del clero.
5.—En todas partes hubo elección libre para designar el
sector de conséjales que corresponde a los delegados del clero.
B) Problemas más o menos generalizados.
1.—Falta claridad en la función y objetivos del Consejo del
Presbiterio. En la mayoría de las Diócesis parece que los propios
Pbros. no tenían claras las funciones de su Consejo.
Por otra parte, se observa que, a menudo, el Obispo no consulta a su Consejo de Presbiterio "todos los asuntos que tengan
una importancia grande para la Diócesis". (Acuerdos de los Sres.
29
Obispos sobre el TEMA A, en Padre Hurtado, 1967. Punto 4, N?
6.—).
2.—En muchas circunscripciones eclesiásticas está en formación, o recién formando "ad experimentum" el Consejó Pastoral.
Falta mucha claridad en la distinción de objetivos y funciones
de este Consejo, y en su relación con el Consejo del Presbiterio.
3.—Hay problemas en la representatividad. Los hay respecto
a las proporciones que corresponden a distintos sectores del
clero en el Consejo. Se observa que en algunas diócesis el Sr.
Obispo ha designado, él mismo, una proporción mayor de 25%
de los miembros del Consejo de Presbiterio, en desacuerdo con
el punto 4, N? 1, de los acuerdos de Padre Hurtado, 1967, ya mencionados. Conveniencia de mejorar la técnica con que se realizan
las elecciones de los delegados al Consejo: que todos posean la
clara nómina de todos los Pbros. diocesanos y religiosos de la
circunscripción; evitar la dispersión de votos, repitiendo la votación entre las más altas mayorías, etc.
C) Proposiciones.
1.—Que tanto los Obispos como los Presbíteros tengan en
cuenta, en relación con los Consejos del Presbiterio, que, ante
todo, ellos responden a un espíritu al que se debe ser fiel. Ese
espíritu es el de la colegialidad, en el sentido de que las decisiones episcopales de mayor importancia para la Diócesis sean
el fruto de una búsqueda en común del Obispo con sus Pbros.
a fin de encontrar la voluntad del Señor sobre su Iglesia.
2.—Que recuerden los Sres. Obispos el compromiso de presentar al Consejo todos los asuntos que tengan importancia en la
Diócesis.
3.—Hacer presente, para que en lo posible se ponga remedio,
el hecho de que algunos Sres. Obispos no han observado el límite del 25% de su representación en el consejo.
4.—Buscar próximamente la definición, delimitación y diferencias de funciones y objetivos de los Consejos de Pastoral y
del Presbiterio.
30
SOBRE AUTORIDAD Y OBEDIENCIA
A) Consideraciones.
1.—Al hablar de este tema 110 debe ponerse énfasis exclusivamente en la relación Obispo-Sacerdote. Esto es más amplio y
abarca otras relaciones que incluyen al sacerdote y al laico, y a
organismos como: Zonas, Decanatos, Parroquias, Movimientos
ambientales, etc.
2.—Este punto implica un problema de fidelidad con raíces muy hondas: ¿a quién ser fiel? ¿a este pueblo que busca vivir y mostrar el Evangelio de esta manera determinada, o a la
autoridad, que cierra este camino al dar una norma universal
que impone formas diferentes?
Aquí también está en juego el concepto de autoridad. Se piensa que ella es, ante todo, una obediencia a la autoridad de Dios
y un servicio canalizador de las insinuaciones y vocaciones que
el Espíritu Santo está dando al Pueblo de Dios. Su función primordial no es tanto la de cortar, frenar, imponerse, sino, sobre
todo, la de conducir y encauzar los valores e inquietudes de las
personas y comunidades. Hechos, actitudes y situaciones conflictivas permiten deducir que esto no siempre ha sido tomado en
cuenta.
Existe en muchos una actitud de desconfianza y rebeldía
frente a la Jerarquía, a la cual se le ve, a veces, dura, inflexible,
autoritaria; se observa que muchos se están desentendiendo con
facilidad de ella, por parecerles lejana a las inquietudes de la
gente. En situaciones delicadas, no siempre los sacerdotes sienten
una confianza profunda del Obispo hacia ellos; no se ven defendidos sino enjuiciados en sus actitudes. Esto provoca situaciones
tensas, que no se pueden sostener por largo tiempo. Aun se han
originado crisis con desenlaces dolorosos. Por lo mismo, a veces,
hay una caída en la fe del sacerdote respecto de su Obispo, que
lo deja en orfandad o en situaciones inmensamente inestables.
También hay prejuicios contra el Obispo que hacen mucho
daño; lo que puede ser producto de cierta inmadurez.
Se reconoce que hay diferencia en las situaciones de las
grandes ciudades, que sienten más quemantes los problemas
31
señalados, y en las provincias, donde casi no se percibe conflicto
entre el sacerdote y el Obispo, al menos en formas exteriores.
Como valor positivo se reconoce que en Chile se dan, en general, buenas condiciones para el trato Sacerdote-Obispo. En la
mayoría de los casos hay fácil acceso a ellos. Mirando un poco
hacia atrás, se aprecia un enorme cambio. En la práctica se está
escuchando mucho en los Sínodos y en los Consejos. Precisamente la dimensión de la fe debe ser más clara, pues la cercanía
con el Obispo permite conocer no sólo sus cualidades, sino también sus limitaciones.
B) Proposiciones.
En las relaciones Obispo-Presbítero, hay tres preocupaciones
especiales:
1.—Gestación de la autoridad.
2.—Ejercicio de la autoridad.
3.—Qué hacer en casos conflictivos.
1.—Gestación de la autoridad.
Hay un claro deseo de tener alguna participación en el nombramiento de los propios Obispos. El Presbiterio desea ser consultado en estas designaciones, y la misma inquietud comienza
a despertarse en laicos realmente comprometidos con la Iglesia.
El mecanismo apropiado de consulta no se ve claro; sin embargo, parece posible que los Consejos de Presbiterio puedan
hacer proposiciones oportunamente de nombres de sacerdotes
de las respectivas Diócesis o de otras, de entre los cuales la Asamblea Episcopal pueda seleccionar una terna que presentar al
Nuncio o a la Sta. Sede.
Ya algunos Obispos han tomado la iniciativa de buscar, en
diferentes formas, una participación de su Presbiterio en este
problema que le compromete tanto.
2.—Ejercicio de la autoridad.
Se reclama con urgencia una cohesión cada vez mayor en32
t r e Obispos y Presbíteros, que los haga solidarios de verdad en
su misión eclesial y permita un conocimiento mutuo, que facilite soluciones fraternales en situaciones conflictivas. Esta cohesión debe ser extraordinaria pues las circunstancias también lo
son.
El buen funcionamiento de los Consejos de Presbiterio se
mira como una gran solución, por ser un cauce natural de encuentros, de planteamientos, y de conocimiento de problemas y
•de personas, que ayudará a superar situaciones difíciles.
3.—Casos conflictivos.
En los casos conflictivos graves en las Diócesis, considerar
la posibilidad de que intervenga el Comité Permanente del Episcopado, en forma más amplia que lo acordado en 1967, en el N ?
1, párrafo tercero. Es decir, no sólo a pedido del Consejo de
Presbiterio respectivo, sino también:
—que el grupo afectado presente directamente las dificultades al Comité Permanente; y
—que el Comité Permanente pueda intervenir de oficio cuando se den tales circunstancias.
SOBRE LA SITUACION DEL CLERO JOVEN
(Tema no incluido específicamente en el anteproyecto; pero
aprobado para ser tratado en uno de los plenarios de la asamblea. Las consideraciones que siguen, por premura de tiempo
en secretaría, no alcanzaron a ser entregadas al plenario final
de los Sres. Obispos. Sí se les hicieron llegar las proposiciones
que van a continuación).
A) Consideraciones.
1.—Fue necesario plantear el tema y dejarlo abierto para el
futuro porque todo grupo humano tiene problemas conflictivos
entre diversas generaciones, los que también se dan dentro del
clero: hay percepción muy distinta de los problemas y grados
muy diversos de compromiso con ellos.
33
2.—En los últimos años ha habido gran número de defecciones; en su mayoría se trata de sacerdotes jóvenes. Y el número de seminaristas es muy bajo para asegurar el relevo.
3.—El clero joven es el que más capta los problemas de la
juventud y la gestación de un mundo nuevo. Además, se han
producido situaciones conflictivas dentro de la Iglesia, con la
Jerarquía. Pero el problema no puede ser tratado aisladamente,
sino en el contexto general de la vida del clero.
4.—Sectores del clero (joven u otros) tenían poca confianza
en este encuentro. Parecía necesario mostrar ciertos "signos"
de que la estructura monolítica se ha abierto.
5.—El problema del clero joven, no es sólo de los que trabajan con juventudes, sino que es problema del clero joven como tal. La abertura que se pretende se mueve en dos niveles:
a) a largo plazo, una reflexión seria (tal vez en los Consejos
de Presbiterio) y no sólo tincadas.
b) producir mecanismos que permitan el diálogo dentro del
clero, para clarificar estos aspectos.
6.—Los puntos de tensión principales serían los siguientes:
La generación joven se define por un servicio a este mundo
que se gesta, y siente que la otra generación se define por un
oficio. Es problema de mentalidades. Se piensa que el mundo
(y en especial el juvenil) no está cerrado para Cristo; pero
que la poca movilidad de la Iglesia institucional no atrae. El sacerdote joven lo siente, no quiere romper con la Iglesia, ni rechaza toda estructura, ni se identifica con el cambio por el cambio;
pero no ve cómo superar esta contradicción a la que es particularmente sensible.
El problema se hace delicado, pues el medio ambiente n o
rechaza hoy día a quien ha roto con los moldes, y los jóvenes n o
se sienten atados por esos compromisos. El joven quiere ser
fiel a la vida. Lo estable, los esquemas tradicionales lo han desengañado, y por eso no quiere meterse en la Iglesia establecidaEs, pues, importante reflexionar sobre el mundo que se a b r e
a nuestros ojos: saber discernir. Servir es encauzar; no es sólo
adaptación, sino orientación. Pero, para ello es menester saber
escuchar lo positivo, las voces de Dios en el mundo.
34
Se nota, también, que el problema del clero joven no es universal: hay cantidad de sacerdotes jóvenes que, intuyendo esos
problemas, no se sienten amenazados por el Obispo o por la comunidad sacerdotal.
B) Proposiciones.
1.—Que durante el año se posibilite un estudio sobre los proiblemas del clero joven, en un diálogo abierto y sincero, de maner a que las diversas mentalidades puedan complementarse.
2.—Que el Obispo y su Presbiterio revisen en qué se está poniendo la prioridad: si en la información cristiana del mundo
nuevo en desarrollo, o en la conservación de estructuras accidentales que pueden estar caducas. Se necesita estabilidad en lo
fundamental y libertad en lo variable.
3.—Que el Obispo y su Presbiterio se den largo tiempo para
oír, tratando de comprender, por sobre las diferencias de lenguaje, a los sacerdotes que están trabajando en la penetración en
ese mundo que emerge.
4.—Que cuando pongan a alguien en un puesto combativo o
de penetración confíen en él. Esto no significa darle carta blanca, sino apoyarlo, programando con él y revisando con él los resultados. El sacerdote no está definitivamente formado al momento de su ordenación; necesita del apoyo.
5.—Tomar la orientación del nuevo mundo en desarrollo como una primera prioridad pastoral. La Iglesia no debe marginarse de él. Para establecer esas prioridades hay que decidirse
con audacia y obtener el apoyo de todo el cuerpo sacerdotal.
6.—Que, en lo posible, se agilice el sistema curial, diocesano
y parroquial, que hace aparecer a la Iglesia como poniendo trabas en vez de servir a la vida.
SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL
A) Consideraciones.
1.—Se puede afirmar una crisis en la vida espiritual del clero.
Es muy importante descubrir en ella el modo de guiar la sitúa35
ción, de manera que ésta sea la ocasión para el descubrimiento,,
la valoración y la educación de una espiritualidad renovada, en
función de la caridad pastoral. Algunos afirmaron que el texto
del anteproyecto podía parecer un poco peyorativo en este aspecto. Hay revaloraciones realmente interesantes en este momento: la Sagrada Escritura, la Eucaristía como sacrificio y signj
de comunidad, la comunidad de base, el valor de los signos de
los tiempos y de la voz de Dios en los hechos de vida. Junto con
las debilidades humanas que siempre se mezclan en estos casos,
se puede afirmar que la crisis no es tanto de falta de interés
por la vida espiritual, y la oración en especial, sino más bien,
de lo que se podría llamar la "organización" de la vida espiritual,
sus formas de expresión, el ritmo en que se realiza. Lo que importa es saber si se va avanzando hacia una madurez en la Fe,
en la esperanza y en la caridad pastoral. Hay que saber descubrir aquí el "revés de la trama".
2.—Hay una sobrevaloración de la libertad y espontaneidad
en reacción al juridismo anterior.
3.—El ritmo de trabajo pastoral mueve a algunos a preferir
días o tardes de oración y lectura más prolongada, dejando más
a la espontaneidad el tiempo diario de oración, en relación a la
reacción frente a los acontecimientos. Puede darse el olvido de
que el amor crece por contactos sistemáticamente buscados.
4.—El equipo o fraternidad es otro medio de apoyo para la
vida cristiana. Pero no siempre se está seguro de encontrar la
posibilidad del equipo; a veces, no se está seguro de encontrar
el equipo que apoye. En tales casos, si no hay una cierta autonomía espiritual —que no se confunde con el individualismo—,
se quiebra la vida de oración. El equipo ayuda a evitar subjetivismos.
5.—La caridad fraterna y pastoral se alimenta de la caridad
de Dios, por el diálogo "persona a persona" con Jesús. Es cierto
que la "obra común" con Cristo es ocasión de santificación; pero
no basta eso solo.
6.—La actual estructura del Oficio no alimenta a varios. Lo
reemplazan por lecturas bíblicas. Otros no lo reemplazan.
36
B) Proposiciones.
a) No mezclar ejercicios espirituales o retiros con jornadas
pastorales.
b) Fomentar equipos de vida sacerdotal, sin forzarlos.
c) Que los Pastores de Diócesis comuniquen la Palabra de
Dios a sus presbíteros, comentando a la luz del Evangelio los
quehaceres pastorales.
d) Fomentar la preocupación de los presbíteros por sus hermanos sacerdotes.
e) Informar a todos los presbíteros de todos los retiros e s
pirituales que se realicen a lo largo del país.
f) Algunos servicios nacionales para el fomento de la vida
espiritual del clero: publicaciones, por ejemplo, en los órganos
aludidos en otros temas.
g) Urgir la reforma del Breviario, de manera que ayude a
la formación bíblica, etc. Mientras tanto, autorizar permutas por
lectura bíblica y/o conciliar, etc.
h) Pensar y dar pasos que liberen al presbítero de su "status
clerical", tomado en su sentido sociológico.
(Aquí vale también lo dicho en el tema sobre "Perplejidad
pastoral", en B), b); y en el tema sobre "Situación del clero
joven", B), 4.—).
SOBRE LA AFECTIVIDAD Y CELIBATO
A) Consideraciones.
1.—Hay en el ambiente el peligro de una desvalorización de
la función sacerdotal frente a las actividades laicales. Se agudiza
lo afectivo cuando hay pérdida de claridad en el ideal; como
igualmente, cuando se cae en una actitud "autocompasiva", que
dramatiza fácilmente los problemas, sin ver bien que son tanto
o más graves los del laico. Puede haber algunos que "juegan al
laico", no pensando que elegir es sacrificar algo.
Se da una cierta tensión entre la donación a los hombres y
la donación a Dios. Se centra la realización personal afectiva más
37
en la línea horizontal de actividad en pro de los hermanos, que
en la línea vertical de relación personal con Dios. Este equilibrio se puede quebrar fácilmente cuando se experimenta algún
fracaso.
2.—Cuando se habla de la afectividad, también hay que tener
presente que en este aspecto se dan valores positivos verdaderos,
enfatizados actualmente por la valoración de todo lo humano.
Es cierto que se encuentran exacerbados muchas veces por el
hedonismo ambiente. Lo difícil es el equilibrio.
3.—Esta realidad afecta no sólo a los más jóvenes, sino que
se da en muchos niveles o momentos de la vida sacerdotal: demonio del medio día, sacerdotes solos, personas afectadas por
fracasos pastorales que buscan compensación, desesperanza respecto a algunas metas pastorales, más violento asedio femenino
en un momento en que se ven más posibilidades de dispensa, etc.
4.—Es muy importante en el celibato el aspecto "compromiso". Algunos laicos entienden difícilmente que mediante una
dispensa legal se pueda faltar a la palabra dada: ésta vale tanto
dentro como fuera de una ley eclesiástica. En algunos sectores
de la sociedad humana actual pareciera eludirse el sentido de
compromiso. Pareciera darse al respecto un fenómeno más general que una realidad meramente eclesiástica.
5.—A propósito del celibato, también se hizo ver que hay
mucho que tratar sobre él, aun sin tocar la ley canónica actual.
Es cierto que hay el peligro de que cuando algo se trata mucho,
se le abulta y desfigura. Lo que interesa más al pueblo de Dios
no es tanto que seamos o no célibes, sino que seamos conforme
al Evangelio.
B) Proposiciones.
a) Evitar la destinación de sacerdotes solos, especialmente
tratándose de los más jóvenes.
b) Formación de equipos sacerdotales, que no sólo sean de
acción o de revisión de trabajo, sino de vida (o de revisión de
vida), y con la suficiente confianza para que puedan ayudarse
en este plano. Crear las condiciones y dar tiempo para hacerlo
posible.
38
c) Atención particularmente cuidadosa y de apoyo a los que
estén en situaciones pastorales más combativas. (Cf. referencias
anteriores al respecto).
d) Un mejor conocimiento y contactos gratuitos del Obispo
para con sus presbíteros. Ser capaz de "perder tiempo" con
ellos.
e) Intensificación de la vida espiritual como relación personal y libre con Jesús.
f) A veces, favorece la estabilidad afectiva el tomar un trabajo temporal.
SOBRE LA SITUACION ECONOMICA DEL CLERO
A) Consideraciones.
En relación con todo esto está el "rostro" que ofrece la
Iglesia en Chile. En dicho rostro están comprometidas todas las
instituciones católicas del país, diocesanas y religiosas. La información a los fieles ayudará para reformar ante ellos dicho rostro. Influirá para comprometerlos en la vida y marcha de la
Iglesia, y para ayudarlos a tomar conciencia de muchos valores
cristianos. El "misterio económico", que se da en algunos casos,
es un vestigio del antiguo sistema autocrático de gobierno de
los Obispos. Va desapareciendo en la medida en que comparten
su preocupación pastoral con sus sacerdotes y pueblo fiel.
Los bienes de los religiosos también contribuyen al "rostro"
de una Iglesia rica, ya que los laicos no conocen ni entienden
bien la pluralidad de sujetos de dominio dentro de la Iglesia.
Tiene que haber una insistencia en la caridad y en la pobreza
para evitar dificultades, traduciéndolas no en declaraciones, sino
en gestos concretos. Importancia de la integración de todos en
esta tarea, para dar testimonio comunitario de pobreza.
Hay inversiones que desacreditan a la Iglesia. El deseo actual es el de deshacerse de riquezas y ser realmente pobre, para
configurar este "rostro" lealmente. No es sólo cuestión de pesos
más o menos, sino de pasar de una estructura capitalista a una
estructura a partir de las entradas del trabajo. Buscar una relativa "nivelación económica". Si fuera necesario, intentar una
39
cierta "socialización" dentro de la Iglesia, tanto de bienes como
de fuentes de recursos. (Por ejemplo, de los santuarios, como
dijo alguno en un plenario...).
B) Proposiciones.
1.—Importancia del buen trato económico a los sacerdotes
ancianos. Y esto, tanto por deber de justicia y de caridad, como
para dar seguridad a los demás, a fin de que no recurran a
cargos fiscales con jubilación, con prescindencia de criterios apostólicos.
2.—Necesidad de promover la contribución a la Iglesia (CALI).
Que el año 69 se reúnan los directores diocesanos de CALI para
aunar criterios. Llegar así a la gratuidad total de los servicios
pastorales.
3.—Entregar a los laicos la administración de los bienes de
la Iglesia. Dar cuenta exacta de las entradas y gastos a los fieles.
Los recursos actuales se harán cada vez más insuficientes para
financiar los presupuestos de las obras apostólicas. Esta organización debe hacerse con criterios estrictamente técnicos. En Santiago ha dado buenos resultados. Se podrían enviar laicos de las
diócesis a conocer el sistema.
4.—Que en la planificación de las obras se tenga en cuenta
la modestia de los recursos de la Iglesia en Chile. Crear conciencia en los fieles de la necesidad de subvenir a sus obras.
Evitar que la ayuda extranjera se utilice en cosas que no respondan a la situación económica general del país.
5.—Se necesita un conocimiento verídico de las verdaderas
entradas y obligaciones de los sacerdotes, entidades eclesiásticas, etc. Preparar esta posibilidad. Se podría llegar a establecer
que cada uno haga una declaración de bienes.
6.—El Padre José Kuhl pide mayores recursos para la Mutual Pax-Chile. Se reconoció el adelanto que significaba esta
Mutual. El Padre Kuhl ofrece su servicio para hacerse responsable de realizar la encuesta para establecer los recursos reales
•de diócesis, parroquias, sacerdotes, etc.
40
III
RESPUESTA DE LOS SEÑORES OBISPOS A LAS PONENCIAS
DE LOS PRESBITEROS
Antes de considerar los puntos de las ponencias, se constató
la ventaja del diálogo en comisiones, ya que sin buscar acuerdos
ni hacer votaciones, se dio la ocasión para crear un ambiente
abierto y directo.
No hubo en comisiones bloques de Obispos o Presbíteros,
sino espontaneidad y sencillez de hermanos. En general se vivió
una visión de Iglesia renovada, bajo el impulso del Concilio Vaticano II y de la Asamblea Latinoamericana de Obispos de Medellín.
A la luz de estas orientaciones que iluminaron las reflexiones,
se buscó presentar a las proposiciones una respuesta abreviada
y definida. La próxima llegada a Chile de la edición oficial de
los acuerdos de Medellín permitirá su más amplia difusión y la
comprensión de los puntos de vista que respaldan esta contestación de los Obispos. Es la firme voluntad de la Iglesia en Chile
el vivir dichos acuerdos de Medellín en plenitud.
Este punto IV del Indice: RESPUESTA DE LOS SEÑORES
OBISPOS, no trata de todas y cada una de las consideraciones
presentadas, sino que se limita a las proposiciones de las comisiones. Los señores Presbíteros podrán ahondar en dichas consideraciones a la luz del Vaticano II y de Medellín.
Algunos puntos requerían de alguna precisión doctrinal. Con
tal objeto se pidió un informe teológico al Padre Egidio Viganó,
sdb., quien lo hizo llegar el 3 de enero de 1969, y que adjuntamos a continuación. Se le pidió una doble reflexión:
a) sobre cierto conflicto entre "trabajar por la Iglesia" y
"trabajar por el mundo"; o también, entre "servir al pueblo" y "obedecer al Obispo"; y
41
b) acerca de la actual imagen deteriorada del "status clericalis", conservando para el sacerdote un específico lugar
sociológico.
a) SOBRE EL CONFLICTO ENTRE "TRABAJAR POR LA IGLESIA" Y "TRABAJAR POR EL MUNDO"; o también: ENTRE
"SERVIR AL PUEBLO" Y "OBEDECER AL OBISPO".
(Ver artículo extenso en apéndices)
Una de las actitudes que más nos debe llevar a la renovación de nuestro ministerio sacerdotal es la visión conciliar de
las relaciones entre Iglesia y Mundo: no dualismo, ni conflicto,
sino presencia del Cristianismo en la Vida humana como fermento y servicio de salvación. La "creación" y la "redención" son
dos aspectos dinámicos de esa única gran realidad que es la
historia. No hay dicotomía ni antítesis entre ellas; hay, sí, verdadera distinción, y es conveniente subrayarla con claridad.
Jesucristo, el Verbo hecho hombre, es una sola persona, autora, a la vez, de la "creación" y de la "redención". Al hacerse
sacerdote en la encarnación, se ha dedicado específicamente a
realizar en la historia humana la tarea de la salvación. En su
condición de redentor, Jesucristo no ha sido directamente ni promotor social, ni líder político; evitó claramente asumir la imagen de un mesías temporalista, a pesar del clima ambiental que
ansiaba un promotor de ese género.
Por eso, ni el Cristianismo, en su visión global, puede ser
reducido a una ideología temporal, ni el ministerio sacerdotal,
en su función peculiar, puede ser incorporado como una pieza
más a un sistema de desarrollo temporal. Jesucristo, en cuanto
redentor, elige como objetivo directo de su labor la unidad interior de la persona humana, donde se encuentran y desde donde se mueven todos los valores; se dedica específicamente a la
renovación del "corazón", como vertiente primordial y como centro motor de la historia en todo su quehacer temporal y en sus.
valores trascendentes, para lograr la "síntesis del esfuerzo humano, familiar, profesional científico o técnico, con los valores
religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria
de Dios" (GS. 43).
42
Nuestro sacerdocio ministerial tiene cabalmente esta labor
peculiar en el conjunto de las vocaciones humanas para el desarrollo de la historia. Debe estar presente en la vida del hombre
con una presencia específica, sin separación de lo temporal y
sin confusión con él: debe pertenecer realísticamente al devenir
humano, pero debe distinguirse verdaderamente del simple quehacer terrenal. Así, ser sacerdote ministerial no implica, de suyo,
ningún conflicto entre "trabajar por la Iglesia" y "trabajar por
el Mundo", porque le corresponde trabajar por el Mundo haciendo Iglesia. Se ubica en todas las fronteras porque se preocupa de la persona humana, "centro y cima" de todos los valores
(GS. 12).
Y puesto que el sacerdocio ministerial existe y actúa "colegialmente", su presencia específica en el Mundo abarca solidariamente a todos los miembros del Cuerpo sacerdotal, según la
gama de las diferencias vocacionales internas y según la organicidad "episcopal" del Orden.
En consecuencia, hablar de "presencia de presbíteros" en la
frontera del Cristianismo es indicar un servicio indispensable y
urgente que le corresponde a todo el Orden sacerdotal en forma
solidaria, con especial responsabilidad en ello para el Episcopado.
Esta urgente presencia en la "frontera" debiera, sin embargo, evitar dos inconvenientes:
1) que el concepto mismo de "frontera" venga a insinuar
alguna concesión a una visión dualista de la historia; y
2) que la presencia de algunos presbíteros sea simplemente
una iniciativa individual, exclusiva de ellos solos, sin alcance
colegial y representativo, como si se tratara de "francotiradores"
sin respaldo colegial y sin dedicarse a hacer presente la misión
episcopal en esas zonas.
Creemos de primordial importancia, hoy, una presencia calificada del Orden sacramental en zonas humanas que tienen
tanta posibilidad de influjo en el porvenir de la sociedad.
43
b) ACERCA DE LA ACTUAL IMAGEN DETERIORADA DEL "STATUS CLERICALIS", CONSERVANDO PARA EL SACERDOTE
UN ESPECIFICO LUGAR SOCIOLOGICO.
Entre "sacerdocio ministerial" y "estado clerical" hay ciertamente una distinción indiscutible.
El actual "estado clerical" no sólo puede cambiar, sino que
está en el camino de una marcada evolución.
El "estado clerical" se presenta hoy como una estructura
en crisis, desde el hábito hasta el celibato. Es fácil ver en sacerdotes y seminaristas un afán peculiar de romper los cuadros
clásicos de la vida sacerdotal para salir de un sistema de disciplina y de un estilo de vida, en parte anacrónicos.
Este proceso de evolución puede encerrar el peligro de suprimir siglos de pedagogía pastoral y ascética, creyendo que algo
puede funcionar bien en la vida concreta salvando simplemente
su "esencia metafísica".
La puesta al día del "estado clerical" en que hemos sido formados nosotros es, sin duda, necesaria; pero la abolición indiscriminada de sus múltiples elementos es ciertamente dañina y
excede las posibilidades de iniciativa, no sólo de éste o aquél
sacerdote (presbítero u obispo), sino también de la Conferencia
Episcopal nacional.
En la realización de los cambios es importante "no perder
la eficacia y la específica función que el sacerdote debe realizar,
que lo distingue, que lo coloca en un punto vital del pueblo,
pero que no lo asimila materialmente, socialmente al mismo
pueblo, a quien debe dirigir su mensaje" (Paulo VI).
Es necesario concentrar en la imagen renovada del sacerdote ministerial las características mas específicas de la misión
salvadora del Cristianismo; esta imagen no será sólo una especie de lugar privilegiado de significación cristiana, sino el órgano
más importante de construcción y de orientación de la comunidad de los creyentes.
Algunos valores positivos, muy peculiares, deben brillar sociológicamente en el Orden sacerdotal, por ser la "cabeza sacramental" de la asamblea de los fieles:
44
• debe aparecer como maestro de sabiduría, que interpreta
la vida y sus eventos según el Evangelio;
• ha de ser claramente "hombre de Dios", con una clara
función social de mediación entre cielo y tierra;
• es menester que esté situado en la comunidad a la manera
de quien responde por ella misma, como su constructor, su conductor y su defensor;
• debe aparecer con un estilo de vida de "consagrado" a dar
testimonio del Reino, siendo portador cotidiano de la caridad
pastoral;
• ha de actuar demostrándose miembro solidario del Cuerpo
sacerdotal, en subordinación vital del Episcopado; etc.
El sacerdote ministerial debe aparecer hoy, como siempre,
el verdadero sucesor de los Apóstoles, quienes de "pescadores"
que eran en la gama de las tareas humanas, fueron transformados en testigos del Reino, encargados de construir y conducir
la Iglesia.
En el actual vertiginoso proceso de secularización será menester recordar que la vocación apostólica transformó, aun sociológicamente, la imagen y el estilo de vida de Pedro, de Andrés, de Juan y de sus colegas en el ministerio sacerdotal.
EN RELACION A "LA INSEGURIDAD Y BUSQUEDA
EN LO DOCTRINAL"
B) Puntos 1 y 5.—Las Jornadas de "aggiornamento" y la preparación de un equipo de teólogos se consideraron muy importantes, se está ampliamente de acuerdo con ello, y se pide al
Instituto Nacional de Pastoral, que está organizándose desde junio de 1968, asuma esta responsabilidad y dé creciente respuesta
a estas necesidades vitales de la Iglesia.
Punto 2.—Los Obispos agradecen esta petición que responde
a lo más importante de su misión pastoral y se proponen dar
más tiempo y prioridad a esta tarea, sea en reuniones de Presbiterio, sea atendiendo equipos sacerdotales, sea individualmente.
Punto 3.—Al respecto, parece necesario distinguir situaciones.
45
En los casos de urgencia, no parece conveniente ni practicable
la consulta previa solicitada, ya que quitaría oportunidad a la
declaración o decisión, con daño para el bien común que dependa de tal medida. En los casos normales, por decirlo así, se
renueva el compromiso tomado en el encuentro de 1967, página
40, número 4, acápite 6?. La tendencia de la Conferencia Episcopal es la de aumentar, más y más, las consultas, el asesoramiento y el diálogo en la línea expresada.
Puntos 4 y 6.—Sobre la sugerencia de una revista de los
presbíteros, que sin asumir la representación oficial de la Iglesia pueda ser un órgano ágil de expresión de las búsquedas e
inquietudes reales del clero, se acuerda que Mons. Rafael Larraín, como Director del Instituto Nacional de Pastoral, estudie
con los presbíteros propulsores de la idea la forma concreta de
llevarla a la realidad.
SOBRE LA "PERPLEJIDAD PASTORAL"
B) Punto a).—Respecto a la petición de que no se busque la
uniformidad en la acción pastoral, cabe destacar que dicho
criterio ya está aprobado por la Asamblea Episcopal, en las
"ORIENTACIONES PASTORALES", emanadas de la asamblea
plenaria de Chillán, en mayo de 1968. Se recomienda su lectura
y estudio para ahorrar mayores indicaciones sobre el particular.
Se acuerda, además, que la Comisión Nacional de Liturgia
elabore un documento para los Obispos, en que les precise todas
las facultades que ya poseen actualmente en la materia. También se acuerda pedir la autorización para el uso de otras Epístolas y Evangelios en ocasiones especiales.
Puntos b) y c).—Plenamente de acuerdo. En cuanto a la relación del punto c) con el punto 3 del subtema anterior, nos
remitimos a lo dicho anteriormente.
Punto d).—Se reconoce que pocas diócesis han puesto ya en
marcha los Consejos de Pastoral; en las demás, hay voluntad
46
de hacerlo y, se puede decir, se encuentran en gestación. Se enviará nuevamente el estudio que precisa las líneas generales de
¡unciones de uno y otro, delimitando los Consejos de Presbiterio
y de Pastoral.
Punto e).—Plenamente de acuerdo.
Punto f).—El Instituto Nacional de Pastoral ya está en gestación y entrará a funcionar con mayor amplitud en los próximos meses. Se está de acuerdo con las proposiciones presentadas al respecto y, además, se acuerda que los organismos afines
existentes en las diversas diócesis no ocupen el nombre de "Institutos de Pastoral", para evitar confusiones con el organismo
nacional.
Punto g).—Se está de acuerdo con lo propuesto sobre un
próximo encuentro nacional de Obispos y Presbíteros. Para este
efecto, se encarga al Departamento Nacional del Clero que, en
coordinación con el Instituto Nacional de Pastoral, prepare dicha asamblea tomando en cuenta las proposiciones recibidas y
proponga el asunto al Comité Permanente del Episcopado.
SOBRE LOS "CONSEJOS DEL PRESBITERIO"
Los Obispos agradecen la útil evaluación hecha de estos
Consejos.
Se está de acuerdo con las proposiciones presentadas y se
reiteran los compromisos suscritos en el encuentro de Padre
Hurtado de 1967.
RESPECTO A "AUTORIDAD Y OBEDIENCIA"
Aquí es donde tiene especial incidencia la consulta hecha al
teólogo R.P. Egidio Viganó, sdb., sobre el conflicto que suele
plantearse entre fidelidad al pueblo y al Obispo. En todo caso,
interesa evitar una asimilación entre la génesis y ejercicio de
la autoridad de Cristo y sus representantes en la Iglesia, con la
47
génesis y ejercicio de la autoridad civil. La autoridad evangélica
es algo diferente y así deben entenderla los que la ejercen y quienes estén sometidos a ella.
B) Punto 1.—Sobre el nombramiento de Obispos y las consultas del caso, se acuerda que antes de la Asamblea Anual Ordinaria de la Conferencia Episcopal de Chile, los Obispos pidan a
sus Presbiterios y a algunos laicos calificados más responsables,
nombres de sacerdotes a quienes consideren más aptos para el
Episcopado.
Punto 2.—Los Obispos desean también dicha cohesión, y esperan que las consideraciones y evaluación hecha sobre los Consejos del Presbiterio redunden en una aplicación más eficaz de
los acuerdos de 1967 sobre el particular.
Punto 3.—En lo referente a los casos conflictivos de que se
hace mención, se reitera lo acordado el año pasado en el N ? 1,
párrafo 3?, y se amplía el acuerdo, en el sentido de que el grupo
afectado, después de haber recurrido a su propio Consejo de
Presbiterio, pueda presentar directamente sus dificultades al Comité Permanente, con información a dicho Consejo de Presbiterio local.
Se estima improcedente la intervención ex officio del Comité
Permanente.
SOBRE "LA SITUACION DEL CLERO JOVEN"
B) Punto 1.—Los Obispos se alegran de que los sacerdotes jóvenes hayan podido expresarse francamente en esta asamblea y
aprueban el estudio de su problemática durante este año, con
el mismo buen espíritu que inspiró el diálogo en este encuentro.
Punto 2.—Este aspecto es ciertamente de mucha importancia.
Creemos que su contenido debe remitirse a las "Orientaciones
Pastorales" del Episcopado, de mayo de 1968; y a las indicaciones de los acuerdos del CELAM, en Medellín, que hacemos ple48
namenle nuestros. Por estar ambos documentos en publicaciones
apartes, no parece del caso repetir aquí lo que ellos contestan
sobre el particular.
Puntos 3 y 4.—Se está plenamente de acuerdo con lo propuesto. Ya se había hecho alguna referencia sobre el particular
en el punto b), relativo a perplejidad pastoral.
Punto 5.—Se está de acuerdo con la necesidad de estar presente en este mundo en desarrollo. Parece necesario, de todos
modos, remitirse a las consideraciones teológicas sobre el dilema de "trabajar por el mundo" o de "trabajar por la Iglesia",
asunto que está subyacente en este punto.
Punto 6.—Pensamos que más que problema de "agilizar" las
estructuras mencionadas, se trata de "adecuarlas" para un mejor servicio.
SOBRE "VIDA ESPIRITUAL"
B) Puntos a) hasta f) inclusive.—Se está plenamente de acuerdo y se aprueban dichas proposiciones. Fuera de lo que incumbe
a los Obispos como responsabilidad en esta materia, se encarece
a los Consejos del Presbiterio, al Departamento Nacional del
Clero y al Instituto de Pastoral y, en general, a todos los presbíteros, que asuman la parte que también les corresponde para
hacer viables dichas proposiciones.
Punto g).—De acuerdo. Se hace presente, eso sí, que la autorización para permutar el Oficio por Lectura Bíblica no puede
ser dada por el Obispo a todos los sacerdotes in genere, sino
en consideración al bien de cada caso.
Punto h).—Nos remitimos al respecto a las consideraciones
teológicas presentadas por el Padre Viganó.
SOBRE "AFECTIVIDAD Y CELIBATO"
B) Puntos a) hasta e) inclusive.—Se está plenamente de acuerdo y se aprueban todos ellos.
Punto f).—En el caso señalado, en orden a favorecer la estabilidad afectiva, el trabajo debe tomarse como un complemento
49
de lo esencial de la acción sacerdotal, jerarquizándolo así en
tiempo e importancia.
Se desearía recalcar que el celibato, como la pobreza, la oración, la obediencia, forma parte de una imagen global del sacerdote como hombre de las bienaventuranzas y de los consejos
evangélicos.
SOBRE "LA SITUACION ECONOMICA DEL CLERO"
B) Punto 1.—Se está plenamente de acuerdo y se aprueba lo
relativo a los sacerdotes ancianos, que merecen la mejor consideración por sus trabajos y el consumo de su vida por Jesús y
su Iglesia.
Punto 2.—Sobre la promoción de la CALI, se está de acuerdo y se confiará el asunto al Padre José Kuhl.
Punto 3.—También se está de acuerdo en confiar en los laicos la administración de los bienes de la Iglesia, como igualmente con las demás ideas señaladas.
Punto 4.—De acuerdo con los criterios económicos indicados
para la planificación de las obras.
Punto 5.—En cuanto a un mejor conocimiento de las entradas y obligaciones de personas e instituciones, se aprueba la aspiración de fondo, es decir, que haya una mejor nivelación de
los medios de vida de las parroquias y de los sacerdotes de los
diversos sectores. Importa mucho crear conciencia de que hay
que solucionar el problema entre todos.
Punto 6.—Se está de acuerdo en principio con la proposición del Padre José Kuhl. Cada diócesis responderá sobre este
aspecto.
Esta sesión de los señores Obispos se levantó a las 20.30 de
la tarde, del jueves 19 de diciembre de 1968.
FERNANDO ARIZTIA RUIZ,
Obispo Auxiliar de Santiago y
Secretario de Actas de la Asamblea Episcopal.
50
APENDICE.
AUTORIDAD Y OBEDIENCIA
(Tema desarrollado en una charla
del Padre Egidio Viganó al Consejo
del Presbiterio de Santiago el 16 de
junio de 1967).
I) ALCANCE DE ESTAS REFLEXIONES
Pretendo aportar algunas reflexiones teológicas para iluminar un problema pastoral de hoy. No creo que sea el problema
más importante, pero es ciertamente un problema.
Voy a presentar sugerencias, así familiarmente, para ayudar a animar una posterior conversación de responsabilidad
pastoral.
Deseo subrayar la limitación de la visual de nuestro tema:
nos restringimos únicamente a las relaciones entre el Obispo y
sus Presbíteros. La obediencia abarca, sin duda, toda la vida
cristiana, pero yo aquí trato sólo el ámbito concreto y limitado
de la vida sacerdotal, y lo hago propiamente en cuanto se descubren, a través del Concilio, varios elementos de indispensable
renovación que afectan las relaciones Obispo-Presbíteros.
Quiero orientar la reflexión hacia el descubrimiento o hacia
una especial atención de aquellos aspectos doctrinales, que exigen verdadero cambio de estilo en el ejercicio de la obediencia
sacerdotal.
No se trata de confirmar una visión de antaño para defenderse de los cambios; sino que, muy al contrario, es preciso
indicar los resortes que nos lleven, a todos sin excepción, por
lo menos así me parece a mí, a comprometernos en un esfuerzo
de renovación.
La finalidad de tal orientación es robustecer la obediencia,
o, mejor, tener más clara conciencia de las razones que deben
51
llevar a los consagrados por el Orden a una práctica más actual y más intensa de esta virtud.
Afirmo, en efecto, que el estilo de la obediencia no puede
ser hoy idéntico al de ayer.
Aprovechando un slogan que me sugirieron para una charla
sobre la Eclesiología del Vaticano II, diría que, en cuanto al
estilo, hace falta "un tránsito de una obediencia estática a una
obediencia dinámica".
Esta afirmación programática, un tanto pretensiosa, no
entiende ser ni sugerir ningún rechazo en bloque de una tradición que ha alimentado la vida espiritual de muchas generaciones de sacerdotes; al contrario, quiere aportar luces para reactualizar el aspecto vital de esa tradición. Para ello se requiere
discernimiento; entre todos podremos lograrlo en parte.
De todos modos, seamos francos, es imprescindible llegar a
esbozar unas líneas realmente de renovación en este campo.
No nos hemos reunido como "ancianos", aunque seamos
"Presbíteros", para hablar de la obediencia con nostalgias del
pasado; nos hemos reunido con el impulso juvenil de esta nueva institución de vida sacerdotal que es el Consejo del Presbiterio, que mira la obediencia con el afán escatológico de una
Iglesia que está lanzada continuamente hacia el futuro.
II) SINTOMAS DE CRISIS
¿Hay alguna crisis de autoridad y obediencia en la vida
sacerdotal? No me atrevo a dar una respuesta afirmativa a esta
pregunta. Sin embargo, las razones que nos motivaron a tratar
este tema aseguran que no todo marcha bien en este campo.
Hay síntomas de ello, y numerosos. Todos podríamos enumerar
más de alguno.
Tales síntomas son bivalentes: para el Obispo y para los
Presbíteros.
Nos referimos a fallas que son más del estilo de un sistema,
que defectos individuales de las personas, aunque es muy difícil
establecer los linderos concretos de esta distinción.
Por el lado de la autoridad del Obispo podemos recordar,
52
por ejemplo, los casos de Mendoza y de Bogotá. No entramos a
juzgar; los tenemos presentes simplemente como indicación de
hechos reales, que, por no afectar directamente nuestro ambiente, ayudan a reflexionar con mayor ecuanimidad.
Por el lado de la obediencia de los Presbíteros podríamos
tener presente, por ejemplo, cierta indisciplina en materia litúrgica, cierta atrevida independencia en determinaciones pastorales, etc.
Lo que podría llegar a ser síntoma de crisis en estos hechos
es la mentalidad subyacente.
En el Obispo: una especie de sentido de monopolio en la
pastoral; una falta de sensibilidad por los cambios de situación;
una hipersensibilidad por el principio de autoridad; una concepción paternalista de sus relaciones con los Presbíteros, etc.
En los Presbíteros; un mirar al Obispo "desde afuera" como un superior administrativo, sin mayor sensibilidad por la
sacramentalidad y colegialidad del Orden y de la participación
orgánica en la misión apostólica; cierta falta de sentido de la
historia, manifestada en una impaciencia desequilibrada; quizás también un poco de olvido de las exigencias de la caridad,
que es siempre muy concreta y situacional y toma en cuenta las
personas tal como son; etc.
A veces, la indisciplina y las críticas de los Presbíteros se
pueden considerar como una especie de compensación por la
falta de participación en la elaboración de los planes del trabajo pastoral.
Mirando en general este panorama, pienso que no se puede
hablar de abuso de autoridad o de verdadera desobediencia,
sino de cierta disfunción y desorientación en el ámbito del ejercicio de la autoridad y de la obediencia.
Tengo la sensación que en el clero de hoy se entiende usar
santamente el poder de la autoridad y que se practica substancialmente la obediencia; pero esto sucede con chirridos de ruedas como si faltara aceite en los rodamientos; falta la suavidad
de lo orgánico que por su mismo funcionamiento debiera producir alegría. Ciertas posturas de austeridad en la autoridad
y ciertos esfuerzos de docilidad en la obediencia, ambos un
53
tanto artificiales, junto a tantos roces y conflictos tolerados,
hacen pensar en un síntoma de alguna disfunción dentro del
"cuerpo sacerdotal".
Esta disfunción (¡me interesa subrayarlo!), no concierne
sólo a los que deben obedecer, sino también, y muy particularmente, a los que deben ejercer la autoridad. La disfunción
afecta, de hecho, al colegio mismo de los Ordenados, más allá
de la mayor o menor buena voluntad de cada cual.
Si a esta disfunción se la quisiera llamar "crisis", yo repetiría con el padre Murray (en una conferencia dictada en Roma
sobre "Autoridad, Libertad y Comunidad"), que no hay propiamente "crisis de autoridad y de obediencia, sino, en nuestro
caso, crisis de colegialidad": "Algunos —dice el padre— hablan
de crisis de autoridad en la Iglesia; otros hablan de crisis de
libertad. Personalmente prefiero hablar de una crisis de comunidad... El Concilio Vaticano II no creó la crisis; sus raíces
arraigan en el pasado. Pero el Concilio ocasionó que la crisis
emergiera a la superficie".
En nuestro caso de la obediencia sacerdotal la "comunidad"
a considerar es el "colegio o cuerpo sacerdotal"; hoy se afirma
más que nunca su colegialidad y se va adquiriendo cada vez
más conciencia de su organicidad, pero no se le puede hacer
funcionar aún convenientemente.
En el fondo de esta situación hay un residuo de una época
de estructuración pastoral ya superada, pero aún no sepultada.
Hay una supervivencia bastante grande de estilos individualistas a nivel de la figura del Obispo y a nivel de la figura de los
Presbíteros. No pienso tanto en defectos personales, cuanto en
una herencia de estilo en el ejercicio de la autoridad y de la
obediencia.
Pensemos en nuestra propia formación; ha faltado una visión y, sobre todo, un ejercicio de lo "colegial" y una teología
de la "comunión" en todos los niveles eclesiales. Si revisamos,
por ejemplo, nuestros conocimientos acerca de las virtudes, en
particular de la virtud de la obediencia, veremos que han sido
estructurados según una dimensión simplemente individual; se
nos ha subrayado muy poco la dimensión comunitaria, o sea, la
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verdadera teología eclesial de cualquier virtud: de la fe, de la
esperanza, de la caridad y de la obediencia; y, sin embargo, no
existe virtud cristiana que no sea energía orgánica del Cuerpo
místico, que no tenga una dimensión constitutivamente comunitaria. Nuestra mentalidad, empapada de cultura helénica,
había venido imaginando las virtudes como el resultado del
cincel de Fidias que embellece la estética de cada cual.
Esto es ciertamente un defecto que está en la raíz misma
de la formación de nuestra espiritualidad, sobre todo de la virtud de la obediencia sacerdotal, que debe ser concebida, ejercida
y vivida "corporativamente" en la comunión orgánica de todos
los Ordenados.
III) DOCTRINA
Voy a tratar de juntar algunos elementos doctrinales que
sirvan de fundamento para esbozar la necesidad del tránsito de
una obediencia estática a una obediencia dinámica.
A) Cambio de perspectiva.
¿Cuál era la concepción de la obediencia en la teología
moral de antaño? Tomemos, por ejemplo, el tomo de Royo
Marín sobre "La Teología de la perfección" (BAC).
Allí se nos dice que la obediencia es una "especie" de la
virtud de la "observancia", la cual es "parte potencial" de la
virtud de la justicia.
Dentro de este ámbito de especificación formal, la obediencia "es una virtud moral que hace pronta la voluntad para ejecutar los preceptos del superior. Por precepto no se entiende
solamente el mandato riguroso que obligue a culpa grave, sino
también la simple voluntad del superior manifestada al exterior
expresa o tácitamente".
Esta cita, aquí, nos suena un poco rara. Pertenece a una
visión esencialista, útil para determinar la formalidad de una
virtud, pero desencarnada y no aplicable inmediatamente a las
necesidades de renovación en nuestra época de cambios existenciales.
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Sin duda es importante conocer la formalidad de una virtud y es provechoso meditar sobre ella, pero no es lo que queremos hacer ahora.
Con una reflexión esencialista sobre la formalidad de la
obediencia no proporcionaríamos muchos datos para la renovación de un determinado estilo concreto de obediencia.
El Vaticano II ha traído una fuerte renovación doctrinal
en los varios ámbitos de la Iglesia. Su originalidad está en una
visión de totalidad que centra la atención en lo existente con
su fenomenología y devenir, en el orden concreto de la vida,
de la historia, del convivir humano; por eso se le ha llamado
un Concilio eminentemente "pastoral".
El orden de lo existente no excluye, por supuesto, la investigación de la formalidad y de las esencias (en este caso, de la
definición formal de la virtud de la obediencia); no excluye los
problemas de la esencia, más bien los mira según su contextura
vital concreta, adornada de elementos de mayor riqueza que
son cabalmente los que admiten una posibilidad de reforma.
Sin la esencia no se está en la verdad; pero con la simple
esencia no se está en la historia.
B) Diferencias existenciales.
El Vaticano II, pues, nos presenta la obediencia en una
pluralidad de facetas con diferentes modalidades de concreción.
Nos convida, así, a considerar la obediencia, no en forma unívoca, sino con una gama variada de ámbitos de realización.
Voy a consignar tres modalidades distintas de obediencia,
cuya mutua comparación podrá iluminar nuestras reflexiones:
1.—la obediencia "pedagógica", cfr., por ej., AA.ll; GEM. 1,3;
2.—la obediencia "religiosa"
PC. 14
3.—la obediencia "apostólica"
PO. 15
En todas estas "obediencias la formalidad de la virtud no
cambia, pero cambia enormemente su contextura vivencial.
Tratemos de percibirlo.
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1) La obediencia pedagógica se realiza en el ámbito de la
educación entre educadores y educandos. Esta obediencia no es
la meta misma de la educación, sino un medio necesario para
la formación de la personalidad del educando. En pedagogía la
obediencia debe ir ayudando a conseguir la maduración de la
prudencia y de la libertad del educando, todavía no suficientemente desarrolladas; por eso la obediencia debe ir acompañada
de razones y explicaciones, precisamente porque lo que se quiere
lograr como meta no es estrictamente un "niño obediente",
sino una persona prudente y responsable (cfr. GEM. 1,3).
Este tipo de obediencia puede tener alguna aplicación análoga también en edades mayores.
Lo que me interesa subrayar aquí es que en lo pedagógico
la obediencia no debe ser presentada como el ideal final a conseguir, sino como una actitud a cuidar en función de la maduración de la personalidad del educando.
2) La obediencia religiosa se realiza en otro ámbito; presupone la persona ya suficientemente madura y prudente y
tiende a desarrollar específicamente en ella un aspecto de la
consagración bautismal: "por la profesión de la obediencia, los
Religiosos ofrecen a Dios, como sacrificio de sí mismos, la plena
dedicación de su voluntad, y por él se unen más constante y
plenamente a la voluntad salvífica de Dios" (PC. 14).
En el ámbito de la vida religiosa la obediencia tiende, entonces, a poner de relieve un especial sentido de filiación para
con el Padre de los cielos. Implica un aspecto sacrificial de
renuncia de sí, pero no como el ideal final a conseguir, sino
como una actitud a cuidar en función de una intensificación
de la filiación divina, recibida en el Bautismo.
Este tipo de obediencia, en su alcance bautismal genérico,
no es exclusivo de los Religiosos, sino que debe ser propio de
<odos los fieles.
3) La obediencia apostólica se realiza en el ámbito de la
"misión" de salvación. El ámbito de esta misión abarca todo el
Pueblo de Dios; aquí, sin embargo, nos limitamos sólo, como ya
hemos dicho, a la misión que le corresponde a la Jerarquía al
57
nivel Obispo-Presbíteros. Pues bien: en este campo determinado
el Concilio dice: "esta obediencia, que conduce a la más madura
libertad de los hijos de Dios, exige por su naturaleza que, al
escogitar prudentemente los Presbíteros, en el cumplimiento de
su ministerio, movidos de la caridad, nuevos métodos para el
mayor bien de la Iglesia, propongan confiadamente sus proyectos y expongan insistentemente las necesidades de la grey que
les ha sido confiada, prontos siempre a someterse al juicio de
los que ejercen la autoridad principal en el gobierno de la
iglesia de Dios" (PO. 15).
Lo que voy a decir a continuación quiere ahondar simplemente en este aspecto, no porque los demás no interesen mayormente a los sacerdotes, sino porque quisiéramos descubrir
la posibilidad de superar esa disfunción peligrosa que se nota
en este ámbito de la vida eclesial, y esbozar algunos rasgos de
cambio de estilo en su realización actual.
C) Estructura de la obediencia apostólica.
Estoy desarrollando siempre el tercer punto del esquema:
la "Doctrina".
Quiero proponer ahora los elementos dectrinales traídos
por el cambio de perspectiva del Vaticano II y que pienso fundamenten una exigencia de renovación en el estilo de la obediencia sacerdotal.
No se trata de exponer toda la doctrina del Concilio sobre
la obediencia, sino de determinar algunos novedosos aportes
doctrinales que exigen verdaderos cambios.
Reflexionando he ido sumando 7 de estos aportes doctrinales de interés renovador para el nivel Obispo-Presbíteros.
Los voy a indicar muy sucintamente.
1) Actitud de Fe. La obediencia apostólica, como toda otra
diferenciación concreta de obediencia, se entronca en la obediencia cristiana general que, según la Sagrada Escritura, es
una libre adhesión al plan de Dios todavía sumergido en el
misterio. Este plan, propuesto por la revelación a la Fe, permite
al hombre hacer de su vida un servicio al Dios Salvador. En la
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economía de la salvación la obediencia juega un rol indispensable; Cristo, en efecto, se hizo obediente hasta la muerte; s.
Pablo opone el misterio de la redención al misterio del pecado
precisamente en categorías de obediencia y desobediencia (cfr.
Romanos 5).
La obediencia, en los cristianos, es la concreción de su Fe,
tanto como para preguntarnos si es posible ser creyente siendo
desobediente.
Es interesante, en este campo de la Fe, hacer ver cómo el
Vaticano II ha dado un paso nuevo en la presentación "magisterial" de la Fe. Si Uds. leen el párrafo 5 de la constitución
dogmática "Dei Verbum" encontrarán una descripción personalista y existencial de la Fe: "a Dios que revela debe prestársele aquella obediencia de Fe (Romanos 16,26; cfr. Romanos
1,5; 2- Corintios 10,5-6) por la que el hombre libremente se
entrega todo a Dios" (DV. 5).
Cabe notar que la obediencia no es estrictamente la Fe,
pero sí, que es como su secreto; es su auténtico signo y su fruto.
Una Fe sin obediencia dejaría de ser verdadera, así como
una obediencia sin Fe dejaría de ser cristiana.
2) Dimensión sacramental. La Fe que anima la obediencia
apostólica, como toda otra obediencia cristiana, se mueve en la
órbita de la encarnación. Esto significa que tomar en cuenta la
"voluntad del Padre" no es una tarea filosófica de tipo "deísta",
donde cada cual hace sus elucubraciones para deducir de sus
propios raciocinios cuál podría ser esta voluntad de Dios. Así la
obediencia estaría puesta sólo en el orden de la reflexión subjetiva y en la auscultación de la naturaleza. No es que no se
haya de tomar en cuenta este orden y esta auscultación; es
que la obediencia cristiana va ciertamente más allá.
El Vaticano II ha venido a renovar el concepto de "sacramentalidad", en el cual la Fe percibe una especial presencia
real de Dios en la historia. Y la presencia real de Dios en la
historia dice mucho más sobre su "voluntad" de lo que lo manifiesta la naturaleza.
La presencia real de Dios, establecida definitivamente en
59
la encarnación del Verbo, ha venido a revestir la "voluntad
del Padre" con una dimensión antropológica, por la cual, junto
con la consideración de la creación, hay que auscultar determinados hombres-signos, de los cuales el Señor dijo: "quien os
escucha a vosotros a Mí me escucha".
3) Ministerialidad. La obediencia apostólica se desarrolla
propiamente, como hemos dicho, en el ámbito del ministerio
jerárquico; en este ámbito, sobre la base de la filiación bautismal, se entronca la consagración sacerdotal con su especial
compromiso pastoral.
Pues bien: el compromiso pastoral de la Jerarquía ha tenido en el Vaticano II un enfoque realmente renovador. Desde
el Concilio Tridentino hasta el Vaticano I la teología de la
Iglesia se había ido centrando en la Jerarquía, considerada en
base del poder de jurisdicción en línea descendente.
El Vaticano II ha cambiado decididamente esta visual;
presenta, en efecto, una eclesiología del Pueblo de Dios.
Todos conocemos el itinerario de la constitución dogmática
"Lumen gentium" y de su famoso capítulo II. Pues, el cambio
de visual implica que el ministerio jerárquico, y por ende la
obediencia apostólica en él contenida, sea concebido a manera
de "servicio" hacia el pueblo de Dios y los hombres que han de
ser salvados.
La obediencia apostólica deberá realizarse con un nuevo
estilo que esté en armonía con esta eclesiología, la cual, desde
una modalidad "jerarcológica" pasa a una modalidad "democrática", si así se puede decir, o, mejor, a una modalidad comunitaria del Pueblo de Dios.
4) Orbita del sacramento del Orden. La obediencia apostólica que consideramos, se mueve concretamente en la órbita
creada por el sacramento del Orden. En esta órbita el Vaticano
II ha traído una considerable renovación.
a) Sucesión apostólica.
El sacramento del Orden consagra para colaborar con los
60
Apóstoles y sueederles. Todos sus efectos están ordenados a la
"misión" apostólica.
El sacramento mismo, entonces, impone como objetivo a la
obediencia sacerdotal la "misión"; ésta tiene una verdadera
primacía en las consideraciones que pretenden esbozar un cambio de estilo en la obediencia apostólica.
La "misión" implica un doble polo de interés:
* el "hombre", al cual se es enviado,
* y "Cristo", el Señor, que es el enviante.
El polo del "hombre" al cual se va, exige toda una postura
misionera de adaptación, de sentido del devenir, de elasticidad
situacional, de convivencia pastoral más bien que de administración jurídica, etc.
El polo de "Cristo" enviante hace pensar en una cadena
descendente de envíos, donde el Obispo ocupa un lugar muy
peculiar. El Episcopado en la Iglesia es como el sacramento
del Señor que envía. Podríamos decir que el primer paso de la
presencia real de Cristo en la Iglesia es el sacramento del Orden
en su plenitud episcopal. No sólo la Eucaristía es el sacramento
de la presencia real, sino también el Orden, o, mejor, la Jerarquía, primordialmente en la figura del Obispo (cfr. LG. 21).
b) Incorporación al Colegio sacerdotal.
El sacramento del Orden incorpora a un "colegio o cuerpo";
no se es sacerdote "individualmente", sino "corporativamente".
La misión apostólica es la tarea propia de todo un "cuerpo ministerial", que debe actuar orgánicamente con una pastoral
de conjunto.
El "cuerpo sacerdotal" tiene una "cabeza": el Obispo. (NB.:
no me voy a referir, aquí a la Iglesia Universal; saldría muy
largo; se presupone. Me limito a la Iglesia particular y hablo
del "colegio" sacerdotal en forma analógica). Todo el "cuerpo
sacerdotal", si lo relacionamos en su totalidad al Pueblo de
Dios, desempeña en conjunto la función de "cabeza" para con
los fieles. Pero dentro del mismo "cuerpo sacerdotal", el Obispo
es la "cabeza" de su organicidad.
61
La obediencia apostólica deberá ser concebida como una
habilitación a ser "jefe", "conductor", "pastor" y "padre" en el
Pueblo, no en forma individual, sino en forma colegial.
Un Presbítero será habilitado por la obediencia apostólica
a ser sacerdote corporativamente, en dependencia orgánica de
su Obispo y en vinculación vital con sus colegas los demás
Presbíteros.
La desobediencia rompe esta organicidad constitutiva del
Orden.
c) Ministerio de la Comunidad.
El sacramento del Orden otorga el ministerio de la comunidad (LG. 20). La consagración del Orden hace que los Obispos
y los Presbíteros sean como "los esposos" de la comunidad; hace
que el colegio sacerdotal exista y actúe en función de la comunidad.
Pues bien: la obediencia apostólica, en cuanto tal, no deberá ser interpretada simplemente en el ámbito de la docilidad
individual, sino que deberá estar ordenada a la edificación de
la comunidad, a su cuidado y a su defensa.
No debe, entonces, hacérsela funcionar ni al estilo de la
obediencia pedagógica (peligro de "paternalismo"), ni al estilo
de la obediencia religiosa (peligro de "monocalismo"), sino que
tendrá que tener su estilo propio, dentro del ámbito que he
tratado de esbozar.
d) Paternidad en la Fe.
El sacramento del Orden da una especial fecundidad para
suscitar la Fe y desarrollarla.
Los Presbíteros junto con su Obispo son todos "padres";
por ser los "esposos" de la comunidad deben engendrar en la
Fe; forman entre todos un colegio de paternidad. Esto implica
que, entre ellos mismos, deben actuar en forma que no se borre
su característica de "padres". En particular, la autoridad del
Obispo no deberá ser ejercida con ellos en forma que pueda
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menguar su auténtica paternidad. Esto tiene peculiar importancia para la renovación del estilo de la obediencia apostólica.
El señor Cardenal, en su Pastoral del Jueves Santo pp., nos
decía: "a nivel de las relaciones de los Presbíteros con el Obispo
es importante subrayar que el Concilio habla preferentemente
de "colaboración" más bien que de "subordinación" (LG. 28),
expresando tales relaciones en términos de "comunión" más
bien que de "dependencia", llamando a los Presbíteros "hermanos" del Obispo más bien que sus "hijos" (PO. 7). Esta perspectiva no cambia la esencia de la obediencia, ni tanto menos la
suprime, pero exige, sin duda, un nuevo estilo en su realización
que mueva las iniciativas de los sacerdotes, que les haga sentir
su responsabilidad paternal y corporativa en el ministerio preocupándolos cada vez más de una verdadera pastoral de conjunto".
Esta característica de paternidad colegial exige una especial apertura a la iniciativa personal en cada miembro del
"cuerpo" sacerdotal, poniendo la perfección de la obediencia
apostólica, no tanto en una postura estática de "estar sumiso",
cuanto en una actitud dinámica de "colaborar orgánicamente".
5) Sensibilidad histórica. El Vaticano II ha dado especial
importancia a los "signos de los tiempos" que influyen en todos
los niveles de la actividad eclesial.
En particular es de interés recordar dos de estos "signos",
que deben influir en el estilo concreto de cualquier obediencia
en la Iglesia, y, muy particularmente en la obediencia apostólica:
* la "socialización", que implica una conciencia mucho más
robusta de la corresponsabilidad, buscando nuevas modalidades
corporativas para su realización práctica;
* y la "democratización", que implica una consideración
mucho mayor de la persona humana.
Los hombres de Iglesia debemos cultivar una delicada sensibilidad para con estos valores que van emergiendo en la historia.
Me basta haber indicado dos de ellos para hacer ver que
63
evidentemente hay algo en la atmósfera que exige hoy un cambio de estilo en cualquier obediencia.
6) Armonía entre autoridad y libertad. Aprovecho aquí las
reflexiones, que ya he citado, del p. Murray, aunque hayan sido
hechas en otro ámbito.
La obediencia apostólica, quizás más que cualquier otra,
debe ser la armonización de la autoridad y de la libertad, sobre
todo porque es una obediencia que se realiza entre hermanos
de un mismo cuerpo sacerdotal al servicio de la comunidad
eclesial.
He aquí cómo el p. Murray describe las funciones complementarias de la "autoridad" y de la "libertad" al servicio de
una comunidad:
funciones
de la "autoridad":
* función unitiva;
función directiva o de decisión;
* función de corrección o punitiva;
funciones
de la "libertad":
* función carismática;
* función ejecutiva;
* función autocorrectiva.
La comunidad primera a la cual sirve la autoridad y la
libertad del Obispo y de sus Presbíteros es, para nuestra consideración de ahora, el mismo cuerpo o colegio sacerdotal.
En esta comunidad sacerdotal, a la función unitiva de la
autoridad corresponde la función carismática de la libertad:
ambas deben estar a favor de la organicidad del cuerpo sacerdotal; la una se preocupa más de unificar y de coordinar orgánicamente, la otra se preocupa más de tener iniciativas y de
interpretar la multiplicidad situacional.
A la función directiva de la autoridad corresponde la función ejecutiva de la libertad: ambas al servicio del colegio sacerdotal; la una se preocupa más de orientar determinando los
imperativos de la acción colegial, la otra se preocupa más de la
eficacia concreta en su aplicación a cada ámbito particular.
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A la función de corrección o punitiva de la autoridad corresponde la función de autocorrección de la libertad: ambas
en vista del cuerpo sacerdotal; la una se preocupa más de la
crítica y de la corrección de los miembros del colegio sacerdotal
en vista de su conjunto orgánico, la otra se preocupa más de
cada miembro particular en cuanto tal, implicando capacidad
de crítica y de corrección fraterna que remedie no pocos defectos sin dejarlos llegar a ser un daño colegial que exija directamente la intervención de la autoridad.
7) Alegría de la caridad pastoral. La obediencia apostólica
es una actitud vital que responde a la naturaleza misma del
cuerpo sacerdotal; es un fruto del sacramento del Orden, y no
una superestructura; es algo que pertenece a la constitución
misma de la vida sacerdotal.
Así como en la creación la aplicación de las leyes naturales,
considerada analógicamente como "obediencia" al Creador, es
alegría más bien que esfuerzo, porque la adhesión a la naturaleza misma de cada ser, a sus instintos, a sus inclinaciones, etc.,
de modo parecido, en el orden de la caridad pastoral, la obediencia sacerdotal es la adhesión a la naturaleza misma de la
misión apostólica.
Por eso la obediencia del clero deberá, por una parte, ser
expresión de alegría y de espontánea fraternidad, y, por otra
parte, deberá ser una virtud orgánica y no aislada.
Quiero decir con esto que la obediencia no se forma ni se
practica por sí sola, sino que debe estar sumergida y acompañada por todas las riquezas de la caridad pastoral. Así la obediencia necesita un cortejo de actitudes virtuosas: la bondad, la
amabilidad, la paciencia, la sinceridad, la iniciativa, la virilidad,
la fortaleza, la lealtad, la constancia, la piedad, el respeto, la
caridad pastoral. Pienso que este tópico de las virtudes acompañantes, es decir, de la subsidiariedad del organismo de las virtudes es un tema que necesita ser meditado aparte, particularmente con respecto a la práctica de la obediencia apostólica.
Esta virtud, en efecto, no puede ser propiamente una postura
heroica aislada y casi artificial en la vida sacerdotal. Una virtud de obediencia buscada aisladamente funcionaría como un
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engranaje sin aceite. Yo considero que es contra naturaleza
pretender conseguir en el sacerdote una obediencia aislada del
cortejo de las demás virtudes, que constituyen el organismo de
la caridad pastoral. La obediencia debe ser una expresión de
ella, es menester preocuparse de la caridad pastoral que la
exige; no se trata tanto de nombrar la obediencia sino de hacerla funcionar; más aún: si se la nombra mucho, es mala
señal; probablemente estará faltando aceite en algún engranaje.
El hecho mismo de que nosotros estemos hablando, en esta
reunión, de la obediencia apostólica es un síntoma de cierta
disfunción pastoral.
IV) UN ESTILO NUEVO
Hemos estado considerando algunas líneas de renovación
doctrinal, sacadas de las orientaciones pastorales del Vaticano II.
Pues bien: estas líneas de renovación doctrinal exigen realizar hoy la obediencia apostólica con una modalidad dinámica
muy peculiar; nos obliga a comprometernos en la creación de
un nuevo estilo.
El Concilio no puede quedar sólo en palabras o en documentos para bibliotecas; debe ser encarnado en la vida eclesial.
Las sugerencias hasta aquí hilvanadas, querían iluminar un
esfuerzo concreto. Crear un estilo nuevo no significa cambiar la
esencia misma de la obediencia, pero sí exige suscitar un clima
nuevo de relaciones que, acortando distancias estén más en
función de la misión apostólica.
No creo exagerado decir que el cambio de estilo puede ser
proclamado con este slogan: "¡obediencia nueva en estructuras
nuevas!".
Se requiere no sólo un cambio de mentalidad, sino también
un cambio de instituciones. Es menester cambiar ciertas estructuras eclesiásticas e ir creando nuevas. El Concilio mismo lo
exige; por lo demás, este Consejo Presbiterial al cual pertenecemos es un primer paso en esta renovación institucional.
Al presentar, en el l.er punto, el alcance de estas reflexio66
nes he calificado el trabajo de creación de un nuevo estilo como
"un tránsito de una obediencia estática a una obediencia dinámica".
La frase debe ser tomada, como ya dije, no como un juicio
de valor sobre el pasado, sino como un recurso didáctico para
expresar con mayor claridad los rasgos a conseguir; no tenemos
la pretensión, por lo demás un tanto ingenua, de juzgar a nadie: ni épocas, ni personas. La hora actual exige un estilo nuevo.
¿En qué consiste su novedad? Para sugerir su posible fisonomía
es muy útil proceder por comparación; si va a ser una fisonomía nueva, deberá distinguirse en algo de la actual.
Entonces, al esbozar en una forma antitética las distinciones de dos estilos, no se pretende emitir juicios de valor, sino
ayudar a iluminar la difícil tarea de creación.
¡Es muy conveniente estimular la imaginación si se desea
crear!
Partamos con el esquema de antítesis:
Tránsito
de una obediencia
"estática":
* administrativa;
* unilateral;
* autoritaria;
a una obediencia
"dinámica":
* misionera;
* colegial;
* subsidiaria.
Voy a tratar de comentar brevemente estas calificaciones,
recordando que cada adjetivo debe ser considerado bajo los dos
aspectos que implica la obediencia, o sea, a) el aspecto del ejercicio de la autoridad, y b) el aspecto del ejercicio de la sujeción
a la autoridad; ambos, por supuesto, según la obediencia apostólica a nivel Obispo-Presbíteros.
En otra charla me ha tocado sintetizar la eclesiología del
Vaticano II como un tránsito de una Iglesia estática a una Iglesia dinámica.
¿Cómo se podría describir la obediencia apostólica en esa
Iglesia estática?
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a) Era una obediencia administrativa.
* De parte del ejercicio de la autoridad: todo consistía en
hacer funcionar y en mantener cierto orden pastoral establecido
ya hasta en sus detalles.
* De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: todo
consistía en aplicar un plan que no se discutía, venido "desde
afuera" y hecho "por otros'.
Todo se movía dentro de una mentalidad conservadora
más bien pasiva.
Semejante estilo de obediencia apostólica no necesitaba
mucho diálogo; la responsabilidad era casi exclusivamente de
la autoridad central; no exigía ninguna capacidad creadora;
era más bien una actitud de docilidad pasiva. En la formación
de los seminaristas esta obediencia podía ser presentada fácilmente como un fin o un ideal de espiritualidad sacerdotal.
b) Era una obediencia unilateral.
* De parte del ejercicio de la autoridad: había un estilo
de cierta imitación del príncipe o monarca político; la autoridad se llevaba la parte del león en la pastoral; la iniciativa era
sólo de ella; se distinguía entre "el Superior" y "los subditos";
el Obispo, en vista de la sacralidad de su investidura personal
actuaba más bien individual o monárquicamente, como portador único de los designios de Dios.
* De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: había
una especie de subdesarrollo y casi de minoría de edad; se
sujetaban las iniciativas carismáticas para fomentar más bien
cierta ceguera virtuosa. (NB.: vale la pena observar, ya que
salió al paso, que la obediencia nunca debe ser ciega, en ninguno
de sus ámbitos, y mucho menos en el ámbito de la obediencia
apostólica, la cual ha de tener siempre no sólo muy buen o j o . . .
sino también telescopio o microscopio al servicio de la misión).
En el clima de este estilo se tendía fácilmente a confundir
la obediencia apostólica con la obediencia pedagógica o con la
obediencia religiosa.
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c) Era una obediencia autoritaria.
* De parte del ejercicio de la autoridad: se partía de una
visual jerarcológica de la Iglesia; se daba más importancia al
carácter sacramental y al poder jurisdiccional que a la misión
misma; se subrayaban los signos de la potestad sagrada y se
exageraba el alcance de ciertos carismas pastorales como la
infalibilidad; se impartían órdenes sin dialogar, con seguridad
categórica e inapelable.
* De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: la
exageración en la manifestación de la autoridad traía un atrofiamiento en la dinámica de la responsabilidad; se facilitaba
la astucia y la falta de sinceridad; se procedía con individualismo y sin caridad fraternal.
En contraposición a los rasgos consignados en las tres calificaciones "estáticas" que acabamos de presentar, el nuevo
estilo de la obediencia apostólica exige unas cualidades dinámicas, que es preciso tratar de imaginar a la luz de la doctrina
anteriormente considerada.
a) Debe ser una obediencia misionera.
* De parte del ejercicio de la autoridad: todo debe ser ordenado a la realización de la "misión" apostólica, según las
exigencias cambiantes de los tiempos.
* De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: todo
debe planearse y realizarse por coiniciativa y corresponsabilidad en la totalidad de la misión.
La obediencia apostólica, como ya dijimos, está toda en
función de la "misión" según su triple cometido profético, litúrgico y hodegético.
Pues bien: la misión es siempre nueva; debe interpretar en
cada situación los signos de los tiempos y debe ser "mesiánica"
en cada generación; debe planificar a nivel de los hechos de
vida, y no simplemente a nivel de la "potestad de jurisdicción".
En la actividad pastoral se manda o se obedece para realizar la misión.
6?
Cada uno debe participar en verdadero diálogo en la elaboración de las medidas a tomar, cada uno según sus capacidades
y según su función.
La comunicación de los imperativos a realizar deberá ir
acompañada de la manifestación de los valores misioneros que
tales imperativos encierran y de las intenciones que los animan.
En la misión queda siempre lugar para el diálogo, aún después de la decisión. Precisamente porque la obediencia apostólica está al servicio de la misión, el diálogo debe poder continuar siempre, no por debilidad de la autoridad ni por falta de
sumisión de la libertad, sino por la búsqueda común de una
adaptación de la acción y del pensamiento de los Pastores a la
vida del mundo, en una total fidelidad al designio de Dios.
Mientras no haya un servicio realmente eficaz de los Pastores al hombre actual, la obediencia apostólica necesita estar
acompañada de una crítica positiva por parte de todos los que
intervienen en ella; o sea, necesita desenvolverse en un constante diálogo.
Lo que pone término al diálogo, no es tanto una orden,
cuanto la realización satisfactoria de la misión.
El diálogo mismo, sin embargo, no es en sí un ideal sino un
medio; el ideal es siempre la misión. ¡Hay que evitar todo parlamentarismo!
b) Debe ser una obediencia colegial.
• De parte del ejercicio de la autoridad: debe haber conciencia de actuar como la "cabeza" de un "cuerpo"; la cabeza,
a pesar de su peculiar importancia, no es la totalidad del cuerpo; además, todo el cuerpo sacerdotal en su conjunto actúa
como "cabeza" de la Comunidad cristiana.
• De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: debe
concretarse más la convicción de que son todos miembros activos y corresponsables de ese único cuerpo; todos juntos tienen
función paternal; la obediencia apostólica no debe menguar la
función general de "cabeza" o de "paternidad" propia de todos;
debe ser una obediencia no propiamente "filial", sino "frater70
nal", para volverse, juntos, "padres" de los fieles. En efecto, el
Obispo con sus Presbíteros constituyen, juntos, "el Sacerdote"
ministerial de la diócesis.
La característica "colegial" implica en la obediencia apostólica una especial corresponsabilidad llena de iniciativas, de
comunicación mutua y adulta, que supone libertad de expresión, diversidad de opiniones, esfuerzos de convicción, examen
constante de la acción, aporte de soluciones, en un ambiente
fraterno y familiar de comunión entre todos, de mutuo respeto,
de complementariedad de ministerios y carismas.
Pero la colegialidad, junto con impulsar una corresponsabilidad adulta y fraterna, exige organicidad según la estructuración del cuerpo sacerdotal, tal como ha sido instituido por
Cristo. En esta organicidad colegial, la cabeza es precisamente
el Obispo, a quien corresponde, dentro del colegio o cuerpo
sacerdotal diocesano, el ejercicio propio de la autoridad apostólica, que implica una función unitiva, directiva y también de
corrección y punitiva.
c) Debe ser una obediencia subsidiaria.
• De parte del ejercicio de la autoridad: toda diferencia
institucional es para complementar una actividad de servicio
al Pueblo de Dios; la consagración sacramental del episcopado
•es en vista de la misión apostólica, que ha de ser realizada colegialmente.
* De parte del ejercicio de la sujeción a la autoridad: la
obediencia no es simple aplicación de un imperativo, sino un
aporte de solución eficaz a la tarea pastoral de conjunto; implica pluralidad de funciones y tareas entre las Presbíteros, excluyendo cualquier uniformidad militar; pero implica también
la subsidiariedad de complementación, que excluye toda anarquía pastoral.
La subsidiariedad es necesaria no sólo al nivel Obispo-Presbíteros, sino al nivel de toda la Comunidad diocesana; la función misionera de todo el cuerpo sacerdotal es subsidiaria, en
su conjunto, de todos los ministerios y Carismas del Pueblo de
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Dios. Por eso un nuevo estilo de obediencia apostólica debe tomar en cuenta los resortes misioneros de toda la Diócesis.
El objetivo al cual debe mirar el nuevo estilo, no es ni la
propia autoridad ni la propia docilidad, sino la necesidad de
salvación del mundo, del hombre actual tal como se le ve acosado por las angustias del pecado.
La consideración de esta subsidiariedad reclama dedicar
todo el dinamismo de la obediencia apostólica a las necesidades
del frente mismo de batalla, más bien que a adornar estéticamente un clero obsequioso.
En la vida sacerdotal se ha de ser obedientes, no tanto
(digámoslo no más) para ser perfectos, cuanto para ser eficaces
en la tarea de la misión; y esto, por supuesto, trae también
santidad y perfección.
Por ser subsidiaria, la obediencia exige en los sacerdotes
una primacía absoluta de la caridad pastoral, que mira primordialmente las necesidades de los hombres, antes que los
problemas internos de la misma vida sacerdotal.
La conciencia viva de la subsidiariedad excluye todo peligro
de narcisimo presbiterial.
—Concluyo. Hay síntomas que nos aseguran la existencia
de alguna disfunción en la obediencia apostólica del clero de
hoy.
Se nos pide reflexionar, dialogar y revisar ciertas estructuras eclesiásticas. Es necesario comprometerse en la creación
de un nuevo estilo de obediencia sacerdotal.
La renovación doctrinal del Concilio nos sugiere, entre otros
rasgos de la nueva fisonomía, hacer que la obediencia apostólica sea "misionera", "colegial" y "subsidiaria".
Lograrlo es tarea difícil.
Hacer concreto un nuevo estilo es como para el artista construir una obra de arte.
El trabajo creador tiene siempre cierta elasticidad inquietante y es acompañado por dolores de parto.
Antes de terminar, creo provechoso agregar que la obediencia apostólica, sobre todo en esta hora de cambios, debe estar
siempre animada y sostenida por una convencida obediencia
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religiosa en sentido bautismal, así como el sacramento del Orden está entroncado sobre el sacramento del Bautismo.
La característica filial de la obediencia bautismal debe
impulsar, desde adentro del corazón, una gran capacidad de
sacrificio y de renuncia de sí.
Y aquí quiero recomendar la lectura de una breve nota del
padre De Lubac en un número de la revista "Teología y Vida".
Dice la Nota en un acápite: "también los inferiores son falibles, y el único caso que puede autorizarlos a entrar en conflicto definitivo con sus superiores es el caso en que éstos
ordenasen un acto que fuese positivamente un pecado: resistir
no sería entonces desobedecer. Más vale mil veces resignarse
a lo que es un menor bien o que parece tal, que engendrar el
desorden por la desobediencia.
Más vale mil veces la humildad de corazón, la renuncia a
un bien juzgado, probable o cierto, que la seducción del "sentido
propio" que destruye la armonía en la Iglesia y se opone siempre al espíritu de Dios.
Egidio Viganó C., sdb.
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