CARTAS AL DIRECTOR RÉPLICA ‘Malformaciones vasculares congénitas en la infancia’ Sr. Director. Vaya en primer lugar mi agradecimiento al Dr. Vilalta por la atención que ha prestado a nuestro artículo ‘Malformaciones vasculares congénitas en la infancia’ [1] en el que, como es lógico, los cavernomas constituyen una pequeña parte, pero es indudable que están ahí. Por lo tanto, aunque sólo sea por el hecho de haberlo leído con atención y matizar ciertos aspectos del tema, nos sentimos honrados y halagados. Respecto a los comentarios realizados por el Dr. Vilalta, debemos decirle que –como él sabe– el tratamiento y, en general, la conducta a seguir en los cavernomas intracraneales es tremendamente controvertida y, de ninguna forma, está dada la última palabra. El Dr. Vilalta menciona algunos artículos [2] donde se describen buenos resultados a los dos años de tratamiento con radiocirugía, aunque sus autores se muestren partidarios de la cirugía siempre que el cavernoma se encuentre superficialmente y sea fácil de abordar; esto es lo mismo que decimos en nuestra descripción, por otra parte, orientada a expresar las características clínicas, patológicas, genéticas, de imagen y de indicaciones terapéuticas, y no un estudio sobre resultados quirúrgicos en nuestra serie –al contrario de las casuísticas que él menciona, todas referidas por uno o varios importantes servicios de neurocirugía, todos americanos y de los mejores hospitales–. Es verdad que en un estudio publicado este mismo año [3], después de haber entregado el original de nuestro trabajo a Revista de Neurología , se han publicado buenos resultados en el tratamiento quirúrgico de los cavernomas de tronco cerebral recogidos retrospectivamente en cuatro hospitales americanos. Los datos que he podido recoger personalmente referentes a cavernomas de tronco que sangraron y se trataron paliativamente –no era posible su exéresis–, y que se circunscriben a una serie muy reducida, no desprenden los mismos resultados. Me habría agradado que el Dr. Vilalta nos hubiera referido resultados de la propia experiencia –sin querer entrar en polémica–, porque siempre resulta enriquecedor ver las similitudes y/o diferencias de nuestros resultados respecto a los de otras latitudes. Nuestra experiencia –siempre colaborativa con Servicios de Neurocirugía– sobre la cirugía en cavernomas en los que a priori la cirugía tiene posibilidades de éxito no puede ser más positiva; sólo tenemos la experiencia de la radiocirugía en escasos cavernomas de tronco inabordables quirúrgicamente, hasta el momento también con resultados positivos. Efectivamente, en el trabajo de Amin-Hanjani et al [4] se advierte de los riesgos de secuelas neurológicas e incluso de la continuidad patológica en la naturaleza de los cavernomas, así como de la necesidad de sopesar pros y contras antes de pronunciarnos por la radiocirugía; algo similar puede decirse de los comentarios de Karlsson et al [5]. Sin duda, son aportaciones interesantes que deberán tenerse en cuenta en el futuro y ser sope- 1352 sadas junto con otras experiencias que tal vez vengan de Unidades de Radiocirugía y que nos pueden hacer ver la realidad desde diferentes atalayas. Repetimos nuestro agradecimiento al Dr. Vilalta por el enriquecimiento informativo dado con su carta. I. Pascual-Castroviejo Recibido: 26.10.99. Aceptado: 11.11.99. Servicio de Neurología Pediátrica. Hospital Universitario La Paz. Madrid, España. Correspondencia: Dr. Ignacio Pascual-Castroviejo. Servicio de Neurología Pediátrica. Paseo de la Castellana, 261. E-28046 Madrid. BIBLIOGRAFÍA 1. 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J Neurosurg 1998; 88: 293-7. cualquier tratamiento médico crónico no debe dar lactancia es con mayor frecuencia resultado de una falta de conocimiento por parte del médico que del conocimiento de un efecto nocivo. – La decisión debe individualizarse teniendo en cuenta los factores en pro y en contra, y la opinión y el deseo de la madre. – Son necesarios más estudios para conocer mejor los efectos de los fármacos a través de la leche, sobre todo en el caso de los nuevos FAE. I. Forcadas a, C. Garaizar b Recibido: 26.08.99. Aceptado: 09.09.99. a Servicio de Neurología. b Servicio de Neuropediatría. Hospital de Cruces. Baracaldo, Vizcaya, España. Correspondencia: Dra. M.ª Isabel Forcadas. Servicio de Neurología. Hospital de Cruces. Plaza de Cruces, s/n. E-48903 Baracaldo, Vizcaya. BIBLIOGRAFÍA 1. Arroyo S. Tratamiento de la epilepsia en enfermedades médicas, ancianos y gestantes. Rev Neurol 1999; 28: 916-24. 2. Morell MJ. Guidelines for care of women with epilepsy. 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La academia Americana de Neurología y la Liga Internacional contra la Epilepsia han elaborado unas guías para el cuidado de las mujeres con epilepsia [2-4]. Coincidiendo en el tiempo con estas publicaciones, apareció también la monografía Epilepsia y mujer [5], a la cual hace referencia el Dr. Arroyo en su trabajo. En este libro hay un capítulo referente a la lactancia que incluye una amplia revisión de la literatura sobre el tema, tras la cual se llega a una serie de conclusiones: – La lactancia materna reporta numerosos y bien establecidos beneficios tanto para la madre como para el niño. – El considerar que una mujer que recibe Sr. Director. Las crisis epilépticas reflejas (CER) constituyen una forma especial e interesante de crisis, y hacen referencia a los ataques desencadenados regularmente por un estímulo específico e identificable [1]. Las CER son la manifestación de una epilepsia caracterizada por un modo específico de precipitación de las crisis [2], pudiendo estar presente dicho estímulo en un 4-6% de los pacientes epilépticos [3,4]. Quizá la diversidad de estos ataques y de los factores específicos comunicados justifiquen –al menos en parte– la curiosidad que despierta este capítulo entre los epileptólogos. Tal es así, que se han descrito innumerables factores específicos causantes de CER, tantos como estímulos del córtex cerebral puedan existir. Matsuoka (1990) en su investigación sugiere que la iniciación de estas crisis puede estar relacionada con una hiperexcitabilidad de áreas corticales focales [5]. Entre esos factores se encuentran: actividad sensorial [6]; baño [7]; cálculo, juego de cartas [8]; pensamiento [9]; cálculo [10], pensamiento y especialmente tareas aritméticas [11]; alimentación [12,13]; canto y recitación [14]; actividad psíquica intelectual REV NEUROL 1999; 29 (12): 1341-1357 CARTAS AL DIRECTOR [15]; inmersión en agua caliente [16,17]; estimulación luminosa [18]; lectura [19]; susto [20]; movimiento [21] y estimulación vestibular [22]. De forma resumida, todos estos factores pueden incluirse en tres categorías [2]: 1. Crisis precipitadas por estímulos sensoriales y perceptivos; 2. Crisis precipitadas por el despertar (susto), y 3. Crisis precipitadas por integración de las funciones cerebrales superiores. Nuestro objetivo es acrecentar esa compleja casuística con la descripción de un caso más, interesante no sólo por sus manifestaciones clínicas, sino también por el mecanismo que en el paciente producía las crisis, así como el largo tiempo transcurrido sin llegar a un diagnóstico. Se trata de un varón diestro de 26 años de edad, estudiante de teología en un seminario, con antecedentes de espasmos del sollozo cuando era niño y sin historia personal o familiar de epilepsia. Hace dos años viene presentando crisis caracterizadas por la sensación –sólo cuando reza el Padre Nuestro– de tinnitus en el oído derecho, siempre iguales, de segundos de duración, que describe como el sonido de reproducción de una cinta de grabación sin música, acompañada de sensación vertiginosa y con preservación de la conciencia. Acudió a nuestro servicio, pues durante un rezo apareció la misma crisis, pero esta vez fue seguida de pérdida del conocimiento, y, según la descripción de un colega de aula, emitió un grito y presentó movimientos tonicoclónicos generalizados con duración aproximada de cinco minutos, seguido de somnolencia, desorientación, cansancio físico y mental durante varios minutos. El examen clínico, neurológico y mental intercrítico fueron normales. Varios electroencefalogramas intercríticos no mostraron alteraciones, al igual que la TAC y la RMN de cráneo. Realizamos un electroencefalograma y cartografía cerebral computadorizada, en reposo y durante una oración del Padre Nuestro, que mostró actividad epileptiforme frontal bilateral, más evidente en el hemisferio cerebral derecho, asociada a actividad lenta. Las manifestaciones eléctricas se acompañaron de las crisis auditivas antes comentadas, pero sin generalización secundaria. Iniciamos tratamiento con carbamacepina, el cual logró la supresión total de las crisis y permitió al paciente la realización de sus actividades eclesiásticas. Después de seis meses de evolución satisfactoria, el paciente se trasladó de estado y nunca más supimos de él. El caso presentado cumple con los criterios diagnósticos de CER [1,2]. La mayoría de sus crisis fueron parciales simples sensitivas auditivas, que en una oportunidad se generalizó secundariamente. Debemos destacar que, a pesar de los avances tecnológicos en el estudio de las epilepsias, la semiografía y curso evolutivo de los ataques continúan siendo elementos de vital importancia para el diagnóstico [23], pues los antecedentes de este paciente eran muy sugestiva de epilepsia y aun así permaneció dos años sin diagnóstico. No obstante, la sospecha clínica y los electroencefalogramas intercríticos normales nos orientaron en la utilización del vídeo-electroencefalograma, donde pudimos comprobar la relación entre el REV NEUROL 1999; 29 (12): 1341-1357 factor desencadenante, el evento clínico y la actividad electroencefalográfica ictal. Resulta difícil determinar con exactitud el mecanismo por el cual el factor desencadenante provocaba las crisis en nuestro paciente; sin embargo, pudimos comprobar que no era el sonido de las palabras del rezo del Padre Nuestro, sino que era la actividad psíquica superior en forma de pensamiento relacionada con el mismo la que precipitaba las crisis. En la literatura revisada no encontramos otros relatos de CER relacionadas con la recitación en adultos [14,24]. Si tenemos en consideración la naturaleza del estímulo precipitante de las crisis –rezo– y las actividades curriculares del paciente, es obvio resaltar el valor especial que para el mismo tenía el diagnóstico y el control terapéutico de sus ataques. C. Arteaga-Rodríguez a, O.J. Hernández-Fustes b, O.J. Hernández-Fustes c , O. Hernández-Cossio d Recibido: 15.11.99. Aceptado: 20.11.99. a Especialista de Neurología y Medicina Interna. b Especialista de Neurología y Medicina Interna, M. Sc., Jefe del Servicio de Neurología. c Especialista de Neurofisiología. d Especialista de Neurología. Hospital Universitário Cajuru de la Pontifícia Universidad Católica del Paraná. Curitiba, Brasil. Correspondencia: Dr. Carlos Arteaga Rodríguez. Servicio de Neurología. Hospital Universitário Cajuru. Av. São José 300, Curitiba, 80050-350, Brasil. E-mail: [email protected] BIBLIOGRAFÍA 1. Merlis JK. Reflex epilepsy. In Vinken JP, Bruyn GW, eds. The Epilepsies. Handbook of Clinical Neurology. 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