Agamenón - Ladeliteratura

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AGAMENÓN
-ESQUILOGUÍA DE ESTUDIO
La Orestíada
Comentario de pasajes
Argumento
Prólogo
Sentido de la trilogía
Párodos
Antecedentes y fuentes
Agamenón
Organización de la obra
Claves de la composición
Personajes
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LA ORESTÍADA
La Orestíada. es la única trilogía del período ático que se conserva completa. Con
ella Esquilo alcanzó su último gran triunfo en el concurso dramático del año 458 a.C.
Está formada por las tragedias Agamenón Las Coéforas y Las Euménides. Se
completaba con el drama satírico Proteo, hoy desaparecido.
ARGUMENTO DE LA ORESTÍADA
La Orestíada presenta el último capítulo de la larga historia de crímenes, venganzas y
maldiciones ancestrales de los descendientes de Pelops. Aprovechando este material
legendario, Esquilo concentra la atención en Orestes -hijo de Agamenón y Clitemnestra-,
vengador del asesinato de su padre y cuya acción cierra definitivamente el ciclo sangriento
de la familia.
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En Agamenón se muestra el momento en que el rey vuelve victorioso
después de diez años de
a Argos
guerra contra Troya. El mismo día del regreso su esposa
Clitemnestra, confabulada con su amante Egisto, le asesina. Junto a Agamenón, también
muere la cautiva Casandra, hija del derrotado rey de Troya (Príamo), mientras el coro de
ancianos asiste impotente a los acontecimientos.
Las Furias
Suza Scalora
Photographs © Suza Scalora
Las Coéforas transcurre también en Argos. Orestes (hijo de Agamenón y
Clitemnestra) regresa, siguiendo el oráculo de Apolo, para vengar el homicidio del padre.
Junto a la tumba de Agamenón encuentra a su hermana Electra; ésta le había sacado de la
ciudad siendo aún un niño, por temor a que la madre le diera muerte.
Apoyado por Electra y el coro de esclavas, Orestes finge ser un mensajero que trae la
noticia de su muerte y logra entrar al palacio, donde asesina a Clitemnestra y Egisto.
Las Euménides se inicia en Delfos. Enardecidas por la sombra de Clitemnestra, las
Erinias (fuerzas vengadoras del derramamiento de sangre familiar) persiguen a Orestes que
–enloquecido- se ha refugiado en el santuario de Apolo. El dios le promete ayuda y le
aconseja que se dirija al templo de Pallas Atenea en Atenas.
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Atenea le recibe y convoca un tribunal –el Areópago- para
que juzgue la acción de Orestes. Los fundamentos de ambas
partes resultan igualmente razonables y el consejo no puede
llegar a una decisión: las Erinias argumentan sobre la necesidad
de castigar a quienes cometen delitos de consanguinidad;
Orestes y Apolo defienden la legitimidad de vengar el asesinato
de un padre. Finalmente, Atenea pone su voto a favor y
Muerte de Casandra
absuelve a Orestes.
Cerámica del s IV a.C.
Las Erinias reciben la promesa de la diosa de ser
veneradas en Atenas y se transforman en Euménides,
proveedoras de prosperidad y concordia, encargadas de castigar los actos impíos.
SENTIDO DE LA TRILOGÍA
El plan de la Orestíada sigue la evolución del concepto de justicia. En esta trilogía el
progreso de la trama desempeña un papel más importante. El avance progresivo de la
acción particular de cada una de las tragedias y a la vez de las tres en conjunto, comunica
la impresión de cambio: Agamenón es la tragedia del asesinato, Las Coéforas de la
venganza y Euménides la reconciliación por medio de la justicia.
En el pensamiento del autor la justicia es la restitución del orden del universo y
se alcanza por medio de la colaboración entre el interés individual y el político. Esta
noción de justicia coincide con el desarrollo de la polis y la democracia, que sustituyó la
concepción tradicional del poder concentrado en los clanes familiares por el orden político
del interés colectivo.
A pesar de que cuando Esquilo presentó la Orestíada el tribunal del Areópago (de
corte aristocrático) ya había perdido gran parte de sus atribuciones políticas, el poeta lo
convierte en la imagen del tránsito desde la vieja ley del Talión a la defensa razonable de
las acciones.
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El restablecimiento del equilibrio se sintetiza simbólicamente en Atenea por tres
razones importantes:
Por ser la deidad fundadora del tribunal, representa el encuentro entre la
justicia divina y la humana:
“…en esta colina, digo, el Respeto del pueblo y el Miedo,
hermano suyo, impedirán a los ciudadanos, de día y de noche,
cometer injusticias con tal que ellos mismos no alteren sus
leyes; si ensucias agua clara con afluentes impuros y con
cieno, no podrás beber ya más. Ni anarquía ni despotismo: tal
es la máxima que aconsejo a los ciudadanos mantener con
reverencia y no desterrar enteramente de la ciudad el temor.
¿Qué mortal se mantiene en la justicia si nada teme? Venerad,
como se debe, este poder augusto, y tendréis un baluarte
Atenea
H.David Johnson, 2007
salvador de vuestro país y vuestra ciudad, como nadie lo tiene,
ni entre los escitas ni en las regiones de Pélope. Incorruptible,
venerable, severo, tal es el Consejo que establezco, guardián
de la tierra, siempre vigilante por los que duermen. Tal es la
exhortación que he dirigido a mis ciudadanos para el futuro.”
(Atenea, Euménides, episodio IV)
En su condición de diosa de la razón, encarna el ideal de la sophrosyne
que se traduce simbólicamente en la transformación de las Erinias y la vuelta a
la cordura de Orestes:
“¿No es verdad que, serena ya su razón, encontró por fin su lengua el camino de las
bendiciones?”
(Atenea, Euménides, episodio IV)
Según su origen mitológico, Atenea nació –ya vestida con su armadura- de la
cabeza de su padre Zeus, no de un vientre femenino. Esto la convierte en la
imagen de un ideal social basado en el control masculino:
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“…no tengo madre que me haya dado a luz, y en todo, salvo en concertar nupcias,
me decido por el varón con toda el alma: sin duda estoy al lado del padre.”
(Atenea, Euménides, episodio IV)
Con el voto favorable de Atenea a Orestes se legitima la recomposición de ese
orden que Clitemnestra –mujer- había invertido al asesinar al esposo:
“Sea como sea, la obra ha de realizarse. Muchos deseos confluyen en uno: las
órdenes del dios, el duelo inmenso de un padre, la indigencia que me oprime y, en
fin, que los ciudadanos más ilustres del mundo, los destructores de Troya, con
glorioso espíritu, estén así sometidos a dos mujeres.”
(Orestes, Coéforas episodio I)
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ANTECEDENTES Y FUENTES DE LA ORESTÍADA
Los antecedentes de la Orestíada
se remontan a los poemas homéricos. En la
Odisea aparecen varias alusiones a la muerte de Agamenón a manos de Egisto (cantos III,
IV, XI, XXIV). Clitemnestra es presentada como cómplice y sólo se le atribuye el asesinato
de Casandra.
El poema épico Los regresos, atribuido al
gramático
Proclos
(siglo
II
d.C.)
recoge
fragmentos de epopeyas contemporáneas a la
Ilíada
y la Odisea, donde se menciona el
sacrificio de Ifigenia ejecutado por Agamenón,
el retorno del rey, su asesinato y la venganza
de Orestes.
También hay alusiones al sacrificio de
Ifigenia en el Catálogo de las mujeres de
Hesíodo y en la Cipríada de Estasino de
Chipre, ambos próximos en el tiempo a los
poemas homéricos.
El
antecedente
más
directo
es
la
Orestíada del poeta Estesícoro (entre los siglos VII y VI a.C.), que presenta a Clitemnestra
culpable del asesinato del marido y a Orestes perseguido por las Erinias.
Más próxima en el tiempo está la Pítica XI de Píndaro, donde Clitemnestra aparece
como una amenaza a la seguridad de Orestes niño y homicida de Agamenón y Casandra.
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“AGAMENÓN”
ORGANIZACIÓN DE LA OBRA
Diadema de oro – Micenas, siglo XX a.C.
Agamenón presenta la estructura formal habitual de las tragedias áticas, con
alternancia entre partes líricas y dramáticas. En cuanto a la composición interna, la trama
avanza ordenadamente: planteo, desarrollo del conflicto, resolución.
El cuadro que sigue muestra la correspondencia entre la estructura formal, los
acontecimientos y la composición interna de la obra. La variación en los colores señala el
grado de intensidad trágica a medida que se desarrolla la acción.
El incremento de tono al final de la obra indica que la tensión no decae, puesto que
en Agamenón el éxodo cumple una doble función: cierra la situación particular de esta
tragedia y anuncia el conflicto de la próxima.
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PARTE
PERSONAJES
SITUACIÓN
TRAMA
PRÓLOGO
Vigía
Lamentaciones por la larga
vigilancia; llegada de la señal
luminosa.
Exposición
PÁRODOS
Coro
Origen de la guerra de Troya;
sacrificio de Ifigenia; elogio a la
sabiduría de Zeus
EPISODIO 1
Clitemnestra y coro
Clitemnestra confirma la caída de
Troya. El coro alaba la prudencia de
Clitemnestra.
ESTÁSIMA I
Coro
La justicia implacable.
EPISODIO II
Taltibio (mensajero),
Clitemnestra, coro
Doble confirmación: la llegada de
Agamenón y la destrucción completa
de Troya.
ESTÁSIMA II
Coro
Helena: traición y responsabilidad; la
justicia reparadora.
EPISODIO III
Agamenón, coro,
Clitemnestra, Casandra
Entrada triunfal de Agamenón.
Saludo del coro: advertencias sobre
el engaño. Vanagloria de Agamenón
por su triunfo. Recibimiento
engañoso de Clitemnestra.
Agamenón pisa la alfombra púrpura.
ESTÁSIMA III
Coro
Lamentaciones por la mudanza de la
suerte; alabanza a la prudencia.
EPISODIO IV
Clitemnestra, coro,
Casandra
Delirio profético de Casandra:
Asesinato de Agamenón y Casandra.
ESTÁSIMA IV
Coro
Confusión y miedo del coro: la
prepotencia del poder.
EPISODIO V
(?) *
Clitemnestra, coro
Vanagloria de Clitemnestra por el
crimen; justificación. Espanto y
condena del coro; advertencia sobre
las consecuencias futuras.
Desenlace
ÉXODO **
Egisto, coro,
Clitemnestra
Conflicto entre Egisto y el coro.
Confianza en la llegada de un
vengador (Orestes).
Conclusión de la
obra y enlace con
la siguiente
tragedia.
Desarrollo del
conflicto
Avance
Culminación
Crisis
*
No hay acuerdo en la crítica sobre la naturaleza de esta parte: ¿es la continuación de la estásima IV o un último
episodio? ; ¿hay una estásima IV o estos pasajes previos al éxodo forman parte del episodio IV? …por acá queda
la duda sin resolverse, lo cual en sí mismo no es fundamental, excepto porque viene a confirmar que aún los
fundadores del clasicismo no siempre estaban tan estrictamente apegados a las reglas como muchas veces se ha
querido suponer.
** Al final del éxodo no hay un canto de salida del coro, como era habitual en las tragedias clásicas: ¿obedece a
una intención poética o se perdió esa parte de la obra?
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C L AV E S D E L A C O M P O S I C I Ó N
Hubo que esperar hasta el episodio III (aproximadamente ochocientos versos) para
ver aparecer a Agamenón y en breves instantes sale de escena camino a la muerte.
Simbólicamente, la alfombra púrpura queda ubicada como una línea que divide casi
simétricamente la tragedia y marca la frontera entre la vida gloriosa y la muerte llena de
oprobio del personaje. (Ver cuadro)
El efecto visual también refuerza el significado de la escena. Agamenón entra en
Argos sobre el carro, en un plano superior: es el rey victorioso. Después baja del carro,
queda a la misma altura que su esposa e ingresa al palacio: es el hombre derrotado.
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PERSONAJES
En el drama ático intervienen personajes individuales y un coro.
El primer aspecto a considerar es la distribución de los papeles entre los actores.
El desarrollo de la acción en Agamenón exige la introducción de tres actores,
siguiendo en esto el modelo iniciado por Sófocles (protagonista, deuteragonista y
tritagonista). De acuerdo con las exigencias de la trama cada actor representaba
varios roles: probablemente Agamenón y Taltibio fueran desempeñados por la misma
persona; otro representaría a Casandra y Egisto; Clitemnestra y el vigía lo haría un
tercero.
En el plano interno de la obra, los personajes se agrupan en tres categorías,
según su incidencia en el desarrollo de la acción: principales (Clitemnestra y
Agamenón), secundarios (Egisto y Casandra) y puramente episódicos (vigía y
mensajero). Además está el coro de ancianos.
PERSONAJES PRINCIPALES
El asunto de la tragedia es el regreso
de Agamenón y su muerte a manos de la
esposa. Por el título epónimo, se podría
pensar que el rey es el protagonista; sin
embargo, este es un detalle discutible pues
la acción avanza impulsada por las
Muerte de Agamenón -Ilustración de 1880
pasiones de Clitemnestra. Por otra parte,
Agamenón únicamente participa en el tercer
episodio, en tanto que Clitemnestra no sólo
interviene en todos los episodios, sino que además es el único personaje de la
trilogía que aparece en las tres obras.
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AGAMENÓN
Agamenón es un personaje de tonalidades extremas: en la Ilíada se lo presenta
como un monarca excedido y soberbio, capaz de llevar al extremo su encono contra el
héroe Aquiles; sin embargo, también es un excelente guerrero, poderoso y temido, de
firme personalidad. Como remate, a sus rasgos particulares se le suma la herencia
sangrienta que ha recibido de los antepasados.
Esquilo supo sacar partido de los matices complejos de Agamenón y creó un
héroe trágico que provoca a la vez admiración por su grandeza y espanto por sus
equivocaciones.
Las primeras alusiones
del vigía en el prólogo lo presentan como un rey
virtuoso que había tenido a su patria en la prosperidad:
“...los infortunios de esta casa, que ya no se ve en la prosperidad que la tenía
aquel su amo de otros tiempos.”
En el párodos el coro también se refiere a Agamenón pero sus cantos lo
asocian insistentemente con el exceso: dirigió una guerra terrible por causa de Helena,
sacrificó a Ifigenia para seguir adelante con la empresa y era descendiente de una
familia en la que los crímenes fueron la nota corriente:
“Atrevióse, pues, a ser el sacrificador de su hija a favor de una guerra que iba
a vengar la afrenta de una mujer, y por primera víctima propiciatoria de la
armada.”
En el episodio II llega el mensajero (Taltibio) y anuncia que
“...el rey Agamenón viene, y trae en sus manos la luz que ha de alumbrar esta
oscurísima noche: la vuestra, la nuestra y la de todos.”
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Y agrega enseguida:
“Ea, acoged como es debido al asolador de Troya, que con la azada justiciera
de Zeus
ha removido hasta el seno mismo de la tierra enemiga.
Desaparecieron las aras y templos de sus dioses; la raza entera de un pueblo
ha sido aniquilada.”
Dagas micénicas
con incrustación de bronce
Siglo XVI a.C.
Taltibio está orgulloso de su amo. Sin embargo, bien mirado, lo que el personaje
dice es reprobable desde todo punto de vista. En primer lugar, por la forma en que ha
exterminado a los troyanos; en segundo lugar (más grave todavía) porque no se
respetaron los recintos sagrados.
De todos los excesos que pudiera cometer el rey, la impiedad es el más grave:
olvidó que el hombre es inferior a los dioses, es decir que no respetó el orden del
universo. Sin proponérselo, el mensajero confirma la hybris de Agamenón.
En el episodio III el coro recibe a Agamenón con tres apelativos:
“Ea, ya estás aquí, ¡oh, rey!, ¡oh, destructor de Troya!, ¡oh, hijo de Atreo!.”
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Desde el punto de vista del coro, el saludo constituye una alabanza a su
grandeza: es el legítimo monarca (rey); su victoria militar lo hace merecedor de
honores (destructor de Troya); es descendiente de reyes ilustres (hijo de Atreo). Sin
embargo, a los espectadores esas palabras le debían recordar algunas de las razones
por las que Agamenón estaba condenado: la desproporción en la destrucción de Troya
y las maldiciones heredadas. El efecto dramático es muy claro: se muestra a la vez la
grandeza y la perdición del héroe.
La victoria sobre Troya es, evidentemente, un mérito desde el punto de vista
militar. El mismo Agamenón se enorgullece de su hazaña:
“Todavía el humo hace ver de todas
partes el lugar donde se alzó la ciudad
tomada.
Todavía
ruge
allí
y
se
enseñorea el huracán desencadenado de
la desolación, y al morir las humeantes
cenizas lanzan de sí con sus postreros
Regreso de Agamenón
alientos los tesoros del pueblo vencido
Ilustración de 1880
(...); por una mujer Ilión ha quedado
reducida a cenizas. (...) El hambriento león salva de una arremetida sus torres,
bebe la sangre real, y regálase con ella hasta saciarse.”
Sus primeras palabras destacan el orgullo por el triunfo militar y, aunque se
refiere a los dioses, por el tono del discurso se puede ver que lo hace agradecido por
la manera implacable en que ellos actuaron, del mismo modo que él lo hizo con el
enemigo. También acá la soberbia de Agamenón explica su perdición.
Como personaje trágico, Agamenón no atraviesa por un proceso de
reconocimiento de los errores propios que convierta su desgracia en un aprendizaje
moral. Apenas esboza una mínima reflexión sobre la prudencia cuando Clitemnestra le
insta a que camine sobre la alfombra púrpura pero en realidad es otro recurso del autor
para mostrar cómo se deja llevar por la soberbia y cómo es Clitemnestra quien dirige la
acción dramática:
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AGAMENÓN. (…) A los dioses hay que honrar así; pero, siendo yo mortal, no puedo
caminar sin miedo en medio de bordadas maravillas. Digo que me honres como a un
hombre, no como a un dios. Sin alfombras ni bordados también mi fama grita, y el no
ser insensato es el mayor regalo de los dioses. Feliz se ha de llamar sólo al que ha
terminado la vida en grato bienestar. Te lo dije, yo no podría hacer confiadamente lo
que deseas.
CLITEMNESTRA. Ahora, respóndeme a esto con entera franqueza.
AGAMENÓN. Ten por cierto que no falsearé mi pensamiento.
CLITEMNESTRA.¿Has prometido obrar así por temor a los dioses?
AGAMENÓN. Al obrar así, sé bien por qué lo hago.
CLITEMNESTRA. ¿Qué crees que hubiera hecho Príamo si hubiera logrado esta
victoria?
AGAMENÓN. Me parece de cierto que habría pisado tejidos bordados.
CLITEMNESTRA. Así pues, no temas a las censuras humanas.
AGAMENON. Es tan poderosa la voz del pueblo...
CLITEMNESTRA. El que no es envidiado no es digno de envidia.
AGAMENÓN. Ni es propio de mujer desear pendencias.
CLITEMNESTRA. A los afortunados también conviene el dejarse vencer.
AGAMENON. ¿Tú en tanto estimas la victoria en esta disputa?
CLITEMNESTRA. Créeme y concédeme voluntariamente la victoria.
AGAMENÓN. Pues bien, si así lo deseas, que me desaten al punto las sandalias,
calzado esclavo de mi pie, y que al pisar esta púrpura ninguno de los dioses alce
contra mí desde lejos una mirada envidiosa. Es una gran vergüenza arruinar la casa
destrozando con los pies un tesoro de tejidos pagados en plata. Pero basta de esto. A
la extranjera, acógela con bondad: la divinidad mira con ojos complacida al que
gobierna con dulzura. Nadie con gusto lleva el yugo de esclavo. Y esta mujer que me
acompaña es flor escogida entre muchas riquezas, regalo del ejército. Y puesto que
me he sometido a obedecerte en esto, voy a entrar en las salas del palacio pisando
púrpura.
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Las últimas acciones del personaje completan el cuadro: pisa la alfombra (aún
sabiendo que no es correcto) y suma otra ofensa a la esposa legítima cuando le
encomienda que reciba a Casandra no como a una esclava cualquiera, sino con
dignidad.
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CLITEMENSTRA
Clitemnestra es el único personaje de la tragedia que interactúa con todos los
demás (exceptuando al vigía, que interviene con un monólogo) y además sólo ella
está presente en toda la Orestíada. En Agamenón es la esposa adúltera que odia
profundamente a su marido, hasta el extremo de asesinarlo; en Las Coéforas, aparece
como la madre cruel de Electra pero también es la víctima de Orestes; en Euménides
se convierte en la voz que reclama venganza por el matricidio.
Casi todas las tradiciones legendarias la presentan como cómplice de Egisto -al
que responsabilizan de seducirla y asesinar a Agamenón-, mientras ella sólo es
acusada de matar a Casandra. Esquilo prefirió seguir las versiones de Estesícoro y
Píndaro y la puso como ejecutora de los homicidios; con esta inversión de roles el
poeta concentró la atención sobre Clitemnestra y le dio gran fuerza dramática.
En el prólogo la vemos como una mujer poderosa que ejerce el poder de
manera despótica:
“…así lo manda el duro corazón de una mujer imperiosa y dominante…”
Entra en escena en el primer episodio y vuelve a aparecer en todos los demás,
de modo que el público es testigo de la forma en que entreteje el engaño para asesinar
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al marido y cómo, finalmente, se declara orgullosa de haberlo hecho con
premeditación.
No hay inocencia en ninguna de las acciones de Clitemnestra; por el contrario,
ella misma declarará en los momentos finales de la tragedia que …
“Si antes dije todas aquellas cosas, según pedía la ocasión, no me
avergonzaré ahora de decir lo contrario. Pues, si no, el que prepara la ruina
de un enemigo, a quien parece amar, ¿cómo podría envolverle en la red de su
perdición, de modo que ni con el más poderoso salto se desenredase? Era esto
para mí la decisión de una contienda ha mucho tiempo meditada. Aunque al
cabo de tiempo, por fin llegó.
(…)Me tratáis como una mujer sin consejo, pero yo os lo digo con el corazón
bien sereno, para que lo sepáis...”
(Episodio V)
Su actitud la diferencia del modelo de feminidad socialmente aceptado en la
Atenas del siglo V a.C. Por su temple se parece más a una conducta masculina y
aunque en la primera tragedia sale invicta, la absolución de Orestes en Las Euménides
demuestra que al final prevalece el orden patriarcal.
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Es una gran conocedora de los resortes sicológicos de los demás
personajes y logra engañar primero al coro y después a su marido. En las dos
ocasiones utiliza un recurso semejante: habla como los demás esperan que lo haga
una mujer.
En el episodio I describe al coro los horrores que deben estar sucediendo en
ese momento en Troya. El cuadro que pinta es de tal patetismo que conmueve a los
ancianos y estos no tienen más remedio que reconocer que se expresó tan prudente
como un hombre:
“CLITEMNESTRA….¡Ojalá no se deje vencer
nuestro ejército de la avaricia, ni entre en deseo de
lo que no le es lícito codiciar, que para volver a sus
hogares sanos y salvos, aún les queda por andar la
mitad de la jornada! Y si pecaren contra los dioses
pudiera suceder que a su vuelta, la sangre de los
vencidos se alzase contra ellos; cuando no les
sobrevinieren nuevos males. Ahí tienes todo lo que
yo, como mujer, puedo decir.
CORO. Generoso es tu pecho, mujer, y has hablado
Solomia Crushelnytska
en el rol de Clitemnestra
como pudiera un hombre prudente…”
Lo que el coro no comprende es que detrás de sus palabras está la satisfacción
de saber que efectivamente está sucediendo lo que “como mujer” no debería desear y
así se agrega una justificación más para la muerte de Agamenón.
La imagen preconcebida de la mujer como un ser incapaz de buenos
razonamientos impide también que Agamenón se dé cuenta del engaño. Irónicamente,
en el episodio III, apenas el rey termina de decir que él es capaz de reconocer a los
traidores, Clitemnestra le saluda con un discurso largo y rebuscado que obliga a
Agamenón a responderle:
“Hija de Leda, guarda de mi casa, cierto que tu discurso se asemejó a mi
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ausencia; largamente has hablado. Mas si es que en justicia merezco yo esas
alabanzas, tal honor debía venir más bien de los extraños. Por otra parte, no
me trates muellemente a lo mujer, ni me recibas a estilo de rey bárbaro con
voces desacompasadas y serviles adoraciones.”
Esquilo logra que el espectador quede atrapado en el juego dramático de los
personajes: por un lado, Agamenón afirma que es capaz de reconocer quiénes son
traidores pero no ve en su esposa más que una actitud “mujeril” que no merece
atención; por el otro lado, el público ve el engaño de Clitemnestra pero no puede
evitarlo.
A pesar de los legítimos motivos que tenía para odiar a Agamenón (asesino de
su primer marido y sacrificador de la hija), el personaje de Clitemnestra puede
despertar admiración por la firmeza de su carácter y la habilidad con que se
desempeña pero está lejos de provocar simpatía. El único momento en que el público
puede sentirse inclinado a la compasión está en la siguiente tragedia, durante la
escena de su muerte a manos de Orestes.
Además de la acción criminal, el error trágico de Clitemnestra es la forma en que
sus pasiones también la cegaron y le hicieron creer que ella era la única que tenía el
poder de hacer justicia:
“Aquel antiguo y fiero espíritu de venganza que aderezó el cruel festín de
Atreo, ese es quien, tomando la apariencia de la mujer del que ahí yace, vengó
en un hombre el sacrificio de dos niños.”
(Episodio V)
No se puede decir, entonces, que Clitemnestra sea la heroína trágica. Después
de todo, la justicia que se impone al final de la trilogía pretende mostrar que excedió el
límite que le estaba permitido y que era necesaria la aparición del hijo varón para
volver todo a su cauce.
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C O M E N TA R I O D E PA S A J E S
PRÓLOGO
PÁRODOS
PRÓLOGO
El prólogo se desarrolla como un monólogo del vigía, frente al palacio de
Agamenón en Argos, poco antes del amanecer.
La simple mención al palacio de los Atridas era suficiente para ubicar al público
en el contexto legendario de la obra y no se necesitaban más aclaraciones porque la
historia era ampliamente conocida. De esa manera, la atención no se desvía hacia
detalles secundarios y se concentra en el asunto trágico.
Reconstrucción del palacio de Micenas
El vigía es un personaje puramente episódico que no vuelve a aparecer en la
obra. No tiene ninguna incidencia en el desarrollo de los acontecimientos, sino que
interviene brevemente para reflejar el sentir de los ciudadanos corrientes que han
permanecido en Argos y añoran al rey Agamenón e, indirectamente, permite conocer a
Clitemnestra.
A lo largo del parlamento cambian sus emociones de acuerdo con los sucesos
que se presentan: al comienzo predomina la aflicción a causa de la larga vigilancia que
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ha impuesto la reina; hacia la mitad estalla la alegría por la llegada de la señal
luminosa que avisa de la caída de Troya y el inminente regreso de Agamenón;
finalmente, reaparece el temor ante lo que podrá suceder en el futuro.
El monólogo está cargado de subjetividad y describe las penalidades de su tarea
en un tono hiperbólico (penoso trabajo, guardia sin fin, todo el año, el invierno y el
verano, como siempre, mi lecho húmedo de rocío); él mismo se ve esclavizado y se
compara con un perro; la angustia que siente se hace tangible y queda representada
en la personificación del miedo: el terror se sienta a mi cabecera.
Las palabras del vigía sirven también para presentar a los dos personajes
principales de la tragedia: Agamenón y Clitemnestra. El recurso empleado es el
contraste entre los atributos más significativos de cada uno.
De la reina se dice que
“... así lo manda el duro corazón de una mujer imperiosa y dominante que la
está aguardando.”
De Agamenón se recuerda
“…esta casa, que ya no se ve en la prosperidad que la tenía aquel su amo de
otros tiempos.”
La aparición de la luz de la hoguera cambia completamente el tono del monólogo
y prepara el avance de la acción:
“¡Ah! ¡Ah! ¡Salve, oh lucero de la noche, que anuncias la luz de un claro y
nuevo día, y a la ciudad de Argos le das la señal de regocijados y festivos
coros en celebración de un feliz suceso!
La reina había mandado instalar un sistema de hogueras que se debían
encender desde Troya hasta Argos para anunciar el final de la guerra. Para el vigía,
esta es una ocasión de regocijo porque espera verse liberado del control de
Clitemnestra y ansía el regreso del rey. Su exaltación se expresa con el tono
exclamativo y la metáfora lucero de la noche, que representa simbólicamente el
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comienzo de una nueva etapa.
Hacia el final del prólogo, el personaje piensa simultáneamente en Agamenón y
Clitemnestra. El regreso del monarca le provoca alegría pero no puede olvidar que en
su ausencia la reina ha abusado del poder. De este modo, la llegada de Agamenón
puede significar para el vigía el fin de su trabajo pero eso no significa que las intrigas
de palacio finalicen. Aunque el vigía no podía saber de antemano que Clitemnestra
asesinaría al rey, por lo menos sí estaba seguro de que no le iba a resultar fácil
restablecer el orden en Argos.
El vigía teme por las posibles represalias de la reina y su amante Egisto (a quien
no se nombra directamente en este parlamento pero se sabe que está detrás de la
reina):
“¡Así me sea dado ver la vuelta de mi rey a su casa y estrechar su mano
queridísima entre mis manos! Lo demás lo callo: un enorme buey pesa sobre
mi lengua. A poder hablar, bien claramente se explicaría este palacio. Por lo
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que hace a mí, de buen grado hablaría con quien me entendiera; para los que
no, como si nada supiese.”
La imagen del buey se refiere a una moneda
de uso corriente en aquella época. Esto se puede
interpretar de dos maneras: o bien Clitemnestra lo
sobornó para que calle la situación del palacio, o
teme ser asesinado (se acostumbraba colocar en la
boca de los difuntos una moneda para pagar en el
más allá el traslado del alma a la otra orilla del río
Aqueronte).
Ambas interpretaciones conducen a lo mismo:
Moneda de plata procedente
de Sibaris (actual Italia), 520 a.C.
muestran al espectador que Agamenón está
totalmente solo frente a su destino.
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PÁRODOS
Toro con incrustaciones de oro
Micenas, S.XVI a.C.
El párodos hace referencia a asuntos del pasado: las causas de la guerra de
Troya, el sacrificio de Ifigenia y la larga ausencia del rey.
Todos estos acontecimientos ya eran conocidos por el público, de manera que el
canto no tenía una función informativa sino más bien mover los sentimientos y la
reflexión del espectador sobre varios temas trascendentes: el sentido del dolor, el
exceso, la justicia.
En los primeros versos la atención se concentra en los orígenes de la guerra de
Troya y el momento de la partida del ejército:
“Éste es el décimo año ya después que los poderosos competidores de Príamo,
el rey Menéalo y Agamenón, aquel invencible par de Atridas, a quienes honró
Zeus por igual, dándoles a los dos trono y cetro, movieron de esta región
poderosa armada argiva de mil naves, que apoyase con la fuerza su demanda.
Del fondo de su generoso pecho lanzaron grito de guerra como altaneros
buitres que al ver arrebatados sus polluelos lanzan un ay de dolor, y azotando
el aire con los remos de sus alas vuelan en precipitados giros alrededor del
nido desierto, donde ya no se guarece aquella cría, dulce y perdido objeto de
sus cuidados.”
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El símil de los buitres presenta a Agamenón y Menelao en todo su poder. Es una
imagen grandiosa de los reyes pero también introduce un matiz trágico, ya que alude a
la ruptura del orden y la necesidad de justicia.
Para el coro la guerra contra Troya es un acto de justicia inevitable, promovido
por Zeus. Sin embargo, en algunos versos se puede reconocer cierto cuestionamiento
por la desproporción entre el motivo de la guerra y las muertes que provocó:
“…por causa de una mujer que tantas veces mudó de marido (…)los cuerpos
de los combatientes se rendirán a la fatiga, y los más fuertes tocarán con sus
rodillas el polvo de la tierra. De cualquier modo que sea, hoy sucede lo que
tenía que suceder”.
Se plantea un tema común a toda la trilogía: ¿dónde está la frontera que
separa la venganza de la justicia? En el pensamiento de Esquilo, la respuesta está
en la sabiduría de los dioses, que conduce finalmente al restablecimiento del orden
moral del universo:
“…aun sin quererlo nos llega el pensar con cordura: don del
dios, que sentado en su augusto trono rige con diestra
vigorosa la nave de nuestros destinos.”
Según el coro, la sabiduría no se alcanza fácil ni
rápidamente. La huella que el dolor deja en el individuo hace
que este se pregunte sobre el sentido del sufrimiento y lo
conduce al conocimiento de sí mismo y de los demás:
Tragedia
“el penoso recuerdo de nuestros males está destilando sobre
el corazón, y aun sin quererlo nos llega el pensar con
Gustav Klimt, 1897
cordura”
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A medida que avanza el canto aumenta la intensidad lírica. El coro trae a la
memoria escenas crueles que buscan orientar el ánimo del espectador hacia la
experiencia dolorosa.
Antes de la partida a la guerra, los dioses anunciaron a los Atridas el futuro de la
expedición:
“…dos reinas de las aves se aparecen a los reyes de la armada helena, no lejos
del palacio (...). Era la una negra y la otra blanca por el lomo, y acababan de
devorar en la dilatada y espléndida región de los cielos a una liebre preñada,
muerta con todos sus gazapillos cuando ya tocaba al término de su fugitiva
carrera.”
Las águilas son Agamenón y Menelao y la liebre preñada Troya:
“El avisado y prudente adivino del ejército observó
aquellas dos rapaces aves que devoraban su presa y
reconoció en ellas a los dos belicosos Atridas, príncipes y
caudillos de la expedición...”
A simple vista el anuncio es favorable, pero la señal está cargada de gran
crueldad y anticipa la posibilidad de algo terrible:
“Al cabo de tiempo llegará esta empresa al término que se propone; la ciudad
de Príamo será tomada, y el destino entregará al pillaje todas las riquezas
atesoradas por un pueblo en el recinto de sus torreados muros. Si no es que
antes lo cubre todo de tinieblas la cólera divina y rompe el freno que con
vuestras armas teníais forjado para Troya.”
De una manera bastante oscura, se advierte que el exceso de los vencedores
podría despertar la ira de los dioses. En el episodio I Clitemnestra también volverá
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sobre este asunto y el mensajero lo confirmará en el episodio segundo, de modo que
el autor da unidad a toda la tragedia a través de la reiteración del mismo motivo.
La imagen terrible de la liebre devorada con sus crías en el vientre sirve también
de nexo entre Agamenón y su historia familiar:
“Banquetes como el de las águilas son aborrecibles a los dioses”
En otros “banquetes” los ancestros de Agamenón también habían devorado
crías... crías humanas. Esta asociación era inmediata para un público que conocía
perfectamente el pasado de sus héroes.
El espanto por el sacrificio de víctimas inocentes también aparece en la historia
de Ifigenia.
“...la imposibilidad de navegar viene a poner en consternación al ejército
aqueo, retenido enfrente de Calcis en las tempestuosas costas de Áulide, cuyas
aguas turbulentas amenazan aniquilar las naves.
(…)
Entonces el adivino, anunciando la voluntad de Artemis, reveló a los caudillos
un remedio más terrible que la tempestad misma, y tal que al oírle los Atridas
hirieron la tierra con sus cetros y no pudieron contener las lágrimas.
(…)
¡Desdicha fiera no obedecer, exclamó el augusto príncipe dando una gran voz;
pero fiera desdicha también inmolar a mi hija, a la alegría de mi casa, y que
las manos de un padre se manchen con la sangre de una tierna virgen (...)!
¿Cuál de estos dos caminos estará libre de males? ¿Cómo ser yo desertor de la
ramada? ¿Cómo separarme de esta empresa?...”
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El recuerdo del momento del sacrificio de la joven está cargado de patetismo. El
coro se detiene especialmente en un detalle: la mirada de la princesa se cruza con la
de su verdugo…
“Pero ella, dejando caer al suelo el velo rojo
que cubre su frente, lanza de sus ojos una
mirada que hiere a sus sacrificadores con el
dardo de la compasión. Ofrécese ante ellos
resplandeciente y bella como hermosa pintura;
parece que quiere hablarles como en otro
tiempo, cuando tantas veces cantaba con dulce
voz en los espléndidos festines, con que
Agamenón agasajaba a sus guerreros, aquella
casta virgen, honor y contento de la felicísima
vida de su padre.”
Los
últimos
versos
del
párodos
concentran el sentido de todo el canto y enlazan con la acción de la tragedia: el destino
siempre se cumple a pesar de que los mortales no hagan caso a las advertencias de
los dioses.
“Lo que sucedió después, ni lo vi ni hablaré de ello; pero las predicciones de
Calcas jamás dejan de cumplirse. Enseña la justicia con sus golpes a que
comprendan los mortales lo que vendrá sobre ellos en lo porvenir.”
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